HORIZONTE CULTURAL EN
MÉXICO PERSPECTIVAS Y EXPECTATIVAS Antonio Valle
SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 18 DE NOVIEMBRE DE 2018 NÚMERO 1237
oriam da m i e v a m l y In atura r e ica t i n l é a c l s , e o ón l Pas aginaci do de
y la im Fernan a c i t í r y, la c n o m r a Olga H
LA JORNADA SEMANAL
Los navegantes, Edgar Flores Saner
2 18 de noviembre de 2018 // Número 1237
HORIZONTE CULTURAL EN MÉXICO: PERSPECTIVAS Y EXPECTATIVAS Ancestrales, autóctonas, originarias, marginales, populares… absolutamente todas las culturas que conforman el vastísimo panorama mexicano del pensamiento y las artes en general, deben ser tomadas en cuenta –como indebida y muchas veces intencionadamente dejó de suceder en décadas recientes– en la oportunidad actual de transformar ciertos usos y costumbres de una política cultural exclusivista, limitativa y orientada al mantenimiento del status quo en un ámbito que exige apertura e inclusión para cobrar su real sentido y lograr su óptimo florecimiento. El ensayo de Antonio Valle pone piedras de toque insoslayables para esta urgente tarea colectiva. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova y Ricardo Yáñez COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Marga Peña FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga RETOQUE DIGITAL: Jesús Díaz y Ricardo Flores PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción
UNA NUEVA BABEL Juan Manuel Roca
A Stefano Strazzabosco, que además de ser maestro en hormigués tradujo mis relinchos al italiano.
Asistí a un curso de verano, a un seminario del idioma hormigués. Debo decir que fueron muy claras y explicativas las clases impartidas por el filólogo y poeta Stefano Strazzabosco, pero no logré dominar el hormigués clásico, apenas un precario balbuceo del moderno. Fuí a las Galápagos con una bióloga francesa y a duras penas, tras muchas sesiones, comprendí algo del lento y aburrido tortugués, aunque ella logró traducir un fragmento del poema quelonio que se burla de Aquiles, un griego raudo pero torpe. Desde entonces se me ha dado por descifrar códigos animales como un criptólogo espía. Aprendí de manera un tanto chapucera, debo decirlo, la lengua de los cerdos y no piensen que sucedió en Cerdeña. Fue oyendo una piara gruñente de mi pueblo. Debo decirles que los porcinos se la pasan hablando de princesas, perlas y diamantes. Son muy poetas los cerdos. Brinqué de emoción cuando aprendí los rudimentos del púlgaro, un idioma movido y gótico que salta de palabra en palabra en busca de una espesa cobija, de un abrigo de lana o de un perro callejero. El ratonés es un argot o un dialecto que ha crecido a hurtadillas. Es como el mundo, opaco y raído. Una especie de esperanto despreciable, que ni siquiera está clasificado en las bibliotecas donde ellos, precisamente ellos, ratones y ratesas pasan el tiempo leyendo sin entender. El cebraico demanda ser escrito en cuadernos rayados. Es un idioma entre barrotes. Alerto a quienes quieran estudiarlo: las cebras son bilingües, hablan en blanco y negro aún en los filmes a color. Traté de acariciar a un gato en un tenderete de frutos secos de Las Ramblas. El felino azabache me miró con desdén y apartó su mirada con recelo. Presumo que lo hizo a causa de mi pésimo gatalán de acento canino. Ah, amigo pajarero, yo quisiera como los escaldos aprender de los cuervos su idioma agorero y antes que nada entender el mirlandés, ese idioma que se canta en las tabernas ebrias de Dublin y que sospechó mister Joyce. El gacélico es lengua esbelta que se habla en las estepas africanas de manera veloz pues se trata de un idioma purista que odia ser cazado por sus depredadores. No quisiera, de ninguna manera, despreciar el arañol, una lengua urdida en los rincones de la academias donde los arácnidos estudian las últimas palabras de las moscas poco antes de morir bajo sus leves mortajas de hilo. Como verán, tengo unas extrañas relaciones insectuosas. Comienza a interesarme lo que dicen los grillos y las chicharras del mediodía mucho más que lo que dicen los toscos y falaces humanos.
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HORACE MCCOY, el delincuente culto
Comentario sobre una novela que sorprende por su descarnada forma de tratar la violencia y el erotismo, y por el sustrato culto de su estilo. Su autor, contemporáneo de Dashiell Hammett y Raymond Chandler, pero menos reconocido que ellos, pone en evidencia algunos prejuicios sobre la llamada “buena literatura”.
Ricardo Guzmán Wolffer ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
H
orace McCoy (eu, 1897-1955) recuerda a Edward Bunker por su tratamiento introspectivo del delincuente. En Despídete del mañana (1948), con recursos que suenan conocidos por su uso reiterado, McCoy escandalizó por la violencia y el sexo, tratados con tal crudeza que incluso hoy sorprenden. Ralph Cotter es ayudado a escapar de prisión (con lo que aprovecha para matar de un balazo al homosexual que lo acosa) por una mujer fatal que luego mostrará que el sexo es poder si es bien utilizado. Delincuente nato, Cotter realiza un atraco, pero mata a una de las víctimas. Pronto se ve enredado con la policía corrupta, a la que logra grabar en pleno chantaje, con un corrompido abogado recomendado por su capacidad de corromper, con otros delincuentes que se suman a la cabalgata delincuencial y, sobre todo, con la hija de un millonario empresario y político que es dueño casi feudal de la comarca. La hija se divierte a costa del padre, al grado de casarse con Cotter sólo para hacerle pasar un mal trago a ambos. Los muertos comienzan a florecer al paso de Cotter, hasta que termina por comprender que su sapiencia y credenciales universitarias no son suficientes para lidiar con un mundo lleno de corrupción. Citas cultas y culteranas aparecen para lograr el tono burlón de la novela negra: “incluso cuando uno está dormido posee una especie de conciencia propliopitheca”; “esta es una de las tragedias de un intelecto superior: no poder trasladar sus pensamientos a un nivel lo suficientemente bajo para que un imbécil lo entienda”; “de todos los fetiches el más pecaminoso era probablemente la mediocridad”. Remite a la criminología clásica: “una colección de psicosis por las que el doctor Lombroso habría dado su brazo izquierdo”. McCoy presenta al criminal amoral que no se detiene ante prejuicios sociales, pero también comprende que la pulsión destructiva sólo es una de muchas. Al entrar a un centro nocturno de “tortilleras y maricones” se identifica con todos, no sólo por asumir que en todo hombre hay una veta homosexual (aunque en su caso no sea relevante: no se excita ni se inmuta), sino por comprender que los homosexuales que se asumen, incluso en clubes reservados, son insurrectos de esa sociedad hipócrita que no los acepta. Como él, “ellos también eran rebeldes, rebeldes introvertidos; yo era un rebelde extrovertido: la suya era la fuerza que no mataba, la mía la que sí lo hacía…”. Claro, los respeta porque ninguno lo ha acosado, casi violado, como el recluso que mata al escapar de la cárcel, sólo por el gusto de la venganza.
Horace McCoy. Fuente: www.sinematurk.com
Su amplia criminalidad adulta tiene un antecedente en su infancia, donde ha matado a la abuela por haberlo amenazado con acusarlo con el abuelo por revisarle a ella la zona genital: la empujó y en el piso le dio un golpe en la cabeza. En retrospectiva, comprende que la necesidad de delinquir, el Ananké, ha estado en él, junto con el Eros. McCoy presenta un criminal asumido, consciente. Demuestra que para matar y robar, para perderse en la anarquía mental y emocional, no es necesario echarle la culpa a la pobreza o la ignorancia, ni a la ausencia de un entorno familiar propicio. Cotter, con la claridad otorgada por su trato desencarnado, brutal, con los delincuentes cuyas acciones no pueden ocultar su naturaleza depredadora y antisocial, es el hombre perfecto para encajar en una sociedad como la gringa de postguerra. Cuando la victoria prometía una mejoría nacional social para este “vencedor”, los autores de novela negra evidenciaban que una parte importante de la población estadunidense apenas sabía leer y comprender la diferencia entre lo bueno y lo malo. Una sociedad basada en la necesidad de sobrevivir, especialmente en lo emocional, es perfecta para cultivar delincuentes capaces de matar por gusto o por previsión, a los posibles testigos, sin asomo de culpa. Lo cual no le impide comprender que hay peleas que no puede ganar, como la del suegro millonario, acostumbrado a mandar en su feudo. Pero, en su ánimo de salir bien parado, rechaza el soborno para que se divorcie: lo hace gratis y eso le llama la atención al capitalista máximo de la novela, tan corrupto como los policías sobornados por el temerario Cotter. Sin embargo, morirá a manos de la hermana del cómplice en el escape carcelario. Ha logrado evadir a los pilares de la sociedad caníbal (la policía, los políticos, los empresarios), pero su propio crimen lo hace regresar al útero al que siente volver en una última escena deliberadamente freudiana. McCoy ha sido relegado ante figuras como Hammett o Chandler, quizá –vaya paradoja– por su tono culto, bien escondido entre la jerga popular de la época. Y es intencional: perfila al personaje y logra un tono narrativo particular. Como un culto Carlos Montemayor divirtiéndose con palabrotas y albures. Todo en medio de una espiral de sorpresas. Un autor de novela negra que evidencia que la buena literatura no necesita ser etiquetada l
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“La Canción de Amergin” es una canción de guerra de los celtas precristianos y se cree que fue compuesta alrededor del siglo ix, aunque algunos consideran que es mucho más antigua. Se le atribuye a un druida, un jefe guerrero, y se halla recogida en el Leabhar Ghabhála o Libro de las Invasiones, un manuscrito irlandés escrito en celta. Soy el viento – sobre los mares Soy una ola – de los océanos
Soy la reina – de todas las colmenas
1100 con el beneplácito del rey de Leinster
Soy el escudo – de todas las cabezas
y al cual pertenece el Leabhar Ghabhála–, aunque tiene el reparo de haber sido hecho
¿Quién, si no yo, desyerba las montañas?
ya bajo dominio cristiano. En realidad, no
¿Quién, si no yo, anuncia las edades de
hay una versión que pueda ostentarse como
la luna? ¿Quién, si no yo, sabe dónde duerme el sol?
única, sino muchas versiones. Como aspecto curioso, podemos mencionar que Adolfo Castañón, en un ensayo sobre
“La Canción de Amergin” relata “las sucesivas
María Sabina, relaciona de manera intere-
invasiones que sufrió la isla hasta la llegada
sante la “Canción de Amergin” con los cantos
de los Mil de España y sus hijos, descendien-
de la chamana mazateca. Y efectivamente,
tes del rey español Breogán”, de acuerdo con
por más distancias que existan entre ambos
Ramón Sainero.
mundos, la afinidad es asombrosa:
La fama de la “Canción de Amergin” se
Soy el bramido – del mar
debe sobre todo a las “reconstrucciones ten-
Soy la mujer luna
Soy un ciervo – de siete púas
tativas” de Robert Graves, quien la incluye en
Soy la mujer que vuela
Soy un halcón – en las montañas
su ensayo La diosa blanca y para quien “la
Soy la mujer aerolito
Soy una gota – de rocío
educación poética inglesa debería comenzar,
Soy la mujer constelación huarache
Soy un salmón – en agua cristalina
no con los Cuentos de Canterbury, ni con la
Soy la mujer constelación bastón
Soy un jabalí – despiadado y rojo
Odisea, ni siquiera con el Génesis, sino con la
[…]
Soy una fuerza – de las flores
‘Canción de Amergin’, un antiguo calendario-
Soy la mujer de la brisa
Soy un lago – de las llanuras
alfabeto celta, del que hay variantes irlandesas
Soy la mujer rocío fresco
Soy una palabra – de los videntes
y galesas deliberadamente distorsionadas y
Soy la mujer del alba
Soy una lanza – que busca la sangre
que resume el mito poético primordial”.
Soy la mujer del crepúsculo
Soy el dios – que incendia las cabezas
No disponemos de muchas coordenadas
Soy la madre – de todos los bosques
sobre este canto, pero la fuente más socorrida
Soy el fuego – de todas las colinas
es el Libro de Leinster –escrito alrededor de
Soy la mujer que brota Otros, con mayores motivos, vinculan la
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Canción de Amergin “Canción de Amergin” con los poemas de
encantado durante un año
su desembarco habían sido repelidos por sus
Taliesin, poeta galés del siglo vi recordado por
en la espuma del agua. […]
enemigos –druidas expertos también– con
La batalla de los árboles, que Ramón Andrés
una tormenta, que Amergin despejó con otro
cita en su Diccionario de música, mitología,
El contexto en que se compuso la “Canción
canto. Así comienza la maravillosa saga de los
magia y religión:
de Amergin”, hasta donde se sabe, tiene que
milesianos en Irlanda.
ver con una venganza. Cuando Ith, hijo de
Por último, queda decir que hice esta ver-
He sido una gota en el aire.
Breogán y explorador, es asesinado en Irlanda
sión a partir de las traducciones de Stewart
He sido una estrella brillante.
por algunos reyes de Tuatha Dé Danann, los
Macalister, Jerome Rothenberg y Ann Ross,
He sido una palabra en un libro.
milesianos viajan desde Brigantia (hoy La
así como de la edición castellana de Ramón
He sido un libro en mi origen.
Coruña) para vengarlo. Entre los guerreros iba
Sainero (director del Instituto de Estudios
He sido una luz en una linterna.
Amergin, quien al poner un pie en la playa de
Celtas de Madrid) y las “reconstrucciones” de
[…]
Inbher Colptha, comienza a entonar su canto:
Robert Graves.
He sido un puente para pasar
Am gáeth i m-muir/ Am tond trethan/ Am
tres veintenas de ríos.
fuaim mara… Toros (o ciervos), halcones, jaba-
He viajado como un águila.
líes, sagrados mares y cabezas degolladas son
He sido un barco en el mar.
elementos de la mitología celta precristiana
He sido un caudillo en la batalla.
que, en cada verso, van despertando distintas
He sido una espada en la mano.
fuerzas o virtudes en el guerrero. La “Canción
He sido un escudo en la pelea.
de Amergin” es un canto de imposición o
He sido la cuerda de un arpa,
afirmación, de vanguardia, porque antes de
Versión y nota de Iván García
Página anterior: portada del álbum The Landing Of Amergin, del grupo irlandés Celtachor. Abajo: The Fomors (or The Power of Evil Abroad in the World), obra de John Duncan basada en la Canción de Amergin.
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HUBERTO BATIS Recuerdo vivo de un maestro versátil, lúcido, lúdico y a veces temerario que hizo de su enseñanza de la literatura y la palabra un constante cuestionamiento en busca de su dimensión sensual, sexual y erótica, es decir, la que se entreteje con la vida.
Juan Vadillo ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
T
odavía recuerdo el sonido del gis que trazaba los dibujos del sexo de los animales. Era mi primera clase de iniciación a la investigación; esperaba que me enseñaran a poner puntos y comas en las citas bibliográficas; no obstante, el profesor Huberto Batis dibujaba en el pizarrón las distintas maneras en que los animales hacen el amor: las jirafas, los peces, los reptiles, las tortugas; sus descripciones nos iban sumergiendo en un mundo que se alejaba poco a poco de las fichas bibliográficas, para adentrarnos en la médula de la investigación: la curiosidad y la pasión por lo desconocido. Ese mismo día el profesor Batis, con un saco gris desaliñado, nos reveló su verdadera línea de investigación: “soy pornontólogo –nos dijo–, especialista en las putas.” En ese momento todos los poemas dedicados a las prostitutas despertaron a los fantasmas de la Facultad. El profesor Batis no sólo
y la belleza de lo grotesco
desdibujaba la línea sutil que separa lo erótico de lo pornográfico, sino que, más allá de eso, nos invitaba a fijarnos en la belleza de lo grotesco. Con los ojos abiertos a esta belleza nos hablaría de las ménades dionisíacas que desgarran al macho cabrío con las manos, de los asesinos en serie, de incestos, burdeles, violaciones y orgías. Siempre irreverente, indecoroso, desbaratando los cánones, borrando las fronteras, creando puentes entre la cultura de masas y la torre de marfil. En una misma clase podíamos pasar del de la teoría de los símbolos de Cassirer, a la buenísima actriz de telenovela, y, por qué no, aplicar la Poética de Aristóteles a la telenovela de horario estelar. La mirada del profesor Batis contemplaba todas las perspectivas, cada una de ellas era igualmente importante y necesaria en el intento de comprender un entramado que se desvanecía entre los dedos, es decir, para comprender la literatura y la vida. En este sentido nunca olvidaré aquella cita de Octavio Paz en voz de Huberto Batis: “Ni son molinos, ni son gigantes, son molinos y son también gigantes.” Lo primero que hice al llegar a mi casa ese día fue leer el ensayo de Paz “La ambigüedad en la novela” (donde aparece esa cita), no porque alguien me hubiera obligado a hacerlo, sino simplemente por curiosidad. Esa era la forma de enseñarnos del maestro Batis, como si él supiera que en otro mundo –mucho más interesante que el orden cronológico del programa de estudios– hay una lectura que nos corresponde justo en el momento en que el texto se entrevera con la vida. De tal suerte que, igual que en muchas culturas orientales, el azar era fundamental. Por eso Huberto podía saltar de un tema a otro, de un autor a otro, de un poema a otro. Esta disparidad, en vez de marearnos, nos hipnotizaba, nos estimulaba, nos dejaba vislumbrar que en la literatura, igual que en el universo, todo está relacionado, todo tiene que ver, todo es parte de todo, en el sentido borgeano, todo se desprende de unas cuantas metáforas. Una tarde, después de clase, entré en una librería que está a orillas de las islas que rodean
Huberto Batis en su estudio. Foto: cortesía familia Batis
el edificio de rectoría de la unam; por casualidad me asomé al escaparate y, sin conocer al autor, me sorprendió el título de un libro: Estética de lo obsceno. Me acerqué un poco más para descubrir que el autor era el profesor Batis. Se trataba (en términos de Batis) de una serie de “exploraciones pornotópicas;” una suerte de crónicas bibliográficas en que, nuevamente, la curiosidad del profesor se desplegaba en un surtidor de imágenes e imaginerías, sin ningún tipo de discriminación de procedencia o nivel cultural, donde la descripción de una fotografía pornográfica podía convivir perfectamente con un desnudo renacentista. Al leer este libro comprendí por qué me daba morbo Lyn May, por qué las travestis de Insurgentes son hermosas. Más aún, por qué el morbo y el fetiche están íntimamente ligados a la literatura, ya que ambos se nutren de la fantasía. “La palabra es erótica en sí misma –nos decía el profesor– incluso, es pornográfica; por eso, como pornontólogo, yo mismo me puse el apodo de Perberto Batis.” En la clase del profesor nos disfrazamos de romanos a la hora de acercarnos a la poética de Horacio; hicimos centones, cadáveres exquisitos, cuentos pervertidos, anagramas, palíndromos, caligramas, es decir jugamos con las palabras, las exprimimos, las tendimos al sol, encontramos su esencia lúdica y erótica. Lo que queda es pensar que Huberto está vivo en las palabras, en toda esa expresión erótica que él sabía encontrar en las palabras, en sus cadencias, melodías y ritmos, duermevelas, ensoñaciones, perversiones, evasiones, delirios, pornografías, ecuaciones, sentidos y sinsentidos, es decir que está vivo en todas las miradas que comparten, con la mirada de don Quijote, la posibilidad de soñar otros mundos más allá de lo que llamamos realidad l
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AVENTURAS DEL
FEMINISMO Una mirada inteligente sobre la importancia y presencia de la mujer más allá o antes del -ismo de sus reivindicaciones en la época moderna; desde Atenea a Eva, pasando por Juana de Arco o Sor Juana hasta la Virgen María y las muchas otras anónimas sin las cuales la grandeza del mundo no sería ni la mitad de lo que es.
Vilma Fuentes ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
S
i la aparición de la mujer se pierde en la noche de los tiempos, el feminismo es, sin duda, una aparición histórica más reciente. El término “feminismo” no posee una definición clara y su significado cambia a menudo según la época, países y grupos que lo reivindican o comparten sus principios. Los anacronismos sobre el feminismo, como sobre tantas doctrinas o ideales, son abundantes y equívocos. Hay quienes, apasionados militantes, imaginan a Cleopatra o a Juana de Arco como luchadoras feministas. No creo que ni la faraona ni la heroína quemada en la hoguera hayan combatido por la igualdad entre hombres y mujeres, como tampoco por su emancipación. A Cleopatra nunca se le ocurrió liberar a sus esclavas y Juana de Arco no trató de imponer en el trono de Francia a una mujer en contra de la tradicional ley sálica. La egipcia manipulaba a los hombres, Julio César o Marco Antonio, gracias a sus encantos femeninos, para impedir la sumisión de su reino. La doncella de Orléans obedecía a las voces de Dios que escuchaba en su cabeza y le ordenaban expulsar a los ingleses para hacer coronar a Carlo vii de Valois rey de Francia. Hay también quienes, a causa de sus inclinaciones literarias, ven en la poeta Safo de Mitilene, conocida como Safo de Lesbos, y en la autora mexicana del Primero sueño, Sor Juana Inés de la Cruz, dos militantes feministas. La llamada por Platón Décima musa, símbolo del amor entre mujeres a causa de sus poemas líricos, mujer real convertida en ficción y mito, forma la “Casa de las servidoras de las musas”, donde se enseña poesía y canto, formación ajena a la militancia femenina. En cuanto a Sor Juana, si se decide por el convento
que le evita el matrimonio es para conservar su libertad y escribir. Reivindica el derecho de las mujeres al estudio porque se trata de una elevación y no una búsqueda de igualdad con los hombres. Para ir más lejos en los anacronismos que resultan de las posiciones sectarias, cabría preguntarse si Eva fue la primera feminista, militante iniciada por la serpiente. Seres mitológicos o divinos, brotados de la imaginación, conservados por la leyenda y las tradiciones religiosas, son también utilizados anacrónicamente. Parece más bien que la palabra “feminismo” se forja en el mundo moderno, como tantos vocablos terminados en “ismo”, con los cuales se construye y propaga una ideología: socialismo, mundialismo… Mucho antes de nuestro alegre mundo moderno, las cuestiones a propósito de la mujer, del hombre, de su existencia y su relación, y del secreto de su identidad, se planteaban en el centro de los mejores textos de la Antigüedad. Lo que hoy llamamos la “mitología griega” da cuenta de la existencia del Olimpo. Residencia de dioses y diosas presididos por Zeus, digno heredero sobreviviente a sus crueles ancestros Cronos (el Tiempo que todo devora) y Urano (el Cielo, de donde todo nace). El relato de los amores y querellas de los dioses griegos es inagotable. Seres divinos roídos por pasiones humanas extremas: envidias, rivalidades, preeminencias. Los dioses exigen de los hombres obediencia y sacrificios. Una blasfemia, una ofensa, son castigados con la furia de Poseidón o de Hades. La manzana enviada por la Discordia a la más bella de las diosas provoca la codicia de Hera, Afrodita y Atenea. Cada una ofrece a Paris recompensarlo por su elección. La guerra de Troya será una consecuencia. Hera y Zeus se
L’Origine du monde, de Courbet, expuesta en el Museo De Orsay. Fuente: pinterest
disputan sobre quién de los dos goza más sexualmente. Tiresias, llamado para decidir, pues ha sido hombre y mujer sucesivamente, afirma que las mujeres gozan más. Hera, colérica, lo ciega, Zeus le da el don de la profecía. Si la guerra de sexos ha existido, puede verse que comenzó en tiempos remotos, pero no a causa de la desigualdad entre hombres y mujeres. La lectura de la mitología griega, poemas, cantos y épica, muestra que, desde la Antigüedad, e incluso en el universo invisible de los dioses, la presencia de la mujer tiene un lugar decisivo y, en ocasiones, central. No puede olvidarse que una de las diosas dominante, y más festejada, en el mundo griego es Atenea, una mujer, una divinidad, sin necesidad alguna de ser feminista, ni de militar: su naturaleza de mujer le daba un poder inmenso, poderío divino reconocido por dioses y hombres. En el mundo cristiano, el culto de María es capital. Toda la iconografía, durante siglos, da testimonio de la plaza central ocupada por la Virgen. Los mejores pintores del Renacimiento, Leonardo da Vinci, Rafael, Giotto, Fra Angelico y otros han inmortalizado a la Virgen María gracias a su genio. Gustave Courbet es el autor de una obra maestra expuesta ahora en el Museo d’ Orsay. Objeto de escándalo, representa de la manera más cruda las partes íntimas de una mujer: el bajo vientre y el sexo pintado con todos los detalles de su pilosidad. El autor no se inquietó para nada por el pudor de la moral burguesa del xix. De ahí el escándalo. El título del cuadro es el más alto homenaje a la mujer: El origen del mundo l
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HORIZONTE CULTURAL EN
MÉXIC PERSPECTIVAS Y EXPECTATIVAS
Estos apuntes resultan indispensables para reflexionar con atención sobre el binomio “política cultural” y “cultura política” en los últimos treinta años en México: de los intelectuales y críticos de la llamada “República de las Letras” al surgimiento de una juventud alerta e informada lejos de las emisones televisivas, pasando por acontecimientos que han calado hondo en el tejido social –la violencia de la delincuencia organizada y los sismos de 1985 y de 2018, para mencionar sólo dos–, es tiempo de pasar de la “cultura de la indiferencia” a la “cultura de la paz”, como aquí se propone.
E
stas notas sobre política cultural se entreveran con el concepto de cultura política; si consideramos que la salud espiritual de una nación se explica por el grado de desarrollo político –y poético- alcanzado en un período histórico determinado, es importante reflexionar cómo, desde hace cincuenta años, los mexicanos hemos buscado alcanzar la madurez política que nos permita evolucionar de manera civilizada. De esa forma intentamos ejercer a plenitud nuestros derechos políticos que, gracias a las luchas de nuestros antepasados, lograron ser impresos en la carta magna que nos constituye. Sin embargo, esas tentativas políticas democráticas y colectivas se han visto frustradas, casi siempre, a consecuencia de la represión gubernamental. Si bien la lista de hechos, materiales y acciones políticas y culturales –tangibles e intangibles- de los mexicanos no es infinita, no está lejos de serlo. Al hacer un recuento de la tradición (y de sus rupturas), así como de las innovaciones idiomáticas, gastronómicas, editoriales, textiles, arquitectónicas, musicales, etnológicas, arqueo-astronómicas o filosóficas –a pesar de los desesperados intentos de la derecha por borrar esa disciplina de nuestra mente y de nuestro mapa intelectual–, podemos darnos cuenta de que esas capacidades creativas, tecnológicas e históricas forman parte de un país que, en los últimos tres sexenios, se ha visto violentado como nunca en su historia moderna y postmoderna. Sin embargo, a pesar de tanta adversidad, la capacidad de resiliencia –ésa sí ilimitada– es una muestra del vigor y el talento que los mexicanos tenemos para reinventarnos. De hecho, la poderosa cultura mexicana desafía a la pulsión de muerte que se desató desde los viejos tiempos modernos hasta los postmodernos tiempos actuales.
Lugares, tiempos, resistencias y resiliencias
Antonio Valle ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Los momentos álgidos que ha tenido este proceso de formación de la cultura política moderna de los mexicanos puede establecerse con claridad con algunas fechas, nombres, siglas, consignas y/o lugares: Sindicato Ferrocarilero-Demetrio Vallejo-1958, Movimiento Médico-1964/1965, Consejo Nacional de Huelga-1968, 2 de octubreTlatelolco, Jueves de Corpus-1971, intervención
del Estado en la Cooperativa Excélsior-Julio Scherer, etapa inicial del diario unomásuno, revista Proceso, tendencia democrática del sutermRafael Pérez Galván, terremoto Ciudad de Méxicosurgimiento de la sociedad civil-1985, Frente Democrático Nacional-ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas-1988, Consejo Estudiantil Universitario (ceu)-1986, levantamiento zapatista-1994, ¡voto por voto, casilla por casilla!-fraude electoralamlo-2006, #yosoy132-2012, 43 normalistas de Ayotzinapa... más un larguísimo etcétera que fácilmente podría extenderse desde la frontera norte rarámuri hasta el Suchiate maya. Se trata de al menos medio siglo de luchas democráticas, feministas, étnicas, estudiantiles, laborales, magisteriales, de colonos, ecológicas, sindicales, políticas, deportivas, regionales, estatales, nacionales, municipales, etcétera. Se trata de un conjunto de movimientos sociales que han sido analizados y difundidos en el diario La Jornada, pero también de la cultura política que ha quedado registrada en películas y documentales que van de Los olvidados, de Luis Buñuel, a Roma, de Alfonso Cuarón, pasando por El grito, de Leobardo López, Canoa, de Felipe Cazals y Rojo amanecer, de Jorge Fons, entre docenas de filmes críticos pertenecientes a esa galaxia de obras en las que los mexicanos hemos aprendido que, más allá del tiempo en pantalla, el arte del cine sucede, a manera de elipsis inesperadas, en la conciencia y en la memoria de sus espectadores. Por otra parte, vislumbramos la interacción de lo poético con lo social en libros como Los hombres del alba, de Efraín Huerta; Espejo humeante, de Juan Bañuelos; Nuevo recuento de poemas, de Jaime Sabines, y la obra poética, prosística y periodística de Hugo Gutiérrez Vega; lo mismo en novelas como Ciudad real y Oficio de tinieblas, de Rosario Castellanos. A través de los años nos informamos en legendarias revistas contraculturales como El Corno Emplumado, Pájaro Cascabel, Guchachi Reza y Rolling Stone.
Las (in)justificaciones de la exclusión “El Dorado”, que inútilmente buscaron los
conquistadores durante el siglo xvi, era –y sigue siendo– el espectacular proceso formativo que, durante centurias, forjó la diversidad cultural de
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CO Mesoamérica, pluralidad que logró resistir a pesar de la violencia ejercida en su contra. Ni Cervantes, ni Shakespeare, ni Dumas, ni Poe, ni Henry Miller, ni Faulkner, ni Julio Cortázar, ni Rubén Darío, ni Jorge Luis Borges, ni Juan Rulfo, ni José Revueltas escribieron sus poemas, cuentos, novelas y obras de teatro para una élite. Es un hecho que, más allá de algunos escritores afectados por poses neovanguardistas, en México nadie escribe esperando ser leído/comprendido sólo por ese minúsculo grupo que se apiña bajo el concepto denominado “República de las Letras”. Cosa ardua y distinta es –como dice Bukowski– que algunos intelectuales escriban cosas fáciles como si fueran difíciles, mientras que escritores como Gabriel García Márquez publicaron sus libros en tirajes que pueden contarse por millones de ejemplares. El dramático período político, histórico y cultural definido como neoliberal, que después de las elecciones recientes parece a punto de concluir en México, se caracterizó, en medio de tantas y tantas cosas injustas, por beneficiar preferiblemente a la llamada élite. Este fenómeno, que se prolongó durante más de tres décadas, a pesar de los esfuerzos realizados por las instituciones a cargo de la cultura popular, seguramente afectó la producción de las literaturas, el arte y la filosofía de distintas regiones, grupos y culturas históricamente despreciadas y marginadas por la peregrinamente llamada “alta cultura”. Algunos intelectuales de derecha debieron soñar que habían derrotado para siempre al pensamiento crítico y democrático del país, llegando a afirmar que el pensamiento de izquierda había sido “aplastado”. Ante la idea de que el arte y la
literatura debieran ser no sólo difundidas sino creadas por grupos y clases sociales tradicionalmente excluidos de los “procesos culturales”, la concepción del neodespotismo ilustrado animaba su antipatía hacia las corrientes más críticas del status quo, calificándolas como populistas. En el fondo, los usos y costumbres de la élite no consideraban, ya no digamos la existencia de la otra cultura, sino la existencia misma del “otro”; es decir, de los escritores y artistas de las culturas ancestrales, originarias, autóctonas, populares, marginales, indias, etcétera. A lo más que llegaban era a fingir “pequeños gestos de tolerancia” ante las expresiones naive de los “otros”. En la miniserie de televisión Juana Inés, producida por Canal Once, es posible apreciar la afligida situación existencial en la que se encontraban los criollos bastardos a finales del siglo xvii –como la misma Sor Juana–, situación que sin embargo no se comparaba con la durísima condición de los indios sometidos violentamente por el clero, el poder político colonial y el Tribunal del Santo Oficio. Esa situación no sólo es el origen del apartheid en el que siguen viviendo varios millones de mexicanos, sino también el origen de la simulación étnica de corte occidental padecida por otros cuantos millones de compatriotas. En la década de los años noventa, Roberto Bolaño demostró en su novela Los detectives salvajes el injusto y autoritario estado de cosas de la literatura mexicana. Esa “revuelta” tuvo la virtud de recordar al grupo de poetas Estridentistas. Con la rebeldía y el ingenio de Arqueles Vela, Germán List Arzubide, Germán Cueto, Fermín Revueltas, Ramón Alva de la Canal, Luis Quintanilla del Valle y Leopoldo Méndez, Bolaño le hizo un guiño a los
Página anterior: Untitled, 2016. Arriba: Pieza de la exposición Fragmentos del alma, 2015, del pintor mexicano Edgar Flores (Saner).
jóvenes de la siguiente generación para que se sacudieran la tutela de una élite intelectual “cansada y sin ilusiones”. Ante la escasez de novelas críticas, Los detectives salvajes es una historia que ha sido apreciada -aunque también sobrevaloradaespecialmente por las nuevas generaciones que recién inician su formación literaria. Durante las campañas electorales una legión de jóvenes cibernautas enfrentó, con éxito y gran ingenio político, a ejércitos de trolls y bots pagados y dirigidos por comunicadores profesionales de los partidos tradicionales. Fue un fenómeno político y cultural sin precedente, que desafió al autoritarismo endémico nacional y al aburrido discurso institucional de los partidos. Así, la era digital de la política derrotaba en toda la línea a la capacidad de influencia y penetración política de la televisión privada y pública de México. Una mayoría juvenil informada y documentada en fuentes alternativas logró articular una red de información y difusión sorprendente, que dejó a los comunicadores “profesionales” repitiendo una serie de lugares comunes que no tuvieron el mayor efecto político en la realidad on line, ambiente dual tan importante –o más– que la realidad off line. En realidad, los comunicadores tradicionales del oficialismo y la élite intelectual fueron desdeñados por una opinión pública que desde hacía décadas intentaba sacudirse esa tutela. Por si fuera poco, estaban por conmemorarse los cincuenta años del movimiento / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA
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La arqueóloga Laurette Segourne, en su libro Pensamiento y religión en el México antiguo, ubicó al símbolo del difamado axólotl como parte fundamental de un complejo sistema filosófico, religioso, estético y espiritual. estudiantil de 1968, año por demás emblemático que sintetizaba una larga serie de agravios en contra de una población que ya no tuvo la paciencia de soportar otro sexenio bajo el mando de los candidatos de la realpolitik institucional. Muy pronto, los balbuceos, mentiras y exageraciones demostraron el nivel de confusión mental en el que se encontraban. Una poeta mexicana señaló que el discurso intelectual de la derecha era una “autoficción delirante”. Las máscaras de lo políticamente correcto y de las buenas costumbres comenzaron a caer una tras otra.
El axólotl y la cultura popular De manera inesperada volvió a surgir el extraño caso de un animal endémico mexicano que, a pesar de la guerra (biológica, literaria, política y simbólica) declarada en su contra, no sólo se negó a desaparecer (supuestamente agobiado por una melancolía también endémica) sino que, además de poner al día el inolvidable cuento de Julio Cortázar, científicos de la unam desarrollaron un programa para que continuara vivito y coleando en los canales de Xochimilco. Por otra parte se descubrió que el animalito en cuestión no sólo era capaz de regenerar su cerebro sino de resistir al cáncer. No en balde la arqueóloga Laurette Segourne, en su libro Pensamiento y religión en el México antiguo, ubicó al símbolo del difamado axólotl como parte fundamental de un complejo sistema filosófico, religioso, estético y espiritual que unificaba la cosmovisión de una de las más altas culturas de Mesoamérica y del mundo. De esta manera, el México de la falsa unidad que se sometía sin chistar a los razonamientos de
comunicadores e intelectuales de élite, de pronto demostraba ser en realidad un pueblo diverso, plural, crítico y ético, un pueblo harto de la cultura de la simulación, que ya no cayó en las trampas del rumor y el miedo. Eso sí, se extrañaba la lucidez de un Carlos Fuentes y la parodia radiante de Carlos Monsiváis; incluso se echaron de menos los comentarios de Octavio Paz, del que nunca sabremos cuál hubiera sido su reacción ante el cambio de paradigma político y cultural. En ese sentido vale la pena analizar la actitud histriónica y política de Mario Vargas Llosa, quien, hasta antes de la “transacción política” obtenida por la derecha mexicana, había conceptualizado al sistema político de México como el régimen de “la dictadura perfecta”, absolutismo político que años después, con sus soflamas “antipopulistas”, el escritor peruano ayudó –quizás de manera eficazmente involuntaria– a refinar, exacerbando la dramática situación que le ha costado al país miles de muertos y desaparecidos. Una vez más, la visión elitista y maniquea de la historia volvió a despertar el sentido del humor en los usuarios de las redes sociales, a través de “memes” (versión digital de la caricatura política) que habrían hecho las delicias de Monsiváis, quien siempre insistió en dos cosas: a) para lograr la democratización del país es indispensable propiciar el humor como parte esencial de la política; y b) la cultura popular es el medio más eficaz para democratizar a la cultura en México.
Cultura de paz vs. cultura de la indiferencia Le corresponde a las corrientes críticas y
democráticas del país construir una verdadera cultura de paz que, apoyada en la literatura, la filosofía y las artes, eche abajo la cultura de la indiferencia ante el dolor humano. Una cultura de paz que respete, que de verdad escuche al México del que hablaba Bonfil Batalla, que acepte y promueva la dignificación y la libertad de expresión de las comunidades rurales y urbanas para establecer un diálogo crítico sobre la importancia de proyectos, empresas, figuras y colectivos culturales; una cultura que reconozca sus múltiples identidades, crítica y antiautoritaria, que transforme las costumbres despóticas de los clásicos administradores culturales en un clima donde los creadores dialoguen en libertad, donde no teman cuestionar los discursos y las prácticas
Mural de Facte, realizado en el Festival Internacional de Arte Público 2015, Holbox, Quintana Roo.
fallidas del poder, para que –lejos de las actuales costumbres lisonjeras y demagógicas– irrumpan en la escena nacional con propuestas críticas, inéditas y legítimas, desarrollando proyectos que, antes que nada, apunten a restablecer la dignidad de un país en duelo, herido, incrédulo, violento, sarcástico y polarizado. Una cultura popular que promueva la experimentación y el disfrute de las expresiones de la llamada “gran cultura”. De hecho, la música y el cine llamado de culto, entre otros ejemplos, siempre han contado con un pequeño aunque consistente público de origen popular; ni qué decir de la miríada de autores, compositores e intérpretes indígenas –o de orígenes populares de las grandes y medianas ciudades- poseedores de un alto nivel plástico, actoral, filosófico, literario, cinematográfico, dramático o musical. Por el bien de todos, en el ámbito cultural deben terminar ya y para siempre las prácticas autoritarias, discrecionales, racistas y premodernas. Una experiencia que ha demostrado gran eficacia, y que merecería ser reproducida en otros estados, es el conjunto de acciones, programas e instituciones culturales organizadas y promovidas por Francisco Toledo en Oaxaca, en donde se entrelazan expresiones artísticas y culturales, tangibles e intangibles, de artistas, poetas y críticos de arte con proyectos de tipo ambiental, étnico y popular producidos con gran calidad. Buena parte de estos asuntos han sido brillantemente expuestos en obras como México profundo y Pensar nuestra cultura, de Bonfil Batalla; Amor perdido y Apocalipstik, de Carlos Monsiváis; El ogro filantrópico y Posdata, de Octavio Paz; La región más transparente y Tiempo mexicano, de Carlos Fuentes; Modernidad, mestizaje cultural y ethos barroco, de Bolívar Echeverría; La conquista de América, la cuestión del otro, de Tzvetan Todorov; La contracultura en México, de José Agustín y La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, por mencionar solamente los más indispensables entre una impresionante cantidad de ensayos, cuentos, poemas y novelas que abordan el complejo y brillante horizonte histórico de la cultura en México. Es evidente que hay mucha tela de donde cortar, sobre todo si se entrevera la enseñanza histórica que nos ha dejado medio siglo de cultura política para diseñar una política cultural que trascienda, al fin, la era de las élites ilustradas l
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LA LECTURA COMO RECORRIDO MUSEOGRÁFICO El señor Mozart y un tren de brevedades, Marco Antonio Campos, Ficticia, México, 2018.
Laura Elisa Vizcaíno ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
EN 2004 SE EDITÓ por primera vez El señor Mozart y un tren de brevedades a cargo de Ediciones Colibrí. Ahora la edición va por cuenta de Ficticia Editorial y se aumentan cien páginas, pero el volumen se mantiene en la clasificación de los géneros breves, pues se compone de cuento, minificción, ensayo corto, poema en prosa, estampa, fábula, parábola o recorte autobiográfico. Con la gran variedad de textos, despuntan muchas temáticas desde las que se puede estudiar la propuesta literaria del autor. Aquí se busca entender esta obra como un recorrido museográfico, el mismo que suele acontecer en los viajes. Desde el nombre de la obra con la palabra “tren” o en la nota introductoria, se plantea la idea de un viaje; el mismo autor señala: “gran parte de los textos está hecho de las experiencias de los viajes por la tierra y de los viajes por los libros”. Asimismo, el relato inaugural gira en torno a los “Trenes europeos” y, de manera constante en todo el libro, se hace referencia a muchas ciudades del mundo, lo que suscribe la propuesta respecto a la idea del museo. Imaginar esta obra como el recorrido por una exhibición conlleva a señalar los datos históricos que se guardan en estas páginas, combinados con personajes ilustres y, por supuesto, con la misma ficción. Este libro nos trae muchos recuerdos de viajes, por lo que es posible realizar con ellos una instalación museográfica para apreciar las perspectivas del autor. Por ejemplo, ¿cómo pueden convivir, dentro del volumen, distintos personajes históricos, sean políticos, artistas o escritores? Una de las razones más visibles son los nombres. Empezando, claro, por el nombre de Mozart, pero también aparecen: Dante, Beatriz, Julieta, Van Gogh, Gulliver, Otelo, Juan Rulfo, Pedro Infante, entre otros. Gracias a la onomástica en la literatura, la simple mención de los nombres provenientes de otros relatos des-
pliega en nuestra mente el recuerdo que tenemos de esos personajes; los nombres comprimen información por sí mismos, sobre todo si provienen de un pasado ya conocido para el lector. Mencionar a Mozart nos ubica en un contexto que alude a un país lejano a México, en este caso Austria, y a un tiempo lejano a éste, como es el siglo xviii. De alguna forma es a lo que los museos también nos invitan: a transportarnos a otros espacios. En el relato titulado “El señor Mozart”, el autor afirma: “El señor Mozart tiene una estatua en la plaza más hermosa de la ciudad, donde aparece un rostro y una figura que le ayudan, o precisemos, si no hubiéramos visto su rostro en pinturas y retratos diríamos que en definitiva ése no es el señor Mozart.” Asimismo, si no hubiéramos escuchado el nombre de Mozart previamente, ¿cómo podríamos ponerle rostro a este personaje? En este libro se describen muchos mundos donde los nombres propios son un elemento importante para que los lectores recorramos los espacios propuestos. Otro aspecto útil para la configuración museográfica sugerida es la construcción de estampas, a veces ecfrásticas, que se encuentran distribuidas a lo largo del libro. En varios momentos se describen paisajes como si se tratara de una pintura. Por ejemplo, en “Crepúsculos en Arles” podemos leer: “Al forastero le gustaba caminar a las orillas del Ródano en los crepúsculos estivales. Se deleitaba mirando cómo el sol poniente creaba en el cielo y en las aguas unas tonalidades delicadísimas de Malvas, de índigos, de anaranjados, de rojos, como si Monet los acabara de pintar.” En otras ocasiones, aunque no se hable exactamente de pinturas u obras plásticas, se describen las situaciones como si se trataran de estampas; así ocurre en “Candelaria” donde se describe la ciudad de Bogotá. En estos casos se reconoce la influencia que el mismo autor menciona con respecto a sigue en la página 12
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
STAN LEE:
Los nuevos clásicos de la cultura de masas
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LA LECTURA COMO RECORRIDO…
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viene de la página 11
Julio Torri y Charles Baudelaire: autores que también se dedicaban a detallar una escena, no a través de sus acciones, sino de sus imágenes, paisajes y colores. En la misma línea de la estampa y la pintura, llama la atención el relato de dos páginas titulado “Abuelo pintaba paisajes”. Aquí se observa la mención, nuevamente onomástica, del apellido Campos que nos remite directamente al apellido del autor. En segundo lugar, este abuelo Campos es pintor y el narrador en primera persona aprecia la pintura a través de él. Por esto permanece la sugerencia, siempre ficcional, de la figura autoral con importantes influencias respecto a las artes plásticas. En la nota introductoria el autor advierte que además de estampas encontraremos recortes autobiográficos en el libro. Y, en efecto, sobresalen distintos guiños que nos refieren al autor real. Así como aparece el apellido Campos, podemos notar en algunas ocasiones el nombre de Marco Antonio, como ocurre en los cuentos “Violeta” o “Un regalo”, además de otras referencias a datos concretos del autor, como el mundo académico en universidades, congresos y en la relación con otros escritores. En estos casos hacemos contacto con el museógrafo, quien nos plantea el recorrido y nos comparte sus anteojos. Además de la referencia a autores representativos y guiños biográficos, la Historia está representada con períodos concretos. En “El enfoque de los hechos (carta a un historiador universitario)”, se discute el lugar donde yacen los restos de Hernán Cortés y Cuauhtémoc, pero en especial se pone en entredicho el modo de construir la Historia ante la comprobación científica y fehaciente de los datos. También se atañe a momentos clave como el caso de la matanza de 1968, en “Un verso y el 68” o en el relato “El reportero y la niña”. Y siempre es destacable la relación de la historia con la ficción, como ocurre al contar la vida de artistas plásticos en “Por una juventud sana (Zadkine y Marevna)”. O la historia que refiere a la muerte del
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poeta mexicano, en el relato “Las cenizas de Rubén Bonifaz Nuño”. Otro modo de construir la historia, ya no universal sino cotidiana, es por medio de un narrador que delega el acto de narrar a otro personaje, es decir, a otro narrador. Para aclarar este aspecto es útil reconocer la influencia que el mismo Marco Antonio Campos advierte respecto a Jorge Luis Borges. Con la lectura del autor argentino también es posible viajar a lugares lejanos y, como si estuviéramos dentro de un sueño, codearnos con personajes ilustres. En “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, el narrador en primera persona dialoga con Bioy Casares, así como Marco Antonio convive con Eduardo Casar en el relato “Un regalo”. Dentro de la literatura de Borges los sueños también son importantes para narrar, viajar y transportarse a otros momentos. Un ejemplo de esta influencia en Campos se encuentra en el inicio de “Murallas”: “Un hombre de Alejandría soñaba hacia la segunda década del siglo con un hombre más joven que soñaba en Praga y con otro aún más joven que soñaba en Buenos Aires, que a su vez soñaban y los soñaban y soñaban lo mismo: la construcción de castillos y dédalos a los que entraban y no podían salir.” Finalmente, ambos autores demuestran que todas las grandes historias se repiten en una especie de bucle, por lo que ya sea un Borges o un Campos tienen la absoluta libertad de plantearnos otras aristas y otras posibilidades de tratar los hechos. En El señor Mozart y un tren de brevedades hay apelaciones a otras historias, a personajes ya conocidos o el descubrimiento de nuevos actuantes a los que también vale la pena poner atención. Cada elemento está colocado en equilibrio para apreciarse como una pieza única y en conjunto observar una instalación de recuerdos provenientes de otros espacios que se conjugan en uno solo, como acontece en los museos ●
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In memoriam Fernando del Paso (1935-2018) Temprano por la mañana, el pasado miércoles 14 de noviembre falleció el narrador, diplomático, poeta, publicista, académico, pintor y ensayista nacido en Guadalajara hace ochenta y tres años, siete meses, dos semanas y cinco días. Profusamente premiado y reconocido, el autor de Palinuro de México y Noticias del imperio, entre otros títulos cruciales de la literatura mexicana, deja una obra y una impronta indelebles en el panorama cultural no sólo mexicano sino de la lengua española toda, de lo cual da fe –si acaso hiciera falta prueba alguna– el hecho de ser uno de los autores nacionales galardonados con el Premio Cervantes de Literatura. Hace poco más de un mes, el domingo 7 de octubre recién pasado, las páginas principales de la entrega número 1231 de este suplemento fueron dedicadas a la celebración gozosa de quien fuera colaborador y amigo de esta casa editorial; los textos de su paisano Jorge Souza y de su entrañable colega y amiga Elena Poniatowska pusieron de relieve la importancia, pero sobre todo la estatura humana, la calidez y la enorme generosidad de Fernando del Paso, a quien tendremos presente sin pausa en la memoria, y a quien extrañamos físicamente desde esa mañana fría y lluviosa de noviembre en que diera inicio su inmortalidad.
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La otra escena Miguel Ángel Quemain
Olga Harmony, la crítica y la imaginación escénica Tu expresión cuando preguntas Héctor Kaknavatos
Recuerda: mi cuchillo se ejerce sin cesar en lo justo. Preguntas por la fisura en el muro que hace gotear al callado. Preguntas por una salida, por tu fisura. Tu expresión cuando preguntas isla del abismo. ¿Cómo se arrastra en los arbustos con la herida y sus huellas detrás la sangre? Eso que rechina en el silencio es tu sendero que ahora se va solo se va.
Héctor Kaknavatos (El Pireo 1920- Atenas 2010), seudónimo del Yorguís Kontoyorguis, fue matemático y también miembro de la Primera Generación de Postguerra en su vertiente surrealista. Durante la Ocupación (1941-1944) participó en la Resistencia y, más tarde, durante la Guerra civil griega, como algunos de sus compañeros de generación, fue exiliado, primero a Ikaría y luego a Makróniso. Publicó más de trece libros de poesía y fue traducido al inglés, francés e italiano. Fue miembro de la Sociedad Griega de Matemáticas y de la Sociedad Francesa de Matemáticas. En 1983 obtuvo el Segundo Premio Estatal de poesía. Véase La Jornada Semanal, núm. 1023, 12/x/2014 Versión de Francisco Torres Córdova
Héctor Kaknavatos
Olga Harmony
EL ESPACIO DE imaginación y crítica que abrió Olga Harmony en la historia de la literatura y la crítica teatral mexicana, es decir, en el periodismo altamente especializado, que se articula casi del mismo modo que el trabajo del reportero siempre cercano a sus fuentes, permanecerá entre nosotros porque documenta el trayecto de un arte que no siempre fue atendido con la continuidad y el asombro que ella consiguió. Pensaba en Olga Harmony al momento de planear esta nota por el escaso protagonismo que tuvo el teatro en las conmemoraciones de los cincuenta años del Movimiento estudiantil de 1968. Hoy es importante hacer un balance, por ejemplo, del trabajo de Silvia Peláez, David Psalmón, Flavio González Mello y Eduardo Ruiz Saviñón, entre otros. Pensé en el excelente trabajo que publicó bajo el título “El movimiento de 1968 en el teatro mexicano”, en Tramoya, la revista de teatro de la Universidad Veracruzana, en el número 31 (abril/junio, 1992). ¿Qué pasó después de veinticinco años de ese texto? Sabemos que aquí y allá se montaron muchas obras mexicanas que declaraban su influencia de esos acontecimientos en Tlatelolco, pero sin ser un eje de sus meditaciones. El teatro del 68 empezó a ser todo el teatro mexicano politizado concentrado en las libertades, en las capacidades de cambio que caracterizaban a los jóvenes que, en otra latitud, hicieron caer el Muro de Berlín, que protagonizaron la fuerza del sindicalismo en Polonia y se mostraron heroicos en el cisma de la exYugoslavia y, después, en las movilizaciones en China y en el mundo árabe. En México hemos tenidos motores de reflexión semejantes. El Sistema de Teatros de cdmx fundó un premio con el nombre de Olga Harmony para estimular la crítica teatral y el recono-
cimiento a jóvenes críticos espectadores. La originalidad de su trabajo, la brevedad contundente de sus aproximaciones criticas, signan a una crítica que siempre fue polémica. Escribió Rodolfo Obregón en su muro: “Me precio de ser autor de la frase ‘si a Olga le gusta, algo hicimos mal’ o ‘si a Olga no le gustó, hay que ir a verla’.” Enuncio una de las formas en que también fueron recibidos sus comentarios por una parte de la comunidad teatral. En su muro, el director Enrique Singer, titular de la Compañía Nacional de Teatro, escribió: “Me entero de la muerte de Olga Harmony. Tal vez la más importante crítica teatral del siglo xx, dramaturga y sobre todo gran amiga. La recordaremos siempre con gozo.” Entre los comentarios que recibió destaca el de Rodolfo Obregón, crítico en la revista Proceso, investigador en el Citru y en un momento su director, que le advierte a Singer: “Cuidado Enrique con la mistificación! (sic) Olga fue mi amiga y lamento mucho su muerte, pero su pensamiento sobre el teatro y su pluma están a años luz de Usigli y Villaurritia, Magaña-Esquivel e Ibargüengoitia, Esther Seligsson y Bruce Swansey...” El comentario provoca un matiz de Enrique Singer, quien le contesta amable: “Tienes razón, en todo caso está entre los grandes críticos.” A este diálogo le sucede una intervención de la actriz y maestra Teresina Bueno, que le pregunta a la autoridad: “Bueno pero hablamos de la época que nos tocó. A mí todavía me tocó Bruce (Swansey). Ahora está otra época de crítica teatral. ¿Cuáles son tus favoritos actuales en publicaciones de crítica teatral constante? Gracias.” Sería muy interesante que la actitud desmitificadora de Obregón, en medio de los pésames, se acompañara de un análisis mucho más generoso y rico sobre la modesta riqueza de la crítica que rema a contracorriente en una prensa cultural cada vez más fatigada tanto por el desinterés de los lectores como de los dueños y anunciantes de los medios. Valdría la pena hacer un diagnóstico de la diversidad que hoy representan las participaciones de Alegría Martínez, Juan Hernández, Jaime Chabaud, Braulio Peralta, Luz Emilia Aguilar Zinser, Helena Hernández, Alejandro Laborie, Estela Leñero, Tomás Urtusástegui, Gonzalo Valdés Medellín, en fin, muchos más que omito en esta pequeña lista de meros ejemplos y que son, les guste o no, los paisajistas del teatro mexicano de finales del siglo xx y el inicio de este siglo ●
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La casa sosegada Javier Sicilia
Nadejda EN LA HISTORIA de la vida espiritual hay parejas fundamentales: Teresa de Ávila y Juan de Yepes; Raissa Oumansoff y Jacques Maritain; Concepción Cabrera de Armida y Félix de Jesús Rougier, por nombrar sólo algunas. A ellas pertenecieron también Nadejda Khazina y Ossip Mandelstam. Sin ella, el poeta y su obra no hubiesen existido y nosotros no tendríamos un documento preciso de la persecución de Stalin a los poetas y su entramado criminal: los tres tomos que reúnen sus memorias bajo el título Contra toda esperanza. En ellos, Nadejda, que paradójicamente quiere decir “esperanza” en español, nos relata los cuatro últimos años de la vida de Mandelstam, desde el 13 de mayo de 1934, día de su primer arresto por haber escrito un poema contra Stalin (“Ya no sentimos el suelo bajo nuestros pies,/ no escuchamos nuestras palabras a diez pasos,/ sólo escuchamos al montañés del Kremlin,/ al asesino, al comedor de hombres”, rezan los versos iniciales de la primera versión), hasta el 27 de diciembre, fecha de su oscura desaparición en un campo de tránsito en donde esperaba ser llevado a una prisión polar. La grandeza de Nadejda no sólo radica en su espléndida prosa y sus profundas reflexiones sobre ese período aciago y la poesía, sino en su amor por Mandelstam. Cambió su apellido por el de él y el día de su condena al
exilio renunció a su libertad para acompañarlo hasta el final cargando sus poemas en un saco y en la memoria, para preservarlos de la destrucción, y registrando cada uno de los momentos de su doloroso peregrinar. Gracias a eso tenemos una radiografía exacta del indómito espíritu de Mandelstam, de su sensibilidad enfermiza pues dependía de Nadejda para sobrevivir emocionalmente, y a la que amó como a una amante, como a una esposa, como a una compañera, como a una amiga, como a una hermana; de su manera de crear, de la mezquindad del mundo literario bajo el peso de Stalin y sus depuraciones de los años treinta; de la profunda amistad y admiración que Anna Ajmátova y Mandelstam se profesaban; de los abismos de la creación poética y de los actos heroicos de devoción por el prójimo en medio de la más descomunal persecución. Pese a ese amor que, como a su esposo, la condenaba a la persecución y a la muerte, Nadejda no sólo rescató a Mandelstam y su obra para la posteridad y contra el estalinismo que buscó borrarlos del mundo, sino que, sobreviviendo a lo atroz, sostenida por la fuerza del amor y de la dignidad con la que vivió al lado de Mandelstam, retomó sus estudios de filología para
Nadejda Khazina
enseñar inglés en diferentes institutos de la Unión Soviética. Murió en 1980, en Moscú, a los ochenta y un años. Contra toda esperanza es un libro tan importante y fundamental como la obra de su marido; posee también la misma altura y profundidad que El archipiélago del Gulag, de Alexander Solzhenitsin, y Relatos de Kolimá, de Varlam Shalámov. En él se cumple aquella frase de Napoleón: “Al final, el espíritu termina por vencer a la espada.” Tal vez, como sucede en las grandes parejas de la vida espiritual, sin el amor que uno y otro se profesaban jamás habrían podido dar lo mejor de sí. El amor de Nadejda hacia Mandelstam fue de una profundidad que la única palabra que puede definirlo es la caridad. Sobre el amor de él hacia ella, Ajmátova nos dejó un hermoso testimonio en sus memorias, que las cartas del propio Mandelstam a Nadejda confirman: Mandelstam “la amaba a un grado inimaginable, inverosímil. Cuando la operaron del apéndice, en Kiev, no quiso dejar el hospital, vivió ahí todo el tiempo, en un cuartito, junto al portero. Ella no podía dar un paso sin él; él no le permitía trabajar, era de un desquiciado celo y le pedía consejo sobre cada palabra de su poesía. Nunca he visto nada parecido.” Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales y refundar el ine ●
Las rayas de la cebra Verónica Murguía
El efecto hamburguesa HOY QUE ESCRIBO esto nos amanecimos con la noticia de que los demócratas estadunidenses recuperaron el Congreso, pero por un pelo. El Senado se mantiene como una trinchera republicana. Bolsonaro, en Brasil, amenaza con la disolución de los periódicos que lo criticaron; Trump hace lo propio con los demócratas si se persiste en investigar sus relaciones con Rusia. Es como en el cuento “El ruido del trueno” de Ray Bradbury, en el que unos cazadores se van de safari a la prehistoria y uno comete el error de pisar una mariposa. El destino de ese pequeño insecto modifica la historia entera. Los cazadores vuelven a su momento y encuentran el mundo gobernado por unos brutos desalmados. Es, para decir lo menos, desconcertante. Ni a los brasileños ni a los estadunidenses que votaron por este par les importa un comino la corrupción, aunque haya sido una de las banderas de las campañas, una de las más visibles. Ambos presidentes son financiados por grupos con intereses muy claros: los fabricantes de armas, fortunas de derecha, anticonservacionistas con los ojos puestos en la explotación del Amazonas, los sospechosos de siempre. Las campañas de estos dos se han centrado, además, en la promesa --imposible de cumplir-- de convertir a sus países en bastiones blancos, donde la familia tradicional reine soberana mientras los gays, negros, indígenas y otros sectores de la población considera-
dos “peligrosos” son segregados de nuevo. Entre ellos, las mujeres. Las mujeres con su ambiguo lugar en la sociedad tradicional. El lugar de reina amordazada, de subordinada, de obediente productora de hijos. O de puta, el falso dilema. Esa minoría que sólo es menor en cuanto al trato que recibe, no al número, se ha traicionado a sí misma de la forma más terrible. Basta ver a la grotesca Sara Fernanda Giromin, la célebre “feminista curada” del Brasil, para entender lo que digo. Esta mujer, antes una feminista estridente, proclive a la acción irritante y carente de discurso, es ahora la vocera de los sectores católicos más rancios. Se asume fascista y propaga unas mentiras rarísimas, como que las feministas se la pasan en orgías. No sigo porque todos sabemos cómo va la cosa. En México no se cantan mal las rancheras. México, macho, violento, bronco y misógino. Pero estas líneas son acerca de dos países de América: enormes, auténticos continentes desgarrados
Viñeta de Juan Puga
por el odio, por el fascismo y el culto a la violencia. El efecto hamburguesa del que hablo no es la documentada y criminal explotación del Amazonas por los ganaderos y los grandes consorcios de comida rápida: es la contaminación del mundo por una figura al mismo tiempo patética y peligrosa, el bufón armado hasta los dientes que se regodea en su ignorancia y su soberbia. No sé si Bolsonaro hubiera llegado a la presidencia sin el antecedente de las campañas impulsadas por bots. Su campaña fue una copia de la de Trump. No es ningún secreto que Steve Bannon se reunió con el hijo de Bolsonaro en agosto. A nadie le mueve un pelo. ¿Por qué las personas están dispuestas a ser engañadas? Se me ocurre que tanto Brasil como Estados Unidos tienen terribles capítulos de prosperidad basada en la esclavitud. El racismo y la incapacidad para integrar de forma justa y democrática a la población negra ha dado como resultado esto que vemos. El racismo y el miedo al pobre; el miedo al crimen y el culto a la violencia. La fantasía de la sexualidad de los negros –y en Estados Unidos de los “mexicanos violadores y asesinos”– aunada a la realidad de una violencia que tiene sus raíces en la desigualdad, inclina a estas mujeres a votar por un “hombre fuerte”. En el caso de Bolsonaro por un sicópata descarado. Está la mesa puesta. Un auténtico banquete, pero no de soluciones, sino de violencia “ordenada”, segregada. Y sirviendo la mesa, mujeres calladas, dizque seguras. Hora de leer “El cuento de la criada” de Margaret Atwood. Ay ●
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Bemol sostenido Alonso Arreola
@LabAlonso
Rapsodia con dientes feos FREDDIE MERCURY se hubiera infartado. Eso fue lo primero que pensamos al terminar la película. Avanzamos hacia un empobrecimiento estético. (Eso fue lo segundo que pensamos al terminar la película.) El trabajo de su director, Bryan Singer, atenta contra lo que quiere reivindicar y… ahora estamos seguros: no es por un plan diabólico de mercadotecnia sino por la simple y llana mediocridad que marca nuestros tiempos. (Eso fue lo tercero que pensamos al terminar la película.) Sí. Freddie Mercury se hubiera infartado. Creemos que él, con su maravillosa voz y su descomunal talento, hubiera preferido compartir las rutas que tomó su creatividad para cambiar la historia del rock mientras se conocía a sí mismo. No lo que terminó en el celuloide. Producto hecho al vapor para la oleada de biopics (películas dedicadas a la vida de alguien) que inunda las pantallas, Bohemian Rhapsody no sólo está actuada con prisa sino que apuesta a un aspecto elemental que las masas celebran pese a su poca originalidad. Hablamos de la imitación. Todo parece basarse en ese aspecto del casting (¿qué tanto se parecen los actores a las personas que encarnan?) y en breves pasajes donde la música deja sentir su magia, pero sin ser el centro de gravedad.
Inverosímil por veloz y superficial, el guión carece de recursos narrativos medianamente creativos. Que el concierto de Live Aid, emblema de 1985, sea el eje rector –inicio y final– de esta suerte de programa televisivo con paupérrima iluminación y fotografía, es otro de los grandes errores de sus productores. Habría que escuchar la opinión, verbigracia, de Bob Geldof. ¿Realmente no fue sino hasta que Queen subió al escenario cuando la gente comenzó a donar dinero para la hambruna en África? Independientemente de las facetas oscuras de aquel concierto, nos parece una triple injusticia la manera como se trata el tema en la historia. En ella no importan ni los niños muertos de hambre, ni el trabajo filantrópico de Geldof y su equipo, ni el involucramiento de Mercury en una causa justa. Las pocas aristas que aparecen giran todas alrededor del éxito y dineros del conjunto, de las traiciones e incomprensiones que toda gran banda ha pasado y, mucho menos, de la “familia” que conformaron Queen adentro. Y es que, más allá de los ambivalentes esfuerzos del actor Rami Malek, encargado de personificar a Mercury, ¿qué se puede esperar de un director que se ha dedicado, sobre todo, a contar historias de superhéroes como los x Man y Superman? Articulada sin pericia novelística, el filme nos deja vacíos que no pueden ser llenados con efectos especiales ni superpoderes de alto entretenimiento. O sea que se queda a nivel de Home Video. Boba y cumplidora con melómanos y fanáticos de Queen, Bohemian Rhapsody le va “poniendo palomita” a una lista de mitos y obligaciones inevitables como
si ello justificara rondar aburridamente las relaciones amatorias del cantante. Digamos que subraya y acentúa, precisamente, los aspectos que Mercury hubiera preferido guardarse, desaprovechando la información que sobre su trabajo pudieron dar los sobrevivientes del grupo. He allí algo que nos decepciona profundamente. Cuesta trabajo creer que John Deacon (bajo), Brian May (guitarra) y Roger Taylor (batería) estuvieran de acuerdo con un trabajo que los minimiza de tal forma, dejándolo todo –y como sucediera en vida– sobre los hombros del cantante nacido en Zanzíbar. No equilibran la balanza los chispazos con que revelan su genio instantáneo: el momento en que May propone la base rítmica de “We Will Rock You” para involucrar a la audiencia; o el momento en que Deacon aborda el bajo que dará vida a “Another One Bites The Dust”. Para ser justos, empero, debemos decir que John Deacon vive lejos de los reflectores y de los proyectos que surgen alrededor del grupo. Renunció a ello hace veinte años. Así, ni la música ni el talento de Freddie Mercury son los protagonistas de Bohemian Rhapsody. Lamentamos igual, lectora, lector, que la prudencia histórica de Mary Austin (el más importante amor de su vida), respalde un trabajo tan menor que, claramente, decidió mover las cosas en torno a… sí… un par de dientes feos. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos ●
Cinexcusas Luis Tovar
@luistovars
Los Cabos 7 (i de ii)
EL FESTIVAL INTERNACIONAL de Cine de Los Cabos (cff, @CaboFilmFest por sus siglas en inglés) llegó a su séptima edición refrendando su carácter, ya bien establecido, de ventana útil para enterarse, filmográficamente hablando, de “lo que están haciendo los vecinos”, es decir Estados Unidos y Canadá. Con nueve cintas en la sección principal en competencia –cuatro estadunidenses, tres de Canadá y dos nacionales–, cinco en la sección México Primero, también en competencia, así como tributos a Spike Lee, Terry Gilliam y Adam Driver, de quienes respectivamente se exhibieron, entre otros filmes, Blakkkansman y El hombre que mató a Don Quijote, es decir los más recientes de los dos primeros, además de la llamada American Specials para el cine estadunidense independiente y World Highlights para el resto del mundo, el cff se confirma como un evento fílmico que tiene de breve lo mismo que de sustancioso.
Con Cigüeñas, Heriberto Acosta debuta en largoficción dirigiendo un guión propio en el que decidió contar uno de los cuentos más contados y, por lo tanto, más manidos imaginables: el dilema de una mujer embarazada que no está segura de querer ser madre por vez primera, pero tampoco lo está de abortar. Ambientado en Guadalajara y en la cercana Chapala, contradictoriamente el relato pareciera carecer de un conflicto real o, al menos, de uno que pueda ser percibido de modo tal que genere la necesaria empatía con Claudia –que así se llama la protagonista–, pues el pietaje luce lleno de una combinación algo desequilibrada entre diálogos más bien huecos entre ella y un amigo que la acompaña todo el tiempo, y un paisajismo definitivamente gratuito. A Clases de historia, segundo largoficción de Marcelino Islas, le sucede algo parecido: una serie de hechos inopinados y gratuitos en tanto poco o nada contribuyen a reforzar el quid de la trama –aquí el enfrentamiento de la protagonista a la enfermedad y a la muerte inminente–, desdibujan los trazos de un personaje por lo demás bien llevado por una actriz tan solvente como Veró-
Las de acá Imposible saber si había películas mejores para elegir –bona fide fue posible enterarse de que abundaron los rechazos de otros festivales–, pero el hecho es que la sección México Primero fue, con mucho y a diferencia de otras ediciones del cff, la única que dejó un muy pobre sabor de boca, como se verá en los breves apuntes a continuación.
Cómprame un revólver
nica Langer. Su profesora de Historia, reservada y melancólica, merecía mejor suerte dramática que ésa tan descoyuntada de todo lo previamente visto y que la revela, precisamente al final, a la vez lesbiana y pedófila. Ganadora del premio correspondiente a esta sección, Feral –debut absoluto de Andrés Kaiser dirigiendo su propio guión– tenía los elementos necesarios para ser mucho más de lo que apenas alcanzó: un personaje protagónico no exento de complejidad, contradictorio por repelente y comprensible, imbuido de mal entendidos sentimientos religiosos y de un mesianismo del que nuestro cine ha dado más de una noticia en la historia reciente, y acompañado por una tríada de personajes infantiles que son las víctimas propiciatorias de sus desvaríos. El problema fue que esta historia, no precisamente ambigua sino confusa, entre la autoinmolación y el linchamiento, es vista desde los ojos de alguien que, al parecer, quedó encandiladísimo con los trucos de un cine de terror tremendamente limitado, tipo La bruja de Blair. En caso de haber formado parte de México Primero y no de la sección principal en competencia, Cómprame un revólver, de Julio Hernández Cordón, habría ganado de calle: esta distopía de un México imaginado bajo el control absoluto del narcotráfico, contada y ambientada en atmósferas que hacen recordar los paisajes postapocalípticos de Mad Max, todo bajo la mirada de una niña entre los ocho y los diez años de edad, es un reflejo alegórico de la realidad que se vive en el presente en buena parte del territorio nacional, y que tiene de insólito lo mismo que de crudo y honesto ● (Continuará.)
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LA JORNADA SEMANAL 18 de noviembre de 2018 // Número 1237
Ensayo Ricardo Bada
V.S. Naipaul, un latinoamericano extrañísimo
Estampa de un encuentro en la Radio Deutsche Welle en Francfort entre un redactor radiofónico español y un Premio Nobel con ascendencia india y fe hindú, nacido en Trinidad y Tobago, que era parte de Venezuela y se llamaba Nueva Andalucía, y a quien García Márquez consideró “uno de nuestros escritores latinoamericanos”.
L
a noticia del Nobel de Literatura del 2001 a Naipaul me agarró a 202 kilómetros de mi biblioteca y mis archivos, y aunque me encontraba en Francfort y más o menos convertido en una isla rodeada de libros por todas partes –399 mil 811 títulos exhibidos en la 53.ª edición de la famosa feria homónima–, nada que hacer: los títulos de Naipaul brillaban por su ausencia. Hasta en el diminuto stand de Trinidad & Tobago, la patria natal del flamante Premio Nobel: también allí faltaban. Y sus atónitos editores europeos tratando de explicar lo inexplicable: por qué la decisión de la Academia Sueca los había sorprendido con los respectivos calzones en los respectivos tobillos. Mi conocimiento de la obra de Naipaul se remonta a 1970. En un puesto de libros de un mercadillo callejero, aquí en Colonia, encontré un volumen en cuya tapa se leía ese nombre hasta entonces para mí por completo desconocido, v. s. Naipaul, seguido de un título que me hizo tragar saliva: Blaue Karren im Calypsoland. Me dije que no era posible que hubiese en el mundo un autor tan degenerado como para bautizar así a un hijo suyo: Carretas azules en la tierra del calipso. Me cercioré de ello mirando el colofón del libro, donde constaba que el título original era Miguel Street, y que Naipaul lo había publicado en 1959 en Londres, aunque el hombre había nacido en Chaguanas, trinitario de ascendencia india, más concretamente hindú. Y así, habiéndome cerciorado de que el delincuente en materia de títulos era el editor y no el autor, compré el pequeño volumen y tras su lectura me convertí en un adicto de Naipaul. Luego, en 1976, en la emisora alemana Radio Deutsche Welle, donde me desempeñaba como redactor especializado en temas culturales, propuse la realización de una serie acerca de algunos lugares hechos famosos por la literatura universal. La propia ciudad de Colonia, sede de la emisora, era el escenario de El honor perdido de Katharina Blum. Y Danzig de la trilogía que comienza con El tambor de hojalata. Postulé asimismo la inclusión en la serie de lugares como La Mancha de Don Quijote, la isla de Juan Fernández donde se desarrolló la verdadera odisea de Robinson Crusoe, Salvador de Bahía donde las andanzas de Gabriela-clavo-y-canela, y por último Trinidad, para cuyo tratamiento sugerí contactar a Vividhar Surajprasad Naipaul, nombre que hizo fruncir las cejas en señal de perpleja ignorancia a mis compañeros. Pero eran tiempos de bonanza
económica en Alemania y en nuestra emisora, y mi proyecto se aprobó sin más, con lo que me encontré teniendo como autores del mismo a Heinrich Böll, Günter Grass, Camilo José Cela (para La Mancha), Julio Cortázar (traductor al castellano del libro de Defoe), Jorge Amado y al buen Naipaul. (En aquel momento sólo Böll era Premio Nobel, hoy en día son cuatro los autores Nobel con los que armé mi serie. Y que Amado y Cortázar no lo recibieran, en fin, ese es un capítulo del que prefiero no hablar.) Confieso mi orgullo por el hecho de que la serie se llevase a cabo con una calidad excepcional en los manuscritos originales, y en las necesarias traducciones de cuatro de ellos, por unos trujamanes del calibre de Felipe Boso, Víctor Canicio, Isaac Chocrón y Cristina Peri Rossi. Con semejante material no resulta nada difícil obtener un buen producto final. Y vaya si lo conseguimos. Atesoro de las conversaciones mantenidas en aquel entonces con el hoy Premio Nobel 2001 mi ejemplar de Blaue Karren im Calypsoland dedicado personalmente por él, y ciertos recuerdos grabados en cinta magnetofónica. Así, por ejemplo, las siguientes palabras: “Cuando conocí a García Márquez, me dedicó un libro llamándome ‘uno de nuestros escritores latinoamericanos’. Ahora bien, me gustaría poseer esa dimensión adicional porque, después de todo, Trinidad, que es mi país, era parte de Venezuela, llamándose todo Nueva Andalucía hasta 1797, y de eso no hace tanto tiempo.” Y puesto que estaba dialogando con gente del gremio radiofónico, nos confesó que hasta 1956 había editado un programa de la bbc para el Caribe: “Fue mi primer trabajo y debo admitir que me salvó cuando yo era realmente muy joven. Me gusta la radio, me gusta la voz humana, me gusta que lo que escribo se oiga. Cuando escribo, leo en voz alta lo que he escrito cada día, así que en lo que escribo hay como una calidad oral o hablada. Y los ritmos son ritmos, digamos, del habla, los ritmos de un idioma hablado.” Es cierto: los libros de Naipaul parecen hablarnos. Y nos cuentan hartas cosas. Quienes repasen atentamente su Viaje islámico: Entre los creyentes, descubrirán que Naipaul, ya en 1980, había dejado dicho que muchos de los miles de millones que Occidente invierte en petróleo, en el Medio Oriente, pudieran terminar llegando a parar en manos de un movimiento bastante peligroso. Y es que Naipaul, además de una bella voz, poseía un excelente olfato ●