Suplemento Semanal

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Los “chalecos amarillos”: lo verdadero y lo falso Vilma Fuentes

Entrevista con la narradora mexicana Isabel Zapata Alejandro García Abreu

SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 19 DE MAYO DE 2019 NÚMERO 1263


LA JORNADA SEMANAL

Portada: notimex

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ANTIMONUMENTOS: CONCIENCIA Y RESIGNIFICACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO “Nadie puede dejar de conmoverse ante un monumento dedicado a 43 jóvenes desaparecidos o los 49 niños de una guardería que no debieron morir”: así lo explica la investigadora y licenciada en Diseño Cristina Híjar, y así lo consigna Gloria Muñoz en el amplio dossier que ocupa esta entrega: se trata de los antimonumentos que evocan cinco episodios trágicos recientes; instalados en diversos puntos de Ciudad de México, gracias a su presencia cobran mayor fuerza la memoria histórica, la denuncia permanente y, por añadidura, la resignificación y la redignificación del espacio público.

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LOS “CHALECOS

AMARILLOS”:

LO VERDADERO Y LO FALSO Que el salario alcance para vivir, para educar a los hijos, para tener techo y vestir, y para tener una vida sin sobresaltos son algunas de las demandas de la clase media trabajadora que ha creado el movimiento de los “Chalecos amarillos” en Francia, con una enorme desconfianza en los medios oficiales y sustentándose en la información que fluye desde las bases del movimiento. Sobre esa simple verdad ante la compleja mentira que lo desvirtúa trata este texto.

Vilma Fuentes ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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l actual movimiento de los “chalecos amarillos” en Francia ha suscitado reflexión y cuestionamientos diversos. Su larga duración —pues se inició desde noviembre del año pasado—, su espontaneidad, sus diferencias con otros movimientos sociales como las manifestaciones y huelgas sindicales, han conducido a tratar de imaginar semejanzas con el Movimiento estudiantil de 1968, con el objeto de analizar sus causas y su posible evolución. Tal vez, en lugar de buscar explicaciones en las analogías, sería esclarecedor buscar las diferencias entre ambos fenómenos. En 1968, el movimiento se generó en los medios estudiantiles de las universidades francesas. Ahora, las protestas se iniciaron contra el alza de impuestos sobre los carburantes. Entonces, fueron los jóvenes quienes se levantaron contra el orden establecido. Hoy, son trabajadores de las más diversas edades quienes, día tras noche, noche y día, se manifiestan en los cruceros de las rutas, desde hace ya seis meses. Son también estos hombres y mujeres, pertenecientes a las clases medias y bajas de la población, quienes desfilan por las calles de las ciudades francesas cada sábado. Hace medio siglo, los jóvenes soñaban con un mundo distinto, más libre, un nuevo orden moral, menos restrictivo, el derecho al placer y al ocio, la


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igualdad entre los géneros, la integración social de las inclinaciones sexuales diferentes. Escapar a las reglas y a las imposiciones de un paternalismo de Estado. Aspiraban a dar realidad a los sueños. Las reivindicaciones actuales, menos quiméricas, sólo buscan poder llegar al fin de mes sin apretarse el cinturón, sin cifras rojas en sus cuentas de banco ni el tributo de los agios mensuales. Que el salario de su trabajo les permita dar de comer a sus hijos algo mejor que fideos y arroz durante la segunda quincena. Un pago justo por sus labores para poder comprar ropa y juguetes, una salida al cine, una distracción al paso oscuro de los días que se suceden en el ansia. Hace cincuenta años internet no existía. Ni siquiera se le imaginaba. La información era la emanada de los medios oficiales, acaso el rumor, el teléfono, el diálogo en las calles, sobre las barricadas. La gente podía o no creer en esa información, pero su sistema no era puesto en duda. La credulidad iba lado a lado con los sueños. Hoy, el sistema informativo establecido se ha desplomado. La gente pone en duda cada palabra escuchada en la radio o en la televisión, cada declaración de los dirigentes políticos. La información cesa de provenir de lo alto y viene ahora de la base, deja de ser una voz única para dar espacio

a las voces colectivas. La duda se instala y reina la incredulidad. En este punto, la más grave de todas las cuestiones se plantea: ¿qué es verdadero, qué es falso? Interrogación política fundamental e, incluso, cuestión central de la filosofía y la literatura. Lo falso no es la ficción: lo imaginario posee, en ocasiones, más realidad que lo real, una realidad distinta, acaso superior, pues puede ser más creíble lo que narra Tólstoi en La guerra y la paz o Juan Rulfo en Pedro Páramo que las anécdotas susurradas entre vecinos. Los genios y los tapices volantes de Las mil y una noches tienen más credibilidad que las noticias sobre la baja del desempleo o el alza del poder de compra. Un político puede jurar que sus promesas son sinceras y que su programa traerá paz y prosperidad. Un poeta puede declarar, como lo hizo Arthur Rimbaud: “Es verdad lo que yo digo.” ¿A quién creer? La cuestión es tan grave que nos conduciría casi a murmurar, como lo propone Shakespeare al final del terrible drama de Hamlet: “El resto es silencio”, pues la misma cuestión nos lleva a preguntar: ¿qué es la verdad, qué encubre esta palabra de verdad? La respuesta más simple y más extendida es la que pretende constatar que la verdad es lo contrario de la mentira. Pero, esta simplicidad,

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Fotos: Manifestaciones convocadas por el movimiento los chalecos amarillos, AFP.

¿no es quizás demasiado simplista? Una novela, como decíamos, puede no ser sino una ficción. Y, sin embargo, cuando es genial, nos causa el sentimiento y la satisfacción de acceder al fin a la más profunda verdad sobre la existencia humana. El Quijote, por ejemplo, nos ofrece una esclarecedora luz sobre nuestra condición de seres mortales, y por tanto, ineluctablemente abocados a la locura, tal como lo indica Pascal cuando escribe: “El hombre está necesariamente loco y es, por otro giro de locura, que piensa no estarlo.” La verdad, esa tímida diosa escondida, según Demócrito, en el fondo de un pozo, se vela a nuestros ojos bajo las distintas apariencias de sus fugaces apariciones. La duda y la incredulidad reinan, sobre todo cuando, como señala el mismo Demócrito: el pozo es un pozo sin fondo. Sin embargo, en la guerra de falsas noticias con que trata de ensuciarse y desacreditar el movimiento de los “chalecos amarillos”, la verdad aparece de pronto, así sea breve y fugitiva, desapareciendo con su resplandor las sombras fantasmales de la mentira l


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ANTIMONUMENTOS:

CONCIENCIA Y RESIGNIFICACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO

Los antimonumentos son el resultado de un complejo proceso en el que participan arquitectos urbanos, albañiles, soldadores, diseñadores y varias comisiones con tareas bien definidas, todos coordinados, que trabajan con el objetivo común de realizar un acto civil y semiclandestino al que se tiene derecho, que busca modificar el entorno urbano e interpelar a la sociedad y a las autoridades ante acontecimientos que no debían ni deben ocurrir.

Gloria Muñoz Ramírez ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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iudad de México. Por la avenida Reforma, en el corazón de esta ciudad, donde confluyen hoteles de lujo, restaurantes, centros de negocios, oficinas de periódicos y una serie de monumentos y fuentes, se cuenta también la otra historia, la reciente, la de un México adolorido por los asesinatos, las desapariciones, los feminicidios, las muertes que no debieron ser y la impunidad que las rodea. Cinco esculturas colectivas conocidas como antimonumentos, tres en Reforma, uno frente al Palacio de Bellas Artes y uno más en pleno Zócalo capitalino, irrumpieron en el espacio público en los últimos cinco años sin el permiso de nadie, desafiando poderes y autoridades, mostrando al mundo “que estamos en pie de lucha”, como dice Cristina Bautista, madre de uno de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala. La estrategia semiclandestina para colocar los antimonumentos es extremadamente cuidada. Se estudian rutas desde el lugar oculto en el que se corta y suelda, hasta el espacio designado para su instalación. No se pide permiso a autori-

dades ni gobiernos. Se asume como una acción civil a la que se tiene derecho. “Los antimonumentos son uno de los acontecimientos estéticos y políticos más importantes de los últimos años y un aporte real al repertorio de la protesta a nivel latinoamericano. México está a la vanguardia de estas instalaciones que no sólo son un nuevo medio de la protesta y de la resistencia social, sino que además generan otras relaciones”, resume Cristina Híjar.

Informar, comunicar e interpelar CRISTINA HÍJAR, ESTUDIOSA de la vinculación entre la praxis artística y la movilización social, afirma que “en las cuestiones políticas cada vez es más difícil reducirse al discurso, al mitin o al rollo; todo el tiempo hay que buscar formas de interpelar de otro modo a los espectadores comunes. Los antimonumentos hacen eso, interpelan de otra manera. De lo que se trata es de alterar la dimensión afectiva de nuestro entorno social, y eso produce una empatía, porque nadie puede dejar de conmoverse ante un monumento dedi-


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cado a 43 jóvenes desaparecidos o los 49 niños de una guardería que no debieron morir”. Cada antimonumento tiene su propia historia de planeación. El colectivo sin nombre ni rostro planea tras bambalinas. Se conforman comisiones, una de arquitectos urbanistas que estudian el entorno, otra de albañiles, soldadores diseñadores, una de comunicación y otra de recaudación de recursos. Aparece la demanda y la organización y personas con las que se articulará la acción. Todos coinciden en la necesidad de hacer memoria ante hechos que se quieren sepultar y de historias de carpetazos en las que reina la impunidad. Después de la demanda colectiva, el grupo de Nadies realiza una primera maqueta y se la presenta a los afectados directos, a los familiares de las víctimas; ellos aprueban, modifican, suman o restan al primer boceto. Sigue entonces la búsqueda del sitio. La consigna es respetar el entorno, no agredirlo. Se conciben las dimensiones que tendrá la escultura, buscando que haya interacción de la pieza con el espacio, que interpele y no estorbe. Se hace un estudio de comportamiento del sitio. Se observa quiénes pasan por el lugar elegido y cuál es su dinámica, y posteriormente se trabaja en las diversas posibilidades para su colocación, todo en complicidad directa con organizaciones y familiares de las víctimas. Se desconocen los costos de cada antimonumento, pues la gran mayoría del trabajo es voluntario. No así los materiales. Se busca el financiamiento en colectas directas con activistas y personas solidarias, quienes acceden a participar sin conocer nada de información. Conforme se va reuniendo el dinero, el equipo constructivo trabaja la pieza de manera discreta. Se consigue un taller en el que se realizarán los trazos y cortes de la placa; dicho taller es solidario, pues prácticamente sólo recupera costos. Desde ahí se establece el operativo de traslado, en varias fases, hasta el día de la colocación. Los antimonumentos llegan al sitio elegido camuflados como caballos de Troya. Quienes los colocarán son parte de la marcha. No dicen nada hasta que el transporte llega y se monte el operativo. En la comisión de instalación hay también albañiles, sol-

dadores e ingenieros que hacen los cálculos estructurales. Nada es obra de la casualidad. La extrema discreción antes, durante y después de la instalación, señala Alberto Híjar, investigador del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), crítico de arte y militante de izquierda, “no es sólo por razones clandestinas, por no poner la cara y que no sean acusados de invadir la vía pública o de cualquier cosa, sino también porque se trata de obras colectivas, son de todos. Hay quien le sabe al diseño, y otro que le sabe a la pala y otro que sabe soldar. A los periodistas les interesa saber quién es el autor, pero es cualquiera, todos lo somos de alguna manera”. La memoria hoy es en tiempo actual. No tienen que pasar décadas para levantar el símbolo de la ignominia. Los involucrados asumen que estas esculturas deberían estar destinadas a desaparecer. Sí. Cuando se haga justicia, coinciden.

La multiplicación de la memoria UN ENORME Y temporal 43, idéntico al de avenida Reforma, se levantó un día en la Plaza Trocadero, frente a la torre Eiffel, en París; otro más fue construido por los padres y madres de Ayotzinapa en Chilpancingo, Guerrero. Por su parte, los maestros democráticos levantaron otra réplica en Zihuatanejo. En su lucha contra la impunidad, los familiares de David Ramírez y Miguel Ángel Rivera, jóvenes secuestrados el 5 de enero de 2012, erigieron un memorial conformado por dos mitades que forman una figura humana de tres metros de altura que fueron instaladas también en la avenida Reforma, frente a El Caballito. En Guatemala, la estrategia de interpelación fue retomada por activistas y familiares de las cincuenta y seis niñas que, encerradas bajo llave, murieron o resultaron con graves quemaduras, en el incendio del 8 de marzo de 2017 en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción l Fotos: (Izquierda a derecha) Antimonumento en memoria de los niños y niñas muertos en la guardería abc; antimonumento en memoria de las víctimas del '68, fuente: Gloria Muñoz. Antimonumento dedicado a los 65 mineros de Pasta de Conchos, La Jornada/Guillermo Sologuren

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Los antimonumentos, toma concreta y real de Ciudad de México: Alberto Híjar Serrano

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ara Alberto Híjar Serrano, investigador de Artes Plásticas del INBA, “los antimonumentos representan la lucha de clases por el espacio público. Son una respuesta necesaria a la ocupación capitalista, y son ‘anti’ porque justo en el paseo de la Reforma, que iba a ser el paseo de la emperatriz Carlota para que descendiera de su Castillo y paseara por estos rumbos, el movimiento liberal, la única reforma educativa importante que ha habido en la República Mexicana, ocupó el paseo y lo transformó en Paseo de la Reforma, primer acto antimonumental, llenándolo con estatuas de liberales distinguidos, como Hermenegildo Galeana, guerrillero de la Independencia. Por eso, lo que han estado haciendo a partir del antimonumento por los más de 43 es seguir esta tradición de lucha de clases por el espacio público”. El también profesor universitario explica que los antimonumentos son una necesidad de la memoria histórica. “Nada tienen que ver con la tradición ‘artistosa’ de exaltación de la obra única del genio que la produjo, de la recepción de quienes entienden lo sublime y todos esos paradigmas y mitos que no son eternos ni originales, sino que son parte de la acumulación originaria del capital, y a partir de ahí han significado una exaltación de los privilegios individualistas de una clase con una cierta cultura y una educación. Contra esto, las vanguardias artísticas desde finales del siglo xix hasta ahora, han reivindicado lo que llaman la dimensión estética. Es decir, se vale del arte, entre otras cosas, pero a lo que alude es a las relaciones de producción”. Es la dimensión estética, nombrada por Híjar “praxis estética”, porque es una práctica transformadora. “De eso se trata, y de acabar con la exaltación individualista y con los privilegios del arte y los artistas”, remarca el entrevistado sentado junto al tercer antimonumento: el de los 65 mineros de Pasta de Conchos.


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ANTIMONUMENTO 68.

FUE EL ESTADO

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l antimonumento 68 fue instalado nada menos que en el Zócalo de la Ciudad de México. La figura rojinegra de tres metros de altura y 240 kilos de peso con la insignia del Comité 68 llegó camuflada dentro de una gigantesca piñata con el rostro de Gustavo Díaz Ordaz, en una camioneta que se perdía entre la marcha conmemorativa del 50 aniversario de la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968. Un auténtico caballo de Troya. Un rápido movimiento descubrió la nueva escultura que fue colocada por decenas de manos en la jardinera que está entre la Plaza de la Constitución y la calle Madero. “1968. 2 de octubre no se olvida. Fue el Ejército. Fue el Estado”, se lee en un costado de esta figura de soporte tridimensional, con las esquinas sesgadas para darle movimiento, mientras la paloma blanca mira hacia la puerta Mariana del Palacio Nacional. Al tienpo en que en la enorme plancha de la Plaza de la Constitución se leyeron los mensajes alusivos al 50 aniversario de la masacre estudiantil que partió al país en un antes y un después, una fracción de la marcha se desvió y, ya entrenados en el arte de la instalación colectiva, de inmediato taparon el lugar con plásticos negros, y a la vez con delicadeza sacaban de la tierra las plantas que había, para que con picos y palas empezara la escarbadera a profundidad y montar la base de soporte, nivelar, compactar la tierra y después, atornillar y echar soldadura a la placa del antimonumento. Participaron cientos de normalistas del país, los campesinos de Atenco, los padres y madres de los 43 de Ayotzinapa, activistas y decenas de medios de comunicación que consignaron el acto. “A 50 años de la matanza de Tlatelolco, nosotros optamos por la memoria viva”, dijo al micrófono el historiador y luchador social Alberto Híjar. “Ni memoria embalsamada ni héroes de bronce, la memoria histórica convoca a superar la añoranza estéril para dar lugar a señales y símbolos que hagan evidente la relación entre el pasado, el presente de lucha y el futuro deseado”, insiste. Con el antimonumento 68 se interpela de frente al Ejército precisamente en la plaza en la que todos los días una escolta castrense iza la bandera nacional, en esta fecha a media hasta. El señalamiento es contundente, al igual que la demanda de que el nuevo gobierno federal “abra de una vez por todas los archivos militares y que se sepa la verdad de lo que pasó hace cincuenta años en Tlatelolco y en Iguala la noche del 26 de septiembre de 2014”.

David Roura, poeta, actor y activista miembro del Comité 68, señala que el antimonumento 68 fue levantado “por el pueblo y para el pueblo”, en contraste con “las letras de oro que quieren y pretenden poner en las Cámaras de Diputados y Senadores. Nosotros no queremos el oropel ni el reconocimiento, queremos memoria y justicia, y este antimonumento nos representa. Estamos aquí reunidos con nuestro pueblo, no funcionarios, no políticos, no cabrones que andan pretendiendo buscar chamba en los nuevos gobiernos”, dice enfático el poeta. Roura exige que el nuevo gobierno federal abra los archivos militares de Iguala y del ’68. “Estamos comprometidos con la gente de Atenco, con los 43 de Ayotzinapa y con los compañeros que juntaron los recursos para hacer este antimonumento”, dice. Un elemento importante del antimonumento 68, lo mismo que en los demás, es la estética. No sólo se cuida el diseño, sino que además de ser agradables a la vista es indispensable que, más allá de la interpelación política, no agredan, no sean estridentes, no rompan con el entorno, sino que se incorporen a él y provoquen gusto al mirarlos. Los antimonumentos, opina la maestra en Comunicación y Política, Cristina Híjar, “informan al tener el numeral y el símbolo de más, y placas con la historia de lo que ocurrió”.

Foto: La Jornada/ Yazmín Ortega Cortés

Asimismo,“comunican que hay una comunidad en lucha, que son los familiares cobijados por quienes nos sentimos interpelados por ellos y por quienes asumimos los agravios como propios”. Es justo en 1968, explica Cristina Híjar, cuando se conjunta la dimensión estética con la dimensión política para formarse una sola y lograr de este modo formas de comunicación y de interpelación novedosas y más efectivas que el mensaje volante, el rollo o el mitin. La académica y activista establece la diferencia entre la calle y el espacio público: “El espacio público como categoría política no es sinónimo de la calle, sino que ocurre y se construye cuando se dan ahí relaciones sociales.” Los antimonumentos “generan vínculos sociales de otro tipo, que no son el tránsito común de la calle. Eso es lo que hace toda intervención estética con recursos artísticos; para eso son las mantas, las gráficas, los esténciles, que no sólo son destrezas técnicas puestas al servicio, sino que proponen una lectura y reivindican y construyen el espacio público que es responsabilidad de todos. Mientras no lo ocupemos, no es más que la calle.” l GMR


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GUARDERÍA ABC. UN ANTIMONUMENTO AL NUNCA MÁS

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n 49 y las letras ABC de casi una tonelada de peso, conforman un enorme lego infantil que se colocó frente a las oficinas centrales del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), institución a la que pertenecía la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, en la que el 5 de junio de 2009 fallecieron 49 niños y niñas en un incendio que pudo haberse evitado. Se trata de una escultura tridimensional en placa de metal con esmalte acrílico en colores pastel. Aquí cada año vienen las familias y colocan 49 pares de zapatitos junto a la consigna escrita “Nunca más”. Este antimonumento con cualidades estéticas urbanas, como el resto, es una obra viva y abierta a la que se le han ido colocando otros elementos. En 2018, en el noveno aniversario, se le colocó un florero de metal con 49 flores grabadas en láser. Falta que se plasmen los nombres de cada uno de los niños y niñas que murieron por negligencia y corrupción gubernamental. Julio César Márquez es padre del niño Julio César Márquez Báez, entonces de casi tres años, uno de los 49 infantes que falleció en la tragedia de la guardería abc, próxima a cumplir una década. Para él y el resto de los padres y madres su antimonumento “es un recordatorio permanente al Estado mexicano, a los poderes ejecutivo, judicial y legislativo, de que no se ha hecho justicia para nuestros niños”. En este lugar, afirma Julio, “no se celebra nada, ni un evento o fecha histórica. Aquí se recuerda algo pendiente. Memoria viva es el término exacto que le damos. Es exigencia, es reclamo, pero también es dolor, tristeza, recuerdos… muchas cosas”. Lo colocaron en avenida Reforma 476, frente al imss, el 5 de junio del 2017, en el séptimo aniversario, y desde ese momento se convirtió en punto de encuentro para los familiares, quienes cuando vienen de paso por la ciudad acuden a limpiarlo y a poner flores. Los padres, madres y compañeros de los 43 normalistas de Ayotzinapa y otros activistas acompañaron la rápida y también sorpresiva instalación. Mientras en el micrófono se exigía justicia, los albañiles y soldadores hacían su trabajo. Cuando Julio lo visita se encuentra con gente común y corriente viéndolo. Ahí empiezan a hablar de las tragedias que se viven en el país y de la impunidad que prevalece cuando hay responsabilidad directa de servidores públicos del Estado. A casi diez años del incendio, en el aspecto penal están por dirimirse en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (scjn) juicios de amparo que iniciaron tanto víctimas como sentenciados. “Es la última fase de todos los procesos que se han llevado en materia penal en México, pero para nosotros no será lo último porque consideramos

que esto tendrá que llegar a instancias internacionales.” La tragedia de la guardería abc significó un tajante y definitivo antes y después para las 49 familias de los niños que fallecieron y para los que resultaron con quemaduras de cuarto grado. Julio César y su esposa Estela conformaron una asociación civil desde la que analizan el estado que guarda la situación de las estancias infantiles, “y nos dimos cuenta de que después del 5 de junio de 2009 han fallecido al menos ochenta y ocho niños más en guarderías de todo el país, en cualquier modalidad, lo que quiere decir que, en aparentes hechos aislados, han fallecido muchos más niños que en la abc”. Sobre las medidas anunciadas por el nuevo gobierno federal de desaparecer las guarderías e implementar un nuevo esquema del manejo de los recursos, entregándolos directamente a los padres y madres, Julio y Estela no comparten la decisión. “Es importante atacar la corrupción, porque la corrupción mata y lo vimos en abc, pero también es importante que paralelamente

Foto: Develacion del antimonumento en memoria de los niños y niñas muertos en la guardería abc, La Jornada/Alfredo Domínguez, 2017.

se atienda lo que establece nuestra Constitución y los tratados internacionales por los derechos de los niños.” Julio reconoce tener esperanza “de que las cosas cambien positivamente, que haya atención a nuestras demandas y exigencias, pero hasta el día de hoy considero que no ha sido así. Aún esperamos que el presidente voltee a ver este tema. Por eso, insiste, “esté quien esté, seguiremos exigiendo justicia pues nuestros hijos merecen que sigamos luchando por ellos”. En el antimonumento 49 abc se preparan ya las acciones del décimo aniversario de la tragedia. Se dará mantenimiento a sus cuatro metros de altura y se colocarán los nombres de quienes no debieron morir. GMR


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ANTIMONUMENTA

CONTRA EL FEMINICIDIO:

NI UNA MÁS

En un país donde nueve o más mujeres y niñas son asesinadas cada día, el acto político de carácter colectivo y autónomo de la antimonumenta instalada frente al Palacio de Bellas Artes, llevado a cabo en su totalidad por mujeres, resulta imprescindible para poner de manifiesto la inaceptable persistencia de este crimen y la enorme responsabilidad por omisión e incompetencia de las autoridades.

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emanas antes del 8 de marzo de 2019, un grupo de mujeres se puso a entrenar en un lugar no identificado en el que hicieron un simulacro de la colocación del quinto antimonumento —o antimonumenta, como fue nombrada por ellas. Desde el principio pusieron sus reglas. Ellas serían las cargadoras, albañilas y soldadoras. También serían mujeres las que tomarían la palabra y mujeres las que se harían cargo de la seguridad. La protesta: el feminicidio en México, donde nueve mujeres son asesinadas todos los días por violencia de género. El lugar para la antimonumenta fue elegido con cuidado. Se trató de encontrar un espacio con la mayor visibilidad posible, un sitio concurrido y emblemático de la vida cultural y popular de este país. La avenida Juárez, justo frente al Palacio de Bellas Artes, fue la elección. Hasta ahí llegó la camioneta con el enorme símbolo del espejo de Afrodita con el puño en alto y la consigna “Ni una más”. “Nos tienen que ver. No pueden ignorarnos”, decía una de las madres con una gigantesca manta con el rostro de su hija asesinada en Chimalhuacán, Estado de México, mientras veía emocionada la instalación. Una serie de cruces rosas también fueron colocadas al pie de la escultura violeta y rosa. La primera vez que se usó este símbolo fue para denunciar el asesinato y desaparición de las mujeres en Ciudad Juárez, lugar donde se prendió la alerta sobre los asesinatos en serie contra mujeres, sólo por el hecho de serlo. Era 1993 cuando el término

Gloria Muñoz Ramírez ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

feminicidio se instaló en México. Fueron mujeres las que lo nombraron y son ellas quienes hoy siguen exigiendo: Ni una más. O ni una menos, como se grita en Argentina. La antimonumenta nació viva y al ritmo de la batucada. Acompañaron su instalación cientos de jóvenes que insisten en su deseo de caminar seguras, libres y sin miedo. Al Estado le exigen que haga su trabajo, mientras ellas tejen redes de denuncia y autocuidado, porque no confían. La exigencia fue contundente: no más violencia feminicida, no más complicidades que la oculten, no más indiferencia, no más impunidad. No más de lo mismo, “pues son más de veinticinco años de vernos caer y gobiernos van y gobiernos vienen y la situación sólo empeora”, dicen durante la festiva y combativa colocación.

“Donde se mata a una mujer, se mata a un pueblo” FRANCESCA GARGALLO, FEMINISTA, activista, escritora y docente con gran parte de su obra desarrollada desde México, presencia la instalación. Hace valla de seguridad, como cientos de mujeres que resguardan a sus compañeras. “Esta antimonumenta será levantada cuando los feminicidios sean castigados y se les ponga fin, porque donde se mata a una mujer, se mata a un pueblo”, dice categórica. La antimonumenta, explica Gargallo, “interpela a todo el mundo, porque las mujeres somos la mitad de cualquier sociedad o pueblo, y cuando la mitad de un pueblo es afectado, la mitad de un pueblo puede decir basta y exigirlo”. A un lado se encuentra la madre de Karen Estefanía, de Huixquilucan, desaparecida desde el pasado 27 de octubre, así como Lidia, madre

de Diana Velázquez, víctima de feminicidio en Chimalhuacán, “un municipio donde asesinan y las autoridades son indiferentes a nuestro dolor y a nuestras hijas. Para ellos no existió Diana, pero ella sigue aquí. Tenía veinticuatro años. No tenemos ninguna respuesta ni investigación, todo sigue igual desde que asesinaron a mi hija el 2 de julio de 2017”, dice sin recuperarse del dolor. Esta antimonumenta, señala, “es un símbolo que ya hacía falta, desgraciadamente nos están asesinando a nuestras hijas y este gobierno está indiferente, no le interesa, al gobierno le da miedo mencionar la palabra feminicidio, y nosotras estamos aquí para recordárselo, para decirle que son miles de feminicidios en México y que con el nuevo gobierno seguimos igual”. Para Lidia, la instalación de la antimonumenta es un ejemplo “del apoyo que hay entre mujeres y todas las mamás que no nos vamos a callar ni a rendir. Fátima Quintana Gutiérrez, otra víctima de feminicidio, fue asesinada en Lerma, Estado de México, el 5 de febrero de 2015. No hay justicia, dice su madre, y advierte que “al Estado no le importa que les violen a nuestras hijas su derecho más grande, que es el de la vida, pero a los criminales, a los asesinos, sí les cuidan los derechos”. Para ella, con la colocación de la antimonumenta “se busca hacer conciencia entre la gente de que hay miles de feminicidios y no hay justicia. Es para que todas las personas y medios internacionales sepan que en México hay más de diez mujeres y niñas asesinadas diariamente”. Una a una las madres y familiares de mujeres víctimas de feminicidio tomaron el micrófono. A su lado, decenas de jóvenes contaban del uno al tres, tomaban aire, y bajaban de la camioneta la escultura mientras otras preparaban el cemento y unas más se encargaban de la base. Todas perfectamente


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Los más de 43. Porque vivos se los llevaron “N

Foto: La Jornada/ Marco Peláez

sincronizadas e identificadas con chalecos fluorescentes y cascos amarillos.

Para construir una política de la memoria

PARA LAS AUTORIDADES de Ciudad de México, las pasadas y las actuales, ha sido inevitable asumir la existencia de los antimonumentos, pues quitarlos sería una afrenta muy grande para las víctimas, opina Cristina Híjar, quien advierte sobre el carácter colectivo y autónomo de estas esculturas. “No pueden ser institucionalizados”, dice, pues la autorización “la da la gente”. Los antimonumentos, agrega la investigadora, aportan a Ciudad de México donde, a diferencia de ciudades como Buenos Aires, “aquí no existe una política de la memoria, por lo que tiene que hacerla la gente”. Luego de la colocación de la antimonumenta, el pasado 8 de marzo, el primero en el actual sexenio, la jefa del Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, se pronunció por “regular” los antimonumentos para que “haya un orden”, e hizo un llamado “a quien quiera poner un monumento, antimonumento o algo en Juárez y Reforma, que son sitios patrimoniales, pues se acerque al Gobierno de la Ciudad para poderlo trabajar y que no sea de manera desordenada”. Por lo pronto, dijo, la antimonumenta se queda. Alberto Híjar es enfático: Las licencias para proponer y colocar un monumento, “probablemente no serían concedidas a los antimonumentos porque existe una tradición de un consejo que se encarga del patrimonio urbano y que está integrado por gente muy reaccionaria”. Además, dice, debe tomarse en cuenta su carácter, que no empata con el Estado, “pues ellos nunca van exigirse justicia a sí mismos” l

uestro antimonumento a los +43, no es sólo un símbolo o algo muerto, es para decir que estamos presentes, que los seguimos buscando y que exigimos la verdad”, explica Cristina Bautista Salvador, nahua de Alpuyecancingo de las Montañas, Guerrero, madre de dos hijas y un hijo, Benjamín Ascencio Bautista, a quien lleva buscando casi cinco años. Para ella el antimonumento “sirve para que el mundo entero sepa que aquí hubo un crimen de Estado y que no son sólo 43 desaparecidos, sino que hay miles, por eso el signo de más”. Aquí, dice, “pasamos lista a nuestros hijos y a los tres caídos en Iguala. En todas las marchas aquí hacemos un alto para que se sepa que no los hemos encontrado”. El +43 se colocó el 26 de abril de 2015 en una esquina estratégica de avenida Reforma, conocida como la esquina de la información, pues ahí se encuentran edificios de periódicos nacionales, y es el inicio de avenida Bucareli, donde se ubica la Secretaría de Gobernación. Fue la primera escultura y aquí hay una interpelación permanente a autoridades, medios y sociedad. Se topan con él las tropas del Ejército Mexicano en el desfile del 16 de septiembre y es paso ineludible de todas las marchas que se dirigen al Zócalo de la ciudad. El antimonumento es un 43 rojo de tres metros de altura elaborado en placa metálica; pesa 800 kilos con todo y el signo de más. Tuvo, como los siguientes antimonumentos, una etapa de planeación y aprobación con los padres, madres y compañeros de los 43, pues aunque el diseño no es directamente de ellos, fueron ellos quienes lo maquinaron y lo colocaron en un operativo sorpresa apenas siete meses después de la desaparición de sus hijos.

Cristina Bautista, junto con Emiliano Navarrete, Mario César González, Hilda Legideño y María Martínez, representan a los padres de los 43 en la Comisión para la Investigación, la Verdad y la Justicia instalada por el actual gobierno federal. El antimonumento, explica, “se hizo para reclamarle al gobierno de Peña Nieto. Y ahora, aunque el gobierno de López Obrador nos abrió las puertas, nosotros no vamos a descansar hasta que los tengamos con nosotros”. “Quisiéramos que la Comisión de la Verdad avanzara más rápido, que este año 2019 se sepa que pasó con nuestros hijos. No nos conformamos con un pronunciamiento, no vamos a dejar el movimiento ni nos vamos a quedar cruzados de brazos sólo con que nos digan que van a cumplir, porque la sociedad va a pensar que ya nos cansamos. Y no. Aunque tengamos esperanza de que se va a resolver, no podemos dejar de movilizarnos. Que sepa el nuevo gobierno que ahí estamos los padres de familia”, afirma Cristina, imparable y tan curtida ya como el resto de los padres. Frente a la enorme mole amarilla denominada El Caballito, de Sebastián, el escultor del salinismo, el antimonumento +43 es una protesta viva, no una conclusión de un proceso de lucha. Aquí Juanito, un señor en condición de calle, lo cuida, le pone agua a las flores y lo limpia. Otro señor, tan anónimo como la comisión que lo diseñó, llega de lejos con garrafones de agua y riega las nomeolvides, porque, dice, “si dejamos que se sequen las plantas, los muchachos están muertos”. GMR

Nomeolvides para los +43 EL +43 SE PLANEÓ durante cinco meses con absoluta discreción entre un colectivo anónimo de artistas plásticos y activistas y el grupo de padres y madres de Ayotzinapa. Llegó camuflado con otras mercancías dentro de un camión Thorton y rápidamente fue bajado en la esquina elegida, donde ya lo esperaban los padres, madres y albañiles-activistas con palas, picos y cemento. El “discreto” operativo en la avenida más concurrida de México se llevó a cabo en tres horas. Siguió la inauguración a cargo de los padres y lo siguiente fue montar una guardia para que las autoridades, una vez pasada la sorpresa, no lo quitaran, por lo que de inmediato empezó a circular una petición en la plataforma Change exigiendo su permanencia. En estos cuatro años el antimonumento +43 ha cobrado vida propia. Los padres y madres de Ayotizinapa han sembrado flores de nomeolvides, nochebuenas y hasta maíz; en Navidad le ponen foquitos de colores y en Día de Reyes aparecen aquí cartas y los regalos para sus hijos.

Foto: La Jornada/ Yazmín Ortega Cortés


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Crónica de la instalación de un antimonumento frente a la Casa de Bolsa, que denuncia sin cesar una tragedia más causada por negligencia: la muerte de sesenta y cinco mineros en Pasta de Conchos, operada por Grupo México, y la negativa de la empresa y las autoridades para recuperar los cuerpos.

“L

legaron y se instalaron jefe, no pidieron permiso”, informó por radio un policía a su superior el 19 de febrero de 2018, doce años después del día en que una explosión dejó enterrados en la mina Pasta de Conchos, en Coahuila, a sesenta y cinco mineros del carbón. Sólo dos cuerpos fueron rescatados, pues empresa y gobierno se negaron a recuperar a los sesenta y tres que quedaron en el socavón. Hasta la fecha. El sorprendido policía se refería así al intempestivo operativo con el que llegaron los familiares de los mineros enterrados en la mina carbonífera, acompañados por los ejidatarios de San Salvador Atenco, los padres y normalistas de Ayotzinapa, la infaltable Fili, de los Pedregales de Santo Domingo, el Frente Popular Francisco Villa y demás activistas que asistieron a la conmemoración del decimosegundo aniversario de la explosión de la impunidad. Nuevamente fue la avenida Reforma el escenario, exactamente frente a la Bolsa Mexicana de Valores, el símbolo del dinero en el que se mue-

LOS 65+ DE PASTA DE CONCHOS. ¡RESCATE YA! ven las acciones de Germán Larrea, del Grupo México, dueño de Pasta de Conchos, acusado de no atender los señalamientos hechos por los trabajadores de la mina ante autoridades laborales en torno a la inseguridad en la mina, lo que generó la tragedia. “La explosión no fue causada por una caprichosa acumulación de gas, sino que se trató de un siniestro evitable ocasionado por un sistema de ventilación insuficiente y por precarias condiciones de seguridad y mantenimiento en que Grupo México –propiedad de Germán Larrea— mantenía sus instalaciones”, concluye el informe El carbón rojo de Coahuila: Aquí se termina el silencio, elaborado por la organización Familia Pasta de Conchos. Por eso demandan justicia y verdad por los hechos, sanción a los responsables y reparación del daño. De los sesenta y cinco mineros, sólo dos cuerpos fueron rescatados, quedando sesenta y tres en el socavón a pesar de las innumerables peticiones de las familias para que fueran recuperados, como se hace en todos los países. No en México. No tener el cuerpo del ser querido es similar a lo

Foto: La Jornada/ Yazmín Ortega Cortés

que ocurre con los desaparecidos, con la diferencia profunda de que los familiares de los mineros saben que quedaron sepultados ahí, y que empresa y gobierno se negaron a rescatarlos. Los desaparecidos, en cambio, son reclamados con vida, porque vivos se los llevaron. Durante los primeros años, las familias de los mineros protestaban cada mes frente a las oficinas de Grupo México, en Polanco, exigiendo el rescate de los cuerpos, demostrando la factibilidad técnica del procedimiento. Pero hasta hoy nadie les ha respondido. Y ellos y ellas siguen protestando. Sólo que ahora tienen un antimonumento desde donde alzan la voz. Como ocurre con los +43 y los niños de la guardería abc, la constante en todos los casos es que hay un manto de impunidad sobre los responsables. La escultura roja frente a la enorme esfera desde la que se proyectan las variantes bursátiles, está formado por tres módulos: un 6, un 5 y un signo de


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más con los nombres de los 65 mineros que quedaron enterrados, además de una placa que advierte que más de 3 mil trabajadores han muerto en las minas de carbón en México. Mide cuatro metros y medio y pesa más de una tonelada, aunque su base puede cargar hasta cuatro toneladas, pues se cuidan todos los detalles para que las autoridades no argumenten que puede caerse, de tal modo que para quitarlo debería haber un cálculo político, no técnico. Previamente se hicieron los estudios en el espacio en el que había tierra y un tronco seco. También se contempló que no estorbara el paso de la gente y al mismo tiempo fuera visualmente eficaz.

A Dios rogando y el antimonumento instalando COMO EN EL resto de las instalaciones, el operativo fue intempestivo y colectivo. El sacerdote Raúl Vera, obispo de Saltillo, celebraba una misa mientras familiares y activistas escarbaban con picos y palas el cuadro de tierra para la instalación, y otros preparaban la mezcla de cemento, y unos más el equipo de soldadura. Mientras el obispo Vera oficiaba una misa advirtiendo que “el gobierno tiene mucho odio contra

el pueblo y practica una política de muerte, no de defensa de la vida”, los familiares apresuraban el paso, rascaban la tierra y levantaban la enorme escultura. “Los incontables muertos de aquí y allá son la estrategia de esta administración y de las pasadas para justificar la acción del Ejército y de las fuerzas armadas”, dijo el sacerdote. Llegó entonces la policía. “Ya lo pusieron”, continuó el informante con placa. No hubo confrontación, pero era claro que detener la instalación significaría un enfrentamiento con las familias y acompañantes, registrado por las cámaras de la innumerable prensa convocada. Guillermo Elías Iglesias López, hijo de Guillermo Iglesias Ramos, minero atrapado y fallecido en la mina de Pasta de Conchos, refiere que el signo de más en la escultura es también una cruz, “la que hemos cargado durante mucho tiempo”. Nuestro antimonumento, indica, “significa que aquí estamos y queremos con nosotros a nuestros familiares, además de justicia y castigo a los responsables”. De acuerdo con el informe El carbón rojo de Coahuila: Aquí se termina el silencio, en la región carbonífera de Coahuila, desde el año de 1900 han perdido la vida tres mil 103 mineros en explosiones y otros siniestros causados por negligencia de las empresas. Un dato a destacar es

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que, de ese total, los únicos cuerpos que no se han recuperado son los de trabajadores de las minas operadas por Grupo México. Iglesias López pertenece a una familia del carbón. Su padre siempre trabajó en una mina y él es ingeniero minero metalúrgico, perito en minería, topografía y geología. Su madre falleció un año después de la muerte de su padre en Pasta de Conchos, pues, dice, “no aguantó el dolor”. Nada para ellos, ni para las otras sesenta y cinco familias, volvió a ser lo mismo. Del gobierno es el subsuelo, dice, “pero de nosotros son los restos de nuestros seres queridos”. Explica Guillermo que el antimonumento es para los familiares de los mineros “materia de lucha, queremos que Pasta no sea un precedente sino que sea luz hacia el gobierno y hacia aquellos trabajadores y empresarios de que la seguridad en las minas es prioritaria”. El 65+, señala el ingeniero, “es para decir que hubo una negligencia y que se las vamos a recordar siempre, es para decirle al nuevo gobierno de López Obrador que todavía están ahí nuestros mineros”. El pasado primero de mayo, en ocasión del Día del Trabajo, el presidente anunció que se iniciarían trabajos de rescate de los sesenta y tres cuerpos l GMR

Si nos lo quitan, pierden; y si no, también

E

n la colocación de todos los antimonumentos se reparte una postal con un fotomontaje de cómo se verá terminado y, en el mismo momento de su instalación, circula una petición en la plataforma Change demandando que las autoridades no lo quiten, pues aunque la comisión de monumentos de Ciudad de México decide qué se puede poner y qué no en las calles, aquí se encuentra frente a hechos consumados. Pero el riesgo persiste, así que como la noche de la instalación se considera definitoria para su permanencia, se monta una guardia que vela el antimonumento hasta el día siguiente, encabezada por la Brigada Humanitaria de Paz Marabunta. Entre los pocos rostros visibles en las instalaciones, aparte del de los familiares de las víctimas, están los de los integrantes de Marabunta. Miguel Barrera, cabeza de la brigada invitada a participar en la seguridad y mediación durante la colocación de los cinco antimonumentos, cuenta que desde el inicio, aunque preocupados, todos los integrantes del colectivo se entusiasmaron con la iniciativa. Su tarea consiste en organizar un cordón perimetral de seguridad en el espacio elegido para la instalación. “No sabemos nunca cuál será la respuesta de la policía”, por lo que la tarea principal es cuidar la instalación y evitar la confrontación. “Hacemos un ejercicio de mediación con la policía para que se respete el derecho a la manifestación y a la libertad de expresión permanente”, y aunque cada caso ha sido distinto, no se ha registrado violencia institucional grave. Los principios de Marabunta, explica Miguel, se apegan a los derechos humanos y, al mismo tiempo, a la urgencia y el reclamo legítimo. Para la instalación, Marabunta diseña su propio protocolo

de seguridad y delinean la mediación y la negociación con la fuerza pública. Pero todo lo demás, indica, “también para nosotros es sorpresa”, así es que cuando la Secretaría de Seguridad Pública les pregunta qué esta pasando, ellos responden la verdad: no saben. “Pero les pedimos que aguanten, que todo es pacífico, que envíen a alguien para hacer el diálogo de concertación.” Para Miguel estas instalaciones no son clandestinas sino “reservadas” y por cuestiones de seguridad se realizan de manera sorpresiva, pues se trata de ejercer un derecho y de evitar que lo prohíban. “Nosotros dialogamos con la policía y les hacemos ver la situación, pues regularmente cuando llegan ya están trabajando en la instalación, y lo que se tiene que evitar es una confrontación. Las cosas se llevan al punto de que si lo quitan, pierden; y si no, también, pues es una interpelación permanente.” A las guardias, que pueden ser de uno o más días, se queda el colectivo Marabunta, los familiares y activistas. Se prepara comida y generalmente se toca música. Se llevan cafeteras, sillitas, velas, lámparas, tiendas de campaña, radios de comunicación y buenas cobijas, porque de pronto llegan el silencio y el frío de la madrugada. “Todos nos quedamos porque se trata de un reclamo social y el antimonumento se vuelve un patrimonio de abajo”, dice Miguel. No ha faltado la visita de un político madrugador que visita la vigilia y pregunta en qué puede ayudar; o la llegada de personas en situación de calle que se acercan para tomar café y aprovechar el calor de la fogata. “Es su espacio nocturno y cuando nos ven ahí por primera vez no saben qué está pasando”, cuenta. Les explican, entienden de qué se trata, se quedan en la guardia y en ese

Foto: La Jornada/ Luis Castillo

momento se apropian también del antimonumento, lo hacen suyo y lo cuidan.

Servir (y defender derechos) para sanar

La Brigada Humanitaria de Paz Marabunta es una colectividad conformada por jóvenes en su mayoría que han estado involucrados en situaciones de violencia, en consumo de drogas, o de delincuencia. “Acá decimos que la mejor forma de sanar es servir, pues si sirves y defiendes los derechos tuyos y de otros tienes una sensación mágica de cumplir con el deber.” Hacen ejercicios de contención, pues les toca dialogar con quienes han sido sus enemigos: los policías, “y ahora no podemos decirles ni una grosería, sino al revés, demostrarles que vamos a resistir demostrado que la paz es posible. Somos la banda resguardando a la banda”, concluye Miguel.


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FILOSOFAR EN AMÉRICA LATINA: PALABRA Y TRADICIÓN PROPIAS Logos guaraní. Apuntes de pensamiento ético-político paraguayo, Cristian Andino, ceaduc , Paraguay, 2019.

Orlando Lima Rocha ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

HABLAR DE FILOSOFÍA desde ámbitos no occidentales, aunque sí hoy hegemónicamente occidentalizados, ha sido una cuestión no sólo discutida sino también disputada. Filosofar desde la marginación y la barbarie, para decirlo con Leopoldo Zea, no implica siempre filosofar desde situaciones de colonizados. El propio mundo hegemónico occidental tiene sus márgenes históricamente imperiales, como el caso inglés o el ruso. Por lo cual, es preciso dejar claro que nos referimos al filosofar no occidental marginal, bárbaro y colonizado, sino al que emana desde el grito de los condenados de la Tierra, en el mejor sentido fanoniano del término, y que denota las situaciones de poder de dominio como centrales en la propia práctica de validación de lo filosófico en su seno. En este sentido, la obra del filósofo Cristian Andino es expresión del pensamiento bárbaro, marginal y colonizado que padecemos en nuestra

América y, trascendiendo tales circunstancias, pone en cuestión su propia realidad, lema y objetivo de todo filosofar. Se trata de un planteamiento anticolonial que busca en la propia tradición y legado la expresión propia de su ser y acontecer a partir de la memoria del mundo guaraní como núcleo y de la filosofía latinoamericana como horizonte de reflexión. Logos guaraní es, pues, una obra con reflexiones sustanciales y decisivas para poder mirarnos a nosotros mismos en nuestras diversas realidades, repensar y problematizar la propia identidad como latinoamericanos. A partir de tres apartados, Andino muestra la fecunda relación entre mito y logos que existe en la condición humana. Logomítica, como la llamó ya el recién fallecido filósofo Lluis Duch al apelar al costado mítico de todo logos y el logos de todo mito, que constituye todo núcleo utópico en su senda de trascendencia de lo real y que configura las luchas por la liberación por un futuro digno desde las huellas y demandas reprimidas y oprimidas de los vencidos de la historia. De allí la pertinencia de la palabra guaraní como memoria y vínculo de la propia tradición y legado, concretizado en un pensamiento que es fruto y fuente del filosofar paraguayo mismo, y sostiene las distintas formas de resistencia (oral, escrita, corporal) desde núcleos ético-políticos que plantean la lucha por la realización del ser humano como sujeto y protagonista de su propia historia. Parafraseando al filósofo y humanista Miguel León-Portilla, en un capítulo postreramente añadido a su célebre Visión de los vencidos, podemos decir que la obra de Andino (y muchos otros intelectuales que lo han precedido y lo acompañan) es una luz de esperanza para nuestra América, no es ella regalo sino palabra y consecuencia de la acción de quienes buscan ser ya dueños de su propio destino. De eso justamente se trata: de trastocar los paternalismos coloniales y colonizantes sin idealizar las culturas, sino situarlas históricamente en su diferencia identitaria, no solamente con reconocimientos jurídicos que, acatándose, no

se cumplan, sino fortalecerlas con una apertura relacional entre toda la sociedad en su conjunto en los planos colectivo, jurídico, político, económico y ecológico. De allí que sea necesario, además, realizar, para una integración en y desde la diferencia, elementos como la relación lingüística efectiva (más allá de bilingüismos o plurilingüismos vacuos) que apuntarían a una apertura no sólo elitista, sino plenamente etnocentrista de la cultura dominante. Puede decirse por ello que es necesario fortalecer la nacionalidad de cada cultura en apertura histórica y social con las distintas y diversas culturas, fortaleciendo así nuestra propia identidad como seres humanos, fincada en la diferencia y pluralidad de cada uno como condición de nuestra convivencia política y nuestro ser humanamente existente en equidad e igualdad de condiciones. Ahí radica un punto esencial del pensamiento ético-político paraguayo que nos marca Logos guaraní. De este modo, con la memoria como núcleo y horizonte identitario, así como la palabra, el logos de lo propio, es que Andino plantea la utopía misma de todo filosofar: el problematizar desde la propia dignidad humana como presupuesto fundamental de un sujeto valioso que busca siempre la libertad y resistir ante embates coloniales (y aún autocoloniales) que lo aherrojan y ocluyen su propia autoría histórica. La obra de Andino busca así tenernos a nosotros mismos como valiosos y conocernos, pues justamente precisamos reconocer que el primer elemento esencial de todo pensar es la consideración propia de nuestra humanidad y de nuestra realidad. Con ello, mirar lo que somos en nuestro presente y actualidad, lo que hemos sido y buscamos ser desde nuestra realidad mítica y utópica (así como desde las diversas expresiones simbólicas de la humanidad) fincada en la oralidad; palabra que es expresión insoslayable de nuestro propio ser y que, en el caso de Logos guaraní, se convierte en un horizonte fundamental y concreto sobre nuestra humana condición 

EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO

SOSTENER LA PALABRA: NUEVA LITERATURA DE COSTA RICA

Xabier F. Coronado


Arte y pensamiento

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Las rayas de la cebra / Verónica Murguía

Y no se hincan NO PUEDO CON el calor. A pesar de que mi madre es yucateca el calor nunca me ha gustado, y en mayo menos, porque llueve poco. El sol sí me gusta. La primavera y el verano en esta ciudad tienen una luz muy hermosa y los días largos son tranquilizadores, amables. Pero el calor echa a perder todo, empezando por la fruta que uno compra en el mercado. Los yucatecos, además, tienen un montón de recursos que nosotros no usamos: la siesta, la hamaca, el ventilador y como dicen ellos, “el clima” (o aire acondicionado). Además, se visten de forma diferente. A diferencia de los chilangos, no usan chamarra ni medias todos los días. La ubicuidad de sandalias y huaraches, tan escasos por acá, revela que los yucatecos poseen una sintonía más racional con su clima. Si le sumamos el ritmo acompasado de la vida que hay por allá, la cosa se pone mucho más agradable. De la arquitectura, mejor ni digo nada. En Yucatán las casas, ricas o pobres, son frescas y hay muchas hermosísimas. Aquí, una casa fresca en verano y caliente en invierno es algo muy raro. La ciudad está infestada de construcciones nuevas, todas inadecuadas y caras. La fatalidad quiso que yo fuera chilanga y es un destino que acepto sin reservas, aunque cada día haya más coches. La cdmx es mi país, más que los Estados Unidos Mexicanos: tiene el tamaño y la

densidad poblacional de una nación pequeña, sus propios usos y costumbres, su propio y asfixiante clima. Escribo desde un pequeño departamento en la alcaldía de Coyoacán. Me arde la nariz y me duelen las anginas, pues el aire no sólo está caliente: está seco, lleno de ozono y flotan en él millones de partículas indescriptibles —caca de animales y de gente— que entran en los ojos y provocan la aparición de perrillas. La noticia de los incendios cercanos me hace sentir extrañamente oprimida. La de los incendios lejanos y horribles me apabulla. Ayer, en la radio, escuché un breve reportaje sobre las cifras de emergencia que ha obtenido la ipbes (Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Ecosistemas). Hay un millón, un millón de especies en peligro de extinción. Sinceramente, yo no quiero vivir en un planeta así, devastado, árido, caliente y sin fauna ni flora. La única fauna seremos los humanos, las cucarachas, las moscas y la flora estará constituida por eucaliptos y otras especies tan depredadoras como nosotros. En el mar sólo habrá algas microscópicas y los tiburones habrán desaparecido dentro de las barrigas de los gourmands chinos.

Ah, los chinos y su incontrolable voracidad por el consumo de animales en peligro de extinción. Su ingente producción de contaminantes. Su desenfrenada demografía. Los japoneses, escasos pero aficionados a la carne de delfín y de ballena. Caray. Mejor no le sigo por aquí: es una vereda llena de disgustos. Sólo en 2019 las temperaturas inéditas, los incendios forestales, las tormentas que han arrasado la India, el huracán Michel en Panamá, Wutip en Asia, los millones de damnificados en África, son la evidencia de que el planeta está cambiando y los científicos, de forma unánime, han dictaminado que la causa son acciones humanas. Lo que podamos hacer de forma individual es inaplazable. Conozco a muchas personas —casi todas mujeres— que toman las medidas que están a nuestro alcance: usan los menos plásticos posibles: reciclan; cuidan en agua como beduinas y las más temerarias andan en bici, actividad muy riesgosa en esta ciudad. Pero quienes pueden hacer más son los gobiernos y las trasnacionales. Campañas educativas: urge una nueva perspectiva de lo que significa la sobrepoblación en un planeta donde los recursos se acaban; acercar los métodos anticonceptivos a las personas y por caridad, amar un poco menos el propio adn y más al prójimo que ya está en el mundo. Creo que en México, este tema debe tener más presencia en la agenda política. O nos llevará la tempestad 

La otra escena / Miguel Ángel Quemain

quemainmx@gmail.com

Teatro para niños en Carretera 45 MARTINA Y LOS hombres pájaro es un montaje con enorme carga de energía e imaginación escénica. No es la primera vez que esta obra de Mónica Hoth tiene una lectura brillante y conmovedora. Estructurado con una gran carga poética, su fuerza climática está en el sueño y en las imaginaciones que prefiguran un mundo onírico adulto, conformado en la escucha y los temores de quienes han crecido y en el cual convertirse en una persona mayor no ha traído consigo suficiente dicha: “Martina es una niña valiente que vive junto con su madre en un municipio de la periferia de Ciudad de México. Su padre ha migrado –como muchos– en busca de algo mejor para su familia, convirtiéndose así en un ‘hombre pájaro’. Después de un tiempo sin saber nada de él, Martina decide ir a buscarlo, pues sospecha que una bruja lo tiene atrapado en una jaula.” Efectivamente, se echa andar toda una dinámica de gran solvencia onírica, sostenida en el texto y sus sugerencias, pero en la mayoría de los montajes se ha aceptado el reto de desbordar la imaginación en un pasaje en el que Martina tendrá que luchar con dos sujetos de apariencia agresiva y acosante: se trata de una especie de personificación de un pollero ensombrerado y un lobo, por supuesto de larga cola y orejas, que se las sabe todas y tiene las preguntas precisas para perfilar a una joven valiente y confiada que también se enfrenta a la bruja y

termina en el pozo de una pesadilla de la que su madre la salva. Tanto Martina como su madre comparten distintos niveles de espera aunque en una, la madre, haya una dosis de resignación y pasividad que contrastan con la rebeldía amorosa de Martina, quien no quiere cruzarse de brazos ni quedarse a esperar mientras se endeudan y se endeudan, seguras de que el padre y esposo regresará a saldarlas, lo cual sólo les garantiza una sobrevivencia penosa que, en el caso de Martina, tiene un componente de esperanza adicional, pues espera que su padre cumpla su promesa y regrese con la bicicleta que le prometió en la despedida. Martina será uno de esos infantes felices de manera precaria pero que pudieron reconciliarse con su esperanza angustiada, en la vivencia de una madre que le dice a su hija que es de mujeres esperar, es de mujeres el silencio, es de mujeres la resignación, es de mujeres anticiparse al duelo, es de mujeres introducir esos valores en el corazón de sus hijas, en quienes la resistencia es la salida viable de un mundo petrificado por certezas esclavizantes –y espero que algún día anacrónicas. Fascina el contacto con el público que son capaces de lograr la madre (Alhelí Abrego) y Martina (Odett

Méndez), las actrices que me tocó ver, porque es una compañía que alterna su elenco hasta el 2 de junio, sábados y domingos a las 13 horas. Además de ellas, están en escena Sofía Beatriz López, Enrique Flores y Emiliano Yáñez. Dirigido por Ricardo García Luna con sabiduría y sin grandilocuencia, este trabajo juega con la posibilidad de resignificar a sus personajes con una intensa interpretación y con la fijeza de una especie de marioneta no articulada, que acompaña al actor colocado detrás de la imagen tamaño “natural” del personaje representado. Conmueven el profesionalismo y la voluntad de trabajar primero y cobrar después (aunque sea un mal endémico y no sólo de México, esa consideración marca a quienes viven del presupuesto y quienes se lo merecen y se ganan la credibilidad y el aprecio de quienes sí los valoran como una opción artística). El dramaturgo y director, Enrique Olmos de Ita, me comenta gentilmente en un correo que el término “teatro infantil” ya entró francamente en desuso y que se utiliza “teatro para la infancia o para niños y jóvenes”. Suspicaz, recurro a Juana Inés Dehesa, quien hizo un postgrado en Estados Unidos que le permitió revisar una bibliografía enorme sobre el tema, y me dice: “el problema es si el receptor asume ‘infantil’ como poco complejo. Teatro para niños se ha vuelto un género: literatura infantil y juvenil, igual que children’s literature o chlit”. García Luna dirige IngeniEscena que produce este montaje que tal vez convenga llamar teatro para niños y que ahora también sucede en Carretera 45. Está en nuestra mano la posibilidad de su continuidad 


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Arte y pensamiento

Prosaísmos/ Orlando Ortiz

El maravilloso Fortún PARECERÍA EL NOMBRE de un mago o prestidigitador, pero en realidad Fortún fue el seudónimo utilizado por Francisco Zarco para firmar algunos de sus escritos periodísticos. Zarco es una especie de “Santo Patrono” de los periodistas, no obstante sospecho que muy pocos conocen su obra y se reducen a repetir lo que de él se ha dicho desde el siglo xix. Tal vez, algunos reporteros, redactores y articulistas, deseosos de averiguar el motivo de su fama, se aproximaron y leyeron algunas páginas de la, para muchos, su obra magna: Historia del Congreso Constituyente de 1857. Seguramente se asombraron de la increíble capacidad de Zarco para la ahora llamada crónica parlamentaria. Sin embargo, su pluma se deslizó por variadísimos senderos, a cuál más rico, y siempre con fortuna. Así, encontramos artículos, ensayos, crónicas (no sólo parlamentarias, también de costumbres y “tipos” —sus “tipos” son muy diferentes a los de Los mexicanos pintados por sí mismos, en la que colaboraron varios autores de la época—, casi siempre con un tinte sardónico producto de una capacidad agudísima de obserFrancisco Zarco

vación). La perspectiva siempre es la del liberal de cepa, preocupado por el destino de México y los mexicanos, y puntualizo que en este “mexicanos” están comprendidas fundamentalmente las “mexicanas”. Comenzó a incursionar en el periodismo a los veinte años de edad, en 1849; y poco antes de morir pensaba ordenar y publicar sus obras más importantes en cinco volúmenes (1. Ensayos morales y descriptivos, 2. Ensayos biográficos, 3. Artículos de costumbres, 4. Crítica y 5. Artículos políticos y ensayos polémicos), proyecto que no pudo consumar, pero más de cien años después, Boris Rosen Jélomer compiló sus obras completas, que sumaron veintidós volúmenes y fueron publicados por la fundación del ingeniero Jorge l. Tamayo. Pero desde 1844, cuando apenas contaba catorce años, comenzó a desempeñarse como traductor de inglés y francés en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Sus inicios fueron prematuros en el ámbito político, y lo hizo con tanta eficacia y brillantez que sólo tres años después (1847), durante la intervención estadunidense, fue nombrado Oficial Mayor Interino del Ministerio de Relaciones Exteriores, y la junta de gobernadores lo nombró su secretario. (Es bastante conocida la anécdota de cuando en una de esas reuniones, encabezada por Melchor Ocampo, para averiguar su disposición para colaborar con la defensa del país, el gobernador de Querétaro

expresó que no tenían más que un cañón viejo, y Melchor Ocampo dijo: “Anote, señor Zarco, que Querétaro contribuye con la carabina de Ambrosio.”) En 1850 se inicia como periodista en El Demócrata, firmando como Fortún; después firmaría con su nombre o la inicial del mismo (f). En esa etapa, como Fortún, quizá escribió los textos más irónicos, agudos, atrevidos, mordaces, dirían algunos, pero al mismo tiempo los más libres. Su crítica no se queda en la superficie, es a fondo, producto de su enorme capacidad de observación y análisis. Por si fuera poco, a eso se suma la eficacia y tersura de su prosa, de una calidad expositiva sorprendente y equilibrada, pues para nada se siente inflada ni pretenciosa. Esto es en general una característica de los escritos de Zarco. Por otra parte, de su inteligencia y escrupulosa y amplia formación dan cuenta sus maravillosos ensayos de crítica, como el discurso que pronunció cuando tomó la presidencia del Liceo Hidalgo, que integraban los más destacados literatos mexicanos de la época: Discurso sobre el objeto de la literatura, al que yo sumaría su texto “El Poeta” y “La misión de la crítica literaria”, por mencionar algunos. Sus estampas costumbristas son maravillosas, pero como dijera Guillermo Prieto en una ceremonia luctuosa celebrada en el Liceo Hidalgo (murió a los cuarenta años), no le atraían las costumbres populares, sino los vicios de la alta sociedad y la de medio pelo, porque “no sentía estremecido su quicio con el columpiar del castor de una china ni había tomado gusto por el sabor picaresco de un verso de jarabe...” Con todo, sus escritos son espléndidos 

Monólogos compartidos/ Francisco Torres Córdova ftorrescordova@gmail.com

Sábanas limpias POR FIN LLEGÓ. Se detuvo en el pequeño pasillo de la entrada y se recargó en la puerta que acababa de cerrar. No prendió la luz. Larga la ciudad que lo seguía colgada de sus hombros y en los pies punzando su deriva cotidiana, inclinada un poco la cabeza, los ojos entornados, apretados los dientes y el oído alerta apenas para no caer. Miró la oscuridad con destellos de la calle en la ventana sin cortina, luego las sombras tendidas en el dorso de los muebles, temblorosas y dispersas en el piso, el silencio ovillado en los rincones y el polvo sumando soledades a la casa. Era un espacio pequeño y suficiente para el cuerpo de su edad y los nudillos deformes de los años. Ya no volvía de alguna parte, sólo llegaba y nada más. Entró en la habitación y se sentó en la orilla de la cama. Se quitó los zapatos. Se quitó la ropa. Se lavó la cara. Hacía tiempo que había dejado roto en los espejos su deseo, o eso quería su pensamiento, y los espejos se quedaron ciegos, mirando solos hacia adentro su vacío, inertes las trizas de su luz si alguna todavía. Hacía tiempo que había dejado en la mesita de noche las nostalgias de futuro que traman los insomnios, lo que haría que ya no, lo que no hizo que ya tampoco y para qué, y se quedaba inmóvil, envuelto en un presente

mudo y soberano hasta dormirse, conforme en ausentarse de lo propio y también de lo demás, sometido con gusto resignado a un mórbido letargo. En el perchero del armario oscilaba delicado el brillo astroso de sus prendas; en la pared el paso indiferente de la calle, urdiendo sus ruidos y distancias o amarrando sus navajas a los recios tobillos del destino. Todo estaba en otra parte y él apenas en el soplo imperativo de su cuerpo, en la terrosa rutina de su ser. Abrió la cama y con esfuerzo se metió bajo las mantas. Antes de salir esa mañana había puesto sus únicas sábanas limpias y también lo había olvidado. La tela fresca le envolvió los pies, el ardor venoso anclado en las rodillas y los muslos, cubrió su pecho levemente hendido y se extendió en su espalda. Cerró los ojos. Muy despacio empezó a mover las piernas de un extremo a otro de la cama. Las puntas y lisuras de la tela rozaban los huecos y pliegues de su cuerpo, enfriaban su vieja soledad, incitaban el olvido de su amor en el mundo afuera y en los ecos de su voz, y al filo de sí mismo otra vez le daban textura al tacto y sentimiento de su piel. Poco a poco entonces su tiempo anquilosado alcanzó la hondura de otro cuerpo que sólo vislumbró y no supo si estaba en su memoria: “Cuerpo, recuerda”, se dijo, y

abrió los ojos que el techo ya no pudo contener: “[…] esos deseos que por ti/ brillaban en los ojos claramente/ y temblaban en la voz ‒y que algún/ obstáculo fortuito impidió./ Ahora que ya todo está en el pasado,/ casi parece que a esos deseos/ te entregaste ‒cómo brillaban,/ recuerda, en los ojos que te miraban,/ cómo por ti temblaban en la voz, cuerpo, recuerda.”* Desde el centro mortecino de su casa varada en la distancia de la calle, de siglos atrás y los que faltan, subieron a sus ojos esos ojos que alguna vez así lo vieron y salvaron; y los propios ojos con que así miró y entonces acaso fueron salvación: “Te acompaño, mi dios, esposo mío./ Es delicioso bajar al río/ y hacer lo que me pides./ entrar al agua, bañarme frente a ti.// Te dejo ver mi belleza/ bajo el lino delgado de la túnica,/ empapada en esencias,/ impregnada de aceites.// Por estar contigo/ me sumerjo en el río y salgo/ con un pez rojo en las manos./ Es feliz entre mis dedos./ Me lo pongo sobre el pecho.// Oh, mi dios, esposo mío./Ven, y mira.”**  *“Cuerpo, recuerda”, fragmento, c. p. Kavafis, versión de Francisco Torres Córdova. ** Poema del antiguo Egipto (entre 1580 y 1085 aC), versión de Francisco Segovia.


Arte y pensamiento

LA JORNADA SEMANAL 19 de mayo de 2019 // Número 1263

15

Bemol sostenido/ Alonso Arreola @LabAlonso

Robo a Café Tacvba, segunda parte

MÁS QUE UNA segunda parte, estas líneas buscan ser complemento, diálogo con las que Joselo Rangel (miembro de Café Tacvba) publicara el 10 de mayo en su columna Crócknicas marcianas del periódico Excélsior, bajo el título “Robo”. Allí cuenta cómo recibió la noticia de un atraco reciente y nos menciona como testigos de su reacción, pues estábamos juntos esperando a despegar en un avión. Efectivamente fue una situación extraña pues si en algún sitio se está inutilizado es, precisamente, allí. Probablemente lo sabe nuestra lectora, nuestro lector: hace dos semanas fue robado todo el instrumental y equipo del grupo de rock mexicano Café Tacvba, en la carretera Puebla-Veracruz, cerca del llamado Triángulo Dorado (al momento de escribir estas palabras no había aparecido aún). La noticia creció en las redes y noticieros con rapidez, pues la comunidad musical y artística se solidarizó ante el hecho. Tal como pasara en otro momento con Molotov, ahora le tocó a los tacubos la mala suerte de participar en las estadísticas que, como dice Joselo en su texto, suman quince camiones desaparecidos al día en esa zona huachicolera. Lo relevante para quien esto escribe, empero, no fue el suceso en sí –tristemente normal en nuestro país– sino

la manera como reaccionó nuestro colega. Efectivamente y como se dice en la columna, Fernando Rivera Calderón también estaba sentado con nosotros en el avión que nos llevaría a León (fuimos invitados a su feria del libro), aportando datos curiosos a propósito del Duende Bubulín, cuando cayó la llamada telefónica informando del asalto. Todo transcurrió como lo recuerda Joselo, salvo algo importante: cuando terminó de hablar con su mánager se echó a reír mientras nos contaba lo sucedido. Y no, no era una risa nerviosa. La verdad sea dicha, era el reflejo de una resignación tranquila y sabia que nos hizo pensar en la manera como nosotros nos relacionamos con nuestros propios instrumentos musicales. Ciertamente, Joselo nos preguntó si habíamos sido robados en alguno de nuestros conciertos o camerinos al paso de los años; si alguna vez alguien había hurtado bajos a los que nos uniera una historia especial. La respuesta fue negativa. Hemos tenido suerte pero, hay que decirlo, también hemos sido obsesivos. Hace tiempo decidimos que seríamos soldados: nunca nos separaría-

Café Tacvba

mos de nuestro “fusil”. Por ello, si viajamos para dar un concierto, en la medida de lo posible, no nos separamos del instrumento ni un solo minuto. Lo que sí nos ha pasado, en cambio, es que por descuido algún asistente de escenario nos rompa un bajo al dejarlo caer. Y como bien dice Joselo, eso duele porque en estos muebles maravillosos están encerradas canciones e ideas musicales listas a ser develadas por nuestra inspiración. Les debemos mucho de lo que somos (aunque la creatividad no deba depender de un objeto, por querido que sea). Compañeros de viaje, los instrumentos pueden y deben seguir sonando más allá de nosotros. Eso también es verdad. Su tiempo de vida nos supera si son bien cuidados. ¿Recuerda la película de El violín rojo? ¿O el libro Historias de un violonchelo de Carlos Prieto? ¿O el documental La guitarra vuela, a propósito de Paco de Lucía? Son muchos los casos de instrumentos que cambiaron de manos para continuar participando de la belleza musical, cabalgando al Tiempo que nos abandona segundo a segundo. Dicho eso y para terminar, si los amigos de Café Tacvba no encuentran pronto sus instrumentos por lo menos deseamos que la magia que hicieron con ellos siga latente en cuerdas, metales y maderas inspirando a quienes –sin conocer el tránsito turbio que pasaron para llegar a sus manos– vuelvan a darles sentido aéreo. Pase lo que pase, un abrazo solidario por el robo a Joselo, Quique, Rubén y Meme, pero también un abrazo festivo por sus treinta años juntos conquistando triunfos y superando retos mucho mayores. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos 

Cinexcusas/ Luis Tovar

@luistovars

Palabras abiertas para Javier Valdez ESCRIBO ESTAS LÍNEAS el miércoles 15 de mayo de 2019, es decir, justamente cuando se cumplen dos años desde que, a balazos, quisieron obligarte al silencio. Es preciso decirlo sin eufemismos ni atenuantes: convencidos de que sólo quitándote la vida podrían quitarte la palabra, aquel día te asesinaron a sangre fría, a plena luz del día, enfrente de todos y seguros de que saldrían impunes. (Da mucha rabia y provoca una enorme impotencia reconocer que, en esto último, la impunidad, aún siguen saliéndose con la suya, esperemos que no por mucho tiempo más.) Te mataron porque les estorbaba, les entorpecía, les molestaba –profundamente– tu trabajo periodístico, tu profesionalismo, tu persistencia para denunciar su barbarie, sus negocios turbios y sus métodos inhumanos, sus nexos inconfesables y su infinita indiferencia respecto del derecho a la vida y la dignidad; todo eso en lo que consiste parte esencial de tu trabajo, al que debe acudir cualquiera que tenga verdaderas intenciones de comprender a fondo la situación, causas y consecuencias incluidas, en la que nos han sumido al menos los últimos dieciocho años de nefasta colusión entre dos tipos de delincuencia, de la que tanto nos está costando y nos costará salir. Pienso en los libros que publicaste, todos indispensables pero, por la razón que de inmediato

quiero explicarte, sobre todo recuerdo en este momento dos: Los morros del narco: historias reales de niños y jóvenes en el narcotráfico mexicano, y Huérfanos del narco: los olvidados de la guerra del narcotráfico. Crudos, duros, estremecedores, ni más ni menos que como la realidad a la que aluden, escritos con esa capacidad tan tuya de abordar temas y hechos escabrosos desde una perspectiva a un tiempo objetiva, cercanísima e indignada, de inmediato vinieron a mi memoria cuando veía una película que, estoy totalmente seguro, te habría gustado mucho ver, titulada Cómprame un revólver. Te preguntarás por qué, y me explico: la escribió, produjo y dirigió Julio Hernández Cordón –es ya su séptimo largometraje–, un cineasta nacido en Guatemala pero avencindado en México desde hace años, con quien también estoy seguro de que te habrías llevado estupendamente porque hay algo en lo que son muy parecidos: a ninguno de los dos les tiembla la mano para escribir/filmar lo que les nace del alma, sin importar lo impopular del tema ni lo “políticamente incorrecto” que pudiera resultar el punto de vista que adoptan –sé que si vieras

Cómprame un revólver

Las marimbas del infierno o Te prometo anarquía, por mencionar dos, estarías de acuerdo. Si pudieras ver Cómprame un revólver probablemente pensarías que así debe lucir, imaginación o realidad, ese futuro asesinado del que hablas en tus libros. La película propone un tiempo por venir que se antoja muy próximo al presente, donde todo consiste en la mera prolongación de la lógica del horror que hoy nos apabulla: quienes mandan, y en términos absolutos, a lo largo del país entero, son la delincuencia organizada y los señores del narco; la sociedad entera vive bajo la más pura y dura ley de la selva, y el tesoro/presa/negocio más escaso y codiciado no es la cocaína ni cualquier otro psicotrópico, sino la mujer… dicho más precisamente, el cuerpo de mujer. Ya podrás imaginar ese Apocalipsis, tú que con tanta precisión lo has prefigurado en tus crónicas. Para irse a fondo en la distopía, Julio decidió que la trama gire en torno a una niña que no rebasa los diez años de edad, a la que su padre –adicto, apocado, reducido a una servidumbre de la cual dependen su vida y la de ella– oculta, disfraza y trata de mantener literalmente encadenada, todo para impedir que caiga en manos de ellos. En la cinta suceden muchas más cosas, querido Javier, de las que no diré aquí nada porque esta es una carta abierta y, como periodista vas a comprenderme, no se trata de hurtarle a los lectores el privilegio de ver por ellos mismos de qué modo Cómprame un revólver es, en más de un sentido, un enorme acto de denuncia, como los que tú nos has legado 


16 LA JORNADA SEMANAL Entrevista con 19 de mayo de 2019 // Número 1263 Isabel Zapata/ Alejandro García Abreu

Isabel Zapata

Nacida en ciudad de México en 1984, Isabel Zapata estudió Ciencia Política y Filosofía, es cofundadora de Ediciones Antílope y el año pasado publicó el volumen Las noches son así. En los ensayos reunidos en el volumen Alberca vacía/Empty Pool (Argonáutica/ uanl, traducción de Robin Myers, 2019), la autora realiza un cabal ejercicio introspectivo. En esta charla abunda sobre la muerte, la escritura y la ausencia.

-¿

Escritura, enfermedad y muerte: palabras para tocar al mundo

Cómo formulaste las tres preguntas esenciales —“¿No es extraño que las cosas sobrevivan a sus dueños?”, “¿Qué se hace con la colección de diarios que contiene la vida de tu madre muerta?”, “¿Cómo contar una historia de la que sólo conoces el final”— expuestas en el ensayo inaugural “Mi madre vive aquí”? –Esas preguntas, naturalmente, no tienen respuesta. Son maneras en las que he intentado acercarme al núcleo de ciertas ausencias que están todo el tiempo presentes –¿no es eso el duelo, tener una ausencia siempre presente? He ahí otra pregunta sin respuesta. En ese sentido, más allá del ensayo que mencionas, el libro entero es un intento por contestar esas preguntas, por contar esa historia incontable. –¿Por qué en el libro las albercas son escenarios de sucesos terribles y a la vez un subterfugio literario, como se lee en el ensayo “Maneras de desaparecer”: “Me quedé mirando la alberca largo rato sin acercarme. Ella estaba abandonada. Yo vacía”? –Las albercas vacías siempre me han provocado nostalgia. Son espacios ontológicamente fallidos, por decirlo de algún modo: lugares incapaces de funcionar para lo que fueron pensados originalmente. Quizás es eso lo que las hace terribles, pero también encantadoras: a diferencia de una alberca llena, detrás de una alberca vacía siempre hay una historia, algo que salió mal. En “Burnt Norton”, el maravilloso primer cuarteto de Eliot, aparece una alberca –un estanque, en la traducción de Pacheco– que se vacía con el paso de una nube –es decir, del tiempo. Esa imagen hermosísima nos recuerda que una alberca vacía tuvo días mejores: una sensación con la que todas y todos podemos conectar en algún nivel. –¿De qué manera vinculas muerte y literatura, enfermedad y literatura: “la isla de la metástasis”, “Todo marcado por la enfermedad de sus dueños anteriores, con tumores en los pulmones y en el páncreas: quiero conservar estos objetos, pero no quiero volverlos a ver”, “Leer los libros que mamá anotó es hablar con ella, y la conversación es una forma del amor. Así fue como vencimos a la muerte”? –No sería capaz de responder cómo se vinculan estas dos ideas en general, pero más o menos sé qué puentes se

han tendido entre una y otra para mí, que he pasado largos períodos de mi vida rodeada de gente enferma. Las transformaciones de las células son también mutaciones del lenguaje, porque es a través del lenguaje que nos relacionamos con lo que nos rodea. Tocamos al mundo con el cuerpo, sí, pero también con las palabras. En mi caso, la enfermedad de personas cercanas y muy amadas me ha hecho recurrir a la literatura en busca de maneras de resistir el atropello tan violento del tiempo. Siempre sentí esos procesos de decadencia y muerte como algo injusto y extraordinario, cosas que por supuesto no son: que la gente se enferme y muera es la cosa más común del mundo, más generalizada. Pero a la vez es algo radicalmente íntimo, ¿cierto? Esa aparente contradicción me ha hecho recurrir a los libros, con la esperanza de poder abarcar esa experiencia, acomodarla a partir de ellos. –¿En qué momento decidiste reflexionar sobre la ausencia, que recorre Alberca vacía? –Todo empezó, de hecho, con una alberca vacía. Cuando mi padre murió y desmontamos su casa, nos topamos con el problema de una alberca que era demasiado caro mantener llena. Decidimos vaciarla y esa imagen fue muy significativa para mí simbólicamente, un poco por lo que te decía antes: se convirtió en un recordatorio constante de otra vida. A partir de entonces volví con frecuencia a esa alberca en mi imaginación y comencé a considerarla una especie de ruina, pero no necesariamente para mal: más bien como unos cimientos para construir cosas nuevas. Pensaba a menudo en las cosas que los paisajes conservan y las que no conservan, y este libro Alberca vacía es en parte resultado de eso. –¿Crees que la literatura permite “la posesión imaginaria de un pasado irreal”, tal como escribiste sobre Susan Sontag y la imagen en “Contra la fotografía”? –Totalmente. Me interesan los mecanismos que usamos para formar una narrativa propia. En ese ensayo que mencionas hablo de la fotografía, pero creo que también la literatura puede entrar en esa categoría de trampas, porque a partir de ella construimos recuerdos que no necesariamente son los más fieles a la realidad, pero son los que mejor nos acomodan 


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