SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 25 DE AGOSTO DE 2019 NÚMERO 1277
VIVIR BAJO EL VERDUGO:
LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER, DE MILAN KUNDERA. A 35 AÑOS DE SU PUBLICACIÓN. Marco Antonio Campos
Entrevista con Patricio Pron, Premio Alfaguara de Novela 2019 Alejandro García Abreu
Muerte, paz y concordia: el arte de Octavio Bajonero José Ángel Leyva
La cotidianidad macabra de Thomas Ligotti Ricardo Guzmán Wolffer
LA JORNADA SEMANAL
Portada: Rosario Mateo Calderón
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VIVIR BAJO EL VERDUGO: LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER. A 35 AÑOS DE SU PUBLICACIÓN Fue gracias a La insoportable levedad del ser, considerada por muchos como su obra maestra, que Milan Kundera alcanzó el pleno reconocimiento internacional, si bien previamente ya gozaba de enorme prestigio como novelista gracias a La broma, La vida está en otra parte, La despedida y El libro de la risa y el olvido. A sus noventa años de edad, el escritor checo pareciera estar en vías de ser uno más de esos autores eternamente candidatos al Nobel de Literatura, que le darían al premio más prestigio del que ellos mismos obtendrían. Así lo demuestra la obra completa de Kundera, cuya novela mayor es analizada espléndidamente por Marco Antonio Campos.
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“TODA PAREJA ES UNA ESPECIE DE ANIMAL BIFRONTE” Nacido en la ciudad de Rosario, el narrador argentino Patricio Pron es el más reciente ganador del Premio Alfaguara de Novela.
Entrevista con Patricio Pron
Mañana tendremos otros nombres, título de la obra ganadora, es la historia de amor de Ella y Él, la exploración de la ruptura de una pareja en un mundo dominado por las redes sociales.
–En Mañana tendremos otros nombres escribiste: “Él, que aún tenía –de hecho, que compartía con ella– la desaprensión y la espontaneidad de los jóvenes, le pareció evidente que, en realidad, al seducirla había actuado como lo haría un escritor de mediana edad.” ¿Cómo percibes las relaciones de poder y seducción entre géneros en el ámbito literario? –Es un tema muy complejo y particularmente es muy significativo por los acontecimientos recientes. Aspiramos a una simetría entre las personas que desde luego no constituye una realidad. Las relaciones literarias están precedidas por una asimetría entre los participantes. Esa asimetría es inherente a las relaciones, en particular cuando se producen entre un autor y una lectora, entre un autor o autora mayor y un autor o autora joven. La vida literaria, al igual que la vida social, está precedida por enormes asimetrías. Se busca el surgimiento de una sociabilidad literaria más igualitaria. La sociedad literaria es el reflejo de la sociedad en su conjunto, con sus profundas asimetrías y sus profundas desigualdades. Como sucede en las sociedades allá afuera, algunos han abusado de los privilegios que creían garantizados. Afortunadamente ahora están siendo puestos en cuestión.
Aquí el escritor conversa sobre el olvido y la memoria, la inmortalidad y los vínculos entre literatura y fotografía.
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Alejandro García Abreu ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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–Afirmas que toda pareja es una “especie de animal bifronte”. ¿Por qué elegiste la animalidad? –Pensaba en algún tipo de criatura mitológica en virtud del ideal amoroso de una pareja monógama de larga duración. El conflicto es inherente a las parejas y sin embargo no es necesariamente malo. Por el contrario, a menudo es una fuente de enriquecimiento mutuo para quienes integran la pareja, es una oportunidad de ser otros, que es uno de los temas principales del libro. A lo largo de todo el libro me refiero a la vida sexual de los insectos, que parece bastante tremenda. En algunas ocasiones me han preguntado que si se trata de un producto de mi imaginación. Pero son reales. Los personajes hablan acerca de ello porque no pueden hablar de otra cosa. El deseo está cons-
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Patricio Pron en la Biblioteca Nacional de España. Foto: Mauro Rico. Ministerio de Cultura de la Nación.
ciones sexuales que antes, y a la vez los índices de soledad no dejan de aumentar en la sociedad de acuerdo con las estadísticas. La disociación absoluta entre el sexo y el apego –que constituyó el proyecto de la generación que perteneció a la llamada liberación sexual, esa especie de conmoción que se produjo en torno del ’68– proyecta su sombra sobre nuestra vida práctica. Con aplicaciones como Tinder las personas tienen relaciones sin crear una intimidad específica, que implica un conocimiento exhaustivo de la persona. Tal vez el gran inconveniente de nuestra época es que se nos haya ofrecido una gran cantidad de sexo pero escaso apego, muy poca intimidad. –¿De qué manera relacionas daño, miedo y literatura? –El daño es lo que caracteriza a los personajes y al resto de nosotros. En realidad es la percepción de padecer un daño reiterado e impreciso que deberíamos evitar. Como bien dices, otro de los temas centrales de la novela es el miedo, que está estrechamente relacionado con el daño. Pero los personajes aprenden algo que los salva de la incertidumbre. –Él afirma que el recuerdo garantiza la única forma de trascendencia. Ella asevera que la obra permite “vivir” después de la muerte. ¿De qué manera percibes el olvido y la memoria? –Los personajes evidentemente deberían olvidar. De hecho se proponen olvidar en algún sentido para librarse de la pesada carga de los recuerdos, para tener nuevas experiencias. Sin embargo, no pueden hacerlo. No pueden dejar de pensar en el otro. Quizá sería magnífico que fuese posible olvidar tan sólo por un rato. O tal vez olvidar sólo lo malo, pero en realidad casi todo lo malo que ha sucedido en la pareja es complementario de lo bueno que también ha ocurrido. Es difícil establecer esa distinción. truido socialmente, o al menos está construido en cuanto a sus limitaciones y posibilidades en relación con el otro. Los insectos carecen de esas limitaciones. –Te refieres al “idioma común” que crean todas las parejas. ¿Cómo distingues ese “idioma común”? –Es un aglutinante potente. Es algo que sólo se percibe cuando la pareja termina. Te ves desposeído de ese lenguaje cuando no puedes usar determinadas palabras o expresiones que sólo tenían sentido en la jerga privada que disfrutabas con el otro. La jerga es consustancial a la relación. Ese lenguaje existe en función del contexto reducido de la pareja y no tiene ningún sentido cuando esa pareja termina. Acaba un vocabulario común. –Ella ve múltiples fotografías. Salió unos meses con un fotógrafo. ¿Cómo vinculas literatura y fotografía? –Me interesan mucho los proyectos que han profundizado en las relaciones entre fotografía y literatura. Pienso en w.g. Sebald; también en Mario Bellatin y en Cristina Rivera Garza. Me interesan las experiencias en las que las relaciones entre texto e imagen no son de complementariedad sino de resistencia, cuando cada uno de los forma-
El conflicto es inherente a las parejas y sin embargo no es necesariamente malo. Por el contrario, a menudo es una fuente de enriquecimiento mutuo.
tos ofrece resistencia al otro y se establece en el medio una especie de estática entre los dos polos opuestos de ambos géneros. La Ella de Mañana tendremos otros nombres es totalmente visual. –Ella logra más intimidad con una amiga con la que tiene relaciones sexuales que con los hombres con los que ha estado. ¿Qué significado le das a la intimidad en la era de las redes sociales? –Parece evidente que hay una especie de paradoja. En este momento es más fácil tener rela-
–Mañana tendremos otros nombres es la vivisección de una relación y a la vez resulta el retrato del mundo contemporáneo. ¿Cómo fue el proceso de unificación del microcosmos con el macrocosmos? –Los personajes descubren que si es posible transformar cada pequeña decisión en el ámbito de la pareja hay una toma de posición política. Es posible concebir la pareja como una intervención política en la cual las decisiones no sólo están supeditadas al propio deseo o al deseo del otro, sobre todo a una cierta forma compartida de ver el mundo e intervenir en él. Eso es lo que los personajes descubren. –¿De qué manera percibes la inmortalidad, pensando en la literatura, tras reflexionar sobre la medusa Turritopsis nutricula, que puede vivir para siempre gracias a la transdiferenciación celular? –Al igual que los personajes yo creo que la única inmortalidad que conocemos es la de la medusa Turritopsis nutricula, cuya vida intelectual posiblemente sea muy limitada. La inmortalidad en el ámbito literario es un proceso específico en torno a una obra que se produce siempre y de manera continuada en el presente. Para la Ella de la novela, los edificios son las únicas formas de permanecer l
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Cuento
LA PIEDRA CÁRDENA Nosotros estamos obligados a castigar las ideas falsas como otros castigan los crímenes: con la muerte. Arthur Koestler
¡Por el cielo con sus constelaciones! ¡Por el día con que se ha amenazado! ¡Por el testigo y lo atestiguado! De las doce tribus se optó por un varón; cada uno de ellos elegiría doce piedras solidísimas que las apilarían de frente de sí mismos a la vista del réprobo. Rashid colocó las piedras de arcilla seleccionadas de los alrededores de la mezquita. Tras concluir, suspiró con aire resignado y esperó paciente. El imamah de blanca aureola por un instante tapó el sol junto con todo el calor que me quemaba. Sin embargo, nada asimiló el fuego llameante concebido en las entrañas cuando advertí que aquel en arrojar la piedra inaugural sería Rashid. Nuestra amistad había iniciado en la madrasa y con el tiempo se solidificó como lo hacen los troncos de los olivos. Días antes de cumplir con la sentencia, deseé con fervor retroceder el tiempo para sellar mis labios y evitar haberle develado el profundo amor que aún
Iván Medina Castro ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
siento por él. Era inútil. Por lo tanto, rogué a Alá el Munífico que me concediera un instante a solas con Rashid para pedirle perdón. El momento se me concedió. Nos encontramos afuera de la celda en la cual me confinaron. A la distancia se oía el cuchicheo de mis custodios que, por respuesta divina, fueron alejados de los prisioneros y, justo, mi amigo había sido asignado a mi vigilancia. La noche sin luna y sin estrellas no permitía ningún tipo de claridad; a pesar de ello, los dos en un arrebato nos abrazamos un instante, aunque para mí fue una eternidad. Rashid se desprendió de él con violencia y volvió la espalda con brusquedad, luego corrió a la zona de ejecuciones donde aún regadas por el piso yacían las piedras justicieras de la tarde, y dirigió una proclama a Alá el Compasivo. Se agachó a recoger una de las piedras de atrayentes contornos embadurnándose con sangre impura y se lamentó. Horas antes, una mujer llamada Fátima acababa de fallecer por haber cometido adulterio. Los talibanes arrastraban el cuerpo profanado de la mujer que dejaba tras de sí una estela flotante de congoja. Había llegado el día para cumplir con el fallo. Era una mañana clara teñida de tonos violáceos, de una luminosidad pacífica. Rashid se irguió y con lentitud se acercó a su amigo que esperaba en el campo de los suplicios hundido en la soledad, y de quien recibió en las manos una piedra arenisca de un rojo profundo. Rashid tragó saliva e intentó rechazarla enredándose en su turbante,
pero no pudo evitarlo. Una vez que tomó la piedra, Rashid retrocedió sin apartar su mirada de los ojos lánguidos del procesado y musitó con voz ahogada: “¡Ojalá hubiera enviado por delante mi vida por la tuya!” El castigado tenía un ojo hinchado y un coágulo de sangre sobre el labio superior; a pesar de ello, en su rostro barbado había orgullo y un cierto aire provocativo. El condenado oía un murmullo apacible que se enredaba entre la voz cálida de su amigo y las plegarias de la población: “¡Glorifica el nombre de tu Señor, el altísimo!”, hasta que esa mezcla volvióse en crescendo un ronroneo capaz de cubrir la penumbra del alba. Al ponerse el sol, se le dio la orden de inicio a Rashid. Éste se paró frente al protervo y sostuvo con fuerza la piedra otorgada, pero al volver a mirar el rostro compungido de su amigo y recordar con detalle cuando juntos pastoreaban el hato caprino en las faldas de la montaña, su corazón se desmayó y quedó sin aliento. De pronto, se alzó súbita una nube de polvo que nubló su vista, regresándole el valor y, pese a las circunstancias, la piedra arrojada cayó en la sien del acusado, dejándolo como espiga desgranada. Una vez apaciguada la tolvanera, Rashid frotó sus ojos lacrimosos contra la manga, aguardó a que su respiración se normalizara y después, con una marcha dolorosa, se aproximó a su amigo para cerciorarse de su muerte; una ancha herida rayaba su cráneo afeitado. De inmediato se prosternó y clamó a Alá el Indulgente que permitiese entrar en su jardín el alma de su amigo l
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LA COTIDIANIDAD MACABRA DE
THOMAS LIGOTTI
Acercamiento a un autor de estilo minucioso cuya intención es evidenciar el horror de la vida cotidiana en la sociedad actual, el sinsentido que está siempre a punto de mostrarse y arrastrarnos, los mecanismos invisibles que nos gobiernan y en realidad no comprendemos.
Todos los mitos de la humanidad no son nada más que espectáculo Thomas Ligotti
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acido en 1953, el narrador estadunidense Thomas Ligotti escribe sobre el horror cotidiano, a veces tan habitual, que no lo percibimos hasta que es muy tarde. Multipremiado por varios cuentos, Ligotti comprende que lo terrible está en la imaginación y no en mostrar la violencia directa. Cuentista en la mayor parte de su producción, se le clasifica como escritor fantástico por separarse de la brutalidad que impera en buena parte de la producción literaria de terror estadunidense. La repulsión del lector de Ligotti se manifiesta en la mente y no en el cuerpo, como sucede cuando leemos o presenciamos un hecho violento. Ante las películas comerciales plagadas de sangre y crueldad, la concepción de Ligotti es que el mundo es temible en tanto incomprensible pero, ciertamente, implacable. En el relato “Nuestro supervisor provisional” llega al extremo de hacer del trabajo mecánico una fuente de horror cósmico. El obrero manual que narra su experiencia se dedica a ensamblar piezas. La compañía le provee medicinas para dormir y reponerse. Trabaja en la fábrica de un pequeño pueblo. La empresa es la única opción profesional de la comunidad. Nunca ha tenido el mínimo progreso laboral, a pesar de sus sueños juveniles de ser mejor. Lleva años en esa fábrica y, cada tanto, recuerda sus pretensiones, pero las desecha y produce, entre conforme y dubitativo. Un día, el supervisor que vigila desde su oficina de vidrios esmerilados renuncia. El narrador y sus compañeros trabajadores sufren tal perturbación, que esa noche muchos recurren a las medicinas para dormir. Al día siguiente hay un supervisor nuevo que no pueden ver, pero está ahí. Cuando
Ricardo Guzmán Wolffer ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
un compañero entra para conocerlo, bastante nervioso, el resto de los ensambladores sólo pueden ver la silueta de él y cómo se aterroriza frente a lo que parece una sombra de enjambre, choca con el muro de la oficina y huye de ahí hasta salir del edificio. Esa noche muere de una sobredosis. Al día siguiente, el reemplazo es un trabajador callado pero tan eficaz que pronto obliga, en silencio, a que todo mundo suba vertiginosamente la velocidad de su labor; al día siguiente salen más tarde de trabajar hasta que, paulatinamente, viven en la factoría. Cuando el narrador renuncia por teléfono, comprende que su vida no tiene sentido y vuelve a su puesto, donde todos viven como ensambladores de tiempo completo. No hay jubilaciones y el narrador espera el fallecimiento como una salida natural, pero con el profundo temor de saber qué habrá planeado la empresa para sus empleados ya muertos. Ni la vida es nuestra, ni la defunción es descanso. Somos marionetas de esas fuerzas oscuras, tan indefinibles como el supervisor desconocido, tan inabarcable como una sombra capaz de volver loco a quien la contempla, incluso brevemente. En “Pureza” el personaje lucha con fantasmas invencibles, localizados en el ático de la casa, pero es advertido: “algunas mentes están más hechizadas que otras, ya sea por fantasmas, o por dioses, por criaturas del espacio exterior. No son reales. No obstante, son indicadores de fuerzas reales, fuerzas vivas e incluso creativas, que tu mente sólo concibe como alguna especie de espectro o quién sabe qué”. Con la mirada de Ligotti, todo puede ser el recinto de lo inentendible, de superioridad abso-
Imagen tomada de: https://en.wikipedia.org
luta sobre lo humano. Desde lo anatómico, las leyes de la física y química, hasta las relaciones familiares o sociales. En varios cuentos, la casa y el lugar de trabajo son tan inseguros como el páramo más hostil. Cuentos con finales con vuelta de tuerca, terminan por dar un personal déjà vu más profundo en el lector que la mera trama de la ficción. Su mal llamada “fantasía” convence no sólo literariamente. Bien mirado, muchos objetos y seres de lo cotidiano terminan por mostrar elementos tan ajenos al observador que resultan perturbadores. Cada cuento del autor tiene algo alarmante, pero verosímil. Sus personajes son relegados socialmente cuando exponen lo terrorífico de cuanto nos rodea, algunos son internados en hospitales siquiátricos. Si Poe plantea que el horror está adentro del hombre y Lovecraft que viene de otros mundos, Ligotti establece que el verdadero horror está en la conciencia de nuestros límites y de cómo, a pesar de estar en pleno siglo xxi, mucho de lo humano y de su entorno inmediato, en realidad, está fuera de nuestra comprensión. “Lo peculiar y lo ridículo son inmanentes y absolutos en toda existencia”. “Siempre había tenido la impresión de que mi existencia, simple y llanamente, consistía en el más atroz de los sinsentidos.” Ligotti es un autor portentoso de lectura necesaria, no sólo para los seguidores del género en el que se le clasifica, más por la necesidad de ubicarlo editorialmente que por el alcance de su gran propuesta l
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MUERTE, PAZ Y CONCORDIA
EL ARTE DE OCTAVIO BAJONERO* Relato sobre la vida y la obra de un grabador michoacano, descendiente de los pirindas, que estudió en la Academia de San Carlos, trabajó en el Taller de la Gráfica Popular y fue fundador del Taller de Grabado del Molino de Santo Domingo y del Museo Nacional de la Muerte; uno de ocho hermanos que andaba en transporte público y bebía buenos licores a la salud de la Parca, que recientemente lo halló de frente en la calle y le dio su abrazo.
José Ángel Leyva ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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ací en Charo, Michoacán, el 8 de marzo de 1940, y morí el pasado 16 de julio, 2019, a causa de un infarto, en las calles del barrio Real de Santo Domingo. Fui, y sigo siendo, hasta que el olvido no deje rastro en la memoria, artista plástico, artista multidisciplinario y un enamorado de las representaciones estéticas de la muerte. Durante decenios reuní obras de arte, artesanía y objetos industriales de carácter mortuorio con el anhelo de hallar un recinto en mi estado natal, pero la respuesta fue el vacío. En 2007, el rector de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Rafael Urzúa Macías, acogió mi iniciativa y cedió para el proyecto el antiguo Convento de los franciscanos dieguinos –desde 1973 edificio Central de dicha casa de estudios– para acoger mi colección y dar paso al Museo Nacional de la Muerte. Mi nombre completo es Octavio Bajonero Gil. Mi apellido no es, como muchos creen, de origen español, tampoco de origen europeo, sino producto de la invención y el arte. Mi abuelo paterno era barítono y bajo, cantaba en la catedral de Morelia. Un sacerdote, al parecer extranjero, comenzó a anunciar la presencia de un bajo nero: la voz de mi ancestro ligada al color de su piel morena. La gente comenzó a llamarlo así, el Bajo Nero. Cuando nacieron sus hijos fueron los hijos del Bajo Nero, y éstos recibieron su nombre musical. A mí me tocó ya ser sencillamente Bajonero.
Es tan profundo y complejo mi origen. Yo pensaba que con mi abuelo materno había terminado la llamada lengua del amor o de la reconciliación. Pero muchos años después, mientras trabajaba en mi casa de Real de Santo Domingo y escuchaba Radio Educación, se interrumpió el programa para hacer un anuncio: don Manuel García, vecino de Charo, último hablante del matlatzinca o pirinda, acababa de fallecer y con él moría una lengua. Mis humildes raíces están en Charo y mi infancia se pobló de largas procesiones de imágenes religiosas y paganas, de símbolos y expresiones culturales que fui desentrañando y amando con la edad.
Pirinda, la lengua del amor La versión de mi abuelo sobre los orígenes del pirinda es más convincente que otras. El pirinda fue un pueblo de mezclas purépechas y aztecas, otomíes y matlazincas, y cogió de todas esas etnias una parte, y así se creó un idioma que reunía el sentido de paz y de concordia, también de resistencia. Me gusta pensar que el pirinda fue la lengua del amor, de la integración y convivencia de pueblos para labrar la tierra y producir bienes para la subsistencia. Don Manuel, y no mi abuelo, era una reliquia antropológica, lingüística. Pensé, con orgullo, que soy descendiente de ese pueblo, y aunque yo no hable pirinda, esta cultura se
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Participé de manera muy activa en el movimiento estudiantil y popular de 1968 porque lo consideraba justo y pertinente. El país requería mayor democratización y apertura a nuevas formas de pensar, más libertad ciudadana. Empleamos allí todos nuestros conocimientos de artes gráficas, no sólo para impulsar la protesta mediante la elaboración de carteles, de periódicos, de mantas, de volantes, etcétera, sino también para una producción muy interesante de grabados con intenciones estéticas, en busca de originalidad. Al año siguiente, 1969, la intervención del licenciado Miguel Álvarez Acosta –además de embajador y director general del Instituto Nacional de Bellas Artes, entre otros cargos públicos, fue dramaturgo y poeta–, hizo posible la fundación del Taller del Molino de Santo Domingo, que se mantuvo activo hasta 1980, pero yo renuncié en 1974. Nombres de artistas destacados hay muchos; se me vienen a la cabeza algunos como Philip Bragar, Mario Martín del Campo, Carmen Gaitán, Nunik Sauret, Felipe Dávalos, Arturo Rivera, Flora Goldberg. Como curiosidad recuerdo a un estudiante estadunidense, que me parece que nada tiene que ver con el personaje que dirige la Casa Blanca, de nombre James Trump. Era muy avezado en el tema y mostraba enorme interés por aprender las diversas técnicas, pero me hacía sudar la gota gorda porque muy a menudo me hacía preguntas complicadas y muy específicas. Gracias a que Celia Calderón estaba traduciendo un libro sobre la gráfica, que me compartía, podía darle respuestas satisfactorias al muchacho. Cuando regresó a su país, me obsequió un libro; para mi sorpresa era el mismo que Celia estaba terminando de traducir. Sólo entonces comprendí por qué y cómo estaba tan informado.
La muerte como obsesión vital
Arriba: Octavio Bajonero, uno de los más importantes exponentes de la xilografía en México. Foto: NOTIMEX.
expresa a través de mí en la pasión por las artes plásticas, sobre todo en la gráfica, en el grabado. Alguna vez pensé que el grabado era también un lenguaje en extinción, pero me equivoqué, está más vivo que nunca, es un lenguaje en resistencia. En mi casa no hubo un poeta, no existió una biblioteca, no hubo artesanos ni santos, sólo el recuerdo de esa voz de Bajo Nero que estremecía la catedral y a su grey, la certeza de que por nosotros habla el pirinda. Cuando terminé mis estudios en Morelia nos vinimos con mi madre y mis hermanos al exDistrito Federal e ingresé a la Academia de San Carlos, donde tuve maestros extraordinarios, como Francisco Moreno Capdevila, Adolfo Mexiac, Antonio Ramírez y Mauricio Lasansky, con quien me unió tiempo después una fuerte amistad. Debo destacar de manera especial el magisterio de Celia Calderón. Ella había adquirido en Europa conocimientos suficientes para abrirnos no sólo el apetito de aprendizaje, sino también un horizonte de posibilidades creativas. Trabajé como su asistente de enseñanza en el Taller de la Gráfica Popular de 1962 a 1965.
Yo fui de los más pequeños y el penúltimo de ocho hermanos, de los cuales sólo sobrevivimos cinco. Nací tras la muerte de mi hermanita y tuve conciencia de la defunción de mis otros dos hermanos y de mi padre. Mi madre nos alejaba siempre de las ceremonias luctuosas. En ese sentido, la muerte era vista como el momento en que dejábamos de ver a las personas, casi sin percatarnos de su ausencia… la vida continuaba. No es en sí la muerte lo que nos aterra, sino el dolor, la enfermedad, el sufrimiento. La muerte no es miedo, es nada, es olvido, vacío, silencio. Perder a alguien amado, eso sí que nos duele, incluso sólo con pensarlo o decirlo. Quizás por ello la muerte sería en mi vida adulta una obsesión vital, no desde el plano del horror o el sufrimiento, desde las tinieblas, sino desde la representación del juego y la belleza, de la luz y el color. Mi primera colección fueron los libros y las historietas de Walt Disney. Viajaba hasta Morelia para conseguir ejemplares. No tenía idea de lo que significaba coleccionar, ser un coleccionista. Así, sin más, descubrí una vocación que fue dándole sentido a mi vida y a la cual se sumaron otras, como mi amor por el arte. Admiraba profundamente a los artistas michoacanos, como Alfredo Zalce. Vine a estudiar a la Academia de San Carlos y conocí a jóvenes artistas muy talentosos como el grabador Carlos García Estrada, Javier Arévalo, Leonel Maciel, quien estudiaba en La Esmeralda, y otros más de mi generación, como Benjamín Domínguez. Salvo Arévalo y Maciel, la mayoría hemos muerto ya. Como estudiante comencé a coleccionar libros de arte, en especial de grabado. Más de mil libros de mi acervo fueron destinados al Museo Nacional de la Muerte, lo mismo mi maquinaria y equipo de grabado. Mi casa fue insuficiente para contener tantos
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cuadros, objetos de arte prehispánico, de la Colonia, del siglo xix y el xx. Tuve que construir un tercer piso para albergar los objetos de arte mortuorio y la bibliografía sobre la muerte. Ejemplares únicos que valen una fortuna. Hablo no sólo de libros, sino de cuadros, esculturas, piezas prehispánicas, artesanías antiguas o modernas. Mi hermana mayor, que rebasa los noventa años de edad, no se cansa de repetir que soy un caso perdido. Tanto trabajo para conseguir una pieza, de invertirle dinero, pero sobre todo tiempo, para luego hacer trueque por otra de menor precio, pero de mayor importancia para la colección. Clasificarla, cuidarla con devoción, atesorarla y donarla. Yo soñaba no con hacerme rico, sino con hallar un santuario, un sitio donde desfilara la gente y compartiera conmigo la admiración por el arte, por la belleza y el juego que expresan artesanos y creadores a partir de su conciencia de la Parca, la Pelona, la Huesuda, la Catrina. Mi hermana tiene razón, elegí lo que no tiene precio en la vida, lo que sólo vale si nos regala satisfacción y asombro, un poco de tiempo y acaso felicidad. Nada material nos pertenece, nada será la compañía. No hay quien se le resista a la Huesuda, y no iba yo a ser la excepción. Me sorprendió, fulminante, justo durante el período en que redactaba con entusiasmo la biografía de Celia Calderón y la historia del Taller de Grabado del Molino de Santo Domingo. Cuando se abra el Museo de Charo con mi obra gráfica y el resto de mi biblioteca, las paredes de mi casa quedarán aún más pelonas y mi hijo dirá, tal vez, que su padre viajaba en transporte público, que vivía modestamente, que bebía, eso sí, buenos licores que le obsequiaban los amigos y uno que otro funcionario agradecido por la donación de sus colecciones de arte y sus libros. Es decir, que amasó bienes y los legó a desconocidos, pero a él no le heredó posesiones ni capital. No obstante, él recibirá una herencia colectiva, intangible; tal vez descubra que hay algo más valioso y sienta satisfacción y orgullo cuando le pregunten: ¿eres el bisnieto del Bajo Nero, descendiente de pirindas, hijo de Bajonero el fundador del Taller de Grabado del Molino de Santo Domingo y el Museo Nacional de la Muerte, el artista, el grabador, el profesor de muchas generaciones, el donador irredento, ese afortunado sin fortuna que te dejó la riqueza de su nombre? l *El presente texto es una libre recreación de diversas conversaciones formales e informales con Octavio Bajonero, quien debía leer antes el texto, pero lo llamó su enamorada, la Catrina.
LA JORNADA SEMANAL
8 25 de agosto de 2019 // Número 1277
VIVIR BAJO EL VERDUGO:
LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER
A 35 AÑOS DE SU PUBLICACIÓN
Un atinado panorama de la obra cumbre de Milan Kundera, el gran escritor nacido en Brno, actual República Checa, en 1929, dramaturgo, ensayista, poeta y sobre todo novelista, autor de la muy famosa La insoportable levedad del ser, cuyo treinta y cinco aniversario de publicación sirve aquí de hilo conductor para el estudio de sus personajes y las variaciones de sus temas, esencialmente el erotismo, la historia y la política. Ferviente admirador de Laurence Sterne, Rabelais, Diderot, Kafka y Ionescu, El libro de los amores ridículos y El libro de la risa y el olvido, La broma, El arte de la novela y La vida está en otra parte, son algunos de sus títulos más conocidos.
Marco Antonio Campos |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Novelas con variaciones Hace treinta y cinco años se publicó La insoportable levedad del ser, una de las novelas fundamentales del siglo xx. En algo que en una vía lo asemejaría al argentino Ricardo Piglia, Milan Kundera juega a tener en sus novelas y cuentos varias y variadas historias, regresar a ellas, circularlas de nuevo de otra manera (más señaladamente en su caso en El libro de los amores ridículos y El libro de la risa y el olvido)… A esto el mismo Kundera lo llamó variaciones, pero pudo hablar también de digresiones o apartados. Incluso a El libro de la risa y el olvido lo llamó una novela con variaciones y dijo en una entrevista que cada historia contenida en cada capítulo tenía afinidades entre sí, pero al lector no le es dable siempre hallar fácilmente, como él refiere, esa relación secreta o abierta entre las ficciones. Pese a lo dicho por él, encontramos en sus libros de narrativa, y aún más en La insoportable levedad del ser, bosquejos de ensayos o ensayos, entre otros, sobre la sexualidad o el tiempo u hechos históricos y políticos o acerca de la música o la lingüística o el kitsch, y claro, sobre lo que lleva a la mujer y al hombre a la levedad o el peso del ser. Pero los dos fértiles temas de Kundera, con los matices que se quieran, son el erotismo y la política.
Qué es la novela En una inteligente entrevista que le hizo el gran narrador estadunidense Philip Roth en 1980 que se publicaría en libro en 1994 (El oficio. Un escritor, sus colegas y sus obras), Kundera contesta: “Una novela es una larga pieza de prosa sintética basada en un argumento con personajes inventados. Esos son los únicos límites.” Para él entra todo en sintéticamente. Personajes inventados, claro, pero tomados de la realidad que el novelista
conoce muy bien y se ha adentrado muy bien, y claro, sobre él mismo. Qué son y quiénes son en las narraciones. Ignoro si las novelas de no ficción, sin personajes inventados, como las clásicas de Rodolfo Walsh y Truman Capote, serían para Kundera novelas.
Humor e influencias En El arte de la novela (1986), Kundera hace una defensa apasionada de la novela, que, desde Cervantes, ha analizado “todos los grandes temas existenciales”. Para él, Cervantes en el Quijote ha dado una soberbia lección y mostrado cómo retratar al mundo con sus ambigüedades y relatividades. En casi todas sus ficciones, al menos hasta La insoportable levedad del ser, dominan el humor y la ironía, sobre todo lo grotesco y lo absurdo. Kundera es un maestro al caricaturizar en momentos personajes o situaciones. No hay casi personaje que no se sienta avergonzado por caer en algún momento en lo involuntariamente ridículo o sentirse ridículo aunque no haya caído en ello. Por eso tal vez su magnética atracción por el Quijote, que le parece la mejor novela escrita en Occidente, y su alta estima por autores como Laurence Sterne, Rabelais (Gargantúa y Pantagruel), Diderot (Jacques el fatalista), Kafka (El Proceso y El castillo) y el rumano Ionescu. En la minuciosa y honda indagación del ser cabría pensar que el filósofo del que se sentiría más próximo sería Martin Heidegger.
Un numeroso grupo de fracasados Por una peligrosa escalera, en la cual los peldaños a veces están rotos o desaparecen, descienden de sus ficciones un numeroso grupo de fracasados y humillados. Los personajes suelen ser médicos, enfermeras, exmiembros del Partido Comunista, académicos, pintores, dueñas de galerías, músicos,
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Milan Kundera. Foto tomada del libro La fiesta de la insignificancia.
poetas, periodistas, estudiantes, policías, espías, y más abajo en la escala social, aquellos que ambicionaron muy poco o nada, como camareras, obreros y campesinos. Algunos, en su engreimiento, no perciben ni siquiera mínimamente que también son unos pobres diablos, como la mujer y la hija de Franz en La insoportable levedad del ser. Algo más: físicamente Kundera suele describir muy poco a sus protagonistas o no describirlos; a partir de su conducta y sus vicisitudes el lector debe imaginarlos y crearlos. Sobre los personajes de La insoportable levedad del ser, en el quinto capítulo, “La levedad y el ser”, que es el más rico y denso del libro, escribe: “Los personajes de mi novela son mis propias posibilidades que no se realizaron. Por eso los quiero por igual a todos y todos me producen el mismo pánico: cada uno de ellos ha atravesado una frontera por cuyas proximidades no hice más que pasar […] Una novela no es una confesión del autor, sino una investigación sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en que se ha convertido el mundo.”
El erotismo: laberinto, ambigüedad y contradicción Es uno de los dos temas sobresalientes en la novela. Uno no encontrará la llama viva de los cuerpos; sus descripciones del acto amoroso sue-
Una novela es una larga pieza de prosa sintética basada en un argumento con personajes inventados. Esos son los únicos límites.
len ser escuetas, a veces enumerativas, y otras, las da por entendidas. Importa más lo sexual que la sensualidad, como uno lo siente en páginas de novelas, cuentos y en los exaltados ensayos líricos de Albert Camus. Importan más a Kundera los laberintos, las ambigüedades, los sesgos y las contradicciones de los protagonistas en la relación de pareja, los cuales tendrán su mayor complejidad y ahondamiento en La insoportable levedad del ser, sobre todo en Sabina y Tereza, las dos mujeres más detalladas. Sin embargo, no hay ficción de él donde no se encuentre este orbe intrincado y sesgado. En su excelente novela La broma (1967), el tema principal es el cálculo de la venganza de Ludvik contra un examigo, que en la época universitaria, a principios de los cincuenta, le arruinó la vida, y el instrumento de venganza es la esposa, a la que seduce, pero en la culminación de los hechos descubre un par de cosas que hace que a su vez se vuelva grotesca, o si se quiere, que todo termine en un vodevil de película felliniana; en su novela corta La vida está en otra parte (1968), el joven poeta Jaromil, tímido e inexperimentado, con una madre grotesca y absorbente, que sueña ser un Lermontov o un Rimbaud, cae de continuo en el ridículo y, devastado por un par de relaciones sentimentales fallidas, termina suicidándose; en su novela La despedida (1973), donde casi todo acaece en un balneario, está primordialmente el abstruso triángulo entre un trompetista famoso, Klíma, casado con una bella y reconocida actriz (Kamila), y la enfermera Ruzena, quien luego de tener una aventura casual con el trompetista, se embaraza, pero todo acaba trágicamente para la enfermera por una estupidez y el azar. En esta novela hay también el amor retorcido de Olga por su tutor Jakub, con quien, al fin, un día antes de que éste deje el país, tiene la relación deseada, y hay también el triángulo de Klima, Ruzena y el joven electricista Frantisek, del que Klima sólo se entera en las páginas finales. Cuando las mujeres tienen por pareja fija un donjuán irremisible, las relaciones se vuelven laberínticas y las hacen sufrir indeciblemente. El sentimiento negativo que las ciega, las tortura y envenena, es sobre todo uno: los celos. En La despedida, es Kamila con Klíma, y en La insoportable levedad del ser, es Tereza con Tomás. Los celos van más allá del control afectivo y mental de la persona y son como un tigre que una y otra vez hiere a dentelladas el alma y la razón. Kamila es consciente de que sus celos sin control le hacen creer que el trompetista Klima es el único hombre en el mundo. En Tereza los sueños son inevitablemente el nocturno complemento de los celos diurnos: imágenes y símbolos de sus miedos, de su ansia y de su angustia a un paso del abismo (Angst). Los sueños del vértigo de la caída de Tereza son los más temibles y los que mejor expresan la condición desamparada del ser. Curioso: el par de donjuanes, Klima y Tomás, son incapaces, pese a tantas aventuras amorosas, de sacrificar por ninguna otra mujer la relación fija que mantienen. La dependencia de Tomás es absoluta ante la dependencia de Tereza. Cuando Tereza no soporta Zurich y se vuelve, Tomás no sólo decide regresar a la Praga opresiva después de la invasión soviética abandonando su trabajo de médico – / PASA A LA PÁGINA 10
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profesión en la que era una eminencia–, sino aun varios años después deja Praga, donde trabaja de limpiaescaparates, para irse al campo con Tereza a hacer ambos faenas agrícolas, y donde acaso es la única vez que Tomás conoce algo como una dicha tranquila (y en un triste clímax, cuando mejor se entendían, hallan ambos la muerte en un accidente de carretera en un camión desvencijado que él maneja). A diferencia de la estabilidad al borde del precipicio de Kamila y Tereza, la novia juvenil de Ludvik en La broma, Marketa, a quien Ludvik le manda por escrito la chanza con tintes políticos en una tarjeta postal, no sólo romperá la relación con él, sino colaborará con sus acusadores. Una de las cosas que Kundera ha dicho que quería mostrar en La broma es que en los años del terror estalinista escaseaba el humor. Eran los años –la primera década comunista– que él llama del “reino del verdugo y el poeta”. En La insoportable levedad del ser las relaciones peligrosas varían: entre el exmédico Tomás, desclasado por los comunistas a limpiaescaparates, y la mesera y fotógrafa y otra vez mesera y luego pastora Tereza; entre Tomás y la oblicua pintora Sabina, quien al menos es del todo consciente de los torcimientos y retorcimientos de su alma; entre el médico suizo Franz con la misma Sabina, y entre el médico Franz con alguien a la que sólo se nombra como “la estudiante con grandes gafas”. Pero la pareja central de la novela es la de Tomás y Tereza. De la primera mujer de Tomás apenas sabemos que la extrañeza conyugal duró dos años y tuvieron un hijo, llamémoslo Simón, el cual, ya joven, volverá a aparecer cerca del final de la novela en la búsqueda del padre. Una suerte de Telémaco buscando a Ulises con el que apenas se entiende de lejos. En el capítulo ya citado, “La levedad y el peso”, Tomás, a la pregunta de los amigos sobre el número de mujeres con las que se había acostado, solía contestar esquivamente: “pueden haber sido unas doscientas”. Al preguntarse a sí mismo qué buscaba en ellas y “si el acto amoroso no era sino la eterna repetición de lo mismo”, dándole una y otra vez vueltas al asunto, concluía que siempre quedaba “un pequeño porcentaje inimaginable” de novedad. Tomás hacía una cómica división de los donjuanes: los mujeriegos líricos o subjetivos y los mujeriegos épicos u objetivos. Con los primeros podía haber empatía porque buscaban más una parte de su yo; a los otros, en cambio, les importaba ante todo la vanidad de la estadística. Ambos tipos de mujeriegos, sin embargo, se asemejaban: tenían amantes más o menos permanentes, muchas pasajeras, otras fugaces y aquellas de las que cuesta recordar los rasgos y aun su nombre.
cek), de los intelectuales y luego de los ciudadanos checos; las revueltas estudiantiles vinieron ante todo de muchachos clasemedieros que apostaban al sueño y a lo imposible, y quienes no creían que sólo era un relámpago que iluminó breve el cielo en la tormenta y que acabaría destruyendo los árboles del bosque. Los checos anhelaban un socialismo con rostro humano; los estudiantes se rebelaban contra un orden inmovilizado o contra un orden establecido que no les permitía ser distintos a sus mayores. Desde enero de 1968 los checos empezaron a firmar un manifiesto que se conoció como de “las dos mil palabras” en el cual se llamaba a una “radical democratización del régimen comunista”. El fulgor duró siete meses. Durante la invasión, en el curso de una semana, en su rabia triste, los habitantes de Praga hostilizaron al ejército de ocupación. Para desconcertarlo, entre muchas cosas, ingeniosamente quitaban la señalización de las carreteras y en las ciudades el nombre de las calles y los barrios. Sin embargo, a la corta, salió el tiro por la culata: las calles acabaron teniendo nombres rusos. En la resistencia, hubo incluso la inmolación de jóvenes universitarios, como Jan Pallach y Jan Zajíc, en el mismo sitio de la plaza San Wenceslao, quienes perviven como símbolos ardientes. Los primeros días de la invasión las jóvenes checas paseaban en minifalda frente a los tanques para distraer a los soldados invasores en abstinencia. Los años subsiguientes a la invasión hubo consecuencias sombrías. En el ya citado quinto capítulo de La insoportable levedad del ser, Kundera
La política y la Primavera de Praga del ‘68 Si un año marcó para siempre la vida y la literatura de Milan Kundera fue el espléndido y terrible 1968. Nadie ignora que la llamada Primavera de Praga, la cual empieza en enero y termina el 21 de agosto del famoso año, fue ante todo el anhelo ardiente de una recuperación de las libertades. Había una coincidencia esencial de fechas y de ideales, pero fue distinta de las revueltas estudiantiles que se dieron ese año en el mundo, incluyendo la mexicana: desde arriba, la de Praga vino desde el propio Secretario General del Partido Comunista (Alexander Dub-
Todos los que tenían algo que decir o protestar, lenta, calculadamente los fueron minando social y económicamente hasta volverlos seres sin esperanza.
recuerda que “fueron años de entierros”. No sólo de los opositores activos, sino también periodistas, escritores, científicos y jóvenes universitarios. Todos los que tenían algo que decir o protestar, lenta, calculadamente los fueron minando social y económicamente hasta volverlos seres sin esperanza. En los estados totalitarios de derecha o de izquierda, nadie lo ignora, poco o nada importan las leyes. La camada política dejada por los rusos sólo eran eficaces y crueles burócratas que imponían lo que ellos entendían por Razón de Estado. Implícitamente existía un mensaje que era en verdad un ultimátum: “O estás con nosotros o serás empequeñecido o anulado.” Uno de los métodos de espionaje favoritos del régimen fue colocar micrófonos en las casas, y cuando, por una u otra causa, querían liquidar a los opositores, muchas veces editadas, repetían sus conversaciones una y otra vez en la radio. El ejemplo mediático mayor quizá fue el del escritor y hombre de teatro Jan Prochaska, en 1971, quien tenía cáncer, pero luego de ser exhibido públicamente, la enfermedad se le aceleró y murió al poco tiempo. En el caso de Kundera, sus libros de gran éxito (La broma y El libro de los amores ridículos) dejaron de venderse, se les sacó de las bibliotecas y a él se le apartó de su cátedra en la Academia Cinematográfica. El país se volvió una cárcel de la que era muy difícil salir, y menos, escapar. Con la invasión del Ejército Rojo brezhneviano, todos “los abajo firmantes” del “manifiesto de las dos mil palabras” cayeron en desgracia, se les despidió del trabajo y terminaron –le recuerda Kundera a Philip Roth– en limpiaventanas, cuidadores de estacionamiento, porteros de noche, encargados de verificar la calefacción, vigilantes de los edificios públicos, y en el mejor de los casos, taxistas. Eran los desclasados económica y socialmente de un régimen que presumía mundialmente que en el país había una sociedad sin clases. Los fulminaban públicamente, dando sus nombres, y desplegando toda suerte de infamias y calumnias. No sólo terminaron en el desempleo o en el empleo ínfimo, sino se volvieron unos excluidos, y aún peor, unos apestados. Gran parte del entorno de amigos y compañeros los esquivaban y les iban haciendo sentir desoladamente pequeños. Como la mayoría de los checos se opusieron a la invasión, los rusos buscaron entre los comunistas ortodoxos a la canalla afín a ellos para dejarlos en los altos cargos y poner todos los cerrojos que ahogaran la resistencia. Si hubo una perfección en ellos fue en la aplicación metódica de la crueldad. La cabeza fue Gustav Husak, quien ascendió a Secretario General del Partido Comunista en abril de 1969, y desde entonces hasta 1987 se comportó como un aliado férreo de los rusos. En ninguna novela se siente más la opresión del totalitarismo que en La insoportable levedad del ser. Kundera relata a Philip Roth en aquella entrevista de 1980 algo dramático, que a la distancia y en ese momento era muy comprensible, sobre todo si se tiene en mente la historia de ser una nación dominada por diversas potencias a lo largo de los siglos: los checos, luego de la invasión del Ejército Rojo, temieron seriamente desaparecer como país. Cuando se publica la novela en 1984, Kundera no imaginaba ni lejanamente que la democracia para los checos vendría apenas un lustro más tarde. Desde 1989 han pasado treinta años. Aquel ‘68 y post ’68 fue para Kundera y su generación una herida profunda, el inicio de los nuevos años del terror totalitario. Para los jóvenes checos actuales, en cambio, eso ya es historia. Algo que quedó atrás en la Gran Marcha l
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LA LITERATURA NOVOHISPANA EN LOS VOLCANES Flor de volcanes. Sor Juana Inés de la Cruz: vida y obra en la región donde nació, Margarita Loera Chávez y Peniche, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 2018.
Carlos Torres Tinajero ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
FLOR DE VOLCANES. Sor Juana Inés de la Cruz: vida y obra en la región donde nació es un análisis histórico y antropológico que ofrece un acercamiento académico distinto a los tradicionales por reconstruir la historia de la zona de los volcanes en Chalco, Estado de México, donde Sor Juana se dedicó a la poesía en el siglo xvii, para exponer la relación entre el entorno natural y la escritura.
El texto es parte del Proyecto Investigación, Estudio, Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural y Ecológico en los Volcanes, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah). Cuenta el trabajo de campo y de archivo de Loera al estudiar la copia de la “Loa al Santísimo Sacramento” —con esencia satírica— para reportar la asistencia de grupos étnicos de Amecameca a la fiesta del Santísimo Sacraååmento. Llama la atención el contacto lingüístico entre Sor Juana, los indios y los negros por sus repercusiones en las loas. El propósito es subrayar las interferencias de las lenguas indígenas en las obras novohispanas, que crearon un tono poético “criollo”. “Flor de volcanes” alude a los paisajes arbolados de una Hacienda de Panoaya, por el Cerro Amaqueme. La flor, a los pies del Iztaccíhuatl y del Popocatépetl, simboliza las actividades de Sor Juana, el proceso creativo de su primera loa y la relevancia del medio en su creación. Loera muestra que el valor de Sor Juana tiene más alcances que los de su formalismo barroco. El oficio de Sor Juana adquiere gran dimensión por plasmar el acontecer cotidiano en la zona de los volcanes con un aliento similar al etnográfico, característico de la antropología. La propuesta de esta publicación es analizar el aporte de Sor Juana por su trascendencia documental: mirar la literatura como un discurso loable para el quehacer histórico y su esfuerzo por contextualizar la época novohispana. El paso de Sor Juana por la Hacienda de Panoaya, en Amecameca, fue decisivo para la fuerza evocativa en sus concepciones plásticas. Si se examina el trasfondo de sus loas, Sor Juana retrató círculos sociales con alto poder adquisitivo en la región de los volcanes: hacendados, políticos y nobles, para revelar la dinámica humana de su tiempo. Se interesó en las etnias y en las castas mayoritarias de la población novohispana —mestizos, negros y mulatos—, integrándolas a su labor poética.
Arqueológicamente, la zona de los volcanes —donde Sor Juana pasó las etapas tempranas de su vida— es fundamental para la producción de agua y de oxígeno. Ahí se cruzan aires calientes y fríos del Valle de México, Cuernavaca, Cuautla y Puebla, fenómeno que impulsó el desarrollo económico del período, hasta que el espacio rural se convirtió en uno de los predilectos para el abasto de productos. Pensando en la geografía, el sitio era ideal para que Sor Juana desarrollara su inteligencia multifacética, de acuerdo con Loera. Además de teología, Sor Juana estudió gramática, astrología, historia, derecho. El conocimiento de su medio natal y de la realidad social, que llamó “Cultura de los Volcanes”, se materializó en el culto a las montañas y al agua. La realidad social de la zona de los volcanes se reflejó en la poesía de Sor Juana por hacer hincapié en la convivencia de mestizos, indígenas y criollos, pilares de la sociedad novohispana. Hay que adentrarse en la obra de Sor Juana desde una óptica artística y científica. Por su arraigo humano y simbólico, algunos rituales, rescatados por la cultura prehispánica, como los elementos naturales, tienen un lugar importante en su trayectoria. Sor Juana incluye en sus poemas asuntos centrales de América —punto de anclaje en su literatura—, llamándola México, para elogiar episodios del mundo prehispánico. En cuanto a la tradición literaria de Sor Juana —tema del cual también se ocupa Loera—, se identifica una influencia occidental en sus recursos retóricos para componer su monumental escritura, caracterizada por la lucha de opuestos. Por su interés antropológico en Sor Juana Inés de la Cruz, Flor de volcanes. Sor Juana Inés de la Cruz: vida y obra en la región donde nació de Margarita Loera Chávez y Peniche abre un panorama de reflexión, peculiar en la antropología mexicana. Invita a acercarse a la Historia a partir de la literatura y a releer a Sor Juana en nuestros días con un enfoque científico
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
LIBROS EN LA PANTALLA: digitalización de la lectura y la escritura
Alejandro García Abreu
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ETERNOS MALABARES, 25 AÑOS EN EL OFICIO DEL LIBRO
Luis Gabriel Galicia ESTE AÑO, Ediciones Eternos Malabares, una de las editoriales más antiguas del estado de Morelos, celebra su veinticinco aniversario. Nacida en 1994, su principal objetivo fue dar continuidad a la difusión de la cultura literaria de Morelos y de México. En la actualidad publica autores de reconocimiento y de valía nacional e internacional, así como a jóvenes autores que buscan publicar su primer libro. Hoy la mayor parte de éstos son protagonistas del quehacer literario de Morelos y del país. A través de un convenio de coedición con el Ayuntamiento de Cuernavaca, logró publicar sus diez primeros cuadernos de poesía y narrativa. Curioso dato para quienes piensan que al realizar una coedición se pierde la independencia, pues desde entonces han sido muchas las instituciones con las que ha podido compartir el arte de la edición. Hace más de dos décadas, la revista literaria Mala Vida, que se convirtió en parte fundamental de este proyecto (y que obtuvo en más de cinco ocasiones la beca Edmundo Valadés para
Primeras portadas, 1995
Revistas Independientes del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes), configuró un puente importante para escritores y lectores interesados en la creación literaria reciente en nivel local y nacional. Fue contemporánea de revistas como El Centavo, Pasto Verde, A Quien Corresponda, Anónimos Suburbios y Cantera Verde, entre muchas otras publicaciones de los estados de la república que abrieron una brecha importante para la literatura joven de México, paralelas a las institucionales Tierra Adentro y Casa del Tiempo. Actualmente, esta casa editorial publica la revista Bitácora Pública, quizá la única publicación de su tipo en Morelos, pues no hay más revistas culturales ni literarias en la entidad. Entre sus múltiples actividades, y a lo largo de su travesía, Eternos Malabares ha organizado presentaciones de sus libros y lecturas con escritores noveles y otros muy reconocidos como Rodolfo Hinostroza, Hugo Gutiérrez Vega, Alí Chumacero, Luis Tovar, José Ángel Leyva, Margarito Cuéllar, Blanca Luz Pulido, Floriano Martins, Juan Manz, Jorge Humberto Chávez, Marisa Trejo Sirvent, Josu Landa, Verónica Volkow, Silvia Tomasa Rivera, Ricardo Garibay y Sergio Mondragón, entre muchos otros, quienes en algún momento ofrecieron una lectura organizada por esta editorial. En 2013, Ediciones Eternos Malabares fue la única editorial morelense que obtuvo el apoyo nacional epro/Libros del Instituto Nacional de Bellas Artes para editar doce volúmenes de diversos géneros. En 2018 también obtuvo un apoyo internacional (representando a Morelos y a México) de la República de Portugal para la edición del poemario Éter y de las antologías Poesía del ahora y Mujeres poetas, coordinadas por Ricardo Venegas y Sandra Santos, respectivamente. La primera con un prólogo de Juan Manuel Roca y la segunda con el de Blanca Luz Pulido, las dos antologías bilingües (portugués-español) conforman un amplio espectro de la poesía actual de ambos países. Se tradujo y editó, con el apoyo de la
Dirección General del Libro de los Archivos y de las Bibliotecas del Ministerio de Cultura de la República Portuguesa (dglab), la obra de importantes autores portugueses y mexicanos. También realizaron en este transcurso notables coediciones con el Instituto Nacional de Bellas Artes (2013), la Secretaría de Educación Pública (2013), la Universidad de Castilla La Mancha (España, 2016), la Universidad Nacional de Educación a Distancia (uned, España, 2016), la Universidad Centroamericana de Nicaragua (uca, 2017), la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (uaem, 2015-2017), la Universidad de Santiago de Cali de Colombia, El Colegio de Morelos y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (2018-2019), entre otras. Actualmente la editorial suma varias colecciones: Mester de Junglaría (poesía); La Saeta del Centauro (ensayo), El Perseguidor (narrativa), Cofrades (antologías), Uña al trompo (colección infantil), Talleres literarios (creación de talleres) y una más, especializada en Derecho y Ciencias Sociales (Temas Selectos), dirigida por el doctor en Derecho Ricardo Tapia Vega, verificable en la página https:// eternos-malabares.webnode.es/ La editorial presenta y exhibe su producción en las ferias del libro más significativas del país: la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y la Internacional del Libro del Zócalo de Ciudad de México, entre otros ejemplos. Este sello distribuye sus ediciones en redes de librerías como Educal y Porrúa, cadenas de gran tradición en la industria mexicana del libro. Al final, no hay que perder de vista la visión editorial de Ricardo Venegas, director de Eternos Malabares, cuando parafrasea que “el libro sin distribución es libro inédito”, o cuando advierte que “no hay tantas discrepancias entre el e-book y el libro impreso, son complementarios; como la conciliación de los contrarios de Octavio Paz, sería insufrible leer El Quijote entero en la pantalla del celular”
Arte y pensamiento
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Las rayas de la cebra/ Verónica Murguía
La otra escena/ Miguel Ángel Quemain
El zorro en la niebla
Ruiz Saviñón y las mujeres duales del doble
MARTHA RIVA PALACIO es una de las escritoras más curiosas que he leído. Sus intereses van desde el universo más allá de la Tierra, hasta los microcosmos que nos rodean; desde el canto de las aves hasta la calidad de los silencios urbanos. Cuando apareció su primer libro en 2007, Haikú: todo cabe en un poema si lo sabes acomodar, los lectores intuimos una voz excéntrica y personalísima. Riva Palacio ha llevado hábilmente a sus lectores por los laberintos de la poesía, la narrativa infantil y juvenil y, para los más pequeños, el álbum ilustrado. Es una escritora que puede, como en Las sirenas sueñan con trilobites, Frecuencia Júpiter y Buenas noches Laika, tocar temas dolorosos con una delicadeza que no excluye la sinceridad y un respeto poco usual por la inteligencia del lector joven. También ha experimentado con libros en los que el lenguaje es la brújula que conduce la narración, como en la misteriosa novela futurista Orfeo, en la que las imágenes evocadas construyen la bitácora de un encuentro amoroso que desafía tiempo y espacios. En su trabajo más reciente. Kitsunebi, fuego de zorro, Riva Palacio ha dedicado las destrezas de su escritura a las leyendas japonesas. Es su Japón, según la propia escritora, un sueño nacido de las narraciones, la pintura y la poesía de Martha Riva Palacio este país milenario. Con un tono en el que resuenan los ecos de Lafcadio Hearn y, por ende recuerda a Lian Hearn, la autora de los Cuentos de Shikanoko, Riva Palacio construyó en este breve y hermoso libro un mundo poético, casi siempre nocturno y neblinoso, poblado por fantasmas, demonios hambrientos, niños sabios y diestros, viudos inconformes, una joven guerrera que derrota a un monstruo marino y un Rip van Winkle japonés. En este cuento delicado y poderoso, “El sueño de Akinosuke”, el sopor se confunde con la muerte y ésta se torna en vida, dibujando una espiral de círculos que culminan en una cifra diminuta: una hormiga muerta bajo una astilla de porcelana. Los cuentos vienen acompañados de poemas breves y musicales, que añaden a su misterio. Cada uno busca evocar el Japón feudal en el que los zorros –el animal mágico por excelencia– engañaban a los viajeros nocturnos con sus rabos en los que chispean los fuegos fatuos. El libro abunda en olores, sedas y rasos, árboles de ciruelo, vino de arroz, mujeres de larga y espesa cabellera negra y guerreros armados con espadas. Este elenco maravilloso se encuentra en sueños, en pesadillas, en vigilias llenas de revelaciones. Los kitsune desfilan en su cortejo nupcial, un niño es custodiado por sus propias creaciones y un hombre besa a una calavera engañado por el fantasma de una mujer sedienta de amor. Riva Palacio, a pesar de esas pinceladas de color local, esquiva el pastiche al poner su trabajado lenguaje como vehículo. Así cumple su aclaración final: “Mi Japón no existe. ¿Cómo podría hacerlo si yo nací al otro lado del Pacífico?” Las ilustraciones de Sólin Sekkur son dignas de mención. Sobrias, con una paleta en la que predomina la penumbra, Sekkur logró que las luces que surgen en la niebla se abran como flores. Los samurái, los monjes y cerezos de Sekkur, tampoco son copias. Son, como lo manifiesta la autora sobre los cuentos, amorosos homenajes a una forma de ver el mundo, de pintar, de usar la tinta y de mirar un paisaje que posee una fisonomía peculiar. Borges escribió un cuento en el que Averroes desespera porque no puede comprender a cabalidad a Platón. Era un árabe cordobés que buscaba al filósofo griego con la inteligencia, salvando con ese único recurso los siglos que los separaban. Borges mismo desespera por ser un argentino en busca de un filósofo musulmán desde un sillón en Buenos Aires. Esta es una buena parte de la literatura. Ese intento de aferrar lo inasible por medio de una historia, con la que Riva Palacio nos llevará al corazón de la noche japonesa donde el kitsune ilumina la vereda
LA XTABAY, de Luz Angelica Uribe, bajo la dirección de Eduardo Ruiz Saviñón, con las actuaciones de Helena de Haro y la propia autora es un concierto, una emboscadura de cuerpos y voces que van desde el papel y la intertextualidad y llegan al bordado de textos ajenos e influencias que funcionan como adoratorios. Es investigación pura y llana, por momentos absolutamente literaria, a tal punto que podría parecer un recital si una retacería luminosa no atravesara ese par de cuerpos que se trenzan y se confunden en un tejido, en un ramaje donde una es otra y la otra, completa, que continúa y se apropia de las palabras, incluso la voz y la entraña simbólica de su par, o de esa parte antagónica de sí misma. No me olvido de que desde hace poco más de treinta años soy testigo de esa obsesión creativa que vi por primera vez adueñándose de un texto de Carlos Olmos, a través de dos actores, Sergio Cataño y Helena de Haro, la única que sobrevive de ese trío (sería menos culposo decir triada, para hablar de dos actores y un director) de intencionalidades que le insuflaban su cultura teatral, incipiente pero muy sólida; su cultura literaria, ya marcada por las búsquedas de un mundo habitualmente signado por el miedo y el prejuicio, a pesar de que se trata de un orden de lo clásico, de la literatura más probada y una de las de mayor influencia en el mundo moderno, de Baudelaire a Cortázar, de Poe a Vicente Quirarte y todos los adoradores y oficiantes de un mundo profundo, oscuro y desestabilizador, Han pasado tres décadas que deberían pesar como una losa sobre la espalda de una de nuestras actrices mexicanas más solventes y poderosas, un ser absolutamente leal y maleable por las manos subversivas de este Lord que sabe encontrar en el actor ese punto de dolor. Lucidez que erotiza la escena, como ésta en la sala Julian Carrillo de Radio unam, donde ocurre sin cesar una ceremonia añeja de encuentro con unos muertos que viven insepultos en los cuerpos de los actores que aceptan las ceremonias de este director que quiere la obediencia total. Digo que todo esto ocurre en la confortable sala de Radio unam, porque parece ser un espacio exclusivo de sus montajes y eso es un síntoma: un director teatral que gusta de montar en un auditorio y no en un teatro, en un espacio más propicio para un concierto de cámara o la grabación de un programa de radio. Cuando ya no esté Eduardo Ruiz Saviñón
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nadie de nosotros aquí, alguien tendrá que proponer un busto de Eduardo Ruiz Saviñón en el lobby de la sala Julián Carillo. El espacio teatral monocromático (Liliana y Priscila Mercenaro Pomeroy) que habita la Xtabay, acompañada de su alma dual, está diseñado para enfrentar su cuarta pared con una disposición de objetos que conviene ver de frente, como los dos micrófonos abiertamente colocados sin disimulo, un iluminado zompantli en ocre que se agrupa con unas veladoras y un clavecín que interpreta con gran energía Luz Angélica Uribe y le pone lo barroco a esos sentimientos, emociones y circunstancias referidas en cascada, que a veces amaina como una tormenta de agua y luz, y pone sobre la mesa una verdad que muerde el corazón de quienes todavía creemos que es posible la amistad entre mujeres. Estoy en deuda con el comentario a la extraordinaria indagación musical. Me atreví a pedirle al director el texto que atraviesa a estas dos actrices para tener la posibilidad de detenerme y poder reconstruir de otra manera ese flujo extático que conduce en un solo afluente toda una historia poética de las dualidades que conforman un corpus poético fascinante, que asusta, sobre la condición por lo menos bífida de nuestra naturaleza. Recuerdo que el dramaturgo Armando García me comentó que cuando hacía y rehacía las escenas de María Santísima, dirigidas por Luis de Tavira para el cet, le dijo que había que dosificar la poesía sobre la escena porque puede volverse insoportable para el espectador no tener la oportunidad de escuchar dos veces ni de volver a la página. Un teatro que, por lo menos los sábados y domingos de agosto, ofrece un conjunto de preguntas sobre la destructividad, lo femenino, lo insondable y lo indestructible, sobre los duelos y la melancolía interminables
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Arte y pensamiento
También este año me atormenta la noche Yorguís Kótsiras vii Que pudiera hablar Sin figuras hablar Con la explosión de un obús Cuerpos de políticos decapitados Envejecidos en los pecados sin contrición Esperan horas la hora de la sepultura Y tú anónimo Hombre acechas Con voz ahogada esperando mudo Clavado frente a la guardia militar El silencio oculta tus carcomidos dientes La luz arroja semillas de sésamo –leños de fuego Brillan en la oscuridad tus no nacidas palabras Ay que fuera una esperanza el tiranicida ¡San Jorge golpeando con la lanza al dragón!
Yorguís Kótsiras (Atenas 1921-1998) estudió Leyes y Ciencias políticas en la Universidad de Atenas. Notario de profesión, también tradujo poesía, teatro y novela, del francés, español e italiano (Divina comedia, de Dante) al griego moderno. Es autor de doce libros de poesía y recibió el Segundo Premio Estatal de Poesía (1958), el Premio Nacional (1975) y el Premio de la Academia de Atenas (1978). Sus poemas han sido traducidos al inglés, español, francés, alemán, húngaro, polaco, rumano, ruso y árabe. Véase La Jornada Semanal, núm. 1111, 19/vii/2016 Versión de Francisco Torres Córdova
Teresa de Ávila
La casa sosegada/ Javier Sicilia
Seres de la frontera LOS MÍSTICOS SON seres de frontera. Se mueven entre la interpretación unívoca o canónica de una tradición religiosa y una experiencia personal y directa de Dios que desborda el canon. Son tan incómodos que a veces se les persigue hasta destruirlos, como sucedió con muchos de los profetas en el mundo hebreo, de Miguel de Molinos, en el católico, o el de Al-Hallaj, en el musulmán, o simplemente, como el caso de Simone Weil, se les malinterpreta y se les margina. Al franquear la frontera de la interpretación, los místicos entran en la substancia misma que está en la base de la interpretación, pero al volver de ella, vienen cargados de una experiencia que, semejante a la del poeta –otro ser de frontera–, sólo pueden expresar mediante un lenguaje que, al desbordar la lógica de la interpretación, frisa el escándalo. Por ello, en la tradición cristiana, se define al místico como un teólogo negativo, apofático. Alguien que habla de su experiencia en Dios a través de lo que Dios no es. Todo lo que podamos decir sobre Dios –dice el místico– no es Dios. Dios está siempre más allá de la definición que quiere contenerlo. Por ello Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, al hablar de su experiencia utilizan el lenguaje del erotismo, Omar Khayyam el de la embriaguez del vino. Dios no es eso, pero es como eso, como esas experiencias que nos sacan de nosotros mismos. Para llegar allí, dice otro místico, el Maestro Eckhart, sometido a investigación por sospecha de herejía, debemos ser tan pobres “que no quepa en nosotros siquiera una noción de Dios, de tal forma que si Dios decide actuar en esa alma sea Dios mismo actuando en ella”. Una frase de la misma índole que la que un roshi, en el budismo zen, dirige a su discípulo: “Si das con el Buda, mátalo.” Dios es siempre más de lo que siglos y milenios de tradición han elaborado sobre él. Quedarse en esas zonas de la interpretación es perder su profundidad.
Esto no quiere decir, sin embargo, que el místico niegue el corpus interpretativo del que partió. Ninguno de los místicos que he nombrado lo niega. La tradición es como una madre que da a luz y educa. Dice simplemente que ese corpus, en su interpretación, no contiene más que fragmentos de la verdad, cuyo sitio, dice otro místico, Gregorio de Nicea, a la vez que está “más allá de todo”, de cualquier palabra, de cualquier inteligencia, está también diciéndose siempre en la existencia misma de todo lo creado: “Todo lo que se dice sale de ti. Todos los seres te celebran;/ los que hablan como los que no hablan/ […]/ Todo lo que permanece sólo en ti permanece.” Podría decirse que el corpus interpretativo, sin el cual el místico no hubiese podido desbordar su frontera es, para utilizar otra enseñanza del budismo zen, una barca que permite cruzar a la otra orilla del río. Sin ella, sin su diseño, sin su instrumental, el místico jamás habría podido cruzarlo y volver para recordarnos que Dios no es el territorio del que partimos, no es tampoco la barca, sino, más que eso, una experiencia que nos saca de nosotros para llevarnos del encuentro con el Otro al encuentro del otro en el que somos. El otro, el prójimo, para decirlo con la terminología del cristianismo, es, en su semejanza con Dios, en lo que de Dios hay en él, tan indefinible como Dios mismo. Octavio Paz lo vio en un relámpago, no desde la experiencia mística, sino desde la poética: “Para que pueda ser he de ser otro,/ salir de mí, buscarme entre los otros,/ los otros que no son si yo no existo,/ los otros que me dan plena existencia/ […]/ llévame al otro lado de la noche/ adonde yo soy tú somos nosotros,/ al reino de pronombres enlazados.” Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores y detener los megaproyectos
Arte y pensamiento
LA JORNADA SEMANAL 25 de agosto de 2019 // Número 1277
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Bemol sostenido/ Alonso Arreola @LabAlonso
Diecisiete veces Francisco LO CONOCÍ DURANTE los años que toqué en La Barranca, grupo por el que Francisco sentía un apego inconmovible. Siempre estaba en nuestros conciertos, en nuestros correos electrónicos, luego en nuestros ensayos… Era de esos melómanos que se comprometen de tal forma con su pasión que terminan trabajando en pos de ella, dándole tiempo de su vida generosamente. Recuerdo que llevaba la página de fans y era bien conocido por quienes, como él, encontraban sentido en nuestra música. Así, aunque luego de mi salida del grupo pasé años sin verlo, Francisco siempre estuvo presente, aplaudiendo nuestros pasos. Seguía atento a los proyectos que formábamos lejos de la banda de sus amores. ¿Por qué recordarlo hoy, lectora, lector? Todo indica que fue asesinado en su casita de Coatzacoalcos, Veracruz, la noche-madrugada del 17 de agosto. Tristes, encabronados, visitamos sus redes para leer cariñosos mensajes de despedida, pero también para observar y compartir sus pasos finales; los pasos de un hombre gentil que no merecía terminar así. Sirvan estas huellas como un reclamo de justicia y homenaje a un diletante de corazón. 29 de julio/ 07:17: Francisco comparte “Still on My Mind” de Dido. 29 de julio/ 17:07: Francisco comparte “Letter Never Sent” de Mark Lanegan. 30 de julio/ 09:35: Francisco comparte la foto de un combo fast food donde se observan un café americano, un pay de manzana y unos huevos revueltos. Escribe: “Desayuno fifi.” 30 de julio/ 14:38: Francisco comparte un meme animado con audio. Parece ser la voz de Cepillín: “Estas son las mañanitas para ti…” En la foto hay un niño vestido de rey mago. 31 de julio/ 11:15: Francisco comparte el meme de un gatito blanco que bebe “juguito de chale”. 3 de agosto/ 10:29: Francisco comparte la cadena “Una reunión entre amigos”. Recibe diecisiete comentarios. 7 de agosto/ 23:22: Francisco comparte “Fear Inoculum”, nuevo tema de Tool: “Tuve que esperar todo el día para poder escucharlo como es debido.” 9 de agosto/ 07:16: Francisco comparte una fotografía del amanecer en Coatzacoalcos. Se ve su casa al fondo. Los arbotantes siguen encendidos. La cita dice: “Cuando el cielo temblando cambió de color.” 9 de agosto/ 08:27: Francisco comparte una cadena y obtiene diez respuestas: “¿Estás listo para mi honestidad? Deja tu nombre. Te diré mi primera impresión de ti, mi recuerdo favorito de ti. Si no veo esto copiado como tu estado no responderé. ¡Veamos qué sucede!” 15 de agosto/ 07:43: Francisco comparte una noticia sobre el último corto de Yorgos Lanthimos, grabado en Ciudad de México. 15 de agosto/ 08:33: Francisco comparte el video del tributo a Gustavo Cerati en el que muchos músicos participamos durante Vive Latino 2011: “Ahí estuve con gente entrañable.” 15 de agosto/ 11:36: Francisco comparte “Brow of a Beloved” de Morrissey. 15 de agosto/ 20:16: Francisco comparte una transmisión del escritor Xavier Velasco desde la librería Gandhi. 16 de agosto/ 11:03: Extrañamente, Francisco escribe esto horas antes de morir: “Una de las cosas más sui generis y que me gusta de vivir en esta latitud, es que te compras una lata de cerveza en la tienda y cuando caminas hacia tu casa, no sólo vas diciendo buenas noches, sino también salud a la gente que está afuera de su casa tomándose una caguama.” La tercera respuesta a este mensaje llama nuestra atención: “Lamento profundamente tu partida en donde quiera que te encuentres. Yo soy el dueño de la tienda en donde siempre pasabas a comprar tu cerveza Heineken de lata. Salud y hasta luego mi estimado, que en paz descanses.” Y sí. Salud Francisco Torres, desde el fondo. Que en paz descanses. Diremos tu paso por el mundo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos Francisco Torres
Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars
Los perpetradores La perpetradora
EN 2003, los hermanos Fernando y Guillermo Rovzar fundaron la compañía Lemon Films –ahora Lemon Studios–, con la cual, además de series y comerciales televisivos, han producido o coproducido entre otras películas Matando cabos (2004), Kilómetro 31 y Sultanes del sur (ambas en 2007), Navidad, s.a., La profecía de los justos, Amor, dolor y viceversa (las tres en 2008), Salvando al soldado Pérez y Acorazado (ambas en 2010), La última muerte (2011), Mexican Gangster: la leyenda del charro misterioso (2014). Después de Lucía, ganadora del PremioUna cierta mirada en Cannes, coproducida por Lemon, Marco Polo Constandse y Pop Films en 2012, es su cota más alta en términos de calidad cinematográfica. En cuanto a ganancias monetarias, la producción más exitosa de los hermanos Rovzar es la cinta de terror Kilómetro 31, aunque en ese sentido no les fue nada mal con su debut, la comedia (con pretensiones de) negra Matando cabos, así como con el filme de temporada Navidad, s.a.
El perpetrador (uno de varios) A principios de los años setenta del siglo pasado, el actor cómico mexicano Héctor Suárez –célebre sobre todo por su trabajo televisivo– llevaba casi una treintena de participaciones poco menos que discretas en filmes de toda laya, incluyendo Patsy, mi amor (1969), en la que tuvo un papel marginal. Fue hasta Mecánica nacional (1972) donde formó parte notoria de un estupendo coro histriónico, y en 1981 fue protagonista de El Milusos y de Lagunilla mi barrio, no sin haber incurrido, antes y después, en bodrios como Cuernos picantes y Nosotros los pelados. Tras una más bien aparente desaparición de la pantalla grande, colaboró en algunas cintas de buenas intenciones y pésimos resultados, tipo Atlético San Pancho (2001).
La perpetración Mentada de padre (2019) es una comedia coproducida por Lemon Studios, Alazraki Films y Traziende (esta última propiedad de Leonardo Zimbrón, productor entre muchas otras de Nosotros los nobles, Como
Mentada de padre
novio de pueblo, Todo mal, Cómo cortar a tu patán y No eres tú, soy yo), codirigida por Mark Alazraki y Fernando Rovzar, y protagonizada por Mauricio Isaac, Osvaldo Benavides, Antonio Gaona y Mauricio Barrientos, con Héctor Suárez en un papel más bien breve. La trama, emanada de un argumento original del británico William Stucliffe, fue adaptada para contar esto: Lauro Márquez Castillo (Suárez) es el viejo y enfermo propietario de un “emporio radiofónico” de alcance bastante limitado, quien muere y testamentariamente pone a competir a sus cuatro hijos (Isaac, Benavides, Gaona y Barrientos) por una herencia que se supone cuantiosa; para ganarla, deben sumar puntos en cuatro “pruebas”, mientras todo lo que digan y hagan será transmitido en vivo por la radio.
Cinta perpetrada ni dios la desperpetra Un conocimiento básico de aquello que –fílmicamente hablando– los perpetradores de Mentada de padre han generado hasta la fecha, ya permitía columbrar la naturaleza del filme: cabía esperar una comedia histriónicamente hipermaniquea o haragana, según el caso –lástima por Héctor Suárez y Mauricio Isaac, capaces de muchísimo más que esto–, temáticamente superficial, argumentalmente elemental y narrativamente instalada en la complacencia absoluta. La participación de Alazraki y Zimbrón, especialistas en productos desechables, garantizaban la factura de una-película-más, destinada a y digna del olvido inmediato. Empero, y tomando en cuenta la experiencia acumulada en Lemon, así como su probada capacidad de rebasar la línea general de mediocridad en la que se ha instalado buena parte de la producción fílmica nacional, lo que llama la atención en Mentada de padre es la muy escasa calidad en cualquier aspecto al que se elija prestar atención: al histrionismo insufrible se suma un guión que quiso hacer mofa de clichés melodramáticos y no llegó a farsa ni a buen melodrama, así como una producción muy costosa pero tan deficiente, que da grima pensar cuántas películas dignas habrían podido filmarse con tanto dinero
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LA JORNADA SEMANAL 25 de agosto de de 2019 // Número 1277
Ensayo/ Vilma Fuentes
Los caminos de la felicidad según Leonardo da Vinci
E A propósito de la magna exposición que se prepara en el Louvre para celebrar los cien años de la muerte del genio del Renacimiento, Leonardo da Vinci, aquí se hace una breve pero certera semblanza de sus múltiples talentos, todos en grado excelso, y de algunos de los avatares de su ajetreada vida.
ste 2019 se conmemora el quinto centenario de la muerte de Leonardo da Vinci. Se han previsto numerosas manifestaciones en el mundo, pero la más importante y espectacular será, sin duda, la excepcional exposición de la obra de este inigualable creador en el museo del Louvre de París. Dada la enorme afluencia de visitantes que se espera, se decidió no dejar libremente la entrada y hacer obligatoria la reservación por correo electrónico, precisando día y hora para acceder a la exposición. Todo, o casi todo, se ha dicho y escrito sobre el enigma del genio de Leonardo. Cada persona intrigada por su misterio, o simplemente atraída por su obra, intenta comprender cómo ese creador pudo llevar tan lejos investigaciones e invenciones tan profundas y variadas. Paul Valéry escribió un libro, Introduction à la Méthode de Léonard da Vinci, donde intenta penetrar su misterio. El “rigor absoluto” es el principio que rige el pensamiento de Leonardo. Lo mismo en su pintura y otras artes que en sus búsquedas científicas e invenciones de máquinas volantes o armas de guerra. Ser de tal manera y no de otra, interesa más al escudriñador de la naturaleza y del cuerpo humano que ser o no ser. Si “el amor en su furor es cosa tan fea que la raza humana se extinguiría si aquéllos que lo hacen se vieran”, frase transcrita por Valéry de los cuadernos de Leonardo, la muerte se le presenta como la pérdida del cuerpo que el alma llora… tan preciada parece al alma esa prodigiosa máquina que habitaba. La muerte del cuerpo es un desastre para el alma, una disminución de la cosa divina. Tal arquitectura, hecha para ser habitada por el alma, posee demasiadas funciones y recursos para no responder a una exigencia trascendente. Así, el alma, reducida a un mínimo de lógica, suerte de vida latente, inconcebible para nosotros y, sin duda, para ella, se despoja de todo: poder, querer, saber. Acaso no le queda el recuerdo de haber sido en el tiempo, en alguna parte, la forma y el acto de su cuerpo. Pintor, poeta, inventor, es el mismo hombre que pintó la Gioconda, descubrió el principio del helicóptero, dio instrucciones estratégicas al rey de Nápoles para ganar la guerra, y cada vez con un talento o una ciencia que podrían calificarse de infalibles. ¿Cómo puede existir tal prodigioso cerebro? ¿Cuáles son sus maravillosos mecanismos secretos? No sorprende que, al final del libro de Valéry, el misterio siga siendo absoluto. Nada más enigmático que la transparencia. Sobre todo en un hombre como Leonardo, quien
nunca buscó ocultar o impresionar. Mirar su brillo reflejado en otros ojos no le interesaba. Perseguía la “suprema vista espiritual” del pájaro volando montado en un cisne para derramar su gloria sobre todas las escrituras. Alto, apuesto, excelente conversador, poseía la fuerza suficiente para torcer una herradura con sus dedos, generoso, ofrecía la comida a amigos y conocidos pobres o ricos, zurdo o ambidiestro, Leonardo no podía pasar desapercibido ni dejar de despertar envidias. Cuando joven, fue denunciado por prácticas sodomitas, en aquella época causa de pena de muerte. La acusación fue abandonada por las autoridades: la sodomía no era rara y sí difícil de probar. Según la interpretación de Freud, en su libro Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, donde analiza la tela La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana, concluye: “Vinci se volvió sexualmente inactivo u homosexual, después de convertir su sexualidad inacabada (infantil) en una pulsión del saber.” Los enemigos no faltaron durante su vida. Su pasión científica por el cuerpo humano lo llevó a incursionar en la anatomía de cadáveres, acto prohibido que lo volvió un perseguido por la justicia. Errante de una corte a otra, viajero infatigable entre ducados y reinos, hombre por excelencia del Renacimiento, fatigado por las luchas, las persecuciones y la edad, Leonardo recibe, a sus sesenta y cuatro años, la invitación del rey de Francia, François i, mecenas apasionado del arte, a habitar en Amboise, la hermosa propiedad rodeada de un vasto parque de Clos Lucé. Da Vinci acepta el regio ofrecimiento de un rey que se prosternaba para saludarlo. Al lado del monumental castillo de Amboise, Clos Lucé es un esplendor de joya. Leonardo vivirá ahí sus últimos tres años en paz, sin cesar de proseguir su obra. Hace unos años, Jacques Bellefroid y yo visitamos el Clos Lucé. Recuerdo un hecho inolvidable: a la salida del pequeño castillo solariego, donde se exponen muy diversos trabajos de Leonardo, poemas encuadrados, dibujos, pinturas, la maqueta de una instalación mecánica para crear un hombre volante, cartas personales, el visitante no queda sólo estupefacto, es físicamente conmovido por una sacudida mental. Hay una altura del espíritu que causa vértigo. Casi podría causar miedo, pero no es momento de huir pues todo eso también podría provocar un choque más intenso que el mejor alcohol o el más refinado de los estupefacientes. De alguna manera, un momento de felicidad suprema