Suplemento Semanal

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La incandescencia de Roberto Fernández Retamar (1930-2019) Antonio Soria

SEMANAL

Silvio Rodríguez: cuando cantan la vida los buenos José Arreola

SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 28 DE JULIO DE 2019 NÚMERO 1273

DE JOSÉ MARTÍ A NICOLÁS GUILLÉN

HISTORIA, MÚSICA Y LITERATURA EN CUBA ANTES Y DESPUÉS DEL ’59 Antonio Valle


LA JORNADA SEMANAL

Portada: Rosario Mateo Calderón.

2 28 de julio de 2019 // Número 1273

DE JOSÉ MARTÍ A NICOLÁS GUILLÉN. HISTORIA, MÚSICA Y LITERATURA EN CUBA ANTES Y DESPUÉS DEL ’59 Sesenta y seis años han transcurrido desde que el Movimiento 26 de julio o M-26-7 comenzara en Cuba la lucha armada que, como es bien sabido, derrocó al dictador Fulgencio Batista el 31 de diciembre de 1958. A seis décadas de distancia, pero desde mucho antes en realidad gracias a la enorme figura del poeta, pensador y libertario José Martí, la historia cubana no se explica sin la presencia de sus creadores, entre quienes destacan, siempre después de Martí, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Roberto Fernández Retamar, Leo Brower, Frank Fernández, Silvio Rodríguez, Carlos Varela… En este número se abordan la historia, la literatura y la música cubanas, antes y después del parteaguas que para la isla significó el año de 1959. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Rosario Mateo Calderón FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga LABORATORIO DE FOTO: Jorge García Báez, Ricardo Flores, Jesús Díaz y Felipe Carrasco PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción

GRECIA O CARTA A HUGO GUTIÉRREZ VEGA Una misiva, carta de ruta, bitácora de un viaje, llena de nostalgia y afecto por el país mediterráneo y por quien fuera uno de nuestros más notables embajadores, a cuatro años de su partida a otros lares y recordando su entrañable amistad y los tres libros de su período heleno.

A

a Francisco Torres Córdova

hora que se cumplen cuatro años de tu fallecimiento, querido Hugo, recuerdo en especial cómo platicábamos largamente, sobre todo por teléfono, acerca de ciudades italianas y griegas. Sin embargo, alguna vez comenté que ningún país me dio en su conjunto una emoción tan sostenida en un viaje como Grecia en el invierno de 1975. Si hay dos países donde al solitario no le llega el tedio y la monotonía son Italia y Grecia. Era principios de diciembre. Huía del frío y la lluvia del norte europeo. Era un tiempo cuando empezaba a entender lo que era la palabra desesperación y la palabra fuga. Había estado en Roma y me daba vueltas visitar Grecia. Ninfa Santos, segunda secretaria de la embajada, a quien tanto quisimos, me prestó unos libros y me fui en tren a Bríndisi, donde cinco años y medio antes, poco antes de llegar al puerto para embarcarse y navegar a Grecia, se había

Marco Antonio Campos ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

matado en un accidente automovilístico José Carlos Becerra, a quien recordabas entrañablemente. Compré un boleto de tercera clase y esperé hasta la tarde noche para tomar el traghetto Bríndisi-Corfú. En la espera me venía un verso de Dante que hace decir en el Purgatorio a Virgilio sobre su cuerpo: “Napoli l’ha e da Brindizio è tolto” (iii, 25-27). Era la primera vez que navegaba en el mar. Puedes imaginar lo que es viajar en tercera clase, pese a que uno tenga veintiséis años y sea delgadamente fuerte. Pero ya a la mañana siguiente la sola contemplación del mar Jónico me llenó de gozo, y en las cercanías de Corfú y luego de Patras aquello era una exultación. Oía dentro de mí el viento musical de Mikis Theodorakis y de Manos Hadjidakis y me venían mis lecturas de Homero y de los líricos arcaicos. De Patras me fui en autobús a Atenas, donde me alojé en un hotel modesto. Fueron dos semanas de vértigo. Todo el tiempo me volvía una y otra vez, como si la oyera, la música de Theodorakis. Llevaba en los ojos de la memoria la imagen de una muchacha mexicana que tenía un bello nombre y un apellido estrepitoso. Pese a la escasez de dinero, no la sentía, por la felicidad solitaria y el deleitoso asombro de estar en Atenas. Caminar por Plaka, permanecer horas en la Acrópolis, conocer a una prostituta bellísima que llamaremos Dimitria, las caminatas reflexivas en El Pireo, las salidas nocturnas con unas jóvenes malayas y un grupo de italianos e italianas del hotel a las tabernas donde la música y el baile eran un vértigo… Recuerdo que luego de una desvelada atroz visité el Museo Arqueológico Nacional, donde se encuentra la llamada máscara de oro de Agamenón. Era tal la belleza de las estatuas, que el cuerpo olvidó la fatiga y volvió a tener la ligereza del aire. En el único tour que he hecho en mi vida que ha valido la pena me tocó una guía culta, amabilísima, con quien hablaba en francés y quien tal vez vio en


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mí al único de ese grupo que estaba interesado en algo más que lo sabido y lo anecdótico. A menudo la ficción histórica se impone más que la realidad misma. Luego de cuarenta y cuatro años, jamás he olvidado la llanura de Maratón que parecía un solo aliento y la Tebas reconstruida luego de la destrucción por los romanos. Si en la Grecia antigua los dioses caminaban junto a los hombres, en la Grecia moderna uno puede hacerlo con los personajes históricos y literarios. Al llegar a Micenas, aún fuera de la cinta de la ciudad, la guía señaló en dos momentos dos puertas pentagonales: “He aquí las tumbas de Clitemnestra y Agamenón”, y sentí como un golpe en el estómago, y me volvieron pasajes de la desesperada Electra, quien vivía en la tragedia de Sófocles lo que a su manera repetiría Hamlet muchos siglos después. Luego, al llegar al anochecer a Nauplia, subí la fatigosa escalera del promontorio y vi, no sin honda melancolía, el mar bajo las estrellas, y me dije que el mar en ese sitio llevaba en las olas las palabras última despedida. En el atardecer del día siguiente, en Epidaurus, un arquitecto italiano nos pidió silencio y dejó caer una pequeñísima hoja de papel y se oyó en todo el teatro el sonido de la hoja y ese mínimo hecho –ese levísimo sonido– aún me resuena en los oídos de la memoria, y lo vuelvo a oír emocionado cuando quiero. Aún regresaría a Grecia en los veranos de 1988 y 1989. En un poema y en un breve texto en prosa he recordado el sol ardiente sobre el Jónico, que me parecía describir los versos de Odysseas Elytis; los cinco días que pasé en la bellísima isla de Cefalonia (mi destino era Ítaca –que estaba enfrente– donde calculadamente nunca llegué), y las nuevas caminatas por una Atenas ahora sofocante. En Delfos oía –trataba– de oír las rocas proféticas y el correr del agua purificadora, y tenía a la vista Itea, el mar y las muchachas leves que el sol no olvida.

Si en la Grecia antigua los dioses caminaban junto a los hombres, en la Grecia moderna uno puede hacerlo con los personajes históricos y literarios.

En 1989, a través de la embajada de México en Austria, pedí que te escribieran para ver si se podía conseguir entrevistas con Elytis y Theodorakis. No, no era posible, contestaste, pero para mi gran sorpresa vi tu magnífica disposición y mandaste un largo listado. Sí, lo mejor sería Iannis Ritsos, pero como era verano se había ido a su casa de Samos, sí, desde luego, en la embajada podían reservarme el avión desde Atenas y un modesto hotel en la isla. En la embajada desde el primer momento desapareció la desconfianza que nos teníamos desde hacía unos quince años. Me diste tus primeras Peregrinaciones, es decir, tu primera reunión de poemas, la cual leí en el viaje a Samos. En la pequeñísima Karlóvassi entrevisté a Ritsos en su casa de verano una mañana de julio. No, Ritsos no era un intelectual, como Borges, Paz o Luzi; análogamente al argentino Enrique Molina las respuestas tenían un vuelo lírico que íntimamente concentraban una reflexión. Durante la entrevista, en aquella breve casa aislada de la isla, la hija de Ritsos entraba y salía…

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Al final Ritsos me dedicó la amplia antología que leí con una caligrafía bellísima como del siglo xix. Se sorprendió de que el libro fuera la traducción al alemán. Le dije que vivía en Austria y no tenía acceso a otras traducciones suyas. Vaya sorpresa: un año más tarde Ritsos murió. Al regresar a Atenas te hice la entrevista sobre tus Peregrinaciones que publicaría Huberto Batis en Sábado. Coincidimos en algo: Grecia era nueva cada día. Por la embajada andaba nuestro querido amigo Francisco Torres Córdova. Me presentaste a Victor Ivanovici, un griego-rumano que tenía el don de las lenguas, y a Titos Patrikios, maestro del epigrama en la poesía y en la conversación. Comentaste en una cena que sí, en efecto, para el sábado siguiente podía ir a Corinto y entrevistar a Mikis Theodorakis. “Extraordinario”, dije. Victor Ivanovici alzó la mano para acompañarme, lo cual habría hecho más fáciles las cosas, pero en el último momento Theodorakis canceló. Lamenté mucho no poder decirle lo que su música y sus canciones significaron para mí desde mis veinte años. A Victor Ivanovici lo vi otra vez en mayo de este 2019 en Bucarest y te recordamos en las cenas atenienses. “Era un amigo extraordinario”, me dijo en algún instante. Años después, cuando volviste a México de Puerto Rico, maltratado por las autoridades de la sre de entonces, fuiste publicando una a uno tu bellísima trilogía griega (Los soles griegos, Cantos del despotado de Morea y Una estación en Amorgós), que te dieron un sitial de privilegio en la poesía mexicana del siglo xx. Desde entonces conversamos numerosamente por más de veinte años y fuiste para mí uno de mis amigos más entrañables. Que tú y la inolvidable Lucinda tengan buenos vientos en las navegaciones que lleven en los países de la noche. Donde estén y adonde vayan. Tal vez una nueva Grecia l


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GUSTAVO MONROY

EL ARTISTA EN LA PIEL DEL OTRO E Declaración de principios y motivos de un artista plástico, nacido en la frontera norte de nuestro país en 1959, educado en La Esmeralda y reconocido en Europa y Estados Unidos, que afirma sin reservas: “Yo me uso para representar al otro, yo no soy yo, es el otro en mí. Echo mano de mi cara, de mi cuerpo, para verme en la realidad ajena.”

José Ángel Leyva ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

n 1994 comenzaba a hundirme en un período de tinieblas, se derrumbaban todos los andamios de mi juventud. Me debatía en el dolor y la desesperación de no comprender por qué mi mejor amigo me traicionaba con la mujer que yo amaba. Por esos mismos días, el 23 de marzo, acaeció el asesinato de Luis Donaldo Colosio en Tijuana. Las escenas del crimen se repitieron durante semanas en la televisión. El disparo en la cabeza del candidato a la Presidencia de la República significaba el inicio de una serie de homicidios, de traiciones de carácter político y la emergencia del crimen organizado en la vida nacional, era, además, el inicio del final de un régimen. Desde el 1 de enero de ese año, México vio lo que ignoraba o pretendía invisibilizar, la rebelión zapatista de los pueblos indígenas en Chiapas. En mi mente y en mi pecho percutía la musiquilla de la Banda Machos que acompañaba a las imágenes morbosas de Lomas Taurinas y se revolvían con la tristeza y la ansiedad de mi propia experiencia. Era el inicio de una noche oscura, para decirlo a la manera de San Juan de la Cruz.

Gustavo Monroy frente a una de sus obras. Foto: Rogelio Cuéllar

Mi padre, Óscar Monroy Rivera, originario de Nogales, Sonora, fue poeta, escritor y luchador social; un personaje que siempre estuvo buscando mejorar las condiciones de los pueblos de la frontera. Fue amigo cercano de Luis Donaldo Colosio, quien solía recitar sus poemas. La muerte del político sonorense significaba mucho para él, y en consecuencia para mí. Había estudiado derecho y criminología en la unam. Recuerdo el ruido de las teclas cuando escribía por las noches su obra literaria o sus trabajos universitarios. También se me quedaron grabados los ruidos de los helicópteros sobrevolando la ciudad durante la noche de Tlatelolco, cuando mi madre se moría de angustia porque mi padre no llegaba y las noticias en la radio enmascaraban la tragedia, el crimen de Estado sobre el movimiento estudiantil. Nací en Ciudad de México en 1959 y en 1970 nos regresamos a Nogales, cuando estaba yo por entrar a secundaria y mi padre realizaba una investigación sobre los hechos que empa-


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ñaron la vida democrática del país en el '68, el surgimiento de la guerrilla, la guerra sucia. Desde niño, él me ponía a leer en voz alta los periódicos y me pedía que hiciera énfasis en los fragmentos que previamente había subrayado en rojo para mí. Sin darme cuenta estaba recibiendo lecciones de política y de periodismo, estaba aprendiendo a leer entre líneas la realidad. Ya desde esa etapa de mi vida supe que en mi país la verdad siempre se oculta y la memoria se diluye. A diferencia de otras sociedades, aquí se apuesta al olvido o al recuerdo a conveniencia, siempre se esconde o distorsiona el pasado. Mi formación cultural quedó dividida entre la frontera norte de México y el centro cosmopolita del país. Al finalizar mi bachillerato vine al exDistrito Federal a estudiar Artes Plásticas a la Esmeralda. Aprendí restauración en la práctica y tuve la oportunidad de trabajar en varios de esos inmuebles históricos, como el exTemplo de Santa Teresa la Antigua. Tiempo después me encontré con el Biombo de la Conquista, ya instalado en la colección del Franz Mayer, y decidí realizar una copia fiel de esa obra, pero contextualizándola y resignificándola con la violencia actual, con esa reconquista que se nos impone desde el crimen organizado con la anuencia y complicidad del Estado, además del ejercicio de una violencia cultural, idiosincrásica. Es cierto que hay un discurso iconográfico de violencia en el muralismo mexicano, pero yo lo había descubierto en la historia del arte europeo, incluso en las obras de carácter religioso. Cualquier representación divina pasa por una iconografía sangrienta, entre fuertes cargas de sensualidad y erotismo. Sexo, sangre y fe van de la mano. Cuando volví a Ciudad de México, en 1978, mi padre ya había estudiado las manifestaciones del narcotráfico en la frontera, pero lo que sucedía en esa larga franja geográfica y cultural era indiferente para el centro del país. En la secundaria y en la prepa tuve compañeros cuyos padres o familiares eran narcos, y eso a nadie le resultaba extraño. El problema sobre todo eran las muertes por sobredosis, el consumo extendido de drogas duras entre la juventud mexicana. El narcotráfico era un asunto casi anecdótico. Nadie quería ver esa realidad. Forjé mi trayectoria con un grupo muy unido de artistas que a los treinta años poseían nombre y reconocimiento de manera individual. Éramos como una manada que nos movíamos en apariencia motivados por intereses semejantes, con una conciencia clara de amistad y de búsqueda. De pronto, cuando descubrí de manera muy violenta, muy cruda, que mi amigo mantenía relaciones sexuales con mi compañera de vida, sentí que me desfondaba. Ya no me importaban los premios internacionales, la carrera artística, el reconocimiento; de golpe la vida perdió sentido. Tuve varios intentos de suicidio y me sacaron vivo, por fortuna, de las vías del Metro. Mis colegas me dieron la espalda. Estaba tan mal física y mentalmente que mis padres me llevaron a psicoterapia. Un tío mío, jesuita, que vivía en la sierra Tarahumara, vino a verme. Yo no hacía otra cosa que llorar, me repugnaba el medio artístico, me parecía que estaba dominado por una mentalidad de competencia, de fama, de visibilidad, de éxito. Pasé varios meses en la Sierra Tarahumara ayudando a mi tío en sus tareas sociales, comunitarias, sin abandonar la medicación antidepresiva. Comencé a ver que mis problemas amorosos no eran nada frente al verdadero drama que se vivía allí, donde morían niños deshidratados, desnutridos. Servir a los demás me dio la noción del otro, de un mundo que se

extiende más allá de uno. Allí conocí a una mujer muy bella, una joven eslovaca que andaba restaurando obras de arte por esa zona del país. En 1997, viviendo en Eslovaquia, gané la Bienal Tamayo y comencé a viajar con frecuencia a Los Ángeles para vender y exponer mi obra. Un día se me acercó una señora que había abandonado la exChecoeslovaquia desde hacía cuarenta años y no pensaba regresar. Entre lágrimas y sollozos afirmaba que mis pinturas le habían traído aromas de su infancia y su juventud, que sentía en ellos el olor de pan de su ciudad, el incienso de las iglesias, la presencia de los árboles, las voces de sus padres. Mi esposa nunca pudo adaptarse a la vida en México. Los grandes contrastes del capitalismo, en un país subdesarrollado, le resultaban demasiado chocantes. Luego de cinco años concluimos de manera tranquila nuestra relación. Mi drama quedó atrás. Hoy puedo incluso contarlo, pero me resulta difícil relacionarme con pintores. Nunca retomé la amistad con ese grupo con el que yo había vivido mi juventud y me había desarrollado como artista. No nos educan, entre otras cosas, para soportar la muerte de los seres queridos ni para reconocernos en el otro, para valorar al otro. Estamos atrapados en un sistema narcisista que nos impide vivir bajo valores más auténticos, de solidaridad, de fraternidad, de respeto por la dignidad propia y ajena. Mi autoestima quedó completamente devastada. Así que tuve que trabajar mucho para recuperarla. Una amiga tanatóloga me ayudó a entender que mi responsabilidad estética era distinta a mi noción de mí mismo en el plano mundano y existencial. Se me estigmatizaba por hacer autorretratos, por poner mi rostro en los personajes de mis pinturas. Se interpretaba como un exceso de vanidad, de narcisismo. Tuve que hacer un largo viaje en mi vida para recuperar la pintura y la gráfica, para ver el autorretrato desde una perspectiva distinta, o quizá sólo empecé a verlo con mayor claridad. El autorretrato es una expresión humana primigenia. Los primeros cazadores al plasmar sus manos sobre los muros estaban haciendo su autorretrato, y cuando pintaron la figura de animales y escenas de cacería estaban autorretratándose, autorreflejándose en la vida y en la muerte, no solamente como un yo, sino como un otro, para otro. Pagué cara mi osadía de usar mi rostro para representar, por ejemplo, la Crucifixión, como un juego, no como una responsabilidad de comprometer mi cuerpo en el reconocimiento del dolor ajeno, de una otra vida. El grupo Provida me persiguió y tuve que ocultarme por un período. Por lo mismo he insistido aún más en trabajarlo y en elaborar incluso grandes cabezas escultóricas representando con mi rostro el de Cristo. Yo me uso para representar al otro, yo no soy yo, es el otro en mí. Echo mano de mi cara, de mi cuerpo, para verme en la realidad ajena. No es narcisismo, como muchos pretender ver o demostrar, es un riesgo que se corre para descubrirse en los otros. En 2003 hice una exposición muy grande en el Museo de Ciencias y Artes (muca), de la unam, fue una retrospectiva que hacía énfasis en el tema de la violencia. Al inició creía que nadie vería más allá de lo aparente en mi obra, pero desde el primer texto, Fernando Solana me demostró que había captado su verdadero sentido estético, la introspección de ese trabajo. Solana ha estudiado mucho el budismo, tiene una antena y un radar para ver ciertas cosas que los demás no perciben, para hacer notar que hay ciclos que terminan y otros que se abren.

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Dibujo tomado de una serie sobre La peste, de Albert Camus, cortesía del artista.

Abandoné ese discurso de decapitados, mutilados, ejecutados, de cuerpos torturados, cuando advertí que se convertían en cliché. Hoy vuelvo al desierto. No sólo porque allí están mis raíces, sino porque lo siento como un espacio que motiva la meditación, el encuentro místico-religioso, porque es un territorio cuajado de significados estéticos y culturales. Desafortunadamente, el desierto en este país se convirtió también en el dominio de la muerte, en el camino fatídico de los migrantes, en el cementerio abierto de los criminales. Siempre regreso a los grandes pintores, a la tradición, por ejemplo a Masaccio, un pintor del Renacimiento que realizó un cuadro titulado Expulsión del paraíso. Lo tomé como referencia para hacer mi propia versión de una pareja atravesando el desierto mexicano hacia los Estados Unidos. Aprovecho para recrear sus atmósferas, su luz, su vegetación, la forma de sus cactus, la aridez, su cromatismo. No me interesa el realismo, o el hiperrealismo, me siento más atraído por la pincelada expresionista. Así veo y siento esa realidad, que debe ser reconocible, pero desde mi propia emotividad y racionalidad. Si yo le pusiera mi rostro y el de mi actual compañera seríamos esa misma pareja de Masaccio en la expulsión del paraíso, una pareja migrante buscando cruzar la frontera. Lo único que he hecho ha sido seguir mi vocación. Hubo una época en la que, incluso, quise ser sacerdote, pero le he sido fiel a mi oficio de artista plástico. La poesía me ha salvado del vacío. Yehuda Amijai es un poeta que me enseñó a entender el conflicto de la violencia en México representando la guerra entre israelíes y palestinos desde el amor. Yo aprendí a hacerlo desde la pintura. Quizás por ello me conmueve tanto el voto de silencio de Javier Sicilia, su renuncia a escribir poemas, ese estar deshabitado. Uno se pregunta por qué en él, por qué en un poeta religioso recayó el golpe brutal del asesinato de un hijo. Yo pinté a Sicilia a la manera de un profeta, de un personaje al que aún no se comprende, ni su dolor ni su discurso. Hay aquí, en este país, tantos motivos de silencio, tantos hijos desaparecidos, tantas traiciones en lo que uno ama. Con los versos de Yehuda Amijai pinto el final: “En las salas de espera del olvido/ los paisajes de las paredes se vuelven lentamente/ retratos, ojos y nariz, frente y mentón,/ y los retratos se convierten en paisajes,/ montaña, valle, bosque, campo.” l


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SILVIO RODRÍGUEZ:

CUANDO CANTAN LA VIDA LOS BUENOS

EN EL 60 ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN CUBANA Aquí se hace la semblanza de un trovador emblemático para varias generaciones de cubanos, latinoamericanos y otras latitudes, cuyo saber musical y literario es amplísimo –de los Beatles al bolero, el mambo, Benny Moré, el son, las habaneras, el tango, la bossa nova y Beethoven, y de José Martí y César Vallejo a Federico García Lorca, Gabriel García Márquez, Guillén, Neruda, Poe y Quevedo, por citar algunos– y que considera que “la sinceridad es no sólo una cualidad humana sino, sobre todo, una virtud revolucionaria”. I A VIVIAN, LA BECARIA de En el cielo con diamantes, novela juguetona y rebelde escrita por Senel Paz, le gustaba la música de los Beatles y de Silvio Rodríguez; especialmente la del esmirriado y melenudo trovador capaz de traducir a través del canto el hondo sentir del mocerío cubano de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Aquel loco que decía cosas raras –como lo definió Carlos Varela en una canción de antología–, ya en aquellos ayeres tenía la habilidad de mostrar que el compromiso y el amor profesados hacia los ideales socialistas no eran, ni remotamente, antítesis de la alegría y el desparpajo, tan desde

José Arreola ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

la cubanía cultivados, practicados y patentados. Por eso, una parte de la música con la que Vivian, David y Arnaldo se quisieron y se narraron en la novela de Senel Paz fue la de Silvio. A través de sus letras y acordes, Rodríguez simbolizó la manera en la que una generación pensaba, sentía, vivía y asumía la historia; no era para menos, toda ella estaba pariendo un corazón.

II EL MUCHACHO PRODIGIO de San Antonio de los Baños llegó al mundo un 29 de noviembre de 1946, pero nació junto a millones de cubanos el 1 de enero de 1959. Silvio Rodríguez Domínguez tenía entonces doce años, por decisión propia se dejó atrapar por el ciclón del proceso revolucionario cuando Cuba, como le expresó a Pedro de la Hoz, “era un espectáculo encendido, muchas veces estremecedor”. A decir del trovador, la mayor de las Antillas estaba “prácticamente en las trincheras”. Testigo y hacedor de la historia que le tocó vivir, participó en la campaña de alfabetización y, ya en ese mismo año de 1961, en medio del peligro que suponía la invasión estadunidense a Playa Girón, tocaba puertas para conseguir comida en “latas para los combatientes”. La música, por lo menos profesionalmente, todavía no aparecía como el trillo por el que habría de caminar. No obstante, tenía una marcada tendencia artística, por eso dibujaba y escribía para la revista Mella. Su posterior incorporación al servicio militar fue lo mejor que le pudo pasar a la trova cubana, a él mismo y al mundo. En mayo de 2016, Silvio le confesó a Pablo Iglesias que en las tareas de la milicia se aburría horrores; tanto, que decidió hacer de la guitarra la fiel compañera. Así se convirtió en el trovador cuyos iniciáticos e íntimos conciertos fueron para unas privilegiadas matas de mango.

III SILVIO RODRÍGUEZ NO SÓLO es el trovador de la Revolución cubana, sino también el cubano

que revolucionó la trova. Además de poseer un talento innato, que combina a la perfección un oído musical envidiable con una exquisita sensibilidad literaria, su constancia, su disciplina y el conocimiento de las raíces sonoras de su tierra lo convirtieron, queriéndolo o no, en el nombre de referencia para hablar de una vieja y una nueva trova. En más de una ocasión señaló que Sindo Garay, el tótem de la trova santiaguera de inicios del siglo xx, fue su gran influencia, pero su música ha sido consecuencia de la combinación de ritmos que van del fílin a los Beatles y de éstos al bolero, el mambo, la sabrosura de Benny Moré, el son, las habaneras, el tango, la bossa nova y Beethoven. Su evolución artística ha sido compleja: pasó de componer únicamente a través de aquella primera guitarra que le regaló Aida Santamaría, a ser el director de orquestación en más de uno de sus discos. Con razón, Leo Brower lo describió como un “genio” por su preocupación en los más mínimos detalles, casi hasta “atormentarse por los problemas estéticos”. Esa genialidad se debe, ni duda cabe, al ángel musical que lo cuida desde siempre, aunque además es consecuencia de recoger las enseñanzas del propio Leo Brower, Frank Fernández, Margarita Pérez Rico, Lázaro Fundora, Federico Smith y Juan Elósegui, entre otros. “Sólo lo difícil es estimulante”, escribió José Lezama Lima y Silvio emprendió, desde sus inicios, una guerra encarnizada contra la canción fácil, aquella que se hace para “gustar” y convertirse en hit. Lo fácil “es tentador”, pero exageradamente aburrido. Huir de ello, como anotó Radamés Giro, le dio pauta para respetar “el camino que le trazaba su talento”, sabiendo por qué y para quién cantaba. Sus canciones nacieron y nacen con y para el pueblo que hizo y hace la Revolución, su Revolución.

IV SI LA MÚSICA de Silvio tiene una base sólida que le permite experimentar y reinventarse constantemente, no menos consistentes son sus influencias


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literarias y sus propias letras. Con justicia, los poetas Víctor Casaus y Luis Rogelio Nogueras lo consideraron uno más entre ellos por la “calidad literaria de sus textos”. Ese hombre, que por dichos o por hechos es festejado tanto, tiene a José Martí –de quien aprendió “el vuelo de la metáfora”– y a César Vallejo –que “me hizo la víscera, hueso, sangre”– como autores predilectos, pero lo mismo disfruta de Juan de Dios Peza, Federico García Lorca, Gabriel García Márquez, Bradbury, Conan Doyle, Mayakovski, Whitman, Burroughs, Guillén, Neruda, Poe, Quevedo, José Zacarías Tallet, Eliseo Diego, j.r. Tolkien y Carpentier, entre muchos más. La literatura fantástica le atrae sobremanera por su capacidad de potenciar sueños y pensares, pero sobre todo porque ayuda a imaginar, y él tiene la certeza de que “la mente humana está hecha de imaginación”.

V EL HIJO DE argelia domínguez y Dagoberto Rodríguez es un trovador profundamente comprometido con la Revolución cubana. Lo es desde sus creaciones artísticas, en las que nunca se ha permitido el pecado de la banalidad o lo panfletario. Por tal razón, dentro y fuera de Cuba, le aplauden y elogian. Cuando eso sucede, “aunque algunos no se den cuenta”, se aplaude y elogia un cantar que “no pudo haber surgido sin esta Revolución que lo sustenta”. Su compromiso no es ni por un segundo apología conformista, sino crítico desafío. “A desencanto, opóngase deseo/ superen la erre de Revolución”, escribió en “Sea señora” y, en esa misma canción, advertía que si las alas se convierten en herrajes “es hora de volver a hacer el viaje/ a la semilla de José Martí”. En palabras del propio Silvio, se trataba de un “voto a la evolución política de Cuba”. Un voto y una voz indispensables en medio del debate político y cultural acerca de las reformas que ya se discutían en la Isla, en vísperas del vi Congreso del Partido Comunista de Cuba finalmente celebrado en abril de 2011. A través de canciones como “Sea señora”, el disco Segunda cita tomó la tribuna desde 2010 y daba así una obertura y un tono al necesario intercambio de ideas. El compromiso de quien ha compuesto temas como “Playa Girón”, “Te doy una canción”, “Historia de las sillas” y “Judith” no termina en las canciones mismas, sino que desde ellas realiza una labor de promotor cultural. Mientras fue diputado en la Asamblea Nacional del Poder Popular impulsó, por ejemplo, una serie de conciertos en las cárceles de la Isla y actualmente continúa con una gira iniciada hace cerca de diez años por los barrios menos favorecidos de La Habana. En dicha gira, documentada por Alejandro Ramírez Anderson en Canción de barrio (2014), además de sumar el virtuosismo del ya fallecido Santiago Feliú, también han colaborado Vicente Feliú, Frank Fernández, Tony Ávila, Kelvis Ochoa, Tanmy López y Amaury Pérez, entre varios más. Canción de barrio toma en primer plano la voz de quienes habitan esos barrios con sus problemas, carencias, demandas y dolores. La entrega de Silvio a dichos conciertos es tanta y tan plena que jamás ha suspendido una sola presentación, pese a las peripecias a las que se enfrenta. Las presentaciones se han realizado bajo lluvias tremendas o casi sin iluminación eléctrica cuando se llevan a cabo por la noche. Si su entrega es tan natural y sincera, no lo son menos la respuesta y el cariño de quienes lo escuchan y celebran el milagro de la canción con él. Uno de esos habaneros definió, muy cubanamente, al trovador que todos quieren: lo que pasa es que “Silvio es Silvio”.

VI EL NOMBRE DEL NUEVO trovador antiguo de aquel San Antonio fiestero se liga a los de Pablo Milanés, Noel Nicola, Haydée Santamaría, Sara González, Omara Portuondo, Alfredo Guevara y al de dos instituciones emblemáticas como Casa de las Américas y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (icaic), mismas que durante los años duros del “quinquenio gris” resultaron fundamentales para que el canto y las letras dijeran lo que tenían que decir. Pero son dos las personalidades cuya presencia en su ser y su quehacer resultan imprescindibles: Ernesto Guevara y Fidel Castro. Del más universal de los argentinos y los asmáticos, Silvio ha dicho que Che es su nombre favorito. En 1974, en República Dominicana, se definió como “Cheguista”. El 8 de octubre de 1967 –cuando Guevara cayó en combate en Bolivia– es uno de sus recuerdos más tristes. Bajo la estrella del Che fue voluntario en la guerra de Angola y, por Cheguista, compuso temas de la talla de “Fusil contra fusil”, “América, te hablo de Ernesto”, “Hombre” y “La oveja negra”. Sin embargo, tal vez no exista mejor retrato de lo que Guevara significa para él que la pieza “Tonada del albedrío” en la cual, con esa voz atiplada muy suya, canta “Debe dar tristeza y frío/ ser un hombre artificial/ cabeza sin albedrío/ corazón condicional.” El 25 de noviembre de 2016 se convirtió en la fecha más triste en la existencia del trovador: ese día murió el artífice mayor de la Revolución cubana, “uno de los seres humanos más extraordinarios de todos los tiempos”. Alguna vez dijo que “el responsable máximo” de su expresión artística era Fidel Castro. En 1991, Silvio compuso “El necio” pensando un poco en sí mismo, pero sobre todo en el gigante de Birán. Nada más y nada menos.

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pequeño. Sin embargo, pese a los agoreros del fin de la historia y de la utopía, no se trató de un “hasta aquí” sino de un “vamos a ver a cómo tocamos”. Contra todo pronóstico, la Revolución resistió y cometió la osadía terrible de continuar creyendo que el mundo no es lo que dicta el gigante de las siete leguas y, además de su ejemplo, exportó la solidaridad allá donde otras tierras del mundo reclamaban el concurso de sus modestos esfuerzos. Ahora que Donald Trump insiste en radicalizar las medidas de la deplorable Ley Helms Burton para iniciar una nueva cruzada con el fin de vencer a los hijos de Maceo y Agramonte, bien harían sus asesores en recordarle que contra la dignidad de “este pueblo tan bueno” no hay bloqueo, invasión o mentiras que valgan. Y que, aunque el aire tome forma de tornado, Silvio continuará cantando el canto de su patria que es su canto.

VIII EL ESCRITOR LUIS eduardo Heras León, autor de La noche del capitán –quizá una de las mejores narraciones dentro de la cuentística cubana del siglo xx–, definió a ese entrañable amigo suyo de la guitarra como aquel que “dijo las cosas que todos queríamos decir y que no decíamos”. Las composiciones de Silvio se convirtieron en una manera de nombrar amores y dolores, acuerdos y desacuerdos; se han hecho la banda sonora de viejas, jóvenes y novísimas generaciones que se identifican con él. Quizá se deba, entre tantas cosas, a que considera que la sinceridad es no sólo una cualidad humana sino, sobre todo, una virtud revolucionaria. Por eso tiene confianza en lo que la Revolución, su Revolución, “ha creado con este pueblo” en múltiples planos. Con Silvio Rodríguez cantan la vida los buenos, “al final vencedores”, aquellos que, ya se sabe, jamás usaron veneno como aroma de flores l

VII PARA SILVIO, el período especial en Cuba –con todas las implicaciones sociales, económicas, políticas y culturales que significó– fue el momento de mayor dificultad de la Revolución. Se trató de una etapa en la que el bloqueo económico, impuesto por el imperio estadunidense desde 1960, parecía por fin doblegar a ese país

Página anterior: Silvio Rodríguez en 1969. Foto tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Silvio_ Rodr%C3%ADguez. Abajo: Silvio Rodríguez, Fidel Castro y Pablo Milanés en la Casa de las Américas. Foto tomada de http:// www.fidelcastro.cu/fr/node/45103


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DE JOSÉ MARTÍ A NICOLÁS GUILL

HISTORIA, MÚSICA Y LITERATURA EN CUBA ANTES Y DESPUÉS Un análisis de varios aspectos de la cultura cubana ligados a los momentos álgidos de su historia, para entender su “ser”, además de su gran vocación para crear políticas culturales compartidas con Latinoamérica. Se consideran sus raíces caribeñas, españolas y africanas, entre otras corrientes, que han determinado la formación del país, así como el concepto de “cubanidad”, o del ser específico de “lo cubano”. El autor recurre a las ideas y conceptos de sus poetas y narradores más importantes, no con el ánimo de confrontar visiones, sino en la búsqueda de algunos modelos que, a través de vasos comunicantes, permitan vislumbrar algunos horizontes culturales e históricos de Cuba.

Antonio Valle ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Neoliberalismo, humanismo, dictadores y golpes de Estado EN CUBA SE desarrolla una intensa creación literaria y conceptual que, después del triunfo de la Revolución, enfrenta las políticas culturales hegemónicas en Latinoamérica y el Caribe, políticas orientadas a promover el individualismo y la competencia, que buscaban hacer que prevaleciera la “cultura” del más fuerte sobre el más débil. Esta suerte de brutalidad ideológica confrontó al pensamiento solidario y humanista, mismo que, desde finales del siglo xix y durante todo el xx, crearon y promovieron los escritores, músicos, artistas e intelectuales de Cuba. La Revolución cubana fue la respuesta al modelo de las añejas dictaduras del continente, representadas en la isla por el régimen dictatorial de Fulgencio Batista, pero también en oposición a las dictaduras de Paraguay, Brasil, El Salvador, Nicaragua y Guatemala, a las que se sumó una serie de golpes de Estado que impidieron los procesos democratizadores en Chile, Uruguay y Argentina, entre otros países del continente.

La conquista y los orígenes de la palabra Cuba CUANDO LOS NAVEGANTES europeos llegaron a la isla de “Colba”, buscando al Gran Khan para entregarle las cartas de los Reyes Católicos, Colón estaba seguro de que estaba llegando a Cipango, nombre con el que los europeos de la Edad Media designaban a Japón. Por otra parte, los nativos del Caribe llamaban “Colba” a la gran isla; esa es una de las más aceptables hipótesis sobre el origen de la palabra Cuba. Diego Velázquez aplicó una política militar de exterminio que culminó cuando quemaron vivo —para escarmiento de sus seguidores- a Yahavey o Hatuey, el líder de la provincia india de Maisí, que había encabezado la resistencia y la rebelión en la gran isla. Una vez que desaparecieron de la faz de la tierra, los trabajadores naturales de “Colba” fueron sustituidos por una gran cantidad de trabajadores esclavos provenientes de África, los cuales, como en otras islas y en Estados Unidos, se afanaban de sol a sol en ranchos y plantaciones especializados en hacer que prosperaran los cultivos de la caña de azúcar.


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que se prepara para ejercer el poder en la isla. Alejo Carpentier es uno de los grandes escritores e intelectuales que investigó la profundidad y diversidad de la cultura cubana. Viajó y vivió en Europa, además de las Antillas y en distintos países del continente, y es autor de una obra literaria y ensayística muy importante. Particularmente destacan sus libros El reino de este mundo y El siglo de las luces, así como su primera obra, ¡Écue-Yamba-O!, (1933), en la que aborda el folclor y la mitología afrocubanos. Otros libros importantes de Carpentier son Los pasos perdidos (1953) y El recurso del método (1974). Una preocupación constante que comparten los escritores e intelectuales, evidentemente determinados por la condición insular de Cuba, ha sido su relación y el diseño de políticas hacia el resto de países del Caribe y el continente. En ese contexto destaca la relación histórica y cultural con México, que a lo largo del siglo xx generaron un espectacular intercambio, cuya influencias mutuas ha enriquecido a ambos países. La canción “De México a La Habana” sintetiza la intensidad de esta relación. En ese contexto es importante destacar que este año se cumple el 500 aniversario de la fundación de La Habana, que desde el siglo xvi dejó de ser una escala obligada para convertirse en el “principal puerto del nuevo mundo”.

LÉN: DEL ’59

Durante varios siglos la isla soportó los innumerables desembarcos de algunos países de Europa que intentaban apoderarse de esa estratégica plaza. El más importante de estos combates fue la llamada Guerra de los siete años, en la que España se confrontó con expedicionarios ingleses. También arribaron colonos de distintas nacionalidades y procedencia. Por ejemplo, las numerosas familias francesas que emigraron a las ciudades de Santiago, Guantánamo y Baracoa, que iban huyendo, después de que conquistaron su independencia los “naturales” y criollos en la isla de Santo Domingo. La ubicación estratégica de Cuba es también la razón por la que España no cedió, sino muy tardíamente, a sus reclamos de independencia, cuando ya había pasado casi un siglo de que en América diera inicio la ola de movimientos independentistas. Para que los conquistadores españoles lograran satisfacer sus necesidades de abastecimiento y seguridad, pero sobre todo su ambición de riqueza desmedida (conocida como la enfermedad de la fiebre del oro), los nativos que lograron salvarse de las políticas de exterminio huyeron a otras islas. Sobrevive, eso sí, de la antigua cultura nativa la palabra Cuba, como un vago recuerdo de aquella sociedad milenaria. Toda vez que consolidaron mínimamente su estancia en la isla, el “adelantado” Diego Velázquez se convirtió en el primer gobernador. “Pronto nacieron siete villas coloniales cubanas: Baracoa (1511), Bayamo (1513), La Santísima Trinidad (1514), Santa María del Puerto del Príncipe (1514), Espíritu Santo (1514), Santiago Apóstol (1515) y La Habana que, aunque se considera su nacimiento definitivo el 16 de noviembre de 1519, se fundó inicialmente en 1515.” Cuba se convirtió en la base insular de donde zarparon las naves exploradoras que naufragaron o arribaron a las costas continentales. Uno de aquellos desembarcos exitosos fue el capitaneado por Hernán Cortés, el rebelde extremeño que después de quemar sus naves —en una acción hondamente simbólica- junto a un puñado de soldados colonialistas (y cientos de miles de indígenas, quienes realmente realizaron las acciones militares contra el imperio que los sojuzgaba), en un breve lapso de tiempo (en términos históricos) consumaron la más grande conquista de que tenga memoria la humanidad.

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José Martí es una de las máximas figuras del modernismo, un poeta e intelectual cosmopolita que, más allá del independentismo y el nacionalismo cubano, representa una figura mitológica.

En términos geopolíticos, Cuba ocupa un lugar estratégico, razón por la que “naturalmente” se convirtió en una nación construida por múltiples nacionalidades, además de los colonos españoles que fundaron las distintas villas. Aunque la certeza y el sentimiento insular es constante, por otro lado también es cierto que la isla, debido a su belleza, ha sido un centro de atracción y deseo durante todo el largo período colonial que no concluyó con el triunfo de la Revolución cubana porque, aunque fueron frenadas las intentonas estadunidenses, la atracción y el deseo que genera la Perla del Caribe no ceja. Actualmente, numerosos inversionistas trabajan y explotan los atractivos escénicos y culturales de la isla.

José Martí, patria y poesía EL PERÍODO COLONIAL impuesto por España, que parecía infinito, concluirá con la aparición del poeta José Martí, quien a través de su obra literaria, poética y ensayística, además de su trabajo como corresponsal, crea una hermosa síntesis de la riqueza y el poder intelectual y cultural de Cuba. José Martí es una de las máximas figuras del modernismo, un poeta e intelectual cosmopolita que, más allá del independentismo y el nacionalismo cubano, representa una figura mitológica, como la de Bolívar, para la América Latina entera. Él asume las dificultades y retos que al finalizar el siglo xix se abren para la isla, sobre todo por la ambición del nuevo conquistador estadunidense

Pero qué bonito y sabroso... EL PERÍODO DE la trova tradicional, acompañada de grandes ritmos como el mambo, el guaguancó y el chachachá, provocó que en México se desarrollara el movimiento cinematográfico de las “rumberas”, además de los grandes espacios sociales de baile como el Salón México y el Salón Los Ángeles, espacios que marcaron una época, donde se daban cita importantes sectores populares de la sociedad mexicana. Este fenómeno estimuló a que la intelectualidad progresista de México encontrara formas para articularse con las culturas populares de México y Cuba, fenómeno que se extenderá durante décadas, atrayendo a docenas de expresiones poéticas y musicales —también producida por exesclavos de África— como la salsa de Puerto Rico y Nueva York, el merengue de la República Dominicana, el reggae de Jamaica, la samba brasileña, entre expresiones de exesclavos, que en una versión diferente desarrollan el blues, el jazz y el rock. Durante algunas décadas ese tipo de cine reflejaba la situación en la que vivía la sociedad cubana, que más allá del glamour mostrado en los grandes casinos, hoteles y cabarets, apenas y ocultaba una red de corrupción y delincuencia, la cual reflejaba las dificultades de una sociedad decadente y fracturada en la que se expresaba la inestabilidad política de los gobiernos que se mantuvieron en el poder de la isla recurriendo a la represión, la cárcel y el asesinato de cientos de dirigentes opositores. Especialmente las comunidades de origen africano, que vivían en una especie de apartheid, después de centurias terminaron por constituir uno de los grupos culturales más importantes de Cuba. Definitivamente, fue a través de su música (fusionada sobre todo con expresiones de la música árabe y española), así como por las letras de las canciones, que definen la vitalidad, la imaginación, el “sabor” y la vida sentimental de los isleños (lo que el mundo conoció como música afroantillana) que definen al “ser” o a la “cubanidad” de esa poderosa cultura.

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VIENE DE LA PÁGINA 9/

Movimiento 26 de julio vs. Casino Fulgencio Batista

no sólo de la isla, sino de todo el continente. Esta experiencia poética de rasgos etnológicos queda registrada en su libro El reino de este mundo, (1949). Además, Carpentier, es un excelente musicólogo, y en La música en Cuba, descubre y enuncia las fuentes musicales que irrigan a la isla desde el siglo xvi hasta la primera mitad del xx. Nicolás Guillén, poseedor de un finísimo oído, es un poeta e intelectual que forma una parte medular de los procesos de re-conocimiento y apropiación de la realidad. Como Carpentier, Guillén se abre al conocimiento al lado de guajiros y negros pobres, experiencia que lo hace participar en las luchas por la verdadera independencia y democratización de Cuba. La historia de la música problematiza el concepto mismo de historia, mismo que, según Julio Ramos, debe considerarse como una aportación a la “gran ficción” cultural del continente, especie de metodología que se vincula con la “arqueología del Saber” de Michel Foucault y con los hallazgos de José Lezama Lima, uno de los más grandes poetas de todos los tiempos que, a la manera de Fragmentos a su imán, título de uno de sus más famosos libros, propone que el sujeto metafórico es quien verdaderamente transforma lo natural en cultural; un sujeto que, por el poder de atracción de la imago, pondrá en acción sus saberes racionales, históricos, emocionales e intuitivos, los cuales darán paso a que, en medio de la confusión de esa urdimbre inaudita —un poco a la manera del satori— darán paso a la concreción de una expresión humana precisada en el tiempo. En La expresión Americana, libro de ensayos publicados en 1957, teniendo una perspectiva como la de Alejo Carpentier, Lezama Lima aborda la nebulosa del ser americano, pero a través de una técnica penetrante de la poesía y la imagen. Además escribió la novela Paradiso, considerada como una de las mejores novelas del siglo xx.

DURANTE LA PRIMERA década del siglo xx, entre sublevaciones y huelgas, Estados Unidos termina por imponer un gobierno de facto, apoyado en un ejército “criollo”, gracias al cual mantiene “a raya” a los grupos independentistas que continuaron la lucha al finalizar la guerra contra España. La Enmienda Plat (o tratado permanente) fue un apéndice de la Constitución de Cuba, que en el período de la primera ocupación militar estadunidense en la isla (1899-1902), abría la puerta para que se consumaran los intereses de Estados Unidos. Dicha enmienda fue derogada el 29 de mayo de 1934. Estas luchas por reivindicaciones sectoriales derivaban en movilizaciones y huelgas que, adoptando un carácter político, buscaban derrocar a las autoridades ilegítimas que sólo se sostenían en el poder mediante la represión. Esta situación desemboca en la década de los cincuenta en el golpe militar que encabeza Fulgencio Batista, quien, además de eliminar la autonomía universitaria, prohíbe las libertades de expresión, de reunión y huelga. De inmediato, Estados Unidos reconoce al gobierno de Batista, quien implementa una política basada en la creación de casinos, estimulando así el tráfico de drogas, fenómeno que fue reproducido en algunas escenas de El padrino iii, donde, además de mostrar la corrupción, se expone la determinación de los patriotas cubanos que luchaban por alcanzar una verdadera independencia, derrocando al dictador. En ese contexto surge el Movimiento 26 de julio, grupo que después de fallar en el intento de tomar el Cuartel Moncada, años más tarde se embarca en el buque Granma para iniciar el proceso final de la Revolución cubana. De ese período surge una literatura política, cuyos principales ejemplos son La historia me absolverá, discurso de Fidel Castro, o Pasajes de la guerra revolucionaria, de Ernesto Che Guevara, que articulan el marcado carácter independentista, basado en la justicia social, el antirracismo y la solidaridad con los pueblos y culturas de América Latina.

Después del son de la Loma, La Nueva Trova Cubana

Martí, Carpentier, Lezama Lima y Guillén: la vuelta al origen EL DISCURSO Nuestra América, escrito por José Martí, es una de las piezas literarias donde se aprecia mejor la visión continental de la cultura cubana. Este documento fue publicado en Nueva York en 1891, da cuenta de la situación en las colonias y excolonias de los países de Europa y de la amenaza en la que se encuentran, ante el surgimiento de la nueva potencia en el norte de América. Este discurso es emblemático, porque además de plantear la necesidad de estrechar los vínculos culturales entre los países del continente, es una muestra magistral de la elegancia y profundidad literaria de un gran poeta. Alejo Carpentier es otro gran intelectual y escritor que —con el espíritu de Martí— propone desarrollar un destino propio para las naciones del sur y el centro del continente. Carpentier —junto con escritores como Juan Carlos Onetti y Augusto Roa Bastos— es uno de los e grandes precursores del boom literario latinoamericano, movimiento que apuntala la liberación del imaginario poético y narrativo en la región; por ejemplo, impulsando el concepto de lo “real maravilloso” que funciona para ayudar a comprender la riqueza cultural,

Definitivamente, fue a través de su música (fusionada sobre todo con expresiones de la música árabe y española), así como por las letras de las canciones, que definen la vitalidad, la imaginación, el “sabor” y la vida sentimental de los isleños

DURANTE LOS AÑOS sesenta, en un contexto donde prevalecían dictaduras rancias como la de Anastasio Somoza en Nicaragua, la de Alfredo Stroessner en Paraguay, la de Gulart en Brasil o la que derrocó a Jacobo Arbenz en Guatemala, en la década de los años setenta se da una serie de golpes de Estado en Chile, Argentina y Uruguay, generando un contexto adverso a la Revolución cubana, la cual, sin embargo, continúa promoviendo el Movimiento de Canto Nuevo que confluye con el de la Nueva Trova Cubana, generando algunas poéticas cuyo contenido social se identifica con las poéticas emprendidas por Chico Buarque en Brasil, Bob Dylan en Estados Unidos, Víctor Jara en Chile, Mercedes Sosa en Argentina, Amparo Ochoa en México y Joan Manuel Serrat en España, entre docenas de compositores, poetas, artistas y numerosos agrupaciones de folclor. La Nueva Trova Cubana, cuyas raíces poéticas y musicales provienen de la Trova Tradicional, tiene como principales exponentes a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, quienes, recuperando el espíritu de José Martí, producen una impresionante cantidad de discos y canciones que son cantadas por miles y miles de jóvenes, de varias generaciones, en todo el continente. Es interesante observar cómo en algunos países en los que se integraron grandes cantidades de esclavos procedentes de África, propiciaron el surgimiento de una compleja y excelente música contestataria, rebelde y de protesta, cuyas poéticas siempre han expresado un marcado carácter social l


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HACIA UNA RECONCILIACIÓN CON LA NATURALEZA Zooética. Una mirada filosófica a los animales, Paulina Rivero Weber (coordinadora), Fondo de Cultura Económica, México, 2018.

Andrea Tirado ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

CON LA FINALIDAD de abordar “las diferentes perspectivas éticas que los seres humanos podemos o debemos tener con respecto a los animales”, Paulina River Weber ha reunido una selección de ensayos de diversos autores que reflexionan sobre visiones y prácticas que, a lo largo de la historia, habían sido ignoradas o aceptadas implícitamente. La compiladora recuerda que así como no existe una sola ética, la zooética tampoco es solamente una, sino que hay propuestas variadas en torno a los deberes que tiene el ser humano para con los animales. Casi todos los ensayos parten de esta premisa: que los seres humanos pertenecemos al reino animal, y tienen en común una visión ética por parte de los humanos en su relación con los animales.

El ensayo introductorio está a cargo de Álvaro Chaos Cador, quien a modo de ficción imagina una historia alternativa: “El planeta de los simyos”, en donde simyos no son ya los simios como se conocen, sino que nosotros mismos –humanos– seríamos esos simios con “y”, lo que le permitirá a este autor jugar con el pronombre “yo”. Con ello comenzará a poner en duda la definición del Homo sapiens, del homo sapiente que se sabe nombrar –yo–, definición que considera inadecuada para un “ecocida”. Chaos Cador realiza un recorrido a través de la historia del ser humano, develando cómo éste se considera superior a sus otros hermanos “simios”. También pone en duda una capacidad que se supondría única de los seres humanos: la inteligencia. Sin embargo, demostrará que los humanos no son los únicos que la poseen, pues algunas plantas cuentan con ciertos mecanismos que se asemejan a las operaciones de la inteligencia. Realizando comparaciones entre seres humanos y animales, Chaos Cador demuestra que no habría mucha diferencia entre ambos, invalidando así la premisa de la superioridad humana sobre todo ser viviente. Desde ese ensayo se anticipa el tono de los siguientes, así como de la tesis del libro en general. Se partirá de poner en tela de juicio al ser humano como animal que se ha pensado y consolidado como superior a todos los demás. Desde perspectivas tomadas de México, como otros países de América Latina y hasta España, los autores transitan por temas diversos, como la tauromaquia, las peleas de gallos, o bien, los experimentos con animales en la enseñanza superior. Otros ensayos retoman posturas de filósofos como Kant, Deleuze o Derrida, para intentar mostrar la falla o la fractura en nuestra relación con los animales. Puesto que estamos condenados a un antropocentrismo epistémico-ontológico, varios textos proponen un antropocentrismo moral. Un punto de partida moral podría incluir a otros seres diferentes de los humanos. Es decir, ampliar el enfoque de tal manera que otros seres sean dignos de nuestra consideración moral. Ello implicaría un cambio de paradigma al darnos cuenta de que no sólo nuestros semejantes (los humanos) pueden experimentar desagrado, “sino que hay otros individuos no humanos que poseen atributos moralmente relevantes por su semejanza con los

atributos cuya posesión nuestros congéneres son acreedores a nuestra consideración moral”. Los autores exponen numerosos estudios, ejemplos y marcos teóricos, revelando que nuestras semejanzas con seres de otras especies son más notables de lo que suponemos. No obstante, el libro no presenta una visión inocente, pues el ensayo de Ana Cristina Ramírez Barreto insta a asumir mayor responsabilidad, veracidad y revisión crítica de las campañas animalistas, debido a la proliferación de noticias a través de las redes sociales que pueden dar información falsa, pues, lejos de fortalecer su argumentación, debilita su credibilidad y con ello la causa por la que luchan. Uno de los argumentos más poderosos se deja sentir hacia el final, cuando Samuel León Martínez retoma a Kant para proponer una relectura. El filósofo dice que los animales existen únicamente “en tanto que son medios”. Se trata entonces de dejar de verlos de tal forma y, al contrario, verlos como fines en sí, tal cual se concibe el ser humano. Es decir, un valor intrínseco y no instrumental, lo cual implicaría un cambio en nuestra manera de relacionarnos con ellos, a partir de un trato respetuoso. Esta postura ante los derechos u obligaciones morales que podamos tener frente a los animales va de la mano con otra tarea urgente que plantean varios autores: enfatizan que la predominancia de la perspectiva antropogénica ha tenido un terrible impacto en nuestro entorno, que ha llevado a elevar las alarmas ecológicas y sociales que azotan al planeta. Así, junto con una zooética se plantea una ecoética que cuestiona los cambios culturales y mentales en la forma de concebir y relacionarse con la naturaleza; comportamientos que han llevado a la actual crisis ambiental. Más allá de los ensayos específicos, se trata de plantear cuestionamientos, de posicionarnos y reflexionar acerca de nuestras relaciones, no sólo con los animales, sino con todos los otros seres con los que convivimos a diario. Se trata de replantear cómo organizarnos como humanos para vivir, sin que el precio de nuestra existencia sea hacer morir a los demás seres vivos: animales, plantas, la Tierra, la vida en general. En un mundo violentado, este volumen es un llamado a la reconciliación con la naturaleza y a vivir en armonía, cuestionando si nuestras acciones no afectan directamente a aquellos seres que no tienen voz 


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EL FUEGO NARANJA DE LAS SECTAS SECRETAS Orange Road, Isaí Morales, Nitro Press, México, 2019.

CUANDO DE SALVAR al mundo se trata, el futuro es lo que menos importa. Sólo el aquí y el ahora. Eso parece pensar Luis cuando se despide de su mujer encinta, aparentando que no es un día distinto a otros, aunque acarree una maleta del tamaño justo para nunca más volver. Cuando él menciona que no se atreve a mirarla a los ojos, queda claro que la culpa pesa más que el contenido de su equipaje… pero en ningún momento menciona que preferiría no haber sido uno de los elegidos para tan trascendente misión. Se trata de emancipar a la raza humana, de quitarle la venda de los ojos para deslumbrarlos con el fuego de la Verdad. Sus sentimientos, sus obligaciones morales, no significan nada ante la misión que le ha sido asignada como parte de la Hermandad del Éter. Más o menos así comienzan –o terminan– los procesos de reclutamiento de las sectas religiosas y en su más reciente novela, Orange Road (Nitro/ Press, México, 2019), acreedora al Premio Nacional de Novela Corta Juan García Ponce 2016, Isaí Moreno (México, 1967) opta por partir de lo que sería el inicio de una nueva vida –o el principio de la muerte– de Luis, un personaje del que sólo se sabe –y sólo se sabrá– su iniciación en un culto encabezado por un carismático individuo de cabeza rapada, mirada afable y voz aterciopelada, que conduce la camioneta que acarrea a sus adeptos hasta un lugar que lleva el nombre del título. La única referencia que encuentro a un Orange Road es un anime tiulado Kimagure Orange Road que, por supuesto, nada tiene que ver con el de Moreno. Según explica el propio Luis, se trata de un lugar en el desierto, colonizado por el propio Profeta, nombrado así por la peculiar tonalidad de su arena. La iniciación consiste en que todos los adeptos reciban en sus venas el elíxir que hará de ellos seres muy próximos a la espiritualidad, envuelta apenas en un protector de carne: el éter, del griego “cielo”, “firmamento”. En términos de la física: propagación de la luz. Aunque nadie asociaría la reacción tras la primera dosis con algo que remita a la gloria. Los primeros síntomas son molestos

Eve Gil ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO

LITERATURAS ALTERNAS: José Rivera Guadarrama

aunque no incapacitantes, pero al cabo de un rato, los adeptos experimentan sensaciones y emociones que no pueden ser otra cosa que la pugna entre las fuerzas divinas y las terrenales –el demonio, según el Profeta, no es la contraparte de Dios, sino sus ovejas descarriadas: los seres humanos–, al grado de que uno de los misioneros, por llamarlo de algún modo, afirma que una de sus manos ladra y lo quiere morder, y Luis, que ocasionalmente es presa de aguijonazos de conciencia, por llamarlo de algún modo, y recuerda que a estas alturas ya será padre de un hijo o hija, no tiene empacho en aliviar el tormento de su hermano de la fe. Toma un hacha y cercena de un tajo la mano ladradora. El nuevo manco no sólo no manifiesta dolor ni pena por la amputación; agradece, además, y hasta el paroxismo, a quien lo ha rescatado de la bestia. Pero... ¿cuál es la misión de la Hermandad del Éter? ¿Por qué tienen en su poder toneladas de dinamita? ¿En qué consiste la elección de uno de ellos para sacrificar su vida por permitir que Dios manifieste su ira sobre sus indolentes criaturas? Todo cuanto sabemos es que transcurre el mes de septiembre de 2001. De hecho, antes de este dato, uno pensaría que se trata de un ejercicio de ficción especulativa, cuando en realidad se trata de una versión alternativa que, más que aspirar a la ucronía, se ocupa más de introducirnos en los juegos mentales y emocionales a través de los cuales seres comunes y corrientes pueden llegar a convertirse en potenciales asesinos, experimentando a cambio más satisfacción –si es que sobreviven para contemplar su obra– que culpa. He de reconocer que en un principio me molestó un poco saber tan poco sobre Luis, el protagonista. Todos los personajes parecen haber nacido apenas ayer, y de él sabemos que se trata de un esposo y padre, pero nada más. Un poco más adelante, creí entender que se trata de una estrategia absolutamente deliberada por parte del autor: quería que recordáramos a Luis como el patético mártir en que termina convirtiéndose, con los mechones de pelo cayéndose a pedazos de su cabeza 

Fanfic, la ficción escrita por los fans


Arte y pensamiento

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La otra escena/ Miguel Ángel Quemain

Las rayas de la cebra/ Verónica Murguía

Me temo que no es así UNA DE LAS razones por las que voté por Andrés Manuel López Obrador fue la idea de que cuando llegara a la Presidencia, la educación se convertiría en una prioridad. Me imaginé que el presidente velaría por la unam y por aumentar el número de plazas; que por sus instrucciones se remozarían las instalaciones de todas las escuelas públicas del país y se profesionalizaría el personal de las bibliotecas. Que los científicos podrían entregarse como posesos a la investigación y que la docencia podría ejercerse como si estuviéramos en Finlandia, es decir, sin necesidad de morderse las uñas cada quincena. Supuse que el fce operaría con más recursos y sin recortes. Me dije que la literatura infantil tendría, por fuerza, que convertirse en un rubro favorecido para que todos los niños pudieran acceder a ella. Que aumentaría el número de coediciones entre las empresas privadas y las editoriales estatales. Después de todo, uno de los lemas de la campaña era “becarios, no sicarios” y a la gente se le dan becas para que estudie y para que estudien son necesarios las escuelas, los libros y las bibliotecas. Y los escritores, claro. Zaz. Cuando amlo llegó a la Presidencia me di cuenta de que los escritores que le simpatizan se pueden contar con los dedos de una mano. Son como cinco: están a su lado, ocupan puestos de responsabilidad. No sé si los lee, tampoco sé si a ellos eso les importa: están juntos en un proyecto político que considera la cultura no originaria un asunto de élite. Por esta razón los escritores que no están cerca del gobierno, ya sean de derecha, izquierda, arriba o abajo, están en la mira. El presidente cree que somos un gremio prescindible y levantisco. Como consecuencia y gracias a las “benditas redes sociales” todos aquellos que no escriben de forma profesional, es decir la mayoría de las personas que twittean sin parar, han podido externar sus vociferantes opiniones sobre poetas, críticos, novelistas, periodistas y guionistas. Todas las instancias culturales han sido casti-

gadas, se ha despedido a los trabajadores de confianza y a los que se quedan se les ha bajado el sueldo aunque ganen poco. El despido, ese espectro con el que nos espantamos los mexicanos, ronda los pasillos como un vaho apestoso. Los escritores agredidos son de izquierda y derecha, de todos los matices ideológicos imaginables. La mayoría, sin embargo, tiene dos denominadores en común: haber manifestado su opinión o ser miembros del Sistema Nacional de Creadores de Arte. A veces, las dos cosas al mismo tiempo, oh pecadores. Y como en este país muchas cosas se ventilan en las redes sociales, he podido leer un montón de locuras. La insinuación de que los escritores son ricos, por ejemplo. Una señorita que participaba fogosamente en un auto de fe twittero en contra de los becarios del Fonca, atizaba la lumbre exigiendo que se disolviera el sistema de becas “porque los escritores tienen regalías”. Y sí tenemos regalías. Casi todos ganamos entre el ocho por ciento y el quince por ciento del precio de tapa. Es decir, si mi libro cuesta 100 pesos, a mí la editorial me pagará, una vez al año, 8 pesos por ejemplar vendido. Esto, en uno de los países del mundo donde menos se lee. Dos: los escritores no ejercen su oficio como si fuera un hobby. Un señor se quejaba de los poetas aconsejándoles que se pusieran a trabajar en algo verdadero. Escribir poesía es un trabajo; me parece un escándalo tener que explicar algo tan obvio. Tres: el arte será comprometido o no será. Pues la mejor forma de hacer arte es comprometiéndose con el arte mismo. Las novelas de José Revueltas no serían las obras grandiosas que son si Revueltas hubiera obedecido otra conciencia que no fuera la suya. Tengo la sensación horrible de haber ido a una fiesta, con regalo y mi mejor vestido para celebrar una ocasión feliz. Y pum, de pronto el celebrado tomó el palo de la piñata y nos dio a mi gremio y a mí. Horrible 

La vigencia crítica de Christine Nöstingler COMENTABA EN LA ENTREGA anterior que Konrad, el niño que salió de una lata de conservas, de Christine Nöstingler (1938-2018), dirigida por Andrea Salmerón, que en la escenografía propuesta por Tania Rodríguez está una de las claves de esta obra, porque desde el plano plástico y en el vestuario elaborado por Jerildy Bosch, colocando en sus hechuras las desmesuras humorísticas de la comedia, se ha puesto el primer impacto que se recibe al entrar en la sala, la invitación al juego y al sueño. Lo que han hecho por el texto esta dupla de artistas plásticas es ofrecer un mundo cuyo horizonte se ha desarticulado y su arquitectura se ha liberado del poder que poseen los ángulos de noventa grados, para descomponer en sugerentes esbozos de paralelepípedos los muros, las ventanas y las líneas de un horizonte que cubre la casa de Berti Bartiolotti (interpretada con excelencia y delirio por Olga González), quien será la madre adoptiva de Konrad (en la línea actoral desbordante de imaginación corporal/gestual de Meraqui Pradis, quien, a decir de Andrea Salmerón, tuvo que abstenerse de salir a convivir con el público infantil para no tener que enfrentarse a la dura realidad de que ese Konrad de la escena es en realidad una actriz adulta). Me resistí a dejar en sólo una entrega el comentario de una obra que forma parte de un contexto que desborda esta puesta rigurosa, rara avis en el teatro infantil mexicano, de creciente calidad y rigor, pero que todavía dista de ser una oferta competitiva, honesta y de calidad en la cartelera de fin de semana. Insisto: quise ampliar el comentario porque si bien la versión de Paulina Barros Reyes Retana (con un nombre tan largo como el de la obra) es suficiente para quedarnos con esta pieza de Nöstingler, me parecía necesario subrayar que la obra de esta escritora austríaca o, más bien, de lengua alemana, más allá de la historicidad que enmarca la literatura en esa lengua, ha escrito una obra innolvidable que ahora, a un año de su muerte, entrará en los litigios editoriales correspondientes, encareciéndola o ocultándola de las librerías (sobre todo) de viejo. La historia de Konrad es de una vigencia que Nöstingler intuyó en 1975, publicada en 1977 y está actualizada para nuestra cotidianidad consumista: las compras por internet, la visibilización y el reconocimiento de las mujeres que logran criar solas a sus hijos sin la literalidad de la imagen masculina en sus hogares, que hace visible también el tema de la adopción, que relativiza la idea hermosa pero esclerotizante del psicoanalista inglés Donald Winnicott, sobre la madre suficientemente buena, y trabaja con humor y esmero la sexualidad de una mujer capaz de sostener una relación romántica y erótica (fuera de la conyugalidad) de “dos veces por semana” con un hombre, Egón (Pedro Mira le da una vida enorme con gran creatividad corporal y gestualidad a su personaje), que también aguarda con lealtad el día de sus encuentros que derivarán en esa creación que es la parentalidad. Berti Bartolotti es una mujer compulsiva de las compras electrónicas en línea. No recuerda haber pedido un niño educado y dentro de una lata, que llega un día, cerrada, y le produce una ansiedad enorme el enigma enlatado: nada menos que un niño robot, bien portado, pseudo maduro y con una rigidez que tal vez sea posible si se incorpora en un chip la Cartilla moral que impulsa la 4t. Bautiza, es un decir, nombra Konrad a su nuevo y único hijo y, junto a su novio, el farmacéutico Egón, “buscarán la manera de formar una familia imperfecta para el perfecto de Konrad” quien logrará descomponerse y finalmente ser rechazado por la fábrica de autómatas, la cual, cuando descubre su error, va a reclamarlo inútilmente pues Konrad ha encontrado que entre otras cosas el amor, y el descubrimiento de los otros, nos echa a perder hasta fundirnos en el reconocimiento auténtico de la colectividad que somos, que nos habita y habitamos. Se presenta sábados y domingos en el Teatro Helénico, a las 13:00 horas 


14 LA JORNADA SEMANAL

28 de julio de 2019 // Número 1273

Arte y pensamiento

La muchacha delfín (de El trébol marino)

Emmanuel Carrère

La casa sosegada/ Javier Sicilia

El reino Odysseas Elytis

Ahí en los mares abiertos de Hydra y Spetses* frente a mí de pronto una muchacha delfín –Niña le digo ¿dónde está tu enagua? ¿así desnudita te vas a encontrar con tu amado? –Yo amado no tengo me dice salí a dar un paseo a ver lo que ocurre Se zambulle en las olas y se pierde vuelve a subir y de la barca se prende Perdóname Dios que a verla me inclino y la traviesa un beso me da Como a limón huelen sus pechos y brillan en sus ojos todos los azules Anda mi amor sube y nos fuimos cinco veces los cielos recorrimos.

Hydra y Spetses. Hydra se encuentra entre el Golfo Sarónico y el de Argóida, a treinta y siete millas náuticas de El Pireo, y Spetses en el Sarónico. *

Tomado de Las erres del amor (1972) Versión de Francisco Torres Córdova

LA IDEA DEL Reino siempre me ha fascinado. Debajo de todo el andamiaje teológico que sobre él se ha edificado a lo largo de dos milenios para interpretarlo, el Reino es en el fondo tan simple, hermoso y complejo como las analogías que sobre él hace Jesús en el Evangelio, no para reducirlo a un concepto, sino para revelarlo con la sorpresa del relámpago: el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido, a un grano de mostaza, a la levadura escondida en la masa, a un perla, a una red… El Reino, parece decirnos Jesús, está aquí y tiene la densidad de las cosas simples. Para entenderlo, habría que mirar de una manera que se ha vuelto casi imposible en nuestra época extremadamente interpretada por el racionalismo. Habría que mirarlo, quizá, como miraban los medievales el mundo: un sistema de símbolos que permite ver en las formas sensibles cosas invisibles o, diría Hugo de San Víctor, “un puente entre la experiencia de los sentidos y lo que subyace o va más allá”. Si no se mira así, el Reino, como sucede hoy en día, se nos escapa y, lejos de poder sentirlo en lo que es, lo miramos en su contrario: lo que nace de la fuerza, el poder y el dinero: el Reino como el lugar de un placer obsceno. Desde que en 2011 fundamos el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y nos echamos a caminar para encontrarnos con aquellos que el poder y el crimen había destruido, no había vuelto a sentir esa experiencia del Reino hasta que leí a Emmanuel Carrère. No sé si El Reino es una gran novela. Sé, sin embargo, que es un gran libro. En él, este hombre, que fue un profundo creyente y perdió la fe, nos narra desde su ateísmo el nacimiento del cristianismo, tomando como figuras centrales a Lucas y a Pablo. Con una erudición de exégeta, una puntillosa penetración analítica y una espléndida pluma, Carrère nos sitúa en el contexto religioso, político y social del primer cristianismo, para mostrarnos los vericuetos, las rencillas, las interpretaciones y confrontaciones entre Pablo y la

comunidad de Jerusalén, lidereada por Santiago, y la aparición del emperador Constantino, que dieron nacimiento a la Iglesia y su doctrina, una compleja doctrina que, a lo largo de los siglos, terminó en una “desabrida chochez” y en el horror del mundo actual. Al concluir las casi quinientas páginas del libro uno siente que el Reino fue sólo la infancia del cristianismo, la débil luz de una estrella que se extinguió hace muchos siglos. Sin embargo, el Reino, como siempre, está allí. Ya concluido el libro, Carrère fue llevado a regañadientes a un retiro en la comunidad del recientemente fallecido Jean Vanier. La comunidad es una joya del amor donde viven discapacitados y gente “normal”, pero sus retiros no dejan de estar puntuados por esa inanidad edulcorada estilo “Viva la gente” o “Jesús es mi amigo”, que acompaña a gran parte de la chochez de la Iglesia. Carrère está allí, es el final del retiro, sólo espera que esa intensidad kitsch concluya para escapar. De repente, Éloide, una muchacha con síndrome de Down, dice Carrère, “se planta delante de mí, sonríe, eleva los brazos al cielo y sobre todo me incita con la mirada, y hay tanto júbilo en esa mirada, un júbilo tan candoroso, tan confiado, tan abandonado, que me pongo a bailar como los demás, a cantar que Jesús es mi amigo, y las lágrimas me afluyen a los ojos mientras bailo mirando a Éloide […] y me veo forzado a admitir que aquel día, por un instante, vislumbré el Reino”. El Reino es sólo eso. No el sueño del poder, no la idea de una trascendencia magnífica que nos ha llevado al desastre moderno, sino un relámpago que surge de las cosas más nimias y pequeñas, y que siempre está allí para los que saben ver. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, y rescatar los cuerpos de las fosas de Jojutla 


Arte y pensamiento

LA JORNADA SEMANAL 28 de julio de 2019 // Número 1273

Bemol sostenido/ Alonso Arreola

Cinexcusas/ Luis Tovar

Lunario musical

De homenajes y cancelaciones

@LabAlonso

“ESTA LUNA ES pura belleza de una imposible perfección, carga una luz milenaria que no se aguanta. La divina sabe la receta para un amor bien animal.” Así cantaba la Bersuit Vergarabat su tema “Luna hermosa”, allá por el año 2008, contribuyendo a una de las más naturales y extendidas tradiciones de compositores en todo momento y geografía humana. La suya, empero, es la visión romántica, superficial, que apenas sospecha los goces que la Luna puede desatar. Recordamos hoy esta canción, como imaginará nuestra lectora, nuestro lector, por el cincuenta aniversario de la llegada del hombre a la Luna, cumplido hace apenas una semana. Ahora que… si somos sinceros, el primer tema que nos vino al magín pensando en la inmarcesible esfera que nos rodea fue “Walking On The Moon” del trío británico The Police. Será por su minimalismo, por la “espacialidad” que signa las distancias entre guitarra, bajo y batería… por la peculiar flotación de su ritmo ingrávido sustentado en los contratiempos… Será por todo ello que nos parece la más congruente manifestación del satélite en una creación musical, alegoría de un amor insuflado que apenas comienza. Así su letra: “Caminando de regreso de tu casa, caminando sobre la Luna, los pies difícilmente tocan el suelo.” Otro trabajo que inevitablemente nos trajo la memoria fue, claro, Dark Side of the Moon, de Pink Floyd. Obra ejemplar entre las que miran al cielo nocturno, allí se habla de la demencia a que también invita el plateado disco que nos circunda. “El lunático yace sobre la hierba… recordando juegos, guirnaldas de margaritas y risas […] Y si tu cabeza explota con oscuros presagios, te veré en el lado oscuro de la Luna”, escribe Roger Waters desde su “Daño cerebral”. Ni romanticismo, ni placeres; aquí la Luna es la de la enajenación que arrebata juicio al hombre. También podríamos citar piezas instrumentales, sin letra, inspiradas en el astro que somete mareas y savias arbóreas. Del “Claro de Luna” –sonata número 14 de Beethoven– a “Selene”, de Michael Manring –dedicada a la diosa griega que intercambia horarios con su hermano gemelo Helios–, son incontables los ecos musicales dedicados a esa gran rueda de queso, hogar del gran conejo que no acaba nunca de brincar. Hoy, empero, preferimos pensar en canciones cuyas letras jueguen en plan… sí, selenita, bordando resplandores de plata. Gustavo Cerati es gran ejemplo. Usando a la Luna como vehículo de metáforas oscuras, en su tema “Luna roja” observa al virus del vih desde una plasticidad única, mientras que en “Jugo de Luna” hace metáfora del clímax sexual que se derrama en una boca apasionada. Otros que la señalan cual espejismo son Los Fabulosos Cadillacs, quienes en el reggae “Siguiendo la Luna” cantan como en cámara lenta: “Siguiendo la luna no llegaré lejos […] Siguiendo la luna y su veta invisible, la noche seguro que me alcanzará.” Entonces, unas las órbitas románticas de la Luna; otras las del placer, las de la locura, las oceánicas, botánicas y mitológicas. Faltarían las que acompañan a las criaturas sobrenaturales: vampiros y licántropos que con ella cobijan un febril despliegue de venganza... O lo contrario. Como “LoboHombre en París” del grupo español La Unión. Ellos anotaron un home run en la década de los ochenta parafraseando el relato casi homónimo del escritor y músico Boris Vian, “El Lobo-Hombre”. Diferente a lo que tantos interpretaron mientras bailaban, la canción invierte el mito en donde un lobo de nombre Denis, tras ser mordido por un mago, se transforma en hombre para sufrir los barrios bajos de París entre prostitutas, proxenetas y policías corruptos. Así las cosas, son incontables las canciones lunares. Una que soslayamos a fuerza de guardarla para el final es “Man On The Moon” de r.e.m., dedicada no a Neil Armstrong sino al estrafalario cómico Andy Kaufman, excepcionalmente encarnado en el cine por Jim Carrey. Búsquela. Escuche a la Luna en la música que se amontona rompiendo el horizonte. Su luz dará mejor forma a esta noche. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos 

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@luistovars

Guanajuato22 (ii y último) TERMINADA SU PRIMERA etapa en San Miguel de Allende, del 19 al 23 de este mes, la vigésimo segunda edición del giff arribó a Guanajuato capital, donde hoy mismo concluirán sus actividades. Puesto que las presentes líneas son escritas el miércoles 24, es imposible asegurar que se haya verificado el homenaje previsto al enorme Terry Gilliam o, en otras palabras, que el autor de 12 monos, Tideland y El imaginarium del doctor Parnassus, entre otras maravillas, no haya cancelado de última hora como sí lo hizo ese actor del montón pero con fama, más bien mediano y claramente periclitante, llamado Nicholas Cage, que groseramente dejó colgados al giff y a Todomundo, que tan dispuestos estaban a rendirle una pleitesía por lo demás bastante poco merecida. El que sí recibió los homenajísticos aplausos fue Gus Van Sant, el bien conocido y prolífico autor, entre muchas otras cintas, de Todo por un sueño, Mente indomable, Milk y Elephant. Consistente, sólido y poco dado al oropel y la superficialidad, no obstante y en exclusiva opinión de este ponepuntos, Van Sant es un realizador paradójico, por decirlo con mesura, ya que sin importar el tema que aborde suele dejar un regusto más bien anticlimático, y eso a pesar de que acostumbra elegir asuntos y ersonajes que dan precisamente para lo contrario; es como si en sus manos cualquier emoción morigerara. Eso sí, de las muy mediocres hordas hollywoodenses viene siendo de lo más rescatable.

De críticos y pseudos Tanto en San Miguel como en la ciudad de Guanajuato, se llevó a cabo la segunda edición del Salón de la Crítica, un ejercicio saludable por donde quiera que se vea, pues en él se reúnen, para escuchar y ser escuchados, tanto críticos de lo que quizá puede ser llamado “la vieja escuela”, como los de reciente arribo y nuevo cuño, hijos y deudores de las redes cibernéticas y no de la página impresa. El año pasado, el diálogo entre colegas fue enriquecedor y no pocas veces encendido;

For Sama

cabe esperar que una vez más el evento arroje como resultado la clarificación de posturas y el perfil colectivo de una profesión múltiplemente asediada, por un lado desde el flanco de su discutible vigencia y pertinencia, a partir de la transformación irreversible del modo masivo de acceso e interacción con la cinematografía, y por otro desde la faceta de su perversión –de la crítica– a través de la confesa o inconfesa ignorancia –muchas, demasiadas veces declarada e incluso voluntaria, hágame usted el favor– de lo que parecerían componentes insoslayables, verbigracia un conocimiento básico de la historia misma del cine o al menos de sus hitos más significativos, ya sean filmes, corrientes, períodos o realizadores.

De filmes imperdibles Es cierto: hay un abuso del adjetivo “imperdible”, utilizado exageradaente para encomiar aquello que a uno le gustó mucho, pero eso no quita que de cuando en cuando sea el mejor para describir un filme. Eso sucede con For Sama, largometraje documental codirigido por Wad AlKateab y Edgard Watss, en el que se narra, desde adentro y sin concesión alguna, la situación terrible en la que vive la población de Siria, más concretamente quienes habitan la ciudad de Aleppo. Al-Kateab, cineasta y joven madre de la pequeña Sama del título, narra y graba literalmente lo que vive: los bombardeos constantes, la devastación militar, la revolución anhelada que derroque a un régimen decididamente genocida, y la muerte por todos lados y a todas horas, de amigos, familiares, conocidos, vecinos… al mismo tiempo, la película tiene su epicentro en Sama, una bebé literalmente nacida bajo el fuego de la guerra intestina, en virtud de lo cual AlKateab logra pasajes de una belleza estremecedora, con la cual ella, su esposo –un médico que es un héroe inmenso sin que le importe serlo– y sus amigos más cercanos, se aferran a la vida, pesa a que a ésta la rodea el horror más absoluto. Imperdible, pues, como la necesidad de dar testimonio de las dos caras de la humanidad: la eterna dupla eros/tánatos 


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LA JORNADA SEMANAL 28 de julio de de 2019 // Número 1273

In memoriam/ Antonio Soria

La incandescencia de Roberto Fernández Retamar (1930-2019) El pasado sábado 20 de julio murió el poeta, ensayista, crítico literario, activista y funcionario cultural cubano Roberto Fernández Retamar, en su natal ciudad de La Habana. Presidente de la Casa de las Américas desde 1986 y hasta su deceso, desde 1995 formó parte de la Academia Cubana de la Lengua, por él dirigida de 2008 a 2012. Hace tres décadas, en 1989, recibió el Premio Nacional de Literatura cubano, y en 2008 el Premio Internacional alba de las Letras. Doctor honoris causa por las universidades de Sofía, Central de las Villas y Buenos Aires, Fernández Retamar tuvo, entre diversos cargos, el de consejero cultural en la embajada cubana en Francia y fue uno de los primeros secretarios de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

E

l título del último libro publicado por Roberto Fernández Retamar, Historia antigua, le viene bien a la situación, el contexto y la postura mantenida tanto por el propio autor del magnífico ensayo Calibán, como por sus detractores: vaya si es antigua la historia de un autor afincado con absoluta firmeza en sus convicciones más profundas, a quien se le cuestiona, se le enjuicia y se le sentencia precisamente por eso, mantenerlas y defenderlas. Sea dicho tan al principio de estas líneas como es posible: a Retamar, como solía conocérsele dentro y fuera de Cuba, se le recusó sin descanso su “oficialismo” intelectual o, en otras palabras, su fidelidad irrestricta al régimen emanado de la Revolución cubana de 1959. Fueron muy poco menos de seis décadas enteras –que se habrían cumplido exactamente hace tres días– de reproches ideológicos, denuestos furibundos por esta o aquella toma de postura, así como no pocas verdades a medias, parcializaciones, e inclusive infundios e insidias al respecto de su participación política en la vida pública cubana. Daba la impresión –en caso de darle total crédito a sus detractores– de que el propio Fernández Retamar hubiera sido generador, ejecutor y beneficiario absoluto y único de tal o cual decisión, situación o acto de un gobierno sometido, desde su origen, a un bombardeo mediático –y no sólo de ese tipo– cuyo propósito innegable ha sido y siempre será hundir un barco al que nunca “se le dio permiso” de zarpar. Lo que sus detractores han soslayado, siempre a sabiendas, es la relevancia de Fernández Retamar en el ámbito cultural, no sólo cubano sino de toda Latinoamérica. Incluso podría elegirse un par de funciones, de entre las muchas por él ejercidas, o un par de obras por él creadas, para confirmar dicha importancia: por ejemplo, la existencia misma y el primer esplendor de Casa de las Américas, institución insignia de la vida cultural en América Latina, incluyendo la revista y el premio literario homónimos; por ejemplo, el ya referido Calibán, donde traza los rasgos esenciales de la identidad latinoamericana en virtud de la diversa y tremendamente rica literatura generada en nuestro subcontinente, ensayo indispensable junto con otro titulado Para una teoría de la literatura hispanoamericana; por ejemplo, en fin, su Introducción a, y su Lectura de Martí, precedentes teóricos del Centro de Estudios Martianos, por él fundado en 1977. Sean pocos o muchos los Paduras, los Valdés, los Arenas y otros a quienes el solo nombre de Fernández Retamar les provoca repelús, lo que no podrán negar –salvo que asumieran una ceguera voluntaria–, es la fuerza de una palabra poética que rebasa la circunstancia con sus posturas irreductibles, sus mezquindades/generosidades, sus errores/ aciertos, y permanece en el tiempo. Adjunto a estas líneas, va una bien conocida y mínima prueba 

Roberto Fernández Retamar

Felices los normales Roberto Fernández Retamar Felices los normales, esos seres extraños, Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente, Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida, Los que no han sido calcinados por un amor devorante, Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más, Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros, Los satisfechos, los gordos, los lindos, Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí, Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura, Los flautistas acompañados por ratones, Los vendedores y sus compradores, Los caballeros ligeramente sobrehumanos, Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos, Los delicados, los sensatos, los finos, Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles. Felices las aves, el estiércol, las piedras. Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños, Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos Que sus padres y más delincuentes que sus hijos Y más devorados por amores calcinantes. Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.


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