Suplemento Semanal

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Vicente Huidobro: el

mago de la palabra a 70 años de su muerte Juan Domingo Argüelles

Djuna Barnes: un

vértigo de cien años Eve Gil

ROLES SOCIALES Y GÉNEROS GRAMATICALES Raúl Dorra

SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 28 DE OCTUBRE DE 2018 NÚMERO 1234


LA JORNADA SEMANAL

Betty Tompkins, #53 Ingres, serie: Women Words

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En el contexto de una larga y sana lucha por la igualdad de género en la sociedad, es imposible suponer que nuestro idioma permanezca inalterado y, en consecuen­ cia, se han generado ajustes y cambios en la expresión oral y escrita de los géneros gramáticales. Sobre esta cuestión, que no es asunto menor y pasa por las soluciones de lo políticamente correcto, los reclamos feministas y las posibles opciones de la lengua, trata con rigor el artículo del lin­ güista y traductor argentino Rául Dorra. También publicamos una semblanza crítica de la obra de la escritora estadu­ nidense Djuna Barnes y, en el 70 aniversa­ rio de la muerte de Vicente Huidobro, una conversación con el director de Laberinto Ediciones sobre el proyecto de publicar en México la obra en prosa y parte de la poe­ sía del gran poeta chileno. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova y Ricardo Yáñez COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Marga Peña FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga RETOQUE DIGITAL: Jesús Díaz, Jorge García y Ricardo Flores PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción

Djuna Barnes, 1919

ROLES SOCIALES Y GÉNEROS GRAMATICALES

Breve recuento de una vida larga, complicada y a veces atroz, de la cual surgieron entre muchas otras obras, El almanaque de las mujeres (1928), El bosque de la noche (1936) –alabada por Graham Greene, Lawrence Durrell y auspiciada editorialmente por t.s. Eliot–, y la obra de teatro Antiphon (1958). Sobrevivió hasta su muerte gracias al mecenazgo de Peggy Guggenheim y de Natalie Clifford Barney; conoció a Gertrude Stein, Francis Scott Fitzgerald y Ezra Pound, y hasta sus noventa años se pintaba de rojo intenso los labios, lo cual le confería “una dignidad funeraria”.

Eve Gil ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

A

la inversa de la Bella Durmiente, y no obstante su alcoholismo que la puso al borde de la muerte más de una vez, Djuna Barnes permaneció despierta cien años: nació en Cornwall-on-Hudson, Nueva York, el 12 de junio de 1892 y murió, también en Nueva York, el 18 de junio de 1992, sepultada entre papeles en un modesto departamento en Greenwich Village, acompañada por un “hombre joven y ambiguo” y un par de perros. Dependiente toda su vida del mecenazgo de poderosas amigas –con quienes fue poco agradecida–, logró sobrellevar la vejez gracias a las regalías que le dejó su más exitosa novela, El bosque de la noche. Nueva York fue su refugio cuando, ya demasiado vieja y enferma para continuar el estilo de vida que caracterizó su dorada juventud en París, sin los amigos que la acompañaron en su alocado trayecto, experimentó el irrefrenable deseo de ocultarse, “como Greta Garbo”. Su infancia no fue normal... o no fue. Su padre, Wald Barnes, era un pintor fracasado que terminó siendo granjero; su madre, Elizabeth Chappel, violinista inglesa poco conocida. Él llevó a la casa familiar a su amante, Fanny Faulkner, vieja amiga de su mujer, llegando a quedar preñadas al unísono, justo como con Amelia y Kate “la descuidada”, esposa y amante respectivamente de Windell Ryder, de la novela Ryder. La pequeña Djuna buscó respuestas en el lecho de la abuela paterna, Zadel, intelectual, inquieta y aficionada al arte, quien transmitió a la niña su pasión por los libros, su refinamiento... y algo más. Me pregunto si las


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DJUNA BARNES:

un vértigo de cien años

palabras de Madame von Vartmann a su hija, las habrá escuchado alguna vez Djuna en labios de su abuela, también pintados de un rojo quemante: Tienes que saberlo todo, y entonces empezar. Tienes que tener una gran capacidad de comprensión, o derrumbarte […] La contemplación conduce al prejuicio y las camas son campos donde las criaturas combaten una batalla perdida. ¿Lo sabes, todo esto? (“Aller et retour”, La pasión y otros relatos, Plaza & Janés, traducción de Juan Antonio Masoliver Ródenas y Celia Szusterman, Barcelona, 1999).

A juzgar por el contenido de una serie de cartas obscenas intercambiadas ya en la adultez de Djuna, los biógrafos han conjeturado algún abuso sexual por parte de la abuela hacia la nieta, como de hecho lo hubo por parte del padre que, no contento con hacer a sus hijos testigos de sus escarceos con su esposa y su concubina, entregó a su hija mayor a un hombre que le triplicaba la edad, cuando Djuna contaba apenas dieciséis años, sin que la madre, y al parecer tampoco la abuela, y menos la madrastra, hicieran nada por impedirlo. Aquel acto de crueldad sexual tatuaría sin remedio el alma de Djuna. La Robin Vote de El bosque de la noche se casa con un amanerado barón que le lleva varios años y pone a sus pies un mundo falso. Pero ella lo abandona apenas dar luz a un

hijo varón. Este dato, ciertamente, no concuerda con lo poco que se sabe del, en efecto, breve “matrimonio” de Djuna. No se le había enviado a una escuela porque los Barnes –como los Ryder– eran alérgicos a todo lo convencional: el padre dispuso que recibiera instrucción académica en la propia granja, lo que, paradójicamente, no la convirtió en un ser solitario ni contemplativo, sino en lo opuesto. No fue sino hasta los diecinueve que Djuna acudió al Instituto de Arte Pratt en Brooklyn, donde escandalizó –y sedujo– a medio mundo con un desparpajo tan elegante como primitivo, cabello recortado a la mínima expresión y un retintín de pulseras y collares. Imposible, otra vez, no asociarla con Robin Vote: “Tenía como un azul fluido debajo de la piel, como si le hubieran arrancado la corteza del tiempo [...] Unas sienes, como las de los venados jóvenes cuando les apunta el cuerno, como ojos adormilados.” Su última entrevistadora, Michelle Cause –quien, por cierto, logró lo que no pudieron Anäis Nin y Carson McCulllers: acceder a la leyenda–, afirma que a los noventa y nueve Djuna todavía pintaba sus labios muy rojos, lo que a diferencia de otras ancianas no le confería patetismo sino una dignidad funeraria. Otro rasgo impactante era esa desafiante seguridad para la que con pura belleza no alcanza.

EL BOSQUE L DE LA NOCHE (FRAGMENTO) Djuna Barnes ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

a mujer que se presenta al espectador como un “cuadro” compuesto y acabado es, para la mente contemplativa, el mayor de los peligros. A veces uno encuentra a una mujer que es bestia en trance de hacerse humana. Cada movimiento de esta persona se reducirá a la imagen de una experiencia olvidada, espejismo de una boda proyectada sobre la memoria racial; una alegría tan insoportable como lo sería la visión del antílope bajando por una arboleda, coronado de azahar, con un velo nupcial y una pata levantada en actitud temerosa, caminando con el pálpito de la carne que se hará mito; al igual que el unicornio no es ni hombre ni animal disminuido sino ansia humana que comprime el pecho contra su presa. Esa mujer es la portadora de gérmenes del pasado; delante de ella nos duele la estructura de la cabeza y las mandíbulas; os parece que podríamos comérnosla, a ella que es la muerte devorada que vuelve porque sólo entonces acercamos la cara a la sangre que hay en los labios de nuestros antepasados. Algo de esta emoción invadió a Felix. Pero él que, por su raza, era incapaz del abandono, se

Pese a realizar la mayor parte de su carrera literaria al lado de amigas lesbianas como Natalie Clifford Barney y Gertrude Stein, lo desafiante en Djuna, tanto en actitud como en su escritura, era esa feminidad casi vestal que le impedía crear personajes masculinos creíbles para su época, aunque peligrosamente cercanos a la parodia para la nuestra. Los hombres “indefinidos” resultan, junto con las mujeres salvajes, la especialidad de Djuna Barnes: como la Freda Buckler “empapada de descaro”, protagonista de la que algunos críticos consideran su mejor relato, “Una noche entre los caballos”. / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA

sintió como el que en un museo contempla un mascarón de proa que, aunque estático, sin mecerse ya en el tajamar, todavía parece ir contra el viento; como si aquella muchacha reuniera en sí las dos mitades de un destino roto que, en el sueño, se hubieran encarado a sí mismas, como una imagen y su reflejo en un lago parecen estar separadas únicamente por la vacilación de la hora. La voz de esta muchacha tenía el tono del que se recrea en la promesa del abandono: el aparte musitado por el actor que con la leve avaricia de su discurso, retiene la explicación hasta el momento oportuno en que haya de lucirse ante su público –en su caso, una improvisación prudente, aludiendo a lo que diría más adelante cuando pudiera “verlos”. En suma, la fórmula más larga de una despedida rápida. Les invitó a entrar a verla cuando “pudiera sentirse mejor”. El doctor, atrapando al paso al chasseur, preguntó el nombre de la muchacha. “Mademoiselle Robin Vote”, respondió el chasseur. Al salir a la calle, el doctor deseoso de tomar “la última antes de ir a la cama”, se encaminó de nuevo al café. / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA


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Aunque El bosque de la noche aborde una relación patológica entre mujeres, no recuerdo haber leído nada más próximo a la genuina escritura femenina... sabiduría de brujas, por llamarlo de algún modo, y la misma impresión me dejan sus relatos, como el maravilloso “Aller et retour” y, por supuesto, la hagiografía satírica de las mujeres que nunca conocerán varón, El almanaque de las mujeres –la más reciente edición en español, publicada por Editorial Egales, optó por cambiar el “damas” del título original, por “mujeres”– donde las damas enamoradas de otras crean impenetrables vallas de peinetas, abanicos, perfumes, cremas, encajes y trenzas. Djuna marchó a París en 1920, donde conoció a Peggy Guggenheim (a quien dedica El bosque...), quien habría de transformarse en su mecenas y mejor amiga. Gracias a Peggy y a Natalie Clifford Barney, quien fuera su amante durante algún tiempo e inspiró a la protagonista de El almanaque...., la papisa Evangeline, Djuna jamás pasó hambre ni carencias en París y llevó una vida más que decorosa. Se codeó con la crema y nata de los expatriados como Gertrude Stein, Francis Scott Fitzgerald, Ezra Pound y el ya citado t. s. Eliot. En uno de sus espontáneos retornos a Nueva York conoció y se enamoró de la escultora Thelma Wood, y publicó su obra maestra: El bosque de la noche, rechazada en prácticamente todas las editoriales de Estados Unidos, hasta que t. s. Eliot, personalmente, encomendó su revisión a Faber & Faber. No se trata, es verdad, de una novela fácil, como no lo es ninguna de sus obras. A Robin Vote tampoco la conocemos de verdad. No sabemos de dónde viene ni a dónde va, ni lo que piensa, ni lo que ama, si le remuerde la conciencia el haber abandonado a un hijo enfermo. Los demás personajes son también impredecibles: Félix Volkbein,

esposo de Robin, judío avergonzado de serlo, atrapado en un mundo de apariencias con la ridícula indefensión de una mosca en una tela de araña... Nora y Jenny Petherbridge, las amantes antitéticas de la esposa infiel... Matthew O’Connor, el médico en quien los demás ven un parloteador de cantina y dice lo que nadie se atreve... ¡y nadie entiende! Sólo un cínico entendedor de las más bajas pasiones es capaz de depurar la esencia corrupta de cada uno de estos personajes. Alabada en su momento por Graham Greene, Lawrence Durrell y t. s. Eliot, El bosque de la noche es una novela tan revolucionaria que por momentos no parece novela, quizá por la forma en que los personajes montan y desmontan sus propias emociones e interpretan las de los demás. Personalmente no fue sino hasta la relectura que sinceramente me emocioné con la visión de la vida del doctor y, sobre todo, con la brutal codependencia de Nora y la incapacidad para amar de Robin. Después de esta novela aparece la brutal Antiphon (1958), juego surrealista escrito en prosa alrededor del incesto, situación que persigue prácticamente toda su literatura. Siempre encontró un amigo o amiga con quien refugiarse, aunque terminaría siendo una anciana que oscilaría su bastón sobre las cabezas de editores jóvenes que juzgaban su gran obra “oscura” o “poco comercial”. Pese a su ingratitud con su mecenas de siempre, Natalie Barney, nunca olvidó enviarle una felicitación navideña a Berthe, quien fuera cocinera de aquélla l

Solita Solano y Djuna Barnes en el Café Le Dome en París, 1925. Foto: Maurice Branger

/ SIGUE

EL BOSQUE DE LA NOCHE (FRAGMENTO) Después de un corto silencio, preguntó al barón si alguna vez había pensado en las mujeres y el matrimonio. Mantenía la mirada en el mármol de la mesa, sabiendo que Félix había experimentado algo extraordinario. El barón respondió que sí; él deseaba un hijo que sintiera lo que sentía él por “el gran pasado”. Entonces, el doctor, con fingida indiferencia, preguntó de qué nación elegirían a la madre de su hijo. –Americana- respondió el barón inmediatamente–. Con una americana puede hacerse todo. El doctor se echó a reír. Golpeó la mesa con su blando puño. Ahora estaba seguro. “El destino y las complicaciones empiezan otra vez; el escarabajo pelotero empujando su carga cuesta arriba. ¡Ohm y qué dura es la pendiente! La nobleza sí, pero ¿y qué es eso?” El barón fue a responder pero el doctor levantó la mano. –Un momento, ya lo sé, son los pocos sobre los que muchos mintieron largo y tendido hasta hacerlos inmortales. Muy bien, usted quiere un hijo –Hizo una pausa–. Para el campesino, un rey es un actor que llega a hacerse tan escandaloso que uno tiene que inclinarse ante él. Escandaloso en el sentido más elevado, desde luego. ¿Y

por qué hay que inclinarse ante él? Porque ha sido señalado como el único perro que no debe contenerse dentro de casa; tan elevados son que pueden difamar a Dios y ensuciar su propia casa; pero el pueblo: eso es diferente. El pueblo tiene que respetar a la Iglesia y respetar a la nación: ellos beben y rezan, y orinan en el lugar indicado. Todo hombre tiene un corazón domesticado, salvo el gran hombre. El pueblo ama a su Iglesia y la conoce, como el perro conoce la casa donde ha sido educado, y a ella vuelve, guiado por el instinto. Pero, sólo ante la autoridad suprema, el rey, el zar, el emperador, que pueden hacer sus necesidades en el mismo firmamento, sólo ante ellos se inclina. El barón, al que la obscenidad siempre violentaba, no pudo sentirse ofendido por el doctor; percibía la gravedad, la melancolía que ocultaba cada broma y cada maldición que profería el doctor, y por eso le respondió con seriedad: –Rendir homenaje al pasado es el único gesto que abarca también el futuro. –¿Y por qué quiere un hijo? –Por eso. Al niño moderno no le queda nada a lo que asirse. O, mejor dicho, no le queda nada con qué asirse. Nosotros ahora nos aferramos a la vida con nuestro último músculo: el corazón.

“Tenía como un azul fluido debajo de la piel, como si le hubieran arrancado la corteza del tiempo [...] Unas sienes, como las de los venados jóvenes cuando les apunta el cuerno, como ojos adormilados.” –El último músculo de la aristocracia es la locura, recuérdelo –el doctor se inclinó hacia adelante–. El último hijo que nace de la aristocracia, a veces, es idiota. Nosotros por respeto queremos subir, pero bajamos. El barón dejó caer el monóculo: el ojo desarmado estaba inmóvil. –No necesariamente –dijo. Y agregó –Pero usted es americano y por eso no cree. –¡Uh! –ululó el doctor–. Porque soy americano lo creo todo. Por eso le digo: ¡Cuidado! En la


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Cuento Edgar Aguilar

O’ HENRY VERSUS ALEPH U

cama del rey, siempre se encuentra, justo antes de que se convierta en pieza de museo, el excremento de la oveja negra –Levantó la copa–. Por Robin Vote –dijo. No tendrá más de veinte años. El cierre metálico cayó sobre la ventana del Café de la Mairie du VI con un rugido. […] [...] Divagaba pensando en mujeres, mujeres a las que ella relacionaba con otras mujeres. Extrañamente eran mujeres de la Historia, Louise de La Valiérre, Catalina de Rusia, Madame de Mantenon, Catalina de Médicis y dos mujeres de la literatura, Anna Karenina y Catalina Heathcliff; y ahora esta otra mujer, Austria. Ella rezaba, y su oración era monstruosa porque no quedaba en ella margen para la condenación ni para el perdón, para la alabanza ni para el reproche –los que no pueden concebir un pacto no pueden ser salvados ni condenados […] Aquella noche, cuando Felix volvió a casa, encontró a Robin dormida en un sillón, con una mano en la mejilla y un brazo caído. En el suelo, al lado de su mano, había un libro. Eran las memorias del marqués de Sade. Una línea estaba subrayada […] y, de pronto, a Felix le asaltó la pregunta: “¿Qué es lo que está mal?” l

n amigo, que conoce de cabo a rabo las contadas librerías de segunda mano de la ciudad que aún quedan, me dijo que en una librería llamada Aleph encontraría el libro de O’ Henry, que por esos días era santo de mi devoción. –Vete todo Melchor Ocampo –me dijo–. A un costado de la iglesia del Calvario está la librería; ahí no hace mucho que vi el libro. Bajé Azueta, doblé por Melchor Ocampo, crucé la infernal calle de Lucio, seguí por Melchor Ocampo, pasé el Calvario, y un poco más adelanté estaba la librería. En la parte superior de la pared se leía en grandes letras en color cromo “Aleph”. Era un negocio pintado de rojo que exhibía básicamente maltrechas revistas de cocina y de deportes, libros de autoayuda, y encima de una mesita instalada sobre un extremo de la banqueta una pila de libros viejos. Entré. Apenas di unos pasos y reconocí, detrás de un enclenque mostrador repleto de revistas y libros deshojados y desordenados, entretenido con una revista, a Jorge. Jorge había sido un antiguo compañero de trabajo. Era un tipo un tanto raro que no acostumbraba hablar mucho. Pero en realidad yo tampoco solía hablar mucho, así que en cierta forma me dio gusto verlo. Él también me reconoció. Luego del saludo de rigor, me explicó que en sus ratos libres trabajaba como librero, cosa que no dejó de sorprenderme un poco. Le comenté entonces la razón de mi visita: –Un amigo me comentó –le dije un tanto escéptico– que aquí encontraría un libro de O’ Henry que ando buscando. –¡O’ Henry, claro! –sus ojillos se avivaron y dio literalmente un salto gatuno desde atrás del mostrador hasta dirigirse a un estante al fondo de la librería. Recorrió con el dedo la pequeña sección de autores clasificados según por orden alfabético correspondiente a la “O”, mientras me decía: –O’ Henry, claro… Lo he recomendado últimamente… Debo admitir que una alegre punzada de felicidad percibí en mi corazón. Albergué en ese instante la real esperanza de que al fin hallaría en alguna librería de la ciudad el tan ansiado libro. Mas la casi nula “O” había sido repasada con el fatídico dedo de Jorge dos o tres veces de ida y vuelta: –Lo he recomendado últimamente… –me decía absorto, medio agachando sus cargadas espaldas–. Han venido y lo he recomendado últimamente, porque es un autor que de plano no se conoce… Y como no he dejado de recomendarlo… Para ese entonces, mi real esperanza ya se había ido por los suelos. Jorge, aparentemente confundido, se enderezó y se alzó de hombros. –Juraría que por aquí estaba… –dijo finalmente. –Entiendo –dije a mi vez. Nos despedimos y me pregunté si mi O’ Henry no estaría descansando en alguno de los desordenados libreros de la casa de mi amigo. Cosa por demás probable. Lo que me hizo sospechar de la reiterativa circularidad de O’ Henry y en el concepto esférico y punto de partida de todos los tiempos y de todas las cosas del Aleph l

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VICENTE HUIDOBRO: Ediciones Laberinto reedita en México Altazor y Temblor de cielo, fundamentales en el opus literario del autor chileno nacido a finales del siglo xix y fallecido en 1948. Se proyecta la publicación en México de Cagliostro, La próxima y Sátiro o el poder de las palabras para el próximo 2019.

A

l cumplirse el 70 aniversario de la muerte del gran poeta chileno Vicente Huidobro (1893-1948), padre del creacionismo, la Fundación Vicente Huidobro, de Chile, Ediciones Laberinto, de México, y la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco han unido esfuerzos para reeditar en México, en volúmenes individuales, las obras del gran mago de la palabra, autor de Temblor del cielo (1928) y Altazor (1931). El primer volumen coeditado de este nuevo proyecto es Tres inmensas novelas (también conocidas como Tres novelas ejemplares), cuya breve dimensión ya anuncia su paradoja, que Huidobro escribió en colaboración con el poeta, pintor y escultor francoalemán Hans Arp (1887-1966) y que se publicó por vez primera en 1931, con una segunda edición, que vio la luz en 1935, aumentada con dos narraciones más de la exclusiva creación del escritor chileno. Las cinco narraciones vienen precedidas de una cartaprólogo, dirigida a Arp y fechada en Palma de Mallorca en agosto de 1932. En ésta, Huidobro le escribe a su amigo lo siguiente: Aprovechando mi estada en Barcelona, camino de Mallorca, en donde voy a pasar mis vacaciones, llevé a un editor nuestras Tres novelas ejemplares. El editor las encontró cortas para hacer un libro y me he visto obligado a escribir yo solo otras dos más. Estas dos, que he titulado Dos ejemplares de novela, te las dedicaré a ti en recuerdo de aquellas vacaciones que pasamos juntos en Arcachón y de esas noches cuando a la hora de la sobremesa nos entreteníamos en escribir juntos las tres novelas tan ejemplares que encabezan este libro. Aún tengo en los oídos tus risas y aún me parece ver esos relámpagos repentinos que iluminaban nuestros ojos en ciertos momentos. Siempre creí imposible escribir un libro en colaboración con alguien y poder acordar mis instrumentos con los de otro. Contigo la cosa marchó tan bien, que no me lo puedo explicar sino por cierta confraternidad espiritual que es seguramente la razón por la cual nuestra amistad ha sido siempre sólida y sin manchas. Muchos dirán al leer estas páginas que nosotros sólo sabemos reír. Ignoran lo que la risa significa, ignoran la potencia de evasión que hay en ella.

Juan Domingo Argüelles ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Esta es la edición que se retoma en México, con un ensayo introductorio de Juan Armando Epple, de la Universidad de Oregon (“Algo más que risas y burlas: Las ficciones breves de Vicente Huidobro”), y que incluye Salvad vuestros ojos (novela posthistórica), El jardinero del castillo de medianoche (novela policial), La cigüeña encadenada (novela patriótica y alsaciana), El gato con botas y Simbad el marino o Badsim el marrano (novela póstuma), y La Misión del gangster o la

lámpara maravillosa (novela oriental). Se trata en realidad de ficciones breves, de narraciones o cuentos provocadores que juegan con el lenguaje y que nos dan una de las imágenes posibles de Huidobro: el autor de la desacralización por medio de la burla y la parodia, que hace del discurso del absurdo el más elaborado nonsense que se haya cultivado en nuestro idioma. Cualquier narración de este libro de Huidobro tendría cabida en la Antología del humor negro (París, 1939), de André Breton, en la cual por cierto está incluido un texto de Hans Arp. En todo caso, nada en este libro es conven­ cional, pero ya sabemos de antemano que nunca nada en la obra de Huidobro se dejó arrastrar por el convencionalismo. Quien escribió que “el mayor enemigo de la poesía es el poema” y que “la Academia es una señora anciana respetable, sorda y ciega, pero no muda”, también advertía que “el hombre es un animal tan serio que todo lo toma en serio. Es una bestia cargada de problemas, tan cargada que nunca alcanza a llegar al término de sus días (se muere de fatiga a mitad del camino), el pobre burro trascendental”. En Tres inmensas novelas el lector puede comprobar por qué Huidobro no fue jamás un burro trascendental; en lugar de una bestia cargada de problemas, se muestra como un inteligente creador que no desdeña sus estados de ánimo y que no teme jugar con el lenguaje y con el sentido de las palabras para encontrarles otros sentidos no sólo gozosos, sino también liberadoramente críticos. A este libro seguirán los volúmenes, ya anunciados por Laberinto, Cagliostro, La próxima y Sátiro o el poder las palabras, tres de sus novelas más extensas. Conversamos con Esteban Ascencio Gómez (1965), escritor y director de Laberinto Ediciones sobre el proyecto huidobriano. –¿Las ediciones mexicanas de Huidobro serán nada más de la obra en prosa? –En principio se pensó en eso, pero en la última conversación con Mario Meléndez, responsable de publicaciones de la Fundación Vicente Huidobro, se habló de la obra en verso del poeta. Y, no hace mucho, hará apenas unos días, recibí la antología de la poesía huidobriana Al oído del tiempo, que Mario Meléndez trabajó, y que está acompañada de un prólogo escrito por Luis Benítez, notable poeta y ensayista argentino, conocedor de la obra poética de Vicente Huidobro. Así pues, Laberinto Ediciones tendrá la misión de editar en México la obra en prosa de Vicente Huidobro, y parte (lo digo con entera satisfacción) de la obra en verso. –¿El motivo de este proyecto son los setenta años de la muerte de Huidobro?


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EL MAGO DE LA PALABRA A 70 AÑOS DE SU MUERTE –Aunque el 2 de enero de 2018 se cumplieron los setenta años del fallecimiento de Vicente Huidobro, pienso que acercarse a la obra del iniciador del creacionismo es impulso suficiente para leerlo, para tener ante nosotros la expresión de un adelantado de su tiempo, de un vanguardista. Con la publicación de Tres inmensas novelas, Laberinto Ediciones lanza su colección Biblioteca Vicente Huidobro. Para nosotros, esto es el motivo: celebrar a un celebrable. –¿El proyecto es tuyo e invitas a la ujat a la coedición?

“El hombre es un animal tan serio que todo lo toma en serio. Es una bestia cargada de problemas, tan cargada que nunca alcanza a llegar al término de sus días (se muere de fatiga a mitad del camino), el pobre burro trascendental”.

–Sí. Y creo que invitarme a mí se debe al acercamiento de amistad que tengo desde hace años con algunos poetas chilenos. Gonzalo Rojas, que ya no está, fue uno de ellos. Mario Meléndez, en su estancia en México, vivió conmigo algunos de los difíciles años de Laberinto Ediciones. Mario sabe cómo se ha forjado el temple de Laberinto. Conoce la entraña de la dificultad, lo mismo mi pasión por los libros. Los que me sacuden, los que ante ellos uno no puede quedar impávido, y la obra de Vicente Huidobro es una de ésas que, si a la primera no estremece, se ayuda del humor para alcanzarlo. El afecto se extiende entonces hasta Tabasco, particularmente a la ujat, donde se hallan buenos y apreciados amigos. Laberinto Ediciones desde hace tres años coedita con la ujat. Pensé en ellos y se los propuse. Así que aquí estamos. –¿Cómo participa la Fundación Vicente Huidobro? –Su participación es fundamental, decisiva. Es gracias a Vicente García-Huidobro Santa Cruz, nieto del poeta Vicente Huidobro, que Laberinto Ediciones celebra hoy la aparición en México de Tres inmensas novelas. Ha sido Vicente GarcíaHuidobro, en su calidad de presidente y representante legal de la fundación, quien nos otorgó el permiso para publicar la obra de Vicente Huidobro en México, o como se dice, nos cedió los derechos por ciertas ediciones. No quiero ni puedo olvidar la intervención de Mario Meléndez para que esto sucediera. –¿Para cuándo saldrán los siguientes títulos? –Cagliostro, La próxima y Sátiro o el poder

de las palabras tendrán vida en México en 2019. Estimamos que el primero de ellos saldrá en los meses de marzo-abril, el segundo en los meses de julio-agosto y el tercero está considerado para noviembre-diciembre. Así los veremos el próximo año. –¿Cómo leer hoy a Huidobro? –Podría responder de manera sencilla diciendo: “debe leerse con absoluta atención y apertura a la innovación creadora”; sin embargo, la respuesta sería a un tiempo (de algún modo) limitada y quizá de oscura falta de respeto. Después de orbitar, yo creo que debe leerse a Vicente Huidobro como se abraza a un amigo al que se le ha dejado de ver durante muchos años, y que se le contempla porque mirarle es insuficiente; y ya entrados en confianza, digo que es necesario regocijarse con él en la vasta luminosidad que ha traído. Por tanto, según entiendo, no basta decir que es un creador vanguardista y que revolucionó con un fresco humor el lenguaje literario de su tiempo, tanto fue (es) su tiempo el nuestro que nos alcanzó mediante un poderoso estallido de risa tan sincero y auténtico que en ello vemos la verdad, si por verdad entendemos que una imaginería así nos alborota el “seso y el recontra-seso” como una mismísima divinidad, no genialidad sino divinidad. Pues, al leerlo, lo escucharemos en voz alta y en una de esas quizá pensemos en: “Un gran relámpago salido de las alturas se alejó creciendo como el más bello juramento de amor.” Es esto Vicente Huidobro. Así lo he leído y lo sigo leyendo. Editarlo es un privilegio mayor l


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ROLES SOCIALES Y GÉNEROS

GRAMATICALES. El feminismo ante el lenguaje

C Entre la “a” del femenino y la “o” del masculino en español, se propone la “e” para ellos y ellas, y tal vez para los demás en el amplio espectro del género en la sociedad y, en consecuencia, en la lengua. Aquí se plantean los elementos esenciales de esa cuestión aún sin solución, con conocimiento lingüístico y sensibilidad social. El lingüista y traductor argentino exiliado en México, recientemente condecorado por la Universidad Autónoma de Puebla, es autor, entre otros títulos, de La tierra del profeta, Lecturas del calígrafo y Noticias sobre la muerte de Gregorio Samsa.

Raúl Dorra ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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osas del género. Hace ya varios años, cuando daba un taller de análisis literario, tuve un grupo integrado por aproximadamente una docena de mujeres y un varón. Como era previsible, una vez debí iniciar la clase sin la presencia del muchacho único. Esa vez la clase comenzó con normalidad pero pasados unos quince minutos el muchacho llegó y pidió permiso para entrar. Me explicó el motivo de su tardanza. Yo escuché su explicación, vacilé y le di ese permiso con cierta incomodidad. Siempre pensé que tal incomodidad se debía a que esa situación me estaba revelando un desacomodo, una falta de equidad entre los roles sociales y el género gramatical, pues a partir de ese momento yo tenía que hacer ajustes a mi discurso: ya no le hablaría a “todas” sino a “todos” a pesar de la abultada desproporción. Más que con el muchacho, en ese momento me sentí incómodo con la lengua. La situación me hizo pensar en Roland Barthes quien, con su estilo muchas veces catastrofista pero siempre iluminador, había declarado que la lengua es una institución fascista no tanto por lo que impide decir sino por lo que obliga a decir. Barthes no estaba pensando en el género sino en algo más estructural: la frase. La lengua es aseverativa, está construida para que las frases sean afirmaciones, para que yo diga por ejemplo que la tierra es redonda. Así, si quiero negarlo debo introducir por lo menos un adverbio aunque ahora volvería a afirmar que la tierra no es redonda. Ello supone que hablamos para afirmar, para ejercer un poder a cada paso. Si quiero poner esto en duda debo decir la frase con otra entonación o introducir adverbios del tipo “quizá”, “acaso” o “tal vez”, lo cual es perfectamente aceptable pero con la condición de no mantenerme mucho tiempo en este registro, pues la duda es una enunciación flotante y, más que una enunciación, es un pedido y una espera. No se puede avanzar dudando, construyendo frases así una


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tras otra, la lengua pone sus obstáculos, no ofrece en ese caso un suelo donde afirmarse. En cuanto a la cuestión del género, la lengua me condiciona, me está siempre condicionando para que use el género masculino como un género incluyente, abarcador de lo femenino. Si me dirijo a “todos” en ese todos están comprendidas también las mujeres, mientras que si me dirijo a “todas” en ese todas están comprendidas sólo las mujeres. El género femenino es un género marcado, excluyente, y el masculino es no marcado, incluyente. ¿En qué momento la lengua operó esta distribución? El castellano la heredó del latín pero desde luego la historia no comienza ahí. Sin duda tal distribución nos llega desde el origen mismo del lenguaje. Dado que si se presentan a la vez dos géneros es necesario que uno de los dos incluya al otro, podemos deducir que el predominio del masculino sobre el femenino responde a una distribución original de los roles sociales o las identidades sexuales. Esa distribución ha naturalizado los roles sociales y los géneros gramaticales tal como los hemos conocido. Pero ahora, y seguramente por primera vez en la historia de la humanidad, estamos ante el reclamo –y no sólo el reclamo sino la progresiva conquista– de la igualdad universal de roles sociales e identidades sexuales y, por ello, también progresa el reclamo de una igualdad en los géneros gramaticales. En lo que se refiere a esto último, el reclamo se ha expresado a través de varias iniciativas que tienen diversos grados de validez y eficacia. Por ejemplo, circula una iniciativa –sin duda precaria– que consiste en sugerir la igualdad o la concurrencia de los géneros masculino y femenino mediante caracteres como la arroba (l@s compañer@s) o una x (lxs compañerxs). Estos signos son puramente ideográficos, no suenan y por lo tanto sólo pueden aparecer en una comunicación escrita de eficacia práctica. A pesar del valor que adquieren al expresar una actitud

militante, poco aportan a lo propiamente lingüístico. Creo que este recurso puede funcionar, por ejemplo, en un mensaje de texto que, debido a la necesidad de compactar el enunciado, echa mano de recursos de este tipo– pero no en una escritura propiamente dicha. Puede funcionar en un mensaje de texto pero nunca de voz. Y es claro que una iniciativa que quiera trascender debe tener, inevitablemente, una forma hablada. Es en el habla donde se decide la evolución de una lengua. II

En lo que hasta ahora conocemos, hay dos propuestas que buscan avanzar verdaderamente en esta dirección. La primera consiste en crear una especie de desdoblamiento agregando el género femenino al masculino para establecer una suerte de réplica, instituyendo así dos géneros paralelos y excluyentes (los ciudadanos y las ciudadanas o también: las y los deportistas). Aunque ha sido aceptada en documentos institucionales y discursos públicos como algo comunicacional y aun políticamente correcto, y aunque tenga eficacia al comienzo de un discurso (que de hecho se convierte en un discurso político), esta opción tiene dos importantes restricciones. Por un lado, si bien alcanza cierta fuerza replicante, no permite ir muy lejos siguiendo su método. Una frase relativamente sencilla como: “Entusiasmados con este proyecto, algunos de los primeros egresados están listos para ser sus operadores”, difícilmente podría admitir una aplicación exhaustiva sin interrumpir la buena comunicación. ¿Cómo decir, en cada caso, el femenino después o antes del masculino sin perturbar, más bien arruinar, el diálogo con el otro? Pero la segunda restricción es todavía más fuerte: dado que con esta opción tenemos dos géneros paralelos y cada uno excluyente, como ocurre con los baños instalados en lugares públi-

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Betty Tompkins, de la serie Women Words, página anterior: #40 Mantegno, 2017 y arriba: # 1 Mary Cassatt, 2018

cos que señalan y separan a mujeres de varones –aquí los varones y sólo los varones/aquí las mujeres y sólo las mujeres–, ninguno de ellos serviría para expresar terceras identidades sexuales como las que en el presente, y seguramente con más fuerza en un futuro próximo, reclaman su lugar en el espacio social. ¿Cómo incluir a quienes no están, o no estén, ni en la a ni en la o? En realidad resulta imprescindible tener un género gramatical universalmente abarcador para hoy y para siempre. Y dado que esta primera propuesta no satisface esa condición, resulta más limitada que aquello que pretende reemplazar. Pero la segunda propuesta parece mucho más interesante y, yo diría, orientada con una profunda intuición lingüística: consiste en habilitar la vocal “e” y utilizarla como indicadora de un género universal. Así, la frase antes citada quedaría de este modo: “Entusiasmades con el proyecto, algunes de les primeres egresades están listes para ser sus operadores.” La solución resulta simple, práctica y económica, pues ha echado mano de un único elemento sintáctico, ha generado un solo desplazamiento y, sin mayor violencia gramatical –si bien afecta a la concordancia–, ha logrado una decisiva transformación semántica. Suena extraña al oído y también resulta extraña en la escritura, pero esa extrañeza no impide, no impediría, su funcionamiento en la lengua y tampoco es infranqueable, pues bien puede suavizarse y desaparecer con el hábito. La lengua es un sistema de regulaciones complejas, pero tiene sus defectos. Por ejemplo, no alcanza para nombrar la mayor parte de las experiencias de los sentidos y tampoco las experiencias de la vida afectiva. / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA


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Betty Tompkins, de la serie Women Words: #47 Vermeer, 2017

tigio social, la escritura promueve instituciones como la Real Academia Española que terminan imponiéndose como árbitros ya no sólo de la escritura sino también del habla. Por ello, en la actualidad no es infrecuente que se consulte a la rae –o a una academia local– sobre la pertinencia de tal o cual uso; o bien que la rae dé a conocer un dictamen por su propia iniciativa. Así, está ocurriendo el fenómeno paradójico de que las instituciones de la escritura no esperen que el habla haga su lento trabajo para adelantarse con una sanción. Actualmente, las academias de la lengua están discutiendo –en algunos casos a favor y en muchos casos en contra– sobre la pertinencia del (mal) llamado “lenguaje inclusivo”. Así, antes de que los hablantes en su conjunto terminen de aceptarlos, alguna academia de la lengua –o la propia rae – podría ad elantarse a declarar que ciertos usos son correctos. Todo ello parece un gran desorden, una inversión de funciones, pero en este caso se trata de un desorden favorable. IV

El hecho de que los lingüistas y las academias

Casi no hay cómo darle un nombre propio a un sabor o a un sonido y menos a un sentimiento. La literatura es, entre otras cosas, el arte que busca compensar este déficit. En cuanto al problema que nos ocupa, podríamos decir que el ascenso relativamente reciente de un rol social (el de las mujeres) ha hecho visible la carencia originaria de un género gramatical lingüísticamente habilitado para indicar de manera neutral la concurrencia de dos (o más) géneros distribuidos en el todo de la sociedad humana, y de ahí afirmar que esa carencia podría ser compensada de manera eficiente mediante la habilitación de la vocal “e” como indicador de una concurrencia de géneros. Ésa sería entonces, creo, la solución a un problema de justicia o equidad cada vez más difícil de pasar por alto. III

Tradicionalmente, una iniciativa como ésta,

para progresar, tendría que haber esperado hasta ser habilitada por el uso de generaciones de hablantes antes de ser incorporada como elemento pleno de la lengua. Ese proceso de incorporación habría terminado con el reconocimiento por parte de las academias que la administran. La lengua, en efecto, es una institución social que está en el origen de la constitución de lo humano. Lengua y sociedad son expresiones del mismo impulso original, pues el ser humano es el animal que se socializa por el habla, el animal que habla. La estructura de una lengua, tanto como sus transformaciones, no son obra de individuos ni de grupos individualizados. Son obra de generaciones de hablantes y sus transformaciones se regulan con el uso. Una lengua proviene de otra que ha quedado sin el contexto social que la alimentaba y se mueve

como una corriente subterránea. Las transformaciones afectan en general al léxico, esto es, a las palabras, mucho más que a la estructura sintáctica, o sea al esqueleto, la parte ósea del sistema. Sin embargo en la evolución de la lengua no faltan las modificaciones en la selección del género, como ocurre por ejemplo con las palabras “calor” y “color” que sufrieron una transformación del masculino al femenino y la palabra “sartén” que va dejando de ser un sustantivo femenino para admitir ambos géneros de acuerdo a la región en que se lo use. Suele aceptarse que una palabra o un elemento gramatical queda plenamente instalado en la lengua cuando la Real Academia Española –la institución social que tiene esa competencia– lo incorpora en su Diccionario. La rae se creó en el siglo xviii para legislar sobre la escritura, es decir sobre los textos escritos, y sólo en segundo lugar sobre el habla. Al revés de las teorías populistas que suponen que las lenguas son patrimonio general de los pueblos que las usan y que es justamente en las clases populares donde se encuentra su fuente, esta institución corporativa supone que son las clases cultas las que usan la lengua en su sentido más correcto y que esa corrección, dotada de gravedad, se derrama hacia los usos populares. Así, de un lado tendríamos a Don Quijote de la Mancha, de Cervantes y, del otro, a La fábula de Polifemo y Galatea, de Góngora. Sin embargo, con el correr del tiempo, los dominios del habla y de la escritura se fueron aproximando y en el mundo moderno, donde la civilización se distribuye básicamente en las ciudades, donde prácticamente no quedan habitantes que no estén alfabetizados y prevalecen los medios masivos de comunicación, dichos dominios llegan a confundirse. Dotada de mayor pres-

de la lengua hayan empezado a discutir este asunto así sea para rechazarlo con vehemencia, es un anuncio de que la lengua castellana más temprano que tarde sufrirá una transformación en su régimen de concordancia, pues una vez iniciado este proceso ya no se detiene. Personalmente creo que la propuesta de una duplicación del género sobrevivirá de manera restringida en el tiempo y que las dificultades de orden gramatical y sobre todo estético la irán haciendo retroceder. Vicente Fox solía comenzar hablando de “los chiquillos y las chiquillas”, pero luego, al tratar de avanzar con sus “los” y sus “las” en el discurso, no tardaba en reconocer que "ya me estoy haciendo bolas". Eso seguramente le pasaría a cualquiera aunque tuviera más discreción y menos osadía que Vicente Fox. Pero creo, con fuerza, que la propuesta que habilita la “e” para una concurrencia de géneros tiene todas las posibilidades de imponerse aunque debe esperar a que la sociedad, a su vez, la vaya habilitando. Para ello debe dejar atrás el horizonte del feminismo. Creo que debería tratarse de un uso extendido, superador del universo de los actores (¿les actores?) que hoy la promueven. Esta transformación no puede ser sólo una consigna de militantes del feminismo o un grito de barricada. En esas barricadas puede reconocer su origen pero debería proyectarse sobre todo el universo de los hispanohablantes, pues con esa transformación resultaría beneficiada la lengua que hablan, que hablamos todos, y no se trataría sólo de una transformación racional sino básicamente sensible. Es en la sensibilidad de los hablantes donde esta transformación debe operarse. Creo que no habría que insistir con extremismos feministas que quieren modificar todo lo que termine en “o”. Hablar de “cuerpes”, de “úteres” o “peches” impide ver serenamente la radicalidad y la necesidad actual de la propuesta. Situada en sus términos, esa propuesta recuperará la homologación de la estructura de la lengua y la estructura de la sociedad. También creo que no se debe depender demasiado de la autoridad de las academias de la lengua que, paradójicamente, se están adelantando a tratarla acaso para sacarse el problema de encima. La verdadera sanción no provendrá de ellas sino de los propios hablantes, porque esa sanción no se decreta: viene, vendrá con los años, pues ya ha empezado su tarea l


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EL CINE POLICÍACO DE RAFAEL AVIÑA Mex-Noir: cine mexicano policiaco, Rafael Aviña, Cineteca Nacional, México, 2018.

Carlos Bonfil ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

HACE YA CATORCE años, en 2004, Rafael Aviña anticipaba en su libro Una mirada insólita: temas y géneros del cine mexicano, lo que podría ser el ambicioso proyecto de rescatar una buena parte de la memoria del cine nacional a través del estudio acucioso de sus géneros emblemáticos. En aquella obra analizaba, de modo somero pero siempre bien documentado, lo mismo el melodrama que la comedia ranchera, el western nacional o cine de caballitos y el cine de rumberas, el cine de luchadores y el cine de horror, el cine fantástico a la mexicana y, naturalmente, el cine negro policiaco serie b. En su trabajo más reciente, Mex Noir: cine mexicano policíaco, Aviña parece dar el pistoletazo de salida a una posible y deseable sucesión de estudios, a partir de una historiografía rigurosa y detallada, sobre los géneros fílmicos nacionales que tanto le apasionan. De ser así, y más de un cinéfilo desea sin duda que así sea, el autor de tantos otros libros entusiastas sobre cine mexicano, habrá de contribuir, como antes que él lo hicieran Jorge Ayala Blanco, Emilio García Riera, Gustavo García, Salvador Elizondo, Carlos Monsiváis, entre otros estudiosos, a que al fin se configure y consolide, de modo perdurable, en este nuevo siglo un sólido canon del cine mexicano. Rafael Aviña sería el investigador ideal para afrontar esa tarea enorme que hoy parece insoslayable. En cada libro él se dirige a una generación

nueva de cinéfilos y lectores, que contrariamente a los que leyeron por vez primera a los escritores antes mencionados, ahora requieren de claves de interpretación más novedosas, de un enfoque diferente, atento ya a los cambios radicales que en su experiencia cotidiana han impuesto, por un lado el cambio tecnológico, y por el otro, la imposibilidad de disfrutar las cintas, objeto del estudio, en los formatos y en las salas cinematográficas a los que originalmente fueron destinadas. El perspicaz crítico de cine que es Rafael Aviña sabe perfectamente que los espacios que la prensa escrita reserva o concede para hablar de cine, y de modo especial, de cine mexicano, es y será cada vez más reducido. Que la mercadotecnia y la promoción de la novedad y del talento efímero, eclipsarán por completo cualquier esfuerzo por preservar la memoria del cine clásico mexicano. Que por muy valiosas que sean las labores de instituciones culturales como la Filmoteca de la unam o la Cineteca Nacional, sus esfuerzos por preservar y hacer más dinámica la difusión de ese cine ya casi olvidado, serán a la postre insuficientes si no se cuenta, de un sexenio al siguiente, con el respaldo suficiente y el compromiso de conquistarle audiencias nuevas a un cine nacional que por el momento parece ninguneado y en no pocas ocasiones francamente despreciado. Consciente tal vez de todo ello, Aviña acomete la tarea infatigable de producir libros, uno tras otro, rebasando así, burlando de esta manera, los obstáculos y las limitaciones que a diario le impone la prensa escrita y la escasa o nula visión de sus criterios editoriales. El autor de Mex-Noir es, en sus libros y en sus crónicas radiofónicas, en sus múltiples presentaciones de libros y en su labor de organizador de ciclos de cine, el mejor divulgador del cine mexicano clásico. El más sereno y serio, y sin duda el que con menor carga de fobias y prejuicios actualiza a diario sus conocimientos, poniéndolos después al alcance de los públicos más diversos, desde cinéfilos de la tercera edad hasta jóvenes entusiastas que quieren saber todo sobre nuestro cine. Todo ello en un lenguaje claro y preciso. Acercarse a su trabajo más reciente sobre cine policíaco mexicano es tomar una lección del mejor periodismo de investigación, conocer los alcances de un profesionalismo alejado por completo de la frivolidad imperante en nuestro medio, de la tiranía de lo novedoso y lo llamativo, de la frecuentación afanosa de las redes sociales y de las críticas al vapor improvisadas en los cafés y en las tertulias. Para una mayor ilustración de ese empeño singular, atiéndase a la rigurosa organización del presente libro. En diez capítulos, el autor procede a una revisión exhaustiva del cine policíaco en México, desde la época de El automóvil gris,

cinta de 1919, hasta Ensayo de un crimen, de Luis Buñuel, filmada en 1955. Desfilan por el libro todos los realizadores sobresalientes que, de una manera u otra, incursionaron en el género policíaco, desde el chileno José Che Bohr hasta el cubano Juan Orol, afincados en México; desde Adolfo Best Maugard, autor de La mancha de sangre, hasta Alejandro Galindo, realizador de Mientras México duerme y de Cuatro contra el mundo, títulos indispensables para la comprensión del género, para culminar con el maestro de las atmósferas turbias y gran cronista de la noche alemanista que fue Roberto Gavaldón en cintas como A la sombra del puente, El socio, La diosa arrodillada, La otra, En la palma de tu mano y La noche avanza. Para adentrar mejor a sus lectores en esas atmósferas que con deleite él denomina enrarecidas, el autor traza previamente la cartografía urbana del delito y de los conflictos pasionales. Para volverlas todavía más palpables, les describe los arrabales y el emblemático puente de Nonoalco que una y otra vez figura en el cine negro nacional. Recrea de nueva cuenta el México nocturno descrito por los escritores Luis Spota y José Revueltas, la petulancia y las miserias de una burguesía citadina cuya descomposición moral registran, impiadosamente, cintas como En la palma de tu mano o La noche avanza. Y a esta visión de conjunto la completa el estudio minucioso de cintas como Distinto amanecer, El suavecito, Crepúsculo, Que Dios me perdone, Revancha, Vagabunda, Casa de vecindad o La sombra vengadora, a lo que también se añade la revaloración de los actores imprescindibles en el género como David Silva, a quien en 2007 Aviña dedicara ya una notable monografía, o Arturo de Córdova o Leticia Palma o Víctor Parra o José María Linares Rivas, sin olvidar a la devoradora mujer fatal que fue María Félix en varias cintas del género. Rafael Aviña es ante todo un crítico de cine disciplinado, tenaz y obsesivo, empeñado en recrear, con los colores primarios de una prosa enfebrecida, lo que él considera valioso en el cine mexicano, lo que más entusiasma a sus seguidores, lo que más desconcierta a sus detractores. Y si las películas ya no están al alcance de muchos de sus espectadores potenciales, o si las copias que penosamente sobreviven (como A la sombra del puente, de Roberto Gavaldón), se encuentran ahora en un franco deterioro, él procede, a manera de una compensación literaria, a relatar sus tramas y a recrear y a darle brillo a sus atmósferas deslavadas con el obsequio generoso de su investigación y de su escritura, como el celoso guardián y promotor que ha elegido ser de ese cine mexicano que es su vicio secreto y su pasión pública, y que en esta ocasión tiene a bien compartir con todos nosotros 


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COMO JOSEF K EN MÉXICO Todos los miedos, Pedro Ángel Palou, Editorial, México, 2018.

Roberto Feregrino ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

EN LA HISTORIA de la literatura hay capturas de momentos que dan cuenta de habilidades estéticas de los artistas, pero también de un proceso histórico que necesita pronunciarse. Las voces de Miguel de Cervantes, Tólstoi, Benito Pérez Galdós, Jorge Luis Borges, Eduardo Antonio Parra, sólo por mencionar algunos, son —y serán— referencias, tanto para lectores como para escritores. Juan Rulfo escribió una sola novela en busca de algo que no encontraba en las lecturas que hacía: Pedro Páramo. Gabriel García Márquez lo leyó e imaginó

Cien años de soledad, dibujó Macondo; luego —años más tarde— Élmer Mendoza fabula una novela en torno a Juan Preciado bajo el título de Cóbraselo caro. Constantemente la literatura se recrea y deja resabios que emergen en los escritores por venir. En El proceso, Franz Kafka narra las inclemencias que padece el oficinista Josef k, un día al despertar y ser juzgado por “alguien” de “algo”. Claramente su crítica nos lleva por el laberinto de la burocracia y no conoceremos de qué se le acusa ni por qué. Estamos atrapados y, al mismo tiempo, somos cómplices de la denuncia que, tras su velo, desenmascara al Poder. La denuncia se ha dado a través de la historia de una u otra forma. Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966), ganador del premio Xavier Villaurrutia en 2003 por Con la muerte en los puños, integrante de la Generación del crack junto a Ignacio Padilla y Jorge Volpi, autor de Zapata (2006), Morelos: morir es nada (2007), Cuauhtémoc: la defensa del quinto sol (2008), Pobre Patria mía. La novela de Porfirio Díaz, ahora se atreve a novelar algunos de los más atroces sucesos ocurridos en los últimos años: la persecución a periodistas. Todos los miedos (Planeta, 2018) es una realidad ficcionalizada donde Daniela Real, periodista, se ve inmersa en una problemática por denunciar la trata de mujeres por parte de “un antiguo director del imss y dos gobernadores”. Amablemente se le exhorta a que guarde silencio, que se vaya de México, pero ella no quiere, tiene la necesidad de seguir demostrando lo que ocurre en un país donde es preferible callar. En palabras de Palou, “México es un cadáver descompuesto, una osamenta raída por el aire y por las aves carroñeras. Ya ni siquiera huele.” Aparece, entonces, un personaje (¿un héroe?) que se llama Fausto Letona, quien será el encargado de tomar la justicia en sus manos a partir de un día que impide la violación de una joven en la colonia Doctores. Letona se convierte en la sombra de Daniela y ella ni siquiera lo advierte. El justiciero llega a ella porque descubre una nota en el periódico donde informa que la han despedido, la amenazan de muerte y el apellido lo relaciona con Augusto Real, secuestrado y asesinado en Tampico, hermano de la periodista. Verdad y corrupción son los tópicos durante la lectura, donde el gobierno intenta silenciar la voz

de la periodista. Gerardo Careaga, un político sin entrañas, inicia su persecución. Palou nos ofrece una novela de lo evidente, letras que desenmascaran un silencio oculto por el miedo, noticias que día a día van maquillándose de indiferencia por no encontrar respuesta ante la queja: es un homenaje para Javier Valdez, Rubén Espinosa Becerril, Miroslava Breach Velducea, José Gerardo Martínez Arriaga, Alicia Díaz González y tantos otros periodistas que se suman a la lista de muertos o desaparecidos en un país “con metástasis, país con gangrena”. Hay un sentimiento de indignación a medida que caemos presas y nos apropiamos de todos los miedos; porque somos parte de un suceso histórico que debe ser denunciado. Hace poco comenzó a exhibirse Hasta los dientes (México, 2018), un documental bajo la dirección de Alberto Arnaut que sigue minuciosamente el asesinato de dos estudiantes en el Tecnológico de Monterrey (Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo), el 19 de marzo de 2010. Hasta ahora sabemos que el Ejército jugó una treta: los mató presentándolos como dos capos del crimen organizado. Un tinglado del absurdo. Todos los miedos es la voz de aquellos que han enmudecido. Durante la lectura nos sentimos como Josef k en un lugar que pareciera conducirnos a un abismo; nuestra única salvación es que la ficción termina en la página 201, pero al cerrar el libro nos avasalla una realidad llena de ejemplos por enumerar y nos preguntamos: ¿hasta cuándo? 

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EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO

RICARDO MARTÍNEZ: UN SIGLO DE JUVENTUD


Arte y pensamiento

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Artes visuales Germaine Gómez Haro

germainegh@casalamm.com.mx

Daniel Lezama en maia Contemporary COMO PARTE DEL Gallery Weekend se inauguró la exposición Crisol, de Daniel Lezama (Ciudad de México, 1968), en la galería maia Contemporary en su nueva sede ubicada dentro de la espectacular casona porfiriana recién restaurada conocida como La Basalta, en la calle de Colima # 159, en la colonia Roma. maia Contemporary es el nuevo proyecto del visionario y emprendedor galerista Arturo Mizrahi, quien desde hace una década comenzó a explorar territorios underground en el arte contemporáneo independiente en su primer espacio llamado Elaboratorio, donde invitaba a artistas a hacer intervenciones temporales in situ. En charla con Mizrahi, comenta: “En 2008 nos visitó el editor de la revista Juxtapoz, referente obligado en el arte outsider de ese momento. Conectó mucho con lo que hacíamos y así nació la galería fifty24mx. Ahora iniciamos con maia Contemporary una nueva etapa con un nuevo

El…dimión

nombre, una identidad más definida y con la participación de artistas consagrados, además de los emergentes que han crecido con nosotros y las nuevas promesas que vamos descubriendo.” Recientemente presentó al maestro Pedro Friedeberg y a la estadunidense Olivia Steele. La actual exhibición de Daniel Lezama, una de las figuras más destacadas de nuestro escenario contemporáneo, tanto a nivel nacional como internacional, marca la ambiciosa ruta que esta galería se ha propuesto conquistar. Y ésta es una muestra que nadie se debería perder. La exposición, integrada por una veintena de pinturas, monotipos y su primera incursión en la escultura en bronce, conmemora sus veinte años de trayectoria y cincuenta de vida. Daniel Lezama es ya un creador consagrado que ha ido evolucionando de manera muy admirable a lo largo de su sólida carrera. Poseedor de una técnica pictórica impecable, que remite a los Grandes Maestros, sus lienzos impactan por la complejidad de sus referencias iconográficas que conforman complicadas tramas narrativas en las que el espectador va descubriendo los guiños simbólicos y alegorías que el pintor entrevera con humor, ironía, erotismo y una gran ambigüedad. Hace unos meses tuve la oportunidad de visitar la colección privada del magnate alemán Mathias Doepfner en su magnífica Villa Schöningen en Potsdam, uno de los acervos más significativos de Europa en el que el único artista latinoamericano presente es Daniel Lezama con un políptico de pequeño formato y contenido demoledor con el tema del Viacrucis. Me llenó de emoción y orgullo ver su obra en ese contexto tan exquisito, pues he seguido de cerca su quehacer desde que lo vi por primera vez en 2002, en la Galería de la Secretaría de Hacienda, en una exposición donde me estremecieron sus retratos naturalistas muy en la tesitura de los maestros británicos Lucian Freud y Stanley Spencer. Con respecto a su producción reciente, Lezama expresa en entrevista para La Jornada Semanal: “Aquí hay elementos dinámicos en

Ofrenda

la pintura que no se habían visto antes. Uso un fondo blanco parcial y figuras en escalas muy diferentes. La iluminación viene de atrás, es una inversión de la pintura que hace un cambio total. La superficie del cuadro está activada en su totalidad en términos conceptuales y esto implica un trabajo extraordinariamente difícil, porque no hay una sola parte, ni un solo detalle, que no esté en función del resto. Las escenas se unen para un fin, pero no tienen nada que ver con la realidad. Todas las partes implican un trabajo de conceptualización que no se tiene cuando se trata de una pintura académica. No hay un centímetro de relleno; el reto es mucho más difícil. En estos últimos tiempos me he concentrado más en lo formal que en lo narrativo.” Y tomando en cuenta estas observaciones, el espectador queda arrobado frente a su lienzo de dimensión monumental Crisol (320 × 480 cm) y se antojaría ver una de sus magnas obras luciendo en un importante espacio público, como digno representante de un nuevo muralismo mexicano contemporáneo 

Bitácora bifronte Ricardo Venegas

Mil palabras por conocer ES SABIDO QUE en todas las lenguas hay palabras cuya función es más bien lúdica, a su combinación les nombramos juegos de palabras y en este rubro hay, incluso, estudios serios (uno de ellos es el de Carlos Busoño: Teoría de la expresión poética) sobre cómo el chiste y la poesía se emparentan. A veces el doble sentido las hace únicas. De cierta forma han vivido siempre con el hombre como el ente biológico que es la lengua. En Mil palabras (2018) de Gabriel Zaid, hay algunos ejemplos de cómo los poetas pueden usar vocablos como “inclusive” para realizar ciertas formas de aclaración: por ejemplo, una Carta de Jaime García Terrés que dice: “Zaid con tino percibe/ la naturaleza culta/ –que melindre nos resulta–/ del terminajo ‘inclusive’./ Mas como a él soy proclive/ debo hacer una consulta:/ ¿es palabra tan estulta/ que inclusive se prohíbe?”, a lo cual se adhiere

la respuesta de Gabriel Zaid: “Para el que bien las percibe,/ no hay palabra que sea estulta;/ desde ‘incluir’, también culta,/ hasta ‘inclusive’ inclusive./ Tan maliciosa consulta/ de quien sabe lo que escribe,/ eso sí que se prohíbe/ y se merece una multa.” Hay que recordar que los diccionarios son consultados por el hombre desde hace más de 4 mil años y son y han sido polémicos por su uso; quizá el diccionario sea una convención de las palabras y su uso entre los seres humanos, pero a final la práctica tiene la última palabra, el hablante

es quien sepulta o resucita tanto palabras como obras completas. Es admirable el trabajo que Zaid realiza en este volumen, no sólo por la erudición con la que macera los vocablos y los temas que desglosa alrededor de ellos, también por su capacidad de consultar más de doscientos diccionarios para lograr esta empresa. Es claro que en la poesía las expresiones también adquieren dimensiones memorables y nos remontan a la sabiduría popular. Tal es el caso del refrán “A tu tierra, grulla, aunque sea con un pie”, como Zaid lo descubre en la edición de la Obra poética, de Ramón López Velarde, realizada por José Luis Martínez en el poema “Humildemente”: “Cuando me sobrevenga/ el cansancio del fin/ me iré, como la grulla/ del refrán, a mi pueblo…” Pero la “grulla” tiene una larga historia en la literatura, en la filosofía y en la vida humana, sus características dan pie a que otros poetas la vean en su obra, como Manuel José Othón: “Nada se oye vivir. Sólo en la hora/ del declinar tristísimo del día,/ la parda grulla en el erial crotora.” Hay diccionarios donde crotora la poesía 


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Arte y pensamiento

Tomar la palabra Agustín Ramos

La Perra más Perico (i de ii) EL GRUPO DE ROCK progresivo La Perra y el actor cómico Perico el Payaso Loco están muy contentas. Abajo del escenario la seriedad de Perico roza la timidez: me siento muy afortunado de llevar conmigo a este payaso durante cuarentaiún años, como el ciclista su bici, el baterista su batería y el guitarrista su guitarra, y haber llegado a ser uno solo con él y que la gente me conozca como Perico el Payaso Loco. Estas comparaciones no son fortuitas, con sólo disfrutar sus espectáculos cómicos se entiende que el rock está en el alma de Perico, en su humor, corrosivo y amoroso. La Perra es el grupo que integra con Elena, su compañera de todo [compositora y bajista del grupo, Sánchez de apellido]. Afortunada y desafortunadamente gano de payasear y vivo para tocar. Y lo que gano con el Perico –ríe– me lo gasto con La Perra. Ha sido difícil, pero La Perra tiene un lugar reconocido en el underground del rock progresivo en México, y como vendimos nuestra primera casa que fue hecha con carcajadas, la segunda la haremos con ladridos. En 2014, mi hermosa pareja, Elena, creó un espectáculo para Perico, Allegro en payasada mayor, con música de La Perra... Pero esa, como dicen los clásicos, es otra historia que dice…

Al contrario de lo que le sucedió con la actuación, de la que nació su personaje Perico, la carrera musical le causó problemas porque –dice él– no tuve una preparación académica suficiente, estudié un año máximo, fui autodidacta. Antes que payaso fui roquero. Mi decisión de serlo la tomé muy chavito, cuando oí a Jimi Hendrix, a Led Zeppelin, a Black Sabbath, a The Cream. Sus discos me bularon la cabeza. Y King Crimson, peor. Quise tocar desde los doce años pero hasta los veintidos pude comprarme una batería buena, cuando ya llevaba dos años en la payasería. A los veintiséis tocaba con grupos de canto nuevo y el primer grupo de rock donde estuve fue Música y contracultura, aunque antes estuve en otro, Fragmentos, que duró muy poco. Encontrarse a Elena en el camino es otro de los sucesos afortunados en la vida de Perico: para mí es un milagro tocar con la chava con quien vivo, es padrísimo y también pesadísimo: una relación de 24 horas al día juntos. Al principio tocamos con un grupo que se llamó Vía corta, luego acompañamos a Nayeli Nesme en El Ensamble Acá, hasta que nos quedamos Elena y yo solos. Ella dejó la carrera de guitarra, se dedicó a componer y

creó la música del primer disco de La Perra. Cuando nos atrevimos a presentar en público, el periodista de rock Óscar Sarquís dijo que así deberíamos tocar siempre. Pero no le hicimos caso porque no teníamos la confianza de ahora. La Perra y Perico están muy contentos, como ya se dijo. Porque lo que siguió fue juntar al grupo con el cómico. Así nos vamos a presentar: La Perra más Perico el Payaso Loco, o sea el dueto de rock más toda la onda que traigo como payaso. Para mí este nuevo proyecto de La Perra es como decir de manera más abierta soy payaso y siempre haré payasadas mientras toco, pero muchos espacios roqueros no brindan la posibilidad de pararme de la batería y moverme cómodamente para que todo el público nos vea. Como en el Festival Internacional de Cabaret de Morelos de mayo de este año, en el que presentamos Payasadas rockeras de noche [versión para adultos del show para niños del mismo nombre que se viene escenificando desde los noventa] y nos fue superbien. Y el jueves 8 de noviembre a las nueve de la noche tocaremos en el bar El 61, que en la Roma se llamó Ruta 61 [en el centro, en Fray Servando 160, cerca de donde empieza San Antonio Abad]. Te cuento esto porque de repente da miedo estar ante multitudes que prefieren gritar, bailar, cantar a ver payasadas. Por eso estamos muy contentas Elena y yo, lo digo así por cuestión de equidad: estamos muy contentas de presentarnos como La Perra más Perico. Pero no lo estamos anunciando, fíjate  (Continuará.) Perico

Biblioteca fantasma Eve Gil

Misión más que imposible TODO COMENZÓ con una entrevista a una joven desertora norcoreana de nombre Lee Hyeon-seo que dio pie a uno de los libros más conmovedores de los últimos tiempos, La chica de los siete nombres, aunque nadie retuvo el nombre de su coautor, el abogado británico d. b. John, que por entonces todavía ejercía su profesión. El éxito de este testimonio sin pretensiones literarias lo llevó a probar suerte como novelista. Tuvo un primer buen intento con Flight from Berlin, pero la que lo ubicó entre los diez mejores thrillers de todos los tiempos es Star of the north, que en español aparece bajo el título Infiltrada (Salamandra, España, 2018) y retoma a Corea del Norte como tema central. La protagonista es una melancólica maestra estadunidense, hija de afroamericano y surcoreana, que lleva años cargando el peso de la misteriosa desaparición de su adorada hermana gemela que, según la versión oficial, pereció ahogada durante una estancia en Corea del Norte donde, casualmente, se han suscitado otras desapariciones de extranjeros, atribuidas al régimen de Kim Jong-il. Especialista en geopolítica norcoreana, que incluso domina el dialecto de aquella región, Jenna Williams casi no lo piensa cuando se le sirve en bandeja de plata la oportunidad de ser reclutada como agente del gobierno estadunidense para detectar las armas d. b. John

secretas del enemigo que, se sospecha, superan la imaginación de los genios balísticos de la cia. El gobierno estadunidense está resuelto a explotar no sólo los vastos conocimientos de la tímida, sino su dolorosa circunstancia familiar. El brutal entrenamiento en una granja para espías encubiertos parece insuficiente para hacer frente a Kim Jong-il y la caterva de idólatras que lo cuidan como a una reliquia sagrada; el lector experimenta una creciente angustia cuando se contrastan el arduo entrenamiento de Jenna con la incertidumbre en que viven sumidos los ciudadanos del misterioso país que ella habrá de traspasar, primero, a través de ultras sofisticados satélites de vigilancia; luego, como parte de una comitiva de paz en territorio enemigo. Los otros dos protagonistas de la novela, el coronel Cho Sang-ho y la señora Moon, representantes de clases antagónicas, tienen en común no contar con la seguridad de que estarán vivos al día siguiente. Conforme escala posiciones dentro de la intrincada burocracia militar, el tormento de Cho se incrementa ante la posibilidad de que alguien localice en su expediente alguna mácula que

lo haga caer desde el cargo más alto. Pasará, de hecho, de héroe a traidor de la patria en cuestión de horas. La señora Moon, por su parte, se gana la vida con un comercio clandestino de comida en la estación de trenes de Hyesang, ciudad fronteriza con China, rodeada de otras mujeres mayores –ajummas– que se ganan la vida con “sucias prácticas capitalistas”, sobornando a militares, siendo testigo de escenas desgarradoras, una de las actuales le afecta directamente. Su vulnerabilidad ante los caprichos del dios celoso que manda al paredón es exactamente la de Cho…. ¿cómo se espera que una extranjera, por muy versada en la historia, costumbres y lengua norcoreanas, cumpla una misión cuyo riesgo se incrementa conforme sus emociones – por Cho, por Soo-min– se ven más implicadas? Llegará un momento en que ella represente la única esperanza para el coronel caído en desgracia, y viceversa. d. b. John, notoriamente empático ante la terrible situación de los norcoreanos, ha escrito una novela en la tradición de los grandes Le Carré o Clancy, con un ingrediente extra: el análisis, no exento de subjetividad –pero sí del patrioterismo que uno esperaría en un autor estadounidense, más no en un galés– nos hace comprender que Corea del Norte no es la Alemania de Hitler, donde existían los favorecidos, sino un rebaño humano obligado a actuar como títeres de un dictador que juega a ser Dios como ningún otro de la historia moderna; que incluso los más ilustres patriotas corren el riesgo de terminar fusilados, en un campo de trabajo, o formando parte de horribles experimentos con escitodotoxina x, con la que se pretende ejecutar un ataque biológico contra surcoreanos o japoneses 


Arte y pensamiento

LA JORNADA SEMANAL 28 de octubre de 2018 // Número 1234

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Bemol sostenido Alonso Arreola @LabAlonso

Migrantes y marimbas ¿QUÉ SERÍA DE LA MÚSICA sin la migración humana? Hija de nuestra especie en movimiento, nada de lo que sale de instrumentos de percusión, cuerda o viento se ha mantenido “puro” cruzando tierra o tiempo, dimensiones transitadas por la necesidad y el deseo. Porque es un hecho: la música que se queda en su tierra original cambia entre vitrinas y museos, manteniendo tradiciones, sí, pero a un ritmo lento que se rompe con espíritus esporádicos e inquietos, compositores sedientos de diferentes realidades. El canto que marcha para dialogar con desconocidos, empero, evoluciona metro a metro. Sí. No podemos olvidar que la música ha migrado por mares, montañas, selvas, ríos y desiertos en las mismas manos que le daban vida golpeando, tañendo o soplando pequeños, mágicos objetos; que luego lo hizo por la televisión y la radio, a través de un eco repetido en antenas de poder creciente; que después viajó por casetes y discos de múltiples formatos para finalmente vivir en fibras ópticas, satélites y teléfonos inteligentes que brincan nubes en un abrir y cerrar de ojos. La carne, sin embargo, no se descompone en unos y ceros. No hay compresión digital que transporte al cuerpo separando células y átomos, volviéndolo invisible. Los migrantes caminan, nadan o montan bestias

de acero con todo el peso de su ser, llevando consigo un cancionero al que pocos atienden consternados por el miedo. Pensemos momentáneamente en la guitarra. Su nombre mismo es un confuso crisol viajero. De raíces griegas, árabes o indias (pocos se ponen de acuerdo), llegó a España para nacer como la conocemos tras caravanas de valentía y sufrimiento. ¿De allí su poético desasosiego? Dice Machado: “A la sombra fresca de la vieja parra,/ un mozo moreno rasguea la guitarra.../ Algo que acaricia y algo que desgarra.” Dice Borges: “He mirado la Pampa desde el traspatio de una casa de Buenos Aires. Cuando entré no la vi. Estaba acurrucada en lo profundo de una brusca guitarra.” Pensemos ahora en algo que nos toca –nunca mejor dicho– directamente. Hablamos de los migrantes que cruzan México bajo amenazas innumerables. En su sangre, como en la de toda Centroamérica, late la marimba, el mayor aparejo del cancionero compartido. De Colombia a Veracruz, las vibrantes teclas de madera sofistican y amplían lo que brotara en el continente negro hace tantos siglos. Hija del pequeño balafón que grita entre cala-

Javier Nandayapa

bazas, las variantes americanas de la marimba la han llevado a una original transformación que da frutos por derecho propio. Fue en este lado del Atlántico donde se levantó del suelo, donde multiplicó su longitud en octavas y donde adoptó un segundo teclado; fue acá donde cuatro, seis, ocho y muchas otras manos la sobrevolaron orquestadamente. Responsable de ello es, en gran medida, la cultura garinagu (también conocida como garífuna), que pervive en Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua, pero que alcanza a Colombia pasando por El Salvador, Costa Rica y Panamá. Un grupo étnico del Caribe afrocaribeño que ha migrado con la marimba a cuestas para, a su vez, convertirla en vehículo de melodías que desconocen las fronteras. Así, por un lado suena en la Punta colombiana del Pacífico, que con sus cantos y bailes fue nombrada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2010 (hay que escuchar al maestro Gualajo en su marimba de chonta); y por otro suena en Guatemala, allí donde fue nombrada instrumento nacional para conquistar un día de fiesta en el calendario (20 de febrero). Si nos vamos a Belice podremos escuchar al conjunto Alma Beliceña y, en Honduras, a la Marimba Usula Internacional de San Pedro Sula. Visitando Chiapa de Corzo, desde luego, conoceremos los ecos poderosos de la familia Nandayapa cuyo pilar, don Zeferino, tiene su estatua en la Plaza de Armas. Allí eleva los baquetones y sonríe –lo hemos visto de cerca–, animando el paso nostálgico de los migrantes, teclas útiles, iguales, valiosas para su instrumento hecho de bronce. Buen domingo. Buenos sonidos. Buena semana 

Cinexcusas Luis Tovar

@luistovars

Morelia 16 (i de ii) EL FESTIVAL INTERNACIONAL de Cine de Morelia llega este año a su decimosexta edición, provisto de un par de constantes y una novedad: las dos primeras son que confirma su estatus como el evento cinematográfico mexicano más relevante, y que esa condición le permite ser, una vez más, la vía por la cual llegan filmes internacionales cuyo enfoque conceptual y calidad significa un oasis en el panorama fílmico habitual, saturado de propuestas que no lo son, al consistir en más y más del adocenamiento hollywoodense que pretende disfrazar de novedades su eternos eructos. La novedad, felizmente, es que la sección en competencia de largometraje mexicano de ficción está mostrando, hasta el momento de escribir estas líneas --es decir, faltándole a este juntapalabras tres filmes por ver--, un nivel de factura y contenido inusualmente más que plausible pero, tambièn de modo inusual, parejo en lo interesante, diverso y rico en términos de historias, enfoques creativos, perfil de personajes, elección de ambientes y otros rubros.

Tres muestras Hace poco, Robert Redford anunció el que sería su retiro histriónico, del cual aparentemente se ha desdicho; sin embargo, en caso de sostener lo primero, The Old Man & The Gun (David Lowery, eu, 2018) sería una despedida más que digna para este icono de la pantalla cinematográfica. El personaje que encarna,

un hombre mayor que se dedica a robar bancos a mano armada junto con un par de cómplices igualmente senectos, es al mismo tiempo un claro tributo a la dilatada carrera actoral del también creador y director del Instituto y el Festival Sundance. Discretamente aliñada con guiños a ésta y a la película, bien sea que Redford haya sido o no parte del elenco, la cinta es al mismo tiempo un homenaje afectuoso al thriller policíaco, ese género en el que Redford y otros actores insoslayables de su generación sustentaron en buena medida su fama. Todavía sin título en español, Shoplifters (Hirokazu Kore-Eda, Japòn, 2018) es la muy merecida ganadora de la más reciente Palma de Oro del Festival de Cannes. El protagonista colectivo de la historia es una familia a cuyos miembros los une todo menos la sangre: desde una mujer anciana que no es la abuela de nadie sino la propietaria –lo cual es un decir– del predio paupérrimo en el que viven cinco, y poco después seis, hasta una niña de cuatro años a la que sus padres dejaban abandonada el día entero, cuando no era víctima de maltrato, e incluyendo a un pequeño al que su “papá” le ha enseñado las artes del robo hormiga en misceláneas y pequeños autoservicios –y de ahí el título del filme–, así como una adolescente que trabaja como exhibicionista de peep-show detrás de un espejo, el filme endereza un discurso sin moralina acerca del significado profundo de la palabra “familia”,

aquí claro sinónimo de supervivencia, más que de solidaridad. Por su parte, Diamantino (Gabriel Abrantes, Daniel Schmidt, Portugal, 2018), ganadora de la Semana de la Crítica en Cannes, se sirve de la apariencia, y hasta cierto punto de la trayectoria profesional del célebre futbolista portugués Cristiano Ronaldo, para confeccionar una historia que tiene en el absurdo absoluto su mejor virtud: aquí, Diamantino es un futbolista mucho muy famoso y adinerado como su inspiración real pero, a diferencia de éste, aquél tiene buen corazón, asì como la personalidad y el carácter de un niño de diez años –incluyendo una asexualidad por cierto escandalosamente desmentida en el caso de su ascendente real–, condición que lo vuelve víctima de hermanas ambiciosas, campañas políticas xenófobas y gobiernos de aspiraciones delirantes de volver a glorias añejas. Tirada de los pelos en grado extremo, la trama exhibe como sin proponérselo una larga lista de los excesos y los numerosos rasgos decadentes de la sociedad occidental contemporànea. A propósito de esto último, Non-Fiction (Oliver Assayas, Francia, 2018) es un complejo y bien estructurado ensayo fìlmico en torno a la permanencia o decadencia no tanto del libro impreso, como indica la trama desarrollada entre un editor, un novelista y algunos adláteres, sino de conceptos y prácticas como cultura, reflexión, capacidad de diálogo, discusión de ideas… conjunto de hábitos intelectuales al que muchos le pronosticaron –y aún lo hacen– una muerte súbita al arribo de internet y la ulterior entronización de la información en línea  (Continuará.)


16 LA JORNADA SEMANAL Ensayo 28 de octubre de 2018 // Número 1234 Vilma Fuentes

Foto cortesía de www.clubvillamar.com

El hechizo de Ibiza

P

unto de mira y refugio de filibusteros y corsarios, desde tiempos remotos Ibiza ha sido llamada “isla de piratas”. Las primeras formas de sociedades exiguas aparecen hacia 5000 ac. Sólo veinte siglos después, una población más densa se compondrá de pastores, artesanos y cultivadores. La palabra Ibiza, en catalán balear, se forma probablemente a partir del nombre del dios Bes, deidad protectora de la mitología egipcia. Defensor de todo lo bueno, Bes se asocia al amor y al placer sexual. De alguna manera, los dioses ancestrales atraviesan los siglos y presiden los destinos de los pueblos sin que el tiempo mengüe sus poderes y su influencia sobre los hombres. ¿Ibiza no es célebremente conocida, en la actualidad, por su espíritu festivo, la comunidad interracial, el respeto de las diferencias sexuales, la libertad de conductas y costumbres? Genio enano, barbudo, con melena, enseñando la lengua, Bes suele ser representado desnudo o cubierto con una piel de león, en ocasiones con un gran falo en erección. El dios sujeta en sus manos instrumentos musicales y cuchillos. Deidad titular del matrimonio, su figura se encuentra en multitud de amuletos mágicos. Bes alejaba a los genios malignos que podían atacar durante el sueño. Para ejercer sus funciones, el dios utilizaba instrumentos musicales como el arpa y el tambor. ¿Qué necesidad de armas mortales cuando la música, canto de sirenas o concierto celestial, crea un espacio intemporal y luminoso huido por los seres maléficos?

Tierra magnética, de rocas imantadas, el hechizo de la isla tiene su polo de atracción en el peñasco Es Vedrá, pirámide de roca con una altura de 382 metros, a dos kilómetros de la isla. Reserva natural, su acceso está prohibido. Con su silueta de construcción gótica, los días nublados Es Vedrá aparece como un navío fantasma avanzando entre brumas. A su lado Es Vedranell, peñón más pequeño y horizontal evoca el Iztaccíhuatl, ante cuyo sueño eterno se inclina el Popocatépetl. Las leyendas alrededor de Es Vedrá son múltiples: apariciones de todo tipo hacen a unos imaginar extraterrestres y ovnis, mientras otros imaginan seres sobrenaturales, incluida la Virgen María, visión del carmelita Francisco Palau a mediados del xix. Hay también los escépticos que atribuyen las visiones a los alucinógenos de los hippies. Una cosa es cierta: el magnetismo experimentado por quienes pisan Ibiza. Isla secularmente pobre, los ibicencos han logrado conservar su identidad y su lengua (catalán balear) a pesar de las invasiones. Desde los fenicios (700 ac), Ibiza se ha visto invadida a lo largo de los siglos por los países dominantes del Mediterráneo. Es vitrina de las guerras que sacuden los sucesivos imperios de la región, griegos y romanos, vándalos, visigodos, sultanatos, reinos de Francia y España, conquistadores que tratan de imponer lengua y religión, haciendo de los isleños sucesivamente musulmanes y cristianos. Los piratas asaltan y pillan, pero también se instalan como defensores de Ibiza. El auge económico de la isla comienza con la llegada de beatniks y hippies en los sesenta, poco antes de la inmigración del jet-set e inversionistas inmobiliarios, así como de trabajadores de Europa y norte de África. A causa de un ya largo problema de ciática, me decidí a consultar un médico de renombre, el doctor Alain García, creador de un tratamiento original especializado en afecciones de músculos, articulaciones y nervios. El doctor García tuvo el genio de comprender que no hay un método general y que cada ciática, artrosis y otros males son únicos. Francés, cayó bajo el magnetismo de Ibiza, donde detuvo su velero camino a islas más lejanas. Hechizado por la isla, se instaló en ella hace ya casi dos décadas. Las aventuras humanas de los inmigrados son tan sorprendentes como las viejas historias de

amor y muerte de los ibicencos sobrevivientes a la invasión turística. La de Roxana Jeder es un ejemplo de adaptación y triunfo. Nacida en 1980 en la Rumania de la dictadura comunista de Ceausescu, ejecutado en 1989, Roxana crece en un medio conservador. Desde muy joven, sueña con la libertad de Occidente. Al fin, a sus veintiún años, sale rumbo a Ibiza. Una cincuentena de rumanos habitan en la isla: “en 2004 hay aún lugar para quienes llegan”. Roxana me cuenta su encantamiento al ver el mar, las playas, las palmeras, sentir el aire cálido. Decide quedarse aún sin permiso de residencia. Camarera en un bar, sigue estudios universitarios y entra como recepcionista a un hotel del grupo Playa Sol. A fuerza de ganas, Roxana es hoy la brillante directora de tres hoteles, lo que no impide verla servir en el restaurante a la clientela. Roxana se confunde con la cincuentena de trabajadores que dirige, en el ambiente amigable que reina en Ibiza. ¿Dónde aprendió el español? “En las novelas.” Aclara: “en las telenovelas de México, Venezuela…” Mujer de acción, Roxana cree más en la escuela de la vida que en la de las universidades. Y la vida nunca cesa de enseñar 

Estatuilla del dios Bes


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