Semanal28122014

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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 28 de diciembre de 2014 ■ Núm. 1034 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

NuNo Júdice

un siglo de poesía portuguesa M.A. CAMpos, Antonio CArlos Cortés, luis GArCíA Montero, luis MAríA MArinA, BlAnCA luz pulido y JenAro tAlens


28 de diciembre de 2014 • Número 1034 • Jornada Semanal

BAZAR DE ASOMBROS Hugo Gutiérrez Vega DONALD DUCK, PEPE CARIOCA Y PANCHO PISTOLAS Dentro de la tradición heterodoxa de la poesía portuguesa, Nuno Júdice figura al lado de José Régio y Eugenio de Andrade y, en los actuales momentos, puede ser considerado como el maestro de las nuevas generaciones de poetas portugueses. Su timidez y su silencio se rompen cuando toma la pluma. Ha sido especialmente generoso con los poetas iberoamericanos, a los que traduce y difunde tanto en Portugal como en la comunidad lusoparlante. Los poemas inéditos de Júdice y los textos que hablan de su obra no sólo poética sino también ensayística y de ficción buscan dar a conocer en nuestro medio a un poeta de gran originalidad que oscila deliberadamente entre la prosa poética, la narración, el ensayo y el verso, cuya voz es una de las más relevantes en el panorama de la poesía europea.

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lgunos de los maestros del Colegio Jesuita de la Guadalajara de los años cuarenta, te­ nían una genuina afición por el cine, que se veía limitada por las estrictas órdenes de carácter ético que dictaba el rector de la institución. El padre Quevedo era el encargado de elaborar el progra­ ma de cine, de alquilar las películas y de proyectar­ las en una pequeña y siempre atiborrada sala. Le encantaban las comedias románticas y admiraba en secreto a Norma Shepare, a Myrna Loy, Gene Tierney y otras divas de Hollywood. Por órdenes del rector, cuando los actores besaban a las actrices (piense el lector en Dana Andrews y Gene Tierney) la mano del pa­ dre Quevedo debía tapar el proyector y se hacía la sombra total en la sala. Esta orden fue cancelada gra­ cias a nuestra retorcida imaginación. Cada vez que había manota de Quevedo, a voz en cuello empezá­ bamos a contar la duración del beso. Esto permitió al padre alegar que era peor dejar a nuestra imagina­ ción lo que sucedía en la pantalla. A raíz de esta es­ caramuza contra la censura ya pudimos ver plácida­ mente los besos más largos, ya fueran de lengua o de tornillito. Los pobres españoles, bajo el dominio del militarismo rociado de agua bendita, la pasaban peor, pues veían todas las películas cortadas y toda clase de manos y manotas les tapaban el proyector. Me decía un primo que él siempre pensó que Rita Hayworth se desnudaba por completo en Gilda, pues la mano censora entraba en acción cuando empe­ zaba a quitarse el guante de la mano izquierda. El día en que entramos en guerra con las poten­ cias del Eje, el general Ávila Camacho hizo un discur­ so inflamado de patriotismo y pidió a los mexicanos que fuéramos valientes y abnegados en la defensa de la democracia y de la libertad. El Consulado de Estados Unidos en Guadalajara nos llenó de pelícu­ las y cortos de propaganda. Los personajes más populares de esas campañas publicitarias eran los tres monitos del panamericanismo: Donald Duck, de Estados Unidos, Pepe Carioca, el cotorro brasile­ ño, y Pancho Pistolas, el gallito mexicano. Los tres luchaban juntos contra el Eje y los cortos termina­ ban con la huida de Hitler, el Duce e Hiroito y el can­ to de “América, América”. Debo confesar que, inspi­ rados por el cine de Hollywood, nos sentíamos muy

interesantes por haber entrado a la contienda mun­ dial. Nuestra participación fue limitada (el Escua­ drón 201 apenas entró en combate), mientras que la brasileña fue importante en la famosa batalla de Monte Cassino, que abrió los caminos de Italia a las tropas aliadas. Una de mis películas predilectas fue To Be or Not To Be, de Lubitsch. Jack Benny hacía el papel del ac­ tor polaco Joseph Tura, director de una pequeña compañía especializada en obras de Shakespeare. Tura era famoso por su monólogo de Hamlet y el teatrito estaba casi siempre lleno. Se vino la guerra, los alemanes invadieron Polonia y los miembros de la compañía se escondieron o huyeron. Tura luchó en la resistencia y fue escogido para hacer un papel en el espionaje. Disfrazado de profesor polaco al ser­ vicio de los alemanes se entrevistó con el jefe de la Gestapo. Su disfraz le permitía averiguar si su nom­ bre aún era popular en Polonia. Confirma con triste­ za que ya nadie lo recuerda, salvo el jefe de la Ges­ tapo. Es memorable la escena en la que Tura hace su pregunta clásica: ¿Recuerda usted al famaso actor polaco Joseph Tura? Por supuesto, responde Sig Ruhman, el torturador, y agrega: “Él le hizo a Shakes­ peare lo mismo que nosotros le estamos haciendo a Polonia.” Monsiváis, Pitol y yo, muchos años más tarde, perseguimos esta película por todos los cines de Londres. Desfilábamos con fusiles de madera, cantába­ mos el himno del Colegio y el “vengo a decir adiós a los muchachos”, el apagón estratégico duraba dos horas, los sinarquistas conspiraban con los japone­ ses en la colonia que fundaron en Baja California que llevaba el nombre de María Auxiliadora y estaba muy cerca de la Bahía de Magdalena, lugar codicia­ do por la flota imperial; el general Cárdenas, secre­ tario de la Defensa, despachaba en el viejo casino de Ensenada, el panamericanismo era visto con justificadas sospechas, pero nos emocionaba estar defendiendo la democracia y derrotando las poten­ cia del Eje

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Portada: Nuno, el múltiple Ilustración de Víctor Garrido

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Dos poemas inéditos Nuno Júdice

PRESENTACIÓN Reservado, casi silencioso, hombre que no suele opinar a menos que se le pregunte, Nuno Júdice, sin embargo, parece mirar con viveza todas las cosas del mundo, las cuales guarda detalladamente en la memoria, para luego, a la hora de escribir el poema, saber con toda conciencia el asunto a tratarse, desarrollarlo y terminar llevando a cabo una pieza distinta, irrepetible. En buena parte de su obra poética es dable seguir su mirada irónica y melancólica. Para esta entrega se invitó a

Retrato con modelo Te veo asomar a la veranda, regar las flores nacidas de semillas que plantaste en la primavera, mirar distraída hacia el tráfico, bajo los árboles que perdieron hojas y fuerza, y concentro mi atención en tus ojos. Pasan por ellos versos antiguos, un candelabro de sextinas y las rimas paralelas de un mar que se oscureció con el moho de siglos; pero en su fondo veo la llama del amor que incendia la tarde. Y te pido que entres, mientras las horas avanzan y el día parece no tener fin: para que cierres los ojos y yo tenga la imagen de tu rostro en el perfil de la estrofa, su alegría tierna y feroz, y la inquieta y simple forma de tu cuerpo.

varios autores que son a la vez poetas y ensayistas notables: tres españoles (Luis García Montero, Jenaro Talens y Luis María Marina), un portugués (António Carlos Cortez) y una mexicana (Blanca Luz Pulido). En estos breves ensayos totalmente inéditos se analizan perfiles característicos de la poesía de Júdice: su lugar en la poesía portuguesa, su originalidad creativa, su narratividad, sus temas recurrentes, su poética de la traducción y rápidos rasgos de su personalidad. Por demás, debe señalarse que Talens, Marina y Blanca Luz son traductores de libros de Júdice. Agradezco mucho a Hugo Gutiérrez Vega que me haya propuesto reunir los trabajos críticos de este dossier de un poeta a quien tanto admiro y un amigo al que tanto aprecio. Marco antonio caMpos

El tiempo que pasa Un día, tal como este día en que la primavera nació de súbito por entre los campos sedientos de luz, algo surgió en el corazón, si aún se puede hablar así del punto en que el sentimiento se junta con el impulso de la vida. “Amé como nunca amé antes”, escribió en el papel que el tiempo iría a destruir; y también ese sentimiento se diluyó en las muchas primaveras que siguieron a aquella, y en los inviernos que de nuevo marchitaron los amores y las imágenes que ocupaban el corazón y los ojos. “Así”, escribió, “el tiempo va llevando como un río los destrozos del alma, y en breve llegarán al océano del olvido, para que ya no atormenten a quien amó.” Pero no vio el rostro que un día emergiera de la negra sensación del fin, ni oyó la voz que lo llamó del centro del vacío, para que ningún otro día tuviese el mismo color de ceniza de los días antiguos. A pesar de todo, sintió que volvía a vivir; y sus manos ganaron fuerza para tomar el cuaderno donde había juntado todas las palabras del amor, y leyó lo que había escrito con la lentitud de quien recuerda. Ah, como si las aves antiguamente aún supiesen el camino de regreso, y las ramas del árbol que abrigó a los amantes no estuviesen secas hace ya mucho. Dicho esto, volvió a cerrar el cuaderno y esperó, delante del campo cubierto de niebla, que el sol de la mañana trajese una ilusión de primavera a su vida, y un nuevo sentimiento al corazón. Versiones de Marco antonio caMpos y rodolfo Mata


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La traducción poética y Foto: axendaaelg.blogaliza.org

Blanca Luz Pulido

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n el mundo de la traducción poética, las variaciones, aproximaciones, ensayos y errores, calificaciones y descalificaciones abundan. Hay multitud de teorías y de ensayos; unos, detallados y profundos; otros más, empíricos y anecdóticos. La traducción poética se ha visto como necesaria, como innecesaria, como traidora, como iluminadora. t . S . Eliot, Valéry, George Steiner, Umberto Eco, Georges Mounin, Walter Benjamin, Jakobson, y entre nosotros, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Federico Patán, Tomás Segovia, Marco Antonio Campos y muchos otros más se han ocupado, tanto desde la perspectiva teórica como desde la arena de la práctica, de la compleja labor de la traducción de poesía. Afirma Héctor a. Murena, en Visiones de Babel: “Traducir: trans-ducere, llevar más allá. Llevar algo más allá de sí. Con-

LOS DOS NIVELES DE LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA El primer problema que enfrenta el traductor, afirma Júdice, es la dificultad de separar el nivel del sentido del nivel del sonido en el poema original, dado que ambos están inextricablemente unidos en éste. Señala: La especificidad del poema reside en su lenguaje, es decir, en el nivel trans-semántico, en donde el dominio que el poeta tiene sobre el sonido y las imágenes del poema hacen de éste un objeto único e irrepetible, por estar estrechamente ligado al universo que le da forma, es decir, la lengua original en la que el poeta escribe.

Desde el punto de vista teórico, ésta es la gran dificultad que enfrenta el traductor de poesía. De hecho, la traducción de poesía separa irremisiblemente las dos entidades que son indisociables para la creación del poema: el nivel fónico y el nivel sémico, dado que no es posible transpor-

tar a la lengua de llegada la música, las aliteraciones, los juegos sonoros que son fundamentales en la creación del poema. Lo único que se transporta es el sentido, o, cuando más, se logra dar un efecto aproximado de la música del poema, ya que una traducción no puede aspirar a transmitir ese nivel con fidelidad. ¿Entonces, ese obstáculo que se presenta al traductor desde un principio, impedirá su intento? Definitivamente no, no es eso lo que se plantea. El traductor deberá tomar siempre como base el sentido del poema, pero tratando, a la vez, de que el nivel musical y rítmico no se pierdan del todo, haciendo trasposiciones, buscando equivalencias, etcétera. En una entrevista realizada a Júdice en España, Ángel Manuel Gómez le pregunta por qué los poetas portugueses actuales no son más conocidos en el ámbito español (y bien podríamos decir, también en México y en Latinoamérica). Y la respuesta fue: “La dificultad, en primer lugar [es] de la traducción. Traducir poesía no es lo mismo que traducir ficción. […], en la poesía el traductor tiene que hallar la sensibilidad del lenguaje, la música, para que el poema pase por español y pue-

“Se traduce un libro de un idioma a otro, y para quien ignoraba el idioma original el libro, siendo el mismo, sólo ahora pasa a existir de verdad.”

vertir una cosa en otra. Pero convertirla a fin de que sea más plenamente lo que era, es. Se traduce un libro de un idioma a otro, y para quien ignoraba el idioma original el libro, siendo el mismo, sólo ahora pasa a existir de verdad.” En la traducción de poesía, en especial, el traductor prácticamente es el encargado de crear en su lengua un nuevo poema, equivalente (mutatis mutandis) al traducido. El traductor, así, pasa a ser una especie de alquimista, que realiza la transfiguración de un poema en otro. Una fuente importante de ideas sobre este “traspaso” lingüístico ha surgido precisamente de la pluma de los poetas traductores, pues nadie como ellos conoce los detalles, los pliegues, las aristas de esa labor, que tiene un pie en el deseo de trasladar el sentido del poema lo más fielmente posible, y otro en la necesidad de restituir también algo de los otros aspectos que atraviesan o completan el sentido, como la sonoridad y la textura rítmica de los versos. Nuno Júdice, traductor él mismo de varios idiomas al portugués, ha vertido en la parte final de su libro de ensayos Las máscaras del poema, en el apartado “Poesía y traducción”, varios textos sobre este asunto. Me detendré en el primero de ellos, llamado “Traducir poesía”.


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NunoJúdice

TRADUCCIÓN LITERAL Y TRADUCCIÓN POÉTICA Planteado este aspecto esencial del problema, Júdice señala dos posibilidades que, en principio, se ofrecen al traductor: ser fiel sobre todo al sentido del poema, lo que resulta en una versión más literal, o “confiar más en la fidelidad al poema (a su totalidad sentido-sonido)”, que es la que suelen elegir, afirma, los poetas-traductores, en oposición a los traductores más académicos o escolares, que se inclinan por la primera opción. Y después de este planteamiento, se encuentra, a mi parecer, la idea más interesante de este ensayo: la refutación del famoso adagio traduttore, traditore. El legendario motto: “traductor, traidor” nos ha creado, a los practicantes de este nada sencillo arte, una aureola de sospecha, como si a las vicisitudes propias del caso fuera necesario agregar, además, un descrédito a priori por el cual cargamos las culpas de todas las malas traducciones que en el mundo han sido. En realidad, un poema que se transporta a otro idioma requiere de complejas operaciones de alejamiento y de acercamiento, es decir: nos alejamos de la letra del original para acercarnos mejor a su espíritu, a su sentido profundo, ése que va más allá de

El traductor, así, pasa a ser una especie de alquimista, que realiza la transfiguración de un poema en otro.

da ser leído por el lector español como si fuese un objeto poético, y así permitirle sentir lo que transporta la propia poesía, que es, al fin y al cabo, musicalidad, ritmo.”

las palabras concretas que lo expresan, pues reside en la combinación entre ellas y los efectos y sugerencias que el poema, en su totalidad, origina. Afirma Júdice:

LA TRADUCCIÓN: VIAJE RETROACTIVO Y AL INTERIOR DE LAS LENGUAS Una traducción nos remite siempre al texto original, al poema en que se basa. Por más afortunada que sea, y aunque funcione con autonomía del texto fuente, tiene que contener sus marcas significantes y de sentido, pues no olvidemos que una traducción “es, finalmente, una transformación/recreación del texto original”. Y ésta es una de las grandes aristas del proceso: si quedan muchas “marcas” del poema original, el resultado no se dejará leer con fluidez ni naturalidad; mas, por otro lado, el traductor tampoco debe “apropiarse” del poema ajeno y olvidar que el sentido de la traducción es siempre retroactivo, como bien señala Júdice, es decir, que no es posible leer ésta como si fuera un poema original, pues la “lengua del traductor” será siempre un intermediario entre el lenguaje del poema que se traduce (donde significado y significante están plenamente unidos) y el poema traducido, que debe desdoblar, digamos, la forma y el contenido del original y dar una mayor importancia a la dimensión semántica, por encima del nivel de la forma. Por todo ello, y para no olvidar nunca esa realidad lingüística de la que parte el poema traducido, nunca se subrayará lo suficiente la importancia de, en las ediciones de obras poéticas traducidas, incluir la versión en el idioma de origen.

HOMOLOGACIÓN: PALABRA CLAVE En poesía […] no tiene mucho sentido el asunto de traduttore/traditore: la traducción, para ser fiel, implica necesariamente la traición. Y no es necesario tener un dominio absoluto de la teoría de la traducción: existe un alto grado de intuición y de empirismo en el trabajo de traducir poesía, que se relaciona con la conciencia lingüística del traductor.[…] No estamos ante un proceso pasivo, en que basta aplicar un esquema léxico para trasladar un texto de una lengua a otra. Cada palabra, expresión, verso o estrofa van a desencadenar reacciones que ocasionan respuestas diferentes, según la subjetividad del sujeto/traductor, en el sentido de encontrar soluciones para un mismo texto original, que serán muy distintas en diversas épocas y para otro tipo de traductores.

El equilibrio, así, para lograr una traducción que no sea ni completamente literal que se vuelva ilegible o simplemente aburrida, ni tan interpretativa e independiente que corte las amarras con el poema que pretende trasladar, depende de la capacidad del traductor de atraer hacia su lengua el poema fuente con fortuna y tino, realizando una atinada homologación: La traducción deberá tener como objetivo la creación de una realidad textual homóloga de un texto existente en otra lengua, tanto en el plano de sus características formales como en el de los efectos que produce

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António Carlos Cortez

Una forma de atención (sobre la poesía de Nuno Júdice en la poesía portuguesa del siglo xx)

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uno Júdice (1949) es, en el actual panorama de la poesía portuguesa, uno de los poetas cuya obra ha recibido la atención generalizada de la crítica y del quehacer ensayístico especializado. Las más diversas distinciones, con particular énfasis en algunos premios nacionales e internacionales, nombremos el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana con que fue distinguido en 2013, así como tesis de doctorado sobre su obra poética, pero también ficcional, señalan el lugar central de la obra literaria del autor en nuestra contemporaneidad.* En efecto, ese reconocimiento nacional e internacional se debe no sólo a la exigencia y originalidad de su oficio, sino también al hecho de que Nuno Júdice es, a todas luces, un destacado intelectual. Y el término “intelectual” no es, en este contexto, de menor valía, dado que es en el cruzamiento entre meditación teórica y necesidad de liberar el proceso poético de su intrínseca tendencia a auto-explicitarse que vive mucha de su escritura. En los propios términos en que se presenta, esta es una obra marcadamente meta-literaria, aprovechándose, con frecuencia, de conceptos operativos provenientes de la teoría para, de cierto modo, poner en duda o subvertir esos mismos conceptos. Ya que es por dentro del propio cuerpo de la teoría que su lírica pretende mostrar al lector los modos de construcción de su hacer, ya que su estilo, ora congrega parodia y humor acerca de la institución Literatura, ora se sumerge fundamentalmente en las tensiones y contradicciones humanas, apartándose, o suspendiendo, en un mismo libro, lo que es del orden de la reflexión sobre las artes, para así aproximarse a lo que es del orden de lo circunstancial y de lo inmediato. Los poemas de Júdice oscilan, entonces, entre el poema largo y otros textos más condensados, como si la propia elaboración del lenguaje obedeciese a regímenes que se van adecuando a las varias voces textuales, conforme estén en concordancia con la explicación de la teoría sobre el poema, o la ironía, tanto que analítica, poetización del mundo sin necesidad de teoría. Desde este punto de vista, la obra de Nuno Júdice prolonga una de las conquistas pessoanas de mayor relieve: la conciliación entre un cierto espíritu científico, anclado en una fuerte conciencia poemática, y lo que, por medio de la ironía como estrategia discursiva, acaba por transformar ese deseo de cientificidad del poema en enigma a revelar. Prueba de eso es el modo en que se difuminan las fronteras entre el lirismo y lo narrativo, en un hacer lúdico constante entre formas,

como desafiando siempre los límites de los que la propia teoría se alimenta para poder ser ciencia. Se diría, pues, que hay una especie de constante en los libros de Nuno Júdice: si es verdad que estamos frente a un poeta culto (e hijo de la teoría y de la historicidad literaria), no es menos cierto que su mirada asume el legado de Caeiro, en un deseo de retorno a una esencialidad que el lenguaje, por exceso de cultura, ya no puede tener. La resolución del misterio de la escritura exige, en este sentido, que el poema sea el constante desmontar, o develar de su modo de producción. El poema es ese perímetro, o esa ecuación que se presenta con las siguientes premisas: “Todo es poner la mayor relación posible” y escribir es saturar el espacio mnemónico de la páginapoema-historia, o de la página-teoría-memoria. El poeta es esa figura de un alguien que, consciente de las

La obra de Nuno Júdice prolonga una de las conquistas pessoanas de mayor relieve: la conciliación entre un cierto espíritu cientí fico, anclado en una fuerte conciencia poemática.

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voces interiores, trabaja sobre la página “en blanco de un lado a otro” teniendo la conciencia de que escribir poesía es explorar “todas las posibilidades” de “ordenar” esa página “en pleno corazón del verso”. En su primer libro, A Noção do Poema (1972), el poeta no ignoraba la propia naturaleza de las palabras, “recurso contra la totalidad del ser”, pero dudaba de esas palabras y de su poder (“Aunque yo pudiese proseguir/ con este análisis, me faltaría la respuesta,/ o sea la demostración”), gesto pleno de resonancias en un momento en que, en la resaca de la poética de la década anterior, la palabra era aún como el centro polarizador de todo el discurso. Escribía, en 1972: el poeta “no oscil[a] en el eje abstracto de los pensamientos y de las emociones…”**, definiendo, de esta manera, el camino otro de la contemporaneidad que toda su obra posterior habría de seguir. En efecto, lejos de la poesía social, equidistante con relación al surrealismo, crítico con respecto a los triunfos y caídas de la moda textual, el autor de Meditação sobre Ruinas (1995) proclamaba, en los años setenta, una teoría de la poesía centrada en la atención, o en las formas de atención, por medio de las cuales, el textualismo triunfante era como minado o puesto en duda. Se alteraban, por tanto, los términos de la ecuación poética en Portugal: apostando abiertamente en el poema como acto de contar “el contagio temporal del poema” y reaccionando contra “el impulso ártico de la nominación”, lo que Júdice funda en la poesía portuguesa a partir de los años setenta es la “descripción púrpura de una flor liberadora”, no cediendo a la idea de la poesía como cosa hermética, o dependiente, sólo, de una “estrategia de la depuración”. No se dejaba, por lo tanto, espacio para hesitaciones: sus libros se levantaban contra la “oblicuidad porosa de la prosodia” y defendían la “extensa nomenclatura de la imagen”, poniendo de lado “el estuario reversible de la metáfora”. Precisamente por eso, por haber abierto la poesía portuguesa a un modelo de narratividad que hasta hoy no cesa de renovarse (poetas de generaciones posteriores deben mucho a esa deflagración narrativa dentro del lirismo), es que muchos críticos no dudan en colocar el nombre de Júdice en el epicentro de una renovación estético-ideológica que se da justamente en los años setenta en adelante y se prolonga hasta hoy. En las décadas siguientes, busca una expresión más breve, como si a las imágenes extensivas o amplias les sucediesen imágenes cada vez más incisivas y lapidarias. En A Partilha dos Mitos (1982) y Lira de Liquen (1985),


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*Sin olvidar las traducciones de diversos libros de poesía, hoy incluidos en el catálogo de prestigiadas editoriales extranjeras, como son la colección española de poesía Visor, o la francesa Gallimard, por no hablar de traducciones de poemas suyos vertidos a lenguas como el albanés o el vietnamita, que confirman que la obra de Nuno Júdice ocupa un lugar de privilegio en el cuadro general de la contemporaneidad poética portuguesa y europea. **Seguimos la edición de Poesia Reunida, 1967-2000, Lisboa, Dom Quixote, p.151.

t raducción de J osé J aVier V illarreal

Foto: commons.wikimedia.org

La poesía como puente del conocimiento implicará mostrar “la particular manifestación de la locura/ que imprime un ánimo profundo a las palabras/ devolviéndoles, en un extraño brillo, su significación/ primera”

y por oposición a lo que leíamos en As Inumeráveis Águas (1974) o Nos Braços da Exígua Luz (1976), por ejemplo, se refrena la hiperbolización, con el tono de manifiesto vanguardista evidente en sus primeros poemas. Igualmente el pathos de matriz romántica o el diálogo con el simbolismo (Mallarmé y Pessanha) va a dar lugar a aquello que podríamos ver como apertura del poema al mundo terreno. Sumergirse en el poema (o enterrarse en él) a partir de volúmenes como Um Canto na Espessura do Tempo (1992) o O Movimento do Mundo (1996), es ir al caos primordial, aceptar el desafío de construir un mundo poético según “un orden diverso a los elementos que la tradición [le] legó”. La poesía como puente del conocimiento implicará mostrar “la particular manifestación de la locura/ que imprime un ánimo profundo a las palabras/ devolviéndoles, en un extraño brillo, su significación/ primera”, como, además, premonitoriamente escribía en versos iniciales. Libros publicados desde los años noventa hasta 2014, como su más reciente título, O Fruto da Gramática (Dom Quiote), son, en el fondo, secuencias totalmente coherentes con un pasado poético programado sin fisuras y absolutamente conciso. El efecto de constancia sólo agudiza la extrema originalidad de un recurso preñado de palabras que esconden atajos que jamás pensamos recorrer. Con razón aplicó Pedro Serra la metáfora de “caja negra” a los textos judicianos, precisamente porque el poema se vuelve, cada vez más, un aparato específico, un momento en que el poeta, manipulador del lenguaje y de la historia, domina y es dominado por el poema en su proceso mismo. Al pretender develar la complejidad de la creación poética, sea en el diálogo con la pintura o la música, sea en la observación de algo real cotidiano agotado en su deriva, lo que el autor de A Matéria do Poema (2008) viene a decirnos es que hay un anacronismo esencial al propio acto de escritura de la poesía. No creo que podamos disociar ese anacronismo de la ironía y de la melancolía de nuestro propio tiempo. La creación poética se dirige contra el tiempo y está, de algún modo, fuera de él. Es por eso mismo “meditación sobre ruinas”. Hay un poema que siempre me causó la más profunda inquietud: “Teoría del Poema”, incluido en A Condescendência do Ser (1988). Ahí se cuestionaba, por intrincados versos, si la poesía podía ser materia de conocimiento. Se afirmaba sobre el proceso creativo y la producción de las imágenes: “No se puede, en rigor, hablar de/ conocimiento, de comprensión de un objeto/ específico. Vemos la luz sin fijar la fuente/ nos bañamos en el agua sin tocar el fondo.” Son versos poderosísimos, una forma de decir la vida del lenguaje con que somos humanos. Es de esa poesía interrogante de lo humano de la que, a fin de cuentas, nos habla toda la obra de Nuno Júdice, porque, como a Terencio, nada de lo humano le es ajeno

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NunoJúdice: Luis María Marina

Juan Ramón Jiménez vio al autor de The Waste Land como “poeta frustrado por su crítico”), en él es pensamiento en acción, palabra revelada, una encrucijada indisoluble. Pocos poetas del siglo pasado han sido tan conscientes de su lugar en su tradición, del lugar de su tradición en la tradición de Occidente. Y ninguno como Pessoa ha conseguido hacerlo evidente sin necesidad de acudir a las herramientas tradicionales de la crítica: el conjunto de su pensamiento poético (uno de los más complejos nunca intentados, y no sólo por la heteronimia; todavía vivimos en gran medida bajo el influjo de su investigación acerca de la sinceridad de la palabra poética) no se halla fuera de su poesía, es la propia intuición poética la que se piensa mientras se hace, la que existe porque se piensa. Una tautología tan evidente como la del propio genio, y que sustenta todo lo demás.

Uno de los síntomas más notorios de la llegada de la modernidad a la poesía portuguesa en el siglo xx o, por darle la vuelta al argumento, de lo mucho que el Modernismo debe a la poesía lusa del xx, es la aparición de la figura del poeta-crítico.

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uando, bien avanzado el siglo pasado, Nuno Júdice entregó Voyage dans un siècle de littérature portugaise (edición francesa de 1993; primera edición en portugués de 1997), la consagración universal del genio de Fernando Pessoa ya había otorgado carta de naturaleza a lo que hasta unas pocas décadas antes era apenas intuición de unos pocos iniciados: el século de ouro de la literatura lusa y, en particular, de su poesía (que se inicia con la promoción de 1870, alcanza su punto álgido en la de Orpheu y se prolonga hasta la de 1970, cuya figura más destacada es justamente Nuno Júdice) acrece, por derecho propio, a la mejor tradición de la literatura de Occidente en el siglo pasado. Y es que pocas de las grandes lenguas europeas pueden hacer gala de una escuela poética, pues en la poesía nos centraremos, en la que, junto a Pessoa, se alinean figuras de la talla de Jorge de Sena, Eugénio de Andrade, Sophia de Mello Breyner Andresen, António Ramos Rosa, Herberto Helder o el propio Nuno Júdice, por citar sólo a las cumbres más altas –y dejando conscientemente de lado a las que esa misma lengua ha dado en otras partes del planeta. Una tradición que, además, se separa de otras en su continuidad a lo largo de todo el siglo, como agudamente vio Eugenio Montejo: “Siempre he creído que la escuela poética portuguesa ha sido de una continuidad invariable, por oposición a la de nuestra lengua, que unas veces anda por las cumbres y otras se vuelve subterránea.” Uno de los síntomas más notorios de la llegada de la modernidad a la poesía portuguesa en el siglo xx o, por darle la vuelta al argumento, de lo mucho que el Modernismo debe a la poesía lusa del xx , es la aparición de la figura del poeta-crítico, ni más ni menos que aquel poeta capaz de situar su obra en una tradición literaria (y de pensamiento) que así pasa a ser suya, y que así él mismo contribuye a actualizar y, hasta cierto punto, a crear –tarea que es justamente la que Júdice acomete en ese voyage por los caminos de su tradición. Caminos que, una vez desbrozados, se revelan transitables en ambos sentidos. Y si por un lado los contornos de esa figura del poeta-crítico han quedado delimitados conceptualmente para el canon de Occidente por t . S . Eliot en diversos ensayos, en particular Use of Poetry and Use of Criticism, y en esos perfiles encajan a la perfección algunos de los grandes del xx portugués (desde Jorge de Sena hasta el propio Júdice pasando por António Ramos Rosa o Gastão Cruz), por el otro, no debe desdeñarse una obviedad en la que no se insiste lo suficiente: quizás el más conspicuo y, sin duda, el más original de los poetas-críticos del xx sea Fernando Pessoa. Original, porque lo que en Eliot es intelección aplicada a la poesía (dos mundos al fin y al cabo, cada uno con sus propias reglas; tan así que el con frecuencia hiriente

Ilustración de Víctor Garrido


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un siglo de poesía

portuguesa

Al cumplirse el siglo del salto al vacío de aquella primera generación de los setenta, la de los Vencidos da vida, una segunda generación de los setenta, la de Júdice, simboliza los matices y la riqueza, la madurez entretanto acumulada por la poesía lusa.

Sentados los cimientos, otros vendrán para acabar de levantar la casa. Los trabajos seminales de Jorge de Sena en los cuarenta y cincuenta (destacando sus estudios sobre la modernidad de Camões y sobre Pessoa como el “anti-Camões”) darán paso, a finales de esta última década, a los de António Ramos Rosa, empeñado en abrir los horizontes de su poesía para enriquecerla con los vientos de otras tradiciones y de otras modernidades, en particular las francesas; y sirviendo también de eslabón que enlazará con los poetas-críticos de una nueva generación, en la que descuellan Gastão Cruz, Ruy Belo y, en última instancia, Nuno Júdice. Desde la perspectiva de su privilegiado mirador –el de la consciencia de sí misma que las letras lusas han desarrollado en este siglo–, Júdice reconstruye las etapas de un viaje de final conocido, pero no por ello menos apasionante. Un viaje que, paradójicamente, arranca de las simas del nadir de la nación portuguesa y se agota al tiempo que ésta cumple su quiliasmo secular: el ingreso en Europa. Entre uno y otro jalón histórico, entre 1870 y 1970, Júdice revisita los “momentos estelares” de la literatura portuguesa: el impulso fundador de los Vencidos da vida, que fijan los extremos de la tonalidad que sonará durante todo el siglo: de la epopeya (Eça de Queirós, pues epopeya son Os Maia, pese a su genial ironía y su profunda descreencia) a la melancolía (Antero de Quental); el simbolismo y otros “ismos” finiseculares (con las figuras centrales de António Nobre y Cesário Verde, entre cuyas advocaciones –el vate clásico aquel; el poeta citadino este– se reparten las vocaciones poéticas del siglo); la irrupción revolucionaria y problemática de la modernidad con Orpheu; la “contrarrevolución” de la revista Presença (tutelada por las figuras de José Régio y Miguel Torga) que, pese a su carácter conservador, afianza algunas de las conquistas de los órficos; el (temprano) neorrealismo y el (tardío) surrealismo portugueses y, por fin, superados

ya los tiempos de los “ismos”, las promociones de los años cincuenta, sesenta y setenta, en las que se suceden sin solución de continuidad algunos de los grandes nombres aquí ya citados (Sena, Sophia, Eugénio de Andrade, Ramos Rosa) y otros (Luíza Neto Jorge, Fiama Hasse Pais Brandão, Joaquim Manuel Magalhães, João Miguel Fernandes Jorge) que estiran ese século de ouro hasta nuestros días. Al cumplirse el siglo del salto al vacío de aquella primera generación de los setenta, la de los Vencidos da vida, una segunda generación de los setenta, la de Júdice, simboliza los matices y la riqueza, la madurez entretanto acumulada por la poesía lusa; madurez que les permite a estos últimos, por ejemplo, acudir sin ambages a lo que algunos modernos habían hasta no mucho tiempo antes anatematizado: la narratividad. “La generación […] aparecida en los años setenta restaura la dignidad de lo retórico y lo discursivo”, afirma Júdice, para seguidamente desgranar, sin afán programático, algunas de sus herramientas privilegiadas: “Regreso a una cierta narratividad, un juego temático que recurre tanto a lo cotidiano como a la Historia o la mitología […] una confrontación entre referencias diversas recuperadas por el discurso en el seno de una intertextualidad consciente, que colocan a esta poesía en la senda de un Pound o un Eliot, en el aspecto más intelectual de su poesía o en lo que ella hay de juego constante con la tradición; en la de un Kavafis o un Gotfried Benn, por lo que estos tienen de rehabilitación aparentemente episódica o anecdótica de la vida cotidiana; y aun en la línea de un cierto Pessoa, el menos modernista y sin embargo del más moderno, el Pessoa-Álvaro de Campos de Tabacaria o el Pessoa-Alberto Caeiro.” Así pues, Júdice y los de su tiempo no renuncian a priori a ninguna herramienta del lenguaje en su búsqueda de nombrar la realidad. Y eso los convierte en genial consumación del proyecto de modernidad que Pessoa y Orpheu concibieron como alucinado sueño; cuando los de la promoción de los setenta definan el lugar de su poesía ya no lo harán sólo, ni siquiera de manera predominante, con respecto a la tradición lusa, sino con respecto aquella que es ya, de pleno derecho, la suya: la de la mejor poesía universal de nuestro tiempo


28 de diciembre de 2014 • Número 1034 • Jornada Semanal

Notas sobre la poesía de Jenaro Talens

E

n el poema que cierra uno de sus libros más recientes, Guia de conceitos básicos (2010), Nuno Júdice escribía Use o poema para elaborar uma estratégia/ de sobrevivéncia no mapa da sua vida. Recorra/ aos dispositivos de imagem, sabendo que/ ela lhe dará um acesso rápido aos recursos/ da sua alma (“Use el poema para elaborar una estrategia/ de supervivencia en el mapa de su vida. Recurra/ a los dispositivos de imagen, sabiendo que/ ésta le permitirá un acceso rápido a los recursos/ de su alma.” Pocas veces se ha expresado con mayor concisión y contundencia una poética que hace de la reflexión continua sobre el oficio de escribir un medio para que vida y literatura dialoguen entre sí, huyendo de los dos extremos que, a la manera del péndulo, han caracterizado a las dos corrientes dominantes de la poesía contemporánea del último medio siglo: la expresión directa y sin supuestas mediaciones retóricas de las vivencias de quien escribe (lo que se denomina, a falta de un término mejor, poesía realista) y la dedicación más o menos brillante a un discurso autorreferencial y, a menudo, bastante hermético (que la crítica define, con manifiesta e inconsistente ambigüedad, metapoesía). Porque, en efecto, la originalidad de la obra del excelente poeta que ha sido Júdice desde sus inicios, radica en haber sabido asumir en toda ocasión que no hay poema que se sostenga sin expe riencia vital (y social) subyacente, pero que dicha ex periencia no puede convertirse en poema si no es el resultado de un cuidadoso y concienzudo trabajo retórico sobre la materialidad que le da cuerpo y le permite existir en calidad de experiencia verbalizable y compartible: el lenguaje. Así es como su poesía nunca cae en la banalidad de exponer un intimismo cotidiano que a nadie concierne, salvo a la persona cívica cuyo nombre toma prestado para convertirlo en firma de autor, ni tampoco se pierde en el juego formalista del consumado fabbro que, pese a todo, demuestra ser. Conocí a Nuno hace casi un cuarto de siglo, en uno de aquellos encuentros maravillosos, multilingües y multiculturales, que organizaban, entre otros, Emmanuel Hocquard, Rémy Hourcade y el malogrado Claude Esteban, en la parisina Abeyy de Royaumont y, desde el primer momento, me sorprendió encontrarme con alguien a quien se podía aplicar el juicio que Octavio Paz ofreció de su admirado William Carlos Williams: una persona afable, tímida y sencilla, indiferente por completo al ruido mediático y social que suele rodear la figura del artista, pero completamente poseído por su vocación de poeta, alguien que, como pedía Hölderlin, habitaba en la poesía. Veinticinco años y otros tantos libros después, sigo pensando lo mismo, con la diferencia de haber visto cómo crecía y se consolidaba un mundo tan personal e intransferible que no resulta exagerado afirmar que hoy por hoy se ha convertido en uno de los mejores poetas europeos del presente. La poesía de Nuno Júdice, enormemente compleja en cuanto a problemáticas abordadas y de una gran variedad temática (desde la filosofía, la historia, la literatura o la pintura a la memoria de una infancia vivida en el mundo rural del sur de Portugal o la relación amorosa), sabe siempre, sin embargo, corporeizarse acudiendo al tono y a la musicalidad del discurso hablado. La inteligente

NunoJúdice

utilización del encabalgamiento, haciendo que el ritmo versal se adecue al ritmo de la frase y no al revés, logra que el fluir de su dicción rehúya la grandilocuencia, haciendo al mismo tiempo que, como chispazos de luminosidad entre metáforas en apariencia tradicionales, sobresalga la sorpresa de descubrir lo maravilloso que a menudo se esconde tras la costra de lo cotidiano. Consigue, para decirlo brevemente, hacer visible lo invisible, sin alzar el tono ni recurrir a fórmulas grandilocuentes ni a malabarismos verbales. Actúa con las palabras como lo hace el ebanista al trabajar la madera o el campesino al labrar la tierra, con el orgullo que da el ser dueño de un oficio y hacer las cosas bien, sin caer en la tentación de pretenciosidad autosuficiente que a menudo acecha al artista.

obligaba a tomar desvíos por lugares/ donde nadie nos viese, y percibiese que la revolución no/ estaba en nuestros encuentros conspirativos, a la luz de policías e/ informadores, sino en el fondo sórdido de aquellos cafés que/ nadie frecuentaba”. Incluso en aquellos poemas de temática amorosa queda clara la fuerza subversiva de lo que quizá fuese más pertinente denominar como deseo. No un refugio donde descansar, sino una descarga de energía para seguir hacia adelante. Por eso, su escritura no potencia nunca la idea romántica del reposo del guerrero, sino la del amor como espacio alternativo desde donde transgredir y subvertir un mundo regido por otras leyes (que es lo contrario de la alternativa que aparece como tema en la llamada “poesía

Foto: poemsfromtheportuguese.org

En sus primeros tiempos, la contextualización política era siempre evidente, incluso en los textos más aparentemente centrados en la memoria amorosa de la adolescencia. Piénsese, por ejemplo, en uno de sus más conocidos poemas, “A idade cruele”, donde puede leerse lo que sigue: “onde nos podíamos sentar sem que ninguém nos visse,/ falando das coisas mais secretas desse tempo: política,/ revolução, literatura. Mas não era disso que falávamos,/ mas de um assunto muito mais proibido do que esses: o/ amor, que por então nos obrigava a desvios por lugares/ onde ninguém nos visse, e percebesse que a revolução não/ estava nos encontros conspirativos, à luz de polícias e/ informadores, mas no fundo sórdido daqueles cafés que/ ninguém frequentava”, (“donde podíamos sentarnos sin que nadie nos viese,/ hablando de las cosas más secretas de ese tiempo: política,/ revolución, literatura. Pero no hablábamos de eso/ sino de un tema mucho más prohibido: el/ amor, que por aquel entonces nos

confesional”). Tampoco se recrea en una mirada solipsista que busca una pureza inexistente. Ambos movimientos subyacen, en negativo, como una forma de involución. Por eso, su propuesta retórica es, también y coherentemente, una propuesta política de organizar nuestra relación con el mundo. Lo político nunca desaparece con el pretexto de “lo” estético, así, en abstracto, como si en este último territorio no se tratase, también, de hacer funcionar y circular una forma de conocimiento y, por eso mismo, de acción. Debido a ello, en su Guia de conceitos básicos podría concluir sus consejos al escritor en ciernes al que parece dirigirse: Verifique/ então se todas as opções estão disponíveis: e/ descubra a data e a hora em que o sonho/ se converte em realidade,/ para que poema/ e vida coincidam. (“Verifique/ entonces si todas las opciones están disponibles: y/ descubra la fecha y hora en que el sueño/ se hace realidad,/ para que poema/ y vida coincidan.”)

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LEER

Jornada Semanal • Número 1034 • 28 de diciembre de 2014

Antología general de la poesía mexicana (poesía del México actual de la segunda mitad del siglo xx a nuestros días), Juan Domingo Argüelles (selección, prólogo y notas), Océano, México, 2014.

RETRATO DE UN INSTANTE (DATOS INTRASCENDENTES DE UNA ANTOLOGÍA TRASCENDENTAL)

ARMANDO ALANÍS PULIDO

Poesía vs. poetas y antologías vs. antólogos

L

a publicación de esta antología, junto con el centenario de Paz y de Huerta, es el aconteci‑ miento poético del año. Esta obra, que a su vez completa una investigación contenida en dos volú‑ menes (el primero publicado en 2012) ofrece una nueva oportunidad para que este género tan maltra‑ tado por los canales de distribución editorial en México encuentre numerosos lectores, hecho que sin duda marcará un nuevo momento para el estu‑ dio, la lectura, la apreciación, la consulta y la refe‑ rencia de la poesía y los poetas mexicanos contemporáneos. En el prólogo, así como en los prólogos de otras antologías que ha realizado, el propio Argüelles lo advierte: “No se trata de celebrar vanidades sino de seducir a los lectores.” Minucioso, Juan Domingo Argüelles incluye cerca de mil 200 poemas del total de autores seleccionados en este volumen (167), que se suman a los 111 que incluyó en el primer tomo prehis‑ (que abarca de la época prehis pánica hasta autores nacidos en los '40). Para esta segunda entrega, consultó e investigó un universo que se aproxima al millar de individuos. ¿Qué importancia puede tener el hincapié en los números surgidos a partir de esta obra literaria? Simplemen‑ te que a fin de cuentas en los números se basan las estadísticas, y si bien es cierto que una buena anto‑ logía siempre estará incompleta (es decir, se dirá y discutirá que faltó sumar a alguien más), reparé en algunos datos que ya el compilador nos regala en el prólogo. Por ejemplo, que el autor más joven tiene veintiséis años y el más viejo sesenta y dos, o que hay incluidos cuatro autores que ya fallecieron y habría que mencionar que hay un poeta del que lamentablemente no conocemos su paradero (Samuel Noyola). Hay también datos como el siguiente: la cantidad de poemas por autor es muy variable; mientras que de Coral Bracho se incluyen diecisiete poemas, de autores como Francisco Maga‑ ña y Christian Peña sólo uno (observando por

supuesto que las dimensiones de cada poema varían). O este otro: aunque es evidente que la lengua en la que se escribe la poesía en México es el español y que hay una cantidad importante de autores que escriben en alguna de las sesenta y ocho lenguas que se hablan en este país, sólo se incluye a una poeta en lengua indígena (zapoteco): Natalia Toledo. O este otro: después del Distrito Federal, la entidad que aporta más poetas a la antología es Sina‑ loa (¡arriba el norte!). Van entonces estos datos intrascendentes de esta antología trascendental, que pueden ayudar a tener una perspectiva más amplia en esta amplia selec‑ ción. Es cierto que la amplitud la da el poema, pero con este recuento se abona información a la anchu‑ rosa poesía mexicana que, a través de este libro, parece que ahora sí se ocupará de algo que los poetas y los editores tenían olvidado: los lectores comunes de poesía mexicana. Los elegidos TOTAL DE AUTORES: HOMBRES MUJERES Años de nacimiento Nacidos en los '50: Nacidos en los '60: Nacidos en los '70: Nacidos en los '80:

167 121 46

Geografía (Autores nacidos en México) df : Sinaloa: Jalisco: Veracruz: Coahuila, Colima y Chihuahua: Baja California Norte y Oaxaca:

Nombres En hombres Luis: Carlos, Jorge y José: Francisco: Juan y Manuel:

8 6 5 4

En mujeres Claudia: Adriana, Carmen y Verónica:

3 2

Apellidos La letra con que más apellidos paternos de los autores comienza es la c con 19, la v con 14, y la m y la r con 12. El resto queda así: Apellidos que comienzan con a : 12, b : 11, d : 4, e : 4, f : 5, g : 7, h : 3, i : 1, j : 0, k : 3, ll : 0, n : 1, ñ : 0, o : 3, p : 4, q : 3, s : 11, t : 13, u : 3, w : O, x : 0, y : 2 y z : 1.

57 57 39 14

73 14 9 6 5 4

Aguascalientes, Chiapas, Estado De México, Nuevo León, Quintana Roo, Tabasco, Tamaulipas y Tlaxcala: 3 Durango, Querétaro, San Luis Potosí y Zacatecas: 2 Baja California Sur, Campeche, Guerrero, M ichoacán y Puebla: 1 Hay cinco estados que no suman ningun autor: Hidalgo, Morelos, Nayarit, Sonora y Yucatán. (Autores nacidos en el extranjero): 5 Canadá: 1 , Pedro Serrano Egipto: 1, Fabio Morabito Estados Unidos: 1, Sandro Cohen Italia: 1. Enzia Verduchi Uruguay: 1. Eduardo Milán Nacidos en el mes de… Enero: Febrero: Marzo: Abril:

Mayo: 15 Junio: 14 Julio: 19 Agosto: 9 Septiembre: 15 Octubre: 16 Noviembre: 15 Diciembre: 6 (de Antonio Leal no aparece su fecha de nacimiento)

De los 167 autores, sólo veintisiete firman con sus apellidos paterno y materno, uno firma con iniciales y su segundo apellido: a . e . Quintero. Otro firma con seudónimo ‒Mario Santiago Papasquiaro; su verdade‑ ro nombre fue José Alfredo Zendejas Pine‑ da‒ y cuatro firman con sus nombres sin apellidos: Balam Rodrigo, Diego José, José Homero y Juan Esmerio Apellidos que más se repiten López y Rivera, 4; Cortés, Fernández, González, Toledo, Torres, Trejo, Uribe, Vázquez y Villarreal, 2 Producción editorial Total de libros escritos por los poetas antologados: mil 140 Por poetas nacidos en los '50: 554 Por poetas nacidos en los '60 : 305 Por poetas nacidos en los '70: 239 Por poetas nacidos en los '80: 42 Autores con más libros publicados: Alberto Blanco: 30 Benjamín Valdivia y Gabriel Trujillo: 26 Armando Alanís Pulido, Eduardo Milán, José Ángel Leyva y Vicente Quirarte: 20 •

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En nuestro próximo número

VENEZUELA, informe literario Siete poetas y treinta y dos narradores

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Canon de la poesía venezolana

El nombre de Venezuela

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

28 de diciembre de 2014 • Número 1034 • Jornada Semanal

Ricardo Bada

Naief Yehya

¿D

E QUÉ LE VALE al idioma francés disponer de la palabra con más acentos,“hétérogénéité”, un despilfarro no compensado por la posesión de una sola esdrújula? Nuestra vida está llena de esdrújulas, que son al idioma lo que sal y pimienta a la comida. Y si digo “nuestra vida” es porque ese posesivo tiene que ver con la lengua que hablamos, una de las muy poquísimas [sic] donde hay palabras esdrújulas sin cuentagotas. ¡Y qué plétora! Si pienso en la propia experiencia, siendo párvulo y aprendiendo a leer, dos de las primeras palabras que descifré en el botiquín casero fueron “algodón hidrófilo” , “acei-

2014: Bombas, virus y sociedades amedrentadas La esperanza tiene forma de baLón Como muchos otros, esperaba con ansiedad el año 2014 por una simple y quizás ridícula razón: la Copa del Mundo de Brasil. Las perspectivas del equipo mexicano parecían sombrías, en el mejor de los casos, y se anticipaba una catástrofe. Sin embargo, en uno de esos giros curiosos que da la vida, el tercer director técnico de emergencia logró recomponer el rumbo y por lo menos pudo inspirar a un equipo desarticulado y caótico para tener una presentación competitiva, aunque por séptima vez quedamos eliminados en el mismo punto del campeonato.

Guerra sin fin Este año se cumplió el centenario del inicio de la primera guerra mundial, esa masacre absurda que moldeó y emponzoñó al mundo postcolonial. “La guerra contra el terror” que lanzó George Bush, escudado ideológicamente en sus neocones, tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, es uno de los efectos secundarios de esa monstruosidad que inauguró el siglo xx y sigue peleándose en diferentes frentes, dejando montañas de cadáveres, urbes en ruinas y cataclismos sociales, así como enormes oportunidades financieras para los buitres de la guerra. Este fue un año extraordinario para los asesinatos por drone. En Paquistán hubo entre 104 y 168 muertos, y en Yemen entre 82 y 118.

Gaza

te de hígado de bacalao”, y con toda seguridad la primera esdrújula que oí en mi vida fue “analgésico”, dejada caer al azar por nuestro médico de cabecera. O tal vez “méndigo”, dicho así por mi abuela Remedios, tan bella y tan sabia, y tan extremeña. En el bachillerato me enfrenté después a las asignaturas Aritmética y Matemáticas, Lógica y Ética, Física y Química, y a los trece años me extirparon el apéndice. Durante el segundo año de la carrera de Leyes estudié Derecho Canónico y Economía Política, y desde siempre he sido bastante anárquico, tal vez porque tuve un padre en exceso benévolo. (Su temprana y súbita muerte hizo que una única vez me tuviera que someter a un psicoanálisis). Nacido bajo un régimen represivo en todo, despótico en lo cívico y victoriano a destiempo, disfruté a escondidas con toda la literatura sicalíptica de que pude echar mano, y descubrí así la existencia de la esdrújula suprema y más sexy, el clítoris. ¡Fantástico! A partir de los veinticuatro años me sumé a la diáspora, emigrando a Alemania, donde me convertí en redactor radiofónico en una emisora que transmitía en idioma vernáculo para América Latina. Crucé luego el Atlántico para emigrar de nuevo, pero Buenos Aires, para nada

inhóspito, no logró atraparme de una manera óptima y regresé a Europa, con lo que a largo plazo me salvé de los sádicos sicarios de Videla & Company. (¡Un esdrújulo inglés!) No me gusta Sabato pero sí Salinger. Me repatean el hígado los epígonos de Borges y releo siempre que puedo Pedro Páramo. En castilla mi escritora favorita es Ángeles Mastretta y del gaélico adoro la palabra “whisky”... aunque no precisamente por ella misma. En cuanto a males, todo lo más alguna tortícolis, ninguna ciática (toquemos madera) y nada de sífilis, pero lamentablemente padezco gota, que en latín se llama “artritis úrica”. Last but not least, mis tres hijos y mis cuatro nietos son para mí motivo de íntimo júbilo, como asimismo lo fue, pero de público júbilo, mi jubilación. Y en último término, el resumen de mi vida, el digno epílogo de este currículo, será una esquela fúnebre. Tengo poco de apolíneo y mucho de dionisíaco, mi opereta favorita es El Murciélago y adoro la figura de Francesca de Rímini. Padezco de sacralización, lo que me predestina a ser sacrílego, literariamente mis ríos son el Rhin y el Támesis, y uno de los gentilicios que más me gustan es “hidrocálido” (de Aguascalientes/México) •

Entre el 8 de julio y el 26 de agosto tuvo lugar una nueva guerra entre Israel y Gaza que se caracterizó por el poder devastador israelí y dejó 2 mil 139 víctimas palestinas, la mayoría civiles y 490 menores de edad. Israel perdió sesenta y cuatro soldados y cuatro civiles, uno de ellos un niño de cuatro años. Para los palestinos, y en particular los gazatíes, este conflicto representaba una oportunidad para romper el brutal bloqueo, terrestre, aéreo y marítimo. El costo humano y material de este desafío fue altísimo y difícilmente podría decirse que tuvo éxito. Lo que es cierto es que tras esta guerra, la campaña bds (Boicot, Desinversión y Sanciones) creció y varios países de Europa occidental ya consideran el reconocimiento de Palestina, un paso que ya dio Suecia.

eL CaLifato GenoCida Este año la banda terrorista que se hace llamar Estado Islámico en Iraq y Siria (un pseudocalifato depravado, financiado por jeques de la península arábiga, por el robo, la extorsión, la venta de petróleo y el chantaje) logró tomar o colocarse en un vasto territorio que incluye Tikrit y Mosul. Estados Unidos y algunos aliados comenzaron a bombardear posiciones de estos criminales desde el 22 de septiembre, con resultados poco convincentes y en cambio muchas víctimas colaterales.

reGurGitando eL imperio ruso Putin festejó las Olimpiadas de Invier-

no de Sochi anexándose la península de Crimea, tras un referéndum cuestionable. Su campaña expansionista siguió en la región ucraniana de Donbass, donde ha armado, financiado y apoyado a los rebeldes proRusia. Independientemente de que las reivindicaciones de los rebeldes fueran legítimas, este conflicto pone en evidencia que la disolución de la Unión Soviética hace veintitrés años dejó heridas que aún no cicatrizan. Uno de los momentos más trágicos de este espantoso conflicto tuvo lugar el 17 de julio, cuando aparentemente los milicianos proRusia derribaron un avión de Malaysia Airlines. La catástrofe adquirió un tinte doblemente sórdido, pues en marzo se perdió de manera inexplicable otro avión de esa línea sobre el Océano Índico.

epidemia réCord El temido virus de la fiebre hemorrágica del ébola tuvo un regreso espectacular al provocar hasta ahora 6 mil 880 muertes en ocho países (más que en cualquiera de las epidemias anteriores de este virus) y desatar una pandemia de pánico debido al hecho de que hubo diecisiete casos de ébola fuera de África, lo cual incrementó los prejuicios raciales en contra de los inmigrantes africanos fuera de su continente.

eL reporte de La verGüenza El 10 de diciembre se anunció la publicación del reporte del Senado sobre la tortura, donde se responsabiliza a la cia de emplear métodos ilegales y engañar al Congreso y al Ejecutivo. Nada en este reporte, que ha sido denunciado por republicanos y demócratas conservadores, es novedoso, pero es importante, ya que por lo menos provocó una nueva discusión respecto de tales atrocidades.

nuestras fosas Comunes La tragedia del secuestro y asesinato de 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa pareció despertar a los mexicanos y obligó al público internacional a poner atención en esa catástrofe que es México. El caso de Iguala no es, ni remotamente, el peor episodio de la carnicería que desató Felipe Calderón en su guerra contra el narco. Sin embargo, posiblemente es el catalizador social, emocional y político que requeríamos •

JORNADA VIRTUAL

Las esdrújulas y la vida

GALERÍA

naief.yehya@gmail.com

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........ ARTE Y PENSAMIENTO O

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

germainegh@pegaso.net

@LabAlonso

Diálogos con la naturaleza

¿La mejor música del 2014? ¿En serio?

D

OS ARTISTAS DE GENERACIONES y lenguajes muy distintos conviven en una exquisita muestra titulada La distancia más larga entre dos puntos en la galería Proyecto Paralelo, ubicada en Alfonso Reyes 58, Colonia Condesa. Se trata de Jan Hendrix (Masbree, Holanda, 1949), artista afincado en nuestro país hace ya varias décadas, y Jerónimo Hagerman (México, 1967), reunidos por la curadora Issa Benítez en torno a la idea del jardín. La obra de ambos artistas está estrechamente vinculada con la naturaleza como principal motor de sus reflexiones y procesos creativos multidisciplinarios.

El transeúnte que pasa frente a la galería no puede evitar detenerse ante el gran ventanal que da sobre la avenida, atraído por una especie de escultura vegetal de forma circular que llama poderosamente la atención. Se trata de la pieza de Hagerman realizada exprofeso para esta exposición y cuyo título Lo que no vemos nos hace vivos es un guiño poético a la relación entre la naturaleza y la tecnología. El artista recupera una antena parabólica de unos 300 cm de diámetro y siembra en su interior un delicado paisaje vegetal vivo que se expande sobre la superficie metálica. En lo alto de un árbol ubicado en el camellón frente al ventanal de la galería, colocó un espejo que refleja los rayos del sol directamente sobre la pieza, creando diferentes efectos a lo largo del día. La obra es una metáfora del vínculo entre lo artificial y lo natural que tiene que ver con el paisaje urbano contemporáneo. Se pone en juego la noción de interior y exterior, de lo humano y lo no humano, entre la experiencia pragmática y la vivencial que borra la frontera entre lo real y lo artificial. El “jardín” en el interior de la antena –que en este caso ha perdido su función original para convertirse en un espacio receptor de vida natural– es en sí una obra procesual sujeta a los sutiles cambios físicos de las plantas que se manifestarán con el paso del tiempo. Paralelo a esta pieza, se presentan unas imágenes fotográficas de líquenes en pequeño formato que dan la sensación de paisajes en miniatura e invitan a una mirada íntima al universo natural. Jan Hendrix ha desarrollado su trabajo a lo largo de varias décadas a partir de una acuciosa observación de la naturaleza y su relación sensorial e intelectual con ella. Caminar, observar, fotografiar y dibujar es parte de su complejo proceso creativo, que deviene en la correspondencia entre estas prácticas llevadas a sus últimas consecuencias en muy diversos medios. En esta muestra se presentan cuatro piezas de diferentes épocas. Jardín Ortega es una

Imagen de Jan Hendrix; Arriba, Las Nubes III

obra impactante, integrada por 196 rectángulos de metal esmaltado de 40×30 cm cada una, colocadas horizontalmente a manera de un gran mosaico mural. Esta pieza fue realizada en 2008 como parte de un proyecto que el artista desarrolló en torno a los jardines de Luis Barragán, y el resultado es el registro de las diferentes tonalidades de verdes con sus matices y claroscuros que su ojo de lince captó y reprodujo en un ejercicio de abstracción minimalista poco usual en su trabajo. De sus ejercicios de contemplación del paisaje resulta la pieza Higuera (1984), conformada por cincuenta fotografías Polaroid que son el registro de fragmentos de este árbol en diferentes momentos a lo largo de las cuatro estaciones. Cada imagen fue intervenida con sutiles trazos en acrílico que, en algunos casos, matizan los detalles y, en otros, los velan, dando lugar a la percepción de todo un jardín a partir de un solo árbol. A decir del propio artista, su trabajo consiste en contar la misma historia de muchas maneras, y así surgen sus obras en muy diversos medios, siempre híbridos, y en formatos que van desde la miniatura hasta intervenciones arquitectónicas monumentales. Aquí se presenta también parte de su proyecto La Holanda realizado en una finca en Costa Rica y recogido en una carpeta de grabados y un libro de reciente aparición. Y quizás la joyita de la muestra sea Drawing the distance (2013), una serie de sesenta páneles de metal impresos digitalmente en los que vemos la secuencia de un recorrido de ida y vuelta a distintas horas del día por el mismo sendero en un bosque espeso en Francia. El artista reproduce fielmente hasta el último detalle de cada fragmento del paisaje en imágenes intimistas que remiten al preciosismo de la Escuela de Barbizon. Hagerman y Hendrix proponen dos miradas distintas a la esencia del mundo vegetal que se nos escapa en el caos frenético de nuestro abigarrado entorno urbano •

Q

UEDAN TRES DÍAS PARA que termine el año. Todavía pensando en los 43 que nos fueron arrebatados, intentamos una y otra vez el inicio de un recuento musical con “lo mejor” de un tiempo enrojecido. Pero topamos con pared. Nuestra memoria se resiste a las frivolidades. A 72 horas de 2015 sólo podemos reparar en una suerte de canon, de contrapunto que entrevera la soberbia con la insensibilidad. Hablamos justo de lo peor de 2014. Una melodía que se acerca flotando desde la Procuraduría de Justicia: “Ya me cansé”, dice. En el mismo

sentido, otra que se suma al canto desde la Presidencia, invitando a “superar este dolor”. Ambas nos muestran su falta de empatía, el ejercicio de un poder que no encuentra vínculos con la audiencia lastimada, ésa que se remueve y queja enseñando músculo sin comulgar en objetivos o líderes. Es una especie de concierto cacofónico en los oídos de quienes van deseando un nuevo director de orquesta, pues sus procederes con la batuta no invitan a la confianza en un plan que signifique sacrificios y renuncias. Al contrario, su proceder azuza, provoca y alimenta al descontento. Resuena, entre percusiones, el aterrizaje de un avión cuyas dimensiones son proporcionales a la ofensa que representa. Resuenan, metidas en el pentagrama de los alientos, las balas de Tlatlaya, la facilidad con que se mueven cuerpos para el montaje de una escena, de una ópera enferma. Resuena, enmarcada por un arpa mentirosa, la voz de esa pésima entretenedora que, ofendida, nos viene a regañar porque no entendemos, no aceptamos el tamaño de su salario ni el de su casa tan blanca. Resuena todavía, entre las violas y violines, el canturreo del secretario de Hacienda explicando la otra casa,“la pequeña”. Resuenan las ruedas de un metro mal planeado y peor construido, allá entre los contrabajos, justo al lado de un tren imaginario hecho en China. Resuenan estos y muchos otros recordatorios de que en México la orquesta se ha podrido (allí está lo de Raúl Salinas), de que a quienes la nutren no les pesa un futuro envuelto en llamas (vuelven a sonar disparos en La Ruana). Dicho esto, empero, el mejor rock en español que escuchamos en 2014 no fue “La caverna”, de Jorge Drexler, con todo y lo maravillosa que es. No fue la originalidad de St Vincent con su espectacular álbum homónimo (ya en los terrenos del anglo alternativo). En el ala más experimental, no fue Scott Walker acompañando a Sun O))) sobre la breve y radical “Soused”. Tampoco Aphex Twin con la eficiente electrónica de Syro, ni Leonard Cohen con su

magnífico regreso a la canción de autor en Popular Problems. No lo fueron la bella Lana del Rey con su pop elegante en Ultraviolence ni el nuevo jazz que proponen Jason Moran y Meshell Ndegeocello en All Rise: A Joyful Elegy for Fats Waller. Pese a su valor, la mejor música del año no se halla en Lazaretto, del gran rockero Jack White, ni en la perfecta imitación de Dylan que hacen los de The War On Drugs en Lost in the Dream. No está en el celebrado proyecto de música clásica con poesía Winter Morning Walks, de Maria Shneider. Tampoco en el electropop de Caribou contenido en Our Love. Podemos asegurar, además, que la mejor música que escuchamos en 2014 no se halla en el plato debut de Royal Blood. No. Pese a lo maravilloso de estos lanzamientos la mejor música que llegó a nuestros oídos fue, efectivamente, la de millones de mexicanos haciendo eco alrededor del mundo, contando hasta el 43. Siempre hasta el 43, aunque identifiquen al dueño de un pedazo de muela o hueso y nos digan que ahora son 42; aunque las familias afectadas vayan aceptando la presencia de la muerte, aunque tantos se esfuercen por alcanzar la calma chicha, aunque todo eso pase… el símbolo ha de ser 43. Pasará el tiempo y entre verdades y especulaciones el número habrá de resistir como pegamento de expresiones que impidan la repetición de esos hechos. Así las cosas, acaba el año y sólo la letra de esa canción nos viene a la cabeza. ¿La recuerda nuestra lectora, nuestro lector de este último domingo de 2014? Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Nueve. Diez. Once. Doce. Trece. Catorce. Quince. Dieciséis. Diecisiete. Dieciocho. Diecinueve. Veinte. Veintiuno. Veintidós. Veintitrés. Veinticuatro. Veinticinco. Veintiséis. Veintisiete. Veintiocho. Veintinueve. Treinta. Treintaiuno. Treintaidós. Treintaitrés. Treintaicuatro. Treintaicinco. Treintaiséis. Treintaisiete. Treintaiocho. Treintainueve. Cuarenta. Cuarentaiuno. Cuarentaidós. Cuarentaitrés. Justicia. Buen domingo. Buena semana. Buen año. Mejores sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

Jornada Semanal • Número 1034 • 28 de diciembre de 2014

ARTES VISUALES

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

28 de diciembre de 2014 • Número 1034 • Jornada Semanal

Ana García Bergua

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Jorge Moch

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POCA DE MÁSCARAS. ÉPOCA de policías disfrazados de anarquistas, anarquistas disfrazados de manifestantes pacíficos, narcos disfrazados de políticos y políticos disfrazados de clase media, narcos disfrazados de militares o federales, militares disfrazados de políticos, ladrones disfrazados de servidores públicos, provocadores disfrazados de universitarios, fósiles disfrazados de jóvenes rebeldes, víctimas a las que se disfraza de sicarios.Y nuestra primera dama es una actriz.Y nadie sabe exactamente quién es quién, todo se confunde debajo de los pasamontañas, las camisetas y los paliacates amarrados al rostro, los trajes impecables que simulan

respetabilidad, los uniformes cuyos portadores creen que les confieren permiso para abusar, los maquillajes que disfrazan lágrimas o carcajadas, las palabras que ocultan mensajes para quién sabe quién. Época de máscaras y víctimas de rostros desollados. El que tiene un rostro debe esconderlo, nadie de los que actúan quiere dar la cara y todo el mundo tiene cola que le pisen o debilidades con que lo amenacen. Y en épocas así el mensaje es: no eres nadie, no importa quién eres. Te desaparecemos y ni siquiera naciste. O: te llevamos a una cárcel de alta seguridad y te disfrazamos de delincuente terrorista. No importa quién eres en realidad en esta representación. Época de torturadores escondidos y cadáveres que aparecen por todas partes y no dejan de brotar desde las fosas para susto de los que quisieran borrarlos, olvidarlos, quemarlos y requemarlos, superar el incidente, dejarlo atrás y seguir arriba y adelante con las reformas, las carreteras y las representaciones. Época en que lo más evidente es este afán por esconder, por esconderse de una sociedad cada vez más harta de tanta simulación, de tanto teatrito, de tanto negocio solapado que al final nos ha llevado a la tragedia de las miles de muertes y miles de desapariciones. Época en la que una sociedad parece despertar del sueño de las máscaras y está verdaderamente, ahora sí, hasta la madre, como dijo Javier Sicilia cuando asesinaron a su hijo. Época en la que los asesinatos se disfrazan de “ejecuciones” para que parezcan una acción militar y vagamente justificada. Época en la que todos quisiéramos aparecer en las calles, por fin, hacerlas nuestras, a ver si así nos vemos. Época en la que se toman rehenes y se exhiben como policías o como políticos o como infiltrados y también eso da miedo, el permiso para amarrar, el permiso para linchar. Época de límites borrosos y borrados. Época en la que la prohibición de las drogas esconde el negocio de las dro-

gas. Época de guerra que lleva ya muchos años. Época de guerra que no se verá en el Distrito Federal, pero sí en Tamaulipas, Michoacán, Veracruz, Guerrero, Coahuila, Nuevo León. Época en la que un joven irrumpe en la premiación de los Nobel con una bandera mexicana para decirle al mundo véannos por favor, no nos dejen desaparecer de sus primeras planas, de sus primeras preocupaciones. Época en la que la televisión aparece y desaparece lo que le conviene, y es también una gran máscara que colgamos de la pared de la sala, como quien cuelga de adorno las máscaras de Guerrero (¡de Guerrero!) o del África, para sentirnos acompañados o dulcemente adormecidos o aterrorizados. Época en que la máscara de Anonymous desenmascara a los políticos o marcha en las marchas sin que tampoco sepamos siempre quién está debajo de la máscara de Anonymous. Época en la que todos ponemos nuestra mejor cara en las redes sociales, un poco como una máscara también. Época en la que uno no se acuerda de poner el árbol de Navidad porque todavía no sabemos qué está naciendo ahora, exactamente. Época en la que hemos leído que el año pasado nadie se hubiera podido imaginar lo que ocurrió este año que se va. Época en la que uno se pregunta, con preocupación, qué ocurrirá el año que viene. Época en la que los enmascarados creen, como los niños escondidos detrás de un árbol delgadísimo, que nadie los ve, que nadie se da cuenta. Época también, de reunión y cohesión frente a tantas máscaras, lo cual es esperanzador. Hoy es Día de los Inocentes y pensaba quizá hacer un chistorete como se suele hacer en los periódicos, pero así como están las cosas, me pareció de muy mal gusto. Pido disculpas por tanta seriedad. Sólo deseo que el año que viene las cosas cambien para bien en nuestro país, que se acaben las máscaras y las desapariciones. A ver cómo •

Enredos de las redes: por qué tuitear (iii y última)

I

NTERNET SE HA CONVERTIDO en otra cosa muy diferente de aquella red interuniversitaria y casi clandestina, desarrollada con fondos del gobierno estadunidense y las fuerzas armadas (el Pentágono estuvo involucrado en el fondeo financiero del proyecto y sus correspondientes experimentos) en 1969. Hoy es, quizá para disgusto de muchos de esos gobiernos que vieron en el desarrollo de redes de comunicación inmediata luego perfeccionadas con tecnología satelital un precursor de dominación militar, un invaluable instrumento de vastas mayorías; un artefacto social alternativo a los canales informativos tradicional-

mente sujetos al escrutinio, el condicionamiento o la franca coerción del Estado, como son la televisión y la radio y también, desgraciadamente, buena parte de la prensa escrita. México es un ejemplo infamante de todo ello. Aunque tampoco hay que pecar de ingenuo: algunos seguimos desconfiando de la espumante explosión de la industria de la computación, la telefonía móvil y los dispositivos siempre novedosos de comunicación que bien podrían ser también el anzuelo con el que el Estado puede espiar a sus anchas a los ciudadanos. Como sea, las tecnologías de la información se esparcieron rápidamente, comunicando a la gente de maneras hasta hace algunos años imposibles de predecir. Las redes permiten que nos comuniquemos, y también que hagamos proclamas públicas. No importa si nos gusta o no lo que muchos digamos; podemos insultar o denunciar abusos, podemos hacer que las noticias corran como pólvora, aunque contradigan precisamente las versiones oficiales que quizá en ese mismo momento se emiten en la televisión. Las redes sociales son el vehículo ideal hasta ahora para esa rebelión informativa y colectiva. Lo que antes era un dispositivo elitista –y que por desgracia sigue siendo acceso de minorías– conforma de todos modos un vasto sector de la sociedad mexicana (o española, o marroquí, o japonesa o de donde sea que un régimen dictatorial no haya logrado bloquear el empleo popular de las redes) que es en la realidad cotidiana lo más parecido a una verdadera democracia con un sano matiz anárquico: todos podemos participar. Hay que usar las redes. Cada vez más gente que antes confesaba repeluzno a la tecnología, hace uso de dispositivos como tablets o teléfonos inteligentes además –o aun sin hacerlo– de acceder a redes por medio de computadoras. Las redes sociales más populares, Facebook, Twitter, o las móviles, como Whatsapp o Instagram, están ya en manos lo mismo de niños que de adultos jóvenes o, qué maravilla, de ancianos. Cada día es m á s co m ú n ve r a u n a abuela con su tablet o su teléfono inteligente. Es así como podemos enterarnos del estado del clima o avisar de un embotellamiento por un accidente. Pero también es así, “posteando” y compartiendo fotos y videos en Facebook o

tuiteando como se han construido movimientos populares de resistencia y rebelión pacífica que no se habían visto antes. Allí la primavera árabe. Allí el movimiento #YoSoy132 o las subsecuentes multitudinarias expresiones de repudio al gobierno en México. Es tuiteando como pudimos conocer la verdad de las casas obtenidas con manejos opacos y cuestionables, muy posiblemente emparentados con la corrupción más añeja y rampante del sistema político mexicano, por funcionarios como Luis Videgaray o el mismo Enrique Peña vía su mujer, Angélica Rivera, por parte de un empresario metido hasta el colodrillo en licitaciones turbias y adjudicaciones de contratos millonarios. Es tuiteando como podemos avisar de un abuso policíaco, de una incursión paramilitar, de una balacera, de cualquiera de las muchas, odiosas expresiones de la crueldad, la corrupción, la actuación criminal en que tanto se confunden en México delincuentes y oficiales de las fuerzas del orden, incluidos el Ejército o la Armada. Es tuiteando y participando activamente como nos convocamos mutuamente a marchas y actos de protesta. Es así como nos reconocemos ciudadanos con derechos y con la obligación moral de sacar a este país del hoyo de corrupción y podredumbre donde lo han puesto ésos que dicen y dijeron gobernar. Ésos que gracias a las redes ahora se ven expuestos en su riqueza ilícita de camionetas blindadas y guaruras de torvo mirar. Ésos que viajan con nuestro dinero y que con el erario robado fundan empresas y negocios a todo tren. Ésos que engolan la voz con discursos que pretenden lavar su propia mierda. Ésos que llenan buche enunciando paz, libertad y justicia. Ésos que nos quieren callar •

CABEZALCUBO

De máscaras y desapariciones

PASO A RETIRARME

tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch


........ ARTE Y PENSAMIENTO O

Jornada Semanal • Número 1034 • 28 de diciembre de 2014

Orlando Ortiz

Luis Tovar

Más del Diario, de Carlos Edmundo de Ory

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N UNA DE LAS últimas anotaciones de su Diario, Carlos Edmundo de Ory escribió: “Me hallo en el trance de la constante investigación reajustándome a una nueva fuerza: la experiencia poética solitaria... Busco en la poesía, busco en mí; yo soy mi poesía.” Esta afirmación explica en gran medida lo que él llamó, para su caso, el “introrrealismo”, estética que planteó en un manifiesto en el que sostuvo que la creación artística y, especialmente, poética, debía reflejar la realidad interna del hombre a partir de sus estados de conciencia. Buscaba, según decía, una “poesía de sensación pura” que no estaba muy lejos de los estados de locura o demencia racional.

En un aforismo se describió: “Loco de las dos piernas, el loco; loco de una sola pierna, el poeta.” Siguiendo la divisa socrática y platónica de que una vida no examinada no vale la pena vivirla, examinaba la suya con particular énfasis en lo desconocido, en lo misterioso que para él mismo estaba lleno de enigmas.“¡No hay nada tan terrible como el conocimiento!”, exclama en su diario, para luego añadir:“Asimismo, no hay nada tan terrible como la belleza. Pero no hay nada tan magnífico como el dolor.” En realidad, De Ory revaloraba así el motor esencial no sólo de la poesía sino de todo arte y toda creación. Los felices no necesitan transformar el mundo; puesto que son felices, nada los turba. Son los que sufren (y los inconformes) los que, movidos por el dolor, crean, transforman y en este transformar dan con la belleza. Todo lo bello, como creación cultural, surge del dolor. Citando a sus fuentes, De Ory nos recuerda que Esquilo decía: “Por el dolor se llega al conocimiento”, mientras que Beethoven decía lo propio: “Por el dolor se llega a la alegría.” Las lecturas de De Ory eran hasta cierto punto atípicas para el modelo de poeta tradicional que únicamente lee poesía o que, sobre todo, lee poesía. De Ory leía de todo y no poesía por encima de lo demás: novela, ensayo, cuento, filosofía, religiones, psicología y muchas otras materias y disciplinas, pues al poeta nada humano le es ajeno. Sus aforismos están llenos de una sabiduría implacable, tan implacable como la cita que hace del filósofo chino Mencio (el célebre confuciano): “El hombre difiere del animal sólo un poquito, y la mayoría de los hombres prescinde de este poquito.” Carlos Edmundo de Ory es un poeta que todavía es necesario revalorar, aún más, lo mismo en España que en el amplio ámbito de la lengua española. Su poesía es diferente a la que en su momento se escribía en nuestro idioma, y sigue teniendo ese don de misterio en versos como los siguientes:“A ti la que me inspira obedezco y deseo/ a tu invisible huir y tu errante venir/ hacia la honda cuna del ritmo tú me llamas/ trayéndome la concha

de la profundidad./ Son sin fin son sin fin los diluvios caídos/ corazones que a tiempo probaron su fragancia/ aquí están todavía las palabras perdidas/ y yo compongo un verso de saber y perdón.” En su diario, el 27 de febrero de 1953, escribe, en París: “El fin de una vida sensible, demasiado sensible, tiene dos formas. O bien cae en la santidad. O bien cae en la locura. Y yo prefiero la locura.” Toda la poesía y todo el diario de De Ory parten de esta certeza: es más fácil ser santo que ser un buen poeta. Por ello son tan abundantes los malos poetas casi santos: buenísimas personas, pésimos poetas. En octubre de 1952 anota lo siguiente:“Escribo por no matarme y porque no soy feliz. Si fuera feliz y si no me asquease la vida no escribiría ni una sola línea.” A contracorriente de la poesía de su tiempo, De Ory produjo una obra lírica marginal que aún hoy no se comprende del todo. Denostaba: “¡Ya huele mal la retórica en el mundo!” Y contra esa retórica se rebeló impacientemente a pesar de saber que “vivir no es escribir”, pero, al mismo tiempo, haciendo uso de su derecho a la contradicción, afirma: “Pero cuando escribo, vivo. O mejor: es entonces cuando de verdad vivo.” Se sabía poeta y no sólo lo reivindicaba sino que lo ostentaba, pero no como una jerarquía sino como una condición y, quizá incluso, como una fatalidad. En cuanto al ego llegó a decir: “El ego sólo está rodeado de basuras, de las más bajas basuras. El ego es odioso y maloliente. El ego es una mosca enviscada en la suciedad de las pasiones y del sensorio.” Se es poeta porque no se puede ser otra cosa. Su certeza en relación con la vocación lírica sigue siendo indiscutible:“La poesía sale de la niñez. Somos poetas si hemos tenido infancia. El poeta no llega a descubrirse hasta que no deja lejos su infancia. El poeta escribe sus poemas cuando es hombre. (Sus verdaderos poemas.) El poeta verdadero amasa y forma su atmósfera con los materiales más olvidados de su vida; con materiales inolvidables.” De Ory lo supo, pero la verdad es que esto no lo saben muchísimos aspirantes a poetas •

Des-balance 2014 (i de ii)

A

LA HORA DE hacer un análisis de lo que ha sido el año cinematográfico mexicano en materia de exhibición, participación de filmes nacionales, proporcionalidad entre éstos y los producidos fuera de México, etcétera, resulta que la única novedad es que no hay novedad: con datos de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine), preliminares hasta el lunes 15 de este mes pero prácticamente definitivos –variarán algunas cifras, pero su modificación no alcanzará a cambiar porcentajes ni ordenamientos–, van a continuación algunos datos cuantitativos.

Cuántos fueron aL Cine…

… y qué fueron a ver

Como en años anteriores, la asistencia al cine medida tanto por número de habitantes como per capita será ligeramente superior a dos: 2.11 en el primer caso y 2.2 en el segundo. Tras un aumento ligeramente superior a las cien, la cantidad de salas comerciales habrá llegado a 5 mil 733, sin que esto signifique cambio alguno en la despareja distribución de las mismas en el territorio nacional. Esto significa que los 44 mil 158 asistentes que, como promedio, habrán asistido a dichas salas a lo largo del año, seguirán siendo sobre todo habitantes de los centros urbanos más poblados, en menoscabo constante de quienes pueblan las enormes regiones del país en donde no se cuenta siquiera con un solo cine, consolidándose así una suerte de centralismo regionalizado, si cabe el aparente oxímoron: ciudades como Guadalajara y Monterrey –pero no sólo éstas– emulan el patrón defeño de hiperconcentración de la disponibilidad no sólo cinematográfica sino, en general, de cultura y entretenimiento, para no hablar de la educativa, de centros laborales y de servicios básicos, más un dilatado etcétera.

Si las cifras de lo “recaudado” –como le encanta decir a Mediomundo, repitiendo un lugar común que sin darse cuenta se hace eco de feos ánimos impositivos– no variaron sustancialmente de 2013 a este año que ya fenece, mucho menos lo hizo la composición de la materia que dio pábulo a las ganancias pingües. Para no perder sus pésimas costumbres, la exhibición cinematográfica en México fue muchas cosas menos mexicana: del total de estrenos, 90.5 por ciento correspondió a filmes extranjeros, con la consabida, sempiterna y falsamente inevitable preponderancia estadunidense, contra sólo 9.5 de cada cien para producciones nacionales. Esto representó una disminución de 1.4 en la composición mexicana del cine exhibido, ya que en 2013 se había alcanzado la cifra, inédita desde hacía mucho, de 10.9 por ciento; y tan contento que estaba Unoqueotro, porque un año atrás el salto hacia arriba fue espectacular: de un mísero 4.5 se había pasado al referido casi 11 por ciento, todo lo cual sólo demuestra cuán inestable, azarosa y multidependiente –dicho de otro modo, qué poco sistemática o estructural– resulta la presencia del cine mexicano en la mexicana exhibición, cuyo lugar en el ranking mundial, no se olvide, corresponde nada menos que al quinto puesto en cuanto a valor económico. El desbalance puede ser visto desde esta perspectiva: la cinta mexicana mejor colocada en términos de ingresos, es decir La dictadura perfecta, que hasta la fecha ha juntado 186 millones y medio de pesos gracias a sus 4 millones 125 mil 726 espectadores, se queda corta por 79 millones respecto de la décima película más taquillera de 2014 en México, es decir el bodriazo refrito titulado Cómo entrenar a tu dragón 2 •

… Cuánto desemboLsaron… Aunque la siguientes cifras pasmosas sólo se refieren a salas comerciales –por lo que deberá sumarse el número de entradas correspondientes a salas de arte, universitarias y cineclubes–, dice Canacine que en el año a punto de concluir habrán sido vendidos poco más de 253 millones 100 mil boletos de entrada al cine. Con un costo por boleto en promedio de 46.7 pesos, la cantidad de dinero que distribuidores y exhibidores se habrán embuchacado este 2014 asciende a 11 mil 821 millones de muy devaluados, que a un tipo de cambio de 15 pesos por dólar equivalen a unos 788 millones de billetes verdes. Hay, por cierto, una disminución respecto de 2013, pero marginal: 90 milloncitos de pesos nada más, equivalentes a 0.75%, no deben significarle gran cosa a estos barones del negocio cinematográfico, y tenga usted por seguro que van a encontrar, si no es que ya lo han hecho, el remedio para evitar en lo futuro la pequeña merma; da lo mismo que quieran llamarle “ajuste al alza”,“actualización”, o que directamente lo atribuyan a la inflación, misma que por cierto amenaza con ser tremebunda en 2015.

(Continuará.)

CINEXCUSAS

Twitter: @luistovars

PROSAÍSMOS

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ENSAYO

Ser la noche y el día

2 de noviembre de 2014 • Número 1026 • Jornada Semanal

Luis García Montero

D

a gusto ver mirar a Nuno Júdice. Sus ojos los espían todo, lo oyen todo, se mueven sobre la realidad con el nervio de quien no quiere que se le escape nada. Van y vienen de un sitio al otro de la mesa, de un rincón al otro de la habitación, de un lugar al otro del mundo. Da gusto ver callar a Nuno Júdice. Sus labios lo guardan todo, almacenan, toman nota, pero asumen una disciplina discreta y reservada. De vez en cuando se permiten una sonrisa. Evitan convertirse en el centro de la conversación. A este poeta le gusta más saber del mundo que pedirle al mundo atención sobre él. Al hablar de los hermanos que tienen un carác‑ ter diferente afirmamos que son como el día y la noche. Nuno Júdice, nervioso y sereno, es hermano de sí mismo para sentirse su doble, para buscar la diferencia en su propia personali‑ dad, para escribir en la tensión del día y la noche. Ese territorio intermedio marca su destino. Ahí le ha tocado vivir. La poesía de Nuno Júdice es luz y oscuridad. No olvida la comunicación con el lector, defiende que la palabra, los versos, el poema necesitan dirigirse al lector pero lo que ofrecen al lector es un ejercicio de iluminación conseguido a través del trabajo en la oscuridad. Esta conexión íntima entre la luz y la noche, o la palabra y la oscuri‑ dad, es la que conforma el decir y el saber de la escritura. Dice el poeta en su Cartografía de las emociones: “Me gustan las palabras, las que aciertan/ con el centro de las cosas, y cuando las encuen‑ tro/ es como si salieran de sus mismos adentros.” La necesidad de expresarse es también la nece‑ sidad de exprimir las palabras. Por eso aclara: “Recojo los restos, los adjetivos, los adverbios,/ artículos, preposiciones, para que sólo los que indican/ las cosas queden en el lugar que ya tenían.” La escritura recoge palabras. La escritura siembra también un saber, la luz de un nuevo conocimiento en la oscuridad. Va del significa‑ do preciso que se hereda al significado que nace

y se provoca. Por eso el autor abre esta confesión en un poema titulado “Cosecha”: “Me quedé con las palabras en su campo/ de acepciones, verdes como las hojas/ de la primavera: y al pasar bajo las ramas de/ la frase, arañándome con sus consonantes más/ ásperas, respirando el aire fresco de las vocales,/ entendí que el sentido se encuentra en el gesto/ con que lanzo a la tierra la semilla del acaso…”. Define así su mesa de trabajo, su vida, el espa‑ cio de la escritura. Leer a Nuno Júdice supone de manera frecuente pasear con él, caminar en busca de Las reglas de la perspectiva. Como es un doble de sí mismo, su poesía procura verse desde fuera, distanciarse, tomar conciencia del personaje y de su discurso, de su historia y de las razones de su ebriedad, de sus límites y su energía. El personaje habita en un mundo tardío: “Las manzanas se pudren en el armario donde mi abuela/ las guardó.” El personaje vive el otoño de una realidad, el latido de algo que desaparece, la herencia de unas costumbres que poco a poco pierden su dominio y su razón de ser. La voz viaja por una Europa que es ya un recuerdo, la habitación de una infancia que se quiere evocar. La voz pasea también por un mundo rural en el que las estaciones y las cosechas conservan un significado de sentir inmediato, no abstracto, que se ha perdido en las ciudades. Esta concien‑ cia de crepúsculo se convierte en cultura, mundo hospitalario en el que pueden vivir las cosas que se pierden en la realidad. Porque la pérdida desde luego supone devas‑ tación y espanto, pero también el esfuerzo de superar el vértigo en un ámbito de conocimiento, de cultura. Escribe el poeta en El mecanismo de la fragmentación: “Me desvío de la realidad y el silencio nace/ en los márgenes del sentimiento. Obstinadamente escribo,/ sobre la habitual interpretación del discurso, el deseo de aprender las palabras fundamentales/ de la diferencia.” Y el poeta que escribe reconoce que tiene muchos siglos de literatura a sus espaldas. Está marcado a la vez por una herencia inabarcable y una esca‑

sez acuciante. Se trata del pasado y del precipicio que la edad tardía tiene por delante, de un culti‑ vo, una cultura cargada de ayer ante una nueva realidad. El poeta es ebriedad y es limitación, es plenitud y es insuficiencia, es ámbito perfecto y es error. Su palabra nace de la noche y el día. Por eso el poeta es búsqueda, es música. Nuno Júdi‑ ce trabaja una música en la que el verso se alar‑ g a p o rq u e d e b e a s u m i r m u c h a s p e r s p e c t i ‑ vas. Se extiende para fundar una geografía propia en la que deben caber las cosas que se han perdido y las cosas que se ven. Su poesía es un ejercicio de literatura comparada entre dos mundos. En la música de Nuno Júdice caben los senti‑ dos junto a la inteligencia. Es un efecto más de la cultura abierta a la ebriedad o de la melancolía entendida como presente. La memoria, igual que el mundo campesino, es una realidad en la que llegan a dominar los olores: “Olía a semillas en el almacén, donde los sacos/ se amontonaban esperando al tractor.” En este poema titulado “Ciclo”, aparecen después el olor del desinfectan‑ te y el olor del gasoil de las máquinas. La palabra en pretérito imperfecto se hace presente vivo a través de los olores, de los sentidos, de una poéti‑ ca en la que la cultura y la inteligencia forman parte de la sensualidad. La poesía es tensión, mirada reflexiva, desdo‑ blamiento, capacidad para verse desde fuera. La poesía es el fruto de alguien que sabe mirar y sabe callar. No tiene otro destino que la búsque‑ da de los fundamentos de la vida y de la condi‑ ción humana. Así define Nuno Júdice su tarea: “Y regreso a la imagen del pasillo de mi infancia, que cruzo como el poema, para llegar al espe‑ jo que me restituye la imagen del mundo, por un lado, y los libros que me esperan en el otro. El poema es un espacio de travesía. No se permane‑ ce en él, nunca en él descansamos. Es por ello que está ligado a la condición humana y a su destino de errancia y de inquietud, más allá de los espe‑ jos y los libros”. Así es, como suele ocurrir entre la noche y el día •

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