SUPLEMENTO CULTURAL
No. 227 - 21 DE DICIEMBRE DE 2015 - AÑO 5
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Amanecer en la ciudad de Zacatecas con neblina entre 07:30 y 08:00, diciembre 2015. Foto: Jaime Robledo Martínez.
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LA GUALDRA NO. 227 / 21 DE DICIEMBRE DE 2015 / AÑO 5
La Gualdra No. 227
A Manola Membrillo La última y nos vamos… me refiero a la última de este año porque en La Gualdra nos vamos de vacaciones y regresaremos hasta el segundo lunes de 2016. Necesitamos unos días para descansar y si todo sale como lo planeamos, nos encontraremos muy pronto en este mismo espacio. Cerramos el año con la noticia de que la Secretaría de Cultura del país fue aprobada en la Cámara de Diputados. Se aprueba una secretaría que sustituye al CONACULTA y que, parafraseando al Mtro. Marco Antonio Campos, puede significar nada más que aumentar el glamour al puesto de quien la encabece, pues no es lo mismo ser el presidente de un consejo que ser a partir de ahora “el señor secretario”. Y digo que puede significar, sólo como una posibilidad, pero también existe la otra, la de que a partir de la promulgación de una nueva Ley General de Cultura, las cosas cambien en el panorama administrativo de la cultura y las artes en nuestro país. No puedo ser muy optimista al respecto, pues tenemos también el dato de los recortes sucesivos del presupuesto para este rubro en los últimos años. El presupuesto federal para el año 2016 tiene una diferencia de más de 2,200 millones respecto del 2015. Aquí la paradoja, disminuyen el presupuesto que afectará a proyectos de los estados, municipios y ONG´s pero se anuncia un cambio en el organigrama en el que lo más notable hasta ahora es el nuevo nombre del puesto. He seguido puntualmente el análisis de Carlos Villaseñor, uno de los especialistas más notables en el tema, quien manifestó en días recientes lo siguiente: “La coyuntura de la creación de la Secretaría de Cultura la veo como una oportunidad para movilizar consciencias y voluntades. […] La cultura NO ES de las instituciones”. Efectivamente, la cultura no es de las instituciones; agregaría además que los artistas no existen a partir de las mismas y eso es algo que debemos enfatizar: las instituciones que administran los recursos públicos para la cultura y las artes existen por y para eso, para administrar los presupuestos asignados tanto por la federación como por los estados. En todo caso, esta coyuntura, como es llamada por Villaseñor, tendría que ser aprovechada para que los artistas, apoyados por la ciudadanía, propongan, exijan, regulen y supervisen lo que se haga desde esta nueva secretaría.
Y es que los artistas no necesitan “apoyo” ni ser parte de la administración, pero sí necesitan asumir una postura más crítica, exigente y propositiva; permítame explicar a qué me refiero y aquí hago alusión al pintor oaxaqueño Rufino Tamayo, quien dejó claramente establecida su postura, cuando en 1972, el INBA pretendió auspiciar el Primer Congreso Nacional de Artistas Plásticos. En un pronunciamiento, Tamayo analizaba la constitución de un comité que para fines de representatividad en el congreso, había sido conformado por artistas independientes y por lo que se sujetaban a las disposiciones de los funcionarios en turno. Con esa vena crítica que lo caracterizaba, abordó el tema del “apoyo” que los artistas pedían recibir por parte del gobierno, lo que los hacía formar parte de un “arte sumiso” sujeto a las disposiciones de sus patrocinadores. Tamayo no sólo se negó a ser parte de este congreso, sino que le auguró un rotundo fracaso y se cuestionó lo siguiente pretendiendo con esto generar la reflexión de sus colegas: “Yo me pregunto: ¿Por qué pretenden que los gobiernos sean una especie de mecenas cuando ninguna otra actividad humana reclama esa protección? Yo me pregunto también: ¿Por qué los artistas independientes desisten de su posición para unirse con quienes, de hecho, no es posible entablar comunicación, supuesto que son de una mentalidad diferente? De antemano auguro a este congreso un fracaso definitivo sencillamente porque no habrá la posibilidad de entendimiento. Por otra parte, jamás ha habido gobiernos que auspicien las artes de una manera verdaderamente válida. Los gobiernos están formados por gentes especializadas en la política […] por lo tanto no les es permitido incursionar en actividades de otro género, menos por supuesto en el arte, que es el estrato más quintaesenciado de la cultura”.1
Esto a simple vista puede ser uno más de sus comentarios críticos, pero habría que ahondar más en este asunto al que pretendemos dar seguimiento el año que viene. Mientras tanto, le deseo que tenga unas muy felices fiestas. Nos vemos en enero. Que disfrute su lectura.
Breve estudio sobre un poema dañado Por Daniel Medina Plañidero Por Daniel Wence
El instrumento de Dios Por Carlos Martín Briceño
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Parroquia de San Pantaleón, en el olvido de autoridades. Latente riesgo de saqueo Por Alma Alejandra Tapia
De la culpa y otras resacas Por Carlos Flores El Picaporte Visualizar no es sinónimo de ver Por Simitrio Quezada
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Desayuno en Tiffany’s, mon ku Las Estrellas Solitarias Por Carlos Belmonte Grey Castillo de sal si puedes Por Ester Cárdenas
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Licha Por Alberto Huerta Navaja Por Pilar Alba
Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com 1
Tamayo, Rufino, Textos de Rufino Tamayo,
Prólogo de Raquel Tibol, Col. Textos de Humanidades, México, Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, 1987, pp. 106-107.
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Breve estudio sobre un poema dañado Por Daniel Medina Y vemos que todo lo ya visto no era nada. Miguel González Gerth
b) La luz no cae sobre este poema. Hace mucho que no llueven gotas de mana por los rumbos: árboles secos, tesitura de ángeles
c) Este poema toma muchas libertades: ha drenado la médula de esta página –la preñez del verbo–, ha incinerado la columna vertebral de estos apuntes. La idea inicial de este poema
* (Mérida, 1996) es egresado del CEDART “Ermilo Abreu Gómez con especialidad en Literatura; actualmente cursa la licenciatura en Literatura Latinoamericana por la UADY. Autor del libro de poesía Mímesis para gusanos. Recibió el IV Premio Nacional de Poesía Joven Jorge Lara.
Franz Marc. Perro tumbado en la nieve. 1910-11.
Plañidero Por Daniel Wence Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre. Se ha dicho: vine a esta tierra, cualquiera, buscando a un hombre, su nombre: Fantasma, Piedra, Comal. Vine porque me lo pidió mi madre. Le apreté el lenguaje y le prometí cosas que no. Vine a esta tierra, en este tiempo. Es este tiempo de la masacre, en que intento definir palabras como canícula y saponaria. No es agosto, sino marzo. Igual los fantasmas atizan historias por dentro. Voy a ordenar cirios y rezos por ellos. De mi padre no diré mucho. Su herencia es más ancha que la tierra
ya no es clara. Por tanto debo destruirlo.
y sus mujeres más hermosas que mis suspiros por el hombre. Mi madre me mandó a buscar el pueblo por pura nostalgia. De mi madre sólo diré que sus hombres son más bellos que el nombre del fuego. Ella quiso que viniera porque aquí nos nació lo fantasma, lo piedra, lo nixtamal. Y vine más por cuenta propia que por su mandato buscando el retumbar de la voz que la hacía enchinar y engalanarse. Apenas el camino me llena de marzo, como ventarrón que me recordara lo que fui antes que ciudad. Las ciudades destruyen las costumbres, pero también el tiempo y el amor sus-
pendido de los camposantos. Por eso vine, por las costumbres, el olvido, la hermosura y los hombres. Porque siempre hay modos. Oí caer mis pisadas sobre las piedras redondas con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas repitiendo nombres: aquí no queda nadie, mamá. Decía mi padre que la palabra madre es una grosería, un arrebato, que mamá es más amoroso, más del pecho. Aquí no queda nadie, mamá. Ni fantasmas quedan. Oigo mis puras pisadas. Tal vez el norte: felices andarán las ánimas de barrio en barrio sin
saber lo que fueron. Lo fantasmagórico emigró también. Ni tumba que fuera el pueblo. A lo mejor tristes las ánimas, echando de menos la lágrima otoñal del ciruelo, lo íngrima de la trastienda, la mentira de una cerveza escarchada oyendo la radionovela, las rezanderas y su canto funesto. A lo mejor las ánimas no emigran y están aquí, debajo de mis pisadas, en lo lápida que se tornó el silencio en que dejamos las calles, que ni el resuello del viento, ni la hojarasca cayendo. Y las rezanderas se van, ay, cantando, cantando La barca que es emigrar y muerte y abandono y reclamo y soledad: adiós, mujer. Y a qué iban a quedarse acá, madre: mamá. Ni ojo que les llore ni rosal que les adorne la fecha de defunción. Que no vuelvan, así diles.
Río de Palabras
a) Dejo caer este poema entre los pies de los que ya no vuelven. Lo dejo correr como agua picada en la lengua de los muertos: lo libero. Olvido su nombre y relación con la materia. Él no busca la luz ni la floristería; prefiere a los parásitos. Teme regresar a la misma orilla en que lo hallé mendigando, teme los bautizos y las siembras. Este poema –potro desbocado, gota de tumba, tierra en embriaguez– no sabe de vocablos. Dice nunca haber oído sobre dioses, mucho menos de pájaros. Dice no conocer a los poetas.
y rocas. Una música de tundra agita los pinos entumecidos. La primera raíz del verso es herencia de un barco roto; Barco débil que es montaña y desnudez, barco que es una mujer dentro de otra.
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LA GUALDRA NO. 227
El instrumento de Dios Por Carlos Martín Briceño
Río de Palabras
Para mi hermano Enrique —¿Qué es lo que me trae aquí? —preguntó la vieja por segunda vez. —Una buena pieza...; una pitillera...de plata... véala. Fiodor Dostoyevski Una vez que termina, guarda el formón chorreante en el maletín de cuero, sale de la casa cerrando tras de sí la puerta. La calle está vacía; es una de esas tardes de verano en que el calor quema con fuerza y obliga a todos a buscar refugio en sus hogares. Ya casi es la hora del almuerzo. Avanza rápido, con la cabeza gacha; un zumbido ensordecedor llena sus oídos; el trayecto le parece interminable, trata de no pisar las líneas divisorias que decoran la acera de concreto, como si actuara para un público parapetado tras los miriñaques polvorientos de los inmuebles. Justo antes de llegar a la cantina, una mujer mayor, con amabilidad, le saluda; él, no hace caso (ella contará después que en ese instante vio en el reflejo de su mirada al mismo diablo). Ya en el bar, va derecho al baño; bajo el chorro de agua del lavabo, brazos y manos pierden las manchas de sangre secas por el sol de agosto; desecha la camisa (su esposa siempre coloca en el maletín una muda limpia por si acaso) y se alinea el pelo con los dedos mojados; en ese instante empieza a escuchar el fragor del sitio: el murmullo de los parroquianos, el chocar de botellas sobre mesas de metal, la risa inconfundible del propietario y al dueto cantando un corrido. Bebe la primera cerveza de golpe, como si el acto infundiera vida; ni siquiera tiene que pedir las siguientes, ya lo conocen: cuatro coronas y enseguida el desempance: ron con Coca-Cola, tres o cuatro a lo sumo, sin botana; así ha sido cada viernes desde hace más de cinco años. Pero hoy es martes; va por el sexto ron y aún no pide la cuenta. Le traen un plato de oreja de puerco en salpicón. Con los dedos coge uno de los trozos rosados y lo engulle lentamente. No está acostumbrado a comer cuando toma; no obstante tiene tanta hambre que, poco después, del guiso sólo queda el caldo. Un muchacho flaco y moreno se le acerca; carga una bandeja con mazapanes, cocadas y merengues. —Para contentar a la doña, patrón —le dice, guiñándole un ojo, y coloca los dulces sobre la mesa. A través de la bruma del octavo trago repasa con la mirada la mercancía y rehúsa la oferta, moviendo la cabeza de un lado a otro. Poco a poco las mesas van quedando solas. Ha entrado la noche. De un momento a otro le traerán la cuenta. Tendrá que salir de este sitio donde se halla tan a gusto. Ahora mismo se encuentra absorto en la contemplación de sus manos callosas, como queriendo encontrar
José Antonio Martínez Porras. Taller de carpintero. España.
Luke Fildes. El doctor. 1891. Óleo sobre lienzo, 166 x 242 cm., Tate Gallery, Londres.
una explicación. Observa las rugosidades que se forman en los nudillos, el color pálido de las palmas y el anillo de casado que transporta por instantes su mente a otra parte; luego entrecruza los dedos y pierde la mirada en el vacío. Cuando los uniformados entran, sólo quedan dos mesas con vida: la de un par de viejos
borrachos y la de él. De inmediato lo reconocen. La descripción de la sirvienta de los Povedano fue exacta. Allí está, sin oponer resistencia, dejándose llevar suavemente como una marioneta ante la mirada atónita del cantinero. No te explicas cómo se enteraron tus compañeras antes que tú. Unos dicen que fue por
boca del conserje. Otros, le echaron la culpa a las secretarias. Recuerdas que, al día siguiente, escuchaste a tu tía, furiosa, reclamarle por teléfono a la madre superiora su falta de cuidado para manejar la situación. La verdad, cualquiera pudo haber sido: la noticia corrió con rapidez. Se trataba de un acontecimiento inusual. El psicólogo comentó que, aunque
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El doctor Povedano lo dijo muchas veces: No hay en todo Mérida mejor ebanista que Roberto. Y era cierto. Bajo el cuidado de sus manos, el mueble de madera más viejo recobraba la gallardía perdida entre capas de maltrato. Daba gusto verlo trabajar. Hasta se relamía los labios cuando lijaba las piezas. No había clavo que se le resistiera: entraban a la primera, sin dañar el punto elegido. Y qué decir de sus acabados; ya fuera escoplo, lija o formón, no se detenía hasta lograr el efecto deseado; luego venían las caricias, como si se tratara de una mujer hermosa. Ay, don Roberto, decía la sirvienta de los Povedano, si no fuera usted casado... ya quisiera me trataran igual que a la cómoda. Por aquel tiempo nadie hubiera imaginado al carpintero capaz de algo así. No es lo mismo, comentarían los vecinos del rumbo, aborrecer a una persona que desear su muerte. Y es que, salvo su familia, todo el barrio tenía motivos suficientes para odiar al doctor Povedano. Lo del agio comenzó de pura casualidad. Dicen que la culpa fue de la gente que le daba sus alhajas en prenda cuando no tenían para la consulta. Eso de seguro lo mal acostumbró. Con el paso de los años, se hizo de un considerable lote de joyas que vendió a muy buen precio. Al ver la ganancia, decidió dedicarse de lleno al negocio de prestar dinero al interés. Nunca abandonó su consultorio. Al contrario: jamás tuvo tanta clientela. Y cómo no, alegaban otros médicos menos afortunados que él, los enfermos que van con Povedano, buscan alivio por partida doble, así no se vale. Por eso fue expulsado de la Asociación Médica. Incluso se habló de promover el retiro de su cédula profesional. El rechazo de sus colegas lo sumió en una depresión que sólo encontró alivio en la acumulación de propiedades. Y si antes se tentaba el corazón para arrebatar objetos depositados en prenda, ahora hacía cuanto estuviera en sus manos para quedarse con ellos. Desempleados, viudas, madres solteras, ricos venidos a menos y todo el que no fuera capaz de sostener el pago de intereses, desfilaban por el consultorio pidiendo clemencia. La respuesta era siempre la misma: ¿Acaso te puse una pistola en la sien para obligarte a firmar los pagarés? Roberto nunca pensó necesitar de él. Bien lo conocía. Durante años dio mantenimiento a los muebles de aquella casa. Le aterraba la idea de encontrarse en lugar de alguno de los individuos que hacían fila en el consultorio del
Río de Palabras
no fue la mejor manera de informarte, debes superarlo regresando al mismo colegio y sólo así podrás vencer las pesadillas que te impiden dormir. Pero nada en el mundo te hará volver. Prefieres perder el curso escolar y dedicarte por entero a ver televisión. Al menos así no te das cuenta que es de noche. Ya estás hastiada de tanto llorar. Lo único que quisieras es sacarte de la mente esa tonada del piano y la escena en que, frente a todas, en medio de cuchicheos, la madre superiora detiene la clase de música para hacerte el anuncio de la desgracia.
doctor Povedano. Pero nadie espera, de un día para otro, hallar a su hijo enfermo, postrado en cama. De más está narrar la forma en que se dieron las cosas. Baste saber que Roberto no pudo cumplir con las obligaciones adquiridas y, antes de diciembre, su pequeña casa pasó a formar parte de la fortuna de los Povedano. Unos piensan que lo planeó de antemano. Sin embargo, no fue así. La sirvienta confirmó que ella llamó al carpintero para arreglar las mecedoras de petatillo. Y eso era lo que Roberto estaba haciendo cuando le avisaron que el dueño de la casa quería hablar con él. Se encaminó confiado. No esperaba tener que enfrentar esa situación tan pronto. Aún faltaba un mes para finalizar el año. Lo encontró solo, almorzando en el comedor, y permaneció de pie, del otro lado de la mesa. Transcurrieron varios minutos antes de que cruzaran las primeras palabras. Únicamente se escuchaba el chirriar de los cubiertos sobre el plato al cortar la carne y el ruido del
abanico de techo. Dos veces tosió Roberto para romper el silencio. Cuando el doctor comenzó a hablar, lo hizo con la boca llena, sin levantar siquiera la mirada. Fue directo al grano. Le dijo que mañana tendría que desocupar su casa en vista de que no estaba al día con los pagos. Las palabras retumbaron con tal fuerza en la cabeza del carpintero que la vista se le nubló. Tuvo que aferrarse al respaldo de una silla para no caer. De nada sirvió suplicar. ¿Acaso —inquirió molesto el agiotista— te puse una pistola en la sien para firmar los pagarés? Roberto escuchó la pregunta a lo lejos. Su cuerpo continuaba allí, pero su mente era otra, no era suya, ahora pertenecía a todos los desgraciados que esperaban cita con el doctor Povedano; supuso que lo habían elegido como instrumento de venganza: él era el dedo de Dios. Sintió que bajo el brazo derecho algo lo lastimaba. Era el formón que, por descuido, olvidó dejar junto a los muebles. Ésta, se dijo, debe ser la señal.
Entonces asestó sin misericordia los primeros golpes. Un zumbido sordo le llenó los oídos. El cuerpo del doctor fue tiñéndose de rojo a medida que el filo de la herramienta se le incrustaba. Nervios y tuétano quedaron al descubierto emulando las vetas de la madera. En el cuarto de atrás yacía enferma de ciática la anciana esposa de Povedano. Sólo acertó a juntar las palmas de las manos en señal de súplica antes de ser degollada. Chorros de sangre escurrieron por las sábanas hasta el piso. La última víctima llegó puntual a encontrarse con la muerte. Una gripe con calentura le mandó más temprano que de costumbre a casa. Era la hija mayor del doctor Povedano. Aquélla que le había dado también una nieta. Fue la única que opuso resistencia. Pequeños mechones de pelo arrancados de raíz al asesino fueron hallados junto a su cadáver. Cuando terminó, Roberto Paredes guardó el formón chorreante en el maletín de cuero y salió al sol del mediodía cerrando tras de sí la puerta.
Patrimonio Cultural
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LA GUALDRA NO. 227
Parroquia de San Pantaleón, en el olvido de autoridades. Latente riesgo de saqueo* Por Alma Alejandra Tapia Ante el olvido de la Iglesia y la autoridad gubernamental, don Nicandro Sarellano Márquez desde hace por lo menos 12 años resguarda la Parroquia de San Pantaleón edificada en 1663 y que se ubica a dos horas y media de la capital zacatecana. Se trata de un recinto religioso de cuatro siglos de antigüedad que guarda en su interior 74 piezas consideradas bienes culturales del Estado y la nación, de acuerdo a la clasificación que les da el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). El inmueble blanco al exterior guarda misales, textos religiosos en latín y español, pinturas de lienzo virreinales, casullas o vestimenta de sacerdotes (alguna con hilos de plata), utensilios litúrgicos, un órgano, imágenes de santos como las de San Andrés, San Antonio y San José, esculturas, un confesionario, candelabros y muebles que en su mayoría datan de los siglos finales del XVI y todo el XVII (aunque hay piezas posteriores); durante décadas todas han estado expuestas a la merced del saqueo y el deterioro. No por descuido de su custodio, sino por la carencia institucional de una política de salvaguarda de la parroquia escondida en La Noria de San Pantaleón (Sombrerete), un pueblo fantasma de apenas cinco decenas de habitantes que además de rendir culto a su patrono de origen turco, San Pantaleón, también tiene su espacio alterno para la Santa Muerte. Nicandro, el hombre de poco más de 60 años de edad no tiene un nombramiento ni el reconocimiento del INAH o cualquier otra autoridad para dedicar parte de su vida a cuidar los bienes culturales y religiosos que son piezas importantes del rompecabezas de la historia virreinal en Zacatecas. El inmueble alberga en completo deterioro un lienzo que representa la conversión de San Pantaleón, y a que a decir del INAH es el único vestigio novohispano que queda con esa imagen. Con motivo de un corto circuito en 2004 el lienzo de la aparición de la virgen de Súchil tiene graves quemaduras. Ambos tienen antecedentes del siglo XVII y XVIII. Los cajones de un mueble ubicado en la sacristía guardan desde gordos y pesados misales en latín con portadas de cuero, catecismos fechados en 1634, 1793 y 1892, hasta libreras
Fotos de Miguel Ángel Núñez
Capilla de San Pantaleón
de inicios del siglo pasado donde están los nombres y la cantidad que los feligreses daban de diezmo. También hay una nota de hace casi un siglo de un periódico español que alude al santo patrono. Se requerirían varios días para conocer a grosso modo los textos que en esos estantes se esconden. Tapar las goteras de la iglesia, pintarla y otros cuidados mínimos se hacen no por intervención gubernamental, sino por la gestión de don Nicandro con Guillermo Hernández Castañeda, gerente de la Minera Peñoles Unidad Sabinas ubicada a unos metros del lugar. Esa empresa manda a sus albañiles para que le metan mano, “se han portado muy bien”, dijo el sombreretense durante el recorrido hecho por la iglesia. Aseguró que no existe ni el mínimo presupuesto para la conservación de dicho patrimonio. “Aquí nunca viene la autoridad”. Aunque Carlos Augusto Torres Pérez, delegado del INAH dijo que para el mantenimiento de sitio y su restauración, debe primero haber un estudio para intervenirlo con el fundamento científico mínimo, lo cual anunció, se hará este año. Si bien el funcionario admitió el deterioro
del sitio, aseveró en entrevista que la institución se encarga de la conservación del inmueble por ser parte del catálogo de monumentos históricos y estar protegido en el artículo 36 de la Ley Federal de Monumentos, Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas. Además porque está en el territorio del Camino Real Tierra Adentro. Por su antigüedad y el esplendor que representó en el siglo XVII con el auge minero, San Pantaleón es un acervo de valor incalculable, reconoció el funcionario federal. En tanto, don Nicandro aseguró que en los 12 años que la tiene a su cuidado, no sabe ni quién es el INAH. Sólo en un par de ocasiones han ido restauradores a llevarse muestras y hacer inventarios pero jamás regresaron, relató. Saqueo al patrimonio; autoridad lo minimiza, experta lo lamenta Derivado de un convenio entre el INAH y el Colegio de Michoacán (COLMICH) para la restauración y mantenimiento de la parroquia, hace aproximadamente dos años, fue Mirta Insaurralde, investigadora titular A del laboratorio de análisis y diagnóstico del patrimonio
de dicha institución educativa, a quien Nicandro especialmente la recuerda porque con la promesa de regresar hasta ahora incumplida, recortó y se llevó “un pedazo” del cuadro de Nuestra Señora del Súchil, una pintura del siglo XVII o inicios del XVIII, según fechas avaladas por las autoridades. En San Pantaleón desde hace años sólo se oficia misa en la fiesta patronal (27 de julio). Los creyentes se deben cooperar para pagarle al padre, quien les cobra un promedio de mil 550 pesos por cuatro ceremonias en dos días. Sin pago no hay servicio. Ya saben que también se llevará las limosnas de los creyentes de modo que se irán con una cantidad de hasta 3 mil pesos en total, comentó el custodio. Aplicaría quizás la máxima del historiador, José Enciso Contreras, “Ni hormigas donde no hay granero, ni curas donde no hay dinero”. Aunque son pocas las ocasiones en que van los “padrecitos”, Sarellano lamentó que ellos también se han llevado antigüedades de la parroquia, no obstante, nunca se atrevería a revisarles sus bolsas, sólo sabe que así es porque han desaparecido objetos de la sacristía. Recordó que hace cuatro años aproxima-
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Patrimonio Cultural
damente un sacerdote de nombre “Donato” le pidió prestada la novena de San Pantaleón, un texto en latín del siglo XVII que ya no regresó. Sólo sabe que el presbítero ahora vive en Jiménez del Teul. También relató que hace 20 años una maestra de la comunidad fue casada por un padre que se llevó vestimenta virreinal de la parroquia para decir la misa y nunca la regresó. “Cuando venían, si a un padre le gustaba algo se lo llevaba prestado pero ya no regresan”. Había varias “campanitas”, hoy queda nada más una. Hace tiempo don Nicandro no su hubiera atrevido a entrar a la sacristía y revisar a los visitantes, “pero como están las cosas yo creo que ya hay que hacer eso”. Al respecto, el delegado estatal del INAH desconoció el saqueo denunciado por el feligrés, incluso aseguró que en Zacatecas el robo del arte sacro no es grave, el último caso del Divino Preso en Bracho se pudo recuperar. De modo que instó al custodio a hacer la denuncia en el Instituto y así la Procuraduría General de la República (PGR) busque las piezas. Maricela Valverde Ramírez, una restauradora y estudiosa del arte sacro virreinal desde hace más de dos décadas, difirió con la versión oficial pues dijo, el saqueo del que ha sido objeto la capilla de San Pantaleón no es algo que sorprenda ni es propio de ese lugar. El robo y abandono del arte sacro y prehispánico “es tema de todos los días”. Aseguró que hay gente que puede vender puntas de flecha en 20 pesos. Opinó que si bien el INAH tiene un inventario del arte sacro de las más de 300 iglesias del Estado, suena paradójico que si conocen de ellas y en concreto de las de San Pantaleón estén en alto grado de deterioro, por ende se mermen, mutilen o roben. “¿Cómo es posible, quién le va a poner un alto?”. A decir de la autora de libros como el de Ignacio Berben, un pintor del Reino de la Nueva Galicia siglo XVIII, la pérdida de una pintura, escultura o texto litúrgico de los que están en La Noria significa desechar una parte de la memoria colectiva, pues son documentos históricos. “La historia se arma como si fuera un rompecabezas” y si se pierden las piezas o se mutilan se va con ello información del pasado. Por protección de la parroquia, Valverde, investigadora de la UAZ, evitó decir cuánto puede llegar a costar un lienzo de los que tiene San Pantaleón, pero la realidad dijo, es que el mercado negro es muy amplio y de nadie es desconocido que grandes y pequeñas piezas de arte sacro son comprados por museos, universidades o coleccionistas privados de otros países Valverde creyó que los recintos religiosos de este Estado tienen las características de un museo y al ser San Pantaleón uno de ellos, más allá del costo monetario, cada pérdida es inestimable y los zacatecanos no se deben dar el lujo de perder esa identidad. Una medida sería tener catálogos razonados con la descripción de las piezas. El INAH tiene un inventario de la parroquia de La Noria pero desconoce del saqueo según las declaraciones del delegado. Nicandro
Pinturas de la Parroquia
Parroquia
Sarellano carece de uno, sabe lo que hay porque ya lo tiene en la mente y objetos como el órgano lo tiene “más cuidado” en la parte del coro. No sabe ni le interesa lo que cuestan esas piezas, comentó, pero está en el entendido de que valen mucho dinero porque cuando van valuadores y pintores entre ellos platican que son muy caras “pero a nosotros no nos dicen”. La estudiosa del arte virreinal lamentó por tanto el descuido gubernamental y recordó que hace cinco o seis años en el Templo de Jesús en Zacatecas se robaron dos cuadros del viacrucis y eran por encargo. Si se da un vistazo a otras iglesias, las pinturas, esculturas y objetos de uso litúrgico están en abandono total, hay esculturas coloniales con ataques biológicos y Cristos del siglo XVI en peligro de quemarse por un corto circuito como sucedió en San Pantaleón con la pintura de la virgen del Súchil. Mientras ello sucede, Valverde cuestionó que cada vez se recorta más el recurso a la cultura y no hay políticas donde demuestren que les importa el patrimonio, a lo más las instituciones patrocinan publicaciones de algunos
libros y hasta eso es un viacrucis. Proyecto de rescate este 2015 La parroquia de San Pantaleón ubicada en un pueblo minero fundado en 1553 y por ende en los confines del mundo novohispano, según palabras del historiador José Enciso, coincidentemente ha captado el interés del INAH y la semana pasada en entrevista anunció el delegado, se dará continuidad al convenio con el COLMICH para este mismo año conformar un “proyecto integral” que permita la gestión de recursos para su cuidado. Sin conocer aún del proyecto de rescate, José Enciso consideró que sería importante invertirle al inmueble para preservarlo, ya que su grandeza es tal que en ella se nombraron los capitanes y grados militares para la expedición conquistadora de Nueva Vizcaya encabezada por Francisco de Ibarra. Aunque también dijo que si la autoridad no conoce el patrimonio histórico y los episodios “grandiosos, emocionantes o terribles” que ocurrieron en San Pantaleón, no estará
motivada a cuidarla. Quizás no sabe el INAH, porque generalmente “son hasta pesados y latosos” en la conservación de ese tipo de patrimonios, agregó. Carlos Augusto Torres insistió que la delegación a su cargo junto con el COLMICH y el Centro de Patrimonio Unesco actualizan un diagnóstico de conservación de la parroquia para que en este 2015 implementar estrategias de restauración. Reconoció el deterioro del lugar y su exposición a factores permanentes de riesgo, de modo que aseguró, San Pantaleón será una prioridad del INAH y habrá acciones concretas a la segunda mitad de este año. Hasta hace 12 años la Santa Muerte ocupaba un altar en dicha parroquia católica pero fue expulsada por un sacerdote. Hoy en ese sitio está un Jesús Nazareno y la Santa Muerte ya tiene su propia capilla en La Noria de San Pantaleón. * Reportaje merecedor de Mención Honorífica del Premio Estatal de Periodismo Cultural 2015 en Zacatecas.
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De la culpa y otras resacas
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Por Carlos Flores Lo volví a hacer pese a que me había prometido por enésima vez que nunca más caería en la tentación. Es curioso cómo olvida uno las situaciones que alguna vez se tornaron conflictivas, y aunque el resultado sea doloroso y se sienta la culpa correr por las venas mordiendo la poca dignidad que aún queda, es fácil volver a cometer los mismos errores. Quizá se deba a que el estímulo es placentero y que ya entrado en materia es muy simple mezclarse en la multitud y pasar desapercibido, incluso para uno mismo. Eso es exactamente lo que pasó ayer. Estaba entre muchas personas cuando la vi llegar, más llenita que de costumbre, pero aún así se veía muy apetecible. La ignoré lo más que pude, mientras ocupaba los labios con la de los destellos verdes esmeralda. Pero me cansé de la primera. Entonces me acerqué y comencé a tratarla. Entre más nos relacionábamos más caía en su influencia. Llegó un punto donde me dejé ir y me olvidé del mundo hasta el momento en que se fue. Más tarde, salí de esta primera
multitud y fui al encuentro de otra. Mientras la banda tocaba algunas rolas de Pink Floyd la vi al otro extremo de la mesa. No me pude contener. Me acerqué sigilosamente y entablé una relación de deseo y culpa con ella. El tiempo pasó y de nueva cuenta el mundo alrededor se difuminó. En esos momentos es cuando quisiera que mi conciencia me advirtiera del peligro, que me recordará lo que
se siente el perder la dignidad, que repitiera en mí la sensación de la agobiante culpa, que palpitara en mis venas la resaca terrible del día siguiente, que me diera, aunque fuese con un pequeño grito ahogado, señales de esos espantosos momentos cuando uno cae en la cuenta de la gravedad de lo cometido. Desgraciadamente no pasa nada y uno vuelve a cometer el mismo error
una y otra vez, sin ni siquiera sentir en esos momentos un poco de remordimiento, ni precaución ni culpa por lo que se hace. Es como si existiese un influjo mágico o místico que envuelve el objeto del deseo, que hace que quien caiga en sus redes se olvide del tiempo presente, pasado y futuro. Había dicho que ya no más. Y esta noche fueron tres, no sólo una. En ningún momento pasaron por mi mente las promesas que me había hecho. En ningún momento me atormentó la culpa. Me dejé llevar por el color verde esmeralda de la primera, me olvidé de todo en las olas doradas de la segunda y rematé en los brazos cafés de la tercera. Tengo que nombrarlas para exorcizarlas y esperar con ello un poco de piedad: Dos Equis Laguer, Tequila Tradicional y whisky Ballantines. Éstas son las tres bebidas que me llevaron a la perdición. Con una de ellas era suficiente para tener esta resaca, pero las tres mezcladas se convierten en un verdadero infierno. Lo malo que apenas comienzan los festejos.
El Picaporte Visualizar no es sinónimo de ver Por Simitrio Quezada La vanidad de muchas personas públicas suele ser causa de que éstas procuren impostar sus mensajes mediante palabras “domingueras”. Olvidan ellas esa ley tan básica que dice que nunca hay que utilizar en nuestros discursos palabras de cuyo significado no estemos seguros. Esto es precisamente lo que sucede cuando en lugar del verbo “ver” algunos intrépidos utilizan “visualizar”. Las consecuencias son funestas: Estoy visualizando a esos niños que juegan… Tache. ¿Visualizas esa calle? Ahí venden lo que buscas… Otro tache. Hace mucho que no visualizaba un texto tuyo… Acabemos. En realidad, visualizar significa hacer visible artificialmente
Lucian Freud. Muchacha con el perro blanco. 1951-1952.
lo que no se percibe a simple vista. Visualizar es visibilizar:
ésos sí son sinónimos. Visualizar significa también
representar, mediante gráficas, fenómenos diversos: el crecimiento de la población en las últimas décadas, las preferencias electorales, los cambios de clima, entre otros. Visualizar es imaginar o volver visual en la mente algo abstracto o ausente. Se puede visualizar cómo estaré en el futuro, con quién conviviré, cómo será mi casa. Y luego regreso a mi realidad y veo mi casa actual y veo mi presente. Atendamos, pues, a lo que cada verbo significa, y no caigamos en el ridículo por querer impresionar. *Envíe comentarios y demás inquietudes a: siquezada@hotmail.com
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21 de diciembre DE 2015
Desayuno en Tiffany’s, mon ku Las Estrellas Solitarias Por Carlos Belmonte Grey y Patricia Garza (la única pescada) la película relata el periplo de un homosexual urgido de escapar de su pueblo rumbo a la capital para gozar de libertad y poderse transformar en mujer. Alrededor de este personaje nos metemos a la vida de una discoteca de espectáculos travestis, en la gestión del padrote y en la dura cotidianidad, contada con humor, de ellos/ellas en la Ciudad de México. Urdapilleta pone al espectador frente a un amplio menú de combinaciones sexuales y definiciones de género. Se libera de todo discurso médico-psiquiátrico y, sobre todo, se burla de la psicología de telenovela fuente de explicación para el origen de la “anormali-
dad” homosexual. Lo mismo hace con la otra tradicional argumentación tan gustosa de marginar y animar las sentencias biológicas hombre-mujer, la religión católica. Si sobre los primeros simplemente los ignora o parodia, a este último sí le dedica las secuencias iniciales y finales de su película para ironizar con una ácida crítica, y hasta si se quiere, profanar íconos y rituales cristianos. Karvelas, a quien entrevistamos al terminar la proyección de las Estrellas Solitarias en el festival parisino Chéries-chéris de este 2015, nos comentó que el proyecto surgió cuando Urdapilleta fue a un espectáculo travestis en el antro “Butterfly” justo en la
época en que estaba haciendo un documental sobre luchadoras. Durante la noche del show, al director se le ocurrió el argumento y lo metió a concurso en el Centro de Capacitación Cinematográfica de México (CCC), “se lo aprobaron, comenzó a trabajar, y creo que ahora es el primer trabajo de travestis del CCC”. Karvelas, La Valentina, quien destaca por su apariencia andrógina –es muy alta, delgada y de rostro alargado-, comentó nunca haber estudiado actuación, sino que sus apariciones en algunas series y comerciales surgieron, precisamente, por su presencia física. Éste es su primer estelar en un largometraje interpretando a su propio personaje con algunos aditivos. Su personaje funciona para construir el binomio con Jorge Arriaga, Joanna, más regordeta, morena y bajita. De esta manera, las dos locas se burlan de los estereotipos del machismo mexicano. Estrellas solitarias tendrá -lo comentó la propia Karvelas- poca corrida comercial, a pesar de haber sido proyectada ya en más de una decena de festivales nacionales e internacionales y de haber obtenido un contrato para aparecer –si la memoria no nos falla- en 10 salas de circuito comercial. El problema es el impuesto a la Copia Digital (alrededor de 10 mil pesos por cada una). La copia no asegura que se mantenga en salas ni en horarios estelares. Por eso piensan mantenerse más en circuitos alternativos.
Castillo de sal si puedes Por Ester Cárdenas Veo los listados de los libros más vendidos, en las grandes superficies y por más que busco no encuentro uno solo de poesía, ni infantil. Encuentro El Principito, pero éste no es un libro hecho para niños y si aparece en esa lista es gracias a la cinta (exitosa) de dibujos animados. De toda esa relación rescato, aparte del antes mencionado, La chica del tren, de Paula Hawkins, un excelente thriller editado por Planeta. En esta novela el maltrato nunca es explícito, pero poco a poco vamos desenredando la madeja. Por otra parte a veces las portadas, el eslogan y la cuarta de forros son tan buenas que uno cae en la trampa de comprar y leer un mal libro, a mí me pasó con Blancanieves debe morir de Nele Neuhaus, escritora alemana, quien según la cuarta de forros cansada de ser rechazada
por diversas editoriales decidió invertir en auto publicarse. Cuando ya había vendido más de trescientos mil ejemplares una editorial decidió comprarle los derechos y editarla, de ahí en adelante no fueron miles sino millones los que vendió. La novela es predecible, con personajes chatos, donde destacan principalmente mujeres un tanto malvadas. Esto nos demuestra que el mal gusto está como dirían los Beatles, “Aquí, allá y en todas partes”. Dos de los últimos premios Pulitzer en ficción (novela), 2013 y 2014 son extraordinarios, la primera El huérfano de Adam Johnson (Seix-Barral) nos lleva suave pero firmemente de la mano al averno de Corea del Norte. La segunda El jilguero de Donna Tartt (Lumen) en el cual el personaje central, casi adolescente, va con su joven y bella madre
(divorciada) al MET (en Nueva York) a hacer tiempo mientras se llega la hora de ir a su escuela donde ella debe conversar con el director respecto a una posible expulsión del personaje central. En el museo su madre le enseña una vez más (ya lo ha llevado varias veces) el pequeño cuadro de El jilguero, de Carel Fabritius (1654.
Óleo sobre tela. La Haya), uno de los discípulos más aventajados de Rembrandt. En un momento ambos se separan y estalla una bomba…, el resto lo sabrán si leen la novela. En fin, el espacio se acaba pero la próxima, que será en enero, haré una lista un poco más extensa de libros con mayúscula. ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Año!, y ¡a leer!
Cine
De tour nocturno por la Ciudad de México: recorriendo antros desde Neza hasta ¿la Doctores o la Roma? De los espectáculos travestis y transgéneros hasta los shows zoofílicos de animado público militar pasando, evidentemente, por las calles de prostitución mayatona. Por fin, la madrugada se ve caer en el departamento, decorado a lo más rosa de la cultura Barbie –literal y figurativamente-, compartido por un travesti de tipo andrógino y un homosexual con tendencia trans. Así de cozy es el ambiente de la cinta Estrellas Solitarias dirigida por Fernando Urdapilleta. Actuada por Dana Karvelas, Jorge Arriaga
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LA GUALDRA NO. 227
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Invitaci贸n
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Licha
Río de Palabras
Por Alberto Huerta Para Jánea Estrada Lazarín y Juan Carlos Villegas. “Un sueño del que uno solo se despierta cuando ingresa en un sueño de verdad”. Mario Benedetti Toda la vida quise ser bailarina. No bombera, ni repostera, ni maestra. No… modista o costurera no, tampoco enfermera. Bailarina. ¡Sí! Sin que realmente hubiera visto bailar a una bailarina. Sabía lo que eran los bailes, porque en el pueblo somos alegres. Jodidos… pero contentos. Y no es por presumir, pero se nos da el baile. Y muy bien. Alguien me dijo… creo que mi tía Engracia… que había otras formas de bailes. Y la música no era como la que se tocaba en los bailes del pueblo. Y me mostró un recorte de una revista. Y ahí estaba: una mujer que parecía que volaba. Con zapatillas atadas con listones. Y una bonita falda vaporosa que dejaba ver por completo sus muslos y piernas. Toda vestida de blanco. Era bellísima. En mi vida había visto una mujer tan hermosa. Chula de bonita. Quedé embobada. Ésta es una bailarina, me dijo mi tía. Yo me preguntaba: ¿Cómo será su baile? Mi tía Engracia dijo que bailaban al compás de una música hermosísima. Parece que sus cuerpos flotan. Mi tía Engracia me trajo unas medias rayadas, y un refajo de una tela transparente cuando regresó de Fresno, California. Mi mamá me dice que las medias son de payaso globero pero yo le digo que no, que son de bailarina. Yo me visto así, con el refajo, las medias y sujeto mis cabellos pelirrojos con una pañoleta azul celeste. Me echo encima un jorongo y me voy al auditorio. Cargo con mi muñeca de compañía. Ella también lleva medias rayadas. Casi está pelona por tanto peinarla con el chino. Me la trajo mi abuelo Felipe cuando regresó en unas navidades de Chicago. Al terminar las fiestas se regresó a Chicago. Ya no lo volvimos a ver. Dejó de escribir y de mandar dinero. Unos dicen que se fue a Alaska. Otros lo vieron en Las Vegas. Y algunos aseguran que está en Florida, en Orlando. El caso es que nunca regresó. Mi abue Pachita murió sola. Sentada en una
Juan Carlos Villegas. Alicia en sueños. Caseína y óleo sobre tela. De la serie Mundanal. La exposición Mundanal e Imaginario está en exhibición actualmente en el Museo Zacatecano.
silla de mimbre se pasaba las tardes rezando larguísimos rosarios en el patio, con la mirada fija en el naranjo. En el auditorio me tiendo sobre el piso de cemento y entre aquellas cuatro paredes grafiteadas me pongo a soñar despierta. Sueño que mis papacitos se llenan de contento, y también me mira el Prisciliano con la boca abierta, porque debajo del refajo transparente estoy desnuda. Sí, en cueros… Y me miran mis amigas: La Yoya y la Pepa que ya están piense y piense en irse a California. Y hacer si vida allá. Nomás regresarán pa’ las fiestas de la virgen. A los bailes con Los atrabancados de la sierra. A las comidas campestres. A los paseos por las huertas. Y luego, regresarse a trabajar allá. Yo sólo quiero bailar y así, en aquel auditorio frío y vacío bailo con mi refajo transparente y mis medias rayadas. Y me digo a mí misma: ¡Tú vas a ser bailarina, Licha! ¿O qué no?
Navaja Por Pilar Alba Las niñas no juegan con navajas, si acaso con cuchillos para ayudar a las mamás en la cocina o con las tijeras para aprender costura; pero no con navajas, de nada les sirven. Declaró contundente mi abuelo y rompió en pedazos mi carta de peticiones navideñas. …Y una navaja suiza como la de MacGyver, de antemano gracias y prometo portarme bien y no hacer tonterías con ella. En ese momento la poca ilusión y confianza que tenía en los milagros navideños se disipó por completo. Las palabras del patriarca fueron tajantes; y era él, aunque a esa edad me negara a reconocerlo, quien compraba los regalos. Me quedé con las ganas, pero no dejé de lado mi deseo. Al año siguiente hice lo mismo, otra vez apareció la petición en mi carta navideña; antecedida de un juego de belleza y una muñeca, para despistar al ene-
migo, no quería que ése fuera el pretexto para que ahora no me la trajeran. …Y una navaja suiza de ésas que son muy útiles cuando algo se descompone. El abuelo no rompió la carta, maliciosamente la volvió a dejar en su sitio, despertando mi esperanza hasta el día veinticinco en que aparecieron los tres regalos: la muñeca, el juego de belleza y… un mandil con una nota que rezaba: éste también es útil para cuando se descomponen las cosas. Al año siguiente el abuelo murió, así que en Navidad nadie tuvo ánimos de hacer cartas. Cenamos, rezamos, nos dimos el abrazo como era la costumbre. Al día siguiente milagrosamente encontramos unos regalos. El abuelo lo había dispuesto todo en su testamento. Abrí la caja pequeña, con mi nombre, ahí dentro estaba la navaja… ésa con la que él se había suicidado.