SUPLEMENTO CULTURAL
No. 212 - 7 DE SEPTIEMBRE DE 2015 - AÑO 5
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Panorámica del Cerro de la Bufa al amanecer. Fotografía de Juan Carlos Villegas.
Desde el siglo XVI se celebra en nuestra ciudad el día 8 de septiembre, fecha en la que se llevan a cabo dos fiestas, una de carácter civil: el descubrimiento de las minas de Zacatecas (1546); y la otra de carácter religioso: la fiesta de la natividad de la virgen María, a quien se adopta como santa patrona en mayo de 1559 y por consiguiente se le da a la ciudad el nombre de Las Minas de Nuestra Señora de los Remedios de los Zacatecas.
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La Gualdra No. 212
LA GUALDRA NO. 212 / 7 DE SEPTIEMBRE DE 2015 / AÑO 5
Desde el siglo XVI se celebra en nuestra ciudad el día 8 de septiembre, fecha en la que se llevan a cabo dos fiestas, una de carácter civil: el descubrimiento de las minas de Zacatecas (1546); y la otra de carácter religioso: la fiesta de la natividad de la virgen María, a quien se adopta como santa patrona en mayo de 1559 y por consiguiente se le da a la ciudad el nombre de Las Minas de Nuestra Señora de los Remedios de los Zacatecas. Esta información nos fue proporcionada por el cronista de la ciudad, Manuel González Ramírez en una entrevista realizada el año pasado cuando hablábamos también del origen de las Morismas de Bracho. Con respecto a la virgen del Patrocinio, Bernardo del Hoyo Calzada consigna en su blog (http://bernardodelhoyoc.blogspot.mx) que en 1728 el Conde de Santiago de la Laguna “construyó en el cerro de la Bufa una capilla dedicada a Nuestra Señora del Patrocinio, la actividad cultural del Conde se debió a reconstruir la historia de la Ciudad de Zacatecas, y el hecho de dedicárselo a Nuestra Señora del Patrocinio, obedece a que es la imagen más antigua de Zacatecas. La patrona de Zacatecas, era la antigua imagen de Nuestra Señora de los Remedios de los Zacatecas, y la nueva imagen lo sigue siendo”. La Virgen del Patrocinio hoy es considerada como la Patrona de la Ciudad, se sigue venerando con devoción por la comunidad católica de Zacatecas y es tradicional que durante las primeras semanas del mes de septiembre sea visitada en su santuario en el Cerro de la Bufa. Mañana celebramos el 469 Aniversario de la Fundación de la Ciudad de Zacatecas y con este motivo hemos preparado un número especial en el que nuestros colaboradores se han dado a la tarea de hacer un ejercicio de memoria recordando cómo era Zacatecas y cómo es ahora; este ejercicio comparativo entre lo que recuerdan y lo que observan actualmente resultó sumamente interesante para nosotros y esperamos que para ustedes también. A mí se me ocurrió preguntar en las redes sociales cuáles eran las tres cosas que más añoraban y cuáles las tres cosas que más amaban de nuestra ciu-
dad. Quienes son de Zacatecas y viven fuera coinciden en señalar que una de las cosas que más añoran es el azul del cielo –ése del que le decía el número anterior que resulta difícil describir con palabras y que sólo viéndolo se puede constatar su magnificencia- y su gastronomía: el asado de boda, los tacos envenenados, los helados del Nilo, los dulces de la desaparecida dulcería La Esperanza, los quesos, la reliquia, las tunas y el mezcal. La mayoría de los que contestaron y que viven aquí, coincidieron en señalar que lo que más añoran es poder caminar por las noches en las hermosas calles de la ciudad sin la sensación de sentirse inseguros. En cuanto a lo que aman de Zacatecas, independientemente de dónde vivan actualmente, destacaron la cordialidad de la gente, el color del cielo, la luna al lado de la Bufa, los paisajes huizacheros, sus museos, tomar aguamiel de la que trae al centro un señor en su burro durante las mañanas, su tierra colorada, su comida, su belleza arquitectónica, la luz reflejada en la loza del centro cuando llueve, los tamales asados de la Tacuba, las campanadas de la catedral, el olor de la cantera mojada, el color de sus piedras, la neblina en invierno, las mañanas frescas. Coincido con todos quienes respondieron, uno no deja de añorar todas las cosas bellas que ha visto, vivido y probado en este mágico lugar y que poco a poco han ido o cambiando o desapareciendo. Pero Zacatecas sigue hermosa, ésta es una ciudad amable, uno puede amarla hasta la ignominia. Zacatecas no sólo vive de recuerdos, aunque los fantasmas sigan deambulando por sus calles majestuosas. Su patrimonio cultural tangible e intangible es vasto, riquísimo y colorido. La fortaleza de sus tradiciones nos mantiene en pie. Sigo pensando que quienes aquí vivimos podemos emprender acciones conjuntas para que esta ciudad recobre la esperanza, la tranquilidad, la bonanza de otras épocas. Hago votos porque así sea: feliz aniversario, querido Zacatecas. Que disfrute su lectura.
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Amanecer Por Gerardo del Río
Zacatecas: la ciudad y los ciudadanos Por José Eduardo Jacobo Bernal
La ciudad de Zacatecas, de lo habitable a lo exhibible Por María del Carmen Reyes García
Con menos Patrocinio, con más patrocinadores Por Simitrio Quezada Entre sueños Por Alberto Huerta A volar Por Pilar Alba
Una ciudad de muchos rostros Por Carlos Flores Zacatecas 1989: espacios y personajes de lectura Eduardo Campech Miranda Melancolía elemental femenina Por Roberto Galaviz Castillo de sal si puedes La nostalgia ya no es lo que era Por Ester Cárdenas
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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7 de SEPTIEMBRE DE 2015
Amanecer Por Gerardo del Río
Para Lizzully, que es la lluvia fresca de mi otoño. El cielo amaneció con algunas nubes, momentos antes el destello de azul metálico con matices de sangre y una parvada de grullas, su blancura se incendia en el horizonte, son una metáfora o un oscuro presagio de estos tiempos. Es un hermoso día de verano y a pesar de ello hay una semilla de melancolía que tiñe de un blues mi ánimo, los realistas esperan ansiosos el anuncio del paso de una realeza andrajosa, que nada tiene que ver con esta ciudad que se desmorona por los embates del tiempo, la naturaleza y la economía. Me bebo con parsimonia mi taza de café, el recorrido cotidiano por las calles que me llevan al trabajo. Hoy vestidos los balcones con absurdos gallardetes que imitan un pasado ominoso que no termina por irse, veo las seguridad privada y las vallas metálicas, escucho Construcao de Chico Buarque y oleadas de dolientes buscan un espacio en mi alma; la mañana está fresca y aromada por las pasadas lluvias que lavaron el rostro de la ciudad como si hubiera hecho una ablución antes del alba para mostrar ese rostro ajado sin perder su digni-
dad y belleza; ahora Chico Buarque canta para mí, mi paso se vuelve más rítmico, puedo sentir aún en mis labios el sabor fuerte y amargo del café, rememoro el trozo de pan tostado y la mermelada de higo, y siento el sabor efímero de la infancia, ésa llena de ausencias y momentos brillantes. Veo el pendón de la bandera española con el escudo acostado y sonrío, una alegoría precisa para lo que ayer empezó a ocurrir, se podrá sancionar a estas autoridades por una falta de respeto a sus majestades, sonrío y recuerdo a uno de mis santos de cabecera, junto a ese viejo barbón quise a mujeres como Rosa de Luxemburgo pero también a la Pasionaria, o en mi país a Benita Galeana; sonrío y pienso que esta lucha de años por un mundo mejor, esos tiempos en que tú y yo caminamos puño en alto o con rojas banderas agitamos las plazas, a pesar de las continuas derrotas siempre elegimos luchar y aún no se dobla mi cuerpo. La mañana me parece más brillante y creo que es digna de uno de los mejores días de verano, de esos días en que abandonaba mi cuerpo a la tibias aguas del balneario de mi pueblo y una felicidad líquida me envolvía totalmente, Paralamas
canta para mí con cierto regocijo que contagia O amor nao sabe esperar, la ciudad, ese animal antediluviano, se despereza, de sus entresijos callejoneros algunos restos del alba dan cuenta de cierta sordidez, la ciudad va mostrando su cicatriz y a pesar de la manos delincuenciales aún no pierde su belleza. Supe por las dimensiones de tus ojos mirar de otra forma esta ciudad, seguí el paso de tus largas piernas, las calles de ilustres nombres o de recovecos que guardan besos y caricias secretas, me gustan esas historias cotidianas de los habitantes que tu boca cuenta y con dulzura narra, de ésos que mantienen una resistencia heroica ante tanto golpe y palabras huecas, de aquéllos que han hecho de cuenta y con la demagogia su doctrina. Porque antes de amarte esta ciudad me era extraña, no como era de ti y de tu cuerpo que no busca redenciones, así aprendí a amar esta ciudad y su clima agreste, sabedor que en tu regazo encuentro la calma, que ahí dejo de ser ceniza y tolvanera. En mi caminar cotidiano veo con tristeza varias fincas que amenazan con el derrumbe y escapa de ellas un aroma de humedad y desahucio, de hospital que tiñe de dolencias el día, me consuela el olor a pan tierno que perfuma la mañana, pero me molesta la falta de áreas verdes y el exceso de luces que ocultan la mugre y la indolencia. Por la tarde, sé que mi regreso a casa después de la diaria actividad burocrática, será simple y llanamente una delicia, me espera un plato de sopa de verdura, mi libro y tu presencia sanadora.
Zacatecas 469 Aniversario
Gerardo del Río
Zacatecas 469 Aniversario
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LA GUALDRA NO. 212
Plaza de Zacatecas, de Ferdinand Von Tempsky, 1858. Foto tomada de la página de FB Temas Zacatecanos.
Vista de la Bufa. Pietro Gualdí, 1846. Foto tomada de la página de FB Temas Zacatecanos.
Zacatecas: la ciudad y los ciudadanos Por José Eduardo Jacobo Bernal1 Pese a no tener una fecha de fundación formal, los zacatecanos reconocemos el 8 de septiembre como el origen de nuestra ciudad, pues fue alrededor de ese día, pero de 1546, cuando un grupo de españoles, acompañados de indígenas caxcanes, llegaron a estas tierras en busca de minerales; tras llevarse muestras argentíferas y al descubrir la alta calidad de la plata decidieron regresar dos años después y asentarse en esta zona. Así, de manera casi fortuita, es que nació la Ciudad de Zacatecas. Construida de manera provisional hasta agotar los yacimientos mineros, cosa que aún no ha pasado, la ciudad fue creciendo sin seguir una estructura urbana predeterminada, pues sabemos que los hispanos estaban influenciados por las ideas de la Ilustración, según las cuales el espacio urbano debía de tener un orden geométrico y responder al modelo de damero, en el que la plaza ocupaba el lugar central y a su alrededor la urbe se desenvolvía en cuadros cada vez mayores. Zacatecas, sin embargo, adquirió una morfología propia y creció de acuerdo a su muy particular geografía. La ciudad se desarrolló a partir de un elemento natural, como lo era el llamado “Arroyo de la Plata”, siendo así que las casas más antiguas y los edificios más importantes se construyeron al borde de la corriente. A pesar de esta peculiar traza urbana, encontramos un elemento en común con el resto de las ciudades virreinales: la Plaza. Es allí donde confluyen las
avenidas más importantes y donde se reúnen los poderes civiles y eclesiásticos; en la Plaza se conjuga el afán de magnificencia propio del urbanismo barroco y el deseo de exaltar la monarquía centralista, vértice de todo el sistema político. El centro de la ciudad y su Plaza se convirtieron en el espacio de poder, por lo que quienes vivían en las inmediaciones adquirían inmediatamente un estatus social que redundaba en una posición privilegiada. Por otro lado, las clases populares, indígenas en su mayoría en un primer momento, se ubicaron en los márgenes de esta traza urbana, flanqueando los asentamientos hispanos; modelo que se repite en prácticamente todas las ciudades americanas. En Zacatecas se crearon tres grandes plazas que articulaban la ciudad: la Plazuela de Villareal, hoy Jardín Independencia; la Plaza Mayor, en el sitio que hoy ocupa el mercado González Ortega; y la Plaza de la Pirámide, también conocida como Plaza de la Constitución, Jardín Hidalgo o actualmente Plaza de Armas. Todas cumplían una función social importante, pues a su alrededor congregaban el abasto de agua, el comercio, las celebraciones cívicas y religiosas, la reunión de amigos, las plazas eran el lugar de reunión o el sitio para el descanso en medio del ajetreo citadino; en pocas palabras, se desempeñaban como centros de sociabilidad y de ciudadanización, ya que en esos lugares públicos es que se construía la idea del
habitante como eje del constructo urbano. Es evidente que conforme la ciudad creció adquirió nuevas necesidades y tenía que responder a nuevos contextos, por lo que la traza se modificó y Zacatecas fue cambiando su rostro. Un elemento clave para entender el urbanismo fue el estilo barroco, el cual, auspiciado por el auge minero y económico de mediados del siglo XVIII, promovió una renovación en la fisonomía zacatecana, pues tanto la Corona, como los propios habitantes, se propusieron dotar a la urbe de una infraestructura de servicios públicos hasta entonces inexistentes —alumbrado, empedrado, limpia de las calles y acequias— y darle una imagen de ciudad moderna, abriendo nuevos paseos en la periferia, ampliando y manteniendo en buen estado y arboladas las calzadas de acceso. Sin embargo, la lucha insurgente y la posterior independencia, con los vaivenes políticos de la primera mitad del siglo XIX, impidieron cumplir a cabalidad este afán modernizador, por lo que sería hasta el Porfiriato cuando Zacatecas lució una traza moderna, equipada con los requerimientos básicos no sólo para embellecer la ciudad, sino para hacerla salubre y funcional. Como un ejemplo de estos cambios modernizadores durante el Porfiriato, mencionaremos la necesidad que se tenía de un espacio comercial adecuado, por lo que en 1806 fue sacrificada la Plaza Mayor y se edificó el hoy Mercado González Ortega, satisfaciendo con ello una necesidad
de la ciudad. Hoy no permitiríamos la demolición del Mercado para recuperar la plaza Mayor, pues no tenemos necesidad de más plazas, se trata de una cuestión de diálogo entre lo necesario y lo histórico. En este sentido, ya durante el siglo XX ha habido nuevas transformaciones o remodelaciones, las cuales no siempre han respondido a necesidades sociales o de salud, ni siquiera estéticas, sino que tienen que ver con intereses políticos, en el peor sentido de la palabra; se ha dado una desconexión entre la ciudad y los ciudadanos, pues se ha roto la relación entre el espacio y sus fines sociales, las decisiones de transformación urbana se toman sin tener en cuenta ni al ciudadano ni a la ciudad, pues separadas estas entidades no conforman un espacio sociocultural, sino simplemente un entramado de concreto y acero. A final de cuentas, la ciudad y los ciudadanos mantienen una relación de ida y vuelta, en la que los cambios en la traza urbana se corresponden a los usos sociales; cuando una Plaza deja de ser pública y los habitantes dejan de sentirla “suya” será fácil transformarla o destruirla, pero mientras los espacios sean protagonistas de la historia cotidiana permanecerán intactos. 1
Docente Investigador de la Unidad Académica de Historia de la UAZ. Miembro de la Asociación de Historiadores Elías Amador, A.C.
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7 de SEPTIEMBRE DE 2015
Mesón de Jobito. Fátima Sánchez.
La ciudad de Zacatecas, de lo habitable a lo exhibible Por María del Carmen Reyes García1 Este 8 de septiembre se cumplen 469 años de que se descubrieran las minas de Zacatecas, aniversario que pasa sin pena ni gloria pues no se trata de uno de esos múltiplos de cinco que culturalmente fascinan tanto. La razón por la que se hace este señalamiento es por mostrar el carácter conmemorativo que a la historia se le brinda pero, ¿Qué pasa con la multitud de acontecimientos, fechas, datos, etc., que no recordamos como sociedad? ¿Qué pasa con los monumentos que se desconoce a quién representan? ¿Se olvidan porque no son importantes? ¿Quién decide qué olvidar y qué recordar? Lo cierto es que aunque en la educación básica se nos haya hecho memorizar, se tiende a olvidar y a conservar únicamente lo que resulta significativo, todos los acontecimientos que no resulten trascendentales para una sociedad perecerán ante el olvido de la colectividad que incluso les resignificara, y ahí tenemos por ejemplo que el monumento a Benito Juárez es “el mono prieto”. Con el Patrimonio Cultural ocurre un proceso similar, pues si bien es producto de la relación de las sociedades con su entorno, no todo lo generado es puesto en valor. El acto de patrimonialización es por el cual una sociedad brinda el valor que justifica su preservación para generaciones futuras y se hace al establecer un diálogo entre pasado y presente. ¿Qué pasa con las manifestaciones que no fueron puestas en valor? ¿Quién decide qué debe preservarse y qué debe derrumbarse
para ceder paso a la modernidad? El proceso de preservación del patrimonio cultural es un proceso de selección, dejando fuera aquello que no se considera trascendental, una sociedad elige y moldea la imagen que de ella quiere que se tenga. Ahí tenemos el recurrente “Zacatecas, ciudad colonial”, que aunque también tuvo un pasado industrial, que pudo ser representado por la antigua fábrica de tabaco demolida para ampliaciones del ISSSTE, no fue puesta en valor por su sociedad. Lo cierto es que si no se crea una conciencia de la importancia de un elemento tangible o intangible, a la larga se perderá, llámese un edificio, o una tradición. ¿Se necesita un nombramiento para que un espacio posea valor patrimonial? El centro histórico de Zacatecas es patrimonio de la humanidad, lo cual implica el cumplimiento de ciertos lineamientos señalados por la UNESCO si es que desea conservar ese título, ¿pero qué pasa con los barrios antiguos que rodean esta área?, ¿no son históricos o suficientemente antiguos o suficientemente valiosos? Como se puede ver existe más patrimonio del que reconoce la UNESCO y son los habitantes de los espacios los que deciden si se conserva para la posteridad o se da paso a nuevas edificaciones. ¿Entonces debemos preservar todo? Actualmente tenemos una sociedad más participativa, con organizaciones civiles que han hecho suya la labor de resguardar los espacios
patrimonializados, organizaciones que a menudo entran en conflicto con los gobiernos en turno ante sus proyectos de remodelación, convirtiéndose en extremos opuestos; por un lado administraciones gubernamentales que buscan espacios rentables turísticamente y por otro lado organizaciones civiles que desean que la ciudad permanezca tal cual. La ciudad no es un museo inamovible o que debiera estar en vitrina; tampoco debiera de ser su prioridad la de convertirse en un espectáculo para el turista olvidando a sus habitantes. Lo ideal sería lograr un punto medio, entre las necesidades que existen como ciudad y las que existen como espacio patrimonializado. No cabe duda de que es necesario ir adaptando los espacios según las necesidades de la sociedad que los habita, pero no debe ser prioridad la exhibición para el visitante. Pongamos el ejemplo de Plaza de Armas, que acaba de ser remodelada bajo la justificación de recobrar la imagen que tenía en el siglo XVIII, cuando en realidad se ha creado un espacio que permitirá mayor abarrotamiento en los espectáculos que suelen realizarse en dicho espacio. No existía una necesidad social que acreditara la remodelación, la justificación no fue pertinente, sólo contribuirá en un problema latente e ignorado: la sobrecarga del espacio patrimonial y el consecuente daño que ocasiona a los edificios de su entorno, por ejemplo la catedral. ¿Cómo solucionar el conflicto entre la
preservación y la modernización? Con proyectos sustentados por especialistas de múltiples disciplinas. No deben de ser proyectos unilaterales y verticales, deben de participar todos los involucrados, para lograr un punto medio entre un espacio funcional y patrimonializado. Pues si bien el turismo es indispensable para la economía de la ciudad, lo cierto es que como práctica ha evolucionado, y ya no se trata de esa idea que se popularizó en la década de los 70´s en donde se creía que a mayor abarrotamiento mayor éxito turístico. Han pasado cuatro décadas y hoy por hoy se sabe que debe de existir un equilibrio entre afluencia turística y capacidad de carga de los espacios, que el éxito está en promover la autenticidad, no en copiar a otras ciudades exitosas, que el turismo cultural no se trata de visitar una sucesión de puntos de atracción sino de conocer y convivir con el espacio en conjunto. Lo cierto es que Zacatecas es una ciudad que pasó de lo habitable a lo exhibible, y el turismo se convirtió en la prioridad de quienes la administran, y peor aún, con una política turística obsoleta. Olvidando lo más importante: que una ciudad bien gestionada para sus habitantes es una ciudad atractiva para el turista respetuoso de los espacios culturales, quien no tendrá la necesidad de que le actualicen las mismas atracciones cual parque de diversiones para volver. Que sería más funcional cultural, social y económicamente si los proyectos que se implementaran fueran producto de las interdisciplinariedad e interinstitucionalidad, y claro, manteniendo un diálogo constante con sus habitantes, quienes finalmente son los que decidirán qué es digno de preservar. 1
Licenciada y Maestra en Historia por la Universidad Autónoma de Zacatecas; Maestra en
Turismo Cultural por la Universitat de Girona, España. Socio Fundador y Activo de la Asociación de Historiadores Elías Amador A. C.
Zacatecas 469 Aniversario
Mercado González Ortega. Fátima Sánchez.
Zacatecas 469 Aniversario
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LA GUALDRA NO. 212
Danza de los Matlachines durante Las Morismas de Bracho. Juan Carlos Villegas.
Con menos Patrocinio, con más patrocinadores Por Simitrio Quezada La primera vez que pisé la ciudad Zacatecas, ella me abrazó con los gélidos brazos de una abuela fuerte. Yo de nueve años, acostumbrado al calor del Cañón de Juchipila, descendía de una guayín verde y sentía la consistencia de la niebla sobre la calle Juan de Tolosa. En pocos minutos el frío se me convirtió ya no en beso, sino en bruto lengüetazo de la madre de los municipios de mi estado, de esa abuela mía. La ciudad me parecía un trozo de la Europa que veía en las enciclopedias de mis tíos los Villarreal. Su rostro era piedra tallada; tenía céntrica central camionera que acababan de desalojar, una catedral vitrina de apóstoles mancos, gente embozada debido al clima inclemente. Era pequeña, rectora de nuestras vidas de pueblerinos. Era centro adonde caían nuestros impuestos, adonde llevaban a firmar nuestros certificados escolares, adonde se nos prometían paseos en cerro y capilla con la santa patrona. La Virgen del Patrocinio tenía
entonces muchos devotos y peregrinaciones. Zacatecas era la abuela y el frío, pero a partir de 1996 comenzó a despedazarse ese reino. Quizá tal clima decidió ausentarse porque presentía algo, porque entonces el pueblo Guadalupe pareció acercarse y las tiendas Blanco y Soriana empezaron a tener muchos edificios vecinos. Plaza Futura comenzó a hacerse pasado, el Cine Rex dio por bajar sus precios y exhibir películas de Bruce Lee, las autoridades de la UAZ creyeron que lo mejor era dispersar sus centros de enseñanza. Desde el Callejón de Guadalajarita, donde viví la mayor parte de mi vida como universitario, vi cómo disminuía el número de cofrades y fieles en las peregrinaciones que subían por los empedrados a La Bufa. Patrocinio solitaria se veía desdeñada por las nuevas generaciones. ¿Sucedió realmente algo o todo es una maquinación de mi cerebro? Desapareció la calle Ventura Salazar, donde medio Zacatecas que iba a los camiones de ruta topaba con medio Zacatecas que regresaba. Desaparecieron las
dos salas de Cinemas Zacatecas, adonde pocos subíamos tras difícil escalinata para apreciar películas no muy comerciales. Desaparecieron el nocturno Café Nápoles y La Quemazón. Desaparecieron la cafetería Zaz con su bullicio naranja y el Mesón La Mina con sus mesas amplias como la Cuaresma, redondas como calendario azteca. Desapareció la fachada de la plaza de toros monumental, cubierta ahora por un escenario ambiguo. Desapareció el solitario centro comercial de planta baja con salón de fiestas de planta alta, todo llamado “La ex central”. Desaparecieron Casa Zesati, donde conseguíamos al tiempo trompos verdes, loterías chafas y descontinuados casetes de Mocedades, y también quitaron los mostradores amarillos de Al Ferrocarril porque Sanborns tenía que servir cafés a los políticos sabelotodo. Desaparecieron los tendajones donde nos atendían los matrimonios abuelos, y en su lugar aparecieron en plaga los cubiles Oxxos de cobradores insensibles.
Hoy la ciudad tiene menos Virgen del Patrocinio y más patrocinadores y patrocinados. Sin Federico Sescosse velando por la arquitectura y preservación, sin Roberto Ramos Dávila bajando a la alameda, sin el viejito Roberto Cabral del Hoyo midiendo con sus pasos la avenida Hidalgo, ya no veo un líder en la ciudad. Discúlpenme, no veo autoridad genuina: sólo hay hombros palmeados de dirigentes enclenques, de funcionarios tan acusadores como paranoicos y de formadores de asociaciones de huevones afectos a la cafeína, el chayote y la nómina oculta. Júzguenme retrógrado, pero quizá maquillamos tanto a la abuela que no nos dimos cuenta de en qué momento la orillamos a morir. Ahora la tenemos cómoda pero inerte, acicalada, endurecida, con plastas de porcelana en las mejillas, con chapetes color neón y diademas hechas en China. Sus dientes son coloridos leds incrustados en las aceras, su boca es piedra artificialmente hecha jirones, sus orejas son fuentes sin estructura de fuente. Con todo, aún amo a esa abuela que era fría, misteriosa, atrasada y muy viva. La amo por lo que fue y por lo que hizo en mí. A los patrocinadores y patrocinados de ahora nada puedo decirles: ya sabrán ellos cómo administrar la (des)hechura. Que el tiempo les dé o no la razón. Y con estas líneas vuelvo a besar a la anciana. siquezada@hotmail.com
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7 de SEPTIEMBRE DE 2015
Para Pancho Murillo, Sergio el Bolas, Hugo, el Ojitos, la Marrana, el Charro Perales, Celso Celso y demás que concurríamos al Hotel París.
La ciudad donde nací, ya no es la misma. Era una ciudad chiquita. Se podía recorrer a pie. Una ciudad de piedra. En invierno la envolvía la niebla. Y en las mañanas se llenaba de mujeres que barrían y regaban la banqueta de sus casas. No, ya no es la misma. Los habitantes nos reconocíamos. Ahora es una ciudad de cemento, de concreto. Nadie se conoce ni se habla. Pero la que era mi ciudad donde crecí, sigue igual, en apariencia. Con sus paredes de piedra, sus balcones, sus zaguanes y patios interiores. A veces la sueño, me sueño en ella, caminando, recorriéndola de cabo a rabo, desde la estación del ferrocarril hasta el templo de Jesús. Pasando por el parque y el acueducto de piedra. Y puedo ver de nuevo a mis amigos: a Pancho, lavando con una escobeta el escalón de cantera de la entrada del Hotel París. Lo lavaba a diario. A unos pasos las oficinas del correo, a un lado una tiendas de sombreros, desde Sonora a Yucatán… sombreros Tardán. Enfrente una papelería y una farmacia. Las gorditas de horno que vendía Martha en las puertas del Hotel México, todavía puedo olerlas, saborearlas. Por ahí siempre andaba una viejita muy pe-
Fachada de Catedral. Lydia Lozano.
Por Alberto Huerta leonera y medio borracha que vendía tacos en una canasta. A unos cuantos pasos el olor a medicina que invadía la calle en la Botica, ahí fabricaban una pomada oscura y olorosa que servía como desinflamatorio llamado Anodina. Atravesando el callejón el olor se diluía con el fortísimo a alcohol de un despacho de alcoholes. Casi enfrente estaba una panadería de chinos. En la contraesquina empezando el portal una ferretería, y enfrente, una tienda de ultramarinos. Y en la contraesquina don Avelino Salas el Payaso vendiendo gordas de picadillo, frijoles con queso, chicharrón y carne deshebrada. Siguiendo la avenida, ya en los portales con sus tabaretes donde se vendían periódicos y revistas, dulces y cigarros, tortas y choco milk; bolerías, una tienda que vendía de todo: relojes, plumas fuentes y lapiceros, libretas, discos, y un sinfín de cosas. Ahí pasábamos, mis amigos y yo, escuchando música. Enfrente dos tiendas de ropa y novedades muy grandes y elegantes. Y seguimos caminado por la avenida, y llegamos de sopetón a La
Estrella, una tienda donde se vendía de todo. Y llegamos al cine, que exhibía películas mexicanas, sin embargo ahí vi en una sala vacía, Sin aliento, de Jean Luc Godard. Luego una cantina, a lo largo de toda la avenida principal había un rosario de cantinas. Luego, al otro lado del cine, una nevería. Enfrente una farmacia, una tienda de regalos, una tienda donde se vendía desde una bicicleta hasta un espejito de bolsillo, tambores y cornetas, mandolinas y guitaras, relojes… una mercería en la esquina. Luego en la esquina una tienda de electrodomésticos, el teatro de la ciudad, una ferretería, y pegadita una ferretería, una tienda de ropa que tenía pintado un avión, una fortaleza B17, y enfrente el mercado, otra tienda de ropa, una librería pequeñita, la única en la ciudad. Un expendio de La Lotería Nacional. En la puerta del mercado en la noche vendían enchiladas, tacos y gorditas, ah, y café. Las oficina de Luz y Fuerza. En la contra esquina una tienda de telas. El escritorio, un lugar minúsculo donde un hombre gordo y viejo vendía todo lo referente
A volar Por Pilar Alba Yo, Pilar Alba, en pleno uso de mis facultades mentales (aunque sé que muchos dudan de ellas, más aún por lo que más adelante voy a contar), quiero confesar que: sé volar. Sí, desde que era niña volaba; me elevaba por el aire daba uno, dos, tres, cuatro… a veces hasta diez pasos sin volver a tocar el suelo. Mi pista de elevación eran los escalones de la Plaza de Armas, recorría unos pasos hacia atrás, tomaba impulso y me elevaba del piso. Todavía después, ya de mayor (porque grande pues nunca he estado), cuando la pena y la situación me lo permitían repetía el ejercicio. Debo aclarar, ya que empezamos con esto de las confesiones; que de mayor mis pasos no llegaron a más de cuatro (la edad ya se sabe, el sobrepeso, la timidez y una lista de inenarrables etcéteras). La Plaza de Armas era mi pista de vuelo. La plaza me gustaba no sólo por eso sino porque, además, durante una de mis etapas escolares fue mi espacio de recreo. Me gustaba también porque en las tardes me escapaba de casa para ir a ver a los niños jugando futbol, o a los de las bandas de guerra de las morismas practicando con sus instrumentos. Subía y bajaba escalones, corría a lo largo de esa plancha que se me afiguraba como una gran alberca; porque ahí me encontraba a parte de la poca familia que tengo en Zacatecas. Como para mí, para muchos, la plaza era un punto de encuentro. Me gustaba… pero ya no, porque con sus remodelaciones, estos cabrones mandaron a volar lo que era mi pista de vuelo.
Zacatecas 469 Aniversario
“Dream, dream, dream, dream, dream, dream, dream, dream, when I want you in my arms when I want you and all your charms whenever I want you, alI I have to do is dream, dream, dream, dream …”. The Everly Brothers
Entre sueños
a una papelería. La catedral. Un sitio de carros de alquiler, un restaurante, y enfrente la Plaza de Armas. El palacio de gobierno. La biblioteca. Un Hotel. Si, la ciudad ha cambiado. Es otra. Ajena. Siempre he pensado desde siempre que por sus calles chuecas, que suben o bajan, transitan aparecidos. Sí, está habitada por fantasmas que deambulan de un lado para el otro, sin descanso. Son ánimas en pena. Desde siempre. Desde los años del hambre. Aquí hubo una gran mortandad en tiempos de la revolución. La mayoría de mis amigos, con aquéllos con los que crecí, ya han muerto. Desaparecieron. Se fueron. Yo mismo ya no vivo aquí. Me fui a vivir a un pueblo donde a diario lanzan cohetes, tocan música y beben hasta perderse. En medio de ese barullo, sueño. Y sueño con la ciudad donde nací. Viviendo en medio de dos jardines esplendorosos. Entre sueños.
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LA GUALDRA NO. 212
Una ciudad de muchos rostros
Zacatecas 469 Aniversario
Por Carlos Flores Zacatecas ha tenido muchos rostros a través de su historia. Creo que cada generación ha de recordar una ciudad distinta, con otras costumbres, otras voces y otros trazos en cuanto a su fisionomía. Así, tenemos una urbe colonial, donde los criollos y españoles levantaban templos y buscaban en las entrañas de los montes los preciados metales mientras consumían una ciudad verde, llena de árboles, agua y vegetación. Podemos también recordar una ciudad en el siglo XIX regida por el elitismo, donde los grandes señores acaudalados paseaban por una alameda construida precisamente para que desfilaran y mostraran su opulencia, no obstante que su vecindad con el viejo panteón (hoy Casino Ganadero) arrojara macabras sorpresas, como la de cerdos y perros caminando entre la gente con restos humanos en los hocicos. Existe también aquélla que sirvió como escenario para la sangrienta carnicería de 1914, pasando por el Zacatecas de los años maravillosos que cuenta mi padre, cuando el rock and roll escandalizaba a las gentes de buenas costumbres y despertaba a los jóvenes para ponerlos a bailar y a jugar un rol en la vida social. El que yo recuerdo, sobre todo el de los años ochenta, es una película de una ciudad nostálgica y solitaria, azotada por un intenso sol y un frío invernal que mantenía la gente en casa. No sé si es mi impresión de niño,
pero no recuerdo que hubiera tanta gente por las calles. Cuando salía a pasear con mi madre, veía una Avenida Hidalgo sin tantos negocios y con una que otra vecindad escondida tras sus viejas fachadas, con muy pocos viandantes, con un mercado de dos pisos donde ahora es un centro comercial para turistas; un Teatro Calderón viejo y abandonado, que no obstante alojaba familias en su interior; un Portal de Rosales que parecía un punto urbano importante, pues había comercios y los camiones se paraban ahí, al igual que en la Plazuela Genaro Codina, que antes de ser plazuela era un edificio que albergaba comercios, los cuales algunas veces todavía aparecen en mis sueños. Quién no recordará La Quemazón, ese centro comercial que entonces parecía enorme y donde se vendían toda clase de productos y ultramarinos. Recuerdo también un Cine Rex que programaba excelentes festivales de cine de horror y policiaco, así como matinés con una variada programación, antes de que el cine fuera monopolizado. La ciudad era más chica que ahora. Estar a la altura del Hotel Don Miguel era estar en las afueras de la ciudad, y el viaje a Guadalupe en los camiones rojos duraba casi una hora. Estaba también un viejo lugar de juegos que era una plaza de toros vieja y olvidada, que tenía a un costado un taller de pintura para autos y que se convirtió luego en un hotel de cinco estrellas.
Zacatecas 1989: espacios y personajes de lectura Eduardo Campech Miranda Uno de los primeros edificios zacatecanos que me deslumbraron fue la antigua alhóndiga de la ciudad. Entonces era sede de la Biblioteca Central Estatal Mauricio Magdaleno, Me deslumbró el edificio, pero el tamaño de la biblioteca me decepcionó (y claro, aún conservaba mi chilangocentrismo). Los martes y jueves, a partir de las diecinueve horas se realizaban las tertulias literarias. Espacio donde se compartía la palabra, el café, las galletas y la lectura. La actividad estaba dirigida a jóvenes y adultos. Para los niños, la Sala Infantil, ofrecía las denominadas actividades permanentes. Ignoro si ésas serían las actividades de promoción a la lectura que se ofrecían en la capital. Lo cierto es que eran las más visibles.
En mi adolescencia recuerdo una ciudad elitista, muy elitista, sin jóvenes en las calles como ahora. Sólo había dos puntos de reunión para ellos. Uno era el café que estaba bajo el kiosco del jardín González Ortega donde asistían los fans de Menudo y bandas afines, y el otro era el kiosco de La Alameda o el junior´s inn, que daba cita a los hijos de ricachones con su Ford fiesta blanco y jerseys
Pero también es que era la única biblioteca en la capital. Estoy hablando de 1989. Después vendrían a integrarse las bibliotecas de barrio (proyecto impulsado por el Lic. Luis Medina Lizalde) a la Red Estatal de Bibliotecas Públicas. Las Salas de Lectura aún no existían. Sería la maestra María Eugenia Márquez Sánchez quien instalara la primera, hacia 1995. Existían, desde luego, los talleres literarios de la Universidad. Si bien en ellos se cultivaba la escritura, la lectura era herramienta primordial para los asistentes. También estaba la oficina de Acción Cultural del ISSSTE, que bajo la dirección de la maestra Alma Rita Díaz Contreras, efectuaba talleres de lectura. Tengo referencia de que
amarillos. Quiero mencionar finalmente, que fue gracias a un pequeño y triste célebre grupo de jóvenes irreverentes desubicados (al cual pertenecía yo), quienes se apropiaron de las bancas del centro comercial de la avenida Juárez así como del parque de La Madre, que la juventud zacatecana salió a tomar las calles en los años noventa, inspirados en su ejemplo y animados por el Festival Cultural.
Casa Municipal de Cultura, anteriormente Biblioteca Mauricio Magdaleno.
Obispado de Zacatecas en Plaza Miguel Auza. Foto de Juan Carlos Villegas
en la Librería El Quijote también se realizaban círculos de lectura. Nunca acudí a uno de ellos. De hecho, he visitado el establecimiento sólo un par de veces. Las presentaciones de libros se realizaban en las instalaciones de la UAZ y en la Librería La Piedra Angular. Por otro lado estaban los famosos Libros del Rincón, colecciones bibliográficas editadas por la Secretaría de Educación Pública para las escuelas. La formación de lectores era un tema en pañales aún. Los esfuerzos y ofertas se seguían centrando en la Ciudad de México. Después la lectura pasó de ser una actividad recreativa hasta alcanzar categoría de competencia. La lectura volvió a ponderarse en función del número de palabras leídas por minuto, como si la velocidad fuera compatible con las cosas que valen la pena en esta vida. Surgieron nuevas bibliotecas, nuevas librerías,
nuevas salas de lectura. Mucha gente, con o sin instituciones de respaldo, fomentaban la lectura, invisibles, silenciosos, empeñosos como hormiguitas. De modo artesanal, sí, pero con una pasión inigualable. La política estatal de fomento a la lectura siempre ha estado supeditada a los programas nacionales. Nacen, crecen y desaparecen con ellos. Nombres de amistades, nombres de incansable trabajo, nombres de constantes proyectos de aquella época aún tienen vigencia: María Eugenia Márquez Sánchez, Efraín Gutiérrez de la Isla, Martha Alicia Mejía Ramírez, Juan Manuel García Jiménez, por mencionar sólo algunos. Espacios entrañables: la antigua Biblioteca Mauricio Magdaleno; la Prepa Uno; la Piedra Angular (en el Callejón de Cuevas). Nombres y lugares que fueron configurando los espacios de lectura y su promoción desde finales de los ochenta a la fecha.
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7 de SEPTIEMBRE DE 2015
Melancolía elemental femenina Por Roberto Galaviz Le gusta la lluvia o algo que vive en ella cuando llueve
Alameda Trinidad García de la Cadena antes de su remodelación.
¿cuántas formas de elemental melancolía habitan en los gestos más simples de una mujer, en su rostro sin maquillaje, en las noches de agosto, en sus labios que beso sin saber si me besa como simulando
encender un televisor y sintonizar un canal sin señal para simular otras lluvias? Nunca podré saberlo, ni yo puedo, ni tú puedes y será así para siempre.
Zacatecas 469 Aniversario
le gusta la aparición kamikaze de las gotas en su ventana y su deslizamiento suave y driblado
antes de besarme me cuenta que cuando la soledad la vence y afuera no llueve, enciende el televisor y sintoniza un canal sin transmisión es casi como el sonido de la lluvia, dice
Ex templo de San Agustín. Federico Martínez.
Castillo de sal si puedes
La nostalgia ya no es lo que era* Por Ester Cárdenas Llegué a Zacatecas en 1964 a cursar el sexto año de primaria. El ciclo escolar ya había iniciado. Yo venía de una ciudad (Durango) cuya topografía era plana y sus calles largas, como el poema de José Asunción Silva. Lo primero que me llamó la atención de Zacatecas fueron sus callejones con escalones y el empedrado de la calle (y las aledañas) donde vivía: La tercera de la ciudadela. Mi colegio estaba ubicado frente al Portal de Rosales, justo donde ahora está Bancomer, en una casa antigua llena de recovecos. Por las tardes, entre seis y ocho de la noche, los muchachos y las muchachas daban la “vuelta” por la Avenida Hidalgo, del Teatro Calderón a Telégrafos; algunos de ellos se paraban afuera de la Sevillana, un pequeño supermercado que ahora es un Oxxo. Había muy pocos automóviles circulando y en el Portal de Rosales frente a los comercios
establecidos había alrededor de diez puestos de madera (¿verdes?) donde vendían licuados, jugos, tortas, refrescos, dulces y revistas, ahí compraba mis cuentos favoritos: Tradiciones y leyendas de la colonia. Frente al Teatro Calderón estaba un mercado cuya planta alta se había quemado en otros tiempos y la Plaza de Armas era hermosa, con un imponente quiosco, frondosos árboles, bancas, donde principalmente los domingos, luego de misa (en catedral) acudían las familias a disfrutar del espacio y a comprar globos (para sus hijos), algodones, semillas y un sinfín de chucherías gastronómicas. La Catedral era hermosa por fuera y por dentro: piso de duela, exquisitos vitrales, óleos imponentes y siempre un delicado olor a incienso. Uno de mis lugares favoritos era la Alameda García de la Cadena, no había álamos pero era un jardín encantador, con
quiosco, jardineras pulcras con pasto muy bien cuidado y orillas adornadas por un sinfín de coloridos pensamientos. Ahí se celebraban las “Mañanitas de Abril” todo el mes de siete a diez de la mañana había música en vivo, agradable, ambiental, cuyo volumen permitía a los jóvenes que ahí se daban cita conversar animadamente. No sé en qué momento a un gobernador se le ocurrió que la Plaza de Armas debía ser como en el novohispano y talaron los árboles, se llevaron el quiosco y las bancas e hicieron una gran alberca. Otro gobernador en contubernio con la curia “modernizó” la catedral y quitaron la duela, se llevaron los vitrales, los óleos y el encanto de la catedral, por fortuna no pudieron hurtar la fachada. Otro decidió desaparecer el mercado y en su lugar colocar un “centro comercial” desangelado. Un presidente municipal desfiguró la ala-
meda: exterminó el pasto al instalar luces en él, clausuró los faroles y la convirtió en parte de un cuento de Edgar Alan Poe. Ahora el centro de Zacatecas es un enorme estacionamiento, los comercios pueden anunciar sus espacios con ¿música? A decibeles prohibitivos para la salud, los automóviles igual, las calles son cantinas y los camiones urbanos viejos y destartalados pronto nos quitarán ese cielo azul Magritte. Con la complicidad de las autoridades se ha depredado la ciudad, que contra viento y marea sigue siendo hermosa y aunque me niego a decir como el poeta (Jorge Manrique) que cualquier tiempo pasado fue mejor, no cabe duda que Zacatecas ya no es lo que era. *Simone Signoret (título de sus memorias).
10 SEPTIEMBRE 2015 MIÉRCOLES 9, 23 y 30 18:00 horas Todos al Centro Histórico Miércoles de Danzón Plazuela Miguel Auza JUEVES 10, 17 y 24 19:00 horas Tradicional Concierto Banda Sinfónica del Estado de Zacatecas Dir. Salvador García y Ortega Plazuela Goitia VIERNES 11, 18 y 25 18:00 horas Concierto Orquesta Típica de Zacatecas Plazuela Goitia
LA GUALDRA NO. 212 DOMINGOS 13, 20 y 27 13:00 horas Tradicional Concierto Orquesta Típica de Zacatecas Casa Municipal de Cultura de Zacatecas Entrada libre JUEVES 10 20:00 horas Teatro El Príncipe Ynocente de Lope de Vega Efe Tres Teatro – México, D.F. Teatro Fernando Calderón Entrada libre SÁBADO 12 19:00 horas Sábados en la Cultura Música Álvaro y sus teclados
Escalinatas del Antiguo Templo de San Agustín y Plazuela Miguel Auza DOMINGO 13 ¡Vive la Ciudad! Foro Infantil 17:00 horas Música de a deveras con instrumentos de a mentiritas Los Botes Cantan – México, D.F. Plazuela Goitia MUSEOS Y GALERÍAS MUSEO DE ARTE ABSTRACTO MANUEL FELGUÉREZ Escultura Venas de acero De Águeda Lozano Sala Temporal I
Permanencia: 30 de septiembre Pintura Un impulso creativo De Fernando García Ponce Sala Temporal II Permanencia: 30 de septiembre
Apuntes sobre mi vida De Humberto Carrasco Permanencia: 30 de septiembre
MUSEO ZACATECANO
MUSEO PEDRO CORONEL Pintura De naturaleza y esencia De María Ángeles Chávez Permanencia: 31 de octubre
Pintura
CENTRO CULTURAL
CIUDADELA DEL ARTE Fotografía Hacedoras de historias y poesía De Rogelio Cuéllar Permanencia: 15 de septiembre MUSEO DE BRACHO Fotografía Morismas de Bracho Permanencia: 31 de diciembre
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7 de SEPTIEMBRE DE 2015
Acueducto. Técnica Colodión Húmedo. Sergio Mayorga Magallanes.
Caballito de González Ortega. Federico Martínez.
Patio del Obispado. Técnica Colodión Húmedo. Lydia Lozano.
Zacatecas 469 Aniversario
Torre Catedral. Técnica Colodión Húmedo. Sergio Mayorga Magallanes.
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Zacatecas 469 Aniversario
LA GUALDRA NO. 212 / 7 de SEPTIEMBRE DE 2015
Plaza de Armas, Zacatecas, 1856. Colecci贸n Federico Sescosse.