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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 363 /// 26 DE NOVIEMBRE DE 2018 /// AÑO 8

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Manuel Iris. Foto: Hailey Bollinger.

Manuel Iris (1983). Poeta mexicano radicado en Cincinnati, Ohio, EEUU. Premio Nacional de Poesía “Mérida” (2009) por Cuaderno de los sueños (FETA 2009), Premio Regional de Poesía Rudolfo Figueroa por Los disfraces del fuego (Atrasalante 2014). Coautor, junto con el poeta brasileño Floriano Martins, de Overnight Medley (ARC Edições 2014), y compilador de En la orilla del silencio, ensayos sobre Alí Chumacero (FETA 2012). Su más reciente libro, Cincinnati: Historia personal (Cuadrivio, 2018) se presentó en días pasados en la Ciudad de México. [Una entrevista con Manuel Iris, realizada por Armando Salgado, en páginas centrales]


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La Gualdra No. 363

Editorial

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ste 28 de noviembre el Taller de Pintura y Grabado Julio Ruelas celebra su aniversario número 32. Los inicios de las actividades de este taller se remontan al año 1985, pero fue hasta 1986 cuando empezó a funcionar formalmente como un centro de capacitación enfocado a la enseñanza teóricopráctica de diversas técnicas de gráfica tradicional. En el estado había para entonces tres museos de arte, y el de de Guadalupe estaba por cumplir 70 años. El Taller de Artes Plásticas de la UAZ, así como el del Francisco Goitia estaban funcionando y Alejandro Nava -quien tenía una intensa actividad productiva- era testigo de un movimiento artístico que cada vez se consolidaba más, pero los talleres existentes estaban muy relacionados con instituciones gubernamentales y universitarias. Visionario como era, empezó a idear un espacio de carácter más independiente, en el que se trabajara en un inicio el grabado; tenía la experiencia adquirida en los talleres en los que había sido alumno en Aguascalientes, Zacatecas y Cuernavaca y poseía además algo muy importante para que ese nuevo taller se creara: los contactos con otras instituciones, con artistas y maestros de otros lugares del país. El taller toma este nombre en honor al artista zacatecano cuya carrera se distingue por una vasta producción de grabados -sobre todo al aguafuerte-. La Crítica (1906) fue uno de los grabados más emblemáticos de Ruelas, y coincidentemente el taller tuvo como intención primordial formar críticamente a sus talleristas; fomentar en en ellos el carácter crítico de lo que se hacía en el taller era uno de los objetivos de su fundador. Sus operaciones comenzaron gracias a que Ismael Guardado otorgó en préstamo dos prensas con las que empezaron a trabajar; en un inicio estuvo ubicado en la parte alta del Museo Goitia, en el mismo lugar que funcionara el taller que fundó López Monreal a principios de los 80. Cuauhtémoc del Real -hijo del escultor Higinio del Real- y Héctor Duarte, fueron los dos primeros integrantes de este taller; luego se incorporarían Ignacio Vera Ponce, Francisco Almaraz y Daniel Torres. A la inauguración formal, el 28 de noviembre de 1986, asistieron Teresa del Conde, Blas Galindo e Ismael Guardado. El taller abrió sus puertas alas 19:00 horas de ese día, en número 101 del Callejón del Tenorio de Zacatecas; este espacio además tenía una galería que se inauguró con la exposición en la que participaron

Rocío Flores, Ma. de Jesús Huerta, Ma. de los Ángeles Ovalle, Leonardo Reséndiz, Ignacio Vera Ponce, Jesús Reyes Cordero y Alejandro Nava. Fue durante la administración de Genaro Borrego Estrada, cuando el Julio Ruelas empezó a consolidarse. En 1987, se habían incorporado al taller Mónica Romo y Rolando Ortiz. Una intensa actividad creativa, a finales de los años ochenta, iba de la mano de una fuerte actividad de promoción y difusión del trabajo de los integrantes, cuando los espacios de exhibición en Zacatecas eran prácticamente nulos. Para 1989, se habían integrado al taller Armando Haro Rodríguez, Luis Enrique Gutiérrez y Javier Barrientos. Durante estos primeros años del taller se había conformado un sólido grupo de artistas que no cesaban de aprender. De 1992 hasta el 2002 estuvieron en la calle Rayón. Este periodo estuvo marcado por la inclusión de la pintura a sus actividades, en 1994, cuando Alejandro Nava decidió abrir un espacio exclusivamente dedicado a la enseñanza de esa técnica, que se complementaría con lo enseñado en el espacio destinado al aprendizaje del grabado; así, el nombre cambió a Taller de Pintura y Grabado Julio Ruelas. Fue en el año 2002 cuando se mudó al espacio que ocupa hasta la fecha, en la calle Abasolo, en el centro histórico de Zacatecas. Indudablemente, el Ruelas ha marcado a quienes han pasado por él. Muchos ex alumnos se han consolidado como artistas independientes, han ganado premios, se han abierto camino en este complicado mundo de las artes plásticas. Varios de ellos, incluso, tienen su propio taller de grabado -la mayor parte ha alternado la pintura con el grabado-. Mencionar en este espacio a todas las personas que han pasado por el Ruelas sería prácticamente imposible porque deben ser más de un centenar los que han sido alumnos en el transcurso de estos 32 años. El 20 de febrero de 2014 Alejandro Nava falleció dejando como encargado a Luis García, quien con los medios que dispone ha logrado mantener a flote las actividades del taller; sin embargo, urge que se implementen estrategias encaminadas a recuperar esos tiempos de productividad y calidad indiscutibles. El Ruelas ya no es el de antes, es cierto, pero continúa vivo. Felicidades a todos quienes han sido parte de él.

Directorio

Contenido El Desfile de la Revolución Por Saúl Kuri

Traducir el silencio: Manuel Iris Por Armando Salgado

Mario Orozco Rivera: Sol redondo y colorado Por Maritere Espinosa Pequeños placeres Por Carlos Flores

Desayuno en Tiffany’s, mon ku Documental hecho por niños Por Álvaro A. Fernández First man, de Damien Chazelle Por Adolfo Nuñez J.

Sor Sabia Por Francisco Javier González Quiñones Herodes Por Alberto Huerta Dejarte ir Por Pilar Alba

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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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El Desfile de la Revolución [segunda parte]

Opinión

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Por Saúl Kuri

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ue no quepa duda, en el día de la revolución mexicana, el consentimiento –o no– de los docentes para participar en el Desfile no es importante, o le entras o de lo contrario solamente se te puede quizá exceptuar por ser Testigo de Jehová o, si se quiere mejor –y para ser más justos–, por obrar de acuerdo a alguna confesión que argumente su posición oponiéndose a las idolatrías de tipo nacionalista. Lo que es preciso decir, cómo es que uno debe de ser y de marchar, de hablar y de obrar, ya “antes”, “en” o “después” de la Promesa de los lunes o el Desfile de la revolución, asegura al día venidero su verdad. Se trata de seguir marchando con “paso seguro”, eliminando la vergüenza y la conciencia crítica indeseada, siempre quejosa y nada propositiva. Se trata –como muchos lo comentan– de proponer y no de criticar, de proponer sobre lo ya propuesto –y sin el propio consentimiento–. Esto es, de alienarse a los resultados de la revolución pero sin revolucionar nada, de aceptar, pues, aunque uno no lo crea, que uno es hijo de ella y que hay que festejarla. Se trata como dijo otro de sus hijos por ahí, de ver cómo sí y no cómo no. Para aquéllos que digan esto último está el garrote, para aquéllos que digan lo primero está la zanahoria y quizá la garantía de verduras. Para todos, el asentimiento ante una historia a la fuerza y “sin fisura”, sin más interlocutor que una masa que asiente ausente e indiferente, cautiva o curiosa y, por parte de sus obligadospromotores-profesores, de acuerdo sobre todo al deseo de no tener problemas y asegurar el pago quincenal. En efecto, el acuerdo o desacuerdo sobre lo que la revolución mexicana pueda –o no– significar para el docente, no es relevante, y

/// Detalle del mural El hombre controlador del universo, de Diego Rivera (1886-1957).

mucho menos relevante es su resistencia ante el festejo. Los docentes deben obrar siguiendo el deber de la “memoria oficial”, de esa memoria que como “verdad histórica” se impone a la duración del tiempo singular en que vivimos y pensamos. Los docentes de la clase que sean (basificados o medianamente asegurados, pero, sobre todo, “no idóneos”, “no registrados” o “desplazados”) deben controlarse y someter sus revoluciones internas (de la misma manera en que deben controlar los pasos y las quejas), y han de hacerlo, como para no variar, precisamente “el día de la revolución”. Lo fundamental e ineludible es educar marchando, siendo excelente no sólo en los festejos sino en el hacer cotidiano, siendo solícitos y devotos no sólo con los acuerdos no acordados, sino con todo aquello que pueda percibirse como algo lejano y

poco cercano. Los profesores y lo estudiantes sólo pueden ser “alzados” disfrazados, e importa que –así como en los días precedentes– en los días consecutivos se mantengan simulando. En el México posrevolucionario y que festeja a los revolucionarios, los “revoltosos” no tienen cabida. Y, dado que la procesión cívica, simbólica desde los días del partido que la fundó, ejemplifica “la voluntad pacífica y conciliadora de todas las mexicanas y mexicanos”, contra esto nadie ha de atentar. El desfile presupone la resolución de los contrarios. Y una vez más, cual metáfora que a todos nos alcanza, en su día –como todos los días– la División del Norte y el Ejercito Libertador del Sur son integrados en las filas del Ejército Constitucionalista, y ello, a pesar de la resistencia de villistas y zapatistas. ¡Qué importa! Aunque

no sea cierto, lo importante es hacer de cuenta que la revolución fue una, que las diferencias y distancias se vencieron, y que de acuerdo con ello hay que educar marchando siendo excelentes en los festejos, pues nadie puede dudar de que el orden de los contingentes y de su firmeza de cara a la bandera y la historia de México, es la consecuencia directa de un manantial inagotable de dichas presentes y futuras. La mitología liberal y priista no da lugar para el engaño, la revolución cimentó el camino al constitucionalismo y la democracia y, como estamos ante una verdadera e indudable democracia, lo preciso es seguir el camino de las calles entreabiertas por ésta: calles sin salidas patentes, capaces de milagros en el curso; ojos que esperan el desfile sin estar del todo seguro de que algo bueno

se festeje; aplausos –sonoros o en suspenso– que esperan a los hijos “bien portados” mientras los muertos y los desaparecidos no están. Los muchachos –y no tan muchachos– de prepa pronto reflejan incomodidad, no se notan demasiados deseosos de participar, esa rebeldía suya y que es connatural a su edad no quiere del todo desfilar: la vergüenza por los pasos militares o por las directrices que manden los directores que “no pueden ni deben” resistirse al festejo, y que han de pedirle a sus subalternos disponerse a colaborar, siendo ejemplos en carne y hueso y no rebeldes indispuestos; impone vigorosos los deseos de la masa en su versión nacionalista, de esa masa nacionalista que, como sin hacerlo, sirve de modelo y de ejemplo del modo en que cada uno ha de ser en este “nuestro México”.


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Poesía

Traducir el silencio: Manuel Iris Por Armando Salgado

esto que mencionas es el resultado de querer ser lo que soy en el lugar que sea. He tenido mucha suerte y he estado rodeado de gente maravillosa. Lo agradezco todo.

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anuel Iris (Campeche, 1983). Es Licenciado en Literatura latinoamericana por la Universidad Autónoma de Yucatán, maestro en literatura hispanoamericana por la Universidad Estatal de Nuevo México (EEUU), y doctor en lenguas romances por la Universidad de Cincinnati (EEUU). Sus poemas han sido incluidos en varias antologías, como Postal de Oleaje, poetas mexicanos y colombianos nacidos en los 80, publicada al mismo tiempo en México y Colombia, y Espejo de doble filo: antología de poesía sobre la violencia México-Colombia. Las ediciones del movimiento poético de Maracaibo, Venezuela, publicaron La luz desnuda, primera antología personal (2016). Manuel Iris proyecta en su escritura la búsqueda continua de sentido de la que todos somos parte en este mundo complejo. Como poeta habita las posibilidades del lenguaje para hablar de la existencia. Su obra nítida además de sólida nos permite ver a través de sus poemas y hallar al escritor de carne y hueso que apuesta su porvenir por la vida misma. AS: Háblanos sobre Manuel Iris: ¿de qué manera influye en su escritura el constante tránsito por distintos espacios geográficos, desde el sureste mexicano atravesando otras entidades de este país, hasta la ciudad de Cincinnati donde eres un aclamado catedrático? MI: Mi condición siempre en tránsito entre México y Estados Unidos, entre el español y el inglés, entre la nieve y el trópico, es fundamental en mi persona y en mi escritura: yo pienso en mí mismo como un tránsito constante, un presente siempre avanzando. Si bien algunas creencias y obsesiones estéticas son constantes en mi vida (mi amor por la poesía, mi creencia en la belleza como una forma de lo espiritual, por ejemplo), en cada una de ellas reconozco cambios de un momento a otro. Creo que todo, siempre, es una transición. Cambiamos constan-

/// Manuel Iris. Foto: cortesía de Hailey Bollinger.​

temente para convertirnos en lo que éramos al principio. Perseguimos nuestra esencia. Todos mis libros apuntan al hecho de que las cosas no son, sino que están siendo. Por ello soy un poeta de pocos, pero siempre distintos, libros. Por supuesto, todo lo que he dicho es resultado de observar mi trabajo a distancia: no programo, no planeo la trayectoria de lo que escribo. AS: Eres un referente hispanoamericano y tu experiencia se refleja en los galardones que acabas de recibir, compártenos tu opinión: ¿qué representa ser el poeta laureado de la ciudad de Cincinnati, y a la par recibir dos reconocimientos en el International Latino Book Awards, en

Los Ángeles California? MI: En estos precisos momentos históricos, cuando el sentimiento anti-inmigrante se recrudece y se hace cada vez más violento y vulgar en el país en el que radico, los reconocimientos que mencionas no solamente me pertenecen a mí sino a todos los hispanos en Estados Unidos, y en nuestros países. Son reconocimientos a la belleza de nuestro idioma y a las posibilidades de nuestro arte. Yo casi nunca escribo sobre temas políticos, pero existir del modo en que lo hago es un acto de resistencia, es una declaración de que nosotros, los humanos, nos definimos por las cosas que amamos. Ser el poeta laureado de una ciudad americana en la que hay muy pocos hispanos es un honor raro y hermoso. Es una

de las cosas más importantes que me han pasado en la vida, y es el inicio de mi carrera literaria en Estados Unidos. Es un nombramiento que me da esperanza: significa que hay espacios, incluso ahora, en los que la generosidad le ha ganado a la xenofobia y al racismo. Significa que la poesía todavía puede abrir espacios, y que el idioma universal es la belleza. Los reconocimientos del International Latino Book Award me dan confianza en una nueva faceta de mi escritura: la de traductor de mi propio trabajo. Todas las versiones inglesas de mis poemas han sido escritas o revisadas por mí. Siempre es emocionante y complejo traducir, y hacerlo con el propio trabajo es un ejercicio de relectura muy profundo. En general, todo

AS: ¿Qué puentes unen tu obra poética desde Cuaderno de los sueños publicado por Tierra Adentro en 2009, continuando con Los disfraces del fuego editado por Atrasalante en 2015 y recientemente Traducir el silencio/Translating silence impreso por Artepoética Press en New York en 2018?, ¿qué otros títulos tuyos nos sugieres leer y dónde los encontramos? MI: Mis libros son muy distintos los unos de los otros. Sin embargo, los emparenta el estilo y ciertas obsesiones temáticas: la belleza, el amor, la muerte, el tiempo y la escritura misma. Mi poesía, en todo momento y sin distinción de libros, siempre se basa en la certeza de que la belleza es un modo de vislumbrar una realidad más allá de la realidad conocida. El Cuaderno de los sueños es un libro de juventud escrito con la piel y la intuición literaria, en el que yo trataba de demostrar que era un poeta y de saldar cuentas con los autores que entonces eran el centro de mi canon personal: Bonifaz, Chumacero, Rilke, Lizalde… Los disfraces del fuego es un libro que habla menos de literatura y más de la vida luego de la vida, de la trascendencia, de mis vislumbres. Es un libro que no escribí con la piel sino con la certeza de que toda piel es una repetición de algo anterior, y de que la abandonaremos para regresar al silencio. Traducir el silencio/Translating silence reúne las versiones inglesas de los dos libros anteriores, y algunos poemas hasta ahora inéditos en los que la vida cotidiana aparece. Poco a poco, mi poesía ha ido cambiando su centro. AS: Cincinnati: Historia personal (Cuadrivio, 2018) se presentó en días pasados en la Ciudad de México. Siendo tu nuevo libro, ¿qué nos ofrece a diferencia de tus otros títulos?, ¿por qué consideras que es una excepción entre las cosas que escribes?, ¿hay relación entre este poemario y tu faceta como padre?


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AS: En charlas muy amenas has expresado tu amor por el sureste mexicano, la familia detrás de ti: ¿recuerdas tus primeras lecturas?, ¿hubo alguien que detonará en ti el gusto por leer?, ¿cómo fue tu infancia?, ¿por qué el amor resuena en tus poemas? MI: Yo escribo y vivo con la guayabera puesta. Soy yucateco, campechano, peninsular. Mi pa-

tria son las voces de mi madre cantando mientras cocina y de mi padre platicando mientras toma su café. Escribo esta respuesta a pocos días de la muerte de mi padre, que fue mi abuelo: mi papá Tomás. Él no fue un hombre de letras, pero fue un ser humano extraordinario, lleno de sabiduría y generosidad vital. Un hombre amoroso y recto. Él ha sido una influencia literaria en mi vida porque literatura es vida, y viceversa. No creo en una cultura literaria sino en una cultura abarcadora al servicio de la literatura. Cultura como experiencia vital y no como experiencia académica o lectora. Cultura como existencia. Mi gusto por leer fue detonado por la necesidad: durante largos viajes en mi infancia no tuve otra opción que comprar libros y leer en el camino. Primero fue La vida de

Tom Sawyer, luego El Corsario Negro (Salgari es hasta ahora un autor que quiero mucho), y luego otros libros. No recuerdo cuándo me hice consciente de que me gustaban los libros, y los poemas. Fue algo natural. La literatura me sucedió porque fue una extensión de otras cosas, como el hecho de que mi abuelo era un gran conversador y un maestro del arte de inventar y contar historias: según sus relatos fue boxeador, torero, cazador de tiburones y explorador de la selva. Todos sus nietos nos sentábamos en el suelo a escucharlo por horas, incluso cuando ya éramos mayores. Un hombre formidable. Por cosas como la que he contado mi infancia fue muy bella, bajo el sol de Yucatán y de Campeche. Siempre cerca del mar. Siempre con muchos amigos y con el amor de mi familia,

que es muy numerosa. La personalidad de mi abuela, bailadora de salsa y cantante de boleros, ha marcado mi propia personalidad. Yo creo mucho en la felicidad y en el amor como materiales poéticos. La primera es más escasa, por supuesto, pero existe cuando menos por momentos. No he dejado —no deja nadie— de ser el niño que fui. AS: Compártenos tus obsesiones, ¿las hay en Manuel Iris?, de igual manera, ¿qué haces frente al futuro que parece inadmisible? MI: Tengo una buena colección de obsesiones y creencias poéticas. Entre las primeras están el tiempo, la muerte, la belleza, el deseo y la escritura misma. Tales son los temas de los que escribo. Por otro lado mis creencias poéticas, eso que llaman muchos la

Victoria del amor [Yo] que me niego a reconocer los hechos... Rafael Cadenas, Derrota Yo que me enamoro de mujeres inauditas que comprendo más que nadie a los que lloran en los aeropuertos que he visto ya todos los rostros del amor cuando se marcha que he dicho “para siempre” y he soltado sus manos que todavía sostengo que el amor existe que he sido amado, odiado y olvidado por la mujer más justa que me río de mí que soy el “pasará” , “no es mi intención”, “todo es mi culpa” que aún creo en la esperanza que lucho por tener una sonrisa presentable que a veces compadezco a quien espera algo de mí que no merezco nada que escribo de vergüenza que llego a mis poemas como quien se cae me levantaré del polvo para decir tu nombre y sonreír con expresión de enfermo, todavía.

Poesía

MI: Cincinnati, historia personal es un libro en el que he recopilado poemas que tienen esta ciudad como escenario. Hablan de mi primera década aquí y del tránsito de ser completamente extranjero en ella hasta a aceptar que es mi sitio, mi casa. Es una excepción porque es mi único libro que puede ser leído como directamente testimonial. El nacimiento de mi hija es posterior y es el combustible de lo que ahora escribo, de libros futuros.

poética personal, siempre están cambiando. Tengo, ahora mismo, dos certezas constantes: 1) la poesía es un acto de comunicación con uno mismo, los otros y la trascendencia y 2) cada poema es una traducción del silencio. Con lo primero quiero decir que si esos tres tipos de comunicación no suceden al mismo tiempo, la poesía no esta sucediendo. Con lo segundo, afirmo que la poesía trata de decir con palabras cosas que están más allá del lenguaje. Creo que la poesía es lenguaje tratando de salir de sí mismo, de llevarse hasta sus propios bordes existenciales, y no solamente lingüísticos. La experimentación léxica me parece interesante, pero no me ocupo mucho de ella: lo importante es la búsqueda de sentido en un universo que a veces parece no tenerlo. La poesía no es una exploración del lenguaje, sino una exploración del universo y del sentido del mismo por medio del lenguaje. Respondiendo todo lo que preguntas, te digo que frente al futuro solamente hay dos posibilidades: la esperanza y la desolación. La primera exige luchar, hacer lo propio. La segunda tiene, a su vez, dos posibilidades: la depresión y el cinismo. Frente a todo esto, elijo la esperanza a pesar de que siempre hay una nueva decepción en el mundo. Elijo el presente y elijo el individuo. Amo a los humanos individualmente. Pero no creo en la humanidad como género, y no tengo mucha esperanza de que sobrevivamos por mucho tiempo. Con todo, creo que el tiempo que nos quede por vivir hay que vivirlo amando, viviendo de verdad.


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Río de palabras

Artes Plásticas

Mario Orozco Rivera: Sol redondo y colorado Por Maritere Espinosa t

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l poeta Carlos Gutiérrez Cruz escribió en su libro Obra poética revolucionaria el poema que da título al texto y que describe al pintor Mario Orozco Rivera, su vida y su obra. Sol relumbrante en todo lo que realizó en sus sesenta ocho años de vida. Orozco Rivera falleció en la Ciudad México el 20 de noviembre de 1998, día nacional por el aniversario de la Revolución Mexicana. El pintor que solía contestar con ironía acerca de sus apellidos “Sí, mi padre fue Orozco y mi madre fue Rivera”, tuvo como maestros a los grandes muralistas y en su formación académica a Manuel Rodríguez Lozano y Carlos Orozco Romero. Durante más de 30 años fue un activo miembro del Partido Comunista Mexicano, que lo llevó a participar en festivales de la juventud en Austria, la ex URSS, China y otros países de Europa del este, realizando una vasta producción dibujística, pero también cantando para solventar los gastos del viaje.

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Mario Orozco Rivera tuvo su taller primero en la colonia Nápoles y años más tarde se instaló en el barrio de San Ángel, en esos años considerado la periferia de la ciudad. Realizó espléndidos murales en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Veracruzana; ahí, en Veracruz, nacieron algunos de sus hijos entre ellos el hoy reconocido artista contemporáneo Gabriel Orozco. Por su propuesta estética y gran maestría técnica llegó a ser el jefe en el Taller de David Alfaro Siqueiros instalado en Cuernavaca para hacer la obra mural del Polifórum Cultural. Fue seleccionado por Siqueiros no sólo por su calidad técnica, sino

Por Carlos Flores

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a vida, esta pequeña y efímera chispa que arde en uno y que nos permite contemplar el universo por un instante, tiene muchas interpretaciones, donde muchos coinciden que venimos a parar en un valle de lágrimas donde todo es sufrimiento y dolor. La historia misma ha registrado una infinidad de casos que se empeñan en demostrar a la pobre criatura humana su fragilidad ante el mundo: el esclavismo, la guerra, el exterminio racial, el hambre, la explotación capitalista, los vicios, las religiones, el racismo y, últimamente, el anonadamiento masivo mediante el internet. El amor, la única forma de disfrutar este paso por el mundo, ha sido expresamente atacado, desde la crucifixión de Jesús y su posterior lapidación ideológica por el solo hecho de querer que nos amáramos los unos a los otros, hasta los asesinatos de Gandhi, Luther King y el mismo John Lennon, así como muchos

por ser un compañero de batalla; ambos fueron militantes de tiempo completo en cuerpo y alma. Sol redondo y colorado, como el poema de Gutiérrez, así la vida y obra del pintor cuya cosmogonía nos muestra en su obra un espacio que se multiplica y genera otros nuevos en los

que el espectador pueda transitar libremente. Pinta para socializar, para recordar la historia como en su mural Veracruz Revolucionario, donde inmortaliza a Lucrecia Toriz, rebelde de la lucha en Río Blanco que pinta flameando una bandera roja, junto al magonista Hilario Salas fusil

en mano, enfrentando a la represión porfirista con la presencia de combativa multitud al fondo del mural. Pinta para apoyar a trabajadores y estudiantes, pero también su talento lo lleva a componer corridos que tocará en asambleas estudiantiles o de trabajadores, en la multitud que

Pequeños placeres mártires que oponían la explotación de los ambiciosos ante el amor al prójimo. Por ello, de esta vida sólo nos quedan los pequeños placeres que nos podemos dar mientras respiramos sobre el mundo, como el ser cobijado por la abuela o los padres antes de dormir mientras nos cuentan una historia que estimula la imaginación; el recibir el “bolo” luego de pedir posada en la casa de los vecinos; el tener una mascota que juegue incansablemente con notros y nos reciba siempre alegre; o sentirse libre cuando pasamos interminables horas con los chicos de la colonia. Y aunque existan sombras en nuestra niñez que nos amenazan o hieren, esos placeres nos construyen y dejan, luego, nostalgias que nos arrancan suspiros por el tiempo pasado.

Más tarde se encuentra uno con que el tacto de una persona que nos atrae es lo mejor que nos puede pasar en la vida, cuando sus manos recorren nuestros brazos acariciando nuestra piel con una sensación de calidez y placer extremo: nuestra iniciación al mundo del placer carnal de una manera sutil y deliciosa que nos hará correr hacia los misterios del erotismo fuertemente custodiado por los adultos, que en todo momento están pendientes de alejarnos del pecado. Luego está esa sensación primitiva y tribal, quizá heredada por nuestros antepasados, quizá inherente en nosotros, que mediante una serie de ritmos marcados por el tiempo y el espacio, expresan un conjunto de sonidos que hablan a nuestro interior, haciéndonos mover el cuerpo invo-

toma las calles, plazas, auditorios. Maestro pintor, reconocido y premiado por los gobiernos de Bulgaria, Francia y Checoslovaquia, hoy su extensa producción requiere un estricto registro que dé pie a un catálogo razonado de toda su obra. “Pintor, escultor, músico, poeta y loco. Contrapunto social, político, estético, cultivador de insolencias rechazadas. Amoroso amoral, impertinente ríspido, aprendiz frustrado por cuestiones ajenas”, es la forma en que se describe Mario Orozco Rivera, sin duda, la mejor manera para uno de los grandes maestros de la pintura en Latinoamérica.

luntariamente, conduciendo nuestro estado de ánimo hacia la euforia o el mismo dolor, este último disfrazado de dulzura o goce mediante la sucesión de nota musicales acompañadas por un canto lastimero: ¡ésa no!, exclamamos cuando la canción nos llega al alma. El cine, la música, la literatura, el teatro, la danza, la escultura y, en general todo el arte, son expresiones sublimes de la humanidad que reflejan lo que somos, pues por más que se empeñen en separar la masa que nos define, como la marabunta de las hormigas, mediante la instauración de un individualismo atroz, en realidad estamos conectados mediante la energía que nos rodea, el aire que respiramos y la misma naturaleza que nos empeñamos en destruir. Ese reflejo de nuestras pasiones nos identifica, nos marca y nos muestra que en esta momentánea vida, las pequeñas cosas y nuestra estima por el otro, es lo que realmente cuenta.


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Desayuno en Tiffany’s, mon ku

Documental hecho por niños

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n un momento en que la sociedad está más visualizada que nunca, donde la principal forma de conocimiento e información se adquiere a través de lo visual y audiovisual, es necesario que los niños -ese gran sector que será el futuro del mundo, según reza el cliché- sean parte de la alfabetización audiovisual. Es la labor de fondo de DiPTA KIDS. Se trata de un festival de cine documental para niños, que celebró su 4ª edición el pasado 15 de noviembre en el Museo del Trompo Mágico de Guadalajara. Es organizado por la Dirección de Programas de Tecnología en el Aula (DiPTA) de la SEP Jalisco. Tras la convocatoria lanzada este año, trece equipos de primaria mayor y secundaria, formados cada uno por cuatro o cinco niños jaliscienses, produjeron previamente sus cortometrajes tutorados por estudiantes de licenciatura de las carreras de cine y otras artes. Las tutorías consistieron en un acompañamiento para las labores técnicas en las fases de producción,

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J.

Por Adolfo Nuñez

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pre tenían una visión política de los temas. El festival consistió en el visionado en dos salas simultáneas, donde niños, maestros, padres y tutores universitarios compartían sus experiencias. Al final todo culminó con una ceremonia de premiación en la que, entre citas tomadas del escritor Umberto Eco, del teórico Bill Nichols y del director Carlos Mendoza, anunciaron a los campeones en sus distintas categorías. En la categoría de primaria se premió a Una lupa al transporte, que indagó en el transporte público sobre

First man, de Damien Chazelle su hogar, Janet se niega a soportar el silencio de su esposo, obligándolo a responsabilizarse como padre, mientras él se prepara física y mentalmente para hacer historia. Después de habernos sumergido en la pasión, los sueños y las obsesiones del jazz con Whiplash (2014) y La La Land (2016), el joven realizador Damien Chazelle cambia por completo de género y estilo para confeccionar un relato visceral repleto de solemnidad sobre la superación que el hombre emprende para desafiar sus propios límites y horizontes. En First man (2018) el cineasta arma un viaje impulsado por el deseo de

descubrimiento y exploración, y al mismo tiempo elabora un retrato de soledad, pérdida y muerte, donde entreteje un rompecabezas de incomunicación que en el proceso evita el típico heroísmo patriótico que suele adoptar el cine estadounidense. De tal modo, el Neil Armstrong que Chazelle nos presenta es un hombre con debilidades y una fragilidad evidente, que lejos de percibir sus actos como heroicos, busca en los territorios inexplorados de su labor diaria una motivación que lo impulse a lidiar con sus problemas personales para así lograr dejar atrás las adversidades que le

presenta la vida. El filme está enfocado por completo en la escala humana y en las capacidades del astronauta, en sus debilidades y en la relación con su esposa, familia y colegas. En ese sentido acompañamos al protagonista en un viaje de encierro y claustrofobia dentro los sitios de entrenamiento y los espacios estrechos de las naves espaciales que contrastan con las paredes acogedoras y cómodas de su propia casa. Compuesto en su mayoría de primerísimos planos y movimientos abruptos de cámara, así como de un diseño de sonido impecable, Chazelle busca resaltar en el

filme los esfuerzos y las tribulaciones de Neil a través de una perspectiva subjetiva a nivel del ojo. De esa manera el director crea una experiencia inmersiva y sumamente vívida de uno de los momentos más importantes de la humanidad, al ponernos en los zapatos de su principal protagonista y hacernos sentir su incapacidad para lidiar con el duelo y las emociones ante la pérdida de un ser querido, pero también al volvernos partícipes de la enorme melancolía que siente al mirar hacia la luna y las estrellas que le hacen sentir que forma parte de algo más grande que sí mismo.

Cine

s la década de 1960. Con la Unión Soviética tomando la delantera en la exploración espacial, Neil Armstrong (Ryan Gosling) es un ingeniero aeroespacial con experiencia militar que busca aplicar en el ambicioso programa de la NASA, cuyo objetivo final es llegar hasta la luna. Tres años atrás, Neil sufre la pérdida de su hija a causa de una enfermedad terminal; encerrando sus sentimientos de manera silenciosa dentro de sí mismo, comienza a descuidar a su esposa (Claire Foy) y a sus dos hijos al decidir concentrarse por completo en su misión. Así pues, Neil comienza a integrarse en el llamado programa Gemini, donde lleva a cabo una serie de pruebas y análisis implacables conforme Estados Unidos se comienza a abrir camino hacia el espacio. Conocido por su personalidad estoica, hermética y llena de autocontrol, Armstrong comienza a avanzar en las filas, y a medida que el tiempo avanza es testigo de cómo muchos de sus compañeros exploradores perecen a lo largo de las pruebas. En

de preproducción y postproducción, incluyendo actividades de réferi cuando la situación se ponía candente con los pequeños cineastas que luchaban por sus ideas. El resultado fue una digna competencia amateur, en la que abordaron temas variados que van del bullying al calentamiento global, de acontecimientos sobrenaturales en la escuela a la extinción de los animales. Los tratamientos elegidos cruzaban el documental convencional con el narrador acostumbrado, hasta el testimonial o el falso documental. Curiosamente siem-

todo escolar, en el que un ciudadano, niños y niñas, un chofer de camión, uno de moto taxi, y otra de transporte escolar, manifestaban sus experiencias cotidianas. En la categoría de secundaria ganó Una luz en la oscuridad, que trataba sobre una estudiante invidente de Telesecundaria que ponía sobre la mesa el problema de la integración de los niños con capacidades distintas al sistema educativo. Finalmente, las menciones honoríficas fueron para el proyecto de primaria La escuela: Mi sueño… Y la desigualdad ¿Qué?; y para secundaria se repartió en dos proyectos: Video juegos ¿Adicción o diversión?, y El lado oscuro de Buenavista. Por lo visto DiPTA KIDS ha sido un festival que pone el dedo sobre la yaga de la educación convencional. No sólo forma parte de un programa educativo de vanguardia, sino de la transformación de la vida de niños que se asumen como cineastas, y cuya experiencia y sensibilidad promete. DiPTA KIDS es un modelo que seguramente debe ser perfeccionado, pero sobre todo amplificado y replicado en los distintos estados del país para expandir la tan necesaria alfabetización audiovisual.

Cine

Por Álvaro A. Fernández t


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LA GUALDRA NO. 363 /// 26 DE NOVIEMBRE DE 2018

Sor Sabia Río de palabras

El sueño todo, en fin, lo poseía: todo. En fin, el silencio lo ocupaba. “Primero sueño”. Sor Juana Inés de la Cruz

Por Francisco Javier González Quiñones t

S

on sólo sueños sosegados, serenos, suaves, silenciosos. Son soles somnolientos sobre Selena. Seductora sirena sideral, sonámbula, sajando sutiles surcos selenitas, siembras suculentos sonetos. Sonríes, sueño; sueñas, sonrío. Sagazmente susurras seductores sonidos sicodélicos. Sugerente, subyugas suspicaces sonrojos. Silente, sobrellevas sempiternos secretos. Sofocada, suspiras sicalípticas sílabas. Sibaritas suspiros sosteniendo sombreadas siluetas. Saltarinas sombras selenitas surfeando sobre soleados sonetos sorjuaninos. Subliminales soliloquios sinfónicos sujetando sistémicos sintagmas seminales. Sacrosantas semillas sintácticas, sílabas singulares. Sincréticos signos serpenteándose, sigilosamente, sobre sacrílegos salmos. Soberana Sor Sabia, soy su sorjuanino seglar, seréneme.

/// Diego Rivera (Guanajuato, 8 de diciembre, 1886 – Ciudad de México, 24 de noviembre, 1957). Así lo recordamos a 61 años de su fallecimiento.

Dejarte ir

/// Diego Rivera.

Herodes t

¡

Por Alberto Huerta

Dejad que los niños se acerquen a mí!, dijo Herodes con voz melosa de cura de pueblo y dibuja una sonrisa hipócrita, de político en campaña electoral, mientras esconde detrás de la espalda el cuchillo carnicero.

t

Por Pilar Alba

T

engo que aprender a dejarte ir. Permitirte ser el río que fluye hasta encontrarse con el mar del que tanto gozas cuando te tomas tus días de descanso. Debo entender que, como al agua, nunca podré retenerte entre mis manos y que si quiero conservar de ti algo, sólo será la humedad que se quedó como recuerdo entre mis sábanas. Necesito dejarte ir, me repito, mientras mis ojos retienen las lágrimas y mi risa intenta disimular ante los demás la tristeza que empieza a endurecer mi corazón para convertirlo en caparazón de piedra. Debo dejarte libre, grito frente al espejo para reafirmar el compromiso, para que la resolución se quede también grabada en mi memoria.


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