SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 367 /// 14 DE ENERO DE 2019 /// AÑO 8
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Pedro Coronel, La Mujer Caracol, óleo / tela, 200 x 250 cm., 1970. Colección del Museo Pedro Coronel. Zacatecas.
Después de vivir en Roma, a su regreso a México, Pedro Coronel (1921-1985) pinta en el año 1970 La Mujer Caracol; un óleo sobre tela que actualmente se exhibe en el museo que lleva su nombre y en el que reaparece la figura humana con un tratamiento mucho más estilizado. Sobre un vibrante fondo violeta, se aprecian tres cuerpos celestes yuxtapuestos. En la parte inferior del cuadro, en primer plano y recostada, aparece la figura femenina que se funde con la masculina. Da la impresión de que tanto el hombre como la mujer llevan cubiertos sus rostros con máscaras. Ésta en nuestra pieza del mes.
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La Gualdra No. 367
Editorial
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a ciudad de Zacatecas se distingue, entre otras cosas, por sus museos y la riqueza patrimonial y artística de sus acervos -mucho lo hemos dicho, es cierto, pero nunca lo suficiente-. Quienes aquí vivimos solemos pasar frente a los edificios que los albergan y pocos somos en realidad quienes nos detenemos para entrar a ellos y disfrutar nuevamente de lo que ahí se resguarda cuidadosamente; digo “nuevamente”, porque los museos son como los libros: su lectura cobra sentido de manera distinta cuando dejamos pasar un tiempo y nos dedicamos a leerlos otra vez, a la luz de una experiencia renovada. Así pasa con estos tesoros guardados en los espacios museísticos: cada visita, cada nueva contemplación de lo que ahí se muestra nos lleva a un escrutinio y a una lectura diferentes, al despertar de una emoción que no es igual a la anterior. Para iniciar con las ediciones de este año, le pedimos a Gabriela Vargas, directora del Museo Pedro Coronel, que eligiera una de las obras que ahí se exhiben para presentarla como la pieza de mes en la portada de este número gualdreño; nuestra intención es proporcionar más información sobre lo que los museos atesoran, esperando que esto motive a nuestros lectores a visitarlos (recuerde que los domingos la entrada es gratis en todos ellos). Eligió La Mujer Caracol, de Pedro Coronel, el artista zacatecano nacido en la década de los años 20, cuyo museo se inauguró en 1983 y que hoy alberga una magnífica colección de arte universal. A continuación, la información que nos compartió: La pieza del mes: La Mujer Caracol, de Pedro Coronel Durante su estancia en Roma, Pedro Coronel produce “Año Uno Luna”, una serie de pinturas en las que el artista se vuelca hacia la abstracción geométrica, dejando de lado la representación de la figura humana, para plasmar en sus lienzos el mundo de los astros; pasó de representar la realidad cotidiana de los objetos sensibles y las interrelaciones entre los humanos a ese otro mundo que rebasa el ámbito de la experiencia temporal: la realidad cósmica, la que encierra los arcanos que determinan el devenir de la condición del hombre. En
esta etapa su paleta adquiere una fuerza descomunal: sus colores se vuelven cada vez más puros, vivos y contrastantes. Rojos, verdes, violetas y azules crean una gran tensión dentro de sus lienzos. Los contornos se tornan cada vez más delimitados, imprimiendo mayor fuerza a la línea como elemento primordial de la composición pictórica, a la vez que se suavizan sus texturas, lo que tiene el efecto de acentuar su agresividad cromática. A su regreso a México, en el año 1970, Coronel pinta La Mujer Caracol, óleo sobre tela de 200 x 250 cm., el cual pertenece al acervo del Museo El Universo de Pedro Coronel. Reaparece en su pintura la figura humana, ahora con un tratamiento mucho más estilizado. Los cuerpos dejan de ser sólidos y se vuelven etéreos, fundiéndose con el cosmos. Sobre un vibrante fondo violeta, se aprecian tres cuerpos celestes yuxtapuestos: verde y muy pesado el de primer plano, marrón y de mayor tamaño el intermedio, y rojo, más pequeño y casi transparente el posterior. En la parte inferior del cuadro, en primer plano y recostada, aparece la figura femenina en vibrantes tonos anaranjados, rojos, azules y verdes, la cual se funde con la figura masculina, que se yergue en la parte derecha del cuadro, en colores rojos, azules y verdes. Da la impresión de que tanto el hombre como la mujer llevan cubiertos sus rostros con máscaras. Sus formas curveadas que se alargan y adelgazan imprimen a la obra un interesante dinamismo que la vuelve rítmica, a la vez que sensual y logran una perfecta integración con el fondo a pesar de la tensión creada por el contraste cromático. Agradecemos a Gaby Vargas y al personal del Museo Pedro Coronel la información y la imagen proporcionadas que hoy aparecen en portada. Qué mejor manera de iniciar un nuevo año de trabajo que presentando esta obra de uno de los artistas más talentosos y queridos de nuestro Estado; orgullosamente zacatecano, Pedro Coronel decidió antes de morir que su colección El Universo de Pedro Coronel permaneciera en la ciudad que lo vio nacer. Visite su museo, conózcalo y disfrútelo. Buen año para todos.
Contenido Mentes criminales brillantes cegadas por el narcisismo Por Antonio Bautista Las salas de espera como antesalas del arte Por Maliyel Beverido
Tres tristes empleadas: La novia del desierto, Roma, y El Ombligo de Guie´dani Por Paula Markovitch
La aparición guadalupana, grabado de José Guadalupe Posada Por Miguel Jairzhinio López Ramírez y Maritere Espinosa Evocaciones del 68 Creyendo en la quimera, tratando de alcanzarla Por Mauricio Flores
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Roma, de Alfonso Cuarón Por Adolfo Nuñez J. NEO-TOKIO 2019 Por Manuel Sauceverde
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Los gatos Por Alberto Huerta Rodrigo Por Alma Rosa Fernández
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Que disfrute su lectura.
Directorio
Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Mentes criminales brillantes cegadas por el narcisismo t
Por Antonio Bautista*
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ace ocho minutos terminé la primera novela de este año, Ragdoll (muñeco de trapo) y quedo tan emocionado como con mi última lectura, Memento Mori. La novela negra me ha ido cautivando a través de los años por ser narrativa de acción y porque en cada página hay suspenso que invita a seguir leyendo. La ópera prima de Daniel Cole es un excelente retrato de la investigación policiaca de casi cualquier parte del mundo. Con imágenes que quedan grabadas en la mente del lector, el autor va construyendo una trama de película. Se agradece que las vueltas de tuerca no se exageren y sólo aparezcan las veces necesarias. Los personajes principales tienen todos un peso equilibrado, de tal
modo que en momentos parece que algún personaje secundario es el verdadero protagonista de la historia. Se agradece también el guiño, al principio de la historia, a los personajes principales de Pulp Fiction, por parte del protagonista. Algo que quedará, sin duda, en la mente del lector como un grato recuerdo. Ésta es una historia donde protagonista y antagonista son tan parecidos y tan reales como cualquier ser humano, dispuestos a convertirse en monstruos gracias a sus instintos. Eso, que no quepa duda, lo compartimos todos. Una lectura muy recomendable, disponible en librerías de España solamente, que, claro, se puede pedir para su entrega por envío.
Libros
Ragdoll (muñeco de trapo)
* Cuentista, psicoterapeuta ericksoniano y proveedor de champiñones en la central de abasto Cdmx.
Las salas de espera como antesalas del arte t
Por Maliyel Beverido
las antesalas en aulas o galerías, pero sí de ofrecer algo más que chatarra para entretener las esperas, si de darle una oportunidad al arte de motivar una reflexión sensible en esos momentos en los que nos enfrentamos a nuestra vulnerabilidad. Tal vez es ingenuo pensar que ésa también podría ser una manera de formar público, pero uno nunca sabe lo que una imagen hallada al azar puede provocarnos.
Río de palabras
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as salas de espera son, por lo regular, sitios desesperantes, cuando no humillantes. Por encima de los no-lugares que comprende la descripción de Marc Augé, esos espacios de transitoriedad que no aportan nada a la identidad y cuyos componentes no se pueden interiorizar, la sala de espera es un lugar de no-comunicación, y de no convergencia, a pesar de que en ella se crucen gran cantidad de individuos. Por diversas razones estuve en varios consultorios últimamente. Hice antesala con niños, con amas de casa, con académicos, con burócratas y con funcionarios. Y cada vez nos encontramos en espacios donde, como parte de la “atención”, había manoseadas revistas de chismes de la farándula o, cuando mucho, de turismo y recreación, además de una enorme pantalla que emitía partidos de futbol, películas o telenovelas, sin que siquiera importara que el público estuviese interesado en verlos. Recordé entonces a mi amigo Patrick, que también era francés, pero no antropólogo ni famoso. Patrick era un apasionado del vuelo (tenía su propio avión) y un fotógrafo entusiasta (en la época de las cámaras analógicas, carretes, revelado, etc.). Para pagarse tan caras aficiones ejercía el oficio para el cual se había especializado: era radiólogo. Tenía un gabinete de imaginería médica equipado con la más alta tecnología, donde practicaba radiografías, tomografías, ecografías, termoscopías y todas esas grafías y scopías que necesitan los médicos para el diagnóstico y seguimiento de tratamientos. Así que igual podía atender a un
joven, a una futura madre, o a un anciano. Igual tenía consulta particular que beneficiarios de la seguridad social. Sin embargo, su antesala era pequeñita, y no porque desdeñara el confort de sus pacientes, sino al contrario, porque calculaba con esmero el tiempo que cada uno debía pasar en ese espacio y rara vez había más de dos personas en espera. Pero la característica más distintiva de su vestíbulo era que no tenía revistas. Ni una, de ninguna especie. Y mucho menos pantalla. El sonido ambiental era generalmente jazz, apenas audible para distraer del ruido de la calle, y en la mesita de centro había siempre tres o cuatro libros de arte. Buenas ediciones, impecables reproducciones, pocos textos, estéticas diversas. Más que una sala de espera era un remanso de paz. Los breves instantes que uno pasaba allí permitían un discreto acercamiento al arte, para muchos un descubrimiento, casi iniciáticos. A veces, para relajarlo, Patrick entretenía al paciente preguntándole su opinión sobre las imágenes que había visto. Y cada quince días cambiaba uno o dos libros, así había una rotación constante de material y uno se encontraba algo nuevo en cada cita. Yo le preguntaba si no temía que se llevaran alguna de sus más preciadas ediciones. Él respondía que sería un halago. Y completaba que si él estuviera a punto de hacerse un estudio médico le gustaría encontrarse en una sala así. Nunca he encontrado otra antesala como la suya, y pienso que sería maravilloso que hubiera otros consultorios, laboratorios, clínicas y hospitales con iniciativas semejantes, que apagaran las pantallas que ahora dominan sus paredes y que recogieran toda la prensa trivial (que para eso está internet). No se trata de convertir
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Tres tristes empleadas: Cine
La novia del desierto, Roma, y El Ombligo de Guie´dani Por Paula Markovitch t
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e ha preocupado últimamente ver películas hipotéticamente feministas. Las chicas salimos del cine contentas por una reivindicación de género, pero secretamente angustiadas. En realidad, a mi parecer, algunas obras que se definen como defensoras de los derechos femeninos, apuestan en realidad por una visión absolutamente conservadora y oprimente. Creo que pocas cosas son más peligrosas que una “tibia revolución”. La necesidad de cambios radicales en todos los órdenes es hoy inminente y más aún en cuanto a la definición de género. Empleada 1 Pienso ahora en el caso del filme: La novia del desierto, de Cecilia Atán y Valeria Pivato. Más allá de sus virtudes fotográficas o actorales, me llama la atención la historia que nos narra. La película cuenta la historia de una empleada doméstica de 50 años. Los patrones se van de viaje y ya no necesitan de sus servicios, de modo que, para no “dejarla en la calle”, la envían con sus familiares. La empleada viaja entonces “al interior del país” para encontrarse con quienes serán sus nuevas patronas. En el camino el autobús se descompone y los pasajeros deben pasar un rato en un “pueblo de provincia”. Me explayaré más adelante acerca de cómo se describe en el filme este “pueblo” y las implicaciones ideológicas que creo que se derivan de este paisaje. Siguiendo con el relato, la mujer conoce a un hombre gordito y bonachón con quien entabla una amistad. Él es, evidentemente, un buen tipo. Se gustan. Recorren los polvorientos caminos del pueblo, van en busca de un bolso extraviado por ella, que en realidad él retiene para permanecer en su compañía (una travesura realmente inofensiva). Al caer la noche y después de una jornada de seducción recíproca, los personajes bailan y se besan. Cuando él la besa en el cuello, ella tiene una expresión aturdida, asombrada, que nos hace pensar que es… “¿su primera vez?”. Por fin, la narración hace una discreta elipsis y los encontramos semidesnudos en un cuarto de hotel. Dormidos (la pasión ha ocurrido
/// La novia del desierto, de Cecilia Atán y Valeria Pivato.
sin nuestra asistencia). La empleada doméstica se despierta, se viste y se marcha sin decir nada… y luego de agradecer a la virgen por el pequeño milagro que le ha acontecido, toma el autobús hacia su destino de trabajadora doméstica. Si este relato estuviera narrado desde una perspectiva crítica sería amargo, pero la película enfoca los acontecimientos como si realmente fueran “positivos” y “enternecedores”. Como si el personaje alcanzara al final, algún grado nuevo de madurez y liberación. Todo ello ocurre en un decorado algo “campestre”, idealizado, con personajes pueblerinos sencillos y sin maldad. El relato, presentado como una aventura positiva, despierta en mí interrogantes éticos y otros sencillamente prácticos. La primera de las preguntas que surge del relato es… ¿por qué no se despiden? El hombre fue amable, pasaron una buena jornada juntos, no son hermanos, no son padre e hija. Ninguno de los dos está casado y tienen la misma edad. Aun en el caso de que ella no quisiera continuar el vínculo…. ¿qué le impediría decirle algo así como: “hasta pronto, que te vaya bien”? ¿Qué tan grave es lo que ha ocurrido entre esos dos adultos de 50 años que no pueden mirarse la cara y desearse buen viaje? La segunda gran pregunta es: ¿por qué no continuarán comunicados? Es pleno siglo XXI, ambos tienen celulares. ¿Por qué no podría continuar la amistad? ¿Qué clase de norma moral prohíbe que las empleadas domésticas puedan tener amigos o parejas? ¿Qué les impediría
tener una agradable charla telefónica de vez en cuando? Y la última pregunta es: ¿por qué ella sonríe, dejando atrás a su nuevo amigo y encaminándose… hacia su ineludible horizonte de servidumbre? Comprendería que lo hiciera por obligación y con resistencia y angustia. ¿Pero por qué está contenta? ¿Es que a las empleadas domésticas les basta una pequeña alegría, en la oscuridad, un solo día, para quedar satisfechas y seguir lavando ropa ajena toda la vida? ¿Y esta resignación sería acaso positiva? Una vez más si el filme propusiera una mirada crítica sobre una mujer que se impone a sí misma el sacrificio y una vida solitaria, la “anécdota” podría dar pie a una historia tortuosa y aguda. Pero al revés, el filme describe la voluntaria renuncia de la protagonista como si se tratara de un gesto curiosamente “libertario”. Como comenté me preocupan además algunas decisiones “estéticas”. El decorado pueblerino idealizado que me hace pensar en una idea condescendiente, acerca de la “sencilla felicidad” de la pobreza. Parece una comunidad muy unida, con y un “mercado” colorido (imagen que “habitualmente” ilustra, en el cine, el alegre salvajismo de Latinoamérica). Han quedado fuera de la descripción, en esta ocasión, el oportunismo de los vendedores ambulantes ante los turistas. Las trampas habituales de los negociantes de carretera, la astucia cotidiana de la actividad comercial. Por otro lado, la presencia de “mercados” es muy frecuente en otros países latinoamericanos y no lo es tanto
en las carreteras argentinas. El decorado parece más una “idea”, de las autoras, acerca de “un pueblo de provincia”, con habitantes algo ingenuos y despojados de maldad. También me inquieta la voluntaria elipsis en torno a la escena sexual. Como se trata justamente de una historia de amor quizás hubiera sido pertinente ver algunos momentos de ese encuentro con su bella torpeza. Pero se trata de dos personas de más de cincuenta años, y puedo adivinar en esta omisión cierto pudor de las autoras… Así en este filme de bella fotografía y buenas actuaciones, me preocupa en cambio lo que “dice”. Se trata de cineastas mujeres, muy jóvenes… y me preocupa la ideología que plasman en él. Me inquieta la manera en la que estas dos jóvenes artistas, ven o imaginan a los pobres, a las mujeres viejas, a las comunidades rurales y en especial… a la “servidumbre”. Empleada 2 Otra empleada doméstica que nos presenta su atribulada existencia desde la pantalla es Cleo, la protagonista de Roma, de Alfonso Cuarón. No quiero discutir aquí la calidad del filme. Sólo me apabulla una vez más el discurso ideológico de la obra, la que se presenta hipotéticamente, como una pieza feminista y crítica del clasismo mexicano. Cleo es una empleada doméstica mixteca que asiste a una familia clase mediera de la colonia Roma. Tiende las camas, lava la ropa, y despierta a los niños. Tiene un amigo, Fermín, quien la invita al cine y se acuesta con ella. Luego de
unos meses Cleo se da cuenta de que está embarazada. Al enterarse del embarazo Fermín la abandona de un instante al otro. Pasan los meses, el embarazo de Cleo evoluciona. En el parto, el bebé nace muerto. Cleo está muy triste pero el cariño de sus “patrones” parece consolarla al final de cuentas. La historia de Cleo contrasta con la de la señora de la casa, quien también es abandonada por su marido. Realmente no veo en la obra ninguna consideración feminista. Los personajes masculinos son maltratadores, abandonadores y crueles (casi caricaturas), y ante ellos ambas mujeres demuestran una pasividad sorprendente. Les ruegan y suplican. Cleo atraviesa la ciudad para buscar a Fermín a pesar de que él la ha dejado plantada en una butaca del cine. Luego escucha sus insultos y amenazas casi sin parpadear. No hay resistencia en ninguna de las dos mujeres. No esperaría un lúcida indignación, pero al menos algo de astucia o humor. Son dos víctimas desarmadas e indefensas. En la tradición del cine contemporáneo las mujeres siguen presentándose como seres llorosos y quebradizos. Se ha mencionado la “sororidad” entre ambas mujeres. Ya que las dos comparten un destino semejante: ser abandonadas. Pero una vez más no noto que esta similitud, transforme algo en su relación. El hecho de comparar sus mutuas peripecias podría generar en ellas alguna transformación en el vínculo de sometimiento. Aunque sólo fuera momentánea y sutil. La patrona podría, por ejemplo, por una sola ocasión… servirle un té caliente a la
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/// El Ombligo de Guie’dani, de Xavi Sala.
la singularidad humana de los seres a los que se aproxima? Creo que cuando el relato no toma nota de la particularidad del personaje, no está siendo objetivo, sino al revés, se comporta de modo negador e indiferente. Mira sin mirar. Se enfoca en un “otro” pero no lo ve realmente. Lo anula y lo confunde imaginariamente. Pero sobre todo este tipo de narradores (en el cine contemporáneo) nos cuentan la historia de un “otro” a quien desde el principio dan por “derrotado”. Se “menciona una circunstancia injusta”, es verdad, pero al mismo tiempo se presenta esta circunstancia como “inamovible”. Las “víctimas” son descritas como seres mortecinos, sin conciencia, sin rabia ni risa… sin vitalidad ni astucia. Quizás, inconscientemente esta perspectiva sea tranquilizadora… Vistos de este modo, los pobres parecen realmente inofensivos. Sin detenerme a analizar el fenómeno mediático en torno a Roma, recientemente el director Alfonso Cuarón anunció que colaborará con
/// Roma, de Alfonso Cuarón.
“sábanas” para todos aquéllos que organicen proyecciones colectivas de su filme Roma: en escuelas, comunidades, etc. El proyecto de un cine comunitario me parecería muy interesante, si Alfonso decidiera colaborar con salas de cine improvisadas, pero no sólo para su película, sino para muestras de cine variadas y diversas. Pero la propuesta gira en torno a ella. Como si la obra propusiera algún tipo de debate o de movilización política posterior. Como si después de ver Roma, los espectadores pudieran “organizarse” políticamente en torno a cierto tema… Me he preguntado qué es lo que el filme dice en conclusión que pudiera llegar a ser punto de partida de una acción colectiva posterior. ¿Qué consignas o batallas se derivan de su relato? ¿Qué injusticias se denuncian? No he encontrado respuesta a estas preguntas. Me pregunto una y otra vez. “¿Qué dice la película?”. Y no encuentro un discurso libertario… ni siquiera un discurso no libertario…
Lo que el Roma parece decir, y que al parecer resulta curiosamente revelador para miles de espectadores, es que las empleadas domésticas… existen. Empleada 3 La tercera empleada doméstica de la lista es la niña de El Ombligo, de Guie´dani, de Xavi Sala. Una niña oaxaqueña viaja con su madre a la ciudad. La madre será empleada en una casa. La niña desarrolla un visible rechazo por su situación de servidumbre. Se burla de los patrones en secreto. Ellos se van de vacaciones, la madre también debe ausentarse. La niña y su amiga toman la casa por asalto. Se divierten, juegan, ríen, se disfrazan con la ropa de los patrones. Prenden fuego a las cortinas… A diferencia de las anteriores, veo aquí trazos de un personaje libertario. Tiene singularidad, desenfado, irreverencia, risa. Como mujer y como empleada doméstica el personaje es reivindicado. Se le otorga la dignidad de la burla. Se le otorga indignación y misterio. Es
un personaje único e inolvidable. Quizá mis únicas diferencias ideológicas con el filme radican en el final. La niña es descubierta en sus travesuras y los patrones echan a madre e hija de la casa. La niña ve más cercano su sueño: regresar al pueblo. Pero a último momento la patrona embarazada da a luz. La niña y su mamá son “perdonadas” y a través de esta “disculpa”, vueltas a condenar a un destino de servidumbre. Conversando con el director, a quien considero muy talentoso, él subrayaba que su intención no fue condenar al personaje. Para él, la mirada final de la niña anuncia que pronto intentará nuevas formas de huir. Pienso que la interpretación del autor de su propia pieza es muy válida. Como lo son todas las miradas acerca de una obra. Lamentablemente yo aún percibo en la mirada final, una señal de resignación que me alarma. Yo siento que ha sido atrapada. Los finales “condenatorios”, también son muy habituales en el cine contemporáneo latinoamericano. Al fin no hay salida. El castigo recae en general al final sobre personajes vitales y envalentonados, quienes al final son aprisionados y encerrados. En estos filmes, se le da gran dignidad al personaje, pero no una salida final. El cine contemporáneo parece ver a los pobres como hormigas… pero cuando los vemos como humanos vitales nos tranquilizamos adelantando que al final ellos serán atrapados y apaciguados. Lamentablemente, la indignación, la denuncia y la irreverencia, no tienen gran presencia hoy en el cine. Asistimos a un espectáculo mortecino, con falsas rebeldías y falsos feminismos. Creo que luchar por espabilarnos, conectarnos con lo real, desenmascarar las facetas de soberbia y subestimación, y las trampas de lo inofensivo, es parte de nuestra tarea como cineastas y artistas.
Cine
empleada en quien “se espeja”. Hacia el final, la patrona invita a Cleo a un viaje de vacaciones (supuestamente para consolarla por su pérdida), y les advierte a los niños que la empleada no va a trabajar sino a disfrutar de la playa. Este comentario no pasa de una expresión oral sin ninguna consecuencia. En los hechos, Cleo no sólo va a trabajar y debe cuidar los niños como siempre, sino que es orillada a arriesgar la vida “en el cumplimiento de su deber” de empleada doméstica. El vínculo entre ambas mujeres es inamovible, rígido, y la estructura clasista no tiene entre ellas ninguna excepción, ningún pliegue… Tampoco vemos aquí ninguna crítica al clasismo, al revés… Cleo asume su destino de sirvienta, como si se tratara de algo “positivo”. (La vida se encarga de aleccionar a Cleo por su desliz, pierde a su niño propio pero se resigna y regresa sonriente a aceptar su inamovible lugar en el mundo: la azotea). Pero una de las consideraciones más inquietantes respecto al personaje de Cleo, y de muchos personajes “marginales”, en el cine contemporáneo, es la falta de características singulares. Los personajes son descritos solamente por su condición. Personajes sin rasgos únicos, sin debilidades, sin matices, sin particularidades memorables. ¿Cómo es Cleo? ¿Le gusta cantar? ¿Qué comidas prefiere? ¿Cuáles son sus peores miedos? ¿Qué cosas la enfurecen? ¿Cuál es su hora preferida del día?... No hay respuestas en el filme. Ni siquiera se formulan este tipo de preguntas. ¿En qué se diferencia Cleo de la otra mucama que habita la casa? En el cine contemporáneo, los personajes “pobres” parecen vistos desde arriba y desde lejos como un niño que mirara con una lupa el pasar de las hormigas, y claro, desde su perspectiva, se ven todas muy parecidas. Al parecer, para ciertos sectores sociales (quienes actualmente suelen tener mayor acceso a la producción de cine)… los pobres son todos iguales. El personaje marginal, solamente es percibido en su circunstancia. La cámara lo sigue, lo ve tender las camas, lo ve limpiar habitaciones ajenas, pero la cámara no sabe ni quiere acceder a la condición humana individual. La distancia del narrador contemporáneo respecto a sus personajes puede confundirse con un “gesto estético”, de pudor y objetividad. Se trata de un narrador que no comenta ni opina sobre los hechos que presencia… ni sobre los seres que visita. ¿Pero se trata de un verdadero “pudor narrativo”, o en cambio es indiferencia? ¿Absoluto desconocimiento y desinterés respecto del otro? Los seres humanos somos todos diferentes, singulares, deseantes, nuestras pulsiones no están ocultas. Nuestros rasgos son “visibles”. ¿Qué clase de narrador puede no “notar”
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Artes Visuales
La aparición guadalupana, grabado de José Guadalupe Posada Por Miguel Jairzhinio López Ramírez y Maritere Espinosa t
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a segunda aparición de la Virgen de Guadalupe en la hacienda de Lecherías, (1884) es un grabado donde Posada reunió en una sola pieza la imagen icónica nacional de las distintas deidades femeninas y su devoción. El grabador crea una obra de arte a propósito de un evento considerado políticamente numinoso, falaz y doloso, la aparición de una imagen de la virgen de Guadalupe en una penca de maguey, y para avivar el escándalo con varios testigos del evento (Bonilla, 2010).* En ella se significa la aparición de la Guadalupana y la compleja estructura social que el trabajo de Posada realiza para las Hojas Volantes de la imprenta Vanegas Arroyo. Imagen y texto conforman un binomio necesario para un país donde el grueso de la población es analfabeta. Los grabados que realiza el laureado dibujante, relajiento artista migrante y cronista visual de una época son para el pueblo mexicano enseñanza y conocimiento de lo que acontece con su devoción. El apa-
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/// José Guadalupe Posada
rente modesto trazo del hidrocálido es una muestra del equilibrio entre técnica, estilo y estética de lo popular. Su universalidad radica en la formalización compositiva para resolver desde el canon, planos, perspectiva y profundidades, donde el localismo de sus personajes se hace desde una voluntad por representar los tipos nacionales. El grabado es construido desde un punto de fuga a partir del dibujo de la virgen, que irradia la perspectiva hacia las orillas, en donde el maguey
Por Mauricio Flores*
Op. Cit.
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a irrupción del movimiento estudiantil de 1968 —tanto en México como en el mundo— estimuló las hasta entonces vigentes maneras de pensar y actuar. Nadie a la fecha duda de ello. Fue una experiencia que trascendió, sí, aunque también una vivencia de difícil recreación. Desde sus basamentos de libertad y juventud planteó, lo sigue haciendo, dificultades para su recuperación y recreación. No obstante, lo observamos a cincuenta años, existen grandes ejemplos que abrazan y proyectan al 68, especialmente desde la narrativa. Faltaba una novela gráfica del 68 y Luis Fernando, con La pirámide cuarteada. Evocaciones del 68, salda la deuda. Bienvenida. Un verano más llega a la ciudad que crece sobre el esqueleto de un lago… Así comienza esta obra gráfica, bien podría decirse altamente didáctica, que nos lleva a las jornadas más importantes del movimiento. Seis meses que contendrán en la historia mucho más, y que si algo rompieron también fue el aburrimiento de todos. La Pantera Un estudiante de dibujo camina por la gran ciudad, hasta donde llegan los ecos de la insurrección parisina. Un estudiante que espera ansioso las Olimpiadas y canta lovely Rita, meter maid, lovely Rita, meter maid… ¡El primer aniversario del Sargento Pimienta!, desde
y sus hojas hace función de marco, destacando en el hermoso halo de la señora del Tepeyac con el contraste entre las figuras que la acompañan, su trazo es desenfadado y grueso, aportación al arte no sólo del grabado sino una demarcación formal del estilo apolíneo de la academia. Por otra parte, las vestimentas de los personajes significan que todos los pobladores, sin importar su estrato social reverencian al fenómeno y milagro manifestado, donde lo importante es la creencia de la gente -en este
caso de la hacienda de Lecherías-, sin que medie para su legitimación autoridad eclesiástica alguna y con ello, justificación para rechazar su veracidad. La composición impresa en bicolor permite que el espectador visualice en el centro el milagro, mientras que el resto de los planos son un escenario en el cual se descubre la vida cotidiana del pueblo, ya que los devotos asumen la realidad manifiesta en la penca. Es una segunda aparición de su objeto sagrado, la cual ahora se manifiesta en la planta de la diosa mexica Mayahuel, dadora de vida y fertilidad, dueña del aguamiel y el pulque, bebidas sagradas y profanas por excelencia en el pueblo de México. De esta manera el imaginario colectivo, abandona el colonialismo para arribar en el nacionalismo porfirista donde el campo todavía tiene una fuerte presencia. Tenemos un grabado que expresa su origen mestizo e irreverente tanto en la temática como en la apropiación de una forma de representar la realidad de una devoción popular. Lo realizado por Posada en esta obra es el imaginario colectivo, la forma y estilo en que se expresa en este momento,
Evocaciones del 68
Creyendo en la quimera, tratando de alcanzarla Radio 590, la Pantera. ¿Será un verano aburrido? El pleito estudiantil entre dos escuelas, el bazukazo a la Escuela Nacional Preparatoria, la manifestación del Rector, el Consejo Nacional de Huelga, las grandes marchas y las censuras y arrinconamiento de la autoridad ante las peticiones del movimiento se despliegan con profusión de estampas en La pirámide… Y junto a esto el Mayo francés, la Primavera de Praga, la muerte de Luther King, la guerra en
Vietnam. Itinerario de una revuelta que el autor traza con imaginación y sin olvidar la historia de la región y sus habitantes. Hasta ese diálogo imaginario entre las deidades prehispánicas, al final violento de las jornadas libertarias. “Ya se quedó jetón. Lo dejó pensando mucho el otro muchacho, ¿verdad Huitzilopochtli?” “Sí. A ver cómo asimila todo lo vivido estos
unión entre pueblo y su artista, este último productor de una expresión estética: el mestizaje mexicano. La producción literaria y visual no con un cierto desparpajo de la producción de la prensa de a centavo en el siglo XIX, se abre paso entre las estructuras dadas por las políticas de dominio gráfico que pesan sobre la vida cotidiana del México decimonónico, así aparece en el trabajo sobre el milagro guadalupano que registra en su momento Posada. Finalmente, conforma el imaginario colectivo y popular en clara diferencia a los entramados propuestos desde las instituciones -civiles y religiosas-, en torno al tema de la aparición Guadalupana en el cerro del Tepeyac del siglo XVI. En medio de la formalidad surge la propuesta y visión menos rígida de Posada que es lo suficientemente sensible para identificar el poder de los símbolos y representar el devenir en la cultura e imaginario nacional entre la población de trabajadores y el campesinado mexicano y su celebración cada 12 de diciembre. *Bonilla, Helia. “Fortunios e infortunios del impreso popular ilustrado por Posada”, en Posada el genio de la Estampa, Gobierno del Estado de Aguascalientes, 2010.
pocos meses. Fue algo muy intenso”. “¿Y tons que? ¿Sirvió de algo, o más bien, servirá de algo este, digamos borlote?” “Se enfrentaron valientemente a una pirámide muy grandota, Tezcatlipoca. Pero yo veo que sí hicieron unas buenas cuarteaduras. Claro que para derribarla falta mucho más, pero eso ya dependerá de otras generaciones, en otras circunstancias”. “Y lo de la Plaza de las Tres Culturas…”. “Eso fue una salvajada, Tezca, y lo digo como dios mexica, imagínate”. Ya casi al cerrase el libro, escribe su autor: “No se olvidan los muertos, aquellos que se fueron sin haber besado, de tan chicos […]. Pero aún con ellos (siempre), esta imagen por encima de todo: la feroz alegría avanzando como ola indetenible creyendo en la quimera, tratando de alcanzarla”. *** Luis Fernando (Ciudad de México). Desde 1979 ha publicado en periódicos como Unomásuno, El Financiero, El Universal, la Jornada, Milenio Diario. En las revistas Emeequis, Dos Filos, El Gallito Cómics, El Chamuco. Con editorial Resistencia los libros Las insólitas aventuras de Yoni la Torta, Cácaro, la época del oro del cine mexicano en monos, Comixtlán. Luis Fernando, La pirámide cuarteada. Evocaciones del 68, Secretaría de Cultura, México, 2018, 120 pp. * @mauflos
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Roma, de Alfonso Cuarón Cine
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Por Adolfo Nuñez J.
E
n un plano donde sólo hay baldosas viejas y sin color, escuchamos el sonido claro de agua corriendo. Es agua mezclada con jabón, que cubre las losas creando un reflejo donde se ve un avión pasar, y que en ese preciso momento cruza el cielo de la colonia Roma. En ese instante conocemos a Cleo (Yalitza Aparicio), quien está lavando el patio usando una escoba con la que talla las manchas en el suelo. Al entrar a la casa la rutina continúa; Cleo recoge la ropa de cada habitación, así como los objetos que han sido dejados en el piso. Más tarde en un Volkswagen llega la señora Teresa (Verónica García) con sus nietos, los habitantes de ese hogar. En la cocina Cleo y Adela (Nancy García) preparan la comida de la abuela y los niños mientras esperan que vuelva la señora Sofía (Marina de Tavira), la dueña de la casa. A través de este retrato familiar nace un profundo relato que ahonda en la percepción de las clases sociales y en un amor que se crea a raíz de la convivencia y el apoyo frente a las adversidades de la vida diaria. Enfocado en los años de 1970 y 1971, Roma es un emotivo relato de un momento específico en la vida de Alfonso Cuarón, quien hace uso de su memoria para reconstruir eventos reales como el Halconazo de 1971, pero también para recordar con invariable cariño y nostalgia una época donde se exhibía en los cines Atrapados en el Espacio (1969), donde cada noche se veía en familia el programa Ensalada de Locos y donde el postre favorito de cualquier niño eran los gansitos congelados. Con una increíble caracterización a los lugares y atuendos de aquella época, así como la recuperación de sonidos tales como los vendedores callejeros y programas radiofónicos, Cuarón encapsula los elementos y detalles clave de su vida en esos días, y lo hace con una cuidado al detalle que tiene la capacidad de trascender épocas y espacio para verse reflejado incluso en la actualidad. En esta minuciosa y compleja pero también compasiva atención al detalle es donde se desenvuelve la exploración a la brecha entre dos mujeres –la señora de la casa y la
empleada doméstica- y en medio de la cual nace una inesperada solidaridad y comprensión mutua en la cual ambas terminan por sostener los restos de una vida que poco a poco se va derrumbando. Fiel a su sello de autor, Cuarón alegoriza dos de los temas universales más recurrentes en su filmografía; por un lado la maternidad como símbolo de un futuro posible y que es una constante evidente en sus dos trabajos situados en el género de la ciencia ficción: Children of men (2006) y Gravity (2013). El segundo tema es la muerte y las consecuencias de la pérdida, y que es uno de los elementos más evidentes en el argumento de la excepcional road movie, Y tu mamá también (2001). Junto con estos temas, es común ver en el cine de Alfonso Cuarón a mujeres determinadas a abrirse camino en lugares donde la masculinidad suele ser la vara para medir los rumbos y destinos de sus habitantes. Todos estos símbolos son representados en Roma, a través de sus protagonistas, pero de un modo más específico en el personaje de Cleo y en sus circunstancias, en algunos momentos tan ordinarias como dolorosas en otros. En dicho arco narrativo, y como otro símil de su estilo particular, el realizador hace uso de los cuatro elementos para escenificar las emociones de su protagonista, en secuencias donde la dureza de la tierra y el abrasivo fuego simbolizan su pérdida mientras que el agua y el oleaje del mar representan su deseo de purificarse y renacer. Volteando a su pasado, el director busca que de alguna manera los espectadores nos reconciliemos con el nuestro, al exponer las verdades incómodas de una sociedad que rara vez las reconoce, y que en el filme se materializan en eventos trágicos y masivos como una matanza estudiantil o un terremoto, pero también en situaciones íntimas como las de una familia que intenta sobrellevar las tragedias del hogar. Roma es una cinta que, como pocas en la actualidad, reconstruye en imágenes lo que el narrador no podría contar de ninguna otra forma. A través de planos largos y detallados en un melancólico blanco y negro, Cuarón construye una ciudad llena de vida, que al igual que los matices de grises y su contraste, lejos de sólo evocar a la nostalgia, señalan la propia naturaleza efímera e irrepeti-
ble de la cinta, dentro de la cual el realizador esboza un reflejo de lo que somos hasta el día de hoy después de tanto tiempo, como un homenaje y una celebración al paso del tiempo y a la vida misma.
NEO-TOKIO 2019 t
Por Manuel Sauceverde
Hoy me realizaron
la prueba VoightKampff para saber por qué sueño con ovejas eléctricas. Los resultados son escalofriantes...
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LA GUALDRA NO. 367 /// 14 DE ENERO DE 2019
Los gatos Río de palabras
Los gatos rodean al mundo con sus terciopelos, con sus caricias. Paco Urondo A mis hijos. Por Alberto Huerta t
É
ste era un gato, con los pies de trapo y los pies al revés…. ¿quieres que te lo cuente otra vez? Dijo Él y siguió viendo al Negro dormir sobre el sillón cuan largo era. Afuera la luna llena, esplendorosa, en esa noche de pleno otoño. Hablo con los gatos. Y los miro. Ellos también me miran con sus ojos redondos, amarillos, azules… Sombra, echada sobre el televisor, encima del estante, nos mira como Dios mira a los conejos… el Agustino se pasea muy orondo por la salita. Éste era un gato, con los pies de trapo y los ojos al revés… ¿quieres que te lo cuente otra vez? Hablo con los gatos todo el santo día y parte de la noche, dice Él, porque así tenía que ser. No me quedaba de otra. Cuando te quedas solo, empiezas por hablar con las paredes… o lo que es lo mismo… con nadie… corres el peligro de volverte medio loco. Yo me puse a hablar con los gatos… los Panchos hechos bolas duermen en el sofá. Éste era un gato, con los pies de trapo y los ojos al revés… ¿quieres que te lo cuente otra vez? Él dice: Me pongo a chiflarles canciones cardenches, y nomás por joder les chiflo La Internacional o Bandera
roja, completitas. Les hablo y les cuento cuentos, historias, chistes. Juntos comemos palomitas de maíz, papas fritas, manteconchas y bolillos. Nos quedamos jetones con la televisión prendida. Hechos rosca o estirados como liga. A todos, a ellos y a mí nos disgustan los cohetes. Nos incomoda y molesta el frío. Los días lluviosos. Los escucho maullar. Y su ronroneo me acompaña día tras día. Subiendo y bajando escaleras. Y nos vale madre, a ellos y a mí, si van a pagar en abonos o en riguroso contado el avión presidencial. Esto dice Él. Éste era un gato, con los pies de trapo y los ojos al revés… ¿quieres que te lo cuente otra vez? Dice, y le da una mordida a la paleta Tolteca. La Lola se esponja. Y se hace una bola peluda negra y blanca. Elmer se pasea por el pasillo ronroneando. El Negro, en el sillón, duerme a pierna suelta. ¿En qué sueña? Ronca. Y la Jilemona va y viene. El Popeye suspira y se acurruca en uno de los brazos del sillón. Y la Loquita y la Peineta corren desaforadas como chivas locas... hace mucho frío… Mamá Cachimba bosteza aburrida… Y Él, sentado frente al televisor, dormita con la cabeza clavada en el pecho, pero con la paleta Tolteca en la mano… afuera, en la Plaza Principal truenan como siempre los cohetes…
Rodrigo t
Por Alma Rosa Fernández*
I
nsomnio. Fantaseo. ¿Qué se puede hacer cuando no se consigue dormir? Entonces, pienso que me escribo con Rodrigo, sorprendentemente he encontrado su sitio en Internet, después de mil años. Evoco aquellos días de adolescencia. Crecimos juntos. Presenciamos los cambios que nos transformaron de la infancia a la pubertad. Mía fue su voz de casi hombre, su espalda agrandada. Estaba loco por mí: sus hormonas me lo susurraban. Rodrigo: nos merecíamos más que un primer baile o un abrazo con lluvia durante las cenas con amigas al aire libre. Nunca nos hizo falta un paraguas. Nuestra piel era feliz con
gotas corriendo. Tú y yo pudimos haber compartido más que miradas largas entre recreos, paseos hacia mi casa por la noche. Debimos ser dueños de la oscuridad y de sus misterios. Devorar las lunas, el lucero de la mañana, la aurora. Y correr por ahí, perdernos. Ser luciérnagas. Con perversión, castigué tu deseo cada kermés. Te ofrendé mi mejor obsequio: la indiferencia y el coqueteo, al mismo tiempo. Así, fui interesante y malvada. Yo, tu pequeña diosa con formas de mujer recién inventada. Soñabas mi cintura, yo, tu cuerpo sudoroso después de jugar voleibol. Estabas intrigado por mis transformaciones, me acechabas día a día como un explorador de viaje. A mí me dolía crecer, a ti te seducía y escandalizaba. Para tu ventaja, tenías cómplices
/// El manantial. Musée D’Orsay © RMN-Grand Palais (Musée D’Orsay) / Hervé Lewandowsky. Su autor, el artista francés Jean-AugusteDominique Ingres, falleció un día como hoy, 14 de enero, pero de 1867.
en tu actividad de voyeur: los ojos de otros muchachos, tus amigos, también me vigilaban. Suspiros. Aquello me atontaba. Rodrigo: tú y yo fuimos novios. Creo que aún lo somos. Terminábamos, volvíamos. Terminábamos, volvíamos. Un círculo. La eternidad. Nos merecíamos más que cualquiera, ahora lo entiendo. Perdimos el edén sin darnos cuenta. Nos faltó beber más refrescos a la salida de la secundaria. Nuestro, debió ser el campo de mi padre con flores amarillas. Con cada paso, convenientemente extraviado, hubiéramos marchitado los soles vegetales y cualquier tipo de belleza que compitiera con aquello que sentíamos y éramos. A ti y a mí no nos correspondía ser fantasmas, ni recuerdo, sino presencia. Ahora somos la antigua espora de un tiempo extinto, dos chicos que no se hablan y ya no se conocen. *Autora del libro de cuentos A donde corren las niñas (Pictographia, Editorial, 2013), becaria del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico de Zacatecas (PECDAZ, 2012-2013). Licenciada en Letras por la UAZ, Maestra en Investigaciones Humanísticas y Educativas con orientación en Literatura Hispanoamericana, por la misma casa de estudios.