La Gualdra 369

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 369 /// 28 DE ENERO DE 2019 /// AÑO 8

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Javier Acosta. Foto de Eusebio Acosta.

El poeta zacatecano Javier Acosta (Estancia de Ánimas, 1967) cursó la licenciatura de Derecho y la Maestría en Filosofía e Historia de las Ideas en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Realizó estudios de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, donde se doctoró con la tesis Schopenhauer, Nietzsche, Borges y el eterno retorno. Es profesor de Hermenéutica y Literatura en la UAZ. En páginas centrales, una entrevista con él realizada por Armando Salgado.


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LA GUALDRA NO. 369 /// 28 DE ENERO DE 2019 /// AÑO 8

La Gualdra No. 369

Editorial

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ace apenas unas semanas, durante la temporada vacacional, platicaba con algunas personas que estaban de visita en Zacatecas sobre la experiencia que habían tenido al encontrar aquí una oferta gastronómica muy interesante, comieron en el mercado primero y luego se dedicaron a buscar la comida que previamente les habían recomendado; me contaron que probaron los tacos envenenados en tres lugares diferentes, que habían degustado un muy buen asado de boda y que las campechanas y los tamales que encontraron en el centro los habían cautivado. Para mi sorpresa, estos amigos me recomendaron un nuevo restaurante de reciente apertura y con el que dieron por casualidad en sus largas caminatas; se trata de un espacio llamado Ceremonia, a cargo de Alejandro, un chef muy joven que tras haber estudiado gastronomía fuera del Estado decidió regresar aquí para instalar aquí un lugar en el que pudiera compartir con los comensales su propia interpretación de la comida zacatecana. Tuve que ir primero por la curiosidad de comprobar qué era lo que les había gustado a mis amigos y segundo, porque al tratarse de comida zacatecana, la motivación era doble. Muy acertada recomendación, todo lo que probamos estuvo delicioso. Una de las cosas que primero llamaron mi atención fueron los platos de cerámica, una cerámica diferente, sobria y muy bien elaborada; Alejandro nos contó que formó su propia vajilla a partir de una visita que hizo a los talleres en los que le habían dicho que hacían este tipo de utensilios; así, tiene piezas lo mismo del taller de Karina Luna, que del taller de Chilas, ambos ubicados en las cercanías de la ciudad. Ya en otras ocasiones había visto platones muy hermosos elaborados en el taller Mira-Luna, pero constatar la variedad de lo que se hace actualmente en nuestra tierra me dejó gratamente sorprendida. Pocos días después vi en Facebook una publicación de Samuel Cárdenas en la que mostraba imágenes con modelos que portaban piezas hechas de lana realizadas también en Zacatecas. Me dijo que todos esos atuendos habían sido elaborados en Villa García y que estaban a la venta en la Casa de las Artesanías. En menos de un mes

tuve noticia de dos tipos de artesanías zacatecanas que realmente me gustaron mucho y por eso fui a la Plazuela Miguel Auza, lugar en el que se encuentra la tienda en la que se exhiben 11 ramas artesanales que actualmente se promueven por parte de la Subsecretaría de Desarrollo Artesanal del Estado de Zacatecas. No sé si les ha sucedido, pero estamos tan acostumbrados a pasar tantas veces por los mismos lugares, que poca es la atención que ponemos a lo que encontramos a nuestro paso. Eso mismo me ocurrió, porque cuando entré a esa tienda comprobé que en realidad nunca me había detenido a observar con detenimiento todo lo que ahí se ofrece. Rosy Campos, la subsecretaria que tanto empeño ha puesto en promover lo que los artesanos realizan en todos los municipios de la Entidad, me mostró la extensa variedad de productos que van desde lo meramente utilitario hasta lo decorativo. Comenté con Rosy lo que me había motivado a visitar ese espacio y ella con toda la amabilidad me compartió información sobre lo que están haciendo los artesanos que se dedican a la alfarería y a la elaboración de prendas textiles de lana en nuestro Estado. Esa plática la registramos en video para que los espectadores puedan tener un primer acercamiento a la Casa de las Artesanías y a lo que ahí se ofrece no nada más a los turistas, sino a los habitantes de la ciudad. El video puede ser visto en la video columna gualdreña hecha para La Jornada TV y lo invito a que lo vea en la siguiente dirección: https://youtu.be/ smOuZa2RyiE En él hablamos solamente de 2 de las 11 ramas artesanales que se realizan en Zacatecas porque quedamos en hacer un nuevo programa en el que abordemos lo relacionado con las que nos faltan por conocer y promover. Mientras eso sucede, le recomiendo que compruebe usted mismo la calidad en el diseño y las técnicas tradicionales implementadas en las artesanías zacatecanas. Volvernos conocedores y consumidores de nuestros productos culturales es una buena decisión.

Contenido Hablar el lenguaje del pueblo Por Mauricio Flores

Devenires en la poesía de Javier Acosta Por Armando Salgado

¿Para qué sirve la poesía? Por Eduardo Campech Miranda Cita a ciegas Por Humberto Mayorga Teyes

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The Ballad of Buster Scruggs: Vida y muerte en el Viejo Oeste, según los Coen Por Adolfo Nuñez J. Discordantes, de Daniel Wence Por Diana del Ángel

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Noche Buena Por Alberto Huerta Espacio Por Pilar Alba

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Que disfrute su lectura.

Directorio

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Diego Rivera (1886-1957)

Hablar el lenguaje del pueblo Por Mauricio Flores*

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l de 1955, año discordante en el que el país avanza a la modernidad y Juan Rulfo publica Pedro Páramo, no fue uno de entre los mejores para el gran muralista mexicano Diego Rivera. Uno antes, la pérdida de su pareja, la tan gran pintora como atormentada mujer, Frida Kahlo, lo había colocado en una esquina de tristeza y soledad. Rivera, bien resumido por Christopher Domínguez Michael en el prólogo a Diego Rivera. De viva voz, con el pincel y la pluma, transitaba entre lealtades y superficialidades. Aun cuando las discusiones importantes en materia de arte, al menos los referentes más cercanos a sus maneras de expresión artística, estaban más que vivas luego de la muerte de Stalin (1953) y la denuncia hecha por el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en torno al llamado “culto a la personalidad”. La apuesta de Rivera tendía más hacia las vanguardias y a los hechos concretos, como lo demuestran las ocho conferencias insertas en el título señalado, publicado recientemente por El Colegio Nacional. Se trata de la transcripción de dichas charlas (a cargo de Rafael Vargas Escalante) registradas en grabaciones hechas durante las intervenciones públicas del propio Rivera en la misma institución, y en el mismo domicilio que hoy la hospeda, el de la calle de Luis González Obregón. El artista compareció (en las diferentes fechas) poco más de 5 horas bajo el título “Los nuevos valores en la plástica. La joven arquitectura y el arte mexicano durante los primeros cincuenta años del siglo XX”, ahora en cintas magnetofónicas resguardadas por la Fonoteca Nacional. Charlas en las que Rivera alude a la experiencia artística e ideológica propia y sobre las más recientes manifestaciones de la arquitectura en México. Específicamente a la obra de arquitectos como Juan O´Gorman y José Luis Hernández Mendoza, a quienes compara con Gaudí y Frank Lloyd Wright, dixit Xavier Guzmán Urbiola, al frente de la Introducción de la nueva publicación. “Confrontado con la política mexicana”, como advierte Guzmán Urbiola, Rivera habló claro en El Colegio Nacional, al que perteneció desde su fundación en 1943 y hasta su fallecimiento. Siempre desde una posición multifacética, la de artista y pensador del arte, además de sujeto político e ideológico, “a diferencia de aquéllos que gozaban de las canonjías gubernamentales y quienes decidían en los ámbitos artísticos del país [...]. Los diversos medios que utilizaba Diego para manifestar su posición ideológica, su sapiencia y experiencia artística eran insuficientes para ese tiempo, no sólo para denunciar los abusos, corruptelas y componendas de aquéllos que detentaba el poder y fiaban las directrices públicas de la cultura y las artes, sino también para producir un cambio inmediato en los resultados”.

Postura crítica Inaugurada unos años antes, la Ciudad Universitaria, el gran proyecto de Mario Pani y Carlos Lazo, se vuelve un referente a partir del cual Rivera expondrá en estas charlas su preceptos artístico-ideológicos, y resaltará la magna construcción de O´Gorman y Hernández Mendoza. Oportunidad para subrayar los tonos críticos hacia todo poder ilegítimo y sus detentores. Expuso Rivera: “No es lo mismo ser contratista que arquitecto. Tampoco es lo mismo ser ingeniero que ser arquitecto. Y resulta que precisamente los más gritadores, los más pedantes, los que tienen más mostrador entre los arquitectos de ese tipo son perfectamente incapaces de desempeñar trabajos de ingeniería. Entonces, si no hay ingeniería, si los edificios se los construye un ingeniero, si la estructura se las calcula un ingeniero, si nada saben del suelo (necesitan consultar a un conocedor de suelos) y, por otra parte, construyen edificios cartulinas en dos dimensiones, entonces, ¿qué queda del arquitecto? Queda un señor que va a tomar el té con las damas de sociedad, que es un buen agente vendedor, un buen oportunista, un buen amigo de políticos, de su tía y de su tío, y que obtiene chamba. Pero eso no es un arquitecto”. Y más adelante: “El artista que en la poesía, en la arquitectura, en la escultura, en la pintura, consigue hablar el lenguaje del pueblo es inatacable y no se le puede detener. Lo malo es cuando nosotros creemos que hablamos el lenguaje del pueblo y el pueblo no lo entiende. Entonces, claro, se produce una tragedia. Nos enfermamos, nos ponemos de mal humor. Decimos que es necesario elevar el nivel de la masa. Una cantidad de cosas. Pero el hecho es que cuando el artista habla el lenguaje del pueblo nadie lo puede detener. Pueden echarse encima todos los críticos literarios y todos los fracasados contra Pablo Neruda, pero ya no hay remedio. Hubo Walt Whitman en el norte y hay Pablo Neruda en el sur. Y lo mismo con los artistas plásticos”. Para terminar: “No se trata de diferencias estéticas, se trata de profundas diferencias económicas y, en consecuencia, políticas. Pero no hay que tener miedo. De ninguna manera. Repetimos: a condición de hablar el lenguaje del pueblo, a condición de decirle al pueblo lo que al pueblo le consta, nada habrá que nos detenga, nada habrá que nos derrote. Tendremos la victoria sobre todo. Muchas gracias. [aplauso cerrado]”. Dos años después, ya casado con Emma Hurtado, y tras un viaje a la Unión Soviética donde fue tratado e intervenido quirúrgicamente, Diego Rivera muere en la Ciudad de México el 24 de noviembre. ***

Diego Rivera. De viva voz, con el pincel y la pluma, El Colegio Nacional, México, 2018, 182 pp. * @mauflos

Op. Cit.

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Poesía

Devenires en la poesía de Javier Acosta Por Armando Salgado

sólo se trata de elegante palabrería. Cuando son experiencias vivas, la lectura y la escritura te hacen devenir otro; son como fuerzas de la naturaleza, ventarrones que arrancan los techos de las casas, o derrumban ciudades enteras. Obligan a mudarse de casa o a levantar una ciudad desde cero. Una ciudad o una vida. Alguien decía que toda creación vence una resistencia; si es así, la primera resistencia viene de uno mismo. La literatura es catastrófica para una subjetividad estática.

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avier Acosta (Estancia de Ánimas, Zacatecas, 1967). Cursó la licenciatura de Derecho y la Maestría en Filosofía e Historia de las Ideas en la UAZ. Realizó estudios de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, donde se doctoró con la tesis Schopenhauer, Nietzsche, Borges y el eterno retorno. Es profesor de Hermenéutica y Literatura en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Entre sus publicaciones se encuentran los libros Regla de tres (Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2007); Largo viaje al presente, Mantis, 2007; Libro del abandono, Editorial Era, 2010 (Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2010); Manual del extravío, Mantis, 2014; 19 poemas al oído del perro (2015) Universidad Autónoma de Aguascalientes y La carne de gallina, Universidad Autónoma de Querétaro, 2016. Es miembro artístico del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Javier Acosta reúne en su poesía elementos complejos y vitales, de manera que los transforma en un flujo lúdico de ideas que nos remiten a nuestras propias circunstancias, y a la vez, a la periferia existencial de este mundo que no deja de transformarse. Su pensamiento filosófico busca hilvanar fronteras entre esas complejidades y lo cotidiano. La presencia de distintos elementos que lo configuran en su hacer como escritor, hacen de su literatura un pozo interesante del que uno no puede regresar siendo el mismo. Armando Salgado: El flujo del tiempo, el aprendizaje continuo y la reinterpretación del mundo nos hace personas que cambian de forma constante. Como filósofo y poeta, ¿qué representan para ti esos cambios incesantes?, ¿esta condición permea tu ojo poético? Javier Acosta: Creo que el arte asume la tarea de generar nuevas visiones del mundo y nuevos modos de vida. Cierta poesía y cierta filosofía tienen esta disposición; pero frecuentemente no es así, en ocasiones

/// Javier Acosta.Foto de de Servando López.

/// Javier Acosta. Foto de de Servando López.

AS: ¿Cómo organizas tus procesos de escritura?, ¿qué elementos se deben considerar para desarrollar distintos géneros literarios?, ¿qué experiencias has consolidado a partir de la traducción de otras obras? JA: No soy muy organizado; pero ya que no puedo vencerlo, me ayudo del desorden que se va generando con el día a día. Escribo a mano, luego lo paso en la computadora. Intento evitarlo, pero en la misma libreta hago anotaciones académicas, apunto observaciones cotidianas y ocurrencias propias o ajenas. El revoltijo genera afinidades no sospechadas; pero evidentes cuando se vuelve a ellas luego de algún tiempo —a veces basta con un par días—. En vacaciones paso la materia bruta al archivo en la computadora, aparece entonces el trabajo de reorganización y de corrección; ahí afloran los libros, generando más caos y más escritura. A veces encuentran salida editorial, pero no todo es afín a la imprenta. Sobre la traducción puedo decir que implica la misma dificultad y goce que la escritura de un poema propio; con el difícil y gozoso añadido de tener que atravesar la garita idiomática. Como profesor, imparto clases de Hermenéutica, la traducción es un ejercicio muy útil para ejemplificar los aspectos prácticos de la interpretación literaria. AS: El pasado es una hoguera que nunca se extingue. ¿En qué momento comenzaste a escribir poesía?, ¿qué prefieres leer?, ¿cómo eliges lo que lees frente múltiples obras contemporáneas y clásicas?


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28 DE ENERO DE 2019 tor por escritor, la ecuación queda intacta.

AS: Los materiales en tu obra reconstituyen un continuo desprendimiento del lenguaje y algunas veces se circunscriben en visibilizar desde algún elemento natural, tus influencias, así como la profundidad filosófica que te rodea. ¿Tu poemario La carne de gallina, va por alguno de estos canales?

por la causa y el efecto; por ello se trata de la experiencia del desenlazarse, es decir, del liberarse”. Lo anterior, ¿aún es vigente? JA: Creo que esa cita es de cuando acababa de terminar mi tesis de doctorado. Parece una respuesta que daría ante un inquisitivo sinodal. Ahora lo diría con una imagen. Es como cuando se deja caer una piedra en un pozo, para saber qué tan profundo es. El lector es el pozo, el poema es la piedra, la oreja es la vida. Puedes cambiar la palabra lec-

Niño que mira a su abuela dormida

JA: Supongo que sí, salvo porque no encuentro la preeminencia de algún elemento natural, salvo por el pellejo y por las plumas. Al mismo tiempo que escribía el libro redactaba un ensayo sobre la experiencia poética, combinando ideas de poetas y fenomenólogos. Hay contaminación entre ambos escritos. A propósito del desprendimiento del lenguaje que mencionas, el poemario evoca situaciones en que experimentamos el desajuste entre las palabras y ciertos pasajes de

la existencia. Contiene varios textos autobiográficos en que irrumpe esta asimetría, que a veces pone la carne de gallina. La idea es deslizada por Robert Graves en La Diosa Blanca, un libro-biblioteca que leí en los tiempos en que me determinaba a emprender este camino. AS: Alguna vez mencionaste que “la sensación de entrar en el poema es siempre la sensación de abandonar el mundo superficial de la razón suficiente, del pensamiento y la vida regida

Para Dominga Perdió todos los dientes a los treinta. Su marido la dejó pronto, con tres hijos muertos y un viejo ramo de flores, cagado por mil moscas. Vivía en un cuartito alumbrado por velas de cebo. Decía que Dios había inventado la noche para que a esa hora el hambre nos dejara en paz, que el sueño era un océano de caldo de gallina. Me decía todo eso antes de ir a dormir. Yo la veía soñar y ya en la oscuridad se transformaba en una hermosa bruja de cabello suelto y fluorescentes canas. Todavía hoy cuando ya casi tengo la edad de su primer hijo viene hacia mí en una escoba nueva y rebota la pobre contra el sucio cristal de la vigilia. Madre mía del silencio, condúceme otra vez al nutritivo cielo de tu casa, quiero verte dormir la noche entera, quiero buscar todos tus dientes en el oscurecido mar que hay bajo tu almohada. De La carne de gallina, (Universidad Autónoma de Querétaro, 2016).

Poesía

JA: Comencé a escribir al mismo tiempo que me comenzaron a salir espinillas. Estaba servido el coctel: un puñado de poemas memorizados por capricho paterno, una pizca de desesperación amorosa y una congénita predilección por el aislamiento. Quieras o no, la lectura y escritura te alejan —del mundo y/o de ti—. En mi caso, la escritura sirve de pretexto para evitar socializar. En cuanto a mis preferencias como lector, encuentro que leo pocas novelas, pero luego, cuando encuentro una buena, no me la acabo. Casi siempre estoy leyendo poesía o ensayo. La elección de lecturas es simple, un libro te lleva a otros. Un libro te lleva a la biblioteca. Borges decía eso, que no existe el libro, sino la biblioteca. También concibió el Libro de Arena, que los contiene a todos. Yo empecé a leer cómics. El primero que me atrapó fue Kalimán. Es fácil. Con el tiempo Kalimán te lleva al Siddhartha de Hesse, espérate poquito y Hesse te lleva a los Vedas, los Vedas a Roberto Calasso, Calasso a Homero, Homero a Borges y Borges a la Biblioteca. Para cualquier lector la cadena es infinita.

AS: ¿Qué obsesiones tiene Javier Acosta?, ¿qué no ha hecho y desea hacer?, ¿cómo carga su cotidianidad entre la cantera zacatecana y el mundo que lo rodea? JA: Mencionaré dos obsesiones, de las confesables. Una es mejorar mi nivel en el Fifa, un juego para Xbox. La otra es aprender a cocinar; el gran poeta Charles Simic asegura que es la vía más rápida a la felicidad, no se equivoca. Respecto de las tareas pendientes, tengo una que se conecta con mi infancia. En la primaria y en la secundaria me metí en algunos líos por dibujar en lugar de tomar apuntes, lo sigo haciendo. Algún día quizá pueda hacer un librito de dibujos y poemas. Respecto de la relación entre mi ciudad y el mundo, diría que luego de la irrupción del internet se dislocó la antigua separación entre las metrópolis y eso que algunos insisten en llamar “provincia”. Los efectos no sólo son positivos, lo sé. Los que vivimos el cambio de época podemos contrastarlo. Sin embargo, el flujo de información en red nos permite estar más al tanto de la tradición y de las tensiones contemporáneas de la literatura; el sentido crítico debe encargarse del resto. Por otro lado, mi ciudad me parece pequeña e inabarcable, como el mundo, como la Biblioteca Central de la UAZ en que hago mis asesorías, como una tanda de penaltis, como un lunar que busca su lugar en el pecho, como el punto en la i, como un haiku.


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¿Para qué sirve la poesía? Promoción de la Lectura

Uso número 1: Para cambiar un boleto de autobús Por Eduardo Campech Miranda t

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ace años un ex compañero de la Biblioteca Mauricio Magdaleno compartía su incomprensión de la poesía, en particular criticaba que se usaran palabras raras: “¿Por qué no dice rodillas en lugar de hinojos? Debo aclarar, sin que ello sea un juicio y sí un hecho, que su relación con la lírica estaba más estrecha con Selena que con algún poeta. Años después, durante la impartición de una capacitación un asistente expresó la inutilidad del lenguaje poético, “¿Para qué rodear si se pueden decir las cosas con menos palabras y más directas?, no le encuentro una utilidad a la poesía”. Al segundo le compartí la siguiente anécdota: distraído como soy, uno de mis grandes problemas cuando viajo es que olvido o confundo los horarios de salida. Afortunadamente siempre es a favor, es decir, llego antes. En algún viaje a Guadalajara quise cambiar de corrida por una más temprano, no pude toda vez que la transacción ya se había facturado. En una

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Por Humberto Mayorga Teyes

S Río de palabras

segunda visita a la Perla Tapatía, me preguntaron a qué hora regresaba el domingo. A las tres de la tarde, respondí. Así que –ahora lo confieso con vergüenza- hubo toda una movilización para que en poco más de sesenta minutos cerrara la capa-

e sentía satisfecho por la figura desnuda que se deslizaba sobre él. Abrió unas piernas y supo que estaba en el sitio indicado, las caderas iban y venían como una danza de animales en celo, luego todo terminó. Él se levantó de encima y llevó su mano junto al buró. La luz de la luna menguante dejó ver un rostro agradecido, ésta vez no encendió la lámpara después del acto, como le era costumbre. Evitó la mirada, el roce de ese cuerpo que tantas veces lo volvió eterno ahora le era ajeno. Le dio pánico no volverla a ver, quería recordarla así, entera: tormenta en entre las sábanas. Se levantó y salió de la pequeña habitación sin pronunciar ni una palabra. Ella estaba dormida, entregándose al sueño. En descanso, sabía que más tarde continuarían un camino largo. Él salió a caminar, se puso un impermeable y un gorro que le cubriera de la llovizna. Su caminar era lento, pausado. A veces se detenía a contemplar la sombra de sí mismo en algún charco sobre las calles mal trazadas. Le gustaba ver cómo es que la figura humana se puede distorsionar con apenas unas gotas de agua y el leve soplo del viento. A esa hora no había más que gatos callejeros irrumpiendo el festín de los ratones, de vez en cuando también aparecía la imagen de la chica y el recuerdo de la primera vez en que se conocieron. Era viernes por la tarde. Se encontraba en el club nocturno que solía frecuentar. Ella servía las copas y también atendía uno que otro servicio especial. El so-

citación, entregara la habitación, comiera y me trasladaran a la central camionera. A las 14:30 estaba en primera fila para abordar el autobús. Quince minutos después se me ocurrió revisar mi boleto: ¡salía hasta las 17:00 horas! De inmediato me dirigí a ventanilla para cambiar el boleto.

La chica que atendía dio respuesta negativa a mi petición. Me parecía una eternidad estar dos horas en la sala de espera. Así que percatándome que la joven en cuestión tenía unos ojos azules maravillosos (milagros que hacen los pupilentes), me atreví a preguntarle con toda la

Cita a ciegas nido de la lluvia se hizo cada vez más fuerte, las imágenes de ese club se hicieron borrosas y con ello la imagen de la mujer se diluyó entre los escombros de una casa derrumbada. Se concentró en cruzar algunas calles y podar dar con el sitio recomendado. Algunos mendigos

dormían por los rincones para encontrar cobijo. No podía negar lo sucedido en una semana. La convivencia con esa mujer lo perturbó. Quizá se enamoró de su fingida sonrisa, tal vez lo conmovieron sus ojos tristes. Con mayor seguridad fue el sexo, la perfección y redondez de

inocencia del mundo: ¿tus ojos son naturales? La chica no pudo evitar una leve sonrisa. Con ella aún en el rostro, me regresó el interrogatorio, -“¿por qué?”, dijo amablemente. Ah, porque hubo un poeta zacatecano llamado Ramón López Velarde que tuvo una novia con unos ojos como los tuyos. Él decía que eran “ojos inusitados de sulfato de cobre”. Le dije el poema, le conté la historia de Ramón y María. Todo en cuestión de minutos, el tiempo iba en mi contra. Una vez que acabé, me hizo el cambio de boleto. Nunca respondió mi duda en torno a sus ojos, pero era lo de menos. Si lo que quería saber el chico de la capacitación era responder la pregunta que nombra este texto, le di sólo uno de los múltiples “usos”. Al primero, no. A él le di libros que dejaba apenas los abría. El tiempo se encargaría de llevarlos por senderos distintos pero paralelos. El segundo está por iniciar un recorrido por los municipios de su Estado para acercar la palabra escrita a la población infantil; el primero llegó a un puesto directivo en la Coordinación de Bibliotecas.

sus nalgas lo volvieron loco. Ya casi todo daba igual, el hombre llegó al lugar indicado después de algunos minutos del hotel donde dejó dormida a la joven. Un tipo lo observaba desde la oscuridad, apertrechado en una vieja puerta de madera carcomida por los daños. Esperó a que llegara. Intercambiaron unas palabras mientras le entregaba un maletín pequeño. Se dieron la mano en señal de cortesía y negocio cerrado. En el hotel, una chica sedada espera sin prisas a sus nuevos mentores.


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The Ballad of Buster Scruggs: Vida y muerte en el Viejo Oeste, según los Coen t

Por Adolfo Nuñez J.

zadores a lo largo de su filmografía. En estado puro, el humor de los Coen siempre logra burlarse con incomodidad y malicia de las desgracias y el absurdo de

la tragedia, y The Ballad… no es la excepción. Los hermanos directores abordan de manera caricaturesca la mala suerte como una verdad inmutable del universo, y lo

Discordantes, de Daniel Wence t

Por Diana del Ángel*

/// Daniel Wence. Foto de David Sánchez.

un esfuerzo por volverse “objetivo” ante el despertar sexual insubordinado, por ejercer el amor desobediente en un ambiente hostil. Escribir del erotismo homosexual, no es solo, aunque también, describir gozosamente el encuentro entre dos cuerpos. Todo significa. En Discordantes también nos encontramos con ciertas marcas en el lenguaje, pequeñas torceduras de las palabras que cristalizan lingüísticamente la discordancia y la desobediencia de los cuerpos.

Niñas fuimos que se dibujaban el rostro al salir de casa El último apartado del libro, “Discordantes”, hace honor a su título. No sólo porque retrata la relación entre la voz poética y un cuerpo enfermo —probablemente de SIDA—; sino porque muestra los efectos corporales de vivir en desacuerdo con las normas sociales y sexuales, que se presumen como naturales desde hace siglos.

El adjetivo en plural engloba a los dos personajes del texto, pero no excluye a otros que pudieran sentirse identificados. Aunque no es el tema central, la nostalgia por la infancia se advierte en versos donde la voz lírica llora: porque ya no soy un niño, porque nunca fui una niña En La invención de la heterosexualidad Jonathan Ned Katz observa cómo alrededor de la Edad Media comienza a establecerse la idea de que las relaciones hombre-mujer son naturales, normales. Buena parte de ese proceso quedó registrado, a decir del estudioso, por la poesía provenzal. Si pensamos esto a la inversa, la poesía de Daniel Wence, como la de muchos poetas contemporáneos, es una escritura que nos reinventa como lectores y escritores. Desde luego, la obra de Wence, así como la de otros autores que escriben sobre amores homosexuales y lésbicos, vale porque es poesía; sin embargo es imposible no referirme a su impacto social. ‘Discordantes’ también alude lo inarmónico en la música; así estos poemas pueden leerse como notas disonantes que poco a poco conforman un nuevo sujeto poético en la poesía mexicana contemporánea. *Diana del Ángel ha publicado Vasija (ICM, 2013), Procesos de la noche (Almadía, 2017) y Barranca (FETA, 2018).

Libros

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iscordantes, de Daniel Wence (Michoacán, 1983), se hizo acreedor a una mención honorífica en la primera emisión del Premio Nacional de Narrativa y Poesía LGBTTTI (2016), convocado por el Instituto Zacatecano de Cultura. El poemario está dividido en cuatro partes, a saber, “La crónica de los cuerpos”, “Culpa de Narcisas”, “Fernet Branca” y “Discordantes”. Todo el libro pertenece a la estirpe de la “poesía de pájaros” que ha sido escrita por autores como Salvador Novo, Abigael Bohórquez, Luis Armenta Malpica y más recientemente por poetas como César Cañedo, Sergio Pérez Torres, Ángel Vargas, entre muchos otros. Si bien es difícil comprender la historia de la voz de los otros, sí es posible resonar con el dolor que provoca no cumplir con las expectativas asignadas a tu cuerpo y a tu género: a “ser calandria bajo tema de gorrión”. El amor entre hombres es cantado con rabiosa dulzura en estos poemas, aunque cada uno tenga un matiz distinto. En “La crónica de los cuerpos”, se nota

Ocupar las figuras míticas en favor de asuntos nuevos es también escribir del amor entre hombres. Por ello, me parece un acierto “Culpa de Narcisas”, basado en ese personaje clásico que muere por amor a su propia imagen. La muerte también es social, sobre todo para cuerpos disidentes. En la segunda parte del libro aparece la “la ciudad que fuerza al escondite”. Pero la búsqueda de refugio no es sólo dentro de casas o cuartos, sino dentro del cuerpo mismo. Ésa es la dolorosa realidad que transmiten estos poemas: del cuerpo no se puede escapar:

Cine

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n una era donde existe un enorme debate entre la proyección del cine en salas tradicionales frente al streaming de las plataformas digitales, Netflix ha logrado consolidarse como una ambiciosa productora cinematográfica al contratar a directores experimentados para encargarse de sus contenidos originales. Destacan entre estos cineastas los hermanos Coen, quienes con su más reciente película The Ballad of Buster Scruggs hacen un profundo homenaje a uno de los géneros que, al parecer, se encuentra entre sus favoritos: el cine del Viejo Oeste. Si bien los Coen lograron reivindicar a las historias de vaqueros con No Country For Old Men (2008) y True Grit (2010), con The Ballad… se vuelve todavía más evidente la enorme influencia que han tenido en su obra los westerns clásicos de Sergio Leone y John Ford. Atípica desde su concepción y estructura, The Ballad… es una antología de relatos ubicados en el Viejo Oeste donde el tema en común es la muerte y sus intermitencias. Seis historias hilarantes, macabras, melancólicas, mordazmente crueles y sorpresivamente conmovedoras donde ambos directores hacen uso de su característico humor negro para hacer una revisión de su propio sello de autor, y por consiguiente de sus particulares obsesiones como reali-

logran al confeccionar una parodia necesaria de un estilo fílmico repleto de mitos e idealizaciones sobre la imagen honorable del vaquero en épocas pasadas. Al mismo tiempo que homenajean un género y su imaginario, ambos directores también lo satirizan y exponen por completo, tal y como hicieron a manera de pastiche en su filme Hail, Caesar! (2016). Como una mórbida burla, los realizadores hacen uso de una violencia explícita que pretende contradecir las expectativas de una narración en la que predomine el bien y el mal y que son extraídas de un contexto histórico donde los conceptos de justicia y moralidad fueron dictados de manera llana por la habilidad con el revólver. Como tal, se nos presenta a vaqueros vestidos de blanco exigiendo amabilidad y modales para un segundo después llevar a cabo una matanza, perforando manos, cráneos y regando sangre por todas partes. Tales contradicciones les sirven a los hermanos Coen como una alegoría final sobre su manera de ver la propia condición humana y el mundo que los rodea; esta visión particular la encuentran más clara y evidente en un sitio tan hostil, inhóspito e impredecible como el Viejo Oeste, un lugar en el cual la muerte se regaba como una epidemia imparable y donde una vez que sus habitantes llegaban a su destino final lo único que esperaban era tener el sombrero y las espuelas bien puestas.


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Noche Buena Río de palabras

A la memoria de la tía Aurelia. También para Jonás.

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Por Alberto Huerta

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e llega el olor de los chiles poblanos asándose sobre el comal. Las papas hierven en una cacerola. En un pocillo se cocen los huevos. Pensando en la lancha torpedera, con el casco azul cielo. Por la tarde había ido a verlo en el aparador de la tienda. Ya no estaba. Mi mamá y la abuela nos pusieron a pelar las papas, los chiles, a quitarles las semillas y procurando no romperlos, para que no se les saliera el relleno. Mientras, ellas desalaban el bacalao. Partimos en cuadrados las papas. Y yo pensando en la lancha torpedera. La abuela y mi mamá guisaron el bacalao, nosotros pusimos a macerar en una fuente los chiles con aceite de olivo. Mi mamá y la abuela cocinaron una crema de zanahoria. No dejaba de pensar en la lancha. Con las yemas hicieron un aderezo mezclándolos con un poco del aceite donde se maceraron los chiles. Picaron los claras finito y las mezclaron con las yemas. La lancha ya no estaba en el aparador junto a la pistola de pirata de dos cañones. Trataba de distraerme mirando el filtro de cerámica para agua. La canasta donde guardaban los chicharrones de harina. Mamá y la abuela trajinaban preparando los guisos. Rellenaron los chiles con el bacalao con cuidado, mezclando las papas con el aderezo. Vigilando la crema de zanahoria. Espolvoreando cilantro picado a la ensalada de papa. Mi vita paneaba del filtro de cerámica para purificar el agua, a la ventana que da al callejón a la vitrina donde se guardan la vajilla, las copas, las mantequilleras y las salseras. Se sacaron los platos de porcelana, las copas y los cubiertos de la alacena. Se puso la mesa y se sirvió la cena de Nochebuena. Recuerdo que cené rápido, aunque repetí ensalada y les ayudé a levantar la mesa y me fui a acostar. Mientras intentaba dormir pensaba en la pistola de pirata y en la lancha torpedera. Pronto amaneció y arriba de una silla, estaban la pistola y la lancha…. ah, y una bolsita con colaciones y confites.

/// El artista estadounidense Jackson Pollock nació un 28 de enero como hoy, pero de 1912, en la ciudad de Cody. Actualmente es reconocido como uno de los representantes más importantes de expresionismo abstracto de la historia del arte. Así lo recordamos en La Gualdra.

Espacio t

Por Pilar Alba

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asó porque tenía que pasar, porque tal vez el tiempo no era el correcto, pero el espacio fue exacto... más bien propicio. Alcahuete nos acogió, nos abrazó y nos ocultó entre sus sombras. Como a niños pequeños nos arrulló y en el arrullo nos sumergió en el sueño, en el deseo de los sexos que se encuentran, que se tocan, que se

funden e ilusionan con la idea de ser uno solo; de vivir unidos para siempre. Y en el “para siempre” estuvo el error. Al ser una medida temporal, nos recordó que definitivamente no era nuestro tiempo. Eso hizo que el espacio, aunque propicio, se abriera mostrando la realidad. Dejó entrar la luz que nos permitió vernos desnudos; cubrir nuestros rostros, más que por la claridad, por la vergüenza de vernos tan locos, tan desalineados... tan diferentes.


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