SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 373 /// 25 DE FEBRERO DE 2019 /// AÑO 8
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Renato Tinajero. Foto de Irene Tinajero Santiago.
Renato Tinajero (Ciudad Victoria, 1976), es licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es autor de cuentos, poemas y ensayos antologados en volúmenes como Novísimos cuentos de la República Mexicana (2004) y Minificcionistas de El cuento, revista de imaginación (2014). Ha publicado los libros de relatos Una habitación oscura (1997), La leona (2000) y El mal de Samsa (próximo a aparecer), y los libros de poemas Yorick (2008) y Fábulas e historias de estrategas (2017). Ha sido becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. En el año 2017 obtuvo el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes.
[Una entrevista con él, realizada por Armando Salgado, en páginas centrales]
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LA GUALDRA NO. 373 /// 25 DE FEBRERO DE 2019 /// AÑO 8
La Gualdra No. 373
Editorial
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A doña Inés, mi abuela
Qué haré lejos de ti, prenda de mi alma, sin verte, sin oírte y sin hablarte... a cada instante intentaré por olvidarte, porque es un imposible nuestro amor”, en medio del campo zacatecano, en la comunidad del Peral perteneciente a Genaro Codina, el sábado pasado me encontraba en una finca celebrando el cumpleaños número 80 de mi amigo Carlos; paseando en los alrededores de donde la fiesta se encontraba, de pronto escuché a lo lejos la voz bien entonada de dos mujeres que cantaban “Prenda de mi alma”, una canción ranchera que me remontó a mi niñez y que expresa un dulce dolor por esas ausencias que la vida suele darnos. Traté de ubicar de dónde venían las voces mientras éstas continuaban: “Cómo quitarle el brillo a las estrellas, cómo impedir que corra el ancho río... cómo negar que sufre el pecho mío, cómo borrar de mi alma esta pasión”. Desde el interior de la casa por fin pude verlas a través de una ventana, ahí estaban, dos hermosas mujeres sentadas en el patio de atrás, muy cerca de un fogón improvisado, cantando... Recordé a las Jilguerillas del Norte, a María Luisa Landín... recordé a mi abuela Inés que solía cantar este tipo de canciones cuando era joven. Me quedé escuchándolas, tenían las piernas extendidas, como descansando de una larga faena; alejadas de la fiesta, estas dos señoras del campo de tierra colorada entonaron el final de la letra que dice “Tal vez el cruel destino nos condena, mi bien, de que me olvides, tengo miedo... mi corazón, me dice, ya no puedo mis angustias soportar”. Ahí estaban ellas, observadas sin darse cuenta; terminaron la canción y estallaron en risas mientras una de ellas dijo: “Ahora sí nos salió bien, ¿no? Echémonos otra”, y ahí estaba yo, observándolas sin hacer ruido porque no quería disturbar su momento de alegría. Respiraron profundo y empezaron a cantar “Cartas marcadas”, yo no salía de mi asombro por la belleza de sus voces claras, por la pasión que le imprimían a lo que estaban haciendo “Pa’ de hoy en adelante yo soy mala, sólo cartas marcadas has de ver, y tú vas a saber que siempre gano, no vuelvas, que hasta ti te haré perder”... Qué letras, caray, pensé mientras me
alejaba de ellas para integrarme a la otra fiesta. Este tipo de música mexicana me gusta entre otras cosas porque siento que se canta desde el alma, desde el recuerdo, desde la melancolía más absoluta, ésa que se queda encajonada en un rincón y suele salir ante cualquier pretexto. Más tarde, regresé al mismo sitio tratando de indagar quiénes eran las señoras a las que había escuchado, me encontré con otra persona a la que pregunté si ella había sido una de las cantadoras... Sonrió y me contestó: “No, no era yo. Eran ‘Las torcacitas’, ¿las escuchó?”, ante mi respuesta afirmativa, me contó que son un dueto que solía cantar de manera profesional y frecuentemente hace algunos años, pero que últimamente casi nadie las contrata y ahora se dedican a hacer tortillas para asegurar un ingreso que les permita sobrevivir; cuando supe eso lamenté no haberme acercado a conversar con ellas, en ese momento pensé que tal vez tener su contacto sería buena idea para hablar con ellas después, para pedirles que sigan cantando... Las Torcacitas son de Laguna Honda, una comunidad de Genaro Codina, ignoro cuándo y cómo empezaron a cantar pero lo hacen muy bien. Lamento también que estas mujeres no tengan el reconocimiento que deben tener por su talento, que los contratos sean escasos, que las condiciones de vida sean complicadas; pero también me alegro mucho que pese a todo no dejen de cantar. Ayer, al día siguiente de que estas cantadoras me la recordaron, murió mi abuela. Ella también cantaba; no hacía tortillas, pero hacía un mole que no tiene parangón. Inés, como miles de mujeres mexicanas, al igual que las Torcacitas, fue una mujer de trabajo, de “naturaleza fuerte” -como dicen en el rancho-, incapaz de doblegarse ante las adversidades de la vida. Creo hoy más que nunca que esos jilguerillos que reposan en el alma de las mujeres deben de seguir cantando, y cada vez con más frecuencia, para recordarle al mundo que en esta vida de “crueles destinos”, como dice la canción, la belleza existe y la poesía permanece incluso cuando el corazón deja de latir. Cantemos pues.
Directorio
Contenido José Alvarado, observador de la vida diaria Por Mauricio Flores
La prodigalidad de la vida: Renato Tinajero Por Armando Salgado
La tierra dorada de Anoushka Shankar Por Carlos Flores Quinientos años de colonización y mestizaje en la Nueva España Por Marco Antonio Valdez
Desayuno en Tiffany’s, mon ku Un grano de arena en la tradición de los estudios cinematográficos Por Álvaro A. Fernández Instantes Por Humberto Mayorga Teyes
Un hombre, -y ellaPor Roberto Galaviz Alfil Blanco por Caballo (mate al Rey Negro) Por Renato Tinajero Alguna vez Por Pilar Alba
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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José Alvarado, observador de la vida diaria
Por Mauricio Flores*
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osé Alvarado (1911-1974) fue un buen prosista y un mejor observador de la vida diaria. Su trabajo periodístico, desperdigado en diferentes medios de información y durante décadas, lo atestiguan. Realizar una antología de su obra es pues un acierto, y la posibilidad de que nuevos lectores se acerquen a este gran retratista de los aconteceres comunes y cotidianos. Del acontecer de un México que va quedando en el pasado. Para fortuna de todos. Periodista en toda la extensión de la palabra, Alvarado observó bien el tiempo que le tocó vivir. Esto sin anclarse en una u otra playa, y sin renegar de su particularísimo punto de atisbo. Nada que ver con esa cosa llamada objetividad. De ahí que sus textos (cuántos en realidad, difícil precisar la cifra) sean crónicas, reseñas literarias, estampas, perfiles biográficos y autobiográficos, pedazos de historia, reflexiones acerca del periodismo e informaciones rasas. De este Alvarado, colaborador en Excélsior, El Día, El Heraldo, El Nacional, Siempre!, y otros más, Margarito Cuéllar acaba de publicar una selección prologada (José Alvarado. Antología) que recupera casi doscientas columnas que organizó, como beneficio al lector, de manera temática. Ocho apartados que desde la perspectiva que aporta el tiempo sitúan a un autor de “corazón tranquilo y manos limpias”, premisas que el regiomontano estableció como condiciones de la labor del periodista. “Quien carezca de ellos no será nunca un verdadero periodista, ni experimentará jamás el goce infinito de serlo”. Nacido en Nuevo León, Alvarado hizo ahí una carrera académica universitaria y, cuestión curiosa, su labor periodística siempre en la Ciudad de México. Tal vez por lo primero, la pertenencia a ambientes de sistematización y disciplina, su obra periodística (y de ficción, que también practicó) quedó casi en su mayoría en libros. No todos en circulación, y por lo mismo un acierto más de la antología preparada por Cuéllar. ¿Los temas de Alvarado? Muchísimos. “Aparte de hacer suyas las causas de la República Española, la Revolución Cubana, el antiimperialismo, el gobierno de Salvador Allende y en su momento la autonomía universitaria, a Alvarado se dio tiempo para observar el nacimiento de marzo en el hemisferio boreal, la nieve y la bruma de Londres; hacer un alto en los cafés de París, en la Plaza Novona de Roma y rodearse de los vientos gélidos del Guadarrama en Madrid”, resume Cuéllar. Y siempre, abunda el prologuista, “se dio tiempo para volver a los prodigiosos azules y morados del Cerro de la Silla de su natal Monterrey o para caminar por las calles angostas de Villa de Santiago”. Enemigos de los ojos tristes “Hoy, jueves 3 de octubre, a los cuarenta y un años, por cierto, de la muerte del general Serrano en Huitzilac, la tinta de los periódicos parece oler a san-
José Alvarado. Antología, Selección y prólogo Margarito Cuéllar, Cal y Arena, México, 2018, 464 pp. * @mauflos
Op. Cit.
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gre”, escribió Alvarado en Luto por los muchachos muertos. “Había una belleza y luz en las almas de esos muchachos muertos —escribe el cronista regiomontano—. Querían hacer de México la morada de la justicia y la verdad. Soñaron una hermosa república libre de miseria y engaño. Prendieron la libertad, el pan y el alfabeto para los seres oprimidos y olvidados y fueron enemigos de los ojos tristes en los niños, la frustración en los adolescentes y el desencanto de los viejos. Acaso en algunos de ellos había la semilla de un sabio, de un maestro, de un artista, un ingeniero, un médico. Ahora sólo son fisiologías interrumpidas dentro de pieles ultrajadas. Su caída nos hiere a todos y deja una horrible cicatriz en la vida mexicana”. “No son, ciertamente, páginas de gloria las escritas esa noche, pero no podrán ser olvidadas nunca por quienes, jóvenes hoy, harán mañana la crónica de estos días nefastos. Entonces, tal vez, será realidad el sueño de los muchachos muertos, de esa bella muchacha, estudiante de primer año de medicina y edecán de la olimpiada, caída ante las balas, con los ojos inmóviles y el silencio en sus labios que hablaban cuatro idiomas. Algún día una lámpara votiva se levantará en la Plaza de las Tres Culturas en memoria de todos ellos. Otros jóvenes la conservarán encendida”. Fue su colaboración en la revista Siempre! Hace medio siglo.
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LA GUALDRA NO. 373
Poesía
La prodigalidad de la vida: Renato Tinajero
/// Ranato Tinajero. Foto de Irene Tinajero Santiago.
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Por Armando Salgado
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enato Tinajero (Ciudad Victoria, Tamaulipas, 1976) es Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es autor de cuentos, poemas y ensayos antologados en volúmenes como Novísimos cuentos de la República Mexicana (2004) y Minificcionistas de El cuento, revista de imaginación (2014). Ha publicado los libros de relatos Una habitación oscura (1997), La leona (2000) y El mal de Samsa (próximo a aparecer), y los libros de poemas Yorick (2008) y Fábulas e historias de estrategas (2017). Ha sido becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. En el año 2017 obtuvo el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes. Renato Tinajero es un escritor que dialoga de forma constante consigo mismo y con los otros. Comparte sus palabras para extender esa conversación que es la vida, y así reelaborar el tablero de ajedrez entre las partidas que nos transforman. Además de explorar distintos géneros literarios, Renato tiene claro que no se requieren recetas para vivir con plenitud. Su poética es una invitación clara a contemplar estos prodigios. Armando Salgado: Hay algunos poetas que mencionan que para escribir poesía se debe leer poesía, ¿crees que hay otras formas de abrevar lo poético?, ¿cómo te iniciaste en la escritura de poemas?, ¿qué notas al pie, qué autores son tus influencias? Renato Tiajero: Estoy de acuerdo con esos poetas: yo
también me nutro de lo que leo. A veces una lectura, el hallazgo de un verso, de una imagen en particular en un poema leído es lo que detona mi proceso creativo. Me viene entonces la necesidad de dialogar con ese poema, con ese poeta. Y es claro que mi estilo, y creo que el estilo de muchos otros poetas, nació de años de frecuentar poemas. Ahora bien: sí creo que hay otras formas de abrevar en lo poético. Si aceptamos que la poesía se nutre de la vida, entonces debemos aceptar que la vida misma, la prodigalidad con la cual se nos ofrece, es poesía en estado primario, sin destilar. Me he iniciado en la poesía por esa necesidad de dialogar a la que me he referido. Por qué tengo esa necesidad, eso es algo que no podría explicar. Hay quienes tienen la necesidad imperiosa de coleccionar estampillas o escalar montañas. O componer sinfonías. Yo lo que quiero es añadir algunas palabras a la conversación. Cuando leo el poema Ítaca, de Kavafis, o las odas de Ricardo Reis, una página de Borges o unas líneas de Omar Khayyam, quiero afirmar: “He aquí una verdad por la que vale la pena dejarse convencer”. Y sé que debo glosar esa verdad, volverla presente en mi circunstancia, desde mí, en mis palabras. Metabolizarla. Reelaborarla. Volverme uno con esa verdad. La psicología afirma que, al construir uno su propio aprendizaje, es uno mismo en realidad quien se está construyendo. Somos, pues, lo que aprendemos. El poeta que yo soy (bueno, no sé si soy poeta; digamos mejor: el poeta
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AS: ¿Qué distancias hay, además de los 9 años, entre tus dos libros de poesía: Fábulas e historias de estrategas (FCE, 2017) y Yorick (Diáfora/ UANL, 2008)? RT: Fábulas es más ambicioso. Su estructura, la amplitud de sus temas, la variedad de sus formas y de sus símbolos. Y su elaboración fue más difícil. Nació con la vocación de ser una epopeya, una epopeya protagonizada por el tiempo, la materia y el conocimiento. Obviamente, el libro no está a la altura de sus ambiciones; pero pensándolo bien, ningún verdadero libro de poesía podría colmar jamás la ambición de su autor, pues la poesía es por esencia esquiva: uno no hace poesía, uno sólo puede aspirar a recorrer sus fronteras infinitas. Cuando escribí Yorick era menos consciente de las posibilidades de lo poético, de manera que en este libro se percibe quizás un tono más evidente de aprendizaje, de tanteo en la materia poética. Pero, fuera de lo ya dicho, no encuentro mayor diferencia entre ellos. Ambos son, en todo caso, etapas de un aprendizaje, que en Fábulas quizás se nota menos, pero está ahí. Y ojalá que ese elemento de duda, de vacilación frente al poema, esté presente siempre en lo que escribo. Sería horrible, algo así como una muerte en vida, encontrar una receta fija e instalarse en ella para siempre. Y repetirla ad náuseam en un libro tras otro. Espero no llegue el día en que escriba un libro de poemas y me percaté de que, tras el punto final, sigo siendo la misma persona, que la experiencia de escritura no me transformó. Escribir un libro de poemas debería tener en su autor un impacto emocional equivalente al de encarar alguna gran transformación vital: tener un hijo, divorciarse, mudarse de país, cosas así. Puedo afirmar que Yorick y Fábulas tuvieron ese impacto en mí. Pero ése ya es otro tema. AS: ¿Por qué te atraen los temas filosóficos?, ¿tus ideas siguen alimentándose de otras ideas? RT: He llegado de varias maneras a la filosofía: por lecturas, por natural inclinación, por compromiso académico. Aunque no soy filósofo ni nada parecido, la materia filosófica
ya se quedó conmigo y no sabría quitármela sin quitarme también la piel. Somos lo que aprendemos. Pero a la filosofía, en realidad, todos llegamos. Sus preguntas son las de todo ser humano. Cada generación las reviste de nuevos ropajes y las vuelve a formular. Ojalá que siempre vivamos profundamente insatisfechos y que nunca, seducidos por el espejismo de las verdades inalterables y definitivas, dejemos de formular esas preguntas. AS: Has publicado dos libros de cuentos: Una habitación oscura (Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, 1997), y La leona (UANL, 2000). Viene un tercero; ¿qué profundidades hay en cada uno?, ¿por qué escribir poesía y narrativa y no especializarte en uno solo? RT: No me he quedado en una sola forma de escribir porque la escritura es una forma de la felicidad. Y la felicidad es multiforme por naturaleza: rehúye la monotonía de lo fijo. La felicidad radica en el descubrimiento, y aun los objetos de todos los días se convierten en motivo de felicidad cuando se los mira de otra manera. Pero ya me desvié del punto. Volvamos a los libros de cuentos. Son mi primera felicidad como escritor y espero que lo sigan siendo. El tercer libro que mencionas, que se llamará El mal de Samsa y será publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León y la Universidad Me-
tropolitana de Monterrey, es de alguna manera una síntesis de mi trabajo como narrador, pues recoge los contenidos menos malos de los anteriores libros de cuentos y les suma relatos varios aparecidos en revistas y antologías. No sé muy bien qué tipo de narrador soy; pero alguien me dijo que en mis cuentos muestro a los seres humanos como criaturas extraviadas en sus obsesiones y nimiedades. Un poco como una mirada a medias piadosa y a medias desencantada de lo humano. Tal vez ahí radique una clave de lectura para mis narraciones. AS: Ante los cambios estructurales que se han generado actualmente en el país, ¿cuáles son los retos que consideras fundamentales respecto a la promoción de las bibliotecas y la difusión de la lectura? RT: Debo decir que soy un hijo de la cultura subsidiada. Me explico. Mis lecturas de infancia y juventud fueron libros baratos, las series de Lecturas Mexicanas, las ediciones baratas o incluso regaladas de El Correo del Libro y de Educal. Y también esas adaptaciones a cómic que eran las revistas Novelas Inmortales y Joyas de la Literatura, de las que leí cientos o quizás miles. A sumar ahí los libros baratos de Salvat, casi todos de literatura, libros cuyas hojas de pulpa de celulosa se desprendían a media lectura como si fueran las hojas de un almanaque. Y las enciclopedias y colecciones de ciencia y de literatura que se vendían en
los supermercados: El nuevo tesoro de la juventud, El libro de oro de los niños, entre muchas otras. Basta de ejemplos. El caso es que de alguna manera me emociona saber que los libros baratos volverán a ponerse de moda. Para alguien que, como yo, crezca en una pequeña ciudad de provincia (Ciudad Victoria, en mi caso), o en un sitio aún más apartado, la aparición de un programa de fomento a la lectura basado en ediciones de bajo costo es una buena noticia. Pero falta algo. Si no se atiende el aspecto social de la lectura, si no se comprende que el gusto por la lectura se contagia con el ejemplo y se alimenta con la conversación, el proyecto fracasará. ¿Cómo va a acercarse a los libros un joven para quien la lectura no le brinda ningún prestigio en su ámbito familiar ni en su círculo de amistades? Me parece que este aspecto social no se ha discutido aún lo suficiente. Hace unos días el suplemento Laberinto, de Milenio, puso el tema sobre la mesa con un ensayo de Anamari Gomís. Recomiendo leerlo. Ella explica mucho mejor que yo ese aspecto social que no puede soslayarse en ningún programa de formación de lectores. Me gustaría, en todo caso, que frecuentáramos el fenómeno literario con la naturalidad con la cual se lo frecuenta en el mundo anglosajón. Es significativo que en una película de James Bond (Skyfall) el personaje de M recite para millones de espectadores un poema de Tennyson. Y que, en otro blockbuster, el filme Interestelar de Christopher Nolan, Michael Caine despida con un bellísimo poema de Dylan Thomas a los viajeros espaciales (“No entres mansamente en esa buena noche...”). ¿Y acaso el argumento de Jurassic World no es una evidente adaptación de Frankenstein al universo de los dinosaurios genéticamente modificados? También dice mucho que autores de cómics, la literatura popular por excelencia, como Neil Gaiman y Alan Moore, saturen de referencias literarias y filosóficas los argumentos de sus historias. Esa naturalidad con la cual el mundo anglosajón transita de lo popular a lo culto no la tenemos aquí. Creo que ahí hay un objetivo que vale la pena explorar. AS: ¿Qué cosas suele hacer Renato Tinajero fuera de las cámaras de escritor, qué cosas son las que disfruta? RT: Sin darme cuenta, casi sin proponérmelo, he ganado a lo largo de los años un espacio personal. Ahí converso con mi esposa, leo con mis hijos, me dejo acompañar por algunos libros y me dejo distraer por mis estudiantes. Hay gatos y un jardín. Chesterton y Bradbury se sientan a la mesa. A veces la felicidad se parece mucho a una taza de café.
Poesía
que intento ser) es alguien que ha abrevado, con mayor o menor provecho, la sustancia nutricia de algunos poemas ajenos. Y ya que he mencionado algunos autores a los que me acerco con predilección, quizás debería mencionar otros, pero basta de listas y de cánones. Mi propia lista no es estática. Hay autores que alguna vez dejaron huella en mí y a los que no volveré más; y otros, cuyos libros se empolvan inadvertidamente en mi librero, aún esperan su turno para convertirse en la más entrañable de mis lecturas.
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LA GUALDRA NO. 373
Música
La tierra dorada de Anoushka Shankar t
Por Carlos Flores
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a conocí en Youtube, tocando al lado de su padre, Ravi Shankar, con un instrumento hindú. Hacía que los altavoces vibraran de una manera a la que no estaban acostumbrados. Los dos intérpretes se veían felices, placenteramente rasgaban las cuerdas de su sitar. A su padre lo había escuchado antes junto con el noruego, Jan Garbarek, en uno de los mejores discos que he escuchado en mi vida: Vision (1983). Me gustó su actitud, la forma en que rasgaba su instrumento y, por su puesto, su virtuosismo. Así que cuando pasé por la tienda de discos y me encontré con el CD de Land of gold (2016), no dudé en pagar el precio. La verdad, Anoushka Shankar no me decepcionó. De repente me vi ante una pieza excelente de música oriental mezclada con lo mejor de lo occidental, muy similar a la música de Kate Bush o Mike Oldfield, pero con un toque oriental, herencia del excelente músico que la engendró. El nombre de la cuarta canción, Dissolving boundaries, que en español quiere decir disolviendo los límites, se refiere precisamente al contenido de la obra, no hay diferencia entre los toques occidentales de las piezas creadas en este álbum, con lo toques orientales que por
origen posee la artista. Estamos contemplando, o mejor dicho, escuchando, instrumentos orientales, tiempos orientales, pero asimilados a la cultura occidental. Abre el disco con Boat to nowhere, donde el sitar parece ser la base, pero el bajo y el violín pronto ganan terreno, dibujando un ritmo arabesco que evoca los cuentos de Sherezada, pero dando paso al intruso jazzista que jala por el camino del virtuosismo. Y en adelante, cada pieza es una muestra de este sincretismo. Retomo un poco el álbum de su padre con Garbarek: Vision, que mezcla la música hindú, el ambiente y el espíritu de esta cultura, mezclándola con los excelentes metales del jazzista, logrando más que mezcla cultural, una obra de arte que vaga más por las fronteras de los fantástico, sobre todo con las excelentes piezas de Astral projection y Psychic Elephant, logrando un disco instrumental lleno de energía mística y talento, más apegado al mundo oriental que al occidental; pero fusionando ambas culturas de una manera mágica. Anoushka va más allá, si bien no logra una pieza tan importante como Vision, sí crea un disco estupendo, donde la música parece haberse convertido en algo sin fronteras, no parece tener nacionalidad, conviven en esta pieza muchos ritmos, muchos sonidos, que recuerdan diversos movimientos artísticos, diferentes
géneros musicales, denotando la gran formación musical de su creadora. Hay voces multiculturales que de pronto nos recuerdan la excelente banda de Dead can dance, se mueve también por las fronteras de la música dark, de la música pop, del jazz, del rock y el blues, y en algunos momentos nos presenta
también esa espiritualidad de la música oriental. Es un disco que vale la pena tener, para bailar, para meditar, para dejar que la mente viaje a lugares a los que no están acostumbrada, encontrar sitios mágicos, espirituales, de paz y tranquilidad, la fórmula para combatir el la velocidad de la vida moderna.
Quinientos años de colonización y mestizaje en la Nueva España Por Marco Antonio Valdez
Historia
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ste mes de febrero se cumplen 500 años de que, paralela a la conquista militar de la Nueva España, inició el proceso de entretejido cultural que denominamos mestizaje, en el cual aparentemente lo hispano se sobrepone a lo indígena, aunque si nos acercamos lo suficiente podemos apreciar la manera en que los hilos suben y bajan entre ellos dando forma a esa “tela” que nos envuelve tanto como nos da soporte. Las noticias de tierra poblada por gente con “más policía”, oro sin “cuento” y la presencia de náufragos españoles fueron llevadas a la Isla Fernandina -hoy Cuba- por miembros de la expedición de Francisco Hernández de Córdoba en 1517 y la de Juan de Grijalva en 1518. Ambos capitanes arribaron a Yucatán -llamado Santa María de los Remedios- y recorrieron su
costa rumbo al norte. El jueves 10 de febrero de 1519 Hernán Cortés zarpó de la isla Fernandina, siguió la ruta de ambos capitanes guiado por Antón de Alaminos -el piloto que tomó parte en las primeras expediciones- y Bernal Díaz del Castillo, veterano de ambas armadas. Entre las instrucciones del adelantado y capitán Cortés estaba el ir directo a la Isla de Cozumel -llamada por Grijalva Santa Cruz de Porta Latina-, ahí requeriría a los indios para situarse “debajo del yugo e servidumbre e amparo real”, de él obtendrían mercedes y protección si lo aceptaban; la primera de ellas, el conocimiento de Dios y la salvación de sus almas a través de la verdadera religión; recuperar los náufragos de los caciques en la isla de Yucatán; y rescatar o intercambiar las mercaderías españolas por las de los indios, principalmente oro, eso formaba parte sustancial de las instrucciones. Desde Cozumel remitió entre el 20 o 25 del mismo mes dos recados: uno a los caciques de
/// De albazarado y mestiza, barcino. Pintura de castas de Miguel Cabrera.
la región solicitándoles se presentaran ante él, el segundo dirigido a los náufragos retenidos en los siguientes términos: “Señores y hermanos: aquí, en Cozumel, he sabido que estáis en poder de un cacique detenidos, y os pido por merced que luego os vengáis aquí, a Cozumel, que para ello envío un navío con soldados, si los hobiesedes menester, y rescate para dar a esos indios con quien estáis; y lleva el navío de plazo ocho días para os aguardar. Veníos con toda brevedad; de mi seréis bien mirados y aprovechados. Yo quedo en esta isla con quinientos soldados y once navíos; en ellos voy, mediante Dios, la vía de un pueblo que se dice Tabasco o Potonchan”. Escritos en español muestran que, desde la topografía, lo indígena convivía ya con lo hispano. El uso de la palabra “cacique”, de origen taíno se extendió para designar a los gobernadores indígenas, personas que tendrían poder e influencia, aunque no eran españoles. No podían ser escritos en otra lengua, evidenciando en adelante que, el tener cierta relevancia en la sociedad dependería del uso del español, lengua que no era ajena a los prestamos indígenas, una muestra de mestizaje temprano que cumple ya 500 años, en el cual vale la pena profundizar, para poder entendernos mejor.
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Desayuno en Tiffany’s, mon ku Un grano de arena en la tradición de los estudios cinematográficos Por Álvaro A. Fernández t
nes se asilaron en distintas instituciones y universidades, para formar un grupo de tendencia local con mirada internacional. Así creamos redes con gente apasionada por ver y estudiar cine de la ciudad de Zacatecas, Ciudad de México, Tijuana, entre otras, y con grupos de Francia, Estados Unidos, Argentina, Alemania y
España, que se reúnen anualmente en un encuentro titulado Coloquio Internacional de Cine Iberoamericano, celebrado en distintas ciudades de estos países y que va por su décima edición. De estos encuentros se han publicado seis libros y pronto saldrá el séptimo. La red no sólo tiende hacia la pro-
Instantes Y
o no quería enamorarme así de usted. Yo no tuve la culpa. Ese ir y venir de su cuerpo, a veces tan ecuánime. No quería perderme en su mundo, pero ya ve. Uno no manda en lo que siente. Destapé la cajita y me dejé llevar por su perfume natural. Sonará a cliché, casi a ridículo, pero sus ojos me hablaron. Todo su cuerpo habló, el movimiento de sus manos, los silencios ante mi insistencia. Ayer soñé con usted. Estábamos entre la lluvia, sí, usted que tanto aborrece la lluvia y a mí que me pone creativo. No hubo relámpagos ni truenos, sólo la lluvia encajada en la tierra como soldaditos formados a la guerra. Allí estábamos como el poema más cursi. Robándole besos y regalándole luz al agua. De veritas que no quería enamorarme de usted. Usted que es el fondo del pozo con agua clara. Es un sueño. No
/// En la cama: el beso. De Toulouse-Lautrec. 1862.
es que yo pretenda un amor romántico, idealizado, perdurable. Tampoco quiero escenas de comedias americanas. Quiero saber si las posibilidades se acortan. La
duda no mata, pero enferma, y de muertes y enfermedades estoy harto. Las evito mientras siento que el corazón susurra, a veces lento, a veces fuerte pero ahí está.
Río de palabras
Por Humberto Mayorga Teyes t
Quiero ser parte de los cuentos de Cortázar, ésos donde los amantes se habitan y caminan locos, ciegos, un poco sordos por toda la ciudad. Quiero ser un amante rendido por la mañana donde no haya deberes impuestos ni miedos sembrados. En serio se lo digo, yo no quería enamorarme de usted, pero su más profunda piel fue su pensamiento. Sería deshonesto si le digo que sólo añoro su mirada. Sépalo bien que también quiero su espalda desnuda, aquí a mi lado, dormir en ella. Deseo recorrer la geografía de su cuerpo, trazar muchos caminitos hasta llegar a la tierra prometida. Quiero su vientre bañado de mi saliva y el grito ensordecedor cuando nos burlemos del pecado. También deseo aprender la geometría de su rostro, caminar con dos dedos en sus pechos, arrebatarle la vida con mi lengua. Burlar los brazos que se esconden para hacernos carcelarios del deseo. No es mi intención asustarle, ni hacer de la incomodidad un baile. Pretendo que lo nuestro sea único, plausible hasta para el más envidioso en el abismo. Quiero que mis manos tejidas de espera sea una máquina escultora. Yo no quería enamorarme, ya lo ve. Usted, sólo quiere que de mi mano hable un saludo sin fecha ni futuro.
Cine
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a Red de Investigadores de Cine (REDIC) cumple 10 años de existencia. A lo largo de una década ha puesto su grano de arena para contribuir a la tradición de los estudios cinematográficos en México y de alguna manera abrir paso a que el oficio llegue al imaginario de la gente. Ante una fuerte tendencia en México hacia la historia del cine que cobró relevancia a partir de las publicaciones de Emilio García Riera y Jorge Ayala Blanco desde los años sesenta, REDIC arrancó en 2009 con el propósito de equilibrar esta tendencia de corte histórico, e inclinarse hacia el análisis fílmico. REDIC nació descentralizada en Guadalajara, cuando cayó en decadencia el Centro de Investigación y Estudios Cinematográficos fundado por García Riera, donde hizo sus pininos como alumno y luego como profesor Guillermo del Toro. Con la muerte del fundador, los investigadores que lo componían se desperdigaron, por lo que “el último de los mohicanos” (que es el que escribe estas líneas), se dio a la tarea de reunir a quie-
ducción académica, también hacia la divulgación a través de su revista virtual El ojo que piensa, publicación semestral que también va por su número 19 y puede leerse y descargarse del sitio www.elojoquepiensa.cucsh.udg.mx. Pero una de las principales preocupaciones de REDIC es la formación de nuevos investigadores, por lo que en su seminario mensual, anunciado en la página www.redic.red, se imparten charlas y conferencias abiertas a estudiantes y jóvenes interesados en formar nuevos cuadros de investigadores que buscan reforzar su formación y que se enfrentan a nuevos retos ante el amplio espectro de la cultura visual y digital. Por la red han pasado investigadores y decenas de estudiantes de intercambio y egresados de las carreras de humanidades que ahora mismo hacen tesis de posgrado o continúan con el ejercicio de la investigación. Con la consigna de “Larga vida a REDIC” festejaremos una década de vida de un grupo o familia que ha sido cohesionada por la pasión por el cine, y cuyo largo trabajo ha dado muchos frutos y satisfacciones. La cita es este 1º de marzo en Casa Impronta a las 19 horas en la ciudad de Guadalajara.
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LA GUALDRA NO. 373 /// 25 DE FEBRERO DE 2019
Alfil Blanco por Caballo (mate al Rey Negro)
Río de palabras
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Por Renato Tinajero La sensación de lo invariable, ¿quién la encontrará?
Sólo a las perlas, en precio, se compara.
El leopardo y el bacilo diezman la belleza.
El diamante prende la estufa de los vivos.
Pero en casa del que siente lo invariable, su esposa viste lana
y siete hijos alegran con su risa la hora diaria del almuerzo.
Una cascada de cencerros baja mansa por los suaves montes
junto a la casa del que encuentra lo invariable.
En el corazón de un fruto ha de morar el que conoce lo invariable.
En el rumor del tallo y la semilla pasará sus días.
Aquel que lo invariable no ha sentido
no oye el fruto abrirse paso hacia la planta,
ni la lana ve crecer en sus ovejas,
/// Edvard Munch. Melancolía. 1891.
ni la leche atiborrar las ubres de la res.
En lo móvil, no en lo quieto, se presiente lo invariable.
Un hombre, -y ella[Leerse mientras se escucha: San Miguel/ La Gusana ciega]
t
Por Roberto Galaviz
Alguna vez
Lo incompleto es el fin, y lo demás, una línea sin volumen,
el mapa de un hombre o de una ciencia
reducidos a un vector, achicados al concepto puro y simple.
Flujo subterráneo lo invariable, flujo interno de los siglos,
ecuador en que se tocan los puntos cardinales,
corriente magnética del mundo, palabras como nuevas
para el rostro envejecido de lo verde:
su tránsito hoja a hoja, vida a vida,
su inquebrantable tránsito de piedra.
Instante eléctrico del juego. Instante de agua y tiempo.
Agua súbita en que se prodigan el tiempo y el espacio.
Hay columnas que no hicieron los hombres, Soy un hombre que en la madrugada alterna la vista al techo y luego a la ventana
t Un hombre que, en silencio le cuenta a la noche lo que la noche sabe: sin ella, sin la música de su voz cerca el ruido metálico del tren es un monstruo triste allá afuera y, sobre todo aquí adentro. aquí dentro: , es el llanto de un cometa extraviado en la autopista del cielo nocturno soy un hombre que en el maldito ruido expansivo de una madrugada cualquiera la extraña a ella soy un hombre que aguarda la primera luz del día para ir hacia donde ella llegará -como siemprede prisa y perfecta y con un simple beso, -que parece simple(pero no lo es) dar forma, de nuevo, al universo.
avenidas en el cosmos que son como agujeros en el mar.
Vasos comunicantes, grietas que son como enunciados,
Por Pilar Alba
A
lguna vez te dije: hay que regresar a este lugar. Recuerdo que te me quedaste viendo, callado, con la convicción interior de que al menos tú no regresarías. Mi entusiasmo consiguió que no me fijara en ello. Seguí disfrutando. Recogí tomatillos de campo, hice una corona con las flores amarillas silvestres, comí las gorditas calentadas con leña que habíamos llevado de lonche… me senté a la sombra de un árbol para ver cómo el sol se iba metiendo despacio entre el monte. Escuché tu voz que me decía: ¡Vámonos!, y en un susurro que no quería ser una promesa dijiste: Al fin que otro día de estos volvemos. Nunca más lo hicimos, al menos no juntos. Hoy que llego otra vez a este lugar el campo está casi seco, desaparecieron los tomatillos y las flores silvestres. El clima no permite ver el sol, está nublado; se ha transformado el lugar de mi recuerdo. Sin embargo no es eso lo que no me permite disfrutar el momento, es que me falta tu presencia, tu mano en mi mano, la seguridad de tus pasos al conducirme entre los matorrales para que no se peguen ni me hieran las espinas. Me hace falta tu voz, que de pronto me parece que rompe el silencio.
enunciados que son cantos, que son fórmulas,
fórmulas en que se cifran dos colores,
álgebras que infunden su justo movimiento al átomo,
y fértiles moléculas, con dos manos perfectas
y los pies llenos de savia,
torres profundas en la selva, alfiles que reinventan el azar,
constelaciones que jamás verán ojos humanos,
bajo un sol recién nacido y una luna duplicada
como un ojo singular en la alta noche.
Lo invariable es así, esta luna o su cósmica gemela,
este sol o su menor hermano, son mera utilería,
escenas concebidas según las circunstancias.
Lo importante es el juego, su impermeable equilibrio
de fuerzas y de números, su cierta matemática,
la trinchera infinita donde luchan dos conciencias,
el tiempo, palacio de las formas,
la escritura invariable en que invariables sílabas
están narrando la caída de este reino,
una segunda vez que es siempre la primera,
y una tercera vez. Como semillas que en la criba alcanzan semejanza,
cebada a la cebada, trigo al trigo,
madera a la madera, blanco al blanco,
la negrura en formación, las sílabas se encuentran.
Se entreabre, transparente, el alfabeto.
Sobre un sencillo musgo retoñan las figuras. De Fábulas e historias de estrategas (INBA/ICA; Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2017).