La Gualdra 385

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 385 /// 20 DE MAYO DE 2019 /// AÑO 7

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

José Pascual Antonio Aguilar Márquez Barraza (1919-2007).

Don Antonio Aguilar nació en Villanueva, Zacatecas, el 17 de mayo de 1919 y falleció el 19 de junio de 2007. Se ganó a pulso, gracias a una vida entera dedicada a la música y al cine, el ser considerado como un símbolo de identidad cultural para los zacatecanos. Para conmemorar el primer centenario de su natalicio, dedicamos esta Gualdra al también conocido como Charro de México.


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La Gualdra No. 385

Editorial

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ascual Antonio Aguilar Barraza nació el 17 de mayo de 1919 en la ciudad de Villanueva, Zacatecas. El viernes pasado conmemoramos el primer centenario del nacimiento de uno de los artistas más conocidos y queridos de nuestro Estado. El primer acercamiento a su música para la mayoría de quienes aquí vivimos fue a través de la radio, pues invariablemente y desde hace muchos años, las canciones de Tony, el Charro de México, son incluidas en la programación de las distintas estaciones locales. Cuando él vivía se escuchaba su música, ya han pasado casi 12 años desde su partida y sus canciones se siguen programando, escuchando, cantando. Hace unos días, por pura curiosidad, pregunté a mis amigos en mi muro de FB que cuál era su canción favorita de este artista zacatecano; en cosa de unos minutos, tenía ya más de 90 respuestas con varias canciones como para hacer un playlist del centenario. Los más jóvenes mencionaron las “rancheras de relajo”, llamadas así porque un disco de Aguilar de 1995 fue nombrado de esta forma; a nuestro querido artista este tipo de canciones le quedaban como anillo al dedo, su particular sentido del humor fue distintivo al intepretar letras como “La chancla”, “La cruda”, “Ay, Chabela”, “El adolorido”... en esta última, por ejemplo, dice a mitad de la canción “Ay, ay, ay, cómo ando herido, atravesa’o de lado a lado”, con un tono tan hondo y simpático que no puede uno dejar de sonreír, porque Antonio Aguilar no fue sólo un buen cantante, fue un extraordinario intérprete; su talento iba más allá de lograr una buena afinación, actuaba siempre y lo hacía muy bien, conectaba de inmediato con quien lo escuchaba. Las respuestas siguieron y la lista de canciones favoritas creció, los más grandes -por no decir los más viejos- mencionaron otras canciones, como “Tristes recuerdos”, “Un puño de tierra”, “Ya viene amaneciendo” y “Albur de amor”... ¿Quién no las ha escuchado? Ahora mismo que escribo vienen a mi mente frases de ellas como “Para qué quero vida sin honra, si malamente aposté, si me matan a balazos, que me maten, al cabo y qué. Albur de amor, me gustó, yo lo jugué” y pienso que cuando esas canciones se

estrenaron nuestra realidad era otra; hoy decir “si me matan a balazos” no tiene el mismo sentido que cuando se estrenó, pero sigue gustando y mucho. Lo mismo pasa con el corrido de Lamberto Quintero, ésa que dice “un día 28 de enero, cómo me hiere esa fecha, a don Lamberto Quntero, lo seguía una camioneta”, y que la gente canta desde finales de la década de los años 70, cuando este tristemente célebre personaje fue asesinado por conflictos con bandas rivales -lo que quedó también registrado en la película del mismo nombre grabada en 1987 por Aguilar-. A mí siempre me ha gustado su música; de alguna manera me recuerda mi infancia y también me hace constantemente recordar mis raíces y el lugar en donde pasé mis primeros años de vida. En Río Grande pude ver en el Cine Badillo muchas de sus películas porque no teníamos otra opción para pasar la tarde de los domingos, cuando había permanencia voluntaria, y hasta tres películas llegábamos a ver. Me gustaba saber, por ejemplo, que muchas de sus películas habían sido filmadas en territorio zacatecano; en algunas de ellas se puede ver la hacienda de su familia en Tayahua, el rancho el Soyate, algunas calles de Villanueva; en otras, se pueden ver escenas filmadas en las calles de la ciudad capital, en la antigua Casa del Gobernador, y en algunos hoteles del centro como el Posada de la Moneda o el que está en el boulevard, el Plaza. Cuando Antonio Aguilar grababa en Zacatecas era una fiesta, porque los actores “extras” eran de aquí y porque además, sus paisanos podían verlo y convivir con él mientras filmaba. Debo decir que siempre, mientras vivió, se le recibió con gusto en esta su tierra; y cuando murió se le dijo adiós de la manera más emotiva que puedan imaginar. A don Antonio Aguilar lo seguimos recordando con el mismo cariño de siempre, por eso este número está dedicado a su memoria, porque el 17 de mayo pasado hubiera cumplido 100 años y porque su legado seguirá vivo en la memoria de las nuevas generaciones. Que disfrute su lectura.

Directorio

Contenido Corrido de Antonio Aguilar Por Juan Antonio de la Riva

Recordando a Tony Aguilar en el centenario de su natalicio Por Sonia Medrano

Acercar la lectura desde Antonio Aguilar Por Eduardo Campech Miranda Antonio Aguilar y los tacos envenenados Por Carlos Flores

Pascual Antonio Aguilar Márquez Barraza (100 años) Por Héctor Saucedo

Antonio Aguilar, un actor del pueblo Por Adofo Nuñez J.

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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Corrido de Antonio Aguilar Voy a cantar un corrido, con orgullo a no dudar pa’ relatarles la vida de don Antonio Aguilar. Año de mil novecientos, diecinueve en la memoria Villanueva, Zacatecas ahí comenzó esta historia. De niño vivió en Tayahua el campo lo vio crecer. Y la tierra colorada cimentó su proceder. En la iglesia de su pueblo oyó a doña Ángela cantar. Era su señora madre, con una voz celestial. Oyó los cantos del pueblo en los campos de labranza, en las calles empedradas, en callejones y plazas eran cantos de alegría, de amores y de esperanza. Siendo apenas un muchacho dejó su querido pueblo se fue pa’ buscar la vida y hacer realidad su anhelo. Se preparó con ahínco, con esfuerzo y decisión en las lides del bel canto ésa era su vocación. De México hasta Los Ángeles pasando por Nueva York, le dio por cantar boleros buscándose la ocasión. En un viaje a Puerto Rico la vida le iba a cambiar ahí se encontró al “Jibarito” un compositor sin par. Fue don Rafael Hernández quien le propuso cambiar. Lo suyo no era el bolero lo suyo era lo ranchero ¡la música nacional! Por un gran traje de charro dejó el vestuario catrín, espuelas y ancho sombrero… una leyenda sin fin. Simpático y dicharachero, de buena voz y prestancia en la radio y en los discos ahí dejó su constancia.

Arriba de los caballos cantando y haciendo suertes anduvo por medio mundo con su espectáculo ecuestre. Y en el cine ¿qué me dicen? Puros grandes personajes salidos de nuestra historia y de corridos famosos: El gran Heraclio Bernal, Valentín de la Sierra Simón Blanco, Lucio Vázquez, Felipe Carrillo Puerto… /// Antonio Aguilar en la película La muerte de Pancho Villa.

Y dos héroes legendarios a los que en cine dio vida don Emiliano Zapata, y el centauro Pancho Villa. Y ahí queda para la historia una obra excepcional es “Los hermanos del Hierro” película sin igual.

/// Cartel de la película Emiliano Zapata con Antonio Aguilar.

Su cine fue para el pueblo lo mismo que sus canciones supo contar sus historias y también sus emociones: Gabino Barrera, Benjamín Argumedo Simón Blanco y Lamberto Quintero Valentín de la Sierra, Juan Colorado. por años fue el mero mero. Con la hermosa Flor Silvestre vivió una vida de amor un romance de leyenda que el tiempo no consumió.

/// Cartel de la película Juan Colorado, de Antonio Aguilar. /// Cartel de la película Lamberto Quintero con Antonio Aguilar.

Aquí me voy despidiendo con gusto y con emoción nos dejó cine y canciones gran legado, sí señor. Adiós rancho del Soyate. adiós Tayahua querido por aquí pasó un jinete en su caballo rosillo. Van cabalgando a un lugar de silencio y paz eternas, mas allá del firmamento donde viven las leyendas. Vuela vuela palomita vete volando al breñal ¡y que viva Zacatecas… y don Antonio Aguilar!

*Ciudad de México, mayo 2019.

/// Julio Alemán y Antonio Aguilar en la película Los Hermanos del Hierro.

Antonio Aguilar 100 Años

t Por Juan Antonio de la Riva


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Antonio Aguilar 100 Años

Recordando a Tony Aguilar en el centenario de su natalicio

/// Antonio Aguilar Barraza. 100 Años.

Por Sonia Medrano

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Qué podemos agregar que no se haya dicho ya por los biógrafos de Antonio Aguilar Barraza? Yo crecí con el fondo musical de sus canciones y disfrutando la arquitectura y los paisajes zacatecanos en sus películas, atisbando por los balcones de la casa de mi niñez, intentando ver cómo se filmaba una película en el abandonado ex templo de San Francisco (hoy museo Rafael Coronel) cuyos corralones sirvieron más de una vez como caballerizas y locaciones. Tratando de reconocer en algunas de ellas a uno que otro paisano entre los miles de extras que le acompañaban conformando los batallones de “revolufios contra pelones”, buscando la escena del tío que derrapaba en un lujoso auto setentero, perseguido por los hombres de Lamberto Quintero, o bien a las amigas de mis hermanas en el paneo de asistentes a la disco donde el hijo de don Lamberto departía con sus invitados. Presencié más de una vez el maravilloso espectáculo ecuestre en el que hacía bailar a los caballos de una manera extraordinaria al ritmo del son que les

tocaban; aquí en la Monumental, debutó Pepito Aguilar interpretando en medio de las lágrimas su primera canción y Tony con graciosas frases como “¡No chille, mijo!”, lo disculpaba ante el público. Nunca me imaginé que sería yo, quien en la ceremonia religiosa verificada en sus honras fúnebres, entonaría para él un canto de comunión ante los miles de creyentes que le acompañaron en nuestra Catedral. Había luto general, se sentía en el ambiente pues todos habíamos perdido a nuestro famoso y querido artista. Zacatecas entero lo manifestó, si no en la iglesia en las calles y en los poblados por donde pasó el cortejo hasta su destino final. A cien años de su natalicio, encontramos que a diferencia de otros actores y cantantes mexicanos de la misma generación como Jorge Negrete (1911-1953), Pedro Infante (1917-1959), Pedro Armendariz (1912-1963), José Alfredo Jiménez (1926-1973) y Javier Solís (1931-1973) Tony Aguilar fue durante 50 años, el continuador del prototipo del charro mexicano promovido por sus antecesores y como él mismo lo decía “Mi madre cantaba muy bien y por eso yo quise hacer

/// Antonio Aguilar y Flor Silvestre en la película Aquí está Heraclio Bernal.


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ópera”;1 a pesar de que se inició en el arte del bell canto, en una de sus giras a Puerto Rico le sugirieron que cantara canciones rancheras pues era lo que el público solicitaba. Fue ahí donde cambió de giro y cambiando el frac por el traje de charro, inició su trayectoria como cantante vernáculo con Eres alta y delgadita, que escuchara en su querido pueblo de Tayahua y que fue como la rúbrica de sus espectáculos: “Llevo 46 años de carrera, 142 LP, 156 películas… me gusta mucho que tengas un programa para la raza, para nuestra gente… porque se merece todo el respeto, el amor y el cariño, yo quise ser cantante de ópera siendo ranchero… hice 18 películas y me corrieron por malo… porque me equivoqué, siéntanse orgullosos de los que son, siéntanse orgullosos de ser mexicanos… centroamericanos… nunca nieguen de dónde vienen, nunca, nunca, nunca, nieguen la cruz de su parroquia”.2 Además de sus producción discográfica y cinematográfica, gracias a su larga vida de 88 años, difundió el deporte de la charrería a través de su espectáculo ecuestre trabajando al lado de su esposa Flor Silvestre y de sus dos hijos Toño y Pepe Aguilar, con quienes se presentó en los foros más importantes de Estados Unidos, México, Centro y Sudamérica. Sabemos lo que Antonio Aguilar fue para los zacatecanos, pero ¿qué fue Zacatecas para él? Amó profundamente su terruño, siempre reconocía su origen “yo soy ranchero… inspiración, fuerza y coraje fue lo que admiré de mi padre y eso me inspiró para ser quien soy… me gustaría que mis seguidores me recordaran como una persona amable, sencilla”.3 Gritaba orgulloso en sus presentaciones “¡Viva Zacatecas!, ¡Viva México!, ¡Arriba Tayahua!”. En algún momento de su vida, se dedicó al rescate de las viejas canciones y corridos que escuchó en su infancia, acudiendo con la gente del pueblo para escucharlas de viva voz. Después, a través de grabaciones o como inspiración

para los guiones de sus películas, personajes y música, se popularizaron a nivel internacional. Mucho se le debe a Tony en virtud de que en alianza con distintos gobernadores, atrajo la mirada del mundo a su estado natal a través de filmes como “Los alegres Aguilares”,4 en que destacó parte del paisaje zacatecano, la arquitectura de haciendas, templos y de la Casa del Gobernador (actualmente Museo Goitia), en donde la Estudiantina del ICAZ llevó una serenata como parte de la trama y el ballet folklórico del IZBA,5 acompañado de un tamborazo zacatecano, participó en ese mismo escenario interpretando bailes tradicionales. Don Antonio fue un benefactor, en múltiples ocasiones acudió al llamado de las instituciones como el DIF, para apoyar económicamente distintas causas ya fuese en el ámbito educativo o social. A cien años de su natalicio y poco más de 10 de su partida, se le recuerda y sus descendientes honran su memoria: “Recibí de mis padres su ejemplo y las enseñanzas basadas en el respeto a las tradiciones y costumbres, y en el amor a la música de México”,6 así lo expresó Pepe Aguilar y para fortuna nuestra, el espectáculo continúa proyectando internacionalmente la música vernácula y la charrería. Por ello auguramos larga vida a la canción mexicana. ¡Larga vida a la familia Aguilar! https://www.youtube.com/watch?v=xQmSuEVSu-4 Entrevistado por Juan Contreras en Chicago, el 4 de julio de 1996. 2 Idem. 3 https://www.youtube.com/watch?v=dZHooTtnddE en homenaje luctuoso en televisión, recordaron a don Antonio Aguilar Barraza con entrevistas realizadas para el programa Primer Impacto. Página consultada el 7 de mayo de 2019.

/// Antonio Aguilar, el Charro de México. Foto de la Mediateca del INAH.

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Película “Los Alegres Aguilares”, Miguel Zacarías, 1965, Actor protagonista: Antonio Aguilar https://www.youtube.com/ watch?v=oY2dH6RPdS4, consultada 12 de 0ctubre de 2017. 4

5 AHEZ, Fondo Memorias de Gobernadores, José Rodríguez Elías, Cuarto Informe de Gobierno 1965-1966, p. 37. 6 https://www.youtube.com/watch?v=dZHooTtnddE en homenaje luctuoso en televisión, recordaron a don Antonio Aguilar Barraza con entrevistas realizadas para el programa Primer Impacto. Página consultada el 7 de mayo de 2019.

/// Espectáculo ecuestre de don Antonio Aguilar

Antonio Aguilar 100 Años

/// Antonio Aguilar como Emiliano Zapata.


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Acercar la lectura desde Antonio Aguilar t Por Eduardo Campech Miranda

Antonio Aguilar 100 Años

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n su libro Arte poética, seis conferencias, Jorge Luis Borges incluye un texto llamado “El arte de contar historias”, en él recupera la tradición de cantar y contar como una sola acción: Un hombre contaba una historia, la cantaba; y sus oyentes no lo consideraban un hombre que ejercía dos tareas, sino más bien un hombre que ejercía una tarea que poseía dos aspectos. O quizá no tenían la impresión de que hubiera dos aspectos, sino que consideraban todo como una sola cosa esencial. Antonio Aguilar cantaba y contaba historias (no fue, ni ha sido el único, aclaro). Así a través de su voz narró hazañas de caballos, de revolucionarios, hombres que hacían del amor un acto suicida, e incluso, narcotraficantes. Borges se lamentaba de la ausencia de una épica. Quizá no conocía, o despreció, a los corridos mexicanos, pero tenía clara la recepción que este tipo de historias propicia en el público: “En cierta manera, la gente está ansiosa de épica. Pienso que la épica es una de esas cosas que los hombres necesitan”. Por ello, y sin menoscabo de otras virtudes del Charro de México, no es extraño que se convirtiera en el ícono e ídolo que llegó a ser. Por eso mismo hay una identidad en torno a sus letras: -¿De dónde viene?, me preguntó un comerciante de ámbar en San Juan Chamula. –De Zacatecas, respondí. -¡Ah, Antonio Aguilar!, exclamó para después entonar “El Chivo”. Es probable que a la par de los gustos musicales del comerciante, el aprender la lírica de las entidades federativas sea un mecanismo de mercadotecnia. Pero volvamos a las líneas de Borges. Si Antonio Aguilar cumple con esa doble función de cantar y contar,

¿no serían sus canciones un buen apoyo para acercar a la población a otros géneros? Es decir, que podamos indagar quiénes fueron, por poner sólo dos ejemplos, Lamberto Quintero o Lucio Vázquez. Amén de los episodios revolucionarios. Así podríamos saltar del corrido a la consulta y elaboración, en los casos ficticios, de biografías. En alguna otra colaboración compartí la sorpresa de un chico de secundaria de Fresnillo cuando descubrió con asombro,

y beneplácito, que la maestra de español les enseñaba una canción de Antonio Aguilar (“Nocturno a Rosario”). La poesía no le era tan ajena ni estaba en un territorio lejos de él. Recuperar, valorar, dimensionar y poner sobre la mesa –insisto- los referentes culturales de aquellas personas a las cuales queremos contagiar y despertar el gusto por la lectura es un mecanismo menos hosco que la obligación. Así como

el chico de Fresnillo descubrió lo concerniente a la poesía, muchos podríamos descubrir algún vínculo entre el actor y cantante de Villanueva con los libros. Por cierto, buscando en Internet, llama la atención que no exista en el mercado alguna biografía de él. El primer centenario del natalicio de Aguilar Barraza es un pretexto para que en el marco de las celebraciones las explotemos como herramienta para la formación de lectores.

Antonio Aguilar y los tacos envenenados t

Por Carlos Flores

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ay doy cosas que me gusta hacer algunos domingos: ir por tacos envenenados para no hacer de comer y ver la televisión mientras espero a que se forjen mis tacos en el aceite hirviendo. Esto último porque como decidí cancelar la TV en casa me llena de nostalgia el ver ciertos programas, sobre todo aquéllos que son parte de mis “gustos culposos” como cien mexicanos dijeron, las telenovelas y las películas de Mauricio Garcés, gracias a los canales que sintonizan en la taquería. Sin embargo esta última vez me dio más nostalgia de la habitual, pues estaban proyectando la cinta de “El hijo de Lamberto Quintero”, filmada en 1990. La escena que me tocó ver es la clásica del cine mexicano que se rodó entre los años 80 y 90: muy baja calidad, llena de lugares comunes y lo que no podía faltar, la canción interpretada en vivo mientras los actores la escuchan, casi siempre, en una fiesta o un bar de mala

muerte. En este caso es un flash back de Pepe Aguilar, quien interpreta al hijo del famoso narcotraficante, quien recuerda en la película un buen momento con su padre, por supuesto, Antonio Aguilar. La escena es genial, empieza con Pepe sentado en un escritorio recordando aquel momento, que comienza con una banda zacatecana con más de quince personas tocando metales y percusiones mientras la cámara se desliza de un jardín a un gran comedor, mostrando una serie de guaruras con cuernos de chivo así como a los comensales invitados a la fiesta. A la cabeza de la mesa están Antonio Aguilar y su hijo, interpretando la canción. La cámara mostrará a los invitados luego de que Lamberto le da un cariñoso beso a su acompañante, me imagino que es una prostituta de las “caras”, ellos emularán el gesto de su anfitrión besando a su respectiva, algunos con éxito y otros rogándolo con patéticos esfuerzos. Eso es lo que amo de la filmografía mexicana, su acercamiento a nuestra realidad.

/// Cartel de la Ley de la Sierra, 1960.

Días después, fui al barbero a recortarme el poco pelo que aún me queda, y entre otros artículos que adornaban la barra del barbero, estaba un cartel de una de las películas de Antonio Aguilar de finales de los años 50: “La ley de la sierra. Fin de Heraclio Bernal”, y recordé que no todas las películas de don Antonio habían sido tan malas como la antes mencionada, pues hubo muchas que disfruté y realmente me emocionaron. Pese a que no es algo de lo que haya mamado de la idiosincrasia con la que fui criado, debo de reconocer que don Antonio Aguilar fue parte indiscutible de mi vida, pues lo veía en las películas que proyectaban cuando yo era

niño, tanto en uno de los tres canales de tv que había entonces, como en el cinito que nos llevaban a la escuela, donde también proyectaban las películas del Santo, de Viruta y Capulina y de Chabelo. De igual modo, su música ha estado presente en mi vida, pues a donde quiera que fuera siempre la escuchaba, a tal grado que me sé algunas de sus canciones, y por supuesto que me llenan de orgullo cuando las oigo en el extranjero. Antonio Aguilar, al igual que los tacos envenenados, es uno de los emblemas más zacatecanos que existen. Larga vida a su legado.


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Pascual Antonio Aguilar Márquez Barraza (100 años) Por Héctor Saucedo

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omo es sabido por todos, la fama y popularidad de nuestro Charro de México cruzó fronteras a través de la música mexicana llevando en alto el nombre de México y más aún la comunidad de Tayahua perteneciente al municipio de Villanueva, Zacatecas, lugar que vio nacer a nuestro cantante mexicano. La voz de Antonio Aguilar con tesitura de tenor, tuvo muchos cambios, su principal objetivo era consolidarse como cantante de la lírica (ópera) pero lamentablemente sus estudios vocales fueron muy cortos, lo que impidió un desarrollo pleno de su voz; Antonio Aguilar poseía un timbre de voz con muy buena extensión que abarcaba las dos octavas en la escala musical, perfectamente, brillante y un tanto metálica su fonación; este registro le permitió abordar en su época de estudiante de canto, algunas arias de ópera como Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni, pero no la ópera completa; también interpretó algunas zarzuelas con un aire más ligero. La necesidad de generar popularidad y sobre todo destacar como cantante principal en los foros más importantes de E.U. y México, lo llevaron a incursionar como crooner (intérprete de canciones pupulares de corte clásico) en algunos programas de radio, cabaret y centros nocturnos, interpretando principalmente boleros de autores mexicanos y zacatecanos (como de Ernesto Juárez Frías). En los años 50 del siglo pasado, existían grandes voces de este género con un éxito rotundo a nivel internacional como Fernando Fernández, cuya voz y éxito opacaban de alguna manera las interpretaciones de varios colegas de su época que iniciaban, como la de nuestro Charro de México. El deseo de ser alguien importante en la escena musical, le llevó a insistir en mostrar sus aptitudes vocales y artísticas; eso propició que incursionara en la música campirana, bravía y de relajo. En este género de la música ranchera cantó los primeros temas alusivos a la revolución, con estas interpretaciones de corte revolucionario, logró colocarse en un mejor sitio de popularidad, gracias también a su participación como actor en el cine nacional e internacional. En 1960 lanzó un LP con el que obtuvo varios éxitos; entre los que destacaron canciones como “Adolorido”, “Albur de amor”, “El siete de copas”,

“El dicharachero”, “La mancornadora”, “Valentín de la sierra”, entre otros; en estas interpretaciones se podía apreciar su voz con cierta impostación y sin tanto portamento -como el que tendría en grabaciones posteriores-. Con este primer golpe musical continúo su camino al éxito y fama internacional interpretando las canciones del pueblo, de corte ranchero, de cantina, de relajo, y corridos de caballos y revolucionarios. Para este entonces Antonio Aguilar era ya la figura más importante de México y la Unión Americana dentro del género ranchero; su voz tenía una fonación más delgada y ladina... y eso le hizo acercarse más al pueblo y complacer el oído de quienes escuchaban sus canciones y veían sus películas; a pesar del exceso de trabajo por todo América, logró mantener su voz en óptimas condiciones hasta años antes de su muerte. Una prueba de ello fue cuando se le rindió un homenaje en la Plaza México y pudo interpretar un fragmento, con la misma afinación y fuerza de años anteriores, de la famosa canción “Tristes Recuerdos”, acompañado por la Banda del Recodo. Antonio Aguilar nos dejó un legado de disciplina, lucha y voluntad de ser, que perdurará como ejemplo para las generaciones futuras. Por siempre será nuestro gran orgullo nacional Antonio Aguilar, El Charro de México.

Antonio Aguilar (17 de mayo, 1919-19 de junio, 2007) Fue un actor, cantante, productor, guionista y jinete experto mexicano. Su discografía sobrepasa los 160 álbumes con ventas de más de 25 millones de copias. Al despuntar la década de los cincuenta debutó como actor en el cine, al tiempo que se inició como cantante, faceta de su carrera que se extiende hasta los primeros años del 2000. De sencillo trato, Antonio Aguilar es considerado ya una leyenda de la música popular mexicana, y el último entre los grandes íconos y figuras como Pedro Infante, Jorge Negrete,Luis Aguilar, Javier Solís, José Alfredo Jiménez o Miguel Aceves Mejía, entre otros. Actuó en 167 películas y recorrió el mundo junto a su esposa Flor Silvestre y sus hijos Antonio Aguilar Jr y Pepe Aguilar. Es reconocido como la persona que introdujo el deporte mexicano de la Charrería a audiencias internacionales y es por esto que lo apodan El Charro de México. https://www.antonioaguilaroficial.com/biografia/

Antonio Aguilar 100 Años

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Antonio Aguilar, un actor del pueblo

Antonio Aguilar 100 Años

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Por Adofo Nuñez J.

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ascual Antonio Aguilar Barraza mejor conocido como Antonio Aguilar nacía en Villanueva, Zacatecas el 17 de mayo de 1919. De alguna manera, su carrera cinematográfica inició poco después de su arranque como cantante, y logró brillar por el modo en el que rescató algunos géneros, tales como la acción, aventura y el melodrama, al western y un cine rural y campirano que logró coincidir a su vez con relatos urbanos. Aguilar empezó desde abajo con pequeños papeles, algunos más destacados que otros, pero en los cuales tuvo la oportunidad de colaborar con los más prestigiosos actores, directores y actrices de una cinematografía nacional que despuntaba en su bien llamada época de oro. Entre sus primeros filmes de acción se encuentran algunos tales como en Un rincón cerca del cielo (1952) donde comparte cuadro con Pedro Infante, y cuya historia continuó en una exitosa secuela llamada Ahora soy rico (1952). Dentro de los géneros de comedia y participó en Reventa de esclavas (1953) con Silvia Pinal como princesa egipcia trasladada a la época moderna. En este filme Aguilar encarnaba a un tímido profesor de Historia que se convertía en capitán de la guardia real e iniciaba un romance con Pinal. De igual manera el dinamismo de Antonio Aguilar le permitió alternar el western rural con otras comedias urbanas apoyadas en los temas de moda e incluso en aventuras como Cuatro contra el imperio (1955) y El fin del imperio (1956) que trasladaban los relatos de Alejandro Dumas –en específico el de Los tres mosqueteros- al Guanajuato de la época de Maximiliano. En este punto de su carrera, Aguilar pasó de ser un actor secundario a volverse uno de los intérpretes de mayor prestigio y popularidad en el cine nacional junto a Jorge Negrete y Pedro Infante, con roles que cada vez se volvían más demandantes. Junto al western, otro de los géneros que revivió en ese momento fue el melodrama revolución, y que se volvió claro en las interpretaciones de Aguilar en filmes como El siete de copas (1960) y ese mismo año con Que me maten en tus brazos, donde el actor, junto a Ofelia Montesco, retomaba de alguna manera el tema del juego de azar y el pesimismo de aquella ambientada hacia 1913 entre maderistas y huertistas. El gran salto de Antonio Aguilar ocurrió cuando fue lanzada la mejor película en la que participaría en 1960 y en su carrera, sería la polémica y censurada La sombra del caudillo de Julio Bracho en el papel del coronel Jáuregui, el hombre que advierte –durante una partida de billar- al general Ignacio Aguirre aspirante a la presidencia, que será traicionado, por órdenes del caudillo (Miguel Ángel Ferriz). Se trata de un filme maldito por excelencia, basado en la novela escrita por Martín Luis Guzmán en 1929 que se convirtió en manos de Bracho, en una síntesis de los manejos del sistema político mexicano. Una irónica farsa como lo muestran las luchas por el poder, las alianzas entre partidos y dirigentes, las traiciones y venganzas, así como sus militares acompañados siempre de alcohol, los gobernadores enriquecidos, mientras el pueblo muere de hambre. Este filme volvió a Antonio Aguilar un actor para el pueblo, una figura emblemática que a lo largo de su carrera narraría ficciones donde todos los mexicanos se lograrían ver en sus actuaciones y en las dudas, tribulaciones y las ironías de sus personajes.

/// Antonio Aguilar en la película The Undefeated, 1969.

/// Antonio Aguilar y Pedro Infante en la película Un rincón cerca del cielo, 1952.

/// Antonio Aguilar y Silvia Pinal en la película Un rincón cerca del cielo, 1952.

/// Antonio Aguilar y Tere Velázquez, en la película La cama de piedra.

/// Cartel de la película El siete de copas, con Antonio Aguilar.

/// Cartel de la película Que me maten en tus brazos, de Antonio Aguilar.

/// Cartel de La sombra del caudillo, con Antonio Aguilar.


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