La Gualdra 360

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 360 /// 5 DE NOVIEMBRE DE 2018 /// AÑO 8

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Federico Martínez. “Danza La Guadalupana”. El Salitre, Tepetongo, Zacatecas, 2017. 55 x 70 cm.

“La Danza de los Matlachines, una documentación visual de la diversidad regional”, de Federico Martínez Rodríguez, es una reunión fotográfica que muestra la identidad del estado de Zacatecas en una de sus expresiones más representativas y populares dentro de la cultura mexicana: la danza folclórica o tradicional.

[En páginas centrales: La Danza de los Matlachines. Una documentación visual de la diversidad regional, de Federico Martínez]


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LA GUALDRA NO. 360 /// 5 DE NOVIEMBRE DE 2018 /// AÑO 8

La Gualdra No. 360

Editorial Este noviembre se celebran algunos cumpleaños de artistas zacatecanos y hoy dedicamos este espacio editorial para recordar a tres de ellos; los dos primeros fallecieron ya y el tercero está más vivo que nunca. Un 7 de noviembre, pero de hace 100 años, nació en Zacatecas el artista plástico Roberto Reveles Flores, quien inició su formación artística de manera autodidacta en un estudio improvisado en su casa; a principios de la década de los 50 decidió participar en el Certamen Nacional de Dibujo convocado por el diario nacional Novedades -con un dibujo en tina china sobre Sor Juan Inés de la Cruz, con motivo del tercer centenario de su nacimiento-1 y ganó el primer lugar; eso se dio a conocer un 16 de noviembre de 1951. Roberto Reveles se distinguiría —sobre todo durante toda la mitad del siglo XX—, como un buen dibujante cuyos temas fueron por lo general paisajes urbanos —representativos de la ciudad de Zacatecas— y retratos con tinta china. En 1955, cuando el Instituto Zacatecano de Bellas Artes abrió sus puertas, ingresó como alumno primero y después se convirtió en docente de ese espacio educativo. El 12 de septiembre de ese año, participó en la primera exposición colectiva de artistas zacatecanos de la que se tenga memoria, en ella, además de él, participarían también José Guerrero, Carlos Pérez de León, José Manuel Enciso González, José Méndez Oliva y Víctor de Alba, artistas contemporáneos suyos. Decía que don Roberto, quien el día de hoy hubiera cumplido 100 años, manejaba con maestría el dibujo, pero también se tiene registro de obras de su autoría pintadas al óleo y de muy buena factura. Don Roberto Reveles dedicó gran parte de su vida a la enseñanza de las artes plásticas y hasta sus últimos días siguió creando. A 100 años de su nacimiento, lo recordamos y celebramos su paso por esta vida. En 1953, el 13 de noviembre, nació Tarcisio Pereyra en la ciudad de Jalpa, Zacatecas. Participó en diferentes talleres de la ciudad a lo largo de su vida profesional; el primero de ellos fue el de grabado, que coordinaba Alfonso López Monreal a principios de la década de los 80 —ubicado en aquel entonces en el Museo Francisco Goitia—. Chicho además de pintor, fue

ceramista, grabador, escritor, activista social y docente universitario. Su obra ha sido expuesta en centros culturales como la Casa Lam, en galerías de diferentes estados del país y Estados Unidos; formó parte del Grupo Negro. El pasado 1 de marzo de se inauguró la que sería su última exposición en vida, Energía, en la Galería Arroyo de la Plata. Chicho, cuya obra estaba hecha a cuatrocientas y una voces, las del ave que habita en los cañones y la suya, falleció el 6 de marzo de este año. Un 5 de noviembre como hoy, pero de 1971, nació en Potrero de Gallegos, Valparaíso, Zacatecas, el artista plástico Juan Carlos Cabillo Villegas. Inició su formación en el taller universitario de artes plásticas alrededor de 1992, cuando decidió abandonar sus estudios en derecho para dedicarse de tiempo completo al arte; ahí permaneció sólo algunos meses porque luego ingresó al Taller de Grabado y Pintura Julio Ruelas bajo la tutela de Alejandro Nava; fue el único de sus alumnos con con quien expuso a la limón en el año 2009, en la muestra 22 poemas perdidos. Ha participado en más de 60 exposiciones colectivas en diferentes estados del país, Estados Unidos y Europa. Desde su primera exposición individual “Lote de Parias” (Galería Arroyo de la Plata, 2004), ha exhibido su trabajo en distintos centros culturales y museos del país, y en el extranjero en lugares como Estados Unidos, Francia, Alemania e Italia. En 2017 participó en la colección “El amor visto por el arte”, proyecto de la Fundación Grupo Milenio; y realizó un mural para la ciudad de San Piero Patti, en Sicilia, It. Actualmente expone junto con 50 artistas zacatecanos -incluido Tarcisio Pereyra-, en la muestra Siempre Fuimos Contemporáneos en el ex templo de San Agustín. Feliz cumpleaños al Señor de los Perros, al igual que Tarcisio y a don Roberto, a quienes recordamos este mes de noviembre con mucho cariño. Que disfrute su lectura.

Contenido Del Holocausto y más… Una culebra se desliza en las tinieblas [Segunda parte y final] Por Mauricio Flores

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La Danza de los Matlachines [una documentación visual de la diversidad regional, de Federico Martínez]

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Las nuevas tradiciones ancestrales Por Maliyel Beverido El Picaporte El médico, la médica y el modista Por Simitrio Quezada

Desayuno en Tiffany’s, mon ku Chris the Swiss, un documental de las guerras Por Carlos Belmonte Grey

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La poesía en Océano mar, de Alessandro Baricco Por Fernando Salgado

Ayer Por Pilar Alba El deseo Por Alberto Huerta

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Comienzo Por Humberto Mayorga

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com 1 HBCEMM, Fondo Colección Zacatecas, Caja 41, Carpeta 2, Periódico Actualidades, 16 de noviembre de 1951.

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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5 DE NOVIEMBRE DE 2018

Del Holocausto y más…

Una culebra se desliza en las tinieblas [Segunda parte y final]

Op. Cit.

6 Por Mauricio Flores*

U

no creía “saberlo todo” acerca del “vertiginoso salvajismo con el que los nazis se encarnizaron en su afán por liquidar judíos”, escribió hace una década el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. Lo hacía en oportunidad de la aparición de Las benévolas, la espléndida novela del norteamericano Jonathan Littell, merecedora de los premios Goncourt y de la Academia Francesa. Una novela que cuenta las fascinaciones insanas surgidas de uno y más de los altos dirigentes del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Pero no, “todavía fue peor”, acota Vargas Llosa, “los crímenes, la inhumanidad de los verdugos alcanzaron cimas más altas de monstruosidad de lo que creíamos. Son páginas que quitan el habla”. Ha pasado una década de la publicación de esta novela y, ¿cuántas más se habrán publicado sobre el suceso histórico? Difícil contabilidad. Lo cierto es que ya circulan en librerías dos muy buenas novedades, La desaparición del Josef Mengele (Olivier Guez) y El orden del día (Éric Vuillard), temas de la anterior y presente entregas de Op. Cit. en La Gualdra. Sin olvidar las recién llegadas, El vagón de los huérfanos (Pam Jenoff) y La catadora (Rosella Postorino). Constatación de que la funesta historia da para mucho, siempre desde el ejercicio de la buena literatura y la mejor memoria. Sobre El orden del día, novela que “desvela los mercadeos y vulgares intereses comunes, falsedades y posverdades, que hicieron posible el ascenso del nazismo y su dominio en Europa hasta la Segunda Guerra Mundial, con las consecuencias de todos conocidas”, la siguiente lectura. Las bambalinas del ascenso de Hitler Lo primero sería reconocer a su jurado. Muy buenas novelas nos han dejado, especialmente estos últimos años, el premio de literatura francés Goncourt, que sumadas a su listado histórico, donde destacan los nombres de Malraux, Tournier, Beauvoir, Duras, Maalouf, Modiano o Quignard, señalan los rumbos por donde la narrativa de aquella región, sin duda influyente en otras latitudes, se desenvuelve actualmente. Novelas de historias inmediatas, o recuperadas de la Historia con mayúscula, sostenidas en estructuras originales y correspondientes a lo que cuentan y los personajes que en ellas se contienen. Tal es el caso de El orden del día, de Vuillard (Lyon, 1968), reconocido el año pasado, aunque podrían citarse también Canción dulce, de Leila Slimani, El mapa y el territorio, de Michel Houellebecq, Las benévolas, de Littell; o las finalistas Esperando a Mister Bojangles, de Olivier Bourdeaut, y HHhH, de Laurent Binet. En El orden del día (traducción de Javier Aliñana), una veintena de pequeños capítulos que en total no rebasan las ciento cincuenta páginas —lo que nos recuerda que el buen armado de una novela no está garantizado por la

extensión— su autor nos traslada de inmediato a los escenarios mismos de la historia. A un periodo de ésta, que madurado en el tiempo nos permite identificar pasajes fundamentales, con actores de carne y hueso, de ganadores y perdedores, que en apariencia podrían no significar más. Pero sucede que hace aparición la literatura, ésa que “según dicen, lo permite todo”, lográndose un relato que “hechiza y aturde”. ¿Lo contado?, una reunión entre los propietarios de las grandes industrias alemanas de la anteguerra, “el nirvana de la industria y las finanzas” y el Führer, donde se decidirá la financiación de sus demencias. Algo más, los tejemanejes diplomáticos, “una de las escenas más fantásticas y grotescas de los tiempos”, que el mismo Hitler desplegó para lograr la anexión de Austria.

Cara y revés de los prolegómenos de la tragedia, y que desde lo literario licencia al autor para recordar los dibujos de Louis Soutter, “pobre Soutter”, quien en su asilo de Ballaigues plasma en un mantel oscuras danzas. “Llevaba ya más de quince años en un asilo de ancianos, quince años dibujando sus angustias en míseros trozos de papel, sobres usados, extraídos de la papelera. Y en aquel instante en que en el Berghof se dirime el destino de Europa, sus pequeños personajes oscuros, retorciéndose como alambres, me parecen un presagio”. Realizados los bombardeos de prueba (Guernica) y hecha trizas toda la política diplomática, el Führer se dispuso a entrar a Viena, “una culebra se desliza en las tinieblas”, no sin antes haber sido víctima de una más de sus tragicomedias. Pues resulta que los tanques y

autos de guerra se averían, “máquinas imperfectas”, y cientos de ellos quedan atascados en la carretera. “Aquel 12 de marzo de 1938, pese al sol resplandeciente, el frío arreciaba. No hacía maldita la gracia sacar la caja de herramientas a un lado de la carretera. A Hitler se lo llevaban los demonios; lo que tenía que ser un día de gloria, un paseo intenso e hipnótico, se convierte en un engorro”. La primavera del 36, nos recuerda Vuillard desde la libertad que otorga de literatura para trasladarnos a cualquier escenario, estaba ya pervertida. *** Éric Vuillard, El orden del día, Tusquets, Barcelona, 2018, 144 pp. * @mauflos


Artes Visuales

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/// Danza del Sagrado Corazón. Ciudad Cuauhtémoc, Zacatecas, 2017

/// Danza Inmaculada Concepción. Concepción del Oro, Zac. 2017

La Danza de los Matlachines [una documentación visual de la diversidad regional, de Federico Martínez]

“L

a Danza de los Matlachines, una documentación visual de la diversidad regional”, de Federico Martínez Rodríguez, es una reunión fotográfica que muestra la identidad del estado de Zacatecas en una de sus expresiones más representativas y populares dentro de la cultura mexicana: la danza folclórica o tradicional. En el amplio abanico de las danzas típicas, religiosas e indígenas, la de los Matlachines es sin duda un ejemplo más del mestizaje cultural mexicano, en el que la tradición prehispánica y la influencia española han convivido a través de sus fiestas cívicas, religiosas, militares, de diversa índole a través del tiempo en varios de los municipios, comunidades y rancherías de los estados de la república en que se tiene registro de su práctica. No hay un origen claro sobre esta danza en Zacatecas, algunos especialistas han señalado que es una tradición de los grupos tlaxcaltecas cristianizados que se fusionó con la cultura chichimeca. La palabra Matlachín se cree que proviene del vocablo náhuatl

“malacotzin”, que significa dar vueltas como malacate, por lo que a los danzantes indígenas se les empezó a llamar malacotzines y después matlachines. Hay otras versiones que indican que hubo una fusión más compleja, toda vez que hay rasgos guachichiles en esta danza, notablemente guerrera, dinámica y enérgica, que sin perder su rasgo ritual hace uso de elementos como el arco y la flecha. Es en este tenor que el trabajo fotográfico documentado por Federico Martínez ofrece un recorrido lleno de color y magia, que evoca esa parte mística de los pueblos zacatecanos, su devoción, su preocupación por conservar, transmitir y hacer de sus fiestas patronales una experiencia de fe y fortaleza para los habitantes, que de manera puntual se dan cita para apreciar las tradicionales danzas de los matlachines que los llenan de orgullo, fortalecen su identidad, así como también el incondicional amor al terruño ante las buenas y las malas situaciones de la vida comunitaria. La danza de los Matlachines en Zaca-

/// Danza La Guadalupana. El Salitre, Tepetongo, Zac., 2017

tecas, como práctica cultural, tiene rasgos muy particulares según la región en donde se realiza, así como su advocación religiosa. Por ello, cada fotografía del autor retrata lo anterior, de esa manera podemos observar que cada danza como la dedicada a San Juan Bautista, en el Teúl de González Ortega; la de La Guadalupana, en Trancoso y Tepetongo, son distintas a las de San Sebastián, en Nochistlán, y a la de los llamados Pardos en la Pastelera, Río Grande, por mencionar en cuanto a la vestimenta utilizada y los colores empleados. Aunque cabe señalar las grandes similitudes que han sido captadas de igual forma por la cámara del autor en cuanto al uso de los colores brillantes en su indumentaria, así como en los penachos de pluma colorida también y en sus camisas, lo que nos da una gran posibilidad de imaginar al observar en el conjunto total de las fotografías, los movimientos corporales, los ritmos infinitos de los tambores, el sonido de las sonajas y guajes, la incesante melodía del violín, todo acompañado por la siempre enigmática y picaresca figura del viejo de la danza.

Por otro lado, el autor ha sabido capturar en su contexto la humildad e inocencia de los habitantes de los sitios que visitó en cada una de sus fiestas patronales, rasgos sorprendentemente humanos, rostros sinceros que muestran la alegría de vivir en los niños, niñas y jóvenes danzantes de ambos sexos, así como los semblantes que denotan la madurez de los hombres mayores ante la adversidad de los tiempos. De igual manera, esta colección fotográfica ofrece la posibilidad de identificar las características de los grupos de danzantes matlachines, como lo son: el uso de monteras o penachos, las nagüillas o las faldas de franela, acondicionadas con abundante chaquira, lentejuelas, y canutillos, que son utilizados también para percutir con el movimiento del cuerpo; por otro lado el uso de ataderas, los huaraches típicos de tres agujeros, la sonaja de guaje conocida como ayacachitli, las máscaras dependiendo la región, además del arco y la flecha como otro elemento de percusión sonora.

/// Danza San Juan Bautista. Teúl de González Ortega, Zacatecas 2018

Edgar J. Ávila.


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5 DE NOVIEMBRE DE 2018

/// Danza La Cantera. Trancoso, Zacatecas, 2017

/// Danza La Guadalupana. Trancoso, Zacatecas,2017

/// Danza San Juan Bautista. Teúl de González Ortega, Zac., 2018

/// Danza San Sebastián. Nochistlán de Mejía, Zacatecas, 2018

Artes Visuales

/// Danza La Cantera. Trancoso, Zac., 2017.


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Las nuevas tradiciones ancestrales Cultura

6 Por Maliyel Beverido

que una brujita porque es más mexicano” es discutible, pues aunque la Catrina sea mexicana lo que no lo era es el hecho de vestirse y maquillarse como tal y marchar en procesión. No veo con malos ojos la idea del disfraz: desde el jardín de niños nos vestían con trajes típicos para los bailables, y era una forma de ponernos en contacto con la diversidad cultural. Además de los desfiles hay ahora recorridos escénicos en cementerios o edificios abandonados, una mezcla de narración oral y teatro callejero. Algunos optan por recrear mitos, otros leyendas urbanas, y los hay incluso que abordan la inseguridad y la desaparición forzada.

E

sta semana asistimos al nacimiento de nuevas tradiciones. Y lo digo con total sarcasmo, porque si bien el diccionario enseña (pero en estos tiempos ¿a quién le importa lo que dicen los diccionarios?) que tradición es el conjunto de bienes culturales que se transmite de generación en generación dentro de una comunidad, y los sociólogos explican que se trata de costumbres y manifestaciones que cada sociedad considera valiosas y las repite para que las nuevas generaciones las aprendan y se mantenga así un legado cultural; el marketing dice que “tradición” es un término que vende, que habla vagamente de arraigo, pero sobre todo de plusvalía. Así vemos prácticas “tradicionales” que son recientes, pero que ya desde su segunda o hasta su primera edición se anuncian como herederas de costumbres ancestrales. No digo que éstas no sean interesantes, o que no puedan, en un futuro, volverse costumbre, toda tradición empezó en algún momento como algo novedoso, incluso es obvio que todo lo nuevo finca su raíz en lo pasado, pero tratarlas desde ya como una “tradición” es falsedad. Y ni siquiera se trata de un augurio optimista, ya no importa si esa “tradición” dura unos cuantos años, lo que importa es el impacto que hoy deja, sobre todo en los bolsillos. Puedo entender la perspectiva política que hace que las administraciones públicas quieran poner en valor sus tradiciones y atraer las miradas. Entiendo menos que todas ellas quieran compensar su déficit financiero a través del turismo y que para ello se creen nuevas y atractivas actividades con aires de ritual, de ser posible apegadas a la imagen que ciertas películas de Hollywood han difundido. Y la época de Días de Muertos parece la ocasión ideal, siendo esta

De calidad variable, representan en conjunto un buen ejemplo de cruce y combinación de sustratos culturales y objetivos sociales. Algunos devendrán tradición. Las costumbres lo son porque algo se mantiene, pero también son flexibles, cambian, se enriquecen. Algunos verán en ello una ganancia y otros una pérdida. No me opongo al sincretismo, además de que no serviría de nada. Bienvenidos los desfiles, los disfraces, los tapetes de flores y los de aserrín pintado, nada más no le cuelguen el muerto a la “tradición”, que para que se convierta en eso habrá que esperar algunas generaciones.

/// Catrina en Veracuz.

celebración mestiza una de las más singulares de México. Todavía recuerdo cuando las calaveritas de azúcar causaban recelo y aversión en los extranjeros, y qué decir de llevar comida o músicos al cementerio, ¡parecía una abominable irreverencia! Ahora todos quieren decorar con papel picado, montar su altarcito, probar el pan de muerto, mojar los labios en un champurrado, venir a la fiesta, o llevársela. Sin embargo, ante esta profusión de coloridas manifestaciones se antepone siempre la seriedad o el aval de la tradición. Acabo de ver un meme en el que se ve a un niño maquillado como un esqueleto y que dice “Nosotros somos una cultura, y no un disfraz”. Lo siento, pero no conozco ningún ritual ancestral mexicano que incluya maquillarse como un esqueleto, los trajes de Catrín y de Catrina son un disfraz, y la costumbre de hacer un desfile está emparentada con el Halloween del que tanto reniegan algunos. El argumento de “mejor una Catrina

El Picaporte El médico, la médica y el modista 6 Por Simitrio

indiferente, creyente, militante. Aun así, ya existe quien asienta “la consulesa”, justo cuando por fin nos habíamos deshecho de “la poetisa” para sustituirlo con “la poeta”. Ya se admite, claro, la jueza. Respecto a sustantivos identificados como participios activos, no todos destacan una labor. Muchos se aferran a que se diga “la presidente”, debido a que designa a quien preside, pero nada objetan por que desde hace décadas se hable de “la sirvienta” y no “la sirviente”. Culmino con esto: la inteligente continúa siendo inteligente y no inteligente. Persiste el debate, que es bueno, y la evolución y adaptabilidad de la lengua, que es mejor.

Quezada

L

os nombres de profesiones y oficios sí admiten los géneros gramaticales femenino y masculino. Por supuesto que sí puede hablarse del médico y la médica, del abogado y la abogada, del músico y la música, del pedagogo y la pedagoga, del odontólogo y la odontóloga. La confusión persiste más bien en los sustantivos o adjetivos terminados en “a” aplicables a ambos géneros. Ejemplos: optimista, futurista, analista, existencialista, modista, psiquiatra, pediatra, foniatra, terapeuta, astronauta. Todavía no es correcto para la Real Academia de la Lengua Española decir “el modisto”, “el astronauto”, “el psiquiatro”. Lo mismo aplica con las militancias y tribus: anarquista, panista, perredista,

comunista, chiita, obregonista, nacionalista. Existen otros sustantivos que no ad-

miten aún la aplicación de género, debido a que terminan con “e” o con consonante: intendente, conserje, cónsul,

Envíe comentarios y demás inquietudes a: siquezada@hotmail.com


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5 DE NOVIEMBRE DE 2018

Desayuno en Tiffany’s, mon ku

6 Por Carlos Belmonte

Grey

Cine

Chris the Swiss, un documental de las guerras E

l documental de guerra y de memoria no es nada nuevo en el medio del audiovisual. Pero en ciertos contextos de exhibición adquiere siempre recepciones de distintos grados de discusión, desde el tono de “supermercado intelectual” que anima debates estériles (no sólo por la profundidad sino por el impacto en el medio) hasta la hipersensibilización del espectador por un autor que encontró un mina lacrimógena y narrativa. El caso del documental suizo Chris the Swiss, ópera prima de Anja Kofmel, es paradigmático de ambos casos, aunque en el contexto de guerra como el mexicano, obtiene un valor agregado, el de la identificación por analogía. Christian «Chris» Würtenberg fue un periodista que cubrió la guerra en Yugoslavia y que fue encontrado muerto en enero de 1992, a la edad de 26 años. Ésta fue su primera misión en una guerra por parte de radio 24. Su muerte levantó sospechas porque portaba un uniforme militar y se suponía que el joven Chris era neutral. Nunca se volvió a investigar y todo quedó como “riesgos del trabajo”; algunos señalaron que era un espía descubierto.

Su prima, la directora del documental de 90 minutos, Anja Kofmel, se dio a la tarea de investigar su muerte 24 años después. Para eso hizo un viaje siguiendo los pasos de su primo, contactó a sus antiguos compañeros periodistas y terminó llegando a mercenarios enviados por el Opus Dei, cuya misión era afirmar el territorio de frontera católica ante las invasiones de los cristianos ortodoxos y los musulmanes. Kofmel recurre a un triple método de trabajo: el primero es el del cine documental testimonial, ése que investiga

desde los carnets de notas, entrevistas a familiares y amigos del desaparecido y finalmente descubre videos; enseguida, recurre a la visita de los lugares en su estado actual (respetando el esquema de Claude Lanzmann de dejar que los lugares hablen solos); y por último, la reconstrucción de la idea del campo de guerra y muerte en dibujos animados y a través de la metáfora de bestias negras que acechan el campo para devorar todo a su paso. Lo que pudo parecer un documental más de muertos de guerra se convierte en un documental que va del caso par-

ticular a exponer las redes detrás de los conflictos armados y a proponer un arco narrativo dibujado por la animación en el tono del duelo y la desolación. Chris the Swiss fue presentado en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2018, estuvo nominado a la Cámara de Oro, y actualmente participa en la preselección de los Premios Lumières de Francia como película francófona. A México le puede hablar por la memoria reciente de los pueblos desolados por la guerra y las redes de asesinatos de inocentes.

La poesía en Océano mar, de Alessandro Baricco 6 Por Fernando Salgado

que buscan y también, matándolos. Baricco tiene conciencia de que el ponto tiene las cualidades naturales y toma presencia en la mente de los hombres de una forma sempiterna, casi como una marca en el cuerpo. El mar pone a prueba a aquéllos que son fuertes y buscarán sobrevivir con el instinto violento del ser humano. Océano mar se compone de tres partes que unen perfectamente a cada uno de los personajes sin dejar cabo suelto, cuyas peripecias harán que nos encariñemos con cada una de sus historias y los rumbos que ellos decidirán al pasar las hojas. La primera es La posada Almayer; la segunda, El vientre del mar (para mí es el capítulo más atroz y desesperante que he leído de Baricco); y la tercera, Los cantos del retorno. Tres partes que une el mar con un lenguaje que se

Libros

M

ás que alguno ha de conocer la obra del italiano Alessandro Baricco (1958). El primer acercamiento que tuve con Baricco fue al leer Seda (1996), una de las novelas más representativas de este escritor italiano. Seda es una historia clara y llena de imágenes sorprendentes que llenan el cuerpo de evocaciones al mundo. Varios años después, tuve la oportunidad de leer la novela de Emaús (2009), un libro totalmente distinto a Seda por la condensación de reflexiones filosóficas sobre las distintas atmósferas que desarrolla la historia de un grupo de amigos que se reúnen en el coro de su iglesia. Pero Océano mar no es ni completamente alusivo a las imágenes ni a las reflexiones filosóficas; la estructura de este

libro se encuentra en el lenguaje. Algo parecido sucede en Otra vez el mar (1982), de Reinaldo Arenas, y el lenguaje que parte en donde todo tiene inicio: “El mar. Azul. Al principio no. Al principio más bien es amarillo. Cenizo, diría…”. Baricco confirma este principio, “Arena hasta donde se pierde la vista, entre las últimas colinas y el mar –el mar– en el aire frío de una tarde a punto de acabar y bendecida por el viento que sopla siempre al norte”, y da pauta para reflexionar la salinidad del agua. Es cierto que el mar puede tener diversas interpretaciones que circundan entre el bien y el mal, pero en esta historia, el mar subleva a toda esta esfera de personajes y los dispone para sí como un ser ominoso que está al acecho día y noche, atrayéndolos, varándolos, curándolos, dándoles los significados y las respuestas

espuma y resurge como niebla a las orillas de un mar vigilante. Si nunca han tenido la oportunidad de leer a Alessando Baricco, Océano mar es un libro complaciente con cada oración que en él se encuentra. Resalta lo sublime del lenguaje funámbulo que mira desde el cielo y descubre la perfección del océano.


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LA GUALDRA NO. 360 /// 5 DE NOVIEMBRE DE 2018

6 Por Pilar Alba

A

Ayer dinero te rendía. Por eso me fui, aunque me hubiera gustado quedarme; en fin. Ya te dije que ayer no pude venir y a lo mejor mañana tampoco vendré a verte. Esto de la soledad

luego van y se anidan en el cerebro, que depositan sus huevecillos en las neuronas y terminan por comerse nuestra sangre, dejarnos en los huesos y salir huyendo por las cuencas de nuestros ojos a buscar otros cuerpos. Por eso mejor te dejo y me quedo sola, para que tú también descanses, no le hace que la monotonía te envuelva. Así como yo, tú también te lo buscaste.

Río de Palabras

yer se me hizo tarde, por eso no vine a verte, ya sé que cuando no vengo el día se te hace eterno, que no tienes nadie más que te rompa la monotonía. Pero eso, recuérdalo, no es mi culpa; fuiste tú quien decidió que era mejor estar solo, que entre menos burros más olotes, que solito tu

fíjate que también me gusta, se siente bien estar sola, sin nadie que me cuide, que me mande o me regañe… ahora te entiendo. Sí, tienes razón, es como una enfermedad y ya se me está pegando; por eso no te sorprenda si ya no vuelvo. De eso se trata estar solo, de no querer ver a nadie, no platicar tonterías, como tú me dices siempre: la boca cerrada no permite que entren las moscas que

/// Leda y el cisne, óleo / tela, 2018. Esta obra se encuentra en exhibición actualmente en el ex templo de San Agustín en Zacatecas. Su autor, Juan Carlos Villegas, nació un día como hoy, pero de 1971 en Potrero de Gallegos, Valparaíso, Zacatecas. Felicidades, Cabillo.

El deseo 6 Por Alberto Huerta Como palomas volaron todas mis ilusiones… Canción popular A la memoria de Gustavo Sainz

A

bordé un barco de papel y recorrí todas las atarjeas para llegar a los arroyos, los ríos y entrar al mar océano. Así llegamos a las Antillas, y seguimos navegando hasta llegar a Europa y entramos al Mediterráneo. Rapidito crucé el Canal de Suez y bajé por el Mar Rojo al Golfo de Adén. Y de ahí al mar Arábigo. Y luego al Océano Índico. Pasé la India. Y me metí en Malasia y Borneo, en el Golfo de Siam con el deseo de encontrarme con Sandokán el Tigre de la Malasia. Busqué la inexistente isla de Mompracem, en el mar meridional de China; en ésas estaba cuando la papirola se desarmó, se desinfló la aventura… ¡Puuuuuuuuf! Y quedó el cuadrado de papel flotando en la atarjea….

Comienzo

6 Por Humberto

Mayorga

S

on las tres. Ya es mañana. Apenas si puedo bostezar debido al cansancio. Tres, tres, tres. Le confirmo al viento. Tal vez sea el número de mi suerte por varias razones. Es de madrugada, se oyen ladrar los perros. Me recuerdan a Juan Rulfo. No debo dormir hasta conseguir un buen final a esta historia. Bostezo otra vez, salgo a la terraza, no sé para qué. El cielo está cubierto de negro, no se ven luciérnagas, las estrellas tampoco. Ya les había contado que soy un fanático de la luna. Me tiro boca arriba y contemplo lo oscuro. Me entra el sueño, regreso a la habitación, me recuesto y vuelve la imagen. Los perros siguen ladrando.

Me inquieto, bajo hasta el pequeño jardín que conduce a la calle, se divisan muchas veladoras encendidas y el reflejo de algunas flores. Bien clarito alcanzo a ver tu silueta. A lo lejos escucho el tren; siempre quise viajar en tren. Me quedo inmóvil no sé cuánto tiempo, inmóvil con los ojos bien abiertos para no perder detalle. Sigue tu silueta. Qué extraño, se dejan de escuchar los ruidos: ni los perros, ni el tren, ni tu voz. Hace frío. Ya no quiero pensar. Uno deja de vivir por pensar tanto, de todo, de nada. De pronto en mi oído. Es un chillido que aturde, pareciera que viene del cerro. El sonido se queda en mi oreja. Es cierto, viene del cerro, de allá donde está la ventana al cielo ¿alguien sabrá dónde está la puerta? Me siento sin fuerza, mareado. Esperen… alguien llama.

Será tal vez tu fantasma. Recorro la escalera de la casa, salgo por la ventana, regreso a la habitación. Hace frío, ya les había dicho que hace mucho frío. La voz me llega apenitas como un quejido, se aleja y regresa. Te sigo. Ya no quiero pensar. No vivo. La cama está helada, mi cuerpo no alcanza el suspiro. De pronto apareces en el nido. Abrazas la almohada, luego, cae el silencio, y comienzan los aullidos. Salgo de la jaula, llego al sótano. No. Imposible encontrar alguna señal, ni perfume, ni objeto que me lleve de aquí. No escucho tu voz, regreso al nido. Ahí estás, me invitas a dormir, muero de ti, muero contigo. Nos enmudece la muerte chiquita, luego, me diluyo entre niebla, polvo y arena. Después de esta muerte, una nueva vida me espera.


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