La Gualdra 374

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 374 /// 4 DE MARZO DE 2019 /// AÑO 8

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Morisma de Pánuco, Zacatecas. Foto: Juan Carlos Basabe, Centro INAH Zacatecas.

La etnología y la antropología social estudian ambos a los grupos humanos. En el caso de México que contó con más de 68 grupos indígenas, de ellos se ocupará la etnología, pero ambos abarcarán el estudio de las costumbres y en general de los elementos culturales como danzas, fiestas, vestido, adorno, alimentación, etc., aunque la antropología social se ocupará de la cultura y los cambios en la misma; en el caso de Zacatecas podrían ser los cambios culturales derivados de la migración, que se reflejan no sólo en la vestimenta sino en la forma de pensar.

[Ollin: Memoria en movimiento, en página 5]


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LA GUALDRA NO. 374 /// 4 DE MARZO DE 2019 /// AÑO 8

La Gualdra No. 374

Editorial El próximo viernes conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, que como hemos mencionado en ocasiones anteriores, más que festejo es el día en que recordamos a todas las mujeres que han abierto camino en este proceso de lograr equidad e igualdad de derechos y oportunidades en todos los ámbitos de la sociedad. En La Gualdra, nos sentimos muy honrados de contar actualmente con la colaboración permanente de mujeres talentosas de distintos puntos del país; de igual forma, por estas páginas han aparecido de manera recurrente como colaboradoras algunas otras profesionistas, escritoras, académicas y artistas a quien esta semana recordamos con respeto y agradecimiento por su labor. Con la aparición de La Gualdra, desde el año 2011, la participación de las mujeres ha sido una constante; recordará usted que en aquellos primeros números y durante por lo menos 5 años, Esther Cárdenas participó con la columna Castillo de sal si puedes en la que daba cuenta de los acontecimientos más importantes del mundo del libro y las labores editoriales en nuestro país, lo mismo nos recomendaba en ella libros que películas y hacía un recuento de las actividades más destacadas de la promoción del libro y la lectura en nuestro estado -en esa extrañada columna, participó también Andrea Sampedro-. Esther es una mujer exitosa, la librera más importante del Estado -y de la región- y desde hace muchos años dirige la librería Andre.a, un espacio cultural distintivo de nuestro centro histórico en el que se pueden encontrar novedades editoriales de vanguardia y en el que frecuentemente se realizan presentaciones de libros, charlas y actividades culturales. Esther es un ejemplo de mujer empresaria, muy generosa, además. Desde ese año de inicio, Pilar Alba ha colaborado también en estas páginas en la sección Río de palabras. A la fecha habrá publicado por lo menos 360 cuentos cortos clasificados, año con año, en secciones que tienen que ver con las mujeres, los espacios, los objetos; en todos ellos, el género femenino ha sido una constante, y si bien no ha sido planeado como tal, seguro usted recordará algunas de sus historias en las que las mujeres han mostrado esa dureza de carácter poco usual, una sensibilidad desbordada y un deseo irrefrenable de libertad. Pilar es doctora en filosofía, y además, escritora, actriz y directora de teatro; también es profesora universitaria en la Licenciatura en Artes de la UAZ. Rebeca Mejía es historiadora y una apasionada de las letras y la historiografía; también ha participado en estas páginas gualdreñas en múltiples ocasiones con artículos relacionados con el Quijote de la Mancha durante casi un año, así como con reseñas de libros y reflexiones en torno a la academia, la educación y la

vida misma. Actualmente estudia un doctorado en historiografía en la UAM y tiene un canal en Youtube que recomiendo ampliamente1. Violeta Tavizón coordinó durante varios años la sección El Templo de las Musas, en la que habló de arte, curaduría, museografía e historia. Violeta es historiadora de profesión y desempeñó hasta hace poco el cargo de subdirectora del Museo de Guadalaupe, ella es otro ejemplo de tenacidad y amor por la cultura y las artes; el año pasado fue designada como directora del Museo Regional de Historia en la ciudad de Aguascalientes, actividad en la que está completamente entregada y haciendo las cosas muy bien; esperamos pronto su regreso. Maliyel Beverido nació en Xalapa, Ver.; es escritora y promotora cultural, a los 15 años de edad inició en la escritura profesional; ha sido colaboradora de La Gualdra durante más de un año y en este tiempo nos ha compartido lo mismo reseñas de libros que poemas, entrevistas, reportajes de artistas de diferentes partes del mundo, de talleres y de actividades de promoción y difusión cultural llevados a cabo en distintas latitudes. Realizó estudios de letras y lingüística en la Universidad de París y ha recibido por su trabajo creativo y profesional distintos reconocimientos. Su participación en este espacio es de gran aporte por la diversidad de temas que aborda, nos sentimos muy honrados de tenerla como parte de este equipo. Debo mencionar también a otras colaboradoras que eventualmente han participado con nosotros -ofrezco disculpas por si omito a alguien- como Mariana Terán, Lucía Medina Suárez del Real, Susana Salinas, Jael Alvarado, Selene Salas, Irene Ruvalcaba, Sonia Ibarra Valdez, Sofía Gamboa, Irma Saucedo, Esther Consuegra, Verónica Mercado, Claudia Campos, Évelyne Coutel, Magdalena Okhuysen, Judit Navarro, Jesse Mireles, Lydia Lozano, Marxitania Ortega, María del Carmen Reyes, Rossalina López, Citlali y Claudia Córdova, Alejandra Celis Almanza, Mónica Trueba, Alma Rosa Fernández, Bea Carmina, Indira Pensado, Mar García, Perla y Marely Flores, Gabriela Omayra López, Aniie Pichardo, Fuensanta Valdez, Isis Pérez, Isis Vargas, Aïda Antonino Queralt, Lluna Llecha, Mariana Ríos, Giulia M. A. Forzano, Patricia Guajardo, Cissi Montilla, María de los Dolores Saucedo y más recientemente, Ma. Cristina Morales Viramontes y Paula Markovitch. A todas ellas, muchas gracias. Es un honor viajar en este barco acompañada de mujeres como ustedes. Que disfrute su lectura.

Contenido Umbral de la memoria: María Baranda Por Armando Salgado

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El Museo vivo del papel en la Ceiba Gráfica Por Maliyel Beverido

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El quehacer del antropólogo Por Ma. Cristina Morales Viramontes

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El libro, esa deidad Por Eduardo Campech Miranda

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30 años de desintegración Por Carlos Flores Desayuno en Tiffany’s, mon ku Sherezade Reflexión en torno al modelo narrativo de la “serie” Por Paula Markovitch Soñando Por Alberto Huerta Cold War: El amor en los tiempos del conflicto Por Adolfo Nuñez J.

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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Directorio

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Rebecca Grafía: https://www.youtube.com/ channel/UCRjp80eMiO1yvKZiEm2tgxg

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Umbral de la memoria: María Baranda

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Libros

6 Por Armando Salgado

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a infancia es el linde al que acude nuestra memoria con atavismo. María Baranda (Ciudad de México, 1962) no sólo acude a ese encuentro, sino que lo redimensiona, asigna otro peso a sus párpados para renombrar la existencia en rededor de sus páginas íntimas. De esta manera, Teoría de las niñas (Vaso Roto, 2018) sucede a la par de la extrañeza donde volver a nombrar propicia que el asombro palpe los pliegues de cualquier evocación posible y hasta invisible. Cada poema en el interior de esta luminosidad cede su fuerza a la visión repentina en las paredes que son lienzo, / que son este libro: Todo lo que se habla se lee en sus líneas: la rosa de suave cuerpo, la turbulencia del árbol metafísico, las partes propias en que reposa el mundo […] Teoría de las niñas no sólo sucede en la memoria, yace en la misma realidad del lector. Es libropértiga para atravesar los terrenos líricos que nos abrevan ante la necesidad antropológica de la que somos sujetos: esa terrible capacidad de observar nuestro entorno, al mismo tiempo que nos sumergimos en nuestro interior. Esta cualidad que trasciende los límites de la memoria deposita los materiales que constituyen nuestra historia colectiva y personal. En este sentido, Teoría de las niñas cabalga en ambos linderos y nos lleva de banqueta en banqueta bifurcando el poder de la evocación en dos partes: la imaginación constante de lo que podría ser y la resonancia de los hechos que nunca sucedieron: Las niñas buscan retazos de memoria / en túneles de lumbre. En ambos casos la efervescencia en su construcción simbólica compone el cuerpo entero de la añoranza y la asume frente a lo real, constituyendo una verdad paralela a los múltiples caminos de la noción personal que otorga la poesía y así, ser terriblemente conscientes de nuestro estado actual. ¿No es una forma sutil y hermosa de atravesar el abismo? María Baranda lo cruza con pértiga en mano, mirando al frente y hacia atrás, al mismo tiempo. Esta suma de incertidumbre nos perfila hacia esos precipicios personales y nos recuerda que: La realidad es un golpe de aire que raja en dos la página. De esta forma, María Baranda rasga en dos nuestra memoria y la lectura de nuestra realidad se bifurca frente a la añoranza de esas batallas interiores que nos han marcado: Se abren imágenes que son siempre las mismas. Pululan sombras afiladas que persuaden lo más hondo. Todos es tarde en la noche, cantos indecibles en los ojos y los ojos en la lentitud de una batalla. Teoría de las niñas refleja en sus personajes la sorda dilatación de un punto borroneado en la página que se niega al olvido. Personajes que además de degustar el sabor de los sueños trazan en fe-

menino albor la tierra negra en la cual el silencio germina. Niñas quizás invisibles, o visibles en los ojos de un padre. Un padre incorpóreo o perceptible de manera acuosa, con la certeza de pertenecer a otro tiempo: Mi padre, en su dibujo, camina lentamente en otro siglo. Sueños terrestres y polifónicos bajo el temblor que propicia la pérdida de la memoria. Sin duda, María Baranda plantea varios conflictos inminentes en los tres apartados de este poemario: la transmutación femenina como una vía para visibilizar las dudas y el origen; la paternidad como sonido agudo que refrendan la memoria y la infancia; la tensa curva que separa los sueños de la realidad; la manifestación utópica de lo que pudo ser; y la evocación intermitente como único faro para arribar a lo inhóspito: ¿Caminarías más despacio? ¿Te llenarías

de dudas? Cabe mencionar que, a lo largo de los versos y los poemas en prosa, yace una construcción pictórica que visibiliza la condición humana de la que somos presa: el hacedor de estas imágenes reconfigura los diversas asideros y refleja a través de ellos las múltiples memorias del oasis: como esa lluvia primera, / de la que nunca, enteramente nos secamos, plasmado por Juan José Saer en el único epígrafe del poemario. La presencia del retrato onírico, los dibujos utópicos, y la tersa efigie de la memoria en estos rompecabezas femeninos y paternos, tejen los pliegues poéticos que revelan el envés del olvido. Asimismo, se logra recordar enésimas veces la historia personal que cada uno de nosotros reinventa cada que se rememora lo inevitable:

Mi padre no entiende la sangre. Piensa en la memoria como si fuera un sonido agudo. Entra. No entra. Afuera hay un grito imaginario en la hondura de las paredes blancas. Las paredes blancas son sus ojos. Las paredes blancas son su libro. Con este trabajo, María Baranda nos entrega su algoritmo personal, además de sus sueños, para ajustar nuestra imaginación y hacer visible el terreno perdido de nuestra infancia como esos puntos extraviados a los que se suele recurrir intermitentemente. Buen viaje. 1

Teoría de las niñas, María Baranda, México, Vaso Roto, 2018, 80 pp.


Artes Visuales

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El Museo vivo del papel en la Ceiba Gráfica

6 Por Maliyel Beverido

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er Anderson señala al enorme árbol que campea en el jardín y pregunta “¿Saben cuántos años tiene?”. Viendo su talla y su fronda, casi sin dudarlo alguien dice “doscientos”, otro más suelta “No, como cuatrocientos”. Es un árbol ciertamente enorme, altivo y señorial. Entonces el rostro de Per se ilumina como el de un chiquillo haciendo una travesura y sonriendo dice: “¡Tiene mi edad! ¡La ceiba tiene mi edad!”. En realidad nadie sabe con precisión cuándo se plantó la Ceiba pentandra, figura totémica de este lugar, pero hay una foto de 1943 en donde se ve en el mismo sitio una palmera, es decir que es cierto: Per y la ceiba deben ser contemporáneos; él nació en Suecia en 1946, y le encanta hacer esta broma a los visitantes de la Ceiba Gráfica,1 el centro de producción, educación y residencias artísticas enfocado a las técnicas tradicionales de estampa que fundó en 2005 junto con un grupo de artistas en La Orduña, Veracruz. Si Per se identifica con la ceiba tiene razón en ello. Él también ha crecido y hecho crecer este lugar. En 1974 Anderson llegó a Xalapa y empezó a dar clases en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana. Quería fundar un taller de litografía, y enseguida se dio cuenta de que todo venía de fuera: las prensas, la tinta, las piedras, el papel… cada insumo era importado. En ese estado de dependencia ¿cómo se iban a desarrollar sus alumnos? Así que, poco a poco, al mismo tiempo que formaba generaciones de jóvenes impresores en una técnica considerada arcaica, se puso a investigar cómo estaban construidas las prensas, cuáles eran las características geológicas de las piedras litográficas, la composición de las tintas, las diferentes fibras con las que se produce papel y todos los detalles de diseño y producción de cada una de las herramientas necesarias. Su interés primordial era encontrar las materias primas a proximidad, y resultó que Veracruz podía ofrecerle lo que buscaba. Así descubrió una cantera en Tatalita cuyo mármol puede utilizarse en lugar del alemán; en la costa de Alvarado una arena sílica para pulir la piedra; en la región de Martínez de la Torre encontró las cáscaras de cítricos que sirven para lavar la imagen; en Orizaba consiguió el cuero para los rodillos, etcétera. En 2005, junto con Martín Vinaver y otros amigos formó la Asociación Civil Artistas Veracruzanos Bajo la Ceiba, A. C., con la que solicitó al gobierno de Veracruz el comodato de una exhacienda, entonces sumida en el abandono, en la comunidad de La Orduña, cerca de Coatepec, y allí creó La Ceiba Gráfica. Desde entonces el proyecto crece a paso firme, no sólo en cuanto al desarrollo de las artes gráficas, sino desde la recuperación del edificio. Las instalaciones ahora son en parte autosustentables y también amigables con la naturaleza. El lugar ha sido rescatado, rehabilitado y reacondicionado para brindar condiciones óptimas a la creación, la producción, la enseñanza y la in-

/// El Museo vivo del papel en la Ceiba Gráfica.

/// Per Anderson en La Ceiba Gráfica.

vestigación de la gráfica tradicional y otras artes visuales, a través de cursos, talleres, residencias, exposiciones y comercialización de obra gráfica y de materiales para su realización. Uno de los proyectos más novedosos es el Museo vivo del papel. Y si uno tiene la suerte de visitarlo cuando Per anda por allí podrá escuchar el relato más colorido y entusiasta de lo que allí se pretende realizar. Se trata de un museo en el que se explica la historia del papel y se preservan y difunden las técnicas tradicionales de su fabricación; pero lo más importante es que está vivo, es decir, que es un taller permanente de experimentación y producción. Ahora la Ceiba

no sólo produce el papel que consume sino que vende a otras entidades y comienza a conocerse incluso fuera del país. Por el momento se elaboran principalmente papeles y cartulinas de algodón y de kozo, y se experimenta con otras fibras vegetales y con reciclado de materiales. Sus papeles de trapo de algodón son propios para estampación, pero también se fabrican para impresoras láser, de manera que abarcan la más amplia gama de las artes gráficas. El caso del kozo es muy particular: el kozo es una planta que se ha cultivado en Japón por mil trescientos años y cuyas fibras largas permiten

hacer un papel fino y resistente. En una visita a la Universidad de Iowa en 2010, Per consiguió que le regalasen unas plantas de kozo que sembraron en La Ceiba. Con indicaciones de Martín Mata, del Jardín Botánico del Instituto Nacional de Ecología, hicieron un vivero para reproducirlo, y ahora tienen una producción propia con la que elaboran un papel de excelente calidad. La Ceiba Gráfica no se duerme en sus laurele, consiente siempre a sus muchas ramas (talleres de litografía, grabado en metal y madera, estampa japonesa, encuadernación, tipo móvil, fotografía y gráfica digital, residencias artísticas, seminarios, conferencias), y está siempre dispuesta a abrirse a otras disciplinas: está en proceso el taller de cerámica, se han dado cursos de tai-chi, se celebran también presentaciones musicales y hay escritores que han optado por hospedarse en su residencia para trabajar en una obra personal. Por supuesto que un proyecto así no descansa únicamente sobre Per Anderson. Actualmente el equipo que opera el centro de producción y enseñanza es de unas 15 personas: el director y coordinador del taller de grabado es el artista gráfico Rafael Ruiz, y Per se enfoca en la labor del Museo vivo del papel con la ayuda de Josimar Torres y Laura Blanco. Hay días en que todos se reúnen alrededor del horno de leña que está a un lado del Museo vivo del papel, donde el propio Per prepara pizzas, pues en la Ceiba la convivencia es un eje fundamental. Así que a la sombra de la ceiba, la gráfica prospera. 1

Ver www.laceibagrafica.org


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El quehacer del antropólogo 6 Por Ma. Cristina Morales

Viramontes*

/// Excavación arqueológica en la Zona Arqueológica Cerro del Teúl. Fotografía: Proyecto Arqueológico Cerro del Teúl, Centro INAH Zac.

eran cazadores-recolectores. Sin embargo se sabe -por la historia del momento de la conquista, que eran también guerreros y nómadas. La antropología física. La actividad del antropólogo físico se parece a la del médico, debido a que ambos estudian al hombre como ser físico, pero el antropólogo lo estudia desde su aspecto cultural. Un antropólogo físico te dirá, como lo hizo en AltaVista, ante la presencia de restos humanos, que estas personas eran de estatura no tan pequeña, y también supieron que eran hombres y su edad aproximada. Por la forma en que se enterró, sus cultos o costumbres funerarios, en ese mismo caso acomodados cerca de una escalinata.

/// Fiesta de los Tastoanes en Moyaua Zacatecas. Fotografía: Juan Carlos Basabe, Centro INAH Zacatecas.

Si el antropólogo físico estudia seres modernos, puede hacer análisis comparativos del crecimiento. En esta época en que hay muchas muertes por violencia son los más cercanos para analizar y conocer las causas de muerte de una persona. La lingüística. Estudia el lenguaje como elemento cultural. Puede encontrar la relación de la separación en tiempo entre las lenguas; o hacer análisis comparativos de ellas, que incluiría las de los grupos étnicos locales. En el caso de Zacatecas, en que desaparecieron los grupos indígenas, el elemento que queda son

* Maestra en Ciencias Antropológicas. Centro INAH Zacatecas.

/// Cráneo, Osteoteca Centro INAH Zacatecas. Fotografía: Juan Carlos Basabe, Centro INAH Zacatecas.

Ollin: Memoria en Movimiento

T

endemos a pensar que el antropólogo sólo busca restos arqueológicos. La actividad del antropólogo es tan basta, que primero sería necesario saber lo que significa antropología, vocablo que se deriva del término griego anthropos, hombre, y logos- estudio, es decir, estudio del hombre; traducción que resulta limitada, ya que el médico también estudia al hombre. La diferencia está en que el antropólogo estudia al hombre como ser cultural, es decir, que incursiona en los aspectos que relacionan al hombre con la cultura desde diferentes puntos de observación, por lo que la antropología se divide en varias ramas: La arqueología. Tal vez la más conocida; su nombre se deriva del término arqueos que significa viejo, por lo que estudia las culturas antiguas, que en el caso de México son los grupos que existieron antes de la llegada de los españoles. Se propone estudiar los sitios donde hay evidencias de habitación de épocas antiguas; investiga y a través de lo que van encontrando, trata de reconstruir diferentes aspectos de una cultura. Puede observar el tipo de construcciones, y a partir de allí saber la finalidad que tenían, ya fuera para habitación, o con fines ceremoniales o estratégicos; ver los materiales utilizados, la razón por la que se orientan en una determinada forma. En Zacatecas hay tres centros ceremoniales abiertos al público. La Quemada, Alta Vista y Cerro del Teúl; sin embargo, hay más sitios en los que se han encontrado materiales que nos aportan evidencia de la cultura de la región, de sus actividades y sus intereses. Por los restos de los diversos centros sabemos que tenían un culto al sol y en general a los elementos de la naturaleza, a más de juegos relacionados con el culto como lo es el juego de pelota. Como un ejemplo sabemos -derivado de los estudios realizados en estas áreas, que las construcciones estaban programadas para observar la salida del sol- desde un punto determinado que coincidiría con el momento del solsticio o el equinoccio. También sabemos debido a la enorme cantidad de puntas de flecha encontradas que los grupos de la región

los nombres de lugares que en su mayoría corresponden a lenguas emparentadas con el náhuatl, que encontramos en nombres de lugares como Tepetongo o Tepechitlán en el que tepe significa cerro, y tlán o go, lugar; Juchipila, se deriva del nombre del dios Xochipilli, de las flores y mantenimientos. Hay muchos nombres más de origen indígena como Tlaltenango, Nochistlán, Tabasco, Atolinga, Apozol, etc., que de tan conocidos se nos pasa inadvertido su origen indígena. Dejamos al final a la etnografía, con cuatro ramas diferentes: etnología, etnohistoria, etnomusicología y antropología social. De manera general diremos que estudia los grupos humanos, o etnias, y cada una de estas ramas tendrá su interés específico. La etnología y la antropología social estudian ambos a los grupos humanos. En el caso de México que contó con más de 68 grupos indígenas, de ellos se ocupará la etnología, pero ambos abarcarán el estudio de las costumbres y en general de los elementos culturales como danzas, fiestas, vestido, adorno, alimentación, etc., aunque la antropología social se ocupará de la cultura y los cambios en la misma; en el caso de Zacatecas podrían ser los cambios culturales derivados de la migración, que se reflejan no solo en la vestimenta sino en la forma de pensar. Enfocado sólo al estado, podría estudiar además de las costumbres en cuanto a fiestas como la Morisma, también se enfocaría en las danzas como los Tastoanes y la Judea o las comidas festivas tradicionales. La etnohistoria estudia a los grupos humanos desde un aspecto histórico. Finalmente, la etnomusicología, incursiona en las costumbres y tradiciones musicales. Rescata y estudia diferentes instrumentos musicales tradicionales, además de buscar información sobre cantos de las diferentes regiones. Presentamos una introducción, y posteriormente ampliaremos datos sobre cada uno de los aspectos de lo que es la antropología.


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El libro, esa deidad 6 Por Eduardo Campech

ser recomendada”. Es claro que existen diferencias abismales entre el autor de Los ojos de mi princesa y Herman Hesse (otro autor multicitado). Sin embargo, nadie ha indagado más en torno a los propósitos de lectura de quien lanzó la pregunta. Todas las respuestas giran en torno al objeto de veneración: el libro. Es así como aparecen títulos como Álgebra de Baldor. Los 109 comentarios que acompañan la publicación hablan de los gustos lectores de los feligreses, de su ánimo de compartir, pero también de su humor negro y exclusión. El lector aparece sólo para ser criticado. Cometió el pecado de autocalificarse como “un fanático de la lectura” y solicitar sugerencias. Eso fue imperdonable para la congregación. El punto flaco para desenmascarar al embustero, tal como se hacía en los monasterios medievales. Sólo una persona hizo referencia a la ortografía de la pregunta inicial. Para los demás lectores-adoradores pasó de noche. Total, cayeron en un pecado venial. Este caso pretende ser un ejemplo de la importancia de la mediación lectora. Entendida ésta como una especialización que se va construyendo en estudio, pero también en la práctica, en la conversación y en la reflexión, en la noción de uno y del otro, en la generosidad de compartir tiempo, voz, libros, espacios. ¿Es tan difícil entender esto? Para quien tuvo el privilegio de nacer en un hogar lector, parece que sí. Y pareciera que olvidamos nuestros propios procesos lectores. Son tabla rasa. Lejos de ver a sus primeras lecturas como plataformas, trampolines o ventanas, son gustos culposos, vergüenzas que hay que borrar.

Promoción de la Lectura

Miranda

L

a presentación de la Estrategia Nacional de Lectura develó una religión que parecía oculta: los adoradores del libro y la lectura. Como sucede con los temas de moda, de pronto surgieron opiniones lapidarias, cualificaciones y calificaciones. Pero esta religión también tiene sus denominaciones. Pese a que hacen del libro un objeto de culto y de la lectura un acto de salvación, para alcanzar tales beneficios hay que cumplir con una serie de rituales y lecturas canónicas. Volverse partícipe de dicha religión es sólo cuestión de voluntad (así lo expresan en palabras, actos y decisiones). La república de las letras está abierta, pero como toda religión, aplica restricciones. Si alguien tiene la osadía de solicitar, en Facebook, “Hola buenas tardes, son (sic) un fanático de la lectura y estoy buscando lectura que me deje una enseñanza, alguno que me recomienden? (Tipo la cabaña, colorín colorado este cuento se a acabado) gracias”, los feligreses ofrecen opciones tan diversas que van desde la Biblia hasta la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pasando por Albert Camus, Franz Kafka y Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Me detendré en los comentarios acerca de este último. Una vez que fue mencionado como opción, el primer comentario que surgió fue: “…espero de todo corazón que tu comentario sea sarcasmo”, seguido de otro comentario del propio internauta que lo sugirió: “Yo espero de corazón que puedas detectar el sarcasmo con mayor facilidad. Seguramente es mierda de libro pudiera

6 Por Carlos Flores

Música

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a semana pasada la banda británica The Cure anunció una gira para celebrar 30 años del lanzamiento de su octavo disco: Desintegration, sin duda, uno de los más emblemáticos del grupo y el que lo llevó a estar en los primeros lugares de popularidad con tres de sus sencillos más famosos. El disco fue publicado el 2 mayo de 1989, como antecedente a la década de los 90, cuando yo era apenas un púber de 15 años, por lo que acompañó mis tormentosos años de preparatoria junto con los discos Ten, de Pearl Jam; Nevermind, de Nirvana; y Dust, de Alice in Chains. No puedo negar que fueron años fabulosos, aunque la depresión me agarrotaba el alma algunas veces y en especial este disco de La Cura hacía que me quisiera ir de viaje al otro mundo de manera anticipada. La primera versión que conseguimos en casa era en casete importado de Norteamérica, que el compadre Joel le trajo a mi padre en unos de sus tantos viajes. No sé si agradecerlo porque traía las letras y ahí empezó el asunto de mi desintegración. “Creo que es oscuridad y parece como lluvia, dijiste, y el viento está soplando como si fuera el fin del mundo, dijiste”… Esta letra aunada a la música más relajantemente y oscura que hubiera escuchado me atrapó de inmediato: sintetizadores que hacían vibrar el cono de los altavoces por su baja frecuencia, un bajo tumbado y una guitarra quejumbrosa hicieron valer la pena los 5 minutos y quince segundos que

/// André Martins de Barros, 1942.

30 años de desintegración

duró Plainsong. Lo que venía a continuación, Pictures of you, era excepcionalmente hermosa, comienza con una batería seca y un bajo melodioso para dar

apertura a unas cuerdas terriblemente sutiles, que vendrían a enmarcar la andrógina y dulce voz de Robert Smith, para cantar algo así como “he estado viviendo por tanto tiempo con tus

fotografías que casi creo que las fotos son lo único que puedo sentir”. Es una canción larga que se disfruta pese a lo triste que resulta, casi como escuchar las canciones de Vicente Fernández con media botella de tequila encima. Closedown aparecería en tercer lugar, con un bajo y una percusión que cualquier banda de rock envidaría haber imaginado, simple y perfecta, nos lleva como por una espiral que se hunde ante el lamento de “… e inútilmente, siempre la necesidad de sentir de nuevo la verdadera convicción, algo más que una burla, si tan solo pudiera llenar mi corazón de amor”. Vendrían a continuación otras obras maestras como Fascination Street, Love song, Lullaby, Last dance, Homesick, Desintegration, entre otras y no necesariamente en ese orden. Hace treinta años The Cure cambió mi forma de escuchar música, hizo que encontrara en ella algo más que el baile, me mostró que también hay poesía, literatura que me permitía identificarme con las bandas que escuchaba. Dejé de ir a la discoteca, ya no tenía sentido bailar y esperar a que de las mil y un canciones que ponía el dj, una o dos fueran increíblemente buenas, mientras que el resto la peor música para escuchar que se hubiera inventado. Larga vida a esta banda, aunque su ex baterista, Andy Anderson, murió precisamente hoy que escribo esta nota: descanse en paz.


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Cine

Desayuno en Tiffany’s, mon ku

Sherezade

Reflexión en torno al modelo narrativo de la “serie” 6 Por Paula Markovitch

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on sus aterrados ojos oscuros Sherezade entra en la habitación. El califa Schariar bosteza y la mira con fastidio. Sherezade sabe que el califa la degollará a la mañana siguiente: es lo que hace cada día con sus esposas para impedir que ellas sean infieles. Pero Sherezade intuye que el odio del soberano tiene otros motivos. En realidad, el placer agota al califa y lo hace sentir estúpido; se vuelve cada día más cruel por aburrimiento. Está furioso con su propio tedio y por eso corta las cabezas de las jóvenes que le visitan. Sherezade intuye que su sexo, es un peligro para sí misma. Un sexo igual o parecido a todos los demás sexos femeninos... Lo único que puede salvar a Sherezade es algo que sea único, distinto. Únicamente sus palabras pueden salvarle la vida: pero ¿qué decir? La inteligencia aturde, la lucidez asusta. ¿Qué decir que distraiga al Califa de sus sangrientos amaneceres? Sherezade tiene que usar la cabeza para salvar la cabeza. Sherezade necesita algo insustituible, algo que sólo ella pueda darle al Sultán. ¿Qué puede dar una esclava prisionera sin ninguna pertenencia? Sólo se tiene a ella misma. ¿Pero cómo ser “alguien diferente”, con un sexo tan idéntico al de la multitud?

Entonces Sherezade empieza a contar una historia: una historia que sólo ella puede continuar, una historia que sólo ella puede concluir... Quizás es a través de nuestros relatos que nos volvemos singulares, únicos. La experiencia viva es siempre inédita. Otros pueden contar “mejores cuentos”, pero cada narrador es el único que puede referir su propia experiencia de cierta manera... La vida manifiesta su singularidad en cada relato vivo. Sherezade sabe que no puede “concluir su narración”, porque de concluir, perdería la vida. Por eso sigue narrando, compulsivamente, cada día... Pero poco a poco se da cuenta de que la tarea de relatar no requiere demasiado esfuerzo. ¡Los personajes que habitan en sus historias... ellos también cuentan cuentos! (este fenómeno conocido en narratología como “metalepsis” contribuye a vislumbrar el infinito). La historia ha empezado antes de empezar y nunca acabará... El relato tiene vida propia, se alimenta a sí mismo, se sucede. El relato es innumerable, inconcluso, aturdido, tiene vericuetos, resquicios, se engendra y se multiplica. Sherezade es un relato que camina. Quizás el relato inconcluso refleja con mucha precisión la manera en que percibimos la existencia. Ninguna persona muerta puede contar su historia... pero, mien-

tras vivimos, la propia historia está inconclusa. De modo que todos somos como Sherezade: cuando terminemos de narrar… vamos a morir. Lo inconcluso de la narración siempre ha fascinado a la humanidad, la ansiedad de cada episodio que nos promete una continuación, cuando los conflictos se resuelvan aparecerán otros. El relato se echa a andar y nos atrapa con su sed... Desde la mitología griega, dioses, semidioses, titanes y humanos vivían sucesivas aventuras. Las metamorfosis, de Ovidio; Teogonía, de Hesíodo; y el Ramayana, de Valmiki; incluso La Biblia es un fenómeno episódico. En la mitología hindú, los “Avatares”, cuentan las transformaciones que vive un personaje a lo largo de muchas vidas. Mientras escribía el final de su historia, los lectores suplicaban a Charles Dickens por la vida de “la pequeña Nell”, pero Dickens respondió con lágrimas en los ojos que aquello era imposible y sacrificó a su frágil personaje. La infinitud nos resulta deliciosa... los tormentos cotidianos y ocasionales instantes felices, se suceden sin descanso. Sin embargo, para las culturas orientales el infinito es de alguna manera una condena. La reencarnación no es exactamente un alivio sino un castigo, una degradación. El sufrimiento no tiene fin. La percep-

ción judeocristiana se inclina hacia la idea de lo finito como salvación. San Agustín, plantea un tiempo finito que libraría al ser humano del eterno retorno. “La cruz salva a la humanidad del círculo”. Sea placentero o infernal, el infinito nos rodea. Así, los relatos seriados, parecen reflejar lo innumerable de la percepción de la vida. Habitamos el mundo junto con los personajes, ellos cambian, se enamoran, se entristecen, se enferman (igual que nos pasa a nosotros que los observamos desde el otro lado de la pantalla). Los ojos aterciopelados de Sherezade pueden entender el tiempo. La vida parece eterna, mientras dura... Quizás, algo acabará algún día, cesarán las angustias y los temores. Nuestra sangre y nuestros recuerdos se derramarán en el vasto universo... Pero, mientras tanto, mientras estamos vivos, la vida se percibe como infinita. Los conflictos se suceden, cada angustia da lugar a una nueva ansiedad, y los acontecimientos se encienden cada día. Como asidua espectadora de series buenas y malas… me he propuesto reflexionar acerca de este fenómeno tan extendido actualmente. Les propongo acercarnos a los misterios, la torpeza o profundidad, de los recientes relatos seriados que suelen acompañar nuestros días. [Continuará]


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LA GUALDRA NO. 374

6 Por Alberto Huerta

D

Para Aura y Vladimir

Soñando a mujeres bellísimas. Veo… no veo… Soñando estrené casas enormes. Con jardines con árboles frutales. Naranjos, higueras, limoneros y mandarinos.

Perales. Donde cabíamos yo y mi desorden. Soñé con amigos entrañables. Con familiares. Soñé a mi abuela y sus interminables rosarios. Con casas ya

Río de Palabras

espierto. Veo… no veo… soñando viajé en un bordo… en un aeroplano de papel. Crucé mares y océanos. Países y continentes. Soñando admiré y amé

casi olvidadas. Soñando recuperé cosas y objetos ya perdidos. Despierto. Veo… no veo… mi nieto es sólo una voz que dice: ¡Allá! ¡Allá! Soñando se quedan en el olvido las muchas cajas y frascos de medicamentos. La lámpara con la pantalla quemada. Despierto. Veo… no veo… todo lo soñado se pierde en la bruma gris. Veo… no veo…

/// Iván Muñoz A.K.A. Ivanko Moses - Lee. Demonio ébano en terciopelo rojo. Fotografía Digital. 2019.

6 Por Adolfo Nuñez J.

C

inco años después de estrenar Ida (2013), el director Pawel Pawlikowski presenta su nuevo filme Cold War (2018), un homenaje a los amores que trascienden los lugares y el paso del tiempo. Ambientada a principios de la década de los 50 en la caótica Polonia de la postguerra, la historia se enfoca en la conflictiva relación entre dos personajes a lo largo de más de dos décadas. Wiktor (Tomasz Kot) es un director musical que recorre las profundidades de las zonas rurales de Polonia, buscando talento innato y en bruto; hombres y mujeres que bailen y canten música folclórica para armar un ensamble que viaje a través del país y que represente las ideas del nuevo nacionalismo polaco impuesto por el gobierno tras haber finalizado la Segunda Guerra Mundial. En una de las audiciones Wiktor conoce a Zula (Joanna Kulig), una chica hermosa y con talento pero, sobre todo, astuta y determinada y por la cual queda cautivado al instante. Al pasar de los años, ambos personajes deberán aprender a sobrellevar un romance en constante prueba, en el que los encuentros y desencuentros de su relación tomarán lugar en el corazón de la Europa en pleno auge de la Guerra Fría. Filmada en un melancólico blanco y negro que no permite despegar los ojos de la pantalla, Cold War es un relato en-

Cold War: El amor en los tiempos del conflicto

focado en las imposibilidades del amor entre dos personas que no deben estar juntos a pesar de que están destinados a encontrarse una y otra vez. Con una evidente influencia de filmes románticos del siglo pasado, Pawlikowski retrata un amor tan apasionado como doloroso, en donde la relación entre ambos persona-

jes no tiene cabida en un lugar marcado por la política y la represión dentro de una nación fragmentada que se sostiene de glorias pasadas y grupos artísticos que pretenden evitar el abandono en el que se encuentra la sociedad. Aunque el amor sea uno de los temas universales más recurrentes en el

cine y la literatura, el realizador logra darle una personalidad propia a su filme en términos tanto estéticos como formales, pero de modo más específico en sus protagonistas, los cuales están confeccionados de una manera que evoca una conexión única en pantalla, y que, sin necesidad de decir mucho, con miradas, gestos y decisiones vuelve evidentes cuáles son sus deseos y temores, así como la desgarradora melancolía que padecen al no poder consumar su romance. Cold War es un filme estructurado en torno a las elipsis de tiempo y los silencios, donde también se combina de manera sofisticada música jazz, rock and roll y temas folclóricos para relatar una historia crónica donde los recuerdos y la obstinación de la tragedia son cernidos por altas dosis de fino humor. El realizador Pawel Pawlikowski arma un apasionado homenaje a las historias de amor donde no importan las circunstancias ni las desventuras, y donde, como bien lo señala uno de los personajes de la cinta, el tiempo no tiene relevancia alguna cuando se está enamorado.


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