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Amparo Dávila: inquietantemente real e inaplazable
t Por Carlos Hinojosa
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Por esa sagrada geometría del azar, como bien señala una canción de Sting, 1 hace 12 años tuve la suerte de entrevistar a la genial escritora Amparo Dávila, en el lobby de un hotel situado enfrente de la Plaza de Armas de Zacatecas. Cabe señalar que dicho establecimiento ha cambiado de nombre varias veces con los años, aunque en un tiempo se llamó “Reina Cristina” y, durante su remodelación, en la década de los 80 del siglo pasado, surgió el rumor de que se había encontrado el cadáver de un vampiro en uno de sus sótanos.
Mientras conversaba con nuestra autora, pensé que tal vez a ella le parecería un interesante juego del destino el encontrarse en un escenario con cierto “toque” sobrenatural, en virtud de la maestría con la que maneja dicho ámbito en sus relatos. Pero la charla era interesante y absorbente, sobre todo cuando salieron a relucir nombres como Alfonso Reyes, Julio Cortázar, Juan Rulfo y Juan José Arreola, por tanto, olvidé preguntarle si ella estuvo al tanto del revuelo causado por “El vampiro del Reina Cristina”. Por desgracia, el reciente fallecimiento de Amparo Dávila nos ha privado de cualquier oportunidad de hacerlo. Aunque, para fortuna de quienes amamos la literatura, nos quedan sus poemas e incomparables relatos sobre lo que esconde el lado oscuro de nuestra “realidad”.
El 2020 está resultando un año intenso, por todo lo que está ocurriendo a la par de la pandemia del COVID–19, como el número estremecedor de autores que han fallecido, por ejemplo, Rubem Fonseca y Luis Sepúlveda. En este sentido, apenas el pasado 23 de marzo recibíamos la noticia de que Amparo Dávila había resultado ganadora del Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura que otorga la Universidad de Guanajuato, por su trayectoria destacada dentro del género del cuento. A este respecto, nuestro amigo Miguel Barragán Lárraga, notable periodista de la potosina Ciudad Valles, uno de los lectores más agudos y lúcidos que conozco, comentaba que dicho reconocimiento era más que merecido, ya que “la maestra es una joya, una grande del relato de horror, tiene cuentos verdadera
/// Amparo Dávila. Fotografía de Pascual Borzelli Iglesias. 2011.
mente espeluznantes, como ese de ‘Alta Cocina’”. 2
Recuerdo la sombría cocina y la olla donde los cocinaban, preparada y curtida por un viejo cocinero francés; la cuchara de madera muy oscurecida por el uso y a la cocinera, gorda, despiadada, implacable ante el dolor. Aquellos gritos desgarradores no la conmovían, seguía atizando el fogón, soplando las brasas como si nada pasara. Desde mi cuarto del desván los oía chillar. Siempre llovía. Sus gritos llegaban mezclados con el ruido de la lluvia. No morían pronto. Su agonía se prolongaba inter
minablemente. 3
Lo cierto es que leer los relatos de Amparo Dávila significa adentrarse al mundo de lo extraño, de lo que acecha en el umbral, Lovecraft dixit, donde se desdibujan los límites entre la fantasía y la realidad. En la ficción de Dávila, la ambigüedad parece permearlo todo. Algunas de sus historias más evocadoras, de hecho, poseen tal vigor psicológico que lo imaginado se siente inquietantemente real e inaplazable. Dávila es una maestra a la hora de jugar y aprovecharse de los miedos de sus personajes, así como al desilusionarlos del mundo que les rodea. Incluso, podría decirse que hay una cierta brutalidad en la forma como ella los coloca en situaciones en las que están obligados a seguir soportando la locura en la que se encuentran, o a buscar liberarse de ella.
Decía un teólogo español, horrorizado ante la propuesta fílmica de Luis Buñuel, que Lucifer solo habría podido surgir de un entorno tan beatífico como la morada de los ángeles, en el sentido de que la población donde nació el iconoclasta director ibérico, Calanda, es un lugar bastante apegado a sus tradiciones católicas, como su estremecedora procesión de tambores en Semana Santa. De la misma manera, es posible que una figura tan emblemática dentro de un género tan difícil de ejercer —el cuento fantástico—, como Amparo Dávila, no pueda explicarse si no hubiera nacido en Pinos, Zacatecas, con un entorno donde es posible palpar un aura de misterio y encantamiento, donde las nubes que suelen cubrir sus cerros parecen ocultar secretos milenarios.
Cuando escribí el cuento de El huésped,, pensé en la casa donde nací, porque en la que tenía el patio cuadrado viví después, cuando ya había muerto mi hermano. La vivienda descrita en el cuento tenía un patio lleno de macetas, plantas y flores, tal vez cuadrado o largo, eso no lo recuerdo, pero después tenía un huerto. Ahí fue donde recordé ciertas cosas y escribí El huésped. En la casa del patio cua
drado y los espantos ubiqué el cuento El patio cuadrado, precisamente. Ambos relatos están ubicados, podríamos decir, en las primeras casas donde viví. 4
fin de brindarle un más que merecido reconocimiento, y fomentar la creatividad literaria en tal ámbito, se creó el Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila, el cual tuvo dos ediciones, hasta donde sabemos, bajo los auspicios del Ayuntamiento de Zacatecas, la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes, certamen que vio publicada la antología de once relatos Andan sueltos como locos. Los organizadores comentan que la convocatoria tuvo una respuesta extraordinaria, lo cual nos habla de la vitalidad del género fantástico en nuestro país, escenario que mucho le debe a la vida y obra de nuestra Amparo Dávila. Descanse en paz.
1 https://www.latercera.com/ culto/2018/10/02/shape-of-my-heart-lametafora-perfecta-la-vida-sting/ 2 Comunicación personal a través de Facebook, 23 de marzo de 2018. 3 Amparo Dávila, Cuentos reunidos, Fondo de Cultura Económica, México, 2009, pp. 54–55. 4 Carlos Hinojosa, «La magia de una alquimia literaria», en Agenda Cultural, Instituto Zacatecano de Cultura, Junio de 2008, pp. 5-6.