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La palabra no salva: Lorena Huitrón Vázquez
Poesía
La palabra no salva: Lorena Huitrón Vázquez
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6 Por Armando Salgado
Lorena Huitrón Vázquez (Xalapa,
1982). Estudió Lengua y Literatura Hispánicas. Ha publicado: Parábola del desconocido (FETA, Colección la Ceibita, 2012); Erigir una Fortaleza (Instituto Literario de Veracruz, 2013); Una violencia sencilla (Sedeculta, Instituto literario de Veracruz, 2017), libro ganador del Premio Nacional de Poesía Experimental Raúl Renán 2015; Wintu (digital, Stomias Boa, 2017); y El oficio del escarabajo (Ediciones el Humo, 2019). La obra de Lorena Huitrón Vázquez, reflexiona de forma persuasiva y muestra al poema como un cuerpo flexible, plural, palpable. Lo circunscribe en torno a la experiencia personal que no busca un significado, sino que, usando las palabras de Lorena: “complica provechosamente las verdades aparentemente sencillas”. Es importante seguir la obra de autoras contundentes y necesarias, que sin estar en las “grandes ciudades” aportan, reconfiguran y escriben con honestidad.
Armando Salgado: Este ciclo de acercamientos nos ha permitido comparar distintos puntos de vista de personas que viven en todo el país. ¿Para ti, qué significa vivir en Xalapa?, ¿cómo ha sido escribir desde Veracruz? Lorena Huitrón Vázquez: Me gusta vivir aquí por la naturaleza, la gastronomía, por la actividad cultural, pero a la vez es doloroso por los feminicidios, por la persecución y muerte a periodistas, las desapariciones forzadas, las fosas, la corrupción, el crimen organizado, los malos gobiernos (el de Javier Duarte dejó muchas cicatrices de las que aún no nos reponemos) y otras malas gestiones (el PAN y sus juniors robaron a destajo).
En Xalapa hay pocas oportunidades para tener un sueldo decoroso. O trabajas en la administración pública o para empresas privadas que pagan mal, los contratos son de palabra o son por un periodo corto, estás a expensas de la explotación. Trabajar en la Universidad Veracruzana es un videojuego en el que tienes que recorrer no sé cuántos mundos para ver si te dan una materia como profesor porque las plazas parecen sempiternas. En lo cultural es activa, hay exposiciones, muchas funciones de teatro, danza y música. Residen ilustradores, fotógrafos, pintores. También hay teatro infantil. Eso me gusta mucho.
Aquí vive José Luis Rivas, uno de los poetas y traductores que más admiro y respeto no solo por su trabajo sino
/// Lorena Huitrón Vázquez. Fotografía de Badir Jácome
por el apoyo y amistad que desde hace diez años me ha brindado (es muy alivianado, divertido). Se diferencia del resto de los señoros (no podría haber un término mejor) que abundan por acá, son una suerte de hacendades (hombres y mujeres por igual), defienden a la mala un espacio cultural que para ellos es un latifundio. Me dan risa porque piensan que deben ser los únicos “escritores” de Xalapa. Son recelosos. Se caracterizan por una escritura grandilocuente y por tener una visión rancia de la literatura y de la vida. Sin embargo y por fortuna hay varios chavos que están traduciendo, tienen propuestas editoriales muy finas, hacen festivales, organizan lecturas. Me gusta lo que hacen, me gusta cómo escriben.
Te diré algo. Pese a que Veracruz cuenta con buenos artistas hay una displicencia, a veces explícita, a veces velada, por esta región. He experimentado el trato de “poeta de provincia”, como si fuésemos exóticos, como si no pudiéramos proponer. Eso es una tontería. No todo es Ciudad de México o Guadalajara. Si no hay visibilidad de lo que hacemos no es porque no haya talento, es justo por esa displicencia. No hay que irse a vivir a huevo a Ciudad de México. Si la resistencia tiene que ser desde acá que así sea. Otros datos importantes de mi ciudad: chelas baratas y artesanales, buenísimas. Se puede beber un buen café todas las mañanas.
AS: Cuéntanos, ¿cómo empezaste a escribir poemas?, ¿cuáles lecturas consideras fundamentales para ampliar las nociones de lo poético?, ¿cómo diste el salto para ver a la poesía más allá de un género? LHV: Tuve dos experiencias que me cambiaron el modo de escribir. Antes de eso estaba influida por lo grandilocuente y por personas que no me daba cuenta en ese momento eran machirulos y su visión de la poesía era así, cuando eres insegura es fácil rodearse de esos chacales. Primero me operaron del ojo izquierdo por tener queratocono y la cirugía fue un viaje total. Meses después nació mi hija y fue por cesárea. En ese tiempo (2013 y 2014) escribía algo sobre las cicatrices –lo que dio origen a Una violencia sencilla– y empecé a documentarme, a leer textos no literarios, de medicina. Encontré cosas increíbles. Muchos médicos describen mejor el mundo que algunos escritores, en especial los de los siglos XVIII y XIX. Me quedé clavada con funcionamientos, con asociaciones. Eso me llevó a leer otras cosas. Creo que también me ha ayudado tener amigos con otras profesiones. Mi abuelo fue médico y uno de mis mejores amigos también. Me encanta cuando me muestra fotos de trasplantes.
No me gusta hablar de “lecturas fundamentales” porque estoy en desacuerdo con la idea del escritor como guía o líder de opinión, como alguien que viene a adoctrinar. Es tramposo y atiende a posiciones de poder que a mí no me interesan. Lo que a mí me acompaña no será lo mismo que a alguien más. Se trata de compartir. Si a alguien le da curiosidad esto será fenomenal. Mis preferencias de ayer y hoy son Las olas, de Virginia Woolf; La muerte y la primavera, de Mercé Rodoreda; la poesía de Mario Montalbetti; el texto “Projective verse”, de Charles Olson; Introducción a una poética de lo diverso, de Édouard Glissant; Muerte en la Rúa Augusta, de Tedi López Mills; Se llaman nebulosas, de Maricela Guerrero; Mi vida, de Lyn Hejinian; textos médicos franceses del XIX, Antonio Ga