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Desayuno en Tiffany’s, mon ku Las nueve de Julio Hernández Cordón
6 Por Carlos Belmonte
Grey
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Julio Hernández Cordón es un director de cine que en quince años ha realizado ya nueve películas (8 largometrajes y 1 corto). Entre los más sonados por su difusión internacional y tamaño de producción son Te prometo anarquía (2015) y su más reciente Cómprame un revolver (2018). Sus filmes han contado historias mexicanas, guatemaltecas, costarricenses y nicaragüenses.
Él forma parte de los cineastas que han echado andar la industria centroamericana en la última década. De los países de la región cabe subrayar el caso de Guatemala porque ha sido punta, impulsor y organizador del Festival Internacional de Cine Ícaro (1998). Por eso no es de extrañar que fue en Guatemala en donde filmó su primer corto y largometraje, Si hubo genocidio y Gasolina.
Gasolina fue seleccionada por el taller de Cine en Construcción de 2007 y un año más tarde ganó en el Festival de San Sebastián el premio Horizonte. Le siguió su primera docu-ficción en 2010, Las marimbas del infierno, filme que ganó el Gran Premio del Festival de Cine de Miami en 2011; y el año 2018 se convirtió en la inspiración y modelo para el mismo premio. Un año más tarde realizó Polvo y Hasta el sol tiene manchas, ambas en Guatemala. Hasta aquí todas sus cintas fueron de bajo presupuesto y las últimas tres dentro del experimento del docu-ficción aunque de diferentes pretensiones: las dos realizaciones del 2012 fueron una denuncia política, Polvo contra las desapariciones de la guerrilla y el racismo; y Hasta el sol tiene manchas, contra la manipulación de las elecciones presidenciales; mientras que Las marimbas… se centró en trágicas historias de los hombres de la urbe.
Ya con mayor presupuesto y recursos técnicos regresó a México para filmar Te prometo Anarquía (2015) nominada a los premios Ariel. Dos años más tarde, con 25 mil dólares, su segundo presupuesto más importante y donado por las propias protagonistas -amigas de Hernández Cordón- filma en Costa Rica Atrás hay relámpagos. En 2018, se va al norte de México para realizar Cómprame un revolver, seleccionada por la Quincena de Realizadores del 71 Festival de Cannes. Y su más reciente, Se escuchan aullidos, está por empezar su circuito de difusión. Toda su obra ha sido escrita y coproducida por él mismo.
Yo entré en esa edad en la primera mitad de los ochenta, en algún lugar entre ET el extraterrestre y los Goonies. En aquel momento, todavía se llenaban los cines y sobrevivían las programaciones de las dobles sesiones, verdadero rito colectivo
Tener nueve años hoy. Ejercicio de anti-nostalgia
6 Por Sergi Ramos
Nueve años es una edad muy particular. Uno ya ha salido del mundo plenamente infantil, en el que la imaginación (la ficción) y la realidad se mezclan en proporciones indistinguibles. Pero todavía no ha entrado en lo que ahora llaman la preadolescencia (una categoría que probablemente corresponda más a un estudio de mercado que a otra cosa), a partir de la cual, poco a poco, uno se va deslizando por la agridulce pendiente del también llamado principio de realidad, con la esperanza de que a cambio alcanzará, de un modo u otro, algo de libertad.
Mis nueve años estaban pues en algún lugar entre el ñoño beso de la niña Drew Barrymore al arrugado extraterrestre (al que más tarde Spielberg retocaría digitalmente), y el más apasionado que el niño Mickey, protagonista de los Goonies, le robaba involuntariamente a la amiga ado
6 Por Adolfo Nuñez J.
Cuando un director de cine llega a hacer una novena película, es un evento importante en su carrera. Se debe entender que antes de esa obra, hubo otras ocho producciones en las cuales definió un estilo particular, un sello característico con el cual fue plasmando su manera de ver el mundo; al mismo tiempo que fue exponiendo las cuestiones y temáticas que más le obsesionan. Pero ¿por qué es significativa la novena película y no la décima? Quentin Tarantino ha sido enfático en su frente al entonces amenazante auge del videoclub y del placer solitario (o con amigos). A pesar de que no me solían llevar al cine, fui a ver dos veces al extraterrestre de la bicicleta voladora. Steven Spielberg, responsable de las dos películas anteriormente mencionadas, se contaba inicialmente entre las filas de los cineastas disidentes del llamado “Nuevo Hollywood” (como George Lucas), pero había echado abajo la puerta de los grandes estudios e impuesto su visión del entretenimiento, marcando a toda una generación y estableciendo un entretenido pero férreo canon en el cine mainstream.
Los temas, para sintetizar su cine, son las urbes, los jóvenes en grupo, la clase media sin esperanza de acenso, el ocio y la necesidad de dinero. Son historias escritas a partir de su experiencia personal con una “infancia inmersa –recuerda Hernández Cordón- en la amenaza de la tercera guerra mundial, de la hecatombe, de las catástrofes, de estar siempre alerta y previniendo: aunque la amenaza parece haber quedado atrás, el vivir en México y Centroamérica es, y era, un lugar en donde el presente se vive día a día y el futuro es siempre incierto” (entrevista con Julio Hernández Cordón, Ciudad de México, julio 2018). De esta manera, su obra ha estado directamente decidida por su experiencia personal que ahora se extiende al entorno familiar y ha llevado a sus dos pequeñas hijas a actuar en su Cómprame un revolver, a manera de cuento pedagógico que explica el duro momento de violencia mexicano.
/// Miguel Ángel Díaz. Nueve miradas, para hacer bailar los árboles del bosque, V. Huidrobo. Fumage sobre papel. 35x35cm. 2020
decisión de solo hacer diez cintas antes de retirarse de hacer cine, ya que, según ha contado, este número representa una sucesión hacia un cierre coherente, el final concreto de un todo; en ese sentido, la película número nueve es el crepúsculo del trayecto, el momento previo al final.
El año pasado, Tarantino lanzó Once upon a time in Hollywood, la novena producción de su autoría, un filme que hace uso de todos los elementos característicos del realizador y también representa el ocaso de una industria fílmica de antaño, cuyos mitos y realidades ya no existen. El resultado final es un relato que dignifica y homenajea las principales fuentes de inspiración del director, en el que se puede catalogar como su trabajo más maduro, así como el más nostálgico.
La novena película
lescente de su hermano mayor.
La Gualdra cumple nueve años. Quien manda hoy es Disney, que ha ido devorando con apetito a sus potenciales competidores (Pixar, Marvel y hasta al polvoriento Lucasfilms). Bajo el presunto empoderamiento de las protagonistas femeninas en sus últimas películas de animación, su producción crea imaginarios estereotipados y diferenciados para los niños y las niñas, guetos de género. Ha absorbido y reciclado aquel cine de Spielberg y Lucas, limando las pocas asperezas que habían dejado (recordemos el reciente episodio de las nalgas de la sirena Daryl Hannah en Splash) y han aprovechado la cuarentena para extender su plataforma de streaming, Disney+, ahora que el cine en salas está peor que nunca. La suerte, cuando se tiene nueve años hoy, es que a pesar de todo todavía quedan nichos de resistencia. Póngale a Miyazaki o a Ocelot.
Para entender el noveno filme de Tarantino, también es necesario que como espectadores conozcamos el sello de autor que lo define. En ese sentido, comprender la novena película de un cineasta simboliza la relación profunda que tenemos como público con su trabajo. No es solo que el realizador haya logrado llegar hasta su novena película, es que lo hizo gracias a que el público decidió verla. El filme número nueve es importante para un director, por todo lo que representa en su carrera, así como para el espectador al momento de definir el tipo de cine que quiere seguir viendo.