La Gualdra 442

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 442 /// 10 DE AGOSTO DE 2020 /// AÑO 10

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Gonzalo Lizardo. Foto de Jesse Mireles.

Gonzalo Lizardo (Fresnillo, Zacatecas, 1965) es novelista, hermeneuta, artista gráfico y doctor en Letras por la Universidad de Guadalajara. Actualmente es catedrático de la Universidad Autónoma de Zacatecas y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. El martes 11 de agosto se presenta -en línea- su libro Memorias de un Basilisco dentro de las actividades programadas en la Feria Nacional del Libro Zacatecas. En páginas centrales, una entrevista con él.


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LA GUALDRA NO. 442 /// 10 DE AGOSTO DE 2020 /// AÑO 10

La Gualdra No. 442

Editorial

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a Feria Nacional del Libro Zacatecas 2020 nos ha traído una cantidad de buenas actividades relacionadas con el mundo del libro; en esta ocasión y a consecuencia de la pandemia, la programación ha sido en línea y eso tiene sus ventajas: primero, no estamos en contacto físico con nadie y se respeta la sana distancia; segundo, si no tenemos tiempo de ver las presentaciones, entrevistas o conferencias en vivo podemos verlas después pues han quedado grabadas en la página de la feria o del Instituto Zacatecano de Cultura. Lo anterior me hace pensar también en que tenemos que idear una nueva manera de ir haciendo memoria, de dejar registro de las actividades culturales realizadas durante este 2020, y que tiene que ver también con una nueva responsabilidad, la de asegurar -a través de las instituciones participantes- que los archivos digitales sean debidamente resguardados, de lo contrario, corren el riesgo de perderse en este mar de posibilidades digitales. Eso sería una pena, ya ha ocurrido en ocasiones anteriores que los archivos físicos han sufrido daños a causa de incidentes como incendios y hasta inundaciones; si no me cree, puede verificar en la Hemeroteca de la Biblioteca Mauricio Magdaleno y se dará cuenta que varias cajas que contenían periódicos y revistas de la década de los 70 del siglo pasado se perdieron hace algunos años por problemas relacionados con la humedad del edificio que los albergaba. Lo mismo podría pasar ahora, imagine usted que “se cierre” la página de la FENALIZ, que en algunos años los encargados del momento decidan que hay que “renovarla” ... todo eso se perdería. Ojalá que no suceda, porque este año -especialmente- debe de tener un registro puntual y pormenorizado de todas las actividades artísticas y culturales que se han llevado a cabo durante la contingencia; han sido muchas, sí, tanto institucionales como independientes, pero todos esos videos serán plata pura para que las nuevas generaciones, a quienes no les tocará vivir este momento, puedan recrear esta etapa histórica en la que la cultura ha sido un ancla a la cordura y un remanso de paz ante la crisis. Un gran acierto por parte de los organizadores ha sido dedicar la feria

al escritor zacatecano Severino Salazar, originario de Tepetongo, autor de Donde deben estar las catedrales -entre muchos otros libros- y de quien hablamos en este espacio en la edición del 8 de junio -justo el día en que recibimos la noticia del fallecimiento del maestro Manuel Felguérez-; sobre todo porque hablar de Severino contribuye a difundir más su obra entre los lectores del país y de Zacatecas, su estado natal. Las conferencias dictadas en esta feria, en las que se han abordado temas relacionados con su trayectoria profesional y su aportación a las letras mexicanas son una de las cosas que más agradezco como lectora y espectadora de la mayor parte de las actividades realizadas. Otro proyecto audiovisual que me ha emocionado mucho ver, es el coordinado por La Ciénega Teatro; esta compañía zacatecana, que ya había incursionado anteriormente en guías teatralizadas en los museos, nos sorprende ahora con su “Notiserio” conducido por un periodista, Guillermo Anchoo, quien presenta al reportero cultural Ramoncito. Este reportero cultural realiza una serie de entrevistas a artistas zacatecanos; Ramoncito hace un recorrido breve, pero sustanciosos, por la trayectoria de estos personajes, platicando con ellos, acercándolos a un público ávido de tener buenas noticias -que tanta falta hacen en estos tiempos-. El manejo de los títeres, la edición del programa y un guion ágil, informado y divertido, hacen de este proyecto otro de los grandes aciertos de la FENALIZ. Desde aquí mi felicitación a Iván Guardado, Noé Germán y a todos quienes realizan este programa; ojalá que no pare, que siga a pesar de que la feria termine. El martes 11 de agosto a las 18:00 Hrs., y como parte de la feria también, se presenta el libro de Gonzalo Lizardo Memorias de un Basilisco; tendré el honor de compartir esa mesa virtual con el autor y con Mariana Terán. Los tres estaremos comentando varios aspectos de esta obra monumental, que yo le recomiendo desde ahora, y de la que hablamos en esta edición en páginas centrales. Los esperamos. Que disfrute su lectura.

Directorio

Contenido

Richard Powers Escuchemos el clamor de los bosques Por Mauricio Flores

Memorias de un Basilisco, de Gonzalo Lizardo: Por más que cambien los gobiernos de signo político persiste la misma fobia contra la cultura Por Jánea Estrada Lazarín

Hacer mayores mis contadas alegrías... Por Eduardo del Llano

José Vicente Anaya: poeta crítico como viajero cultural Por Sigifredo Esquivel Marín Palm Springs, de Max Barbakow: siempre el mismo día Por Adolfo Nuñez J.

Lista de objetos encontrados 5 Por Edgar Khonde En blandito Por Pilar Alba ¿En qué piensas? Me preguntaste hoy Por Roberto Galaviz

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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Richard Powers Escuchemos el clamor de los bosques t Por Mauricio

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Flores*

uántos años deberán transcurrir para que el ser humano termine de entender cabalmente el comportamiento de la naturaleza. Cuántos para que hombres y mujeres se asuman pequeños ante la grandeza de la existencia planetaria al margen de ellos. Preguntas que nos arroja la lectura de El clamor de los bosques, novela con la que el norteamericano Richard Powers (1957) obtuvo el Premio Pulitzer 2019 (finalista un año antes del Man Booker) y donde los árboles, entidades vivas capaces de comunicarse entre sí, son los personajes centrales. Sí: robles, tilos, fresnos, perales, pinos, abetos, nogales, cipreses, encinas, madroños, almendros, cerezos, ciruelos, chabacanos, tsugas, robles y muchos más que cuelgan en la multiplicidad de sus extensiones una historia antiquísima frente a la que nosotros no somos más que una especie enferma. Pergeñado con la intención de “sacudir al lector haciéndole entender que la vida es algo que está por encima del destino individual”, El clamor… antepone la preminencia del árbol por encima de su principal depredador. Logro que alcanza con la incorporación de variopintos personajes defensores de lo natural. Ambientalistas, válgase el término, que como Patricia Westerford son vistos con recelo por el grueso de la sociedad ante sus afirmaciones respecto de que “los árboles hablan entre ellos”. Será esta misma protagonista quien en trama y lectura nos convencerá del éxito que han tenido los árboles, pese a todo, durante los últimos cuatrocientos millones de años. Las plantas, abunda Patricia, una mujer que desde niña supo que su mundo es “el bosque y cada una de sus espesas palabras”, nos demuestran que las posibilidades de triunfo en la vida tienen estrecha relación con eso que se llama memoria. “La vida tiene un modo de hablarle al futuro. Se llama memoria. Se llama genes. Para solucionar el futuro, tenemos que salvar el pasado. Por lo tanto, mi regla de oro es, sencillamente: cuando cortas un árbol, lo que haces con él debe ser al menos tan milagroso como lo que acabas de cortar”. El tiempo dará la razón a Patricia. De joven denostada, tendrá nuevas oportunidades para demostrar la urgencia del acuerdo entre humanidad

también algo de acertijo. “Si grabas tu nombre a un metro de altura en la corteza de una haya, ¿a qué altura estará al cabo de medio siglo?”, le pregunta el padre a la pequeña Patricia. “A un metro. Seguirá estando a un metro. Siempre a un metro, da igual lo que crezca el árbol. Medio siglo después, todavía le fascinará esa respuesta”.

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De árbol a árbol Mario Benedetti (1920-2009) a ambrosio y silvia Los árboles ¿serán acaso solidarios? ¿digamos el castaño de los campos elíseos con el quebrancho de entre ríos o los olivos de jaén con los sauces de tacuarembó? ¿le avisará la encina de westfalia al flaco alerce de tirol que administre mejor su trementina? y el caucho de pará o el baobab en las márgenes del cuanza ¿provocarán al fin la verde angustia de aquel ciprés de la mission dolores que cabeceaba en frisco california? ¿se sentirá el ombú en su pampa de rocío casi un hermano de la ceiba antillana?

y naturaleza. “Ahora sabemos que las plantas se comunican y recuerdan. Nosotros, los miembros de la especie que averiguamos todo esto, aprendimos mucho acerca de con quién compartimos el mundo”. “Empezamos a entender los vínculos profundos que hay entre los árboles y la gente. Pero nuestra separación ha sido más rápida que nuestra conexión”, se lamenta entre el desencanto y la rebeldía la misma Patricia. Acarreadores de comportamientos y prejuicios heredados, “vestigios chapuceros de las primeras etapas de la evolución que siguen sus propias reglas obsoletas”, los humanos deben ya establecer una nueva relación con los árboles. Justo de estos mismos, contribuyen-

tes de tantas cosas, “¿les suena esto?: nunca ha habido un material más útil que la madera”, que saben cuidarse entre ellos, sienten la presencia de otras formas de vida cercanas, saben ahorrar agua y alimentan a sus jóvenes. Fuerza suprema Millones de millones de árboles, conjunto de individualidades, los cuales aportan a la humanidad algo más fuerte que el acero: la madera. “Un único tronco puede ocupar un camión maderero entero. Incluso los árboles más bajos son lo bastante grandes como para dominar un bosque del este, ya cada hectárea contiene al menos diez veces más madera que los de allí”. El clamor…, un libro ideal para leerse en tiempos de pandemia, tiene

los de este parque o aquella floresta ¿se dirán de copa a copa que el muérdago otrora tan sagrado entre los galos ahora es apenas un parásito con chupadores corticales? ¿sabrán los cedros del líbano y los caobos de corinto que sus voraces enemigos no son la palma de camagüey ni el eucalipto de tasmania sino el hacha tenaz del leñador la sierra de las grandes madereras el rayo como látigo en la noche?

*** Richard Powers, El clamor de los bosques, AdN, México, 2020, 608 pp. * @mauflos

Op. Cit.

Tan cierto como el viento del oeste, las cosas que la gente da por sentadas cambiarán. No existe conocimiento para un hecho. Lo único fiable es la humildad y la observación. R. P.


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Memorias de un Basilisco, de Gonzalo Lizardo:

Literatura

Por más que cambien los gobiernos de signo político persiste la misma fobia contra la cultura t Por Jánea Estrada Lazarín

Nadie juraría que lo vio morir, nadie juraría que lo escuchó gritar, aunque aquella multitud solo se hubiera congregado ahí para aclamar su ejecución. Por algo protagonizó el primer auto de fe realizado en diez años, y ‘el más suntuoso de la historia’, si no exageraban las proclamas que habían esparcido la noticia por toda la Nuevas España: el 19 de noviembre de 1659, frente al templo de San Hipólito, sería relajado en la hoguera don Guillén Lombardo de Guzmán, el hereje irlandés que había ofendido ‘con proterva alevosía, tanto al rey como a Dios y a su Santo oficio’”. Así inicia la novela Memorias de un Basilisco, del escritor zacatecano Gonzalo Lizardo, con quien platicamos a propósito de la presentación de este texto en el marco del Feria Nacional del Libro Zacatecas. Jánea Estrada Lazarín: Un basilisco es un ser mitológico que tiene entre sus atributos el poder cambiar de piel y la letalidad de su mirada. De acuerdo a Quevedo, quienes afirman haberlo visto mienten, pues de haberlo hecho hubieran muerto [Si está vivo quien te vio, / toda tu historia es mentira: / pues si no murió, te ignora; / y si murió, no lo afirma], en este sentido el Basilisco de tu novela es un personaje real alrededor del cual hay mitos que nutren la historia del personaje: Lombardo fue pirata, conspirador, poeta, amante, pero sobre todo, humanista... Gonzalo Lizardo: Don Guillén Lombardo fue un personaje real, pero nada ordinario. Por sus dones intelectuales, pero también por su energía vital, fue un personaje sobrehumano, casi. Eso pudieron apreciarlo la mayoría de sus contemporáneos, por eso le pusieron ese apodo, por eso tuvo ese destino fatal, y por eso ha persistido su memoria luego de cuatro siglos. A muchos los asusta, a muchos los fascina, y por eso sus aventuras se han convertido en un mito. No falta quien ha cuestionado su biografía, incluso sus orígenes, pero pocos pueden refutar su propio testimonio, su tremenda escritura. Hay que recordar que su vida transcurre en una época donde apenas germinaba lo que hoy llamamos Modernidad. Su trágico destino, como el de Giordano Bruno, está marcado por la lucha ideológica en torno a la cultura escrita, una lucha donde el humanismo tuvo un papel central contra la censura y la “santa ignorancia” que imponían tanto la iglesia católica como la protestante. Guillén es

/// Gonzalo Lizardo. Foto de Jesse Mireles.

un hijo de su tiempo, pero también una de sus víctimas. JEL: Guillén Lombardo, sucumbió ante la Santa Inquisición porque “se atrevió”, en todos los sentidos, a ejercer el poder de su inteligencia en una época en la que uno de los aparatos institucionales de control más poderosos era la Iglesia. Pese a que la trama se desarrolla en el siglo XVII, los lectores pueden establecer similitudes escalofriantes con lo que vivimos ahora... GL: Desde entonces hasta la fecha ha persistido una fobia generalizada contra el conocimiento, un rencor fomentado por los poderes políticos y religiosos contra todo aquel que cuestione las bases ideológicas de su dominio. Tras el elogio a la “santa ignorancia” o la persecución contra la “soberbia intelectual”, se esconde el deseo de someter las conciencias individuales a las reglas que impone

el poder. Tras todo “sabio” o todo “hombre de letras”, se encuentra un potencial crítico al que es conveniente reprimir antes que censurar. Como bien lo has señalado, es terrorífico que aun ahora, por más que cambien los gobiernos de signo político —de la derecha a la izquierda, del fascismo al populismo—, persiste la misma fobia contra la cultura, la misma censura intelectual, la misma intolerancia contra cualquier crítica al sistema político. Y entonces, como ahora, muchas veces se prefiere desacreditar, difamar o suprimir a los intelectuales, que rebatir con argumentos sus propuestas o sus reclamos. Incluso ahora hay quienes creen que la Inquisición obraba rectamente, defendiendo los valores religiosos en los que creían. La importancia de Guillén es que desenmascaró esa falacia: los únicos valores que defendía la Inquisición eran los que convenían a los poderes políticos.

JEL: Memorias de un Basilisco tiene 24 apartados —distribuidos en 4 misterios— cada uno de los cuales corresponde a una carta de tarot. La primera carta es “El Sol”, que representa paradójicamente a la vida justo cuando Guillén muere; las dos últimas son “La Templanza” —en donde lo consciente e inconsciente se unen— y “El Juicio” —que represente la lucidez y el renacimiento”. Háblanos de eso, de cómo las cartas del tarot son parte de la estructura del libro. GL: Desde que empezaba a urdir la novela, sabía que necesitaba un orden simbólico para organizar la enorme cantidad de datos, personajes, lugares y eventos que conformaban la biografía de don Guillén. Y para ello tuve que recurrir a los instrumentos que yo tenía a la mano, es decir, mi propia formación, mi propia enciclopedia. Desde hace años, mi afición por el humanismo renacentista, el hermetismo


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niña zapoteca muy precoz e inteligente, quizás demasiado, que aparece desde las primeras páginas y no deja de salir en toda la novela. Tengo el proyecto de escribir las aventuras juveniles de Hortensia: es el personaje ideal para meterse en líos, pero también para arreglarlos y para salir de ellos. JEL: Historia y literatura, dos direcciones que como has dicho, tomaste para estructurar este libro que es además, desde la perspectiva del historiador, un loable trabajo de investigación, contextualización e interpretación del momento en el que se desarrollaron los hechos. ¿En el proceso encontraste datos que tal vez te servirán para otros textos? GL: Por supuesto. Escribir Memorias de un Basilisco fue una experiencia decisiva en mi vida intelectual y personal. Disfruté mucho el proceso de investigación, aprendí muchísimo, me divertí y, por supuesto, me quedó muchísimo material para explorar. En concreto, me ayudó a enfocar mi trabajo académico hacia un tema inagotable y fascinante: el barroco hispanoamericano como una filosofía muy plural y precisa que se forjó en España durante el siglo XVII, pero que se consolidó en Latinoamérica durante el siglo XX tras la crisis del racionalismo decimonónico. Sospecho, en resumen, que existe una misteriosa continuidad entre las ideas de don Guillén Lombardo y las de José Lezama Lima, por ejemplo, pero también entre las prácticas inquisitoriales y la censura política contemporánea.

JEL: En el libro podemos encontrar además dos historias alternas a la de Guillén, la de Inés y la de Sebastián Carrillo, quienes nos ayudan a establecer el orden temporal de los acontecimientos; recae en Inés el papel de quien permanece en tierra y en los otros dos personajes el de los viajeros. ¿Es la historia del Basilisco la de la búsqueda constante en la que bien se podría hablar también de una especie de “periplo del héroe”? GL: Dentro de la historia de la novela moderna, persiste una tradición más o menos secreta de novelas que cifran no una, sino dos historias que se entrelazan para conformar una especie de metanovela: una novela dentro de otra. Eso ocurre, por ejemplo, en El siglo de las luces de Carpentier, o en Los soldados de Salamina de Javier Cercas. En el caso de Memorias de un Basilisco decidí que utilizaría ese recurso para complementar el discurso subjetivo de Guillén: por un lado, quería que él contara su vida usando sus propias palabras, pero también quería mostrar el mundo, el contexto, la sociedad donde vivió, desde una perspectiva más objetiva, para lo cual urdí un narrador omnisciente, totalmente impersonal, para narrar el contexto de Inés y Sebastián, sus discípulos. Hay, por tanto, dos “periplos del héroe”: el periplo de Guillén, desde que nace hasta que es quemado en la hoguera, y el periplo de los hermanos Carrillo, desde que muere su maestro hasta que consiguen salvar entre ambos su legado. Más que perseguir “la verdad”, los tres persiguen dar un sentido existencial a sus destinos personales; por eso Lombardo muere como mártir, por eso Inés se venga de Mañozca, por eso Sebastián deja de ser un escribano mediocre —un simple burócrata— para convertirse en un auténtico

/// Memorias de un Basilisco, de Gonzalo Lizardo.

humanista, capaz de consumar sus metas gracias a sus habilidades como escritor, heredadas de don Guillén.

liar, como un Mefistófeles en tamaño reducido. Fue muy divertido escribir sus diálogos.

JEL: La escritura es uno de los aspectos de más peso en la trama y eso me hace recordar a otro personaje: Jezabel. Su aparición en la historia contribuye más todavía a un manejo, casi teatral me atrevo a decir, de los acontecimientos. GL: Siempre he dicho que cuando uno quiere apegarse a un género literario, es conveniente transgredirlo: ir más allá de las convenciones genéricas. Jezabel, la rata albina, apareció mientras escribía los primeros monólogos de Guillén, y lo conservé para darle un carácter “fantástico” al relato histórico, para aligerar el drama, para ponerle color a los soliloquios. No hay que confundir “lo fantástico” con “lo sobrenatural”. Lo sobrenatural implica una ruptura palpable y perceptible de la naturaleza; por ejemplo, cuando un muerto resucita. Lo fantástico, en cambio, es un efecto literario, una duda que nace en el lector cuando se pregunta si Jezabel es una simple alucinación de Guillén, o una rata amaestrada, como las que entrenan algunos presos para entretenerse, o un demonio sobrenatural. En cualquier caso, funciona como un espíritu auxi-

JEL: ¿De las Memorias de un Basilisco podrían desprenderse otros productos? Pienso ahora en una obra de teatro o una serie, pero también en “El romance del Basilisco” que acaban de hacer artistas zacatecanos... GL: Esa es una tentación muy común cuando uno termina un proyecto de ese calibre, pero siente que quedaron algunos cabos sueltos o algunos personajes para desarrollar. “El romance del Basilisco”, por ejemplo, fue una canción que me inventé para ponerle música a un subcapítulo: cuando Sebastián y el Negro Ignacio se conocen en una pulquería y discuten sobre la suerte del Basilisco. Obviamente, solamente dejé dos estrofas en el libro, pero me quedó el gusanito de ponerle música y grabarla. A los pocos días de que apareció la novela me encontré con un amigo muy talentoso, Fernando Jara, que me platicó sobre su proyecto de musicalizar poemas de autores zacatecanos. Así que la colaboración fue casi espontánea. Otro personaje que me dejó picado, con ganas de seguirle la huella, fue la pequeña Hortensia, una

JEL: “Sin faltar a la verdad, mucho menos cuando mentimos” es la frase con la que terminas el libro ¿cómo te sientes de haber terminado un proyecto que te llevó tantos años? ¿Qué sigue después de esto, Gonzalo? GL: Ya pasaron dos años desde que la entregué a la editorial. Al final me sentí cansado, es cierto, pero con la cabeza en ebullición: con muchas ideas y proyectos y temas que apenas van tomando forma acá adentro. No he estado inactivo: acabo de publicar un libro de ensayos, El grafópata (o el mal de la escritura), y terminé el borrador de una nueva novela, Amanda (o las moscas del alma), pero la dejaré reposar unos meses antes de rematarla. Mientras tanto escribo una columna semanal titulada Las glosas y los azares: ensayos muy breves que exploran temas cotidianos y lecturas inmediatas. De ahí han surgido algunos temas que podrían ser desarrollados en forma de libro, pero ya les llegará su tiempo, si lo dispone la fortuna. Memorias de un Basilisco, editado por Editorial Planeta, se presenta en la Feria Nacional del Libro Zacatecas el martes 11 de agosto a las 18:00 Hrs., en línea, a través de las páginas de FB de la feria y del Instituto Zacatecano de Cultura. No pierda la oportunidad de escuchar a su autor, quien de seguro abundará más sobre esta novela; durante la transmisión se estrenará también el video del “Romance del Basilisco”.

Literatura

y el barroco me condujeron al tarot, al que no consulto como un oráculo, sino como una herramienta simbólica muy poderosa para interpretar el conjunto de la experiencia humana. Por supuesto, mi lectura de los arcanos es muy subjetiva, y emana de las circunstancias específicas en que lo consulto. El primer capítulo está regido por “El Sol” no porque simbolice la vida, sino el fuego, ya que el capítulo comienza con la salida del sol, transcurre bajo el calor inclemente del día y termina con la hoguera, justo con las brasas del crepúsculo. Además, en esa carta también aparecen dos gemelos: o sea, Inés y Sebastián, los otros protagonistas del libro. Y así obré, más o menos, con el resto de los capítulos. El de “La templanza”, por ejemplo, alude al equilibrio simbólico que Inés y Sebastián han conseguido: aunque no salvaron la vida de don Guillén, lograron rescatar sus manuscritos: en la carta del tarot, el agua que el ángel trasvasa de una jarra a otra alude a los escritos de Guillén, que gracias a sus alumnos pasarán del nuevo al viejo continente. Y la de “El juicio”, naturalmente, alude al juicio final que don Guillén hace de su vida: la condena de sus jueces y su abjuración del Dios perverso que la Inquisición defiende.


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Libros

Hacer mayores mis contadas alegrías... t

Por Eduardo del Llano

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sta es una novela dolorosa. Yo no solo soy cubano, sino seriamente alérgico a todo alimento que contenga huevo, el gran salvavidas en tiempos de escasez, lo que significa que, si el compatriota promedio pasó hambre en los años duros de 1991 a 1995, yo pasé tres veces más hambre que él. Por otra parte, abrigo una prevención automática contra los frecuentes intentos de reducir Cuba a ese período, de asumir que siempre hemos estado así, que en 1993 todos comíamos bistec de cáscara de toronja o de frazada de piso y criábamos un cerdo en la bañera… y que hoy lo seguimos haciendo. Así, una novela centrada en esa época, y narrada además por una extraña, parecía condenada a no gustarme. No fue el caso. Un lugar sin alegría es una historia no menos táctil y sonora que visual. La fascinación de la autora por los detalles, por las sutiles evocaciones que en ella provoca el enfrentamiento a los objetos cotidianos de un entorno que no es -pero es un poco, y termina siendo más- el suyo, trasciende el mero relato de las peripecias del aventurero en la Isla y se convierte en sendero al autorreconocimiento, a la purificación. La Isla, metáfora en sí misma del sistema cerrado y más o menos autónomo, deviene aquí continuo disparador de sensaciones que la protagonista relaciona con su infancia, con sus vivencias en una realidad que ha abandonado huyendo de un desengaño amoroso y la obsesión consecuente. Lejos de observar en torno con la arrogancia del turista gringo, la chica de la novela se adapta, sobrevive, asimila; las circunstancias extremas, la constante mortificación obran en ella un efecto parecido al que obtiene el yoga con la meditación y las asanas. Y ahí, en tan enrarecida atmósfera, encuentra la familia, la amistad y el amor. O, por lo menos, cierta variedad de tales cosas. El derrumbe del campo socialista a partir de 1989 dejó a Cuba, decimos acá, como al pintor colgando de la brocha: de un día para otro la nación caribeña tuvo que reinventarse, el gobierno debió, a la guisa del chico de barrio cuya

pandilla se disuelve, buscar nuevos socios y cómplices económicos y políticos, asumir el deber de alimentar de alguna manera a la ciudadanía y mantener lo esencial de los servicios básicos tras esfumarse más del noventa por ciento de sus importaciones. Lo logró, hasta cierto punto, pero el precio fueron cuatro o cinco años de hambre generalizada, cortes de electricidad diarios y tan dilatados que empezó a hablarse, no de apagones, sino de eventuales alumbrones, ausencia casi total de transporte público, brotes de enfermedades y otras lindezas. Como es de suponer, el flujo migratorio de Cuba, no ya a los Estados Unidos sino adonde fuera posible, se decuplicó en esos años: el ciudadano corriente solo veía futuro en ultramar. Según avanza su relato, Gabriela

Mier nos lleva más allá del océano. No quiero sembrar un spoiler, así que solo diré que la esperanza de hallar una mejor vida, y de ser posible un sentido a la existencia en tierras lejanas no siempre es coronado por el éxito. La protagonista lo encuentra en Cuba, los cubanos no necesariamente lo encuentran afuera. Demasiado a menudo la nostalgia y la soledad son subestimados como meros daños colaterales. Estar rodeado por la abundancia económica no trae forzosamente la alegría. El frío tampoco. Desde el punto de vista formal, la novela es un dilatado monólogo con pocos diálogos cabales, incorporados por demás al cuerpo del relato sin el auxilio de rayas introductorias. Todo el tiempo se tiene la impresión de que no sucede nada, de que nos enfrentamos a un

testimonio objetivo sin mayor contenido dramático que el que emana de la realidad descrita, cuando en verdad pasa todo lo contrario: los personajes se van instaurando y haciendo sus movidas sin prisa, pero con lógica, o al menos con un habilidoso remedo de aquella. El menos comprensible tal vez sea la misma protagonista, porque elude temas delicados como, por ejemplo, qué hace allí (algo que constantemente le preguntan) o por qué sigue a Luka en lugar de llevárselo con ella. Gabriela es hábil porque teje la novela frente a nuestros ojos y no la vemos enhebrar los hilos. Por demás, los caracteres son inolvidables, incluso los episódicos: el iraní que juega obsesivamente al tenis de mesa […some dance to forget, dirían los Eagles], la funcionaria rosada y gorda, la camarera del Centro Vasco… Y hay algo cinematográfico en el ritmo y la minuciosidad del relato, como de película europea o asiática de esas que arrasan en festivales. Autenticidad, esa es una buena palabra para describir la sensación que trasuda la novela: después de tantos relatos literarios y cinematográficos con una mirada externa a la realidad cubana que la reduce y simplifica a un puñado de clichés, la Cuba de Gabriela, la que ella habitó realmente en ese periodo, es la Cuba que yo conozco, que viví y que vivo. O, por lo menos, una parte de ella. Por fortuna, no todos los cubanos emigramos durante esos años oscuros. Vale, algunos emigraron después, pero otros no lo hicimos en absoluto. El país se recompuso, llegando a alcanzar una estabilidad y nivel de vida notables… que la jodida pandemia que azota el mundo ha vuelto a destruir, aunque la situación (como diría Gabriela, con razón, que decimos nosotros) no ha llegado todavía a la gravedad que caracterizó a la primera mitad de los noventa. Aquí seguimos, y no nos hace mucha gracia evocar aquel período terrible, pero al mismo tiempo no tenemos derecho a olvidarlo. Gabriela no lo permitiría. *** Mier Martínez Gabriela, Un lugar sin alegría, México, Ficticia, 2016. 144 pp. Biblioteca de Novela Contemporánea. ISBN: 9786075210636


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José Vicente Anaya: poeta crítico como viajero cultural

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oy recibí una noticia que me ha consternado profundamente: José Vicente Anaya ha muerto; significa la pérdida de un amigo entrañable y de un hombre de letras del siglo XX que sobrevivió hasta el siglo XXI. No sin diferencias radicales, por varias décadas, su amistad generosa ha sido una experiencia enorme para mí. Lo conocí en un encuentro de literatura en Durango, en público puntualizó observaciones agudas a una intervención improvisada que hice sobre literatura regional. Sus comentarios de sustancial provecho fructificaron en un artículo que publiqué meses después. Más tarde, en el evento, coincidimos en la carne asada que organizaron Jesús Alvarado y Marín. La jornada fue intensa, me sorprendió que siendo vegetariano y, a pesar del apetito de una jornada exhaustiva, decidiera compartir sus alimentos a sabiendas de que en ese lugar no habría más comida para quienes no gustan de la carne: no quejarse en absoluto es auténtica práctica del arte zen. Plácidamente hablamos del pensamiento y de la literatura oriental. Su interés por el Tao y el Budismo Zen selló nuestra amistad. Coincidimos en innumerables encuentros literarios y presentaciones de libros, nos comunicábamos, por correo electrónico con cierta frecuencia, ocasionalmente, alguna llamada. Participamos en actividades literarias y culturales juntos. Su valoración

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Por Adolfo Nuñez J.

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honesta y coherente de la crítica cultural y literaria sin cortapisas ha sido una lección para muchas generaciones de escritores, incluyendo la mía. Hacer de la crítica un ejercicio ético de conciencia social ha sido una enseñanza notable que cultivó el maestro Anaya en las personas que aprendieron directa o indirectamente de su magisterio, ya sea en algunos de los múltiples cursos y talleres impartidos, ya sea a través del movimiento infrarrealista en el cual participó activamente, o ya sea también por medio de revistas y suplementos culturales en donde fue un agente fundamental como es el caso de la revista Alforja, una de las pocas revistas en Latinoamérica centrada en la difusión de la poesía mundial y su lectura crítica; ahí varias generaciones participamos

como lectores y escritores, sirviendo de espacio de recepción cultural mucho antes de las redes sociales. Dicha revista también fue el lugar en donde tuve el honor de profundizar en amistad e intercambio literario con la poeta y editora María Vázquez, espíritu joven de Alforja, quien claro está, fuese cómplice y compañera de Anaya durante su larga trayectoria en sus correrías literarias y existenciales. Como es común en una amistad entrañable, hubo momentos de tensión y distensión, discrepancias y disidencias en torno a diversos proyectos editoriales y culturales. Por ejemplo, discutimos ampliamente sobre las aportaciones de Octavio Paz. Su confrontación de radicalidad absoluta en contra de Paz era una cuestión vital para Anaya.

Palm Springs, de Max Barbakow: siempre el mismo día bos deben repetir eternamente. El filme avanza de manera inicial desde el punto de vista de Sarah, quien queda atrapada en el bucle temporal al empezar el relato, y descubre que Nyles lleva más tiempo viviendo las mismas experiencias de manera infinita. A raíz de esta situación, ambos personajes comienzan a aceptar que nada en su existencia tiene repercusiones y que pueden vivir sin preocuparse de lo que ocurrirá más adelante. Sin embargo, al ir compartiendo siempre el mismo día, la relación entre los dos se volverá más profunda, lo que los obligará a decidir si lo que sienten el uno por el otro tiene o no una verdadera importancia. A diferencia de otros relatos que narran la experiencia de vivir bucles temporales en completa soledad, Palm Springs parte desde la complicidad de estar atrapado en una situación de este

tipo en compañía de otra persona, una premisa que logra funcionar gracias a la estupenda química entre ambos

protagonistas. Dicha complicidad en el argumento es efectiva en primer lugar para generar situaciones originales y por demás hilarantes en la dinámica de ambos personajes. Por otro lado, vuelve innovador el eje filosófico en este tipo de historias. Ya no se trata de un filme sobre un personaje tratando de encontrar sentido a su existencia y al mundo que lo rodea, sino de uno que aprende a vivirlo con otra persona, y descubre todas las diferentes versiones y posibilidades que ofrece un mismo día. El punto central de la película se vuelve la búsqueda de dichas posibilidades, y si en una de ellas ambos lograrán salir de ahí, juntos. Es así como Palm Springs resulta ser una comedia reconfortante sobre aceptar el compromiso de compartir la vida con alguien más, reconocer actos de repetición en un estilo de vida rutinario y asumir la búsqueda de propósito en una realidad que no avanza. En otras palabras, es la comedia romántica más oportuna y relevante para los tiempos que vivimos.

Cine

l correr de los años, Groundhog Day (1993) se ha vuelto una de las comedias románticas más memorables y queridas de todos los tiempos. En ella, su protagonista (interpretado de manera hilarante por Bill Murray) tiene que vivir siempre el mismo día, que se repite una y otra vez y, en dicha situación, se ve obligado a intentar encontrarle un sentido a su existencia monótona. A primera vista, puede parecer que la premisa de Palm Springs (2020), ópera prima de Max Barbakow, donde se vive un bucle temporal, no tiene nada nuevo que ofrecer. Es gracias al estupendo guion del también debutante Andy Siara que el filme evita muchos lugares comunes en este tipo de historias, al mismo tiempo que otorga frescura y originalidad a la experiencia de encontrarse atrapado en el tiempo. En la cinta seguimos la historia de Nyles (Andy Samberg) y Sarah (Cristin Milioti), dos invitados de una boda que toma lugar en Palm Springs, en un día que am-

/// José Vicente Anaya. Foto de Pascual Borzelli Iglesias.

Entiendo su posición crítica a partir del ostracismo sufrido por grupos intelectuales de poder, más nunca compartí una visión totalizante acerca de un escritor polémico y múltiple como también lo fue Octavio Paz; y esto, pese a que el propio Paz no pocas veces rozó posturas totalizantes. La difusión de la poesía ha sido una de las tareas y obras que nos ha legado el maestro Anaya, legado tan significativo como su obra de Híkuri, un poemario fundamental en la segunda parte del siglo XX en Hispanoamérica. Poema narrativo de largo aliento, Híkuri constituye una exploración vanguardista que aún sigue siendo vigente en sus prolíficas e inéditas aportaciones: un viaje transcultural y cósmico. La divulgación de la poesía cuando se asume como apuesta y propuesta existencial llevó a un hombre como Anaya, de sólida formación cultural, a traducir escritores como Artaud, Sandburg, Miller, Ginsberg, Morrison, así como a las literaturas orientales y de la generación Beat, para quien representó un gran impulso difusor en este país. Su inspiración se cifra y se descifra en el poeta crítico como viajero cultural nómada. Hombre de letras que amó la vida en sus entrañas más sagradas, de ahí que la experiencia de lo sagrado fuera una constante en sus diversas búsquedas. Quizá ahora el poeta monje urbano, de camino hacia la plenitud de la vacuidad infinita, con su rostro sonriente, nos mira, desde el aliento de la eternidad paciente.

Poesía

Por Sigifredo Esquivel Marín t


8

LA GUALDRA NO. 442 /// 10 DE AGOSTO DE 2020

Río de palabras

Lista de objetos encontrados 5 t Por

L

Edgar Khonde

a lista de mentiras Me gustaba ir a Monteking a encontrarte y esa es la verdad. Podía, mientras viajaba, imaginar cada segundo que pasaría contigo y luego destruirlo e imaginarte de otro modo; en otro país, en otra lengua, en otro planeta, pero dibujarte siempre como eres: con tu piel de relámpago, tu olor de escritura, tu boca de diciembre y tu voz de canción ranchera. Podía antes de que nos convirtiéramos en dinosaurios al borde de la extinción y nos escondiéramos en las cavernas. Recuerdo que el día que me encontraste, me encontraste como se encuentra una piedra que se recoge y se vuelve a tirar porque regularmente las piedras nunca nos dicen nada. El tema es que no me arrojaste de nuevo al suelo ni al olvido y me quedé prendado de ti y quise recorrerte toda como los navegantes que descubrieron el mundo con sus cartas geográficas. Pero ya que estamos esperando el golpe final del meteorito asesino, y que no vamos a dejar testimonio de nuestros pasos por el planeta, un planeta que tarde que temprano dominarán los simios o los delfines o las hormigas o las cucarachas, contaré sobre el quinto objeto encontrado. La lista que hallamos en el supermercado decía lo siguiente: 1. Nunca dejes que te conviertan en harina o en unicornio o en espantapájaros, porque va a resultar que los adioses no sirven ni para nunca ni para siempre. 2. Si vas a saltar desde un edificio bien grandote, procura tener una antorcha lista para ser encendida cuando te salgan alas de pájaro. 3. Revisa tus artículos y tu tesis, bueno, o al menos dile a tu asesor que eso has estado haciendo. Dile que además te has convertido en vengador nocturno y luchas contra el mal como la hormiga atómica. 4. Corrige, elabora figuras, tablas, pero no salgas hasta que la sintaxis del día te haya sorprendido con una aurora boreal o un salto de tiempo. 5. Cuando montes a caballo no olvides que todos nos hemos vuelto estatuas, nadie es más veloz que tú, nadie sabe hacer las suertes, nadie va a salvarnos y nadie vendrá a buscar el escondite antes de que la cuenta haya llegado a cien. 6. Brinca. 7. Cuando llegues por fin a Marte no te olvides de saludarme a Curiosity, dile que yo conté su historia, díselo, dile también que siempre conté nuestra historia. Está de más decir que el último objeto encontrado es una lista. Y que de esa lista nos hemos construido otra realidad, pero no menos igual que la anterior, tampoco muy diferente.

¿En qué piensas? Me preguntaste hoy t Por

Roberto Galaviz

Caminamos, estás en silencio, y, tú eres el silencio. Vemos las nubes y su andar de carruaje lento, las aves que reposan su invierno en un vuelo ligero, la gente que se obstina en vestirse cual si fueran el otoño los amantes que en su mirada llevan las últimas hojas muertas de los últimos árboles de la tarde que caen sobre sus cuerpos tirados en el césped de los últimos minutos de esta tarde en el parque antes de irse, de romper su ruta común, antes de la despedida, los amantes secan sus lágrimas con caricias de voces pequeñas la tarde se convierte luego, en minutos apenas en segundos, quizá en un tigre aburrido de ser un cazador en el desierto de un momento a otro, todo se detiene: todo.

/// Autorretrato de Joaquín Sorolla. El pintor español Joaquín Sorolla Bastida, falleció un 10 de agosto como hoy, pero de 1923. Así lo recordamos en La Gualdra.

En blandito Por Pilar Alba

E

n blandito sí, así mero caí pero ya era tiempo, ya me lo merecía; después de tanto trancazo en el suelo duro, llano y terregoso. Me levantaba siempre adolorida con los huesos rotos, la piel raspada, el cabello revuelto y el corazón resquebrajado. Entonces el proceso de regreso a casa era lento,

pausado, pensando en las excusas para evitar los regaños: Mira nada más cómo vienes, ya te volviste a caer, ahora en dónde y con quién fue el accidente, pero mira es que tú nomás no entiendes. Y entrar a mi cuarto, darme un baño con agua calientita, curarme las heridas y llorar sobre la cama como una Magdalena triste, sí, pero no arrepentida. Porque una cosa es caerse

por error y otra darse en la torre por gusto, por el puritito placer de no quedarse encerrada, de no ver pasar la vida, de no sentir que es uno nada. Pero contigo caí en blandito, como en almohadón de plumas, como en alberca con agua calientita, como en sábanas perfumadas y recién lavadas; por eso ni me muevo, no me levantaré de aquí, no volveré a casa.

y mientras todo se detiene tú avanzas, te acercas a mí y me preguntas: ¿en qué piensas? Y no es que rompas el silencio: lo construyes yo no pienso en nada, soy la última hoja del verano de esta tarde que cae sobre la sombra ya, de los que se quieren, soy esa mirada triste del tigre que devora la sombra de una presa cazada en el Sahara tú eres el desierto y el tigre que alucina presas, y eres tu silencio tú lo eres todo, -eso piensopero no sé cómo explicártelo me limito a tomar tu mano, beso tu mejilla, y enseguida sonríes pensarás que estoy loco, y estarás en lo correcto sucede que te extraño aunque estás aquí a mi lado, y la vida sucede y con ella, nosotros.


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