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Thomas Wolfe, cuentista titánico
6 Por Mauricio Flores*
Creo que estamos perdidos aquí en los Estados Unidos, pero creo que seremos encontrados.
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T. W.
Existe un cuento en la obra Thomas Wolfe (1900-1938) que bien representa la actitud que ante el hecho literario mantuvo durante su no muy extendida vida el escritor norteamericano. Se trata de “La fama y el poeta”, apenas ocho páginas, donde se cuentan las dificultades entre la relación de ambos personajes, camino a su encuentro definitivo, una vez sorteado el gran dilema engañador-engañado. “Ella le rodeó con los brazos, y apretó su boca fragante contra la de él. Él respiró la fragancia de su pelo brillante, el olor a flor de su encanto seductor. Su forma voluptuosa se inclinó hacia atrás y cedió al abrazo de él: él estaba perdido”. No se dejó vencer por los glamures terrenales Thomas Wolfe. Su vida profesional transcurrió siempre en función del movimiento, entendido este como la búsqueda de los porqués más íntimos del ser humano. Por lo mismo su obra (dramaturgia, novela, cuento) está tejida con los lazos de la vida diaria. Indagación que en el panorama de los años treinta, la Norteamérica posterior a la primera gran crisis económica, se tornó casi en una extendida confesión propia. Hecho que le habría otorgado pasaporte de aceptación entre los cada vez más numerosos lectores de invención narrativa, desde entonces y hasta nuestros días.
Más citado que leído, más coleccionado que distribuido, Thomas Wolfe es autor de un corpus novelístico acotado donde trasciende Look Homeward, Angel, publicada justo en el año del crack, y traducida al español como El ángel que nos mira (Malcom Bradbury, el gran compilador de la novela norteamericana moderna la nombra Vuelve a tu casa, ángel, con el subtítulo de Historia de una vida soterrada).
Sin embargo, Thomas Wolfe fue también un gran cuentista catalogado al lado de los mejores exponentes, contemporáneos y posteriores, de la llamada autoficción gringa. “El mayor talento de su generación”, sostuvo Faulkner, y de quien tenemos ahora al alcance Cuentos, traducción de Amelia Pérez de Villar a The Complete Short Stories, que data del año 87.
Es en estos Cuentos donde el lector descubrirá Fame and the Poete, una bella alegoría en la que la fama corpórea, “¿cómo nos la vamos a arreglar, con esas alas?”, descubre a un joven poeta, luego de haber salido con Shelley, Keats, Milton y Walter Raleigh. Sí, puesto que el propio Thomas Wolfe fue un buen conocedor de las letras británicas, tras residir ocho años entre Inglaterra y Alemania y viajar por una Europa a punto del fatal colapso.
Fueron muchos los cuentos escritos por el también autor de Of Time and the River y You Can´t Go Home Again, novelas bestseller en su momento y donde el personaje Gant no detiene su andar para llegar a “la ciudad de mí mismo, el continente de mi alma”, dixit Bradbury, ambas lamentablemente muy difíciles de conseguir en ediciones modernas.
Un Gant (Eugene) que crece en un mundo sureño provinciano, esterilizante, y sin embargo, “profundamente enraizado cuyos confines romperá poco a poco en pos de aguas más profundas. Gant es un artista que deja su hogar para buscar nuevos lugares, realizar nuevos descubrimientos y probar las ciudades norteñas y los mundos extraños” (Bradbury).
“Todo” Wolfe
De vuelta en los cuentos también “está todo” Thomas Wolfe, augura Pérez de Villar, quien al enfrentar el reto de traducir los 58 apartados lo hizo “como si no hubiera leído nada de él, ligera de equipaje e inasequible a toda influencia, sesgo o prejuicio”.
Y precisa:
“De modo que volví atrás y rehice el primer borrador de traducción de los relatos que abren el volumen. Y bendigo la hora, porque Wolfe, leído así completo y de tirón —leído como lo lee un traductor— es incomparable e inclasificable, y sus cuentos reunidos constituyen un corpus titánico que contiene un universo titánico”.
Personajes, espacios e historias, en su mayoría conteniendo los rasgos de la naturaleza del autor, y que sin pretender la fama acompañan desde hace noventa años a este escritor norteamericano que al mirarse en el espejo de la literatura mucho aporta al descubrimiento del yo de la colectividad, sin engañadores ni engañados.
“Hay pocas vidas heroicas”, recupera de Thomas Wolfe el ensayista Bradbury, “de la única que sé lo suficiente es de la mía propia. Esto puede sonar presuntuoso, quizá, pero como es cierto, no veo la razón para negarlo”.
Un yo desesperado
Emocional y técnicamente, Wolfe se impuso la tarea de mezclar ambos mundos (el tradicional y el moderno). Sus libros fueron la respuesta a esa imposición, pero se arriesgaron a lo que inevitablemente sucedió: que el espacio entre ellos esté lleno de un Yo desesperado que se expresa como una retórica incansable de necesidad y deseo —una retórica a veces espléndida, a veces penosamente cargada de huecas resonancias y vagos ecos hiperliterarios”. (Malcom Bradbury, La novela norteamericana moderna).
Thomas Wolfe, Cuentos, Traducción de Amelia Pérez de Villar, Páginas de espuma, México, 2020, 922 pp. * @mauflos