SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 471 /// 22 DE MARZO DE 2021 /// AÑO 10
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Pedro Coronel
100 Años
Este 25 de marzo de 2021 conmemoramos el centenario del nacimiento del artista zacatecano Pedro Coronel. De él, dijo Octavio Paz: “La actividad artística tiene una relación con el exorcismo. El artista quiere deshacerse de sus obsesiones; en cuanto lo logra, advierte que se ha convertido en un hacedor de fantasmas. El exorcismo de Coronel no lo libera de sus obsesiones; ahora están en el cuadro y nuestras miradas se cruzan con las suyas. Pero la palabra obsesión no es la que conviene a la pintura de Coronel. Pasión: sensualidad, violencia, alegría solar y trágica, soberanía del rojo y el amarillo. Esa pasión también es melancolía, sentimiento agudo de la soledad, y como una flor inesperada, la presencia delicada de la muerte”. [Número especial dedicado a Pedro Coronel en Centenario de su nacimiento]
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LA GUALDRA NO. 471 /// 22 DE MARZO DE 2021 /// AÑO 10
La Gualdra No. 471
Editorial
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edro Encarnación Coronel Arroyo nació un 25 de marzo de 1921 en la ciudad de Zacatecas y este 2021 conmemoramos el centenario de su nacimiento. Cuando Ramón López Velarde falleció, Pedro tenía casi tres meses de nacido; de alguna manera la vida quiso que estos dos geniales artistas zacatecanos tuvieran el mismo año como marca, como sino. Ambos tuvieron a su tierra presente, migraron por diferentes circunstancias y la Ciudad de México se convertiría en su última sede. Pedro hizo de su vida un viaje constante, en su recorrido por varios países del mundo fue adquiriendo obras de arte que conformarían la colección de su Universo; Ramón vivió siempre en Tierra Adentro y nunca conoció el mar, pero construyó un universo de poesía. La poesía y su tierra fueron sus dos puntos de convergencia. Pedro partió a la Ciudad de México en 1939 cuando tenía 18 años; llegó a la capital del país para estudiar en La Esmeralda. Ese sería el primero de los múltiples viajes que realizaría y de los que regresaría siempre a Zacatecas. La lucha de Pedro Coronel era encontrar esos vínculos entre la realidad y la plástica, entre la plástica y la poesía. 20 años después de su partida, en 1959 crea La Lucha, el óleo que fue merecedor del primer premio en el Salón Nacional de Pintura, esta obra se encuentra en exhibición en el Museo Francisco Goitia. Ese mismo año, ganaría el Premio de Pintura José Clemente Orozco y la Mención Honorífica Especial en Escultura, en la Segunda Bienal Interamericana de Pintura, Escultura y Grabado en la Ciudad de México. Decía Octavio Paz sobre la obra de Pedro Coronel lo siguiente: “La actividad artística tiene una relación con el exorcismo. El artista quiere deshacerse de sus obsesiones; en cuanto lo logra, advierte que se ha convertido en un hacedor de fantasmas. El exorcismo de Coronel no lo libera de sus obsesiones; ahora están en el cuadro y nuestras miradas se cruzan con las suyas. Pero la palabra obsesión no es la que conviene a la pintura de Coronel. Pasión: sensualidad, violencia, alegría solar y trágica, soberanía del rojo y el amarillo. Esa pasión también es melancolía, sentimiento
agudo de la soledad, y como una flor inesperada, la presencia delicada de la muerte. La muerte transfigura la pasión, le quita la venda de los ojos, le da lucidez y conciencia de sí misma. La conciencia de Coronel es lúcida: se sabe mortal. Por eso quiere inmortalizarse, durar. No la inmortalidad del artista sino la de su pasión: eso es, a eso tiende, toda obra”.1 Obra y artista son inmortales, lo consiguió. A propósito de los 100 años de su nacimiento, podemos decir que hablar de Pedro Coronel es necesariamente hablar de su generosidad, de su pasión por la vida y por el arte. Quienes lo conocieron afirman que además de su corpulencia, lo distinguía un fuerte carácter y una proclividad por los placeres y la belleza en todas sus manifestaciones. De buen comer, de buen beber y de bien amar, su personalidad está finalmente plasmada en sus obras que hoy podemos apreciar en la ciudad que lo vio nacer y donde descansan sus restos mortales desde 1986 -falleció el 23 de mayo de 1985-. Si bien persistió durante años la confusión sobre la fecha precisa de su nacimiento, hoy podemos afirmar que 1921 fue el año en que vio por primera vez la luz y fue esta -indescriptiblemente hermosa en Zacatecas- la que lo marcó para hacer de su vida arte puro e inmortal. Dedicamos esta Gualdra a su memoria porque es lo menos que podemos hacer por honrar la vida de un hombre de talento excepcional y de una generosidad tal que decidió dejar en Zacatecas su colección de arte universal para beneplácito de todos quienes visitan su museo. Visítelo, lleve flores a su tumba este jueves 25 de marzo, celebre con él, como lo hacemos nosotros desde este espacio editorial; de ser posible lea “Muerte sin fin”, de Gorostiza, su poema preferido, mientras brinda por este artista zacatecano a quien mucho tenemos que agradecerle. Que disfrute su lectura.
Contenido Pedro Coronel, el espíritu viajero Por Jánea Estrada Lazarín Pintar y pintura Por Alfonso López Monreal
Pedro Coronel: la libertad en la restricción Por Jorge Pech Casanova
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El edificio, el museo Por Bernardo Araujo
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Tesituras a Pedro Coronel Por Armando Salgado Generoso Por Carlos Agustín Carta a Pedro Coronel Por Jorge Ortega
Mujer caracol (marzo) Por Humberto Mayorga Murmullos Por Pilar Alba
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
1 Octavio Paz, “Artes plásticas. Presentación de Pedro Coronel”, París, 1961. En Revista de la Universidad de México, Cultura UNAM, junio de 1961, p. 23.
Directorio
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Pedro Coronel, el espíritu viajero*
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Por Jánea Estrada Lazarín
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ara 1960, Pedro Coronel había entablado relación con intelectuales como Juan Rulfo y Octavio Paz; estaba recién egresado de La Esmeralda por lo que viajó a París por primera vez, ahí tuvo la oportunidad de trabajar en los talleres de Victor Brauner y Constantin Brancusi; a su regreso expuso individualmente por primera vez en 1954. Un año después realizaría el mural en mosaico para el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social. En 1959, su cuadro La Lucha había obtenido el Primer Premio en el Salón Nacional de Pintura, organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes, y que actualmente se exhibe en el Museo Francisco Goitia. Después de que Francisco Goitia obtuviera el premio de la Primera Bienal Interamericana de Pintura, Escultura y Grabado con su obra Tata Jesucristo, Pedro Coronel fue reconocido con el premio de Pintura José Clemente Orozco y la mención honorífica especial en escultura en la Segunda Bienal Internacional de Pintura, Escultura y Grabado organizada por el INBA en el Palacio de Bellas Artes. A partir de ahí, la vida de Pedro Coronel se convirtió en un ir y venir de México a distintas partes del
mundo; combinó su quehacer artístico con el oficio de conocer y coleccionar obras de colegas y artistas a quienes admiraba. Tras participar en varias exposiciones en Canadá, en 1961 también exhibió de manera individual en la galería Le Point Cardinal, en París. El texto de presentación estuvo a cargo de Octavio Paz, quien fuera “el primero en llamar la atención sobre las grandes cualidades de Coronel, cuando el artista abrió su exposición en la Ciudad de México, en 1954”, como lo afirmó Justino Fernández, quien consideró que todavía fue más importante la exposición de 1959, en la que “se reveló su poderosa personalidad en una serie de pinturas y esculturas”.1 Fernández se refería a la exposición Los habitantes: “fue en esta exposición que se me revelaron las cualidades extraordinarias y la originalidad de Pedro Coronel como artista; fue una inolvidable experiencia personal”. Respecto de la exposición de 1960 en Bellas Artes, el crítico de arte dijo también que en ella “había, a través de toda la obra, un sentido mexicano ancestral, sin que fuera posible determinar dónde se encontraba. Hacía mucho tiempo que no veíamos una exposición semejante, después de las de Orozco, Rivera, y alguna más reciente de Tamayo”.2 [...] París seguía siendo uno de los principales lugares en el
mundo para exhibir arte. Exponer en esa ciudad europea era un símbolo de estatus desde entonces, pero también de éxito en el mercado internacional. Coronel no solo expuso ahí, sino que decidió que en la Ciudad Luz establecería su residencia, si no de manera permanente, sí frecuente, de ahí que adquiriera una casa en uno de los barrios más hermosos de la ciudad francesa, cerca del Observatorio; ese lugar sirvió como residencia temporal a partir de la década del sesenta para artistas mexicanos que viajaban hasta allá, entre ellos, Francisco Toledo, con quien mantuvo una cercana amistad hasta su muerte. * Fragmento tomado de mi libro Una bizarra melancolía. La tradición plástica en Zacatecas, Secretaría de CulturaInstituto Zacatecano de Cultura, Ed. Texere, Zacatecas, México, 2020, pp. 204-206.
Justino Fernández: “Pedro Coronel: Ángel y demonio”, en Revista de la Universidad en: http://www. revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/ les/journals/1/articles/9736/public/9736–15134–1– PB.pdf (6/6/2018). 2 Idem. 1
Pintar y pintura Yo hablo con mi mano, tú escuchas con tus ojos. Shih Táo
Por Alfonso López Monreal t
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a pintura es consciencia, vigor, empuje. Alteración de nuestra realidad, la actividad pictórica es provocadora en su esencia; nos libera, nos empodera y da autonomía. La pintura revela este mundo; crea otro. Muestra lo que no vemos, la realidad interior, la visión de las cosas. Pintar es un acto de fe, ángelus y condena; Fra Angélico y el Bosco. La pintura carcome, sana y embria-
ga; nos deslumbra e ilumina. Nos engaña y nos redime. La pintura es piel, tambor, huesos. Luz y sombra. Drama y ternura. Arte de burlar la realidad con el color para llevarnos a otra realidad. Aprendizaje de una técnica para transcenderla. Es meditación justificada por la concepción de la obra. Búsqueda utópica de la perfección, logros parciales de lo eminentemente humano. Rupestre, renacentista, naif, cubista, abstraccionista, surrealista, posmodernista. Lenguaje de signos, runa gestual.
Símbolo de nuevas esperanzas, invención mitológica. Es la evidente muestra del mestizaje entre culturas, Coatlicue y Cristo, ícono, serpiente emplumada, Malintzin y Verónica. La pintura nos enfrenta al misterio de nuestra condición: Eros y Tánatos. Complementarios: Rojo, verde. Azul, naranja. Amarillo, violeta. El no color y la suma de todos los colores. Nos deja viendo visiones. Parados frente al abismo del génesis, como al primer hombre en el primer día.
/// Pedro Coronel. Brindis del Bohemio. Óleo sobre tela. 135 x 100 cm. 1980. Colección privada.
Pedro Coronel 100 Años
/// Pedro Coronel. El ajolote. Óleo sobre tela. 58 x 184 cm. 1959. Colección privada.
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Pedro Coronel 100 Años
Pedro Coronel: la libertad en la restricción Por Jorge Pech Casanova* t
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l artista Pedro Coronel, nacido en Zacatecas en 1921, no le tocó presenciar cómo la mitad del mundo que amaba y lo había formado, se vino abajo con aterrador estruendo el 19 de septiembre de 1985. Falleció el 23 de mayo de ese año, dos meses después de haber cumplido 64 años de edad y cuatro meses antes de que la Ciudad de México, donde residía, fuese devastada por un terremoto. Al pintor y escultor un derrame cerebral le lo eximió de presenciar cómo la urbe donde se había iniciado en las artes plásticas era demolida por un cataclismo que hasta la fecha perturba a los habitantes de la capital. El destino de Pedro Coronel, al igual que el de su hermano Rafael, era artístico quizá de manera inevitable. Ambos nacieron en Zacatecas, en el mismo Estado en donde nació el poeta Ramón López Velarde. Pedro, en particular, nació el 25 de marzo, tres meses antes de que su paisano, el gran escritor modernista, falleciera en la Ciudad de México. Curiosamente, durante toda la vida de Pedro Coronel se mantuvo la duda de si había nacido en 1922 o 1923, hasta que su hijo aclaró que la partida bautismal indica el año 1921, si bien la tumba del artífice marca en su lápida “1922-1885”.1 Pero no solo la coincidencia de haber nacido en Zacatecas condujo el destino de los Coronel sino el ambiente familiar. Pedro lo evocaría en sus memorias: “Soy hijo de músicos, de pintores, de revolucionarios [...] Mi madre tocaba la mandolina, mi padre el clarinete y el violín. Los domingos, después de la misa y de la comida, tocaban, música popular, de provincia...”. Como López Velarde, los hermanos Coronel abandonaron la vida provinciana para desarrollarse en la capital de la república. Pedro, diez años mayor que su hermano Rafael, llegó a la metrópoli en 1939. En ese año, la Escuela de Escultura y Talla Directa en la que se inscribió cambió su sede del ex convento de la Merced a la calle Cacahuatal. La institución aún se mudaría una vez más al antiguo convento de San Ildefonso, para convertirse en la Escuela Nacional de Pintura Escultura y Grabado La Esmeralda en 1942.2 En la escuela, dirigida entonces por Antonio Ruiz “El Corcito”, Pedro Coronel estudió con los escultores Juan Cruz y Francisco Zúñiga. Además, tuvo oportunidad de conocer a varios brillantes creadores que enseñaban en La Esmeralda: Diego Rivera, Frida Kahlo, Manuel Rodríguez Lozano, Carlos Orozco Romero, Santos Balmori y Agustín Lazo, entre otros. Con Diego Rivera, el joven no solo tomó clases, sino que el famoso muralista se volvió su mentor y consejero.
/// Pedro Coronel. Foto cortesía del Museo Pedro Coronel.
Cuando Coronel concibió el plan de ir a París para repetir los pasos de Rivera (quien había descubierto el cubismo trabajando a la par que Picasso y Braque), el robusto pintor se lo desaconsejó, para congoja de su alumno. Sin embargo, aprovechando que a Coronel ya le habían asignado algunas materias como profesor en La Esmeralda, Rivera consiguió que la escuela subsidiara el viaje de Pedro a Francia. Antes, el muralista le advirtió a Coronel que aquel viaje le haría perder “su esencia mexicana”. En París Pedro Coronel concurrió al taller del escultor rumano Constantin Brancusi.3 Ahí conoció al pintor Víctor Brauner, compatriota de Brancusi. Ambos dejarían una influencia importante en las concepciones estilísticas y técnicas del mexicano, quien, como vaticinó Rivera, perdió su “esencia”. En realidad, Pedro Coronel aprendió con Brancusi y Brauner concepciones artísticas que lo llevarían renovar la plástica mexicana; del escultor aprendió —como
señala Laura González Matute— el carácter de la forma, la predilección por la escultura africana y precolombina, el rechazo a la sumisión ante el modelo para apuntar hacia lo absoluto, la búsqueda de la pureza y de la esencia, pero de una esencia humana, que no se limitaba a lo nacional. Además, Coronel recibió del pintor Brauner el aliento para imbuir sus obras pictóricas en la alquimia y la magia, en las mitologías antiguas de Oriente, Egipto y América precolombina, así como en el arte popular. Agrega la historiadora González Matute que los emigrados soviéticos Serge Poliakoff, pintor, y Ossip Zadkine, escultor, también influyeron a Coronel para un trabajo pictórico basado en las cualidades específicas del color, y para buscar en la escultura el juego de relieves y huecos yuxtapuestos a la búsqueda de ritmos, así como las diferencias de planos y las correspondencias existentes entre los vacíos y los relieves. Otra influencia fundamental para Co-
ronel en París fue su encuentro con Rufino Tamayo, el artista mexicano que se oponía con más vehemencia al credo nacionalista de Siqueiros y Rivera. Tamayo propugnaba un arte sintético, basado en la sobriedad colorística y formal, capaz de apelar con profundidad a los sentimientos y experiencias comunes a toda la humanidad. Con las enseñanzas de Tamayo, Coronel descubrió que su aparente “desvío” —al absorber por ejemplo las enseñanzas del arte ancestral africano—, lo devolvía a sus orígenes como parte de una tradición escultórica y pictórica que, en América, procedía de tiempos prehispánicos. Tras dos años de esto aprendizajes, Pedro Coronel retornó a México con una visión del arte que acaso no agradaría a su mentor Rivera, mas sin duda abría nuevos caminos a la plástica mexicana. Para el artista nacido en Zacatecas significó, en palabras de la especialista González Matute, “un mundo de color, textura, primitivismo y conceptos
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filosóficos ancestrales, que nos renuevan el desasosiego por descubrir las incógnitas del origen del ser, de las pasiones eróticas, de los furores bélicos y de nuestro ineludible camino hacia la muerte”. En 2021 celebramos el centenario de este artista singular, a quien no se le menciona tanto como a su hermano Rafael. Acaso porque el abstraccionismo de las pinturas de Pedro Coronel es menos cómodo para los observadores que la espléndida retratística de su familiar. Quizá porque la restricción de líneas, que define la escultura de Pedro, es menos atrayente que la prolija figuración adoptada por Rafael para su obra tridimensional. La expresión abstracta o sintética suele tener menos seguidores que las obras figurativas. Sin embargo, gracias al contacto que Pedro Coronel tuvo con el arte “ajeno”, su pintura y su escultura son definidamente mexicanas, si bien son, sobre todo, certeramente humanas, como lo entendió Octavio Paz desde 1956 al escribir: “La obra tiene vida propia, una vida que no es la del artista ni la del que la mira; por eso es distante y por eso puede ser contemplada indefinidamente por las sucesivas generaciones de los hombres. Los significados de la obra no se agotan en lo que significa para este o aquel. La obra se niega al consumo, pero se abre a la comprensión”.4 Hace décadas que el hombre se ha ido, pero su obra permanece. A un siglo de su nacimiento, es necesario también celebrar su empeño por reunir una colección de arte que le ayudó a enriquecer su trabajo creativo, y que donó a su estado natal en 1983 para constituir el museo Pedro Coronel. Ahora, ese espacio alberga las obras del pintor y escultor, así como su inapreciable colección que
A cien años del nacimiento de Pedro Coronel permanece su museo como un hito del coleccionismo mexicano. Sobre todo, permanece la obra del propio artista como lección de que las creaciones humanas carecen de nacionalidad, pues cuando se ejecutan con una profunda conciencia de la naturaleza humana, encarnan la experiencia de todas las personas que sobre la tierra han sido, son y serán. Pedro Coronel, en vida, acaso ambicionó ser uno de esos personajes de Rufino Tamayo que se plantan ante el universo para dar fe de su fugacidad como seres vivos y de su constancia como símbolos. Eligió el artista abandonar las restricciones de la forma para abismarse en las reservas del color. Paradójico, estableció la ausencia de formas en su obra pictórica como recurso formal. En su escultura restringió los componentes para amplificar detalles esenciales. Al fin, se convirtió en explorador de un mundo meticulosamente cartografiado en sus pinturas, pormenorizado con libérrima contención en sus esculturas. * Mérida, Yucatán, 1966. Escritor, crítico de arte, documentalista. Ha publicado la novela Juntos en el infierno (Ediciones B, 2017) y otros libros de ensayo, poesía, historia, crítica literaria y de artes visuales. /// Obra de Pedro Coronel en el Museo Francisco Goitia, en Zacatecas. Secretaría de Cultura-INBAL.
incluye piezas de Grecia, China, Japón, Italia, países de África y Oceanía, además de creaciones de Marc Chagall, Alexander Calder, Salvador Dalí, Vasili Kandinsky, Joan Miró, Pablo Picasso, Serge Poliakoff y Victor Vasarely, entre muchas otras notables. La tempra-
na muerte del artista llevó a que sus restos también fuesen depositados en el patio del museo. Reposan desde 1986 en ese rincón de lo que fue el Colegio de la Purísima Concepción de la ciudad de Zacatecas, fundado en el siglo XVII.
Laura González Matute, “La obra de Pedro Coronel”, Discurso Visual, revista digital del CNDIAP, enero-abril de 2006, en http://discursovisual.net/dvweb05/diversa/divcrelaura.htm 2 Idem. 3 Idem. 4 Octavio Paz, “Un nuevo Pintor: Pedro Coronel”, en los Privilegios de la vista, volumen II, Fondo de Cultura Económica, 1995. 1
Pedro Coronel 100 Años
/// La Lucha, de Pedro Coronel, en el Museo Francisco Goitia. Secretaría de Cultura-INBAL.
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El edificio, el museo Por Bernardo Araujo*
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ebí haber tenido cerca de nueve años cuando conocí el Museo Pedro Coronel, como parte de las actividades de un curso infantil de verano. Antes de eso, las únicas referencias que tenía de ese lugar es que este había sido un colegio jesuita y un convento de mojes dominicos. Luego, una prisión en la que los reclusos no gozaban siquiera del derecho a alimentarse dignamente, y de donde eran sacados para realizar, como parte de su castigo, jornadas de trabajo extenuante, de las cuales los únicos beneficios posibles eran la comida, ropa o monedas que la gente les obsequiaba durante su paso por las calles, si es que los vigilantes lo permitieran. Estuvimos varios minutos encerrados dentro de una prisión de castigo, como parte del recorrido
por el edificio, y aunque sabíamos que únicamente se trataba de un atractivo más de esta experiencia, la sensación de abandono y opresión me acompañó durante muchos años, como también la idea epifánica de que el arte sirve para liberar a los hombres, y que inconscientemente me acompaña desde entonces. Después todo cobró sentido, la biblioteca con volúmenes antiguos, el sarcófago egipcio, las piezas orientales y africanas, los Dalí, los Miró, el Picasso, que me abrirían después hacia mayores preguntas estéticas y existenciales. Casi para salir, la escultura en piedra negra de un rotundo cuerpo femenino. Sin duda, el legado de la Colección de arte El Universo de Pedro Coronel es una gigantesca puerta hacia la magia de la creación humana y al espíritu del arte que nos conforta y guía.
Las fotografías del edificio que posteriormente sería el Museo Pedro Coronel, son de inicios de la década de los años 80 del siglo pasado. Pertenecen al Fondo Federico Sescosse Lejeune, Biblioteca del Camino Real de Tierra Adentro, del Centro INAH Zacatecas. Fue en esa época en la que iniciaron los trabajos de remodelación gracias al apoyo del gobernador José Guadalupe Cervantes Corona y a las gestiones realizadas por don Federico Sescosse, quien in-
* Escritor zacatecano.
corporó al equipo de trabajo al artista Alfonso López Monreal para que colaborara también en la adecuación del edificio. Pedro Coronel tenía la idea, al inicio, de que la exposición de su colección El Universo de Pedro Coronel fuera temporal, pero decidió posteriormente que se quedara en comodato y de manera permanente en ese espacio bajo el resguardo de Gobierno del Estado de Zacatecas. Gracias a la generosidad del artista, el suyo fue el segundo museo dedicado
a la exhibición de obras de arte en la ciudad; se inauguró el 8 de mayo de 1983. Además de la obra de Pedro Coronel -esculturas, litografías y piezas al óleo-el museo alberga piezas de arte africano, arte oriental y algunas piezas del periodo prehispánico que fue coleccionando durante años, producto de sus viajes por varios países del mundo. En otra de las salas se encuentra también la Tauromaquia, de Francisco de Goya y Lucientes -uno
de los tesoros más grandes de este museo- así como piezas de Dalí, Kandinsky y Picasso, por mencionar solo algunos de los autores. La tumba de Coronel, quien desde el año 1986 se encuentra sepultado en uno de los patios interiores del museo, aún tiene la fecha -erróneade 1922 como año de su nacimiento; Coronel llegó a imaginar tener su propio taller en ese lugar, pero la muerte lo soprendió el 23 de mayo de 1985.
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Tesituras a Pedro Coronel Pedro Coronel 100 Años
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Por Armando Salgado* ¿Qué color, en ti, danzó primero? ¿Fue la raya solar de un tigre con su verja donde capturaste el fondo de la luz? ¿Qué ciudad tuvo tu infancia para irla a visitar? ¿Cuál fue tu recuerdo imprescindible? ¿De qué madera está hecho el bastidor en que expones tus pinturas del otro lado de la vida? * Poeta michoacano.
Generoso t
Por Carlos Agustín*
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a obra de Pedro Coronel me encanta. Conocí su obra en el Museo de Arte Moderno; de su escultura vi también una calavera en su casa de San Jerónimo, ¡qué pieza! La síntesis de la muerte; y otras obras con una gran influencia griega y romana, con ese toque suyo, tan minimalista. A él lo conocí en una comida que les hizo a los Chimales (un equipo del Centro Cultural Posada, que estaba en la Colonia Juárez... andaban por toda la república llevando y trayendo obra) a la cual fui invitado; durante esa comida, nos dejó comer primero a todos, después dijo: ¡Ahora voy yo! Y se dio un severo atracón de todo... Me impresionó su corpulencia, pero más su erudición, ¡qué hombre tan culto!, culto y generoso, en todos los sentidos. * Escultor.
/// Pedro Coronel (1921-1985)
Carta a Pedro Coronel t
Por Jorge Ortega*
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uerido y admirado Pedro Coronel: nací y crecí en Baja California. Pero mi madre en Zacatecas. Desde pequeño, en la frontera norte de México, ella me habló con entusiasmo y orgullo de usted. Me presentó su obra en libros, folletos y postales. No existía aún el internet y la única manera de asomarme a su trabajo pictórico y apreciarlo era a través de reproducciones impresas. Luego, al viajar a Jerez durante las vacaciones de verano, la abuela se unía en coro a mi madre y ambas proseguían afianzando mi iniciación en los grandes pintores zacatecanos, entre los que usted figuraba en primer plano. Mucho después comencé a escribir poemas y al
paso del tiempo los fui aglutinando y publicando en libros. Ese ha sido mi destino, como el de usted el pincel, la brocha, el color, la materia moldeada con los dedos de la mano, planetas girando alrededor del sol de cada pieza de arte engendrada por la sensibilidad del tacto y la precisión del pulso. Hoy puedo decir que el descubrimiento de su obra fue decisivo para mí: no únicamente me permitió colonizar los abismos de la fabulación sino también aquilatar la pigmentación de las palabras, igual que las vocales cromáticas de Rimbaud. El carácter genésico, prístino, de su mundo plástico asistió la detonación de mi vocación para entrever los infinitos matices del lenguaje verbal y, al tantearlos y combinarlos, intentar nombrar nuestra naturaleza primordial. Como la pintura la poesía y viceversa. Su legado continúa vivo
por sí mismo, sobra aclararlo, y se prolonga también en el arte de quienes ha inspirado. ¡Mire nada más, nunca lo traté y parece que lo hubiera! Al recordar aquellos días, caigo en cuenta de que usted es de algún modo un personaje familiar, y, por lo tanto, entrañable... y, como le confieso, piedra angular de los primeros estados de gracia que experimenté frente a la imagen zurcida de trazos enigmáticos o curvas esenciales, la tela iluminada por el hombre. En fin, le escribo para darle las gracias por todo esto. Algún día, en algún lugar, podremos quizá coincidir y será un honor darle un fuerte apretón de manos. Mientras tanto, ¡salud a la distancia con un mezcalito de Teúl y felices 100! * Poeta y ensayista.
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LA GUALDRA NO. 471 /// 22 DE MARZO DE 2021
Mujer caracol (marzo) Por Humberto Mayorga t
Pedro Coronel 100 Años
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n caminar del río subterráneo que hace curvas bajo la montaña, una salida de sol en marzo doce, una primavera que emerge entre las ramas de los árboles desnudos, un parpadeo matinal acompañado del bostezo. Busco a tientas: las horas del reloj caen sobre la mesita de madera, vuelto al principio. Un manantial de palabras que tienen su origen en la lengua. Escritura sobre el tiempo, miles de historias inacabadas, un grano de diente de león arastrado por el viento, por el soplo de tus labios, oraciones entre olas del mar en llamas. Aquí siempre es marzo, el polen construye montañas que llegan al cielo azulado. Calles, nombres, carreteras, caminos, brechas. Aquí siempre es vida. Aquí siempre hay vida. Los pájaros comienzan a visitar las flores del naranjo, tiritan sobre el herraje del balcón. Lo que toco resplandece. Siempre es marzo. Transfiguración. Vuelo. Agua de la vida. Cada ventana llega al mar, al puente, al terruño. Ni el pretérito es tan simple ni el futuro tan perfecto, dicen. Veo muros invisibles, poco despues se escapan como el agua entre el puño de un niño. Sendereo por las calles de mí mismo, luego, me hablas como el río. Aquí siempre es marzo. Hay luz y silencio, nubes y pájaros en círculos. Pasa todo. Todo se queda, los atardeceres clavados en un óleo, en el grabado del artista que con tinta natural virtió su verdad, amaneceres entre bosques. Todo se queda.
/// La mujer caracol, de Pedro Coronel, en el museo que lleva su nombre.
Me busco entre otros, me encuentro entre otros. Me encuentro en el agua, el fuego, el viento. Aquí siempre es vida, aquí siempre hay vida. Todo lo que veo es belleza. Claridad. Aurora. Todo lo que toco es vida. Todo lo que veo en poesía se convierte. Abre la
mano y toma un puñado de semillas, viértelas sobre el jardin imaginado y verás los sueños cerca de ti, siembra del verano, cosecha del hoy. Labra tu cara, contempla tu mirada. La vida eres tú, la vida perdurable. Aquí siempre es marzo... escucho el sonido
Murmullos t
Por Pilar Alba
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legó sigilosa, volteaba a todos lados, esperaba que nadie se hubiera dado cuenta que escapó de casa. Debe estar loca, con lo que está pasando en las calles, salir así a exponerse; pero a veces el amor es más fuerte, tanto, que obliga a hacer locuras como esta. Se sentó a la espera del ser amado. Cortó una pequeña rama para espantar con ella más que a los moscos o a los malos pensamientos; al miedo de encontrarse ahí sola, alerta a cualquier sonido. Sonó su teléfono. Era él, ya venía, en menos de cinco minutos estaría a su lado. Su corazón se aceleró, su cuerpo temblaba no solo por el frío de la noche sino por la emoción de lo que
le esperaba. Él, salió de su casa por la puerta de atrás, pensó en lo que le dijeron sus amigos: En la noche por ese corral se aparecen espantos; pero no dudó ni tantito, había quedado de verse con ella. Le mandó un mensaje: En cinco minutos estaré a tu lado. Su corazón se agitó al tiempo que emprendía a la carrera, sus tenis al correr eran el único sonido. Así los escuchó ella, de pronto le dio miedo pensar que no fuera él, que viniera cualquier otro; pensó en correr y ponerse a salvo. Sus miedos se acallaron cuando lo vio llegar. Manuel la tomó en sus brazos, no supo decirle nada, solamente aspiró el olor de su cabello. Ella se dejó fundir en el abrazo, se sintió segura en su pecho. Los murmullos de Jade rompieron el silencio.
/// Pedro Coronel. Murmullos de jade. 1976. Museo Pedro Coronel.
del silencio, una rama que mueve el viento. Una raíz inquebrantable, el primer rayo de luz que entra por la ventana. Poesía. El silbido de un ave te despierta, mece tu sueño, arrulla el día, te lleva un deseo, un abrazo, un susurro, un anhelo.