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El malecón y sus presagios
Literatura El malecón y sus presagios
6 Por Rafael Calderón
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Este mes de mayo del 2021 nos reúne en Morelia el poeta Gaspar Aguilera Díaz (Parral, Chihuahua, 1947) con motivo del quinto Encuentro Nacional de
Poesía Joven. Esta será la segunda ocasión; la primera hace ya casi 14 años, y aquel acontecimiento fue punto de lanza para que más tarde y con la suerte de su condición de poeta excepcional, terminara mereciendo el Premio de las Artes Eréndira, que anualmente otorga el gobierno de Michoacán a creadores y artistas de trayectoria sólida y como reconocimiento a sus aportaciones en la cultura y las artes; en su caso, sucedió por el género de la literatura, por su condición de promotor cultural y por ser un excepcional poeta de la tradición lírica desde Michoacán y el país. Para aquel año 2007, la oportunidad fue inmejorable, se celebró que entonces cumplía 60 años y llevaba cuatro décadas escribiendo poesía. Ese homenaje sucedió en la capital michoacana en el Patio de la Magnolia del Museo del Estado; ahí Aguilera Díaz leyó poemas y los comentarios acerca de su obra estuvieron a cargo de Lucía Rivadeneyra, Jorge
Bustamante García, José Mendoza Lara, Francisco Javier Larios, Arturo Chávez Carmona y
Ernesto Hernández Doblas. Para la ocasión se editó una brevísima selección de poemas por jitanjáfora y se incluyeron varios textos sobre su obra: el prólogo de José Emilio Pacheco a
Pirénico; la Intermitente pero exacta semblanza original de Gaspar, de José Mendoza Lara; La mirada del viajero, por Jorge Bustamante García; La poesía pensativa, por Blanca Luz Pulido;
“Saudade” de Gaspar Aguilera, por Víctor Manuel
Pineda; El luminoso objeto de la lujuria, por José
Ángel Leyva. Así que ahora estos poemas, propongo dejen huella perenne al lector, así sea por un verso o el título, ya que la poesía, por difíciles que sean estos tiempos y que hemos estado viviendo desde la primavera del 2020, no cesa de ser una referencia de compresión con la vida cotidiana: la poesía es diálogo, es el género literario que registra una voluntad inmejorable para hacerse oír. No dejo de lado que urge un cambio en la política cultural, y ante esto, recuerdo una vez más que la ciudad de Morelia siempre celebra la poesía y se ha distinguido por albergar -aunque ahora no sea del todo así- la cultura y las artes en sus recintos y espacios públicos y por ser formadora de grandes figuras de artísticas en distintas disciplinas; sin embargo, en el terreno de la literatura y, particularmente, la poesía, ha quedado un hueco en los últimos años, tal vez debido a la falta de espacios y oportunidades para los creadores, quienes estoicamente han demostrado calidad estética a través de su obra. Recuerdo una vez más que esta ciudad durante el mes de mayo permite leer poesía y ocurre en el contexto de los 480 años de su fundación; esta realidad es una oportunidad perfecta para proyectar la existencia de un movimiento lírico que renueva la creación y sin perder de vista referentes como el de
Aguilera Díaz y generar ese punto de encuentro. Recordemos que en 1981 él fue uno de los poetas que leyeron en el ya histórico Primer Festival Internacional de Poesía Morelia convocado por Homero Aridjis; y que en esta ciudad leyeron sus poemas autores de gran trascendencia. Memorable fue la presencia de Jorge Luis Borges y de varios poetas extranjeros, traducidos al español por primera vez, entre muchos otros Seamus Heaney, Günter Grass y Tomas Tranströmer, quienes después merecieron por su obra poética el premio Nobel de Literatura.
Los encuentros de poesía tienen razón de existir en la ciudad y uno de los de mayor tradición por el tiempo que se realizó en Morelia es el Encuentro de Poetas del Mundo Latino comandado por Marco Antonio Campos; debo decir que alcanzó notoriedad en el orbe de la lengua española, ya que en este festival poético leyeron su obra autores que han merecido el Premio Cervantes, como es el caso de José Emilio Pacheco, Juan Gelman e Ida Vitale, así como una cantidad considerable de autores que son fundamentales en la poesía contemporánea, destacando poetas como el mismo Marco Antonio Campos y Emilio Coco, quien además ha dado muestras de su gran condición de lector en lengua española al traducir a su idioma poemas de autoras como Lucía Rivadeneyra.
Así pues, estos poemas de Aguilera Díaz son un ejemplo de presagio, un diálogo frecuente; nuestro autor se ha ganado el aprecio de distintas generaciones por la destreza que ya caracteriza su escritura; de ahí que a la manera de Octavio Paz termino afirmando que su poesía es “júbilo... en renovada gracia”.
Apenas una sombra
Apenas esta sombra que dejaron tus ojos en mi cuerpo apenas esta sombra intensa que da fe y certifica la presencia de tu piel entre mis manos apenas esta sombra pálido reflejo del amor como una mancha indeleble y dolorosa apenas esta sombra leve como eclipse solar sobre el deseo apenas esta sombra que oscurece y deleita.
Contraespionaje
No le digas a nadie que he vuelto a tus jardines escóndeme bajo tu cuello de ángel en tu pelo de bruma en tus ojos de marzo vengo huyendo hasta la piel de tus murallas la soledad me sigue muy de cerca ocúltame bajo tu permanente desnudez en tu mano profunda en tu llanto perfecto en tu saliva sabia preguntan quién ha sobrevivido este infiel corazón sé que no me hallarán: la luz lo ciega todo.
El malecón y sus presagios
Quiero morir una noche de agosto bajo el muelle de la Habana Vieja que mi cuerpo golpeado por las rocas acompañe a las parejas que se tocan bajo la aliteración de las olas en su violencia nocturna.
Elena de Troya cruza la avenida principal
pasaste junto a mí como desprendida del viento como si fueras huyendo de ti misma como si mayo creciera entre tus piernas y en tus pechos el sol como narciso en un espejo.
/// Gaspar Aguliera Díaz. Foto de Jorge Amed Ávila.
Oración
Todos venimos a este templo a ofrecer nuestro incienso de piel y flores a llorar por ese cuerpo que no está más aquí llegamos en absoluto olor de santidad después de besar y acariciar sin reclamos ni arrepentimientos concédenos la gracia oh señor (maravilloso dios injusto) de ver la gloria en cada poro de sentir la eternidad en cada tocamiento.