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El movimiento cultural mexicano: años veinte a cuarenta
Op. Cit. El movimiento cultural mexicano: años veinte a cuarenta
6 Por Mauricio Flores*
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Instituciones
Conforme el siglo XX avanzó y la Revolución Mexicana comenzó a diluirse en el pasado y la historia, el país fue escenario del surgimiento de instituciones culturales; ya al amparo de la sociedad o desde la paternidad del Estado, y que en mucho contribuyeron a la recreación de un movimiento de creadores.
Fue en septiembre de 1934 cuando el Estado mexicano dispuso la creación de un organismo, el Fondo de Cultura Económica, cuyo “objeto es propagar en México la cultura económica, publicando y vendiendo libros de autores mexicanos y extranjeros”. Una decisión en apariencia burocrática, pero que al cabo de los años signó el derrotero de buena parte de la cultura de las décadas siguientes, y hasta nuestros días. Con la casa editora, México tuvo una herramienta de excelencia para la generación del arte y la ciencia, la filosofía y el pensamiento en general, proyectándolo asimismo al mundo.
En el FCE se editaron, por primera vez en castellano, obras de autores clásicos de la ciencia política, la sociología y la filosofía. Fue esta misma editorial que puso en circulación El Capital, de Karl Marx, traducido del alemán por el maestro Wenceslao Roces, proveniente del éxodo de españoles al término de la República, quien también divulgó obra de Engels y Dilthey.
Nueve años después, también a instancia estatal, abrió sus puertas el Colegio Nacional, cuyo primer director fue Alejandro Gómez Arias, y donde concurrieron (lo hacen todavía) las personalidades más significativas de las ciencias y las artes.
“Reunir a los hombres más destacados de mi patria es un acto de unidad que al propio tiempo dimana optimismo en medio de las tinieblas —enfatizó en la ceremonia de apertura Gómez Arias—. Parece ser como si del cuerpo augusto de la Patria surgiera la vida misma, un arranque de fe renovada y un nuevo hálito de esperanza. No todo es obscuro ni gris; existen hombres superiores a quienes México tiene gratitud por lo que a México han dado y por lo que han hecho por México; parece que el reunir a estos hombres ha sido obra de milagro. El Colegio Nacional, su obra, no podrá medirse desde ahora, por la modestia con que nace, pero se le apreciará a distancia, en la perspectiva”.1
LEAR, TGP
Uno de los organismos más activos en la década de los 30 fue la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). Sus actividades se prologaron por cinco años y a iniciativa del artista plástico Leopoldo Méndez. Se cuenta que en sus reuniones inaugurales confluyeron artistas e intelectuales de izquierda, varios pertenecientes al Partido Comunista Mexicano, como Juan de la Cabada, Pablo O´Higgins, Luis Arenal, Xavier Guerrero, Ermilo Abreu Gómez, Alfredo Zalce y Santos Balmori.
Paulatinamente el organismo fue creciendo en organización y representatividad, recibiendo a creadores de diversas disciplinas: José Chávez Morado, Raúl Anguiano, Silvestre Revueltas, Blas Galindo, José Pablo Moncayo, José Mancisidor, Germán List Arzubide, Octavio Paz y Gabriel Figueroa…
En consecuencia con el avance del fascismo de la época, el organismo se proponía unir a la intelectualidad del país para enfrentarlo, bajo el entendido del carácter revolucionario que debería de tener todo artista. Un pilar de organización de la LEAR fue la presencia de delegados mexicanos en las diferentes reuniones de artistas e intelectuales antifascistas que se realizaron en diferentes ciudades del mundo, destacando el efectuado en Valencia, en 1937. La defensa de la República Española fue también un eje de actuación del colectivo.
Como una escisión de la LEAR, a principios del mismo 37 comenzó sus actividades el Taller de Gráfica Popular (TGP), encabezado por Méndez, O´Higgins y Luis Arenal. El canon artístico fue la recuperación del grabado mexicano del siglo XIX.
Poblado de artistas comunistas, así como la misma LEAR, el TGP “no nació en un momento de descomposición” de la primera, sostiene Humberto Musacchio. “Por el contrario —enfatiza—. En abril de 1937 la Liga estaba en su punto más alto en cuanto a número de miembros, proyección social y presencia nacional e internacional. Contra lo que declaró (Raúl) Anguiano, la creación del Taller tampoco se debió a que la Liga hubiera adoptado “tintes oportunistas” ni a que fuera “ligándose en cierta forma al régimen en turno”. Conforme avanzaba el sexenio de Lázaro Cárdenas, el Partido Comunista, lo mismo que las organizaciones obreras y campesinas, iban “ligándose en cierta forma” o, más precisamente, en muchas formas al gobierno. La Liga también, porque la dirigían militantes del PCM y muchos miembros de ese partido trabajaban para el gobierno. Ese era el caso del Taller de Gráfica y sus miembros no manifestaron en esos años discrepancia alguna con la línea del PC, que era entonces su partido”.2
Activo hasta la fecha, el TGP confirma la vigencia del arte “al servicio de las más diversas causas” y contradice la teoría de que el arte tiene su fin “en sí mismo”.
“En medio de precariedades sin cuento, con ayuda oficial escasa, la organización ha sobrevivido pese los virulentos pleitos de sus miembros y a la petulante incomprensión del medio artístico. De crisis en crisis, pasando de uno a otro domicilio y con notorios altibajos de orden estético, el Taller de Gráfica Popular sigue en pie y es la institución de su tipo más antigua del mundo, lo que no es poca cosa, pero es también la casa que bajo cualquier condición ha sabido hacerle honor a su segundo apellido y mantenerse como un centro de creadores que está orgullosa e irrenunciablemente al servicio de su pueblo”.3
Exilio español
Imposible dejar del lado las aportaciones culturales y éticas que los integrantes del llamado Exilio Español dejaron en México, a partir de finales de los años treinta del siglo XX. La imposible “conservación de los esquemas republicanos”, la “desigual batalla” del pueblo español y el avance de la barbarie planetaria, tuvieron una respuesta ejemplar en nuestras tierras. Pueblo y gobierno mexicanos, encabezados ambos por el presidente Lázaro Cárdenas, abrieron las puertas a cientos de ciudadanos españoles a fin de que continuaran sus desarrollos personales y colectivos.
Los transterrados españoles tuvieron aquí “una paz solo amargada en la evocación de la patria lejana sumida en una larga noche de dictadura, en la que quienes allá quedaron sufrieron encarcelamientos, condenas de muerte y múltiples atropellos”, recuerda Francisco Martínez de la Vega.
“Entre nosotros trabajaron, sufrieron y gozaron. Y la tierra mexicana guarda los restos de muchos de ellos pero es, al mismo tiempo, asiento definitivo de los hijos que son ya plenamente mexicanos, miembros de nuestra comunidad y donde no pocos
[Ultima parte]
/// Silvestre Revueltas. Foto de @historiachiqui