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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 359 /// 29 DE OCTUBRE DE 2018 /// AÑO 8

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Francisco Goitia. El viejo en el muladar. 1926. Óleo / tela. 52.5 x 57.5 cm. Colección MUNAL. Obra exhibida en el ex templo de San Agustín en la exposición Siempre fuimos contemporáneos, en Zacatecas.

“Siempre fuimos contemporáneos es una exploración construida en el cruce de miradas locales y externas, que en sus presencias y ausencias apunta líneas de investigación sobre el arte zacatecano que deberán abordarse en otros momentos, espacios y formatos. Hay cabos sueltos, sí, pero no están ahí para ayudar a deshacer el nudo, sino para agregar más hilos a la trama, para agregar capas de interpretación históricas, afectivas, formales…”. Esta exposición de artistas zacatecanos organizada por la XIII Bienal FEMSA se inauguró el 26 de octubre en el ex templo de San Agustín y permanecerá en exhibición hasta febrero de 2019. [“Esto no es un OVNI. Siempre fuimos contemporáneos”, por Willy Kautz y Eric Nava, en páginas centrales]


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La Gualdra No. 359

Editorial

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ctubre de 2018 cierra de una manera trepidante en Zacatecas. Como pocas veces en muchos años las actividades culturales y artísticas fueron las protagonistas en el corazón de la ciudad y en esta ocasión no se debió sólo al festival de teatro de calle. Tal y como lo habíamos comentado con anterioridad, la semana pasada tuvimos teatro en muchos de los espacios públicos citadinos; se llevaron a cabo las charreadas de cuartos de final en el campeonato nacional charro; y se inauguraron las exposiciones del programa museológico de la XIII Bienal FEMSA. Las calles de Zacatecas, los callejones, plazas, plazuelas, museos y recintos culturales universitarios se llenaron de artistas locales, nacionales e internacionales. Por si fuera poco, el día 25 de octubre en el Teatro Fernando Calderón, el artista zacatecano Manuel Felguérez recibió -muy merecidamente- el Doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad Autónoma de Zacatecas. No me detendré a dar detalles pormenorizados de lo acontecido durante los días pasados, porque sería imposible por cuestiones de extensión. Pero sí quiero compartir con ustedes lo privilegiada que me he sentido de presenciar tantos eventos culturales en este espacio en el que tengo la fortuna de vivir, mi querido Zacatecas. En septiembre de 2017 tuvimos noticia por primera vez de que la Bienal FEMSA tendría como sede nuestra ciudad; en aquel entonces no nos quedaba muy claro qué era lo que estaba por suceder, porque anunciaron que durante 18 meses seguidos habría actividades relacionadas con los distintos programas que tenían considerados, porque por primera vez, además, no se trataba de un certamen como las 12 ediciones pasadas. El programa público comenzó con las visitas periódicas de los artistas comisionados que llegaron aquí para conocer la ciudad y empezar a visualizar qué es lo que presentarían finalmente este mes de octubre; su presencia en El Santero -el espacio sede de la bienal- fue sumamente enriquecedora para quienes asistimos a escucharlos para conocer de su trabajo y su punto de vista con respecto al arte en general. Del Santero, he de apuntar que la disposición de Alfonso López Monreal al ofrecer este espacio para el desarrollo de las actividades e incluso como

lugar de residencia para los artistas visitantes, ha sido uno de los grandes aciertos de este proyecto, para empezar porque en El Santero se logró algo que se pensaba imposible antes de que lo bienal llegara: en él confluyeron artistas, estudiantes, académicos y gestores culturales que en otros tiempos hubiera resultado casi imposible que se reunieran, sobre todo durante tanto tiempo, en torno a un objetivo común; se podría decir que el primer acierto de la bienal fue el de hacer comunidad y de ello son testigos quienes hoy la conforman. Decía que fue un enorme privilegio para mí haber dado seguimiento a la construcción y desarrollo del proceso de este programa museológico, porque el viernes pasado cuando inició la exhibición de los trabajos de los 23 artistas comisionados y se inauguraron además las dos exposiciones -Siempre fuimos contemporáneos y Geometría sin fin- pude comprender todavía más la importancia de que haya sido en Zacatecas el lugar elegido por la bienal como sede. Lo que aquí está ocurriendo ha puesto a Zacatecas en el mapa internacional del arte y no creo pecar de exageración. La presencia de artistas, curadores, inversionistas, coleccionistas y directores de museos de diferentes partes del mundo; así como su opinión con respecto a la ciudad, a su riqueza histórica, a lo vasto de su patrimonio tangible e intangible, a sus acervos museográficos, a la diversidad de su gastronomía y a la diversidad y contundencia de nuestras tradiciones, me ha dejado sumamente emocionada, porque no me dejarán mentir: Zacatecas es excepcional. Escuché a una persona decir recientemente que nuestra ciudad “es el secreto mejor guardado de Latinoamérica” y eso me preocupó porque nosotros no queremos “estar guardados”; queremos, por el contrario, abrir la caja, las puertas, los candados y revelar lo que tenemos para gozo de quienes vivimos aquí y de quienes nos visitan. Sean bienvenidos todos; buen viaje a quienes nos honraron con su presencia estos días, gracias por su acompañamiento; será un placer tenerlos nuevamente por esta ciudad en la que el arte y la cultura se respiran todos los días. Que disfrute su lectura.

Directorio

Contenido Ángel de la Muerte, el de la solución final Por Mauricio Flores

Esto no es un OVNI. Siempre fuimos contemporáneos Por Willy Kautz y Eric Nava

El espectro del dolor Por Carlos Flores La Calavera Garbancera y La Catrina Por Maritere Espinosa y Miguel Jairzhinio López Ramírez

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The Haunting of Hill House: memorias y fantasmas del pasado Por Adolfo Nuñez J. Desayuno en Tiffany’s, mon ku Culto a la emoción más profunda en “Fóbica, festival de terror” Por Álvaro A. Fernández

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Me dieron ganas de soñar Por Alberto Huerta Siempre Por Pilar Alba Día de Muertos Por Manuel Sauceverde

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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Del Holocausto y más…

[Primera de dos partes] Por Mauricio Flores* t

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Qué hay en las historias del Holocausto que siguen generando las más diversas recreaciones? ¿Alguien podría cuantificar el número de libros de ficción o no ficción publicados a la fecha, en diferentes idiomas y tradiciones, acerca de la experiencia? Jean Améry, “escritor insólito pero considerable” lo llamó Jorge Semprún, escribió: “El que se ve inmerso en el dolor de la tortura siente su cuerpo como nunca antes. Su carne se realiza totalmente en su autonegación…”. Nacido en Viena en 1912, de formación filosófica, Améry emigra a Bélgica en 1938, en los tiempos del Ansczhluss, la anexión de Austria por parte de Hitler. Ya ahí será detenido por la Gestapo (por actos de resistencia) y torturado en la tristemente célebre fortaleza de Breendok, y deportado a Auschwitz “por judío”. Autor de un gran número de textos, éstos no adoptarán “una forma narrativa, sino de reflexión filosófica, lúcida, austera, desprovista de engreimiento”, anota el mismo Semprún. Tal vez de ahí, leer la sinceridad, la respuesta que como lectores seguimos teniendo a textos como los referidos. Dos novelas recientemente aparecidas hablan de estos temas. La desaparición de Josef Mengele, de Olivier Guez, y El orden del día, de Éric Vuillard. Aquí algunas impresiones de la lectura de la primera, y de la segunda la próxima semana. La “desaparición” de Mengele La memoria será siempre nuestra tabla de salvación. Abrazarnos a ella nos coloca en el camino para recobrar no sólo la libertad sino algo mayor: eso que llaman dignidad, dixit Semprún.

Así han sobrevivido millones de seres humanos a los peores espantos de la historia. Así escapó la humanidad del laberinto de horror al que la empujó el nazismo, y así también pudo llevarse a cuentas a varios de sus responsables. Célebre fue el juicio en contra de Adolf Eichmann, iniciados los años 60, encontrado en Argentina por el Mossad israelí. No sucedió los mismo con Josef Mengele, adscrito por Hitler a Auschwitz y donde llevaría a cabo inimaginables experimentos médicos con los

ahí recluidos y uno de los principales ejecutores de la solución final, quien logró “salvar el pellejo”, en la misma para entonces colaboradora Argentina, al menos para aquellos temibles criminales de guerra. Una supervivencia que nos recuerda desde la novela Olivier Guez (Estrasburgo, 1974), en la premiada con el Ranaudot francés, La desaparición de Josef Mengele. Fueron tres décadas las que vivió Mengele, el Ángel de la Muerte, como uno de los prófugos más buscados de la historia. Miembro de una acau-

dalada familia de Günzburg, desde muy joven se acercó a las SS, en su calidad de médico. Tras la derrota del fascismo, logra esconderse durante tres años en la campiña alemana, cosechando papas, para ser trasladado después a la Argentina de “provincianos, ambiciosos y revanchistas” del general Perón. Algo que pudo darse mediante la ayuda económica de su familia, la que continuó proporcionándole encubiertos pero suficientes peculios hasta su muerte, a finales de los 70. Tras su arribo a Buenos

Aires, cuenta de manera convincente la novela de Oliver Guez, Mengele se vinculó a actividades también ilícitas, aunque pronto entendió que lo mejor era llevar una vida discreta y aislada, tan sólo molestada por sus remordimientos más internos. Pronto una “criatura mítica”, Mengele va de Argentina a Paraguay y Brasil “aclimatándose” a su condición, e incluso se atreve a volver en un rápido viaje a Alemania, donde poco faltó para ser descubierto, Serán la soledad del personaje, la carga de su pasado y las condiciones en las que se posibilitan sus jornadas diarias las que se estampen en La desaparición de Josef Mengele, una novela que retrata a un hombre que “duerme poco y mal”. Y cómo no si en él perviven “las llamas de un horno crematorio, bebés agonizantes cuyos ojos están prendidos como mariposas en las paredes de su laboratorio, Eichmann en su jaula de en Jerusalén, un rabino de largos bucles rojizos que le disloca los huesos y lo arroja a la grasa humana hirviente”. Ya identificado por las justicias alemana y mundial, revelados los tamaños de sus crímenes, Mengele entrará en una espiral de terror solitario, pero nunca de arrepentimiento. Su fascinación por el Führer sobrevivirá. Esa “misión embriagadora y titánica” consistente en “sanar al pueblo, purificar la raza, construir un orden social acorde con la naturaleza, extender el espacio vital, perfeccionar la especie humana”. Demencias que todavía nos espantan: advertencia memoriosa que en gran tono novelístico nos regala Olivier Guez en La desaparición de Josef Mengele. *** Olivier Guez, La desaparición de Josef Mengele, Tusquets, México, 2018, 250 pp. * @mauflos

Op. Cit.

Ángel de la Muerte, el de la solución final


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XIII Bienal FEMSA

Esto no es un OVNI. Siempre fuimos contemporáneos*

Por Willy Kautz y Eric Nava t

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n múltiples entrevistas, el curador de origen cubano, Gerardo Mosquera, se ha referido a las bienales como un OVNI. Con esta metáfora, lo que busca explicar es que el fenómeno conocido como bienalización, que se originó a mediados de la década de 1980, ha constituido un circuito para enterados en el que sus practicantes viajan de ciudad a ciudad y, tal como extraterrestres, al llegar al punto de destino, bajan de un objeto extraño y hablan un idioma raro que sólo entienden entre ellos. Una vez terminada la visita se suben nuevamente a ese objeto volador y parten hacia un nuevo destino. Este fenómeno es consecuente con la lógica del evento circense. Una caravana que pasa por las ciudades, o bien, lo que hoy reconocemos como festivales, que están orientados al entretenimiento. Si reflexionamos críticamente respecto a estos eventos, podríamos cuestionar qué es lo que dejan detrás. Consecuentemente, aquéllos que nos predisponemos a participar activamente, llegaríamos a formular otras preguntas tales como ¿qué compromisos asumen?, o bien, ¿cuáles son sus programas y de qué manera interactúan con

los ciudadanos de cada localidad? Son meros circos cuyo único propósito es entretener, esto es, distraernos del aburrimiento. El señalamiento del curador Gerardo Mosquera, pone el dedo en la llaga y apuntala esta problemática de las bienales de arte contemporáneo. Hacer bienales hoy día, por lo tanto, requiere de un compromiso que va más allá de la lógica del entretenimiento que reconocemos cada vez más en los festivales. También podría tratarse de un llamado a revisar las narrativas artísticas globalizantes que, al enarbolar la bandera triunfal del espectáculo del arte, paradójicamente crean una jerarquización entre los de adentro y los de afuera. Entonces, ¿cómo esquivar la operación tan común en el campo del arte que, en nombre de “lo contemporáneo”, posicionan unas subjetividades centrales sobre otras descentradas? La XIII Bienal FEMSA, y su título, Nunca fuimos contemporáneos, antes que levantar el asta de la contemporaneidad como gesto celebratorio, pone en cuestión esta lógica del platillo volador con una aproximación crítica hacia el formato de las bienales de arte. Dejar atrás el concurso bianual es un primer paso para evitar fomentar la confrontación entre subjetividades geniales que, al su-

cumbir a la trampa de la competencia, terminan por convertir sus diferencias en un espectáculo digno de una caravana circense. Pero, superada esta fase, el dilema que esta Bienal pone sobre la mesa de discusión se repliega más bien a la reflexión sobre cómo incitar proyectos que transciendan su condicionamiento temporal. Por lo mismo, su insistencia en crear programas que tienden a un compromiso reflexivo que se extiende hacia problemáticas que no se circunscriben a la temporalidad del evento. Sin ningún afán triunfal, lo que aquí hemos compartido es el intentado por ensayar modelos de curaduría extensiva que justamente buscan sobrepasar el marco de la temporalidad bianual. Para ello, la apuesta ha sido estimular una sólida participación de la comunidad cultural en sus programas de exposiciones y pedagógicos, con actividades de mediación, editoriales y museológicas que, al colocar en diálogo a los ciudadanos con los gestores institucionales, artistas, curadores y las instituciones culturales, puso en marcha un esfuerzo afectivo que hizo porosa la frontera entre los museos y sus acervos, los estudios de los artistas ante la ciudad y sus ciudadanos. Mediante esta apertura hacia la interlocución directa, la comunidad artística así como

otros sectores de la ciudadanía, asumieron el rol de colaboradores antes que el de espectadores de un evento. Por lo tanto, al suscribirse a esta fase autocrítica de las bienales, la XIII Bienal FEMSA, Nunca fuimos contemporáneos, tuvo como foco ensayar modelos dialógicos de colaboración que permitiesen una interlocución más allá de la mera contemplación pasiva o de carácter espectacular que suelen encausar los eventos cada vez más propensos a la lógica teatral del espectáculo. Asimismo, entre el conjunto de exposiciones de su programa de colaboraciones museológicas, tiene lugar una exposición de artistas zacatecanos que, bajo el título Siempre fuimos contemporáneos, consiste en una respuesta que busca subvertir tanto la lógica del platillo volador del evento elitizado, como la dimensión espectacular de los festivales. Con sede en el Antiguo Templo de San Agustín, esta exposición que presenta obras de 51 artistas, antes que una revisión totalizante del arte zacatecano —esto es, una exposición cuya promesa es crear una narrativa histórica diacrónica que abarque exhaustivamente las distintas escuelas, o, talleres e individuos, o, una selección acatada de lo más avanzado—, reflexiona sobre las paradojas en las que estos eventos suelen incurrir al

enarbolar el eslogan paternalista: “Ya llegaron los contemporáneos”. Si bien en esta exposición hay un despliegue de obras significativo de productores locales en el que conviven diversas generaciones de artistas, hay que aclarar que su cometido no era presentar una versión razonada del arte moderno y contemporáneo de Zacatecas. Tal como declara el texto introductorio de la muestra, lo que se presenta en ésta es el resultado de visitas de estudio y el trabajo de un año de convivencia entre curadores “extraterrestres” y locales, como también el reflejo de la interlocución entre éstos y diversos sectores de la comunidad cultural por medio de los programas público y pedagógico de la Bienal. Esta exposición es una puesta en práctica de un modelo curatorial que ha prevalecido a lo largo de la bienal, que implica pensar en la propia exhibición como un momento siempre inacabado: la exposición no es un enunciado definitivo, sino un dispositivo detonador de preguntas. En consecuencia, se propone una selección de obras y de artistas que no tienen la pretensión de ser dictamen sobre el estado del arte zacatecano. Las visitas de estudio, las conversaciones con artistas, y los encuentros con agentes involucrados con la producción cultural zacatecana develan la diversidad


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dimientos que tienden a desfasar el centro al no-centro, pues claro está que, si éste se desplaza, entonces surge una nueva centralidad con poder enunciativo que, inevitablemente, creará nuevas jerarquías paternalistas entre “contemporáneos” y “no-contemporáneos”. Para no caer en tentación, aprovechamos nuevamente este espacio para decir que de cierto modo, todos siempre fuimos contemporáneos al mismo tiempo que nunca lo fuimos. Lo que nos propusimos ensayar con este modelo de bienal fue, en términos antropológicos y pedagógicos, un espacio en que todos tenemos conocimientos que compartir. Entonces, antes que convertir al otro en un objeto de estudio de ciertas herramientas curatoriales, los curadores de esta bienal optaron por abrir su cajita mágica, develar sus secretos y, conforme la confianza empezaba a acercarnos, ponerla a disposición de los intereses, deseos, afectos, saberes y conocimientos de una comunidad artística. Así, antes que pretender colonizar un contexto cultural, conquistar e izar la bandera de la contemporaneidad, los curadores de esta bienal optaron por negar la lógica del conquistador con el lema “nunca fuimos contemporáneos”, para conjuntamente con la comunidad artística descubrir que todos “siempre fuimos”

contemporáneos. La diferencia entre espacios asignados a las distintas obras que incluye esta museografía laberíntica deriva de la característica de los propios soportes artísticos. Algunos pintan en pequeño formato, mientras que otros prefieren el mediano o el gran formato. Ni hablar de los que optan por el video y los despliegues instalativos. Un laberinto, antes que racional, es un despliegue sin centros. Es un esquema propenso a mostrar el subconsciente cultural, las latencias que emanan desde una planta en cruz hasta el paroxismo de borrar su orden y escala, un lugar en el que los encuentros fortuitos pueden revelar tensiones inesperadas, emociones exaltadas, acuerdos y diferencias. Siempre fuimos contemporáneos es una exploración construida en el cruce de miradas locales y externas, que en sus presencias y ausencias apunta líneas de investigación sobre el arte zacatecano que deberán abordarse en otros momentos, espacios y formatos. Hay cabos sueltos, sí, pero no están ahí para ayudar a deshacer el nudo, sino para agregar más hilos a la trama, para agregar capas de interpretación históricas, afectivas, formales… En este sentido, lo que se intentó fue jus-

tamente descentrar para, una vez más, insistir en que esta bienal no es un festival, ni mucho menos un OVNI. Sin pecar de falsa modestia, esperemos que a partir de esta exposición surjan nuevos encuentros y desencuentros. Si esta exposición sirve de algo, probablemente tendrá interlocutores que disientan, pues toda provocación tiende a eso. El que se lleva se aguanta. Interpelar la exposición no necesariamente significa aplaudirla, pues esto no es un circo, ni un espectáculo para el entretenimiento familiar. Una apuesta por la reflexión, se vuelve extensiva en la medida en que crea interlocución, sea desde afuera o desde adentro. Por lo mismo, al no proponer una muestra totalizante, esta apuesta más bien radica en abrir procesos curatoriales descentrados, históricos, académicos e intersubjetivos. Sólo nos resta decir que esto no es un cierre, sino otro comienzo entre muchos otros que ya han tenido lugar en Zacatecas. “Siempre fuimos contemporáneos” significa estar siempre abiertos a lo que aún no conocemos, pero sin olvidar nuestra historia. * Sobre la exposición de artistas zacatecanos de la XIII Bienal FEMSA en el ex templo de San Agustín, en Zacatecas.

XIII Bienal FEMSA

de la misma, de la imposibilidad de definirla como un todo uniforme reconocible a partir de un estilo o tendencia. Esta exposición es una reflexión sobre la complejidad de jerarquizar las prácticas artísticas entre centrales y periféricas. Quizás en este punto radique su valor. Por lo mismo, esta curaduría tampoco versa sobre las bienales como un proyecto bienintencionado de descentralización. En todo caso busca poner en evidencia las contradicciones intrínsecas a estos modelos a partir de un discurso descentrado tanto en el sentido museológico como antropológico. La apuesta por crear un laberinto que no permita ninguna jerarquización entre artistas históricos museificados, maestros de la ruptura, maestros posruptura y futuros “maestros”, precisamente responde a la necesidad de ensayar modelos descentrados que más que legitimar lo expuesto, muestra una serie de encuentros en el que lo diverso convive en la diferencia. En este sentido, otro título para la exposición podría ser, “juntos y revueltos”. Las muestras colectivas permiten justo eso, acercar las diferencias, mostrar que tanto en las afinidades como en el disenso convivimos. En términos antropológicos, pensar de manera descentrada significa eludir los proce-


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El espectro del dolor Día de Muertos

t

Por Carlos Flores

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aminar con una cruz enorme en la espalda, con los pies desnudos, azotado a cada momento y con una corona de espinas en la cara: sin duda es uno de los peores tormentos que hay. Para salvar a la humanidad Jesús vino al mundo, donde seguramente pudo asombrarse con los amaneceres y maravillarse con la naturaleza. Debió haber conocido el amor y refrescarse en un manantial, pero su destino estaba escrito: había que sufrir una pasión dolorosísima para cumplir su cometido. En la vida de todo hombre existen dolores que cruzan el alma, que desgarran el corazón y que se entrañan en las sombras para buscar venganzas. En la dualidad del mundo existen el placer y el dolor, dos sentimientos que arrancan las experiencias más agudas y más finas,

en ambos extremos de las líneas, como otras dualidades: frío-calor, luz-oscuridad. Al placer lo asociamos con el regocijo de los sentidos: el olfato me permite oler la dulce densidad de una flor que coquetea con la noche; el tacto, acariciar el cuerpo de ella mientras mis ojos se de-

Por Maritere Espinosa y Miguel Jairzhinio López Ramírez t

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a construcción del imaginario estético mexicano depositado en los tipos populares adeuda en parte su representación a los llamados artistas viajeros, de ellos destaca el italiano Claudio Linati y su álbum “Trajes civiles, militares y religiosos de México (1828)” reconocido no sólo por su destreza artística, sino porque retrata un tipo estético y moral del mexicano en una etapa histórica. Para el grabador José Guadalupe Posada y la prensa popular que tenía que ilustrar su material, Linatti fue sin duda un referente para delinear los personajes más pertinentes al pueblo mexicano. El grabado conocido como Calavera Garbancera fue publicado por el impresor Antonio Vanegas para la temporada de Día de Muertos en las llamadas “Hojas Volantes”, la placa del

leitan en sus hermosas formas; con el gusto, el néctar de frutos y el abrazo de un jugoso filete, mientras una hermosa música influye en mis neuronas y pone color al día. El dolor es el espasmo del equilibrio, la sal que se inserta en la herida y el cristal que in-

terrumpe el torrente sanguíneo, amenazando la propia existencia y conduciendo el espíritu humano al lado de la sombra. No infiere en los sentidos, los desgarra, los tritura y los aplasta, en su lugar deja un oscura estela que hiere la carne y apaga el espíritu. ¿Por qué Jesús vino a sufrir en el mundo? ¿Será porque la vida humana rompe el equilibrio del universo, porque ese extraño ser tan parecido a Él ha venido al mundo a romper la armonía, a crear sus propios mundos, a jalar los nervios del universo, a irrumpir en la sinfonía de la infinitud con extraños ritmos? El espíritu humano se aparta del eterno eco del big-bang, busca en extrañas constelaciones y pléyades su razón de existir, y a su paso violenta la eternidad, causa heridas profundas que lastiman las cuerdas divinas que dan sostén a la creación. La vida humana es como un pequeño niño que corre extasiado por el jardín

Dos imágenes icónicas para el día de muertos:

La Calavera Garbancera y La Catrina grabado realizado por Posada mide apenas 11 x 16 cm., pero al quedar incluida en la hoja adquiere gran la relevancia visual en el conjunto de lo publicado, muestra el busto de una mujer descarnada, pero con elegante sombrero y en alegre celebración. Posada ha realizado la imagen icónica que el pueblo hizo suya durante varios años. Ya fallecido el grabador (1913), su obra continúa circulando por las varias reimpresiones que hace la imprenta Vanegas Arroyo, por ello llegaron a manos de artistas como Jean Charlot y Diego Rivera entre otros pintores. El movimiento muralista está iniciando, ha pasado la Revolución Mexi-

cana y los artistas trabajan temas, exploran técnicas y materiales. Se va conformando el llamado arte mexicano con tema nacionalista, que requiere retomar personajes y momentos históricos que con dicha temática. La celebración de Día de Muertos en México se desborda no sólo en ritos, ceremonias y creencias -algunas con elementos prehispánicos-, sus altares son de una inusual belleza y estética que no pasó desapercibida también al arte. Por ello, la representación popular de la muerte que hacen artesanos, cartonistas e ilustradores pasó a formar parte de nuevas piezas, entre ellas el mural pintado por Diego Rivera “Sueño de

de la abuela, destruyendo a su paso las flores que tanto cuidaba, pisoteando el verde pasto, trozando las ramas y los tallos de las hermosas plantas que alguna vez configuraron ese hermoso espacio. La pequeña mota de polvo que representa nuestra existencia en el espacio y tiempo de la eternidad es como un microscópico virus que afecta un órgano mayor que palpita en millones de años recorridos, alterando su estabilidad, su naturaleza. El dolor es entonces el pago por el aire que se respira, por los colores que nos envuelven y los aromas que nos encienden, por el placer en la piel cuando la mano y el aliento del otro se hacen sentir, por saber que somos finitos y también quienes amamos; la vida es la irrupción de una fuerza sobre otra, y esa fricción causa dolor. Un dolor que ya ha sido lavado, pero que persiste en presentarse y recordar nuestra finitud.

una tarde dominical en la Alameda Central” (1947), que realizo con la ayuda de Rina Lazo y Pedro A. Peñaloza. Las tres secciones que forman el mural fueron realizadas al fresco con una superficie de 4.17m x 15.67m y un peso de 35 toneladas. La sección central muestra entre varios personajes a Diego que se retrata como niño de 9 años, la calavera Catrina le da la mano y el brazo a José Guadalupe Posada, en homenaje a su creador. Es con el magnífico mural que la “Calavera Garbancera” de Posada se transforma en “Catrina”, pues Rivera la pinta en color y de cuerpo entero. Ha surgido la imagen icónica de un binomio indisoluble -quizá único en la historia del arte-, una nueva representación para los altares y la fiesta de los fieles difuntos. Las calaveras se han fusionado para continuar celebrando a la muerte con alegría y jolgorio con dos artistas de excepción: José Guadalupe Posada y Diego Rivera.


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The Haunting of Hill House: memorias y fantasmas del pasado t

Por Adolfo Nuñez J.

Por Álvaro A. Fernández t

de las historias de fantasmas, todas tienen que ver con emociones que todos conocemos y que de alguna manera están relacionadas con las pesadillas y los horrores de la muerte, el duelo y la pérdida. A lo largo de toda la serie, pero de manera específica en el quinto episodio, Flanagan plasma el dolor de la

Desayuno en Tiffany’s, mon ku Culto a la emoción más profunda en “Fóbica, festival de terror”

El propósito de Rogelio Vega, director del festival, es crear un punto de encuentro entre creadores y consumidores, artistas y

fanáticos; la idea es difundir y presentar producciones locales sobre el género. Entre presentaciones de libros, concursos de cuento

y de guion, un bazar de horrores, durante cinco días, tendrán lugar charlas sobre teatro, videojuegos, literatura, televisión y cine. El festival promete una amplia galería de ponentes y un verdadero banquete sobre lenguajes, productos y medios que alimentan el género. Simplemente, sin hablar del festejo de los 200 años de Frankenstein, o de literatura que es el menú más nutrido, en materia de cine y televisión Víctor Osuna hablará sobre las reglas del terror, Cástulo Aceves sobre la serie Dexter, Román Hernández sobre los juguetes vivientes, Gerardo Lima sobre True Detective, Alejandro González sobre los asesinos en el cine clásico, Darío Flores sobre abducciones, y quien esto escribe sobre el horror como emoción cinematográfica; entre varios expositores más que darán vida a este encuentro que apenas cuenta con 3 años de antigüedad, pero que ha marcado las coordenadas de la producción local sobre el terror, el horror, el miedo, el pánico, el pavor o el suspenso. La cita será en Casa Fluya, ubicada en Donato Guerra 6, en el Centro Histórico de Guadalajara. El programa se puede consultar en Facebook en @fobicafest.

Cine

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uando muere octubre y nace noviembre, dos tradiciones se cruzan para recordar a los ancestros y a las leyendas terroríficas tanto del más allá como del más acá. Si bien Halloween y el Día de Muertos generan pugnas entre nacionalistas y malinchistas, la mayoría de los mortales se entrega feliz a una fiesta ecléctica donde viejas y nuevas iconografías confluyen. Es tiempo de rituales profundos o de superficiales fiestas de disfraces, pero sobre todo es momento de rendir culto a las emociones más profundas: el terror y el horror (la primera con base en lo real y la segunda en lo sobrenatural). “Fóbica, festival de terror” pone su grano de arena para festejar esta emoción primordial del 31 de octubre al 4 de noviembre en tierra tapatía, y cubrir la necesidad de reflexionar y experimentar sobre los productos culturales de nuestra sociedad contemporánea, concretamente los que nos llenan de miedo o simplemente de una experiencia estética que ayuda a equilibrar nuestra existencia.

En esencia, la mayor fortaleza de la serie está en la técnica de Flanagan y los escritores para generar horror de manera orgánica dentro de una dinámica emocional que nace a través de personajes bien construidos y definidos con los que como espectadores nos logramos identificar. En el imaginario

SeriesTV

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asada libremente en la novela homónima de Shirley Jackson, The Haunting of Hill House (2018), serie original de Netflix, adapta a los tiempos modernos la historia de una mansión de más de ochenta años que se encuentra habitada por entidades sobrenaturales de épocas pasadas. A lo largo de diez episodios conocemos a los cinco hermanos de la familia Crain, quienes después de haber vivido gran parte de su infancia en dicha mansión deberán enfrentar el pasado que vivieron en la terrible casa y resignarse ante el vínculo inherente y las memorias que mantienen dentro de sus terroríficas habitaciones. Dirigida con enorme maestría por Mike Flanagan (Oculus, Hush, Gerald’s Game), el realizador estructura la serie con ingenio y creatividad al dividir la narración entre dos etapas de la familia Crain. A manera de introducción, en los primeros episodios de la serie conocemos a los personajes en su adultez como almas atormentadas intentando encontrar la manera de lidiar con los eventos que tomaron lugar en Hill House años atrás, y que marcaron a todos y cada uno de manera profunda y psicológica. Cada capítulo se enfoca en uno de los miembros de la familia, y paulatinamente para analizar sus dolencias y problemas en la actualidad muestra los momentos que pasaron como niños en la que en la historia es conocida como una de las casas más embrujadas del mundo.

memoria y de los fantasmas del pasado a través de sus personajes, abrumados emocionalmente y atormentados cada noche sin poder levantarse de su cama a causa de los recuerdos. En términos de lenguaje visual, el realizador logra con un gran dinamismo y ritmo incorporar pasado y presente dentro de una narrativa constante, donde cada escena y salto de tiempo se relaciona directamente con la otra. Como claro ejemplo a dicha estructura está el sexto episodio, el cual compuesto de tan solo cinco tomas a manera de plano secuencia (cada una de diez o más minutos de duración) reúne a los hermanos como resultado de su precaria situación como adultos y jóvenes, y donde las emociones son tan palpables que funden pasado y presente como un gran todo. La técnica se vuelve más evidente en dicho episodio pero está presente a lo largo de toda la serie, en la manera en la que los personajes son enfocados como jóvenes temerosos en los enormes pasillos de la mansión, y como adultos confundidos ante los horrores y las injusticias del mundo real. Y dentro del encuadre de aparente normalidad, aparece algo que no debería estar ahí; una sombra en el fondo de la habitación, un rostro vigilando desde la oscuridad, una puerta que se abre por sí sola, el sonido de un rasguño en la pared. El temor de los protagonistas de mirar hacia atrás y reencontrarse con los horrores del pasado que hablan sobre una verdad sobre sí mismos que a veces es mejor no conocer.


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Día de Muertos

Me dieron ganas de soñar t

Por Alberto Huerta Qué alto vuelan las grullas y yo sin saber volar. Canción popular A la memoria de Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca. Para Ana Coronado, en su cumpleaños.

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e dieron ganas de soñar porque no tenía nada mejor que hacer. Me dieron ganas de soñar una noche de octubre, que es cuando la luna es más hermosa, al menos así dice la canción. Me dieron ganas de soñar para ver si con el tiempo y un ganchito, tal vez se me haga y hasta sueñe contigo. Me dieron ganas de soñar para ver si así dejaba de oler a carne podrida en esta inmensa tumba en que se ha convertido mi país, tu país, nuestro país, el país de todos. Me dieron ganas de soñar para no ver el altero de medicinas que tengo que consumir cada ocho horas. Me dieron ganas de soñar porque sólo dormido o borracho se me olvidan tantas, tantísimas chingaderas acumuladas. Me dieron ganas de soñar para no recordar que en este país todos somos hijos de Pedro Páramo. Me dieron ganas de soñar porque en otro octubre, hace ya un chingamadral de tiempo, perdimos y nos dieron hasta por debajo de la lengua y lo único que pedíamos era ser libres. Me dieron ganas de soñar porque ya se me estaban saliendo las marchantas de la fila. Me dieron ganas de soñar con harta vocación de soñador para ya no sentir pasos en la azotea.

/// Iván Muñoz A.K.A. Ivanko Moses Lee. Vanitas en Cempasúchil. Fotografía digital. 2018.

Me dieron ganas de soñar para ver si de pura chiripa, de chiripazo, pues, me iba a encontrar con el titipuchal de compañeros que ya no están, por

Siempre t

Por Pilar Alba

E

staré siempre a tu lado, le dijo y sus palabras en ese momento le parecieron terminara. Ella dejó su patria, a su madre, a su padre y hasta al fiel perro que siempre le ladraba. Se fugó con el encanto de esas palabras. Vivió a su lado más momentos duros que placenteros. Pero se aferraba a esa promesa, quería que siempre fuera cierta, que sus palabras también la acompañaran. Pasaron los años, siguió a su lado; él siempre le cumplió con su promesa; pero ahora era ella quien ya no la quería, quien esperaba que él se desdijera de esas palabras. Vivió a su lado los últimos momentos de desesperación y ahogo, siempre deseando que el encanto de la promesa terminará. Ella envejeció a su lado, el envejeció junto a ella como lo había prometido. Hoy parece que al fin culminó con su misión, que todo ha terminado, ella lo ve ahí recostado en ese cajón; mientras una sonrisa se apodera de su rostro, una sonrisa que se le transforma en mueca cuando parece que escucha cerca de ella la voz que le repite: siempre, dije; y un piquete en el corazón, la hace perder el equilibrio.

angas o por mangas. Me dieron ganas de soñar porque no me quedó de otra.

Día de Muertos t

Por Manuel Sauceverde

Burocracia [Para los burócratas] Ha llegado del averno un mensaje de ultratumba: “Ya está lista vuestra tumba, su descanso será eterno. Los edictos del infierno no se deben cuestionar, pase usted a tramitar, con documentos en mano, al panteón más cercano, su muerte sin rezongar”. Balance General [Para los contadores] Los contadores murieron no sin antes calcular las cuentas sin abonar de los días que vivieron,

incluso también hicieron de su propio funeral un balance general y aunque sobraron activos ahora ya son pasivos del cementerio local. Aeternum Vale [Para los abogados] La Flaca sigue al acecho, nadie logrará salvarse, y aunque intenten ocultarse los más doctos en Derecho, hoy su muerte es un hecho: este mundo dejarán. El Edén alcanzarán algunos con alegría, pero la gran mayoría al Infierno se caerán. Economía [Para Kyra, Arturo y Antonio]

Si estudiaste economía debes andar con cuidado porque la Muerte ha cavado en esta hora sombría, la tumba donde algún día en los huesos quedarás, pero así conocerás, para que no te presuman, a Smith, Marx, Keynes, Von Neumann, Marshall, Ricardo y Walras. Sinfonía espectral [Para los músicos] En el Día de los Muertos, buscando ser hegemónica, programó la Filarmónica una serie de conciertos y los músicos inciertos que no estuvieron al tanto, tocaron con mucho espanto al saber que los oyentes, eran calacas sin dientes, salidas del camposanto.


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