SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 361 /// 12 DE NOVIEMBRE DE 2018 /// AÑO 8
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Jorge Fernández Granados. Foto: Javier Lira.
Jorge Fernández Granados (Ciudad de México, 1965). Poeta y ensayista. Ha publicado los libros de poesía Resurrección (Aldus, 1995), Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines; El cristal (Era, 2000); Los hábitos de la ceniza (Joaquín Mortiz, 2000), Premio Nacional de Poesía Aguascalientes; Principio de incertidumbre (Era, 2007), Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada; Si en otro mundo todavía. Antología personal (Almadía / Conaculta, 2012); y, recientemente, Lo innumerable (Ediciones Era, 2018). [Una entrevista con Jorge Fernández Granados, realizada por Armando Salgado, en páginas centrales]
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La Gualdra No. 361
Editorial
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ste 12 de noviembre se celebra en nuestro país el Día Nacional del Libro, la fecha fue instituida en el año de 1979. Cierto es que, en Zacatecas, cada año son más fuertes las iniciativas para conseguir que la lectura sea un hábito saludable entre sus habitantes, y aunque todavía resultan insuficientes, es necesario que reconozcamos el esfuerzo que, además de las instituciones, realizan organizaciones sociales y personas plenamente comprometidas con la causa de hacer que nos enamoremos de los libros y sus contenidos. Y a propósito de eso, quiero reconocer aquí a dos personas en particular, por el trabajo que han realizado desde hace años, cada quien desde sus trincheras, a favor de la promoción de la lectura. El primero de ellos es Eduardo Campech Miranda, colaborador de este espacio gualdreño, que a lo largo de siete años ha compartido con nosotros y con los lectores más de 350 artículos relacionados con la lectura y sus prácticas; comentarios sobre libros que lo han marcado en su desempeño profesional y en su vida; estrategias que ha implementado para fomentar el amor por la literatura tanto en los cursos que imparte consuetudinariamente, como en aquel grupo formado en WhatsApp en el que compartía archivos de audio grabados por él mismo a usuarios que en un inicio eran sólo de la ciudad (con el tiempo llegó a tener integrantes de todo el país y del extranjero). Lalo Campech nació en 1972 en Ciudad Nezahualcóyotl, en el Estado de México; como la de muchos habitantes de este país su historia es la de un ciudadano migrante. Vivió hasta la adolescencia en la Ciudad de México y luego llegó a Zacatecas, en 1989. En este espacio editorial ha dado cuenta de cuáles fueron sus primeros libros, cómo llegó por primera vez como usuario a la Biblioteca Mauricio Magdaleno, de cómo se incorporó luego a su planta laboral y cómo este año tuvo que aceptar el cambio de adscripción a otro lugar de trabajo. Pocas son las personas que conozco, que, como él, han dedicado su vida con pasión a fomentar la lectura en
todos los niveles; Campech sabe de cómo acercar la lectura a los niños en los hogares, en las escuelas y en las bibliotecas; pero también sabe de los errores constantemente cometidos en las estrategias oficiales encaminadas a acercar la lectura a los estudiantes, a los profesores, a los profesionistas. Al leerlo y escucharlo, nos topamos con un hombre que es lector -y de los buenos- y como tal, opina desde su vasta experiencia con la intención de que nos acerquemos a la literatura de una manera más natural, y amable en todos los sentidos. Me parece, sin embargo, que las instituciones para las que ha laborado no le han reconocido lo suficiente todo lo que tiene por aportar, pero es tiempo todavía. Quienes admiramos y respetamos su trabajo confiamos en que la vida le deparará la justa retribución a todo su esfuerzo. Desde aquí nuestro cariño y agradecimiento por todo lo que ha compartido con nosotros en La Gualdra y con lo que sigue compartiendo con el mundo. Selene Salas es otra zacatecana que ha hecho una labor encomiable para fomentar la lectura a través de su proyecto “Tira la ignorancia y adopta un libro”; en torno a él gira una serie de actividades entre las que destaca el evento masivo de lectura del que quizá usted ha sido testigo los últimos siete años en Zacatecas. Selene no trabaja sólo estos días para la realización de su proyecto; me constan las arduas labores que realiza no sólo para recolectar libros durante todo el año, sino para acercar diariamente la lectura principalmente a los jóvenes. Esfuerzos como el de ella vale la pena que sean tomados en cuenta para contribuir a que los resultados sean mejores y más grandes todos los días. Si usted vio el fin de semana pasado a muchas personas leyendo un libro en las calles del centro histórico de la ciudad, sepa que fue Selene y un equipo de trabajo que ha sabido conformar, quienes lo propiciaron. Muchas felicidades. Hoy, más que nunca, que disfrute su lectura.
Directorio
Contenido Revelar otras historias de Oaxaca. Del fotoperiodismo a la foto documental: Félix Reyes Matías Por Abraham Nahón
Lo innumerable: Jorge Fernández Granados Por Armando Salgado
Museo, de Alonso Ruizpalacios Por Adolfo Nuñez J. Merlí o una apología de la docencia Por Carlos Flores
Desayuno en Tiffany’s, mon ku Mademoiselle de Joncquières, de Emmanuel Mouret: de Diderot para el placer de las mujeres Por Carlos Belmonte Grey Cuando la imaginación se humedece con el deseo [sobre Jugaré contigo, de Maritza M. Buendía] Por Francisco Javier González Quiñones La familia Pérez Gómez Por Alberto Huerta Lo despidió Por Pilar Alba Metafísica para contar a los dioses con insomnio Por Roberto Galaviz
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Revelar otras historias de Oaxaca. Del fotoperiodismo a la foto documental: Félix Reyes Matías Por Abraham Nahón* t
sueltos o formas de resistencia que también forman parte de nuestra historia presente y común. Aunada a estas nociones, revelar, en términos fotográficos, implica hacer visible la imagen impresa en la placa o película fotográfica. Pensar más allá del término técnico nos lleva a considerar a un espectador dispuesto a completar, desde su mirada, estas imágenes resguardadas como negativos, durante varios lustros, en carpetas y cajas apiladas. Cuando por fin pude conocer el archivo personal del fotógrafo oaxaqueño Félix Reyes Matías, surgió la pregunta: ¿Por qué guardar tanto tiempo los negativos? “Porque contienen varias historias y experiencias que he tenido por la fotografía”, me respondió. Y esa respuesta me ayudó a atisbar en la pasión fotográfica, la conciencia social y la congruencia sostenidas por el autor ante un oficio ejercido
desde hace 38 años, el cual también ha sido el medio para aproximarse, vincularse e ir conociendo comunidades, personajes e historias que de manera perseverante ha fotografiado a lo largo de su vida. Si bien, a partir de 1984 ha trabajado en distintos medios locales y, desde el año 2000, eventualmente en algunos nacionales—Reforma y PROCESO—, las limitantes laborales del medio periodístico lo han llevado a realizar por iniciativa propia algunos de los viajes, así como adquirir el equipo y material con sus propios recursos. Su acervo personal no cuenta con los negativos de sus primeros 7 años en el fotoperiodismo, los cuales se quedaron en los dos primeros periódicos donde laboró y tiempo después, se perdieron definitivamente. A partir de 1990 logra rescatar su archivo. Para esta exposición, hemos analizado sus negativos originalmente rea-
lizados con diversas cámaras analógicas, seleccionando y digitalizando las fotografías en su mayoría inéditas. Ha transitado del fotoperiodismo —con reportajes o notas asignadas para su difusión inmediata— a la fotografía documental, generando series alternas y fotos únicas, tomando conciencia, desde hace 30 años, de la importancia de las imágenes en la construcción de una memoria social. Las amplias conversaciones con el fotógrafo sobre sus imágenes, la contundencia de estos documentos visuales y su significación para la historia de Oaxaca y de nuestro país, nos han proporcionado la posibilidad de entrelazar estas historias colectivas y personales, al hallar en ellas una relevante dimensión social, cultural y política, con un lenguaje que ha ido depurando el autor en su mirada fotográfica. Las imágenes impresas se hilvanan a las proyectadas en la pantalla,
ya que forman parte de series o fotografías espontáneamente realizadas. Las protestas festivas, la teatralización en las manifestaciones, las ofrendas políticas, las muertes o féretros en procesiones perpetuas, los movimientos sociales, el surgimiento de grupos guerrilleros, las matanzas y la violencia política asolando las regiones indígenas, los desastres naturales, así como los rituales tradicionales, la presencia comunitaria y los protagonistas culturales, a través de este amplio despliegue visual, expresan algunas de nuestras paradójicas y contradictorias realidades. * IIH-UABJO. La exposición “Revelar otras historias de Oaxaca. Del fotoperiodismo a la foto documental: Félix Reyes Matías”, se inauguró el pasado 7 de octubre y permanecerá hasta el 25 de noviembre, en el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), en Oaxaca.
Artes visuales
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ay imágenes que escapan a la historia centralizada y dominante fraguada en nuestro país. La marginación e invisibilización de regiones, comunidades y actores sociales, no nos ha permitido comprender su diversidad y complejidad. Por ello la importancia de revelar, en su acepción no sólo de quitar el velo o mostrar algunas historias que han permanecido ocultas —en los márgenes o periferias—, sino de proporcionar indicios, huellas o documentos visuales para poder interpretar nuestro presente desde la potencialidad, profusa y relampagueante, del pasado. Como bien señalaba el pensador Walter Benjamin: “sin la profundidad de la memoria, la experiencia se empobrece”. Son precisamente las fotografías exhibidas, “desenterradas” a partir de esta investigación, un medio privilegiado para afianzar la memoria visual. Su exposición, nos ofrece la posibilidad de elaborar nuevas interrogantes a historias sedimentadas, aparentemente en reposo, pero más bien suspendidas, esperando activar nuestro pensamiento crítico y reflexión. Son fotografías adheridas a realidades heterogéneas y contextos singulares que, de algún modo, fracturan el relato de un Oaxaca idílico e idealizado, al mostrar desde la visión del autor, algunas de las tragedias, conflictos irre-
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Poesía
Lo innumerable: Jorge Fernández Granados
/// Jorge Fernández Granados. Foto de Francisco Segura.
Por Armando Salgado t
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orge Fernández Granados (Ciudad de México, 1965), ha publicado el volumen de ensayos El fuego que camina (Conaculta, 2014) y, en colaboración con el autor, la antología de la obra poética de José Emilio Pacheco Los días que no se nombran (Era / El Colegio Nacional / UNAM, 2014). También, ha publicado el libro de aforismos Vertebral (Almadía, 2017). La Universidad Nacional Autónoma de México (2015), en su Colección Voz Viva de México, editó el Libro-CD F(l)echas en la noche y otros poemas. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores (1989) e ingresó al Sistema Nacional de Creadores de Arte (México, 2001). Jorge Fernández Granados representa una fuente de fuego eterno para la poesía mexicana, en otras palabras, su pensamiento poético permite comprender el tránsito por el siglo XX y deternerse en este nuevo siglo para replantear los derroteros futuros de la poesía no sólo nacional sino latinoamericana. El temple de su viaje y la fina apreciación de los detalles que registra su escritura nos brindan la oportunidad de ver a través de la flama de esta realidad dispersa. Lo innumerable (Ediciones Era, 2018), es su nuevo
libro de poesía. Armando Salgado: La antología Si en otro mundo todavía (Almadía, 2012) reúne su trabajo publicado desde 1990 hasta 2007. En cierto modo una antología refleja los flujos migratorios personales entre la incertidumbre y el encuentro. Después de 28 años, ¿qué podría decirnos sobre ese peregrinaje propio?, ¿qué derroteros ha consumado y cuáles quedan pendientes? Jorge Fernández Granados: Sí, a decir verdad, creo que un oportuno alto en el camino resulta ser lo que llamamos una antología personal. Un alto en el camino que aporta perspectiva y permite ver con mayor nitidez las líneas personales de una escritura. Si en otro mundo todavía fue, en su momento, una grata invitación editorial que me permitió recapitular sobre lo recorrido y hacer un balance de casi treinta años de trabajo. En cuanto a los “flujos migratorios” de este trayecto, han sido —y espero que sigan siendo— impredecibles. Mi concepto de obra literaria es más próximo a un viaje que a un puerto. Es tal vez por eso que en cada libro me interesa adentrarme en un nuevo derrotero que es, también, un interrogante personal y un desafío estético. Quizá los temas puedan ser semejantes a lo
largo de este itinerario (uno está hecho finalmente de un puñado de obsesiones), pero sin duda las propuestas formales son notablemente diferentes, incluso diría que diametralmente opuestas, en cada libro. Claro, esto es adrede. Mi atención por la forma es posiblemente mi tesis central. Hay que recordar que la forma, en el arte, no es sólo importante: lo es todo. AS: La poesía no propicia noción, al contrario, vigoriza las dudas. En su libro El arcángel ebrio (UNAM, 1992) dice: “Nadie va a mirarnos rodar en la ceniza / (somos incompetentes para la eternidad)”. Ante los hechos actuales que extrapolan nuestra condición humana y que orillan a la vacilación, ¿cuál es el papel de la poesía en esta sociedad mediática, espontánea y frágil? JFG: Creo que el papel de la poesía es el que ha tenido siempre: es, ni más ni menos, el arte de llenar a las palabras de significado —tal como especificó inmejorablemente Ezra Pound hace casi cien años—; no importa que su “vehículo” cambie del papel a la pantalla, o de la pantalla a la memoria, o de la memoria a un microchip. Nuestra sociedad no es en modo alguno distinta en cuanto a su condición humana de lo que fue la de Homero, Dante, Shakespeare o Cervantes;
si acaso, lo que ha variado es el soporte y la velocidad de la intercomunicación. No sé si nuestra época sea particularmente adversa a la poesía. No lo creo. Desde mi punto de vista es todo lo contrario: nunca habíamos contado con tantos recursos comunicativos ni con tanta información al alcance prácticamente de todos y en cualquier momento. Además, la poesía suele tener una característica que la vuelve especialmente adecuada para esta “era de 144 caracteres”: su brevedad. Brevedad que no es rapidez sino disciplinada concentración. AS: En su libro Resurrección (Aldus, 1995; Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 1995), se presagia lo inminente: “Carne de la fiebre diminuta donde el rencor olvida, / tierra al fin donde medra el regocijo austero del amor”. Ante la necesidad de existir en estos tiempos líquidos, ¿qué hacer cuando el desencanto nos consume por dentro? JFG: Como ya dije, no creo que nuestra época, en materia de sentimientos o emociones, esté descubriendo nada. Si acaso lo que es posible corroborar en ella es la abrumadora fuerza colectiva de sus reacciones y consecuencias. Las redes sociales no han inventado la solidaridad, ni el miedo, ni la envidia, ni el fanatismo, ni el
odio o el morbo: sólo lo evidencian en grados globales. AS: Ante la experimentación, ¿qué opina sobre el uso de la pirotécnica poética?, ¿no es la poesía una de las tantas vías para reconstituir el lenguaje? JFG: En lo particular, no tengo nada en contra de la experimentación y creo que, por ejemplo, las vanguardias fueron, en su momento, un insoslayable parteaguas histórico en el arte. De hecho, una de mis principales premisas es que no hay verdadero arte sin verdadero riesgo. Pero lo que hay que distinguir hoy en día es, precisamente, lo que es verdadero, esto es, lo que conlleva un genuino riesgo personal y expresivo de aquello que es inauténtico, es decir, aquello que resulta mero efectismo, oportuna mercadotecnia o receta para el aplauso del público. Siempre el verdadero artista tendrá un enemigo natural: el histrión (el astuto actor que sabe cómo y cuándo asombrar, hacer reír o llorar al público). A este respecto sólo puedo decir que un mal poema seguirá siendo un mal poema, así sea sobre una hoja de papel, sobre una pantalla, en un tatuaje o escrito con rayos láser en el cielo. Por otro lado, los lenguajes en el arte —y por supuesto ello incluye a la poesía— no cambian
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Poesía
para poder decir otra cosa: cambian para volver a decir con eficacia y fuerza aquello que era preciso decir. La ironía es que lo esencial siempre será tan ancestral como novedoso. AS: Su nuevo poemario Lo innumerable (Era, 2018), devela el registro que emprende todo escritor al regresar de un largo viaje. En este sentido, ¿cómo se originó este libro?, ¿qué trazos dentro de él lo hacen distinto de sus otros títulos?, ¿considera que el destino es un imán innumerable que nadie logra eludir? JFG: Estoy de acuerdo —y celebro que así sea leído— en que este libro es el trayecto de un largo viaje. Lo innumerable es un libro sobre el destino, sobre el destino personal. La espiral de historias o de secuencias que se entrelazan y más tarde se corresponden a
lo largo de sus páginas son probablemente el reconocimiento de una identidad; identidad que desde los primeros días de lo que llamamos conciencia se hace presente de distintas maneras. Desde mi más íntima convicción, la conciencia es un hecho inexplicable, es algo que estaba ahí desde el principio (o antes quizá) y permite la experiencia de la unidad con algo que no tenemos otra forma de reconocer más que a través de ella misma. Podría decirse que la conciencia es la primera letra en el alfabeto de la identidad. Pero sólo es posible acceder plenamente a dicha identidad al reunir una cadena de episodios o hechos que se van revelando a lo largo de la vida. Es el alfabeto que nos depara el viaje. Lo innumerable es mi bitácora del viaje, mi alfabeto vital, mi testimonio interior de lo que podríamos llamar el destino.
AS: Cotidianamente, ¿qué hace Jorge Fernández Granados para intentar disfrutar cada nuevo día? JFG: Una de las más sencillas realidades cotidianas me resulta insuperable: el amanecer. Percibir cómo la oscuridad cede paulatinamente a la claridad el territorio de las cosas, las cosas inmediatas y reconocidas, pero también cómo se abre camino esa renovada disposición de la luz ante el ánimo y los pensamientos. Ver reaparecer la luz cada mañana, reconocerla todavía y a la vez recordarla, es por lo menos hoy para mí el hecho más cercano a la noción de la plenitud. Me siento entero y satisfecho. Entonces sonrío y vuelvo a hacer mías las palabras de Roberto Juarroz que, por cierto, abren como epígrafe las páginas de Lo innumerable: “El mundo es sólo un dios que se deshizo”.
Lo innumerable [fragmento] Por Jorge Fernández Granados había algo que se parecía a nosotros y lo buscábamos sin duda detrás de las máscaras había algo que se parecía a nosotros aun antes de nosotros y lo buscábamos sin duda en ciertos momentos desnudos y definitivos detrás de las máscaras había algo que se parecía a nosotros aun antes de nosotros o lo que en aquellos años llamábamos nosotros y lo buscábamos sin duda con nuestra extremada ingenua vehemencia en ciertos momentos desnudos y definitivos donde sabíamos cada uno quién era detrás de las máscaras había algo que se parecía a nosotros aun antes de nosotros o lo que en aquellos años llamábamos nosotros bajo el juego de la muerte y el naipe innegociable del destino y lo buscábamos sin duda con nuestra extremada ingenua vehemencia en ciertos momentos desnudos y definitivos donde sabíamos cada uno quién era a pesar de las apariencias y las desapariciones detrás de las máscaras había algo que se parecía a nosotros y lo buscábamos sin duda detrás de las máscaras sin descanso sin horas sin sobornos cada uno detrás de las máscaras
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Museo, de Alonso Ruizpalacios Cine
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Por Adolfo Nuñez J.
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n los primeros instantes de Museo (2018), el segundo largometraje del mexicano Alonso Ruizpalacios, en un epígrafe a manera de introducción el realizador señala: “Esto es una réplica del original”. En esencia, el argumento principal de la cinta está basado en un robo real acontecido en diciembre de 1985 cuando un par de jóvenes sustrajeron 140 piezas del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México, y sin embargo la cinta no busca ser una recreación exacta de dicho suceso. Fiel a su estilo personal, Ruizpalacios utiliza el llamado “robo del siglo” como una oportunidad para desarrollar sus particulares obsesiones dentro de una narrativa de ficción: la pérdida de rumbo y el desencanto en la adolescencia, el culto y fascinación por la Ciudad de México, la muerte de mitos nacionales y la falta de sentido a actos
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Por Carlos Flores
N Series TV
de aparente importancia. Corre el año de 1985 cuando conocemos a Juan (Gael García), un joven de clase media que vive en Ciudad Satélite con su familia. El padre de Juan es un exitoso médico, cuando él por otra parte aún no logra titularse de su carrera como veterinario. Dentro de su propia casa, Juan se ve a
avegando en la televisión por internet me encontré con una interesante serie catalana que lleva por nombre Merlí, como aquel famoso mago inglés que descubrió al rey Arturo, y que trata sobre un profesor de filosofía poco ortodoxo con los lineamientos educativos contemporáneos, razón por la cual no pude evitar identificarme, ya que al igual que este personaje tampoco logro entender muy bien de qué van estas reformas educativas que se empeñan en programar los cursos y las sesiones milimétricamente como si fuera una fórmula para hacer un pastel, y que encima intentan comprometer a los padres de familia con la educación de sus hijos, como si éstos no tuvieran ya esa tarea en casa por el resto del día. El asunto resulta interesante en la serie, pues Merlí es contratado nuevamente para dar un curso de filosofía; al parecer, luego de haber sido castigado por su desempeño en un instituto anterior. Aunado a ello, ni él ni su hijo, quien acaba de llegar de lleno a su vida debido a que su madre se mudó a Italia, tienen dónde vivir, por lo que van con la madre del profesor para pedir asilo. Merlí comienza con el pie izquierdo: su hijo lo detesta, y para colmo será su maestro en el nuevo empleo. Sin embargo, sus nuevos pupilos encontrarán en él un curioso interés en la filosofía que incluso les servirá para enfrentar sus problemas en la vida diaria; pero este curso de filosofía que enseña a pensar por sí mismo, a ser crítico y a defender la libertad de pensamiento va en contra de las normas del instituto.
sí mismo como un extraño: los logros de su padre, la aparente perfección y calidez de su familia y el ser llamado de manera constante un “bueno para nada” le generan una enorme frustración. Tiempo después de conseguir un trabajo temporal en el Museo de Antropología, decide llevar el atraco a cabo con la ayuda de su
mejor amigo, el también sateluco Wilson (Leonardo Ortizgris). Lo que en el planteamiento inicial se presenta como una crónica del asalto se transforma en un interesante estudio de dos personajes que van por la vida girando en círculos sin tener un rumbo definido ni un destino claro, seres “sin pasado y sin futuro”. Dentro de todo el conflicto, la justificación de Juan para llevar el robo a cabo es meramente nacionalista, pero el mismo acto es una gran contradicción, ya que su motivante es un deseo enorme de reconocimiento y la necesidad de que algo pase en su vida. Al igual que en su ópera prima, Güeros (2014), Ruizpalacios dota a su segundo largometraje de un dinamismo enorme al confeccionar secuencias repletas de primerísimos planos, un diseño sonoro impecable, un ritmo intenso, así como un score que busca reelaborar la pieza musical “La noche de los mayas” de
Merlí o una apología de la docencia
En este momento no puedo dejar de pensar en el asunto de la educación en nuestro país, en cómo se ha ido trans-
formando en una serie de conocimientos enlatados que se alejan cada vez más de las humanidades y el verdadero pensamiento
Silvestre Revueltas. Todos estos elementos logran generar tensión y un sentimiento de persecución de manera orgánica, efectiva y potente. Fiel a su naturaleza de réplica, que es también en esencia donde el filme se vuelve -paradójicamente- más auténtico, el relato adquiere un tono de road movie juvenil que evoca a Y tu mamá también (2001), de Alfonso Cuarón, en el que el propio García Bernal ejecuta un viaje de descubrimiento, en compañía de su mejor amigo, a través de México. Desde la jungla mexicana hasta la famosísima Quebrada para finalmente volver a la Ciudad en el desenlace de la cinta, ambos personajes llevan a cabo una travesía sin final repleta de preguntas sin respuesta. Y es que, al igual que los circuitos de Satélite, el viaje de estos dos ladronzuelos no es más que uno que vuelve al mismo punto de partida: la frustración por sus propias vidas.
humano, enfocándose más en supuestos temas de interés contemporáneo que disfrazan la escuela en una fábrica de obreros incapaces de reflexionar sobre sí mismos. Y es que el discurso educativo y todos sus terminajos: competencias, habilidades, resiliencia y demás, sacados de algún manual de superación personal para empelados de algún supermercado gringo, han venido a suplir el pensamiento de los grandes pensadores de la historia, donde se puede aplicar francamente el refrán de Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Lo peor del asunto es que esta situación se puede comparar a aquella fábula donde un vanidoso rey es engañado por un par de rufianes que le aseguraron haber confeccionado el mejor traje del mundo, con la pequeña cualidad de que sólo podría ser visto por gente inteligente. Me pasa lo mismo: por más que hago el esfuerzo por comprender toda esa palabrería de los materiales pedagógicos modernos, irremediablemente caigo en un vacío y una confusión enorme, por lo que prefiero leer a Heidegger o Kierkegaard, o algún otro filósofo más fácil de entender que los autores de pedagogía. Merlí es la muestra de el fracaso del sistema educativo moderno, que muestra que es más eficaz un profesor como el interpretado por Cantinflas en la película de El maestro, o aquel de La sociedad de los poetas muertos, la de Mentes peligrosas, el de La lengua de las Mariposas, o bien, cualquiera con iniciativa, pasión y amor por sus alumnos, es mejor que aquel estudioso de Piaget, Dewey, Vigotsky y Freire que quiere hacer de la docencia una ciencia.
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Desayuno en Tiffany’s, mon ku
Mademoiselle de Joncquières, de Emmanuel Mouret: de Diderot para el placer de las mujeres su terminación en 1765 hasta su publicación en 1795. La obra de Diderot fue una reacción contra la imposición de normas morales y políticas regidas por los reyes francesas, sus escritos se convirtieron de cierta manera en los predecesores inmediato de la revolución francesa. Mouret mantuvo ese tono subversivo sobre el arte de amar, de desear, de engañar, de ser un libertino y de volver a desear; y luego en el amor, el aburrimiento del amor: “La felicidad nunca es corta, sino se llama tan solo placer” (traducción libre) parece ser la reflexión puesta en la pantalla por Mouret en la boca de la señora Pommeraye (Cédile de France). La historia trata sobre los esfuerzos del Marqués de Arcis para conquistar a Pommeraye, tras una larga seducción en el castillo la consigue pero pronto se aburre, la desencanta y se va. Entonces Pommeraye
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l director y actor francés Emmanuel Mouret, con 13 películas es su haber, a recordar Un baiser s’il vous plaît (Un beso por favor, 2007), Fais-moi plaisir! (Dame placer, 2009), L’art d’aimer (El arte de amar, 2011), y su reciente Mademoiselle de Joncquières (Señorita de Joncquières, 2018), mantiene su línea de creación en los temas del amor, el sexo, el deseo y el placer. En esta ocasión sus actores son gente que de cierta manera se ha ido identificando con películas virulentas contra los morales de la “normalidad” y por supuesto el catolicismo, se trata de Cécile de France, Edouard Baer y Alice Isaaz. Mouret se basó en un relato de Denis Diderot que aparece en la novela Jacques le fataliste y cuya publicación estuvo censurada por casi 30 años desde
/// Para el art. de Carlos copy
Por Francisco Javier González Quiñones t
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[sobre Jugaré contigo, de Maritza M. Buendía] El hombre observa una réplica de la mariposa de la muñeca, a mayor escala, en la entrepierna de la mujer Maritza M. Buendía, en Jugaré contigo.
/// Emanuel Álvarez Pérez. Cuando la imaginación se humedece con el deseo. Imagen inspirada en el libro Jugaré contigo.
mágicos secretos familiares, Susana se transfigura en una Afrodita que con su prodigiosa saliva humedece los sentidos para incitar la imaginación y el deseo. La saliva, la humedad y las palabras de
Susana dan placer, reconfortan y alivian. Ella, a su vez, saborea las evocaciones del terruño. El oasis de la vida al cual se regresa siempre, tarde o temprano. Lejos de la familia y de las emociones,
los aromas y sabores del terruño. Evocando los regaños y consejos de la Abu, las sensuales cabalgatas, las hermosas flores, las aromáticas hierbas y los jugosos frutos de la comarca de la Casa Grande, Susana, en simbiosis con sus muñecas, recrea singulares escenarios para jugar al amor. Es la gozosa puesta en escena de una experiencia que, liberada de inhibiciones y de dogmatismos religiosos, desborda sus fantasías sexuales y las de sus feligreses. Susana es una amorosa sacerdotisa que cumple su misión redentora de aliviar la tristeza y de apaciguar la ira. Es una santa que en lúdica comunión con sus devotos libera el instinto primigenio para sentir, en un instante orgásmico, la plenitud de la vida. Como todo en la vida, los juegos tienen ciclos y una vez concluidos hay que girar la ruleta del destino y continuar el peregrinaje de la existencia. La ruleta señala a la Casa Grande. Evocar las exquisiteces culinarias del hogar amortigua las fatigas del largo viaje de regreso. Pero en el retorno la cruda realidad es quien recibe a Susana. Los chiles rellenos se esfuman ante la desolación que reina en la Casa Grande. De los membrillos, los duraznos y las granadas sólo quedan el recuerdo. Los ladridos del fiel Balín se han apagado, ni siquiera el ronroneo de Pilarico se escucha. La Casa Grande se desvanece. Es tiempo de transfigurar el dolor con el bálsamo de nuevos sueños, de ahogar El Libro de las muñecas muertas y de humedecer la imaginación en la esperanza para recibir a Severino.
Literatura
ada pequeño acto individual es una semilla que germina en el momento y el lugar apropiados o, por ventura, en el terreno propicio y el instante oportuno. ¿De qué están compuestos nuestros instantes? De sabores, olores, emociones, sonidos, alegrías, desdichas y, sobre todo, del tiempo que como una fragua va moldeando lo que tarde o temprano seremos como personas. Somos lo que fuimos y seremos lo que vamos siendo. La vida es un lienzo de eventos que se van tejiendo para formar bocetos memorables que evocan la nostalgia del terruño, el asombro de las primeras veces, la camaradería de la amistad, los felices años escolares, el primer beso, el agradable confort del hogar y la compañía de la abuela. También, la vida, es la dolorosa ausencia de los seres queridos y la curiosidad que alienta al atrevimiento para descubrir misterios y abrir puertas prohibidas. Puertas que resguardan libros mágicos y secretos familiares, incluso, recetas milagrosas para sanar el cuerpo y aliviar el espíritu. Abrir esas puertas es sólo un atrevimiento, asumir las consecuencias de ese atrevimiento es un compromiso vital que Susana, la protagonista de la novela Jugaré contigo, asume con convicción y complacencia, más allá de toda sumisión, conformismo o sacrificio. Dueña de los
Cuando la imaginación se humedece con el deseo
montará una estrategia para vengarse del libertinaje. La películas de época tienen un trazado muy evidente, sobre todo las remitidas al periodo del rey Sol: grandes castillos, jardines, cortesanas y cortesías, baldaquines y salones fríos. Mouret no se complica el día y respeta estas convenciones. Quizás lo que más puede interesar, por el contexto actual en la reivindicación de la igualdad de género, en este caso sexual y de placer, es que Mouret acentúa las réplicas en su actriz estelar, Cécile de France, y somete, sin perder protagonismo, el accionar del hombre. Las escenas de unión entre las mujeres, los cruces de miradas y roces de cuerpos evidencian la complicidad. Ésta es una cinta que para disfrutar se tiene que ver en versión original subtitulada, de otra manera el ritmo de las réplicas y las inflexiones del verbo de Diderot pierden su fuerza.
Cine
Por Carlos Belmonte Grey t
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Río de palabras
La familia Pérez Gómez Por Alberto Huerta t
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a familia Pérez Gómez está lista para salir a la calle. Fermín Pérez Gómez los mira con ojos escrutadores. La abuela está impecable cargando en su brazo la canasta. Pedrito, Pepe y Susanita, inmaculados. Dora Alicia, su estirada esposa, inmejorable. Todos, incluida la abuela, vestidos con su disfraz de vampiros, con colmillos de plástico incluido. Fermín canta bajito Pajaritos a volar; la abuela dice para sí con mirada pícara: Éste era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez? Los niños cierran sus ojos, angelicales, pensando en las golosinas recaudadas; Dora Alicia permanece ausente, en babia. Se ponen en marcha. La abuela cantará: El muerto quiere camote… El resto hará el coro. Auuuuuu. Al pasar por el espejo del comedor la imagen familiar no es reflejada.
/// La india de Tehuantepec. 1920. Su autor, Alfredo Ramos Martínez, nació un día como hoy, 12 de noviembre, pero de 1871, en Monterrey, NL. Así recordamos en La Gualdra al también llamado Pintor de las melancolías.
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Metafísica para contar a los dioses con insomnio
Por Pilar Alba
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o despidió muchas veces, como cuando cruelmente quieres deshacerte de un animal echándole agua caliente. Él aún con el cuerpo enrojecido y lleno de ampollas, se quedaba. Lo dejaba sin dormir, le quitaba el alimento, pero nada. Ahí seguía echado junto a la puerta o vigilándola debajo de la cama, metido entre las fibras de su almohada. Lo trató, literalmente, con las patas; con palabras hirientes le gritó varias veces que se fuera. Nunca vio en sus ojos ni una ligera humedad de lágrimas. Lo arrastró por los suelos, le restregó mil veces la cara contra la pared, le arrancó morosa una a una de las uñas y los dientes. Al día siguiente cuando creía que ya, de una buena vez, se había marchado, él regresaba. Lo volvía a encontrar echado junto a la cama, resistiendo estoicamente, esperando recibir su dosis de crueldad cotidiana. Permaneció ahí, hasta que a ella las fuerzas se le agotaron y disminuyó los castigos. Terminó por aceptarlo resignada: el recuerdo jamás se iría de su mente.
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Por Roberto Galaviz
Necesito tus manos, escribamos juntos un poema me declaro imposible de hacerlo con las mías, necesito tus manos dame tus manos, necesito tus manos, las mías son luciérnagas extraviadas en el éxodo nocturno de tu cuerpo inválidas hoy para escribir cualquier cosa mis manos naufragan en el exilio dulcísimo de tu piel
dame tus manos, escribiremos un poema extraño el más extraño de este mundo y de los demás otros mundos que algunos dicen que existen el poema verdadero no existirá en el mundo real acaso, aquí, los otros verán un reflejo un haz de luz, un guiño posible voy a leer nuestro poema en caricias en voz baja sobre los pliegues perfectos de tu cuerpo, voy a contar nuestra historia
a los dioses con insomnio esta noche vamos a hacer un poema usando sólo tus manos, tus dedos que hacen papiroflexia del viento mi mirada epicéntrica sobre ti descansará sobre en tu vientre en la exacta mitad del universo necesito tus manos, las mías son una peregrinación de estrellas anhelando volver al Big-bang deseando estallar de nuevo y reinventar hasta la forma misma del tiempo.