SUPLEMENTO CULTURAL NO. 637 / 23 DE SEPTIEMBRE DE 2024 / AÑO 14
“Conocí a Mariana por recomendación de un amigo escritor que me dijo, cito: Oye, por si aún no la conoces, esta chica me parece una escritora genial. Ella es una cuentista, la he leído en varias revistas. Luego fui a su twitter y descubrí que aparte de las de tipo literarias, compartíamos algunas afinidades musicales, Luis Miguel, Enmanuel, Mijares, y también la pasión por el mismo equipo de fútbol, el inmortal América (perdónenme este exceso, queridos lectores). Después pasé algunas noches muy divertidas leyendo su primera novela Hace mucho humo en mi habitación , ahora, con el pretexto de la próxima publicación de su segunda novela bajo el sello de Dharma Books, les traemos esta entrevista donde con gran claridad y sentido del humor, nos platica de sus obsesiones y lecturas”. Beatriz Pérez Pereda
[“Mariana Guiacomán: José Agustín cambió mi vida cuando lo leí por primera vez”, por Beatriz Pérez Pereda, en esta edición]
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Mariana Giacomán.
La Gualdra No.
Tarsicio Félix inauguró el pasado 6 de septiembre su exposición de fotografía Ocasionalidades en el Centro Cultural Ciudadela del Arte. El licenciado
Tarsicio es el Notario No. 7 de la ciudad capital, ha sido docente universitario y vecino del centro histórico de Zacatecas desde hace muchos años; de alguna manera, por influencia de su padre se convirtió en “retratador” desde hace décadas también.
Decía Susan Sontag que “Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa establecer con el mundo una relación determinada que parece conocimiento, y por lo tanto poder”, esta frase me remite a lo que ha hecho don Tarsicio, quien, con andar pausado, ha recorrido el centro zacatecano observando la belleza de cada uno de sus rincones y la ha hecho suya. ¿Cómo guardar de manera permanente esos momentos en los que la luz hace su magia? El retratador captura las imágenes con su cámara análoga tratando de eternizar esos momentos, esas ocasiones únicas que no se repetirán jamás.
En estos tiempos, en los que con nuestros aparatos celulares tomamos fotos a diestra y siniestra, hemos perdido también la costumbre de revelarlas. Los dispositivos móviles se saturan con miles de fotos que son depuradas eventualmente para “hacer espacio” y luego lo volvemos a llenar. Tomar entonces una foto, una selfie, se ha vuelto parte de una rara práctica en la que nos damos el gusto de capturar y dejar ir sin rastro alguno parte de nuestra vida cotidiana.
El licenciado Tarsicio, sin embargo, sale a caminar y en su recorrido cotidiano se ejercita constantemente en el arte de ver para recordar, para alimentar su memoria y la de la colectividad. Recorre sistemáticamente las calles con sus pies, sus ojos y con el corazón; de estos trayectos diarios han resultado más de 300 fotografías (307, si mal no recuerdo) que presenta en la Ciudadela del Arte.
Su oficio de “retratador” también le ha dado la posibilidad de ejercer un acto de poder, pues eterniza los detalles de una ciudad en constante cambio -nada volverá a ser igual-; Tarsicio conoce el espacio, lo asimila, lo captura y lo comparte con el espectador para que no olvide que esas
imágenes son una pequeña pero significativa muestra de un patrimonio que debemos cuidar. Dejar constancia de la belleza también es una manera de propiciar el recuerdo; la palabra “recordar” alude a la acción de “volver a pasar por el corazón” y eso es lo que el maestro Tarsicio hace: vuelve pasar por el corazón, con cada imagen, la necesidad de honrar la vida, la de la ciudad y la de quienes la habitamos.
De su padre, el profesor Isauro Félix Berumen, heredó el gusto por la fotografía; sin embargo, él más que fotógrafo prefiere llamarse “retratador”, porque la palabra le es más interesante y, porque, sin pretensión alguna, “retrata lo que encuentra a su paso”, lo que lo sorprende y alimenta el espíritu. La labor de Tarsicio Félix tiene que ver también con rendir un homenaje a lo aprendido de su progenitor, quien usaba las cámaras para perpetuar la memoria y del que aprendió a retratar, revelar y a archivar metódicamente negativos e imágenes impresas. Para esta exposición tenía listas 500 fotos y de ellas se seleccionaron las que hoy están en exhibición, enmarcadas en pares las más, por temas que van dando cuenta de la infinidad de detalles de la cantera, la herrería y las calles de esta bizarra capital.
¿Cuántas fotografías más tendrá en sus archivos? La imaginación no me alcanza para aventurar siquiera un número, pero sí un deseo: que reúna una selección de estas imágenes y las acompañe con su visión de cómo se ha transformado Zacatecas en las últimas décadas. Ojalá. Ocasionalidades es la tercera exposición individual de fotografía que presenta el Lic. Tarsicio y permanecerá todavía un par de semanas más en la Ciudadela del Arte; el horario de visita es de miércoles a domingo, de 9 a 17:00 horas. Ojalá pueda visitarla. Enhorabuena, maestro.
Que disfrute su lectura.
Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
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Directorio
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1º de octubre, Día Internacional del Café Cafestivalito 2024 Por Magdalena Okhuysen
Mariana Guiacomán: “José Agustín cambió mi vida cuando lo leí por primera vez” Por Beatriz Pérez Pereda
1º de octubre, Día Internacional del Café
Cafestivalito 2024
6 Por Magdalena Okhuysen
“
Lo que afortunadamente el cambio climático nos invita a ver del café en México” es el título de la presentación con la que nuestro invitado especial de Veracruz, Gerardo Hernández–Martínez, inaugurará esta cuarta edición del Cafestivalito el martes 1º de octubre, Día Internacional del Café. Hablar de esta conmemoración viene a cuento aquí porque hasta 2015 el Día del Café se celebraba el 29 de septiembre, en consonancia (aunque no muy resonante, también hay que decirlo) con la iniciativa de la Asociación del Café de Japón.
La principal intención de establecer un día dedicado al “aromático” -honrosa y simpática metonimia- era promover entre los integrantes de una cultura más habituada al té el ánimo de demanda con una oferta masiva de degustaciones gratuitas o con precios promocionales. Algunos esfuerzos se sumaron por aquí y por allá, hasta que la posibilidad de dedicar un día a esta bebida se vio en relación con fenómenos como las llamadas Segunda y Tercera Olas del Café, es decir, respectivamente, el interés de nuevos cafés por ofrecer una taza bien preparada, de acuerdo con definiciones estandarizadas, que acercara a los consumidores finales “café de verdad” en lugar del café instantáneo; y el boom del “café de especialidad”, que se relaciona con otra serie de conceptos, como “expresión y experiencia sensorial”, “rangos y curvas de tueste”, “perfiles de taza”, entre otros.
Sin embargo, en 2015, en el marco de la Feria del Café en Milán, se inauguró el Primer Foro Internacional del Café el 1º de octubre, y por eso la Organización Internacional del Café (OIC) decidió reubicar al café en el calendario y designar esta fecha como el Día Internacional del Café, claro que no sin discusiones, algunas tal vez acaloradas, con quienes por diversas razones se habían identificado e incluso encariñado con la otra fecha.
Lo que vale la pena señalar sobre este día que parece mayormente reconocido como el “verdadero” Día Internacional del Café -sobre todo por la resonancia que ha alcanzado con las redes sociales y la gigantesca comunidad de coffeelovers- es que pone en el centro de la conmemoración a los productores y la riqueza del entorno de los cafetales junto con la necesidad de actuar para favorecer su conservación; con este enfoque se realza la parte humana para hacernos conscientes del esfuerzo y la ardua labor en el campo. En palabras de la OIC, la intención primordial de esta celebración apunta prioritariamente a “solidarizarse con
el sector cafetero”; este fragmento del comunicado tiene como destinatarios a los grandes compradores y es punto de partida para poner sobre la mesa de análisis el amplio y espinoso concepto del “comercio justo” y los discursos asociados a justificar e implementar procesos de certificación, trazabilidad, origen, entre otros. El propósito de enfocarnos en el reconocimiento y aprecio por el trabajo de los productores y sensibilizar sobre la difícil situación que viven millones de ellos alrededor del mundo tiene sentido sobre todo ahora que el gusto
por el café ha superado las bien cimentadas barreras de algunos hábitos de consumo de culturas que se habían mantenido al margen del furor por “el aromático”; a la fecha, el café resulta la segunda bebida más consumida en el mundo.
Esta creciente demanda de uno de los productos más vendidos a nivel global genera una complejísima cadena de valor y un alto grado de especialización en un mercado gigantesco vinculado con un sector que acepta enormes retos con cada cosecha: mantener o aumentar volúmenes de
producción, regirse por estándares de calidad de difícil gestión y/o de altos costos de implementación, proponerse la innovación como principio en sus sistemas de cultivo, en los procesos o beneficiados, etcétera; además, lograr esto en un esquema de rentabilidad.
Dadas estas circunstancias, el trabajo en el campo se ha orientado a procurar las mejores prácticas para expresar el máximo potencial de “especialidad” de las fincas bien trabajadas; para armonizar este propósito, es necesario un esfuerzo multidisciplinario ya que, por otra parte, cada entorno enfrenta permanentemente cambios propios de su naturaleza dinámica. Y éste es el contexto en el que se abordará el tema del cambio climático, un fenómeno que se está gestando desde hace mucho tiempo y que ahora se percibe como un problema agudo por la confluencia de diversos factores (con los que la especie humana sin duda ha colaborado).
Sin embargo, el título de la presentación que tenemos en puerta nos sugiere de entrada avivar el sentido de oportunidad ante un fenómeno que se ha construido en la imaginación colectiva como una imagen monstruosa que difícilmente vemos que podamos asociar con aspectos positivos, especialmente ahora que se habla tanto de un momento crítico. Lo cierto es que las crisis significan una alternativa para que se dé una transformación; es un proceso paulatino en el que nos vemos obligados a ampliar nuestra perspectiva y -en el caso concreto del café en México, que es el tema que nos reúne- tener más claridad sobre lo que configura el ecosistema de los cafetales y lo que significa organizarnos como comunidad para unir esfuerzos coherentes.
Es lo que podemos adelantar sobre esta edición, así que te esperamos el martes 1º para arrancar octubre con energía vibrante. En Zacatecas dedicamos desde hace cuatro años la primera semana a un programa cultural que reúne actividades académicas, de exhibición, artísticas y deportivas.
Mariana Guiacomán:
“José Agustín cambió mi vida cuando lo leí por primera vez”
6 Por Beatriz Pérez Pereda
Entrevistas
Conocí a Mariana por recomendación de un amigo escritor que me dijo, cito: Oye, por si aún no la conoces, esta chica me parece una escritora genial. Ella es una cuentista, la he leído en varias revistas. Luego fui a su tuiter y descubrí que aparte de las de tipo literarias, compartíamos algunas afinidades musicales, Luis Miguel, Enmanuel, Mijares, y también la pasión por el mismo equipo de fútbol, el inmortal América (perdónenme este exceso, queridos lectores). Después pasé algunas noches muy divertidas leyendo su primera novela Hace mucho humo en mi habitación, ahora, con el pretexto de la próxima publicación de su segunda novela bajo el sello de Dharma Books, les traemos esta entrevista donde con gran claridad y sentido del humor, nos platica de sus obsesiones y lecturas.
BPP: Eres lectora de José Agustín y en tu novela Hay mucho humo en mi habitación reiteras con admiración el dato de que escribió La tumba a los diecisiete años… pero tú también eres una escritora muy joven y estás a punto de publicar tu segunda novela, ¿cómo es ser una escritora joven en el escenario de la literatura nacional?
MG: La verdad es que siempre lo digo, pero José Agustín cambió mi vida cuando lo leí por primera vez. Ya después entendí que su caso y lo de escribir La Tumba a los 17 sí fue un chispazo de genialidad que yo no iba a tener. Pero José Agustín me hizo creer -saber- que tengo una voz, que mi cotidianidad y lo que veo puede ser contado. Esto me inspiraba sobre todo de adolescente, pero aún ahora lo hace. Sigo diciendo “¡quiero ser como él!”, especialmente en la autenticidad. Sobre ser una escritora joven, a veces me da miedo no escribir sobre lo que se espera que escriba. Aunque Hay mucho humo en mi habitación toca temas de género, en realidad no pretendo escribir para exponer
problemáticas sociales. Siento que en el panorama actual a veces es lo que se espera. Y entonces pienso en José Agustín, que escribía sin culpa sobre el rock y las fiestas y la adolescencia e incluso las residencias literarias. Contaba lo que quería, y qué bien lo contaba.
BPP: ¿Qué ha cambiado, cómo ha cambiado tu escritura desde Hay mucho humo en mi habitación, o quizá tus búsquedas y formas siguen siendo las mismas?
MG: Ha cambiado mucho aunque creo que las obsesiones son las mismas. Hay temas a los que siempre vuelvo: la infancia femenina y la línea borrosa entre los recuerdos y los sueños. Los miedos y los
augurios. Pero creo que lo especial de Hay mucho humo en mi habitación es que es lo más personal que voy a escribir jamás. No creo volver a hacerlo. Me siento más cómoda poniendo más distancia entre mí y los personajes. Cuando pienso en retrospectiva en Humo… siento que hubo cierta audacia que no me atrevo a repetir. No volvería a escribir tan explícitamente sobre la gente a mi alrededor, siempre me acuerdo de Truman Capote y cómo todos sus amigos le dejaron de hablar por escribir sobre ellos sin tapujos. Por suerte las amigas que aparecieron en Humo -porque están inspiradas en personas reales que estaban en ese momento de mi vida- estaban contentas con el
resultado. No me dejaron de hablar, al menos.
Las cosas que ahora tomo de mi vida para escribir no son experiencias tan vastas, más bien son detalles que observo y que sé que pueden ser detonantes. Otra cosa que cambió fue que ahora también escribo mucho sobre personajes famosos. Empezó como un chiste, porque escribí un cuento sobre La carabina de ambrosio donde la narradora es Gina Montes, la mujer que bailaba en la entrada del programa. Me gustó mucho el resultado y empecé a escribir sobre otros personajes: Lucía Méndez, Edward Snowden, Keith Raniere -el líder de la secta NXVIM-, etc. Me gustaría escribir, a mediano plazo, algo que
Mariana Giacomán.
combine mi interés por la memoria con estos personajes y sus mundos. Y sobre las formas, me gusta mucho la escritura fragmentaria. Hace poco me estuve preguntando si no es una especie de comodidad a la que me he acostumbrado, el uso de elipsis mediante fragmentos que el lector va uniendo como puntos. Pero leí Sistema nervioso de Lina Meruane, donde ella lo hace perfectamente, y dije “Sí, así es como quiero escribir”. Es algo así como construir sobre vacío.
BPP: Te leo en Twitter y has comentado que como método de lectura elegiste leer sólo lo que se te antoja, un poco al azar o por pura intuición, y que desde entonces tus lecturas han mejorado, cuéntanos cómo llegaste a esta decisión y qué estás leyendo.
MG: ¡Sí! La verdad es que yo antes me devoraba las mesas de novedades, y fue el año pasado que me di cuenta que en realidad me estaba obligando a leer cosas que no me interesaban sólo por el deseo de estar actualizada. Entendí que sí, voy a perderme de algunas lecturas, pero prefiero elegir lo que leo a partir de lo que me llama y no sólo por estar al tanto de las tendencias.
Con los clásicos, en cambio, aprendí a ser paciente. Pienso que hay cosas que leeré cuando sea el momento. Tengo pendiente En busca del tiempo perdido, pero no creo que sea algo que haya que leer con prisa. Mi papá me inspira mucho en eso, porque siempre ha sido lector pero no fue sino hasta hace poco, a los sesenta, que se encontró con el libro que más lo marcó: Moby Dick. Entonces pienso que los libros de alguna manera también van llegando a nuestras vidas en el momento
indicado. Con Crimen y Castigo, por ejemplo, me pasó a la inversa. Lo leí de adolescente y ahora creo que también pasó por algo, lo tenía que leer justo a esa edad donde tenía los sentimientos a flor de piel todo el tiempo.
Muy cliché quizás pero sí imagino a los libros como esos objetos mágicos a los que quizás no hay que perseguir sino dejarlos llegar. Actualmente estoy obsesionada precisamente con una autora del presente y con un clásico: Eva Baltasar y José Revueltas.
BPP: ¿Puedes contar a tus lectores un poco sobre de qué va esta segunda novela, quién la editará, cuáles son tus proyectos, etc.? Lo que puedas adelantarles.
MG: ¡Claro! La siguiente novela, espero, estará a la venta a finales de año. Será publicada por Dharma Books. Inicialmente iba a ser un libro de cuentos, sin embargo se empezaron a entrelazar y me di cuenta que la repetición de ciertos motivos y rimas creaban una especie de juego de espejos.
Comienza con una niña, Luciana,
en el sexenio de Calderón. Ella ve una mañana una portada de periódico que muestra unas cabezas colgadas en un puente peatonal, y a partir de ello deja de dormir. Su padre se va a un viaje de trabajo esa misma semana y Luciana empieza imaginarse que está secuestrado. El regreso del padre se demora y Luciana busca respuestas en la computadora de su casa. De pronto está viendo, sin ningún adulto que la supervise o esté medianamente presente, El blog del narco. Para ese cuento-relato-capítulo me interesaba plasmar lo que mi generación recuerda como la niñez en el sexenio de Calderón, una niñez repleta de precauciones ante la violencia que estaba en todas partes. A partir de esa historia quise escribir más sobre Luciana, y fue así como se convirtió en mi protagonista.
A lo largo de la novela se despliega la genealogía de la familia de Luciana, una familia que parece padecer de un mal hereditario. Los infortunios y la perversidad están siempre ahí como algo inevitable. Por otro lado hay un segundo bloque de personajes, un grupo de amigos liderado por Jorge, primo de Luciana. Mientras las historias sobre los miembros de la familia ocurren en saltos en el tiempo, este segundo bloque de personajes está en el presente, contando historias de terror en una fiesta. De nuevo, el mal y lo inquietante como algo de lo que nadie se puede librar.
Pero lo que más me gusta y no me puedo callar es que hay un capítulo donde aparece Luis Miguel como un personaje. Yo creo que toda mi personalidad cabe en ese fragmento, y también los temas que me interesan. La cultura pop mexicana y lo inquietante.
Nació en la Ciudad de México (1998), es politóloga por la Universidad Iberoamericana y fue becaria de narrativa en la Fundación para las Letras Mexicanas (2022-2023) y de Under the Volcano 2024. Ha publicado cuentos en diversas revistas como Nexos, Este País y Punto de Partida. En 2022 ganó el primer lugar en cuento del 53 concurso Punto de Partida de la UNAM, con el cuento “Mátalas”. Publicó la novela Hay mucho humo en mi habitación en Editorial Floramorfosis y publicará su segunda novela en la editorial Dharma Books.
Entrevistas
Mariana Rosas Giacomán
Escritura y el arte visual como un catalejo poético. Una conversación con Melisa Arzate Amaro
6 Por Marcos Daniel Aguilar
La poeta Melisa Arzate Amaro acaba de publicar su más reciente libro, se trata del poemario Titila sangre (Ediciones Periféricas, 2024). En él, la poeta se aproxima a los objetos y paisajes de la vida cotidiana para mantener un diálogo con la esencia de éstos y así poder dar a conocer un punto de vista de quien está en contacto con ellos. Y esto lo hace a través de la imagen fotográfica y las imágenes que Melisa construye con palabras. Al respecto, conversamos con la escritora, quien también es historiadora del arte y gestora cultural.
Marcos Daniel Aguilar: En este libro te aventuras a rasgar la materialidad de las cosas para encontrar la sustancia de las mismas, ¿por qué hacerlo a través de la poesía?
Melisa Arzate Amaro: Cuando el artista Lucio Fontana comienza a cuestionarse la bidimensionalidad de la pintura en los años cuarenta, después del horror diseminado por la Segunda Guerra Mundial, pretendía transformar el espacio de forma dinámica, cosa que lo lleva a rasgar, perforar y cortar los lienzos, para lograr su tridimensionalidad. Supongo que con mi escritura pretendo lo mismo: rasgar la frontera entre mi ser y el del mundo que me rodea; perforar las ideas mediante palabras para extraer de ellas el magma, una especie de petróleo que me permita poner en movimiento una maquinaria tridimensional de pensamiento crítico, estético y emotivo; atravesar, por la vía del lenguaje, lo que me separa del lector y lograr tocarlo para conmoverlo, hacerlo sentir, hacer sentido, estar ahí para desentrañar, junto a esa otredad, lo profundo de mi existencia, que es también la suya, de alguna manera. Es un libro, por tanto, que efectivamente implica una excavación dentro de la realidad que habito en este espacio tiempo y al interior de mi ser, a través de la retroexcavación que me permiten las palabras. ¿Para qué?
Para encontrar sentido.
MDA: Los objetos, los rostros y los paisajes en Titila sangre se pueden leer como discursos, ¿cómo lees lo que se puede ver?
MAA: McLuhan decía que el medio es también el mensaje y un discurso, cualquiera, es precisamente el conjunto de signos, con su significado y significante, que sirven, en cualquier cultura e idioma, para dar a conocer algo, ponerlo sobre la mesa. Yo quiero eso, poner sobre una mesada limpia, sobre una tabula rasa, temas como la violencia, el deseo y el terror, pero también nociones complejas como la idea de país, familia o ser. Me interesa poner
en tela de juicio todo lo que creo, lo que pienso y lo que soy para reinventarme en el acto mismo de la escritura. Es fundamental para mí aclarar que, si bien entiendo que la pregunta puede ir hacia el señalamiento de una tendencia política en mi poesía, quiero decir que la hay porque soy un animal político como lo concebía Aristóteles en tanto que desenvuelvo mi existencia dentro de una sociedad y la palabra me da la posibilidad de construir en esa sociedad una noción como la de individuo o justicia. Titila Sangre, en todo caso, es un discurso poético que clama por justicia en la sociedad que habito, en el mundo que intento comprender y en el propio ser mío que puede ser ambivalente, contradictorio, a veces extraño para mí misma.
MDA: Lo pienso como poemario doble: uno en imagen (las fotografías que contiene el libro) y otro en los versos ¿siempre lo imaginaste así?
MAA: El proceso de escritura del libro fue acompañado de lecturas, reflexiones y caminatas, durante las cuales tomé esas fotografías que estaban también impregnadas de ideas que me interesaba llevar a la escritura o ya estaban en ella y encontraba ahí puestos, en eso que veía, de una forma no siempre evidente pero sí atmosférica. Así que el acompasamiento de los poemas con las fotografías fue un ejercicio natural, no necesariamente complementario ni mucho menos ilustrativo, pero sí de una obra paralela de interpretación libre: me interesa que los lectores vean en esas imágenes lo que quieran, lo que ellos mismos proyecten ahí. Por eso están puestas en alto contraste al grado de lograr una especie de abstracción. Quiero que el lector componga, desde ahí, sus propios poemas. La fotografía me gusta mucho, admiro profundamente el trabajo de Nadja Massün, Graciela Iturbide, Cartier-Bresson o Man Ray, pero yo no soy fotógrafa, ni pretendo serlo. No intento usurpar un lenguaje que no me pertenece, sino abrir una ventana
visual para el lector, contigua a una poética. Esas fotografías, como decía antes, las fui tomando mientras escribía y resguardan conceptos o ideas que simultáneamente exploraba en la escritura, así que juntas, imagen y palabra, se acompasan en el libro e invitan al lector a sumarse a esa cadencia.
MDA: Además de los poemas que hablan de las fotografías también hay poemas que hablan sobre obras de arte o movimientos artísticos, ¿cómo dialoga el mundo del arte plástico con tu poesía escrita?
MAA: Mi formación y grado doctoral se dio en la Historia del Arte, así que estoy
ligada a la imagen, el lienzo, el trazo, la escultura en un campo expandido, por fortuna, irremediablemente. He escrito ensayo sobre artes visuales y mi labor docente ha tenido todo que ver con ello. Amo profundamente la poesía y es mi lenguaje, mientras que el arte es mi referente primario e ineludible. No quiero ni puedo desligarme jamás de eso otro que me apasiona, así que escribo como intentando pintar con palabras: cada una es un trazo, un volumen que crea formas nuevas o un punto de fuga que conduce a otro sitio. El arte y la poesía son las dos lentes de un mismo catalejo, a través del cual veo, comprendo y me relaciono con la
Melisa Arzate Amaro
Dinero para cruzar el pueblo, de Rodrigo Ramírez del Ángel*
6 Por Gustavo Vázquez-Lozano
¿Qué sucede cuando los seres más dañados y marginados intentan buscar algo de dignidad en medio de un mundo que los rechaza? ¿Qué pasa cuando nos sentimos tan virulentos que abandonar a las personas que queremos es un acto de amor más que una traición? Dinero para cruzar el pueblo, novela que recibió el Premio Nuevo León de Literatura 2020 otorgado por CONARTE, es la historia de Eusebio, un joven feo, repulsivo, que sufre de obesidad mórbida. El protagonista adolece además una condición que incomoda a todos a su alrededor: un sudor copioso que lo tiene permanentemente pegajoso, húmedo y, por tanto, lleno de ronchas y pústulas. La historia comienza cuando Eusebio sale de casa y se instala en el cuarto piso de un mediocre edificio. A él le sabe a libertad. Cuando le llegan noticias de que su madre, Jade, ha desaparecido, tiene que interrumpir la luna de miel consigo mismo para regresar y tratar de ayudar en la búsqueda. Como parte de sus pesquisas, desentierra papeles y fotografías, visita a un ex marido de su madre, a su anciana tía, los lugares donde Jade trabajó años atrás; habla con la policía, la policía habla con él, todo bajo el enigma siempre presente de dónde se halla la madre. Es irónicamente en esta búsqueda donde Eusebio la encuentra, a la mujer, la real, la que él nunca conoció.
En algunos capítulos es la propia Jade quien nos habla, de su pasado problemático, saturado de violencia y abusos; mujer contradictoria que salió de la pobreza, pasó de marido en marido, de casa en casa, y cuya vida consistió en abandonar a todo el mundo: primero a sus padres y hermanos, luego a sus esposos, a los cuatro; finalmente a su único vástago, Eusebio, el gordo sudoroso, la cosa más fea en la vida de esta mujer que siempre cuidó las apariencias. Jade no tiene remordimientos; sentencia en un momento de la trama: “Lo mejor que puede hacer uno para su familia, es irse”.
Raquel, la libidinosa, inconforme y desagradable vecina de Eusebio, también ha sufrido la pérdida de un progenitor, su padre, que ahora ya no es su papá sino Wendy, una mujer trans. Por este hecho su hija lo rechaza y a la vez lo extraña. Juntos, Eusebio y Raquel emprenden esta aventura, dos seres profundamente deformes, uno físicamente, la otra espiritualmente. La acción ocurre por cierto en dos pueblos ficticios que están en la costa, Santa Ana y Tepoala, satura-
dos de moscos y de un calor infernal, en donde lo más importante que ha acontecido históricamente es la presencia de una refinería, la humedad, la pestilencia y el ir y venir de políticos y trabajadores de Pemex.
En Dinero para cruzar el pueblo estamos frente a un lamento largo y amargo por la pérdida de la madre, contado desde la perspectiva del “monstruo” abandonado, de Quasimodo. Eusebio podrá ser grotesco y deforme, pero tiene nobleza. Jade es, en todo caso, la que resulta grotesca, un ser frío y narcisista que ha ido de matrimonio en matrimonio, y que piensa que sería libre a no ser por su mayor vergüenza, es decir, haber dado a luz a un hijo repugnante, a quien sueña como una cucaracha indeseable a la que aplasta por las noches.
Por cierto que Eusebio, el indefenso, se define a sí mismo en función de ella. Su identidad depende tanto de Jade que, cuando la mujer desaparece a mitad de la historia, él se convierte en un mar de sudor y arrepentimiento por, literalmente, haber nacido. Jade tiene, desde luego, su punto de vista. Ella misma lo cuenta en primera persona. ¿Desde dónde? No lo sabemos. Su infancia, su entorno familiar, marcado por la violencia y la pobreza; cómo en su juventud era otra, una niña natural, de cabello rizado, sin joyas ni maquillaje, una inocencia que fue devorada por el entorno.
Finalmente Raquel, la vecina híper sexualizada, también es producto de un hogar roto. La relación entre Eusebio y Raquel, entre Raquel y su padre, entre Jade y sus esposos, pone en evidencia una dinámica de poder invertida, donde las mujeres, llenas de resentimiento y furia, dominan a hombres débiles y pasivos; una generación de hombres que ha perdido su fuerza frente a mujeres que, aunque heridas, han tomado las riendas de maneras destructivas.
La búsqueda de Eusebio será, paradójicamente, encuentro y desencuentro. Con Raquel, pareja disfuncional unida por sus traumas y deformidades, será una especie de redención mutua, aunque distorsionada. Tal vez Rodrigo Ramírez, en Dinero para cruzar el pueblo, nos quiera hacer meditar si el dolor compartido, por más aberrante que sea, puede generar una genuina conexión. En un mundo donde incluso el aire parece pesado y el sudor nunca deja de fluir, a veces encontrar a alguien que está tan roto como uno mismo es lo más cercano a la salvación.
*Editorial Gato Blanco, 2024, 126 pp.
Agitas tus dedos de sutil delicadeza y … altiva, eternizas tu estirpe
6
Por Álvaro Luis López Limón
En Las Hilanderas (16551660), obra de Diego de Velázquez, conocida también como la fábula de Aracne, su autor enlaza el mito de Aracne con el mito del rapto de Europa; podemos ver que uno de los planos es enviado al fondo de la pintura, dos escalones permiten el acceso a la otra habitación, se muestra un tapiz en el que se representa el mito de la transformación de Zeus en la aparente honorabilidad del toro blanco.
Velázquez respeta la perspectiva de Tiziano, así como los colores vivos y luminosos, las pinceladas sueltas y libres que permiten esa diagonal que da fuerza y movimiento al sensual cuerpo de Europa; este tapiz fue tejido por Arac-
ne, parece ser admirado por tres espectadoras de vestuario ostentoso, en espera del acabado final.
Mientras tanto, en un primer plano hay cinco mujeres frente a una rueca, se puede distinguir que son hilanderas vestidas con ropas simples, rodeadas de ovillos y telas apiladas, parece que trabajan y conversan entre ellas. Destaca la tela roja pintada que decora el lado izquierdo del cuadro; color, banquetas e instrumentos crean una perspectiva aérea de relación fluida entre los diferentes planos espaciales que integran en una unidad los elementos de valor narrativo.
Ciertamente, Velázquez acude al libro sexto de la Metamorfosis de Ovidio, en el que se cuenta sobre la joven Aracne, que tejía con tal gra-
cia que la ciudad consideraba sus tejidos superiores a los de Palas Atenea, la inventora de la rueca; en la pintura se representa el momento del concurso entre Aracne y la diosa Palas Atenea, podemos ver a dos mujeres sentadas delante de sendos telares, a la izquierda Palas Atenea, disfrazada de una mujer anciana y cordial; a la derecha a la joven Aracne tejiendo –consciente de su virtud– altiva y vehemente, cada una teje su tapiz de espaldas al espectador.
La factura del tejido de Aracne es impecable, denuncia al Olimpo y al poder que representa, en el rapto de Europa, Zeus, padre de Palas Atenea, se muestra engañando a diosas y mujeres mortales a cambio de favores sexuales;
el tema elegido enfada a la diosa y golpea con una lanzadera a Aracne que aterrorizada intenta suicidarse, la diosa se “apiada” de ella al tiempo que la rocía con el jugo de hierba de Hécate, la maldice convirtiéndola en araña, de inmediato, “las piernas, donde estaba la belleza / que podía ser, al punto se han tornado / en dedos de sutil delicadeza, / pegados en el uno y otro lado; / y lo que de ella resta, está ocupando / el vientre, y siendo araña ha procurado / sacar materia idónea, vomitando / para sus telas estambre y trama, / el ejercicio antiguo ejercitando”. ¡Oh!, querida Aracne, tus dedos de sutil delicadeza, apasionado arte y dignidad, llevaron a tu estirpe a tejer eternamente.
Las hilanderas o La fábula deAracne (1655-1660), obra de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, Museo del Prado (sala 15a).