Carlos Villegas. Vinotinta. Dibujo / papel. De la exposición ¿Sienten nostalgia los muertos?, Lyon, Francia, 2024.
El 8 de noviembre el artista zacatecano Juan Carlos Villegas inaugura su exposición ¿Sienten nostalgia los muertos? , en las instalaciones del Instituto Cervantes, en Lyon, Francia. La serie de 14 dibujos tiene como tema central los objetos que las personas dejan al morir; cada una de las piezas está acompañada por textos de escritores que, a partir de la imagen, crearon la historia del personaje fallecido.
[Una selección de las obras de la exposición en páginas centrales]
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Juan
Gualdra No.
¿Sienten nostalgia los muertos?, exposición de Juan Carlos Villegas
Tristera o
necesidad de hablarle a una silla vacía Por David Granados
Las miserias en las edades de la vida Por Aída López Sosa
Banda
Áspero clamor de cuerda rota: Gilberto Owen y Balam Rodrigo Por Beatriz Pérez Pereda
Áspero clamor de cuerda rota: Gilberto Owen y Balam Rodrigo
6 Por Beatriz Pérez Pereda
Amuchos de los escritores de mi edad, me refiero a los nacidos en los 80s, más específicamente en la primera mitad de los ochenta, nos encantó descubrir a Francisco Hernández y su Moneda de tres caras; pienso que tal vez en los libros de Hernández, ése y los que siguieron donde el autor usó el mismo método, descubrimos una forma que aunque no nueva, sí era traída al presente con nuevos bríos y excelente ejecución: la de hablar a través de la máscara, el artificio de escarbar en la vida y obra de un artista para encontrar respuestas sobre él pero también sobre nosotros mismos, una especie de ventriloquia para aparentar que no hablamos solos frente al espejo. Este ejercicio, el de la máscara y el de la construcción de un personaje, se realiza ya sea para rendir homenaje a la obra y al artista, para entablar el diálogo a la distancia, medida en años y en metros, o bien para explorar las coincidencias y las contradicciones que nos atraen de ese personaje en claras resonancias con nuestra historia personal; a veces se conjugan estas tres razones y otras más, que no son mutuamente excluyentes. Christian Peña en el prólogo al primer tomo de la poesía reunida de Hernández: En grado de tentativa, en el ensayo que tituló “Dramatis personae”, enumera algunas de las razones para adentrarse en este tipo de ejercicio poético: “La traducción de un sufrimiento parecido al suyo, la adopción de un temperamento y la aproximación a una obra puesta sobre el microscopio, y cita a Jorge Cuesta, “La poesía es un método de análisis, un instrumento de investigación”. Balam Rodrigo vuelve en Áspero clamor de cuerda rota (Prosario lírico para Gilberto Owen), a una forma que ya había ensayado en Braille para sordos, principalmente en la primera parte del libro: La jaula de los espejos, donde en poemas en prosa nos va contando algunos pasajes de la vida y obsesiones de Diane Arbus, la fotógrafa que capturaba con su cámara a los ángeles zurdos, los pájaros siniestros, los freaks, esos “monstruos” que la sociedad norteamericana se empeñaba en ignorar; pero ahora Balam Rodrigo escoge un personaje en apariencia más cercano, un poeta, Gilberto Owen, y se lanza a la escritura de una poetografía: la biografía poética de un escritor, o como Rodrigo lo nombra un “prosario lírico”.
Otro apunte que quiero hacer es
que la huella y fascinación por los Contemporáneos aún es muy visible entre los escritores en activo, por decirlo de alguna manera, todos tenemos nuestro “contemporáneo” favorito. Christian Peña, el más adelantado de los discípulos de Francisco Hernández, se ha ocupado de, por ejemplo, Xavier Villaurrutia en el libro Expediente XV. La figura de Owen, uno de los miembros de este grupo, es por demás atractiva, su obra preciosa y su historia personal misteriosa, basta citar la incertidumbre que por muchos años se tuvo sobre su tumba, pero también sus viajes a Centroamérica y Sudamérica y su paso por la política. Sin embargo, de nuevo cito a Peña: “No se trata aquí del retrato o la biografía, no se trata de los acentos sobre la tragedia ni del apunte culterano: se trata de ser afectado e infectado por la palabra, la música o el trazo de alguien más, se trata de
tatuarse la obra de alguien más en los huesos y, entonces sí, aceptada la afrenta, aceptado el duelo, tomárselo personal y escribir.”
Las virtudes de este prosario lírico son muchas, como el subtítulo lo advierte, hay un corte narrativo y el recurso de la prosa, los versos y las imágenes que lo componen están llenas de exuberancia, los neologismos siempre atinados sello inconfundible de Balam, versos muy sonoros, un lenguaje arbóreo y sensual al que el poeta nos tiene acostumbrados, que se une a versos o enunciados larguísimos que ponen a prueba nuestra respiración. También quiero resaltar el tratamiento del personaje y la persona de Gilberto Owen, Balam lo hace de manera impecable y desde una postura ética; donde otros podrían regodearse en los vicios y vicisitudes del poeta, Balam nos muestra los hechos, construye al personaje con admiración y justicia,
Beatriz Pérez Pereda. Tabasco, 1983. Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para obra publicada 2023. Sus libros más recientes son: Crónicas hacia Plutón (ITAC, 2022) y Persona no humana (CONARTE, 2022). Imparte talleres de lectura y escritura, entrevista a autores para el suplemento cultural La Gualdra, cuida de su hermana, cuatro perros y un gato. Estudió Derecho y Creación literaria.
Poesía
ambas cosas vienen del conocimiento que el poeta tiene de la obra y vida del poeta al que homenajea, no es un improvisado y aunque es imposible ignorar que es una obra de ficción, esta ficción siempre parte de lo conocido y no es un despropósito. Este libro también puede leerse como un retrato, de hecho es un retrato y como tal está acompañado de fotografías de Owen, autoretratos y pinturas, que no son meramente imágenes que acompañan al texto sino que son parte de éste; así como el poema crece y se va desarrollando a través de las páginas y la vida de Owen, estas imágenes funcionan como apertura para cada etapa “histórica”, nos muestran cómo va cambiando el hombre al inicio de cada sección del poemario. En ese sentido, el libro como objeto también es muy hermoso y sirve para acercar a los lectores de Balam Rodrigo a los posibles lectores de Gilberto Owen (y quizá también funcione a la inversa), ya que al final incluye una línea de vida y más fotografías.
La elección del tema no es banal en ningún escritor, no existen coincidencias “puras” y algo no sólo de las decisiones estéticas, literarias, de Gilberto Owen poeta, sino también de algunas de sus ideas e ideales como hombre encontraron eco en Balam Rodrigo, las razones y el por qué de esta admiración que cuaja en el libro-homenaje que hoy presentamos, las descubrirán los lectores al leer este libro y sacarán sus propias conclusiones.
¿Sienten nostalgia los muertos?, exposición de Juan Carlos Villegas en el Instituto Cervantes de Lyon, Francia
Arte
Fausto
6 Por Iván Vergara
Él es Fausto y aquí ya no llegó.
Había vuelto por donde perdió el calzado. No hacía mucho le habían nacido tomates en la panza nomás de pura nostalgia, así que antes del nado hacia la noche se decidió volver. Decía que ya no aguantaba la calor, que le daba igual, que para qué. Ahí en la esquina, justo donde la tiendita de la roca, bajó por las escaleras, bordeando la barda que aún palpitaba por el plomo. ¡Aguántensen, a lo macho! Ni le entendí, acá no hay manera de escuchar a los que se bajan, nomás el polvo les recibe sin desprecio, para mí que nos mentaba las desgracias de nuestras mamacitas. Yo me traje el recargable y el aguardiente, nomás le di unos sorbitos porque ya estábamos por llegar, pa no hacer como él y echarme a la desidia de los pasos descalzos que ni huella dejan.
Acá nomás nos acordamos de sus ojos cenizos cuando entró en la sombra, aquí, como le dije seño, no hay manera de verles clarito si ya decidieron volverse porque les dio la chingada gana, como burros dueños de sí; al buen Fa ni sé porqué le dio por detenerse poquito, así sin quererlo, dándonos la espalda, tambaleó hacia los ladrillos de aquella casa, la que no tiene ni ventanas, ni puerta, ni techo, se lo juro seño, la pinchi casa le tragó como los amaneceres que ya no quieren volver. Se hundió lentito con las manos en los bolsillos, chance buscaba estos tiliches que le muestro, igual me pensó calladamente y supo que yo lo tenía todo, pa mí que me está pensando ahorita y por eso se me ha hinchado la pierna, y ni con fuego, ni con aguardiente. Ya se puede ir yendo seño, nomás les digo que no sé, pero me consta que nunca volvió.
Altair
6 Por Fernando Yacamán
—Sueño con una alimaña que me observa desde otro mundo, tiene senos, garras y un pico en forma de aguja.
Altair, eso me contaste la noche que nos conocimos en el Salón Madrid, y nos habíamos acabado medía botella de mezcal. Deslicé mi mano por la cicatriz que tienes en el cráneo, quise saber cómo te habías herido, señalaste la patineta que dejaste recargada en la rocola, me besaste cuando sonó una canción de Jorge Negrete. Afuera la lluvia ensombreció el antiguo edificio de la inquisición, donde en otro tiempo hubiéramos sido condenados a muerte, pero en ese momento me entregué a la noche que ardió en tus labios.
—En mis sueños, los senos de la alimaña se desbordan en mi cabeza, entierra sus garras en mis sienes, atraviesa mi frente con su pico de aguja.
Altair, eso me confesaste en la madrugada, y me pusiste los audífonos que estaban conectados a tu celular. Escuché sonidos electrónicos mezclados con los gritos de una mujer que desembocaban en cantos de otra época. En la pantalla quebrada apenas pude leer: “Mirrota” de Santa Sabina. Me quité los audífonos. Mencionaste que esa canción ensanchaba a la alimaña de tus sueños, que quisieras mirar de cerca sus ojos para descubrir el mundo que ocultan. Sonreíste de una manera extraña que no olvidaré y de un trago te acabaste la botella de mezcal. Afuera la lluvia se desbordaba del techo del antiguo edificio de la inquisición, donde en otro tiempo ellos fueron las alimañas que acabaron con hombres como nosotros.
—¿Qué haría la alimaña si me acuesto contigo?
No lo sabré, porque ya no despertaste.
Altair. Dibujo de Juan Carlos Villegas de la exposición ¿Sienten nostalgia los muertos, 2024.
Fausto. Dibujo de Juan Carlos Villegas de la exposición ¿Sienten nostalgia los muertos?, 2024.
Teddy Lowell
Gracias, Doris, por enseñarme estos recuerdos de tu padre –dijo el ex jugador de futbol Méxicoamericano Johny Jiménez a la hija de su amigo Teddy Lowell-. Fue muy acertado que se preservaran la camisa del uniforme, la gorra del club, la manopla y la pelota del gran día cuando pitchó a sus 25 años un sin hit ni carrera. Aun las manchas en la camisa y la gorra, la manopla y la pelota gastadas y sucias las vuelven objetos más melancólicamente emblemáticos. Qué noche aquella para Teddy. De todas partes le llegaron mensajes de felicitación. “Te sentirás ahora el real entre los Reales”, le bromeé entonces.
¿Me dices que oíste muy niña que tu padre comentó que fui en Kansas su mejor amigo de infancia? Yo lo consideraba también así. Desde niños teníamos la pasión de los deportes, él, por el beisbol, yo también, pero me decidí por el futbol americano. Aún me da risa cómo pronunciaba mi apellido: Shimenez o Yiménez. Nunca pudo decir Jiménez.
Entre los veinte y los veinticinco Teddy había ascendido cada año sus porcentajes: en ganados
y perdidos, en carreras limpias, en ponches, en eso que llaman whip… Todos creíamos que sería pitcher de época, pero el siguiente año, a principios de temporada, le vino una lesión en el hombro, lo operaron mal y prácticamente ya no lanzó esos meses. Peor: se resintió de la lesión. La siguiente temporada tuvo 7-14 en ganados y perdidos y al año siguiente 8-9. No estoy del todo seguro, pero le regalaron su carta de transferencia. ¿Fue así, me dices? La directiva no quiso portarse mal con él. Cambió de franela pero los años siguientes fueron igualmente grises en equipos de las Mayores y Menores. Literalmente el último club lo despidió. Teddy me decía que la mala suerte y el fracaso eran sus únicos acompañantes. Tú eras muy niña. Fue cuando tu padre se hundió en la droga, en el alcohol y en infidelidades con mujeres tan disminuidas y dañadas como él. Anne, tu madre, se fue hundiendo, no con él, sino por él. Cuando cumplió 35 años, con la carga de la depresión, que le daba más hondamente su conciencia de frustración y derrota, Teddy subió a un puente de la ciudad y se tiró a la avenida. Me conmueve que dejara una carta final para que en su lápida sólo se pusiera:
Teddy Lowell K.C.
El nombre de su ciudad y del equipo en que brilló. No sé por qué en la carta pidió que no pusieran los años de su nacimiento y de su muerte. Tu madre le sobrevivió dos años. Sí, sé que desde entonces has vivido con la familia de tu madre.
Por el tiempo de la muerte de tu madre me llegó un contrato para jugar en Japón, pero la edad para el futbol americano ya me había alcanzado y lo único que me crecieron fueron las lesiones. Hacía mucho que me había quedado a la mitad del camino.
Ahora te veo quince años después y me dices que estás a punto de terminar tu carrera y me da a la vez un gran gusto y una nostalgia triste. Como psicóloga ya habrás entendido mejor esta historia sin resplandor.
Johny Jiménez tocó cada uno de los objetos del amigo como si quisiera mandar un mensaje más de amistad que de conmiseración.
“En el mundo, Doris, todo se escribe con la palabra fue”.
Toto
Recuerda que esta imagen que ahora vemos no fue del todo así, que la belleza poco tiene que ver con la verdad, que lo real es sólo una apariencia; recuerda que es efímera la vida que, al final, del pasado apenas queda un residuo invisible en la memoria, el símbolo y el texto de un emblema: aquí fue fiel y no sólo consigo sino también con quienes compartiera el cotidiano pan, el agua tibia y el gesto blando de la mano abierta; aquí vivió —dirán— y aquí sus cosas serán como metáforas pequeñas de lo que amó una vez, mas como sombras se perderán después entre la niebla.
Vinotinta
No quiero inventar aquí la involución de una tinta, no quisiera devolverla a la transparencia absoluta de la que estoy saliendo. Si algo me da la oportunidad de ver lo que fui yo, no quiero detenerlo con las manos que no tengo y tengo que detenerlo con la telaraña de las palabras… ahí está la hoja donde escribí, con movimientos que aprendí cuando empezaba, lo que estaba sintiendo y agrupando para poder, al fin, resolverlo. Se ve que lo taché, esa tinta, ese trazo salían juntos de mi pulso y de mi pasado y de mi memoria y de esa imaginación que ya tenía y ya no tengo o no retengo. Mi mano era la desembocadura que hacía flexible y que hacía salir hacia afuera lo que yo quería, primero a mano, por los caminos del sur de mi brazo derecho…y ahí está lo que escribí, siempre pensando en alguien. Y lo taché no porque no estuviera de acuerdo
conmigo mismo, sino porque ya lo había “pasado a máquina”; ahí era donde lo continuo de las cuerdas arteriales se volvía percusiones: digitar con cada dedo cada letra. Era mi máquina piano para tocar las notas de cada letra, tac tac tac rompiendo el silencio de afuera. Daba gusto hacer ruido y ponerle ritmo a la intemperie. La planta crecía por su cuenta: nunca he regado a las plantas; siempre me he regado yo.
¿Y el gato? Una secuencia de pelo y de resortes, de atención y de impulsos, una forma de desplazarse y descansar, una manera cuadrúpeda y larga de seguir siendo un secreto que antes pudo embriagarse de palabras y de deslizamientos.
Me llamo Vinotinta y quiero mucho que se me note todo.
Arte
6 Por Marco Antonio Campos
6 Por Eduardo Casar
6 Por Virgilio Cara
Teddy Lowel. Dibujo de Juan Carlos Villegas de la exposición ¿Sienten nostalgia los muertos?, 2024.
Toto. Dibujo de Juan Carlos Villegas de la exposición ¿Sienten nostalgia los muertos?, 2024.
Vinotinta. Dibujo de Juan Carlos Villegas de la exposición ¿Sienten nostalgia los muertos?, 2024.
Tristera o la necesidad de hablarle a una silla vacía
6 Por David Granados
Poesía
Dime qué olvidas y te diré quién eres, nos advierte el antropólogo francés, Marc Augé. También nos dice que olvidar y recordar es similar a la función de un jardinero; ya que su labor implica una selección y cuidado. Siempre hay algo que podar y algo que regar con mayor empeño. Y creo que este ejemplo que utiliza el también etnólogo encuentra también su símil en el oficio del poeta, porque la poesía también vive entre esa tensión inevitable y ese diálogo necesario que hay entre lo que se olvida y lo que se recuerda.
Nos dice Antonio Gamoneda: El recuerdo habita en el olvido y el olvido perfecciona el recuerdo.
Hay una tensión y un diálogo entre lo que ya no está, pero sigue en nuestra memoria. Y para mí eso es Tristera, el poemario que nos atañe el día de hoy con el cual, su autor, Fernando Trejo, nos convoca a participar en esa conversación que tiene el autor con la ausencia, con la pérdida de su padre. El poeta español, Luis García Montero, termina unos de sus poemas de la siguiente manera:
el poema no nace del esfuerzo de hablar solo, es la necesidad de estarle hablando a una silla vacía.
Y esta silla vacía, en la Tristera de Fernando, bien puede ser una hamaca, un televisor que se encendió
David Granados, Monterrey, Nuevo León. Editor y poeta. En el año 2017 fue publicado en dos ocasiones por la Editorial Canto del Libro. Sus poemas y cuentos han sido publicados en diversos sitios online, como Carruaje de pájaros y Bitácora de vuelos. Algunos de sus poemas fueron traducidos al catalán por la Revista Poémame. En junio del 2022 ganó el primer lugar en la primera edición del Concurso Estatal de Poesía Arturo Mariño, organizado por el poeta y maestro Eligio Coronado. En el 2020 lanzó su librería online llamada Funámbulo, la cual está especializada en promover los títulos de las mejores editoriales emergentes de México. En el 2022 Funámbulo se convierte en Editorial, la cual lleva hasta la fecha 7 títulos publicados.
solo a medianoche, una butaca en una cancha de fútbol siete, un cuarto frío de hospital, una canción, un poema de Nicolás Guillén o el nítido recuerdo de aquel pequeño mundo que fue construido en el patio de la casa de la infancia.
Y es que dialogar con las ausencias parece nacer de la íntima necesidad de reconstrucción. Algo se ha derrumbado en nosotros y en nuestro entorno cuando hay una despedida. Lo que ya no es, el “nunca más” de José Emilio Pacheco, nos mueve a (re)edificar sobre los cimientos de la memoria, nos urge a recorrer aquellas rutas que ya nunca serán las mismas. Y Fernando nos invita a esa reconstrucción, en donde la poesía y la candidez de su lenguaje encuentran su sitio en esa tensión y complementariedad que hay entre los recuerdos y aquello que amenaza con ser olvidado.
El poeta se despierta cada día con una deuda nueva bajo el brazo, y Fernando Trejo de alguna manera (y seguramente de manera parcial), parece saldar esta deuda poética por la ausencia de su padre. Claro, estos versos serán tan solo un punto de partida porque después de la pérdida sólo nos queda aprender, y cito: Entonces mi padre es también aprendizaje, nos dice Fernando en el poema que abre su libro, Aprendimos sin él a comportarnos.
Y es así, desde el inicio hasta el emotivo poema final, en que nosotros, sus lectores, aprendemos también con el autor a comportarnos frente a la
imagen del padre que ya no está, de aquel padre que halagaba tosco y mimaba áspero.
Mi padre murió en el 2006, a la edad de 54 años. El oncólogo y el cirujano le dijeron que tenían que ser muy claros con él respecto a su cirugía. Le advirtieron que había un 80% de probabilidades de que su cuerpo no iba a poder con la operación. Mi padre tomó el riesgo y las estadísticas hicieron lo suyo.
Y es por esto que, para mí, Tristera es también una convocatoria a la hermandad de todos aquéllos que nos quedamos atrás. Los poemas que conforman este libro nos hablan de aquellos años a los que uno puede volver, como quien saca sus recuerdos de una caja de zapatos que uno esconde bajo la cama. Nos habla de un presente que siempre parece incompleto, de la orfandad que se vive en nuestra propia paternidad, que ahora se (re)fortalece a través del abuelo que aún a pesar de su partida no nos deja caminar solos por esta ruta en donde la ausencia también se vuelve una fuerza creadora y creativa para afrontar los días que han de venir. Creo recordar que, en una entrevista, Fernando Trejo respondió que este libro de alguna manera no debería de existir, pero sirva esta poética de la ausencia y estos versos tan íntimos como un recurso para todos aquéllos que seguimos aprendiendo a vivir con otro modo, como si alguien nos enchuecara la sonrisa, aún cuando vamos caminando con mucha tristera en los ojos.
Las miserias en las edades de la vida
6 Por Aída López Sosa
En El reino de la desesperanza (Lectorum, 2024) todo puede suceder. En medio de la dicha o la cotidianeidad es posible que emerjan demonios que nos enfrenten a la oscuridad del ser humano, ésa que quizá desconocemos pero que Carlos Martín Briceño nos la revela en dieciséis relatos compilados en un corpus dividido en tres libros que preparan al lector a cerrar un ciclo antes de abrir el otro: “Los territorios de la pubertad”, “A merced del desengaño” y “Lo que no se dice del ocaso”. Tres etapas del ser humano: adolescentes en busca de su sexualidad, parejas acomodadas que se destruyen pero que insisten en seguir juntas, ancianos que resultan un estorbo, tres edades de la vida que suponen retos para quienes llegan a la vejez después de superar las dos primeras. Universos difíciles de asimilar, tiempos y espacios caóticos donde los protagonistas sortean los reveces, pero nadie sale ileso, ¡ni el lector! Si algo catacteriza la literatura de Carlos, es que sus relatos son absolutamante sensoriales, sentimos en carne viva la dificultad de vivir en pareja, los ardores, las furias, la impotencia, el egoísmo, la traición, los celos, el temor a la vejez y a la muerte. En esta obra, en particular, saboreamos los menús con los que convida al lector: ceviche de caracol, tostadas de pulpo en su tinta, huevos revueltos con longaniza, puchero de tres carnes, pavo relleno de pasas y almendras, tacos de lechón al horno a la leña, tacos de pavo en escabeche oriental, salbutes de relleno negro, entre una larga lista, quizá, porque como reza el adagio: “Las penas con pan son menos”. La colección de cuentos es consistente y contundente, lo que devela a un escritor maduro, enseñoreado en la cuentística. Quien nunca haya leído a Martín Briceño, seguramente abrirá el libro con ingenuidad, pero quienes lo hemos seguido conocemos de sus filos y sus filias literarias. Nos dejamos envoler con su narrativa y nos convertimos en cómplices y testigos lo mismo en la intimidad de una caballeriza que al interior de una camioneta, en la opresión de un pasillo o en la sordidez de una cárcel, donde a los ojos de los demás no sucede nada, pero ahí está el escritor para revelarnos que la aparente calma no la garantiza, porque el victimario lanzará los dardos las veces que sean necesarias hasta conseguir el abatimiento del otro, en ocasiones imperceptible para la víctima. Mientras avanzamos las páginas nos iremos convenciendo que la felicidad positiva y perfecta es utópica, que a lo único que podemos aspirar, es a un estado menos doloroso, tranquilo y
“La felicidad y el goce son puras quimeras”. “El prudente no aspira al placer, sino a la ausencia de dolor”. El arte de ser feliz, Arthur Schopenhauer.
soportable. Una lectura para sentir que comparativamente nuestra vida no es tan miserable.
Carlos ha revelado que la mayor parte de los cuentos los creó durante la pandemia. Una época difícil en la que se refugió en la literatura para no deprimirse, lo cual se puede advertir en el tono oscuro de las temáticas surgidas de instantes cotidianos cuando descubre en las acciones de otros una historia oculta para escribir. Cada cuento tiene que ver con algo que observó de lejos, vivió de cerca o escuchó en confidencia, por supuesto su aportación como escritor es ficcionarlo, darle al lector los elementos suficientes para conocer a profundidad la naturaleza emocional de los personajes, es por ello que sus cuentos son extensos, bordan los límites sin caer en el abismo, pues tiene la justa medida para sostener la tensión narrativa. El autor está cierto que la mejor literatura es la que describe situaciones
duras, difíciles y el cuento, por su brevedad y contundencia, es el género narrativo idóneo para contar esas historias. En el mejor de los mundos posibles, en el lugar más seguro y con las personas más cercanas y queridas, pueden desencadenarse venganzas, odios, enfermedades, infidelidades, inmoralidades, excesos que vulneran la paz aparente como en la “Caballeriza” de la abuela donde un primo acosa y abusa del otro, o la escuela en la que un niño es bulleado por uno de sus compañeros contado en “Desagravio”. En esos momentos el reino se vuelve de nadie y el más poderoso encontrará placer sojuzgando al débil.
La edad adulta también tiene sus desafíos, uno de ellos es la lucha de poderes entre la pareja que aún no termina de librarse y de cuyo resultado dependerá si llegan juntos a la ancianidad. La difícil convivencia sigue siendo un tema recurrente en la literatura
de Martín Briceño, ya que ésta no escapa de traiciones como en “Día de asueto”, donde el egoísmo, la venganza, los celos y la infidelidad están retratados sin pudor. En esta etapa intermedia es cuando se toma conciencia de la vejez y los temores por la dependencia a la pareja con la que no siempre se contará, como le sucede al personaje principal de “Hidden Valley Lake”.
Las tinieblas de la vejez rondan en decrepitud, abandono y, como colofón, la muerte. Martín Briceño no vislumbra esperanza en esta última edad de la vida, sino todo lo contrario, pues a veces el sosiego se encuentra lejos de la pareja y los hijos, en personas desconocidas como en “La amabilidad de los extraños”, en otros casos es la misma familia la que victimiza, como le sucede a la protagonista de “Usheret”. Asimismo, nos recuerda que la belleza es efímera en “Miss México 74”. El tema de la muerte lo aborda con el fallecimiento del padre del protagonista de “El adiós”, autoficción en la que nos sumerge en una escena íntima, la última despedida antes de que se convierta en cenizas quien le dio la vida. ¿Qué es lo que queda cuando se instala la desesperanza si la esperanza es lo último que muere? Schopenhauer nos diría que la serenidad, pues ésta se alcanza una vez que se ha comprendido que los infortunios son cuantiosos y diversos, que el mal acontecido es sólo una pequeña parte de lo que podría desencadenarse: “Vive la vida, la vida se termina, escapa a los peligros”. Las historias de El reino de la desesperanza, nos revela las distintas maneras en las que lo resolvieron los protagonistas. En ocasiones aceptándolo, conformándose, vengándose o simplemente dejando que la justicia divina se cobre los agravios. El libro es fuerte, intenso, realista y provocador, no hay forma de no sentirse indignando, molesto, pero a la vez impotente por no poder intervenir para alegrar el ánimo de los desafortunados. La complicidad consensuada entre el escritor y el lector incomoda, nos lleva a reflexionar las veces que hemos lindado esos bordes, a veces como víctimas, otras como victimarios, porque los patrones se repiten y se perpetúan cuando no se toma conciencia para romper la cadena. El mismo autor ha revelado lo difícil que le resulta abandonar a sus personajes cuando le pone punto final a cada historia, es por ello por lo que debe dejar pasar un tiempo prudente antes de aventurarse en la construcción de otro universo.
Carlos Martín Briceño, en su etapa madura de vida y de escritor, nos confronta sin cortapisas a esta lectura sin precedentes bajo nuestro propio riesgo.
Música
Banda original: Isabelle Adjani
6 Por Ramiro Martínez
Isabelle Adjani es una actriz francesa de reconocimiento internacional. Su fama la debe a sus interpretaciones de heroínas trágicas en filmes como Adèle Hugo, la hija de Víctor Hugo (La historia de Adela H, 1975, Truffaut); la amante de Rodin en Camile Claudel (1988); Antonieta Rivas Mercado en Antonieta, de Carlos Saura (1982); La reina Margot (Patrice Chereu, 1994), entre otras; y su impactante interpretación de Anna, una mujer poseída por el demonio, en Possesion (Zulaswki 1981), que le valió premio en Cannes a mejor actriz, un filme del cual no permite que le pregunten nada bajo ninguna circunstancia en las entrevistas; ha sido dos veces nominada al Oscar y, dentro de la historia del cine, tiene un lugar más que privilegiado. Pero su capacidad artística no se ha visto limitada al cine y al teatro, sino que también ha tenido una carrera constante en la música; ha cantado en varios filmes, el último de ellos Mascarade (Nicolas Bedos, 2022) un thriller dramático. Su voz de tono agudo y particular color atrajo la atención de uno de los compositores contemporáneos en Francia, Serge Gainsbourg. En 1983 le produjo el disco Pull Marine (Philips), que obtiene un doble disco de oro por las altas ventas, convirtiéndose, al igual que varios de sus filmes, en objeto de culto.
Cuarenta años después retoma el trabajo musical con los grupos de electro pop Malik Djoudi, en el dueto Quelques mots, del album Troie; y con The Penelopes, lanzando dos temas en inglés, el más destacado: The last good bye, que cuenta con un video estilo animé -cabe señalar que la actriz es un ídolo en Japón, hay campañas de marketing especiales para los lanzamientos de sus filmes en ese país-.
Lo anterior, previo al lanzamiento de su segundo disco titulado Bande originale / Banda original (Warner /Pharlophone, 2023) realizado por Pascal Obispo, uno de los productores de pop más destacados en Europa. Se trata de un disco de electro pop que cuenta con colaboraciones de Youssou N´dour, Simon Le Bon (Duran Duran), Peter Murphy (Bauhaus) y los principales músicos pop en boga en Francia. Producción con particularidad en las letras: ella canta todo en francés y sus invitados en inglés.
Banda original está grabado en el Studio O de París y masterizado en los legendarios estudios Abbey Road de Londres; está compuesto por catorce temas y un remix, del
cual se han desprendido los sencillos Où tu ne m’attendais pas, dueto con Christophe; y Les courants d´air, dueto con Gaetan Roussel, que interpretó en vivo la actriz junto con el ídolo juvenil Pierre, para el programa Star Academy, en la televisión nacional. El material está editado en todas las plataformas musicales, en formato CD y en disco vinil.
En un mercado dominado por la música urbana con letras que son loas a la misoginia, el disco de Adjani es un oasis para el oído que aún gusta de melodías, de las letras con una poética. La carrera musical de la actriz es menos reconocida, aún así no ha parado de cantar en cuarenta años, en distintos soundtracks y colaboraciones.