La Gualdra 649

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La exposición Acordeones & Borders lleva el nombre del concurso de fotografía gestionado por Salvador Parga Muñoz en colaboración con el Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde a través de la Fototeca Pedro Valtierra, la Secretaría del Zacatecano Migrante y la Agencia Cuartoscuro; se inauguró el pasado 13 de diciembre en la Fototeca Zacatecas Pedro Valtierra y en ella se exhiben los trabajos ganadores y las menciones honoríficas de este certamen que busca “documentar, celebrar y divulgar las expresiones culturales y las vidas cotidianas de los zacatecanos que viven en el extranjero, mostrando cómo mantienen y transforman su identidad cultural a través de la música norteña y otras expresiones”

[Más de Acordeones & Borders en esta edición]

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Don Meño. Foto de Eduardo Villasana seleccionada en el concurso Acordeones & Borders. En exhibición en la Fototeca Zacatecas Pedro Valtierra.

La Gualdra No.

Editorial

Hace un par de semanas, nuestro amigo y colaborador gualdreño, Sigifredo Esquivel Marin, me compartió la versión digital del libro Morada Floresta,1 del que es coordinador (y traductor al español) junto con Alessandra Ribeiro, Emanuely Miranda, Fernanda Pestana, Lilian Maus y Susana Dias y Tiago Sales; y que fue publicado este año por la Universidade Estadual de Campinas y la Revista ClimaCom. El comité editorial de la edición está conformado por los siguientes académicos: Alda Romaguera, Alik Wunder, Fabíola Fonseca, Antonio Carlos Rodrigues Amori, Carolina Cantarino Rodrigues, Fabíola Fonseca, Gabriel Cid de Garcia, Marcus Novaes, Maria dos Remédios Brito, Sebastian Wiedemann, Susana Oliveira Dias y Wenceslao Machado de Oliveira Júnior; y la hermosa portada es autoría de Lilian Maus, artista visual brasileña, profesora del Instituto de Artes de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS) en Brasil. Morada Floresta está conformado por tres partes. En la primera se pueden leer los textos de Silvana Sarti; Lilian Maus; Kellen Natalice Vilharva; Emanuely Miranda; Adriana Menegaz y Daniela García; Gabriela Leirias; Wenceslao Machado de Oliveira Junior; Wallace Fauth; Antonio Carlos Queiroz Filho; y Valeria Cotaimich. En la segunda parte participan: Larissa de Souza Bellini; Tiago Amaral Sales; Marina Guzzo y Joilson da Silva Paulino Karapãna; Breno Filo Creão de Sousa Garcia; Ana Claudia M. T. Baré y Gabriel D. Gruber; Santiago Arcila; Tatiana Massaro; Antonio Almeida da Silva y Glòria Jové Monclús; Michele Fernandes Gonçalves, Ariana de Moraes Sarmento y Ana Maria Hoepers Preve; y Teresita Ospina Álvarez. Y en la tercera parte: Natália Aranha y Susana Dias; Tatiana Plens Oliveira; Adrián Cangi; Eduardo Pellejero; Corina Ilardo y Elizabeth Vidal; Gabriel Cid de Garcia; Mariana Vilela; Valeria Scornaienchi; Sandra Murriello; y Sigifredo Esquivel Marin. Todos ellos académicos provenientes de Argentina, Chile, Colombia, México, España y Brasil. El libro, de acuerdo con sus coordinadores, “Es un devenir que cartografía líneas de fuga y agenciamientos de la residencia artística Perceber-fazer Floresta II: cozinhar, caminhar, cantar, contar... cuyo acontecimiento tuvo lugar en Campinas, […] en el estado de São Paulo, Brasil, del 23 al 26 de mayo de 2024. Fue organizado por el Grupo de Pesquisas multiTÃO: prolifer-artes sub-vertendo ciências, educações e comunicações (Unicamp/CNPq) y la Comunidad Jongo Dito Ribeiro”, en el que participaron integrantes de la Red Latinoamericana de Divulgación Científica y Cambio Climático, partiendo “de la percepción de que

es necesario que florezcan florestas y flores por doquier, en cada rincón, entre todos los seres y aconteceres”.2

Los artículos que conforman este ejemplar están escritos en portugués y algunos otros en español; entre estos últimos se encuentra el de Sigifredo, que al final de la parte tres aparece con el título “Devenir naturaleza. Hacer bosque”, y del que reproducimos dos párrafos sólo para motivarlos a que lean el libro completo:

“La Ciudad es el espacio por excelencia de la civilización, del avance y progreso, por lo mismo también es espacio de barbarie, de retroceso e involución. La mayor locura demencial extrema: el ideal de ciudad occidental se ha afirmado en oposición al campo, a la vida salvaje y natural. La ciudad moderna se ha expandido, su grandeza y esplendor a costa de la miseria, destrucción y desolación. La mancha urbana crece como una plaga que extermina la vida natural. Y sin embargo, lo natural y salvaje retorna como lo eterno reprimido, como los contenidos psicosociales primitivos más ancestrales.

[…]

Devenir natura es despojarnos de esas visiones occidentales de dominación planetaria, dejar de ver a la naturaleza como recurso humano, como ser para la muerte y la destrucción, y afirmar el ser para la vida de todo lo viviente. La vida no humana ha estado millones de años antes y estará millones de años después. El multiverso natural tendrá que ser nuestra guía ético-política. Desaprender lo humano y reaprender el sentido cósmico, divino e inmanente. Orientarnos hacia otro pensamiento y otra vivencia y otra convivencia no antropocéntrica; una cosmovisión en y desde la inmanencia más radical. El arte, el pensamiento, la cultura, todo, absolutamente todo puede ser una herramienta existencial ético-política y estética de transformación de sí y del mundo…”.3

Para leer el libro completo, escríbanos y con gusto les compartiremos el documento en versión digital. Enhorabuena a todos los participantes, especialmente a Sigifredo Esquivel Marin, docente investigador de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

1Alessandra Ribeiro, Emanuely Miranda, Fernanda Pestana, Lilian Maus, y Susana Dias, Sigifredo Esquivel Marin y Tiago Sales, Morada Floresta, Universidade Estadual de Campinas-Revista ClimaCom, Brasil, 2024. 2Op. Cit. p. 10. 3Op. Cit. p. 304 y 306.

Contenido

Carmen Lira Saade Dir. General

Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com

Sandra Andrade Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Jánea Estrada Lazarín y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com

Exposición Acordeones & Borders en la Fototeca Zacatecas Pedro Valtierra Por Jánea Estrada Lazarín
Varo y Camerina Por Francisco Reynoso
Tres días Sofía Pech Lartigue
Queer, de Luca Guadagnino Por Adolfo Núñez J.
Trazos de persuasión y culpa Emboscar el alma Por Álvaro Luis López Limón
A 100 años del pintor vanguardista José Moreno Villa Por Marcos Daniel Aguilar

A 100 años del pintor vanguardista

José Moreno Villa

AJosé Moreno Villa (Málaga, 1887-Ciudad de México, 1955) se le conoce en México por ser uno de los primeros exiliados republicanos que llegó a nuestro país. Llegó en mayo de 1937, cuando la Guerra Civil en España ya había comenzado y cuyo destino aún era incierto. No sabría en ese momento que México se convertiría en su hogar y que el retorno a Madrid no volvería a darse. A Moreno Villa también se le conoce por los libros de ensayos y de crítica de arte que escribió y editó en este país. Cornucopia de México (1940), quizá sea el más conocido, en donde recoge sus primeras impresiones y en donde hace una atrevida interpretación psicológica, lingüística e histórica sobre la cultura mexicana.

En esos curiosos ensayos, Moreno señala y describe, sobre todo, los elementos que le sorprenden, lo que desconoce y busca darle algún sentido desde su mirada de malagueño, español y europeo peninsular. Su mirada no deja de tener y de hallar cierto grado de extrañeza y de atracción hacia lo que ubica fuera del campo visual y cultural europeo. Lo desconocido le motiva y le incita a descubrir los porqués de la forma de ser de los mexicanos de diferentes regiones. Estos temas le sirvieron al español para continuar con su carrera como poeta, como ensayista crítico, pero también para seguir con su trabajo pictórico, labores artísticas que formaban las tres alas de esta singular ave del exilio, como alguna vez describió Octavio Paz a Moreno Villa. A este escritor español se le valora como poeta y como el ensayista que fue, pero en muy pocas ocasiones la crítica y los historiadores se detienen a observar su trabajo como pintor vanguardista, actividad que comenzó hace justo 100 años, cuando en 1924, al abandonar poco a poco el simbolismo poético, se acercó con fervor a las vanguardias pictóricas y literarias que desde el centro de Europa venían empujando y consolidándose en el resto de occidente. José Moreno Villa, animado por un impulso renovador en todos los sentidos en España, se introdujo en la pintura cubista al lado de otros colegas quienes también comenzaban sus carreras en el arte como Benjamín Palencia, Salvador Dalí y Maruja Mallo. Desde ese año, se puso a pintar con verdadero desenfreno, inspirado en las reproducciones cubistas y en los colores sepias y verdes, ocres y blancos presentes en los cuadros de Picasso, Juan Gris o Georges Braque. Esta práctica pictórica la va a llevar en paralelo con la escritura de ruptura por medio de epigramas, anaglifos, ideogramas y poemas que rayan en imágenes de yuxtaposición cubista y en el ensueño surrealista, tipo

de escritura que en su momento había alentado Ramón Gómez de la Serna. Es interesante cómo este personaje encontrará en el arte abstracto un punto de fuga ante los momentos de incomprensión que vivían España y Europa después de la Primera Guerra Mundial. Él mismo asegura en sus memorias que por aquellos años contribuyó a impulsar el arte abstracto entre los artistas más jóvenes, hecho que lo convirtió en un enlace entre el arte previo a las vanguardias y la generación de la avanzada como lo fue la del 27. En un aliento renovador para él, para el arte y la cultura ibérica, este artista fue conformando un estilo heterogéneo y ecléctico, pues tomaba elementos no sólo de la abstracción cubista, que para ellos era un movimiento casi nacional (sí por Picasso, por Juan Gris, pero también por la arquitectura geométrica renacentista y neoclásica española de los siglos anteriores), sino de otras prácticas pictóricas venidas de otros ismos como del dadá o el surrea-

lismo, cuyo manifiesto escrito por André Breton data también de 1924. El cubismo renovador de Moreno es dinámico en la superposición de planos sin dejar de recurrir, en ocasiones, a lo figurativo en bodegones, paisajes, pasajes poéticos y situaciones cotidianas.

Esta práctica cubista llegará hasta entrado el año de 1927, cuando el artista comenzó a explorar una línea más desenvuelta e inconsciente, haciendo gala de los juegos de dibujo automático al estilo de los surrealistas como Max Ernst, sin perder el recato figurativo y controlado. A principios de los años 30 y hasta el año de su llegada a México, en 1937, José Moreno Villa se introducirá en lo que llamó la adicción surrealista, que envolvió casi todos los círculos artísticos e intelectuales de esa España que entraba en su etapa republicana desde 1931, en donde el automatismo controlado y la resolución plástica con escenas nihilistas neofigurativas se hicieron cada vez más presentes en sus cuadros, con

una clara inspiración en los entornos de Giorgio de Chirico.

A su llegada a México, Moreno se puso a pintar como único modo de expresión ante los horrores de la Guerra Civil en su país. Sus óleos y dibujos reflejaban estos terrores bélicos y el trauma del exilio por medio de figuras mutiladas que recuerdan al Guernica de Picasso: hombres y mujeres desolados mirando hacia el punto de origen y de no retorno, en un clima de ensoñación surrealista. Pero a la vez, tan pronto llegó a México comenzó a apropiarse de los temas, la luz y colores para sus composiciones, los cielos y sus azules, las montañas, la tierra y sus ocres y marrones.

A la par de ello, Moreno Villa comenzó a retratar a muchas y muchos de los integrantes de la comunidad artística e intelectual mexicana y del exilio republicano. Sus retratos tienen la particularidad de no mostrar los rostros al natural, sino que Moreno supo sacar a flote los estados de ánimo y la esencia de los personajes, como si cada uno escondiera dentro de sí un misterio, el mismo misterio que él veía al cerrar los ojos para pintar. Dichos retratos tienen una correspondencia temática y técnica con algunas de las pinturas que artistas mexicanos, cercanos a él, realizaron hacia finales de la década de 1930 y durante todos los años 40 como Federico Cantú, Antonio Peláez, Jesús Guerrero Galván, Raúl Anguiano, Guillermo Meza o Juan Soriano, con quienes convivió, pintó y expuso.

Ejemplo de ello es el retrato al óleo que realiza del pintor Federico Cantú de 1937, donde más que mostrar al Cantú real, Moreno muestra su propia visión del pintor mexicano, en el que la figura se estira en expresión manierista y se disuelve ingrávido en el gesto de asombro y conmoción. Una visión que sale de la mente del poeta y pintor José Moreno Villa, llegando a estados de fantasía y surrealismo que se dinamizan con el movimiento de su pincelada y el uso de su paleta en ocre y grises que también alcanza con otros retratos como el que hizo a María Félix, a Luis Buñuel, a Carolina Amor y en el retrato que le hace a la pareja Octavio PazElena Garro en 1938, cuyo paradero aún se desconoce.

La imaginación de Moreno Villa se transmitía por diversos lenguajes y la pintura de vanguardia fue uno de ellos, producto de la creatividad y de los chapuzones en los paisajes interiores de este exiliado español en México, cuya obra pictórica, con su encanto y propuesta lírica singular realizó y legó para la historia no sólo del arte español, sino también para la historia del arte mexicano y es por este motivo que hoy celebramos los 100 años del José Moreno Villa pintor.

Artes plásticas

Retrato de Federico Cantú por José Moreno Villa. 1937. Óleo. Colección de Arte Cantú y de Teresa.
A Adolfo Cantú

Exposiciones

Exposición Acordeones & Borders

en la Fototeca Zacatecas Pedro Valtierra

La exposición Acordeones & Borders lleva el nombre del concurso de fotografía gestionado por Salvador Parga Muñoz en colaboración con el Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde a través de la Fototeca Pedro Valtierra, la Secretaría del Zacatecano Migrante y la Agencia Cuartoscuro; se inauguró el pasado 13 de diciembre en la Fototeca Zacatecas Pedro Valtierra y en ella se exhiben los trabajos ganadores y las menciones honoríficas de este certamen que busca “documentar, celebrar y divulgar las expresiones culturales y las vidas cotidianas de los zacatecanos que viven en el extranjero, mostrando cómo mantienen y transforman su identidad cultural a través de la música norteña y otras expresiones”.

Aquí una muestra de las fotografías seleccionadas para la exposición, a manera de invitación para que visite esta temporada vacacional la Fototeca ubicada en la calle Fernando Villalpando 406, en Zacatecas.

Antonio Alva (Chihuahua). De la serie Norteño Subterráneo. Primer Lugar.

El vagón del subway se detiene en la estación Delancey del Lower East Side de Manhattan. Tres músicos mexicanos, vestidos al estilo norteño, ingresan al vagón con una guitarra, un bajo sexto y un acordeón.

Alejandro Pérez (Coahuila). De la serie Con su música a otra parte: Sobre la tumba de mi padre. Segundo Lugar.

Sobre la tumba de mi padre. Un conjunto norteño se acerca para ofrecer sus canciones para acompañar a los difuntos un dia 2 de noviembre de 2020, en la visita a la tumba de mi padre, también trabajador indocumentado en su juventud.

Marco Tulio Cortez (Zacatecas). Malas horas. Mención Honorífica.

Esta fotografía captura un momento íntimo durante un baile de Los Honorables en Cananea, Sonora. La imagen refleja la fuerza colectiva de la música y la danza como actos de resistencia cultural y conexión con la identidad. Tomada en el contexto de una búsqueda de locaciones en la frontera, la foto simboliza tanto los fenómenos migratorios como los sentimientos de pertenencia y lejanía que definen el ser migrante.

Misael Ortega Cruz (CDMX). De la serie Norteños del sur, buscadores de tesoros modernos: Sin título. Tercer Lugar.

Al igual que quienes buscan oro en la arena, estos músicos norteños persiguen tesoros únicos: clientes, sonrisas y un momento de conexión a través de la música. Su lucha diaria es un reflejo de su pasión y resiliencia.

Eduardo Villasana (Zacatecas). Don Meño. Foto seleccionada.

Don Manuel Aranda, bajista de Conjunto Río Grande, posando para la cámara durante la grabación de un videoclip en San Lorenzo, Río Grande, Zacatecas.

Miguel Ángel Cid (Zacatecas). Ton y son a sabor a sal. Mención Honorífica.

Las historias en torno a la migración van entrelazadas con dos hilos: el dolor a la separación y la esperanza de un encuentro por medio de la música

Exposiciones

Cristian Elías Jimenez (Zacatecas). De la serie Raíces de plata: la música norteña zacatecana cruzando fronteras. Mención Honorífica.

Ricardo Elías Hernández camina por un paisaje rural zacatecano con su acordeón, símbolo de la música norteña como puente cultural que cruza fronteras. La imagen evoca tanto el adiós a la tierra natal como la esperanza de nuevos horizontes.

Río de Palabras

Varo y Camerina 6 Por

IA la media noche, cuando las agujas en el reloj de la iglesia se abrazan amorosas, Evaristo Vargas Rentería aparece en las calles de Monte Escobedo buscando a Camerina. Su figura menuda de un metro y medio de estatura cruza el jardín, recorre los portales y se pierde en la calle que llega a la ermita. En su morral de manta terciado al pecho lleva 40 años de devoción y ternura. Hincado sobre su propia tumba toma un puño de tierra y lo lanza contra la lápida de cantera en la que, con letras doradas, se lee:

“Varo y Camerina se amaron en la vida, se amaron en la muerte”.

Evaristo emite un gemido que el viento arrastra por las calles del pueblo y lo mete por las rendijas de las casas donde las viejas, con el rebozo en la cabeza y el rosario en la mano, rezan las completas.

II

Se llamaba Evaristo Vargas Rentería, pero todos en Monte Escobedo y en los pueblos vecinos le decían Varo. Nació sietemesino y sin fuerzas para mamar. Su madre lo abandonó en un petate para esperar a que muriera, pero el sacerdote la amenazó con excomulgarla. Cuando el niño cumplió tres años, sin que nunca hubiera pronunciado palabra, el religioso lo tomó bajo su custodia y lo llevó a vivir a una ermita que usaba como sacristía y almacén. Varo nunca fue a la escuela y mucho tiempo en el pueblo se pensó que era mudo, pero cuando cumplió diez se le soltó la lengua como merolico, siempre queriendo imitar la grandilocuencia del cura. A los veinte años una maestra, en ratitos, lo enseñó a leer y escribir y le dio una embarradita de historia de México. Un día Varo se enteró que en Monte Escobedo el pueblo elegiría nuevo Ayuntamiento y quiso participar. “Voy a ser presidente…”, anunció a los vecinos que pudo reunir en la Plaza de Armas.

Ser alcalde de su pueblo se volvió una obsesión para Varo. Cada tres años, cuando el partido en el poder elegía candidato, era el primero en llegar al cónclave. Se levantaba de madrugada, se embadurnaba el pelo con brillantina y con un peine chimuelo lo peinaba hacia atrás para acomodarse el sombrero; se anudaba una corbata roja —la única que tenía— y antes de que abrieran las oficinas del partido ya estaba formado en la puerta.

Los políticos de Monte Escobedo se divertían con las ocurrencias políticas de Varo y simulaban tomarlo en serio. A la hora de ungir candidato lo mandaban a la tienda por refrescos y cuando regresaba encontraba que la decisión ya se había tomado y todos felicitaban al futuro presidente. Varo aventaba la bolsa con el mandado, les gritaba “¡Puercos de corral!” y se iba furioso. Al día siguiente, como si nada hubiera pasado, Evaristo volvía a su rutina de vagabundear por las calles del pueblo, saludando ceremonioso a quienes encontraba a su paso.

-Tendrás un dólar, no para gastar, sino

como "recuerdo” —decía a los migrantes que llegaban a Monte; entre carcajadas le daban el “recuerdo”. La historia se repetía cada tres años.

Ser presidente municipal de Monte Escobedo fue lo que Evaristo Vargas Rentería más quiso en la vida… aunque no tanto como a Camerina.

III

En su adolescencia Varo tuvo ínfulas de galán. A las muchachas casaderas del pueblo les recitaba, con grandilocuencia y mucho respeto, piropos que ellas festejaban divertidas.

En tiempos de feria Varo se trepaba al tablado de los artistas para cantar. Era entonado, pero se le escapaban algunos gallos causando carcajadas del público.

En la plaza de toros saltaba al ruedo como espontáneo para capotear a las vaquillas que acababan revolcándolo. La gente para seguir la chunga le gritaba ¡Torero… torero… torero!

Varo era amistoso y servicial. Todos en el pueblo lo trataban con cariño; sabían, porque era asunto público, que además de algún diente le faltaba un tornillo.

Un día de primavera Varo caminó hasta la comunidad vecina para buscar la casa de los Valdez. Sabía que en esa familia había una joven, Camerina se llamaba, a la que su padre le estaba buscando marido.

-Si la pides con formalidad, con palabras mayores —le aconsejaron— seguro que te la dan para casorio.

Camerina había nacido una noche de eclipse y su familia pensaban que la luna la había pasmado. Sus ojos oscuros, sin embargo, brillaban intensamente.

Esa noche Varo regresó a Monte Escobedo llevando a Camerina del brazo. Dos veces pasaron por el jardín, tres por el pasillo de los portales y durante 30 minutos caminaron de ida y vuelta en la calle solitaria de la iglesia.

Evaristo sonreía orgulloso de su mujer.

Camerina observaba todo sin asombro ni miedo.

Varo y Camerina pasaron su primera noche de amor en la ermita. Las llamas de

y su cuerpo se derrumbara como costal de papas, sin voluntad ni fuerza.

Ese día, del brazo de la comadre, Varo regresó a Monte Escobedo. La gente lo recibió con alegría y lo acompañó al camposanto de la ermita.

Camerina quedó sola y abandonada en el asilo. Y comenzó su espera para el reencuentro.

Varo y Camerina habían llegado al asilo hacía ya casi diez años. Los admitieron un domingo por la noche gracias a las influencias y dinero de dos santurronas de Monte Escobedo que le habían tomado cariño a Evaristo por la zalamería con la que les hablaba y que en ocasiones las perturbaba.

dos velas iluminaron el nacimiento de una pasión sin palabras ni arrebatos, de miradas, caricias y suspiros.

Una semana después el presidente municipal los casó por lo civil y el cura por la iglesia. A la ceremonia religiosa, en la parroquia llena de azucenas perfumadas, asistió casi todo el pueblo.

—Los declaro marido y mujer, puedes besar a la novia —anunció el sacerdote emocionado— Varo acarició con ternura el rostro de su esposa y la besó en la frente. “…Marido y mujer, hasta que la muerte los separe” —repitió el sacerdote con un susurro.

Evaristo Vargas Rentería y Camerina Valdez vivieron juntos 40 años en la ermita parroquial.

IV

Ocho años y 21 días esperó Camerina a que su comadre fuera por ella al asilo de ancianos. Todo ese tiempo estuvo sumida en la soledad y en las tinieblas. Pensaba que sus ojos se habían marchitado, como flores en el cementerio, porque no había tenido lágrimas para llorar la ausencia de Varo.

Camerina no necesitaba de sus ojos que habían perdido su brillo para ver en sus recuerdos… la noche que Varo la llevó por vez primera a Monte Escobedo, sus paseos por los portales, el día de la boda en la iglesia… y en su soledad sentía las manos rasposas de Varo acariciándole el rostro, sus labios besando su frente y distinguía los ojos de Evaristo mirándola con bondad y ternura…

Muchas veces, en esos ocho años y 21 días de espera, Camerina llamó a la muerte para que no se olvidara de ella. —Ya es lo’ra comadre… —le decía. La última vez que Camerina había visto a su comadre fue cuando ésta fue al asilo por Evaristo. Ambos se fueron sin despedirse de ella. Varo muy serio, en un cajón de madera de pino forrada con raso satinado blanco, con su morral sobre el pecho. Nadie del asilo le contó a Camerina que Varo la había estado llamando antes de que la mandíbula le aprisionara la lengua

Ese domingo, al término de la misa de 12, Evaristo no pudo levantarse de la banca, tenía inmóvil medio cuerpo, sudaba en abundancia y balbuceaba incoherencias. A su lado, Camerina permanecía callada, inmóvil, aferrada al brazo de su marido. Las beatas movieron sus influencias en el gobierno de Zacatecas y horas después, casi al anochecer, en una ambulancia, Varo y Camerina salieron para siempre de Monte Escobedo.

V Un 26 de octubre, día de San Evaristo, a las 4 de la mañana, Camerina despertó excitada. Su comadre estaba frente al zaguán del asilo. Por fin venía por ella.

—Ya te habías tardado, comadre —pensó. Camerina se levantó, cubrió su cabeza con el rebozo e imaginó a Evaristo esperándola en la tierra donde fueron muy felices. Recordó que el sacerdote protector de Varo, antes de morir, dispuso que tuvieran un lugar en el camposanto de la iglesia, junto al suyo. Personalmente le había ordenado al canterero hacer una lápida con una inscripción que él mismo dictó:

“Varo y Camerina se amaron en la vida, se amaron en la muerte”.

Ahí la estaría esperando Varo, pronto se reunirían.

VI

La comadre entró al dormitorio y se acercó a Camerina.

—Ya es lo’ra, mujer, juímonos… pero te tengo malas noticias.

—¡Ah que comadre socarrona! Usted misma es la peor noticia… pero yo no tengo miedo, la estuve llamando… Varo está solo en el Monte y me está esperando.

—Las beatas dejaron pagados los traslados, el de Varo y el suyo comadre… pero ya pasaron muchos años y del segundo compromiso ya nadie se acuerda, ni nadie responde, todos en el asilo se hacen tarugos… ya le jodieron el descanso eterno, comadre… la echarán a la fosa común.

—Evaristo me está esperando, comadre… Dios nos quiere juntos.

—La muerte, perdóneme, comadre, no se mete los negocios chuecos de los vivos… y menos de los muy vivos… no habría espacio en los panteones p’a tanto cabrón… ya vámonos, comadre, a Monte, el Varo que siga esperando.

Tres días 6 Sofía Pech Lartigue

Hace mucho tiempo, más del que pareciera, un viejo campesino cultivaba su huerto, era época de siembra, así que deseaba que su maizal fuera el más glorioso y rico de todo Xuxcáb.

Aunque en temporadas pasadas la siembra no era abundante, tenía fe sobre ésta, ya que hace algunos días había hecho un trato con un Alux, un ser mitológico maya, quien haría el deseo del campesino realidad:

-Campesino: ¡Por favor! Ayúdame con mi siembra, necesito que sean los mejores maíces que todo Xuxcáb haya visto y probado.

El pequeño duende prometió proteger el maizal de las plagas y ladrones, aparte de hacerlo el más fértil y rico si cumplía con una sencilla tarea:

-Alux: Debes de traerme todos los días sin falta tortillas de maíz y atole recién hechos.

El campesino aceptó con mucha alegría ya que sería una tarea muy sencilla para él y su familia.

Cerraron el trato. Durante dos meses el maíz del granjero fue el más famoso y deseado de toda la ciudad, el cual fue mezclado con distintas recetas que con el maíz tenían un sinfín de sabores exquisitos para el paladar.

La familia se convirtió en una de las más prestigiosas, enriqueciéndose cada vez más. Eran los más felices, pero hay que recordar, que la felicidad cuesta.

Poco a poco comenzaron a olvidarse de su promesa con el Alux, la cual por algún tiempo había sido una tarea muy sencilla…

Dos días habían pasado sin recordar alimentar al pequeño duende, al tercero, éste enfureció. Llamó al anciano para decirle que su trato había terminado, el Alux lo maldijo diciéndole que no podría encontrar la felicidad nunca más.

El campesino se angustió por un par de días sobre lo que había dicho el Alux, pero al no ocurrir nada, lo olvidó. Un día, en medio de toda la siembra, comenzó a crecer un maizal, pero éste era diferente… Crecía y crecía, era el maizal más grande que habían visto en su vida, lo cuidaban día y noche, esperando y esperando, hasta que un día, los primeros tres elotes estaban listos para cosechar.

Al ser sólo tres elotes, el campesino dejó comer a su esposa y sus dos hijos el manjar que tanto habían esperado. La familia estaba extasiada, a simple vista, los elotes eran los más brillantes y exquisitos, pero al probarlos, su entusiasmo se tornó en asco y horror: sabían agrios y amargos, era imposible comerlos.

Los desecharon pensando que serían los únicos con tal sabor, ya que los demás habían sido todo un éxito, pero sólo era el inicio de una pesadilla.

De repente, el sembradío y todas las plantas de alrededor comenzaron a tornarse en un tono grisáceo, comenzaron a derrumbarse con sólo tocarlas, la tierra ya no era fértil y el ganado ya

no producía nada.

Tres días después de este acontecimiento ya no había plantas, los pocos árboles que quedaban apenas se mantenían de pie, el único animal que quedaba en la provincia era la mula, quien antes acarreaba el maíz a la ciudad, apenas lograba comer día a día con mucho esfuerzo, estaba esquelética y, pronto se comenzaría a notar la piel quebradiza y grisácea al igual que las plantas.

La gente dejó de ir a la provincia y juntarse con la familia por el miedo de que la maldición recayera en ellos.

La familia dejó de cumplir con las labores de la sociedad, se quedaban en la granja todo el día con los pocos víveres que les quedaban.

Al campesino no le afectó mucho dejar de convivir con la gente del pueblo, pero su esposa e hijos comenzaron a volverse locos.

La esposa comenzó a gritar y a hablar sin sentido, los hijos hablaban solos con balbuceos y se asustaban por los gritos de su madre, así que al padre no le que-

dó más remedio que encerrarla en un cobertizo.

Durante las noches el granjero salía a tomar aire fresco y observar lo que quedaba de su casa y milpa. Comenzó a notar en los árboles y en la tierra un aura extraña que resplandecía y subía al cielo nocturno, era un color, pero no lograba describirlo, como si fuera de otro mundo, de otra galaxia.

Pronto comenzó a notar esa misma aura salir de su familia, resplandeciendo, en especial la veía salir del cobertizo, donde se encontraba su esposa, que había estado extrañamente callada durante los últimos días.

Con temor, el campesino entró al cobertizo. Lo que encontró ahí, no era su esposa, ya no lo era.

Estaba horrorizado, esa cosa no podía ser de este mundo, era indescriptible, lo único familiar, pero no tranquilizante era ese color que resplandecía en toda la habitación; no pudo seguir mirando, el olor era fétido y repugnante, así que salió corriendo.

Igual se repitió con cada uno de sus hijos, el campesino quedó solo, sin familia y sin quién lo ayudara. Entonces, recordó.

Se dirigió al último árbol que quedaba en la provincia, que curiosamente, era donde vivía el Alux.

El hombre suplicó y pidió que lo perdonara, que no lo volvería hacer.

—¡Por favor! ¡Sólo quiero a mi familia! ¡Te lo ruego por favor! ¡No necesito nada más, sólo ellos!

Durante tres días el hombre suplicó al pie del árbol, con rezos y promesas hacia el Alux. Durante el atardecer del tercer día, el Alux por fin salió y le dijo al hombre:

—¡Así como tú te olvidaste de mí, así como me abandonaste, así será para ti! ¡Vete! ¡No te quiero volver a ver!

El hombre volvió derrotado a su casa, entró cabizbajo, llorando, y al alzar la mirada, sobre la mesa, donde comenzaron todas sus desgracias, se hallaba uno de aquellos majestuosos maíces que su familia había ingerido.

El hombre se sentó, dio las gracias, y comió.

Río de Palabras

*Siena Sofía Pech Lartigue nació en Oaxaca de Juárez en 2009. Actualmente estudia en la Escuela Secundaria General “Moisés Sáenz Garza” de la ciudad de Oaxaca.

Queer, de Luca Guadagnino

Son los años 50, William Lee (Daniel Craig) es un escritor estadounidense gay, autoexiliado de su país natal por problemas con la ley, razón por la cual vive en la Ciudad de México. En este sitio puede dar rienda suelta, sin temor a las autoridades, a su gusto por los hombres, así como a su adicción a drogas como la heroína. Lee se pasea por las calles de México, recorriendo cada callejón, cada esquina, todo el tiempo con un arma bajo el

brazo y casi siempre alcoholizado. En todos los bares lo reconocen y algunos hasta lo evitan, pues se encuentran un tanto hartos de su presencia.

En uno de sus recorridos, Lee se encuentra con un joven llamado Eugene Allerton (Drew Starkey) quien, al igual que él, también es estadounidense y un tanto evasivo con su pasado. Tampoco queda del todo claro cuál es la sexualidad de Eugene, quien se la pasa enviando señales extrañas, por lo que Lee no sabe exactamente de qué forma debe acercarse a él. Lo que para el escritor sí es un hecho es la fascinación y el profundo deseo que le produce el joven, con quien cada día comienza a intimar más y más.

Basada en la novela homónima de William Burroughs, Queer (2024) es la nueva película del italiano Luca Guadagnino, un cineasta con una filmografía que se puede percibir variada en temáticas y estilos, pero que mantiene elementos comunes entre sí dentro de cada una de sus películas. Al igual que en Challengers (2024), estrenada este mismo año, aquí existe una compleja exploración sobre las relaciones humanas, y cómo éstas son propulsadas por la pasión más ferviente y enarde-

cida. Asimismo, es una cinta que se encuentra a medio camino entre el anhelo nostálgico de Call me by your name (2017) y al imaginario onírico, casi al punto de la pesadilla, de Suspiria (2018). Queer se puede percibir, entonces, como la suma de todos los elementos que conforman a sus trabajos previos, reconfigurados dentro de la que se podría considerar como su obra más retadora y enigmática hasta el momento.

Guadagnino confecciona un bellísimo y doloroso retrato sobre la soledad queer, la búsqueda de pertenencia, así como la inevitable represión y eventual frustración que conlleva el no poder encontrar la compañía anhelada. Para tal efecto, destaca la excepcional interpretación de Daniel Craig, quien hace de Lee un personaje abatido y deprimido, cuya desconexión con el mundo que habita es cada vez más clara y abrumadora. Dicha aflicción sólo desaparece, de manera momentánea cuando el protagonista es acompañado por Eugene, o cuando se encuentra bajo el efecto de alguna sustancia ilegal. En ese sentido, Queer también es una película sobre adicciones y dependencias, tanto químicas como físicas. Al igual que en la novela en la que se basa, Lee tam-

Trazos de persuasión y culpa Emboscar el alma

Según Rodríguez de la Flor, el mundo es un enigma constituido por metáforas y jeroglíficos su clave se develará sólo al final de los tiempos; el quehacer del hombre es descubrir los sentidos velados. La oscuridad y el sinsentido del mundo confirman la necesidad de interrogar cada cosa que aparezca en el camino, descubrir la conexión con el plan divino y avanzar en el camino de aprendizaje y progreso espiritual. Ignacio de Ries pinta –adscrito al barroco hispánico y al pensamiento del siglo XVII– Alegoría del árbol de la vida (1653). En la imagen, sobre un intenso cielo azul –bañado de niebla– comienzan los valores narrativos de la escena, sus figuras se ordenan espacialmente alrededor de la forma simbólica del árbol, en su copa, un grupo formado por pequeños personajes, figuras pesadas, hieráticas y rígidas, celebran un banquete y aunque no interactúan con el espectador, coquetean y ríen, tañen instrumentos musicales, encarnan los placeres terrenales. En la parte inferior de la composición, junto al tronco del árbol, encontramos otras tres figuras: a la izquierda, la muerte (pecado) blande un hacha con la que troza el tronco del árbol, ha talado ya la mayor parte. A su lado, una pequeña figura envuelta en llamas (demonio) tira de una soga anudada a la copa del árbol, favoreciendo su inminente caída. La zona inferior derecha de la composición aparece dominada por la imagen de Cristo (redención) tocando una campana con un martillo, mirando hacia arriba, ex-

hibe en el rostro un gesto de aprensión y decepción. Dos inscripciones situadas en la parte superior sirven de complemento y aclaración a la imagen. En el ángulo superior izquierdo puede leerse: “mira que te vas a morir/ mira que no sabes cuándo”. Y en el ángulo superior derecho: “mira que te mira dios/ mira que te está mirando”. En esta pintura, invitados a reflexionar sobre la vacuidad de la vida, la inutilidad del placer frente a la certeza de la muerte. Nos sitúa ante la Vanitas, promotora de la insignificancia y fragilidad de la vida. Al emboscar el alma, nos sitúa frente a la consciencia de la culpa, ésa que los creyentes llaman pecado, “enfermedad silenciosa”, propia de sujetos con una vida atormentada, que como diría Dessal, se “entregan a toda clase de acciones autopunitivas, se sumergen una y otra vez en al fracaso, empujados por un sentimiento de culpabilidad del que no tienen la más mínima sospecha y que, para colmo, no se fundamenta en ninguna transgresión real”. La culpa, es una “misteriosa sustancia que no emana de ninguna realidad [y que] se destila en la profunda alquimia del inconsciente”, no depende de la transgresión a la ley o de realizar un acto prohibido, es producto de una fabulosa empresa de lavado de consciencias (confesión, arrepentimiento y penitencia). Este tipo de pinturas muestra trazos de persuasión y culpa, además, como declara Antonio Rubial, “sentaron las bases de la percepción estética, simbólica y emocional […] en la cultura occidental del siglo XXI”.

UAEH-UAZ

bién es un alter ego del propio Burroughs, un hombre de su tiempo: violento, sórdido y solitario. Así, Guadagnino hace de su filme, en última instancia, una exploración sobre el enigmático autor, sin condenarlo ni justificarlo.

Para expandir dicho cuadro, el italiano utiliza un soundtrack anacrónico de artistas que fueron influenciados por Burroughs, incluyendo temas de Nirvana, New Order, Prince, Sinead O’Connor, entre otros. También toma la decisión de volver clara la artificialidad de su puesta en escena, al usar miniaturas, retroproyecciones y exteriores; elementos a todas luces montados en el interior de un set de filmación. Un mundo de ficción que nunca fue y que claramente sólo existe en la memoria de los personajes.

En la que tal vez sea su obra más personal hasta el momento, Luca Guadagnino aborda el deseo de una manera tan aguda, intensa y penetrante que, en palabras del propio protagonista, lo hace sentirse descarnado, sin un cuerpo propio. Al final, Queer explora la incapacidad de los seres humanos de escapar de ciertas pulsiones que sentiremos a lo largo de nuestra vida y que sólo nos dejarán hasta nuestro último respiro.

6 Por Adolfo Núñez J.
6 Por Álvaro Luis López Limón
Alegoría del árbol de la vida. 1653. Obra de Ignacio de Ries

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