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o d n u El m srudín a N de íes f u S s o Cuent
© Idries Shah © RBA ISBN: 978-9974-8290-0-8 RBA rba@rba.com Montevideo – Uruguay Primera edición 500 ejemplares octubre 2011 Diseño: Laura Bove Impresión: Tradinco. Depósito legal: 354.443
ÍNDICE Una cabeza imprudente ¿Eres yo? Circunstancias alteradas El tesoro de otro hombre La cuerda de colgar Preguntar al hombre equívocado Camellos y hombres Ninguna oreja, ningún crimen Casa atestada Sendas diferentes
8/9 10/11 12/13 14/15 16/17 18/19 20/21 22/23 24/25 26/27
Una cabeza imp ando el turbant
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Andaba Nasrudín por la concurrida ciudad de Bagdad cuando chocó con otro hombre y ambos cayeron al suelo.
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YO Ú 11 T O y YO TÚ y YO O TÚ y YO TÚ y YOy YTÚ Ú T O O Y Y y y Ú Ú —Perdón —dijo educadamente mientras se T T Osi levantaba—, ¿tú eres tú o eres yo? Porque O Y Y eres yo, entonces yo debo ser tú. y Ú quien seas, eres unTcompleto Ú y —Seas lunático —replicó elO otro hombre al Y oír la pregunta delymulá. Ú T —Es que TÚ y YO somos de una comO y llevamos ropas parecidas. plexión similar Y y Pensé Úque podría haberme confundido en la T caída. O Y ÚOy TÚ y YO TÚ y YO TÚ y YO TÚ y YO y
YO TÚ y YO TÚ y YO
CIRCUNSTANCIAS ALTERADAS Nasrudín y un rico comerciante cabalgaban juntos a través del desierto. —¿No es verdad que Dios recompensa a los ricos con riquezas? —dijo el comerciante al mulá—. ccionadas montar, confe e d s tus ta o b as e comprar, y ed u p mis espléndid o er in d piel que el con la mejor drajosas. jereadas y an sandalias agu mi turbante enjoyado, y los harapos que tu llevas enrollados en la cabeza. mi manto de seda con boto nes de artesa hilo de oro, nía he y la capa rem endada que hombros esq cuelga de tu ueléticos. s
Mira
13 Aquí estamos los dos:
tú con unas pocas posesiones miserables en tus apolilladas alforjas,
yo con especies que harán que príncipes y reyes lloren de alegría.
Y sin embargo, cabalgamos juntos por el mismo camino,
yo en un corcel árabe, tú escarbando en la arena en un asno pequeño y ridículo...
En aquel momento, las reflexiones del comerciante se vieron interrumpidas por la aparición de una banda de ladrones que le tiraron sobre la arena, le apalearon y le dieron de patadas, y desaparecieron tras apropiarse de todo su cargamento y su montura. —¡Qué extraordinario es esto! —dijo pensativamente Nasrudín—. Mis circunstancias parecen NO HABER CAMBIADO, pero las tuyas se han ALTERADO DRAMÁTICAMENTE en unos pocos minutos.
Nasrudín por la ribera cuando vio una copa flotando en agua. La sacó, vio una miró en su descubrió que el agua. Laestaba medio En la superficie bri- y descubrió llaba la cara de un siento —dijo al refle-de agua. En jo—, la no me he dado era suya. —Y sin dudarlo un instante la ecs un hombre.—Lo Nasrudín por la ribera cuando vio copa flota dado cuenta deuna que la interior y descubrióechó que estaba medio llena de de nuevo al río.Cam hombre.—Lo sientotando —dijo enalelreflejo—, agua. Lanos —Y sin dudarlo unde instante la de n agua. Enechó la supe ribera cuando vio una copa flotando reflejo—, no meenh y descubrió que estaba llena de un medio instante la ec cara de un hombre. —Lo siento —dij cuando vio una cuenta de que la copainterior era suya. —Y s y descu echó de nuevo al río.superficie Caminaba brilla Nasru vio una copa flotandodijo en elalagua. La sa reflejo—, descubrió que estabaera medio llena de ag suya. —Y sin llaba la cara de un hombre.—Lo siento río. Caminaba Na— he dado cuenta de que la copa en erael suya. — flotando agua la echó de nuevo al río Caminaba Nasrudí que estaba medio l copa flotando en el agua. La una sacó,copa miróflot en do vio medio llena de agua. En la supe descubrió que e siento — al reflejo—, no caradijo de un —Y sin cuentadudarlo un instant por la echó deribera cuando vio interior copa y descubrió que es la cara de un hombre.—L que me he dado cuenta de qu cara suya. —Y sin dudarlo un echó de nuevo al naba Nasrudín cuando vio una do en el agua. miró en su y descues-
EL TESORO DE OTRO HOMBRE
naba Nasrudín por la ribera cuando el interior y copa flotando en llena sacó, miró en de agua. su interior hombre.—Lo que estaba medio llena cuenta de la copa superficieque brillaba la cara de chó de nuevo siento —dijoalalrío. reflejo—, no me Caminaba he ando en el agua. La sacó, miró a copa era suya. —Y sin dudarlo un en su instante la e agua. En la superficie brillaba cara de un vio una copa flominaba Nasrudín por la riberalacuando osacó, me he dadoencuenta de queyladescubrió copa era suya. miró su interior que estaba medio llena nuevo al río.Caminaba Nasrudín por la erficie brillaba la cara de un hombre.—Lo siento —dijo al nheeldado agua.cuenta La sacó,demiró interior queen la su copa era suya. —Y sin dudarlo e agua. En la superficie brillaba laNasrudín Caminaba Nasrudín la ribera cuando vio chó de nuevo al río.Caminaba porpor la ribera jo al reflejo—, no me he dado a copa flotando en el agua. La flotando sacó, miróen enelsuagua. La sacó, miró en una copa sin dudarlo un instante la llena de agua. En la ubrió que estaba medio su interior y descubrió que estaba medio llena udín por la ribera cuando aba la cara de un hombre. —Lo siento — de agua. En superficie brillaba la cara de un acó, miró en su interior y , no me he dado cuenta de que lala copa gua. En la superficie brihombre. n dudarlo un instante la echó de nuevo al —dijo alpor reflejo—, no cuando me asrudín la ribera vio una copaal reflejo—, no me he dado —Lo siento —dijo —Y dudarlo a. Lasin sacó, miróuneninstante su interior y descubrió cuenta de que la copa era suya. —Y sin dudarlo ín por la ribera Nasrudín cuando viopor una llenCaminaba la ribera cuansu interior y descubrió que estaba un instante la echó de nuevo al río. tando en el agua. La sacó, miró en su interior y erficie brillaba la cara de un hombre.—Lo estaba medio llena de agua. En la superficie brillaba la o hombre.—Lo me he dado cuenta de que la copa era suya. no me he dado siento —dijo al reflejo—, te la echó de nuevo al río.Caminaba Nasrudín de que la copa era suya. —Y sin dudarlo un instante la una copa al flotando en el agua. La sacó,por mirólaen su cuando vio una nuevo río.Caminaba Nasrudín ribera staba medio llena de agua. En la superficie brillaba flotando en el agua. La sacó, miró en su interior y descubrió Lo estaba siento dijo alEn reflejo—, no medio—llena de agua. la superficie brillaba la ue de un hombre.—Lo la copa era siento — dijo n al reflejo—, instante la no me he dado cuenta de río.Camique la copa era por la ribera suya. —Y sin dudarlo un instante lacopa flotanechó de nuevo al río. La sacó, Caminaba interior Nasrudín por la brió que ribera cuando
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Preguntar al hombre equĂvocado
19 Nasrudín trataba de ASEGURAR el gallinero antes de que las aves tuvieran oportunidad de ESCAPAR, cuando fue interrumpido por un vecino. Cuántos días tiene el año Tengo yo aspecto de comerciante de años —dijo con brusquedad Nasrudín—, para que pienses que llevo la cuenta de los días
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Camellosyhombres —Nasrudín —le preguntó el vecino—, ¿quién es inteligente, el camello o el hombre?
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—El ca ello —contestó el mulá—, porque lleva cargas pesadas sin quejarse, pero nunca pide una carga adicional.
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El ombre,porelcontrario,atestado deresponsabilidades,siemprequiere aumentar sus cargas.
ninguna oreja, ningĂşn crimen
23 Un día, el juez pidió a Nasrudín que le ayudara a resolver un problema legal. —¿Cómo me sugerirías que castigue a un difamador?
s e l a t r ó C — —Córtales las orejas a todos los que escuchan sus mentiras —replicó el mulá.
CASAATESTADA
Nasrudín y su mujer hablaban sobre sus padres. —Mi madre cocina muy bien —dijo el mulá. —¿Cómo puedes decir eso? —gritó su mujer—. ¡Mi madre es cien veces mejor cocinera que la tuya! Rojo de ira, Nasrudín agarro a la mujer por el cogote y la sacó al jardín. —¿Qué haces? —preguntó su vecino. —Hay poco sitio en la casa para dos —explicó Nasrudín—. Cuatro es sencillamente demasiado. —¿Cuatro? —Sí, primero éramos sólo yo y ella, luego se metió en casa mi madre, y, finalmente, también su madre vino para quedarse. La casa estaba tan abarrotada con ellas y sus baterías de cocina, que mi mujer ya no cabía. Nasrudín y su mujer hablaban sobre sus padres. —Mi madre cocina muy bien —dijo el mulá. —¿Cómo puedes decir eso? —gritó su mujer—. ¡Mi madre es cien veces mejor cocinera que la tuya! Rojo de ira, Nasrudín agarro a la mujer por el cogote y la sacó al jardín. —¿Qué haces? —preguntó su vecino. —Hay poco sitio en la casa para dos —explicó Nasrudín—. Cuatro es sencillamente demasiado. —¿Cuatro? —Sí, primero éramos sólo yo y ella, luego se metió en casa mi madre, y, finalmente, también su madre vino para quedarse. La casa estaba tan abarrotada con ellas y sus baterías de cocina, que mi mujer ya no cabía. Nasrudín y su mujer hablaban sobre sus padres. —Mi madre cocina muy bien —dijo el mulá. —¿Cómo puedes decir eso? —gritó su mujer—. ¡Mi madre es cien veces mejor cocinera que la tuya! Rojo de ira, Nasrudín agarro a la mujer por el cogote y la sacó al jardín. —¿Qué haces? —preguntó su vecino. —Hay poco sitio en la casa para dos —explicó Nasrudín—. Cuatro es sencillamente demasiado. —¿Cuatro? —Sí, primero éramos sólo yo y ella, luego se metió en casa mi madre, y, finalmente, también su madre vino para quedarse. La casa estaba tan abarrotada con ellas y sus baterías de cocina, que mi mujer ya no cabía.
Nasrudín y su mujer hablaban sobre sus padres. —Mi madre cocina muy bien —dijo el mulá. —¿Cómo puedes decir eso? —gritó su mujer—. ¡Mi madre es cien veces mejor cocinera que la tuya! Rojo de ira, Nasrudín agarro a la mujer por el cogote y la sacó al jardín. —¿Qué haces? —preguntó su vecino. —Hay poco sitio en la casa para dos —explicó Nasrudín— . Cuatro es yo sencillamente do. —¿Cuatro? —Sí, primero éramos sólo y ella, luegodemasiase metió
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metió en casa mi madre, y, finalmente, también su madre vino para quedarse. La casa estaba tan abarrotada con ellas y sus baterías de cocina, que mi mujer ya no cabía. Nasrudín y su mujer hablaban sobre sus padres. —Mi madre cocina muy bien —dijo el mulá. —¿Cómo puedes decir eso? —gritó su mujer—. ¡Mi madre es cien veces mejor cocinera que la tuya! Rojo de ira, Nasrudín agarro a la mujer por el cogote y la sacó al jardín. —¿Qué haces? —preguntó su vecino. —Hay poco sitio en la casa para dos —explicó Nasrudín—. Cuatro es sencillamente demasiado. —¿Cuatro? —Sí, primero éramos sólo yo y ella, luego se metió en casa mi madre, y, finalmente, también su madre vino para quedarse. La casa estaba tan abarrotada con ellas y sus baterías de cocina, que mi mujer ya no cabía. Nasrudín y su mujer hablaban sobre sus padres. —Mi madre cocina muy bien —dijo el mulá. —¿Cómo puedes decir eso? —gritó su mujer—. ¡Mi madre es cien veces mejor cocinera que la tuya! Rojo de ira, Nasrudín agarro a la mujer por el cogote y la sacó al jardín. —¿Qué haces? —preguntó su vecino. —Hay poco sitio en la casa para dos —explicó Nasrudín—. Cuatro es sencillamente demasiado. —¿Cuatro? —Sí, primero éramos sólo yo y ella, luego se metió en casa mi madre, y, finalmente, también su madre vino para quedarse. La casa estaba tan abarrotada con ellas y sus baterías de cocina, que mi mujer ya no cabía. Nasrudín y su mujer hablaban sobre sus padres. —Mi madre cocina muy bien —dijo el mulá. —¿Cómo puedes decir eso? —gritó su mujer—. ¡Mi madre es cien veces mejor cocinera que la tuya! Rojo de ira, Nasrudín agarro a la mujer por el cogote y la sacó al jardín. —¿Qué haces? —preguntó su vecino. —Hay poco sitio en la casa para dos —explicó Nasrudín—. Cuatro es sencillamente demasiado. —¿Cuatro?
—Sí, primero éramos sólo yo y ella, luego se metió en casa mi madre, y, finalmente, también su madre vino para quedarse. La casa estaba tan abarrotada con ellas y sus baterías de cocina, que mi mujer ya no cocina cabía. muy Nasrudín y su mujer hablaban sobrepuedes sus padres. —Mi madre bien —dijo el mulá. —¿Cómo decir
eso? —gritó su ¡Mi madre veces cocinera que la tuya! Rojo de mujer—. ira, Nasrudín agarro es a lacien mujer pormejor el cogote y la en sacó al jardín. —¿Qué haces? —preguntó su vecino. —Hay poco sitio la casa para dos —explicó Nasrudín—. Cuatro es sencillamente demasiado. —¿Cuatro? —Sí, primerotambién éramos sólo yo y ella, luego se metió en casa mi madre, y, finalmente, su madre vino para quedarse. La casa estaba tan abarrotada con ellas y sus baterías de cocina, que mi mujer ya no cabía. Nasrudín y su mujer hablaban sobre sus padres. — Mi madre cocina muy bien —dijo el mulá. —¿Cómo puedes decir eso? —gritó ¡Miagarro madreaeslacien veces mejor cocinera laaltuya! Rojo desu ira,mujer—. Nasrudín mujer por el cogote ysitio la que sacó jardín. —¿Qué haces? —preguntó su vecino. —Hay poco en la casa para dos —explicó Nasrudín—. Cuatro sencillamente demasiado. —¿Cuatro? —Sí, primero éramos su sólo yo es y vino ella, luegoquedarse. se metió en casa casa mi madre, y, finalmente, también madre para estaba tan abarrotada con ellas y sus baterías de cocina, que miLamujer
—Tú e
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le dijo a Nasrudín uno an místico — r g n
de sus pup ilos—, y
sendas diferentes a lo lar go de su
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maestro—. Si todo el mundo siguiera la mis ma sen da, t odos acaba
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al océan
Dicen que Nasrudín es el loco más sabio que jamás ha existido. Como todos los libros de Idries Shah, este volumen está lleno de sorpresas. Hace cuarenta años, este autor trajo los cuentos y chistes de Oriente Medio y Asia Central al mundo occidental. En todos ellos el protagonista es el Mulá Nasrudín, el sorprendente personaje de las enseñanzas sufíes que a veces aparece como un sabio y otras como un loco. Las enseñanzas de Nasrudín son un reflejo de la sabiduría que subyace en la naturaleza humana. Este compendio incluye cuentos inéditos recogidos por Idries Shah. Muchos de ellos tienen siglos de antigüedad, pero su significado resiste el paso del tiempo y hoy pueden ser considerados más actuales que nunca.Violentos tiranos, fanáticos religiosos, jueces incompetentes, hombres ricos y avariciosos son algunos de los personajes que aparecen en esta historia, que también pueden leerse para disfrutar de un momento de diversión o para meditar sobre el significado de la verdad.
ISBN: 978-9974-8290-0-8