Nostalgic-RE EDITADO

Page 1



No a la ausencia de prólogos Este fanzine fue escrito durante la primera semana de diciembre, teniendo que hacer mil cosas y yo procrastinando siempre. Es una especie de pequeño homenaje a la estílistica jazzera de Néstor Sánchez, a las entradas impredecibles de Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes y, en otro plano, a las melodías agónicas de Nick Drake. El verano me agarró cursi entre los duelos mal realizados pero me dio la impronta necesaria para experimentar nuevas formas de atravesar los lenguajes, encontrarle nuevos sentidos a las palabras o combinarlas en distintas posibilidades. Intenté tener en cuenta el ritmo prosístico en un compás óptimo para permitir un fluir que se conforme en paralelo a la musicalidad plástica y natural que me rodeaba en el momento escritural. Pero esto solo será un intento, entre miles, para encontrar un estilo propio. Es un no negar las influencias y no rebelarse en su contra hasta encontrar el punto justo en el que concluyen y permanecen. Nota: se recomienda leer este zine escuchando el disco “Pink Moon”.



Un atril en medio de una sala vacía. Las paredes son blancas, no tienen manchas ni rasguños. Una luz fría y tenue cae en el centro. Se te reflejan distintos rasgos según el ángulo y la posición. No hay puertas. No hay salidas. Te acercás. Hey, it’s a pink moon. En el atril hay un libro de tapa dura. La única acción que se te permite: abrirlo. Creés que podría estar ahí la respuesta. Los párrafos se suceden inconclusos en las tardes de Plaza Flores, en el beso interrumpido en una esquina de Sarmiento y Bulnes, en un abrazo tranquilizador de tu casa, después mi casa, algún día nuestra. El libro se compone de fragmentos y retazos / no flashees que las vidas se puede relatar en un guion lógico/ No-ficharte en el tetazo de febrero en la 9 de Julio que cortamos, juntas, pero ignoradas. Por la falta de coraje de saludarte y decirte que ya fue que seamos compañeras, y es un poco también porque que ya lo somos desde que nos cruzamos en cualquier marcha, siempre pidiendo o repudiando todo. Por esas causas perdidas con las que empatizamos a morir aunque seamos tan poco coherentes en nuestras esferas privadas. En el libro hay objetos, textos, dibujos, los sintagmas de nuestros cuerpos en una cama en el barrio de Caballito, o podría ser San Telmo. 2014, 2015, 2016, invierno o verano. Es casi lo mismo. Figurines, estampitas, frases kursis del dos-corazones, siempre binarias y tan poco ocurrentes. Disolverte en ese libro solo porque toda historia de amor merece ser relatada hasta el cansancio. Aunque la melancholía nos distorsione los detalles. ----------------------------------------------------------------------------Cortala con los “lugares comunes”. Cómo te encantan los clichés. Después te enojás cuando te dicen que tu “arte”, como si tal cosa existiera, es pasatista, repetitivo, que tu invención de imágenes se vio mil veces, que hagás algo nuevo que valga la pena. “Pero el arte está muerto”, le digo “en la estilística de Los Padres” (siempre en mayúsculas, siempre en masculino). Gastás la lapicera en una prosa estúpida, la batería y la memoria de la compu en el Word 2013, tan quedado en ese año con vos, que te quedaste y re-quedaste en la Mendoza posmodernísima, que soñás despierta con la montaña que negaste, la que no visitaste por inercia y en la que te jurás, en la nostalgia, intercambiar por cualquier playa, hasta las del Caribe, aunque ni sepas qué se siente una tarde en esas aguas termales, calientes, rozándote los pezones con la arena. Intentás revisitar los universos hasta quedarte ciega, en las poses del terror de garabatear las risas que ya no vas a escuchar porque el cielo se hizo pobre y el Centro Asistencial de las Afecciones te recuerda, una y treinta veces, que no vuelvas. Pero Acá y Allá existen las similitudes (y estar acá es siempre un poco como estar allá). Se lucha por lo habitable, aunque nos hicieran creer que el minúsculo derecho se nos otorgara por la conjunción de átomos, por la sangre bombeante, por los vellos que crecen, en lugares arbitrarios, hasta determinados centímetros. En algún universo cuántico, Borges baila vaporwave escuchando una radio 24/7 de youtube. Pero ese libro, al que daría un riñón por escribir, nunca se me va a plantar en los dedos.



Nosotras dos Existe música que sirve para levantarnos el ánimo. Existe otra que te invita a regocijarte en las cicatrices. Existe un “nosotras” que nunca termino de asimilar. Me fui de casa para verte. Me tomé el bondi en la esquina y te esperé en un banquito del Centenario. Tardaste 24 minutos. Me fumé cinco I ‘ puchos y me armé otro cuando te vi. N o w

m w e a k e r t h a n t h e p a l e s t b l u e . Hiciste algún tipo de chiste, con ese

inconsciente culposo, de la tos que acarreaba hace meses. De cuando fuimos a la Plaza Dorrego. Querías bailar un poco de tango. Pero ninguna tenía idea. Te habías animado de a poco y nos pusimos en el medio. Te seguía en los pasos mientras la gente nos miraba. Pero en ese banquito te sentaste a darme charla. Charla no. Explicaciones. Entre las secas y el vaso largo de malbec. Te hablaba de estar a la altura, de los hechos inexplicables de la cama de plaza y media en un Almagro extraño. Extraño para nosotras, incorregiblemente extranjeras. De tus nuevos pronombres, invictos en la desazón del parque. La mano que se iba corriendo, trazando los caminos de la falda corta, del jean cortajeado que te pusiste esa vez en lo de La Sole, esforzándote en simpatizar. Tus ojos chinos, la risa de las cuatro y cuarto de la madrugada. Te malgastaste en la campaña de dejarme ser a pesar de los malentendidos. La inutilidad de nuestros afectos en la montañita de Córdoba para decirte por tres días consecutivos que no te doblegaras hasta la


ausencia. De la voz afónica de tanto y tanto rezongar por las veredas mientras pisoteabas con dureza las hojas. Los árboles que nunca voy a volver a nombrar aunque se me retuerzan por el balcón. Esa manía de tenerte desde frente y tirar la toalla húmeda en el piso.

Y o u c a n s a y t h e s u n i s s h i n i n g i f y o u r e a l l y w a n t t o . Para que me insistas, otra vez,

con que escuche ese disco que sabés que no me va a gustar. Hasta que pasen tres meses de no verte ensimismada en la cocina con el budín que no se eleva. Que el golpe de horno que le metí lo quebró entero. Te infortunabas tanto esos días que las discusiones imaginarias se hacían insostenibles. Me volviste, de espaldas, caminado en trazo recto y pensaste en la escasez de nuestros encantos. Era esa la hora y media en la que te crucé en el Centenario para admitir el deterioro.

W h i c h w i l l y o u l o v e t h e b e s t . Le revolvió todo el armario para

buscar una remera negra. Todo lo que tenía era de color claro o con pintitas alegres como si se te hubiese ocurrido esa vez en Villa Crespo subirte al escenario a tirar espuma al manicomio de hormigas que danzaba en la inmediatez de los brazos de la pibita que fuiste. Cortajeándote en la conversación amorosa, que no hablaba de la relación y sus acuerdos sino de la forma, la estructura amatoria de los poemas escritos en el block de notas del Windows 7, los que no te iba a mandar


nunca aunque la terquedad. La vulgaridad de nuestros mediodías justificándonos en la falta de presupuesto del país que se hundía y que las entrevistas y que el laburo y que ponerse los zapatos negros a las ocho de la matina para fingirnos competentes. Si no hacíamos más que regodearnos de nuestra falta de necesidad, aburguesadas en el monoambiente de San Cristóbal para sentarnos en el balcón a fumar y mirar a los autos que pasaban y respirar la contaminación, el olor a aguarrás de cuando sacabas los escraches que se te habían ocurrido hacer en la pared donde estaba la heladera, arrepientiéndote de tanto berrinche innecesario. Me habías dicho que dejara de alimentar a esas palomas inmundas en la plazoleta y yo te había reclamado el algodón de azúcar de la fiesta, el más amarillo de todos, cuando fuiste a la barra para hablarle de tu vida inventando tan poca cosa que te hacía creer más interesante. W h o ‘ l l h e a r w h a t I s a y . No. No significaba que no estuviésemos enamoradas. Es que solo nos faltaban algunas destrezas emocionales. Esa noche te habías escondido en las penumbras y yo me había ensimismado en cuestionarte que por qué tanto Lennie Tristano y tan poca cumbia en el departamentito, que necesitaba el espacio para rehabilitarme y no desperdiciarme en la falta de cautela. Y no por las marcas y los chupones con los que salías a recibirme los domingos cuando tenías ganas de tocar el timbre después de alguna noche en Villa Urquiza o Montserrat o quién sabe por dónde. K n o w I ‘ m n o t t h e r e . Si lo único que te suplicaba era un poco de clemencia, que


los detalles no eran indispensables, que te guardaras un poco para agarrarnos la mano en San Juan y Entre Ríos, entre las baldosas con las que me caí mientras nos disputábamos si era necesario o no la venta de los instrumentos que nunca usamos. Los vas a rematar cerca de la Cordillera y te vas a ir encapuchada hacia el sur para buscarte. Esperando que no se te aparezca ni una mina que tenga mi color de ojos o que se extasíe a las tres de la mañana en la pelea por la frazada que me sacabas entre los ronquidos y la respiración entrecortada. Pero vos te la llevaste de la mano de una vez y sin preguntarte ni por qué esa impaciencia, que hasta a vos te habrá resultado extravagante, por tirarte en el sillón y poner a Libertad Lamarque desangrándose en el único parlante que t o c a funcionaba de los dos. W h o ‘ s r e i f t h e y l o s e . Le convidaste las porciones de fainá de Kentucky que nos había sobrado la noche anterior y te pusiste a confesarle cada pequeña tragedia de tus quince años. En una playa desconocida en la que decías haberte enfrentado al mar por primera vez y de tus angustias por comer pescado muerto con limón y sal. Yo te escuchaba como si escuchara a alguien que acababan de rescatar de una isla desierta. Y vos le reponías y te esforzabas en nimiedades de consultarle por la salsa picante o inglesa o kétchup, el grado exacto de alcohol que debiera tener una cerveza helada en el verano, con cuarenta grados a la sombra de algún árbol en Catamarca. Donde me llevaste a conocer un cerro del que me adueñé para presentárselo a otra aparentando originalidad. Yo te he hablado hasta el cansancio de quedarte


dormida en el cine con la película de Kim-KiDuk que vos me convenciste en ver pero en el Centenario las cosas se ponen borrosas. La chiquita que se paseaba en el coche alrededor nuestro se puso a llorar de tanto quilombo. Gente que se paseaba sin controlar las diferencias de velocidad entre lxs que andan en bici, lxs que pasean y lxs que se ejercitan. Nosotras terminaríamos un poco hecha bolsas pero con la sensación de alivio de concretar un y o u g i v e trámite pospuesto. W o n ‘ t m e a f r e e r i d e . Me ibas a agarrar de la cintura para hacer una especie de pacto o monstrarme, apenas, que no todo había sido así de absurdo como me entusiasmaba en gritarte en el teatro de Boedo mientras te retocabas el pelo atado frente al espejo del baño. Pero continuaste la marcha. No miraste para atrás ni un segundo que hasta por un momento pensé que te había pasado algo en el cuello. Una contractura nerviosa, somatizando como yo que experimentaba una migraña insoportable cada vez que te me aparecías con tus recuentos. Te vas a ir a la parada del bondi y te vas a arrepentir de esperarlo tanto. Te vas a decidir a caminar las cuarenta cuadras para terminar en un taxi irrespirable, rompiendo en llantos y pidiendo pañuelitos para pretender contarle tu historia en dieciséis minutos.


F f a f f t c j b t e

a a n a r h o u e h n

l s d l e i u s

l i n g t l i n g e s l d t

e d

Yo te he hablado hasta el cansancio de retroceder la vista para desencontrarte con mis gestos en el intento de adoptar una gatita de tres meses toda magullada mientras yo anhelaba resumirlo para no desperdiciar tanta saliva que me pasabas en la panza. Esa noche que habíamos pensado en tirar todas nuestras medias por el balcón por el ácido que nos pegaba tan mal. Pero nunca incongruentes, hacía frío y la gente necesitaba algo para abrigarse los pies y jamás dejamos de intentar salvar el mundo ni siquiera en el segundo en el que te despertabas toda apresurada a anotar lo que te acordabas de haber soñado en la libretita que estaba sobre la mesa de luz. Yo quería saber qué clase de misterio te estabas inventado con todo eso y vos habías puesto una pizarra en la pared solo para explicarme tu obsesión por controlar el inconsciente. A n d s h e i s e v e r y w h e r e . Yo sé que te he hablado hasta el cansancio y que te ibas sola sin dejar de avanzar cada vez más rápido por el Centenario.


Bonus Track Banderas de colores: camiones con música al palo. Madonna, Britney, remix dudosos. Glitter que vuela por los aires y te enreda el pelo. Vendedores ambulantes: cervezaaa, cervezaaa. Pestañas postizas, larguísimas y brillantes. Olor a humo, pucho, fasito. Las tetas descubiertas, las nalgas al viento, jeans cortajeados al estilo western. Disfraces. Megáfonos. Consignas poéticas con rima tatuadas de forma temporal. Algunos parece que no son de acá. Vieron toda la movida y se colaron a festejar igual. No me alcanza la energía ni la furia para olvidarme de la traspiración invertida que me roza sin disimulo. Pero me dejo llevar y trato de bailar aunque me ahoguen. Me toquen, me desprendan el corpiño y me saquen la remera marrón con tiritas. La dejo colgada en la mochila para después no encontrarla por ningún lado y pensar en la afortunada o afortunado que ahora la tendrá puesta. Vamos al chino a comprar más escabio. Necesitamos municiones. Armarnos con las sustancias más exquisitas para reponernos de tanto griterío. Agarramos los sedantes y los guardamos en los bolsos. Condensación. Me pesa el cuerpo pero soy la encargada de mantener el ritmo activo del festejo. Desplazamiento. Tengo una responsabilidad y debo cumplirla al margen de cualquier hecho. Y si me pongo en ortiva la vagancia me rescata me pone erótica me franelea los muslos hasta que bailan solos en la lluvia que me empacha la vista y


me tajea los pulmones de tanto olor a chivo pero del bueno de la fecha orgullosa deseable desde que empezó un año con tantas giladas y matanzas y vueltas de tuerca de espacios de pasos para atrás en aspectos y expectativas lisiadas mutiladas de las fréneticas imperiosas ganas de que venga una buena una al fin que valga la pena y no se avinagre fatigosa de remarla en dulce de batata de membrillo de mi tierra tostada del sol y el vino sanguíneo escarlata como la cabeza del pibe, tirado en medio de la zanja, la calle en Perversos Aires en medio de los cuerpos que le chapotean agua y llaman a la yuta a la ambulancia a cualquiera que se digne a auxiliarlo a ese pibe todo desparramado que ya está vomitando la cólera de quienes brotaron a la calle a bardearla por desconocimiento o mucho conocimiento del tema de nuestros arrebatos nuestros derechos nuestros gruñidos que dicen BASTA a la repugnancia a la catalogación innecesaria a la pesquisa insolente que nos marca y remarca para dejarnos en la no-vida en el hueco incultivable de flores metamorfoseadas en goce en confort en riquezas que nos dejen más tiempo para repensarnos y refinarnos en nuestras propias prácticas y no, no en el arrancar con los cuidados extremos del pañuelo el limón el gas pimienta la navajita escondida en el llavero, dejar de fumar, por las dudas, entrenarse, equiparse hasta la menosmédula y hacerse sujeto en la batalla, rompiéndoles la puerta buscando los palos de hockey el bultito en el buzo el arma de fuego que simulaste para abofetearnos con el horror olvidando o no teniendo la mínima noción de nuestro ímpetu


nuestros arrojos al vacío a la nada al pocito de mierda de que nadie te oiga ni se entusiasme por quién sos o quién crees que sos después de tanta cosa que hicieron conmigo con vos con todos para degollarnos las voluntades el merecido ocio a pesar de la porquería vergonzosa sobrante carmesí que se va en la sangre por encima de la vereda el S.A.M.E. que no llega que alguien insista -por favor llámenle- la cuerda floja que se cae se está cayendo se cayó enchastrando el piso tormento de agitarles en la entrada que nos devuelvan la bravura que den la cara y no enmascaren la naúsea que a esa nos la sabemos de memoria desde hace rato mucha era psiquiátrica de la medicación inútil para doblegarnos resignarnos a la podredumbre acostumbrados a cachetazos chancletazos que envenenan los agrados las alternativas extremosas de poder encontrarnos otra vez rechinando hacia la Santa Madre y el Santo Padre que de tan muertitos resucitaron y se hicieron monumentales negar al altísimo hasta volverlo fatídico escupirle en la cara hasta deshacerlo verídico, remontarse en los guisantes las grasas los grumos las golosinas ponerse el estómago de fierro entre las chatarras y las birras.



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.