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EDITORIAL 50 años liderando la prevención de riesgos laborales en España El pasado año La Ley de Prevención de Riesgos Laborales (LPRL) cumplió 25 años desde su promulgación. Sin duda ello constituye un hecho trascendental para la historia de la prevención de los riesgos laborales y la protección de la salud de los trabajadores y trabajadoras en España. Así lo manifiestan de forma unánime los representantes de los agentes sociales en las siguientes páginas de este número de la revista. Los efectos positivos de un texto normativo que nos homologaba a los principios y prácticas preventivas más avanzadas y comunes entre los principales países europeos están fuera de toda duda. No obstante, también coinciden en que los importantes cambios tecnológicos, productivos y sociales que han venido acelerándose durante este periodo de 25 años hacen conveniente su revisión y actualización. Esta efeméride, de tan trascendental importancia para la actividad preventiva, ha eclipsado otra fecha de no menor significado para la prevención: en este año se cumplen los 50 años de la promulgación de la Ordenanza General de Seguridad e Higiene en el Trabajo y del Plan Nacional de Higiene y Seguridad del Trabajo. Ambas normas se crearon el mismo día, el 9 de marzo de 1971, y dos días después fueron completadas con el decreto de Comités de Seguridad e Higiene en el Trabajo. La Ordenanza General de Seguridad e Higiene en el Trabajo, pese a que sus disposiciones traducían los criterios políticos de la época, contaba entre sus más de 160 artículos con un cuerpo normativo novedoso que detallaba los requisitos de seguridad de lugares de trabajo, máquinas, herramientas e instalaciones, prevención de incendios y explosiones, exposición a contaminantes químicos, físicos y biológicos y los requisitos de una adecuada protección personal. En definitiva, podemos decir que supone el nacimiento en España de una etapa de “prevención técnica”. Además, consciente el legislador de que no bastaba regular si no se proporcionaban a la sociedad laboral los conocimientos e instrumentos técnicos adecuados para su cumplimentación, nace en esa misma fecha el Plan Nacional de Higiene y Seguridad del Trabajo. Su orientación y denominación han ido cambiando, pasando esta por Servicio Social de Higiene y Seguridad del Trabajo, Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo y la actual de Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST). No obstante, su misión no ha variado sustancialmente en estos 50 años, y es la de aportar el conocimiento técnico más relevante sobre cómo proteger y promover la seguridad y la salud en los lugares de trabajo. La crítica experiencia que supone la actual pandemia ha mostrado, entre otras cosas, la limitación de recursos y de medios con que cuentan determinadas instituciones básicas del Estado, en particular todas aquellas relacionadas con la salud de las poblaciones, ya sea en su faceta de ciudadanos como en la de trabajadores y trabajadoras. En el campo específico de la protección individual el excelente trabajo desarrollado por el Centro Nacional de Medios de Protección (CNMP) en esta crisis ha mostrado de forma brillante una de las capacidades de que dispone el actual INSST. Los equipos de protección individual son, a veces, imprescindibles y protagonistas, como hoy, pero ineficaces si no se insertan en una metodología preventiva más global que parte de la identificación y valoración del riesgo para, a partir de esta información rigurosa y científica, desplegar un conjunto de acciones técnicas y organizativas que eliminan o reducen el riesgo y, por ende, el daño a la integridad y salud del trabajador y trabajadora. Las fuentes de estos riesgos son variadas y cada día se tornan más complejas. Van desde los riesgos de seguridad tradicionales asociados a máquinas, instalaciones y herramientas, a los más actuales derivados de la interacción con robots industriales, tiene que ver con exposiciones ambientales a contaminantes bien conocidos, como puede ser la sílice, o con otros, como los que ocasionan cáncer, o la exposición a nanopartículas. Afectan al componente físico de la persona, provocando lesiones musculoesqueléticas que limitan la calidad de vida de la población trabajadora y la abocan a la exclusión laboral y social; pero también afectan a su mente, provocando variadas patologías y sufrimientos mentales. Para enfrentar todas estas amenazas que acechan al mundo del trabajo no hay más antídoto que más y mejor conocimiento experto. Para crear este conocimiento se necesita investigar y experimentar y ello requiere instalaciones y laboratorios con personal capaz de facilitar evaluaciones de calidad, de interpretar y proponer regulaciones claras y eficaces, de ensayar procedimientos y métodos para suministrar, a los expertos en las empresas, nuevas y más eficaces metodologías preventivas. Por ello, en los principales países europeos, sus centros de referencia en riesgos laborales han ido adaptándose a las nuevas exigencias derivadas de las sucesivas transformaciones organizativas y tecnológicas que han afectado al trabajo en las últimas décadas; pero, al tiempo, han sabido mantener estructuras potentes dotadas de laboratorios de diverso tipo. Estos institutos de referencia europeos, tales como el INRS francés, el HSE británico, el BAUA alemán, el INAIL italiano o el CIOP polaco, por citar solo algunos, son los focos en los que se genera nuevo conocimiento y aplicaciones prácticas para la prevención de los riesgos laborales. Para el INSST es una obligación y un estímulo compartir trabajo con ellos aportando nuestra experiencia y capacidad técnica y científica en el marco de la Red PEROSH. El balance de resultados de estos primeros 50 años del actual INSST es indudablemente muy positivo. Los retos de futuro ya señalados son abrumadores y, en cierta medida, impredecibles. Por fortuna contamos con todo el potencial de la ciencia y la técnica para enfrentarlos. A ello nos dedicamos y se dedicarán las próximas generaciones de técnicos del INSST, al menos durante los próximos 50 años.

Nº 106 • Marzo 2021

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