La situación de la juventud ( jóvenes OPT-DF) La situación de la juventud El presente documento es el fruto de una serie de discusiones dadas en el seno de la comisión de jóvenes de la OPT-DF. Se plantea dar una perspectiva —más o menos— general sobre la situación de la juventud al tiempo que intenta apuntar —o, apenas esbozar— nuestro rumbo de construcción como jóvenes y estudiantes. La principal característica de este escrito es su carácter inacabado; esperamos que el documento sirva como base para propiciar discusiones políticas en el sector estudiantil y juvenil para que, en este propio proceso, pueda, a su vez, ser nutrido, re-discutido y re-elaborado por todos los jóvenes de la OPT. La juventud, a diferencia de lo planteado por la mayoría de las estadísticas, no es un simple rango de edad que cumple con características anímicas o con una personalidad; la juventud es el modo en la que la sociedad en que vivimos nos concibe, a quienes somos sujetos de políticas y relaciones de trabajo específicas a partir de considerarnos como una etapa de transición hacia la productividad laboral y hacia la conformación de una vida familiar estándar. En el actual sistema, la mayoría de la juventud no está en las escuelas; los jóvenes nos encontramos en los centros de trabajo y en los barrios pobres y marginados, espacios donde desarrollamos gran parte de nuestra vida social aspirando a conquistar mejores condiciones de vida para nuestras familias, entrando a veces de manera muy prematura al mercado laboral. La juventud y la educación A esta alturas, es claro cómo el rechazo de miles de jóvenes de la educación superior y media superior —y hasta básica— es una política de Estado; una actividad intencionada que se traduce en el desinterés por parte de los gobiernos en este rubro y que deja a la deriva los problemas más urgentes de la educación. Así, la lógica del mercado ha penetrado en la estructura educativa del país, generalizando la idea de que la educación privada es mejor. En 2013, la UNAM rechazó al 92% de sus aspirantes a nivel licenciatura. El panorama en otras instituciones como la UAM o el IPN no es más alentador, y este no es un problema exclusivo del Valle de México. El examen Ceneval o Examen Único es una clara herramienta de exclusión a nivel medio superior y pasa por encima del derecho básico a la educación plasmado en el artículo 3º constitucional. A partir de los años 80’s, los gobiernos mexicanos comenzaron a someter el
modelo educativo a los principios del sistema económico neoliberal. En los años 90’s el intento de cobrar cuotas en la Universidad Nacional refiere a esta visión cada vez más elitista de la enseñanza y el subsecuente abandono de la educación pública y gratuita. En este tenor, durante los sexenios panistas, México fue incorporado a la prueba PISA —que es impulsada y administrada desde los acuerdos comerciales que representa la OCDE. El proceso general de transformaciones del sistema educativo mexicano apunta, por un lado, a que el gobierno reduzca su participación abriendo espacio a la iniciativa privada como proveedora de servicios educativos y, por el otro, a que la preparación que recibimos los estudiantes sirva, no para nuestro desarrollo pleno como seres humanos o como ciudadanos comprometidos, sino para nuestra incorporación, en el mejor de los casos, a un mercado de trabajo que precariza los salarios y que ha dejado de ser fuente para una vida digna. La situación laboral de los jóvenes En 2013 el 54% de todos los desempleados en México éramos jóvenes y adolescentes. De ellos, el 8% ha dejado de buscar trabajo por saber que no tiene oportunidad para encontrarlo, según el INEGI. Al mismo tiempo, en nuestro país hay más de 3 millones de víctimas del trabajo infantil. De los pocos jóvenes que logran encontrar empleo, el 80% gana menos de tres salarios mínimos y dos de cada tres tienen ocupaciones para las que no se necesitan primaria o secundaria. La contra-reforma laboral aprobada en 2012, intensifica la jornada de trabajo disminuyendo las prestaciones laborales y la seguridad social. Así, para quienes comenzamos nuestra vida laboral, ya es inaccesible un contrato que nos garantice estabilidad en el empleo o una pensión digna al retiro. La ley actual privilegia la contratación temporal y el outsourcing, dejándonos a los jóvenes mal pagados y sin posibilidades de que el trabajo sea una parte de nuestra realización personal, sino como mera vía para, apenas, sobrevivir. La carencia y la desregulación laborales nos imponen a los jóvenes dos alternativas; la migración y la criminalidad. Cada año migran a Estados Unidos unos 360,000 menores de 29 años, y se suman al crimen organizado 8 mil 700 menores de edad, según la Red por los Derechos de la Infancia (Redim). La criminalización de la juventud La situación de la juventud y la clase trabajadora se agrava frente a una continua política de criminalización en el marco de las políticas impulsadas por
organismos internacionales e impuestas por los gobiernos en México en materia de educación, salud, empleo, etc. Los gobiernos neoliberales y los partidos patronales se desentienden de los problemas de la juventud; no hay políticas de salud adecuadas para una población en donde una quinta parte de los nacimientos anuales corresponde a madres menores de 20 años. Y en donde una tercera parte de los enfermos de VIH-SIDA tienen entre 15 y 19 años de edad. Por si fuera poco, el suicidio es la tercera causa de muerte entre personas de 15 a 24 años. Los jóvenes somos criminalizados por el empuje de una clase dominante cada vez más conservadora; que fomenta la discriminación sobre aquellos que se atreven a vestirse, hablar o ser distintos. Los más afectados de este proceso son los jóvenes indígenas a quienes es negada toda oportunidad de desenvolvimiento digno dentro de la sociedad. Aunque no hay cifras exactas de las víctimas en la “guerra contra el narco”, se estima que, por lo menos, unos 45 mil jóvenes han muerto en el proceso de violencia que vive actualmente nuestro país. En este contexto, en 2011, Human’s Rights Watch señaló que la mayoría de las víctimas de tortura en México son jóvenes trabajadores de bajos recursos. El gobierno del Distrito Federal ha mostrado su disposición, en conjunto con el gobierno federal, a criminalizar a los jóvenes; las detenciones arbitrarias en las manifestaciones, las exorbitantes sentencias condenatorias en contra de activistas y la infiltración de grupos policiacos vestidos de civil durante las movilizaciones estudiantiles muestran una administración que apuesta por parar completamente cualquier tipo de expresión organizada e independiente por parte de los jóvenes. La recién aprobada “Ley anti-marchas” viola nuestro derecho al libre tránsito y a la libre manifestación, regulando los excesos policiales durante las protestas y endureciendo las penas contra quienes ejercemos nuestro derecho a expresarnos libremente. La organización de los jóvenes Durante los últimos años hemos visto la disposición de los jóvenes a luchar. El movimiento estudiantil ha sido capaz de impulsar paros en las escuelas en solidaridad con Atenco, el SME y la CNTE. El estallido estudiantil de #YoSoy132 mostró, por un lado, una generación dispuesta a salir a las calles a manifestarse en contra de la manipulación televisiva y la imposición de un gobernante. Aunque, por otro lado, el movimiento no fue capaz de generar una organización más allá de la coyuntura electoral ni de sentar las bases para un proceso orgánico del estudiantado y la juventud. Ante el panorama de exclusión de la educación, de falta y precarización del
empleo, de migración y crimen organizado, de criminalización y muerte, a los jóvenes nos queda organizarnos. Creemos que la única salida que tiene la juventud es avanzar a un proceso de organización de manera unitaria con la clase trabajadora y los sectores oprimidos; en el combate por la construcción de una representación política que no sólo recoja las demandas inmediatas de la juventud y los trabajadores, sino que trace una perspectiva de lucha política para la transformación social. Creemos que las demandas de la juventud (escuela, trabajo, salud...) están estrechamente ligadas a las demandas de los trabajadores y la lucha por la abrogación de las contrarreformas laboral, educativa, fiscal y energética; de la misma manera, consideramos que el combate frente a la criminalización de la juventud y la protesta social sólo podrá darse de manera unitaria con los sectores que hoy resisten a los embates del régimen. Así, los jóvenes asistimos al llamado de la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores. Porque sabemos que ésta es una propuesta política que no surge de consignas huecas o retórica revolucionaria, sino del intenso proceso de movilización y discusión política que el Sindicato Mexicano de Electricistas lleva a cabo codo a codo con otras organizaciones políticas y sociales desde 2009. Y los jóvenes sabemos que el proceso de construcción de este instrumento político no puede ser desde arriba, ni con acuerdos cupulares, dirigencias carismáticas o alianzas con aquellos que nos oprimen. Tiene que ser con el trabajo diario y la intervención en diversos sectores, con la construcción unitaria en el movimiento social y la amplia discusión política. “Por la liberación nacional y la emancipación social” Comisión de jóvenes de la Comisión Ejecutiva Estatal del Distrito Federal www.opt.org.mx OPT Distrito Federal México DF a 23 de enero de 2014