Larevista C - No.2 Azul Estético

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C / ARTE Y PENSAMIENTO

Azul Agosto-Septiembre

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Ejemplar Gratuito




Editorial Estético Azul estético es el nombre que decidimos dar a este segundo número de La Revista C. Arte y pensamiento. Después del buen recibimiento que tuvo el lanzamiento de la publicación, tanto en su versión impresa como digital, recibimos colaboraciones de diferentes partes del país: Guanajuato, Guadalajara, D.F. y, por supuesto, Querétaro; así como extranjeras: Chile y España. Para Rosa Cosmos tuvimos como invitado especial al ilustrador JimPluk de Colombia y en esta ocasión les presentamos a Pppaperrr de Chile. En la parte de creación, damos continuación al cuento Nota roja e incluimos cinco cuentos más y un fragmento de novela. En la sección de poesía tenemos dos poemas de José Luis Cantón, nuestro colaborador español. Siguiendo con nuestras columnas: La quinta columna (de los infiltrados) de “Facha” Martínez, Cinema sólo de Sólo Andrés, agregamos una nueva de Fernando Jiménez: Sin Solfeo. En la parte de crítica, con un texto futbolístico-literario tenemos a Fernando Goitia. En esta ocasión, en Fuera de página, entrevistamos a Paswato y en reseñas de música seguimos con las colaboraciones del colectivo Longitud de onda desde el DF. Seguiremos esperando sus colaboraciones para el siguiente número: Cobre América. León Barrón Rosas

Legales La revista C es una publicación sin fines de lucro apoyada por la beca FOPER 2014 de la Universidad Autónoma de Querétaro. Éste es un proyecto realizado por alumnxs y egresadxs de la Facultad de Bellas Artes, así como de colaboradores externos amantes de lo bien hecho. Nos desligamos de cualquier acto político / electoral que se lleve a cabo durante y después del año corriente dentro de nuestra universidad. Para la reproducción de textos e imágenes aquí publicados, contactar a las y los autores correspondientes. Prohibida su venta, Se reciben quejas y sugerencias: larevistac@gmail.com facebook.com/larevistaC Impreso en los talleres de imprenta de la Universidad Autónoma de Querétaro. Agosto, 2014. Para la composición tipográfica se utilizaron Fjord y Mission Gothic.

El color para esta edición es:

Larevista C

Editor

León Barrón Rosas

Diseño editorial

Leonel Heath Jesy Stone Tipografía en portada BLANKA por Emmeran Richard Coordinación Susana del Rosario - General José Luis Meza Perez - Música SASH - Artes visuales Güerogüero - Colaboración Valkuks - Inspiración

Eduardo “Facha” Martínez Sólo Andres Fernando Jimenez Ilustración Valkuks - hellomyvicksdarling.tumblr.com Güerogüero - gueroguero.tumblr.com Broccoli - broccolilustra.tumblr.com Contacto larevistac@gmail.com facebook.com/larevistac

Colaboradoras y colaboradores edición Estético Invitado especial Pppaperr (Chile) www.pppaperrr.com pppaperrr.tumblr.com

Pantone 326 C

Columnas

Lorena Michel Esquivel Javier Salinas Jonathan Flores Sergio Vargas

Valeria Garfias JP Gooner Alan Orlando Bassols Stephanie Cordero Sara Patricia Juárez Alberto Sandel Fernando Goitia Jose Luis Cantón Jonthan J. Valdovinos


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Tres poemas de Santiago Fuentes Peña Santiago Fuentes Peña

Microcuento

Selfie

tal vez, si las ramas de

es ese efímero

los árboles frutales tuvieran

momento

mayor resistencia.

donde eres

Habría que recoger sandias

lo que no

con una escalera en lugar

eres

de agacharse. Tal vez, si eso fuera posible Isaac Newton hubiera muerto por una contusión en la cabeza en lugar de iniciar su teoría sobre la gravedad.

Eres con

Tiempo

la mascara

entre tú y yo,

a lo que

cariño,

realmente

se nos ha

eres

menos parecida

metido el tiempo

Por lo tanto

y, ha dejado

no

tremendo

eres

idilio, que ahora, hay que recogerlo con pala.

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Creación

Gula Sara Juárez Entro a cualquier lugar por minúsculo que sea, mi trabajo y mi complexión me lo permiten. No tengo una zona fija para laborar, digamos que soy ambulante. Puedo trabajar todo el día, pero sin duda, en las noches abunda la clientela y es cuando vale la pena el esfuerzo. A veces el alba me sorprende aún afanoso, otras ocasiones a falta de clientes, me toca picar al perro faldero de la casa o al gato, odio ocuparme con gatos pues su pelaje, lleno de saliva seca y bolas de pelo, dificulta mi desempeño laboral. Ayer trabajé cerca de un río, sin colegas que me secundaran. La noche pintaba bien, toda una familia de cuatro integrantes para mí. Lo mejor eran los niños. Con la piel de estas crías del hombre, uno ni se esfuerza, la piel suave proporciona que nuestro pico taladre tejidos con facilidad y sin maltratarse. Pues bien, dentro de esta casa había tres habitaciones, sobrevolé la zona para localizar posibles escondites, si es que había una persecución por parte de algún miembro de la familia. Las luces se apagaron una hora antes de la media noche; unos minutos después, comencé a trabajar con los cuerpos inertes sobre las camas. Más que trabajo, es una necesidad, es lo que me hacer ser lo que soy. La comunidad a la que pertenezco, decidió registrarla como actividad laboral, debido a las críticas que la clase insecta hacía sobre la falta de retribución social y el hedonismo que encierra nuestra profesión. Además, por reclamos de la clase insecta, hace unos días nos reunimos el enjambre entero y fijamos una ética profesional y ayer comenzamos a formar un sindicato. En la casa todo iba muy bien, los cuerpos estaban inmóviles, nadie manoteaba o despertaba para encender la luz y emprender mi cacería. En la total tranquilidad del hogar, la puerta se abrió. En la oscuridad grisácea, provocada por el brillo de la luna y el alumbrado público, apareció una figura tambaleante, el quinto miembro, seguro era el padre de familia. Mi experiencia laboral me ha permitido llegar a la siguiente aseveración: Generalmente los machos humanos suelen regresar con pasos vacilantes los sábados en la madrugada, justo cuando uno casi ha terminado la jornada. Ayer, por gula, debo aceptarlo, me apeteció el hombre ladeante, me acerqué a picar su mejilla, lo conseguí. Nunca medí las consecuencias, en realidad no pensé que existieran, mi vida no corría peligro ante un ser que apenas se mantiene erguido. Señor juez, no es que yo me embriague en horas de trabajo, la sangre del hombre ya estaba alcoholizada, yo no lo sabía porque jamás había picado a un hombre tambaleante. No es que yo anteponga el placer sobre mi ética profesional.


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a falta de clientes, me toca picar al perro faldero de la casa o al gato”

Ilustración

Güerogüero gueroguero.tumblr.com


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Creación

Cuento

Recuerdos de un día con-fundido Stephanie Berenice Cordero Ramírez Una campanilla suena en mi oído izquierdo. Cesó. Su vida no duró más de un minuto y se fue apagando después de ser percibida. Se diluyo pacíficamente entre el ambiente. Pero ¿qué ambiente es ese?, pues es uno frío, con vientos que van y vienen, y vienen más de lo que van. Sobre todo el frío habita dentro, tan dentro que, a veces, durante las noches se puede sentir cómo se da su derramar. Ese desbordamiento es bastante egotista pues no existe para nadie, pero aún así se da. Estábamos en medio de la nada bien conocida, después de haber mirado cerca de una cueva de verde. Era tanto verde que los ojos se pasmaban de monotonía, siempre el mismo. Ojos entumecidos de ver algo tan distinto y lleno de vida que el gris citadino junto a sus respectivos grises celestes. Esta vez el verde era siempre el mismo verde apagado de las hierbas que nadie ve crecer ni ve morir, como si nadie se diera cuenta de su existencia, y aún así, la tienen. Sabemos que no somos los únicos seres existentes independientemente a otros, aunque muchas veces lo neguemos. Ellas, esas hierbas bailaban al son del viento frío que ha estado por todos lados, tan natural que hasta llegó a esa nada habitual. O quizá el frío provenga de aquel lugar, tan presente y por lo mismo, tan poco mirado. Lo que había dentro de la cueva no era más que negro, pues ¿qué más se podía esperar? Sólo a la entrada se sentía algo de luz, el último aviso de esperanza antes de caer en la obscuridad y que siempre aguardará allí, afuera, para traer de vuelta a aquellos que se pierden en las tinieblas heladas de sus entrañas. Esta historia tiene en común los matices anteriores, aunque hablando en esos términos tan vagos, tiene un común con absolutamente todo. Con el frío que te abofetea cada mañana al ir a comprar un cappuccino, al sentarte a ver el cielo, al fumarte un cigarrillo, al correr esperanzado por las ilusiones de cada día, al despertar en la mañana y sentir que la vida es una tremenda asquerosidad: que nada tiene sentido y que un buen día ya no quedarán motivos para hacer algo…, o para hacer nada. Lo que nos lleva a un insoslayable relativismo; enfermedad de nuestros días. Sin embargo eso no genera interés en absoluto, al menos para mi caso. No, no, no. De lo que estamos hablando, más bien es acerca de hechos fácticos muy particulares, tan particulares como para hablar de nombres determinados y vidas determinadas e individuos igualmente determinados. Sin embargo, ese tampoco es el punto. La filosofía de academia nos mataría si aceptáramos que cosas así de determinadas y fácticas pueden pasar como la base de un fundamento para un sistema completo, complejo y sustentable, vía de episteme y no solo de doxa. Así que empecemos por cosas bien contingentes como la vida misma. De un momento a otro nos dejamos de hablar, nuestras miradas sentían repulsión por encontrarse en medio de un descuido y ni hablar de nuestras manos que vomitarían si es que rozaban

con las del otro; ni hablar de nada y no hablamos. En medio de malentendidos y reclamos silenciosos caminamos en la misma dirección; por desgracia sólo había un sendero. Nos veíamos como dos personas que caminan en la misma dirección por coincidencia, sin conocerse. Y también, por coincidencia se repudian y caminan más rápido esperando que en cualquier segundo sus caminos se separen para siempre, para ser olvidados los unos por los otros a la menor distracción por nimia que sea para no volver a recordarse jamás esperando que la sensación desagradable tampoco vuelva, nunca. Cuando llegamos al subterráneo no miré para atrás ni le pregunté si llevaba un boleto consigo, simplemente metí mi boleto en el torniquete y seguí mi camino. Camino que bien pudo ser de ambos pero no, era solamente mío. Él se dio a la tarea de perseguirme, preguntándose si se atrevería a apartarse de mí y hacer su propio camino lleno de incertidumbre en una ciudad áspera y desconocida. No llevaba boletos consigo y fue a comprar uno para poder tener certidumbre del día. Entretanto me adelantaba cada vez más y en algún punto lo perdí de vista y sentí demasiado temor y enojo. Temor por saber que por fin se había liberado de su miedo a dejarme y siendo así, en cualquier momento me podría abandonar para siempre. Enojo porque me abandonaría para no volver y hacer un camino totalmente distinto al mío, distinto en sus bifurcaciones, texturas y experiencias; en sus vivencias. Me armé de valor y no miré atrás, luego apareció a mi lado y continué ignorándolo, como si no me hubiese dado cuenta de su falta. Pero se me olvidó, quizá, lo más importante. Sigo sin recordar qué era y vaya que me he esforzado, sin embargo, conforme “progresaba” en la tarea del recuerdo noté algo. Fue tan claro como pocas cosas lo han sido últimamente y su pureza sólo duró unos cuantos pasos pues ahora lo recuerdo como un sueño sumamente desvaído, un sueño que era real. Estaba intentando encontrar un lugar casi mágico al que llegamos hace algún tiempo y por error. Pero en el camino me sentí mal, como dormida y alejada del mundo, como con ganas de perturbar la calma de una tumba, del cementerio entero: pues en los días fríos no queda de otra que pensar en la obscuridad eterna. Sin embargo, mi acompañante, no paraba de hablar y tantas palabras me mareaban, me marearon al punto de odiarle. Quería largarme de ese lugar, de dejarle ahí mismo, de dejar mi abrigo, la sombrilla y mis libros. Irme a ningún lugar con ningún propósito y no llegar a nada. Claro, por algún tiempo, que se traduce en años. Pero no pude. Cuando dejó de hablar nos dimos cuenta de que no caminábamos hacia la búsqueda de aquel lugar mágico, que el objetivo se había perdido. Fue en ese momento tan común en el que supe que no sólo perdemos las cosas más triviales, sino que hemos estado perdiendo continuamente las cosas más importantes, las cuales incluso, ya no recuerdo hasta que me hace alguna mención sacada de su inconsciente por causalidad, porque no sólo yo he sido presa del olvido. Nuestros días juntos parecen sueños y los sueños que me parecen tan reales se me olvidan cuando estoy a su lado, y entonces no se le deja nada a la memoria más que un perfume que llega a mis narices por medio del viento cuando se sienta junto a la ventana en un día frío y entonces vienen a mí los días que hemos vivido intersubjetivamente en forma de experiencias. Es entonces cuando puedo asegurar que realmente existe.


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Ilustración:

Broccoli broccolilustra.tumblr.com

Fue en ese momento de reconocimiento de lo que pretendíamos hacer en el que lo aborrecí con toda mi substancia. Y le habría dejado, de no haber volteado hacia atrás para verle. El cielo era de un azul opaco grisáceo lleno de aquellas luces en las que las sombras nunca han existido porque no tienen razón de ser, los árboles eran altos y frondosos de un verde bien vivo que hacia un perfecto contraste alucinante con el cielo de fondo, estos árboles formaban un camino que parecía no tener fin alguno, posados sobre un pasto aún más resplandeciente y uniforme que los árboles, un pasto tan bien decorado por sutiles flores pequeñas de color blanco. El escenario habría sido perfecto si las emociones que se desplegaban desde mi corazón no hubieran sido tan pérfidas. Estaba casi en medio de aquél camino alucinante, llevaba un abrigo azul, de un azul absurdamente vivo, que fijaban toda mi atención en su porte, que hacía que todo el paisaje fuera sólo un artefacto para que me concentrara en su persona. Sus ojos curiosamente se veían de un tono que no era humano, que combinaba con absolutamente todo de un modo hirientemente sublime. Fue entonces cuando me sentí profundamente triste, agobiada por estar en el mismo lugar, me dieron ganas de vomitar por estar amándole en ese preciso momento. Recuerdo que pensé mientras daba unos cuantos pasos hacia nuestra proximidad que era injusto estar caminando, que era casi una tragedia tener que emitir sonido alguno o hacer algo y no simplemente quedarnos callados, mirándonos el uno al

otro sin que la imagen cambiara: como en una pintura. Pero no pude decírselo, me sentí tan agobiada de tener que ser yo la que destruyera toda aquella escena tan bien creada, tan falsa en última instancia, escena de la que propiamente no estaba consciente: que era puramente subjetiva a pesar de estar siendo emanada de ese otro. No lo puedo resistir, así que miro en otra dirección. ¿Pero de dónde ha salido esa cueva? No he dormido lo suficiente y ahora escucho melodías bien agudas. Pero…, ¿será que vienen de ese lugar místico? Habrá que averiguar.

Camino que bien pudo ser de ambos pero no, era solamente mío”


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Creación

Cuento

Marissa Portobello (fragmento) Alberto Sándel

Préndele… …fuego al cabello de Monste. Mientras duerme. Es sencillo cortarle el cuello. Verla paralizada sin más murmullo que un gato afuera, en el techo. Estás tan cerca que por el más mínimo movimiento sus pupilas podrían abrirse y ver. Ver a una miserable pordiosera. Pobre, pobre, Marissa, se le murieron los dos. Ahora la pobrecita se está muriendo de frío, hay que arroparla en el seno y mecerla hasta que se quede dormida. Mírala tan poca cosa, pequeña y fea con una cabeza inflada, de rábano pensante. Mírala, pobrecita, tan desprotegida. Mata a Montse mientras duerme. Mátala antes de que el sol te delate y se ponga a dar gritos y vengan las ojivas de fuego a gritar y a decir que todo es un círculo lleno de perros muertos con una soga al cuello. Y tú no sabes, tú no sabes por qué los odias tanto, si ellos te dicen que todo estará bien, que debes llorar, que llores, que eran tus padres, los dos cuerpos con algodones en las narices y las orejas. Que esos trozos de carne, morada, verde, gris, esos trozos de carne, eran tus padres y nosotros lo sabemos. Lo sabemos, que tú viniste parida de esas piernas cerradas. Y los encerraron bajo tierra donde sus uñas pudieran rasgar y rasgar la madera, intentando salir para ahorcarte y llevarte con ellos a la tierra. Mata a Montserrat Moncada. Pero ellos te han querido, te han dicho ven, ven, te querremos como a Montse. Siéntate y sonríe, puedes ser muy feliz si sólo colocas cera en tu rostro y moldeas algo muy bello y sonriente, impresiona a los vecinos y a nuestros amigos, abre tus ojos, que sean más verdes mientras más veneno les inyectes. Vamos que somos muy buenos, somos tu tío y tu tía, somos tan buenos que debes verte obligada a querernos porque creemos en Dios y le rezamos, le rezamos para que tú no te murieras en el hospital, y saliste, nosotros somos tan buenos que podemos dominar a Dios con una montaña de rezos, somos tan buenos que Dios nos obedece y te hemos salvado. Tendrás todos los juguetes que los perezosos de tus padres nunca podrán comprarte, porque a los muertos les es más difícil comprar juguetes o ganarse algún dinero, incluso más que a los muertos de hambre. Mátala a esa tonta que te ve con tanta compasión, que por tener a dos padres menos muertos que los tuyos, se siente superior, mejor a ti, que cree que si te ve así es menos mala y te sentirás mejor. Ella cree que sentirse mal porque tú te sientes mal hará la diferencia y tú mágicamente le pagarás la tanta amargura que sintió por intentar sentir cómo te sientes. Ahora que esos payasos te besan y te abrazan. No puedes dejar de pensar cómo se verían sus cerebros esparcidos en las paredes, colgando del techo los intestinos, y tú. Tú en medio bañada en su sangre gritando al cielo. Mira, yo te libero de tus captores, tan rezadores, tan creyentes te tenían cautivo en sus fauces, ahora tráelos de vuelta, levanta a los que te llevaste primero, estás en deuda conmigo.

No puedes dejar de pensar cómo se verían sus cerebros esparcidos en las paredes, colgando del techo los intestinos ”

Córtale la cabeza, o préndele fuego. A esa idiota de tu prima que no deja de sentirse feliz sin darse cuenta de que el mundo es una porquería tras otra, en la que todos buscan la forma más única de violarlos a todos, que les guste, que vuelvan cada vez rogando más, más golpes, danos más. Más. Ella que no estuvo sola, escondida mientras los hombres golpeaban a su padre, esos hombres fuertes con los músculos hinchados y rojos. La madre en el suelo con el labio roto, la madre en el suelo muriendo porque algo le había abierto el estómago y el padre, el padre lloraba y les escupía y lloraba y cuando la vio morir, les rogó que no lo mataran, y se cagó en los pantalones y lloraba, y lloraba como un cerdo al que le arrancaron las criadillas con un hierro rojo de fuego. Entonces los hombres tomaron un tubo largo y le destrozaron el cráneo. Primero le trozaron la mandíbula, la separaron de la cabeza mientras él seguía consciente, le sacaron los ojos y lo golpearon en la nuca hasta que todo el cerebro quedó en el suelo. A ella la lanzaron por la ventana y la creyeron muerta. A ella la lanzaron por la ventana y la creyeron muerta. Entonces su madre le dijo, Marissa estás temblando. Y lloró en sus piernas. La abrazó muy fuerte. Nunca te mueras. Por favor nunca te vayas a ir. No quiero que te mueras nunca. No quiero que me dejes sola. Tengo miedo. Mucho miedo. Pero no era su madre. La hermana de su madre. Esa mujer tan fea


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y tonta y fea.

Esa tonta no merece nada de lo que tiene.

¿Por qué no habla? Decían todos, ¿Por qué? ¿Por qué? Porque ustedes no conocen las mismas palabras que yo, sus sueños más oscuros nunca los acercaran ni un poco a mi lenguaje, mi lengua ya no puede tener sus palabras tan simples, yo he visto al demonio esparcido rojo sobre el suelo, lo he visto vomitar por la nuca del cobarde, del tonto cobarde padre. Y la madre sostenía sus entrañas en la mano y quería regresarlas dentro y quería regresarlas dentro y quería regresarlas dentro y quería regresarlas dentro y quería regresarlas dentro y quería regresarlas dentro.

Y llora. Llora tanto por cosas tan tontas, y quisieras arrancarle los labios, cortárselos con las tijeras para que tuvieran algo porqué llorar y el tío que le dice que no lo haga que él le va a dar todo, que ella es su princesita, su mujercita, eso que tanto le dice para molerle el cerebro dentro de la cabeza. Para hacerla más idiota, más inútil. La muy tonta.

Mamá, mamá, mamá ¿dónde estás? Esto no pasa, esto no es así. Que vengan esos tontos que yo los voy a matar, les voy a cortar el cuello para que no te hagan nada, ya no te mueras, no te voy a dejar morirte, yo los voy a matar, les voy a cortar el estómago y los obligaré a ver cómo mató a todos sus hijos y los obligaré a que se los coman. Mata a Montse.

Ilustración:

Valkuks hellomyvicksdarling.tumblr.com


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Creación

Cuento

Alina A. Bassols Tú con tus llamadas, mujer. Eran las tres de la mañana, cálida noche de mayo, y las ideas que flotaban como espermas en tu cabeza. Alguna tenía que salir. Asomar la cabeza y salir para despertar a alguien a esa hora. Pobre de aquél que era yo, sumido en sueños que nada tenían que ver contigo o con tu número en la pantalla del móvil. Un ruido en el silencio de la noche, tono conocido y el sueño que de repente se musicaliza. Comenzaba a tararear, a tener ideas de que eras tú la que hablaba en el sueño, tú la que marcaba a las tres de la mañana sin pensar que quizás yo no estaba allí, que estaba en el mundo de los ojos cerrados. El tonito que subía y yo abriendo los ojos con lentitud de relato, como queriendo no mover la mano para tomar el celular, abrirlo y medio hablar algo que no entendí. Entonces, sólo tu voz diciendo: “Ven a darme un masajito, Orlandito”. Yo con el sueño todavía encima y tarareando la canción de mi sueño que no era sino el tono que alguna vez te puse. No tuve tiempo para meditar tus palabras, no tuve ganas ni tiempo. Sólo escuchaba: “Vamos, ven y dame un masaje en la espalda, en la nuca, en las piernas, y quizás...”, y la pesadez de aquel halo del sueño todavía presente, todavía ahí. Yo no entendía o no quería entender. Qué iba a responder si eran las tres y aún tarareaba la canción de mis sueños. “... un masaje, ven, toma tu auto y ven a darme un masaje. Me duele todo: los hombros, los brazos, la espalda, la...” Ni siquiera sé qué dijiste después, era tan temprano y yo con la vista nublada. No recuerdo si te contesté. Solo recuerdo que en aquel sueño estabas tú y aquella canción, pero no a tan altas horas, no en el móvil ni tu número en la pantalla ni tu voz de gatita maleducada pidiendo que fuera a tu casa en el auto a darte un masaje. La idea me seducía aún en el medio sueño medio despertar. Y tu voz casi suplicando “Ven, ya. Quiero que tus manos y mi dolor. Un masajito, nada más. Toma tu auto y sal. Sube las escaleras, abre la puerta que no tiene cerrojo, camina hasta mi cuarto que bien conoces, y pon tus manos encima de mí. Comienza con el cuello, ¡me duele tanto! Luego la espalda, ¡tan dura que está! Y baja un poco más... Un poco más y solamente...” Ensoñación errática de media madrugada. Yo seguía al teléfono sin entenderte bien, comprendía a tajos soñando que no estabas lejos sino tarareando conmigo. Comprendía que debía tomar el auto y buscarte, subir las escaleras y abrir la puerta sin cerrojo, caminar hasta tu cuarto y entonces mis manos. Todo aquello con simples atisbos de realidad o acaso simple sueño dentro de sueño. Tu voz aún en el celular y yo callado a ratos; tus llamadas, mujer. De a poco se me quita lo adormilado mientras me voy irguiendo. No sé, quizás te respondo que sí, que mis manos y el masaje. Nada que desaprovechar. Y tomo las llaves del auto, tomo el tabaco de la mesa y la ropa más adecuada: la que más cerca queda. Bajo al porche y la alarma del auto, sigues hablando más bien en mi mente porque apenas voy digiriendo lo que decías. “Un masaje, masajito de madrugada, tus manos sobre mí, en mis dedos, en mis brazos, en mi ombligo, en mi boca y otra cosa. Pero tus manos…”

Miro el volante unos segundos, no es bueno manejar en este estado de semibrillantez. Pero tú insistes con tu voz al móvil a las tres de la mañana, con tu voz y el masaje. Enciendo el auto y comienzo el baile. Dos compases lentos, de media madrugada, y los altos, sigas, contratiempos. Abejorro de hojalata en su grácil vuelo hacia tus escaleras, tu puerta sin cerrojo, tu cuarto y entonces... La radio hablando. Habla con un tono desconocido, con una voz de repetición de las noticias de ayer, de conductor nocturno y sus silencios compañeros. Yo con las rodillas frías, las manos casi temblando. Todo por las prisas de tus llamadas, mujer. Sólo por un masaje, nada más, un masajito que te suba la ropa, que me caliente las manos, tal vez... Y la risa del conductor como de ultratumba en las calles desiertas. Reconozco tu casa a la distancia, segundo piso de una suerte de edificio noventero. Mis manos comienzan con un extrañísimo hormigueo mientras sujeto el volante. Me estaciono donde siempre me dices y comienzo la subida. Tus escaleras que se vuelven montañas a esas altas horas. Las tres de la madrugada y yo abriendo tu puerta con sumo cuidado, como si no supieras que alguien llegaría o lo sabías pero esperabas dormida. Camino la sala hasta aquel pasillo blanco que lleva a tu pieza, tu luz encendida que ilumina todo aquello. Avanzo, lento y soso, hasta llegar al pórtico. Te veo desde fuera de tu cuarto, acostada de espaldas y con el móvil en la mano, ropa interior negra que te combina con el pelo. Me ves con la mirada perdida, pupilas como felino noctámbulo, y tus labios que me dicen algo: “Anda, ya. El masaje no debe esperar que me duele todo y tú con tus dedos me curas. Primero el cuello, entonces la espalda y más abajo, más abajo y mi piernas y mis pies y entonces”. Yo que avanzo estúpidamente, fascinado de aquella imagen tuya, tan tuya a las tres de la madrugada, casi las cuatro. Mis manos en tu cuello, presión en el esternocleidomastoideo, palabra más difícil y mis yemas acariciando más que masajeando. Bajando por tu espalda y entonces el broche de tu sostén que cae como Troya en llamas, el caballo de madera y el asedio de mis manos. Ya no dices nada y yo con mis manos sobre tu espalda, sudores que se intercambian por mis manos que se proyectan por tus hombros y caen libremente hacia tu espina dorsal. Descenso hasta tus muslos, firmes y torneados, y tus glúteos que se sienten firmes, melocotones a media vida en la mitad de la noche. “Orlando”, pronuncias mi nombre como en un sueño y se me eriza la nuca, “Orlando, continúa, te lo ruego. El dolor es tan profundo y tan de tus manos curándome a estas horas. Tus yemas sobre mí, y que me recorren con


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dulzura, mis dedos, mis pies, mis nalgas y las tres de la mañana y tú aquí...”. Yo iba bajando entre mirada y manos hasta tus pies, yo que iba bajando hasta que cedió tu última prenda y ya eran las cuatro. Te pedí (¿pido?) que te dieras la vuelta para terminar. Mis manos otra vez en tu cuello y de repente tus ojos que me invaden como otra mirada en mí, como si no me vieras siendo tú, mejor siendo yo o tú dentro de mi o yo dentro de ti. Y las manos, ocupando su lugar más abajo de tu cuello sobre tus senos, metáforas de luna a aquellas horas que me despertaban algo en la cabeza ya sin nubes o avisos de sueño. Tú que posas tu mano sobre la mía y entonces te acaricio en trepidante bajada hasta tu entrepierna húmeda de yo no sé si el calor de una madrugada de mayo o podría ser... Y me besas. Tus labios que me apresan como pinzas o como imanes que se unen en perfecta sincronía. Las cuatro de la noche y tú besándome. En qué terminan tus llamadas mujer. Yo y mis manos ya en otro lugar que no es tu entrepierna pero está tan cerca como mis labios de los tuyos, y tú repitiendo mi nombre como si me hubieras llamado a las tres de la madrugada sólo para pedirme un masaje, subir las escaleras, abrir la puerta sin cerrojo, caminar hasta tu cuarto y encontrarte ahí en una posición de gatita en una cálida noche de mayo. Mis dedos ya más adentro de ti que tu mirada dentro de mí cuando me ves al darte la vuelta, que mis labios revolcándose con los tuyos en armonía de beso, que mi otra mano tomando tu cintura para acercarte más y más y más y como si se pudiera más. Palabras que pronuncias, un nombre que no es mío peor que sí es mío y súbitamente un intercambio de posiciones en donde tú estás arriba y yo como acostado, cambio de esquemas porque ya no soy yo dentro de ti sino tú dentro de mí y tus dedos que se sienten tan cómodos y plácidos en mi sexo. “Orlando”, te digo, ‘Orlando, sigue con el masaje y tus labios y tus manos, las tres de la mañana, las cuatro, las cinco y quizás amanece’, parece que no digo esto pero sí lo digo con plena consciencia porque estás encima de mí con tus manos que me dieron un masaje, después de que subiste las escaleras, abriste la puerta sin cerrojo y entraste a mi habitación. Tu mano sosteniéndome la cintura como queriendo acercarme inútilmente más de lo posible, y tus labios sobre los míos, posándose encima y mordiendo temblorosamente, respondiendo a mi atrevimiento telefónico de media madrugada, a esas horas que no esperas ver mi nombre en la pantalla del móvil. La noche que sigue su transcurso y tú que sigues con tus dedos juguetones hasta que me ves con esos ojos de tigre enfurecido, decidido a llevar la batalla al principio del ser. Entonces ocurre el rápido desenvolvimiento de telas y yo deseando que tus dedos sigan aún ahí, pero no. Tu cuerpo de imperfecciones y cicatrices que veo como si fuera el mío a veces a las tres de la mañana, cuatro, cuando cruzas Insurgentes en tu coche mientras el locutor te habla con voz mortuoria y todo por una llamada y un masaje y ‘Orlandito’.

Ilustración:

Valkuks hellomyvicksdarling.tumblr.com

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Mi boca abriéndose como un huracán y eso se vuelve, moviendo todo de arriba abajo, tu casi de pie con esa corpulencia tan mía y tan ajena a mí a esas horas, y yo casi de rodillas como suplicando que te quedes hasta que amanezca, amanecer que esperamos juntos después del masaje, cigarro y labios que se encuentran. Todo eso después de que entraste lento y soso hasta mí desde el pórtico, como dudando o fascinado porque te pedí un masaje mientras repetías “Tú con tus llamadas, mujer”. Y mientras mi boca que te succiona, absorbe la vida y tal vez... Tiemblas. Tus ojos se vuelven una página en blanco, y tu mano que sólo me acaricia lo que alcanza del rostro, nuca y cabello. Gemidos como de gato o tigre o felino de media madrugada y mi boca en retirada todavía escurriendo un poco de ti, de mi cuerpo tuyo. Pupilas que regresan a su ataque y me acechan con mirada de un masaje que te pedí ‘Orlandito, dame un masaje’, voz de estar tarareando en un sueño mientas pensaba que era yo la que te marcaba. Acercaste tus manos como si fueras a tomar el volante, medio consciente, medio lúcido, hasta que mis hombros sintieron tu tacto brusco para lanzarme de vuelta a la cama. Tomaste mis piernas, suaves y morenas como azúcar quemada, y entonces un compás agudo, ángulo casi perfecto mientas te me acercabas con esa mirada de tigre, las tres, cuatro, cinco de la mañana, un masaje, ‘Orlandito’, tus dedos, un masajito, yo de rodillas y entonces escurriendo, mi boca huracán, tu cuerpo cicatriz, felino nocturno, transición de estados, tú acostada y yo casi adentro, me vuelves a mirar y te me acercas como sí mi nombre en la pantalla del móvil a esas horas, a quien se le ocurre y entonces... Suena de nuevo la radio. Voz tenebrosa de locutor nocturno, de las noticas de ayer y algunas de hoy. Me doy vuelta y el reloj que marca las cinco con oscuridad de las tres. Sigo con el celular en una mano y la otra tan adentro de mí. Aún con la canción que te puse de tono, la que tarareo cuando te marco a esas horas de media madrugada, cuando sueño que mi nombre en tu móvil y yo pidiéndote un masaje, pero eso no ocurre. Tú no cruzas las calles desiertas con la radio encendida, ni reconoces mi casa porque jamás vienes cuando... Perezosa me levanto, tedio de esas horas en que no vienes. Mi cuerpo que duele por la falta de masaje, por estar esperando que dejes el coche afuera donde siempre, que subas el porche, abras la entrada que no tiene cerrojo, camines por el pasillo hasta mi cuarto y me veas de espaldas, tú fascinado e idiota avanzando hasta que me tocas y me das un masaje más caricia que otra cosa. “Orlandito”, digo o quizás la radio, “vamos, ven y dame un masaje en la espalda, en la nuca, en las piernas, y quizás...”. Me visto con esa lentitud del hastío matinal, de la vida moderna y del amor imaginario, onírico y somnoliento. Rutina de todos los días de la vestimenta, baño y arreglo sencillo para el trabajo y la vida. Algo cambia. Un cosquilleo ligero me recorre la mejilla resbalando por la comisura derecha de mis labios. Un poco de tu vida tan de mi sueño que me quedó impregnado, mi boca huracán y tus ojos página en blanco. Todo eso por mis llamadas y tu voz mortuoria diciendo “Tú con tus llamadas, mujer”. Sólo eso dices mientras te me acercas y quizás...

tu entrepierna húmeda de yo no sé si el calor de una madrugada de mayo o podría ser...”


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Creación

Cuento

Dédalo Jonathan Flores Ximena tenía quince años cuando fue violada por su vecino. Ahora vivía en la ciudad de México. En una casa minúscula, cerca del metro observatorio. Yo fui su profesor de literatura. Estoy seguro que no fui un sujeto notable en su vida sexual y tampoco en su vida académica. Ella tenía dos lunares en la nalga derecha, eran preciosos: redonditos y separados por una línea blanca de piel, parecían dos pequeños soles apagados. Un día en clase se dirigió a mí con una mirada retadora y preguntó ¿es cierto que la mayoría de los poemas de Torres Bodet son una mierda? La miré y después clavé la mirada en su cuello blanco. Le respondí con una pregunta ¿de dónde has sacado esas ideas?, replicó, responda ¿quiere? Pensé que en el curso anterior habían hecho una revisión de la poesía de Torres Bodet y que Jesús Lombardo, Mtro. en Literatura Mexicana, había arrojado ese juicio sobre la obra del poeta. Después pensé que era posible que Ximena no hubiese leído ningún poema de Torres Bodet y que su pregunta, más que un indicio de discusión bizantina, era sólo una pregunta al aire que pudiera motivarla a leer a Torres Bodet. Abrí la boca y dije, Ximena, Torres Bodet es un poeta, para mi gusto es un poeta menor; para la tradición es un Gran Poeta, pero para otros poetas es sólo un diplomático suicida que escribió poemas. Ximena, frunció el ceño, mordió la tapa de su bic que estaba superpuesta en la parte trasera de la pluma, guardó silencio. La clase terminó. Iba saliendo del salón cuando Ximena me gritó: profesor, para mi gusto usted es un lector menor; para la universidad es un Gran Profesor, pero para otros profesores sólo es un depresivo que imparte clases de literatura y escribe poemastros. Antes de que yo saliera del umbral del salón, se apresuró y salió ella primero. Cuando pasó cerca de mí susurró: “En el umbral de un tiempo/ que no es el tuyo aún/ y no es ya el mío./ Sobre el primer peldaño/ de una escalera rápida que nadie/ podrá jamás decir si baja o sube.” Después se marchó. Sabía exactamente de dónde provenía lo que dijo. Llegué a mi casa. Olvidé lo sucedido en la clase y después de la clase. Calenté mi cena en un tóper de color ámbar. Lo mismo de casi siempre: arroz con pollo. Lucas ronroneaba y pedía su cena. Fui a la tienda por croquetas y una cajetilla de cigarros. En la tienda había una grabadora bastante vieja, con tan sólo verla era difícil creer que aún sirviera, pero verla y escucharla reproducir cassettes era un acto de nostalgia. Yo nací en 1973. Fue hasta a mediados de los ochenta que llegó la televisión a mi casa. Siempre escuchábamos el radio o “discos de pasta” como les decía mi padre. Ver esa grabadora me remontó a mi juventud. Tuve una grabadora RCA con dos cassetteras y radio am/fm, fue el mejor regalo que tuve aquél verano de 1989. La canción que sonaba en la tienda era un «clásico» del pop de la década de los noventa: “Quizá si tú piensas en mí,/ si a nadie tú quieres hablar,/ si tú te escondes como yo./ si huyes de todo y si te vas…” Dos días después Ximena no asistió a clase. Yo actué como si nada. En verdad no me interesaba tanto si asistía o no. La verdad es que no me interesaba si mis alumnos asistían o no. A veces creo que es más importante que ellos se interesen por si falto o no falto. Después de todo, su futuro en las letras tiene que irse construyendo. Yo sólo soy un puente por el que ellos tienen que

Éramos Las Meninas. Cualquier co perfección en este concepto mení

cruzar y después seguir un camino. En fin, Ximena no asistió. La semana terminó, era viernes, y como todos los fines de semana me dirigí al bar La Balaustrada en la calle República de Chile. Estuve en una mesa apartado de los demás. Pedí un tarro de cerveza y me senté a contemplar el lugar. Disertaba sobre mis trabajos de investigación que tenía en puerta; ejercitaba mi memoria con mis lecturas recientes y esbozaba en una servilleta un soneto. El estado etílico de la consciencia humana suele ser el mejor benefactor para escribir «magistralmente» pero al día siguiente, con resaca y después de una lectura rápida, uno se da cuenta que lo escrito es sólo un estertor del alma, que se materializó por obra de una mano temblorosa. Seguí ahí sentado. Aún no me daba sueño. En la barra había una mujer con hombros marmóreos y finos. Siempre he tenido una obsesión por lo hombros de las mujeres. Desgraciadamente era difícil que las mujeres con las que yo salía tuvieran hermosos hombros. Fui al baño. De regreso me acerqué un poco a ella y quise intentar algo. Como siempre, terminé siendo rechazado; así que regresé a mi mesa y seguí bebiendo. A las 2 de la mañana pagué mi cuenta y me fui caminando a casa. El domingo en la mañana desperté de golpe. El teléfono exigía mi atención. Contesté. Era Ximena. Profesor todo es tan sencillo cuando se trata de literatura, pero cuando se le estudia y se interpreta y la obra sele mete al lector por los ojos, ya nada es igual. Ximena, no sé de qué estás hablando, ¿cómo hasconseguido mi número telefónico? Sencillo, respondió, es un visitante asiduo de La Balaustrada. Me quedé callado. Ella siguió hablando. Desde antes de entrar a la carrera profesor, sabía que usted era profesor de literatura y los viernes siempre llegaba ahí. Fui mesera un tiempo de ese bar. Después renuncié y me cambié al café Meninas. Todo es más tranquilo ahí, sentenció. Bueno, Ximena, no sé a qué te refieres con lo primero que me dijiste. Es muy temprano ahora para hablar de literatura, el lunes tenemos clase, no lo olvides. Quizás ahí podrías decirme en qué se basan estas disertaciones tuyas. Espero no te parezca un poco cortante mi respuesta, pero prefiero atenderlo en la universidad. Qué estés bien, hasta luego. Colgué. Llegó el lunes y Ximena no asistió a clases. El jueves sucedió lo mismo. Yo seguía pasando lista y al final del semestre quien hubiera acumulado más de 15 faltas estaba reprobado. Lo rescatable de esto era que si reprobaban la materia tenían que recursarla el próximo año con Jesús Lombardo, entonces, todo estaba bien, al


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omensal podría encajar a la ínico ”

menos para mí. Si mis alumnos tenían problemas o después Jesús tenía problemas con los problemas de mis alumnos no era cosa mía y mucho menos algo que me importara. Un día mientras caminaba por la calle 16 de Septiembre, antes de llegar al Zócalo, escuché una voz queme llamaba desde el otro lado de la calle. ¡Arturo! ¡Arturo! ¡Arturo Ponce! Volteé. Era Ximena quien me gritaba. Levanté la mano para saludarla y después seguí mi camino. Cruzó la calle y los autos le pitaron enfurecidos. Llegó hasta donde me encontraba y me dijo: ahí está el café Meninas, señalándolo ¿por qué no viene un rato a platicar? casi no hay gente. Le dije que tenía cosas que hacer. Me miró incrédula y preguntó ¿es por lo de Torres Bodet que no quiere aceptar platicar conmigo? Le respondí que no, que eso desde cuando había quedado en el pasado. Platiquemos un rato, insistió. Para no hacermás soberbia mi presencia y mi persona, acepté. Cruzamos la calle y entramos al café Meninas. Nos sentamos a platicar. Un café americano sin azúcar para mí y uno con azúcar para ella. La charla no tenía pies ni cabeza. No me interesé en preguntarle sobre sus inasistencias a la clase, seguí absorto tratando de escuchar una melodía que provenía de la cocina, pero no pude. Retomé la charla con ella y escuché que decía: es como casi todo Arturo, estoy segura. Mira, por poner un ejemplo, cuando el escritor escribe tratando de plasmar sus sentimientos tiende a escribir pura porquería. No es que la escritura tenga que escribirse con sangre fría o algo parecido, sino que a veces se reconoce un buen texto por la disciplina del autor, por su creatividad, pero sobre todo, por su estilo narrativo. Realmente los sentimientos llegan a estar en segundo plano, ¿sí me explico? No respondí nada, solo asentí con la mirada. Se quedó callada, dio un sorbo a su café y se levantó. Caminó hacia la cocina y se quedó ahí como por 20 minutos. Yo encendí un cigarro y me puse a observar el decorado del café: había un espejo al fondo, era del tamaño del muro. En ese espejo podía verse todo el café, todas las mesas, parte de la barra de servicio y las puertas de los baños. De espalda a la puerta de entrada estaba de pie un maniquí vestido como Velázquez, un caballete frente a él y un pincel en su mano. No podía ser Velázquez, tenía la piel muy blanca. En el espejo nos reflejábamos los comensales y al vernos reflejados era inevitable no voltear a ver el reflejo del maniquí. Éramos Las Meninas. Cualquier comensal podría encajar a la perfección en este concepto menínico. Salió Ximena de la cocina sin delantal, llevaba puesto un suéter color turquesa y su bolso en las manos. Se acercó y me dijo: éste corre por mi cuenta Arturo. Vamos, vayamos a otro lado. En ese momento actué mecánicamente. Obedecí. Tomé mi portafolios, puso el dinero de la cuenta sobre la mesita y nos fuimos. Llegamos a mi casa al filo de las 4 de la mañana. Estábamos ebrios. Se dirigió hacia mis discos y empezó a buscar música que le gustara. Entré a la cocina, saqué un puño de croquetas para Lucas que nos observa absorto desde el sofá. Nos sentamos a platicar. Siguió con su tema sobre la verdadera verdad de la literatura y sus efectos personales en el lector.

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Juro que de todas la veces que se abordó ese tema (o abordó ese tema ella) yo hablé poco, pero sí escuché. Puse más atención cuando de un momento a otro comenzó a hablar de Torres Bodet. Jaime había sido su abuelo. Yo, escéptico como siempre, hice algunas preguntas al respecto, que me fueron respondidas y desde mi punto de vista todo se acomodaba a la ilustre biografía de este escritor mexicano, tan olvidado por las editoriales, además de ser un desconocido para muchos lectores en la actualidad. Prefería tener una vida diplomática que dedicarse a andar pregonando su calidad de Dandi Cosmopolita, o ser respetado siempre gracias a su capacidad intelectual y creativa. Era un político como tantos, sólo que a veces, y en las noches, escribía. Ximena no conoció a su abuelo, de hecho... no tiene ninguna foto de él. Lo que supo de su abuelo fue por su padre que le contó algunas cosas sobre quién había sido aquel... personaje y, de la misma forma, tampoco... él llegó a conocerlo más que a través de las historias de su madre. El padre de Ximena había nacido en Aguascalientes por razones del destino y del parto. Es todo lo que sabe. Podría tratarse de un bastardo o no. Ella no lo sabe y yo que se lo pregunté con tanta necedad, tampoco lo sé. Torres Bodet nació en 1902. Ximena nació en 1987. Su padre en 1953. Tres generaciones. Mi padre se apellidaba Rivadeneyra, mi abuela se apellidaba Rivadeneyra. Fue madre soltera y por supuesto que yo me apellido igual. Empezó a llorar. Mientras se escuchaba en mi estéreo: “Te creo y lástima que no me creas/ Te siento y lástima que no te toque/ Por un momento, por un instante/ en un suspiro acaricié lo eterno/ Te sueño y lástima que no me sueñes/ Te tomo y lástima que te evapores/ Aquellos tragos, aquellas calles/ y el cine aquel como un hotel de paso…”. Nos fuimos a dormir. Mantuve una relación con Ximena durante un mes, lo que restaba del semestre. Nos veíamos todos los días por la noche. Ella llegaba un poco ebria a mi casa. A veces llegaba llorando y a veces entraba tan enérgica que bailaba sola. Después bebíamos más y terminábamos acostándonos, siempre estuvo dispuesta a hacer cualquier cosa que se me ocurriera. Todo lo aceptaba como si su cuerpo no le perteneciera y sólo fuera un instrumento que le procuraba comunicarse con los demás. Ese día llegué a casa un poco después de la hora acostumbrada. No había nadie, mi papá había salidode viaje a San Luis Potosí.


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Creación

Dédalo

Me metí a bañar, después, salí del baño y entré a mi habitación. Comencé asecarme y estando desnuda escuché que alguien abría y cerraba la puerta que da al patio. Me estremecí y fui lentamente a ver quién era. Él estaba ahí parado, como idiota, mirándome fijamente. Me espanté y grité, quise cerrar la puerta de golpe, pero con una patada la aventó partiéndome el labio con el filo.Grité: ¿¡qué es lo que hace aquí, qué quiere!? Y él dijo: ya sabes qué es lo que quiero. Intentó tocarme y no lo permití, empezamos a forcejear, me golpeó y caí al suelo. Acto seguido me violó. Desde ese momento ya todo me parece irreal. La bondad de las personas, particularmente la de los hombres, es una mentira. No creo en nadie. Jamás puse una denuncia, jamás se enteró mi padre. Mi padre murió hace cuatro años. Ahora vivo sola. Odio cada minuto de ese día, porque Ana Laura, mi mejor amiga de la secundaria, hacía unos instantes me había invitado a comer a su casa y yo no acepté. Le dije que tenía que llegar temprano y debía recoger la casa. Recuerdo todo claramente, no hay día que no me sienta tan miserable. Cuando me toco la piel mientras me baño, cuando me tocas tú, e incluso cuando por accidente un hombre me roza la piel con su piel me da escalofríos y tengo ganas de gritar, pero es un grito ahogado que quema profundamente. Recuerdo que lloraba y él me penetraba. Yo lloraba y él me gritaba que me callara y me golpeaba. Aún siento su respiración en mi cuello. Me odio, me odio tanto porque no sé hasta qué punto me estaba gustando lo que me estaba haciendo, pero también me estaba lastimando, me dolía todo, como si me fuera a morir, pero eso no pasó, hubiera sido lo mejor.No puedo dejar esos pensamientos, a veces se me olvidan cuando estoy ebria o ya estoy bien puesta. No sé. Contigo no es distinto, lo hacemos, sí, sé que lo hacemos, pero tu pinche depresión, tu falta de tacto y tu frialdad me invaden lentamente. Entonces, sólo quiero que me la metas y aunque sé que me duele, también me hace feliz. Todos los días que lo hacemos abusas de mí. Todos los días estoy esperando eso. Todos los días. Parece que encontré al mejor de todos. Porque eres un hijo de la chingada, me haces sentir como una puta, pero también te esfuerzas para que no piense eso. Esta es la autodestrucción: soy una cobarde, dijo antes de acostarnos por última vez. El miércoles sonó el teléfono. Sí, ¿quién habla? Arturo, hoy no podré ir a quedarme contigo, estaré en casa de Malena, estamos preparando unas pancartas para la manifestación de mañana por la tarde. Está bien, que todo salga bien. Nos vemos mañana. Jazztás Ponce, Jazztás. Llegó el jueves. Me levanté temprano. Me arreglé. Le di su desayuno a Lucas, tomé un café negro y fumé un cigarro. Acomodé mi portafolio y me fui. En el salón ya estaban algunos alumnos. Al comenzar la clase todo fue distinto. Vi a Ximena desde mi lugar, se veía radiante, como si hubiera dormido más de cuatro meses seguidos y hubiera recuperado la calma. Sus labios me parecían más rojos de lo normal. Su peinado era notable, se había maquillado, llevaba el suéter que traía cuando me invitó a platicar al café Meninas, es mi favorito, me dijo aquella vez. Empezó la clase. Empezamos a hablar de la poesía conceptual y sus respectivos poetas emergentes, realmente no era el tema central de la clase, sino que nos desviamos como en toda clase de literatura y terminamos ahí. Luis Méndez dijo que no podía aceptar la poesía conceptual, que eso ya no era poesía y él era adorniano hasta la médula. Ximena permaneció callada. Escuchaba todo. Luis, tu postura es respetable, pero enfoquémonos en sus proyectos de investigación. La siguiente hora será para escuchar el proyecto de Ximena. Según la calendarización que se hizo este jueves, es su turno, ¿verdad Ximena? Ella tiene que hablarnos de la obra u obras que está estudiando y qué es lo que hará con ellas. Inició la hora

que le correspondía a Ximena y dijo, bueno, yo quisiera hablar, no, quisiera dar lectura a un poema del autor con el que estoy trabajando. No les diré quién es el autor, ustedes deben saberlo, se supone que son “grandes lectores”. Entonces inició: “Enterrado vivo/ en un infinito/ dédalo de espejos,/me oigo, me sigo,/ me busco en el liso/ muro del silencio./ Pero no me encuentro”. La observé. Se veía muy tranquila leyendo. Después de terminar la primera estrofa se levantó con todo y su bolsa, en ese momento pensé que se iría corriendo, pero siguió leyendo: “Palpo, escucho, miro./ Por todos los ecos/ de este laberinto,/ un acento mío/ está pretendiendo/ llegar a mi oído./ Pero no lo advierto.” Empezó a caminar hasta donde estaba mi escritorio, pero no dejaba de leer, algunas veces pienso que no estaba leyendo y que lo sabía de memoria. Sólo tomaba su cuaderno para hacernos creer que leía. “Alguien está preso/ aquí en este frío/ lúcido recinto,/ dédalo de espejos…/ Alguien, al que imito./ Si se va, me alejo/ Si regresa, vuelvo./ Si se duerme, sueño./ <<¿Eres tú?>>, me digo…/ Pero no contesto.” Caminó directo hacia la puerta del salón. Ahí aumentó el volumen de su voz, imagino que lo hizo para que se siguiera escuchando. Sus compañeros la veían con un poco de extrañeza, pero también no estaban tan sorprendidos, ya que Ximena tendía a sorprenderlos o hacer algo fuera de lo común, eso les gustaba de ella; pero a veces les fastidiaba su presencia por ser tan indiferente con ellos o algunas situaciones del grupo, y les “sacaba de onda” sus silencios y sus arrebatos a la hora de discutir o comentar algún tema literario. Estando fuera del salón siguió leyendo. Terminó de leer. Y todos nos quedamos viéndola y dijo, mientras sacaba algo de su bolsa, este poema forma parte del corpus de mi proyecto. Sacó un revólver y lo apuntó hacia su cabeza, sus demás compañeras gritaron y se tapaban los oídos. Luis y Carlos le decían, Ximena no mames qué estás haciendo güey, ya no jodas, deja de jugar. Yo me le quedé viendo y le dije, Ximena ¿por qué no te tranquilizas y platicamos un rato? Respondió, gracias Ponce, me abriste los ojos. Para ti soy una “mujer”, para mis compañeros soy una “loca” y para la sociedad solo soy un número más en las estadísticas. Jaló el gatillo. Su cuerpo se desplomó. Su rostro quedó irreconocible. Todas mis alumnas salieron corriendo. Luis y Carlos estaban blancos de espanto y repetían casi las mismas palabras, la hubiéramos detenido o golpeado o no sé, pinche Ximena ya ni la chinga. Yo fui hasta su cuerpo, no podía controlar mi ritmo cardíaco, como tampoco podía contener el espanto y el escozor producido por tan horrible escena. Me quité mi saco y lo puse sobre lo que quedaba de su cabeza. Tomé su libreta y vi que la página que leía estaba en blanco.


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Ilustraci처n:

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Creación

Cuento

Nota roja (segunda parte) Fernando Goitia

Viene de la edición N°1 Rosa Cosmos - Pag. 12 Me pareció un fastidio tener que escucharla cuando afuera el calor estaba insoportable y el camino hasta la oficina estuvo acompañado por el aroma a axilas de una señora que llevaba una niña babeante en brazos. Todo tendría que salir mal, así lo pensé en ese momento. La voz chillona era la coronación de lo que sería un día para olvidar. Quería que me preguntaran las cuestiones necesarias para saber si me sumarían al equipo obrero y salir a gastarme los últimos doscientos pesos que tenía, en el bar, a un par de calles de ahí. Olvidarme de quién era y esperar a que, en algún momento de la semana sonara el teléfono, o no sonara jamás y comenzar de nuevo el viaje rodeado de gente con sus olores y la saliva de sus crías, los líquidos corporales que todos compartíamos en la miseria de una ciudad que brillaba sólo en los periódicos burgueses. Me entrevistaron durante quince minutos y salí al calor, a la pobreza y a la ebriedad que me pudiera pagar un billete de doscientos pesos. Esa tarde, frente a la cubeta de cervezas no pensé en Mel, ni siquiera la recordaba. En cambio, recuerdo sentir el estómago revuelto en gases que me indicaban la ansiedad que sentía por obtener la aprobación de la Jefa. Un par de días después me llamaron, comencé a trabajar y a enamorarme de Mel. El primer día compartimos escritorio. No nos miramos, ni nos saludamos, ni mostramos algún interés en el otro. Cada quien trabajó sus cosas y se mantuvo las palabras amables dentro de la boca. Su silencio hizo que me cayera bien. Cuando se levantó para irse quedé simplemente perdido entre los colores que combinaban el violeta y el beige de la falda y blusa. Sentí la lengua seca y un ritmo cardiaco que sólo podía aplacar con un cigarro. Salí detrás de ella, aunque no se dio cuenta. Fue hasta que salimos del edificio cuando regresó la mirada por donde había venido y me encontró; encogió los hombros como reflejo del susto que le había provocado y reanudó el paso lejos de donde me había detenido para encender el cigarro. Fue sólo un instante en que nos cruzamos, uno consciente del otro, frente a frente. Tal vez habría sido bueno romper el silencio. Nunca lo sabré. Al siguiente día llegué temprano con la intención de contemplarla durante más horas. A las 8 p.m. supe que descansaba los martes. Terminé de mal humor la última nota y salí a perderme por las calles hasta que el sol comenzaba a salir. Hace casi un año de mis primeros días como engrane del periódico. Ha pasado más de un mes desde que Mel murió en un accidente vial. Ese día Luis me pidió que lo acompañara en la cacería de notas para la Roja. Era jueves, mi día de descanso, y no tuve problema en cazar accidentes de tránsito con él. El primero fue un accidente por alcance, sin hechos que lamentar, excepto porque la señora que recibió el golpe salió del coche armada con una llave de tuercas con la que golpeó al otro conductor en dos ocasiones. Cuando Luis tomó la foto de los hechos estuvimos a punto de convertirnos en víctimas de la señora, pero la policía evitó que interfiriera con nuestra labor periodística. No mames, esa señora estaba bien pinche loca, me dijo Luis en el primer receso que tuvimos en una cantina del centro. Salud por

la primera nota de hoy. Levantamos las cervezas y bebimos en silencio. Sólo el radio que interfería las líneas de la policía sonaba entre cada trago. Códigos indescifrables que hacían referencia a números y aves de todo tipo. Letras que sucedían números y a veces risas después de pronunciadas. Cuando comenzamos el nuevo recorrido me sentía fuera de mí, quería regresar al departamento y beber hasta sentirme víctima de un problema sentimental. Quería pensar en Mel y masturbarme frente a su sección hasta quedarme seco y exhausto y volver a pensar en ella, convertir los pensamientos en poesía, quedarme dormido y soñar con ella. En el siguiente percance con el que nos cruzamos un motociclista se había caído por conducir en estado de ebriedad. Estaba inconsciente pero los paramédicos no pudieron averiguar si la causa era la cantidad de alcohol o un golpe en la cabeza. No hay que manejar borrachos, mejor hay que emborracharse mientras se maneja, dijo Luis antes de sacar una ánfora cargada con Tres Reyes. Tenía los ojos brillantes y la sonrisa torcida cuando me ofreció un trago. Quédatela, tengo más como esa, dijo, y de debajo del asiento sacó la botella de la que provenía el destilado. Cuando el radio sonó para comunicarle a Luis el nuevo accidente que debía cubrir desperté, deshidratado por el alcohol y con dolor de cabeza. Te me perdiste, dijo, chúpate otro traguito de Reyes, rey. La risa que brotó de su pecho fue el sonido más molesto que escuché esa noche ¿Has visto un muerto?, preguntó. En el camino fumamos cada quien cinco cigarros. Estábamos en silencio. Pensaba en la pregunta y sí, una vez había visto un muerto, en la morgue vi el cuerpo inerte de alguien que pude haber visto con vida un día antes pero no me di cuenta. Y así como se había ido, desapercibido por mí, por muchos tantos, todos nos iríamos sin importar lo que fuera que hubiéramos hecho en vida. Ese momento en el que uno se da cuenta por fin de la pequeñez que caracteriza su lugar en el mundo no provoca sensaciones agradables. La carretera estaba cerrada por el accidente, así que tuvimos que dejar el coche y llegar a pie hasta el lugar de los hechos. Luis saludó a varios policías que nos dejaron ir más allá del cordón amarillo. Estuvo gacho, Luisito, ya chingaste, dijo uno de los policías. A huevo, contestó y me palmeó la espalda. Toma, dijo, y me dio una cámara pequeña. Saca todas las fotos que puedas desde todos los ángulos que quieras, a ver si también te sale lo artista. Debajo de un tráiler, dos vehículos compactos habían quedado aplastados. Dentro, los cuerpos de varias personas estaban prensados, pero nadie hacía por sacarlos, no había nada que hacer por ellos. Más adelante, después de una estela de cristales rotos, asemejados más bien a un cinturón de asteroides, aceite, anticongelante y partes de un vehículo deportivo marca Volkswagen con placas para el estado, el cuerpo de una mujer descansaba partido por la cintura. No quise acercarme porque me comenzaban los mareos por haber bebido demasiado Reyes. Ándale, cabrón, no te me hagas pendejo. Pasó Luis a una velocidad que no pude distinguir si fue muy rápida o lenta. Comencé a vomitar frente a un coro de risas que tintineaban rojo y azul. Trataba de aplacar la sal que se me había generado dentro de la boca. Caminé unos pasos lentos hacia el vehículo y descubrí el cuerpo sin gracia de Mel, recostado sobre el volante. Luis, a un lado le hablaba a una grabadora. La mujer que viajaba en el vehículo tipo Volkswagen pertenecía al cuerpo de editores de este periódico, perdió la vida en lugar de los hechos. Testigos informaron que viajaba a una velocidad


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Un par de días después me llamaron, comencé a trabajar y a enamorarme de Mel.” moderada. El tráiler golpeó el frente del vehículo cuando perdió el control sobre la carretera principal luego que uno de los neumáticos estallara y hiciera perder el control al chofer. En el lugar no se encontró al chofer de la unidad de transporte de la empresa de vitaminas. En total, cinco personas murieron y no se reportan heridos de gravedad. Es Mel, le dije cuando se acercó a decirme algo. Ya sé. Notición, hermano. Vamos a portada. Luis condujo a toda velocidad hacia la oficina y cuando entramos la campana de la puerta rompió el rumor de voces bajas y una radio que sonaba con las últimas noticias nacionales. Traemos un notición. Acabamos de estar en la muerte de Mel, dijo Luis. Los rostros se levantaron por encima de las máquinas, todos con las cejas torcidas de interrogación. Luis comenzó a explicar lo que había ocurrido justo como antes lo había dicho a la grabadora. Cuando hablaba de accidentes no podía quitarse el registro de la Roja. Una voz me preguntó qué me había pasado y cuando reaccioné un dedo me señalaba la camisa, sucia de vómito y comencé a sentir mareos otra vez. Salí de la oficina y vomité otra vez en la escalera del edificio. Salí del edificio, escupido por la puerta hacia el mundo donde ocurría una vida diferente al rumor de la oficina y supe que ya no podría escapar de las cosas que pasaban, del ritmo de la vida y el efecto ensordecedor de la muerte. Mel, recostada sobre el volante, hilos de sangre por la frente y un brazo que parecía desprenderse desde el hombro. El peso que alguna vez había cambiado de una pierna a otra se había ido de su cuerpo y permanecía flotando en los recuerdos del accidente que había sido un accidente más entre todas las tragedias que podían suceder en cualquier ciudad del mundo. Al día siguiente, como predijo Luis, en la portada aparecía la foto del coche destruido de Mel. “Colaboradora muere en accidente” y el retrato de Mel en alguna de las cenas que organizaba el periódico cada cierto tiempo. Desde entonces no he vuelto a escribir poesía. Es difícil no pensar en la imagen del accidente cada vez que me siento frente a la máquina a escribir algo. He intentado, todos los días a la misma hora escribir un solo verso que detone una corriente de palabras pero todavía no puedo encontrar la belleza en el titular del periódico de aquel día. Ilustración:

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Creaci贸n

Cuento

Ilustraci贸n:

Broccoli broccolilustra.tumblr.com


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Sidéreo Javier Salinas

“Is it wrong to understand The fear that dwells inside a man What’s it like to be aloon I liken it to a balloon... CosmicDancer. T-REX”

Las palabras se quedan en el viento; eso todo el mundo lo sabía, menos yo. Siempre he vivido en mi burbuja trasparente, invisible pero impenetrable; en este aparente pequeño mundo que me construí en la infancia y del cual no creo volver jamás. Había visto en las películas, leído en los libros y lo había repetido yo mismo tantas veces, como un loro programado cuyo discurso inconsciente sólo proyecta la ignorancia empírica del animal. Las escaleras rotas son testigo. Un día, mientras escombraba el patio del fondo, justo atrás de mi cuarto intenté quemar un arbusto áspero que servía de nido a una gallina molesta y chillona que venía de la casa de atrás, en seguida escarbé entre los restos calcinados de las hierbas secas,destruidas y la arena; donde sobresalían unos troncos -tres al parecer- gruesos, aunque ya secos, livianos y bofos.Al intentar jalar uno de ellos, los tres fueron saliendo en su conjunto, entre el polvo de la tierra y el humo de las cenizas aún calientes, hasta emerger por completo, apareciendo en la superficie. Como quien rescata a su hermano de las arenas movedizas, en el centro de un amazonas hambriento, oscuro y ruidoso. Y descubrí al demonio mítico oriental de la manga pionera, en una versión americanizada-mente espacial. La cosa era entre simio y perro; en forma de un humano anciano animalizado, de rostro amable y frío. Por debajo de su cuello descendía una sola extremidad gruesa, de la cual se habría una horqueta formando dos pequeños brazos al final. De su cadera bajaban dos patas: una delgada con la rodilla rota y otra gorda que asemejaba los tentáculos del leviatán. De ella se desprendía un enorme falo rígido, firme y baboso -listo para envestir cualquier materia- que se cruzaba frenéticamente inmóvil con un apéndice tentacular, en una especie de acto masturbatorio. Y me habló en esa lengua que sólo los dos comprendemos, me dijo que él es mi guardián. Somos uno indivisible, inseparable. Los dos, ambas partes complementarias de la esfera eléctrica de vapores celestes del planeta Ónix. Ensamblados en la misiónconstantemente inútil por preservar aún nuestra especie -única en número- el mayor tiempoen la tierra; y antes del final de todos los apocalipsis.

Él es nave, que en forma de vientre arrojó este cuerpo desnudo en especie, alma y conciencia. Yo, la parte físico-animada, el ejecutor. Doliente mártir que manotea incesante entre las pesadas aguas de un océano inpropio. Me contó también que, en el principio de nuestra construcción, solíamos ser distintos en forma y esencia. Pero la vida es tan larga y a la vez tan corta en cada sitio. Fragmentada, en forma de un rompecabezas entremezclado e incompleto, imposible de armar. Entonces lo tomé en mis brazos; con mis mejillas escurridas en un llanto puro que la humanidad ignora. El lacrimoso brillo que quema, corta y deshace el verdadero rostro que yo tengo. Ese que el ojo vulgar del hombre nunca podrá ver. Y comprendí tantas cosas, mientras lo colocaba en su sitio como saeta en el punto estratégico del patio, desde el cual, él vigila cada uno de mis movimientos, pensamientos y emociones simuladas. Intentando en todo tiempo protegerme; vigilando mi constante estado de letargo, él viene, me recuerda que esto ya no va durar; que somos eternos viajeros en las formas de los cosmos existentes. Y me consuela llenando mis ojos con el humo estelar; diluyendo a distorsionados impulsos, este absurdo paisaje desolado y aburrido. Luego me arrastra violentamente hasta el reproductor, me obliga a pincharle en el play y bailamos frenéticamente desnudos en la orgía fálico-inter-cósmica. Y por ratos, olvidamos que no estamos solos; y nos hacemos creer, que es mejor así. Él es FLINK, mi guardián, mi otra parte complementaria, mi hermano, mi equino, mi perro, mi simio, mi nave, mi vientre, mi leitmotiv, mi compañero astral inseparable. Comprensivo y complementario pedazo roto de madera vieja, ceca, mal formada y podrida que nuca logré incendiar. Sólo un trozo de materia orgánica en desuso que el camión de la basura no quiso cargar. Depósito de mis constantes soledades y el eterno aburrimiento.


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Creaci贸n

Portafolio

Sergio Vargas Tepatitl谩n, Jalisco instagram.com/thinkoficial


Portafolio

LarevistaC

Valeria Garfias Querétaro, Querétaro Facebook: ValeÜo.0

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Crítica Creación

Portafolio

Gabriel Solano (El Pelón Solano) Querétaro, Querétaro behance.net/gabriel__martinez


Portafolio

LarevistaC

JP Gooner Aguascalientes, Ags. aquiyojp@gmail.com

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Creación

Poesía

Dos poemas tristes de amor cansado José Luis Cantón Paterna

I

II

Y esta mañana supe

Sucede que hay momentos en que el amor me cansa.

—con el café en los labios, la mano en la tostada—

Me cansa el duro aliento del tiempo compartido.

que tu amor y mi vida

Me pesa en la existencia el hueco de tu nombre,

se habían roto hacía tiempo.

el tono con que hieres y el eco de tu grito.

Te fuiste como siempre,

Y no llorar, pues son también cansinos

quizá un poco más triste,

el llanto y la tragedia. Y esperar

y entre la espuma blanca

de lo que ayer había y hoy no sé si se ha ido.

del jabón de los platos

Y vivir. Seguir viviendo insomne en un

caían los retazos de mi indolente hastío.

mundo de sueños,

Estoy cansado

una quimera rota de tanto haber amado.

de buscar cansinamente un sitio

Porque sucede que —yo lo sé, lo he vivido—

personal e imposible

irrumpen ratos tristes en que el amor me cansa.

donde no duelan tanto esas palabras

El cuerpo es carne muerta que evita la caricia

que sin razones ni buen tino

rasposa y enervante de la piel que uno amaba,

atesoro. Ese sitio

el roce de los labios que parecen mohosos

en el que se eternice lo finito.

y el susurro inquietante de la voz conocida.

Lugar donde no hay platos,

Y no marchar.

ni café, ni voces, ni camino:

Quedarse recostado a gozar la ruina

se parece a la muerte, ya lo sé,

romántica aunque pútrida de un amor decadente

y también al olvido.

y asfixiante. También morir,

Quizá esas nieblas tristes

morirse poco a poco caminando a punzadas

que borran la memoria y lo vivido

del espino oloroso de la pasión antigua.

permitan el reposo, aunque me exijan

Y regresar. Volver en los recuerdos al momento sublime

dejar de estar vivo.

que no restó perfecto por querer apresarlo.

Y tuve el deseo infame esta mañana,

Porque sucede siempre —mi voz hoy lo confirma—

cuando nos vimos rotos

que el amor del pasado es siempre el verdadero,

y quise olvidarme de mi sino.

y cuando el sentimiento se transforma en presente continuo avanza hacia un futuro de vejez y de muerte, donde el amor es sólo cansancio repetido.


La quinta columna (de los infiltrados)

LarevistaC

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Ayer Mariana me dijo que ya andaba con el otro Eduardo “Facha” Martínez

Ayer Mariana me dijo que ya andaba con el otro, el gachupín. Me lo dijo como si buscara herirme, pero sin culpa, con esa inocencia cruel de quien se pretende verdugo involuntario. Por alguna razón desconocida, eso no me molestó. Por el contrario, más que molestia lo que me invade es una tristeza dudosa frente al hecho de que a mi rival no lo puedo ver sino como una extensión de mí mismo. Es sencillo odiar a los cabrones, a los pelafustanes, los hijos de puta. Es sencillo odiar a los idiotas, sentir desprecio por los débiles, los maricones. Es sencillo maltratar a los cobardes, fustigar a los incomprensivos, insensibles. Él no era nada de eso. *** Para empezar se llama David, igual que yo y el rey mítico de los Hebreos, ése que indirectamente mandó matar a otro bato para quedarse con una mujer. La verdad, nunca he querido preguntar cómo se apellida. Me aterra la posibilidad de que su nombre sea una transliteración exacta del mío. En segundo lugar, está el asunto de su conducta. La ha llevado a restaurantes mexicanos. Muy mala comida hombre –se quejaba Mariana conmigo- aquí en Madrid no saben lo que son los tacos, te venden algo así como unas flautas y muy caras, doce euros una orden de tres. Luego se reía, recuerdo como se convulsionaba frente al monitor y escupía incoherencias. Con la risa uno entendía que eso cena de pésima calidad no podía ser interpretada sino como un detallazo por parte del gachupín. Era pues un tipo tierno, quizá algo torpe, como yo. *** Según sé, la conoció durante un cotorreo en Valencia. Él la encontró muy borracha y la ayudó a llegar a su camión. Por alguna razón, ella le dio el número de su celular. Al día siguiente ya la estaba atosigando por whats-app, justo como lo hago yo, sólo que en mi caso prefiero el Skype y las redes sociales. Me gustan los teléfonos sencillos, sin muchas aplicaciones. Me gustan las cosas sencillas en general. Eso puede terminar volviéndose un problema cuando uno vive en un mundo tan complicado como en el que nos tocó nacer. *** Al principio, ella pensaba que vivían en sitios alejados. Desconfiaba de él, lo veía como un valenciano advenedizo. En algún momento se dio cuenta de que no. El tipo no era valenciano. Al igual que ella, vivía en Madrid. Era un sencillo ingeniero industrial que, como yo, dejaba en sus mensajes de texto ligeras insinuaciones de que lo que sentía por ella correspondía perfectamente con eso a lo que los idiotas y los mercadólogos llaman, con todo interés, amor a primera vista. *** Comenzaron a salir, quizá un par de meses de atrás. *** Un día se la llevó a Paracuellos, la tierra sagrada de los franquistas. Según ella, el tipo se la pasó dándole detalles sobre la historia y la Guerra Civil. Esa es justamente una costumbre que teníamos cuando estaba en México. Íbamos a Guanajuato, a Dolores Hidalgo, conventos perdidos en la Sierra queretana. Yo le hablaba de la historia y la arquitectura, le hablaba de los detalles. Daba datos sobre cúpulas y longitudes de ventanas. Ella siempre me miraba con sus ojos sorprendidos, esos ojos tristes con el párpado amenazando con cerrarse para siempre y descansar entonces bajo alguna vereda conventual.

*** En Paracuellos él le ofreció mota. A mí nunca me la aceptó, la mota. Lo que ella quería era observarme fumar. Decía que eso le gustaba mucho y le ayudaba a interpretar el sentido de las cosas. Jamás entendí esa frase. La utilizaba bastante cuando los dos estábamos juntos, interpretar el sentido de las cosas. Verme drogado le ayudaba a comprender el sentido, el sentido de las cosas. Mierda. A mí me bastaba con observarla un día de lejos, por accidente, en algún encuentro fortuito en alguna multitudinaria avenida del centro. *** En una semana me voy a Madrid. Trabajé durante todo el año, para visitarla al finalizar su semestre. *** Pensaba decírselo en Barcelona. Hablarle de amor en alguna playita catalana y explicarle que sin ella, la vida está ayuna de sentido. *** Para decirme eligió el peor momento de todos, o eso supongo yo. Tú como lector ¿Qué opinas? *** Según ella, le interesa que yo conozca al gachupín. Dice que le ha hablado mucho sobre mí. No la entiendo, la verdad es que no la entiendo. Una vez me contó que pensaba ponerle David a su hijo, dijo que era por mí, que porque yo era más importante en su vida que el gachupín. Que porque yo era la persona más importante en toda su vida. No me esperó. *** Al principio le dije que no quería nada con ese bato, que en serio no quería verlo. Le dije que me daba gusto verla feliz, y todas esas tonterías que dices cuando la última de tus pretensiones es quedar como un patán. Al final cedí, le dije que sí quería conocerlo, que no había problema. Ella me sonrío y dijo que le daba gusto. *** Ya planee todo el itinerario de viaje. Se supone que aun vamos a Barcelona. Ella y yo solos. La última vez que hablamos dijo que no me tomara las relaciones tan en serio. Lo más probable es que David y yo fracasemos- dijo- no lo conozco del todo y además regreso a México en un mes. Él dice que quiere venir, pero le da miedo. Dice que los mexicanos son violentos, que México es un país hecho de sangre. *** En cuanto lo vea, trataré de odiarlo, todo lo que pueda. No lo conseguiré. Se encerrarán en alguna habitación y tendrán sexo. Escucharé los gemidos mientras limpio las copas de vino. Luego me sentaré junto al balcón. Miraré a los madrileños morir poco a poco en apartamentos sucios e insignificantes. Luego miraré algunas ventanas apagarse, hasta que sólo quede encendida la mía. *** Por supuesto que él esperará violencia, golpes de mi parte. No le daré el gusto. Después de todo, no es sino una versión más de mí mismo.


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Columnas

Cinema Sólo

NYMPHOMANIAC Sólo Andrés La locura a partir de la búsqueda propia del individuo y el clima depresivo de la trilogía llegó a su fin con Nymphomaniac, la última entrega del danés Lars vonTrier, que junto con Anticristo y Melancholia, juega con la locura, depresión, duelo, pérdida y sexualidad. Esta película es quizá en cierta medida un clásico francés, donde en la mitad de la película hay sexo y en la otra mitad habladurías interesantes que complementan el erotismo. En esta obra de Lars, somos parte de un viaje a través del rol de una mujeren una sociedad que exige rectitud moral. Ocho capítulos estructuran la película en la transición emocional de Joe, una mujer madura que cuenta su historia a Seligman, un hombre tan culto como introvertido; ya lo dice el –tagline –de la película, “Forgetaboutlove” hay que olvidarse del amor y tomar partida en la evolución del romanticismo sexual. Los ocho capítulos enlazan la naturalidad de las acciones humana con la historia de Joe, es incluso sorprendente la facilidad con la que se comparan las instituciones y experiencias sociales con el tabú que esconde la vida de la protagonista, incluso, para sí misma. La película es un flashback continuo, una recapitulación de las historias de una mujer contadas por ella. En cada flashback encontramos uno propio al acervo fílmico de Lars von Trier: formato 3:4, tomas y cortes bruscos y súbitos, zoom in y out sin fragilidad alguna, silencios que acentúan expresiones y situaciones, además del peso importante en la acciones más que en las palabras, al contrario de la historia que va en tiempo presente, donde las palabras son las acciones de imperan. Quizá la evolución o involución del Dogma 95 que protagonizara con Thomas Vinterberg. El cuarto capítulo es muy simbólico para el camino que sigue la película; nombrado en honor al cuento de Edgar Allan Poe, La caída de la casa Usher, Joe relata la muerte de su padre y al término, comienza la inflexión real en la vida de –la joven Joe –. En el cuento, el protagonista se cuestiona sobre la importancia de sí mismo ante lo que cree, lo que ve y lo que siente –“¿Qué era lo que así me desalentaba de la contemplación?”–se pregunta el entrar en la casa de RoderickUsher. El mismo cuestionamiento al que Joe llega en contemplación del Preludio de Bach, es el momento en que vemos la transición de ella, la ruptura intangible de una polifonía que dejó inconclusa, la transición de la felicidad y la alegría, al dolor y sufrimiento dividido por una franja invisible cuando se le compara con las corrientes religiosas de la iglesia oriental y occidental. Entramos al duelo de Joe y caemos en la temática central de la trilogía, la depresión.

La película está llena de simbolismos y metáforas, quizá desde el momento que ella pide un té con leche al comenzar la película, nos cercioramos del caos que debe seguir, la integración de dos ingredientes, la contrariedad de los elementos, la inestabilidad y así, la superposición de la caseína láctea sobre la confección de una bebida tan tradicional, tan profunda, tan aristocrática, tan natural. A mi parecer, la conclusión perfecta de una trilogía, una película que hay que ver más allá de lo que se ve, tal como lo sugiere el capítulo siete, “La imagen que se ve en el espejo parecerá a primera vista, una réplica exacta del objeto que estás viendo, sin embargo, esto es falso, pues el objeto será siempre un reflejo y, por lo tanto, una versión imperfecta del objeto original.” Un deleite.


Sin Solfeo

LarevistaC

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La tristeza sigue siendo azul Fernando Jiménez “Fácil de tocar, difícil de sentir” dijo del blues un pequeño nacido en Washington en tiempos de guerra. Tocaba con un ukelele de una cuerda, acompañándose siempre de su armónica, fiel cantora que le secaba las lágrimas. Moriría a los 27 años, muerte natural para los de su tipo. La lápida decía Jimi Hendrix, el nombre que le pusimos. El blues, el azul de color negro, nació como un grito entre el hambre y el olvido, males obligados para una comunidad vejada, luna tras luna, siglo tras siglo. Dice la teoría que es un patrón de doce compases, los sabuesos ladran que es una luz oscura que hace temblar al demonio. Algunos estudiosos encontraron que se caracteriza por una entonación nasal y el uso de melismas; los pájaros, por su parte, formados en la lluvia y el viento, saben que esas notas son el perfume del obrero. En el blues se llora sonriendo, gritando, saltando como un chiquillo. Entre sus brazos, la guitarra se vuelve una garganta que gime, que se rompe, que se arranca el pecho a lágrimas. En los 70’s, cuando el blues fue tan famoso como la Coca-Cola, cuatro ingleses lograron un contrabando. Eric Clapton, Steve Winwood y dos Rolling Stones, llevaron un lobo a Londres. Howlin’ Wolf, con 191 cm de altura y cien toneladas de voz, encogió al público para devorarlo de un aullido. Howlin’ Wolf trabajó en la granja de su familia, no le faltó tierra a sus manos ni música a su pecho. Mientras la luna bendecía a su mecedora, prefirió aullar a cantar, como prefirió compartir a triunfar. Una ocasión, de tanto blues, su corazón no soportó algún aullido y decidió echarse a dormir. Todavía no despierta. Pero no duerme solo, ronca junto a Willie Dixon, John Lee Hooker, Robert Johnson, Hubert Sumlin y otros guardianes que le dieron la voz a la noche. Una reportera inglesa le preguntó al lobo: “¿En qué consiste este género musical?”. Howlin’ Wolf sonríe con las áfricas de ayer y hoy. Responde: “El blues es no tener dinero para pagar la renta”. Heredero de la carencia, el blues no olvida su historia. Referencias discográficas Howlin’ Wolf. The London Howlin’ Wolf Sessions. (1972) Chess/ MCA. Jimi Hendrix. The Blues. (1992) Legacy/SMG. Willie Dixon. Crying the blues: Live in concert. (1996) Thunderbolt.


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Crítica

Ensayo

Rectángulo de la locura @FernandoGoitia

La locura puede analizarse desde diferentes ángulos que nada tienen que ver con el fútbol. Hemingway se suicidó pensando que el FBI lo perseguía, a tal modo que le había contado a sus conocidos que tenía las líneas del teléfono intervenidas y pronto vendrían por él. Su participación en la guerra le había hecho mella en la psicología. Ni la literatura, el lugar donde muchos encuentran remedio a las voces que en la cabeza les dictan qué hacer, pudo salvarlo de su fatal destino. En otros, las secuelas de otra guerra también los llevaron a la locura. Luego de cientos de entrenamientos infructuosos como delanteros, algunos jugadores, cuando pequeños, son alineados cada vez más lejos de la portería rival y más cerca de la propia. La guerra por establecerse en una posición importante dentro del terreno de juego les deja semejantes secuelas que por fin llegan al rectángulo de los locos, alejados de los compañeros. Así como el novelista, que en soledad inventa historias para hacer más llevadera la existencia. La soledad en la cancha sólo es posible asociarla con la locura. El área chica es donde se esconden los personajes dignos de vivir en un psiquiátrico, pero han encontrado una forma de establecerse funcionales en un rectángulo donde se mueven 22 personas. La locura es el estado de la mente que produce al defensor de la eterna e inamovible amiga del área chica, la portería. Ese lugar es donde ocurren los hechos más inauditos del fútbol, donde puede encaminarse un partido o condenar las carreras de quienes no pudieron hacer buena una diagonal. Fallar un tiro en el área chica es una locura; la atajada al ángulo inferior derecho es el acto del loco. En un deporte donde los millones de flashes y dólares se los lleva quien mete los goles, sólo un loco se atrevería a trabajar a la contra: evitándolos. Esa fuerza insurrecta que lleva al portero a quitarles de la garganta el grito de gol a los aficionados se practica también en la vida social, en manifestaciones contra los regímenes totalitarios. Pero hay una diferencia muy importante. El portero actúa solo, motivado por las voces que lo acompañan desde el fondo de la cancha, que también es el fondo de su mente. La pirotecnia psicológica de los porteros es tan escandalosa que han elegido un oficio donde no tocar la pelota en todo el partido puede resultar en dos escenarios adversos: estar imbatido o terminar goleado. Camus dice que todo lo que sabe del hombre lo aprendió jugando futbol. Quien estudia la naturaleza del género humano dentro de la cancha no puede ser un delantero o un medio de contención, sus mentes están muy ocupadas en conseguir un pase perfecto, desmarcarse para recibir la pelota o tocar de primera para quedar frente a la portería. Sí, Camus también fue portero. El guardameta no entiende de fútbol, es decir que no le interesa hacer cincuenta pases sin que el contrario alcance a ver la pelota, ni lograr el pase de sesenta metros que deja solo al delantero. Para el loco de la cancha lo mejor es que el balón esté a media altura y lo más cerca posible del poste, sólo ahí existe la gloria para quien jugar fútbol depende de las manos. Aun después de conseguida esa

Esa fuerza insurrecta que lleva al portero a quitarles de la garganta el grito de gol a los aficionados ” pequeña victoria, no quiere saber nada más del balón y lo despeja de volea, un acto ajeno a la táctica. Para García Márquez la vida en la portería fue un momento que no pudo contener más allá de la infancia. De niño atajó pelotas de trapo en las calles de Aracataca. Cuando el balón llegó a los partidos callejeros, un balonazo en el estómago lo mandó a otra realidad donde no importaba el vuelo del guardameta García Márquez. Éste se ganó el Nobel por contar historias donde el aire salva a la Cándida Eréndira de la abuela desalmada. No sorprende que el escritor sea un portero retirado, si siempre ha sido un lector de jugadas. Relegado por la falta de tino hacia el arco contrario, me probé en la portería. Había encontrado mi lugar. Uno de los entrenadores más significativos en mis primeras etapas como guardameta me dio la lección de vida más importante sobre los solitarios de la cancha. Para ser portero sólo hace falta una cosa, dijo. Estar loco o estar pendejo. Yo estoy loco, profe.


LarevistaC

ACID WASH Lorena Michel Esquivel Pérez / a.k.a. RAMONA La mezclilla es muy personal. El azul índigo con sus innumerables combinaciones, contiene orígenes que tal vez nada tengan que ver con el básico del día de hoy.

Es cursi hablar de unos jeans, sobre todo, cuando es una prenda que envuelve todo tipo de historias, anécdotas, aventuras, momentos inolvidables que pasamos con nuestros jeans favoritos, los que se encontraban incluso desgarrados de las rodillas, o los que te acompañaron en tu primer beso.

Históricamente los jeans son una prenda icónica que ha marcado pautas entre generaciones, así como un estilo definido de cada generación, comenzando en los cincuentas con el clásico estilo James Dean, acompañados de una chamarra de piel, algo que los rockabillys y los hipsters han renovado. En los setenta, los hippies pensaban que usar pantalones acampanados iba en contra del sistema, se supone que los bellbottoms (acampanados) vienen de los uniformes de la marina estadounidense, tal vez en una ideología amor y paz, la manera más coolde manifestarse, aparte de atascarse de LSD, era adaptarse a un estilo y ridiculizarlo. Woodstock no sólo fue el precursor de los festivales musicales de hoy en día, fue el festival de la mezclilla. Más adelante los punks marcarían un statement de moda con los pantalones ajustados, embarrados a un par de doctor marteens, nuevamente tratando de ir en contra del sistema, fue entonces cuando VivieneWestwood y MalcomMclaren fundaron SEX, una pequeña boutique en el Reino Unido, quien agregando retazos de tela escocesa, estoperoles y aerosol, creó no sólo una moda sino todo un movimiento: el punk y el DIY. Ajustados como segunda piel, y abrazando la zona ombliguera, los noventas convirtieron a Kurt Cobain en el ícono grunge de muchos pubertos y el clásico estilo noventero; con jeans y una camisa de franela atada a la cintura. Ahora bien, los jeans siempre han estado en constante evolución y son infinitas las técnicas, colores, cortes que existen ahora para adaptarse a cada personalidad. Los jeans son una pieza que se fusionan con su dueño, que unen al mundo. Termina el día y lo único que se parece a míson los jeans que uso siempre, los que me contienen y los que guardan una hermosa sensación al descubrir un billete que había olvidado en mi bolsillo.

Los jeans son una pieza que se fusionan con su dueño, que unen al mundo”

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Comentarios

Reseñas

Reseñas Longitud de onda

In My Mind I Am Free Blue Foundation, 2012

Iniciando su carrera en la escena shoegaze con un disco de vinilo, el quinteto danés se caracterizó por seguir las pautas del underground. La banda inició su trayectoria formalmente con el lanzamiento de su álbum homónimo en 2001 y a lo largo de su trayectoria se han sumergido entre distintos géneros que van del rock alternativo hasta el downtempo con tintes de música clásica. Las múltiples colaboraciones en la realización de los álbumes de Foundation son comunes y este último disco no es la excepción. La participación de Jonas Bjerre y la voz suave de Sara Savery permite apreciar la experiencia y creatividad de la agrupación en el uso de distintos medios electrónicos para fusionar su dream pop con atmósferas obscuras y románticas a la vez.

Computer Decay

Infinity Frequiencies, 2014 Algunas cosas simplemente no pueden durar demasiado para ser buenas o complejas. Las imágenes son lo que somos y percibimos en la inmediatez, asimismo el resumen de todo lo que hay y ha existido; a cambio, la música representa esos fragmentos como un goce. Infinity Frecuencies toma estas razones estético-temporales para hacer Computer Decay. 18 tracks con narrativa propia que nos dicen mucho por su consistencia. Su complejidad no viene de lo contemporáneo si no de un recorrer, son samplers de un cotidiano, un camino que nos conduce y seduce hacia lo profundo que pudiera ser el estigma de la repetición. Estados de ánimo y atmósferas como “Forever”, “Fused” o “Future Outlook” son claves para entrar en un entorno guiado por la tecnología y el ambiente intelectual. Cuando nos encontramos con sonidos como “Ghosts” entendemos por qué la nostalgia es lo que mantiene a la humanidad cerca de las maquinas, y es ahí, entonces cuando “Hologram” nos introduce plenamente a la naturaleza del decay o como suelen decir “When computers sleep, they dream”.


Inspiración

Designspiration

Inspiración Vicky Valkus

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LarevistaC

Diseño Gráfico

- Designspiration.net esta página está dedicada a

compartir el buen diseño y es por eso que constantemente se está actualizando. Aquí puedes encontrar trabajos de diferentes partes del mundo: carteles, tarjetas de presentación, fotografía, ilustración y demás cosas. Por otro lado, también puedes crear tu cuenta para hacer tu propia selección de la selección de inspiración.

Del hotel records

Música

Lamusicaesgratis.com es una página que busca ayudar

a grupos a producir música y a compartir sus discos gratis por internet. Por su cooperación estos grupos reciben hosting gratuito dentro de su página de internet. Aquí encuentras discos, EP’S y más de todos los géneros y de bandas que en mi vida había escuchado, pero de los que ahora soy su fan. Citándolos a ellos dejo una frase que resume de qué va esta página: “Nos fijamos mucho más en gente que busque ayudar a otras bandas y hacer crecer su escena local que en gente con discos “bonitos””.

The dance blog

Danza

t-h-e-d-a-n-c-e-b-l-o-g.tumblr.com sitio hecho por

No me montes una escena

una joven bailarina para sus colegas bailarines, basado en sus experiencias en el mundo de la danza. Aquí ella comparte tips, videos, fotos y demás cosas que pueden servir de ayuda. Es un blog que trata de inspiración y de danza, porque, como bien la autora de este sitio dice: “La danza es inspiración”.

Teatro

blog.teatroscanal.com es un blog muy divertido, lleno de

artículos interesantes tanto para actores como para gente que sólo busca curiosidades en la web. Lamentablemente es de Madrid, España y su cartelera es exclusivamente para esa ciudad; sin embargo, las críticas que realizan sobre las obras que se presentan son muy interesantes e ingeniosas.

Emptykingdom

Plásticas

www.emptykingdom.com es un lugar para promover,

conectar y educar a través del arte. Su objetivo es compartir sólo lo mejor del arte con todo el mundo. Ellos creen que éste puede servir a un propósito más allá de la auto-expresión, creen que cada persona merece tener la oportunidad de experimentar, apreciar y practicar el arte en sus vidas. Aquí encuentras desde fotografía, ilustración hasta pintura e instalaciones. Navegar por esta página hace que pase el tiempo y no te des cuenta.


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Coda

Fuera de Página

Fuera de Página con Paswato

Larevista C- ¿Qué es paswato y cómo nace? Paswato - Es una marca que nació hace tiempo. No me gustaba lo que encontraba en las tiendas para vestir. Las opciones eran muy pocas.

C- ¿Qué opinas del diseño en México? P- Creo que haber estudiado diseño me abrió el panorama. El

Ve la entrevista completa en nuestro canal de YouTube youtube.com/fueradepagina

diseño en general debería ser más multidisciplinario.

C- ¿Qué crees que aporte un proyecto así a la escena cultural en Querétaro?

Checa todo sobre Paswato

P- Genera un campo fértil para ser más creativos.

C- ¿Cómo es la colaboración con otros artistas? P- Esta parte de la colaboración la quise acotar a un proyecto que

www.paswato.com facebook.com/paswato.paswatoo @paswato_paswato

fuera entendible, muchas veces colaboramos y no entendemos hasta dónde llega la participación de cada quien. Además quise (con Canvas ) abrir la convocatoria de Paswato, se pone un tema, un color de la prenda...

C- ¿Qué proyectos siguen después de “Canvas”? P- Los proyectos que siguen para Paswato son colecciones de ropa, las posibilidades son muchas. Colaboraciones con proyectos locales como Monosabio e igual con CutOut Fest con quienes estamos generando una marca de ropa.

C- ¿Algo que quieras agregar? P- ¡Los invitamos a conocer y participar con Paswato entrando en nuestra página!

Glorias del pueblo - Colección Cavas Ilustración: Kuro Strada y Lule Oyervides


LarevistaC

Prenda: Plumage FotografĂ­a: Jorge Caracheo

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