HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS Argentina - Paraguay
Buenos Aires, 4 de diciembre de 2019 CVD 11/04 – 12/19.
Queridos Hermanos y compañeros en la Misión Educativa Lasallana. Finalizando el año 2019, me acerco a Ustedes para saludarlos y compartir mi reflexión a modo de cierre de este tiempo. Estamos sumergidos en estos días con los ritos finales de todos los años, con las expectativas en Argentina puestas en el cambio de gobierno, y con un clima social en ritmo de espera. Providencialmente en el hemisferio sur nos toca finalizar el curso escolar en el contexto espiritual del Adviento. Un riquísimo tiempo para mirar lo sucedido desde esta perspectiva, agradecer por lo que hemos hecho crecer, corregir el camino que debamos corregir y mirar con esperanza lo que viene por delante. El pasado domingo iniciamos el tiempo litúrgico del adviento. Antes de la Navidad, en el que celebramos el misterio de la encarnación del Verbo de Dios; y antes de la Pascua, en el que celebramos la Resurrección de Jesucristo; la iglesia nos propone un tiempo de preparación: adviento y cuaresma respectivamente. Tanto la encarnación, como la resurrección, son los misterios centrales de nuestra fe cristiana. Nosotros creemos en un Dios que se hace carne, que elige un pueblo pobre y periférico para compartir la condición humana. Algunos esperaban que esto sucediera en los centros de poder, otros pensaban que acontecería con gloria y majestad. Sin embargo, esto sucede en un pequeño pueblo conocido gracias a este Dios-con-nosotros que se hizo carne, en ese lugar olvidado de la tierra. El mensaje del Evangelio nos dice que la Encarnación se hace posible entre los pobres que esperaban con ansiedad que Dios cumpla con su promesa. Se hace posible entre los pobres que se ponen disponibles para que suceda. Por eso en el inicio del adviento la Iglesia nos propone la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María que celebraremos el próximo ocho de diciembre. En medio de la espera activa de su pueblo, María viene a constituirse en un ícono del Santo Pueblo de Dios que espera a su Señor. Una mujer joven, pobre, hija de su pueblo, mujer de su tierra, disponible a enredar su vida con los deseos de Dios, y la esperanza de su pueblo. Por esto el itinerario del adviento nos irá convocando a disponernos a “complicar” nuestra vida con el proyecto de Dios y con los deseos genuinos de la humanidad. Porque seguir a Jesús es ciertamente el transitar creyente por la vida, haciendo el bien, curando esta humanidad herida y reconciliándonos. Navidad para los cristianos no es esperar a un gordo de barba, vestido de rojo con un bonete, que viene volando en un trineo, tirado por animales exóticos para nosotros. Regalos para los niños buenos, que tienen padres afortunados. No. Navidad no es eso para nosotros. Navidad, para nosotros, creyentes, que entendemos nuestra vocación de educadores cristianos, seglares y religiosos, es hacer nacer los proyectos de Dios en el corazón del Pueblo de Dios, como respuesta a los deseos profundos de humanidad. Jesús encarna esta acción de Dios en
nuestra historia y nos convoca una vez más a renovar nuestras vidas sumándonos a esta acción como sus cooperadores. Este tiempo de adviento quiere ayudar a ponernos disponibles para enredar nuestra vida con los proyectos de Dios y los dolores de nuestro pueblo. Disponernos a cooperar con Jesús en su misión salvadora de este mundo. Navidad para nosotros es festejar por anticipado el triunfo sobre la injusticia y la violencia. Porque ha venido el Príncipe de la Paz. Cada año celebramos al Verbo de Dios hecho carne que ha querido plantar su tienda en nuestro pueblo. Cada año agradecemos a Dios porque en Jesús lleva la humanidad a su propia vida; y a la vez nuestra humanidad participa en Jesús de la vida de Dios. Nuestra navidad nada tiene que ver con el “Gordo del trineo”. Mucho tiempo y numerosas personas, pedagogos, teólogos, sociólogos, economistas, filósofos, entre otros, nos han advertido sobre las consecuencias de la profunda desigualdad que signa nuestro continente. Este proceso, lejos de atenuarse, se fue incrementando y profundizando la brecha y la cantidad de personas que están sometidas a situaciones de pobreza e indigencia en nuestro continente. Nicaragua, Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina y no sabemos cuánto tiempo tardarán en manifestarse los problemas presentes en Brasil, Paraguay, Perú y Uruguay. En el tiempo en el que los derechos humanos han sido desarrollados por las sociedades, es paradójica esta contracara de la desigualdad y la pobreza. También son muchos los que han denunciado que el creciente individualismo está llevando a la humanidad a límites insospechados respecto del deterioro del medioambiente, la acumulación de riqueza a cualquier precio, y una cultura del relato donde la verdad es la primera víctima. Claro está también que es paradójico que en el tiempo donde son posibles las comunicaciones en tiempo real a miles de kilómetros de distancia, no podamos establecer diálogos constructivos que sean conducentes a garantizar el acceso a los bienes de tantos millones de hombres, mujeres y niños latinoamericanos que están al borde del camino. ¿Cuál es hoy el proyecto de Dios sobre nuestro pueblo latinoamericano, paraguayo, argentino? ¿Cómo comprometernos para hacer nacer esos proyectos en el corazón de nuestro Pueblo? Son las preguntas que pienso deben acompañar este tiempo preparatorio de la Navidad. Y al final de este itinerario nos encontraremos con un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre, como nos cuenta el evangelio. Un signo frágil, un signo pequeño, desprovisto de todo poder, despojado de toda grandeza. Un signo para ser leído con los ojos de la fe, como nos enseña San Juan Bautista De La Salle. Un niño nos ha sido dado como proyecto y cumplimiento. Al final de este año tan doloroso para tantísimos hermanos y hermanas nuestros, estamos invitados a mirar con fe los pequeños signos que hemos podido generar para hacer nacer los proyectos de Dios y aliviar la vida de los que sufren. Nosotros hemos podido generar algunos signos de esperanza, pequeños, frágiles, pero a los ojos de la fe potentes y llenos de Dios. Quiera el Señor llenar nuestros corazones de su Espíritu para asociarnos a su Hijo Jesús en su misión. Que podamos decirnos Feliz Navidad no como un ritual comercial – cultural vacío; sino como la expresión de la alegría que nos provoca que el DIOS – SALVA – Emanuel – es un DIOS CON NOSOTROS – en Jesús que viene a plantar su morada con nosotros. Que decirnos Feliz Navidad sea festejar por anticipado el final de la violencia y la injusticia, el olvido y la maldad; el final de los signos de la muerte que atraviesan a tantos niños, niñas, adolescentes y jóvenes de nuestra tierra. Que decirnos Feliz Navidad sea para festejar el inicio de una humanidad que fortalece los lazos fraternos y solidarios que nos unen, en una casa común, como familia del mismo Dios. No quiero terminar sin antes agradecerles a todos los educadores, personal de apoyo, mantenimiento, limpieza, comedores, administración, que diariamente este año ha sostenido todos los espacios educativos en el Distrito. A los que están atravesando momentos de angustias y dolor, los pongo en mi oración y quiero expresarles mi solidaridad. A los que están agrandando sus familias
les expreso mi alegría y felicitaciones; a los que están estudiando los animo a que sigan y sostengan el esfuerzo, este tiempo necesita de nuestra reflexión y para eso tenemos que seguir formándonos. A todos muchas gracias, lo que hacemos es gracias a todos y cada uno de Ustedes. Feliz Navidad y que el año 2020 sea oportunidad de generar mayor fraternidad y solidaridad en nuestro pueblo latinoamericano. Fraternalmente,
H. Martín Digilio, fsc Visitador