Konstantinos Kavafis
DESEOS
Colecciรณn Veinte Poemas + Uno
CARAVASAR LIBROS
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Konstantinos Kavafis
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LA POESÍA DE KONSTANTINOS KAVAFIS La poesía de Konstantinos Kavafis transita el Mediterráneo como los antiguos griegos, lentamente y por largo tiempo. Tanto que ellos aún perduran. Kavafis toma esa senda perdurable. Por eso en los inicios del siglo XX se le avizora pendiente de lo antiguo y de lo venidero, viviendo su presente con la plenitud que sólo la literatura le permitió. La historia, que se funde en su misma procedencia, el mito; la belleza que no sólo da forma sino que ejemplifica y posee a la palabra y la sensorialidad, expresada en Eros y que se guarda a sí misma como descubrimiento eterno del ahora, conforman los pilares de su obra. Cuando Kavafis revela el permanente principio de la historia, sus héroes, dioses y hombres en interrelación, no hace una simple evocación culta de un tiempo y una civilización pasada sino que descubre el mecanismo mediante el cual se mueve el devenir humano, procedente de las sombras de la interioridad atemporal. De allí que su convivencia con los personajes de una supra-temporalidad le permita colocarlos al lado de seres anónimos, caracterizados por la pasión y el deseo de consagrar la vida en un breve transitar. Sus poemas, en los que la belleza se desuda con elegancia, muestran la virtud de la sencillez como propuesta de armonía en un paisaje que, de lo contrario, tendría que enmudecer por su grandiosidad. La palabra se adorna con su propio gesto, más allá de cualquier calificación. La palabra señala el destino del acto poético que, lejos de consumirse en sí mismo por esa expresión de despojamiento, lo vivifica con la trascendencia real, la de permanecer una vez que se ha pasado. La sensualidad que recorre los poemas de Kavafis no sólo se percibe en aquellos donde el tema erótico es esencial, sino en
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todo el cuerpo poético de su obra. Se respira en sus textos breves como atmósfera de tenue melancolía, por constatar las limitaciones de unas circunstancias meramente momentáneas, pero ello le servirá como pretexto para empinarse por sobre el contexto de su ahora. La sensorialidad es trascendencia en Kavafis. El poeta da vida a una realización literaria que le ha permitido prolongarse, como lo hicieran los grandes autores de la antigüedad clásica griega. El poema será, de esa manera, prefiguración de una posible vida futura, más allá de las limitaciones de la individualidad. Más tarde –en la sociedad más perfecta– / algún otro, hecho como yo, / ciertamente surgirá y actuará libremente –expresaba el poeta en un texto en que se autorretrataba. J. G. B. P.
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Esperando a los bárbaros –¿Qué esperamos congregados en el foro? Es a los bárbaros que hoy llegan. –¿Por qué esta inacción en el Senado? ¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores? Porque hoy llegarán los bárbaros. –¿Qué leyes van a hacer los senadores? Ya legislarán, cuando lleguen los bárbaros. –¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad, está sentado, solemne y ciñendo su corona? Porque hoy llegarán los bárbaros. Y el emperador espera para dar a su jefe la acogida. Incluso preparó, para entregárselo, un pergamino. En él muchos títulos y dignidades hay escritos. –¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron hoy con rojas togas bordadas; por qué llevan brazaletes con tantas amatistas y anillos engastados y esmeraldas rutilantes; por qué empuñan hoy preciosos báculos en plata y oro magníficamente cincelados? Porque hoy llegarán los bárbaros; y espectáculos así deslumbran a los bárbaros.
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–¿Por qué no a acuden, como siempre, los ilustres oradores a echar sus discursos y decir sus cosas? Porque hoy llegarán los bárbaros y les fastidian la elocuencia y los discursos. –¿Por qué empiezan de pronto este desconcierto y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!) ¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían y todos vuelven a casa compungidos? Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron. Algunos han venido de las fronteras y contado que los bárbaros no existen. –¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros? Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.
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La ciudad Dices: "Iré a otra tierra, hacia otro mar y una ciudad mejor con certeza hallaré. Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado, Y muere mi corazón lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez. Donde vuelvo los ojos sólo veo las oscuras ruinas de mi vida y los muchos años que aquí pasé o destruí". No hallarás otra tierra ni otro mar. La ciudad irá en ti siempre. Volverás a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez; en la misma casa encanecerás. Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques –no la hay– ni caminos ni barco para ti. La vida que aquí perdiste la has destruido en toda la tierra.
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Ítaca Cuando te encuentres de camino a Ítaca, desea que sea largo el camino, lleno de aventuras, lleno de conocimientos. A los Lestrigones y a los Cíclopes, al enojado Poseidón no temas, tales en tu camino nunca encontrarás, si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta. A los Lestrigones y a los Cíclopes, al fiero Poseidón no encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si tu alma no los coloca ante ti. Desea que sea largo el camino. Que sean muchas las mañanas estivales en que con qué alegría, con qué gozo arribes a puertos nunca antes vistos, detente en los emporios fenicios, y adquiere mercancías preciosas, nácares y corales, ámbar y ébano, y perfumes sensuales de todo tipo, cuántos más perfumes sensuales puedas, ve a ciudades de Egipto, a muchas, aprende y aprende de los instruidos. Ten siempre en tu mente a Ítaca. La llegada allí es tu destino. Pero no apresures tu viaje en absoluto. Mejor que dure muchos años, y ya anciano recales en la isla,
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rico con cuanto ganaste en el camino, sin esperar que te dé riquezas Ítaca. Ítaca te dio el bello viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene más que darte. Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó. Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia, comprenderás ya qué significan las Ítacas.
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Cuanto puedas Y si no puedes hacer tu vida como quieres, en esto esfuérzate al menos cuanto puedas: no la envilezcas en el contacto excesivo con la gente, en demasiados trajines y conversaciones. No la envilezcas llevándola, trayéndola a menudo y exponiéndola a la torpeza cotidiana de las compañías y las relaciones, hasta que llegue a ser pesada como una extraña.
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La satrapía Ay, qué desgracia, que, estando tú hecho para obras hermosas e importantes, la injusta suerte tuya tenga siempre que negarte la osadía y el éxito. Que te hayan de estorbar usos serviles, cosas indignas e insignificantes. Y qué terrible el día en que te rindes (el día en que te cansas y te rindes) y emprendes el camino para Susa y llegas ante el rey Artajerjes que te acoge entre su corte complacido y te ofrece satrapías y esas cosas. Y las aceptas con desesperanza, todas las cosas esas que no quieres. Otras busca tu alma, otras ansía: el elogio del Pueblo y los Sofistas, los "¡Bravo!" inapreciables y difíciles, el Ágora, el Teatro y las Coronas. Eso, ¿cómo va a dártelo Artajerjes, ni cómo hallarlo en una satrapía? ¿Y qué vida podrás hacer sin eso?
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El dios abandona a Antonio Cuando de pronto se oiga, a medianoche a un invisible tíaso1 pasar con músicas fantásticas, con grandes voces, tu suerte que declina, tus hazañas que no fueron cumplidas, tus proyectos que fueron todos errores, no los llores para nada. Como dispuesto de hace tiempo ya, valiente, dile por fin adiós a Alejandría que se marcha, y sobre todo no te engañes y no vayas a decir que fue un sueño, que se confundió tu oído. No confíes en tales esperanzas vanas. Como dispuesto de hace tiempo ya, valiente, como te cuadra a ti, que tal ciudad te mereciste, quédate inmóvil junto a la ventana y escucha conmovido, pero no medroso y suplicante como los cobardes, como un placer postrero los sonidos, los raros instrumentos del tíaso sagrado y di por fin adiós a Alejandría que se marcha.
Tíaso. Comitiva extática de Dionisos, descrita habitualmente como un grupo de juerguistas borrachos. 1
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Deseos Como cuerpos hermosos de muertos sin vejez que encerraron, con lĂĄgrimas, en bellos mausoleos, rosas a la cabeza, jazmines a sus pies asĂ parecen ir pasando los deseos, sin ser cumplidos, sin apenas merecer una noche de goce, un claro amanecer.
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Vuelve Vuelve a menudo y t贸mame, amada sensaci贸n, vuelve y t贸mame cuando despierta del cuerpo la memoria, y un antiguo deseo atraviesa la sangre, cuando los labios y la piel recuerdan, y sienten las manos que acarician de nuevo. Vuelve a menudo y t贸mame en la noche, cuando los labios y la piel recuerdan...
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Lo oculto Por cuanto hice y por cuanto dije que no traten de encontrar quién era yo. Un obstáculo se alzaba y transformaba mis acciones y mi modo de vivir. Un obstáculo se alzaba y me detenía muchas veces cuando iba a hablar. Mis acciones más inobservadas y mis escritos más ocultos –sólo por allí me entenderán. Mas acaso no vale la pena gastar tanta atención y tanto esfuerzo para conocerme. Más tarde –en la sociedad más perfecta– algún otro, hecho como yo, ciertamente surgirá y actuará libremente.
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En el mismo lugar Ambiente de la casa, de los locales, del barrio que veo y por donde camino: años y años. Te he dado forma en alegría y en tristezas: con tantas circunstancias, con tantas cosas. Y todo entero te has trocado en sentimiento, para mí.
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Monotonía A un día monótono otro monótono, invariable sigue: pasarán las mismas cosas, volverán a pasar– los mismos instantes nos hallan y nos dejan. Un mes pasa y trae otro mes. Lo que viene uno fácilmente lo adivina: son aquellas mismas cosas fastidiosas de ayer. Y llega el mañana ya a no parecer mañana.
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En un atardecer Con todo eso no podía durar mucho. La experiencia de los años me lo muestra. Sin embargo un tanto abruptamente vino el Destino y lo detuvo. Breve fue la hermosa vida. Mas cuán intensos fueron los perfumes, en qué maravillosos lechos nos acostamos, a qué placer nuestros cuerpos entregamos. Un eco de los días del placer, un eco de aquellos días vino hasta mí, algo del ardor de nuestra juventud; volví a tomar en mis manos una carta, y leía una y otra vez hasta que me faltó la luz. Y salí al balcón melancólicamente– salí para cambiar de pensamientos mirando al menos un poco de la ciudad amada, un poco del movimiento de la calle y los negocios.
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Un anciano En el lado de adentro del bullicioso café inclinado sobre la mesa, está sentado un anciano: con un diario delante, sin compañía. Y en el desmedro de la aciaga vejez piensa cuán poco gozó los años en que poseía fuerza, y palabra, y apostura. Sabe que ha envejecido mucho; lo siente, lo ve. Y sin embargo el tiempo en que era joven parece como ayer. Qué breve espacio, qué breve espacio. Y cavila cómo lo engañó la Prudencia; y cómo siempre en ella se confió–, ¡qué locura!– la mentirosa que decía: "Mañana. Tienes mucho tiempo". Recuerda los ímpetus que contuvo; y cuánta alegría sacrificó. Cada ocasión perdida se burla ahora de su necia prudencia. ... Mas de tanto pensar y recordar el anciano tambalea. Y se queda dormido apoyado en la mesa del café.
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Murallas Sin consideración, sin piedad, sin recato grandes y altas murallas en torno mío construyeron. Y ahora estoy aquí y me desespero. Otra cosa no pienso: mi espíritu devora este destino; porque afuera muchas cosas tenia yo que hacer. Ah cuando los muros construían cómo no estuve atento. Pero nunca escuché ruido ni rumor de constructores. Imperceptiblemente fuera del mundo me encerraron.
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Cuando despierten Trata de guardarlas, poeta, por mĂĄs que sean pocas aquellas que se detienen. Las visiones de tu amor. Ponlas, medio ocultas, entre tus frases. Trata de retenerlas, poeta, cuando despierten en tu mente en la noche o en el fulgor del mediodĂa.
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Recuerda, cuerpo... Cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado, no sólo los lechos en que te acostaste, sino también aquellos deseos que por ti brillaban en los ojos manifiestamente, y temblaban en la voz –y algún obstáculo casual los hizo vanos. Ahora que todo ya está en el pasado, parece casi como si a los deseos aquellos te hubieses entregado –cómo brillaban, recuerda, en los ojos que te miraban; cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.
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Vino a leer Vino a leer. Están abiertos dos, tres libros: historiadores y poetas. Pero apenas leyó unos diez minutos, y los dejó. En el sillón dormita. Pertenece por entero a los libros –pero tiene veintitrés años, y es muy hermoso; y hoy después de mediodía pasó el amor por su carne ideal, por sus labios. Por su carne que es toda belleza el ardor erótico pasó; sin pudor ridículo por la forma del placer...
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Casa con huerto Quisiera tener una casa de campo con un jardín muy grande –no tanto por las flores, por los árboles, y por el verdor (por cierto que también se hallen: son bellísimos), sino para tener animales. Ah, ¡tener animales! Al menos siete gatos –dos bien negros, y dos albos como nieve, para el contraste. Un serio papagayo, para escucharlo decir cosas con énfasis y convicción. En cuanto a perros, creo que tres me bastarían. Quisiera también dos caballos (buenos son los caballitos). Y sobre todo tres o cuatro de aquellos valiosos, simpáticos, animales, los asnos, que estuvieran echados perezosamente, que menearan alegres sus cabezas.
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Desde las nueve Doce y media. Rápido pasó la hora desde las nueve cuando encendí la lámpara y me senté aquí. Estaba sin leer, y sin hablar. Con quién hablar enteramente solo en esta casa. La imagen de mi cuerpo joven, desde las nueve cuando encendí la lámpara, vino y me encontró y me recordó cerradas piezas perfumadas, y pasado placer –¡qué atrevido placer! Y también me trajo ante los ojos, calles que ahora se volvieron incognoscibles, locales llenos de movimiento que se acabaron, y teatros y cafés que alguna vez existieron. La imagen de mi cuerpo joven vino y me trajo también las cosas tristes: duelos de la familia, separaciones, sentimientos de los míos, sentimientos tan poco apreciados de los muertos. Doce y media. Cómo ha pasado la hora. Doce y media. Cómo han pasado los años.
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Comprensión Los años de mi juventud, mi vida voluptuosa –cuán claramente veo ahora su sentido. Qué inútiles arrepentimientos, qué vanos... Pero no veía el sentido entonces. En la vida disipada de mi juventud se plasmaban los impulsos de mi poesía, se esbozaba el ámbito de mi arte. Por eso tampoco los arrepentimientos nunca fueron firmes. Y las decisiones de contenerme, de cambiar duraban dos semanas a lo más.
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Terminado En medio del temor y las sospechas, con espíritu agitado y ojos de pavor, nos consumimos y planeamos cómo hacer para evitar el seguro peligro que así terriblemente nos amenaza. Y sin embargo estamos equivocados, ese no está en nuestro camino: falsos eran los mensajes (o no los escuchamos, o no los entendimos bien). Otra catástrofe, que no la imaginábamos, repentina, violenta cae sobre nosotros y no preparados –de dónde tiempo ya– nos arrebata.
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ÍNDICE La poesía de Konstantinos Kavafis 2 Esperando a los bárbaros 4 La ciudad 6 Ítaca 7 Cuanto puedas 9 La satrapía 10 El dios abandona a Antonio 11 Deseos 12 Vuelve 13 Lo oculto 14 En el mismo lugar 15 Monotonía 16 En un atardecer 17 Un anciano 18 Murallas 19 Cuando despierten 20 Recuerda, cuerpo… 21 Vino a leer 22 Casa con huerto 23 Desde las nueve 24 Comprensión 25 Terminado 26
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© De la edición, Caravasar Libros (2016) Los textos de Konstantinos Kavafis han sido tomados de dos páginas web: D.D.O.O.S.S. (Asociación de amigos del arte y la cultura de Valladolid) y CIUDAD SEVA, hogar electrónico del escritor puertorriqueño Luis López Nieves. Más de la mitad de los textos han sido cotejados con las múltiples versiones que de ellos hay en español e incluso con otras en inglés.
Portada y diseño: Armando José Sequera Obra de distribución gratuita SE PROHIBE SU VENTA
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OBRAS PUBLICADAS 1 José Víctor Martínez Gil – CIEN CUENTOS DE LA INFINITA PUNTA DE LA AGUJA (minificciones). 2 Francisco Garzón Céspedes – CADA GOTA DE AZOGUE ACERCA EL MUNDO (modulaciones narrativas). 3 Armando José Sequera – UN SIMPLE OCHO (minificciones). 4 Sebastián Galatro – ESE TERRENO PROHIBIDO (poemas). 5 Armando José Sequera – CRUENTOS (minificciones). 6 Armando José Sequera – OPUS (minificciones). 7 Armando José Sequera – REDUCTIA (minificciones). 8 Armando José Sequera – CIENCIA A VUELO DE PÁJARO (crónicas de divulgación científica). 9 José Gregorio Bello Porras – MICROCIDADES (microficciones). 10 Armando José Sequera – ACTO DE AMOR DE CARA AL PÚBLICO (cuentos). 11 José Gregorio Bello Porras – EL PASO DE LA SERPIENTE (poemas). 12 Armando José Sequera – EL DERECHO A LA TERNURA (novela). 13 José Gregorio Bello Porras – VACÍO OPTIMISMO (poemas). 14 Giovanni Boccaccio – ALATIEL Y ALIBECH (cuentos). 15 Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez y Juan Carlos Onetti – TALLERISMOS 1 (consejos para escritores). 16 Armando José Sequera – DIOS QUIERA QUE EN LA OTRA VIDA (monólogo teatral con monigote). 17 Josune Dorronsoro – ARTÍCULOS SOBRE HISTORIA DE LA FOTOGRAFÍA EN VENEZUELA (historia). 18 Mercedes Franco – VENEZUELA HABLA CONTANDO (cuentos). 19 José Gregorio Bello Porras – EXTENSA BREVEDAD (poemas). 20 Juan Rulfo, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa – TALLERISMOS 2 (consejos para escritores). 21 Armando José Sequera – CRÓNICAS NEBULOSAS 1 (crónicas personales). 22 Armando José Sequera – GIROSCOPIO (poemas). 23 Esopo – FÁBULAS (fábulas). 24 Armando José Sequera – PASSAROLA (poemas). 25 José Gregorio Bello Porras – EN EL INICIO DE LA VIDA (poemas). 26 José Gregorio Bello Porras – ESPACIOS TEMPORALES (poemas). 27 Federico García Lorca – ELEGÍA DEL SILENCIO (antología poética). 28 Rubén Darío – DOS PRINCESAS (poemas – obra para niños). 29 María Calcaño – ME HA DE BASTAR LA VIDA (antología poética). 30 José Gregorio Bello Porras – ÁLBUM DE HAIKÚS (INVIERNO). 31 Gabriela Mistral – PIECECITOS (poemas – obra para niños). 32 Manuel Felipe Rugeles – LA ALDEA (poemas – obra para niños). 33 Rafael Pombo – LA POBRE VIEJECITA (poemas – obra para niños).
30 34 Varios autores – Sonetos con humor (poesía humorística). 35 Sor Juana Inés De la Cruz – HOMBRES NECIOS QUE ACUSÁIS (antología poética). 36 Ramón Gómez De la Serna – GREGUERÍAS ( antología). 37 José Gregorio Bello Porras – ÁLBUM DE HAIKÚS (PRIMAVERA). 38 Armando José Sequera – USOS Y ABUSOS DEL DIMINUTIVO (ensayo). 39 José Gregorio Bello Porras – ÁLBUM DE HAIKÚS (VERANO). 40 Arnaldo Jiménez – BREVE TRATADO SOBRE LAS LINTERNAS (ensayos) 41 Gustavo Adolfo Bécquer – EL M ONTE DE LAS ÁNIMAS (cuento). 42 Varios autores – CITAS CON EL HUMOR (aforismos). 43 José Gregorio Bello Porras – ÁLBUM DE HAIKÚS (OTOÑO). 44 Stefan Zweig – LA ESTRELLA SOBRE EL BOSQUE (cuento). 45 Anónimo – RONDA DE PROVERBIOS (antología). 46 Matsuo Basho – SOBRE EL SENDERO DE MONTAÑA (antología poética). 47 Carlos Ildemar Pérez – EL BOCABLARIO (poemas). 48 Jean Giono – EL HOMBRE QUE SEMBRABA ÁRBOLES (cuento). 49 Ryunosuke Akutagawa – EN EL BOSQUE (cuento). 50 Konstantinos Kavafis – DESEOs (antología poética).
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Konstantinos Kavafis. Poeta griego, nacido en Alejandría, Egipto, el 29 de abril de 1863 y fallecido en esa misma ciudad el 23 de abril de 1933. El principal de los autores del llamado renacimiento literario del griego moderno. Hijo de una familia de comerciantes de Constantinopla (hoy Estambul, Turquía) emigrada a Alejandría en el siglo XIX, su padre hizo fortuna en esa ciudad, pero luego, tras su muerte, la familia se vio obligada a emigrar, tras una súbita ruina económica. Tal circunstancia permitió que Konstantinos estudiara en Inglaterra, adquiriendo el dominio del idioma y el gusto por poetas y literatos británicos. Una nueva quiebra del negocio familiar le retorna a Alejandría, de donde se mudaría a Constantinopla por un breve lapso mientras las condiciones de la ciudad eran inseguras, tras un ataque de la corona británica a la ciudad. Nuevamente asentado en su ciudad natal, tras la consolidación del protectorado británico en Egipto, no se alejaría de ella hasta su muerte, salvo en tres breves ocasiones.
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Kavafis trabajó durante treinta años como funcionario público en Egipto y mientras vivió nunca publicó sus poemas en libro. Trabajaba en ellos durante largos períodos, hasta que los consideraba acabados y como parte de su obra canónica. Fue así que sólo aprobó 154 poemas. Ocasionalmente hacía imprimir algunos poemas sueltos y los distribuía entre quienes consideraba que podían apreciar su obra. También llegó a publicar un pequeño compendio que reunió 21 textos en su última impresión. Su obra se divulgó en Europa gracias al esfuerzo de Edward Morgan Forster (1879-1970) novelista y ensayista inglés. Sus poemas canónicos se publicarían en griego por primera vez en 1935. En inglés aparecerían en 1951 y en castellano en 1976, después de haber sido traducidas al catalán en 1962.
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