Tallerismos. Microtalles de Narrativa.

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JORGE LUIS BORGES GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ JUAN CARLOS ONETTI

TALLERISMOS Microtaller de Narrativa 1

CARAVASAR LIBROS


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ENTRADA Con frecuencia, a los escritores se nos acercan personas para hacernos consultas relacionadas con el oficio literario. Si hacemos narrativa, tales consultas son, en su mayoría, para que ofrezcamos tips (recomendaciones), claves o trucos para hacer novelas, cuentos o minificciones. Si poesía, las mismas tienen que ver con el verso libre o rimado o con la manera más sencilla de lograr una metáfora. La búsqueda de herramientas que faciliten o hagan posible la escritura no está mal, a menos que se perciban como atajos para alcanzar la gloria y el Premio Nobel. Ni en literatura, ni en ningún arte, existen los caminos cortos. Se requiere mucho trabajo, cuantiosas reflexiones, innumerables lecturas y una inversión considerable de tiempo para elaborar cada libro y para, a la larga, conformar una obra. Los tips, las claves y los trucos sirven para actividades como la decoración, la costura u otras labores artesanales, pero no para el arte. No para hacer literatura. Alguien dijo hace tiempo que el oficio de escribir toma toda la vida y quienes creemos en la reencarnación pensamos que más de una. Quien ande en busca de trochas que le permitan eludir lo anterior, es mejor que se dedique a otro oficio, pues sin entrega y amor al trabajo literario –que se


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compone no sólo de escribir, sino también de leer y meditar en torno a lo que hacemos y, simultáneamente, sobre el libro que tenemos entre manos–, no habrá nunca resultados. Y obsérvese que no califico a estos de buenos ni malos. Son sólo resultados. La calidad de los mismos dependerá de nuestra dedicación y de cuánto hayamos asimilado las experiencias de escritura y lectura. Hay, sin embargo, quienes están dispuestas y dispuestos a seguir el camino largo, sin importarles las consecuencias. Es decir, si se le publica o no; si el éxito le sonríe o le elude; si la crítica lo ensalza, lo ataca o lo desdeña. En pocas palabras, siempre sigue adelante, a la cual ni el clima, ni las distancias, ni las agresiones gratuitas le hacen mella. Para éstas y estos, Caravasar Libros ha preparado una serie de volúmenes electrónicos, titulada TALLERISMOS, cuyo propósito es “revelar” algunos de los “secretos” (a voces) del oficio literario. La colección ofrecerá consejos de múltiples autores y autoras, tanto de narrativa como de otros géneros. En principio, en sus cinco primeros volúmenes, sólo presentará técnicas y consejos proporcionados por algunos de los más reconocidos escritores del continente americano. Tales técnicas y consejos no deben tomarse al pie de la letra, aunque provengan de personas que admiramos. Para aprovecharlos al máximo es necesario reflexionar acerca de lo que proponen y, si lo creemos necesario, llevarlos a la práctica, no haciendo textos para su inmediata publicación o envío a


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concursos, sino para observar nuestros progresos y retrocesos, que de estos últimos también se aprende. Todas estas recomendaciones se consiguen libremente en la red, pero hemos querido juntarlas para ofrecerles el cuerpo del que carecen en el ciberespacio. En este primer volumen reunimos sugerencias de tres escritores de primer orden: Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez y Juan Carlos Onetti. De Borges presentamos “Consejos a un escritor joven”, “Reflexiones y consejos sobre literatura” y “Cómo nace un texto”. De García Márquez, “¿Todo cuento es un cuento chino?” y “Doce consejos sobre el arte de escribir”. De Onetti incluimos su “Decálogo más uno para escritores principiantes” y una recopilación de fragmentos de entrevistas que hemos titulado “Cuando me pongo a escribir”. Los próximos libros contarán con los siguientes “consejeros”: 2: Juan Rulfo, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa. 3: Roberto Bolaño, Eduardo Galeano y Juan Bosch. 4: Augusto Monterroso, Horacio Quiroga y Ricardo Piglia. 5: Adolfo Bioy Casares, Carlos Fuentes y Julio Ramón Ribeyro. Una advertencia: ninguno de los textos de este volumen o de los próximos contiene recetas, ni tips. Hay que leer con detenimiento y reflexionar sobre cada idea expuesta para encontrar la semilla que buscamos. A. J. S.


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CONSEJOS A UN ESCRITOR JOVEN JORGE LUIS BORGES


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1 Daría un consejo muy elemental al escritor joven: que no piense en la publicación, sino en la obra. Que no se apresure a publicar, que no se olvide del lector y, además, si ensaya la ficción, que trate de no escribir nada que no pueda imaginarse con sinceridad. Que no escriba sobre los hechos sólo porque le parezcan sorprendentes, sino que lo haga sobre aquellos en que su imaginación pueda creer. Y en cuanto al estilo, yo le aconsejaría más bien pobreza de vocabulario que exceso de riqueza. Hay un defecto moral que suele advertirse en la obra, y ese defecto es la vanidad. Una de las razones por las cuales Lugones, digamos, no me gusta del todo, aunque desde luego no niego su talento y quizá su genio, es que percibo algo de vanidad en su modo de escribir. Si en una página todos los adjetivos y todas las metáforas son nuevos, eso suele corresponder a la vanidad, al deseo de asombrar al lector y no creo que el lector deba sentir que el escritor es diestro. Conviene que el escritor lo sea, pero no que el lector lo sienta. Cuando las cosas están muy bien hechas pareen no sólo fáciles sino inevitables. Si se nota un esfuerzo denota un fracaso de parte del escritor. Tampoco quiero decir que un escritor deba ser espontáneo, porque eso significaría que el escritor acierta inmediatamente con la palabra más justa, lo


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cual me parece muy inverosímil. Una vez terminado un trabajo, debe parecer espontáneo, aunque se vea que está lleno de secretas astucias y modestas destrezas, pero no de destrezas vanidosas. (Declaración a Rita Guibert, en 1968)

2 Querría decir lo siguiente: cuando empecé a escribir pensé que un escritor debe definir cada cosa. Por ejemplo, decir “la luna” estaba estrictamente prohibido. Había que encontrar un adjetivo, un epíteto para la luna. (Desde luego estoy simplificando las cosas. Ya sé que he escrito muchas veces “la luna”, pero lo anterior es una especie de símbolo de lo que quería decir). Pensé que había que definir cada cosa, que no debía utilizar ninguna palabra común. Jamás hubiera dicho “Fulano de tal entró y se sentó”, porque eso es demasiado sencillo, demasiado fácil. Pensé que debía buscar una manera complicada de decirlo. Después descubrí que esas cosas resultan generalmente molestas para el lector. Pero creo que la raíz del asunto está en el hecho de que cuando un escritor es joven siente de alguna manera que lo que va a decir es más bien estúpido o evidente o que es un lugar común y trata de ocultarlo bajo adornos barrocos, bajo palabras tomadas de escritores del siglo XVII; o, si no, decide ser moderno y hace lo contrario: está todo el


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tiempo inventando palabras, mencionando aviones, trenes, telégrafos y teléfonos. Luego, con el transcurso del tiempo, uno siente que sus ideas, buenas o malas, deben ser expresadas sencillamente, porque si uno tiene una idea, uno debe procurar que esa idea o ese sentimiento, o ese estado de ánimo, sea inteligible. Si, al mismo tiempo, uno trata de ser, digamos, Sir Thomas Browne o Ezra Pound, entonces ello resulta imposible. Por eso pienso que un escritor empieza siempre por ser complicado: se dedica a diferentes juegos al mismo tiempo. Quiere comunicar determinado estado de ánimo. Al mismo tiempo, debe ser contemporáneo y, si no es contemporáneo, es un reaccionario y un clásico. En cuanto al vocabulario, lo primero que se propone un escritor joven, por lo menos en este país, es mostrar a sus lectores que domina el diccionario, que conoce todos los sinónimos. Encontramos, por ejemplo, en una línea roja. Luego, escarlata. Más adelante, púrpura. Cuando encuentro una palabra poco común, digamos una palabra que pueden usar los clásicos españoles, o una palabra diferente de las otras, la suprimo y uso una palabra común. Recuerdo que Robert Louis Stevenson escribió que, en una página bien escrita, todas las palabras miran hacia el mismo lado. Si uno escribe una palabra vulgar o sorprendente o arcaica infringe esa regla. Y lo que es mucho más


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importante: esa palabra distrae la atención del lector. El lector debe poder leer con tranquilidad, ya sea que uno estuviera escribiendo sobre metafísica, filosofía o lo que fuere. (Declaración a Ronald Christ, en 1968)


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REFLEXIONES Y CONSEJOS SOBRE LITERATURA

Fragmentos de siete entrevistas realizadas por Fernando Sorrentino JORGE LUIS BORGES


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Sobre el destino literario Antes de haber escrito una línea, yo sabía, de un modo misterioso y, por eso mismo, indudable, que mi destino era literario. Lo que yo no supe al principio es que, además del destino de lector –que no me parece menos importante que el otro– tendría también el destino de escritor. Sobre la escritura contemporánea …creo que un escritor no debe intentar nunca un tema contemporáneo, ni una topografía muy estricta. Porque inmediatamente van a descubrir errores. O, si no los descubren, van a buscarlos, y, buscándolos, los encontrarán. […] De modo que creo que conviene cierta lejanía en el tiempo y en el espacio. Además, creo que la idea de que la literatura trate de temas contemporáneos es relativamente nueva. Si no me engaño, La Ilíada se habrá escrito dos o tres siglos después de la caída de Troya. Creo que la libertad de la imaginación exige que busquemos temas lejanos en el tiempo o en el espacio, o si no, como están haciendo los que escriben ficción científica ahora, en otros planetas. Porque si no, estamos un poco trabados por la realidad y la literatura se parece ya demasiado al periodismo.


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Sobre la literatura psicológica Desde luego creo en la literatura psicológica, y creo que toda literatura en el fondo lo es. Los hechos son facetas o modos para mostrar un personaje. […] Me parece que la literatura debe ser psicológica y debe ser imaginativa. Sobre el cuento corto Creo que cada año uno oye cuatro o cinco anécdotas muy buenas, precisamente porque han sido trabajadas. Porque es un error suponer que el hecho de que sean anónimas signifique que no hayan sido trabajadas. Al contrario: creo que los cuentos de hadas, las leyendas, incluso los cuentos verdes que uno oye, suelen ser buenos porque, a medida que han pasado de boca en boca, se los ha despojado de todo lo que pudiera ser inútil o molesto. De modo que podríamos decir que un cuento popular es una obra mucho más trabajada que un poema de Donne o de Góngora o de Lugones, por ejemplo, puesto que, en el segundo caso, la obra ha sido trabajada por una sola persona, y, en el primero, por centenares. Sobre el éxito del escritor Yo recuerdo que, cuando empecé a escribir, nunca pensábamos en el éxito o en el fracaso


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de un libro. Lo que se llama éxito ahora, no existía entonces. Y lo que se llama fracaso, se descontaba. Uno escribía para uno mismo, y, acaso, como decía Stevenson, para un pequeño grupo de amigos. En cambio, ahora se piensa en la venta, sé que hay escritores que anuncian públicamente que han llegado a la quinta, a la sexta o a la séptima edición, y que han ganado tanto: todo eso hubiera parecido totalmente ridículo cuando yo era joven. O, mejor dicho, más que ridículo hubiera parecido increíble. Se hubiera pensado que un escritor que habla de lo que gana con sus libros, lo hace como diciendo: “Yo sé que lo que escribo es malo, pero lo hago por razones comerciales, o porque tengo que mantener a mi familia”. De modo que yo veo esa actitud casi como una forma de la modestia. O de la mera tontería. Sobre la métrica Me resulta más difícil escribir versos libres. Porque si no hay una especie de ímpetu interior, no pueden hacerse. En cambio, la métrica regular es una cuestión de cierta paciencia, de aplicación… Una vez que usted ha escrito un verso, eso lo obliga a ciertas rimas, el número de rimas no es infinito, las rimas que pueden usarse sin incongruencia son


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pocas… Es decir, cuando yo tengo que fabricar algo, fabrico un soneto, pero no podría fabricar un poema en verso libre. Sobre el género de la novela (En una de las entrevistas, Borges dijo que este género estaba destinado a desaparecer) No, nunca pensé en escribir novelas. Yo creo que si empezara a escribir una novela, me daría cuenta de que se trata de una tontería y que no la llevaría hasta el fin. Posiblemente esto sea una invención de mi haraganería. Pero creo que Conrad y Kipling han demostrado que un cuento corto –no demasiado corto–, lo que podríamos llamar long short story, puede contener todo lo que contiene una novela, con menos fatiga para el lector. La ventaja esencial que le veo es que el cuento puede ser abarcado de un solo vistazo. En cambio, en la novela se nota más lo sucesivo. Y luego está el hecho de que una obra de trescientas páginas no puede prescindir de ripios, de páginas que sean meros nexos entre una parte y otra. En cambio, en un cuento, todo puede ser esencial, o más o menos esencial, o –digamos–, puede parecerse más a lo esencial. Creo que hay cuentos de


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Kipling que son tan densos como una novela, o de Conrad, también. Es verdad que no son demasiado cortos. Sobre la haraganería del escritor Es que la obra de un escritor está hecha de haraganerías. El trabajo esencial del escritor consiste en distraerse, en pensar en otra cosa, en fantasear, en no apresurarse para dormir, sino imaginar algo… Y luego viene la ejecución, que ya es el oficio. Es decir, no creo que sean incompatibles las dos cosas. Además, creo que cuando uno está escribiendo algo más o menos bueno, uno no lo siente como una tarea, lo siente como una distracción. Una distracción que no excluye la inteligencia, como tampoco la excluye el ajedrez, que me agrada mucho y que me gustaría saber jugar. Siempre he sido un mal ajedrecista. Sobre la publicación La imagen que yo dejaré cuando me haya muerto –ya dijimos que eso es parte de la obra de un poeta, y, quizá, la más importante–, no sé exactamente cuál será, no sé si me verán con indulgencia, con indiferencia o con hostilidad. Desde luego, eso me importa muy poco ahora:


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lo que sí me importa no es lo que he escrito sino lo que estoy escribiendo y lo que voy a escribir. Y creo que eso le ocurre a todo escritor. Dijo Alfonso Reyes que uno publicaba lo que había escrito para no pasarse la vida corrigiéndolo: uno publica un libro para dejarlo atrás, uno publica un libro para olvidarlo. Consejos a escritores jóvenes Yo le aconsejaría a ese joven imaginario que estudiara los clásicos que no tratara de ser moderno, porque ya lo es; que no tratara de ser un hombre de otra época, de ser un clásico, porque, indudablemente, no puede serlo, ya que irreparablemente es un joven del siglo XX. Y luego, al cabo de un tiempo, le aconsejaría también el estudio de los clásicos de nuestra lengua.


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CÓMO NACE UN TEXTO JORGE LUIS BORGES


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Empieza por una suerte de revelación. Pero uso esa palabra de un modo modesto, no ambicioso. Es decir, de pronto sé que va a ocurrir algo y eso que va a ocurrir puede ser, en el caso de un cuento, el principio y el fin. En el caso de un poema, no: es una idea más general, y a veces ha sido la primera línea. Es decir, algo me es dado, y luego ya intervengo yo, y quizá se echa todo a perder. En el caso de un cuento, por ejemplo, yo conozco el principio, el punto de partida, conozco el fin, conozco la meta. Pero luego tengo que descubrir, mediante mis muy limitados medios, qué sucede entre el principio y el fin. Y luego hay otros problemas a resolver. Por ejemplo, si conviene que el hecho sea contado en primera persona o en tercera persona. Luego, hay que buscar la época; ahora, en cuanto a mí, eso es una solución personal mía, creo que para mí lo más cómodo viene a ser la última década del siglo XIX. Elijo, si se trata de un cuento porteño, lugares de las orillas, digamos, de Palermo, digamos de Barracas, de Turdera. Y la fecha, digamos 1899, el año de mi nacimiento, por ejemplo. Porque, ¿quién puede saber, exactamente, cómo hablaban aquellos orilleros muertos?: nadie. Es decir, que yo puedo proceder con comodidad. En cambio, si un escritor elige un tema contemporáneo, entonces ya el lector se convierte en un inspector y resuelve: No, en tal barrio no se habla así, la gente de tal clase no usaría tal o cual expresión.


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El escritor prevé todo esto y se siente trabado. En cambio, yo elijo una época un poco lejana, un lugar un poco lejano, y eso me da libertad, y ya puedo fantasear o falsificar, incluso. Puedo mentir sin que nadie se dé cuenta, y sobre todo, sin que yo mismo me dé cuenta, ya que es necesario que el escritor que escribe una fábula, por fantástica que sea, crea, por el momento, en la realidad de la fábula.


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¿TODO CUENTO ES UN CUENTO CHINO? GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


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Escribir una novela es pegar ladrillos. Escribir un cuento es vaciar en concreto. No sé de quién es esa frase certera. La he escuchado y repetido desde hace tanto tiempo sin que nadie la reclame, que a lo mejor termino creyendo que es mía. Hay otra comparación que es pariente pobre de la anterior: el cuento es una flecha en el centro del blanco y la novela es cazar conejos. En todo caso esta pregunta del lector ofrece una buena ocasión para dar vueltas una vez más, como siempre, sobre las diferencias de dos géneros literarios distintos y sin embargo confundibles. Una razón de eso puede ser el despiste de atribuirle las diferencias a la longitud del texto, con distinciones de géneros entre cuento corto y cuento largo. La diferencia es válida entre un cuento y otro, pero no entre cuento y novela. El cuento más corto que conozco es del guatemalteco Augusto Monterroso, reciente premio Príncipe de Asturias. Dice así: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Nada más. Hay otro de LAS MIL Y UNA NOCHES, cuyo texto no tengo a la mano, y que me produce retortijones de envidia. Es el cuento de un pescador que le pide prestado un plomo para su red a la mujer de otro pescador, con la promesa de regalarle a cambio el primer pescado que saque, y cuando ella lo recibe y lo abre para freírlo le encuentra en el estómago un diamante del tamaño de una almendra.


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Más que el cuento mismo, alucinante por su sencillez, éste me interesa ahora porque plantea otro de los misterios del género: si la que presta el plomo no fuera una mujer sino otro hombre, el cuento perdería su encanto: no existiría. ¿Por qué? ¡Quién sabe! Un misterio más de un género misterioso por excelencia. Las NOVELAS EJEMPLARES de Cervantes son de veras ejemplares, pero algunas no son novelas. En cambio Joseph Conrad escribió LOS DUELISTAS, un cuento también ejemplar con más de ciento veinte páginas, que suele confundirse con una novela por su longitud. El director Ridley Scott lo convirtió en una película excelente sin alterar su identidad de cuento. Lo tonto a estas alturas sería preguntarnos si a Conrad le habría importado un pito que lo confundieran. La intensidad y la unidad interna son esenciales en un cuento y no tanto en la novela, que por fortuna tiene otros recursos para convencer. Por lo mismo, cuando uno acaba de leer un cuento puede imaginarse lo que se le ocurra del antes y el después, y todo eso seguirá siendo parte de la materia y la magia de lo que leyó. La novela, en cambio, debe llevar todo dentro. Podría decirse, sin tirar la toalla, que la diferencia en última instancia podría ser tan subjetiva como tantas bellezas de la vida real. Buenos ejemplos de cuentos compactos e intensos son dos joyas del género: "La pata de mono", de W.W. Jacobs, y "El hombre en la calle",


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de Georges Simenon. El cuento policíaco, en su mundo aparte, sobrevive sin ser invitado porque la mayoría de sus adictos se interesan más en la trama que en el misterio. Salvo en el muy antiguo y nunca superado EDIPO REY, de Sófocles, un drama griego que tiene la unidad y la tensión de un cuento, en el cual el detective descubre que él mismo es el asesino de su padre. El cuento parece ser el género natural de la humanidad por su incorporación espontánea a la vida cotidiana. Tal vez lo inventó sin saberlo el primer hombre de las cavernas que salió a cazar una tarde y no regresó hasta el día siguiente con la excusa de haber librado un combate a muerte con una fiera enloquecida por el hambre. En cambio, lo que hizo su mujer cuando se dio cuenta de que el heroísmo de su hombre no era más que un cuento chino pudo ser la primera y quizás la novela más larga del siglo de piedra. No sé qué decir sobre la suposición de que el cuento sea una pausa de refresco entre dos novelas, pero podría ser una especulación teórica que nada tiene que ver con mis experiencias de escritor. Tanteando en las tinieblas me atrevería a pensar que no son pocos los escritores que han intentado los dos géneros al mismo tiempo y no muchas veces con la misma fortuna en ambos. Es el caso de William Somerset Maugham, cuyas obras –como las de Hemingway– son más conocidas por el cine. Entre sus cuentos numerosos no se puede olvidar "P&O" –siglas de la compañía


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de navegación Pacific and Orient– que es el drama terrible y patético de un rico colono inglés que muere de un hipo implacable en mitad del océano Índico. Ernest Hemingway es un caso similar. Tan conocido por el cine como por sus libros, podría quedarse en la historia de la literatura sólo por algunos cuentos magistrales. Estudiando su vida se piensa que su vocación y su talento verdaderos fueron para el cuento corto. Los mejores, para mi gusto, no son los más apreciados ni los más largos. Al contrario, dos de ellos son de los más cortos –"Un canario para regalo" y "Un gato bajo la lluvia"–, y el tercero, largo y consagratorio, "La breve vida feliz de Francis Macomber". Sobre la otra suposición de que el cuento puede ser un género de práctica para emprender una novela, confieso que lo hice y no me fue mal para aprender a escribir EL OTOÑO DEL PATRIARCA. Tenía la mente atascada en la fórmula tradicional de CIEN AÑOS DE SOLEDAD, en la que había trabajado sin levantar cabeza durante dos años. Todo lo que trataba de escribir me salía igual y no lograba evolucionar para un libro distinto. Sin embargo, el mundo del dictador eterno, resuelto y escrito con el estilo juicioso de los libros anteriores, habrían sido no menos de dos mil páginas de rollos indigestos e inútiles. Así que decidí buscar a cualquier riesgo una prosa comprimida que me sacara de la trampa académica para invitar al lector a una aventura nueva.


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Creí haber encontrado la solución a través de una serie de apuntes e ideas de cuentos aplazados, que sometí sin el menor pudor a toda clase de arbitrariedades formales hasta encontrar la que buscaba para el nuevo libro. Son cuentos experimentales que trabajé más de un año y se publicaron después con vida propia en el libro de La cándida Eréndira: "Blacamán el bueno vendedor de milagros", "El último viaje del buque fantasma", que es una sola frase sin más puntuación que las mínimas comas para respirar, y otros que no pasaron el examen y duermen el sueño de los justos en el cajón de la basura. Así encontré el embrión de EL OTOÑO..., que es una ensalada rusa de experimentos copiados de otros escritores malos o buenos del siglo pasado. Frases que habrían exigido decenas de páginas están resueltas en dos o tres para decir lo mismo, saltando matones, mediante la violación consciente de los códigos parsimoniosos y la gramática dictatorial de las academias. El libro, de salida, fue un desastre comercial. Muchos lectores fieles de CIEN AÑOS... se sintieron defraudados y pretendían que el librero les devolviera la plata. Para colmo de peras en el olmo la edición española se desbarataba en las manos por un defecto de fábrica, y un amigo me consoló con un buen chiste: "Leí el otoño hoja por hoja". Muchos persistieron en la lectura, otros la lograron a medias y con el tiempo quedaron suficientes cautivos para que no me diera pena seguir en el


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oficio. Hoy es mi libro más escudriñado en universidades de diversos países, y las nuevas generaciones pueden leerlo como si fuera el crepúsculo de un Tarzán de doscientos años. Si alguien protesta y lo tira por la ventana es porque no le gusta pero no porque no lo entienda. Y a veces, por fortuna, no ha faltado alguien que lo recoja del suelo.


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DOCE CONSEJOS PARA ESCRITORES GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


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1 Una cosa es una historia larga, y otra, una historia alargada. 2 Un escritor puede escribir lo que le de la gana siempre que sea capaz de hacerlo creer. 3 No creo en el mito romántico de que el escritor debe pasar hambre, debe estar jodido, para producir. 4 Es más fácil atrapar un conejo que un lector. 5 El final de un reportaje hay que escribirlo cuando vas por la mitad. 6 Hay que empezar con la voluntad de que aquello que escribimos va a ser lo mejor que se ha escrito nunca, porque luego siempre queda algo de esa voluntad.


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7 Cuando uno se aburre escribiendo el lector se aburre leyendo. 8 No debemos obligar al lector a leer una frase de nuevo. 9 El lector recuerda más cómo termina un artículo que cómo empieza. 10 Se escribe mejor habiendo comido bien y con una máquina eléctrica. 11 El deber revolucionario de un escritor es escribir bien. 12 Durante mucho tiempo me aterró la página en blanco. La veía y vomitaba. Pero un día leí lo mejor que se escribió sobre ese síndrome. Su autor fue Hemingway. Dice que hay que empezar, y escribir y


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escribir hasta que de pronto uno siente que las cosas salen solas, como si alguien te las dictara al oído, o como si el que las escribe fuera otro. Tiene razón: es un momento sublime.


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DECÁLOGO MÁS UNO PARA ESCRITORES PRINCIPIANTES JUAN CARLOS ONETTI


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I No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo. II No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo. III No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda. IV No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético. V No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar. VI No sigan modas, abjuren del maestro sagrado


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antes del tercer canto del gallo. VII No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, hoy son genios. VIII No olviden la frase, justamente famosa: 2 más dos son cuatro; pero ¿y si fueran 5? IX No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario. X Mientan siempre. XI No olviden que Hemingway escribió: "Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer".


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CUANDO ME PONGO A ESCRIBIR

Fragmentos de entrevistas con Eduardo Galeano y María Esther Gilio JUAN CARLOS ONETTI


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1 Yo escribo por ataques: a veces me paso meses y meses y no se me ocurre nada, pero siempre sé que va a volver, que siempre volverá. Y vuelve: en el momento más inesperado, el tema llega y lo domina a uno. Cuando uno se pone a buscar el tema, como hacen algunos que no quisiera nombrar, pensando que está bien escribir esto y mal esto otro, entonces uno no es un artista. Podrá ser un correcto escritor, pero no un artista. 2 María Esther Gilio: ¿Escribe con un plan que elabora previamente? ¿Sabe exactamente adónde va a llegar? Onetti: Sé qué va a pasar. No sé cómo va pasar. Si supiera cómo va a pasar no lo escribiría. MEG: ¿Quiere decir que verdaderamente escribe para usted? ¿Que en una isla desierta escribiría? Onetti: Escribiría. 3 MEG: Había pensado preguntarle algo tan poco íntimo como su posición frente a la literatura comprometida. Onetti: Eso acaba de inventarlo. MEG: Aun así vale la pena que me conteste. Onetti: Creo que no hay más compromiso que el que uno acepta tácitamente cuando se pone a


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trabajar o jugar. Es un compromiso con uno mismo. Se trata siempre de escribir lo mejor que nos sea posible; con total sinceridad, sin pensar nunca en los hipotéticos fulanos que van a leernos. MEG: Se identifica con el protagonista de EL POZO cuando éste decía: "Soy un hombre solitario que fuma en un sitio cualquiera de la ciudad"? Onetti: Sí, con éste y con muchos otros protagonistas. ¿Tampoco le contaron que el arte es una eterna confesión? 4 MEG: Usted dijo, no recuerdo ahora dónde, que “escribir es mi vicio, mi pasión y mi desgracia”. Entiendo vicio y pasión pero, ¿por qué desgracia? Onetti: ¿Por qué? Porque es como una condena a la que no puedo escapar. Quiera o no quiera, tengo que hacerlo. Me guste o no me guste. Estoy leyendo un libro que me absorbe totalmente y quiero seguir leyendo. Pero algo, vaya a saber qué, me obliga a dejar el libro y ponerme a escribir. MEG: Hablemos justamente de eso, de cuando escribe. Usted ha tenido temporadas de escribir bebiendo y de escribir sin beber. ¿Cuál es el resultado en un caso y otro? Onetti: La cosa no es tan simple. A veces tomo una copa de vino, me vienen ganas de escribir y escribo furiosamente. Otras veces escribo sin ningún estímulo. MEG: Lo que quiero saber es si hay diferencias


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entre un caso y otro. Onetti: Cuando yo dejo un papel es porque estoy contento con él, si no lo rompo y se acabó. Ahora, cuando bebo un poco, me siento más desinhibido. Pero cuando escribo nunca bebo demasiado. Si bebiera demasiado no podría escribir. En Buenos Aires cortaba mucho el vino con agua. Yo creo que más que buscar un efecto, todo eso tiene que ver con la oralidad. No puedo estar sin tener algo en la boca. MEG: Eso es evidente: no ha parado de fumar ni un minuto y no hay ninguna instantánea suya en que no esté con un cigarrillo en la mano. Onetti: Mire, en definitiva, lo único que tiene importancia es que cuando me pongo a escribir es la hora de la verdad y todo lo demás me importa un comino. Vivo con los personajes, los quiero. Nada que no tenga que ver con ellos me interesa. Van, vienen, los manejo, me manejan. Los quiero, los quiero.


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INFORMACIÓN ADICIONAL JORGE LUIS BORGES José García Nieto. “Consejos de Borges a un escritor joven”. LECTURAS DOMINICALES, Bogotá, 22 de mayo de 1977. (Encarte del diario EL TIEMPO). José García Nieto (1914 – 2001). Poeta español ganador del Premio Miguel de Cervantes 1996. Rita Guibert (1916 – 2007). Escritora, periodista y traductora estadounidense, nacida en Buenos Aires. Ronald Christ (1936). Profesor de literatura y traductor estadounidense. Fernando Sorrentino. “Reflexiones y consejos sobre literatura”. En 1972, Sorrentino entrevistó a Borges durante siete tardes, en una habitación de la Biblioteca Nacional argentina, en Buenos Aires. El resultado fue un libro titulado SIETE CONVERSACIONES CON JORGE LUIS BORGES. Los textos presentados son fragmentos de dicho libro, en los que Borges habla sobre la escritura y el mundo literario. Los obtuvimos de CULTURAMAS, revista de información cultural en internet, Madrid, 23 de abril de 2014.


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Fernando Sorrentino (1942). Escritor y profesor de literatura argentina, nacido en Buenos Aires. “Cómo nace un texto”. Ignoramos su procedencia. Lo hemos bajado del excelente espacio CIUDAD SEVA, hogar electrónico del escritor puertorriqueño Luis López Nieves. Lectura recomendada: FICCIONES (cuentos). GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ “¿Todo cuento es un cuento chino? Revista CAMBIO, de Colombia. Publicado el 24 de julio de 2000, entre las páginas 80 y 82. Este artículo pertenece a una serie en la que el autor contesta a preguntas de los lectores de dicha revista. La carta donde se formula la pregunta que da pie al artículo es la siguiente: Señor don Gabriel García Márquez: ¿Qué son para usted los cuentos? Unas veces uno piensa que en su caso son un tiempo de refresco entre una novela y la siguiente. O, como ocurre con algunos escritores, un género de práctica para el género mayor, que es la novela. No escondo más la verdadera pregunta: ¿Sus lectores podemos esperar un nuevo libro de cuentos? Adalberto Valdez. San Juan, Puerto Rico.


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La respuesta ofrecida por García Márquez contaba con una post data: P.D. Sobre su verdadera pregunta –como usted dice– no sé si los lectores podrán esperar, pero yo sí pienso publicar otro libro de cuentos. Son tres de unas cincuenta páginas cada uno. Me falta todavía una revisión a fondo de dos terminados y acabar de escribir el tercero. Todavía no tengo un título para el libro, ni pienso publicarlo antes del primer tomo de mis memorias. Que por cierto no terminé de escribirlo hoy por el grato compromiso de contestar estas preguntas. Qué vaina, ¿no? En el blog CÓMO ESCRIBIR TU NOVELA han recopilado “Doce consejos de Gabriel García Márquez sobre el arte de escribir”. El texto que reproducimos apareció en dicho espacio el 29 de septiembre de 2013. Lectura recomendada: CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA (novela) JUAN CARLOS ONETTI Aunque este “Decálogo más uno” es citado en cientos de espacios de la red, nadie menciona su procedencia. Tampoco la hemos hallado en libros, por lo que sólo queda reseñar la ausencia de tal dato.


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Cuando me pongo a escribir. Fragmentos de entrevistas con Eduardo Galeano y María Esther Gilio. 1 Eduardo Galeano. "Onetti, el áspero", MARCHA, Montevideo, 12 de enero de 1962. 2 María Esther Gilio. "Un monstruo sagrado y su cara de bondad", LA MAÑANA, Montevideo, 20 de agosto de 1965. 3 María Esther Gilio. "Onetti y sus demonios interiores", MARCHA, Montevideo 1 de julio de 1966. 4 María Esther Gilio. "Tiempo de nostalgia", REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO, No. 4, agosto de 1981. Eduardo Galeano (1940 – 2015). Escritor y periodista uruguayo, nacido en Montevideo. María Esther Gilio (1928 – 2011). Escritora, periodista y abogada uruguaya, nacida en Montevideo. Lectura recomendada: EL POZO (novela)


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ÍNDICE Jorge Luis Borges Consejos a un joven escritor 4 Reflexiones y consejos sobre literatura 9 Cómo nace un texto 16

Gabriel García Márquez ¿Todo cuento es un cuento chino? 19 Doce consejos sobre el arte de escribir 26

Juan Carlos Onetti Decálogo más uno para escritores principiantes 30 Cuando me pongo a escribir 33

Información adicional


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Portada y diseño: Armando José Sequera Valencia, Venezuela, 2016

Obra de distribución gratuita. Se prohíbe su venta. La colección Tallerismos se nutre de textos obtenidos en espacios públicos de la red. Su propósito es absolutamente pedagógico, en modo alguno pecuniario.


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JORGE LUIS BORGES Buenos Aires, 1899 – Ginebra, 1986. Escritor argentino, uno de los más importantes del continente americano. Autor de notables cuentos, poemas y ensayos. Premio Miguel de Cervantes 1979.

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Aracataca 1927 – Ciudad de México 2014. Escritor colombiano, autor de Cien años de soledad, el libro más célebre y celebrado del siglo XX en el mundo. Premio Nobel de Literatura 1982.


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Juan Carlos Onetti Montevideo 1909 – Madrid 1994. Escritor uruguayo, uno de los más originales en lengua castellana, aunque no ha obtenido todo el reconocimiento que merece. Premio Miguel de Cervantes 1980.

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