El vendedor de patillas

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© textos e ilustraciones: lizardo carvajal © Fundación Editorial el perro y la rana, 2012 Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio, Caracas - Venezuela, 1010. Teléfonos: (58-0212) 7688300 - 7688399 correos electrónicos: comunicacionesperroyrana@gmail.com atencionalescritorfepr@gmail.com páginas web: www. elperroylarana.gob.ve www. mincultura.gob.ve Redes sociales Facebook: Editorialelperroylarana Twitter: @perroyranalibro

Diseño de colección: Mónica Piscitelli Edición: edgar abreu Diagramación: jairo noriega mpresión: 2015 hecho el depósito de ley depósito legal: lf40220158001191 |sbn: 978-980-14-2394-2 |

MPRESO EN LA REPúBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

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Lizardo Carvajal

El vendedor de patillas



colección caminos del sur Hay un universo maravilloso donde reinan el imaginario, la luz, el brillo de la sorpresa y la sonrisa espléndida. Todos venimos de ese territorio. En él la leche es tinta encantada que nos pinta bigotes como nubes líquidas; allí estuvimos seguros de que la luna es el planeta de ratones que juegan a comer montañas, descubrimos que una mancha en el mantel de pronto se convertía en caballo y que esconder los vegetales de las comidas raras de mamá, detrás de cualquier escaparate, era la batalla más riesgosa. Esta colección mira en los ojos de niños y niñas el brinco de la palabra, atrapa la imagen del sueño para hacer de ella caramelos y nos invita a viajar livianos de carga en busca de caminos que avanzan hacia realidades posibles. El gallo pelón es la serie que recoge tinta de autoras y autores venezolanos; el lugar en el que se escuchan voces trovadoras que relatan leyendas de espantos y aparecidos de nuestras tierras, la mitología de nuestros pueblos indígenas y todo canto inagotable de imágenes y ritmos. Los siete mares es la serie que trae colores de todas las aguas; viene a nutrir la imaginación de nuestros niños y niñas con obras que han marcado la infancia de muchas generaciones en los cinco continentes.



Para mi hija LĂşa



—Ahora te amo dos veces más —le dije. —Ahora yo tengo dos corazones para amarte —me contestó. Después, salí a trabajar.


En la ma帽ana, le铆 en el peri贸dico que un granjero de Shikoku invent贸 una manera de hacer patillas cuadradas.


Cuando es muy peque単a, el granjero mete la patilla en una caja de cristal.


Cuando crece, la joven patilla comienza a quedar prisionera.


Las hermosas curvas de la patilla se convierten en un cubo.


Al ďŹ nal, miles de patillas del mismo tamaĂąo y de la misma forma van a parar al supermercado.


Una sola de esas patillas vale lo que cuestan 300 patillas redondas, como las que yo vendo.


Si yo cultivara patillas cuadradas, seguramente no estarĂ­a siempre corriendo detrĂĄs de las patillas que resbalan y se van rodando por las calles.


Y tal vez tendrĂ­a mucho dinero.


Pero me gustan las patillas asĂ­: redondas, curvas.


Me imagino lo triste que debe ser un pedazo de patilla cuadrada.


Me gusta la risa de las patillas porque alegran los dĂ­as en los que nadie compra.


Esto de las patillas me recuerda la historia de Petro Cuadrado.


Su historia comienza como la de cualquier ni帽o, cuando en el 贸vulo circular entr贸 un espermatozoide de cola larga.


Si los óvulos fueran cuadrados, no existiría Petro Cuadrado, ni ningún otro niño.


Petro otaba feliz dentro de la cålida barriga de su mamå, como otan las estrellas en el cielo redondo de las noches de verano.


Pero cuando Petro Cuadrado nació, lo metieron en una incubadora de vidrio, como a las patillas de Shikoku. —¿Por qué ha nacido deforme? —preguntaba su padre angustiado, al verlo tan redondito.


Después, la vida de Petro no cambiaría mucho, pues habitaría una eterna sucesión de espacios cuadrados.


Petro pronto aprendió que con un rectángulo podía encender una caja cuadrada para entretenerse.


Despu茅s, en el colegio, Petro aprendi贸 en un sal贸n rectangular, frente a un tablero cuadrado y dibuj贸 en cuadernos con hojas cuadriculadas.


Aunque Petro Cuadrado habĂ­a nacido en Ciudad Cubo, no todo en su vida era rectangular. Claro, habĂ­a cosas maravillosas y redondas como las pelotas de fĂştbol y...


...las ruedas de las bicicletas. Pero pronto esos objetos comenzarĂ­an a importarle menos.


Un d铆a, Petro Cuadrado comenz贸 a notar una terrible trasformaci贸n; a sus manos comenzaron a salirles esquinas.


Despu茅s, su cabeza comenz贸 a volverse un cubo.


...hasta que todo su cuerpo se transform贸 en cuadrados.


De tanto formarse y estudiar, recibi贸 un diploma cuadrado, como muchos otros j贸venes ese d铆a.


Petro Cuadrado consiguió empleo en las oficinas de una fábrica de dados, donde trabajaba en cubículos y marcaba una tarjeta cuadrada al entrar y al salir.


Petro aprendiĂł que, si trabajaba mucho, podĂ­a tener una tarjeta rectangular, con la que podrĂ­a comprar muchas cosas, como patillas cuadradas.


¡Qué extraña obsesión con el cuadrado tiene la gente de Ciudad Cubo!


Petro Cuadrado por fin encontró al amor de su vida...


...y firmó papeles cuadrados para amar.


—Querida, parece que estás enferma, mira lo deforme que tienes la barriga —le dijo un día asustado a su esposa. Petro no sabía que iba a ser papá.


—¿Y si nace con curvas? —se preguntaban preocupados todas las noches.


Lo que no sabĂ­an era que nuestras semillas, como las semillas de la patilla, siempre producirĂĄn hombres y patillas redondas.


Y as铆, el ritual de las vidas cuadradas se perpetu贸, no solo para Petro, sino para todos los habitantes de Ciudad Cubo.


DespuĂŠs, ya viejos, sentados frente a una ventana rectangular, tratarĂĄn de mirar la redondez del mundo, pero ya no podrĂĄn.


Tratarรกn de hacer rodar la pelota, pero no girarรก.


Las llantas de la bicicleta serรกn dos marcos anclados en el piso.


LlorarĂĄn y del fondo de sus ojos brotarĂĄ una gotita esfĂŠrica de agua salina, como el mar redondo.


Petro Cuadrado murió y un documento cuadrado certificó que de verdad había muerto.


En su entierro lo metieron en una caja de madera. Cuentan que esa noche salió la luna llena más grande que nunca antes Ciudad Cubo había visto.


Me gusta tocar guitarra en las noches de luna llena.


Creo que si la guitarra no tuviera curvas su sonido no serĂ­a tan hermoso.


Y si la luna fuera cuadrada las estrellas no se atreverĂ­an a salir.


Sencillamente, hay cosas en la vida que no pueden ser cuadradas.


Sé que cuando mi hijo nazca, algún notario agregará un cuadrito a las estadísticas de población nacional.


El día que nazca mi hijo, sentiré un amor que me dirá con certeza: hoy nuestro círculo es más grande.






5.000 ejemplares Este libro se termin贸 de imprimir en la Fundaci贸n Imprenta de la Cultura en el mes de junio de 2015 guarenas - Venezuela



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