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Le Flaneur

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Raphael Baekeland

Raphael Baekeland

Somos rostros sin rostros

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Por Isabel Rosas Martín Del Campo

@Arq.IsabelRosas Isabel.Rosas.arquitectas.consultoras@outlook.com

HHace meses que no sé de él. La última vez que estuve a su lado fue tan amarga como el árbol de limones que está sembrado en este parque. Aquí la gente pasa sin mirarte y ya no sabes si te sonríe o está igual de quimérica como hoy lo estoy yo. Nos hemos convertido en rostros sin rostros. Ahora seremos adivinadores de los sentimientos ocultos tras las telas multicolores que soportan la inhalación y exhalación de un aire que ya pide auxilio; confinado como lo estamos todos.

Así se vino su presencia a mí, pues recordé aquellas tardes donde el autoexilio era un premio. Hoy, en cambio, semiconfinados, nos miramos a los ojos esperanzados a poder volar como antes lo hacíamos sin imaginar que también se puede volar sin alas y… ¡volábamos! “Llévame en un beso donde nace el infinito” dice la letra de la canción que escucho en mis audífonos y pienso que puedo traerlo a él, aquí mismo, con mi sola imaginación. Hoy imaginamos los rostros de todos, “por esta lejanía que nos quiere derribar”. Una larga espera nos espera como incógnitas de una suerte que no termina de nacer. Los árboles siguen creciendo sonrientes, los arbustos siguen floreando, teniendo sus romances y algarabías con las mariposas y los colibríes. Mientras nosotros permanecemos agazapados pensando que nos podemos hacer daño si volvemos a abrazarnos o a sonreírnos. Que difícil es aceptar, el ayer de la sonrisa libre y del abrazo entregado con cariño uno o con pasión otro.

Los gatos siguen maullando en los tejados sus amoríos y los perros continúan olfateándose el rabo para reconocerse. Las ratas siguen viviendo hacinadas, los hormigueros y las colmenas nos enseñan sus microciudades organizadas y nosotros aquí sin poder estar como permanecen en los demás seres sus vidas.

Continuaré mi camino, esta banca ya le esta pegando el sol y mi cubrebocas me ahoga la calma de mi introspección. Me pregunto si él me recordará, si también tratará de reconocer mi rostro de entre todos los rostros. Y, de igual forma si yo podré reconocer el suyo. Porque hoy todos los rostros se parecen, realmente lo único que nos distingue es el diseño de nuestro cubrebocas mostrando lo que ahora somos.

Hoy cuál será nuestra victoria, como será la libertad que se atrapa tras el ropaje de telas con cordones amarrados a las orejas. ¿Cuándo podremos arrancarnos estos rostros cansados de esperar el final, para estrenar nuevos con brillantes pupilas enmarcando el brillo que albergarán nuestras sonrisas recién nacidas?

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