Parques PĂşblicos Cristel S. Rosario A. 2011-0108 Laura Espejo F. 2011-0757
Parques publicos Un parque urbano (llamado también jardín público, parque municipal o parque público) es un parque que como bien lo indica su nombre, se encuentra en una región urbana, es de acceso público a sus visitantes y en general debe su diseño y mantenimiento a los poderes públicos, en general, municipales. Regularmente, este tipo de parque incluye en su mobiliario juegos, senderos, amplias zonas verdes, baños públicos, etc, dependiendo del presupuesto y las características naturales; aun así, pueden llegar a recibir millones de visitas anualmente.
El jardín se distingue del parque por el carácter más construido de su paisaje y su vegetación. Otra de sus características es el uso muy notable de plantas extranjeras, a veces incluso vegetación exótica .
Salud, jardines y parques publicos La idea de dotar a la ciudad de jardines, parques y espacios libres viene de la mano del “movimiento higienista” del siglo XIX. Existen precedentes del movimiento ilustrado que incentiva el cultivo de árboles en caminos inmediatos a la ciudad o a sus murallas. Dichos espacios se convirtieron más tarde en importantes lugares de encuentro y de relación social, conocidos como “paseos o alamedas". La industrialización y el crecimiento de la población urbana del 1800, creó serios problemas medioambientales y de salud en la ciudad. Sus habitantes vivían en condiciones precarias e insalubres. Ante ello, el “higienismo” proclamó la necesidad de crear espacios saneados -ventilados, luminosos y soleados- y hábitos de higiene privada y pública para asegurar la salud de la comunidad.
Diversos estudios de la época (topografías médicas) retratan las duras condiciones de vida en las zonas urbanas. Ante los devastadores efectos de las epidemias, el alto índice de mortandad infantil y la baja esperanza de vida, este movimiento intelectual y científico contó con el apoyo de las administraciones locales. En Europa, la adquisición de nuevos terrenos para la ciudad producto del derribo de murallas y las desamortizaciones durante el siglo XIX, permitió aprovechar los jardines ya existentes en palacios y edificios religiosos, así como también construir nuevos espacios públicos arbolados o ajardinados. En Barcelona por ejemplo, el derrumbe de parte de la muralla medieval (iniciado en 1704) dio paso a La Rambla, urbanización tipo paseo arbolado por la antigua riera inmediata a la segunda muralla. La desamortización de la Iglesia y del Convento de los Capuchinos (1848) permitió por su parte la creación de la Plaza Real.
ď‚´ Sin lugar a dudas, el paso definitivo para sellar los jardines y parques como parte de la ciudad se dio con el diseĂąo de los ensanches de las atiborradas ciudades industriales. A partir de ese momento, ya no es posible entender el urbanismo, con sus amplios trazados o con sus grandes reformas urbanas, sin este objetivo de abrir, sanear la ciudad y aportar pulmones a su estructura.