El puerto
Puerto de Badalona, 6:30 de la mañana. El puerto parecía inhóspito, sin ningún tipo de ruido, salvo las pequeñas olas que acariciaban todos y cada uno de los veleros alojados en esas aguas saladas y la fina brisa primaveral que ondeaba sus velas con timidez. Se respiraba total normalidad, sin nada diferente ni sospechoso. Daniel, se despierta cada día a las 7 de la mañana para ir a un trabajo que le sirve para ganarse la vida, pagan pésimamente pero no puede abandonar, el dinero no cae del cielo. Se sienta 9 horas diárias en la misa silla, las mismas paredes que observar, las mismas tareas y los mismos clientes. Sin ningún insignificante cambio, todo a la misma hora y de la misma manera, un día tras otro. La misma rutina una y otra vez.
No podríamos describir a Daniel como un hombre feliz, no tenía amigos y tampoco le interesaba salir mucho del puerto en el que vivía pero podríamos decir que es un hombre con las cosas muy claras y sin demasiadas preocupaciones, un hombre con un estilo de vida propio y muy marcado. 7 de la mañana, suena el despertador. Como siempre,Daniel se levanta después de conseguir parar el pequeño aparato ruidoso que cada mañana le rompe los sueños, se ducha y luego se viste. Saca la bici de su aparcamiento y se dirige, pedaleando, al trabajo. Llega a la tienda y todo continua de la misma manera de siempre, demasiada tranquilidad y sin ninguna novedad que despierte el instinto curioso que cualquier persona lleva guardado esperando. La jornada no presenta ningún cambio respecto a los días anteriores.
Por la noche,como siempre, Daniel regresa, sólo y pedaleando, a su velero. Al entrar le invade la oscuridad y un olor muy intenso y apestoso, que obliga al rostro de Daniel a hacer una mueca de asco, el miedo se apodera de todo su ser. Busca, temblando y tan rápido como le es posible, el interruptor. Ha de encender la luz para poder ver qué o quien está provocando el desagradable olor y comprobar si todo està bien. Eso, que todo está bien, es lo que quiere pensar, a pesar de que en realidad, sabe y es consciente que todo está cambiando y que la acostumbrada rutina en la que vive se está desmoronando, ya nada seguirá igual.
Al abrir la luz, justo en el suelo del barco, tendido, inerte y sin vida se le aparece el cuerpo de un hombre. Daniel se le acerca después de recuperar el aliento y comprueba, pasmado, que se trata de Andrés, su antiguo compañero de piso. Andrés que, después de casi tres años de convivencia, un buen día le dice que ha de hacer las maletas y buscarse otro lugar para vivir ya que su novia Sara se muda a vivir con él. Esa fue la primera vez que Daniel rompió su rutina desde que vivía en Badalona, donde se instaló al dejar la casa de sus padres, y ahora, casi tres años después, Daniel ha de romper su rutina de nuevo y a causa del mismo hombre.
Un temblor lleno de miedo e inseguridad le empieza a subir por las piernas y cuando le llega al cerebro se repite una y otra vez: - ¿Y ahora qué? ¿Qué hago? ¿Qué he de hacer ? ¿ Cómo lo explico ?? No puedo, no puedo, no puedo, … He de hacer algo … Daniel, cálmate y piensa … Mmmmmmmm … Daniel se sienta, se calma, mira el cuerpo sin vida y toma una decisión, ha de deshacerse del cadáver. Abre la nevera, coge una cerveza, bebe unos tragos y, de nuevo calmado y relajado se dirige al timón. Toma rumbo a alta mar. Unas millas mar adentro, cuando ya no se pueden ver las luces de la ciudad, en una noche sin luna, acompañado únicamente por la luz de las estrellas del cielo, Daniel coge el cadáver de su examigo y lo tira por la borda.
Antes de reemprender el camino a casa, lava cuidadosamente todo lo que pueda relacionarse con lo vivido hace un rato en el velero y, cuando se siente seguro, despuĂŠs de comprobar por enĂŠsima vez que todo ha vuelto a la normalidad, gira la embarcaciĂłn, rumbo al puerto.
7 de la mañana, suena el despertador y Daniel ha de empezar una nueva jornada. Se levanta, como siempre, para ir a trabajar y hoy, mientras se afeita, después de la ducha, mira su rostro en el espejo del baño y dibuja una ligera sonrisa diciendo para sí: lo conseguí. FIN.