Silencio | ni sordo, ni mudo (dos capítulos)

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Silencio

NI SORDO, NI MUDO

UNA HISTORIA DE FRANCISCO JAVIER CARMONA SOTO


SILENCIO | ni sordo, ni mudo Una historia de Francisco Javier Carmona Soto Redacción, edición y diseño: Salvador Ernesto Carmona Schönffeldt Arte de portada: Beligerante Retórica Xilografía | Cristián Tapia Bravo Primera edición: Algarrobo | Noviembre 2017 Registro de propiedad intelectual: Nº A-284381 ISBN: 978-956-393-199-0 Impresión: Salviat Impresores Todos los derechos reservados www.laviejaciudad.travel


Presentación Este libro se basa en hechos reales que experimentó Francisco Javier Carmona Soto, mientras vivió y trabajó con personas no oyentes en Santiago de Chile, entre 1959 y 1969. La historia se pudo construir gracias a sus narraciones en vida, archivos que almacenó de aquella época e investigación personal, construyendo un cuento con relatos y personajes ficticios, a partir de una de sus aventuras ocurrida en 1965. A su vez, dejamos algunos nombres originales para homenajear a personas que se la jugaron por la inclusión a lo largo de su vida, tanto en Santiago como en la ciudad argentina de Mendoza. Algunos conceptos y formas de tratar a las personas no oyentes han cambiado en las últimas décadas, pero en el texto se encontrarán las palabras utilizadas en aquel entonces, como “sordomudos” o “alumnos irregulares”, sólo para graficar una etapa histórica. Los diálogos entre los protagonistas del libro se exponen literariamente, pero es clave entender que -en su mayoría- se dan en lengua de señas.


Agradecimientos Agradezco a Liliana Schönffeldt, compañera de Francisco Carmona y madre por más de 40 años, quien recordó anécdotas claves para alimentar la historia, y quien se sumó al apoyo permanente de mi hermano Francisco y de mis hermanas Larissa y Emma, para darse el tiempo de leer esta historia, antes de que llegara al papel. A su vez, dar las gracias a la disposición para recibirme de la Asociación de Sordos de Mendoza y a sus estudios publicados, como el “Breve homenaje en sus setenta años de vida institucional” de Viviana Burad; y, también, a los datos históricos entregados por la Asociación Chilena de Conservación del Patrimonio Ferroviario de Chile.

Salvador Ernesto Carmona Schönffeldt




SILENCIO | NI SORDO, NI MUDO

I Santiago de Chile, invierno de 1965. En mi habitación de la vieja casona de la Escuela de Educación Especial Nº1 para niños sordos, ubicada en calle Gay 1888 -entre República y avenida España- siempre falla una ampolleta de un espejo que me había hecho con luces alrededor. El espejo es similar al que tienen los actores en sus camarines: Soñaba con sacar aplausos en el teatro, representar a Frank Sinatra en un escenario, zapatear como Fred Astaire y bailar un tango en público. Las artes escénicas eran mi pasión. Así también lo creían años atrás mis profesores del liceo Amunátegui, Rubén Sotoconil y Domingo Tessier, quienes eran fundadores del Teatro Experimental de la Universidad de Chile en 1941. Cuando terminé el colegio en 1955 me convencieron de postular a la Escuela de Teatro. Pero, el comité evaluador no creía lo mismo. Querían algo de Shakespeare y no les gustó mi representación de un anciano que se despedía de la vida. Por eso, medio desorientado vocacionalmente y frustrado ante la posibilidad de ser actor, pasé por varios trabajos y breves estudios hasta que en noviembre de 1959, cuando cumplí 22 años, busqué horizontes laborales más estables y llegué a trabajar 11


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a la Escuela de Sordomudos del Barrio República, gracias a una gestión de mi hermano Raúl. Han pasado varias historias desde entonces, ya que no sólo trabajo en la escuela hace seis años, también vivo aquí. Mi dormitorio es amplio, donde, además del espejo, tengo mi cama, una pecera, un escritorio y un antiguo closet. En este tiempo, mientras he intentado perfeccionar la lengua de señas viendo los diálogos de las personas sordas y con libros donde se grafican la posición de las manos para una infinidad de términos, no me cuesta nada convivir con el silencio. La soledad que experimenté tras la muerte de mi padre, cuando yo tenía 7 años, y luego el fallecimiento de mi madre cuando cumplía 15, habían marcado mi niñez. Y la soledad, sí que sabe convivir con el silencio.

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SILENCIO | NI SORDO, NI MUDO

II En la escuela, fundada en octubre de 1852, se busca dar a los niños -que nacieron sin escuchar o que habían perdido la audición con los años- las herramientas para que se pudieran comunicar entre ellos. Además, los iniciamos en algún oficio para que se logren independizar económicamente al momento de ingresar al mundo laboral. Lamentablemente, la escuela centenaria sufre una realidad desoladora. Es un edificio anticuado y antihigiénico, declarado insalubre en 1947 y que no presenta ninguna condición pedagógica, ni en salas, ni en el patio, ni en los talleres. Estas graves falencias se las hice notar a diversos políticos, tras ser elegido presidente del Comité de Funcionarios de la Escuela de Sordomudos, instancia impulsada para mejorar las condiciones del lugar. En las misivas he dado a conocer los graves problemas que tienen los menores internos y aquellos que van por el día a estudiar. Me parece que sufren, ante la actitud negativa y egoísta de las autoridades encargadas de conducir la educación chilena para todos los niños de la patria. Les insisto, permanentemente, que los alumnos irregulares tienen el mismo derecho que los demás para recibir una enseñanza completa, ya que es 13


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obligación del Estado encauzar esta injusticia. Pero, por el contrario, con las políticas educacionales son aislados. No se abren a la posibilidad que los oyentes aprendan la lengua de señas, generando con los años personas inútiles e imposibilitadas de comunicarse entre ellos. A ello se suma que, un gran porcentaje de niños sordos, no cuentan con matrícula, ya que -por espacio- el establecimiento no puede aumentar la dotación, quedando marginados de la posibilidad de estudiar. Si hubiese voluntad política, esta vergonzosa postergación podría ser solucionada. La escuela posee un terreno ubicado en el paradero 29 de la Gran Avenida, donde Helen Keller, activista norteamericana ciega, sorda y muda puso la primera piedra para impulsar un moderno edificio para los niños discriminados. Ella, de quien seguramente se escribirán libros y se harán películas, alguna vez contó que “he visitado talleres donde se explota al obrero… si no lo podía ver, ni escuchar, lo podía oler”.

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