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La historia del Castillo de Leeds, 1150 -1925

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El salón amarillo

El salón amarillo

A diferencia de los castillos de Dover o Rochester, el Castillo de Leeds nunca ha sido un castillo militar ni muy fortificado. Más bien, se ha considerado siempre como un refugio en el campo, un lugar donde relajarse y entretener, donde se permitía residir a invitados importantes y favoritos.

Pocos restos quedan del período medieval, aparte de la casa del guarda, la barbacana y la «Gloriette». Los cimientos de la Gloriette y el patio datan de cuando el castillo era propiedad de Leonor de Castilla. Ambos fueron parcialmente destruidos por un incendio en el siglo XVII y reconstruidos en el siglo XIX. El Castillo de Leeds ha sido propiedad de seis reinas medievales. Leonor de Castilla (circa 1241-1290), esposa de Eduardo I (1239-1307), adquirió el Castillo de Leeds y creó un refugio exótico influenciado por su cultura española. Además de la Gloriette, construyó aviarios e introdujo ruiseñores y cacatúas sicilianas. Después de la muerte de Leonor en 1290, Eduardo I y su segunda esposa, la joven y vivaz, Margarita de Francia (1279-1318), pasaron su luna de miel en el Castillo de Leeds. Eduardo II (1284-1327) prometió el Castillo de Leeds a su esposa, Isabel de Francia (12951358), pero incumplió su promesa y se lo regaló a un favorito. Ella asedió el Castillo de Leeds, desafió la influencia de tales favoritos y gobernó Inglaterra como reina regente tras la muerte de su esposo. Como viuda de Eduardo II, fue propietaria del Castillo de Leeds hasta su muerte. Ana de Luxemburgo (1366-1394) pasó en el Castillo de Leeds la Navidad antes de su boda con Ricardo II (1367-1400). Influenciado por la educación cosmopolita de su esposa, Ricardo creó una corte

Enrique VIII (1491-1547) se hospedó en el castillo en al menos cuatro ocasiones entre 1522 y 1544. Transformó el Castillo de Leeds de un castillo medieval a un lujoso refugio Tudor para su primera esposa, Catalina de Aragón (1485-1536).

nueva y extravagante inspirada en la era de la caballería. Ricardo y Ana residieron en el castillo durante su reinado, usándolo como refugio de las formalidades de la corte. En 1403, Juana de Navarra (1368-1437) contrajo matrimonio en segundas nupcias con el rey Enrique IV (1367-1413). Después de la muerte de este, mantuvo inicialmente buenas relaciones con su hijastro, Enrique V (1386-1422). Sin embargo, decidido a adquirir su considerable fortuna, Enrique acusó a Juana de traición y brujería. Encarcelada en el Castillo de Leeds en dos ocasiones distintas, continuó viviendo con relativa comodidad, como lo demuestra su libro de vestuario. Aunque Juana nunca recibió un juicio formal, el estigma de la brujería subsistió. Enrique se casó con la bella y popular Catalina de Valois (1401-1437), pero murió poco después, dejando a la joven reina viuda. Como madre del futuro rey Enrique VI, mantenía sofisticadas disposiciones domésticas propias. Los romances posteriores de Catalina escandalizaron a la corte pero, finalmente, su matrimonio con Owen Tudor llevó a la creación de la dinastía Tudor. Fue la última reina medieval propietaria del Castillo de Leeds.

El Castillo de Leeds continuó siendo propiedad real hasta 1552. Según los registros que se conservan en el Archivo Nacional, Enrique VIII (1491-1547) se hospedó en el castillo en al menos cuatro ocasiones entre 1522 y 1544. Transformó el Castillo de Leeds de un castillo medieval a un lujoso refugio Tudor para su primera esposa, Catalina de Aragón (1485-1536). Catalina fue prometida a una edad muy temprana a Arturo, príncipe de Gales, hermano mayor del futuro rey Enrique. Viuda en su adolescencia en 1502, su futuro parecía incierto. Finalmente se casó con Enrique en 1509 y se contó entre sus amigos y consejeros más cercanos durante los primeros años de su matrimonio. Con una excelente formación y multilingüe, fue la primera mujer embajadora de la historia europea. Como símbolo de su afectuosa unión, el rey creó una serie de aposentos marcados con el símbolo personal de Catalina, la granada. Este símbolo todavía puede verse grabado en una de las chimeneas del castillo.

Después de la muerte de Enrique, Eduardo VI (15371553), el único hijo varón legítimo de Enrique VIII con su tercera esposa, Juana Seymour (circa 1508-1537), transfirió el título de propiedad del castillo a Sir Anthony St. Leger en 1552. A partir de ese momento, el Castillo de Leeds dejó de ser un lugar de retiro real y quedó en manos privadas hasta 1974.

A lo largo de los años, la situación del castillo sufrió altibajos, prosperando y menguando con la suerte de sus propietarios, por ejemplo, las familias Culpeper y Fairfax. En 1925, el futuro del Castillo de Leeds parecía incierto. La edad de oro de la casa de campo inglesa había llegado a su fin con el estallido de la Primera Guerra Mundial y la muerte de cientos de jóvenes herederos en los campos de batalla de Francia. Los impuestos de la posguerra y los sofocantes derechos de sucesión dieron como resultado un aluvión de ventas de tierras y propiedades. Se demolieron cientos de casas de campo y sus interiores eran vendidos a empresas de reutilización de restos arquitectónicos. Otras casas fueron enviadas a los Estados Unidos, adquiridas por museos públicos o terratenientes adinerados con gusto por el pasado. El Castillo de Leeds, que se encontraba en muy mal estado, bien podría haber sufrido un destino similar sin la oportuna intervención de una rica heredera angloamericana.

Lady Baillie (por entonces la Sra. Wilson Filmer) y su segundo marido, Arthur, compraron el castillo a Fairfax Wykeham Martin en 1926. A pesar de haber dedicado enormes sumas de dinero a reparaciones extensas de la casa del guarda y la Gloriette, y de haber demolido la casa principal de estilo jacobino, reemplazándola por una de estilo Tudor (1822), a principios del siglo XX el castillo se encontraba en ruinas y a la venta.

Con un presupuesto considerable y gran pasión por el pasado, Lady Baillie estaba decidida a crear una elegante casa de campo. Si bien le seducía el romance de la historia de Inglaterra y, en particular, Enrique VIII, también tenía la predileción estadounidense por las comodidades modernas, incluida la electricidad, la calefacción y los buenos sistemas de fontanería. Lady Baillie prefería el «estilo francés» de decoración y contrató a los infl uyentes diseñadores continentales Armand-Albert Rateau y Stéphane Boudin.

En 1931 se divorció de Arthur Wilson Filmer y se casó con Sir Adrian William Maxwell Baillie y en adelante sería conocida como la honorable Sra. Olive, Lady Baillie, un título que conservó hasta su muerte en 1974. Los interiores glamurosos y lujosos que creó en la década de 1930 refl ejan un estilo de vida que contrastaba con la tormenta de la guerra que se avecinaba en Europa.

El Castillo de Leeds es un sobreviviente único del apogeo de la vida y la diversión en las casas de campo de entreguerras. Lady Baillie estaba bien versada en la etiqueta social y el papel de generosa anfi triona estaba grabado en sus genes. Sus salones siempre estaban abiertos a un gran número de conocidos de los que sabía que podía esperar buena conversación y comentarios ingeniosos. Los invitados se unían a ella en la sala de juegos para jugar a la canasta y al bridge con apuestas altas, mientras que la música y el baile tenían lugar en el Salón. Dado que Lady Baillie reconstruyó por completo los interiores del castillo, algunos en estilo medieval, hay poca evidencia física de las épocas anteriores a 1926. Por esta razón, presentamos el castillo tal como era durante el apogeo de las fi estas en la casa en la década de 1930.

lEs invitamos a vEr El Castillo dE lEEds Como huÉspEdEs dE la Casa

Pero les avisamos que su anfi triona, Lady Baillie, es extraordinariamente reservada. Quizás la vean desaparecer por su escalera secreta, o puede que solo la encuentren en su aposento privado viendo una de sus películas favoritas.

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