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s Miriam Ponce (CDMX 1982) Trocha profesional, poeta y mamádelasniñas.

Acuario

Todo resplandecía, lo juro. Todo era movimiento fosforescente. Están vivos cientos de ojos tras los cristales.

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Era abrumador el sonido del mar ficticio: ondas marcadas en el agua.

Y entre todos los peces todas las palabras mi reflejo encontró fuego dentro de un caballo de mar.

Y yo encontré un batiscafo para el abismo propio

Y la respiración de un ajolote negro, tan curioso, como los miles de microscópicos besos suspendidos al rededor.

Urbe posible

Una ballena viene a decirme que nada es imposible. Me monta en su cola y avanza en pleno litoral convertido en avenida. Yo extiendo los brazos y les crecen plumas, siento que poseo el aire. Sobre mi rostro la caricia de las hojas de las palmeras bailan mientras nosotros transitamos por la ciudad de las cosas posibles.

Soy un pinzón azul sobre un cachalote. Ascendemos, estamos solos.

Despertamos en un canto a la metrópoli aterrada.

Queda hacer del dolor una balsa sobre el mar del miedo.

Tomar las cenizas y transformarlas en océano. No queda más que estallar cristales a gritos y después sacar las astillas de las manos como si fueran pétalos rojos, dejar caer lágrimas como tintineo de campanas que no paran, encender veladoras para alumbrar tu camino, pegarle la cabeza al santo para que mude la plegaria a milagro. Amar la muerte, rearmar mi pecho en paisaje de atardecer con palpitantes nubes enmarcadas de sol y una marialuisa de rayos de luna -paspartú nácarhacer de mi lengua el verso más largo del planeta, una lengua con ojos con oídos con tierra y mar de arena, columpiar niñas con el aliento enseñarlas a volar.

Poema de la sal

Arde la sal en la garganta al no parar de masticar los granos frescos de mar. Me pregunto cómo solidifican las olas para poder tener sabor a playa en la mesa.

La sal me quema la lengua minúsculas dosis de veneno deshacen mi saliva.

Después un adormecimiento del cuerpo la sangre densa, taquicardia, cierta punción en el pecho. Pero vuelvo por otro puño mastico despacio oleadas de ansiedad hasta que lloro o comienzo a sudar el mar.

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