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descubriendo el

SUPLEMENTO ESPECIAL DE COLECCION

EL SALVADOR, PRIMERA EDICION, Aテ前 01



contenido //El territorio y el entorno natural ///Estelas y Calendarios ////PERIODOS IMPERIO MAYA /////Las hip贸tesis de la debacle //////Cuando los dioses no escuchan /La Agricultura //La Sociedad de Castas y Linajes ///El papel de las mujeres ////Los sacerdotes /////La guerra /El poder铆o de la naturaleza //Los Dioses ///Magia, adivinaci贸n, y profec铆as ////Los sacrificios humanos /////El juego de pelota


EL TERRITORIO Y EL ENTORNO NATURAL

A

partir del año 292, conforme a las estelas o monumentos de piedra con las cuales acostumbraban a historizar su propia tradición, y hasta el siglo IX, los mayas desplegaron un período de esplendor, el cual dejó su marca sobre otras culturas mesoamericanas. Los especialistas en demografía histórica especulan que a mediados del siglo VIII, en pleno esplendor del Período Clásico, la población maya de las Tierras Bajas pudo haber llegado a los trece millones de habitantes. El territorio de los mayas abarcaba la casi totalidad de Guatemala, el occidente de Honduras, Belice, y los actuales estados de Yucatán, Quintana Roo, Campeche, parte de Chiapas y Tabasco, en México. Se distinguen varias regiones. La meseta de la península del Yucatán, la selva de El Petén en las Tierras Bajas guatemaltecas de la región central, la costa caribeña del oriente de Yucatán, y las Tierras Altas de Guatemala y Chiapas. Durante dos mil años, los mayas lograron desarrollar una sofisticada cultura en un medio ambiente sumamente adverso como la selva tropical de las Tierras Bajas.

Ocuparon un territorio caracterizado por una diversidad ecológica enorme, la cual les proponía distintas exigencias. Las poblaciones de las planicies del norte, cuyo subsuelo está surcado por ríos subterráneos, dependían de la emergencia de cenotes o lagos naturales, y de la acumulación en cisternas, llamadas chultunes. Más al sur el territorio se puebla de ríos, aguadas y pantanos, dando lugar a la región montañosa de Chiapas-Guatemala, y a las regiones costeras. Sin centralización estatal que unifique a las ciudades, los mayas desarrollaron una cultura sumamente homogénea en el tiempo y el espacio. La vida de los mayas fue de base urbana, con un entorno campesino y agrícola. Alrededor de los monumentales edificios políticos y ceremoniales, los palacios y templos, con el frente de sus casas orientadas hacia los puntos cardinales, se ubicaban los barrios de los artesanos, los comerciantes y los agricultores. A continuación se situaban las tierras labradas. El Mayab puede ser percibido como una red continua de viviendas y campos de cultivo, solamente interrumpida por los accidentes topográficos, y anudada por los grandes centros

Monte Albán es un sitio arqueológico localizado a 10 km de la ciudad de Oaxaca de Juárez, capital del estado mexicano del mismo nombre. Monte Albán fue por mucho tiempo la sede del poder dominante en la región de los Valles Centrales de Oaxaca, desde el declive de San José Mogote hasta el ocaso de la ciudad, ocurrido alrededor del siglo IX. El nombre antiguo de esta ciudad fundada por los zapotecos a finales del Preclásico Tardío es objeto de discusiones. De acuerdo con algunas fuentes, el nombre original fue Dani Baá. Se sabe, en cambio, que los mixtecos conocieron la ciudad como Yucucúi


El rey de Copán Uaxaclajuun Ub’aah K’awiil (también conocido como “18 conejo”) fue el decimotercer gobernante de la ciudad estado de Copán (nombre clásico maya Xukpi) de la poderosa civilización maya,

Estelas y Calendarios Gracias al sentido histórico con el cual pensaban el devenir de la vida, los mayas tuvieron una precupación intensa por medir el paso del tiempo. Llevaban registros minuciosos de los grandes acontecimientos políticos y sagrados, las victorias militares decisivas, la fundación de las ciudades, la coronación de los príncipes, y la emergencia de nuevas dinastías. A partir de la observación de los astros elaboraron un complejo y preciso calendario. Conservaron la memoria de los hechos significativos a través de la erección de estelas, monolitos o placas talladas en piedra, que permiten conocer su historia mediante las fechas sumamente exactas que llevan inscriptas, y la información que muestran las imágenes grabadas en la superficie de dichas estelas. No obstante, la tarea de los científicos se complica por la concepción circular

del tiempo que tuvieron los mayas. La estela más antigua fue encontrada en Tikal, y pertenece al año 292 d.C. Conforme a las tradiciones mayas, marca el inicio del Período Cásico o Dinástico. La estela más reciente que se ha hallado corresponde al año 889, y fue descubierta en Uaxactún. Ambas ciudades se encuentran muy próximas, en el actual territorio de Guatemala


PERIODOS IMPERIO MAYA Período Preclásico: 500 a.C. – Siglo III d.C.

Egipto, las edificaciones gigantescas, generalmente las más antiguas, sirvieron entre los mayas para estrechar los lazos sociales entre las grandes concentraciones de población y los gobernantes, en un período signado por cambios políticos y económicos acelerados, y por la consolidación de grandes territorios.

Período Clásico o Dinástico: 292 – 900

El surgimiento de la civilización maya se remonta a cinco siglos antes de Cristo. En cambio, las clasificaciones tradicionales consideran que la historia maya propiamente dicha comenzó mucho después, en el 292 d.C., cuando aparecen definitivamente las estelas conmemorativas con figuras reales, y fechas que los científicos denominan de “serie inicial”.

Las construcciones realzaban la importancia de las ciudades como nuevas entidades políticas, y reforzaban la aceptación del poder de los gobernantes, contribuyendo a la formación de nuevas identidades étnicas y grupales.

El inicio del Período Clásico coincidió con el declive de las ciudades mayas de la zona central de El Petén, la llanura costera, y las Tierras Altas. Algunos especialistas consideran que la erupción del Iiopango produjo una catástrofe que habría arruinado el comercio y la hegemonía política de las ciudades de esa región.

Algunos arqueólogos e historiadores recientes prefieren denominar al Período Preclásico como “Clásico Predinástico”, por detectar anticipadamente una serie de elementos que consideran característicos de la sociedad maya. Durante este período, coincidente con el esplendor de la cultura olmeca que influenció a los mayas, se realizaron las primeras construcciones de piedra, las terrazas, y las pirámides en Uaxactún y Yucatán. Las nuevas ciudades fueron una respuesta al crecimiento demográfico sostenido, y al flujo de migraciones permanente en toda Mesoamérica. En ese contexto se fundaron Cuello, en Belice, y Tikal, al norte del lago Petén Itzá. Simbólicamente, los edificios imponentes cumplían con los objetivos de la nobleza: fortalecían la devoción hacia los grupos dirigientes, facilitaban la integración y la obediencia de nuevas y diferentes poblaciones. Todo ello se desarrollaba en el marco de procesos de creciente concentración del poder y la riqueza. Aparecieron formas de desigualdad y división en castas y clases sociales. La nobleza de las grandes ciudades desplegó un control territorial extenso acompañado del cobro de tributos. Al igual que otras culturas mesoamericanas como Teotihuacán, o las pirámides de

Los hallazgos arqueológicos de piezas de cerámica y obsidiana permiten afirmar que las distintas ciudades comerciaban entre sí, desarrollaban mercados, y tenían activos intercambios. Paulatinamente, se desarrollaron los primeros conflictos por la hegemonía comercial y el control de las rutas de la región

A fines del siglo III se destacaron los centros urbanos del norte, Calakmul, Palenque y Tikal. No fue ajeno al proceso de cambios el inicio de la expansión hacia el sudeste de Teotihuacán, cuyos señores impusieron un nuevo control de las redes comerciales en Mesoamérica. La colaboración entre los científicos provenientes de las ciencias naturales, y los científicos provenientes de las ciencias sociales, ha permitido establecer que la rápida expansión demográfica de los mayas entre el año 550 y el 750 se asoció con un período climáticamente favorable. Durante el siglo VII cobró forma la organización política característica de los mayas. En el siglo IX, el crecimiento demográfico de los mayas norteños experimentó un nuevo salto. La economía en aumento de sus ciudades, y el grado de estabilidad política alcanzado por los reyes y los príncipes, se tradujo en el plano cultural, y en un despliegue mayor de las construcciones urbanas. El apogeo de las ciudades-estado perduraría hasta el siglo siguiente. Gracias a la investigación de las estelas los científicos han establecido tres fases distintas en la historia del Período Clásico o Dinástico: 292 - 633: Durante esta fase ya se habían construido una serie de ciudades mayas muy importantes. La fase se identifica con el estilo de cerámica característico, denominado “Tzakol”.


634-730: Se extendió durante menos de cien años. Los arqueólogos también asocian la fase con el estilo cerámico predominante en la época, llamado “Tepeu”. 731-987: Evidenció el apogeo de los grandes centros urbanos de Palenque, Yaxchilán y Piedras Negras. Durante esta fase se produjo el máximo brillo cultural de los mayas. No se conocen en detalle los procesos sociales y los acontecimientos históricos que provocaron el opacamiento de los mayas del Período Clásico. Los estudios realizados en los últimos años por los especialistas en climas de la antigüedad (paleoambiente), han revelado que una serie de terribles y prolongadas sequías terminaron con el período de bonanza climática. Combinada con factores políticos y sociales, esa situación habría contribuido al colapso de los mayas del Período Clásico, provocando uno de los mayores desastres demográficos de la historia de la humanidad. Las Tierras Bajas del sur, y el centro de la península de Yucatán, fueron muy afectados por el desastre natural y social, impulsando el abandono de las grandes urbes, muy densamente pobladas.

Período P o s tc l á s ico : 900 – 1541

Medio siglo después, al momento de la llegada de los españoles, la espléndida cultura maya había dado lugar a la desorganización social y al olvido de las grandes tradiciones.

Las ciudades del período anterior se habían localizado de manera descentralizada en el sur de México, Guatemala y Honduras. Desde fines del siglo X, las principales urbanizaciones del Postclásico pasaron a concentrarse en la mitad norte de la península de Yucatán.

Los reyes y las grandes instituciones de la sociedad maya habían desaparecido antes de la llegada de los españoles, facilitando la tarea de los conquistadores, quienes lograron el control de la casi totalidad de la península de Yucatán hacia 1541, aunque algunos grupos como los itzá prolongaron su resistencia durante casi dos siglos

Los putunes, grupos mayas de lengua chontal, se trasladaron desde el golfo de México (Campeche y Tabasco) para establecerse en la región central de El Petén. Los putunes serían los constructores de los templos circulares, y de las canchas en forma de hache para el juego de pelota. Se agudizó el proceso de militarización de la sociedad maya, a causa de las guerras permanentes entre las diferentes ciudades y los putunes, quienes habían estado bajo la influencia de los toltecas del Valle Central de México. Impusieron en la región el culto a Quetzalcoatl, rebautizado Kukulkán en lengua maya.

La información proveniente de las estelas mayas refuerza esta hipótesis, agravada por el agotamiento del suelo por la quema de la maleza, un método agrícola que habría vuelto improductiva la tierra.

Hacia el año 978, el grupo de los itzá abandonó la costa sudoeste para instalarse en Chichén, en un lugar de Yucatán que ya había sido ocupado durante el Período Clásico. En ese nuevo territorio fundaron una nueva dinastía.

La expansión demográfica de los siglos anteriores habría superado el límite de tolerancia de los recursos naturales, en las nuevas condiciones climáticas, y con esas técnicas de explotación y organización social de la producción.

Por su parte, los toltecas se establecieron en Mayapán, imponiendo un nuevo control de las rutas comerciales. Un jefe de la familia Xiu, posiblemente proveniente de México, fundó Uxmal. Las tres ciudades, Chichén Itzá, Mayapán y Uxmal formaron la Liga de Mayapán, la cual rigió el mundo maya durante más de dos siglos de extraordinario florecimiento de la cultura y el arte, identificado con el aporte de los toltecas, con cuyo estilo se relacionan los monumentos de Chichén Itzá. La Liga se fracturó en 1194 y las tres ciudades se enfrentaron en una guerra. Medio siglo después, Mayapán derrotó a Chichén Itzá, la destruyó y sometió a su población a la esclavitud, dominando la región durante los próximos doscientos años. En 1441 los mayas de Chichén Itzá triunfaron en una rebelión que culminó con la muerte de toda la familia real de Mayapán, dando paso al derrumbe de las monarquías divinas, y a un período de anarquía y fragmentación en pequeños señoríos.


Las hipótesis de la debacle Antes que a la conquista española, el ocaso de la civilización maya se habría relacionado con sus propios conflictos internos. Al momento de la llegada de los europeos en el siglo XVI, las ciudades mayas ya habían abandonado su período de esplendor y grandeza. La erosión del suelo y la degradación ecológica, el descenso demográfico, y la fragmentación del poder de los reyes del Período Clásico figuran entre la combinación de causas que los especialistas eligen para explicar las repetidas situaciones de crisis que atravesaron las grandes urbanizaciones de esta cultura. A través del estudio de los anillos de los árboles, los especialistas en climas de la antigüedad pudieron determinar que durante el siglo XVI el territorio fue castigado por nuevas y severas sequías. Los mayas eran sumamente dependientes del régimen de lluvias para la práctica de su actividad agrícola.

El desarrollo de estrategias sofisticadas para la acumulación de agua, y la distribución por canales que explotaban las diferencias de la topografía, no fueron suficientes para evitar el desastre, el cual se combinó con la secuencia de pestes terribles que azotaron a Mesoamérica a partir de la conquista. El Hantavirus trasmitido por los roedores, y el “cocoliztli” o tifus, una especie de fiebre hemorrágica, causaron estragos entre 1545 y 1576 en la población indígena. Los infectados morían en el lapso de tres a cuatro días. Si las causas naturales fueron importantes, las causas políticas y sociales fueron la clave. La conquista española multiplicó la catástrofe, la humillación, el sentimiento de derrota, y la destrucción del mundo material y simbólico de los mayas y sus descendientes. Pese a la debacle del siglo XVI, en la actualidad hay importantísimas poblaciones indígenas, herederas de las tradiciones, que mantienen viva la cultura, la lengua, y el pensamiento de los mayas.

Cuando los dioses no escuchan Las crónicas anónimas del Chilam Balam incluyen la descripción y la explicación maya de las causas de la conquista y la derrota. Según ellos, todo habría sucedido porque perdieron la capacidad de comunicarse con los dioses. Una vez más, la suerte de los hombres se libraba en una dimensión cósmica, de la cual habían perdido todo el control. Si los mayas y los otros pueblos americanos sabían perfectamente a qué debían atenerse con sus aliados y enemigos tradicionales, la identidad y el comportamiento de los europeos les eran completamente desconocidos. Los sofisticados sistemas de información que poseían estas sociedades fracasaron por completo ante el desconcierto. Ello aceleró la derrota ante los invasores que estaban en inferioridad numérica. Aunque los presagios fueron inventados posteriormente, la llegada de los españoles estuvo precedida de señales que anunciaban su victoria. Las profecías tuvieron un efecto paralizador y

disminuyeron la capacidad de resistencia ante los invasores. Las grandes civilizaciones originarias del continente americano tuvieron interpretaciones diferentes acerca del carácter divino de los conquistadores. Los incas no lo dudaron, se trataba de dioses. Los aztecas lo creyeron al principio. Ante la pregunta, los mayas respondieron negativamente, considerando a los españoles como meros “extranjeros”, “barbudos”, o a lo sumo “poderosos”, pero nunca dioses. Tzvetan Todorov agrega que los llamaban “comedores de anonas”, el fruto de un árbol que ellos no acostumbraban a consumir. Los Anales de los Cakchichiqueles muestran las dudas iniciales de algunos grupos mayas de Guatemala, rápidamente dejadas de lado. Conforme a Todorov, los españoles fueron vistos en lo fundamental como seres humanos. Los mayas fueron la única de las tres civilizaciones que había padecido una invasión previa. Las crónicas circulares de los mayas, quienes veían todo hecho como una repetición de otro anterior, se limitaron a reemplazar la mención de los ataques toltecas por los españoles.


La Agricultura Obligados a enfrentar un entorno hostil, y la gran variabilidad climática que los sometía a frecuentes sequías, los mayas desarrollaron estrategias muy sofisticadas, y grandes obras de ingeniería para acumular agua, distribuyéndola a través de canales que aprovechaban las diferencias de la topografía. Para disminuir los efectos de la sequía que se prolongaba durante ocho meses, los mayas elegían la proximidad de lagos naturales o cenotes para instalarse, como en Chichén Itzá. Además del maíz cultivaban algodón, frijoles, calabazas, tubérculos y una especie de pita, apta para destilar pulque y extraer fibras

textiles. El cacao es un producto originario de la región maya de Tabasco. Desbrozaban los terrenos a través de la quema de las plantas silvestres, y luego sembraban con la ayuda de un palo puntiagudo que hacía las veces de azada o instrumento de arado. Este sistema produce agotamiento del suelo, de no utilizar fertilizantes. La parcela desmalezada y quemada necesita de seis a diez años para su recuperación. Sin ser esclavos, los campesinos eran considerados “gente inferior” y rendían vasallaje a los señores de la nobleza. Al igual que cada casta contaban con sus propias deidades familiares, relacionadas con la actividad que desarrollaban. En su caso rendían culto a un dios de la agricultura.


La Sociedad de Castas y Linajes

El Halach uinic gobernaba con la ayuda de sus parientes directos, y su cargo era hereditario para asegurar la continuidad y la hegemonía de los linajes principales.

La sociedad maya se organizaba en clanes familiares cerrados. Cada clan estaba integrado por linajes de distinta jerarquía, según la distancia que los separaba del ancestro fundador, muchas veces impuesto a través de la violencia de ciertos grupos sobre otros.

Los miembros de la nobleza, y parientes de segunda línea de los reyes, cumplían distintas funciones. Los bataboob se dedicaban a la percepción de tributos, la administración de justicia, el oficio de escribas, y oficiaban como sacerdotes.

El término ninja, o “casa grande”, designaba a los patrilinajes agrupados en torno a un gran señor. Servía para denominar al edificio principal donde residían los líderes de los clanes.

Peldaños más abajo, siempre al interior de las clases superiores, una diversidad de funcionarios cumplía con distintas funciones. Los ah cuch caboob controlaban el trabajo de los campesinos y las castas inferiores. Los ah holpop eran delegados político-religiosos responsables de organizar las ceremonias y la custodia de los instrumentos musicales. Los tupiles eran oficiales reales y jefes administrativos. Tenían a su cargo imponer el orden al interior de las ciudades.

Los parientes directos del primogénito del fundador del clan ocupaban el lugar más alto en la pirámide social. Los reyes divinos ocupaban la cúspide de la sociedad de castas, seguidos por los sacerdotes emparentados con ellos, los guerreros, los artesanos, los comerciantes, y los campesinos. Al finalizar el Período Clásico, la sociedad se hizo cada vez más estratificada, y a diferencia del norte mexicano, las relaciones de parentesco se limitaron al interior de cada casta. En 1566, el obispo de Mérida Fray Diego de Landa, describió la organización social maya en su Relación de las cosas de Yucatán. Los almehenoobs se ubicaban en la cúspide. Su casta era integrada por la nobleza hereditaria que controlaba los principales cargos administrativos y militares. De cualquier forma, para acceder a los puestos tenían que ganárselos, mostrando méritos y aptitudes a través de un examen consistente en descifrar enigmas e interpretar expresiones figuradas denominadas “lenguaje de Zuyúa”. Los candidatos que fracasaban tenían que estar dispuestos a morir. Para aspirar al poder había que saber interpretar palabras y escrituras. Como reza el libro del Chilam Balam, “Los jefes de aldea son apresados por la noche porque no han sabido comprender. ...Por eso son ahorcados y por eso les cortan las puntas de las lenguas y por eso les arrancan los ojos”. Si el aspirante era elegido, era tatuado con pictogramas en la garganta, el pie, y la mano. Al interior de los almehenoobs surgía el Halach uinic, “el verdadero hombre”, un intermediario entre los parientes superiores –considerados divinos–, y los parientes de los linajes inferiores.

Tocados cefálicos compuestos de plumajes multicolores, joyas y máscaras de jade, tejidos suntuosos, formaban parte de los atributos para reforzar el poder de la en las ceremonias multitudinarias que saturaban el calendario sagrado.

El papel de las mujeres Tal como lo concebían los mayas, el papel de las mujeres se limitaba a la reproducción. Las jóvenes de los linajes de élite eran intercambiadas por muchachas de otras ciudades, generando redes de parentesco que vinculaban a todas las regiones del mundo maya, y exceptuaban de la obligación de casarse con mujeres u hombres del mismo linaje. Excepcionalmente, ciudades como Palenque y Tikal admitieron que las mujeres de la nobleza ocupasen roles gobernantes, en caso de interrumpirse la línea de descendencia masculina. Las normas morales eran sumamente rígidas. Prohibían el adulterio, y las mujeres que las transgredían eran muertas por lapidación. Como excepción, se aceptaba la poligamia. Se aceptaba el divorcio, y en el caso de insatisfacción se podía devolver a la novia durante el primer año de matrimonio. El consumo de alcohol, tabaco y estupefacientes, era un privilegio de los hombres de las castas superiores, quienes recurrían a los mismos para facilitar la comunicación con los antepasados y con otras deidades. La llegada de la pubertad se celebraba con un ritual durante el cual se les quitaba a los adolescentes los adornos simbólicos de la virginidad, una cuenta blanca en la cabeza de los varones, y una concha marina en la cintura entre las mujeres. Los padres del varón encargaban estudios astrales y predicciones sobre el futuro de la pareja a un adivino, rechazando a la muchacha en el caso de encontrar incompatibilidades en el significado de los nombres. Como en otras culturas, debían pagar una dote y asumir una serie de compromisos acerca del sustento que el varón le brindaría a sus suegros en el futuro.


Los sacerdotes Las ceremonias religiosas más relevantes eran conducidas por nobles de alto rango, de la familia real, encabezados por el Ahau, el monarca cuya función sacerdotal era inherente al cargo.

Sin proponérselo, el cronista español Diego de Landa trazó semejanzas con el cristianismo, al relatar que entre los mayas “el oficio de los sacerdotes era tratar y enseñar sus ciencias y declarar las necesidades y sus remedios, predicar y echar las fiestas, hacer sacrificios y administrar sus sacramentos. El oficio de los chilanes (profetas) era dar al pueblo las respuestas de los demonios y siendo tan admirados que acontecía llevarlos en hombros.

La falta de imágenes artísticas de los sacerdotes se explicaría por la reticencia de los mayas para representar escenas de la vida cotidiana. Seguramente, estos hombres poblaban la vida de las ciudades, donde un calendario repleto de celebraciones imponía el despliegue de ceremonias multitudinarias. Los ahkin o sacerdotes eran los responsables de controlar, preservar y transmitir los conocimientos. Realizaban los cálculos astronómicos, monitoreaban el calendario y el paso de las estaciones. Dominaban el sistema de escritura, la producción y la interpretación de la doctrina, y la organización de rituales y sacrificios.

La guerra

los guerreros ejecutaban actos de magia y hechicería para convertirse en águilas y jaguares.

as visiones históricas tradicionales idealizaron los aspectos espirituales y científicos de la sociedad maya, suponiendo erróneamente que no se trataba de un pueblo de guerreros, a diferencia de otras culturas mesoamericanas, sino de una civilización extremadamente pacífica.

No obstante, el uso de la sorpresa era decisivo para la toma de prisioneros. La pintura corporal, el aspecto del cabello, y los alaridos buscaban infundir terror entre los enemigos. Los combatientes se armaban con corazas acolchadas de algodón, lanzas de pedernal, hachas y mazas. Utilizaban catapultas para arrojar nidos de avispa sobre las posiciones enemigas.

L

En la cúspide de la sociedad, los reyes divinos, y los miembros de la nobleza eran grandes guerreros y estrategas, los “jefes violentadores”, conforme a la expresión de un drama maya del siglo XII. A través del aparato militar, las castas superiores imponían la dominación de los vasallos, considerados como hombres inferiores, y de los esclavos, quienes estaban ubicados en el escalón más bajo de la pirámide social. Desde el Período Preclásico, Tikal y Calakmul entre otras ciudadesestado, arrastraron a sus poblaciones a la destrucción. Durante el Postclásico, la militarización creciente de la ciudad fortaleció el poder de los nacom. Estos señores de la guerra pudieron destronar con mayor facilidad a los príncipes y nobles, aprovechando los graves enfrentamientos motivados por venganzas entre los distintos clanes familiares. Paralelamente a las iniciativas bélicas, los mayas desarrollaron el arte de la política y la diplomacia. Los enfrentamientos entre las ciudades también supieron de alianzas y acuerdos, selladas a través de embajadores y pomposas visitas a los vecinos. Los máximos jefes militares afrontaban la conducción de la guerra por tres años con absoluta responsabilidad, respetando las normas que les prohibían tener relaciones sexuales, consumir alcohol, y alimentarse con carne durante dicho período. Como en cualquier aspecto de la vida maya, la religión y los ritos eran omnipresentes en la realización de la guerra. Las contiendas se iniciaban con grandes desfiles, portando estandartes sagrados al son de los tambores, las flautas y las caracolas. Durante el curso de la batalla


El poderío de la naturaleza La selva imprimió por completo la percepción de la realidad. Los mayas creían que una energía biocósmica atravesaba a las personas, a los animales, a las plantas y a los seres inanimados, imprimiéndoles su razón de ser.

descansaban los sacerdotes, los guerreros muertos en combate, y las mujeres fallecidas en el parto. El cielo se asociaba con la imagen de la serpiente de dos cabezas, imagen de la dualidad de la vida y la muerte. Más allá de la tierra y el cielo, los mayas otorgaron la mayor atención al subsuelo o inframundo. Además de ser la morada de los muertos y los dioses, era la fuente de la vida, y del maíz, el componente fundamental de su dieta.

A mayor carga de energía, mayor era la categoría y la importancia de cada ser vivo, cosa, o deidad. Los mayas creían que el descomunal gasto que realizaban los dioses se reponía con la sangre humana de los sacrificios.

El Xibalbá, o País de los Muertos, era un reflejo del mundo terrenal. Construían las pirámides como representación del interior de la tierra.

La creencia en el poder combustible de la sangre muestra dioses vulnerables. Por el contrario, destacaba el papel de los hombres para mantener el universo.

Centrada en el subsuelo, la noción maya del Otro Mundo abarcaba una dimensión más compleja, un universo paralelo al de los seres vivientes, el cual incluía el cielo, la superficie terrestre, la profundidad del océano y la espesura de la foresta.

Los mayas representaban la superficie de la tierra como la espalda del caimán, o como una tortuga marina, que sostenía a la ceiba, un árbol gigante sobre el cual se apoyaba el cielo. Al resguardo de su sombra

El Otro Mundo era el lugar donde se resguardaban los secretos del cosmos y del transcurso del tiempo, los misterios de la vida y el destino de los seres humanos.


La Cosmología y el Poder Político

D

e modo similar a otras sociedades antiguas, la forma en que percibían el universo nos proporciona una radiografía de la estructura de poder, las funciones de los gobernantes, las divisiones territoriales, el ordenamiento de las ciudades, y los aparatos administrativos. Los reyes tenían carácter divino, y oficiaban como sumos sacerdotes. Fijaban la doctrina y establecían los procedimientos rituales. Los miembros de sus linajes también desempeñaban tareas religiosas. El rey estaba directamente relacionado con los dioses, era considerado uno de ellos. Cuanto mayor fuese la sacralidad del gobernante y la fastuosidad del culto, la sociedad se sentía más segura e integrada. Conforme a las creencias, los reyes eran potencias generadoras de vida. Gobernar, para los mayas, significaba administrar correctamente el orden del cosmos, la sociedad y la naturaleza. Ello explica el poder absoluto de los reyes, a partir de la posesión de los secretos del mundo de los muertos. Los ancestros fundadores de linajes eran asociados con seres sobrenaturales, denominados wayob. Los arqueólogos han identificado imágenes de estos seres en las piezas de cerámica. Para los mayas, los espíritus de los wayob vivían en las construcciones gigantescas de las principales ciudades. La creencia en los wayob fortalecía el poder y la legitimidad de las dinastías gobernantes, funcionando como un nexo con el mundo de los muertos.

Los Dioses Los investigadores de la religión maya tienen fuertes polémicas. La información disponible no permite individualizar con precisión a los distintos dioses del Período Clásico, sus orígenes, y sus funciones. La cerámica polícroma relata mitos cosmogónicos, y describe el mundo subterráneo. Las imágenes de los dioses se confunden con las escenas de adoración de los gobernantes. No obstante, en los templos de Uaxactún y Palenque es posible reconocer representaciones y esculturas del dios Kinich Ahau o Kukulkán, IxChel, Chac, y Kauil. Se destacaban Itzmaná, inventor de la escritura, señor de los cielos, el día y la noche; Hunab-Ku era irrepresentable e incorpóreo, de él procedían todas las cosas materiales. Varios de ellos eran antepasados divinizados. El mismo Kukulkán, quien habría encabezado a los toltecas del Valle Central de México que se establecieron en Mayapán a fines del siglo X. El panteón maya se identificaba con el cosmos y los objetos celestes. Kukulkán o Kinich Ahau habría sido una especie de dios sol, afín al Ra de los egipcios. Su nombre significa: “Dios del rostro del sol”. La influencia de Teotihuacán fue importantísima, al extremo que muchas de las deidades del norte fueron incorporadas por los mayas. Quetzalcoalt, la “Serpiente Emplumada”, fue asimilado con Kukulkán, reforzando la identidad entre dioses y gobernantes. Los dioses combinaban formas humanas, animales, vegetales y astrales. El dios Jaguar era el señor de la noche estrellada, reinando sobre el cielo, la tierra y las tinieblas del inframundo. Las representaciones de Chac, el dios de la lluvia, el rayo, el trueno y el viento, unían la representación de estos fenómenos con los puntos cardinales. Acompañado de ranas que la anunciaban, Chac era una divinidad muy importante para los campesinos, y solía multiplicarse vaciando calabazas para producir la

lluvia, mientras arrojaba hachas de piedra. Ah Mun era el dios del maíz, en batalla permanente con Ah Puch, el dios de la muerte. También se relacionaban con el inframundo Ek Chuah, un dios de la guerra que aparece vestido de negro, divinidad de los comerciantes y del cacao. El panteón maya era numerosísimo, con divinidades altamente especializadas: Ixtab, diosa de los suicidios que se representaba con una soga al cuello; IxChel, diosa del arco iris, la medicina, la adivinación y la maternidad; Ah Chicum Ek, el dios benevolente de la estrella polar; y Buluc Chabtan, dios guerrero de los sacrificios humanos, entre otros.


Magia, Los adivinación, s a c r i f i c i o s y profecías humanos Para conocer el destino de los difuntos en el Más Allá, sus opiniones, sus pronósticos, y sus anhelos en relación a los vivos, los mayas desarrollaron la técnica de la nigromancia. Los reyes mayas creían que se comunicaban con sus ancestros al mirarse en la superficie pulida de los espejos mágicos de obsidiana, consumiendo drogas alucinógenas, ingresando en las cuevas o en los templos-montaña. En la lengua maya, “profecía” y “ley” se escriben con la misma palabra, mostrando la concepción regular y circular que tenían del transcurso del tiempo. Al igual que los aztecas, los mayas pensaban que las profecías se cumplían. Por lo tanto, todo intento de eludir su suerte estaba destinado al fracaso. Al respecto, el libro sagrado del Chilam Balam reza: “Estas cosas se cumplirán. Nadie podrá detenerlas”. Aunque seguramente se tratase de un relato de las invasiones toltecas, la tradición considera que Ah Xupan Nauat, un profeta maya del siglo XI, habría anticipado la llegada de los españoles al Yucatán, hecho histórico que aconteció quinientos años después. Formuladas de manera retrospectiva, los mayas hacían todo lo posible para cumplirlas. El que conocía la profecía era considerado el favorito de los dioses, el amo de la interpretación, el dueño absoluto del poder. Al constatar esa idea, el filósofo, lingüista e historiador Tzvetan Todorov explicó que la vida social de los mayas se caracterizaba por la absoluta regularidad: “la palabra cla

Los relatos más minuciosos sobre los ritos de sangre maya provienen del Período Postclásico. Entre ellos, la escena de la extracción del corazón de un guerrero para ofrecerlo a los dioses. Los jóvenes guerreros pertenecientes a las élites enemigas eran las presas más codiciadas. En el caso de capturar a un gobernante, o a un jefe principal, la víctima era reservada para ser decapitada durante una ceremonia especial. A la inversa, cuanto más alejado fuese el pueblo de un cautivo, geográfica o culturalmente, los mayas lo despreciaban para el sacrificio. Al decir de Todorov, las víctimas preferidas debían ser, simultáneamente, extranjeras y cercanas. Los métodos de inmolación eran diversos. Durante el Período Clásico se puso en práctica el descuartizamiento, realizado en ocasiones durante el juego de pelota. El Templo de los Jaguares y de los Guerreros en Chichén Itzá fueron ámbitos privilegiados para la práctica de los sacrificios humanos. Los cronistas españoles describen el equipamiento de los sacerdotes: resina de copal para utilizar de sahumerio, pintura negra, y cuchillos sacrificiales. Según el pensamiento maya, los ritos eran imprescindibles para garantizar el funcionamiento del universo, el devenir del tiempo, el paso de las estaciones, el crecimiento del maíz, y la vida de los seres humanos. Los sacrificios eran necesarios para asegurar la existencia de los dioses, reponiendo su consumo periódico de bioenergía.


El juego de pelota Los putunes y los toltecas habrían sido los difusores de la práctica entre los mayas. Simbólicamente, la cancha en forma de hache hacía de acceso al inframundo. En el campo de juego los jugadores podían retar a los dioses de las tinieblas, enfrentarse con ellos, y vencer a la muerte. Aunque la cantidad podía variar, los equipos solían integrarse con siete jugadores cada uno. Las dimensiones de la cancha no eran las mismas en todas las ciudades. La más grande es la de Chichén Itzá, y mide 140 x 35 metros. Dos muros inclinados a cada lado del campo hacen de límite. Los jugadores debían impactar la pelota en alguno de los tres discos de piedra distribuidos en el campo, o en los aros del mismo material suspendidos de las paredes, en forma perpendicular a un aro actual de básquet.

La pelota era de caucho, sumamente pesada y dura. Medía aproximadamente 20 cm. de diámetro. El análisis de la momia de un príncipe maya permitió saber que había fallecido por la rotura del esternón, fruto de un golpe brutal con la pelota. Esta podía ser golpeada con los codos, la cadera y las rodillas. Generalmente, el partido concluía cuando alguno de los equipos marcaba el primer gol. El capitán del equipo victorioso alcanzaba el honor y la gloria, y podía ser ofrendado a los dioses.


La ciudad de Copán fue gobernada por la dinastía de Yax Kuk Mo entre los siglos V y IX, la sucesion dinástica fue de 16 reyes


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