Merani Alberto Historia critica de la psicología

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«BIOLOGÍA Y . PSICOL(X;ÍA DE HOY))

Serie mayor

EDICIONES GRIJALBO, S. A. BARCELONA - BUENOS AIRES- l\1ÉXICO, ·D. F. 1976


ÍNDICE

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19i6, ALBERTO L. MER.ANI 1976, EDICIONES GRIJALBO, S. A. Deu y Mata, 98, Barcelona, 14 (España)

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Primera edición Reservados todos los derechos

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i:refacio Introducci6n epistemológica. I. Significado de la Historia de la Psicología II: Las tendencias de la Psicología .

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PARTE PRIMERA

EL CONCEPTO DE NATURALEZA HUMANA. ENTRE LOS GRIEGOS Capítulo 1 I. Los orígenes: desde los tiempos homéricos hasta Diógenes de Apolonia . ll. La fase hipocrática

91

Capítulo 2 . I. El descubrimiento de la subjetividad\ y la psicología subordinada a la ética de Sócrates . ·

103

Capítulo 3 I. Platón y la objetividad ideal del universo II. Aristóteles y el alma como forma del individuo orgánico . III. La escuela alejandrina y el resurgimiento de la psicofisiología .

PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAÑA

ISBN: 84-253-0681-7 (rústica) Depósito Legal: B. 24.413 - 1976 · Impreso en' Gráficas Marina, S. A. Paseo de Carlos I, 149 - Ba;celona - 13

PARTE SEGUNDA

ROMA, O LA TRANSFORMACIÓN DE LA cOUSfA:) EN ~LEX»

Capítulo 1 I. La antropología_ griega bajo el dominio romano II. El pensamiento romano y su antropología .

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114 128

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7 -"'-CA DE LA PSICOLOGÍA BISTOBIA Ciu·u

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ALBERTO L. JIERANI

PARTE

Capítu'Lo 2

I. La fase galépica II. Irrupción del pensamiento hebraico Ill. La culminación del neoplatonismo

171 181 185

sEX'rA

EL HOMBRE DE LA BURGUEStA

y sus IDEALES

.

363

Capitulo 1 .' . . y contrarrevoluc1on Revo1uc1on Capítulo 2 . 1 ' . glesa de la asoc1ac10 · · 'n . La ps1co ogia m

PARTE TERCERA

LA RUINA "DEL MUNDO ANTIGUO Y ·EL DOMINIO DEL PENSAMIENTO TEOLóGICO

Capítulo 3 . · 1 ' experimental alemana La ps1co og1.a

Capítu'Lo l

417 .449

195

La búsqueda de una ciencia superior .

379

Capitulo 4 1 "dad de .la psicología francesa .. La comp e1 1

Capítu'Lo 2

209

San Agustín y los últimos pensadores de Oriente

494

Capítulo 5 Los epígonos

PARTE Ct!ARTA

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. pARTE

EL MUNDO MODERNO: LA REVOLUCIÓN DE LAS INTELIGENCIAS 239

Capítulo 1 dr Psicología y relaciones de po e

248

..ritulo 2' Ca,.. · logía como filosofía. del espíritu· Henri Bergson o la ps1co , . .

Capítu'Lo 2

La antropología concreta del Renacimiento

si:PTJ:MA

. .ALIENACióN LA pSICOLOGtA DE LA.

Capítu'Lo 1

Los orígenes del mundo moderno .

r 523

541 562

Capítu'Lo 3

Descartes y el problema de la esencia del alma·.

Capitulo 3 • d la inteligencia práctica La psicolog1a e · ·

Capítu'Lo 4

La oposición a Descartes

280

Capítulo 4 lí . El cboom> psicoana tico

583

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PARTE OCTAVA AMENTOS DE LA pSICOLOGtA ..-Tl'fTT-mQ LOS FUND DEL 1' VJ.""""

PARTE QUIN'rA

EL HOMBRE DEL SIGLO DE LAS LUCES Capítu'Lo 1

Confluencia y renovación . Capítulo 2 Psicología, teología y políttca .

303

609

Piag~t

321

Capítu'Lo 3

La filosofía del espíritu y la filosofía crítica

Capítulo 1 como búsqueda del sujeto epistémico: Jean. La psicología

345

Capítulo 2 La dialéctica en psicología

641


PREFACIO En lengua castellana no existe una verdadera historia de la psicología; todas las que circulan, traducciones del inglés, del francés y del alenián, están relacionadas con presupuestos y datos relati~os a los respectivos países. Para decir la verdad, no se puede escribir una historia de la psicología que se relacione con m evoluci6n en nuestros países: carecemos de hechos. teóricos o positivos que lo justifiquen. Pero tam:.. · poco se puede escribir sobre un tema que es parte de la cultura y del saber universales ciñéndonos al presupuesto de su desarrollo allá o acuHá. Ef conocimiento del hombre como antropología concreta es obra de todos los hombres, y los casiUeros nacionalistas ponen anteojeras y crean dificultades, cuando no impiden~ lisa y llanamente, la visión en perspectiva. Por ello nos hemos atenido a un criterio metodológico que estimamos sano: sin prescintlir del espacio, del tiempo, hemos desarrollado el tema sobre la trama de la historia universal, o, mejor dicho, para expresarlo con palabras de Giam Battista Vico, en función del ccorso e ricorso> de las ideologías que expresan, entre muchas otras c08as, el concepto de naturaleza humana peculiar a la época~ La psicología les es tributaria en mayor grado que cualquier otro saber; el lazo que une cideología» y «psicología» es tan estrecho, ajustado, que ~y momentos, como en la acm.alidad, que la psicología representa la praxis de la ideología reinante, y otros, como en el siglo pasado, en que es la · ideologfa misma en abstracto. Aceptado esto, nuestro trabajo tiene la pretensión de ofrecer una relación crítica, que juzga los valores d~_ !as ideas y de ias obras de los psicólogos. El método que empleamos· es el histórico-crítico, que engloba como procedimientos indispensables los conceptos genético y dialéctico en la formación del saber y en la estructuración de la cultura. La psicología es una necesidad cultural; es la necesidad imprescindible que tiene el hombre de saber cómo y por qué es hombre, cómo y por qué la hominización se concret,6 en la humanización. Con espíritit crítico no admitimos ninguna afirmación sin haber reconocido su legitimidad; tampoco hacemos la cronologfa de los hombres o de las escuelas que bien o mal se ·ocuparon de psicología, sir.o que historiamos la génesis de las grandes ideas en psicología a

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través de las figuras o escuelas que las lom circu'laci6n. Por esto nuestra histor' cong eraron o pusieron en que transcurre; de entonces hasta J..~ concluyedaen la mitad del siglo Wall p· '· "'"''"o, para r dos nombres desde on Y. w.get, ningún nuevo contexto teórico apareció en z' . . que nos ocupa, y aunque las premisas estén dada e . campo s todavía, el salto cualitativo que las justifique no se produjo. ALBERTO L. MERANI INTRODUCCIÓN EPISTEMOLóGICÁ.

I. SIGNIFICADO DE LA HISTORIA DE LA PSICOLOGíA l. Contexto ideológico del concepto de la psicología. - Las historias de la psicología representan el reinado de la arbitrariedad. Hasta hoy el historiador de la psicología ha !sido hombre de una sola doctrina: --4,dealista o realista,· racionalista o empirista, y, además, por encima de', la doctrina se ha mostrado demasiado orgulloso de una tradición psicológica, la de su mundo cultural, y ha considerado la psicología como ciencia típicamente anglosajona, como únicamente germana, o exdusivamente gala. Sin embargo, la psicología, y menos todavía en su forma moderna, no se deja encerrar en ninguna doctrina ni enclaustrar en patios nacionalistas. Para comprender sus progresos efectivos, para seguir eri ella el tral;>ajo y los pasos de la razón, se requiere coordinar varias filosofías y diversas ciencias. Pe: este moclo-filosofía y ciencia se convierten en _sus pilares, y sus respectivos cambios o progresos, en ~lles po~· do;;cf;· sus resultados. El psicólogo no puede ser menos osado, menos ingenioso ni menos completo que el científico o el filósofo; por el contrario, la situación muy especial de su saber como ciencia conjetural 1 lo obliga, de una manera u otra, a s.er tan osado . como el científico y tan ingenioso como el filósofo. Por esta razón se debe admitir un principio de complementariedad en.Ja-historia .. de . Ja ~~(!Ología, como .en' la psicología misma~ «La ciencia -escribió Gaston Bachelard 2 - , suma de pruebas y de experiencias, suma de reglas y de leyes, suma de evidencias y de hechos, requiere de una filosofía eón doble polo.> Esta filosofía bipolar, e¡¡t11 conciencia de la reciprng!_g-ª_Q._.d~ la convalidación que une empirismo y racionali.Smo en la psicología, que óbliga a comprender el empirismo y a aplicar el racionalismo, se'expresa a través de la dialéctica propia del fenómeno psíquico. La manifestación de un progreso. psicológico, en la historia de la psicología, se entiende únicamente así. Un tema de epistemología fundamental en la psicología contemporánea ~~!ª-.oposición entre racionalismo y empirismo. En su enfoque histórico el problema se concreta, para la psicología de los últimos cien

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años, en la tarea que iniciaron dos investigadores: Wilhelm Wundt, quien trabajó dentro del contexto de la tradición empirista-asociacionista, y Franz Brentano, que ofreció una concepción alternativa, representando la tradición empirista con un muy fuerte acento racionalista. En los dos casos, tanto empirismo como racionalismo connotan las expresiones clásicas del siglo XVIII, de ambas corrientes, y su labor se . e~tiende desde los últimos decenios del siglo .pasado hasta la primera decada del actual. De la misma manera, el trasfondo ideológico de los actuales tipólogos y de los psicólogos diferenciales acusa predominante origen racionalista, así como l~ muy reciente psicolingüística en sus tramos iniciales .con Osgood y Sebeok,ª arranca de motivos e~pi­ ristas sin haberse podido sustraer, hasta hoy, de la matriz originaria. Por supuesto, no se trata de una filiación directa de escuelas, de que empirismo y racionalismo constituyan la trama sobre la cual y respec"". tivamente estos o aquellos psicólogos tejen el cañamazo de sus elucubraciones. Los hechos no son porque la justificación de nuestras necesidades pueda encontrarse en nuestra experiencia sensorial ,. " . ' como sostenia John Locke; tampoco cabe reconocer la aparente contingencia de la mayoría de las situaciones que solamente conoceríamos, a la ·manera de Descartes, siempre que aceptemos algunas verdades necesarias de las cual.es la contingencia aparente depende en última instancia. En resumidas cuentas, frente aí mismo hecho psicológico, la inteligencia por caso, empiristas y racionalistas acuerdan ·aceptarlo como tal. En retornando al ejemplo de 'Y_l.!!1~ BrenJano.. p,1m1 §l_mbos la-intelig~ncia es_unª--~!El~!!lta.d», en la cual \lÍoes~conservan íntegra la orga~ nización jerárquica que ~l pensamiento medieval otorgara a las facultades; más aún, respetan la distinción que hiciera Aristóteles entre funcignes noéticas y orésic~~~!E~...gQito.cimiento-y- dese.o- Sin embargo, hay una diferencia capital entre los sistemas psicológicos de Wundt y de Brentano que los contrapone e impide cualquier asimilación sintética de 13.~~mos. La unidad final de todo lo expuesto y experimentado por <~unq) está en que considera los fenómenos psicológicos como siendo contingentes en el sentido de que, representando simples conjunciones, no dependen, sin embargo, de nada que por sí mismo no sea contingente:, Idéntica unidad encontramos en la obra de -Brentano, pero con la diferencia esencial de que la contingencia. de las conjunciones (o sea de los procesos de asociación, que ambos aceptan) depende de principios racionales que valen· por sí mismos y que no tienen nada de contingentes. De aquí que Wundt y Brentano coincidieran en la aceptación y la necesidad de una psicología de laboratorio, de que es iniciador el primero, y se ubicaran en campos opuestos en cuanto a la interpretación de los hechos y de las consecuencias teóricas o prácticas que de los mismos derivan. A lo largo de la historia de la psicología, el psicólogo empirista y

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e.l psicólogo racionalista -cpnsiderando siempre empirismo y raciona"." lismo como contexto del pensamiento-- conocen los mismos hechos experimentan las mismas situaciones, afrontan al mismo y único hom~ bre real, el de su época, pero cuando llegan a la etapa del discurso que ordenará los resultados sieriten la obligapió~ de responder de manera opuesta a dos cuestiones fundamentales. primera se refiere a la fueri.~-~!~.,p~esk._Q_co~o.c· .'ento¡(.1a segun_da, al respaldo que se le debe ~· El ~Slcolo rac1onalis rmqm~ _pertenezca a la 99Lzi~p,iCL~~­ rrmen ta a ultranza, acepta que mucho de nuestro conocimiento en particular nuestro ~imiento de la axiomática, es innato, y deciara que dentro de los aspectos contingentes del mismo conocemos desde un comien±o y no que comenzamos a conocer a partir de nuestras observaciones de acont~cimiéntos... Con este ~ntido es que antes nos referimos a las tipologías, porque incluso las más experimentales - y recalcamos lo de experimental porque a menudo y sin motivo se opone racionalismo y experimentalismo- aceptan trasfondo innato que vertebra el perfil tipológico. Por su l~do, el si 'l · empkGt~'v:;iJ~ -~asegurando qu~ sus obsei¡a~i~nes y experie?cias muestran claramente que nada existe en el mdividuo que previamente no haya sido grabado por la experiencia. Tal es el caso que acotamos antes de la psicolingüística, que analiza las interrelaciones de la comunicación humana como fenómeno que depende exclusivamente de la experiencia de esa comunicación.4 A la segunda cuestión los psicólogos racionalistas y empiristas todavía responden a la manera de Descartes y de Locke. En paralelo· con la distinción entre «necesario> y «contingente> está la distinción entre una clase fundamental de existencia, que es la .uJmcia.. o raíz inmutable de la ·cosa,. y la ~. que es manifes- · tación cambiante de la. realidad subyacente. Dicho con otros términos se trata de si conocemos la realidad del fenómeno, la «cosa en sh, ·~ simplemente percibimos un reflejo fenomenológico del mismo. El racio.,. nalista juzga que la razón es el instrumento de acceso a la realidad del fenómeno fundamental, que la sensopercepción únicamente permite conocer la realidad superficial dependiente.· El empirista, por su parte, se opone a esa distinción, y la mayoría de las veces acepta como conocimiento fundamental la realidad sensoperceptiva, tal como hace, por ejemplo, el conductismo originario de Watson. Si realizáramos un balance de la presencia de racionalismo y empirismo en el contexto de .la historia de la psicología moderna encontraríamos que en espíritu resulta predominantemente.empirista' y que está directamente influida por el racionalismo cuando alguna parte de su doctrina que proviene de un trasfondo netamente empirista debe ser formulada como discurso coherente o hipótesis. Veamos un ejemplo típico. ~enría de las cfacnltades>, que arranca de la distinción que hiciera Aristóteles entre sustancia y forma, distiD.ción que no era entre

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dos entidades separadas, como es común leer en muchas historias de la psicolo~ía cuando se refieren al estagirita, sino que eran caspectos> de una nusma y sola cosa, esto es, la distinción entre lo potencial y lo actual, sido completamente borrada en nombre de la psicología contemporanea. No obstante, el problema al que concernía reformulado ~s~á. en la base de la psicología diferencial, y tanto que fiancis Galton: miciador de esta rama de la psicología moderna, conserva y emplea la palabra cfacultad:.. Todavía más, dentro de un contexto coherenteme~te em~irista ubica muchas de las, concepciones de la clásica y milenaria teoria de las facultades. Tambien Spearman, el primer sistematizad~r de la psicología diferencial, aunque rechaza explícitamente la teoria de las facultades, adopta conscientemente muchos de sus componentes, como la distinción entre noético y· orético con el uso de los términos Y no. solamente de los conceptos, así como la definición relativista de factores (facu~tades) en tén'nino de lo que más bien. pueden ser Y no de lo que son. Podemos agregar como índices de racionalismo dentro del empirismo a ultranza de Spearman el rechazo a un. contenido elementarista, la consideración de los factores como inmutables o sea innatos en su perspectiva, y la preferencia bien manifiesta po~ una clasificación jerárquica. Si estuviéramos ·obligados a brindar ·una caracterización distintiva entre el psicólogo y el filósofo, diríamos que mientras el filósofo es ~o~~re de un~ ~ola doctrina; e.s idealista o realista, racionalista o positivista, el psicologo es eclectico, y aunque no haga ostentación de eclecticismo éste aparece a fortiOTi en el resultado de sus trabajos. Pero ocurre que la psicología, elaborada por los psicólogos termina por desprenderse de ellos y adquiere significado propio. Hoy en día ya no es s~ber que los psicólogos construyen pacientemente y pieza por pieza, sino estructura conceptual que no se deja encerrar en ninguna doctrina exclusiva aunque sea ecléctica, y dentro de la cual trabajan na-. tura1:1°ente los psicólogos. Para comprender sus métodos efectivos, para seguir el trabajo de la experimentación y la marcha de. la razón dentro de la psicología, se requiere coordinar dialécticamente varias filosofías y diversas ciencias. La psicología resulta de este modo una ciencia conjetural y que depende, tal vez más que cualquier otra de la ideología de la época. ' Si aceptamos que una ideología es un pe~samiento teórico que se desarrolla abstractamente, pero que en realidad es expresión de hechos sociales de los cuales quienes la construyen no tienen conciencia o por lo menos no se dan cuenta en cuál medida determina sus pensamientos comprendemos fácilmente la dependencia ideológica de la psicología. ~ efecto, el ·hecho psicológico está determinado· por el hombre, por su existencia en sí, como categoría zoológica, y por sus modos .de acción que son sociales, de manera que una vez asentada y aceptada· la reali-

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dad concreta de la naturaleza humana como expresión biológica, lo 5 que ha sido obra del darwinismo dentro de la psic.ología, • queda la interpretación del fenómeno. humano que es tarea casi exclusiva de las ideologías. El fenómeno húmano es producto de hechos sociales Y nada tiene de común con las interpretaciones axiológicas o existenciales de los filósofos ni con la biología corpuscular moderna. El hombre es un individuo y, por consiguiente, no está pre_sei;te com~ tal en la ~ntro­ pología abstracta de la filosofía, que es una smtesis, m en el corpusculo de la biología, que es un elemento. La síntesis antropológica puede ser negada, el corpúsculo aniquilado, y lo que subsiste alguna cosa que no es cosa. El individuo, por el contrario, no puede ser negado en sus características de época, tampoco aniquilado, porque su esencia, esto es, su inteligibilidad, es permanente. En consecuencia, al hodmbre. no se le niega ni se le destruye, sino que se le interpreta en su evemr, que es un autoconstruirse tarea esta de antropología concreta que corres' , ' ponde fundamentalmente a la psicología. Ahora bien, el f enomeno ps1quico no es un pleonasmo de la experiencia, ni el psicólogo puede analizarlo sin preconceptos, porque como pensador no está completRmente libre de ellos en la medida que depende de una ideología, o, dicho de otra manera, del conjunto de ideas que pertenecen a la época, di: -pendencia de la que no es consciente porque sin esa actitud de los hombres las ideolog{as no existirían. Es de esta manera y no de otra6 como el psicoanálisis freudiano, con su carácter de teología negativa, corresponde a la ideología de la burguesía centroeuropea en franca decadencia, y el conductismo de Watson, su contemporáneo, a la ideología 7 del industrialismo norteamericano en emergencia. y una ideología, en última instancia, prejuzga el significado del descubrimiento, al que pretende poner límites de aplicación y también heurísticos. En efecto, la ciencia ¿dice la verdad o la refleja? Y la verdad ¿está en la verificación o en la necesidad de la época que las ideologías codifican? El trabajo, en su consideración última, es una antiphysi.s, o sea que la realidad de sus efectos 1a encontramos en los cambios que introduce en la materia, y la ciencia, que recibe un dato, ¿comprueba su existencia o lo rehace, con lo que prueba su capacidad de poder? Más allá de estas consideraciones, el pensamiento científico es también ·anti-logia, rechazo de recibir conceptos, objetivos p;ev.iamente designados, decisi.ón de crear una nueva estructura semantica, de sustituir la coherencia obtenida con el dato por una coherencia comprobada. En una palabra, la ciencia produciría fenómenos en lugar ~e registrarlos. Con una expresión de Bachelard, que a menudo se repite con formas diversas, «la ciencia no es .una fenomenología, es una fenomenotécnica», lo cual haría que la ciencia por excelencia de nuestra época, la física, no sea una ciencia de fen6menos. sino de efectos investigados sin que fenómenos semejantes hayan sido encontrados en

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la experiencia. Este corrimiento de la ciencia contemporánea, que re' chaza en la prehistoria los datos sensibles, ¿representa una ruptura con la ideología reinante o es su aceptación como reordenadora del orden sintáctico del conocimiento? Es evidente que la respuesta no puede provenir de una ciencia que· piensa con los aparatos. en l~gar de emplear los órganos de los sentidos, y naturalmente el mteres se vuelca en procura de la misma hacia el conocimiento del hombre, antropológico o psicológico. En efecto, si la prueba cien~ífica e~ trab~jo porque reorganiza el dato, porque provoca efectos sm ~~u1valen~~as natura~es, porque construye sus propios órganos de percepc~on Y ~c~1on, ·cuál es el papel que en semejante contexto cabe a la ps1colog1a. La dLscusión está por ·comenzar; antes de haberse formalizado el ~lan.;. teamiento de su carácter de ciencia y del tipo a que. corresponderia, se erigieron los dogmas del fracaso definitivo y del éxito definitivo> Los buscadores de efectos, que en los últimos tiempos son la mayo:ia de los psicólogos, amarrados por la ideología del momento, encammados por un afán fisicalista, se han dedicado exclusivamente al terreno de la eficiencia. Trabajan en base de un acuerdo discursivo que excluye la cÍiscu5ión del hombre como ·dato a reinterpretar y cuya n~turaleza aceptan como dada de. una vez para siempre. Para ellos, el hombre ~s una teoría materializada y actúan en base de un pretendido determinismo universal, como si el hombre de las circunstancias fuera definitivamente el hombre, y como si ·un determinismo univer~a~ no fuera el determinismo de lo insignificante. De este modo, el ps1cologo muy a menudo se encuentra agarrotado por su propia labor Y es incapaz de respónder a la pregunta muy símple del «dime. a q~é tien?e~ ~ara que yo sepa quién eres». La finalidad de su invesb~ac1on esta. ~nicamen~e preinscrita en los preconceptos de una ·ideolog1a que le exige definll" y comprender dentro de límites axiom,áticos precisos y estr~~hos. Imposibilitado de cumplir una tarea científica de reestructuracrnn del dato hombre, de analizar objetivamente los hechos y las normas que comporta la idea de hombre, el psicólogo suplanta la psicolo~ía, como saber, por una élite corporativa de especialistas que determina con sus. decisiones su misión y objetivos. A la pregunta ¿quién reglamenta la competencia para analizar al hombre como viviente que se autoconstruye?, responde sin más «es misión del psicólogo». Esta concepción corporativa de la actividad del psicólogo Y de los fines de la psicología excluye a ésta del campo de la ciencia y la transforma . en instrumento. ¿Instrumento de quién? Los hechos prueban que de la ideología, que soberana determina los caminos de la investigación psicológica, la necesidad de considerar problemas, y establece los criterios de hecho y de verdad.9 La historia de la psicología se nos presenta como el desarrollo de una antropología, esto es, ~in ~as interpretaciones ambiguas que hoy por hoy se suelen dar al termino, como

una filosofía concreta del hombre. En Kant y en Maine de Biran ·el• hecho aparece indudable. Para Kant, la teoría· general de la habilidad~ humana está en relación directa con una teoría de la sabiduría. Tanto en su discurrir como en el de Maine de Biran, la psicología aparece al nivel de una. teoría general de la habilidad, es instrumentalista, y al margen del conocimiento. En tanto no podamos definir esta psicología por una idea del hombre, situarla en el contexto de la filosofía y .de la ciencia, no se puede impedir a nadie llamarse psicólogo y denominar psicología lo qué hace. Este status mal definido tanto del lado de la filosofía como de la ciencia y de la técnica, introduc~ un motivo de confusión en la historia de la psicología. Nada ímpide naturalmente al epistemólogo de continuar interrogándose acerca de los fundamentos del conocimiento psicológico, ninguna interdicción sanciona al que define, m,otu propio, su quehacer como psicología, y el historiador de la psicología descubre que se encuentra frente a un problema metodológico fundamental. Si lo descuida, o con cierto cinismo provisorio lo pone entre paréntesis, cae dentro de la crónica anecdótica con disfraz de historia.· La · psicología aparece en sus páginas como conocimiento suplementario que bien' pqdría integrarse, como postulaba Comte, en la biología y la .. sociología, o como género literario cuyos significados deben interpretarse ~omo una «fa~on de parlen sobre el hombre y sus problemas. Así, cuando llega, por ejemplo, a la psicología de la reacción y del comportamiento, de los siglos XIX y xx, doctrina que pretende erigirse en independiente separándose abruptamente de cu.alquier idea · del hombre que vaya más allá de los datos brutos de la biología y la sociología, solamente puede presentarla a través de la recurrencia de sus resultados acerca del comportamiento sobre los resultados que únicamente ella obtiene, y la cuestión de historia ¿dónde ubicarla con sus resultados? se resuelve con la antihistórica solución de crearle arbitrariamente un lugar y un campo específicos dentro del conocímiento general del hombre. La historia de la .Psicología se resuelve por este camino en «historias paralelas» de las «psicologías», o, mejor dicho, de una multitud de proyectos metodológicos cuya unidad, como propusiera Daniel Lagache,1° se busca en su definición posible como teoría general de la conducta, síntesis de los proyectos experimentales, c11nicos, psicoanalíticos, psicosociales y etnológicos. Esta «unidad» semeja más bien a un pacto de coexistencia pacífica concluido entre profesionales que a una esencia lógica, producto del descubrimiento de una constancia en una variedad de casos. Bien miradas las cosas, se podría concluir que cualquier intento de una historia verdadera de la psicología estaría destinado al fracaso. Mas nuestro punto de vista, que nos autoriza a escribir una historia de la psicología, exige un proceder de investigación especial: buscar en la unidad del concepto de hombre proyectos que se encuentran y

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ffiSTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA

descubrir, cuando trascienden la situación que los suscita, en qué medida sus consecuencias dejan de ser circunstanciales y apuntan a la elaboración de una antropología concreta. Encontrar una respuesta a esta pregunta se convierte en la necesidad de bosquejar una historia de la psicología; pero, bien entendido, no se trata únicamente de puntualizar sus Ol'.ientaciones, sus relaciones con la historia de la filosofía y de la ciencia, lo cual sería necesariamente una historia teleológica, sino de establecer los avatares del único y gran personaje· de esa historia: el concepto de naturaleza humana en su evolución de lo abstracto a le> concreto, y de. las implicaciones teóricas y prácticas que del mismo se desprenden. Proceder de otra manera sería rastrear hasta los orígenes planteamientos particulares para reunir sincréticamente sus consecuencias disciplinarias y metodológicas, de por sí tan dispares y dispersas.

con el objeto de la ciencia. El objeto científico .está constituido por un discurso metódico directo sobre el objeto natural; la historia de la ciencia se ejercita sobre objetos secundarios, que no son naturales sino culturales y que en gran parte no derivan del ·objeto natural. En efecto, el discurso histórico tiene por base la historicidad del discurso científico, y en la medida que este discurso representa la interiorización de un proyecto realizado, su ulterior expansión, los accidentes por que atraviesa los obstáculos que debió superar, las crisis que lo afectaron, o sea los ~omentos de juicio y de verdad que precedieron y sucedieron al descubrimiento, a la teoría, hasta su afirmación u olvido. Sin duda en muchísimos casos un objeto natural es también objeto especial de 'experiencia corriente y de percepCión de la cultura; pero de este objeto se ocupa el discurso de la ciencia en tanto que natural y el discurso de la historia general en cuan.to a su significado dentro de una cultura o de las etapas de evolución de la humanidad. Así es como los cristales, desde el momento en que la cristalografía, la óptica cristalina, la química mineral se constituyeron como ciencias, poseen una naturaleza que pasa a ser objeto de la ciencia de los cristales Y queda de lado, para otro tipo de historia, la naturaleza de los minerales dentro de las actividades sociales, la historia de la cultura, o de la explotación minera, de su uso o significado cultural. La historia de la piedra como instrumento de la civilización está al margen de la historia de la cristalografía.u Además la historia de la ciencia como género aparte tiene un ori' ' gen relativamente reciente, pues se remonta al siglo xvm, epoca cuando recién aparecen las condiciones históricas de posibilidad que le permiten adquirir carácter de género literario, y que, según Canguilhem,12 fueron dos revoluciones científicas y dos revoluciones filosóficas. En matemáticas la geometría algebraica de Descartes primero, después el , ' l cálculo del infinito de Leibniz-Newton; en mecánica y cosmolog1a, os Principes de Descartes y los Principia de Newton. En filosofía, o mejor dicho en teoría del conocimiento, lo cual para el discurso científico equivale a decir teoría del fundamento de la ciencia, el innatismo cartesiano y el sensualismo de Locke. Estas dos revoluciones permitieron comprender por primera vez que las ciencias son discursos críticos 'Y progresivos para la determinación de aquello que, en la experiencia, debe ser tenido poT real. únicamente de tal manera es como resulta claro que el objeto de la ):listoria de la ciencia es un objeto que no está dado, y para cuyo desarrollo se requiere más todavía: que sea un objeto inacabado. Antes del siglo XVIII, la «historia> de la ciencia era la historia natural de un objeto cultural acabado, y se identificaba con la descripción de los hechos científicos a la manera de Plinici el Viejo (23-79), del cual nos han llegado !os 37 libros de su Naturalis historia, registro acucioso de todo lo que se decía sobre el objeto de la ciencia, de quie-

2. El sujeto en la historia de la psicalogía. - De los historiadores de la ciencia, el historiac;lor de la psicología es el que se enfrenta directa y únicamente con ~l ,problema del historicismo o antihistoricismo del sujeto del saber cuya._historia escribe .. Las ciencias de la naturaleza están libres de este planteamiento; el sujeto de sus investigaciones corresponde directamente a la physis, y la cuestión de la historicidad o antihistoricidad corresponde al análisis de las ideas y de los conceptos, sin que afecte la materia analizada o interpretada. El físico, el biólogo, el químico están, como científicos, sometidos a la pugna y presión de las ideologías, son hombres de sus épocas, pero la «materia> que estudian, sea fuerzas, células o moléculas, no está determinada, e.orno tal, por ningún contexto histórico. Entre el concepto de átomo de Demócrito y Leucipo y la moderna teoría atómica media un abismo histórico; tomado lo histórico como evolución del pensamiento conceptual, pero los átomos en sí, como expresión de un fenómeno, han permanecido invariables. Lo único que cambió, aun en el supuesto de que los griegos hubieran podido observar los movimientos atómicos en una hipotética cámara de Wilson, es la historia de los conceptos en función de los datos encontrados y de los efectos comprobados. La célula que concebía Virchow no se asemeja en lo más mínimo a la célula de la biología corpuscular y, sin. embargo, comG. objeto de la naturaleza, la célula continúa invariable. Este objeto natural, aparte de cualquier discurso sobre el mismo, no es, bien entendido; el objeto del historiador de la biología. La naturaleza misma no es considerada como objetos y fenómenos por los historiadores de la ciencia, porque la ciencia es lo que constituye su objetivo desde el momento en que habiendo i~ven­ tado un método consigue elaborar proposiciones y una teoría de su conocimiento que debe ser verificada, corregida o rechazada. Es bien evidente que el objeto de la historia de la ciencia nada tiene en común

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nes lo decían, sin establecer críticamente lo que podía ser tenido por real o no. La teoría aparecía contenida en la teoría del conocimiento común o absorbida por el sentido común. Todavía hoy, y demasiado a menudo, la historia de la ciencia, incluida la psicología, es pensada y escrita como una historia natural. Unas veces porque ·se identifica la ciencia con los científicos, y a los científicos con su biografía, civil o académica, de manera que siempre se sacan consecuencias, como por ejemplo para el futuro posible de la quúnica, del hecho que Lavoisier fuera «fermier générab y que la Revolución lo guillotinara, de que R<intgen o Einstein no tuvieran grado universitario, etc. ·Otras veces ocurre que se identifica la ciencia con sus resultados, y los resultados con su enunciado pedagógico actual, de manera que pareciera que teleológicamente los hechos científicos estuvieron ab initio dirigidos por vías convergentes y con una progresión absoluta hacia los enunciados pedagógicos actuales y los resultados técnicamente útiles hoy en día. Es la imagen de la ciencia como · · cbenefactora> de la humanidad.. Si bien la teleología dentro de la historia de la ciencia es su primera y mayor negación, no lo es menos cuando se hace un registro cronológico de los resultados del saber y se insiste. en sus mínimos detalles sobre la labor de los epígonos o de quienes con sus técnicas colaboraron en la realización de proyectos. Es verdad que Descartes necesitó de Ferrier para tallar cristales ópticos, pero fue él quien ideó la ,teoría de las curvas a obtener con la talla. ¡También Wolft, el perro de Rontgen, fue el único testigo del descubrimiento de los rayos X! No cabe duda que una historia de la ciencia no puede ser una cronología de los resultados del saber, tampoco una pragmática. En este último caso, la historia de la psicología se convertiría en futurología que tiende a esclarecer el porvenir del hombre por el conocimiento de su pasado. La historia de la ciencia concierne a una actividad axiológica, la búsqueda de la verdad, que no es un lugar teórico natural en el cual esta o aquella. ciencia irían a ubicarse, sino que es particular y se encuentra en la historia misma de cada ciencia y determinado por los interrogantes teóricos planteados por la práctica científica en su devenir, como ha visto con claridad Althusser.13 De aquí que la función del científico y la del historiador, aunque ambos papeles coincidan en el mismo individuo,· sean diyersas frente al problema del conocimiento y al mismo tiempo representen, cuando a uno falta la perspectiva histórica y al otro el equilibrio científico, la fuente de muchos errores. Por ello en algunas historias modernísimas de la psicología, como son las de Reuchlin,14 Mueller,15 Thomson,16 O'Neil,17 encontramos tanto la actitud del pensador científico que ve al sujeto de demasiado cerca, o solamente ve una parte, o la del historiador o del filósofo a los que falta la percepción profunda de los diversos mecanis-

mos que hacen de un sujeto histórico: el hombre, el sujeto de la ciencia que historian. La naturaleza humana aparece en sus libros como una hipótesis metafísica cuya verdad, de acuerdo con la concepción antigua de la ciencia, buscan en principios absolutos que creen definitivos y que algunos, como Alexander y Selesnick,18 llegan a identificar con los postulados de una doctrina: el psicoanálisis. El real, afirma Ullmo, no es una hipótesis metafísica, sino un instrumento de pensamiento, la hipótesis de trabajo por excelencia para la ciencia en acto.19 -· Al mismo tiempo, el historiador debe comprender que la ciencia busca en el real sus objetos, los construye, los elabora dentro del mismo, y que no los' encuentra «hechos>, dados en la percepción o en la experiencia inmediata. El mundo de la ciencia es una construcción lógica con materiales del real: cualquiera sabe que la física es la matematización de la naturaleza, y todo científico de la nat~ale:z:a acepta hoy en día que cuando la ciencia define no son los objetos mismos los definidos, sino que se trata de una definici6n ope-ratoria, porque la verdadera definición de un concepto no se hace en términos de propiedades, sino en términos de operaciones efectivas,20 lo _cual comporta el.postulado de la repetición. Se requiere que cualquiera pueda repetir las operaciones y llegue a las mismas comprobaciones que inicialmente estuvieron comprendidas en ellas. Este hecho, fundamental para el experimento científico, abre un abismo entre la experiencia científica considerada cexacta> y cualquier otro tipo de experiencia, como por ejemplo la introspectiva, peculiar de la psicología. Dentro del contexto de las ciencias físicas, la introspección es rechazada por irrepetible y de ninguna manera como irreal, lo cual crea a la psicología y a sus historiadores lo que Poincaré caracterizaba como «dificultades inextricables>.21 En efecto, .si las cualidades elementales (calor, forma, peso, etcétera) las debiéramos a sensaciones inmediatas, la introspección caería dentro del conocimiento sensoperceptivo ·trivial y no sería más qúe la expresión de un sentimiento interno oscuro y aleatorio que de ninguna manera correspondería a una operación efectiva. En este caso, si el historiador de la psicología trabaja en función del concepto de ciencia exacta, está obligado, como los historiadores antes citados, a dejar fuera de la historia de ia psicología la introspección, y con ella largos y fecundos períodos de actividad, Es de esta manera como Maine de Biran aparece reducido al papel de un escolástico en medio · de un saber que se vuelve experimental, y se infl.a desmesuradamente el significado de la psicofisiología, sin comprender que en realidad su valor operativo reside en el hecho de que se trata de una física sensorial y no de una psicología con el sentido de antropología concreta. Esos historiadores no alcanzan a comprender que desde la demostración por Piaget, 22 de que las cualidades elementales resultan de la coordinación progresiva de acciones repetidas del cuerpo, cualquier co-

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nocimiento proviene de nuestras acciones, y que la acción introspectiva es, en consecuencia y de la misma manera que la medición en física, una definición oper¡¡toria que tiene su lugar gnoseológico particular .dentro de la psicología. Este proceder en la historia de la psicología no representa la actitud de un verdadero historiador, sino la defensiva de un psicólogo apabullado por el predominio soberano de las ciencias físicas modernas, que constantemente usurpan sus dominios y le imponen soluciones. Con un ejemplo de nuestros días, la psicología está sometida al asalto de una ciencia nueva derivada de la física más clásica: la cibernética, que al estudiar los mecanismos autorreguladores y las máquinas electónicas aptas para el cálculo analítico y provistas de cmemoria>, pretende encerrar en su dominio las funciones mentales, de las que procura encontrar los censamblamientos:. y la cfuncionalidad>. Entonces el psicólogo cae en una trampa y convierte a sus objetos naturales, para defenderse del reproche de que no hace ciencia, en objetos metafísicos a los que puede dar apariencia de seres objetivos, y a su vez el historiador que no se detiene en semejante artilugio determina valores inexactos dentro del contexto gnoseológico de la psicología. Los trabajos de Spearman están, por ejemplo, exactamente de acuerdo con el esquema que acabamos de exponer. En ellos el espíritu humano está tratado como un objeto científico, constituido por un conjunto de seres objetivos que son el factor general G y los factores específicos s relativos a cada individuo. Son parámetros en las correlaciones repetibles entre varias aptitudes; correlaciones repetibles porque se expresan siempre por la misma fórmula, cualquiera que sea el grupo de individuos estudiados. Para comprender hasta qué punto Spearman hace cfisicismo> 23 en psicología, nada mejor que citarlo in extenso: cPrimero se debe destacar que el factor general G no es algo esencialmente concreto, sino solamente un valor o una magnitud. También se debe destacar que las medidas que conciernen a esta magnitud no fueron definidas especificando en qué consiste esa magnitud, sino solamente indicando dónde se la puede encontrar. únicamente personifica ese constituyente, de cualquier naturaleza que sea, que es común a todas las aptitudes y satisface a la ecuación tétrada. Es precisamente a esta definición de G por su posición más bien que por su naturaleza, en la que pensamos cuando. dijimos que su determinación era únicamente objetiva. En el peor de los casos podemos encontrar o no encontrar razones para concluir que G mide algo que es legítimo llamar inteligencia. Sin embargo, tal conclusión no constituirá jamás la definición de G, sino solamente una comprobación de su sujeto.> 24 • Por último, sólo nos queda por considerar las repercusiones en la psicología y en su historia, del sujeto científico considerado como hecho bruto y hecho científico, distinción que planteara Edmond Le

Roy a propósito del nominalismo operatorio, reacción curiosa dentro de la reflexión epistemológica contra el exceso de cientificismo en el realismo operatorio. No hablaremos del nominalismo, que se resuelve en un exceso de convencionalismo y resulta en fin de cuentas una doctrina paradoja!, pero sí queda en pie la cuestión del hecho bruto y del hecho científico, que en psicología asume importancia muy particular. En las ciencias físicas y naturales, el hecho bruto adquiere sentido con la teoría que le subyace, en las experiencias e instrumentos que permitieron encontrarlo. No se trata de la realidad supuesta de un hecho (un rayo, una comunidad ecológica), sino de la presencia de un fenómeno en función de una teoría rudimentaria, confusa casi siempre, y que en cualquier caso se revela como conocimiento precientífico.25 Por consiguiente se· puede afirmar que los hechos brutos no existen fuera de una actividad previa del espíritu: todo lo que conocemos de la naturaleza, cualquiera que sea el fenómeno, su contenido o expresión, nos es conocido a través de una elaboración cultural. Ni el más primitivo de los humanos, frente a la lluvia o la oscuridad, las conoce sin recibir el conocimiento dentro del contexto de una elaboración aunque sea mágica o mítica del conocimiento. Esto equivale a decir que frente a la negación del hecho científico por el nominalismo, que sería «fabricado> por el investigador, debemos aceptar la realidad de. los hechos encontrados por la experiencia científica, y de los sujetos que los sustentan, realidad de la misma naturaleza que la de. los objetos vulgares, únicamente que más preci.sada, más definida, mejor verificada.26 En la psicología es curioso comprobar la situación peculiar, y que hasta hoy no ha sido señalada por ninguno de sus historiadores, de la negación del hecho bruto primero, y de su reintroducción posterior como categoría pretendidamente superior al hecho científico. En efecto, la psicología experimental se inicia negando lo que llamamos hecho bruto al negar cualquier significado a los resultados de la introspección y de la experiencia mística. Al descalificar a ambos procederes como subjetivos y carentes de significado gnoseológico científico, por su forma intuitiva, desecha al mismo tiempo sus resultados, que relega al archivo de las supersticiones. A principios de siglo, esta reacción es tan grande que Watson al estructurar el conductismo, ·expresa que únicaménte utilizará el' vocabulario de las ciencias naturales, sus métodos, y que de todos los fenómenos psicológicos sólo a uno considera natural y digno de tratamiento científico: el comportamiento. La conciencia, por ejemplo, que no puede explicar con la interacción estúnulo-respuesta, queda fuera de su esquema como resabio de un pasado mítico del saber o, a lo sumo, como ilusión filosófica. Toda la psicología de la eficiencia asienta después sobre este procedimiento y desconoce directamente al hecho bruto. Pero he aquí que el sujeto de la psicología es mucho más grande que ese lecho de Procusto, y que lo amputado no adquiere por


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ello carácter de inexistente y se reintroduce. Primero aparece en los planteamientos psicopatológicos,21 luego con el renacimiento· de la metapsíquica bajo la denominación de parapsicología, para cobrar al mismo tiempo carácter de búsqueda esencialista con la· simbología de Carl Gustav Jung, y finalmente recubrirse cor.. apariencia de hecho científico en las investigaciones. de la psicosoci,ología, ya sea en la orientación analítica de la escuela americana o la estructuralista de LévyStrauss.

hacerlo porque en una relación repetible los términos en relación corresponden a los fenómenos o hechos, los parámetros constantes a los objetos, aunque en una relación repetible el objeto pueda convertirse en fenómeno de otra. . Esta situación fundamental y epistemológicamente comprensible está esclarecida en las ciencias de la naturaleza gracias a una definición precisa del concepto de causalidad. En psicología, por el contrario, este punto de arranque de la ciencia moderna continúa nebulosamente imbricado y confundido con otros dos conceptos no menos fundamentales: el de detenninismo y el de verdad. En efecto, en .la física la ., ' umon casi necesaria que establece entre el antecedente y el consecuente aparece completamen.te necesaria cuando el gran número de sistemas simples combinados y la aproximación limitada de las observaciones permiten descuidar las fluctuacioneS: Se obtiene entonces la concepción de una determinación rigurosa del porvenir por el presente entrañando posibilidad perfecta. Se trata de un determinismo de estados globales que ha sido precisado por la mecánica estadística aplicada a la teoría atómica.31 Sin embargo, basta con introducir lo que en psicología nosotros denominamos estructuras' conscientes,a2 designando así, por ejemplo, el rechazo motivado a determinados aprendizajes, para que se produzca un hecho muy importante: la indiferencia de las conclusiones en relaci6n con los estados globales (causalidad y determinmno del aprendizaje) frente a las propiedades supuestas para los sistemas simples que los constituyen (estímulo y respuesta). El mismo fenómeno podemos observar!~ en todo lo relativo al problema· del carácter Y la personalidad en relación con la simplificación estadística de las tipologías..se trata, en todo caso, que en la psicología algunas pro- · piedades .de los conjuntos son independie,ntes {la conciencia, por ejemplo) y solo contienen en relación con el conjunto la afirmación de la complejidad del mismo. Todavía podemos ir más lejos, y es introduciendo una alternativa para esta interacción: ¿la relación estímulorespuesta, o carácter-personalidad, seguirá con la intervención de la conciencia una ley determinista o una probabilística? De manera simple y llana, esto quiere decir: si «concebimos:. que la estructura interna del estímulo y la respuesta, del carácter y de la personalidad, sea perfectamente conocida, y las condiciones espacio-temporales de su rela• ción perfectamente definidas, ¿su separación después de la interacción ocurrirá siempre de manera idéntica o habrá diversas posibilidades? Lo que aquí nos interesa no es la respuesta al problema, que en nuestro ejemplo diverge en el conductismo y el neoconductismo, en la Ges:alt, en las biotipologías y .las psicotipologías, étc., sino que el hectio de la respuesta no es indiferente para la historia de la psicología, porque para establecer el probabilismo nos- basta con saber cuántas complexiones lo realizan, y para establecer el determinismo,

3. Ca'USaliclad, determinismo y verdad. - El problema de la causalidad, el determinismo y la verdad está satisfactoriamente planteado en la ciencia contemporánea, pudiéndose afirmar que cada uno de esos tres aspectos está deslindado dentro del discurso epistemológico y su discusión libre de los galimatías que hace un siglo o menos pudieron introducir confusiones heurísticas. Fue principalmente por la tarea de estructuración de la física contemporánea que se llegó a tales resultados. Y si gracias· a ello un físico, un químico, un matemático o un biólogo pueden decir ahora· que lo transformado por la ciencia después de una centuria no. es únicamente el conocimiento sino el pensamiento mismo, la suma de a priori sobre la que construimos la imagen del mundo, y que sin darse cuenta la gente una mutación se produjo ante nuestros ojos; mutación intelectual gracias a la cual son posibles las nuevas interpretaciones de la naturaleza. Lo mismo no puede afirmar por desgracia el psicólogo. en relación con su saber porque su discurso sobre el hombre, aunque tienda a insertarse dentro de los marcos de la ciencia moderna, presenta sorprendentes anacronismos epistemológicos. Esta situación, que corresponde al epistemólogo de la psicología aclarar,2s repercute de hecho en la historia de la psicología, puesto que no solamente plantea diferencias de grado sino también de naturaleza entre objetos científicos que nos parecen permanentes, como un reflejo en biología, y la relación estímulo-respuesta en la teoría del aprendizaje de Skinner, o transitorios, como un estadio de crecimiento y otro de desarrollo. En estos casos únicamente conocemos al ser por la acción y ·ai objeto por las relaciones en que se encuentra con otros objetos, interrelaciones estas que a la vez que· 10 revelan fo modifican. 29 De este modo, y a manera de ejemplo, como hay sólo una diferencia de grado entre el color del· hilo de cobre (tipo de cualidad permanente para el conceptualismo vulgar) y la intensidad de la corriente que lo recorre, efecto de la relación del objeto con un campo de luz que lo ilumina, el cual modifica al objeto por las excitaciones de moléculas (efecto Raman) o de átomos y los efectos fotoeléctricos que entonces . se producen, habría entre el reflejo y la relación estímulo-respuesta también una relación de objeto y de hecho. Pero, como ya destacara Bergson,80 objeto y hecho no se distinguen radicalmente. La física de hoy puede

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c6mo una de esas complexiones se realiza. Con otras palabras, si el problema en las ciencias físicas es el del indeterminismo esencial o determinismo de las interacciones últimas, para la psicología se tr~ta del indeterminismo esencial o determinismo de las interacciones primeras. En tanto para las ciencias físicas es un problema de consecuencias, para la psicología es de antecedentes. De aquí que el historiador de la psicología deba apartarse de la visi6n ya clásica desde hace medio siglo del historiador de la ciencia y ubicarse en una perspectiva diversa so pena de falsear los resultados. No obstante, con esto no se agota la cuesti6n, que exige mayor precisi6n si queremos justificar nuestra nueva manera de encarar la historia de la psicología. Hasta ahora hemos expuesto el problema de la causalidad conjuntamente con el del determinismo, pero para nuestro objetivo es necesario separarlos. La causalidad es una exigencia fundamental de la raz6n humana que afronta al mundo exterior y procura darse cuenta del mismo.33 Propia tanto de los objetos vulgares como de los científicos, está en la base de cualquier conducta humana y es condici6n de su éxito como ajuste a la realidad. Los estudios de psicología animal demuestran que es, precisamente, la exigencia de la causalidad la que distingue las conductas humana y animal, y sin duda de la exigencia de esta conducta naci6 la ciencia, cuando adquirió el conocimiento de las formas de la causalidad, esto es, de reglas que explican en la sucesi6n de los hechos una relaci6n de antecedente y consecuente que elimina cualquier sospecha de ~tencionalidad en los mismos, como es el caso del animismo. De este modo la causalidad se nos aparece como el motor mismo de la investigaci6n y la exigencia racional más profunda del conocimiento científico. Hoy por hoy, nadie discute de que únicamente el pensamiento.asentado en el concepto de causalidad merece el calificativo de racional y de científico. Afirmada primero en la física, la causalidad como concepto riguroso y necesario entr6 tardíamente en la biología y, sobre todo, en las ciencias del hombre. En biología, la afirmación más explícita, entre las primeras, pertenece a Claude Bernard,34 al afirmar que dicha ciencia resulta del método científico, contra los que pensaban que los caracteres propios de la vida introducían en ella imprevisibilidad, una singularidad irremediable de los procesos, que convertían al método científico en impotente para el caso.35 El finalismo implícito en los estudios de biología se reafirm6 en el campo psicol6gico, cuya tendencia general era finalista, con la aplicaci6n del darwi'nismo. No se trata ahora de discutir la influencia de la teoría ·de la evoluci6n sobre la psicología, hecho que veremos en su momento, ni tampoco plantear el problema del finalismo en Darwin, sino de establecer un hecho epistemol6gico fundamental: que el darwinismo entró en la psicología por obra de epígonos de Darwin, sobre todo de Haeckel, que a diferencia del maestro no

hicieron antropología sin antropocentrismo. En efecto, cuando Darwin publica en 1871 La descendencia del hombTe, su idea de establecer la identidad naturalmente fundada de las dos relaciones de anterioridad a posterioridad y de inferioridad a superioridad, establece el primer sistema de antropología expurgado sistemáticamente de antropocentrismo. No obstante, la confusi6n que hasta entrado nuestro siglo reinó al respecto en la biología, hizo olvidar que Darwin mismo había reafirmado el antifinalismo de La descendencia, al publicar en 1872 La ex¡yresi6n de las emociones en el hombre y en el animal, base de lo· que con el correr del tiempo sería la psicologfa comparada y que representaba una alerta contra las teorías evolucionistas de Spencer y de Lewes, que fueron las que privaron en la psicología de fines del siglo pasado y comienzos de éste, reafirmando el finalismo psicol6gico con la introducci6n de un finalismo evolucionista que, apoyando las reservas de Wallace concernientes a· la acci6n de la selección natural sobre el desarrollo del hombre, hicieron que la psicología se aferrara cada vez más al finalismo y se apartara de la causalidad como «relación satisfactoria para el espíritu entre las etapas sucesivas del devenir», de lo cual es ejemplo típico el psicoanálisis y, sobre todo, en su aplicación a la psicología infantil. Por otro lado, una parte de la psicología, o, mejor dicho, aquélla de orientación conductista, se aferra estrechamente a .la causalidad. Mas su problema no es el de la causalidad que hemos definido, sino el de la causalidad como determinismo universal. En efecto, con Laplace y Poisson, a comienzos del siglo pasado, se llega a considerar al mundo como una. máquina, con lo cual se introduce la concepci6n de un determinismo del Universo que retoma con sentido mecanicista ideas ya presentes en el siglo XVIII y presentadas entonces con los nombres de fatalidad o de necesidad. 3 Así se instaura una afirmación totalitaria que, en su fondo, es ajena a la ciencia porque representa una hipótesis metafísica, y se introduce una confusión entre el determinismo como metodología científica, de 1a que al mismo título es un ejemplo el de la entropía universal,' y .el mecanicismo como dogma. Lo que históricamente engendró esta confusión fue, sin duda, el predominio de la mecánica en el siglo xrx, predominio que en la segunda mitad de dicho siglo fustigara Cournot 37 entre los primeros. La diferencia radical y que a nosotros nos interesa entre ambas formas de determinismo es que la primera se opone a una concepción metafísica del azar como contingencia pura, como ley de lo arbitrario, y que la segunda violenta al espíritu al negar su intuición de libertad, la que arruina con una previsibilidad absoluta. Es evidente que si únicamente existen interacciones mecánicas previsibles, no queda lugar para la espontaneidad humana,as y esta confusión clarificada en la física y la matemática por los estudios sobre el azar 39 perdura en la biología y la psicología. Con respecto a la biología, el problema ha sido

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recientemente planteado por Monod; 4 en la psicología, a pesar de repetidas advertencias de Henri Wallon, 41 el determinismo universalista actúa con la tendencia a elaborar una concepción pesimista del fenómeno humano , en la cual la conciencia aparece como un reflejo pasivo 1 , sin alcances ni significación posibles. Naturalmente, esta antropo ogia se acompaña de una psicología que subordina radi,calmente .los he~?s de conciencia al devenir mecánico de la fisiologia de la mteraccion estímulo-respuesta como procede el conductismo, de las «pulsiones:. instintivas y de la líbido como pretende el psicoanálisis, de la adecuación preformista de las estructuras biológicas y psicológicas que afirma b Gestalt, o, en última instancia, de la conciencia «epifenómeno»; como aparece en toda la psicología de la efici.enci~, c':alquiera que s;a su orientación doctrinaria. Estas consecuencias, implicadas en la tesis del determinismo absoluto .Y que actúan en psicología, son, aparte del problema de an~lisis epistemológico, 4 2 punto de referencia crucial para la historia de la psicología. En efecto, si el historiador de las ciencias físicas y matemáticas apenas está obligado a referirse al problema como ruptura epistemológica superada, el de la, P!licología n? pued~ soslayarlo al considerar el status de la psicolo~ia contemp?r~ea. S1 prescinde de su importancia, su estudio no refleJa la tr~bazon interna del conocimiento cuya evolución despliega ante los OJOS del lector. Ningún historiador contemporáneo de la psicología se detiene o por lo menos se acerca al problema; todos lo ignoran y sus historias se transforman así en antihistoria. ·Desde siempre la crítica interna de la ciencia denunció la existencia de una falacia e~ el problema de la verdad, cuya concepción sufrió una transformación casi radical en el curso de los tres últimos siglos. No se trata para nosotros de la «Verdad» como fundamento de la vida social y de la vida pérsonal, sino del problema .de una verdad absolu~, a la que accede el espíritu cuando alcanza la realidad, y qu.e .t?davia al comenzar el siglo XIX, sometido a este concepto en sus inicios, se expresaba con la fórmula: adequatio rei et intellectus, qu~ reafirma~a el carácter absoluto que tradicionalmente le fuera conferido. Todavia un siglo atrás era difícil reconocer en lo que creemos son verdades por sí mismas, y de alguna manera exteriores como los axiomas de la matemática y de la geometría, la parte que corresponde a nuestro espíritu,43 confusión a la que contribuían las tesis simétricas del ;ea-. lismo y del idealismo filosóficos, ya sea atribuyendo con el realismo la primacía a una realidad exterior completamente dada,. ya planteando con el idealismo la prioridad de un espíritu completamente formado Y capaz por lo mismo de pensar el real. En uno y otro caso, espíritu Y realidad estaban frente a frente, cara a cara, y por un paralelismo inexplicable la verdad resultaba el testimonio de su acuerdo. Esta noción de verdad, tan simple y tan majestuosa, que se apoyaba sobre

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un absoluto anterior a cualquier experiencia y a cualquier pensamiento humé\Ilo, chocó inevitablemente con el método científico que buscaba una relación, y quería deliberadamente ignorar lo absoluto. La ciencia que se elabora en el siglo XIX requiere de una norma para juzgar del valor de lo que realiza, y muchos fueron los intentos para encontrarla fuera de los criterios brindados por la idea de verdad. Es de este modo como Mach 44 propone la «economía del pensamiento» como criterio, y el pragmatis~o los conceptos de utilidad o de comodidad. No obstante, esa norma, y lo saben todos los' epistemólogos, está aún brindada por la idea d~ verdad, que aunque parezca paradójico debe encontrar su definición y su criterio en el seno mismo de los campos científicos donde actúa.411 Mientras espíritu y realidad fueron admitidos como entidades independientes y separadas, se requería una noción de verdad absoluta previamente establecida para que sirviera de punto de referencia a su unión en el conocimiento. Por el contrario, cuando se llega a concebir que espíritu y realidad se constituyen y unen por el esfuerzo del conocimiento,46 la verdad se vuelve relativa a la simultaneidad de la conquista del pensamiento y del mundo, o, con palabras de Ullmo 47 «significa el éxito de esa conquista». En consecuencia, la verdad se dicotomiza y cobra dos aspectos: uno que juzga del valor del conocimiento ohjetivo por medio de la verificación y la coherencfo., que son mecanismos de su interioridad, inherentes a la cuestión misma; otro que juzga de la actividad racional del sujeto que piensa por medio de la consistencia, también criterio interno e inherente a la cuestión, y de lo cual resulta la verdad-verificación, o sea el acuerdo con el objeto, y la verdad-consistencia, esto es, el acuerdo del sujeto consigo mismo. Está de más decir que el concepto de verdad se aplica exclusivamente a los juicios y jamás a los hechos o fenómenos cuya verificación ·corresponde al concepto de realidad. La verdad concierne a la idea, y se aplica justamente al discurso científico, que puede ser verdadero o falso aunque los hechos o fenómenos de que se ocupa correspondan al concepto de realidad. Pero sabemos que establecer un juicio de verdad es tarea difícil, porque la complejidad del real nunca es independiente de quien observa, y las interpretaciones varían con las percepciones de los observadores y las condiciones de observación. Además, el reconocimiento de algunos objetos o fenómenos no depende de la percepción de los mismos, sino de las interpretaciones adoptadas. De aquí que el problema de la verdad se descomponga en dos problemas diferentes, que corresponden, respectivan;iente, a las preguntas: ¿Es exacto que en tal punto del tiempo y del espacio haya ocurrido «algo indeterminado» que dio lugar a determinadas interpretaciones?; y, ¿Cuál interpretación adoptamos o con cuál sustituimos las que elaboraron los testigos del acontecimiento? La primera cuestión


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'se refiere exclusivamente a la verdad hist6rica, siendo relativa a los testimonios humanos y concerniente a las sensaciones e interpretaciones. Se trata de la crítica del testimonio y alcanza por igual a cualquier trabajo hist6rico. La segunda es problema exclusivamente científico: dadas las interpretaciones actuales- del hecho o del fenómeno, Y conociendo las leyes científicas, ¿cuál interpretaci6n adoptamos? O dicho de otra manera y en relaci6n con el quehacer del historiador, dada la verdad del hecho histórico ¿dentro del contexto de cuál criterio lo explicaremos? Tomemos un ejemplo clave de la historia de la psicología: Oliver Lodge, premio Nobel de física, dedicó sus últimos años al problema del más allá y lleg6 a aceptar la materializaci6n de los espíritus, pues, según sus palabras, cno digo que eso es posible, digo que es>. Por su parte, Charles Richet, premio Nobel de fisiología y medicina, se ocupó también y muy especialmente de la cuestión. Lodge, como lo hiciera otro físico también famoso, Williams Crookes, rodeó sus experiencias con médiums del mismo cuidado técnico que tuvo para con sus trabajos de laboratorio, y en su discurso emple6 el mismo rigor que en los estudios de física que tanto renombre le dieran. Richet procedió a un examen crítico con el mismo celo y rigor, pero llegó a conclusiones opuestas: Lodge -y eso desencadenó una larga polémica entre ambos 4s_ sostenía la verdad de la doctrina ,espiritista, que para Richet 411 apenas era hipótesis de trabajo, mediocremente valedera, sólo útil por lo cómoda, pero inútil para establecer la verdad de los hechos. La historia posterior de la cuestión demostró que Lodge había sido engañado por sus médiums, mientras que los puntos metodológicos de Richet todavía son válidos. No caben dudas de que gno• seológicamente apreciada la cuestión ambos procedieron de buena fe Y dominaban una técnica de investigación irreprochable, pero tampoco caben dudas de la influencia decisiva de un factor psicológico: Lodge tenía necesidad de creer y Richet no. Y fae precisamente ese contexto: la necesidad de creer, el que desvirtuó el discurso científico del físico inglés. Cuando Lodge presentaba sus admirables memorias de física, se tratara del radium, de la relatividad, de la naturaleza de la inercia mecánica, se atenía al criterio de la verdad y de la verificación, pero cuando pasó al campo de la metapsíquica lo hizo apoyándose en un a priori: el espiritismo, y en su necesidad de creer en el más allá. Richet, ya se ocupara de la anafilaxia o de la metapsíquica, sólo tenía una preocupación: establecer la verdad de los hechos, y todo queda explicado con esto y nada más que con esto.

muy frecuente en sus escritos, con que nos dice que la ousía. es la materia, Hyl~, y la forma," eidos, siendo el compuesto de ambos el individuo.50 Esta indeterminación se continúa con el latín, lengua en la cual no se puede dudar que originariamente la substantia representó de Hypóstasis griega, pero que' también desde sus comienzos el término fue adoptado para expresar el concepto de ousía., cuya traducción literal essentia no entró en el uso corriente. Aún en el siglo v, para San Agustín essentia es un término raro y del qUe desconfía. Finalmente el concepto de substantia se vuelve importantísimo para la filosofía, la ciencia, y fundamental para el desarrollo de la psicología hasta nuestros días con Descartes. En efecto, cuandÓ Cartesio hace la distinción entre res extensa y res cogitans, da dos conceptos unívocos y complementarios de sustancia. El primero se refiere a lo que hay" de permanente en las cosas que cambian, siempre que esa permanencia sea considerada como sujeto lógico, aquello de que se habla, que modificado por el cambio continúa siendo el mismo y que sirve de soporte común a sus cualidades sucesivas. La res extensa es, pues, la cosa única, necesaria, eterna, que desarrolla al infinito las propiedades inherentes a su naturaleza, y que poco a poco será identificada con el elemento potencial, indeterminado, que constituye la materia de las ciencias físicas. Se la puede medir, pesar, someter a experiencias repetibles, y es el fenómeno cuyos cambios estudiados por el invesÚgador constituyen el substracto del hecho científico. Hoy diríamos que la res extensa se define por su valor operativo.51 El segundo concepto cartesiano, la Tes cogitans, es la ccosa> opuesta a la res extensa; no es medible, no es pesable, y aunque necesaria, eterna, y desarrollando también al infinito las propiedades inherentes a su naturaleza, únicamente existe por sí misma, sin suponer un ser diferente del que sería un atributo o una relación. El Cogito ergo sum 52 del Discurso del método, representa para Descarte el argumento que saca de la existencia del pensamiento actual como res cogitans la realidad del alma en tanto que sustancia individual. Cuando en las Meditaciones metafísicas 53 afirma csoy una cosa que piensa>, nos expresa que cada sustancia posee un atributo principal y que el del alma es el pensamiento, como la extensión es del cuerpo.54 Esta dicotomía cartesiana ha sido básica para el desarrollo del pensamiento científico. En tanto señala la cosa cmateriah --empleamos el sentido actual de materia- como campo de la ciencia, reserva la cosa cespirituah -con el sentido actual de psicol6gica_..;. para la filosofía. De aquí arranca en primer término el paralelismo psicofísico, o sea la necesidad de establecer un punto de relación entre cuerpo y espíritu, entre lo vegetativo y lo inteligente, que el mismo Descartes creyera encontrar en la glándula o cuerpo pineal. Toda la psicología moderna, hasta nuestros días con las doctrinas psicosomáticas de corte psico-

4. Sustancialismo y homología de sujeto y objeto. - Pocos· conceptos tienen en la evolución del pensamiento una historia tan curiosa como el de sustancia. La ambigüedad de esa noción ya era considerable en la época de Aristóteles, tanto que se manifiesta en la fórmula


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analítico, y las corticoviscerales de raigambre reflexológica, dependerá en más o en menos, incluso a: veces por su oposición, de la dicotonúa cartesiana. Pero más todavía, la ciencia física al ocuparse de la res extensa no confronta problemas en lo referente a la cualidad del objeto que descubre permanente .en su esencia a través de todos los cambios y cuyas difrencias representan sus atributos. El científico representa al «Cogito:. que seguro de existir, «porque piensa>, se ocupa de la existencia y de las transformaciones de la sustancia. En cambio, el psicólogo se enfrenta con catributos:. de una sustancia: la espiritual, que existe por sí misma, con la sustancia que «piensa> y a la que se debe analizar en siendo el instrumento de análisis esa misma sustancia. Descartes es considerado a justo título el iniciador de la psicología moaerna. Con su «Cogito:1> se inicia la reflexión psicológica tal como ahora la entendemos, pero también y desde el punto de vista histórico su contribución representa la carga heurística más ·pesada que es dable imaginar. En otra ocasión 115 ·demostramos que la etapa más importante de la psicología moderna va de Descartes a Bergson, y que todas sus oposiciones internas, mejor dicho, las cpsicologías:1> que de una u otra manera pretendieron erigirse en scientia scientiarum dentro del desarrollo de la antropología concreta, derivan de la existencia de dos esquemas de la psicología, esquemas que arrancan de una y misma posición: el dualismo sustancialista de Cartesio. En tanto la psicología como teoría de los hechos- psíquicos sienta sus reales en la csustancia pensante:1>, la psicología experimental se amuralla en la «sustancia extensa>. Psicología de la conciencia en un caso, psicología de las cond~ctas y de las motivaciones en el otro, la separación continúa irreductible y el punto de unión mecánica de ambas sustancias, aunque ya no sea el cuerpo pineal, aparece, como dijimos antes, en las correlaciones mecanicistas de las teorías psicosomática o corticovisceral. La transposición del criterio sustancialista al plano psicológico ha significado, en primer lugar, que se trata de «conocer> una sustancia y que los datos cuya verificación determinará el conocinüento fenoménico de dicha sustancia emergen, necesariamente, de ésta para transformarse en objeto de comprobación. Tal sustancia es el pensamiento, la res cogitans cartesiana, y por definición constituye el soporte de cualidades susceptibles de cambios, aunque ella misma no cambia ni está soportada por otra cosa .. Su existencia se confirma por sí misma. Tiene, pues, carácter permanente; de este modo, las expresiones de la vida psíquica son accidentes, o sea algo que no existe por sí mismo sino en otro, en la sustancia pensante en este caso, de manera que sus cambios, transformaciones, adaptaciones, no alteran en absoluto a: la sustancia pensante que a través de sus variaciones continuaría siendo idéntica a sí misma. Los «accidentes emergerían> de la sustancia, y es a través de ellos que la conocemos.· Captamos la manifestación de la ccosa en

si> pero nunca a ésta. Ninguna de· las manifestaciones psíquicas tendría, por consiguiente, carácter esencial, y cualquiera puede revestir en un momento dado esa importancia, e incluso la podemos conceder a factores determinados a priori, como hace, por ejemplo, el análisis multifactorial de la inteligencia. El cartesianismo en psicología está todavía tan vivo que la renuncia del conductismo a considerar los fenómenos de conciencia, la aceptación por parte de la Gestaltpsychologie de que para cada clase de fenómenos existe una jerarquía de formas posibles, y que·si las condiciones exteriores lo permiten se realiza una transformación hacia una forma «mejor> que no haya sido realizada, sanciona en nuestros días la posición sustanciali~ta. Para el conductista, la psicología debe determinar 'aceidentes, para el gestaltista conocer las leyes de «emergencia:. de los fenómenos, y para ambos la sustancia pensante queda como «cosa en sÍ», autónoma, sin soporte. Que ambas posiciones acudan en última instancia a la biología no significa que busquen la relación intrínseca entre sustancia extensa y pensante: el conductismo considera en lo biológico «instrumentos:1> a través de los cuales emergen accidentes de la sustancia pensante. Cuando estudia una conduéta analiza un accidente de la materia viviente: una relación estímulo..-:respuesta que hace viable un accidente de la materia pensante. La relación entre ambos es mecanicista y finalista, y su actitud de psicólogo frente a la actividad psíquica es idéntica a la del médico cuando lee en la columna mercurial del termómetro la traducción en grados del «síntoma:1> fiebre: se procura un punto de referencia objetivo, ajeno al síntoma mismo y convencional como la escala misma. El gestaltista, por su parte, ni siquiera busca en lo biológico un punto de referencia objetivo; su teoría, al principio exclusivamente psicológica, terminó por convertirse en concepción filosófica de los hechos biológicos y psicológicos. Aplica a ambas «Sustancias» un criterio análogo para considerar sus accidentes: el concepto de que el elemento no preexiste al conjunto no es más inmediato ni más antiguo, y pol," ello el conocimiento del todo y de sus leyes no puede ser deducido del conocimiento separado de las partes que en él se encuentran. Claro está que se refiere al «todo» biológico y al «todo» psicológico como sustancias autónomas, desligadas y coexistentes, aunque llegue posteriormente, con el neoconductismo de Lewin, a la confluencia de Watson y de Koffka a través de la «Umwelb de von Uexküll, el medio subjetivo y psicológico que convierte los acontecimientos «físicos» en hechos de «selección» psicológica, y la reacción deje de ser mecánica para convertirse en síntesis. En cualquiera de sus formas, el. sustancialismo se tevela en psicología necesariamente teleológico. En la sustancia, extensa o pensante, existiría, por definición, una finalidad. Para lo biológico se presentaría como una diTecci6n psíquica, esto es, necesidades dirigidas, fuerzas que

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tienden a una realización predeterminada. Tal fue la cidea directriz> de Claude Bernard,56 para cuya expresión no se crean órganos según necesidades, sino que dada de una vez por todas la realización, en el :fenómeno que capta el observador, será lenta o rápida, completa o abortada, según las condiciones fisicoquímicas que encuentre. La misma concepción aparece en lo psicológico cuando la Gestaltpsychologie nos plantea, por ejemplo, el problema de la transformación de las formas posibles en una forma «mejor> que no se haya realizado y siempre que el medio· lo permita. El su5tancialismo finalista convierte al principio de finalidad en absoluto y universal, con lo cual el principio de causalidld queda reducido a la simple comprobación del momento en que los accidentes revelan la actividad de la sustancia. Los corganizadores> en biología, las «aptitudes> en psicología, con el sentido de fuerzas que se dirigen ellas mismas hacia una dirección determinada cuando no están contrabalanceadas por una fuerza contraria, se revelan como causas que producen los medios para su propia realización, esto es, la causa final de los filósofos_ escolásticos. De aquí al providencialismo ni siquiera media un paso, o mejor dicho es su punto de arranque: la a~ción de una fuerza superior que dirige el curso de los acontecimientos, de manera que las sustancias realicen su fin. De esta manera es como se produce la separación entre teoría y práctica que caracteriza a la psicología contemporánea; el conocimiento, en alejándose de la realidad, termina por quedar clausurado en el mundo de la especulación. No corresponde a los hechos y se convierte en superestructura ideal, cuya armonía y equilibrio responden al imperio de lo subjetivo. Por su parte, la práctica corre suerte inversa: queda inseparablemente unida a los hechos y deriva hacia la simple comprobación, jerarquización y sistematización de datos. El análisis adquiere significado particular y su integración en un sistema concluye con la elaboración de diadas en que las parejas de elementos están enlazadas por un mecanismo externo que constituye uno de los tantos fenómenos aparentes a que da lugar esa unión metodológicamente forzada, o aparece como vulgar puente «pro forma> entre la irreductibilidad intrínseca de los hechos. Es así como teoría y práctica resultan divor:ciadas; en tanto la primera se ocupa de la «sustancia pensante», la segunda capta sus atributos a través de la actividad de la «sustancia extensa>. El ejemplo más claro lo presenta el psicoanálisis, para el cual las manifestaciones somáticas de las neurosis representan un síntoma aleatorio del fenómeno por corresponder a la fisiología del organismo, mientras que la etiología debe buscarse en mecanismos propios de la «Sustancia pensante>: represiones, conflictos, complejos, etc., que ·reaccionan con plena autonomía. Así, ·cada vez que el psicoanálisis provoca una «Conversión> moral habla de una «Cura> obtenida. La situación es todavía más patente en el psicoanálisis existencial, que, según su pro-

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pío propulsor, Sartre, es un método destinado a poner en claro bajo una forma rigurosamente objetiva la elección definitiva por la que cada persona se hace persona, o sea se anuncia a sí misma.11'1 Se trataría, en suma, de descubrir el cproyecto original> que dirige inconscientemente nuestras determinaciones particulares: el éla.m tiital de Bergson, la hormé de Von Monakow, en una palabra la emeTgencia de la sustancia pensante, única ·categoría propia del ser, el ser mismo. Por este camino, la psicología peligra caer en el dualismo vulgar que coloca de un lado la sustancia extensa con sus manifestaciones en el espacio, y del otro las manifestaciones inextensas, temporales, del pensamiento. Este error de simplismo no lo cometen los grandes orientadores de las psicologías teóricas o prácticas de hoy día, como fuera común encontrarlo a fines del siglo pasado. Pero procuran establecer -porque son «evolucionistas> con el sentido de la cevolución creadora> de Bergson- que materia y pensamiento son solidarios, y que las dificultades se salvan o atenúan con un dualismo transformado en equivalencia.11s No obstante, ¿queda solucionado el problema con la conversión de una relación espacial en temporal? La respuesta corresponde al historiador de la psicología, y es la que convierte al problema del sustancialismo en clave para comprender la evolución del concepto de psicología desde Descartes hasta Bergson, y la división de los estudios psicológicos en psicología de la conciencia y psicología de la eficiencia. Por poco que el historiador medite sobre este problema descubre que teoría y práctica, en este aspecto de manera más visible la práctica, encuentran que a pesar de estar la materia dentro del espacio y el espíritu fuera del mismo, el espíritu tiene el papel de unir los momentos sucesivos de las cosas a través de la duración, 119 operación por la que toma contacto con la materia y se distingue a la vez de ella. De este modo no hay adhesión a una hipotética armonía preestablecida, se niega el desprestigiado fantasma del paralelismo psicofísico, se soslaya el mecanicismo, y se acepta que todo se realiza por grados sucesivos de evo~ución -con lo cual se respeta el contexto de la ideología . del siglo xx-, que se traducen en lo externo por un mayor desarrollo del sistema sensomotor, en lo interno por una complejización creciente del sistema neurocerebral. Para el historiador no cabe duda que la psicología de hoy se siente lejos del materialismo y del espiritualismo clásicos, pero descubre -si ahonda el problema del sustancialismo- que todaví~ se encuentra bajo la hegemonía contradictoria , de ambos porque no ha logrado desvincularse de la herencia cartesiana. La confusión de extensión y de pensamiento en el sustancialismo, que se presta al equívoco y al sofisma, no es el único problema relacionado con este que debe resolver el historiacfor de la psicología si desea que su análisis ofrezca un verdadero~ análisis histórico con la · complementariedad del juicio epistemológico. En efecto, es a partir del


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sustancialismo dualista de Descartes que en la psicología está presente la homología de sujeto .y objeto. Antes de Cartesio, la cuestión no se plantea; cuando los filósofos antiguos hablaban del alma, jamás omitían los términos necesarios para que lo que define fuese del mismo orden que lo definido. Su «Psicología» no se ocupaba del hombre como objeto ni como sujeto, sino que se centraba en el principio de la vida, del pensamiento o de los dos a la vez, en tanto que lo consideraban como una realidad distinta del cuerpo por medio del cual manifiesta su actividad,60 realidad que podía ser concebida como material con Epicuro,e1 o inmaterial, como llegara a definirla el mismo Descartes. 62 Cuando Cartesio establece la separación entre res cogitans y extensa, los atributos del 'alma, que únicamente conocemos a través de la actividad corpórea, pasan a ser objetos, o sea lo que es pensado, o representado, en tanto que se lo distingue del acto por el cual es pensado,63 porque «cuando duermo, mis ideas se forman en mí sin la intervención de los objetos que representan».64 Por este camino, la psicología de la introspección, principalmente por obra de Main de Biran,65 termina por definir al objeto como aquello que nos es presentado, en la percepción exterior, con carácter fijo y estable, con independencia del punto de vista de los deseos o de las opiniones del sujeto. En resumidas cuentas se trata de aquello que no está sometido a la reflexión, a la discusión. Si por el contrario nos enfrentamos con algo sometido a la reflexión, a la discusión, un ser al que se atribuye un predicado y que es, por así decirlo, un soporte, nos encontramos con el sujeto, que según todas las definiciones clásicas, resumidas en la terminología dé Maine de Biran,os presenta carácter concreto, interior, singular de ese ser que no sólo existe en sí, sino para sí, y que, no alcanzando nunca a ser un objeto, visible desde fuera o delimitado por contornos lógicos, únicamente tiene verdadera realidad en su contribución a su autorrealizarse. No cabe duda que arranca de una naturaleza dada y según exigencias intrínsecas, pero que representa un devenir voluntario y una conquista personal que no se revela como parte de lo finito, de la espacialidad, puesto que crece in infinitum. Es de esta manera como el sujeto, cuyo concepto psicológico arranca del «Cogito», se nos aparece como contrapuesto al objeto, puesto que siempre es un ser, y un ser puede ser siempre sujeto pero nunca predicado. Hasta Descartes, y más todavía hasta comienzos del siglo XIX, se imponía en psicología la noción aristotélica del sujeto real, o sea el ser individual (ousía prOte), que produce los actos o en el que residen las cualidades de que se afirma. La distinción cartesiana entre pensamiento y extensión lleva paulatinamente a abandonar esta definición, hasta que en la psicología experimental, y sobre todo por la fuerte influencia del aspecto .médico de la psicopatología de las últimas décadas del siglo pasado y primeras del actual, comienza a renacer el con-

cepto del sujeto real de Aristóteles, con el aspecto del ser sometido a observación. Este sujeto se convierte así en objeto de la psicología de la eficiencia, en tanto que la psicología crítica o reflexiva, como se decía en la centuria pasada, la psicología de· la conciencia como es usual denominarla ahora, el sujeto del conocimiento es el ser que conoce y que no está considerado en sus particularidades individuales sino en tanto que condición necesaria para la unidad de elementos representativos diversos, unidad en virtud de la cual esas representaciones aparecen como constituyendo un objeto, porque, como fuera común afirmar, si la conciencia del ser sujeto fuese un derivado del objeto, sería quimérico buscar en eUa algo que ya no estuviera en el objeto.67 Es así como encontramos robusta y actuante la dualidad cartesiana en el sujeto psicológico hasta nuestros días. Por un lado se trata del sujeto de una observación psicológica, o sea en tanto representa lo que se estudia; por el otro lado es el ser en el cua,l ocurren algunos fenómenos psicológicos. Está de ·más afirmar que la repercusión de este dualismo teórico ofrece graves repercusiones prácticas en la tarea del psicólogo y, especialmente, sobre su discurso psicológico, hecho que el historiador debe tener muy en cuenta para su trabajo. En efecto, según la orientación del psicólogo dentro del contexto científico o filosófico de la ideología, verá en el sujeto uno u otro concepto, y los que estén más habituados al lenguaje biológico descubrirán en el mismo al ser individual sometido a la observación, en tanto que los más versados en el lenguaje filosófico, y más acostumbrados a hablar del sujeto pensante, se referirán al ser que conoce como condición necesaria para la unidad de los elementos representativos. Está claro que según el caso· los psicólogos tienen del término sujeto una conciencia semántica distinta y que el mismo vocablo lo aplican a «Objetos» completamente antitéticos: el· sujeto de la psicología experimental solamente tiene de común con el sujeto de la psicología existencial, por ejemplo, la homología del término, y los discursos sobre ambos son, heurísticamente, paralelas que jamás se encuentran aunque en apariencia conduzcan al mismo fin. Más todavía, la psicología contemporánea tiende a oponer sujeto y objeto; sin duda, la antítesis del sujeto de la psicología reflexiva, del ·ser en tanto que conoce, es el objeto según lo definimos antes. Pero apenas pasamos a la psicología experimental, su objeto es casi sinónimo del sujeto considerado como aquello que está sometido a la reflexión, a la discusión, y a veces como el individuo en tanto que sometido a la presión del medio como en la psicosociología, o al determinismo biológico o de estructuras preformadas como en el psicoanálisis o la Gestalt, o al producto de la relación estímulo-respuesta del conductismo, y que son objetos materiales que poseen estas o aquellas cualidades.


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De este modo, en el contexto de la psicología contemporánea encontramos dos ideas del sujeto: una, la del sujeto como algo estático y que concierne a datos; ,otra, como algo dinámico y que concierne al ser que reflexiona, y frente a ambas, que hacen del sujeto objeto de sus estudios, un ideal del objeto que presupone las ideas de intención y de fin. 68 El historiador se encuentra así con dos maneras de entender la psicología, y en consecuencia sus discursos y su porvenir: el modo de quien semánticamente concibe el conocimiento del sujeto psicológicl• como función cinemática de la materia, o sea comprendiendo en un solo concepto sujeto y objeto, y el modo de quien concibe la actividad cinemática y dinámica de la materia como teoría y práctica, respectivamente, del conocimiento psicológico, esto es, separando y oponiendo objeto y sujeto, porque se atribuye el movimiento a la materia organizada en el fenómeno vida, y la acción que moldea, motiva o desencadena actos a las circunstancias. En el primer caso, la teoría o la práctica se convierten en conocimiento del sujeto como ser en tanto que conoc~; en el segundo, teoría y práctica se transforman en fórmulas aplicables al ser :individual observable, y es por este camino que los representantes de la primera corriente no alientan la decisión de penetrar en el campo de una antropología concreta y de profundizar sus problemas, y aquellos de la segunda no se atreven a atisbar en un mundo de cuadros abstractos, demasiado diverso al suyo, resultando una flagrante contradicción in terminis. Dentro de este panorama, el historiador de la psicología no puede prescindir del análisis epistemológico. Si aspira a que su historia sea tal Y no crónica o recuento de hechos acaecidos, está obligado a clarificar el problema y rastraer sus raíces en las motivaciones del discurso psicológico, única manera de llegar a través de la crítica histórica de todos los problemas psicológicos y de la conciencia histórica del progresivo y continuo realizarse de la psicología como antropología concreta en la dialéctica implícita al movimiento de las ideas. El pro?lema clave de la psicología es explicar al hombre, y en explicándolo msertar la actividad cognoscitiva, pensamiento e inteligencia, dentro del proceso de la unidad semántica de los conceptos de sujeto y objeto. Enfocando dualísticamente ·el problema de la homología de sujeto y objeto, el discurso psicológico se resuelve en una u otra dirección o en ambas en interacción, lo cual si bien significa un acontecer his~ tórico, heurísticamente -y el historiador debe recalcarlo- carece de significado propio, aunque sea específico en cuanto a la actividad que se considera, porque el hombre resulta interpretado como ineluctablemente reducido a un número restringido de prototipos. ¿Podría ef historiador de la psicología interpretar fuera de estos marcos la finalidad por ejemplo, de la caracterología y de la biotipología? Para ambas ~ trata de diluir las diferencias del sujeto concebido, respectivamente,

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como representación del cCogito> y de la extensión, en esquemas generales mentales o biológicos que, a posteTiari, siempre representan figuras' concordantes con emblemas que emergen de su concepción estereotipada del hombre: ser que reflexiona o ser sobre el que se reflexiona. La realidad queda así sustituida por un síntoma -con sentido etimológico- antepuesto a la nosa -también con sentido etimológico-, y el principio general de identidad aparece como base del concepto un concepto sin conceptos que nos traslada al plano de la dispersió~ positivista de la psicología entre la sociología y la biología, plano a partir del cual el horizonte cambia radicalmente porque ya el saber sobre el hombre no tiene significado de antropología, de tocio, sino de conocimiento de las partes. La historia está, pues, obligada a clarificar el problema si quiere, analizando el pasado, llevar a la comprensión del presente.

II. LAS TENDENCIAS DE LA PSICOLOGfA

l. La. psicología como ciencia natural y como ciencia de .la subjetividad. - La psiconeurología, y más modernamente la psiconeuroendocrinología,811 y la psicopatología médica, son alineadas por lo c~­ mún en las filas de las ciencias naturales. Sus cultores, la mayoria salidos de la medicina, tienden por afinidad de formación a integrarse dentro de la biología; por su parte, los historiadores de la psicología descuidan este aspecto metodológico y de tal manera esos enfoques del estudio del hombre son representados, en lo general, dentro de una psicobiología que se nos revela provincia de la fisiología, en su sentido originario y universal de teoría de la naturaleza. 70 Los problemas que antes planteamos con respecto al objeto y al sujeto quedan drásticamente resueltos con la aceptación sin discusiones del sujeto real aristotélico convertido en ser in<;lividual de la observación. En cuanto al sujeto que existe en sí y para sí, de la psicología reflexiva, queda completamente descartado, y parece natural para los historiadores desistir de su tratamiento como hacen la mayoría, o, en el mejor de los casos, dedicar un par de páginas, desvinculadas del contexto de la obra, a la supuesta influencia de Charles Sherrington, en especial de su libro El ceTebro y 8'US mecanismos,71 y al énfasis ·que en el mismo pone sobre la obra de Hughling Jackson, 72 así como al estudio de Adrian sobre las bases de la sensación,73 para finalmente concluir 74 con los planteamientos del zoólogo y fisiólogo K. S. Lashley, y su conclusión, tan combatida por Iván Pávlov, 71! de que el aprendizaje


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y la retención no dependen de vías de conducción precisas, localizadas

sin discusiones que el encéfalo es el órgano esencial de las funciones psíquicas. Estos estudios llegan, ya en los albores del siglo XIX, a una psicología independiente de la idea de alma y de hecho de los sistemas filosóficos que les son contemporáneos. Sin embargo, sus antecedentes. ltistóricos deben ser buscados en la filosofía de la antigüedad, en la cual. la psyché, el alma, es considerada un ser natural. Tanto es así que el tratado aristotélico De anima es en realidad un tratado de biología general, uno de los escritos que el estagirita consagrara a la física. Para Aristóteles, los cursos de filosofía trataban el «alma» en un capítulo de la física, lo cual conservó la tradición de la Escuela hasta el siglo xvm.7s El objeto de la física era el estudio del cuerpo natural y organizado que tiene la vida en potencia, de donde la física trataba del alma como forma del cuerpo viviente y no como sustancia separada de la materia, como se hará después de Descartes. El alma se presenta como un objeto natural de estudio, una forma en la jerarquía de las formas, incluso a pesar de que su función esencial sea el conocimiento de las formas. Es, pues, a esta antiquísima concepción que se remonta, sin ruptura, y acentuada en verdad por el siglo xvm, uno de los aspectos de la psicología contemporánea: la neurofisiología y la psiconeuroendocrinología. Que esto sea considerado únicamente dentro de la historia de la biología, y que los historiadores de la psicología solamente aludan a su repercusión metodológica en la psicología moderna, puede parecer correcto. Por este camino transitan todas las historias de la psicología, y cuando dentro de sus análisis alguna ob,ra muy específica se ocupa de los «grandes experimentos en psicología»,79 descubrimos sin mucho esfuerzo que su tema no es la psicología, sino la fisiología del sistema nervioso superior en versión para los psicólogos y según lo requiere su quehacer. No obstante, es flagrante una falta imperdonable de sentido histórico, porque el problema ofrece dos vertientes que son fundamentales y de cuya discontinuidad, o mejor dicho del agotamiento de la primera, que cede el paso a la segunda, surge el problema fundamental de la psicología moderna como ciencia de la subjetividad. Dicho con otros términos, si el historiador desprecia esta cuestión soslaya la raíz histórica y epistemológicamente crucial de ¿cómo ocurre que junto a un conocimiento parafísico surge de pronto el interés exclu..: sivo por la subjetividad? La respuesta no es tan simple como para expresarla con la alusión al agotamiento de una corriente -que por lo demás no se agota y lejos de ello llega a florecer nada menos que con la neurobiología contemporánea y, sobre todo, éon la bioquímica cerebral. Tampoco aclara nada hablar, como es corriente, de un florecimiento del espiritualismo filosófico. Es cierto que el declinar de la física aristotélica en el siglo XVIII termina con la psicología como para-

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en estructuras cerebrales específicas, o de la formación de conexiones sinápticas específicas. Como complemento se agrega el estudio de las bases físicas de la emoción, que se circunscribe por lo común a la obra de W. B. Cannon 10 y al mecanismo neurológico de la emoción propuesto por J. W. Papez, en 1937: el hipotálamo, los núcleos talámicos anteriores, el gyrus cinguli y el hipocampo, constituirían el mecanismo esencial que controla las emociones. De esta manera, o mejor dicho de una u otra de estas dos maneras, los historiadores de la psicología escapan al compromiso de determinar hasta qué punto esas formas de los estudios biológicos corresponden a la historia de la psicología, o simplemente son parte de la fisiología entendida con el sentido actual de ciencia de las funciones orgánicas, o si habiendo pertenecido al campo de la psicología terminaron por trasladarse sobre otro terreno por necesidades de método y por razón de fines. · En efecto, ¿de dónde arrancan tales estudios? La ingenuidad histórica que acabamos de acotar los hace aparecer como subproductos de la neurología y de la endo.crinología, y su origen se remontaría para la primera al siglo XVIII, cuando naturalistas y médicos afrontaron decididamente el problema de precisar la sede anatómica del alma. Después de Descartes y 4e su desgraciado intento de indicar como asiento del alma la glándula pineal, el médico y anatomista italiano Costante Varolio (1543-1575), al que se debe una de las primeras descripciones modernas del encéfalo y de los nerviqs craneales, colocaba el alma en la «sostanza cerebrale molle». Es verdad que para entonces la estructura del encéfalo aparece como extremadamente misteriosa y capaz de sustraerse a cualquier investigación científica. 77 El primero que con buenos argumentos biológicos puso al encéfalo, y más. precisamente a la corteza cerebral, en relación con las funciones psíquicas fue el médico y anatomista inglés Thomas Willis (1622-1675), que en 1644 publicó su Anatomia. Cerebri, en la que por primera vez se describen de manera exhaustiva lcis nervios cerebrales, el polígono de la base del cráneo que lleva su nombre, y el líquido cefalorraquídeo. Willis consideró los ganglios de la base como sede del centro de la percepción, el puente de V arolio como asiento de la fantasía, Y las circunvoluciones cerebrales como base de la memoria y de las funciones sensitivo-sensoriales.. Sin duda la obra de Willis es la precursora y está en la base de la discusión que se inicia en la segunda mitad del siglo xvm sobre el gran problema de una precisa localización cerebral de cada función psíquica, después que la obra anatómica de los holandeses Sylvius de La BOe (1614-1672) y Ant.oon Van ~eeuwenhoek (1632-1723), y del suizo Jean Jacques Wepfer (1620-1695), así como la del anatomista y filósofo suizo Charles Bonnet (1720-1793) y del anatomista francés Félix Vicq D'Azyr (1748-1794), puso de manifiesto y


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física, como ciencia de un objeto natural, pero los responsables no son los filósofos ni tampoco los psicólogos, sino los físicos mecanicistas del siglo XVII. 8-0 cLa naturaleza está escrita en lenguaje matemático>, es la fórmula singularmente revolucionaria que se encuentra desde 1623 en el Saggiature de Galileo Galilei.81 Quien entonces la sabe comprender descubre que ante sus ojos se desvanece el antiguo concepto de naturaleza, de una organización de sustancia, de formas y de cualidades, para ser sustituido por un concepto nuevo que representa a un conjunto coordinado de fenómenos cuantitativos. Con esto la inversión alcanza a la investigación misma de la naturaleza: de hecho, la física cuantitativa no tiene prácticamente nada que ver con la ñsica de las cualidades. De este modo, la ciencia ( episteme) dedicada al conocimiento del ser (to on) pasa a ocuparse de la apariencia (phain6men&n), que así deja de ser simplemente materia de opinión (do:ra). Los físicos del siglo xvn abandonan a Aristóteles y quieren matematizar la naturaleza para ver en ella una inmensa máquina que idealmente, por lo menos en sus leyes, aunque no sea en su ser, podrían fabricar, y es así como la realidad del mundo no resulta ya confundida con el contenido de la percepción, a la que corresponde la sustancia, las formas y las cualidades. La negativa parece tan osada, y efectivamente lo era si recordamos la experiencia de Galileo con el Santo Oficio, que prudentemente el Padre Mersenne escribe, en el mismo trabajo 82 con que edifica una acústica completamente matemática: cDe todas maneras no quiero rechazar por completo cualquier clase de especies intencionales>, y pasa a explicar que el sonido escuchado no es únicamente una vibraci6n del aire, sino también una construcción del órgano sensorial; A pesar de esta prudencia inicial, pronto se impone el concepto de que la realidad es obtenida y planteada por reducción de las ilusiones de la experiencia sensible usual, que son producto del sujeto de experiencia, o sea que se deben cargar a la responsabilidad del espíritu, que nada significa para el conocimiento mientras no se identifique con la razón matemática y mecánica, instrumento de la verdad y medida de la realidad. La psicología como ciencia de la subjetividad ha fracasado porque sus resultados quedan desmentidos por la nuev:a estructura que la física reconoce al Universo. En la medida que los físicos rechazan a Aristóteles, los psicólogos deben separarse de él. La física cualitativa tenía por el real la percepción inmediata, y ahora, según la expresión de Brunschvicg, el mecanismo sustituye a ese real sentido por un real pensado. Hasta ese momento, física y psicología se aplicaban a objetos considerados naturales por excelencia, pero desde Galileo las t:osas cambian. El vínculo del universo percibido y del univeTso pensado debe muchísimo a los matemáticos que se aproximan a la idea de límite. Galileo, al meditar sobre estas cuestiones y siguiendo los tra-

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bajos de Cavalieri sobre los indivisibles, considera las superficies Y los volúmenes de los cuerpos sólidos como compuestos por una infinidad de átomos sin extensión. De esta manera, entre la percepción y el real se intercala una zona que solamente podemos asir por medio del <:álculo. La psicología también debe recurrir a un nuevo enfoque y crear otros instrumentos para la observación. En el siglo II de nuestra Era, Galeno establece, clínica y experimentalmente, y contra la doctrina de los aristotélicos, que no es el corazón sino el cerebro el órgano de la sensación y del movimiento, y el asiento del alma. Las anticipaciones de la escuela médica itálica de Alcmeón de Cretona, de Hipócrates y del mismo Platón. resultan revalorizadas. Es a partir de Galeno que se establece una filiación ininterrumpida de investigaciones que crean una pneumatología empírica cuya pieza fundamental es la teoría de los espíritus animales, soberana durante seis centurias, y que solamente será rechazada a fines del siglo XVIII por la electroneurología. Esta concepción de la relación entre funciones psíquicas y órganos encefálicos, que procede directamente de Galeno, dominará también en los primeros sesenta años del siglo XIX, inclusive hasta Broca, las investigaciones sobre las localizaciones cerebrales, y es por este camino que bajo la forma de psicofisiologia y de psicopatología, y respectivamente de psicología de laboratorio y psicología clínica, la psicología actual es producto del cambio que impone a la razón la física mecanicista del siglo xvn, y que se remonta en su filiación al ·siglo n. 2. La psicología como física del sentido externo y como ciencia del $entid-O interno. - Fue grave responsabilidad a los ojos del físico y de los pensadores en general que comienzan a respetar su ciencia plantearse: ¿es posible que la sensibilidad sea falsificadora del real?, ¿significa esto una imperfección· de la naturaleza humana, una traición de ésta a la razón? La filosofía, por medio de la psicología, comienza a comprender que algo falló en sus apreciaciones y procura, entonces, reducir a cero o, por lo menos, explicar la razón de las ilusiones de la experiencia sensible. La psicología se convierte de este modo en justificación del espíritu, y como ya no puede sostener que el alma es un ser natural, una realidad biológica general, cambia de rumbo. Frente a la nueva física su actitud es de disculpa del espíritu, y procura explicar por qué éste, y por naturaleza, está obligado a engañar a la razón en relación con el espíritu. Y es así como la psicofisiología por medio de Gall, procediendo directamente de Galeno, y muy a pesar de SU.! extravagancias, domina las mentes y orienta la psicología por dos razones. Primero, porque según la tradición aristotélica, ante la cual los físicos todavía se disculpan de su herejía, no puede dejar d.e ser una física para ser tomada en serio. Segundo, porque la física ha demos-


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tracio la existencia de residuos ilreales en la experiencia sensible y ha señalado sus límites, y está obligada a buscar en la estructura del cuerpo humano, esto es, en la natu,raleza, la razón de la incapacidad sensorial para enfrentar el lenguaje matemático con que está escrita la naturaleza. La nueva física era un cálculo y la psicología tendía a imitarla procurando determinar constantes cuantitativas de la sensación y relaciones entre esas constantes. Aquí, Descartes y Malebranche resultan jefes indiscutidos. En las Reglas para la dirección del espíritu,83 con mayor precisión en la número XII, Descartes propone la reducción de las diferencias cualitativas entre datos sensoriales a una diferencia de figuras geométricas. Claro está que se trata de los datos sensoriales en tanto que son, según el sentido propio del término, informaciones para un cuerpo por otros cuerpos; en cuanto a lo que .es informado por los sentidos externos resulta ser un sentido interno, o sea «la fantasía que únicamente es un cuerpo real y figurado». En la regla XIV, Cartesio analiza las comparaciones entre luces, entre sonidos, etc., y llega a la conclusión de que solamente pueden ser convertidas en relaciones exactas por analogía con la extensión del cuerpo figurado: Con esto, y además con el concepto de reflejo, que.precisa aunque no lo denomine en el Discurso del Método,8 4 afirma definitivamente la constancia de la unión entre la excitación y la reacción. Pero al mismo tiempo Malebranche 85 se da cuenta de que en el perfecto y hermoso universo cartesiano falta algo, de que Descartes carece del sentido de complejidád, so que «SU mundo [el de Descartes] es demasiado hermoso para ser verdadero», porque «la naturaleza no es abstracta». Indiscutiblemente, el espíritu científico ha madurado de Descartes a Malebranche y a Newton, que finalmente pone orden en los principios de la física teniendo en cuenta nuevos datos. Pero junto a es.ta cosecha tan amplia que hace del siglo XVII uno de los más admirables, cuando no el más importante en la historia de la ciencia, el principio de la naturaleza humana queda indeterminado,s7 y es así como lo afirmado por Descartes sobre la unión entre la excitación y la reacción da origen a una psicología que imitando pretende ser una física matemática del sentido externo y que, finalmente, desembocará con Fechner en los métodos psicofísicos del siglo xrx; sobre todo gracias a los trabajos de fisiólogos como Hermann Helmholtz. Finalmente, esta orientación de la psicología será ampliada por Wundt hasta las dimensiones de una ciencia de laboratorio y experimental, que desarrolla con la esperanza de hacer aparecer en las «leyes de los hechos de conciencia» un determinismo analítico del mismo tipo, del que desarrollan la mecánica y la física, y que para cualquier otra ciencia se perfilaba como promesa de validez universal. F..sta esperanza panmatemática se esfuma para la psicología todavía en vida de sus

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propulsores. Fechner. muere en 1887, justamente dos años antes de que Bergson, con su Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia le asestara a la psicofísica el golpe de gracia y cuyos primeros amago~ se perfilaban desde una decena de años antes. Wundt muere en 1920 cuando los ataques de los psicólogos de la Forma lanzan los primero~ ~ardos contra la física analítica, experimental y matemática del sentido externo, Y cuyas razones arrancaban de las observaciones de Ehienfel~ 9 sobre las cualidades de la forma, y que tenían su origen en la critica de los Ensayos de Bergson. . Este somero an~lisis pone de manifiesto dos fenómenos esenciales: primero, que el historiador de la psicología malinterpreta los hechos -y hasta ahora procedieron así Y sin excepción todos los historiadores de la psicología- si a partir del siglo XVII, y del dualismo cartesiano d~sconoce o descui~a el impacto de la física mecanicista sobre las co~ i;1.entes del p~samiento en general, y en especial su derivación como flSica del sentido externo a través de la psicofísica. Por dos siglos el mayor número de psicólogos, entre. ellos tal vez los más represent~ti­ vo~ de la psicologí~, acarician el ideal de crear una ciencia psicológica u_n~versal Y tr~nscriben sus observaciones con conceptos tomados de la fi.sica, Y estud1~~ .al hombre como. un cuerpo físico. Para Wundt, por · e3emplo, el anahs1s de las sensaciones no se diferencia del análisis e:>P~ctrográfico, Y del mismo espera obtener conclusiones universales similares a las logradas por Fraunhofer cuando vio en las rayas del espectro un punto de referencia preciso para sus mediciones, de manera ~ue al destacar la posición relativa de las mismas logra establecer la P~m_iera carta del espectro solar. Por este camino la física pasa a sustitwr las percepciones directas con registros espectrográficos y transforma los métodos de trabajo, que Wundt y su Escuela proc~an ada~tar a la psi~ofísica. Con el progreso de la física experimental, el astr~nomo. de~ siglo pasad~ ~xtiende considerablemente el campo de sus mvestigaciones, y el ps1cologo del sentido externo se cree autorizado para lograr idéntico éxito si sigue muy de cerca los métodos y fines. de las ciencias físicas y matemáticas. Pero al propio tiempo, desde la mi~a data, Y por influencia también del dualismo cartesiano, la psicologia desarrolla paralelamente al sustancialismo de la física del sentido externo la ciencia del sustancialismo del sentido interno, 0 , dicho de otro modo, de la conciencia de uno mismo. La res cogitans es paral~la de la re~ extensa, y la historia de esüt orientación de la psico, . logia arranca directa y naturalmente de las Meditaciones. Cuando Des' cartes, al comienzo de la Meditación III,'llO considera su «interior» para tratar de familiarizarse consigo mismo, de conocerse m~jor su intento apunta directamente al. Pensamiento, puesto que el «inte;ior» cartesiano es conciencia del Ego cogito, del «Pienso», que es conocimiento directo que el alma tiene de sí misma en tanto que entendimiento puro.

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Descartes se aplica aquí a la naturaleza y a la esencia del Pienso asidas inmediata y directamente en su existencia. La meditación cartesiana no procura establec~r una crítica pragmática de la verdad como interpreta el único de los modernos historiadores anglosaj~nes que se ocupa de él,91 ni es una cconfidencia personal>, como intentarán hacer entender .demagógicamente los espiritualistas de principios del siglo xnc; 92 es una reflexión que da al conocimiento del Yo el rigor y la impersonalidad de las matemáticas. El «interion cartesiano nada tiene que ver con el «Sentido interno> de los aristotélicos, «que concibe sus objetos interiormente y dentro de la cabeza>,93 y al que Descartes ubica dentro de la sustancia extensa, o sea como un aspecto del cuerpo. De aquí que para Cartesio el alma se conozca directamente y más fácilmente que el cuerpo, en oposición con la opinión de Aristóteles de que el alma no se conoce directamente. La física del sentido externo partió de esta última premisa· la psicofísica quiso llegar al pensamiento por la vía del análisis de 'las sensaciones, lo cual creó una situación paradójica: producto del dualismo cartesiano, pretendía conseguir la unión de lo físico y del cCogito:> en el punto donde la segunda se revela como acción por medio de la primera, en retomando de este modo la tesis de los ..;colásticos, esgrimida por Gassendi 94 contra Descartes, de «qué el conocimiento del alma no es directo sino únicamente por reflexión. Pues el alma es semejante al ojo que ve todo y sólo puede verse a sí mismo por reflexión como en un espejo ... y paralelamente el alma solamente se ve y se conoce por reflexión y reconocimiento de sus efectos>. Descartes en su oportunidad había respondido airado: «No es el ojo el que se ve a sí mismo, ni el espejo, sino más bien el espíritu, que es el único que conoce.> Estas consideraciones están siempre al margen de las historias de la psicología, Y si nos detenemos en ellas no es por prurito de erudición sino porque destacan, epistemológicamente hablando, la ruptura esencia.Í entre dos orientaciones de la psicología y prefiguran la profunda crisis que sufrU:á el conocimiento psicológico en la segunda mitad del siglo pasado, crisis que precipitará y de la cual será al mismo tiempo juez el positivismo. En efecto, Auguste Comte invoca contra la imposibilidad de la introspección el uso que de la misma hicieran los eclécticos como propedéutica científica de la metafísica, al justificar por vía experimental las tesis tradicionales del sustancialismo espiritualista. Con Comte 95 queda reducido de manera abstracta a una física biológica por un lado, a una física social por el otro, y tanto es así que un pensador por lo común tan perspicaz como Cournot retoma el argumento para apoyar la idea de que la observación psicológica concierne más· a la conducta del Otro que al Yo del observador, de donde la psicología queda en el rango de la csagesse>, del sentido común bien aplicado, Y no accede al de ciencia porque es propio cde la naturaleza de los

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hechos psicológicos traducirse en aforismos y no en teoremas>. 96 La confusión inicial entre el csentido interno> aristotélico y el cinterion cartesiano hace que se constituya contra Descartes, a partir de Locke y en pasando por Condillac, 1os ideólogos franceses y los utilitaristas ingleses, una psicologfu empírica que se proyecta como historia natural del Yo, con pretendidos alcances de física matemática del espíritu, y al mismo tiempo, aceptando su dualismo sustancialista, se elabora una psicología racional asentada en la intuición de un Y o sustancial.

3. La psicología como ciencia. del sentido íntimo. - El acta de bautismo de estas dos corrientes son las obras, casi simultáneas en su aparición, de Christian Wolff, Psychologia empirica, de 1732, y Psycko1.ogia rationalis, de 1734, con las que pretende fundamentar su legitimidad. Kant fue el primero que atacó lo ilusorio de esa legitixpidad al realizar el análisis de las nociones de tiempo y de espacio,97 y establecer las relaciones del sentiµo interno y del sentido externo con los mismos. Demuestra que el sentido interno fenomenal tiende a confundirse con el tiempo por ser únicamente una forma de intuición empírica, y que por otra parte el Yo, sujeto de cualquier juicio de apercepción, es una función de organización de la experiencia, de manera que no existiría la más remota posibilidad de una psicología matemática con el sentido y la razón que existe una física matemática. Kant niega la posibilidad de medir los fenómenos psíquicos .porque a los fenómenos mentales, inscritos en el flujo del tiempo, no se les puede aplicar leyes mater,náticas atemporales, válidas para el espacio. De aquí 'que no podamos hacer experiencias sobre los otros ni sobre nosotros mismos, y que la observación interna, a su vez, altere su objeto, de manera que la psicología únicamente podrá ser descriptiva, y su único y verdadero lugar es la Antropologfu, tal como la concebía el filósofo de Koenisberg, o sea como propedéutica para una teoría de la habilidad y de la prudencia coronada por una teoría de la sabidurfa.98 Rechazada como física del sentido externo, negada como ciencia del sentido interno, la psicología queda finalmente excluida de la posibilidad de convertirse en ciencia. Es el momento· preciso cuando a fines del siglo xvm y comienzo del XIX renace en todas partes la preó°cupación por «restauran la tradición, tan duramente sacudida por los enciclopedistas. Declinaba el influjo de los sensualistas y parecía que . las ideas de Locke y de Condillac estaban definitivamente destinadas a desaparecer, y es cuando se impone, con Maine de Biran, un concepto místico del alma que valoriza la religión cristiana. El Pienso de Descartes, asentado en el pensamiento en sí, es transformado por Maine de Biran en un Quiero asentado en la conciencia para sí y contra la exterioridad. Maine de Biran descubre que el error de Cartesio ha sido la simplificación y que el análisis psicológico consiste, por el contrario,


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en complicar, que el hecho psíquico primitivo no es un elemento sino una relación y que esa relación es vivida en el esfuerzo, lo cual lo lleva a dos 'conclusiones inesperadas: la conciencia requiere el conflicto de un poder y de una resistencia; el hombre no es una conciencia servida por órganos, sino una organización viviente servida ~or una inteligencia.99 Por consiguiente, el alma debe estar necesariamente encarnada1 de donde no hay psicología posible sin biología. Cualquier emoción p iensa está unida con un cambio o una alteración determi' ' nada de ' las funciones orgánicas, pero este f enomeno que se reve1a di rectamente hace que los hombres tiendan a buscar las causas de los afectos del alma. en los objetos percibidos y por lo tanto externos, cuando las causas verdaderas están en las impresiones inmediatas, oscuras para la conciencia, y sobre las cuales «cualquier, retorn? ;stá pro~­ bido». Pero al mismo tiempo, en su Antropologia,100 situa la vida humana entre la vida animal y la vida espiritual, porque «el hombre es intermediario entre Dios y la naturaleza. Alcanza a Dios por su espíritu y a la naturaleza por sus sentidos». 1-01 La crítica del «Cogito» es una constante del biranismo,102 para el cual la existencia que afirma «SOY» es existencia para sí, existencia para un Yo que se siente existir, sin pretender saltar del existir para sí al existir en sí, Y lo único que conserva al pensamiento de Maine de Biran sobre el plano de los fenómenos es, primero, su empirismo, porque «Si hubiese un conocimiento del absoluto ese absoluto se volvería relativo»; 100 segundo, la ' oposición· de sujeto y sustancia, pues sustancia es «lo que se mantiene deb:jo», aquello con que se relacionarán las modifi.caciones'. lo. que desempeña el papel pasivo de substracto. La sustancia del biramsmo es por excelencia el principio de la física, la noción que nos sirve para pensar la materia. De aquí que Maine de Biran necesite, ~gre~ar la creencia en el sentido íntimo y compruebe que nuestro espintu tiende, «por su misma naturaleza», a ubicar un ser noumenal más a~á .de los fenómenos «necesidad subjetiva», expresión en la cual el adJetivo no destruye el sentido del sustantivo, puesto que «SOY necesidad por mi naturaleza de ser inteligente». De este modo cree encontrar que los datos inmediatos de la conciencia no dan lo· absoluto: la creencia no es una intuición porque representa una afirmación de tipo original· surge en un espíritu que se descubre incapaz de pensar hasta el fin~l la palabra «existir» quedando sobre el mismo plano, pues no se sabe que una cosa es como no se sabe lo que es. Sería inútil que siguiéramos hasta el final los razonamientos de Maine de Biran, porque nada agregaríamos a lo que surge de ~o expuesto: que el sentido íntimo y la ·creencia conservan la filosofia al nivel de seres que únicamente presentan en su estructura concreta la pasividad org~nica y la actividad del Yo, a las que posterion;i~nte agregará, en 1818, una pasividad de otro orden, la del alma religiosa

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en estado de gracia; a la cvida animal> y a la cvida humana> suma la cvida del espíritu>, de manera que la obra psicológica de Maine de Biran puede resumirse diciendo que es el difícil esfuerzo de querer ajustar la teoría de la creencia con la psicología del hecho primitivo, intento tan difícil como el filosófico de querer ajustar el espiritualismo cristiano con el positivismo espiritualista, y que sobre sus huellas intentará Bergson. Al ·renunciar al sensualismo de Condillac y a la fisiología materialista de Cabanis, al restaurar un punto de vista de la interioridad y al rehabilitar la noción metafísica de causa, al rehusarse a seguir la relatividad del conocimiento hasta el agnosticismo, Maine de Biran orienta su psicología en un sentido evidentemente espiritualista, y el espiritualismo de su filosofía es el de un espíritu encarnado; de este modo, al suprimir la unión del alma con el cuerpo, el biranismo hace resaltar el de su separación. Además, para Maine de Biran la vida deviene. religiosa cuando el hombre está con Dios en una relación que lo transforma, cualquiera que sea la naturaleza metafísica del término divino, y si cla presencia de Dios realiza la salida de nosotros mismos>, se pregunta, c¿cómo conciliarla con una doctrina psicológica del Yo?> 104 Si el Yo es voluntad, la gracia debe hacerlo desaparecer para sustituirlo por otra voluntad, de manera que el ideal del biranismo está completamente de acuerdo con una psicología que define al Yo por la voluntad y la voluntad por el poder de dirigir el cuerpo. 4. La psicol.ogía com-0 ciencia de W,s reacciones y del comportamiento . ..:_Al definir al hombre como organización viviente servida por una inteligencia y al asignarle sus límites e11 situando la vida humana entre la animal y la espiritual, Maine de Biran señala de antemano el terreno sobre el cual en el siglo XIX se constituirá una nueva psicología, esto es,·una biología del comportamiento humano. Su advenimiento está completamente descuidado e:ri cuanto a sus fuentes en las historias de la psicología que, por lo común, hacen entroncar, y erróneamente, la psicología biológica con los progresos de la psicología patológica, que se desarrolla en la centuria pasada. En efecto, la influencia del biranismo en este campo es grande, tanto que, iniciándose con Antoine-Athanase Royer-Collard, hermano menor del filósofo, y de Esquirol, de Pinel, de Chiarugi, 'de Bayle, termina por culminar con Charcot, y cuyos trabajos como esctiela serán seguidos por Théodu1e Ribot, Pierre Janet, el cardenal Mercier y Sigmund Freud, prolongándose así hasta nuestros días. Sin embargo, la realidad histórica y epistemológica es otra. No se trata de la supuesta biologización de la psicología por óbra de la patología nerviosa y mental, sino de la aparición de un nuevo concepto de la naturaleza humana, tanto por razones científicas, como técnicas y sociales. 100 En efecto, los naturalistas, y con ellos la obra de Darwin

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el impulso definitivo en este sentido-, trabajan en la. constituc1on de una biología como teoría general de las relaciones entre los organismos y los medios, lo cual hace desaparecer definitivamente la creencia en la existencia de un reino humano separado. La condusión d.e e~e privilegio no causa graves problemas dentro del campo de las ciencias, pe~o desa~ un:i tempestad en el reinado de la filosofía y, sobre todo, de la ideolog1a remante. La historia de la lucha contra el evolucioni~mo, que se prolonga bien entrado nuestro siglo, es el documento f:~a~1ent~. ~ medio de la polémica, la psicología está en posición ~1cil e incomoda; en tanto estuvo orientada como física del sen~d? externo, como ciencia del sentido interno, como ciencia del sentido mtimo, s~ p~oblema. fund~ental en relación con lo biológico se planteó en los ~e;mmo~ del dualismo sustancialista que, bien o mal, permite el cond1c1o~m1ento de las investigaciones en base de presupuestos de orden filosofico, tanto para la sustancia extensa como para la pensante· Y que favorecen la delineación de una concepción general del hombr~ ~ue resp.eta , !~tes metafísic,os y se atiene en lo esencial al paralelismo ps1cofis1co. Pero la critica de Maine de Biran en lo que presenta de positivo, abre, no obstante, una nueva posibilidad: al insistir sobre el, sentimiento de la libertad, y al . introducir este sentimiento como ~aiz ~e la or?anización viviente servida por la inteligencia, pone en evidencia el. dmamismo del Yo como fuerza natural actuante y destaca la necesidad de encontrar el mismo dinamismo en el esf1ierzo ent~ndi~o como necesidad intrínseca de la organización viviente. D~ aq_ui la ~mportancia que asume su análisis para la constitución de una psicologia ~~mo ciencia de las reacciones y del comportamiento, porque la proyeccion de. sus puntos de vista, que con los filósofos eclécticos llegaran a ser la filosofía del Es~ado en Francia, impregna profundamente el terreno de la biología. Con sentido general, la tendencia es ª. der:iostrar qu: la psicología no puede constituirse al nivel de la exper1enc1a entendida con sentido positivista y materialista porque tal experiencia termina por imponer un esquema que mutil~ la realidad que se pretende estudiar. Pero al asignar Maine de Biran en su Antropología límites bien precisos a la vida animal y a la vida espir~tual, el esco~lo r:sulta superable de alguna manera. La biología vitalista: ~s la b10log1a .de la época, no ofrece mayores dificultades para ser aplicada al estudio de las reacciones y comportamientos humanos Es la de la ~d-~ología, la misma que sirvió al biranismo, y concuerd~ con ~u d:fimc.10n del hombr; como organización viviente servida por una m~eh~encia para el psicologo, por. un espíritu vital para el biólogo. Nada rm~ide dentro de este esquema crear una psicoembriología de las reacciones y de las conductas en concordancia con la dinámica de un Yo que se realiza en el esfuerzo. Si desde el enfoque de la biología es Maine de Biran quien abonó

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el terreno filosófico para la constitución de una biología de las conductas y del comportamiento humano, también su presencia es activa en las razones técnicas y sociales de la ideología que la propugna. El desarrollo del régimen industrial orienta la atención general hacia el carácter industrioso de la especie humana y señala el fin de la creencia en la dignidad del pensamiento especulativo. Herencia cartesiana para los tiempos modernos, esa creencia fue duram~nte combati~a por el biranismo; la sustitución del Pienso por el Quiero revela bien a las claras la decisión de una época que se arroga de alguna manera el derecho de «Constrl,Úr» también a los hombres. La Revolución francesa terminó con la creencia en los valores del privilegio social, Y el igualitarismo, que en teoría no podía ser destruido, comenzó a ser frenado en la práctica republicana por la idea de utilitarismo. Aquello que la Restauración de Metternich no podía borrar de la conciencia de los pueblos, comenzó a ser encauzado con la definición del hom~r: c~mo instrumento. Mientras la teoría del «cogito» apuntalaba las re1vmd1caciones de la razón, la tesis del «Quiero», con su aparente llamada a la libertad de la voluntad y la consecuente psicología del instrumento que desea conocerse a sí mismo, convertía a los hombres en instrumentos del conocimiento. La idea de «Utilidad» encontraba así su más amplio desarrollo y se constituía en principio básico de una psicología que consideraba, tras los pasos de Hume y de Burke, la toma de conciencia filosófica .de la naturaleza humana como capacidad de artífice que de manera más directa y prosaica, Adam Smith y Franklin procla~aban con el concepto del hombre como fabricante de instrumentos. De este modo, de la definición del hombre mismo como instrumento surge como principio psicológico la idea de la utilidad del ~ombre, ~a idea del hombre como medio de utilidad, y de la que arranca el fenomeno propio de las sociedades contemporáneas: la práctica generalizada de la experticia, como determinación de competencia Y de orientación. Nietzsche, en la Genealogía de la moral,106 se preguntaba qué podía haber impulsado a los psicólogos por el camino del cinismo, de la explicación de las conductas humanas por el interés, la utilidad, por el olvido de las motivaciones fundamentales. La respuesta, que no alcanzó está en la concepción biraniana de que la inteligencia no es la que 'hace los órganos -instrumentos- y se sirve de ellos, sino que, por el contrario, es la que los sirve. Y no es impunemente, como destaca Canguilhem,101 que los orígenes históricos de la psicología de la reacción deben ser buscados en los trabajos provocados por el descubrimiento de la ecuación personal propia de los astrónomos que utilizaban el telescopio por Maskelyne, en 1796. A partir de ese momento, el hombre, estudiado psicológicamente como instrumento del instrumento científico, pasa gradualmente a ser considerado instrumento de cualquier instrumento.


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Si a Bergson cabe la responsabilidad del impulso de la psicología de las reacciones y del comportamiento en nuestro siglo, 108 la raíz está en la reacción romántica del biranismo, que al desconocer el Pensamiento, abrió los caminos del voluntarismo y de las tendencias del Quiero que, ineludiblemente, deben ser encauzadas. Las investigaciones de nuestros días sobre las leyes de la adaptación y del aprendizaje, sobre las relaciones del aprendizaje y las aptitudes, sobre el descubrimiento y medición de aptitudes, sobre las condiciones del rendimiento y la producción, investigaciones inseparables de la selección y la orientación, admiten todas un postulado común de utilidad, impropio del «cogito> .Y producto de circunstancias socioeconómicas y no de naturaleza humana, postulado que se resume diciendo, con la filosofía implícita en la Human engineering,100 la. naturaleza del hombre es la. de ser instrumento; su vocación, la. de ser puesto en su lugar, en su tarea. Dicho de otra manera, por casi un siglo 1a psicología trató de ser independiente liberándose de la filosofía, y para lograrlo la psicología de la reacción y del comportamiento de los siglos XIX y XX se separó de la especulación que busca una idea del hombre más allá de los datos de la biología y de la sociología, para embarcarse dentro del concepto socioeconómico de humanidad. De este modo, la psicología orientada desde Descartes sobre el desdoblamiento del ser en dos sustancias da de pronto un salto y, en pasando abruptamente sobre la barrera del vacío, deja de ser una antropología, entendida sin las ambi&üedades que hoy por hoy connotan al término, y se convierte lisa y llanamente en instrumento, que permite manejar los hombres como cmasa> en función de una idea del hombre elaborada por una célite> corporativa que se autoriza de motu propio a decidir como instrumento de una ideología que en la utilidad encuentra su principio y coronamiento. La psicología de las reacciones y del comportamiento se nos presenta así como teoría general del principio que, respetando «pro forma> la libertad del hombre, le niega sin embargo el derecho de ejercerla conociéndose y lo obliga a encauzarla en los carriles sin alternativa de la oferta y la demanda. En hablando epistemológicamente resulta una teoría de la habilidad, pero fuera del sentido kantiano porque carece de referencia a la sabiduría, que implica razón y conciencia.Uº

ser dominado por un viviente que le antecede, instrumento de producción, vehículo de palabras y de pensamientos que le preexisten?, o, dicho brevemente, ¿al ser subsumido en la historia o al ser que hace historia? Cuando la psicología se .centra en los contenidos que se revelan exteriores al hombre, que se le anticipan, que lo alienan, no hace más que comprobar que es un objeto de la naturaleza que debe estudiar a través de sus reacciones y comportamientos, y cae una vez más en la antropología de la especie o del género, tan cara al Iluminismo, y ni siquiera se justifica como rama del saber positivo. Se diluye en la fisiología, en la etnología, en la sociología, y por segunda vez justifica el veto positivista a su existencia. hievitablemente, y como hicieron las corrientes existencialistas de la posguerra, la suplantará una fenomenología del espíritu. Por el contrario, en la medida que logre reunificar naturaleza y naturaleza del hombre, fundir en una unidad epistémica objeto y sujeto, 111 justificará su situación dentro del saber, será eje para la comprensión de la condición del hombre en las circunstancias de acción y de pensamiento que requieren los tiempos nuevos. Finalmente, cabe comprender que no es el origen del fenómeno el que da a éste historicidad, sino que, por el contrario, en realizándose lo psíquico adquiere valor de desarrollo dentro de un cuadro histórico-natural, historicidad que es propia y no prestada por un marco definido de acontecimientos que se presupone actúan desde siempre. De esta manera, en lo psicológico el hombre jamás puede ser contemporáneo de su origen, y cuando la orientación de la psicología pretende fijarlo con alfileres en las conductas, en los caracteres, en las motivaciones permanentes, en las tipologías más o menos abstractas, no hace otra cosa que recortar al hombre de la realidad, ininovilizarlo con una proyección estática que no corresponde en ningún momento a su historia, a su función de pensamiento en acción, a ninguna etapa de su evolución, puesto que la historia fijada carece de historicidad, la evolución detenida de desarrollo. La psicología que aspira a echar raíces en la naturaleza, o en lo social, o en una pura fenomenología, cae inevitablemente en la paradoja de ·Zenón. El individuo, como la flecha que vuela según el argumento del eleático, ocupa un espacio igual a sí mismo, carece, pues, en cada instante de desarrollo, no evoluciona porque se supone que el tiempo de la evolución está compuesto por momentos indivisibles. Por el contrario, el hombre verdadero, al que su análisis no aliena del real, vive en un mundo de mediaciones complejas que han sido cargadas sobre sus espaldas por· el trabajo, la historia, la vida. De manera que· el primer contacto del ser humano con este mundo, a través del primer objeto manipulado, de las primeras necesidades satisfechas, de las más simples palabras escuchadas o pronunciadas, está dominado por esos intermediarios que someten en todo sentido, y cuya

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5. La apertura hacia una antropología concreta. -A la psicología del siglo xx se le plantea como problema fundamental el de su orientación, y que al historiador corresponde aclarar, porque según sean sus orígenes, o logra explicar antropológicamente al hombre, o cae en una metafísica del cambio, nueva es verdad, pero metafísica al fin. En una palabra, ¿se trata de explicar psicológicamente al ser que se autoconstruye por la vida, el trabajo, por necesidades o aspiraciones, o al

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presión reafirma con sus primeras acciones. Y sin embargo, cualquier esfuerzo posterior, de realización como viviente, consistirá en liberarse de esos intermediar~os que lo dominan hasta el infinito y representan un tiempo que no es el suyo. Aquí, en este esfuerzo, bajo semejante tensión, es donde la psicología debe asir al hombre: en el aspecto claro y preciso de la afirmación de su pensamiento y acción. Cuando se detiene en el cono de sombras de la vida inmovilizada en la historia; sin historicidad, se transforma en arquipsicología y su estudio ya es competencia de la etnología. Encarado el problema de la psicología contemporánea de este modo, pisamos el terreno de los análisis. que, según el sentido epistemológico que se pretenda otorgarles, caen irremediablemente dentro de dos tipos fundamentales. Uno, que procura hacer el inventario de todo lo que en el inventario del fenómeno humano es cuantificable; otro, que siempre irreductible se aplica en especial a la comprensión, centrado sobre el aspecto clínico, según el valor semiótico de la palabra. Tanto una como otra de estas interpretacionei¡ carecen de pertinencia histórica. No cabe duda de que cualquier forma de saber empírico, inclusive aplicándose al hombre, en determinadas situaciones puede emplear el instrumento matemático, y más todavía, en otras ser formalizado. Sin duda, en uno y otro caso se trata de problemas específicos y no de la totalidad del fenómeno, y resulta poco probable, por no decir improbable, que la sola relación con las matemáticas o la formalización lógica resulte núcleo del conocimiento del hombre en su positividad singular. Dos razones que abonan en este sentido se presentan al historiador de la psicología, razones que los más conocidos textos de introducción a la psicología 112 ignoran, y que se concretan en que esencialmente los problemas matematizables (Ley de Fechner, tiempos de reacción, aprendizaje, teoría de la información, etc.) pertenecen strictu sensu a otras disciplinas: la biología, la genética, la cibernética, etc. La diferencia sobre lo que se pretende asentar, la pertinencia psicológica de esas cuestiones, es apenas una reducción silogística del tipo A = B, B C, luego A C. Y en transponiendo lo psíquico al campo de ciencias que se enmascaran con antropomorfismo, se niega de hecho valor discriminativo y explicativo a la psicología, se empequeñece su campo propio y verdadero con una pretendida extensión, y se disocia su campo unitario en la medida que existe. Y todo esto que trae confusión si el historiador no lo destaca se asienta sin pretender saber en qué sentido y dentro de cuáles límites la psicología puede ser llamada ciencia, sin analizar en realidad cuál es el nivel en que un fenómeno, por ejemplo la sensomotricidad, el lenguaje, la motivación, para solamente citar tres entre centenares, deja de ser biológico, cibernético, lingüístico, para convertirse en psicológico o, a la inversa, excede los límites de la psicología. Ésta y no otra es la falla fundamental de la

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historia antropologizante de ciencias que no son estrictamente humanas 0 en otros términos de la objetivización de lo humano hasta el niv~l de physis, de la prescindencia del sujeto según modelo de las matemáticas o de la formalización logística. , . . Necesariamente, la psicología de nuestros dias ha perdido de vista los problemas abstractos de la condición humana; enfoca al ~?mbre en la medida· en que vive, piensa, actúa y, sobre todo, en tun:ion con la relación de la autonomía que, como ser consciente, le perrn:te. ~efi­ nir su vida su pensamiento, su acción, proyectados en la obJetlv1dad como actividad del sujeto. Es como sujeto viviente que el ~ombi;e crea, siente necesidades o produce; y de manera general su ex.istencia como sujeto en inextricable relación con el m~do de lo_s obJ~tos es la que produce herramientas, crea relaciones de intercambio se~ur_i necesidades y, finalmente, por medio del lenguaje, puede cons:itmr ~ universo abstracto cuyo interior establece relaciones de necesidad, logicas en una palabra, que constituyen el pensamiento. Se puede de~ir lo humano así, y sin duda debe fijarse entonces el lugar de la psicología entre las ciencias, del hombre y de la naturaleza, corp.o el punto del conocimiento en que la dialéctica de sujeto y objeto conduce a la fusi6n de ambos términos. Tal vez podría argüirse que se trata de un avecindamiento, de una frontera que se , extiende a tod? lo lar,go. de las ciencias y de sus contactos, y cuyo caract~r de ,no man s land ~mc~­ mente puede borrarse admitiendo para la ps1cologia el papel de ciencia interdisciplinaria.11a Sin embargo, el carácte: interd~sciplin~ri~, que de hecho es propio de cualquier saber por razon propia, a priori del. conocimiento que únicamente puede ser totalidad, no borra la dualidad sujeto-objeto. Hoy por hoy, y alejados del espíritu cartesiano aunque no de su sustancialismo, dentro del más estricto positivismo lóg~co ~~a actitud resulta coherente, pero ¿no elimina éste, con la matemat1zac1on y la formalización, precisamente· al sujeto? Tampoc~ se trata, feno~e­ nológicamente, de poner entre paréntesis y ~te~at1vament~ a~ su3e;o y al objeto,. para enfrentarlos luego, en una smtesis. a posteriori, segun los usos de la psicología como ciencia de las reacciones y de las. conductas 0 fuera de su campo como acostumbrara la Gestalt en la mmediata · ~reguerra. Para el historiador de la psicología debe estar claro que la relación sujeto-objeto, de cualquier manera que se la enf?que, no puede ser concebida como hecho aislado. El ens~yo de una verificación requiere una amplia serie de datos, y esta seri~, co~o ~a ~ompro­ bación científica de cualquier cosa 11:dada», es extensible sm limites. Por consiguiente, supone una realidad infinita cuyos elementos se pr~­ sentan a nuestro pensamiento como una red de relaciones que constituye 0 tiende a constituir un orden ,racional. La psicolog~a.. que aspire a ser el espejo de esa realidad sera producto de la actividad d~ ~ pensamiento para el cual fo csubjetivo;i; y lo c:objetivo> se revelan mdi-


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solubles que sólo pueden ser separados de manera relativa en la abstracción'. De este modo el historiador de la psicología en su fase contemporánea, sobre tod~ a partir de Hen:i Wallon, e,ncontra_rá lo subjetivo en las exigencias racionales (por eJemplo, razon suficiente, continuidad de la. acción causal, hipótesis que extienden la realidad sensible más allá de la experiencia, etc.). Por el contrario, descubrirá el contenido objetivo de la ciencia misma en el sistema de hechos de experiencia que permite la previsión. Y es tarea del historiador, tanto como del epistemólogo, poner en claro que para la psicología contemporánea las alternativas no existen: cuando se la fisicaliza deja de ser ciencia del hombre como sujeto, y al aprehenderlo objetivamente resulta biología sociología, cibernética, etc., antropomorfizadas, pretexto para agreg¡u'.les el prefijo psico .Y crear ramas ficticias del conocimiento psicológico. Si por el contrario se la acantona en el _sujeto, d~sembcx:a. en una metafísica del espíritu: retorna al hombre del humanismo clasico, al que todavía no era individuo porque no se le reconocía historicidad.114 En el primero de los casos, el análisis histórico de la psicología ~o se aplica a los modos de ser de un viviente, sino al hecho. de. s.er viviente. Su objeto es un funcionamiento que, como tal, no parti~~pa de las limitaciones y finitudes del individuo, ni siquiera en relac10n con su forma singular: es el prolongamiento de la naturaleza en el hombre. En el segundo caso, sus restricciones son a la inversa, Y todas las limitaciones y finitudes de lo humano en relación con su forma singular caen en el foco de la atención. Es como si en un enfrentamiento entre lo uno y lo múltiple, entre lo particular y lo general, se proc~iera al análisis separado, como si entre el sello a seco y la marca que deJa sobre el papel se establecieran límites netos de separación y se buscaran las ~aracterísticas de la . impresión sin tener en cuenta la matriz· que las produjo o, por el contrario,. se viera ,en ésta una re~roducción aj.ena .ª la impresión. De manera general -y esta es una ensenanza de la historia de la psicología-, el hombre-objeto no es un viviente con una forma bien particularizada, con fisiología bastante específica Y•• sobre todo, c~n autonomía prácticamente única dentro del mundo anunal¡ es un viviente dentro de la vida en general, a la que si bien de hecho pertenece, nada singulariza. En cuanto al hombre-sujeto, es el individuo que justamente posee la extraña condición de poder representarse la vida, de definir las leyes, los modos que son interiores a sus propios mecanismos de representación que emplea como requisito de una actividad explícita que se concreta en pensamiento y trabajo; es un viviente particularizado que se define por leyes interiores a su mecanismo. Esta doble faz, anverso y reverso que se apoyan mutuamente pero no se definen en la relación, sigue siendo la imagen de las orientaciones clásicas de la psicología, de un hombre que lo es por natura-

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leza pero cuyo análisis no está centrado entre lo que es el hombre y su positividad, lo que es la vi.da, en qué consiste la esencia del pensamiento y del trabajo, de qué manera dejó de ser exclusivamente naturaleza, como el animal, para transformarse en hominidae y devenir, dentro de la historia, a vriori humano. La psicología, que en nues:.. tros días tiende a perfilarse como antropología concreta,115 solamente puede ser conocimiento de este ser, de sus leyes, estudio de los modos de acción que prolongan su interioridad para conjugarla con la de la especie, para conjugar con su conducta, conciencia, mecanismos biológicos y sociales. Existe de por sí una dialéctica de la complejidad 116 que, sin embargo, hasta hoy el razonamiento psicológico dejó de lado para apuntar dualísticamente a la dialéctica del sujeto, a la del objeto en sí, y procurar, en el mejor de los casos, la interrelación y no la fusión que se ofrece en el pensamiento, en el trabajo, que representa en el acto como hecho la fusión del sujeto y del objeto. Y es labor del historiador razonar hasta qué punto no .se trata de comportamientos y de una representación que les concede fundamento, sino precisamente el requisito de una funcionalidad en la que además de confluir acto y pensamiento se confunden. De esta manera y no de otra es como _la orientación genética y dialéctica de la psicología se encuentra en el camino de una analítica de la finitud que pretende demostrar por qué el hombre puede conocer su ser y conocer en la positividad las cosas que determinan su modo de ser. No se trata, por supuesto, de los muy modernísimos absurdos sin".' créticos que desembocan en las mediocres empresas de fundar las ramas de la psicología denominadas «clínica», «sociab, etc., en las que se confunden y entrecruzan modelos y orígenes diversos de carácter extrahumano, y cuya aplicación no es la del hombre, sino de la oposición que permite definir cada uno de esos métodos, modelos, en relación con los otros. En ellas se opone la génesis a la estructura (en todo el proceso de complejización creciente), lo cual significa oponer lo diacrónico a lo sincrónico, lo estático a lo evolutivo, supeditar la función a la forma, reducir en definitiva la dialéctica de la complejizació1;2 al conflipto de la función y de la significación. Por el contrario, el análisis histórico de las oposiciones y discontinuidades psicológicas debe hacer resaltar la unidad intrínseca de los sistemas significantes, la coherencia propia de la especificidad de los fenómenos, cuya emergencia aparece como norma por encima de las oscilaciones funcionales. La psicología como parte de las ciencias humanas, esto es, la psicología de los últimos cien años, y fundamentalmente la etapa que corresponde a nuestro siglo, ha sido un saber de sistemás a la manera de la filología clásica, procw;-ando interpretar y descubrir el sentido oculto de los significados. Freud encabeza la amplia deriva que condujo de los modelos vivientes a los toinados del lenguaje. Función, con-


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fl.icto, significado, pierden de esta manera base natural, propia de una entidad que hunde sus raíces en la vida y en transformaciones sucesivas, para ser analizados como normas, reglas, sistemas. Se procura comprender el cumplimiento de la función desde el interior de éstos; es decir, una vez encontrado el núcleo semántico, aclarar con él todos los cambios semiológicos (según el contenido con que De Saussure . definió la semiología) 11 7 y formales que pudo y podrá sufrir con el tiempo. Así, el análisis se aparta del viviente, no se vertebra a lo largo de· su duración y se detiene en sus finitudes, sino que corre a lo largo del infinito de las interpretaciones. Esta estructura filológica de la psicología contemporánea se completa con el aditamento lingüístico: estructurar y actualizar el sistema significante, que le confiere la obra de Gustav Carl Jung. Tal vez, y sin tal vez en este caso preciso, nunca lo psicológico, ni siquiera con Destutt de Tracy y los ideólogos, estuvo tan sólida y completamente anclado en el terreno de la representación que es, ahora, el del sistema Y su norma, dentro del cual todo puede ser pensado discutido comprendido. Y como el sistema está aislado, sus reglas forman co~juntos cerrados Y las normas gozan de autonomía en relación con otros sistemas, con lo cual se logra la uniformidad de lo real y lo imaginado, lo verdadero y lo ficticio. Lo supuesto adquiere idéntica validez que lo real, se borra la diferencia entre lo positivo y lo negativo y se implanta el dominio de valores y de normas arbitrarios: los valores Y las normas del sistema. Dentro del ejemplo del psicoanálisis, lo normal Y lo patológico, lo comprensible y lo incomunicable, lo vigil consciente y lo soñado inconsciente se entrelazan para darnos una imagen d~l. hombre según un sistema que interpreta a un círculo, y no de un v1v1ente que se autoconstruye y elabora una cultura. Ésta es la verdadera falacia epistémica en la psicología contemporánea, que nadie destacara hasta ahora, y que debe servir al historiador para señalar la verdadera posición de alienación de la psicología dentro del saber y de la cultura, lo decisivo de su valor negativo para la constitución de un conocimiento real del hombre. Y de pronto, después de estas consideracion~s que son una crítica de los fundamentos de la psicología contemporanea, que nos demuestra que la psicología para poder vivir vida pro~ia debe ser inmanente con la ciencia y la filosofía, y realizarse en esta mmanencia a través de la dialéctica de sujeto y objeto, salta de ?rento la pre~unta retenida desde el comienzo: ¿existe en la psicolog1a contemporanea una apertura hacia una antropología concreta esto es, hacia la resolución del problema hombre como feri.ómen~ humano en perpetua realización y devenir? Si nos atenemos al ~stado de la psi~ología hasta hoy, con mayor precisión hasta 1974, la respuesta es negativa. Las corrientes de la «eficiencia>, émbarcadas en el vagón de cola del utilitarismo, interpretan al hombre según las normas de la

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cnecesidad>, que en este caso debe entenderse como adecuación a las circunstancias socioeconómicas y sin discusión de su repercusión sobre lo humano. En cuanto a las corrientes de la cconciencia>, existenciales, esenciales u ontológicas, se adscriben directamente a concepciones filosóficas bien definidas. Ambas posiciones viven el momento sin escapatoria de uná sociedad en un callejón sin salida, y su valor y persistencia es el de ser instrumentos de la ideología que domina. Pero la realidad es. que una nueva ideología se perfila y que cabe preguntar si tiene su reflejo en la psicología sin todavía haberse estructurado. La respuesta, que sería prematura como juicio histórico, cabe, sin embargo, dentro del ,discurso histórico, y está en la etapa, iniciada por Henri Wallon,118 ele una psicología genética que rasga con su dialéctica intrínseca la dialéctica de lo humano como etapa reflexiva de la evolúción de la materia, y destaca el pasaje del plano de la inteligencia al de la razón,119 que se presenta en nuestra especie como momento histórico: inteligencia y razón consideradas como actividades negantrópicas que permiten al ser hominizado humanizarse y vencer así la igualación entrópica y destructiva de la adaptación. Superar la adaptación es el problema humano por excelencia, y nuestra especie, adaptada al máximo en lo biológico, línea concluida en este sentido, únicamente se transforma y se transformará sobre el plano del intelecto. La antropología concreta que sea capaz de asir lo humano en ese nivel será la psicología que vemos bosquejarse pero no podemos historiar porque todavía es futuro. NOTAS l. Vid. Alberto L. Merani, ¿Es la psicología una ciencia? Instituto de Psicología, Caracas, 1968. 2. Gaston Bachelard, Philosophie du Non, Paris, 1930. 3. Charles E. Osgood and Thomas A. Sebeok, Psycholinguistics, Baltimo• re, 1965. 4. Vid., como ejemplo, :tnvátarea limbü, Laboratorul de Psikolinkuistica, Bucaresti, 1973. 5. Vid. Alberto L. Merani, Naturaleza humana y educación, Grijalbo, México, 1973. 6. Vid. Alberto L. Merani, Freud y el Talmud, Grijalbo, México, 1974. 'T. Vid. Alberto L. Merani, Psicología y alienación, Grijalbo, México, 1973. 8. Gaston Bachelard, Le nouvel Esprit Scientifique, París, 1934. 9. Vid. Al~rto L. Merani, Psicología y alienación, Loe. cit. 10. Daniel Lagache, L'unité de la Psychologie, Paris, 1949. 11. Vid. Hélene Metzger, La Genese de la Science des cristaux, París, 1918. 12. Gcorges Canguilhem, Études d'Histoire et de Philosophie des Sciences, Paris, 1968. 13. d..:1 práctica teórica cae dentro de la definición general de la práctica. Trabaja sobre una materia primera (representaciones, conceptos, hechos) que le está dada por otras prácticas, ya sea "empíricas", ya sea "técnicas", ya sea "ideológicas"... La práctica teórica de una ciencia se distingue siempre neta-


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mente de la práctica teórica ideológica de su prehistoria.> Louis Althusser, Pour Marx, Paris, 1965. 14. Maurice Reuchlin, Histoire de la Psychologie, Paris, 1963. 15. Fernand-Lucien Mueller, Histoire de la Psychologie de la Anti.quité i< nos jours, Paris, 1964. · 16. Robert 'l'homson, The Pelican History of Psycholovu, Middlesese,' 1968. 17. W. M. O'Neil, The beginnings of modern Psycholo1111, Middlesese, 1968. 18. Franz G. Alexander and Sheldon T. Selesnick, The HistOTtl of Psychiatry, New York, 1966. 19. Cf. Jean Ullmo, La pensée Scientifique Moderne, París, 1969. 20. Cf. W. Bridgman, The Nature of Phvsical Theory, Princeton, 1936. 21. Henri Poincaré, La Sci~nce et l'Hypothese, Paris, 1902. 22. Jean Piaget, Introduction d. l'Epistémológie génétique, Paris, 1950. 23. cDesde un punto de vista más elevado vemos que la concepción unificadora está edificada sobre criterios un poco estrechos y unilaterales, puesto que se acoge como pel'fecto y general el tipo de una ciencia más desarrollada y que se pretende subordinarle demasiado rígidamente las demás formas del saber. Por consiguiente, la concepción de la filosofía mecanicista es modificada por el progreso de la biología, que, actuando a su vez sobre la física, nos lleva a comprender una unificación superior, o sea un tipo de ciencia más perfecto y más · general que contendría las diversas formas particulares separadas por las exigencias de la técnica.» Federigo Enriques, Problemi della Scienza, Bologna, 1908. 24. C. Spearman, The Abilities of Man: their nature and assesament, Lcm-

37. A. Cournot, con su. obra Considérationa sur la marche des idées et des évé-nements dans les Tem.ps modernes, Paris, 1872, fue uno de los primeros en poner en duda los alcances universales de la mecánica clásica. 38. Léon Brunschvicg, L'&tpérience Humaine et la Causalité, Paris, 1922, .afirma: cEra un predeterminismo, incapaz de alcanzar el espectáculo de la realidad, cerrando al hombre el acceso y la inteligencia de la libertad.> Con el mismo sen~do, cf. Whitehead, Science and the Modern World, New York, 1925. 39. Como ejemplo clásico sobre el tema citemos: :tmile Borel, Le Hasard, Paris, 1914. 40. Jacques Monod, Le hasard et la nécessité, Paris, 1970. 41. Vid. Alberto L. Merani, Presencia de Henri WaUon, Caracas, 1966, y Egle Beoohi, Henri WaUon, Firenze, 1966. 42. Vid. Alberto L. Merani, Critica de los fundamentos de la psicología, Loe. cit. 43. Cf. F. Gouseth, Les fundementa des Math.ématiques, Paris, 1926. 44. Ernst Mach, La connaissance et l'erreúr, París, 1908. 45. Gaston Bachelard debi6 · repetir de muchas maneras y en casi todos sus trabajos lo que claramente afirmó en Le Rationalisme appliqué, París, 1949: «Encontramos de este modo siempre la misma paradoja ... El pensamiento racionalista no "comienza", Rectifica. Regulariza. Normaliza_,, 46. Vid. parágrafo 2. 47. Jean Ullmo. La pensée scientifique modeme, Loe. cit. 48. Para los detalles de la polémica, que son de gran interés heurístico, vid. el libro, aunque parcializado por Lodge, de Charles Nordmann, Au-Deld. Face au probleme de l'inmortalité, París, 1927. 49. Charles Richet, Traité de Métaph11sique, Paris, 1922. 50. Arist6teles, Metafísica, ed. Bonitz, Berlin, 1848-49. 51. Vid. parágrafo I, 2. 52. Discours de la méthode, IV, en Descartes, Oeuvres et lettres, Paris 1958. 53. Méditations, objections et réponses, en Descartes, Oeuvres et lettre~ Pa-

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25. Vid. Federigo Enriques, Loe. cit.

26. Los cientificos son hoy día tan unánimes en esta interpretación que como ejemplo ilustrativo citaremos únicamente la opinión de un miembro de la Escuela de Viena, cuyos adherentes serían los únicos que hubieran podido oponerse. Schlkk escribe: «Cualquier noción efectivamente utilizable para la descripción de la naturaleza puede también ser considerada como representando alguna cosa real»; Espace et Temps dans la Physique Contemporaine, Paris, 1929. ?:1. Vid. Alberto L. Merani, «Crítica de los fundamentos de la psicopatología», en Freud 11 el Talmud, Loe. cit. 2.8. Vid. Alberto L. Merani, cCrítica de los fundamentos de la psicopatología>, en Freud 11 el Talmud, Loe. cit., y Critica de los fu,ndamentos de la psicología, Grijalbo, 1975. 29. «Cualquier conocimiento relativo a objetos sólo consistiría en un conocimiento de relaciones objetivas.> Ernst Cassirer, Zur Einsteinsehen Relativiataeta . theorie, Berlin, 1921. 30. Henri Bergson, L'Évolution Créatrice, París, 1907. 31. Vid. Max Born, «La Statistique en Physique>, y Paul Langevin, cStatistique et determinisme», en Semaine International de Synthese, Paris, 1935. 32. Vid. Alberto L. Merani, Psicobiología, Grijalbo, 1964. 33. Federigo Enriques, Causalité et Determinisme, Paris, 1941, define la causalidad como la razón de los fenómenos, o sea la explicaci6n, «Wl.a relación satisfactoria para el espiritu entre las etapas sucesivas del devenir>. 34. Claude Bernard, Introduction l'étude de la Médicine e:rpérimentale, París, 1865. 35. cLa noción de finalidad, por lo demás extraña al método científico, nunca desapareció de la biología, aunque esté en constante retroceso>; Jean Ullmo, La pensée scientifique moderne, Loe. cit. 36. Por lo demás, la idea del determinismo uniwrsal no es prerrogativa de los siglos xvm y XIX; según Federigo Enriques y Giorgio Santillana (Les Demien physiologues de la Grece, Paris, 1936), Leucipo ya habría estructurado la misma - concepción que Laplace del determinismo uniwrsal

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. 54. Cf. Mé~itations, objections et réponses, réponses aux quatriemes objectíOns, l,er Partie, en Descartes, Oeuvres et lettres, Paris, 1958. 55. cDe Bergson a Henri Wallom, en Alberto L: Merani, Problemas y pseudoproblemas de la psicología. Grijalbo, 1968. 56. Vid. Desiderio Papp, Claude Bernard, Buenos Aires, 1968. 57. Jean Paul Sartre, L'etre et le néant, Paris, 1947. 58. Desde 1900, ningún teórico de la psicología ha dejado· de repetir de una ~anera u otra, con la única excepción de Henri· Wallon, la proposición' bergsoruana de que las dificultades se salvan o atenúan en un dualismo que, ca partir de la percepción de la percepción pura en la que sujeto y objeto coindden, arranca el desarrollo de esos dos términos en sus duraciones respectivas; la materia, a medida que se profundiza su análisis tiende cada vez más a ser únicamente una sucesión de momentos infinitamente rápidos que se deducen unos de otros y por ello se equivalen; el espíritu resulta siendo ya memoria en· la percepción, y se afirma cada vez más como una prolongación del pasado en el 'presente, un vrogreso, una evolución verdadera». Henri Bergson, Matiere et Mémoire, París, 1896; 59. El problema se ve todavía con más claridad al analizar los fundamentos de la psicopatología; vid. cCrítica. de los fundamentos de la psicopatologíai; en Alberto L. Merani, Freud 11 el Talmu,d, Loe. cit. ' 60. Aristóteies, «De Anima», Oeuvres completes, ed. Barthélemy - Saint-Hilaire París, 1912-1922. ' 61. Epicuro, en Diog. Lart., X, 33. : ', 62. «El ahna es de una naturaleza que no tiene ninguna relación con la exten. sión ni con las dimensiones u otras propiedades de la materia de la que está compuesto el cuerpo»,. Descartes, Passions de l'ame, en Oeuvres, Loe. dt.


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63. Arthur Schopenhauer repetirá esta misma definición con los siguientes términos: cTodo lo que existe por el conocimiento y, por consiguiente, el mundo entero sólo es un objeto frente a frente de un sujeto, visión de aquel que ve, en una palabra, representacióm, Il mondo come volontá e reppresentazione, traducción de Paolo Savj-Lopez, Bari, 1914. 64. Descartes, Méditations, m, 9, en Oeuvres, Loe. cit. 65. «Es únicamente sobre el tacto que se funda [el objeto]... el acto que nos ihace reconocer la identidad permanente de un mismo Ob;eto, que se representa para nuestros sentidos en dos tiempos separados de nuestra existencia», Mainf' de Biran, Essai mr les Fondements de Za Psychologie, Paris, 1812. 66. Maine de Biran, Essai mr les Fondements de Za Psychologie, Loe. cit. 67. Cf. cLe sujet conscient», en Liard, La science positive et la métaphysique, París, 1895. 68. Cf. Alberto L. Merani, ¿Es Za psicología una. ciencia?, Eclic. Instituto de Psicología, U. C. V., Caracas, 1968. . 69. Cf. Nicola Pende, Corso di neuroendocrinología clinica correlative, Roma, 1962, y Jean Piaget, Biologie et connaissance, Paris, 1967. 70. Cf. Alberto L. Merani, Psicobiología, Grijalbo, 1964. 71. Charles Sherrington, The brain and Its Mechanisms, London, 1933. 72. Hugling Jadtson, Epileptiform convulsiona from cerebral disease, London, 1881. 73. Edward D. Adrian, The basis of Sensation, London, 1928. 74. K. S. Lashley, Brain Mecanisms and Intelligence, New York, 1929. 75. Vid. Alberto L. Merani, Presencia de Iván P. Pávlov, Edic. Universidad de los Andes, Mérida, 1963. 76. W. B. Cannon, Bodily changes in Pain, Hunger, Fear and Rage, London, 1915. En 1925 fue publicada una edición considerablemente aumentada y corregida. 77. Piénsese que en tiempos más recientes, en 1705, un famoso profesor de la Universidad de Turín, el médico y anatomista italiano Giovanni Fantoni (1675-1758), publicó una obra célebre con el título De structura et motu durae membranae cerebri, en la que escribió a propósito del encéfalo, denominado entonces «cerebro»: Obscura textura, obscuriores morbi, functiones obscu.Tissimae. 78. Cf. Scipion du Pleix, Corps de Phitosophie contenant la Logique, Za Physique, la Métaphysique et l'Éthique, Paris, 1607. 79. Cf. Henry E. Garrett, Great Experiments in Psychology, New York, 1941. 80. Vid. Aron Gurwitsch, Développement historique de · fo Gestalt-Psychologie, en Thales, Il. 0 año, 1935, y Georges Cangilhem, «Psychologie», en Études d'Histoire et de Philosophie des Sciences, Loe. cit. 81. Galileo Galilei, Opere, 2. 0 vol., Firenze, 1890-1909. 82. Correspondance du P. Marin Mersenne, éd. par C. de Waardr, 4 vols., La Haya, 1939-53. 83. Descartes, «Regles pour la Direction de l'Esprit», en Oeuvres, Loe. cit. 84. Descartes, «Le Discours de la Méthode», en Oeuvres. Loe. cit. 85. H. Gouthier, Malebranche: textes et commentaires, Paris, 1929. 86. Leibniz ya lo había destacado cuando escribió en Animadversione~ (Oeuvres, éd. Foucher de Careil, Paris, 1967), que su gran rival, «adelantando como probadas cosas muy inciertas, satisface al lector fácil con su brevedad dictatorial». 87. Vid. Alberto L. Merani, Naturaleza humana y educación, Grijalbo, 1973. 88. Henri Bergson, Essai sur les données immédiates de la conscience, Paris, 1890. 89. Christian von Ehrenfels, «Ueber Gestaltqualiüiten», en Vierleljahrsehr. f. wiss. Philosophie, XIV, Berlín, 1890. 90. «Cerraré ahora los ojos, taparé mis oídos, desconoceré todos ntls sentidos,

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borraré incluso de mi pensamiento todas las imágenes de las co~ co~rales, por lo menos, puesto que esto apenas se puede hacer, las co~de_rare como vanas y como falsas; y de este modo me ocuparé solamente de mt m~o, Y ~n considerando mi interior, trataré de sentirme poco a poco más conocido Y mas familiar a mí mismo. Soy una cosa que piensa, o sea que duda, qu~ afirma, que niega, que conoce pocas cosas, que ignora muchas, _que ama, que odia, q'!e .dei::ea, que no quiere, que también imagina, y que siente.» De~artes, «Méditation Troisieme», en Méditations, Objections et Réponses (publicadas en 1641), en Oeuvres, Loe. cit. . 91. W. M. O'Neil, The beginnings of modern psychology, Lo;· cit. 92. Pierre-Paul Royer-Collard (Fragments, éd. Jouffroy, ;i:>arlS~ 1828), tal vez la figura más sobresaliente del espiritualismo ecléctico, no t~tubeo en .afirmar a Napoleón I que el «Conócete a ti mismo• socrático, el «Cogito• Y la «introspección» cartesia.nos brindaron al trono y al altar aliados su fundamento inexpugnable. 93. Scipion du Pleix, Op. cit., Physique. 94. Tricenten:aire de Pierre Gassendi, éd. C. de Waard, Paris, 1957. . 95. Auguste Comte, Cours de Philosophie Positive, Paris, 1830-42, escribe en la Lección 11: «No se puede estar en la ventana y verse pasar por la calle. En el teatro no se puede ser al mismo .tiempo actor en el escenario Y espectador en la platea.» . . 96. A. Cournot, Essai sur les fondements de nos connaiss~nces'. Paris, 1861. 97. Immanuel Kant, Critique de la raison pure, trad. Barni, revis. de Archambault París 1912. La publicación original es de 1781. 98.' Cf. fuunanuel Kant, Antropologie in pragmatisch~. Hinsicht, Berl~n,. 179~. En el prefacio de esta obra, Kant enumera los puntos bas1cos que para el rmpiden a la psicología convertirse en ciencia: «1) El hombre que se percata de que lo observan y que se procura penetrarlo, o parece embarazado, ~ en tal caso puede no mostrarse tal como es, o se esconde, y en tal ~so no quiere ser con~­ cido tal cual es. 2) ¿Quiere limitarse al examen de sí m1S1Do? Cae en una posición crítica, especiaimente en lo que se refiere a su estado apasionad~, que en este caso es raramente susceptible de disfrazamiento; el hecho es que si los motivos están en acción, no los observa; y si logra observarlos, los motivos ~e~. 3) Las circunstancias de tiempo y de lugar, si son durables, producen ~~itos que son, como se dice, otra naturaleza y hacen para el hombr~ bastante dificil el conocimiento de sí mismo porque debe dudar de hacerse una idea, y, con mayor razón a formari:e una idea de otro, por él frecuentado. En efecto, las diversas situa~iones en las que el hombre es colocado por la fortuna, y por sí mismo como aventurero, son un gran obstá1:ulo para elevar la antropología a la dignidad de ciencia formal.» 99. Maine de Biran, Qu'est-ce Za phrénologie? Ou Essai sur Za signification et Za valeur des systemes de psychologie en génerat et de celui de Gall, en particulier, París, 1836. 100. Oeuvres de Maine de Biran, éd. Pierre Tisserand, Paris, 1920. 101. Maine de Biran, Nouveaux essais d'Anthropologie, éd. Ernest Naville, París, 1885. 102. Cf. J. Paliard, «Le "cogito" cartésien et le "cogito" biranien», en Cartesio, vol. 1, Milano, 1937. 103. Maine de Biran, Oeuvres choisies, éd. Henri Gouthier, Paris, 1942. 104. Maine de Biran, Journal intime, éd. La Valette Monbrun, París, 1927-31. Anotación del 28 de diciembre de 1818. 105. Vid. Alberto L; Merani, Naturaleza humana. y educación, Grijalbo, 1973. 106. Friedrich Nietzsche, Genealogía della morale, Milano, 1922. 107. Georges Cang1lhem, Étudea d'Histoire et de Philosophie des Sciences, Loe. cit.

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108. Vid. Alberto L. Merani, cDe Bergson a Henri Wallom, en Problemas '11 paeu.doproblemaa de la psicologíe, Grijalbo, 1968. 109. Cf. Alberto L. Merani, Psicoloyía 11 alienación, Grijalbo, 1973. 110. Cf. Alberto L. Merani, La dialéctica en psicología, Grijalbo, 1968. 111. Vid. Alberto L. Merani, ¿Es la psicoloyía una Ciencia?, Loe. cit. 112. Ejemplo típico y que citamos por su difusión en diversas traducciones y el crédito que se le suele conceder es: Ernest R. Hilgard, Introduction to Psychology, New York, 1953, y ediciones sucesivas. ' 113. Punto de vista sostenido por Jean Piaget, en el Congreso Internacional de Psicologia celebrado en Moscú en 1966: cLa psicologia, las relaciones interdisciplinarias y el sistema de la ciencia>, y que sorprende en este autor, epistemólogo antes que psicólogo, pues contradice su propia obra. Cf. Alberto L. Merani, Conflicto entre filosofía 11 ciencia en Jean Piaget, Loe. cit. 114. Cf. Albert.o L. Merani, Critica de los fundamentos de la psicología, Loe. cit. 115. Vid. Alberto L. Merani, clntroducción>, en Diccionario de la Psicología, Grijalbo, 1974. 116. Cf. Alberto L. Merani, La dialéctica en psicoloyía, Loe. cit. 117. Ferdinand de Saussure, Cours de linguístic générale, Paris-Lausanne, 1916. 118. Vid. Alberto L. Merani, cDe Bergson a Henri Wallon>, Problemas 'JI pseudoproblemaa de la psicología, Loe. cit. 119. Cf. Alberto L. Merani, De la pr~ a la razón, Grijalbo, 1965.

PARTE PRIMERA

EL CONCEPTO DE NATURALEZA HUMANA ENTRE LOS GRIEGOS

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CAPÍTULO 1

I. LOS

ORíG~ES:

DESDE LOS TIEMPOS HO:Mí:RICOS HASTA DióGENES DE APOLONIA

l. Conte:x:to social de las primeTas manifestaciones del pensamiento griego. - Como todos los cortes cronológicos, el que introducimos para limitar esta primera parte de la historia de la psicología presenta carácter parcialmente artificial. El término mismo de corígenes> puede prestarse a confusión y a críticas. En cuanto a los «límites:. de este período, únicamente tienen, y es de total evidencia, sentido muy relativo. Sin embargo, es innegable que las primeras manifestaciones del pensamiento griego que presentan interés para el desarrollo posterior del concepto de naturaleza humana pertenecen todas al siglo VI a. C. En este período es cuando se forman en los mayores centros de la· civilización helénica, que se encuentran distribuidos eri el Asia Menor, en las islas del Mar Egeo y en la Italia Meridional, las primeras escuelas filosóficas y científicas como diríamos hoy, los primeros centros de convergencia de la sabiduría, como fuera. entonces, porque los griegos no distinguían entre filosofía, ciencia y política. Y cada uno de esos centros, alejado de las metrópolis, se constituye en la civilización helena, que afronta aislada nuevas circunstancias de medio y de necesidades, por los que adquieren una fisonomía propia, individualizada, que expresa, con los problemas que se plantea o debe resolver, el aspecto diferencial de la cultura única que fue su matriz. Además, el siglo VI representa, para la historia de los griegos, una época plena de revueltas y de luchas. Es el momento cuando el movimiento cdemocrático:11 adquiere su mayor fuerza y proyecta en la realidad del cuadro histórico las convulsiones populares iniciadas en la segu'nda mitad del siglo VII, para terminar con el advenimiento del pueblo al poder, antes ejercido por la aristocracia. Estos hechos que es corriente denominar democráticos, aunque sea una democracia sin las connotaciones que ahora concedemos al término, se producen en medio de ciudades con una vida industriosa y rica que gradualmente las luchas entre la nobleza y el pueblo reducen en poderío, de tal manera que las pequeñas repúblicas terminan por desaparecer. Algunas, como Mileto, se borran casi de la historia, otras


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deben ceder al empuje de las invasiones extranjeras, y todas pierden su autonomía fundiéndose con estados más poderosos. De esta manera, la realidad política del siglo v es que el interés cultural, social y económico gravita entre dos centros: Atenas y Esparta. Al régimen de casta de la aristocracia sigue con la democracia un régimen de clase, y la consecuencia ineludible es que a una política exclusivamente personal sucede una política de partido, de modo que ya no es necesaria una influencia inmediata y directa, sino que basta la influencia indirecta y mediata de los principios de la · clase o del partido, con lo cual se abre la posibilidad de una amplia acción política que vaya más allá de los confines de las ciudades y· entrañe la destrucción gradual de las mismas, porque desde entonces la intransigencia en la lucha del particularismo ciudadano tiende a la ruptura de los confines de la ciudad y al nivelamiento general de la vida. En la historia de la cultura griega hay algo de vital en el aferrámiento de sus pueblos a la «polis:., que lograra su más elevada expresión en los sistemas políticos de la edad clásica, tanto que la historia nos demuestra que el advenimiento de la democracia representó su ruina, y que el período de la mayor creatividad e individualidad cultural conclu~e cuando la ciudad pierde la posibilidad de amurallarse en su particularismo y, consecuentemente, la fuerza para contrarrestar los impulsos disolventes. Pero la lucha contra la aristocracia, que se inicia en el siglo VI en to&s las ciudades griegas, es creadora y también creatura de· nuevas formas de vida que responden a los requerimientos más complejos del intelecto y que el particularismo de la «polis» había atenazado. Primero, desaparecen los principales centros autónomos y el ámbito del hombre se amplía; segundo, el pensamiento ve extenderse sus horizontes más allá de las murallas; tercero, se constituyen centros mayores que borran el carácter indígena y exclusivista de las culturas particularizadas, para reunir, en relación con una libre e intensa circulación de la gente, gérmenes intelectuales diversos cuya confluencia caracterizará unitariamente, la nueva vida griega. Fue durante las fases intermedias' de esa gran lucha cuando se formaron las primeras escue1as filosóficas que ahora designamos con el término único de presocráticas, y que en su mayoría estuvieron constituidas por hombres inclinados a las cosas de la naturaleza, y .que Aristóteles llamará muy justamente «fisiólogos» y «físicos», porque se interesaban tanto por el Univr:rso y su origen como por la disección de animales y el arte de curar. Resulta completamente imposible una determinación precisa de la eficacia ejercida por las primeras escuelas sobre la vida pública de su tiempo. Lo único cierto, comprobable, es que durante el período de los «tiranos», 1 que representa la fase transitoria entre el dominio de la aristocracia Y la democracia, al acrecentarse la fuerza popular en manos de un individuo, el «tirano», para enfrentar la clase compacta de los aristocráti- ; , 1

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cos, resultó un período propicio para la formación de varios centros de cultura en razón de la tendencia de conferir prestigio al poder rodeándolo de ingenios selectos. Pero tampoco cabe duda de que muchas escue1 las de tendencia conservadora compartieron el dominio de 1~ aristocracia en la ciudad. · Mas, sea como fuere, los mejores trabajos históricos de nuestro ti.empo han t;r~inado por demostrar que contra los dos principios card.males del :egrmen del particularismo: la religión municipal y la autoridad, reaccionaron ya desde sus comienzos las escuelas filosóficas. En efecto, el régimen particularístico de los primeros tiempos tiene una constitución intrínsecamente teocrática. En el seno de la «polis», el des~rrollo de ,los poderes provi;ne de la raíz común de la religión de la ciudad, y esta presenta caracter diferenciado y distinto de una a otra por cuanto proviene del culto que los ciudadanos profesan por sus muertos Y que divinizan en la memoria. De aquí que cada ciudad tenga ~ cor:iplejo municipal de divinidades que expresa y simboliza su individualidad y reafirma la autonomía de la ·misma frente a las otras. Por su base teocrática, la «polis» tiene por ley la autoridad y la tradición que ·anulan la libertad del individuo rodeando su acción con un for~ malismo inflexible, tan amplio y tan fuerte que ninguna acción pública ninguna deliberación o acción individual posee significado autónomo ~ asi:nta su. v~;idez en la razón o en el arbitrio de los hombres. Todo e~t~ en relac10n con la ley y con la autoridad, que aparecen como principio Y fuente de la legitimación del individuo. La crítica violenta de ~as. escuelas contra el politeísmo vulgar, y la concepción de un dios umco, aunque aparezca como forma ingenua y panteísta del monoteísmo, son un paso hacia la demolición de los confines de la ciudad, porque atacando a la razón primera de su particularismo los invalidan como organismos separados y heterogéneos y revelan la existencia, por dentro Y por fuera de esos confines, de una identidad nacional y humana ::iue se puede explicar con la existencia da una ley divina única. Ademas, la lucha contra el tradicionalismo acentúa la actitud racionalista de ,esos lejanos pensadores, que, en el esfuerzo constante por expli~ar segun ~azones las cosas humanas y naturales, terminaron por aleJarse conscientemente de las tradiciones y opiniones ancestrales que son por ellos relegadas para uso del vulgo. De este modo, el pensa~iento occidental da sus primeros pasos con espíritu de búsqueda y de crítica por obra de los «físicos:., repudiando la autoridad para volcarse de lleno en la investigación de las razones intrínsecas de las cosas con lo cual se instaura finalmente un concepto inmanente de la vida. Esta con~epc;ión .de la inm~nencia será signo distintivo de ,todo el pensamiento griego posterior y representará lo que es interior al ser o al obj~to de pensamiento, sin que intervenga una autoridad exterior. Sera, pues, la fuente que suscitará en forma reflexiva y consciente la


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reb~lión co.nt.ra la polistoria (polymatMa), que es absolutamente contraria al habito re~exivo de la razón y representa con la consagración de ~ocas personalidades superiores, por ejemplo los siete sabios el acopio dt; toda lá sabiduría de la época, y señala lo innecesario' de m.~e_vas busque~as. Ya en Heráclito, uno de los primeros y más feroces cr~ticos de la ciencia qu~ le antecede, se encuentran algunos mordaces epigramas contra l.a polistoria, 1 oposición que, continuada y reforzada por m,uchos, culmma con Demócrito,2 que, según De Ruggiero,s es e:itre, ws doctos de la antigüedad el que más se asemeja al tipo del c1entifico moderno. L~ más característico de este proceso es que se cumple en un tiempo relatrvamez:te brev~ Y sin que el pensamiento se detenga o estanque en etapas mtermed1as. Fenómeno que no se da en ningún t mento d 1 h' t . d 1 h o ro mo. e a is ona . e a umanidad, el pensamiento griego se inicia ten~iendo a la conquista de la ciencia (epistemé) a la que con ·d re~h~~da en su organización formal como profund~mente distinta s~ee~: . opm10~ (~oxa), como pose_Ye;°do un. m~todo propio y una verdad que le e~ . mtnnseca. El conocimiento científico del griego está libre del empirismo. con qu; de una u otra manera lo teñimos ahora, incluso en · sus en~nci~dos mas abstractos, lo cual nos hace aparecer Jos orígenes d,e la ciencia como el perfeccionamiento de un trabajo mental precientifico. :ara el pe:isador griego, la ciencia no tiene antecedentes, pues e~ el. simple refleJ? de una realidad natural, completa y organizada en sr .misma. De aqm que la epistémé, y démosle su nombre griego para evitar las connotaciones modernas de nuestro término ciencia, es algo completamente aparte de la vida sensible y del pensamiento común Y esta transposición metafísica de los conceptos científicos está pre~· sente en toda .la aventura intelectual de los presocráticos, que se preocupan p~rmanentemente por depurar el contenida sensible de las representaciones Y por. buscar las huellas de los principios elementales y generales que actuan sobre la realidad. De esta actitud de pensamiento se d~sar~ollarán la dialéctica y la metafísica, pero de ninguna manera las ciencias de la ;iaturaleza y del hombre como nosotros los modernos las entendemos. Se.n.a una pretensión vana querer encontrar una psicología er: los presocraticos, aunque tropecemos con cantidad de datos y de atisbos en sus ~uentes. Solamente se trata de esbozos, de anticipaciones a ve~es s~gestrvas, pero que no representan un cuerpo, aunque fuese em~r~onano, de lo que consideramos interpretación antropo~ógica 0 psico~og1ca. ?el ho,mbre. Falta la actitud continuada y constante de una orr~ntacron organica del pensamiento hacia el hombre como sujeto concre.to. En efecto, ~ tendencia P.xclusivamente especulativa da al natura hsmo de los filosofos presocráticos carácter racionalista y abstracto de manera que comprendía en un solo bloque lo que hoy es par~ nosotros natural Y humano. El desdoblamiento al que estamos habitua-

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dos entre el hombre y la realidad natural se realizará después, en el curso de muchos siglos. El pensamiento griego, en sus orígenes, está dominado en todas sus fases por la idea de que únicamente en el objeto, que entiende como la naturaleza, está la verdad. La esfera de lo subjetivo, en la que nosotros reconocemos el motivo y valor de nuestro ser, es para el presocrático simple apariencia. El nombre mismo que dan al sujeto: to hypo-keímenon, el sub-jectum latino, o sea cpuesto debajo>, revela ya con su etimología en qué medida lo consideraban secundario y dependiente. Esta desvalorización del sujeto en la antigua filosofía griega se traduce en tres actitudes fundamentales: 1) en sentimiento de desconfianza para las percepciones sensibles y el conocimiento (opinión, dicen los presocráticos) ql,le de ellas derivan; 2) en desprecio por el arbitrio personal en relación con las exigencias . de la realidad natural; y 3) en un escepticismo y pesimismo absolutos en lo referente al valor de las opiniones y de los sentidos. Con este significado son bien conocidas la sentencia de Heráclito, de que los pensamientos son juegos de niños, 4 y la máxima de Demócrito, de que en realidad nada sabemos, porque la realidad está en lo profundo.11 Por consiguiente, no es de extrañar que los pensadores griegos miraran más hacia la naturaleza y hacia el hombre mismo. Y esto se lo impone la estructura y el orden de su sociedad; primero fueron exclusivamente ciudadanos y como tales habían reconocido la ley como amo absoluto: la razón y el albedrío estaban desterrados de su mundo, y el individuo como ser de decisiones no contaba. Después, destruida la «polis>, pierden su punto de apoyo fundamental sin encontrar la autonomíá de la persona y se ven obligados a buscar una libertad interior que los emancipe, que convierta a su espíritu en «adéspotos>, sin . amo, búsqueda que tenninará por constituir uno de los motivos típicos de la nueva sabiduría que aflora en los siglos v y VI, y de la cual Epicuro 6 será uno de los iniciadores. Además, no era para el griego de entonces menos urgente liberarse de las, fuerzas del mundo, de las cuales la «Fortuna> (tyk~), cuyas calamidades había sufrido más que nunca durante esas épocas aciagas, y que, desaparecida la ciudad, subsistía, descubriéndose el ciudadano descentrado sin su núcleo protector, la «Pblis>, solo frente a la misma y, para peor, sin siquiera haberse emancipado de los hombres, que ahora eran invasores. Por ello quien aspire a liberarse de éstos y de la Fortuna, debe aprender a bastarse. Ya en el siglo m, el ideal del sabio es el de un ser que ese basta> (autarkos), lo cual significa que únicamente debe necesitar de sí mismo. Para lograrlo procura ser indiferente, cinsensible> ( apath6s) a cuanto proviene del exterior. Solamente busca la serenidad del ánimo, una serenidad semejante a la del mar tranquilo (gateniom6s), al agua calma de los puertos que ninguna corriente perturba (atara:cla). Éstos son los rasgos comunes de los sabios helenos cualesquiera sean las


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escuelas a que pertenezcan, y que a todos alejan de la preocupación por el hombre como fenómeno singular. El griego solamente puede concebirse como naturaleza, la naturaleza humana es exclusiw1mente physis, de manera que se preocupa por ella de la misma forma y en la misma medida en que se preocupa por la tyke, por ser autarkos, apathós, y por alcanzar la ataraxía. Para el pensador griego presocrático no se trata de estados, de problemas del espíritu: son fuerzas de la naturaleza, son la naturaleza misma y al mismo _título que el viento, la lluvia o un eclipse de luna. Liberado de la dependencia de la ciudad, continúa ciudadano de la naturaleza con el mismo sentido de sujeción. De aquí, repitámoslo, que sea ilusorio buscar en los presocráticos una psicología, aunque fuere con el sentido restringido de teología positiva. Su preocupación por lo humano es la misma que por las cosas naturales, y cuando se interesa en particular por algo humano se centra en el hombre objeto, el hombre parte de la physis, que ha quedado, finalmente, sometido al juego y a los golpes de la Fortuna.7 Intentar formarnos una idea más precisa y menos general de esos pensadores y de sus motivos es imposible. La imagen de los antiguos pensadores de Grecia nos ha llegado estilizada, algo. así como trazada en escorzo y desde afuera. No poseemos las obras originales de esos escritores, y apenas disponemos de un cierto número de fragmentos encontrados en los textos de autores posteriores, hombres que por su pensamiento ya pertenecen a una época histórica dominada por fuertes intereses científicos y. racionalistas y que, naturalmente, imprimieron su propia manera de pensar a las opiniones de los predecesores que reproducían y destacaron, además, la parte propiamente científica de sus escritos. Por lo que podemos entrever, ·sus obras eran tanto de poesía como de ciencia, compuestas la mayoría en forma de i;oemas, entremezclando el análisis físico con los mitos de la cosmogoma, y al mismo tiempo que eran relatos de la creación resultaban investigaciones de los principios constitutivos de las cosas. Por lo demás, no es de lamentar que nos haya llegado la parte científica en un primer plano y los mitos como telón de fondo. La verdadera originalidad del pensamiento griego se reveló, como demuestra su desarrollo posterior, en la ciencia, en la organización lógica del contenido mental. Po'r ello sobrevivió de los presocráticos la parte de más porvenir: la científica, dado que su verdader!l originalidad está en la propedéutica científica. Y de esa propedéutica lo que primero nos interesa en relación con la historia de la psicología es la actividad de los physik6i, esto es, de los médicos o «físicos»,ª que se ocuparon, al estudiar el hombre como naturaleza y sus males, de las sensaciones visuales, auditivas, olfativas, gustativas y táctiles, de los mecanismos de la sensibilidad, de la relación de la sensación con la inteligencia, de la ubicación del sensoríum, etcétera.

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. Desde el punto de vista de la historia de la medicina, la antigüedad griega puede comenzar con Homero y· concluir con la caída del Imperio romano, extendiéndose de este modo a lo largo de quince siglos. Y de esta medicina lo único que interesa en relación con la psicología es el desarrollo de la neurología y sus estadios, que en el curso de esos mil q,uinientos años recorre siete etapas: tres fases brillantes y cuatro periodos oscuros. Las fases brillantes son breves y duran lo que la vida de un hombre, respectivamente Hipócrates y su genio clínico Herófilo y Erasístrato y sus descubrimientos anatomofisiológicos, Galen~ Y sus investigaciones experimentales. Los períodos oscuros son largos Y van el primero de Homero a Hipócrates, el segundo de Hipócrates a Herófilo, el tercero de Herófilo a Galeno, y el último de Galeno a los comienzos de la Edad Media. En este capítulo no nos interesa exponer en bl~ue los conocimientos neurológicos de los antiguos médicos griegos, smo ocuparnos de los mismos hasta Erófilo, para dejar a los médicos griegos de Roma y a la fase galénica para un capítulo posterior. Además, si nos ocupamos primero de los physik6i que de los filósofos presocráticos es por razones de cronología del conocimiento y. de metodología histórica. Aunque la actividad de médicos y filósofos se desarrollara al mismo tiempo y a veces fuera en. algunos indiscernible una u otra de esas actividades del pensamiento, fueron los «físicos» los que más se acercaron al hombre para estudiar sus «Conductas» como decimos ahora. Los filósofos elaboraron la teoría del «logos~, del conocimiento, pero lo hicieron basados, en muchos aspectos, en los descubrimientos positivos de los médi~os. 2. Los «físicos» de los tiempos homéricos. - Describir con exactitud el estado de los conocimientos de la medicina en la remota antigüedad griega es tarea imposible porque faltan completamente los documentos. Por las leyendas sabemos que Esculapio, el As.klepios de '' los gr~~gos, fue un rey de Tesalia, guerrero y médico a la vez, y que sus hiJos Machaon y Podalire también fueron «físicos» y guerreros reputados. De Ma:chaon, los poemas homéricos dicen que fue «hábil en extraer los dardos que habían quedado en las heridas y en aplicar bálsamos curativos, valiendo él solo por gran número de guerreros». En la época homérica, la medicina ya es ejercida por prácticos experimentados «que se deben tener --dicen los poetas homéricos- por los má~ útiles de los hombres». Hesiodo desconoce a Esculapio, puesto que está ausente en su Teogonía, pero ya Píndaro, el príncipe de los poetas líricos, le rinde homenaje como dios de la medicina que «cura las heridas, las úlceras, las fiebres, los dolores con suaves' encantamientos, con pociones calmantes, con incisiones, con aplicaciones externas». Posiblemente fue entre los siglos v y IV, época de Píndaro, cuando Esculapio fue deificado y la «física», ya directamente como medicina y no


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como vaga ciencia natural, se transformó de laica en sacerdotal y comenzó a ser ensefiada y ejercida en los asclepions o templos de Esculapio. Sin duda, a la par de los sacerdotes asclepiades, que se dividían en tres ramas principales: de Rodas, de Cos y de Cnido, se constituyeron fuera de los templos y por obra de laicos, físicos o filósofos de renombre, escuelas de donde salió la medicina científica posterior. Tales escuelas las hubo en Crotona, en Cyrene, en Rodas, en Cnido, en Cos, y debió ser tanto su éxito que pronto los asclepiades desaparecieron. En los tiempos homéricos, la anatomía del sistema nervioso no existe, pues del análisis de la Odisea y la Ilíada se deduce que se limitaba a la posición del cerebro dentro de la cabeza, y de la médula espinal dentro de las vértebras. Los poetas homéricos 9 ignoraban, con toda seguridad, la existencia de nervios periféricos. Es verdad que emplean el término neuron, de donde deriva nuestra palabra nervio, pero casi siempre lo utilizan en plural: neura, y lo aplican indistintamente a todos los tejidos fibrosos: ligamentos, tendones, aponeurosis. Por otra parte, la fisiología del cerebro, aunque lo conocían por su ubicación en la cabeza, está completamente ignorada. Y como observaran que las emociones se acompañan de palpitaciones cárdíacas, de constricción epigástrica, de alteraciones del ritmo respiratorio, fue lógicamente en los órganos de la región torácico-abdominal: corazón, diafragma, hígado, y C<Yl'az6n sobre t-04<>, que ubicaron el asiento de la sensibilidad. Por consiguiente, es de la época homérica y muy posiblemente de antes que data esa teoría, denominada por Souques 10 «teoría cardíaca de la sensibilidad», y que conocerá un éxito sin igual en la historia. La adoptaron la mayoría de los antiguos: Empédocles, Aristóteles, Zenón, y durante dos o tres milenios se opuso tenazmente a la «teoría cerebral de la sensación», puesto que en pleno siglo XIX la encontramos nada menos que en Bichat, Pinel y Esquirol. No caben dudas de que la medicina griega se remonta mucho más allá de los tiempos homéricos, pero está claro que es de los poemas homéricos de donde podemos obtener datos que nos revelen fos conocimientos neurológicos adquiridos. En efecto, en la Ilíada se lee que Héctor recibió sobre su casco un golpe violento asestado por Diomedes, que cayó de rodillas, con las manos sobre el suelo, y que «la negra noche envolvió sus ojos». La descripción de la conmoción cerebral es perfecta y si no tuvo consecuencias peligrosas fue porque el casco salvó la vida del hijo de Príamo. También leemos que «ldomeneo clavó su lanza a Erimas: el bronce, entrando por la boca, penetró hasta el cerebro, quebrando los huesos blancos; todos los dientes se aflojaron y los ojos se inyectaron de sangre, en tanto que la sangre también brotaba por la nariz y la boca. Y la noche cubrió sus ojos_>. Todos los signos de una fractura de la base del cráneo están perfectamente enumerados y con orden lógico para la importancia del diagnóstico.

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Además, algunas enfermedades nerviosas y mentales muy aparentes, eomo la epilepsia, la apoplejía, la parálisis, la locura, no escaparon a sus observaciones. Por Herodotb, historiador muy perspicaz en estos aspectos de la cultura, sabemos de una epidemia de delirio entre las mujeres de Argos: la epidemia comenzó por las hijas del rey, que habían ofendido a la diosa Hera, y se extendió a las otras jóvenes de la ciudad. El divino Melampo logró hacerla cesar por medio de encantamientos y de plegarias. Sin duda se trataba de una de esas epidemias delirantes por contagio mental, de las cuales tenemos tantos ejemplos en la historia. Herodoto también menciona los .accesos de furia del rey de Lacedemonia, Cleomenes, que en sus paroxismos golpeaba con el cetro a todos los que se cruzaban por su paso, hasta que un día con un cuchillo se cortó las piernas, las nalgas, las espaldas y finalmente se abrió el vientre. «Los espartanos -afirma el historiador- dicen que ninguna divinidad le quitó la razón, sino que por frecuentar los escitas se convirtió en borracho y su delirio fue el efecto de esos hábitos.» Pero Herodoto acoge con ·reservas esta etiología Y obseria muy juiciosamente que la locura del rey de Esparta era anterior a sus hábitos alcohólicos, observación de la que podemos pensar que se trataba de un demente precoz o de un delirante místico, que por el alcoholismo posterior llegó al raptus automutilador. También en Herodoto encontramos el relato de los accesos de furia del rey Cambises. Primero duda sobre la causa: «Son tan numerosas -dice-- las calamidades que alcanzan al género humano», para después atribuir esos paroxismos a la epilepsia que desde la infancia sufría el rey de Persia. E~ comprensible, concluye, «que sufriendo el cuerpo de semejante mal, el espíritu no haya permanecido sano». Esas relaciones entre el cuerpo y el espíritu no eran desconocidas para los antiguos. Herodoto cuenta que Atossa, mujer de Darío, decía a su real esposo: c:El alma crece con el cuerpo; . a medida que el cuerpo envejece, el alma también envejece.» Y algo más que no debe sorprendernos es que los antiguos también conocían la herencia mental. Un personaje de Eurípides dice: «Es loco, su padre lo fue; es en efecto lo ordinario que de un tarado nazca un tarado.» Otro personaje declara: «De hombrés buenos nacen hijos igualmente buenos; de malos padres, hijos que tienen la naturaleza de su padre.» Inútil es destacar que de estas citas se deduce que para los antiguos griegos, conforme con su creencia de que únicamente el padre desempeña papel activo en la procreación, la herencia psicológica parece transmitirse únicamente a través de los

varones. En cuanto a un concepto que en mayor o menor grado estará siempre presente en la historia de la psicología, el de alma, tenemos las pruebas de que bajo la forma de «animismo) ya contaba con un larguísimo pasado en la cultura de los tiempos homéricos y pertenecía


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tanto a las creencias del pueblo como a la certeza de los sabios. Si hoy nos explicamos el origen de este concepto como producto de las experiencias primeras y primarias de la conciencia humana que cobra ~~n­ tido de su propia realidad en el mundo, si poseemos un concepto teor1co de su articulación lógica, no fue lo mismo en la remota antigüedad griega, cuando todavía la representación de las cos~s ap'.11'ec~~ dir~cta­ mente sometida al juego de los sentiniientos y de la imagmac1on, sm un pensamiento que pudiera establecer los límites de la «objetividad» Y de la «subjetividad». Faltaban al respec~o nociones claras Y. dist~tas, ~o que no es de extrañar cuando todav1a encontramos la. nusma .m~e.rtl­ dumbre lógica en la mayoría de los ho:rnbres. Los griegos prinut1vos se sintieron prof~damente intrigados por la presencia de la actividad vital, por la diferencia entre lo animado y lo inanimado, como· de~imos nosotros hombres del siglo xx, tras la huella de sus expresiones aunque ~o de sus conceptos, y la representaron de·muy diversas formas, que van desde la «som~ra» del «simulacro» de «los espectro~ ~e los difuntos» hasta las «imagenes» del cuerpo que ocupaban, «pahdas Y tenues», ~ que se desprendían del mismo con el últm:o aliento en el instante de la muerte. En los vasos griegos es cornent~ encontrar decoraciones que ilustran el momento en que el cuerpo deja de estar animado para volverse inanimado por una mosca o cualquier otro insecto que emprende vuelo desde la boca del moribundo, pero sobre todo por una mariposa, puesto que el término f'$YChe designaba .~nto al alma como a la mariposa que levanta vuelo. Los poemas homer1cos abundan en ejemplos de que el hombre activo y consciente muert> c~ando el alma, que tiene la naturaleza del viento, abandona el cuerpo por Ja boca o escapa con la sangre de una herida para ir a re:u~i'.11'se en el Hcules, llorosa de su triste destino. La psyche de los prinutivos griegos es physis, como el cuerpo al que acompaña y las demás .cosas del mundo. Su naturaleza es asimilada con la naturaleza del viento, que también consideran objeto y está completamente ~i~re de ~as, c~n­ notaciónes de espiritualidad divina que las grandes religiones h1storicas le concedieran y a las cuales estamos habituados. Es innecesario recordar que en la Biblia la vida se origina con un «soplo» de :qios, porque el Eterno Dios formó al hombre del polvo de la tierra y, haciendo penetrar por sus narices un soplo de vida, lo convirtió en vi"'. viente.11 Pero no hay asimilación posible entre la psyche griega Y el soplo divino judaico-cristiano, porque mientras éste es un don divino que se otorga y se quita, un «aliento», un «impulso», la psyche es una realidad concreta cuyo destino se trunca al verse separada del cuerpo, puesto que, como realidad adherida a éste, su destino nat~ral es tener a su disposición todas las riquezas y todos los goces materiales que son asequibles a los hombres.12 En la Ilíada, cuando Patroclo, herido de muerte por Héctor, expira prediciéndole que no lo sobrevivirá por

mucho tiempo, sus últimas palabras están reforzadas con el agregado de que «mientras hablaba de este modo, la muerte lo envolvió, la vida voló de sus miembros y descendió al Hades, llorando su destino, dejando la juventud y el vigor».1ª La suerte del alma no es envidiable después de la muerte, porque queda al margen de la naturaleza y de sus bienes, que pierde con la destrucción de su contraparte el cuerpo. Cuando Ulises alaba la suerte sin igual de Aquiles, que después de ser honrado en vida como un dios, ejerce ahora su poder sobre los muertos, el héroe le responde con amargura:· «No alabes la muerte, espléndido Odiseo. Quisiera ser un labriego, servir a un patrón, un desheredado que no tuviera riqueza, antes que dominar sobre todas las sombras que ya no son.» 14 En cuánto al origen de este «doble> invisible del cuerpo visible, los poemas homéricos y las tradiciones callan; únicamente nos dicen que sobrevive como csombra» y que cualquier retorno está prohibido a los muertos, separados de los vivos por Océano y Aqueronte. Las almas de los difuntos no son, pues, de temer como los vivos, y por consiguiente no· existió la preocupación por ganarse sus favores respetándolas o rindiéndoles un culto. La preocupapación de este tipo es muy posterior, de origen oriental, y nace en Grecia cuando, hacia la mitad del siglo VI, las sectas de los órficos dieron consistencia al culto de Dionisios, que ya existía en Tracia en la época prehelénica, y lo difundieron en .el Atica, en Sicilia y en la Italia meridional.

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3. Alcmeón de Crotona y el problema de la sensación. - Sin adherir de manera absoluta a la idea muy en boga de que nada hay en la cultura occidental que no tenga orígenes griegos,15 lo cierto es que los primeros e.studios sobre la naturaleza y forma del «alma» humana realizados con cierto rigor se hicieron en Grecia, en época muy posterior a la homérica, ·por pensadores del período filosófico que ocupa los siglos VI y v, anteriores a Sócrates, y llamados después de Aristóteles physiologoi, o, en lenguaje nioderno, naturalistas, porque a la investigación de la naturaleza dieron lugar prominente en sus búsquedas, y redujeron a principios y a causas naturales las explicaciones del mundo. Su naturalismo, ingenuo e indiferenciado, comprende tanto lo que consideramos únicamente ciencia física como lo que con wi término posaristotélico denominamos metafísica, o búsqueda de los principios supremos que rigen al mundo físico. Entre estos pensadores se encuentra el más antiguo de los filósofos griegos de que tengamos conoc,imiento, TALES DE MILETO (624 a. C.), fundador de la Escuela jónica, celebrado en su época tanto por haber previsto' un eclipse .solar como por haber intentado una explicación de lo que forma el principio y el fundamento del mundo físico. No obstante, la razón por la cual damos hoy a Tales un puesto tan importante en la historia del pen-


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samiento es porque con la intuición que tuvo de un problema central de la filosofía: la búsqueda del arche, o sea del principio primordial de las cosas, se in~cia el curso de la vida egpeculativa en el mundo occidental. Sus investigaciones antropológicas y psicológicas no parecen haber tenido gran importancia, y fuera del hecho de que atribuyera al imán un alma, que le otorgaba su fuerza de atracción, y que declarara al agua principio universal: la tierra sólo es agua condensada, el aire agua rarificáda, lo importante . para la psicología es que se le debe el concepto de physis con el sentido de principio unitario. En efecto, el mundo como un dato que es de. la experiencia inmediata, estaba considerado como pluralidad huidiza y siempre renovada de elementos sensibles: cada sensación, con la novedad de su aparecer, es un aspecto nuevo del mundo, y de este modo un mundo nuevo, porque en la sensación por sí misma no existe ninguna coordinación con las demás que la acompañan o la siguen. Por consiguiente, la vida sensible es una vida dispersa en la que nada se conserva, en la que todo se disipa, muere y renace con una variedad imprevisible de formas y de maneras ..La investigación del arche emprendida por Tales es, frente a esa pluralidad sensible del mundo, un análisis científico que intenta descubrir el principio unitario de todas las cosas, venciendo así la aparente heterogeneidad de los datos que ofrece la experiencia sensible. Tales sintió la necesidad de dar unidad sólida al mundo, o sea de comprender que existe una unidad natural de todas las cosas, unidad existente a pesar de la variedad de las mismas, y por la cual se puede decir que todos los fenómenos forman un solo mundo, una sola experiencia, y están íntimamente unidos entre ellos, concepto unitario fundamental en el que entra la sensación y gracias al cual Alcmeón podrá posteriormente elaborar su teoría del sensorium. Sin duda, esa necesidad de unidad no fue únicamente una intuición científica de Tales, sino también, y en el plano social, aspiración del pueblo griego. La vida de Tales cae en el período de la lucha entre los pueblos de la Lidia y de la Media, y que como se sabe concluyó con la derrota que Ciro infligió a Creso y con la disolución del vasto imperio lídico. Durante esta pugna, Tales tomó parte muy activa en pro de Mileto, desaconsejando a sus conciudadanos de unirse con Creso contra Ciro, alianza que los llevaría a la disolución y que estaba, por sus principios, contra la unidad de los pueblos griegos y en favor del exclusivismo de la «polis». El principio de unidad que busca Tales correspondía, por consiguiente, tanto al mundo de las cosas como al de los hombres, que también eran parte de la «physis», y era en otro plano reflejo de la ideología que habría de imponerse con el adveniln.ientó de la democracia. · Un contemporáneo de Tales, ANAXIMANDRO (610-546 a. C.) indica que el principio de la unidad no está en el agua, sino en el apeiron, esto

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es, el infinito, pero sin que este cambio produzca en lo fundamental variación alguna en la doctrina general de la Escuela. Otro contemporáneo de Tales, y como él de la Escuela jónica, fue ANAXIMENES (n. alr. 585), también de Mileto, quien dejó una obra titulada De la naturaleza en la que considera al alma constituida de aire, que era , d , para él la· sustancia primitiva que condensándose forma todas las emas sustancias del mundo. Cualquiera que sea el orden de importancia que concedamos a los pensadores jónicos, lo que mejor distingue a la Escuela para el desarrollo posterior de la psicología es el carácter ·de la investigación y del procedimiento seguido, o sea de haber buscado la sustancia única, elemental y material de las cosas (Hylé), considerando, como dice Aristóteles,1.i lo que queda idéntico en el movimiento y en la corrupción. Pero si bien de este principio monista y abstracto: que el agua, el infinito o el aire son el principio a que todo se reduce, no resultaba concebible que de él todo se produjera, dado que nada hay en esos elementos que contenga la razón de la sucesiva diferenciación del real. Por ello, como afirman las fuentes, Anaximandro y Anaximenes sintieron la necesidad de integrar su principio con nuevos datos para explicar cómo ocurren las especificaciones de la naturaleza. El primero agregó al apeiron el movimiento, sin el cual no hay génesis ni corrupción. En Anaximenes, junto con este principio complementario encontramos otro: el principio de los contrarios como causa del cambio, según el cual, del contraste del frío y del calor, y por consiguiente por condensaciones y rarefacciones, tienen origen las variaciones de la sustancia. primordial. Pero el valor de estas modificaciones no es relevante: los nuevos principios no e~tán concebidos de manera unitaria con el arche, y sólo representan· una nueva exigencia del pensamiento que solamente se concretará cuando, superado el monismoingenuo de los jónicos, surja con Heráclito una nueva doctrina de la naturaleza, dinámicamente concebida. En tanto aparece otra figura y otra escuela en la filosofía griega. La figura es la de PrTÁGORAs DE SAMos, y la Escuela, la de los pitagóricos. De la vida de Pitágoras nada se sabe con certeza. Vivió en la primera mitad del siglo VI y presumiblemente murió en el 497 a. ·c., en Samos, su ciudad natal. Después de hipotéticos viajes a Egipto, donde habría aprendido la doctrina sobre la transmigración de las almas, se trasladó a Crotona, en la Magna · Grecia, donde fundó una secta de orientación científico-filosófico-religiosa. El carácter de la enseñanza que se impartía en la Escuela era esotérico y requería, por consiguiente, una iniciación. En cuanto a la principal actividad de los pitagóricos parece haber sido la política, razón de la destrucción de su centro de enseñanza y de la dispersión posterior de los discípulos. En filosofía, el concepto central de la doctrina es el arche; para los pitagóricos, en el retorno del pensamiento de los datos de la experiencia


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a su principio encontramos el número, bajo la forma de proporciones o de relaciones cuantitativas, lo cual expresa el orden de los fenómenos y la constancia y estabilidad de sus leyes. De aquí que sus esfuerzos en la investigación hayan estado máS cerca de la búsqueda de la .ley que regula la naturaleza, que de la esencia material y primitiva de las cosas.. Como en los jónicos, la búsqueda del a-rche de los pitagóricos implica la investigación del principio del alma. Para Pitágoras, el alma debe estar regida por leyes matemáticas y ser inmortal, pero sujeta a las leyes de la metempsicosis, o sea transmigrando de un cuerpo a otro. Por esto el pitagorismo recomendaba no comer carne, puesto que en los animales viven almas que deberán vivir en nuevos cuerpos. En cuanto a la psicología propiamente dicha de los pitagóricos, si es que podemos hablar de una antropología en la enseñanza del maestro Y de sus adeptos, porque para ello debemos acudir a los textos del neopitagorismo, que por lo general son contradictorios y es imposible atribuirles validez en relación con Pitágoras y su pensamiento, lo que se puede afirmar con exactitud es que consideraban al hombre formado por tres partes: el cuerpo, el alma y el espíritu, que con su conjunto forman el famoso «ternario» humano de la escuela,. y en el que asentaban la realidad del ser y que para mostrarse activo debía estar dotado de voluntad, con lo que pasaba a constituir un «cuaternario». Con referencia al conocimiento, y al igual que en los pensadores jónicos, los pitagóricos tienen a la sensación como su sola y única fuente. Sea como fuere, y aparte de la especulación teológica de los pitagóricos, su posición representa en lo Psicológico un punto intermedio entre los sensible y lo intelectual, entre la materia animada de la , escuela jónica y el ser de la escuela eleática, que representa· el final del desarrollo histórico de la teoría del arche, teniendo su concepto de· alma la pluralidad de aquél y la eternidad y la inmµtabilidad de éste. En medio de las especulaciones abstr;;¡ctas de los pitagóricos aparece en el siglo VI antes de nuestra Era la figura de uno de sus miembros dedicado casi por entero a la medieina y al estudio concreto de la sensibilidad humana. Se trata de ALCMEÓN DE CROTONA, médico y filósofo que fue el primero en la historia en realizar disecciones de animales, siendo por tanto considerado el fundador de la anatomía comparada. Pero lo más importante para nosotros es que Alcrneón ubicó el problema de la sensación sobre su verdadero terreno, y de simple elemento del conocimiento, como fuera para los jónicos y sus propios cofrades pitagóricos, la convirtió en una función cerebral, con lo cual creó la teoría cerebral del alma, o por lo menos del sensorium, y cuyo reconocimiento en el siglo XIX debería llevar a los progresos actuales de la neurofisiología y de la psicología de las sensaciones. En sus disecciones, Alcmeón dio preferencia a los órganos de los sentidos y a sus relaciones con el cerebro, donde, como dijimos, ubicó el asiento

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de la sensac1on. Entre el ojo y el cerebro admitía un intermediario que denominaba poros, canal o conducto encargado de transmitir al sensorio cerebral las impresiones provocadas en el ojo por los objetos exteriores. Concepción completamente original y que hará época en la historia del sistema nervioso, los p-OTOS son los encargados de transportar al cerebro las impresiones sensoriales, provengan éstas de los ojos, de las narices, de los oídos, de la lengua y de los tegumentos, y cuando «a consecuencias de una conmoción o de un desarreglo local de sus partes -nos dirá Teofrasto,17 filósofo que resumiera y compartiera e.n parte las ideas de Alcmeón-, el cerebro queda privado del uso de sus funciones, pues los canales por los cuales tienen lugar esas sensaciones estáii obliterados». Tal y no otra cosa es la «teoría cerebral> de la sensación, que se opondrá en lo sucesivo a la «teoría cardíaca» (I, 2), y que contará con partidarios eminentes, como Anaxágoras de Klazomenes, Diógenes de Apolonia, Demócrito, Hipócrates, Platón, Teofrasto, Estraton de Lampsaco, quienes la adoptarán cuando no completa por lo menos parcialmente, mientras que la mayoría de los filósofos y médicos griegos, con Empédocles, Aristóteles, Zenón, etc., continuarán defendiendo la «teoría cardíaca~. Para Alcmeón, la cabeza es lo primero que se forma en el embrión, porque en ella .está alojado el cerebro, órgano de la sensación. Cada sentido posee en este órgano un territorio propio en el que se agrupan separadamente las sensaciones visuales, auditivas, olfativas, gustativas y táctiles. Estos territorios constituyen los sensoriums p-ropios, y junto a ellos se encuentra· el senso-rium commune. Teofrasto nos enseña, contrariamente a Heráclito, Parménides y Empédocles, que no admitían ninguna especie de diferencia entre pensamiento y sensación, que Alcmeón había establecido una distinción neta entre esas dos funciones, y que lo había deducido al comprobar que la inteligencia del hombre es más penetrante y más vasta que la de los animales, y que si bien es cierto que todos los animales sienten, el hombre es el único ser que piensa. Pero para Alcmeón, como para todos los filósofos de la antigüedad griega, la sensación sigue siendo la condición previa del pensamiento. Es aparentemente a Alcmeón que Sócrates alude cuando, en el Fedón, Platón pone estas palabras en su boca: «Cuando joven estaba inflamado por un prodigioso deseo de conocer lo que se llama · historia de la naturaleza, put;sto que encontraba grande y divina la ciencia que enseña las causas de cada cosa, lo que la hace nacer, lo que la hace morir, lo que la hace existir; y no hay esfuerzo que no haya realizado, movimiento que no haya hecho, para saber si Jos animales nacen, como algunos pretenden, cuando el calor y el frío han concebido alguna especie de corrupción; si es la sangre la que constituye el pensamiento, o si es el aire o el fuego, o si no es ninguna de esas cosas, pero solamente el cerebro, que es el motor de nuestros 6


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sentidos, de la vista, del oído, del olfato; si de estos sentidos resultan . la memoria y la imaginación, y si de la memoria y de la imaginación, · ·después de un tiempo de reposo, nace la ciencia.» Mucho se ha discutido si Alcmeón asignaba como substracto de cada sensación su sensorium propio y como substracto del pensamiento el sensoriu.m commune. Lo ignoramos, y sería tal vez introducir elementos del pensamiento moderno pretender afirmarlo. Pero 1o cierto es que su distinción entre sensación y pensamiento, anterior a la de Aristóteles, ha precedido en dos mil quinientos años la concepción de Paul. Flechsig sobre los centros de proyección y los centros de asociación de la corteza cerebral. Es en estos centros especializados que son sentidas y percibidas esas diversas impresiones, y aimacenados los «residuos> visuales, auditivos, gustativos, olfativos y táctiles. Junto a esos centros de proyección sensitivos comunes al hombre y a los animales, Flechsig admite la. existencia de centros de ·asociación, propios del hombre, donde se asocian las sensaciones provenientes de cada centro de proyección y donde se elaboran las operaciones intelectuales elevadas, el razonamiento y el lenguaje, por ejemplo. Esos centros de asociación no tienen una estructura diferente de la de los centros de proyección; simplemente se mielinizan más tardíamente y sufren en el hombre, en el curso de las edades, una diferenciación biológica que los vuelve aptos para los procesos psicológicos superiores. Está de más decir que. al preceder los centros de proyección a los centros de asociación, y ser su condición previa, para Flechsig, como lo fuera para Alcmeón, la sensación es la condición previa del pensamiento.

4. Demócrito de Abdera y la materialización del pensamiento. El último de los grandes pensadores del período naturalista, DEMÓCRITO DE ABDERA (?-370 a. C.), es el máximo representante de la Escuela atomista. Con la filosofía de los atomistas nos encontramos por primera vez en el curso de la historia frente a un sistema completo de ciencia, que será como el prototipo de los grandes sistemas de la edad clásica. La intrepidez de esos pensadores sorprende para la época, porque impelidos por un espíritu exclusivamente científico, sin ningún lazo con la religión y la ideología que imperaban, se dedicaron de lleno al análisis rigurosamente cuantitativo y mecánico de la naturaleza material, considerándose a la vez obligados a valorar lo que comúnmente era llamado inmaterial· y, por consiguiente, materializaron el alma y el pensamiento, y negaron cualquier finalidad y providencia en el mundo.· La crítica y refutación de las opiniones y de los datos de los sentidos en pro del espíritu científico que ejercitaran las escuelas ant~riores con espíritu de sutileza y de aristocrático desdén, se convierte para los atomistas en actitud práctica y se transforma en conducta de vida, de modo que no es de extrañar que la leyenda llegara a concebir que

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: Demócrito feroz crítico de la realidad sensible, se arrancara los ojos. :' : Como .Álcmeón Demócrito había diseccionado: estudió el oído Y es·: cribió un tratado de anatomía del camaleón. Poseía sólidos rudiment~s ' de anatomía cerebral, pues «el cerebro -dice- vigila como un cent1. nela la extremidad superior de la ciudadela del cuerpo, confiada a su guardia protectora. Está reunido por membranas fibrosas; sobre esas membranas hay huesos dobles que esconden al cerebro, órgano de la inteligencia». De este· trozo se deduce que las meninges, la durama~e y la piamadre eran conocidas para la época, y se llega a la conclus1on ' de que Demócrito .conocía los hemisferios cerebrales. 1fi:l El punto de partida de la especulación de Demócrito está en el concepto de que el ~ y lo y,!Wiad._ero son idénticos para todos los ho~bres, en tai:to que el placer. es diverso para., todos. 1 º De la vi~ ~~ns1ble Y afectiva no obtenemos ciencia, por su variabilidad y camb1ab1hdad; por .el, c~n­ trario la verdad racional es susceptible de ciencia porque es identica para todos. Y especificando esta idea, que será el princ~pal peld~ño. ~e la futura concepción socrática, Demócrito enuncia su celebre prmc1p10 de que el frío y el calor, como todas las cualidades sensibles, son m~­ ramente convencionales; de real no existe más que el !l~o Y el "..l:\El?· Aunque la primera parte .de este principio pertenece por, entero al esp~­ ritu de la filosofía eleática, Dem.!krjto no se conformara como Parmenides con una doctrina de la opi.IiT6n al lado de una ciencia pura, sino que postula una ciencia s~~ y cumple así un gra~ paos hacia .la unificación del saber. . En partiendo de esta premisa, la física atomística ~e desenvuel~e según criterios puramente racionales. Nega-9:~ ~___:=.~h~li4 ___~1.!S_1:~cial de cualquier aspecto cualitativo y sensible de la realidad, solo queda un mundo de pura cantidad, plenamente inteligible para el pens~­ miento. La afirmación de la existencia del vacío tiene por consecuencia la afirmación de que la cantidad plena no es continua sino discreta; y la imposibilidad lógica del regreso al infinito :?. la divisibilida~ de la materia implica la existencia de partes pequemsrmas, que ulteriormente no son fraccionables y a las que por lo mismo se da el nombre de átomos (de a, privativo, y temn6, cortar). Éstos tiene~ por caracteres ser llenos indestructibles, inmutables, porque no contienen el noser dentro suy~, sino que está solamente afuera, como límite extei:no y circundante. La_1~QT_íg, de J.9..?A~ºm__E_s,_reposa,.. pues,-; sobr.e__dos_prmcipios o hipótesis inverificables: el átomo y el vac10, porque ~ara n·emócifto-- el existe al l'gual que el lleno. Resumiendo, ¿que es el átomo? La masa más pequeña de materia; la materia, eterna, única causa de todas las cosas del universo. Por definición, el átomo es insecable, y por consiguiente permanente, ii;v~riable e i~destruct~ble. Es pleno, sólido, homogéneo, y constituye la umca sustancia que ex1st~. Infinitamente pequeños, y por lo mismo inaccesibles a nuestros senb-

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dos los átomos son infinitamente· numerosos. Semejantes cualitativame~te difieren cuantitativamente, o sea por la cantidad de materia que contie~en, por el tamaño, el volumen,. la forma o figura geométrica, y por el peso. Dicho de otra manera, los hay exµemadamente pequeños y :i:elativamente grandes; los hay por la forma redondos, cuadrados, angulosos, ganchudos, triangulares, poligonales, etc. Los hay más i 0 menos ligeros y más o menos pesados. «Cada uno de los átomos -escribe Demócrito- es más pesado si su masa es más considerable.> Esta última noción tiene gran impor~anéia porque es l~ que controla la velocidad de los. átomos, porque los átom:os estan en movimiento perpetuo en el. vacío, tanto en· el vacío que separa a las cosas en el espacio como en los vacíos intersticiales que separan unos de los otros a los átomos constitutivos _µe los cuerpos vivientes. Estos átomos se unen y se agregan para formar todas las cosas de la naturaleza; también se separan y se desagregan, produciendo así la destrucción de esas mismas cosas. En lo que concierne al hombre, el cuerpo humano es un agregado de átomos constitutivos, átomos somáticos que en agregándose dejan entre ellos espacios vacíos denominados poros, con lo que reencontramos el nombre dado por Alcmeón a los canales (I, 3), que comunicarían a los órganos periféricos de los sentidos con el sensorium cerebral. Pero los poros de Alcmeón sólo tienen de común con los de Demócrito el nombre. Éstos, interatómicos, presentan, como dice Lu- · crecio,20 forma variada, calcada sobre la figura geométrica de· los átomcs somáticos que constituyen sus paredes, y forman en el cuerpo una inextricable red que comunica con el aire exterior tanto por los poros de Ja mucosa de las vías respiratorias como por los órganos periféricos de los sentidos y de la piel. Esos poros o canales son invisibles porque son infinitamente pequeños. En esa red intersticial o interató. mica es donde circulan incesantemente los átomos venidos desde fuera, especialmente los átomos vitaLes y psíquii;os, que son r;~ondos,. liso.s, livianos, calientes por ser de naturaleza· ignea, muy moviles, d1sem1nados en el aire atmosférico. Respirados por todos los seres vivos, tanto · por las plantas como ·por los animales, Ios átomos vitales penetran en los canales de la mucosa respiratoria y, ya sea directamente por la red de los poros interatómicos o indirectamente por intermedio de la sangre, llegan a todas las. partes del organismo para llevarles calor y vida. Por s.u parte, los átomQ§. p2íquicos, emanados de los objetos luminosos, sonoros, olfativos, sápidos o táctiles, cuyas formas adoptan, atraviesan el aire ambiente, entran por los poros de los órganos de los sentidos, circulan por la red interatómica y llegan, para actuar, al .sensorium cerebral, en las regiones constituidas por átomos somáticos fijos que poseen una figura geométrica idéntica a la. suya. De. esta acción resultan la sensación y el conocimiento de los obJetos exteriores.

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Terminada su acción salen, y así se establece en el cuerpo humano una doble corriente de átomos vitales y psíquicos que penetran y salen. Pero, ¿cuál es exactamente la acción de los átomos psíquicos, y cómo por ella el hombre conoce al mundo exterior? ~ra D_~In§~.x:.i~, l.!i.-~~nsª'.E.!§!l_E_es\!_l_~--g-tl__~l!._09.ue de los átomos psíquicoS--Contra ~os ~íi.ik9.s,. estando éstos fijos y-aqué-Uosen:-movimtento;--siempre' y cuando que unos y otros sean homeomorfos, posean la misma figura geométrica. Entonces lo semejante es conocido por lo semejante. De este modo y a manera de ejemplo, los átomo.s que emanan de la superficie· de un objeto iluminado atraviesan el aire y, penetrando por los poros de los ojos, viajan por la red interatómica, para terminar actuando sobre la parte del cerebro en la que encuentran átomos de figura geométrica igual a la suya, y así se produce un choque entre átomos homeomorfos, que es la sensación y el conocimiento: ~6 semejante conoce a lo semejante en el mecanismo atómico, o, dicho de otra manera, el objeto iluminado es visto por el sujeto. Lo mismo ocurre con las sensaciones auditivas y olfativas. En cuanto a las sensaciones gustativas y táctiles, existe una diferencia: las corriente.s de átomos no atraviesan el aire ambiente, sino que penetran directamente en los poros de la piel o de la lengua. Más aún, por ser el movimiento de los átomos psíquicos la única causa del sentir y del conocer, si ese movimiento permanece normal el pensamiento está sano; si resulta perturbado sobrevienen trastornos de la sensación y del pensamiento. La teoría de Demócrito abarca en sus cuadros la primera explicación de la diferencia entre lo normal y lo.patológico como trastorno de uno y mismo fenómeno. y. puesto que cada sensación no es otra cosa que el contacto de átomos homeomorfos, todas las sensaciones se reducen a una: el tacto, de la que son variedades. «Demócrito y la mayoría de los naturalistas que se han ocupado de la sensibilidad -escribe Aristóteleshan convertido en táctiles todas las cosas sensibles.> 21 Herácl.ito, Parménides y Empédocles confundían en una entidad pensamiento y sensación. Demócrito no los sigue, pero tampoco los distingue tan netamente como Alcmeón. Para él, la sensación y el pensamiento son actos puramente mecánicos con el mismo y único origen: un choque de átomos. Ese choque, es bueno aclararlo, se puede producir en cualquier parte del cuerpo, pero Demócrito reconoce una selectividad por el cerebro; de aquí que el pensamiento corresponda a todo el organismo pero tenga al cerebro por órgano principal. Esta afirmación podría hacer pensar que en los atomistas ya se encuentra el prin,;. cipic de la unidad de la vida psíquica, pero no es así. Para Demócrito, el corazón es el órgano de la c6lera, y el hígado el , del deseo. Los mecanismos por los que se producen la ·cólera y el deseo son los mismos que para la sensación y el pensamiento: el choque de átomos homeomorfos, pero estamos todavía lejos del principio de la unidad orgánica


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que será tema de los tiempos modernos. Tal era la opinión de Demócrito sobre la constitución atomística del cuerpo humano y sobre el mecanismo de la s~nsación y del pensamiento, que materializados pasan .a ser parte de la materia universal. El átomo, en perpetuo movimiento en el vacío, representa la única sustancia de las cosas y de los seres del universo. Es todo, basta para todo, lo explica todo. Explica tanto la composición de los astros como la constitución de los minerales de los vegetales y de los animales; explica tanto los movimientos de la~ estrellas como la vida y la sensibilidad animales la sensación el pen. ' 1 sam1ento y e1 movimiento del hombre. · La teoría democriteana está en la base de la ciencia moderna. No vamos a discutir si lo único que ha sobrevivido del antiguo átomo es el hombre; si el átomo de Demócrito, que era un ser de razón se ha convertido o no en realidad, pero, ¿la noción mecánica de la se~sación sobrevive o no? Para explicar la sensación, Demócrito admitía un contacto entre átomos provenientes del exterior y los átomos homeomorfos del sensorium cerebral; hoy la explicamos por la acción de ondas que viniendo del mundo externo actúan sobre las neuronas de Íos centros sensoriales de la corteza cerebral, sin que mecánicamente haya mayor diferencia ni conozcamos mejor el proceso. Demócrito afirmaba que pensar es sentir, que el pensamiento es una simple modificación de la sensa~ión, y Locke y Condillac ¿sostuvieron algo diverso? Además ¿cuál sería la inteligencia de un ser que no sintiera? Aristóteles, si~ guiendo a Demócrito, nos dice: «Un ser que no sintiera no conocería ni comprendería nada.» 22 Hoy, toda la psicopedagogía a~ienta en este 23 principio. Por otra parte, Demócrito fue uno de los primeros y tal vez el primero, en destacar la subjetividad de nuestros conocimlentos: «El color -nos dice-- no existe en sí; resulta de las partes en movimiento.» El sabor tampoco existe en sí, «es en la opinión [esto es en la subjetividad] -escribe- que existe el dulce, en la opinión el a~ar­ go, en la opinión el calor, en la opinión el frío, en la opinión el color. En realidad únicamente existen el átomo y el vac.ío». Demócrito sostiene que solamente asimos fenóme~ti.~\, nunca-;! átomo, y que vivimos un mundo de ih,isiones. «Para decir la verdad -repetía-, no sabemos nada.» Escéptico radical, fue un pensador genial al que sus coterráneos creyeron loco.24 5. Empédocles ele Agrigento, Anaxágoras ele Klazomenes, Diógenes de Apolonia, y la distinción entre espíritu y materia.-Junto a Alcmeón Y a Demócrito se debe ubicar, en esta etapa del conocimiento del hombre, a Ernpédocles de Agrigento, Anaxágoras de Klazomenes y Diógenes de Apolonia. Los tres son contemporáneos y su madurez cae en la segunda mitad del siglo v. Pero no solamente los une el tiempo en la historia, sino también cierta afinidad mental y la comunidad de

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los problemas iniciales de sus. especulaciones, así como el camino seguido para resolverlos. EMPÉDOCLES DE AGRIGENTO (?-430 a. C.) re~re­ senta frente al impacto de los atomistas y su negación de la realidad del s~tido común, sobre todo por obra de Demócrito, un espíritu pleno de eclecticismo, en el cual las resonancias legendarias prevalecen de nuevo. Retoma el himno hesiodeo del nacimiento del Universo para compenetrarlo con las más severas exigencias racionales de los. eleatas y atomistas. En un poema sobrecargado de imágenes, Empédocles expone su doctrina de los cuatro elementos, o craíces» de las cosas: el fuego, el aire,. el agua y la tierra. Todo viene de su reunión, de su separación, de sus diversas proporciones; pero ninguno de esos elementos es el primero, son igualmente eternos y no proceden el uno del otr~.2ts Para el mecanismo de la sensación, Empédocles atribuye papel principal a los órganos periféricos de los sentidos, según testimonia Aristóteles que sufriera fuertemente su influencia, y adelanta que la olfacción ; la gustación resultan de la acción de partículas. odoríficas Y gustativas sobre las narices y la boca. Tambi,én afirma ~ue la audfc~ón se realiza en el tubo auditivo, cuando las part1culas del aire atmosfer1co, que considera. independiente de los cuatro elementos, son puestas en movimiento por los sonidos y los ruidos y penetran «en el tubo membranoso de la oreja». ·La concepción de la visión que tiene Empédocles es muy curiosa, pues considera al ojo como una linterna plen,a ~e agua y de fuego,26 de la cual parten rayos que atraviesan las ~umcas del ojo y abren camino a los efluvios que provienen de los ob3etos exteriores. «Es de este modo -nos dice Aristóteles- como algunas veces Empédocles explica la visión; otras veces sostiene que es producida por las emanaciones de los objetos.» 2 7 Empédocles adopta el postulado de los semejantes de Demócrito, pero lo hace con términos sibilinos: «Por la tierra --escribe- cono~e. mos la tierra el agua por el agua, el aire divino por el aire, el· fuego que nos cons:ime por el fuego, el amor por el amor, y la discordia por la discordia furiosa. Con esas cosas .es que todo está ensamblado Y construido· es por ellas que se conoce, que se siente placer y dolor.» Así, junto a l~s cuatro elementos hace intervenir dos fuerzas simbólicas, el amor y la discordia, que para él son corpóreas al mismo título que los otros componentes del universo: ·el fuego, el aire, la tierra Y el agua. Además, el placer y el dolor acompañan al conocimiento y a la ignorancia. Si los objetos presentan similitudes de constitución con una parte de un ser viviente, hay conocimiento y placer; si ofrecen dif;rencias resultan la ignorancia y el dolor. Para Empédocles, todos los organos' comprendido el cerebro, participan de la inteligencia, pero es el cor~zón, la sangre del CO'l"azón, dond~ está su principal asiento, puesto que en ella los cuatro elementos están perfectamente mezclados. «Nutrido por fuertes oleadas de sangre crujiente, el corazón lleva a los


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hombres el pensamiento en las espirales de su flujo. La sangre que baña al corazón es pensamiento>.2 ª Por eso el corazón se nutre ya en el embrión con la sangre de la madre211 y constituye el principal foco de la inteligencia. La inteligencia está en relación directa con la krasis, o mezcla de los cuatro elementos, y con el temperamento del cuerpo. Si la krasis es buena, el pensamiento resulta extenso y penetrante; si la krasis es mala, puede resultar la imbecilidad, la idiotez, la locura. Y en este respecto, el fuego es el elemento que dirige a los otros tres: de la temperatura depende la lentitud o la vivacidad del pensamiento. Por último, en Empédocles encontramos de nuevo el principio de la metempsicosis, que viéramos introducir en el pensamiento griego a los pitagóricos, y cuyas· tesis desarrolla con extraordinaria fuerza de mago inspirado. En efecto, su concepción del alma es órfica, y en la misma ve una realidad caída de una edad de oro perdida, y de la cual la esencia, el origen y el destino son sobrenaturales. Las almas, «demonios inmortales), fueron. expulsadas del mundo de la beatitud por una culpa nacida del Odio; precipitadas a la tierra, entraron en el vórtice de los elementos y se vieron obligadas a transmigrar de un cuerpo a otro, hasta el momento de la liberación final. Para renacer a la dignidad de los dioses, libres de reencarnaciones, necesitan vivir en la pureza y en el ascetismo. Empédocles cree recordarse de sus existencias anteriores: «Una vez, ya fui muchacho y muchacha, zarza y pájaro, mudo pez en el mar.> ao Con ANAXÁGORAS DE KLAZoMENES (497 - 427-428) abandonamos la Magna Grecia, las profecías de los pitagóricos y los arrebatos místicos de Empédocles, para retornar a la inspiración positiva de la escuela de Milete. J ónice de nacimiento, va a residir en Atenas, que comienza a fü1recer después de las guerras médicas y que se ha convertido en capital del nuevo imperio marítimo. Pero su enseñanza que negaba la divinidad de las cosas celestes, afirmando que el sol es una piedra incandescente y la luna una tierra, choca con la ideología que se constituye en Atenas y que busca reafirmar su predominio con supuestos orígenes divinos. Es acusado de impío y expulsado.31 Como Empédocles, consideró la tierra, el aire, el agua y el fuego elementos eternos e inmutables que constituyen el mundo, siendo cada uno de ellos movido por dos fuerzas diversas y contrarias: el amor que une y el odio que desune. Fundador de la primera escuela filosófica ateniense, Anaxágoras inicia, adelantándose a Sócrates, la lucha contra los prejuicios y las supersticiones mantenidos por la ideología en nombre de la ciencia. Acepta el apeiron, el infinito de Anaximandro, sin divergir en esto de los atomistas; pero en tanto éstos concebían los. átomos como indiferenciados y privados de individualidad, recurriendo al vacío para explicar las diferencias del real, Anaxágoras, en negando al vacío, admite una diferenciación en el seno mismo de los elementos que cons-

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tituyen el infinito originario. La importancia de esta innovac1on de Anaximandro cae enteramente sobre el concepto de vida: mientras que los atomistas explicaban todo lo que es orgánico como una mezcla de elementos simples y cuantitativos, Anaxágoras da a entender que no existe una generación equívoca de la vida, que por consiguiente el principio de organización debe ser originario, y que en última instancia lo orgánico explica lo elemental y no viceversa. Al principio, todos los elementos existían entremezclados en el infinito: ómou pánta chémata en; 32 y puesto que estaban juntos, nada se podía distinguir a causa de su pequeñez, que no conocía límites, pudiendo darse siempre un más· pequeño del pequeño, sin que por ello el ser se anulara en el no-ser. 33 No se podía conocer con claridad la cantidad de las cosas porque lo impedía la mezcla de todos, del húmedo y del seco, del calor Y del frío, del claro y del oscuro; y mucha tierra también estaba mezclara, . y un infinito número de simientes ( spermáton), de las cuales nmguna semejaba a la otra.s4 De la separación (apokrisis) surgen todas las cosas distintas, y ésta es obra de la mente. Y he aquí un segundo y gran concepto de Anaxágoras, que se convertirá ,en centro de la especulación de los filósofos que lo sucederán. Si del infinito caótico ha podido formarse un mundo organizado, distinto en sus partes, armónico en su conjunto, no es ciertamente por obra de una fuerza mecánica ciega, como enseñaba Demóorito, sino que debe haber intervenido un principio teleológico capaz de dividir y de organizar un principio inteligente de orden y de armonía que es el nous, esto e~, la mente. De este modo, Anaxágoras es el primero en establecer una distinción formal entre la materia y el espíritu. Para él, el universo reconoce dos causas: la materia y el nous. La materia es inerte, formada por simientes o gérmenes, a los que también llamará homeomerías. Los órganos. del hombre están formados por partículas seme, ' jantes: los huesos, de ·partículas óseas; los músculos, de partículas musculares, .etc. En cuanto al nous: inteligencia, alma, espíritu, sustancia fluida y sutil, tiene por atributos el conocimiento, porque ces el espíritu el que ve, es el egpíritu el que oye, lo demás es ciego y sordo>, nos dirá el poeta cómico Epicarmo repitiendo a Anaxágoras, y el movimiento, pudiendo penetrar todas las cosas, rigiendo tanto la rotación de los astros como la sensibilidad, la inteligencia y el movimiento de los seres vivos, animales y vegetales. Para Demócrito y Empédocles, la sensación y el pensamiento son comunes para todos los seres organizados. Para Anaxágoras, la sensa·• Clon, causa del cconocer y del mover», tiene su asiento central en el cerebro, que aparece como etapa terminal del proceso sensitivo. Pero ' a diferencia de Demócrito, no lu localiza exclusivamente en ese órgano. , Además, no son elementos homeomorfos los que al chocar producen , el cambio que el sujeto capta como sensación; deben ser elementos di-


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versos, o sea que sostiene el postulado de los contrarios. Si bien es cierto que existen algunas semejanzas entre la doctrina de Demócrito y las concepciones de Empédocles y de Anaxágoras, las diferencias son, sin embargo, mayores. Los elementos de Empédocles y las homeomerías de Anaxágoras difieren esencialmente de los átomos democriteanos. Además, el amor y la discordia de Empédocles, y el nous de Anaxágoras, no tienen ninguna relación con la pesantez, única fuerza motriz reconocida por Demócrito. Por último, en tanto que el abderitano y el agrigentino reconocen la teoría cerebral del pensamiento de Alcmeón, Anaxágoras retorna a la teoría cardíaca de los tiempos homéricos. Para Anaxágoras, el corazón es el órgano principal del pensamiento, y en cuanto a la conciencia, sólo la entrevé como variadones de grado entre las diferentes formas de vida, pues admite que hasta las plantas sienten placer con el crecimiento y dolor cuando caen sus hojas,ª 5 lo cual equivale a no. distinguir la conciencia de las funciones vitales, y así queda comprendida entre los fenómenos que hoy llamamos biológicos. Anaxágoras no se planteó el problema de una conciencia propia del ser humano como tal, puesto que, como todos los presocráticos, considera la naturaleza del hombre únicamente como physis. Contemporáneo de Anaxágoras, viviendo en la segunda mitad del siglo v, DIÓGENES DE APOLONIA enseñó• en Atenas, y sabemos que fue autor de un tratado De la naturaleza, del que solamente se conservan algunos fragmentos y que verosímilmente incluía una meteorología y una antropología. Médico y filósofo de la escuela de Anaxímenes, considera el aire como principio universal del cosmos, del que asegura la cohesión. Además, representa en el individuo la razón unificadora de sus funciones fisiológicas y psíquicas, porque « ... los hombres y los otros seres animados viven del aire respirándolo, y en eso está· su alma y su inteligencia ... porque si son privados de él mueren y su inteligencia se apaga».ªº En continuo movimiento y a través de múltiples rarefacciones, condensaciones y transformaciones, el aire produce todas las cosas del universo, cuya variedad se debe únicamente a la diversidad de sus transformaciones. El aire produce tanto el fuego como la tierra y el agua, tanto las estrellas como el cuerpo humano, tanto el movimiento de los astros como la inteligencia. Pero bajo aspectos tan diversos la materia queda la misma, como testimonia la asimilación de los minerales por los vegetales y la de los vegetales por los animales. Para Diógenes de Apolonia, el cerebro es el centro de la sensación, pero no la sustancia cerebral propiamente dicha, sino que quien siente es el aire intracerebral. De este modo, la olfacción es debida ·al aire de la cavidad nasofaríngea, donde se hunde el cerebro; la áudición es debida a las vibraciones propagadas del aire. «Se escucha -afirmacuando el aire que está en el oído, puesto en movimiento .por el aire

exterior, se propaga al cerebro.» De la misma manera la visión resulta del transporte aéreo de las formas sobre la pupila, la cual se encuentra «mezclada con el aire intraéerebral». Para Diógenes, el aire lo explica todo, y si para los fisiólogos anteriores no lo explicaba todo, desempeñaba sin embargo un papel importante, especialmente para Demócrito. En efecto, está poblado de átomos en movimiento incesante, especialmente de átomos vitales Y psíquicos, que emanan continuamente de todas las cosas y de todos los seres de la naturaleza, penetrando en el cuerpo humano con cada inspiración y saliendo con cada expiración. El calor, la sensibilidad, la inteligencia y el movimiento dependen del aire. Su importancia es infinitamente superior a la de la alimentación, porque se puede vivir muchos días sin comer, mientras que apenas se vive unos minutos sin respirar. En consecuencia se acuerda a las cualidades del aire una influencia enorme sobre· el cuerpo y sobre el espíritu,.sobre la sensación y la razón, sobre la salud y la enfermedád, particularmente sobre la determinación de las enfermedades nerviosas y mentales. También se hace desempeñar un papel exagerado al exceso de calor, de frío, de húmedo y de seco. Para Diógenes existen diferencias en el pensamiento, según que el air~ esté más o menos puro, más o menos caliente o demasiádo frío. Por el probable influjo de .Anaxágoras, Diógenes de Apolonia atribuye al aire todos los caracteres del nous. Es «algo que considera como un dios», al mismo tiempo «grande y poderoso, eterno e inmortal y de gran saber». No cabe duda que el concepto de pneuma con el sentido de fluido vital idéntico al aire, que aparece en la escuela hipocrática de Cos, debe mucho a la obra de Diógenes .de Apolonia.

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II. LA FASE HIPOCRATICA l. Vida y «Obras» de Hip6crates.-Hn>6CRATES, cuyos famosos «Aforismos> comienzan con esta sentencia de tono grave y melancólico: «La 'Vida es breve, el arte es largo, la ocasión fugitiva, la experiencia engañadora, el juicio difícil», nació. hacia el a:ño 460 a. C. en Cos, capital de la isla del mismo nombre. Vivió en el siglo de Pericles, y fue contemporáneo de Sócrates y de Platón, de Sófocles y de Eurípides, de Tucídides, de Aristófanes, de Fidias y de Policleto, y su nombre en nada desmerece a los de· tan grandes contemporáneos. Pertenecía a la familia de los Asclepiades (vid. I, 2), y su origen fabuloso se hacía remon.tar hasta Esculapio, pues, según la leyenda, por su madre Fenareta descendería de Hércules y, por su padre Heraclides, de Esculapio. Esto demuestra que la leyenda se apropió rápidamente y en la medida


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que aumentaba su fama de todos los actos de la vida de Hipócrate; .. Los griegos :icostumbraban a divinizar a sus grandes hombres, Y de el hicieron un semidiós. Sin duda, la vida del «divino anciano::i> está plena de incertidumbres;ª7 con toda seguridad, sus antiguos biógrafos: Soranus, ·Suidas, Tzetzes, recogieron y propagaron infinidad de leyendas: el rechazo de los presentes de Artajerjes; la detención de la peste en Atenas, por medio de fuegos encendidos en todas las plazas y de coronas odoríficas colgadas en las calles; el viaje a Abdera, para curar la locura de Demócrito (vid. I, 4); las súplicas a los atenienses que amenazaban Cos; la cura dél rey Pordiccas II, que moría de amor; el incendio del templo de Esculapio, provocado por Hipócrates para apoderarse de las tabletas médicas del santuario, etc., etc. Todavía en nues-· tros días las leyendas nacen rápidamente en torno de los hombres céle-· bres, e Hipócrates fue célebre en vida. Lo cierto es que durante mucho tiempo la familia de los Asclepia-· des fue la única que podía ejercer la medicina, arte que se transmitía de padres a hijos como una herencia. Heraclides, padre de Hipócrates, fue u{édico, y lo fueron los hijos de Hipócrates, Dracón y Tesalus, y su yerno Polibio. Pero ya en ese tiempo se .podía entrar en la carrera de médico sin pertenecer a la familia de los Asclepiades, como demuestra el testimonio de Platón en el Protágoras. Se sabe que Heraclides di<> a su hijo, todavía niño, las primeras leccioi:ies de. medicina, para ~es: pués ponerlo en manos de Herodicus. Al m15mo tiempo le proporciono maestros eminentes que le enseñaron la astronomía y la meteorología -que luego, médico famoso, haría desempeñar gran papel en la etiología morbosa -, las matemáticas, las bellas artes, y sobre todo la filosofía. En esa época, los médicos recibían una sólida instrucción literaria. Platón escribe: «Poseen un espíritu elegante y cultivado, y en las explicaciones que dan a sus pacientes llegan hasta la filosofía.::i> Y los coloca en el mismo rango que los demás espíritus cultivados del siglo v. «A juzgar por las obras que nos quedan -escribe Littré 38- , una gran educación filosófica había sido dada a los médicos hipocráticos; las doctrinas filosóficas de su tiempo le son familiares y el hábito de las ideas generales se deja sentir en ellos.» Esta educación no impedirá, sin embargo, a Hipócrates de separar la medicina de la filosofía, ase~tán­ dola sobre la observación de los hechos primero, sobre el razonamiento después. Llegado a la veintena abandonó la isla natal para marchar de periodeute, o sea de peregrino, a practicar su arte, de ciudad en ciudad,. según la costumbre de la época. Viajó lejos y mucho, pues de sus escritos deducimos que recorrió Egipto y ·Libia, muchas islas del mar Egeo, las provincias septentrionales del Asia Menor, la antigua Tracia, Macedonia y Tesalia. No sabemos si fue en el curso o al final de sus peregrinaciones que retornó a Cos; únicamente tenemos por cierto que murió en Tesalia, después de una larga permanencia en el lugar

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Y a una edad muy avanzada: a los 85 años, creen unos; a los 109, preten.den otros. En el primer siglo de la Era cristiana todavía se mostraba .su tumba, cerca de Larisse; y todos los años, cuenta Soranus un .enjambre de abejas venía a elaborar sobre esa tumba una miel ~ila­ ,grosa que curaba las aftas de los niños. En la Edad Media se .dio a Hipócrates el nombre que ha perdurado de «Padre de la medicina::i>. Esta metáfora, que ante todo testimonia respetuosa admiración, no puede ser tomada al pie de la letra. Hipócrates no creó la medicina griega. Él lo dice, lo repite en esa frase significativa que Laennec, el creador de la semiología pulmonar, puso· como epígrafe de su tesis: La medicina no es una ciencia nueva. Existía, como antes vimos, desde los tiempos homéricos, y se prolongará después en los tiempos y en las escuelas médico-filosóficas, en especial con la escuela itálica que fun<lara Alcmeón de Crotona. «Se podría demostrar -escribe Littré39-, con el libro de Herodoto en la mano, historiador de hecho extraño a las cosas de la medicina, que la nomenclatura de las enfermedades existía antes de Hipócrates y de sus discípulos, que él y ellos nada innovaron y que se sirvieron de una lengua hecha por otros.» Pero -debemos reconocer que las obras de los médicos anterJores desaparecieron, de manera que el período hipocrático se encuen~ separado del · homérico por una laguna insalvable de cinco siglos. En riluchísimos aspectos, Hipócrates es apenas un continuador, pero es un· continuador de genio, de modo que a pesar de esto el sobrenombre de «Padre de la medicina», inexacto crono!ógicamente, es admisible científicamente. 2. Las «obras:. de Hip6crates. - Los escritos hipocráticos fueron muchos y la mayoría de sus manuscritos desaparecieron. Los que han llegado hasta nosotros fueron recopilados por la Escuela de Alejandría y publicados con el título de «Obras de Hipócrates». Hoy les damos y con justicia el nombre de Colección hipocrática o de Corpus hippocraticum, porque todos los libros que la componen no son ·del médico de Cos. Los hay que le son anteriores, como algunos fragmentos de La naturaleza de los huesos, los Libros segundo y tercero de las enfermedades, el tratado de Las afecciones internas, los cuales, por la doctrina, constituyen un grupo homogéneo y los deberíamos, según parece, a Eurifón de Cnido y a Syennesis de Chipre. Otros libros son posteriores a Hipócrates, y Galeno los atribuía a sus hijos y nietos. La na.turaleza del hombre es, sin duda, de su yerno Polibio, como prueba contundentemente Aristóteles. El Corpus hippocraticum fue formado trescientos años antes de la Era cristiana, y después de su entrada en la Biblioteca de Alejandría, su contenido no varió notablemente. «Nada entró en la Colección hipocrática -dice Littré40_ y nada salió; es un hecho desde ahora en adelante asentado por la crítica histórica.» Como antes de ser reunidos, la mayoría de los libros hipocráticos habían


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desaparecido, los que nos llegan con el Co'ljYUS son apenas restos de lo escrito por la escuela de Cos. Esto debe ser tenido muy en cuenta . para cuando cons~deremos su obra psicofisiológica, pues es probable que haya tenido conocimientos más extensos de los que supo~emos y, además, eso explica que en muchos aspectos seamos tan vagos o generales como cuando nos referimos, por ejemplo, a Alcmeón o a Demócrito, de los cuales apenas conservamos unos pocos fragmentos. Es así como se formó con un desorden inexpresable esa famosa Colección, de la cual Littré, que la conoció mejor que. nadie,41 nos da un juicio severo pero justo: «La Colección de los libros hipocráticos es un conjunto incoherente en el cual es muy difícil orientarse de primera intención. Se encuentran doctrinas diferentes, obras incompletas, tratados mutilados, libros que sólo son extractos de otros libros, notas sin continuación, repeticiones, en suma un desorden que parece inexplicable y hace imposible una lectura continuada.» 3. La. «physis> humana según los hipocráticos. - En la época de Hipócrates no se distinguía la anatomía de la fisiología, y para designar al conjunto de fenómenos que hoy constituyen esas dos disciplinas se empleaba un solo término: é physis, la naturaleza. La palabra anatomía aparece únicamente una vez en todo el Corpus y está .en el título de un opúsculo: Peri anatomes, que apenas representa una página con la simple nomenclatura de los órganos encerrados en el tronco, y, por supuesto, no se refiere para nada al sistema nervioso. Hipócrates recomienda a cada momento el estudio del cuerpo humano como punto de partida de la medicina, pero los médicos hipocráticos, puesto que las disecciones estaban en su época prohibidas por las costumbres y por la ley, parecen ignorar la anatomía humana, sin haber llegado en este aspecto más allá que los de la escuela itálica de Alcmeón de Crotona. Sin embargo, Hipócrates mismo debió de haber realizado algunas disecciones humanas, aunque fuesen parciales, porque en las ArtiC'ILlaciones da una descripción sorprendente del raquis, en la que encontrarnos nociones precisas sobre las meninges espinales. Es muy probable que las heridas enseñaran a los antiguos algunos rudimentos de anatomía topográfica. En la Ilíada se describen 145 heridas difer.entes, y la totalidad de los términos anatómicos de los poemas homéricos es de 150, sin que aparezcan más en el Corpus hippocraticum. Los hipocráticos conocían la posición, el volumen, la configuración exterior y las relaciones groseras de los principales órganos, y nada más. En lo que únicamente revelan conocimientos profundos es en osteología,. lo cual se explica por la conservación del esqueleto después de la muerte, y por la observación de fracturas, de luxaciones y de movimientos articulares en vida. En la fase hipocrática, los nervios (neura) y los canales (poros) conservan el sentido originario que les dieran sus denomina-

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clores los «físicos> jónicos. Tanto Hipócrates como sus discípulos ignoraban la existencia de nervios, y como tales engloban en sus descripciones indistintamente a los nervios propiamente dichos con los tendones, los ligamentos, las aponeurosis, o sea todas las partes blancas y fibrosas del organismo. «Los nervios -escribe el hipocrático autor de los Lugares e?t el Jwmbre- oprimen las articulaciones y están extendidos en toda la longitud del cuerpo, allí donde hay menos carne. El cuerpo entero está lleno de nervios; sin embargo, en la cara y en la cabeza no hay nervios, sino fibras semejantes a los nervios, más tenues y más sólidas, ubicadas entre el hueso y la carne; algunas son nervios huecos.> Entre esas partes blancas hay algunas que llaman t6nos, y que pareciera que corresponden realmente a nuestros nervios. «Dos cordones (tónos) --dice el Segundo libro de las epidemias- parten del encéfalo por debajo del hueso de la gran vértebra que está en lo alto, y cada uno sigue al esófago de cada lado de la arteria, pues esos cordones terminan allí donde las vértebras y el diafragma están unidos; y algunos, aunque es dudoso, parece qu ea partir de esa reunión alcanzan el hígado y el bazo. Otro cordón, de cada lado, en partiendo de las vértebras adyacentes a las clavículas, se extiende a lo largo del raquis, sobre las partes laterales de las vértebras, y comunica con los costados. Me parece que esos cordones llegan, a través del diafragma, al mesenterio, donde se detienen.> Sin duda, como afirma Souques,42 esa descripción se refiere a los pneumogástricos y a los simpáticos. Pero como no sospechaban el origen, terminación y funciones de esos cordones, los hipocráticos ignoraban completamente· 1a existencia de los nervios propiamente dichos. Sobre la médula espinal, las nociones son muy vagas. «Es un error --dice el hipocrático de las Carnaduras- dar el nombre de médula a la médula dorsal. No es semejante a la médula de los huesos. únicamente ella tiene envolturas; la otra, no.» Esas envolturas Hipócrates las conocía: «Explicaré por la misma médula espinal --dice en el tratado dé las ArtiC11.laciones- cuáles son esas envolturas, de dónde parten, dónde terminan, con qué se comunican y cuáles son sus usos.» Por desgracia, el texto está interrumpido y no sabemos a qué conclusiones había llegado el autor. En cuanto a la anatomía del cerebro, ¿qué sabían los hipocráticos? El autor de la Enfermedad sagrada dice que «el cerebro es doble en el hombre como en los animales; .está encerrado en una membrana delgada. Es por esto que el sufrimiento no se hace sentir sobre el mismo punto de la cabeza, sino que unas veces está de un lado, otras de otro y a veces en todas partes>. Sabían que hay dos meninges cerebrales: «Una espesa, más o menos adherida a los huesos del cráneo; la otra, delgada, tocando al cerebro mismo. La médula espinal está alojada en.el canal raquídeo; también está rodeada por-dos envolturas».43 Con respecto a la fisiología del sistema nervioso, Hipócrates y los hipocrá-


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ticos la desconocían, de la misma manera que ig;iorab~n la fisiol~gía general. Su ignorancia de los nervios les convertía t;n mcomprensib~e el problema de la sensibilidad y del movimiento. Sabian, como se sab~a incluso antes de ellos, que algunas porciones de los neura eran sensibles pero nada pudieron deducir y simplemente creyeron que el conjunto de ligamentos, tendones, aponeurosis, nervios, etc., estaba en r~­ lación con el movimiento, idea globalmente exacta per.o que exclma cualquier análisis específico. Por lo que podemos deducir del Corpus, toda su fisiología nerviosa se redujo al estudio de las funciones del cerebro. Para ellos, el .cerebro como órgano es una glándula, «blanca -dicen- friable como las demás glándulas, pero mayor que ellas>. Como a ~ualqui~r glándula, le conceden la función de liberar al orga- •.· nismo de los líquidos superfluos, o sea de atraer los humores Y de i·epartirlos en las demás regiones del cuerpo. Si eso~ humores son alterados por la bilis, concepto que tomaron de Anaxagoras de Klazomenes 0 por la flegma, resultan retenidos por el cerebro Y ~rovocan enf~rmedades diversas; apoplejías, epilepsias, delirios, etc. Si, por el contrario son enviados a las distintas partes del cuerpo, producen en ' . 44 p ellas enfermedades bajo la forma de catarros y fl uxione~. or otra parte, el cerebro es el órgano de la sensación y. de la inteligencia, funciones que realiza tanto por intermedio del aire como de la sangre. «Considero al cerebro '-se lee en la Enfermeda.d sagrada.- como el órgano de mayor poder en el hombre, puesto que es, ci:ando está sano, el intérprete de los efectos que el aire produce. El aire es el que. ze da la inteligencia. Los ojos, los oídos, la lengua, las manos, los pies actúan según el cerebro tenga el conocimiento; ,en efecto, todo ~l .cuerpo participa en la inteligencia según la proporcion con. que participa. del aire. Ahora bl.en, para la inteligencia, el cerebro es el m~nsa]ero. Cuando el hombre atrae hacia él el soplo, ese soplo llega prrmero al cerebro, y es de este modo como el aire· se dispersa por el. res~o del cuerpo, dejando en el cerebro su parte más activa, la que es mtehgen~e y cognoscente. Si, en efecto, el aire llegara primero al cuerpo, para ir. de allí al cerebro, dejaría la inteligencia en la carnadura y en las venas; llegaría calentado al cerebro, y allí llegaría íntimamente mezclado con el humor proveniente de las carnes y de la sangre, de manera que ya no tendría sus cualidades perfectas... Así pues, de la misma manera que, antes que otra parte del cuerpo, recibe la impresión de intelige.n- · cia que proviene del aire, de igual manera se ha notado que cualqu~er 1 cambio notable en el aire, por efecto de las estaciones, Y que el arre 45 se vuelve diferente de él mismo, el cerebro recibe la impresión.» Por su parte, el autor hipocrático de los Vientos escribe: «Según yo, nada concurre más a la inteligencia que la sangre. La sangre en el hombre aporta la mayor parte de la inteligencia; algunos también afirman que la aporta por completo. En tanto que la sangre permanece en su "

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constitución, la inteligencia permanece intacta, pero, cuando sale, ella se altera de la misma manera.» A su vez, el autor del Coraz6n expresa: «La inteligencia del hombre es innata C¡?n el ventrículo izquierdo y dirige el resto del alma. Ese ventrícúlo obtiene su nutrición de una superfluidez pura y luminosa, que emana de una secreción de la sangre.» Destaquemos que antes de los hipocráticos el papel de la sangre en relacion con la inteligencia había sido admitido por gran número de pensadores, especialmente por Empédocles. Después de los hipocráticos se admitirá todavía hasta el siglo XVIII. Sin pretender demostrarlo, los hipocráticos se dedicaron a afirmar que el cerebro es el asiento de la inteligencia, de la sensibilidad y del movimiento, adhiriendo a la teoría cerebral del alma, lo cual reafirma el autor de la Enfermedad sag'Nida,46 cuando escribe: «Digo que el cerebro es el intérprete de la inteligencia. El phren (diafragma) tiene un nombre que debe al azar y al uso pero no a la realidad y a la naturaleza. Yo puedo ver qué influencia tiene para el pensamiento y la inteligenda. Nada expresa más que las otras partes del cuerpo, y es en vano que posee tal nombre y tal atribución, como ese apéndice del corazón que se denomina oreja y que en nada contribuye a la audición. Algunos dicen que pensamos con el corazón y que. este órgano es el que siente los pesares y las preocupaciones; nada de esto. El cerebro es la causa de todo lo que he indicado.~ Y en otra página del mismo libro· podemos leer: «Se debe saber que, por una parte, el placer, las alegrías, las risas y los juegos;· por otra parte, la pena, las tristezas, los descontentos y las quejas únicamente provienen del cerebro. Por él es que pensamos, que nos comprendemos, que vemos, entendemos, que conocemos lo feo y lo hermoso, el mal y el bien, lo agradable y lo desagradable, ya sea que distingamos esas cosas por las convenciones de uso,·· ya sea que las reconozcamos por la utilidad que nos procuran; y, sintiendo en esta misma utilidad el placer y desagrado, los mismos objetos . nos agradan o nos desagradan según las oportunidades. Todavía .más, es por el cerebro que estamos locos, que deliramos, que temores y terrores nos asaltan, ya sea por la noche, ya sea durante el día, los sueños, las preocupaciones sin motivos, la ignorancia del presente, lo inhabitual, la inexperiencia ... La lengua expresa lo que él V!'! y comprende.» En este trozo muy significativo se dice incidentalmente que el cerebro es el órgano de los sueños. Un opúsculo completo del Corpus está consagrado a Los sueiíos, de los cuales el autor admite dos especies: unos enviados por la divinidad, otros debidos al estado de nuestro cuerpo, para concluir que el sueño es también una fun. ción del encéfalo. En los Vientos 41 se los explica por medio de una : congestión del cerebro, pues cuando se prueba el deseo de dormir, la sangre se enfría: «La sangre de este modo enfrfoda camina más lentamente, lo cual es evidente porque el cuerpo se abate y se entorpece,

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los ojos se cierran, la inteligencia está modificada y se vuelve asiento de algunas imaginaciones o sueños.> Para aclarar .el mecanismo de la sensación, los hipocráticos se expresan con términos poco precisos. La. visión es debida a la reflexión sobre el encéfalo de la imagen formada en la pupila. «Una vena -escribe el autor de las Ca:rnaduras 4 8-, que parte de la membrana del cerebro, llega a cada ojo a través del hueso. Por esas dos venas, lo que hay de más tenue en lo glutinoso es filtrado fuera del cerebro y forma en torno de los ojos una piel, que es el diáfano del ojo. Las túnicas colocadas en la parte que ve son múltiples y diáfanas como ella. Ahora bien, es en este diáfano que la luz y que todas las cosas brillantes se reflejan, y la visión se opera por esta reflexión.> En cuanto a la audi.:. ción, los sonidos son transportados a través de los huesos del oído, por intermedio de las meninges, hasta el cerebro. «Primero hay una abertura por la que escuchamos. Lo que penetra en el encéfalo por la meninge es escuchado directamente ... Los conductos auditivos son contiguos a un hueso duro como la piedra y excavado. Los sonidos vienen a chocar contra este cuerpo duro; y el hueso, que es hueco, resuena por su misma dureza. En el conducto auditivo está fijado al hueso duro una membrana tenue como una telaraña, la más seca de todas las membranas.> Y después de hacer observar que los cuerpos más duros resuenan mejor y que cuanto más fuertes son los sonidos mejor los escuchamos, el autor concluye: «Lo que resuena es lo que produce la audición ... No es el cerebro el que resuena, porque es húmedo y está rodeado de una membrana espesa, y los líquidos no resuenan, pero es el que escucha.> El olfato es concebido de esta manera: cPor estar húmedo, el cerebro siente las sustancias secas, pues atrae los olores con el aire, a través de los tubos que son secos. Se extiende en las cavidades de las narices: de ese lado, ningún hueso le opone una barrera, y está bordeado por un cartílago, blando como una esponja .Y que no es de carne ni de hueso. Es por esta vía ,que el cerebro fluye abundantemente sobre el paladar, sobre la garganta, sobre los pulmones y sobre el vientre; entonces se reconoce y se dice qi.;ie es un catarro.> En resumen, el cerebro recibe los olores que le llegan directamente por las fosas nasales, los sonidos que le son transmitidos por los tractos meníngeos, las imágenes que le son aportadas por el líquido glutinoso del ojo, y es con esta fisiología sui generis que los hipocráticos reemplazan las vías nerviosas ópticas, acústicas y olfativas y construyen su psicofísica 4. La doctrina de los cuatro temperamentos. - La obra médica de Hipócrates y de los hipocráticos no es de nuestra competen~ia, pero la verdad es que sin saber anatomía, sin conocer la fisiología, lograron perspectivas clínicas prodigiosas para la época y los tiempos posteriores por muchísimos años, y todo porque no es necesario poseer no-

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ciones anatomoclínicas considerables para observar correctamente junto al lecho del paciente. Basta con saber observar, o sea recoger hechos, compararlos, sacar inducciones, y no cabe duda de que Hipócrates fue un observador genial. Por el contrario, interpretar los hechos clínicos requiere grandes nociones de anatomía y de fisiología, y esto faltó a los hipocráticos, y de aquí que si bien sus descripciones clínicas nos asombran todavía, sus interpretaciones se hayan perdido por completo. Sin embargo, la medicina de Hipócrates y de los hipocráticos creó la doctrina humoral, que en patología reinó absoluta hasta el siglo XIX. Fue necesaria la doctrina de la patología celular para destronarla; pero luego las teorías pa~teurianas, al demostrar que las enfermedades infecciosas son debidas a la penetración de toxinas microbianas en la sangre, conjuntamente con la serología y la endocrinología, la hicieron revivir, aunque es verdad que la modificaron profundamente. Pero para la historia de la psicología lo importante es que una de las ramas actuales del conocimiento del hombre, la tipología, proviene directamente y casi sin cambios sustanciales, repetición en muchos aspectos, de la teoría hipocrática de los cuatro humores. En efecto; de la antigüedad hipocrática nos han llegado dos sistemas tipológicos que sobreviven: la doctrina psicofísica del temperamento y la somático-constitucionalista. El temperamento resultaría de la krasis o mezcla de cuatro humores (sangre, flema, bilis y atrabilis), mezcla que cuando es armónica ( eukrasia) da el temperamento normal., Y que cuando es disarmónica (dis.krasia), porque prevalece uno de los elementos sobre los otros, da el temperamento anormal. En la diskrasis tenemos cuatro temperamentos patológicos: sanguíneo, flemático, colérico o bilioso y melancólico. Polibio de Cos, yerno de Hipócrates, parece haber sido el primero en sostener este punto de vista, después apoyado y hecho suyo por el maestro. En cuanto a la doctrina somáticoconstitucionalista, que se remonta al mismo Hipócrates, identifica los tipos fundamentales con la predisposición a dos formas fundamentales de muerte: apoplejía y tisis, que dan, respectivamente, y según la nomenclatura latina que a través de los tiempos se volvió corriente, el habitus ·apoplecticus y el habitus phtisicus. Esta doble sistematización ha persistido hasta hoy, por casi dos mil quinientos años, bajo todas las formas de antropología, con una terminología que ya es patrimonio del lenguaje corriente. Y lo que todavía es más significativo, científicamente sus conceptos son parte sustancial de las modernas teorías del temperamento. Sin duda, para los fines del diagnóstico tipológico, la 'teoría hipocrática del temperamento ha permanecido básicamente estéril, porque de la atribución del individuo a una u otra de las cuatro formas no revela en el mismo nada más de lo que fue necesario para su clasificación; pero no es lo mismo para la teoría del habitus, que en sus muy modernas formas, ya sea la de Kretschmer, la de Pende u


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HISTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA

otros sirve para revelar datos ca:racterológicos partiendo de co~­ prob~ciones de origen somato-constitucion~l. El c~adro que transc:ibimos a continuación 49 nos muestra a traves del tiempo, en su perslStencia y cambios, las formas somático-constitucionales tipológicamente pregnantes que arrancan de Hipócrates:

NOTAS

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CONSTITUCIÓN SOMÁTICA

AUTOR

De prop-0rciones anchas y redondas

Hipó erates

apoplético

Con aparato esque- De proporciones largas y lético y muscular sutiles muy desarr.ollado

tísico

(400 a. C.)

vascular

muscular

nervioso

digestivo

muscular

respiratorio

carcinomatoso

normal

respirat~rio

apoplético

normal

asténico

flemático

atlético

asténicocerebral

pletórico

atlético

tísico

braquitipo macrosplánico

normotipo normosplácnico

longitipo microsplácnico

(1921)

pícnico ciclotímico

atlético viscoso

leptosómico (asténico) esquizotímico

Conrad

picnomorfo

hiperplástico

leptomorfo

endomorfo viscerotónico

mesomorfo somatotónico

ectomorfo ce rebrotónico

Hallé (1797)

Rostan (1828)

Sigaud (1904)

Beneke (1832)

Eokitansky (1850)

Carus (1852)

De Giovanni (1870)

Viola (1909)

Krerscluner

(1921)

Sheldon (1940)

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l. Frag. 60, en Hermann Dieis, Die Fragmente der Vorsokratiker, Berlin, 1906. 2. Frags. 64 y 65, en Diels, Loe. cit. 3. Guido de Ruggiero, «La filosofia greca», en Storia detla filosofia, Bari, 1921. 4. Diels, frag. 70, Loe. cit. 5. Diels, frag. 117, Loe. cit. 6. Vid. A. J. Festugiere, Épicure et ses dieux, Paris, 1946. 7. Cf. G. Murray, La religión griega, Buenos Aires, 1955. 8. Esta significación, de «fisico» como médico, y de «física» como medicina, ha perdurado hasta nuestros días. En francés, ·durante la Edad Media, se llamaba al médico physicien; en inglés, physician todavía quiere decir médico, y en ',. ¿ castellano, «física» y «fisico» ftieron, respectivamente, medicina y médico, y este :. uso se conserva en algunas regiones de Castilla. 9. La crítica literaria e histórica ha demostrado que Homero, el rapsoda ciego de la leyenda, no existió como autor único de los poemas que se le atribuyeron y que corresponden por lo menos a tres autores de düerentes periodos. De aquí que siempre nos refiramos a los «poetas homéricos», a los «poemas "' homéricoS», y nunca al «poeta Homero» o a los «~mas de Homeroi>. 10. A. Souques, Étapes de la neu.rologie dans l'antiquité grecque, París, 1936. 11. Génesis, Cap. II, Vers. 7. ' 12. Cf. Fernand Robert, Homere, París, 1950, y George Food Moore, Metempsychoses, London, 1925. 13. Illiade, trad. Rosa Calzecchi, Torino, 1963. :. " 14. Odissea, trad. Rosa Calzecchi, Torino, 1963. 15. La idea fue acuñada po;r el historiador inglés Henry Summer Maine (1822-1888), al afirmar: «Except the blind forces of Nature, notting moves in tbis : is not Greek in its origin.» : World 16. Aristóteles, Metafísica, 1, 3, edic. Bonitz, Loe. cit. 17. Teofrasto í374-287 a. C.) es la fuente más directa que tenemos para el co.. nocimiento de las teorías y trabajos de Alcmeón de Crotona; esta referencia y la que seguirá pertenecen a su obra Los caracteres. Para mayores precisiones sobre Alcmeón, vid. Diels, Doseographi graeci, Berlin, 1879, y .G. Méantis, Recherches ''" sur le wthagorisme, Neuchatel, 1922. 18. Sin ~ntrar en la sutileza de la crítica de Daremberg, para reconocer el conocimiento de los hemisferios cerebrales por Demócrito, 'c:f. A. Castiglione, l::., Storia della medicina, Milano, 1936. •, 19. Diels, frag. 69, Loe. cit. · ¿ 20. Proinde foraminibus debent differre figurae / Et variare viae, proinde ac i, textura coercet. Lucrecio, De Natura Rerum, Classiques Garnier, París, 1939. . 21. Aristóteles, Metaf., Ed. Bonitz, Loe. cit. ' .,, · 22. Aristóteles, Metaf., Loe. cit. 23. Cf. Alberto L. Merani, Naturaleza humana y educación, Grijalbo, 1973. : 24. Esta aseveración, recogida por Diógenes Laercio en Vidas de los filósofo& <Dicgene Laerce, Vie, doctrines et sentences des philosophes illu.stres, Classiques Gnrnier, Paris, s. f.), fue retomada por La Fontaine en una de sus fábulas: ., Démocrite et les Abderitains. Los habitantes de Abdera, cuya estupidez para los atenienses sólo era igualada por la de los beocios, viendo a su compatriota absorto ,, en la meditación, le habían creído loco y llamaron a Hipócrates: ... Hippocrate ,o,, arriva dans le temps / Que celui 9u.'on dirait n'avoir raison, ni sena / Cherchait dans l'homme et dans la béte / Quel siege a la raison, soit le cceu.r, .soit la tete./

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S?us un _ombrage ~~· assis ?"es d'un ruiaseau, / Les labyrinthes d'un ceTveau / L occupaient. Il avait a ses pieds maint volume / Et ne vit ·· ·. presque pas son ami s'avancer. 25. Diels.,frags. 6; 8, 9, 17, 25, 33 y 34, Loe. cit. . 26. La existencia de fuego en el ojo estaría probada ar Em 'd · pe ocles, por los destellos ~u~ se per<;iben después de un traumatismo ~:. 27. Aristóteles, Fis. en Oeuvres completes éd Barthélemv Saint Hila' Pa ris, 1912-1922. ' · • ire, 28. Diels, frag. 105, Loe. cit.

em:io:í~.e~~sc~~rq:a:1:~· hábbil' ?isector, trlas primer~ nociones positivas de , , em non se nu e a traves de la placenta y n como. ,creia , Alcmeon, a través de todo el cuerpo. También descubri6 ue ~Í ~b~~~ ~!~~cecorrnsadeºrvenlauna memclbrtana que contiene «agua>, el amnios,q noma nomen aura anat6mica 30. Diels, frag. 117, Loe, cit. · , 31. Platón, «Apología de Sócrates•, en Oeuvres completes éd H Omont p ris, 1908. ' • • , a32. Diels, frag. 1, Loe. cit. 33. Diels, frag. 3, Loe. cit. 34. Diels, frag. 4, Loe. cit. 35. Diels, frag. 117, Loe. cit. 36. Diels, frag. 4, Loe. cit. 37. Las incei:tidumbres en torno de la vida de Hipócrates llevaron a veces a dudar de su e:ci~encia. E;n el año XII del calendario de. la Revolución francesa J. ~u;;; pu~lico .un.a teslS sorprendente: Dubitationes de Hippocratis vita et d~ qui us m e¡us hbris multo antiquoribus quam vulgo creditur p · - XII ~180~) • en la qt~ niega la. e~istencia _de Hipócrates, nombre bajo ~l e~~~· s::~on­ d eria u~a m~ titud de med1cos. de diversas épocas. Pero poseemos los testimonios uft fu dos n· e lsus contemporaneos, entre ellos de Platón, de Ctesias,. de Arises, Oe: r~oc e~, _etc., que comprue~an su existencia real no mítica. 10 v¿ls., Pa:is: 1~3~~1Ts~~ate, texto griego y traducción francesa por Paul Littré, 39. En Oeuvres d'Hippocrate, Loe. cit. 40. Oeuvres d'Hippocrate, Loe. cit. 41. Littz:é tradujo en diez volúmenes las Oeuvres completes d'Hippocrate con ~~ texto grieg<? frente a cada página. Durante veintitrés años trabajó todo~ los .ias en esta mcon:pa:able traducción, que, como dice él mismo le vali6 ' su cmgreso a la Academie des Inscriptions:.. 42. A. Souques, É!4pes de la neurologie dans l'antiquité grecque Loe 't cd!~ !:1~ dos :{1em:r;ges rdecibirán un siglo después los nombres flgur~d:~ ·de e» Y e «Pia ma re», dados por Herófilo de Alejandría y que todavía h oy conservan. ' 44. El autor de los Lugares en el hombre admite siete catarros 0 fluxiones que descienden del encéfalo. 45. O~uvres d'Hippocrate, Loe. cit. 46. Ib1dem. 47. Ibídem. 48. Ibídem. 49. Este cuadro pertenece a Peter R. Hofatiitter, PB11cholome, Frankfurt am Main und Hamburg, 1957.. .,..

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Y

CAPÍTULO

2

l. EL DESCUBRIMIENTO DE LA SUBJETIVIDAD Y LA. PSICOLOGfA SUBORDINADA A LA. ÉTICA DE SóCRATES l. La disoluci6n de la cpolisl> y la enseñanza de los sofistas. - La rapidísima ascensión democrática en el siglo v (vid. part. pr., I, 1) tiene por efecto una reelaboración radical de las bases de la vida misma y representa una transformación completa de la actividad pública. Con el advenimiento de la democracia en Grecia, corresponde al pueblo, reunido en las asambleas, decretar las leyes. De esta manera, las costumbres y la autoridad ya no sirven para dar fundamento estable a los poderes públicos, y es el arbitrio mismo de los hombres, atemperado por la necesidad de coexistencia civil, el que decide. El individuo, que en el régimen aristocrático era esclavo de un poder trascendente: de la tradició"n, de la costumbre y de las divinidades, comienza a conocer la autonomía y la libertad y a descubrir que la eficiencia humana está inmanente en sus actos, con lo cual se instaura el primer concepto humanístico de la vida. La consideración antropológica, que antes era casi por completo ausente, o por lo menos constreñida por una trascendencia invencible, comienza a dar paso a la consideración de un hombre concreto cuya individualidad, también concreta, se revela en el hecho de que la palabra y la razón, el logos en su sentido más general, deja de ser don divino para transformarse en instrumento del quehacer humano. En efecto, la «palabral> ya no es privilegio del sacerdote que enuncia verdades sempiternas y pasa a enseñarse en las escuelas de oratoria, y de formal con sentido aristocrático, se convierte en instrumental con sentido democrático, o sea como forma por sí misma capaz_ de revestir cualquier contenido y no únicamente las respuestas sibilinas de los oráculos. El pensamiento cambia así de forma y de contenido y es capaz de convertirse en palanca de la acción. Quienes primero se apoderaron de la palabra como instrumento de la crítica -crítica de la religión, de la sociedad, de la ciencia-, fueron los sofistas.1 Como es fácil comprender, esta transformación no fue un


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fenómeno aislado. Está bien que los tiempos fueran más que nunca propicios para el nacimiento de esas premisas ideales, pero ello se debió a que el particularismo griego había terminado con la disolución de la «Polis». Las luchas intestinas de las ciudades lo habían hecho renacer más de una vez, sobre todo en la época de las guerras con los persas, cuando pareció que un nuevo y grande espíritu nacional helénico afloraba, pero, como demuestra la crítica histórica, no pasó más allá de los límites de un valor literario y de cultura, expresión del hombre griego como antítesis de los barbaroi, lo cual hizo que la nueva cohesión de la «polis», minada en sus mismas raíces teocrático-políticas, fuese efímera y sin futuro. La historia social de la Grecia antigua se nos presenta de ·esta manera como yendo del particularismo absoluto de sus orígenes al universalismo 'humanista de la decadencia, con un interregno que está representado por el movimiento democrático. La vida helénica primitiva conoció con las ·escuelas naturalistas (vid. part. pr., I, 1, 2) el primer elemento intelectual disolvente, tanto por su actitud de crítica frente al particularismo religioso como por su oposición al autoritarismo. Al crear y establecer el concepto de physis, los naturalistas no sólo ponían delante del mundo como crl'.atura y de la sociedad como teocracia, al mundo como naturaleza y a la sociedad como asamblea de los hombres, sino que también sus investigaciones, especialmente las de orientación antropológica, subvertían las bases de la vida misma. En resumidas cuentas, los «físicos» y «fisiólogos», los filósofos de la antigüedad griega, están en desacuerdo en lo que respecta a la constitución psicofísica del hombre (vid. part. pr., cap. I): la' sensación y la inteligencia -sus principales datos antropológicostienen par~ unos asiento en el cerebro, para otros en el corazón, para otros todavía los hipocráticos, la primacía recae en los humores, pero todos están de acuerdo con el hecho de que se trata de fenómenos naturales, similares en este sentido a los del cosmos o de la tierra. El hombre pierde en divinidad y gana en humanidad. Al mismo tiempo se atenúa la fuerza del estado; destruida la base teocrática, únicamente queda la fuerza de los individuos que contienden por el dominio de la cosa pública, y en la inseguridad del poder, la mayoría de las veces ejercido por los fuertes en desmedro de los débiles, la individualidad humana lucha por alcanzar universalidad. La mayoría de los hombres todavía está sometida a la creencia en los dioses, y aunque la religión ya no sea la fuente principal de la vida pública, sirve como tenaza de los gobiernos para apresar y aquietar a las masas. La democracia griega utiliza al individuo, pero no reconoce la individualidad frente al poder. De aquí que no deban sorprendernos los numerosos procesos de impiedad que se instruyen en este período, y que contrastan, en apariencia, con la actividad de un pueblo que vota en asambleas sus leyes y ratifica las decisiones de sus gobernantes'. Entre esos

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p~ocesos, los principales fueron los de Anaxágoras, de Protágoras y de Socrates, y que aunque se les diera significado religioso fueron en realidad políticos. No se trataba de una impiedad que en mayor o en menor ~ado todos los pensadores de la época sentían y expresaban Y de la cual el estado democrático no tenía. por qué preocuparse, sino de. la subversión pública~ Los naturalistas habían enseñado que el hombre es parte del mundo, y ahora esa enseñanza se instrumentalizaba como acción que aprende a transformarlo y a regirlo con las propias fuerzas, sin colaboración con un poder trascendente y oculto representado por el estado. De siervo del mundo, el individuo se considera dueño del mundo, puesto qUe todo lo que en él vive como humano: las pasiones, los sentidos, las opiniones, la razón, se le revela como la verdadera real.idad de su individualidad, que es agente pensante y actuante. Y en la diversidad de los hombres, de las pasiones, de la sensibilidad, de las opiniones y de la razón, los pensadores del momento d~scubren que el plural hombres no es una suma, un agregado de umdades, algo nuevo que actúa por el número, sino que el agregado no crea nada porque no es un organismo viviente: -vivientes son solamente los individuos que se mueven en su seno, Este concepto que en la historia deberá esperar la Revolución. francesa para ser acep~ tado definitivamente, se presenta en la ideología de la Grecia del siglo v como antidemocrático y representa la razón de los procesos a que aludimos. ·

. 2. La enseñanza de los sofistas y el descubrimiento de la subjetividad. - Con los sofistas, la enseñanza de la filosofía pierde cualquier carácter científico y hermenéutico que hubiera podido tener, cualquier función selectiva, y se dirige directamente al gran público. Su enseñanza no es· un fin sino un medio, esto es, un medio para crear una nueva . moral en el pueblo y. para combatir, por medio de la misma' po1íticame.nte. Con la terminología de nuestros días sería más exacto llamarlos «activistas», o sea los que promueven ·en la base, en el pueblo, los cambios de actitudes necesarios para obrar un cambio político y social general. Pero eran «activistas» que no respondían a ninguna c~nsigna partidaria, sino a las de la propia conciencia, y cuya comumdad solamente puede encontrarse en la actitud crítica para con el saber estableci~o y en su escepticismo. En medio del mundo griego, los sofistas conuenzan por sorprender en el plano de la vida cotidiana Y en el intelectual, y chocan en ambos aspeétos con los conceptos de la ideología reinante. Su individualismo aparece acentuado por el hecho de que no les interesa formar discípulos; crear filósofos o sofistas, y porque son ellos los que por primera vez comienzan a ir de ciudad en ciudad listos para brindar al mejor postor su mercadería intelectual. Los diálogos de Platón, que tan vivas descripciones nos brindan de las


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escuelas sofistas, nunca mencionan a discípulos deseosos de seguir el oficio. En el círculo de Protágoras, que era muy amplio, sólo Antimero el Mendeo «aprend,e por la profesión deseando convertirse en sofista>. 2 Más todavía, aunque estos nuevos maestros despertaran mucha admiración entre la gente, lo corriente fue que se los mirara con la repugnancia que entonces se sentía por los mendigos. Los jóvenes sobre todo rodea han a los sofistas, porque, siendo su enseñanza un medio, la empleaban para adquirir facilidad y destreza en la discusión, habilidad para el manejo de las ideas, y de este modo dominio en los comicios públicos. Cualquier especialidad que exigiera competencia técnica estaba fuera del carácter de la enseñanza, que convergía casi exclusivamente en las nociones más generales con relación a la vida pública. Derecho público y privado, justicia, equidad, virtud privada y ciudadana, eran sus temas más comunes y que ofrecían por un pago adecuado. Mas no debemos dejarnos engañar por este utilitarismo, pues si leemos atentamente las introducciones de los diálogos platónicos ProtágO'l'as y Gorgias,s descubrimos que representaba la máscara disimuladora de sus miras efectivas, o sea la enseñanza del subjetivismo y del escepticismo. i. El centro de la enseñanza de los sofistas fue Atenas, campo por excelencia de los oradores y de los tribunos y patria de la democracia. De ·Abdera, de Leontini, de Ceo, de Elide, afluyeron a la ciudad del Ática, entonces floreciente, los más célebres maestros de la ~ueva enseñanza, como Protágoras, Gorgias, Hipias, Prodico, los que recibieron muy buena acoglda de la gente y despertaron suspicacias en los gobernantes. Atraían de inmediato a los. jóvenes más despiertos y de las mejores familias, y después de enseñar por breve tiempo y obtener buenas ganancias pasaban a otra ciudad, casi siempre no por libre voluntad o elección, sino alejándose del gobierno, que se inquietaba por las consecuencias «nocivas:. de sus enseñanzas. En este ir Y venir, esos vagamundos adquirieron fama estable, lograron que su obra tuviera efectos duraderos y, sobre todo, introdujeron el ·concepto y la modalidad de un saber que ya no está encerrado en un círculo de iniciados, sino que se comunica a todos, cualquiera sea su clase o profesión, porque son nociones que interesan a los hombres en tanto que hombres y en tanto que partícipes activos de la vida civil. Por primera vez en la historia, el saber es proclamado patrimonio de todos o, por lo menos, si estos términos tan absolutos parecen muy de nuestra época, accesible para todos. 3. Protágoras y Gorgias. - De los sofistas, las dos figuras- principales: Protágoras y Gorgias, fueron discípulos de los naturalistas anteriores· el primero de Demócrito y el segundo de Empédocles,' lo cual demu~stra claramente la transformación que sufrió el naturalismo

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cuando el centro de su especulación se transfiere del objeto natural al sujeto humano y empírico. Y más todavía, lo que constituye la novedad esencial de la sofística frente al naturalismo es que mientras el centro de perspectiva y de cambio de· los problemas era la naturaleza, no estaba implícita ninguna consecuencia escéptica fundamental, porque con idéntica pasividad e inercia acoge en su seno los contrarios, sean éstos el ser y el no-ser, el calor y el frío, la luz y las tinieblas, etc. Pero ~ el mismo momento en que el hombre se convierte en escena de la · coexistencia de los contrarios, la situación cambia radicalmente. El hombre no es pasividad meramente receptiva, sino receptividad y actividad a la vez y en virtud de las leyes propias de su espíritu. Y de aquí que la primera consecuencia de esta ·nueva orientación sea que al -0bjetivismo inmediato de la ciencia antigua suceda un subjetivi.smo igualmente inmediato. Como antes el hombre no dudaba de su obJeto, .ahora no duda de sí mismo; confía en lo que le revelan los sentidos Y eomo sujeto del mundo resulta necesariamente escéptico. Seguro de la contingencia de la subjetividad, pero al mismo tiempo orgulloso de su conquista no dice: lo que siento, lo que opino, etc., sino únicamente «de es~ ~nera son las cosas para mÍ>, y de esta orientación Protágoras será el teórico y Gorgias el práctico, cuya eficiencia aplica con la enseñanza de la retórica. De PROTÁGORAS sabemos que nació aproximadamente en el 480 a. C. en Abdera, y que aparte de enseñar en su ciudad natal lo hizo en Si.cilla, en la Magna Grecia, y especialmente en Atenas, donde recibió el .aprecio y el homenaje de hombres como Pericles y Eurípides. Acusado de ateísmo, se vio obligado a. dejar Atenas y buscar refugio en Sicilia. De su escrito contra los dioses, que sirviera de pretexto para la acusación, solamente sabemos que fue quemado públicamente. Murió setenta años después, luego de haber pasado cuarenta enseñando su arte.~ Como los escritos de los sofistas nos han ·llegado únicamente en forma de fragmentos de interpretación no siempre fácil, y sólo conocemos sus opiniones completas a través de los comentarios críticos~de Platón y de Aristóteles, nos atendremos a estas dos fuentes, principalmente la primera, liberándolas en lo posible de deformaciones codificadas. El principio fundamental de Protágoras se enuncia diciendo que el hombre es la medida de todás las cosas: de las que son por lo que son, de las que no son por lo que no son. Platón, que cita· textualmente estas palabras,6 explica su sentido diciendo «aquello que me parece, es tal para mí; aquello que te parece, es tal para ti, porque tú y yo somos hombres>. Esto significa, reducido a la terminología actual, que la realidad no es otra cosa que lo captado por la percepción sensible, identificación ésta de grandísima importancia para la historia de las ideas, y de la psicología en particular, porque está en ella el núcleo de cualquier empirism<> futuro. De este modo, el hombre queda convertido en cen-


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tro de la realidad, la cual únicamente se reconoce en su inmediatez sensible y porque los sentidos en sí mismos son capaces de distinguir la verdad del érror. Protágoras pudo concluir así que todo es igualmente verdadero; que no importa que una sensación sucesiva desmienta a la anterior, porque no se conserva en la otra y no puede ser valorada con sentido contrastante. Por consiguiente, el proceso que va de sensación a sensación no configura el pasaje del error a la verdad, o viceversa, sino que representa un proceso continuo e inagotable que Platón identifica con el flujo heracliteano de la vida psicológica, 7 constructor y destructor incesante de los mismos valores, puesto que si fuese inmóvil y eterno sería un centro fijo para la referencia de cualquier devenir. Pero como Protágoras niega la existencia de un alma además de las sensaciones, de un ser además de la opinión, niega de este modo cualquier verdad que no sea la de las mismas sensaciones. De todos modos, lo que cuenta es la afirmación relativista implícita en la dialéctica de Protágoras, de que el conocimiento es imposible con el sentido de asir las cosas en sí mismas, la «cosa en sÍ», como se dirá despué~ de la crítica de Kant al mundo fenoménico. Y bien claro está este concepto de Protágoras en un trozo que se refiere a los dioses, si tomamos a éstos como causa y esencia de todas las cosas: ,,:De los dioses no sé si son o no son y cómo es su rostro. Muchas cosas impiden saberlo, la oscuridad del problema y la brevedad de la vida humana». 8 La precisión de esta frase destaca que a la idea de una verdad como tal, pura y exclusiva, se contrapone la verdad que surge del contacto· con esa realidad, o sea la verdad como construcción humana que se realiza a través de las sensaciones, porque es seguro que Protágoras insistió siempre sobre la importancia decisiva de la sensación para el conocimiento. Platón repite una y otra vez que el escepticismo radical de Protágoras, frente al conocimiento del mundo externo, tenía como fundamento primordial la función exclusiva de conocimiento que atribuía a los sentidos. Para Protágoras, el acto perceptivo dependía de la estructura sensorial y no de la cosa percibida, pues sostenía que lo llamado, por ejemplo, color, nace del encuentro del sujeto y del objeto, y no de la cosa misma, que en otra situación puede ser percibida con otro co... lor. Finalmente, se ha discutido sobre supuestas opiniones de Protágoras con referencia a la memoria, que habría relacionado siempre con las percepciones originarias, que dejan huellas, pero con_ una pérdida con respecto a las mismas. El concepto nos parece demasiado moderno e influido por análisis muy posteriores de las sensaciones y de la memoria, para que podamos aceptarlo sin reparos como propio de Protágoras. De GoRGIAs, cuyas fechas de nacimiento y de muerte se suelen ubicar en los años 485 y 390 a. C., sabemos con seguridad que hizo su primera aparición en Atenas en el 427 a. C., como embajador de Leon-

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tini, en Sicilia, su ciudad natal, para solicitar ayuda contra los siracusanos. Ganó tanta fama como orador que posteriormente Platón lo llamará el Néstor de los oradores. Según el diálogo platónico que lleva su nombre, Gorgias declara explícitamente que entiende por retórica la habilidad de persuadir por medio del discurso a los jueces en un juicio, a los ciudadanos en los comicios, y de la misma manera a todos los hombres en cualquier circunstancia. Y cuando Sócrates, en el mismo diálogo, apremia al sofista para que precise su doctrina, éste sostiene que su arte produce la persuasión que hace creer sin saber y no la que amaestra sobre 1as razones intrínsecas del objeto en cuestión.1l Con esto queda bien establecido el subjetivismo extremo de la sofística, que repudia cualquier objetividad del contenido del pensamiento y únicamente acepta la subjetividad como forma válida para cualquier conocimiento. Frente a fa actitud de los naturalistas que sostenían la premisa racional de que el conocimiento es fruto de la ciencia, Gorgias y los demás sofistas afirman el principio irracional de que el conocimiento es creencia inmediata, la pístis o fe producida por el elogio de la forma en la cual el contenido está oculto y de la que es descubierto, o sea la acción directa de un sujeto sobre otro sujeto. De aquí que Sócrates, en el mismo diálogo, denigre la retórica, y de arte la rebaje a simple práctica: alogon pragma, porque carece de racionalidad, del elemento sin el cual no se puede hablar de arte ni de ·ciencia. En Gorgias, la indiferencia para con cualquier contenido es fruto de un profundísimo escepticismo científico que asienta en algunos motivos dialécticos negativos de la filosofía anterior, sobre todo de la eleática, Y que se afana por demostrar: 1) que nada es; 2) que aunque algo sea está vedado a los hombres; 3) que aunque no esté vedado no se puede comunicar ni explicar. Estas tesis demuestran, y fuera del problema dé si atacaba a la ontología de Parménides, que negaba todo valcir a las nociones de verdad y de conocimiento, y aunque su nihilismo aparece todavía más radical que el de Protágoras, no hay una contraposición psicológica entre ambos, pues las tesis de uno y del otro confluyen en la idea de que el conocimiento es el producto de. dos elementos que se encuentran y mezclan: uno que proviene del exterior y otro que es propio del sujeto mismo. Uno de los problemas fundamentales del conocimiento psicológico a lo largo de la historia y en nuestros días piedra de toque de la estructuración epistémológica de la psicología: las relaciones del sujeto y del objeto,10 queda planteado por primera vez para el pensamiento occidental y constituirá la herencia básica de los sofistas para la psicología, problema que ellos resolvieron con el subjetivismo extremado y que todavía: discutimos. Más aún, la tercera proposición de Gorgias apunta a un problema que recién en nuestros días ha sacudido a la psicología, y es el de la «comunicación». En dicha proposición está expresado todo el contenido polémico de la psico-


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lingüística, o sea que el sujeto, como individuo, cuando conoce, no está en las mismas condiciones del sujeto a quien se dirige, porque lo que quiere transmitir representa una experiencia particular incomu-· nicable directamente y que quien la recibe sólo puede interpretarla en base de la propia experiencia personal. De esta manera, cualquier función directa d'el lenguaje es puesta en duda, porque su valor de comunicabilidad depende tanto de la percepción de quien elabora el discurso, como de las percepciones que constituyen la experiencia de los oyentes. Que por este camino se puede llegar al nominalismo absoluto, y que en él desembocó Gorgias, es otro problema que aquí no nos interesa, pues es metapsicológico. 4. S6crates y la filosofía de la sabiduría. - La apreciación histórica de la sofística puede ser resumida con el juicio de Zeller,11 de que por obra de los sofistas «la ciencia anterior es declarada una ilusión y sin que se encontrara una nueva». Y podemos agregar que para descubrirla el camino fue abierto por Sócrates, cuyas enseñanzas requieren tener a la vista un antecedente inmediato: el principio de la sofística, y otro remoto: la ciencia de los physiologoi. En efecto, y a través de · la crítica de los sofistas, Sócrates plantea sobre nuevas bases la ciencia e inicia el camino de una nueva especulación. La fecha del nacimiento de SÓCRATES cae alrededor de los últimos años de las guerras persas, y con cierta aproximación se la puede fijar en el 469 a. C. Fue el contemporáneo más joven de los hombres que ilustraron el siglo de Pericles. Nacido en Atenas, en su juventud cumplió con decoro los deberes de ciudadano y de soldado que imponían las leyes, combatiendo en Potidea, en Delio y en Amalfi.12 En la madurez se mantuvo alejado de la vida pública y, por lo mismo, no contó con el favor y la popularidad de las masas, que con el régimen democrático dominaban la cosa pública. En su existencia, fuera de su muerte, no encontramos acontecimientos memorables, porque emerge a la vida de la época con una actitud nueva que los contemporáneos encuentran extraña y muchas veces ridícula. Nada de lo exterior, en cuanto exterior, le interesa; se declara insensible a la imponencia de los espectáculos de la naturaleza, por la razón de que la naturaleza no puede enseñarle ·nada.13 Sin embargo, durante toda su vida no abandonó un solo día la ciudad y sus conciudadanos, con los cuales acostumbraba a discurrir únicamente sobre lo que le interesaba. Pero su coloquio nunca concierne a los acontecimientos externos y, en realidad, su manera de dirigirlo revela más bien un soliloquio, una discusión de Sócrates con Sócrates mismo. Su emblema, su método, la fuerza de su ciencia, es fa duda, cuyo valor positivo y constructivo consagra con las palabras del Oráculo de Delios: «Conócete a ti mismo>, o sea, duda de ti mismo, pero escruta dentro tuyo. El significado socrático del «Conócete a ti mismo» está

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íntegro en el concepto de la organización de la vida humana según ciencia, que se realiza por medio de un largo proceso interior, que parte de la certidumbre empírica inmediata y avanza a través de la duda y del escepticismo, para culminar con la coordinación de todas las· fuerzas y de todos los impulsos del espíritu. Tal es el esquema general del método que empleará en sus búsquedas, cuyos temas constantes serán el hombre y todo lo que le concierne. Su preocupación es el estudio del hombre, de las instituciones y de los valores humanos más esenciales. Pero su estudio no es psicológico con el sentido moderno, no ase al hombre desde el interior, no analiza las facultades del alma, sino que parte de lo que ha sido exteriorizado. cSiempre discutía -dice Jenofonte- de las cosas humanas, considerando lo que fuera pío o impío, hermoso o feo, justo o injusto; de la sabiduría y de la insania; de la fortaleza y de la cobardía; de la ciudad y del ciudadano; del dominio sobre los hombres y de quien lo posee> H La mentalidad política de Sócrates fue antitética con la democracia; prohijó una aristocracia de los ingenios, un gobierno de les competentes que sustituyera al gobierno de las castas o del pueblo. Opuesto a la democracia pero mal visto por la aristocracia, su pensamiento político lo alejó de todos y terminó, bajo la acusación de impiedad y de corromper a la juventud, condenado a muerte. Murió en el año ?99 a. C., después de beber la cicuta, como impusieran los jueces,1!i fin del que se negó a escapar, cprefiriendo la muerte, antes que, mendigando una vida más larga, ganar una vida peor que la muerte». 1e Sócrates, como los sofistas, se interesa por el ser humano en la perspectiva del sujeto, pero lo considera en la perspectiva moral, o, con otras palabras, su centro de interés, con la terminología actual, es la persona, que antepone al individuo antropológicamente considerado, como objeto de estudio de sus capacidades sensitivas .e intelectuales. Por ello, en toda su especulación apunta hacia la ciencia que parte del sujeto y de su. ley, pero que, una vez conquistado el propio objeto, se identifica con el mismo y olvida sus orígenes. El «conocimiento» socrático, por consiguiente, no se ocupa de la realidad del alma, que da por aceptada, sino que se detiene en los tesoros que esconde y que con la «mayéutica» procura descubrir para unirlos con los lazos de la lógica, que fijan al objeto del pensamiento inmovilizándolo para sustraerlo del flujo psicológico y natural que se renueva perennemente con la percepción y en la vida d~ la naturaleza. Para Sócrates, el conocimiento existe ab aeterno, y la tarea del sabio es extraerlo de la mente del interlocutor, puesto que para manifestarse no requería más que un «partero» hábil. Éstos son gérmenes del platonismo, y representan una negación del papel de la sensibilidad, dado que implican una fe metafísica: la de un racionalismo inmanente en las raíces de la vida misma. Por este camino, la «psicología» de Sócrates se nos aparece comple-


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tamente subordinada a la ética, puesto que para él la introspección está subordinada al sentido que se procura dar a la conducta humana. El hombre socrático deja de ser un hombre de la naturaleza, un ser movido por pasiones, por sensaciones, deseos y sentimientos, para transformarse en individuo que responde a un «debe sen ético dentro del cual est~rá en condiciones de comprender el bien y de investigarlo. La antropología que de aquí deriva es un saber que no se moldea sobre los objetos, sino que tiene en sí misma su medida, su ley, su criterio; la actividad humana no aumenta por presión externa, sino que se desenvuelve desde la intimidad, con la actividad moral del sujeto que se fortalece con la extrinsecación, se crea con ella y se realiza mediante ella. Tal es, y no otra, la ciencia socrática, la ciencia de la sabiduría, sabiduría que se puede enseñar porque engloba todas las virtudes particulares del hombre: piedad, justicia, coraje, temperanza, y porque se puede actuar sobre el alma con la mayéutica, de manera que exprese las verdades de que está preñada. La doctrina de Sócrates, que en sus principios es activista y parece reservar implicaciones que pudieran llevar a una antropología concreta, se resuelve en última instancia en un mero intelectualismo. Le falta la dialéctica que una las determinaciones conceptuales opuestas y la convierta en acción. De esta manera, el ser psicológico queda excluido y estaría casi fuera de lugar ocuparse de Sócrates en una historia de la psicología, si su pensamiento no constituyera el antecedente necesario para comprender a Platón y para llenar la laguna epistemológica que se extendería desde los ·naturalistas y sofistas hasta éste y también hasta Aristóteles. Sin Platón y Aristóteles, la antropología concreta, esto es, la psicología, carecería de comienzos, y sin Sócrates no hubiéramos tenido la teoría de las ideas de Platón, ni la «lógica» de Aristóteles, y la psicología se hubiera encaminado por senderos que es imposible siquiera sospechar. :¡

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Platón, «Apología», en Oeu.vres ~ompletes, Loe. cit. ·Platón, «P'ed.ro», en Oeu.vres completes, Loe. cit. Jenofonte, cMemorableS», en Opera, edic. Díndorf Berlín 1872-1876 Con todo su dram t• 1 · · io ' ' · diálogo de PI tó ªdi:;o,de JWC • y ~ muerte de Sócrates están relatados ze . ª n ca 0 al ep15od10 «La Apología:¡¡ (en Oeuvres com ~.e~t~· cit.) Y en «La Apología» Y los «Mt!JnorableS» de Jenofonte (en Opera: 12. 13. 14. 15 en ei

16. Jenofonte, «La apología:¡¡, en Opera; Loe. cit.

NOTAS l. Así denominados de sophizoo: entregar sabiduría, porque enseñaban a cambio de pago. 2. Platón, «ProtágoraS», en Oeuvres completes, Loe. cit. 3. Platón, Ocuvres, Loe. cit. 4. Acerca de la discusión sobre si esta afirmación es histórica o legendaria, vid. Guido de Ruggiero, Storia delta filosofía, La filosofía greca, t. I, Loe. cit. 5. Cf. Platón, «Menezenos», en Oeuvres completes, Loe. cit. 6. Platón, «Teethetos», en Oeuvres completes, Loe. cit. 7. Ibídem. 8. Diels. frag. 4, Loe. dt. 9. Cf. Platón, «Gorgias», en Oeuvres completes, Loe. cit. 10. Vid. «Introducción», 2. 11. Ed. Zeller, Die Philosophie der Griechen, Tübingen, 1844-1852.

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CAPÍTULO

3

I. PLATóN Y LA OBJETIVIDAD IDEAL DEL UNIVERSO l. Los socráticos: cínicos y cirenaicos. - La muerte de Sócrates dejó bien establecido en el pensamiento de la época que de los momentos negativos y disolventes de su obra podían emerger nuevos aspectos positivos y reconstructores. Los primeros hundían sus raíces en el pasado inmediato representado por la sofística, los segundos pertenecían a un futuro del cual Platón representaría el primer hito. La enseñanza socrática tuvo grandísima influencia sobre sus contemporáneos, aunque sus exigencias metafísicas únicamente encontraran campo apropiado en la especulación platónica. Esa influencia inmediata se reveló a través de la obra de discípulos modestos que, continuando la tradición de algunas ideas preexistentes, convirtieron al socratismo en sistemas filosóficos en cuyo seno germinan algunas ideas que solamente llegarán a perder su inmadurez primigenia con los pensadores posaristotélicos. De estas escuelas, la cínica y la cirenaica, que son, respectivamente, la anticipación del estoicismo y del epicureísmo, representan los dos focos principales. Su tema dominante es la acentuación de la subjetividad, el repliegue del espíritu sobre sí mismo de un modo hasta entonces nunca visto y, por consiguiente, la indiferencia absoluta por lo objetivo. No se trata de un desplazamiento del centro de la especulación del objeto hacia el sujeto, sino que directamente se plantea, en la teoría y la acción, la negación absoluta ·del sujeto. Esta actitud resulta por lo demás extraña. Después del objetivismo de los naturalistas, la crítica acerva de los sofistas había descubierto al sujeto y su importancia para el conocimiento; Sócrates, en dando al sujeto como individuos el carácter de persona, presenta el problema ético de su acción, pero de sus mismas especulaciones surgía, aunque fuese en germen, una orientación que finalmente se desenvolvería co:i,i sentido opuesto: la idea de la objetividad ideal del universo, que desarr.ollará Platón. Los cínicos y los cirenaicos están fuera de este camino, pero sin lograr crear un hiatus entre las filosofías de Sócrates y de Platón, C'_Ue

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los aplastan y desbordan. Carecen de importancia autónoma, de figuras de mayor relieve, y no obstante aparecen en la historia como un valor mediato necesario, como precursores muchas veces olvidados y vilipendiados, sobre todo los cínicos, del gran movimiento de ideas que florecerá después de Platón y de Aristóteles. Es muy posible que la carencia de datos importantes sobre sus doctrinas, la abundancia de anécdotas en torno de sus representantes más peculiares y la fascinación que a través de los siglos ejercieron sobre los investigadores Platón y Aristóteles hayan oscurecido y sin razones firmes la auténtica labor de estas escuelas; pero también es indudable que én su semipenumbra no significan mucho como realización inmediata y solamente sirvieran de reservorio para la conservación de temas que la época, por su ideología, no estaba en condiciones de asimilar y desarrollar. Su insistencia sobre una subjetividad extremada parece completamente fuera de lugar y, sin embargo, con el estoicismo y el epicureísmo representará un freno al objetivismo metafísico de Platón y al realismo objetivista de Aristóteles. El tema del objeto, agotado por estas dos filosofías, es incapaz de ofrecer en sus análisis nuevos desarrollos y, al disolverse en el escepticismo, encuentra un cauce más apropiado por obra de los estoicos y epicúreos, que darán nuevo fundamento y desarrollo al principio de la· subjetividad y al repliegue del espíritu sobre sí mismo como consecuencia práctica o praxis de la vida. Tanto en la escuela cínica como en la cirenaica, el subjetivismo se desenvuelve según una línea propia del pensamiento del siglo IV y cuya génesis se'remonta a los sofistas: confianza ilimitada en la paideía, la educación, para formar y transformar al hombre según méi.odos racionales. El objetivismo socrático, y con mayor razón la objetivización ideal del universo por Platón, negaban de hecho la maleabilidad de la . naturaleza humana. El hombre socrático es, en este aspecto, un objeto que lleva ínsita la ciencia;· en su concepción, educarlo no significa «formarlo» o «transformarlo», sino ayudarlo a «parir» la sabiduría que lleva dentro y es eterna. Por su parte, el hombre de Platón debe descubrir la «idea» para asir natural y deductivamente el saber. Ninguno de los dos se forma, transforma, pues ambos, dentro o fuera de sí mismos, encuentran la sabiduría dada de una vez para siempre. Cuando los sofistas descubren la subjetividad abren el camino de la paideía; su enseñanza asienta en la educación, que es cambio del hombre. Pero donde este rasgo aparecerá bien destacado será en el subjetivismo a ultranza de los cinicos y cirenaicos, sobre todo en los cínicos, que no · titubean en desechar la denominación de «Sabios» o «filósofos», para presentarse como «conductores de hombres». Diógenes Laercio 1 relata que un cínico del siglo m, Menipo, en su obra Venta de Di6genes, dice que este filósofo, puesto en venta en el mercado de esclavos, respondía a los posibles compradores que inquirían sobre sus habilidades: «Diri-


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gir a. los hombres.» Adversarios de la formación del espíritu por la dialéctica y por la ciencia, los cínicos y cirenaicos no se limitaban a una reforma interior de ellos mismos: si se reforman es para ofrecerse como modelo y para dirigir a los demás. Cinismo y cirenaísmo forman la contraposición en tono menor del platonismo y del aristotelismo, pues se niegan a reconocer cualqufor interés humano por la cultura intelectual y buscan para el hombre un apoyo en sí mismo y sólo en sí mismo. De este mddo, y repetimos, aunque fueran oscurecidos por Platón y Aristóteles, y muy desdeñados por las filosofías posteriores, son los únicos que en el contenido general d~ sus doctrinas permiten vislumbrar indicies para la estructuración de una antropología def chombre tal cual es»,2 y cuya presencia posterior junto a la del <1:hombre tal cual debe ser» servirá de trampolín a la introducción de los principios del transformismo y del evolucionismq en la psicología moderna. 2. Plat6n: uida y obras. - Con el pensamiento de Platón está unida toda la historia de la filosofía occidental desde el siglo m a. C. en adelante. Todavía en nuestros días la sombra del «filósofo divino», como quiso llamarlo la leyenda, pesa en las estructuras de las elucubraciones filosóficas y científicas contemporáneas. Bien entendido, no se trata de que aún seamos discípulos o adversarios, pues la época de esos enfrentamientos pasó hace muchísimo, pero sí .está vivo en los tema.s de las ideologías actuales el problema del idealismo y del materialismo. Esta pugna que cuenta a Platón como padre del idealismo filosófico, es todavfa muy sensible en el campo de la gnoseología, y por su intermedio repercute fuertemente en los planteos del saber y de la cultura. La psicología actual ciencia conjetural por excelencia, aún tiene clavada en un costado' la espina del innatismo como herencia platónica; los estudios psicosociales y psicolingüísticos son bajo este aspecto, y en primer lugar, por la afirmativa o la negativa, tributarios de Platón. La leyenda se apropió rápidamente de todos los actos de la vida de Platón, pues los griegos hicieron de él un semidiós. Nació en Atenas, mejor dicho, en el demos de Kollyte, muy cerca de esa ciudad, en el tercer año de la 87 Olimpíada, en el mes Thargelion, o sea el 21 de · mayo del año 429 a. C., según nuestro calendario. El día de su nacimiento coincidió con un aniversario del nacimiento del dios Apolo, Y se contaba que era hijo de ese dios, que había ordenado al marido de su madre no aproximarse carnalmente a su mujer durante los diez ·~ primeros meses del matrimonio. Más adelante, cuando su padre lo • 1 presentó a Sócrates, éste habría tenido la noche anterior un sueño singular que lo prevenía de esa presentación y de la gloria futura de su ,discípulo: del altar que en la Academia estaba consagrado al Amor creyó ver que levantaba vuelo un pequeño cisne. El gracioso animal se

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refugió por un instante en su seno, luego levantó vuelo hacia los cielos, llenando de entusiasmo a los dioses y a los hombres. Todas estas curi~sas leyendas prueban, simplemente, que para sus contemporáneos Platon encar;iaba el tipo humano de la belleza moral, de la mesura y de la annoma de las que Apolo era el prototipo divino. En la realidad, Platón pertenecía a las más grandes familias de la aristocracia ateniense. Su padre, Aristón, descendía de Codros. Su madre, Perictione, era pariente lejana de Solón. Platón recibió de sus padres el nombre de su abuelo: Aristocles, que luego cambió por el que lo conoce la posteridad, sobrenombre que posiblemente le fuera adjudicado en. razón del ancho de su pecho o de su frente, 0 simpfe~e~te en ;azoz:, de la amplitud de su espíritu, y que le agradó. Rec1b10 la, eaucac1on que ~mtonces se consideraba perfecta y reservada a los vastagos de las familias aristocráticas. Aristón de Argos fue su maestro de gimnástica; Platón se reveló un digno alumno, puesto que ganó dos premios en los juegos olímpicos. Dracón y Metellus de Agrigento le enseñaron la música. Dionisio el gramático lo inició en las artes liberales, que los antiguos denominaban con el término general de , gramática. Espíritu inquieto, abierto a todas las curiosidades, despues. de haber ensayado en diversas artes, la pintura, la música y la poe,sia, pensaba dedicarse al teatro, para lo cual preparaba una tetralog1a, cuando entró en relación con Sócrates. El encuentro fue decisivo· abandonó sus aprestos de dramaturgo y se consagró a la filosofía. Te~ nía entoz:ces veinte años. Se sumó al grupo de Sócrates y durante los nuev: anos que ?1aestro todavía viviría se reveló el más fiel y ent~~1asta d; los d1sc1pulos. Una enfermedad le impidió asistir a la ejecuc1on de Socrates, enfermedad que para algunos historiadores fue sólo un pre~exto; pero había seguido de cerca las vicisitudes del proceso Y. ofrecido s~ fortuna para favorecer la evasión del desgraciado amigo. EJecutado Socrates, Platón, como la mayoría de los discípulos del filósofo, cr.eyó prudente alejarse de Atenas. Se trasladó a Megara donde por algún tiempo cultivó la amistad de Euclides y Hermóge~es. Sin duda, fueron esos dos filósofos los que iniciaron a Platón en las teorías de los_ eleáticos. De Megara, Platón pasó a Egipto, donde permaneció tres anos, del 393 al 390. De allá fue a Fenicia, donde, se dice los magos lo familiarizaron con la filosofía de Zoroastro, y los calde~s con la astrología. Después visitó la Italia meridional, donde en Tarento trabó amistad con Arquitos, Locres y Timeo, y posiblemente tuvo contacto con los pitagóricos, que en esa región todavía daban una enseñanza esotérica. Luego pasó a Siracusa, donde por un tiempo mantuvo buenas relaciones con Dionisio el Viejo, rey de la región, y ,al que pretendió convertir en gobernante filósofo. Pero el tirano no tardó en descubrir las ~esventajas de la filosofía para un gobierno autoritario y lo condeno a muerte. Los ruegos de Dión y de Aristomenes le salvaron la

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v~da, pero no lograron su libertad. Dionisio, aliado con los lacedemonios, Y por lo tanto enemigo de Atenas, dio a Platón la condición de ¡prisionero de Esp~. De acuerdo con los usos de la época en relación <:on l~s p~isioneros, vendió a Platón como esclavo a la ciudad de Egina, en~m1ga Jurada. de Atenas. Una vez más, la vida del filósofo estuvo en peligro, pues para satisfacer los odios nacionales se requería la vida del esc~avo. ~o obstante, ~iceris, uno de sus amigos, logró el rescate por treinta minas, Y Platon regresó finalmente a Atenas. Su ausencia de la ciudad había durado once años, y en medio de largos momentos de estudio Y de terribles vicisitudes, el pensamiento de Platón había alcanzado una madurez singular. . En :'-tenas, Platón se consagró a la enseñanza de la filosofía. Eri. el g1mnas10 de la Academia profesó durante casi veintidós años un curso gratuito, en el que desarrolló sus doctrinas. Durante este período compuso la mayor parte de sus obras. En ·el año 386 a instancias de su amigo Dión, decidió intentar una vez más la ave~tura de convertir a un rey en filósofo y hacerle aplicar sus doctrinas de gobierno que conocemos por su obra La República o de la Justicia. Dionisio el joven ocupaba el trono de Dionisio el Viejo, y su propósito era hacer del nuevo tirano un perfecto filósofo, lo que a sus ojos equivalía a convertirlo en el modelo de los príncipes. Confió la dirección de su escuela a H~raclides ~e Heracle~, y partió para Sicilia, en compañía de su sobrino Espeusipo. Despues de algunas entrevistas con el tirano entrevistas que hicieron peligrar nuevamente al filósofo, éste reton:ó, prud~~temente, a Atenas. Retomó la enseñanza y se dedicó a revisar sus <l~alogos Y a componer otros. _Murió en el año 347 a. C. Las circunstancias de su muerte nos son desconocidas. Los atenienses le dedicaron funerales grandiosos y erigieron su tumba cerca de la Academia. Su:s discípulos decidieron celebrar dignamente cada año el aniversario de su nacimiento; para esa fecha organizaban un banquete solemne, durante el cual se cantaban himnos a la memoria del filósofo. Aristóte. les, el otro gran filósofo ateniense, que fuera primero su discípulo y luego su rival de gloria, le erigió un altar. Los escritos de Platón comprenden !l6 obras, casi todas diálogos Y de las cuales 13 son consideradas apócrifas. Las obras de Platón so~ las primeras de un filósofo de la antigüedad que nos han llegado completas, en todo sentido, y de las cuales podemos. disponer de ediciones perfectas, siendo la primera la realizada por Aldo Manucio el Viejo con texto revisado por Marc Musurus de Creta en Veneci~ en 15131 siendo considerada como edición fundamental ia de Henri 'Estienne' publicada en París, en 1578, en tres volúmenes in folio. De l~s tra~ ducciones, una de las más afamadas es la realizada por Víctor Cousin editada en París por Rey y Gravier en 13 volúmenes entre lo~ años 1822 y 1837. '

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3. La filosofía de Platón y el problema del conocimiento. - Desde los orígenes de la filosofía griega hasta nuestros días, la historia del pensamiento occidental gira en torno de un problema: el conocimient:'. Se trató y se trata de saber si la realidad se presenta al hombre baJo la forma de objeto de conocimiento, o sea, que al percibir los fenómenos que lo rodean el cdntacto con los mismos da en la sensación la aprehensión del fenó:neno en sí, el conocimiento de su ser, en otros términos de las relaciones que lo provocan y causan, o si a ese primer contacto con la realidad se le debe agregar el análisis y la teorización del fenómeno, que daría el polo necesario y complementario .del sujeto abstracto, esto es, el conocimiento que se encuentra a la vez en el mundo, en la cosa, y fuera del mundo, de las cosas, en nuestro concepto de las mismas. Esta doble visión de la realidad y de su aprehensión abre dos caminos divergentes al conocimiento humano. Por un lado, el hombre está en relación directa con la realidad de los fenómenos que lo rodean; cuando percibe las cosas aprehende su esencia y el ser de las mismas, y la trama de acciones e interacciones, de las causas que las producen, es adquirida con el conocimiento sensorial, o bien, lisa y llanamente ignorada por la imposibilidad de llegar al mismo, de manera que el conocimiento sería la «captura» por los sentidos de la realidad. Por el otro lado, esa relación práctico-utilitaria con las cosas hace aparecer la realidad como un mundo de medios, de fines, de fuerzas y de reacciones, que deben ser sistematizados. As~ inmerso en el mundo real, el hombre crea con sus propias representaciones de las cosas y elabora un sistema correlativo de nociones que retienen y fijan la forma fenomenal de la realidad: la filosofía y la ciencia. Para la época de Platón, todas las escuelas de filosoña, salvo el pitagorismo, se habían prácticamente fundido, frente al problema del conocimiento, en dos doctrinas opuestas en su método, su principio y sus resultados. Por una parte, el idealismo de los eleáticos, que proclamaba la unidad y la inmovilidad del ser, suprimía lo múltiple, el fenómeno, el movimiento y el devenir; por otra, el naturalismo de la. escuela jónica, que profesaba la inestabilidad incesante de las cosas y sustituía en el mundo al ~er por la apariencia del ser. Frente a esas dos orientaciones, Platón se manifiesta con una doble refutación. En el Teetetos 3 demuestra contra Protágoras y los jónicos que no ,hay ciencia de lo que pasa, y que reducir ·el conocimiento a la sensación es destruirlo. En El Sofista, 4 uno dé sus diálogos más profundos, prueba contra los eléatas que la verdadera ciencia admite los contrarios siempre que se los enlace con una Idea superior; que el movimiento y el reposo, por ejemplo, aunque se e:x:cluyan recíprocamente, pueden, sin embargo, coexistir en la Idea del Ser. El propósito de Platón es determinar el carácter de la ciencia y acardar sobre ese pimto las doctrinas de los jónicos, que negaban la uni-


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dad, y las doctrinas de los eleáticos, que afirmaban esa unidad. Como para Platón la verdadera ciencia admite los contrarios, reuniéndolos con una Idea Suprema, ¿por cuál método podrá, pues, conciliar el devenir y el ser, la variabilidad infinita de los jónicos y la inmovilidad absoluta de los eleáticos? Por la dialéctica. Así, únicamente la dialéctica resolvería el problema de las cosas. Busca lo que hay de común e invariable; reduce continuamente la variedad a la unidad. Dadas· por la sensación un cierto número de realidades individuales, la dialéctica las compara, las considera en lo que tienen de común y de permanente, puesto que las relaciona con una causa independiente y separada, con una causa que existe por sí misma: la Idea. Para Platón, las Ideas son principios independientes y superiores que· corresponden a un mundo aparte. ¿Qué son, entonces, la ciencia y el conocimiento? No son las s~nsa­ ciones, como pretendía Pitágoras, nos dirá Platón, ni él ser permanente, como sostenían los eleáticos. La ciencia y el conocimiento platónicos .son la inteligencia, que hace lo inteligible sin ningún intermediario Y que es una y misma cosa con su objeto. La ciencia y el conocimiento son la Idea. Con Platón y su teoría de las Ideas se plantea de manera dramática que la evidencia sensible no expresa una visión clara y aguda del fenómeno mismo; que lo natural se revela no-natural, y que el hombre debe cumplir un esfuerzo para salir del «conocimiento natural», y para convertirse en sabio que conoce la realidad en tanto que tal. Para todos los grandes filósofos, de todas las tendencias, que se sucedieron en la historia desde los remotos tiempos de la Academia, el dilema platónico quedó vigente. Francisco Bacon, Baruch Spinoza, Friedri~h Hegel, Karl Marx, Martín Heidegger, definen el conocimiento como sobrepasando lo natural, como actividad superior o esfuerzo supremo. La imagen baconiana de los Idola; la categoría de la totalidad que elaboró Spinoza con su natura naturans y su natura naturata, la maturaleza naturab y la «naturaleza creada:i>; el análisis hegeliano del pensamiento reflexivo; la teoría de la abolición del pseudoconcreto, esto es, de la aparente autonomía del mundo cotidiano, de Marx; el (;:;tar en situación en el mundo del existencialismo, tanto heideggeriano como sartriano son otros tantos modos del esfuerzo por descubrir la estructura de ia cosa, y la búsqueda de la «CO~ en sí» e~ de tiempos iJ.unemoriales, y será siempre, tarea de la filosofia. Esta busqueda'. que inaugura Platón, es una actividad indispensable par~ la humanidad, porque la esencia de las cosas, la estructura de la realidad, la «cosa en sh, el ser de la cosa .no se revelan al hombre de ma!-'1era dir~cta .e inmediata. Con este sentido se puede definir la filosofia y la c1enc1a como el esfuerzo sistemático y crítico que tiende a aprehender la cosa en sí, a encontrar la estructura de las cosas y a descubrir la esenci~ de la realidad. ¿Qué de distinto hicieron, paralelamente con estos filoso-

íos, naturalistas como Alcmeón de Crotona, Galeno, Galileo Galilei, Lamarck, Darwin, y qué otra cosa hacen en nuestros días los físicos empeñados en explorar el unive1so atómico, que con el «Principio de la incertidumbre» de Heisenberg retornan al mundo de las Ideas platónicas, o con la teoría de los quanta se acogen con De Broglie a la destrucción del pseudoconcreto, como postulara Marx? Platón, como veremos en lo que sigue, inaugura un modo de pensar que la humanidad todavía lucha por superar o abandonar. Para él, y con él para todo el idealismo posterior, el pensamiento: la Idea crea lo concreto, esto es, que los hechos sólo adquieren valor y significación en la conciencia humana. De este modo, Platón objetiviza radicalmente al universo como un mundo ideal, y dentro de ese mundo convierte el conocimiento del hombre en una antropología abstracta y también ideal.

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4. La dialéctica de la sensaci6n. - Cuando ·Platón afirma en el Sofista 5 que dianoia y lagos, pensamiento y discurso, son una misma cosa, con la única diferencia que el diálogo interior del alma consigo misma, y sin voz, se llama pensamiento, mientras que aquello del pensamiento que se comunica con la voz se llama discurso, define la dialéctica como actividad discursiva de la mente, o sea que si el hombre pudiese intuir inmediatamente y en su pureza la verdad, no habría dialéctica porque sería innecesario el trabajo de discernir poco a poco la verdad de la masa de las falsedades y· apariencias. Pero el organismo del espíritu humano es tal que el pensamiento es una y sola cosa con el discurso, de manera que el aprendizaje es labor de investigación y de selección. El pensamiento siempre tiene frente a sí a un enemigo: lo falso, lo aparente, lo irreal, al que debe combatir discutiéndole y destruyéndole su obra. De aquí el carácter rítmico de la actividad del pensamiento, que es andar y desandar, un adelantar y un reflejarse, un afirmar y un negar, como momentos de una afirmación mejor fundada. En suma, !i!l conocimiento es una discusión o un coloquio según los términos empleados por Platón. ' Pero esta imagen corresponde al nivel especulativo de la lógica socrática 6 y revela la posición del problema tal como lo encontramos en los primeros diálogos. Posteriormente, Platón cumplirá un gran progreso que se revelará a f:>'avés de la crítica de las sensaciones y de las opiniones, porque Una cosa es criticar la relatividad de las sensaciones, como hicieran los cínicos y cirenaicos, y otra buscar en la estructura misma de la sensación la causa de su relatividad. Especialmente en el · Teeteto 7 está planteado el problema del conocimiento científico de la sensación; en partiendo de la pregunta ¿qué es?, encuentra que responder que es algo ya significa trascender su naturaleza y darle una ,realidad que va más allá de la aparición fugaz en que se resume~ Esto · afirma Platón, porque el discurso necesita prolongar en la pa-


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labra la instantaneidad de su aparecer, y de esa manera hablamos de las cualidades de los objetos que los sentidos nos revelan, y como algo correlativo <le esas cualidades de sensaciones: hablamos de una actividad del objeto a !~ que responde una pasividad del sujeto, que simplemente recibe la impresión. En realidad, explica Platón, estos términos son obra de una reflexión posterior, porque en el momento del encuentro del órgano, el ojo por ejemplo, con el objeto sensible, no se origina un color, que es una cualidad sensible, sino algo, un blanco por caso, o sea que no hay una visión, sino un ojo que ve. Lo mismo es para los demás sentidos; la dureza, el calor, etc., no son nada por sí mismos, sino que se originan en el encuentro del órgano con el objeto adaptado para ello.s En siendo ésta la génesis de la sensación, Platón deduce cuatro con-. secuencias fundamentales: 1) su relatividad, por cuanto es función del sensorio y del sentido, y en consecuencia una disposición distinta de los órganos o una acomodación diversa del objeto que determina un cambio, una diversidad en la sensación; 2) su mera apariencia o fenomenalidad; la sensación es y no es, puesto que generada deviene y está, por consiguiente, privada de existencia estable; 3) su individualidad, que se agota en el acto singular con que se genera y, por consiguiente, no abarca nada general, sino y únicamente una cantidad determinada; 4) en consecuencia, es de hecho aislada, con el sentido de que no tiene en sí misma la razón de una relación con otras sensaciones. De aquí, como veremos más adela~te, que para Platón sea necesaria una exigencia que la trascienda y que requiera una integración a un nivel por encima de lo sensible. Ahora, supongamos, con la teiss empírica propugnada por Protágoras,9 que las sensaciones, en lugar de ser las formas espirituales más elementales, compendian toda la vida cognoscitiva del espíritu, esto es, el conocimiento de la verdad, porque · brindan la realidad en su integridad. Esto daría lugar a consecuencias muy extrañas, afirma Platón, porque quien ve conoce, quien cierra los ojos no ve y, por consiguiente, no conoce. Y quien viera con un solo ojo, mientras conserva cerrado el otro, ¿no podría decirse que al mismo tiempo conoce y no conoce? Para superar estas antinomias del empirismo puro debe admitir que la realidad no está completamente presente en los sentidos, sino que en parte está idealizada en el recuerdo, o sea que trasciende la inmediatez de su punto de vista y reconoce una mediación: el recuerdo, con todas las consecuencias suprasensibles que ello implica. Cuando Protágoras enunciaba el principio de que el hombre es la medida de todas las cosas,1 ¿entendía por hombre a su propia persona? En verdad, pregunta Platón, ¿de qué cosas es el hombre :medida? ¿De lo que sabe o de lo que no sabe? Su solución a estos dos interrogantes consiste en demostrar que el principio de Protágoras se resuelve en.

, una petición de principio: el hombre sólo es la medida de las cosas · .que aprendió.11 De esto deduce que la experiencia inmediata no con. tiene a la verdad, sino que la presupone, y por lo mismo contiene una instancia que la trasciende. Y Platón va todavía más lejos. La sensación es generada y como tal brinda a otro, al generador, el propio ser. En consecuencia deviene, pero devenir es convertirse en algo; es fenómeno y, sin embargo, no tiene esencia. ¿Cómo, entonces, puede haber una verdad sin esencia? 1 2 Por ser la esencia la intimidad del real, que no puede estar en el fenómeno, debe recibir en este caso su razón, puesto que no le es inmanente. De esta crítica al empirismo, Platón saca en consecuencia dos caracteres de las sensaciones, · que en su sistema adquieren grandísima importancia positiva. La sensación, como explicó, es individual y aislada. El ojo ve, el oído escucha, pero la sensación del ojo no tiene relación con la del oído, y viceversa: cada una acoge un único aspecto del objeto. Pero bien, ¿cómo ocurre que el hombre siente como aguda o grave una misma cosa que ve como blanca o negra? El sentido de por sí no decide porque no da la relación entre las dos sensaciones. Y de la misma manera, en el campo de un mismo sentido, ¿qué nos dice que una sensación es idéntica o diversa de otra, igual o desigual, más agradable o desagradable? Estas relaciones, y el número infinito que de ellas puede aparecer, no poseen un órgano sensible apropiado: existen entre las sensaciones y no en la sensación, por lo cual deduce que por otra vía el alma agrega al sentido una esencia suprasensible unida, pero no coµfundida, con el fenómeno sensible. De este modo, se agrega a lo similar y a lo distinto, a lo igual y a lo desigual, las relaciones más profundas del ser y del no ser, del fenómeno y de la esencia, de lo verdadero y lo falso, de lo hermoso y lo feo, de lo bueno y lo malo, algo que forma una instancia superior al sentido, una obra que el alma con.struye por sí misma, «refiriendo las sensaciones entre ellas y parangonando en sí mismo el pasado y el presente con el futuro». 13 En habiendo partido de los sentidos, Platón llega al descubrimiento de una trama no sensible, de naturaleza intelectual o mental, que la compactibilidad aparente de la vida sensible ocultaba, pero que la dialéctica de la sensación terminó por revelarle. La primera parte de su análisis está realizada;. el hombre no es la medida de las cosas, ni de las que son ni de las que no son: la sensación no es conocimiento, y a su antropología abstracta, a su psicología teorética, como diríamos hoy, le resta la tarea más difícil, la de investigar en qué consiste esa trama.

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5. La reminiscencia. como base del CO?Wcimiento. - Platón revela, por el camino de la dialéctica, que la verdadera realidad no es un fenómeno, algo inmediato, sino una esencia, algo que es mediatez o idealidad, o, dicho de otra manera, llega a la conclusión de una pro-


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funda opos1c10n entre lo que es sensible y lo que propiamente pertenece al alma. Frente a la subjetividad de las sensaciones reafirma la objetividad, esto es, la universalidad de los conceptos o relaciones mentales. Mientras las sensaciones son mudables y contingentes, los conceptos son invariables, porque si bien en ellos varían las cantidades naturales, las magnitudes, no varían la cantidad, la magnitud, que con su inamovilidad resultan el criterio de cualquier cambio. Sin embargo, no sabemos cuál es la relación de los conceptos con el alma; lo único que nos ha dicho Platón es que conocemos porque la luz del alma se irradia sobre los sentidos. Pero, ¿él conocimiento es un producto del alma, o algo autónomo y no generado, que se comunica inmediatamente al alma, sin que nazca de ella? Grave problema que lleva al filósofo a recurrir a la mayéutica socrática para una demostración. En uno de sus diólogos, el Menón,14 presenta a un es~lavo ignorante de las matemáticas, y por medio de habilísimos interrogatorios lo pone en capacidad de resolver un problema difícil. ¿De dónde extrajo el esclavo el saber? Por supuesto, no provenía de un conocimiento, del que carecía por completo, sino del fondo de la propia alma, por obra de una especie de despertar o reminiscencia (anamnesis). Su alma ya estaba impregnada por aquel saber, que la preexistía y no era fruto de una adquisición. Recordar es, pues, para Platón, extraer la ciencia de un fondo propio.16 Se trata de un saber no adquirido, anterior al nacimiento del individuo en que se alberga el alma, o sea poseer la memoria de un saber ya poseído en una vida precedente, lo que además significa postular la inmortalidad del alma, por lo menos en la línea regresiva que se hunde en el pasado. Pero dejando de lado el valor lógico y metafísico de estas premisas, sus consecuencias psicológicas nos presentan al principio de la reminiscencia como la primera gran tentati.va de encontrar una explicación que no sea equívoca al origen de la naturaleza mental. Si el empirismo, la opinión de que los conceptos emanan de la experiencia sensible, es falso, y Platón lo demuestra, sólo queda la posibilidad de admitir que sus límites no están determinados por los límites de la vida humana, sino que preexisten al individuo como depósito del alma, que se perpetúa más allá de la vida. Lo extraño de esta concepción es la idea de la metempsicosis, ese principio del pensamiento oriental que los órficos introdujeran en Grecia (vid. parte primera, cap. I, 1) ; pero si dejamos de lado este presupuesto psicológico que tanto choca con la línea del pensamiento heleno clásico, sobre todo con la fuerte tendencia racionalista y materialista de los naturalistas, encontramos que la teoría de la reminiscencia es el primer gran esbozo de la teoría de las ideas innatas y del innatismo biológico y psicológico en general, que todavía hoy constituye uno de los candentes problemas de la psicología, sobre todo cuando los psicólogos se enfren-

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tan con lo que llaman hechos de experiencia interna y leyes o formas a priori. del conocimiento. Es verdad que ya no enfocamos el problema

con la orientación que le diera Platón, sino con la que se inicia en Desearles, más desde que aquél lo afirmara, pensando en la et~rnidad de los conceptos: el hombre los posee por una especie de reminiscencia; -0tros, que son innatos del alma; otros aun que son funciones a priori del intelecto, leyes inmanente a la constitución mental, encontramos '· que todas son fórmulas diversas de filosofías diversas, pero que responden ·a un mismo y único enfrentamiento del .problema del conocimiento humano. La psicología actual, la muy actual del análisis fac: torial de. la inteligencia, ¿responde acaso de otra manera? Desde Platón hasta nuestros días, y en base del principio de la reminiscencia, se clis: cute si los conceptos son ingerierables, eternos, idénticos, insusceptibles · de cambio y de corrupción, y en afirmándolo la psicología contempo' ránea con Piaget, · replantea y acepta el problema en su solución platónica con el análisis del pensamiento preoperativo del niño. 16 No se trata para los psicólogos de hoy en día de ser platónicos o no,. se trata de un problema que Platón fuera el primero en poner sobre el tapete y que todavía debatimos. Mas, en retornando al filósofo, en la teoría de la reminiscencia encontramos otra consecuencia y que apunta a la clarificación del real. Según Platón, la eternidad de los conceptos explica la preexistencia del alma al acto de la generación del hombre, y no viceversa, o, dicho de otra mallera, que el alma no es el sostén de los conceptos, sino que éstos la sostienen, y de lo cual resulta que los conceptos no son accidentes de una sustancia. -como defenderá el sustancialismo empirista después de Descartes-, o manifestaciones de , una esencia --como enseña el esencialismo contemporáneo de la psicología del profundo-, sino la verdadera sustancia, la verdadera esencia, que el alma expresa en su verdad incorruptible y eterna. Éste fue el paso final de Platón, y que llevará a la filosofía, y a la antropología con el sujeto abstracto, hacia una nueva metafísica: el idealismo. Y así, por milenios reinó indiscutible en la civilización occidental la aceptación de una razón universal e inmutable, propia de todo el género humano, y que se perpetuaba a través de la historia, cualesquiera fueran las vicisitudes que en ésta sucedieran. La definición del hombre como ser razonable fue su consecuencia natural y derivó en la tesis de. que sus atributos naturales no admiten grados. Esta tesis de la catolicidad de la razón fue aceptada por cartesianos y tomistas, e incluso el Iluminismo, que no admitía sus fundamentos teológicos y metafísicos, la ' ·suscribió. Fue necesario el desarrollo de las ciencias físicas, en nuestro .siglo, para que se dudara seriamente de concepto tan venerable que ni siquiera el empirismo pusiera en el banquilo de la duda absoluta. La razón humana como reflejo de la razón universal: se la ubique en Dios, o en el alma, o en las cosas, es un concepto que n<ice con Platón,


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o, mejor dicho, si dudamos en atribuirle lisa y llanamente su invención, adquiere con su pensamiento la forma y la fuerza con que se perpetuó. En s~ tesis de que «saber es recordar> está incubado este principio. En Platon representa , la teoría de los principios racionales inmutables, que gradualmente y en el curso de la historia del pensamiento se stistituye por la de las ideas innatas, sin que en uno y otro caso se ~enie­ gue de la raíz idealista común. Se requerirá llegar al siglo xx para que por obra· de la psicología genética, o, mejor dicho de la corriente· de dicha psicología, inaugurada por Henri Wallon 11' l~ etnografía y la sociología, se alcance un nuevo concepto de la ~azón el de su histo:icidad. Para comprender finalmente la crisis de la r~zón con que se inaugura nuestro siglo, 18 y en la que se originan las psicologías de la existencia y de la esencia, siempre y por consiguiente será bueno recordar a Platón, cuyo Fedón es de todas sus obras la que con mayor claridad expone su teoría de la razón como reflejo de una razón universal: de que· saber es recordar.

(vid. part. pr., cap. I, 1). Luego, al tronco unieron la especie mortal del alma; pero como una parte de la misma era mejor que la otra, dividieron al tronco con un «muro», el diafragma, y así a la parte del alma que participa del coraje y de la cólera le dieron por asiento el tórax, la porción más cercana de la cabeza, para que, pudiendo e~cu­ char la voz de la razón, reprimiera, junto con ésta, los ímpetus salvajes del alma pasional o concupiscente. A esta última la ataron como a cuna bestia salvaje» más abajo, en el vientre y bajo vientre, con lo cual Platón hace una concesión a la «teoría cardíaca del alma» (vid. part. pr., cap. I, 1). De este modo es como nace la doctrina de · las tres almas, y la psicofisiología que las une respectivamente al cere.; bro, al corazón y a las víscéras inferiores, y que tanta fortuna tuviera por casi dos mil quinientos años, hasta comienzos del ~iglo XIX. Esta psicofisiología, que se separa netamente de los puntos de vista de los presocráticos, nos demuestra su aspecto más característico en haber separado claramente, sin matices, una parte inmortal del alma humana de las restantes partes mortales, y de haberles dado, incluso, orígenes, funciones y destino final diversos. En la perspectiva del Fedón, el alma que se separa del cuerpo con la muerte lleva consigo y conjuntamente los elementos racionales y sensibles, y estos últimos la atraen, muy a su pesar, hacia la tierra, obligándola a encarnarse en nuevos cuerpos. Pero ya en el Timeo, el alma racional sólo tiene, dada su categoría de infusa directamente por el Demiurgo, relación ocasional y transitoria con las almas inferiores, y está destinada a separarse completamente del cuerpo. Al extenderse sobre las relaciones del alma y del cuerpo, la psicofísica platónica advierte del peligro de un crecimiento desproporcionado o de un deterioro de una o del otro, y señala como único medio práctico de salvación, de lo que hoy llamamos csalud mental», de no ejercitar el alma sin hacerlo con el cuerpo, o el cuerpo sin hacerlo con el alma, para que, defendiéndose una del otro y viceversa, se equilibren y sean sanos. Conviene, agrega en el Timeo, que el matemático o el que trabaja mucho con la mente en torno de alguna otra ciencia, redima también al cuerpo con su debido ejercicio, entablando amistad con la gimnasia, y, por el contrario, el que cultive con cuidado el cuerpo, compense su alma, sirviéndose de la música y de la filosofía, si quiere ser considerado como verdaderamente hermoso y bueno. Esta doctrina de la armonía se integra, en ei Timeo, con el principio socrático de que ninguno es voluntariamente malo, y por Jo tanto el mal coincide con la ignorancia. De seguirse estos preceptos, en la didáctica platónica, se asegura la inmortalidaci persona1,21 porque «finalmente, cuando todos los lazos que unen entre ellos los triángulos de la médula no pueden permanecer firmes, distendidos por la fatiga, dejan que a su vez se aflojen los lazos del alma, y que ésta, liberándose según el curso de la naturaleza, emprenda ale-

6. Las tres partes del alma, o la psicofisiología de Platón. - En el Timeo, 111 Platón pone como protagonista principal al Demiurgo, el Autor del. mundo, que, de acuerdo con el modelo trascendente de las Ideas, forJa con la materia caótica del devenir el cosmos ordenado y armónico. De la formación del universo en su totalidad, el relato cosmogónico pasa a la especificación de los individuos particulares. En analogía con el alma del mundo, son constituidas en orden sucesivo las almas de las estrellas, de los planetas, de los hombres, y de acuerdo con un orden d~ perfección decreciente. Con respecto al hombre, el Demiurgo forma directamente sólo el alma verdadera y propia, racional e inmortal; los principios animados inferiores y que proveen a las funciones inferiores de la vida humana, y que son comunes a· los· animales, resulta1: la obra de seres a su vez creados por la divinidad y en los que delego la tarea de esa creación imperfecta. La exposición del Timeo enumera en el hombre tres almas, cuyo origen y destino es diverso. En el Fedro, 20 esta jerarquización está simbolizada con el mito del carruaje, del auriga y de los caballos: el auriga representa el alma racional, Y de los caballos, uno, el más fogoso, el alma noble que, acicateado por el auriga, tiende hacia lo alto, mientras que. el otro caballo, el más innoble, es el alma pasional, que tiende hacia lo bajo. En el Timeo, el mismo relato se mezcla con un análisis psicológico que se entrelaza con otro fisiológico para explicar por qué son distintas las tres almas y cómo finalmente se adaptan a la formación dsl cuerpo. Por delegación del Demiurgo, los dioses inferiores encargados de crear ~l hombre, pusieron el alma racional, que recibieran ya formada por el, en la cabeza, que separaron con un istmo, el cuello, del resto .del cuerpo. Platón se adhiere de este modo a la «teoría cerebral del alma>


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gremente el vuelo. En efecto, todo lo que es contrario al orden de la naturaleza es doloroso, pero lo que ocurre según el orden natural es dulce. Por ello la muerte, si sobreviene a c~nsecuencia de enfermedades o por causa de heridas, es dolorosa y violenta: pero la que acaece con la vejez y conduce a un final natural es la menos penosa de las · muertes, y se acompaña con más alegría que dolox:..22

II. ARISTóTELES Y EL ALMA COMO FORMA DEL INDIVIDUO ORGANICO

l. De Hip6crates a los alejandrinos. - Entre la muerte de Hipócrates, en el 377 a. C., y la fundación de la Escuela de Alejandría, apenas transcurre un siglo. En ese siglo, la medicina, que tan elevado nivel clínico alcanzara, decae rápidamente. También a la época de los filósofos naturalistas (vid. part. pr., cap. I, 3, 4) le ha sonado la hora de la declinación: cínicos y cirenaicos (vid. cap. III, 1) son incapaces de soportar el embate arrollador de Platón y de su idealismo, y terminan languideciendo en pequeños grupos que no alcanzan a ser escuelas por -la mediocridad de sus representantes. ¿Fue acaso la falta de pensadores eminentes, como se .ha repetido siempre? En apariencia sí, pero solamente en apariencia, porque los acontecimientos políticos, tanto internos como externos, fueron decisivos para ese rápido eclipse. Las l'ivalidades y las querellas intestinas de las grandes ciudades helénicas impidieron a los griegos apreciar en sus debidas proporciones el engran- ., decimiento del poder de Filipo de Macedonia, sobre sus fronteras septentrionales, y sus aspiraciones de conquista. La ·ideología del particularismo ciudadano había tendido un velo de provincianismo sobre el pensamiento griego, y la mentalidad de _sus mejores exponentes se sentía todavía Úilica, fuerte y capaz en la fortaleza del individualismo. Filipo comenzó por atacar y vencer a Tebas; Atenas cayó en consecuencia, y Esparta, desde hacía tiempo, ya estaba fuera de causa. Por último, en Queronea, a pesar de la elocuencia y de los esfuerzos desesperados de Demóstenes, que logró un despertar tardío e ineficaz de unidad cultural antes que política (vid. part. pr., cap. II, 1), cayó toda la Grecia en manos de los macedonios. El hijo de Filipo, Ale1andro, arrastró inmediatamente a la conquista del Asia a todas las fuerzas. griegas, que, siendo aliadas en apariencia, es~ban en realidad sometidas. No es, por consiguiente, sorprendente que en medio de tantas catástrofes y junto con la pérdida de la libertad, la ~fí~ica>. y la filosofía griegas decayeran. . ' - ; '. r eEl siglo rv señala el fin de una época: el desplázarltlento de las '

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fuerzas políticas en provecho de un estado hasta entonces poco importante, la Macedonia, reduce primero a la impotencia a ciudades que eran de primera categoría; además, los macedonios suprimieron al imperio persa y resolvieron de manera radical viejos problemas, que desde siempre se replanteaban sin ser resueltos. Frente a estos trastornos, la civilización griega resistió, y aunque las ciudades que la crearon desaparecieran con su sentido antiguo de «polis», se transformó Y se adaptó para servir al papel que le asignaban las conquistas de Alejandro. Aporta no solamente la koyné, literalmente la lengua griega común, sino también sus costumbres y sus maneras de pensar; a su vez, el espíritu griego sufre la influencia de pueblos diversos con los cuales desde entonces vivirá confundido. Si en la Grecia misma las ciudades todavía aferradas al particularismo pierden importancia política, grandes estados griegos por el espíritu comienzan a surgir más allá del Egeo, con sus. instituciones propias y todos reconociendo sus orígenes en la civilización helena. Ésta se extiende tan desmesuradamente que en el futuro será posible hablar del helenismo de los seléucidas o del helenismo de los Ptolomeos, a pesar de sus aspectos tan diferentes. A partir de este momento, el helenismo, esto es, el influjo persistente de la civilización griega, se adaptará, con éxitos más o menos perdurables, y el período helenístico, de que nos habla la historia será la época de esa adaptación, de esa nueva evolución económica' política Y cultural cuyos antecedentes remotos, y en lo cultural, co~ menzaron con los poemas homéricos, adquirieron forma y estructura conceptual definida con los <i:physikói» presocráticos y alcanzaron la más elevada expresión conceptual con Platón, para concluir, como expresión griega propiamente dicha, con Aristóteles y las conquistas de Aleja~dro. En efecto, .~istóteles de Estagira será el último gran pensador griego, tanto por las raíces de sus ideas como por el significado de sus pensamientos. La filosofía aristotélica es griega en la plena acepción del término; después de él, aunque los pensadores que le sucedan pertenezcan a la «koyné», por sus temas, por la estructura del discurso serán hijos del helenismo. Con la muerte de Alejandro, sin suceso; designado y sin hijo que lo suceda, comienza fa desintegración del Imperio. Los grandes jefes macedonios, reunidos en Babilonia tuvieron la intención de que el Imperio perdurara; esa idea, atribuida a Ptolomeo, representaba un hermoso principio pero muy difícil de aplicar tanto que no pasó de las buenas intenciones. Así comienza el períod~ de la historia que denominamos helenístico, pero, ¿cuándo termina? No desapareció con la conquista de Grecia por Roma en el 146 a. C., tampoco en el año 31 a. C., cuando Octavio es vencido por Antonió, y bajo el emperador Juliano (355-363) todavía conserva cierto brillo. Cualquier límit.e en historia de la cultura es convencional, pero se puede denominar, Y sm abuso de lenguaje, como helenístico el período que dura alrededor

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de dos siglos y que se extiende desde el 323 a. C. hasta la conquista romana, porque es entonces cuando los. grandes reinos formados después del último r,eparto del Imperio de Alejandro pasarán bajo el dominio de Roma y perderán toda independencia. El comienzo de la decadencia de la «polis:. inicia un nuevo espíritu en la especulación. Nunca se estudió tanto a la ciudad como entonces: basta recordar la República y las Leyes de Platón, o las Constituciones de Aristóteles, casi completamente perdidas, pues solamente nQs llegó la Constitución de Atenas. También, y es muy significativo, las cuestiones económicas comienzan a preocupar a los griegos. El tratado Rentas, de J enofonte, denota un espíritu nuevo que volvemos a encontrar en las Económicas de Aristóteles. A menudo se ha reprochado a los griegos de no haberse ocupado de la economía antes del siglo . v. Pero cabe destacar que todavía en esa época el metal es raro; sirve casi únicamente al Estado, que lo utiliza para sus gastos, o para constituir una reserva, como hará Pericles, pero el tráfico de las mercaderías aún está asentado sobre el trueque en el comercio al por mayor. Este estado de cosas se modifica a partir del .siglo v, y más aún del siglo IV a. C., y así se explica el interés por temas nuevos y el cambio fundamental que éstos debían imprimir a la ideología griega, que de entregada por entero a los grandes problemas del universo,. de los orígenes de los mundos y de los seres, de la realidad y de su conocimiento, se ve constreñida, por las circunstancias, a ocuparse de problemas más limitados, menos ambiciosos en sus alcances generales, más c;oncretos, en una palabra, pero históricamente imprescindibles para la supervivencia. Y justamente en este momento, al iniciarse el siglo de esterilidad para el «gran:. pensamiento, aparece la figura de Aristóteles, el último de los grandes pensadores griegos clásicos. 2. Vida de Aristóteles. -ARISTÓTELES DE EsTAGIRA, considerado el más universal de los pensadores de la antigüedad, nació en el 384 a. C., siendo hijo de Nicomaco, médico y amigo de Aminta, rey de Macedonia. A los dieciocho años se trasladó a Atenas y entró en la escuela platónica, en la cual permaneció por veinte años, hasta la muerte del maestro. Desde la antigüedad, mucho se ha conjeturado acerca de las relaciones de estos dos hombres, y siempre con la intención de hacer resaltar desde los mismos comienzos de su trato la oposición de mentalidades que captarnos en sus obras, y que se quiso suponer siempre grávida de choques. Son muchas las anécdotas que existen al respecto, pero todas carecen de valor histórico. De lo que no cabe duda es que. si bien poco a poco el discípulo demostró autonomía de pensamiento, siempre reconoció al maestro, a cuya muerte mandó erigirle un altar cerca de la Academia. Las relaciones de su padre con la dinastía macedónica brindaron a Aristóteles la oportunidad de ventajas fecundas,

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inclusive de honores, pero no le ahorraron algunas amarguras. ~ el 343-342 fue llamado a la corte de Filipo, como preceptor de su hiJO Alejandro, de trece años de edad, cargo que desempeñó du::ante 1:1":s años. Conservó siempre la amistad de su alumno, que resulto pr?~1c1a para sus estudios, pues le procuró medios para realiz:ar sus amphs1mas investigaciones naturalístícas e históricas. 23 Regreso a Atenas trece años después de la muerte de Platón, y fundó en el. Lice? su escuela filosófica propia, denominada peripatétic~ por el p~npa~i, sombreada calle de árboles a lo largo de la cual solla pasear discurriendo con sus discípulos. A este período, que abarca doce años, corresp~nde la coi:iposición de sus obras,24 que, escritas en un momento de circunstancias propicias revelan todas unidad en el plan y madurez en la concepción. su' amistad con la corte macedónica le resultó funesta en s~s últimos años. Durante la guerra de toda la Grecia contra la Macedonia invasora los atenienses únicamente vieron en Aristóteles al maestro de Aleja'ndro y, por lo mismo, un enemigo de Atenas. Sin duda hubo un fondo de razón; Aristóteles pertenecía a la civilización griega pero no al particularismo de la «polis>, y en la conquista de los estados griegos por Macedo.nia veía, antes que la pérdida de la libertad,. la extensión del pensamiento por la «koyné>. Sea como fuere, convertido en sospechoso, corría un gravísimo riesgo; logró huir '! se refugió. en Calcide en Eubea donde poseía una casa de campo, de3ando como Jefe de la e~cuela a T~ofrasto. Al año siguiente, en el 322 a. C., murió en el exilio. Con respecto a su muerte también se ha fantaseado, Y .se suele afirmar que se suicidó, amargado por la desconfianza de los at~ni_enses; · la verdad es que murió a causa de una enfermedad que sufr1a desde hacía tiempo. 3. El O'l'ganismo y la sensaci6n. - Con la consideración del mundo orgánico se entra en el dominio aristotélico por excelencia, Y en el que más interesa desde el punto de vista de la psicología. En efecto, el mundo orgánico es el centro de todo su sistema filosófico, pues en él encuentra la unidad de la potencia y del acto, de la materia y de la forma en su realización más evidente, y, además, descubre que en el mundo orgánico la finalidad del complejo _domina a la dist;ibuci~n _de las partes y dirige su desarrollo, al mismo tiempo que el carncter c1chco de su devenir es manifestación típica que se explica con la convergencia armónica de todos sus principios constitutivos. En este orden de investigaciones, Aristóteles dejó profunda huella: como ~lasificador, puesto que fue el primero en establecer algunos agrupamientos fundamentales de las especies del reino orgánico; como fisiólogo y embriólogo estudió el funcionamiento de órganos, y sobre todo su relación instrumental en la vida del individuo, así como las leyes de su evolución;· como metafísico estucturó las grandes líneas dé· la explicación


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de la vida orgamca, desde sus formas más elementales hasta las más complejas y perfectas. Naturalmente que todo este grandísimo trabajo ha caducado, Y que incluso el finalismo implícito en sus ideas llevó por siglos a conclusiones ligeras y falaces, mas queda como la primera y gran adquisición sistemática de las ciencias naturales. Sin embargo, de todos sus conocimientos, lo único que aquí nos interesa es su saber con respecto al sistema nervioso humano. Del mismo se forja una idea singular; como todos sus contemporáneos, ignora la existencia de los nervios, pero conoce la del cerebro y de la médula espinal, a los que cree dos órganos de naturaleza diferente. Ignora sus funciones, y aunque discípulo de Platón, que adoptara la «teoría cerebral» del conocimiento de. Alcmeón de Crotona, reniega del cerebro como asiento del conocimiento, al que ubica en el corazón, adoptando así la «teoría cardíaca» (vid. part. pr., cap. I, 2, 3), que venía de los tiempos homéricos. Sus ideas acerca de la posición del encéfalo son sorprendentes: «El cerebro del hombre -dice- tiene su asiento en la parte anterior de la cabeza (sic). Lo mismo vale para todos los animales que poseen esta parte. Ahora bien, todos los animales que tienen sangre, y¡ además, los moluscos la poseen. Pero en volumen, el hombre es el que tiene el cerebro más grande y más húmedo. Dos membranas lo rodean: una, más resistente, del lado del hueso; la otra, más débil, rodea al cerebro mismo. El cerebro es doble en todos los animales. Y sobre el cerebro (sic), de hecho hacia atrás, está el cerebelo, que posee otra· forma, siendo diferente al tacto y a la vista. La parte posterior de la cabeza es vacía y hueca (sic) en todos los animales ... En todos, el cerebro no' tiene sangre, ni contiene vena alguna, y es naturalmente frío al tacto ... La meninge que lo rodea es venosa.» 2tí Para colocar el cerebro en la parte anterior del cráneo, quedando la posterior vacía y hueca, y ubicar el cerebelo por encima del cerebro, se requiere que Aristóteles nunca viera un encéfalo in situ o fuera de la cabeza. Más aún, su anatomía del sistema nervioso superior es pro- , dueto de la fantasía, porque con haber acudido a los conocimientos de los naturalistas presocráticos, y en especial de Alcmeón, sus referencias hubieran estado más dentro de la realidad. Incluso cuando se refiere a las suturas craneanas, sobre todo de la mujer, deja suponer que por sus manos jamás pasó un cráneo humano; según sus referencias, el cráneo masculino presentaría tres suturas, y el de la mujer una sola y de forma circular. Y de pronto encontramos una observación correctísima que parece desmentir su ignorancia de líneas anteriores: «Entre ·· los animales, el hombre es el que tiene mayor cerebro, si tenemos en cuenta la proporción de la talla (en la especie humana, los machos tienen más que las hembras); en el hombre, la región que comprende el corazón y el pulmón es más caliente y más sanguínea que el resto

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del animal. Es, pues, debido a un exceso de calor del corazón y de los pulmones que se oponen los excesos de humedad y de frío del cerebro>,26 oposición que para Aristóteles, y fisiológicamente, significa que el corazón y los pulmones calientan la sangre, en tanto que el cerebro la refrigera. Por otra parte, la médula espinal difiere del cerebro por su naturaleza: es caliente, en tanto que el cerebro es frío; es exangüe e inexcitable como él. No conoce los nervios,. que con la denominación de «neura>, como los presocráticos e hipocráticos, hace partir del corazón. Galeno, casi siglo y medio después, le reprochará: «Puesto que pretendes, ¡oh Aristóteles!, que los nervios vienen del corazón, ¿por qué te contentas con esa afirmación? ~ opinión resulta más absurda puesto que, realmente, el corazón no tiene nervios. Has tomado por tales simplemente tejido fibroso.> Mucho se ha discutido sobre los errores anatómicos y fisiológicos, pretendidos o reales, del estagirita, y cuanto más creció su autoridad con el tiempo, mayor fue el afán de obtener lustre acumulando esos descubrimientos. La verdad es que con sus errores y aciertos la anatomía del sistema nervioso de Aristóteles no está ni más acá ni más allá que la de sus predecesores y contemporáneos. Es verdad que en ·materia de sistema nervioso, Aristóteles cometió errores muy groseros para un observador de su talla y de su época, pero eso nada quita al eminente zoólogo que sentó las bases de la anatomía comparada. Había disecado mucho, per-0 solamente animales. «Las partes del hombre nos son desconocidas -declara con prudencia-; únicamente se las puede juzgar por las semejanzas que deben tener con los órganos de animales.> 27 La disección de animales, especialmente la de los mamíferos superiores, había procurado nociones muy interesantes, pero inevitablemente llevó a errores. Basta echar una ojeada a las estructuras de las diversas especies animales para comprobar grandes diferencias de unas a otras y darse cuenta de que no se puede, sin serios inconvenientes, razonar por analogía y concluir del animal al hombre. Y Aristóteles disponía para este aspecto de su quehacer del método analógico, que le servía de mil maravillas para su tarea de sistematizador, pero que en este campo lo llevaba a engaños.28 De aquí que se confundiera al describir las vías ópticas: «Del ojo -escribe- tres canales (treis p6roi) van al encéfalo; el mayor y el medio, al cerebelo; el más pequeño, al cerebro mismo; el más pequeñ:o es el más cercano a la nariz; los dos más grandes son paralelos y no se encuentran; los medianos se reúnen, disposición sobre todo manifiesta en los peces; los conductos medios están más cerca del cerebro que los grandes. Los más pequeños se alejan completamente uno del otro y nunca se reúnen.> 211 En este pasaje poco claro, un anatomista avezado puede descubrir la descripción empírica de los nervios, el quiasma y las bandeletas ópticas, cuyo reconocimiento por Aristóteles pudo ser posible, puesto que ese


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c~njunto, notable por su disposición en la base del cráneo llama·' · · , diatamente la a t e,nc1on. ·' D e. cua1qmer · • mme-l . manera, es seguro que el estagi.;. rita no se percat9 de la existencia de los nervios auditivos y olí ti , Entre las grandes discusiones acerca de las nociones anato'm~ vos ..... fi's' l' · d A · , , icas y , l 10 og1cas e nstoteles esta la presunción de que conocía lg ; forma d ·' ' . a una e cone::cwn, anatom1ca o funcional, entre los órganos periféri;.i cos de los sentidos y el cerebro propiamente dicho. Souques,ªº citando "' a Jule~ So~y, ,c?ncluye que nada autoriza a descubrirlo en la enci• c~opedia ar~stotehca. En efecto, para Aristóteles, los «Canales> de l;i; v1sta, del 01do, del olfato, desembocan en las venas de la piam d no establecen relación con el cerebro. «El órgano de la vista ~::_: :~P~~a, como to,dos los órganos de los sentidos, en canales ... En cuanto . ,0 ato Y al 01do, sus canales, plenos de soplo natural están en rela cwn con e1 a· d f d ' d 1 ire e ª uera Y esembocan en las venitas que, subiendo , e c?razon, rodean al ~erebro.»31 «En' el corazón -prosigue--' está nec.esanamente e.l sensorium commune de todos los órganos de los sentidos. Ahora b1~n, hay dos sentidos que manifiestamente vemos terminar ~n el c~~azon; son el ~usto y el tacto. Es, pues, necesario que los demas tambien lleguen alh.» Esta extraña anatomofisiología que hará fvergo~~;f unf vez más a Galeno: «iÜh Aristóteles, ningún' órgano de ;~l sen i os a canz~ al cerebro! ¡Qué lenguaje es ése! Me ruborizo . .uso ahora,, de citar tus palabras», tiene su explicación: Aristótele~ vivi~ en una epoca que ignoraba la existencia de los nervios y no se ~~b1~ e~ebr.ar hasta G~leno para refutarlo, pues hacía mucho q~e Heróo o ~ ia ~ech? directamente con sus hallazgos. ~ psicofisiologia, Aristóteles defendió la «teoría cardíaca> de la sensacwn. «Los canales o conductos de los órganos de los sentidos -afirma- van a ~arar al corazón o a la parte análoga en los animales que 32 c~~ece~ el.» Para Aristóteles, el corazón es el principio de la ~i a, e oco de la sangre que las venas, nacidas del mismo, distriuyen en todas las regiones del cuerpo. El corazón es el asiento del ª!ma ~a~onant.e ~· por consiguiente, de la sensibilidad, de la inteligencia Y e movimiento voluntario, y también asiento de todas las alm cEs seguro, y apoyándose sobre hechos -escribe-- que en el co a ~s. ~e encuentra el pr~ci~i~ del alma que siente, el pri~cipio del alm; ~~~ .ª~e crecer Y el prmcip10 del alma que mitre.» El corazón es el princ1p10 de todo el organismo; es el primero en formarse en el embrión· el cer~b~o, que .se forma después que él, está encargado de atemperar ei ca or e corazon.» cBasta --dice- la más simple ojeada para ver · ue el cerebro no tiene la menor conexión con las partes que sirven ~ a 33 sent~.» Aristóteles psicofisiólogo del hombre contradice así ·las p~ m~c1ones de Aristóteles zoólogo, cuyas investigaciones sobre el ca~a: leon, co~ las c;uales de~cubrió que el ojo, órgano de los sentidos or excelencia, esta en contmuidad de tejido con el cerebro, órgano del :ue 1

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,ijianifiestamente emana.ª 4 «Si el cerebro fuera necesario para la sen'sáción -continúa-, debería existir en todos los seres que sienten>, y como en los invertebrados sólo lo encontró en los cefalópodos, con, ,cluye: «El principio de la sensibilidad animal reside por entero en , el corazón.» 35 '{Por qué Aristóteles se empecinaba, contra los naturalistas presocráticos, sobre todo contra Alcmeón y los hipocráticos, en negar al · cerebro cualquier papel en la sensación? Para su época ya no se tra,taba de elegir entre una u otra teoría mitológica, entre el cerebro y el corazón como asiento del sensorium commune en base de una buena o. mala observación. El problema es mu.chísimo más complejo y sus ráíces son ideológicas. El racion¡i.lismo crítico de los presocráticos, sobre·todo de los sofistas, que negaba la ciencia del pasado y con ella la razón de existir de una sociedad, de unas costumbres, de unos dioses que habían contribuido a sustentarla, había dado fuerza a las luchas «democráticas»: destruía la «Polis» y proclamaba la universalidad del ser humano. Incluso Platón, aristócrata por excelencia, proclamaba la objetividad ideal del universo encarnada en la Idea. Pero los acontecimientos políticos habían reforzado, para la época de la madurez de Aristóteles, el particularismo, el -.:nacionalismo» diríamos hoy, de las ciudades griegas aliadas frente al peligro y también el de sus rivales los macedonios. Demóstenes había conseguido la unión de los griegos frente a Macedonia, pero Filipo ¿dirigía a 11;t conquista un pueblo o un conglomerado de pueblos? El particularismo macedónico había sido antaño tan pronunciado como el griego, pero una ideología basada en tradicionés, en leyendas, en dioses del pasado, aliada con et poder, los convertía en monolíticos, en invencibles. Grecia requería de una ideología similar para sobrevivir; la crítica de los naturalistas, de los sofistas, de los cínicos y de los cirenaicos aseguró la formación de la koYné: la expansión de la. cultura de lengua griega, pero resquebrajó la ideología del Estado como unidad. Y precisamente aquí está el problema aristotélico para quien sabe leer en sus obras sin mentalidad de correctoi:, preocupado por el error o la i:verdad posibles. Mientras ia zoología y la sistemática aristotélica quedan como obras insuperadas de observación y estudio, su antropología concreta se aparta de la ciencia y reconstruye el mito, acumula presunciones que resultan incomprensibles para la perspectiva de un observador tan sagaz, y tiende a la exaltación del chéroe> con el sentido ya clásico para su época de los poemas homéricos. Aristóteles no se contradice en la intención cuando niega en el hombre lo que encuentra en los animales; es consecuente con la ideología, macedónica o griega, no importa cuál, que apoya. En Aristóteles, la naturaleza es una cosa y, el hombre como ser «político> otra, y de aquí que su aparente incompetencia psicofisiológica no le impide escribir páginas admirables sobre la


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sensaciOn, que, dentro del discurso ideológico, no perturba en nada y es conocimiento tan neutro y objetivo como la anatomía del camaleón. Con respecto de la sensación visual, procura conciliar la concepción de Empédocles con la de Demócrito. «No existe -declara- diferencia en decir que se ve porque la visión sale del ojo, o en decir que se ve por el movimiento que viene de las cosas. En una y otra hipótesis se reconoce necesariamente que la vista proviene siempre del movimiento.> 36 La visión depende, pues, de un movimiento del aire, de una vibración aérea. No son, destaca, efluvios provenientes del mundo exterior, como quería Demócrito, ni emanaciones salidas del ojo, como creía Empédocles, lo que produce la sensación visual. En realidad es el movimiento del aire, del aire· que está entre el ojo y los objetos iluminados, el que determina la sensación visual. Lo mismo vale para la audición y la olfacción: las vibraciones sonoras u olorosas, arrastradas por el aire puesto en movimiento, van a chocar con los oídos o con las narices, los cuales, por sus canales, las transmiten al sensorium. Idéntico mecanismo para el gusto y el tacto: Aristóteles admite, pues, la existencia de una pequeña capa de aire entre las sustanc.ias táctiles y la piel, como entre la lengua y las sustancias sápidas. A diferencia de sus predecesores, Aristóteles separa al gusto y al tacto de la visión, de la audición y de la olfacción, puesto que los canales de la piel y de la lengua van directamente al sensorium, mientras que los del ojo, del oído y de la nariz alcanzan, para llegar a éste, las venas de la piamadre. En resumidas cuentas, las sensaciones se reducen a un contacto entre el'moviai.iento aéreo y el sensorium, y la opinión del estagirita se confunde, pero en esto nada más, con la de Demócrito (vid. part. pr., capítulo I, 4). Como fuera para los naturalistas presocráticos, en Aristóteles la sensación es la única fuente de conocimiento. «El principio del alma que siente -escribe- y el principio del alma que sabe son la misma cosa en potencia: acá el objeto es conocimiento, allá el objeto es sentido. Pero, necesariamentt?, ¿se trata de los objetos mismos, o se trata de sus formas? Ahora bien, en verdad no se trata de los objetos mismos, porque no es la piedra lo que está en el alma, sino solame:ite su forma.> 37 Pero al mismo tiempo que reconoce la sensación como única fuente del conocimiento, separa netamente al conocimiento de la sensación, o, con- otros términos, al alma pensante del cuerpo. «En cuanto a esta parte del alma -dice- por la cual el alma conoce y reflexiona, esté separada en el espacio o no y que en realidad lo sea solamente en razón, hay que ver lo que la distingue de las otras e investigar cómo se produce la inteligencia, ver si la inteligencia es únicamente la sensación o si e¡¡ otra cosa. Se requiere que esta parte sea impasible, pero también se requiere que sea capaz de recibir la forma ... Es necesario,

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puesto que ella piensa todas las cosas, que no esté mezclada con las cosas, como dice Anaxágoras, para que las domine, o sea para que las conozca ... Por consiguiente, no es racional creer que la inteligencia se mezcla con el cuerpo, porque entonces adquiriría una cualidad: sería fría o caliente; o bien poseería algún órgano como tiene la sensibilidad: y no existe ninguno. Y sobre esto les sobra razón a los que dicen que el alma es el lugar de las formas, no siempre el alma entera, sino el alma inteligente ... La sensibilidad no puede ejercerse sin el cuerpo, pero la inteligencia le está separada.> 38 Este análisis de la sensación es el primero y fundamental que históricamente conocemos, y plantea el problema del conocimiento, como proceso psicológico, en los términos ~on que todavía ahora lo hácemos. Sin sensación no hay conocimiento, pero la sensación no es el conocimiento. «Un ser --afirma Aristóteles- que no sintiera, nada podría conocer, nada comprender. Desde el momento que se representa algo, se requieré que conciba también una imagen, puesto que las imágenes son las especies de la sensación, pero sin materia ... He aquí por qué las almas nunca piensan sin imágenes.> a11 Este concepto final, que traducido al lenguaje psicológico contemporáneo se expresa afirmando que no existe pensamiento sin imagen, y viceversa, tendrá en un futuro lejanísimo valor sin precedentes en la lucha contra el sensualismo mecanicista primero, después invalidará los análisis psicofisiológicos de la sensación por la psicología de laboratorio, y por último desembocará en la modernísima problemática de· las teorías esencialistas y existencialistas del conocimiento psicológico. Para Aristóteles, las imágenes desempeñan un papel fundamental en todos los actos intelectuales. Las nociones de por sí más abstractas, las matemáticas por ejemplo,. no podrían existir sin imágenes. Pero, ¿qué son. las imágenes? ¿Cómo se forman? Para Aristóteles, el movimiento del aire, que arrastra la forma de los objetos exteriores, choca con los órganos periféricos de los sentidos, y así «el aire modifica a la pupila y la pupila modifica otra cosa; y es lo mismo para el oído, hasta un último término>.4<> Este «Último término», que no aclara, podemos interpretarlo, sin forzar el discurso aristotélico, como la intervención del sensorium, esto es, la modificación de la sensación. «Ese movimiento que tuvo lugar -declara- imprime una especie de patrón (typos), de figura análoga a aquella de la figura que se imprime sobre la cera con anillos.» u Esta impresión o imagen queda en el sensorium. Aristóteles no aclara si esas imágenes quedan en cada centro sensorial o se reúnen finalmente en el sensorium commune. En verdad, para su teoría poco importa; lo importante es que permanecen almacenadas en el órgano central de la sensación y constituyen los materiales que aprovecharán, seleccionando entre ellos, la memoria y la imaginación. «La sensación --concluye Aristóteles- viene de afuera, pero, para recor-


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dar, el alma debe referirse a los movimientos y a las impresiones en el órgano de los sentidos... De este modo, la· imaginación es una sen~. sación debilitada, y la memoria, cosas intelectuales que no pueden exis-· tir sin imágenes ... Gracias a las imágenes, la inteligencia puede calcu-. lar y disponer del futuro, en relación con el presente, como si viera , las cosas.» Las pasiones y la edad, agrega, modifican esas imágenes.' cAquellos que por efecto de las pasiones o de la edad sufren de gran agitación, no tienen memoria, como si el movimiento y el sello se hubiese!l aplicado sobre agua corriente. En otros, las impresiones no tienen lugar, a causa de la usura, pues se deshacen en polvo como el estucado de las construcciones viejas y a causa de la duración de la parte que debe sufrir la impresión. Ésta es la razón por la cual los niños muy pequeños y los viejos poseen poca memoria.> 42 Tal es la: teoría aristotélica de las imágenes que, bajo una u otra forma de aná- " lisis: empírico, racional o experimental, sobrevivirá hasta nuestros días. Más aún, en pasando de la teoría a la práctica, Aristóteles aplica su teoría a los sueños, al sonambulismo, a las ilusiones, a las paramnesias,. a las alucinaciones de cualquier naturaleza, y especialmente a las· alucinaciones autoscópicas o especulares. 11.A veces -escribe-- .nos ocurre pensar y recordarnos que ya con anterioridad habíamos escuchado o visto algo, y esta ilusión tiene lugar cuando, contemplando la cosa misma, se la desconoce y se la considera como si fuese la imagen de otra cosa. A veces pasa lo contrario, como le ocurriera a Antiferón de Orea y a otros que deliraban; hablaban de sus imaginaciones como de acontecimientos acaecidos y como si fuesen recuerdos.> Y en hablando del mismo Antiferón, agrega: «Le parecía ver siempre a su propia imagen que lo precedía y que lo miraba en sentido contrario que éb 43 Se trata de lo que hoy denominamos «alucinaciones autoscópicas .o especulares, de cuyo conocimiento, como Aristóteles, no hemos podido pasar de ~a descripción a la causa que las provoca. Por últ\mo, y al margen de la sensibilidad, o, mejor dicho, como un paréntesis de la vida sensible, aborda el problema del sueño. Y, hecho sorprendente, lo atribuye al cerebro y a la acción refrigerante de ese órgano. cEl cerebro es el asiento principal del sueño -dice--, porque, de todas las partes del cuerpo, el encéfalo es la más fría.> Y, algo más sorprendente todavía, hace del sueño una especie de epilepsia. 11.El sueño -escribe-- semeja a la epilepsia, y 1 en cierto sentido, es una epilepsia. No es, pues, de sorprender que esta afección comience muy a menudo durante el sueño y que el acceso tenga lugar cuando se duerme y no en la vigilia.> 44 En nuestros días, o más precisamente en la segunda mitad del siglo pasado, el gran fisiólogo francés- George Brown-Séquard adoptó ese punto de vista: cPodemos decir --escribe-que, en muchas personas no epilépticas, el sueño semeja a un largo ataque de epilepsia.>

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.. 4. El alma como forma de la materia. - La consideración del mundo -0~gánico es el dominio aristotélico por excelencia, puesto que en el fuismo se encuentra el motivo ·central de todo su sistema: la unidad de la potencia y del acto, de la materia y de la forma, que aparecen en su realización más evidente. En efecto, la generación de los seres pre.¡. supone un ente en potencia, germen o semen, y un ente en acto, al que lá potencia pueda referir la realidad de su ser, o sea que de la vida . por ejemplo, ente en potencia, se genera el hombre, ente en acto, porque «siempre de lo que es potencia se genera el ente en acto, da un ente en acto como el hombre del hombre». 45 Sin _tluda, reconoce Aristóteles, de la pluralidad de los elementos, como afirmaban los naturalistas presocráticos, la generación acaece por acción y pasión mutuas, pero es necesario, dice, agregar el concepto de unidad al de pluralidad. cEs mérito de Demócrito --eseribe- haber reconocido que agente y paciente deben tener algo en común, y que los diversos actúan unos sobre .los otros no en tanto que diversos, sino en cuanto que idénticos.» 46 «La identidad del agente y del paciente -agrega- es su género», pero como la identidad no puede existir sin diferencia y oposición, ésta queda representada por la especie. La definición del género es aquí dinámica, en contraste con la definición homónima que da en la lógica, 4 7 porque la generación proviene de .los contrarios y tiende hacia los contrarios. 48 Mas no se trata de que los contrarios pasan unos a los otros, de un encuentro e intercambio de posiciones; se requiere que haya un substracto común que reciba a los contrarios y que sea el que sufre .el cambio, y el substracto de la generación es la materia (hypokeímencm, hyle). Pero para que, por efecto del choque de los contrarios1 la materia que les subyace pueda producir algo, es nece¡¡ario que posea un principio generador general, un principio de especificación: que determine la especie a producir, y al mismo tiempo de organización: que determine el género a producir. Este principio recibe de Aristóteles el nombre de forma. Con este nombre designa al principio general de la vida, tanto vegetal como animal, y que en el individuo orgánico es el alma. No se trata de una sustancia de por sí realizada y suficiente, porque sólo concede al alma el valor de forma, o, en otros términos, de un momento del complejo orgánico, lo cual viene a significar que la sustancia es el individuo compuesto de alma y cuerpo, dos momentos que separamos en el análisis científico, pero que en realidad forman un todo único e indisoluble. El alma es intrínseca al cuerpo, porque «el alma está en el cuerpo como .el sello en la cera, como la visión en el ojo>.49 Aristóteles completa el concepto de alma como forma con el acto; a di.ferencia del movimiento, que es un acto imperfecto, porque siendo característico del viviente no lleva inmanente el propio fin, el alma es un acto perfecto (entelequia) que contiene inmanente el propio fin,


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o sea, dar animac1on, vitalidad al cuerpo. Aristóteles está aquí muy lejos de cualquier dualismo psicofísico, concepto que sólo veremos aparecer de manera definida con Descartes. En la idea del acto, de la forma aristotélicos está claro el principio de una explicación y de una graduación orgánica cuyos significados empíricos se volverán precisos en la biología y en la psicología del siglo XIX, con el impacto darwiniano sobre ambas ciencias. La potencialidad del cuerpo para vivir, para formarse, está dada por la presencia del principio vital cuya meta es la forma perfecta de la organicidad, y que en el hombre es el alma. Según la jerarquía de los organismos, después de las plantas, vemos en los animales sumarse la sensibilidad, y por último en el hombre agregarse a ésta la razón. No se trata, como podría suponerse con ligereza de juicio y muchas veces se hace, de la adhesión de Aristóteles a un principio transformista o evolucionista, por generales que fuesen; en realidad, es todo lo contrario. Para Aristtóeles, en el orden de la naturaleza actúa el punto de vista opuesto: lo que es perfecto precede por naturaleza, por dignidad, a lo que es menos perfecto, y lo pree-?Clste, de cualquier manera, dando impulso a su desenvolvimiento. De este modo, el alma humana es, en el fondo, la razón primera y última de la animación universal; y por ello del alma, en el estudio del ahna, Aristóteles busca también la explicación de los estados inferiores del proceso orgánico. Con la terminología biológica que heredamos del siglo pasado podemos afirmar que el estagirita sustenta un vitalismo determinista y antievolutivo absoluto. . La lectura de los textos aristotélicos que se refieren a este problema es difícil porque párrafos de gran claridad se entremezclan con otros de insondable oscuridad. Por ejemplo, queda claro que vegetatividad, sensibilidad, inteligencia, que considera graduahnente distribuidas en la serie jerárquica de los organismos, están presentes en el hombr~ Pero, ¿cuáles son sus relaciones? ¿Se trata de tres almas separadas o de especies de un alma única? Si por naturaleza el alma está repartida, ¿qué la conserv.a unida? ¿Será el cuerpo? Imposible, porque demostró que el alma es ló'que une al cuerpo.5<> Las respuestas podemos conjeturarlas de la totalidad de sus escritos, aunque no las leamos claramente en ellos: al ahna la reconoce única porque niega la tripartición formulada por Platón (vid. prim. part., cap. III, 6), y está unida porque es, o sea que tiene conciencia de ser. El alma es la que piensa, siente, vive. Hasta aquí, y a pesar de las dudas de interpretación, las. potencias del ahna enumeradas aparecen claras en relación con un esquema general y un orden de gradación jerárquico, pero cuando entramos a analizar sus implicaciones y explicaciones en el alma humana, aparecen las primeras grandes dudas. ¿Cómo se explica el pasaje de la vegetatividad a la sensibilidad, y de ésta al pensamiento? Podríamos suponer que la forma más baja se cambia por la más alta, lo cual es

hnposible porque nos ha enseñado que una forma no pasa a otra. Aristóteles ha dicho que por definición la forma es lo permanente, lo estable en el cambio, que únicamente afecta al individuo como síntesis de materia y forma, pero no a la forma como tal.líl ¿O diremos, por el contrario, que la forma más alta existe ya en la más baja en estado potencial? La psicología infantil, por ejemplo, replanteó en nuestros días el problema al preguntarse si la sensibilidad del niño es de alguna manera intelectual,5 2 y el psicoanálisis acepta, por su parte, que la forma más alta ya existe en la más baja siempre de manera potencial, y algunas veces en acto en el psiquismo prenatal.53 Dentro del sistema de Aristóteles, éstas son dificultades que aparecen a cada paso, porque el intelecto, que en el adulto es una potencia, se convertiría en el niño en potencia de segundo grado; ésta y otras son dificultades que el estagirita no se propuso soslayar ni resolver, porque la verdad es que para su pensamiento el desarrollo presenta un significado ideal, trascendente, y no histórico, inmanente, como lo concebimos ahora. Por último, ¿cuál es la explicación de Aristóteles para la actividad intelectual? Primero recordemos la relación que establece entre lo orgánico y la sensibilidad; cuando la sensación está ya representada en la imagen, tenemos una percepción. Aristóteles carece de este segundo término, y ambos conceptos: sensación y percepción, los comprende con una sola denominación: aisthesis. De la función representativa vimos desenvolverse, en su análisis de la sensación, las formas más elevadas de la vida sensible, la imaginación y la memoria, y de este modo la vida psíquica va a desembocar, a través de las generalizaciones empíricas de la doxa: la opinión, en la actividad intelectual. Como según vimos el sentir presupone un sensorium y un objeto sensible, también el entender presupone una capacidad intelectual, que Aristóteles denomina intelecto en potencia, y un objeto inteligible, pero es sólo aparente, porque se vuelve intrínseca en el acto de entender, en el cual el intelecto y la inteligencia son uno. Hasta aquí, !a teoría es relativamente simple y clara, pero se vuelve oscura y confusa cuando pasa a determinar el carácter del acto de entender, porque están presentes dos actos, uno que es propiamente el de entender, otro que es el de una actividad que incide del exterior y que actualiza lo inteligible, y que no son distinguidas por el estagirita, sino confundidas en uno solo. 54 Y así es como nos encontramos frente al dilema de si el pensamiento en acto precede a cualquier otra cosa, como la Idea en Platón, en el orden de las adquisiciones empíricas al pensamiento, o, por el contrario, presupone la sensibilidad y trabaja con sus datos. Platonismo y empirismo se entrecruzan en Aristóteles, sin llegar' a una síntesis, y por ello adopta una conexión extrínseca entre la sensibilidad y el pensamiento, al afirmar que en la imagen, que es la producción más generalizada y abstracta del sentido, el pensamiento encuentra la


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materia de su trabajo. 65 Se constituye así el pensamiento discursivo' el único susceptible de verdad y de error. Pero el pensamiento purJ Y el sentido es~ libres de esas dos posibilidades; en la cumbre y eni la base de la actividad psíquica, los resultados son unívocos: el sentido no ~uede errar porque no justiprecia, pues simplemente siente; el pensamiento puro tampoco yerra porque la comprensión que tiene del objeto propiamente dicho es un contacto inmediato, una visión, de .· alguna manera una sensibilidad superior. Lo verdadero y lo fal.so " ~xiste en los juicios, nos dirá Aristóteles, porque en ellos la forma · intelectual se complementa con la materia sensible.5<1

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·e lo. aconsejara en asuntos culturales. Demetrius sugirió al monar: 1) reunir en Alejandría las obras maestras de la literatura y de la :iencia y disponerlas en un edificio adecuado; 2) atraer hacia la nueva apital a los sabios más famosos del mundo conocido. ,1:f .Ptolomeo, cuyos deseos de brillo y realce de la corte coincidían con. ·(las sugestiones de Demetrius, se puso a la tarea. Adquirió manuscritos ;_raros o preciosos y los reunió en uno de sus palacios del barrio Brachium. Cuando murió, la colección, origen de la gran Biblioteca, ya contaba con 200.000 libros. Ptolomeo Filadelfo, que siguió tras las huellas de su padre, agregó a la colección 300.000 manuscritos más, Y Ptolomeo Evergeto, nieto de Soter, tuvo la idea providencial n de fundar una segunda Biblioteca instalarla en otro barrio de la ciudad, en el Serapeum,. viejo templo en cuyos subterráneos estaban las tumbas de los Apis. Esta segunda Biblioteca pronto llegó a contar con 150.000 volúmenes. Además, Ptolomeo I reunió en Alejandría a sabios que aceptaron su invitación: les ofrecía alojamiento y una mesa común en uno de sus palacios, una indemnización generosa y privilegios de todas clases, sin hablar de incomparables medios de estudio. Puso a su disposición un paseo y un jardín, que recordaban a la Academia y al Liceo de los platónicos y peripatéticos. Estos sabios, que eran los miembros del Museo, tenían como única obligación examinar las obras que se les presentaran y clasificarlas por categorías y por orden de valor. De este modo se formó una compañía académica. «El Museo -dice Filóstrato- es una mesa egipcia abierta a los hombres ilustres del mundo entero.» Estrabón, que permaneció mucho tiempo en Alejandría, después del incendio de la Biblioteca, escribe: «Una parte de los palacios reales forma también el Museo, que tiene un paseo, una galería de asientos; una gran sala donde se sirven las comidas en común de los sabios. Ésta tiene rentas comunes y por jefe un sacerdote, antes propuesto por los reyes, hoy por César.» Sus miembros nunca fueron muy numerosos: . una docena a la muerte de Ptolomeo Soter, número que más tarde fue duplicado o triplicado, y entre ellos Herófilo y Erasístrato brillaron en el primer rango. 1

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III. LA ESCUELA ALEJANDRINA Y EL RESURGIMIENTO DE LA PSICOFISIOLOGíA

~· Orígenes del esplendor de Alejandría. - Cuando en el 323 a. C., AleJandro el Grande moría en Babilonia, hacía un año que su maestro Aristóteles había fallecido. La desaparición de estos dos hombres señaló, respectivamente, el fin de la unidad griega bajo el dominio macedonio Y . de su dominio intelectual. A partir de ese momento sólo . exi;stirá la uniformidad de la lengua, ·la koyné, en los inmensos territorio~ so~e~idos por Alejandro, y que sus generales se repartirán, pero Grecia, rap1damente conquistada por Roma, desaparece tanto del campo político como intelectual. A su vez, los nuevos estados se consideran todos Y cada uno herederos de la cultura griega y rivalizan por supera:la. Solamente uno consigue repetir en algunos aspectos el «milagro griego», Y es el Egipto de los alejandrinos, sobre todo con los trabajos de sus naturalistas y médicos, que .desembocan en la creación de la anatomía Y la fisiología del sistema nervioso. Las condiciones que precedieron a este nacimiento fueron creadas por la fundación de la Bi· blioteca y ..del Museo de Alejandría. En el reparto del Imperio de Alejandro, el Egipto correspondió al g.eneral. z:iacedonio Ptolomeo, de la familia de los Lagidas. Lo que Ferie.les ~1c1era con Atenas,_Ptolomeo Lagus resolvió hacerlo con Alejandria, cmdad que pocos anos antes Alejandro fundara sobre el emplazamiento de una miserable aldea de pescadores. Al convertirse en capital del reino griego de Egipto, Alejandría conoció de improviso una rápida prosperidad y se convirtió en punto de encuentro de todas las razas y de todas las lenguas, en metrópolis de la civilización medit~rránea .. Apenas Ptolomeo I, llamado Soter, fue coronado rey de Egipto, hizo venir de Atenas a un gramático ilustre, Demetrius Falero, para

2. Her6filo y Erasístrato, o la fase alejandrina de la anatomía y la jisiología griegas. - De HERÓFILO poseemos muy pocos datos acerca de su vida; se sabe que fue originario del Asia Menor, tierra que diera tantos nombres ilustres a Grecia, nacido en la ciudad de Calcedonia, y de ahí el sobrenombre de Calcedónico que se le solía aplicar. Ignoramos tanto la fecha de su nacimiento como de su muerte. Sabemos que tuvo por maestro de medicina a uno de los últimos Asclepiades, Praxágoras de Cos, cuya reputación en nada desmerecía a la de Hipócrates. También se le suele adjudicar que fue discípulo de Aristóteles, pero esto es muy improbable. ERASÍSTRATO nació en Julis, en la isla


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de Cos. Fue corriente decir que era nieto de Aristóteles, como afirmara Plinio, pero Suidas lo niega y con muy buenas razones. Tuvo por maestro a Krysippo de Cnid'o, y vivió por mucho tiempo en la corte del rey de Siria, Seleucos, que de general de Alejandro se convirtiera en fundador de la dinastía de los seléucidas. Una cura maravillosa le habría dado gran celebridad Antiocos, hijo de Seleucos, se debilitaba a ojos vista, atacado de un mal misterioso que amenazaba matarlo. Nadie encontraba la causa ni el remedio. Erasístrato, fino observador, sospechó un amor oculto. Para asegurarse, tuvo la idea de hacer desfilar por la cámara del enfermo, una después de otra, todas las mujeres del palacio. Y:, con la mano sobre el corazón de Antiocos, esperaba el resultado de esta prueba. Muchas de las mujeres habían desfilado sin perturbar la indiferencia del joven príncipe. De pronto su rostro cambió de color, se cubrió de transpiración, y su corazón comenzó a latir aceleradamente: Estratonice acababa de aparecer en el umbral Antiocos, sin duda un gran simpaticotónico, no había podido dominar su emoción. Ahora bien, Estratonice era la segunda esposa de Seleucos ... Orgulloso de su descubrimiento, Erasístrato fue al encuentro del rey y le aconsejó ceder Estratonice a Antiocos. Seleucos escuchó este consejo, y el joven príncipe curó, como por encantamiento, de su enfermedad de languidez. De las obras de Herófilo y de Erasístrato no conservamos ninguna, y únicamente conocemos fragmentos raros y breves, citados entre otros por Plinio, Celso y sobre todo Galeno, que mucho debió a las mismas. Con seguridad sabemos que Herófilo escribió nueve tratados, de los que solamente conocemos los títulos, y que estaban consagrados a las Causas, al Régimen, al Tratamiento, al Pu"lso, a los Ojos, a los Aforismos, al Pronóstico, a las Expresiones oscuras de Hipócrates y a la Anatomía; este último, el más importante, comprendía varios libros. Por su parte, Erasístxato habría escrito once obras, de las cuales sabemos con seguridad que una trataba la Anatomía y ·otra las Parálisis. Es a Herófilo y a Erasístrato que la escuela médica de Alejandría debe su prodigiosa reputación; durante cinco siglos, estudiar allá medicina fue la suprema recomendación para un médico, y por quinientos años el saber anatómico-fisiológico de griegos y romanos asentará sobre las investigaciones y enseñanzas de esos dos alejandrinos. Herófilo murió en Alejandría; Erasístrato, que Ptolomeo Filadelfo no supo retener en la corte, fue a morir en Jonia. Su tumba, cuenta Suidas, se veía sobre el monte Mycale, frente a Samos. Hasta la llegada de Herófilo a Alejandría, del sistema nervioso se conocía más o menos la ubicación del cerebro, de la médula espinal y la disposición general de las meninges. El resto se ignoraba, en especial la existencia de los nervfos periféricos. Los «neura> sólo eran los ligamentos; los «poros> de Alcmeón, prefiguración de nuestros nervios

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sensoriales, .únicamente son venas. Hasta entonces nunca se habían disecado cuerpos humanos, porque la disección era considerada profanación abominable, crimen sin expiación que las costumbres y las leyes prohibían. Ptolomeo Soter - ¿acaso por consejo de Herófilo? levantó la interdicción y autorizó la disección, favoreciendo y protegiendo en esta tarea, con todo su poder, a Herófilo y a Erasístrato. Se µarra que los primeros Lagidas entregaron a Herófilo y a Erasístrato criminales vivos para sus investigaciones. Celso y Tertuliano lo 'afirman. Celso escribe, no sin ironía para los partidarios de la medicina racional: cEstiman que es necesario abrir cadáveres para escrutar las vísceras y las entrañas; que Herófilo y Erasístrato estuvieron incluso mejor inspirados abriendo, completamente vivos, los criminales que ,:., · los reyes sacaban de las prisiones para entregárselos, y en examinando, ,! mientras todavía respiraban, la posición, el color, la forma, el tamaño, !' el ordenamiento, la consistencia, lo pulido y las relaciones de los órgaj · nos que la naturaleza antes tenía escondidas, las saliencias y las depresiones de cada uno de ellos, y la manera como uno se inserta sobre el otro o recibe una parte en su interior.» Esto, agrega, no solamente es un argumento contra la abertura de hombres vivos, sino también contra mortuorum lacerationem, la disección de los muertos, pues esta acción: quae, etsi non crudelis, tamen foeda est, aunque no es cruel no es menos vergonzosa. Por su parte, Tertuliano escribe: «Ese Herófilo, ese médico o más bien ese carnicero, que disecó millares de cuerpos para interrogar la naturaleza, que odiaba a los hombres para conocerlos, ¿exploró todas las partes internas hasta llegar a ver claro? No lo sé, porque la muerte cambia a lo que ha vivido, sobre todo cuando no es una muerte natural, sino una muerte acaecida en medio de los artificios de la disección.» Un escritor pagano y un Padre de la Iglesia coinciden en acusar a Herófilo de haber disecado hombres vivos, y, por no probada la acusación, lo único que tenemos .son los resultados de su labor. ..l\natomista sagaz, Herófilo 5 8 descubrió los nervios periféri,. cos, sus orígenes cerebrales y espinales, sus trayectos y sus terminaciones. Al mismo tiempo descubrió sus funciones, que dividió, como veremos más adelante, en motoras y sensitivas. Sin embargo, no llegó a separar los nervios motores de los ligamentos y de los tendones, tanto que llama «neurón» al ligamento redondo de la cadera. Convencido de que nervios, tendones y ligamentos son de la misma naturaleza, admite dos variedades de nervios motores: unos que nacen del cerebro y de la médula espinal, y que corresponden a nuestros nervios; los otros son los que ahora denominamos ligamentos, tendones y aponeurosis. Admitió la presencia de cavidades en los nervios ópticos, .que cree destinadas al encaminamiento del pneuma o espíritu; en consecuencia, continuó llamando «canales» a los nervios de la vista. «Los nervios sensitivos -dice Galeno- que van del cerebro a los ojos, Herófilo los 1

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llama ·poros, porque presentan cavidades distintas y reconocibles por donde marcha el espíritu;» 1111 Herófilo se ocupó principalmente del cerebro, que consideraba como da parte más noble del cuerpo humano». No se contentó con el examen exterior del encéfalo, como sus predecesores; lo disecó y observó su interior. Por primera vez en el hombre vio las cavidades ventricu.lares, que Aristóteles reconociera en los animales. «Herófilo -explica Galeno- estudió con gran cuidado los ventrículos cerebrales, pues sospechaba que en ellos reside la fuerza que dirige la vida animal y la vida espiritual. Para él, el más importante es el del cerebelo.60 En efecto, describe los ventrículos laterales con sus cuernos, el ventrículo medio, y sobre todo el cuarto, que llama «Ventrículo del cerebelo». Estudió su surco mediano, terminado en punta en la médula alargada. Por su semejanza con un junco o caña de los que servían a los egipcios para escribir le dio el nombre de anáglyphe kálamoy, que traducido literalmente al latín constituye el nombre de calamus scriptorius, pluma para escribir, con que todavía lo designamos. Vio los plexos coroides y dio a las dos meninges cerebrales, para entonces conocidas, una relación superior a la que les otorgaban sus predecesores. «Las meninges cerebrales que rodean al cerebro -dice Galeno-, Herófilo las llama coroides, por su semejanza con las envolturas coriales que rodean al feto.» En efecto, relacionó las dos meninges cerebrales con las dos membranas que rodean al feto, y en razón de la consistencia y papel protector de éstas, les dio los nombres sentimentales de dura· mcuLre y pía madre. Por último, estudió la médula espinal y demostró que da nacimiento a nervios periféricos, a la vez motores y sensitivos. Erasístrato confirmó la mayoría de los descubrimientos de Heréfilo; y muchos los perfeccionó, en especial los relacionados con la existencia, origen cerebroespinal y funciones de los nervios. No obstante, por mucho tiempo sostuvo que los nervios motores nacen en la duramadre y que úDicamente los sensoriales se originan en la sustancia blanca del cerebro. Solamente hacia el final de su vida admitió el origen cerebral de unos y otros. Como Herófilo, confundió los nervios motores con los ligamentos, tendones y aponeurosis. Su descripción· de los ventrículos cerebrales es admirable: «En el hombre como en· los animales, el cerebro es doble; un ventrículo de forma oblonga se encuentra situado a cada lado, pero esos dos ventrículos se reúnen en una sola cavidad por una abertura o punto de unión de las partes [esta «abertura» es lo que ahora llamamos agujero o foramen de Monro]. Desde este punto, esas cavidades se extienden en longitud hasta lo que se llama cerebelo, y allí también hay otro ventrículo pequeño.» ª1 Pero lo más importante es que Erasístrato tuvo una noción muy clara del papel intelectual de las funciones cerebrales y del papel regulador o coordinador de las circunvoluciones cerebelosas.

3. La psicofisiología de los alejandrinos. -Al descubrir el origen cerebroespinal de los nervios, Herófilo descubrió, al mismo tiemp~, sus funciones motrices y sensitivas. Observó que unos llevan a los mus.culos las órdenes de la voluntad, y que otros transmiten al sens~~um cerebral las sensaciones; por ello dividió a los nervios en si;ns1tivos y motores. Estos descubrimientos de Her~filo _negaron. la teor~~ «Cardíaca» de la sensación, despojando al corazon de cualqmer func1on sensitiva. Sin embargo, y como explicáramos antes (vid. part. pr., ca~. l, dicha teoría perduró hasta el siglo XIX, cuando más de dos. mil an~s después los trabajos que hicieron célebres a Charles Bell Y a !1'ªn~o1s Magendie terminaron· por dar definitivamente la razón al aleJandrmo. En cuanto a los famosos «poros» de Alcmeón, que hubieran podido ser desechados en base del descubrimiento de la sensibilidad nerviosa, Herófilo les concedió vigencia, pues imaginó en los nervios sensoriales «canales» destinados al pasaje del eSPíritu o pneuma. Esta concepción del pneuma, embrionaria en Herófilo, fue desarr~­ llada por Erasístrato, para quien el enorme volumen de aire que día y noche respiramos sil1 interrupción está destinado a llenar las arterias· las arterias están reservadas al aire, y las venas a la sangre, porque' no es posible que la naturaleza haya creado dos clases ,de vasos para una misma y sola función. Había demostrado que la traquea _no es un pasaje para los alimentos, como se cre~era hasta en;onces, s1~0 camino del aire, de donde el nombre de arteria que agrego ~l de tra~ quea. Atraído por la respiración, el aire penetra en la traquea, los bronquios y los pulmones, y por intermedio de los va~os pulmonares en el ventrículo izquierdo del corazón. En este ventnculo sufre una primera elaboración, que los transforma en pneuma vital ( pneuma zotik6n). Gracias a la disposición de las válvulas cardíacas, el pneuma vital es expulsado, con cada contracción del corazón, hacia la aorta _Y sus ramas, que los difunden por todo el cuerpo. La parte que por med~o de las arterias carótidas sube al encéfalo, pasa primero por la rete ~dmi­ rabile llega después al cerebro y alcanza finalmente los ventnculos cereb;ales donde sufre una segunda elaboración que lo transforma en pneuma p~íquico (pneuma psychik6n).62 En los ventrículos cerebrales, sobre todo en el cuarto, el pneuma psíquico se encuentra con los efluvios y las vibraciones de los objetos. exteriores, y por ser ese lugar el asiento del alma, se operan allí y de ese modo la sensación Y el conocimiento. Es de allí que pasan a los nervios motores para llevar a los músculos las órdenes de la voluntad. La parte de pneuma vital que no sube al encéfalo llega por el camino de las arterias a todas las partes del cuerpo, donde entra en contacto con la sangre aportada por l~s venas: la sangre nutre, el pneuma vital estimula; el calor, la energia y la vida resultan de este encuentro. En resumen, la vida animal es. ~o propio del pneuma vital; la vida intelectual, el hecho del pneuma psi-

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quico. Esta teoría de los espíritus regeneradores llegó sin modificaciones notables hasta Harvey; Descartes afirmaba que «el pneuma psíquico es una llama muy viva Y muy pura». Sobre las grandes funciones cerebrales: sensibilidad e inteligencia, y sus mecanismos, los alejandrinos sostenían aproximadamente las mismas ideas que sus antecesores, y sus puntos de vista al respecto coinciden con los de Straton de Lampsaco, discípulo de Teofrasto, que afirmaba: «No es en el pie que tenemos mal cuando tropezamos, en la cabeza cuando la golpeamos, ni en el dedo cuando se lastima. Toda nuestra persona es insensible, con excepción de la parte necesariamente dominadora [el cerebro]; es a ella que el golpe llevará con rapidez la sensación que llamamos dolor.» De este texto, como de varios otros, hoy se pueden sacar muchas conclusiones y, entre las mismas, como se ha hecho, de que realizaron una feliz. interpretación de la «ilusión localizadora», mecanismo esencial de la sensación dolorosa. Pero esto no está en el texto de los alejandrinos, y sólo aparece ·cuando a sus conceptos, muy generales, los encuadramos con el contexto de las ideas neurofisiológicas modernas. También en razón de que Erasístrato localizaba el alma en los ventrículos del cerebro, sobre · todo en el cuarto, se ha concluido que la ubicada en el líquido cefalorraquídeo que contienen, pero tampoco esto, que hará Samuel Th. von SOmmering 63 a fines del siglo· XVII, corresponde a sus conocimientos, pues Erasístrato ignoraba la existencia de ese líquido y confundía el alma c9n el pneuma psíquico, que, creía, se elaboraba en esas cavidades. Sobre el papel de las circunvoluciones cerebrales, Erasístrato tiene una opinión clarividente; declara que el desarrollo de la inteligencia está en relación directa con la riqueza en circunvoluciones cerebrales y que su desarrollo es proporcional a esa riqueza. «En el homb1'.e -dice-, el cerebro es más rico en circunvoluciones que en los anin1amales, porque el hombre supera en mucho a los animales por su inteligencia.» Este texto notable provocará la burla de Gél.leno, que lo cita Y replica: «Los asnos tienen un cerebro muy plegado, mientras que la debilidad de su inteligencia exigiría que su cerebro fuese, si no completamente liso, por lo menos pobre en circunvoluciones»», 64 y agrega: «es mejor creer que la inteligencia resulta de una buena mezcla, de una buena crasis de la sustancia del cuerpo pensante, cualquiera que sea ese cuerpo pensante, y no de la complejidad estructural del mismo ... No es a la cantidad, sino a la cualidad del pneuma psíquico que se debe relacionar la perfección del pensamiento». En realidad, y lo sabemos ahora, cantidad y cualidad no se excluyen, y su reunión en un mismo sujeto favorece la perfección de las funciones intelectuales. Pero lo sorprendente para la época resulta lo que Erasítrato aseguraba sobre las funciones de las circunvoluciones cerebelosas: «El cerebelo -afirma- está formado por gran número de circunvoluciones diver-

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sas, en los animales de carrera veloz, como el ciervo, la liebre o cualquiera de los demás animales que se distinguen por su velocidad. A la .· rapidez en la carrera corresponde una organización ,notable de los . músculos y de los nervios favorables a esa función.> De este pasaje se i .. deduce que consideraba al cerebelo como regulador o coordinador de · los· movimientos, y lo más singular es que este avanzadísimo concepto de psicofisiología quedó completamente descuidado hasta hace poco más ' de un siglo. Se sabe que las funciones del cerebelo fueron completamente ignoradas, a pesar de Erasístrato, hasta mediados del siglo pasado, 1 0 sea hasta las experiencias cruciales de Pierre Flourens (1749-1867). , . Fue este gran fisiólogo quien demostró e:i¡;perimentalmente que la ' ·: función del cerebelo es regula.r, coordinar los movimientos voluntarios, como la· marcha, el vuelo, la natación, etc. Del paralelo entre los dos alejandrinos se pueden sacar muchísimas conclusiones más, pero que se refieren particularmente a la historia de la medicina y que aquí no interesan. No solamente fueron contemporáneos y trabajaron en el mismo lugar, ,sino que también fueron rivales y se opusieron en muchos puntos de vista médicos. Herófilo tuvo más · ' discípulos que Erasístrato, y se le comparaba con Hipócrates. Más circunspecto que su colega y rival, se atenía únicamente a los hechos, · queriendo siempre haber visto con los propios ojos, tocado con las propias manos, y desconfiando a cada paso de las hipótesis, que casi no prodigó. Erasístrato, especulativo por excelencia, gustaba de las teorías. . Ambos estudiaron las mismas materias, en la misma escuela: el Museo, :, · y en Alejandría, y tal fue su éxito que hasta el siglo XVII sus sucesores no agregaron nada importante a la anatomía del sistema nervioso que edificaran. Esta fase alejandrina de la psicofisiología fue brevísima y brillante: duró el tiempo de la actividad de dos hombres. Luego, por falta de protección real, no se disecaron más cuerpos humanos después de la muerte de los dos jefes de la escuela anatómica de Alejandría. Sus discípulos, divididos en sectas enemigas, se apartaron de Ja naturaleza y se extraviaron en estériles discusiones de textos.. 1

NOTAS l. Diogene Laerce, Vie, doctrin.ea, etc., Loe. cit. 2. Cf. Alberto L. Merani, ¿Es la psicología 11.na. ciencia? y Critica de los fundamentos de la psicología, Loe. cit. 3. Oeuvres completes, Loe. cit. 4. Ibídem. 5. Ibídem. 6. Cf. cap. Il, 2, 3 y 4. 7. Oeuvres completes, Loe. cit. 8. «Teeteto», Oeuvres complete&, Loe. cit.


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Vid. cap. II, 3. Ibídem. «Teeteto», en Oeuvres completes, Loe. cit. Ibídem. Ibídem. Oeuvres completes, Loe. cit. 15. «Menon», en Oeuvres completes, Loe. cit. . 16. Vid. Alberto L. Merani, Conflicto entre· ciencia y filosofía en la psicología" de Jean Piaget, ed. Instituto de Psicología, Caracas, 1968. ' 17. Vid. Alberto L. Merani, Presencia de Henri Wallon, ed. Instituto de Psi~. cología, Caracas, 1966, y «De Bergson a Henri Wallon», en Problema.s y pseudo-. problemas de la Psicología, Loe. cit. 18. Cf. Alberto L. Merani, Freud y el Talmud, Grijalbo, 1974. 19. En Oeuvres completes, Loe. cit. 20. Ibídem. 21. Esta psicología, y sus corolarios pedagógicos y sociales, se apartan radicalmente del rigorismo psicológico y moral que Platón expresa en el Fedón, y que justificará la metempsicosis, en cuyas raíees estaría el hecho de que el mal no es a7hacado a la ignorancia, la maldad a una disposición involuntaria, sino que domina el acento de la culpa y del pecado. De este modo la culpa se convierte en una verdadera caída que se expía en el curso de las generaciones y que para expiarse requiere de una misteriosa ayuda divina. 22. «Timeo», en Oeuvres completes, Loe. cit. 23. También en este aspecto muchas veces se exageró y se exagera; se dice y se repite que Alejandro el Grande lo había provisto de un zoológico y de un museo, compuestos con animales y plantas que le hacía enviar de todas las partes del mundo. En realidad no se trataría más que de una leyenda, acred,i.tada solamente por la autoridad de Cuvier. 24. Entre las ediciones modernas de Aristóteles, es fundamental la de la Aca~ demia de Ciencias de Berlin, y según la cual se acostumbra citar el orden de los escritos aristotélicos (en 5 vols., Berlin, 1832). En todas nuestras citas utilizaremos la traducción francesa de las «Obras completas», por Barthélemy - SaintHilairc: Aristóteles, Oeuvres completes, Paris, ed. 1912-1922. 25. «De Anima», en Oeuvres completes, Loe. cit. 26. «Hist. Anim.», en Oeuvres completes, Loe. cit. 27. Ibídem. 28. Cf. Alberto L. Merani, Crítica de los fundamentos de la psicología, Loe. cit. 29. «De resp.», en Oeuvres completes, Loe. cit. 30. A. Souques, Étapes de la neurologie dans l'antiquité grecque, Loe. cit. 31. «De Part. Anim.», en Oeuvres completes, Loe. cit. 32. «De Anima», en Oeuvres completes, Loe. cit. 33. «Hist. Anim.», en Oeuvres completes, Loe. cit. 34. «De Part. Anim.», en Oeuvres completes, Loe. cit. 35. «El corazón -explica- es el primero en aparecer y el último en morir, y ocupa el medio del cuerpo.» Por esas razones debe ser el principio de la sangre, el asiento del alma. 36. «Hist. Anim.», en Oeuvres completes, Loe. cit. 37. cDe Anima., en Oeuvres completes, Loe. cit. 38. Ibídem. 39. Ibídem. 40. Ibídem. 41. Ibídem. 42. Ibídem. 43. Ibídem.

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«Generación y corrupción», en Oeuvres completes, Loe. cit. «Organum», en Oeuvres completes, Loe. cit. «Gen. y corrup.», en Oeuvres completes, Loe. cit. «Org.», en Oeuvres completes, Loe. cit. «Gen. y corrup.», en Oeuvres completes, Loe. cit. «De Anima», en Oeuwes completes, Loe. cit. Ibídem. 51. El problema todavía se discute en biología y psicobiología, en función de ¡iuevas concepciones biológicas y psicológicas, por ejemplo la Gestalt biológica y . : la psicológica. Cf. Alberto L. Merani, Psicología, Grijalbo, 1964. 52. Cf. La discusión sobre los estadios del desarrollo entre Wallon y Piaget, en ·Alberto L. Merani, cDe Bergson a Henri Wallon», en Problema.s y pseudoproble- mas de la psicologia, Loe. cit. 53. Vid. Alberto L. Merani, :El despertar de la inteligencia, Buenos Aires, 1955. 54. Cf. Guido de Ruggiero, «Filosofia del cristianesimo», en Storia della filosofia, Loe. cit. 55. «De Anima», en Oeuvres completes, Loe. cit. 56. «Organum», en Oeuvres completes, Loe. cit. 57. Providencial fue la idea, porque, situada fuera de Brachium, esta segunda Biblioteca escapó al incendio del año 47 a. C. y, junto con los libros salvados de las llamas y la colección de Pérgamo, donada por Antonio a Cleopatra, sirvió para reconstruir la gran Biblioteca, la cual, bajo Aureliano y durante la conquista árabe, debía sufrir nuevos e irreparables desastres. 58. Prescindimos aquí del restó de los trabajos anatómicos y fisiológicos de Herófilo y que no conciernen al sistema nervioso. 59. Galenus; Opera omnia, Loe. cit. 60. Ibídem. 61. Cit. por A. Souques, Étapes de la neurologie dans l'antiquité grecque, Loe. cit. 62. El pneuma vital y el psíquico de Erasístrato no serán otra cosa que el espíritu vital y el espíritu animal de Galeno, que los espíritus vitales y animales de los psicofisiólogos de la Edad Media y del Renacimiento. Así, su teoría psicofisiológica será la única verdaderamente admitida por los partidarios de la «teoría cerebral» de la sensación hasta los tiempos modernos. 63. Sommering (1755-1830) localizaba al sensorium commune en la serosidad de los ventrículos del cerebro, opinión que Kant examina con mucho cuidado. 64. Galenus, Opera omnia, Loe. cit.



CAPÍTULO

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I. LA ANTROPOLOGfA GRIEGA BAJO DOMINIO ROMANO l. Roma y la crisis del mundo mediterráneo. - Únicamente la leyenda puede hablarnos de los principios de Roma, ciudad que llegó a abrazar con su poder todo el mundo entonces conocido y constituyó el imperio más compacto que jamás haya existido. La época en que se habría realizado la fundación de Roma fue hace veintisiete siglos y medio, o sea en era de Roma -ab urbe condita-, en el 753 antes del principio de la era vulgar. Durante casi doscientos años, la historia de los romanos está resumida en las luchas entre plebeyos y patricios, la ·Conquista de Italia, la entrada en Sicilia, las guerras púnicas, en cuyo tiempo Roma ocupa Cerdeña, Córcega, el valle del Po, luego Provenza y gran parte de España. Por último domina diversos puntos de la costa de Mauritania, y es a partir de entonces cuando se vuelve hacia el Mediterráneo. Oriental y extiende sus operaciones por todos lados. El conflicto de dos civilizaciones mediterráneas, concretado en la guerra greco-púnica, abre finalmente a Roma el camino de Oriente y la con·quista de la Grecia continental. Es así como a los conquistadores anteriores de Sicilia, sicanes y sículos, griegos y cartagineses, vino a juntarse el empuje y la fuerza guerrera de Roma. Dueños ya de la Grecia itálica, los romanos pudieron cruzar fácilmente el estrecho de Sicilia, y así se mezclaron en el conflicto entre griegos y cartagineses, para dominar a los primeros y destruir a los segundos, con lo cual comienza un nuevo ciclo de la historia. Grecia desaparece físicamente, pero se adentra muy hondo en el espíritu de sus conquistadores latinos, cuyo despertar, desde su más temprana literatura, que existía en potencia en el fondo nacional, se debió ciertamente al genio evocador de Grecia. ¿No escribió Lucrecio De la naturaleza siguiendo el pensamiento de Demócrito dictado por Epicuro? Pero para esta época, primera mitad del siglo I a. C., un cambio considerable se había producido en la mentalidad romana. Al decir del poeta, «nada ha salido de nada; nada es obra de los dioses», el pensamiento romano se separa radicalmente de la religión de .los abuelos y su filosofía se aplica a la humanidad entera. El culto nacional, que la generación de Lucrecio comenzaba a aban-


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donar, había sido muy estrecho, riguroso y exclusivo. No podía ser de· otro modo en un pueblo dominado por una ideología militarista, que dentro de su cesarismo consideraba las ceremonias religiosas como parte de la disciplina que había de asegurar la victoria, y que en el trajín de una guerra casi permanente carecía del tiempo y del reposo· necesarios para buscar las causas lejanas y las razones filosóficas de sus ritos y costumbres, como llegaran a hacer los griegos de la decadencia. La religión romana era de una pobreza sorprendente, sin poesía que la acompañara, sin leyenda que la embelleciera. Dioses y dic¡sas no eran otra cosa que los nombres de hechos observados de la naturaleza, y matizados con aspiraciones, esperanzas, pasiones y virtudes. No había acto en la vida del romano que no tuviera su divinidad tutelar; según la concepción romana, derivada de otra similar de los etruscos cada hombre y cada ·mujer que venían al mundo estaban acompañados por una especie de espíritu bueno y tutelar· que había sido contemporáneamente «generado» con él y que lo acompañaba por toda la vida. Para el varón, ese e~píritu era llamado genitLS, de geno, que significa genero, produzco, y representado como un niño alado; para la joven se lo denominaba juno, y se lo representaba como una.niña completamente vestida y provista de alas de murciélago o de falena. Juno, hermana y esposa de Júpiter, era también la diosa protectora de las mujeres. De esta manera, el genio era, pues, un espíritu de emanación divina que ejercía poder tutelar sobre el hombre desde el nacimiento hasta la muerte, influyendo sobre todos los actos de su vida. Por regla era bueno y benéfico; pero junto a los genios buenos existían otros malos, que correspondían, respectivamente, al agatodaimon y al cacodaimon de los griegos. El genio poseía el atributo de la inmortalidad. Después de la muerte del cuerpo podía permanecer en el mundo, Y gustaba de merodear por los alrededores de la tumba del hombre que había protegido en vida, pero con el tiempo terminaba por perderse en el océano de los espíritus. Mucho se ha discutido si el genio de los latinos correspondía al alma de los cristianos; lo más verosímil es que éstos transformaran al genio pagano en el ángel de la guarda. En efecto, cuando los romanos querían aludir al alma verdadera y propia, a la psyché griega, empleaban el término anima. Por lo demás, el genio era tambié11 propio de las familias, de las asociaciones, de las ciudades, de los estados, y hasta los lugares tenían su geni'ILS l.oci. Para ellos, Genio era también el dios de la generación. Esta religiosidad simple, de dioses familiares y vecinos al hombre, que eran coino su propia sombra, empapaba la vida cotidiana y estaba en la base de la ideología nacional. Como los genios regulaban los actos de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, asimismo y con idéntico espíritu de obediencia, los movimientos, los gestos y las palabras estaban regulados para todos, ciudadanos, magistrados o capitanes, que habían de entablar un

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negocio, dirimir un pleito o dirigir una expedición, y comenzar la tarea con la inspección de entrañas palpitantes o la observación del vuelo de aves sagradas que cumplían los augures. Los militares romanos mar. chaban «al dedo y al ojo», sin pretender la explicación de la orden dada, porque los «signos» de victoria o de derrota ya habían determinado su destino. De aquí que las instituciones romanas, reflejo de esta concepción regularizada de la vida, tuviesen solidez y permanencia pocas veces vistas, pero que también gozaran de frialdad de aristas afiladas que chocaban contra el concepto de hombre como parte de la naturaleza elaborada por los griegos. En efecto, el concepto de lo humano en el mundo romano no arranca de la natura, la physis de los griegos, sino que es una prolongación de las determinaciones institucionales, de lo que como los genios rige las relaciones humanas y .asienta en la tradición: la Roma primitiva fµe cuadrada, y el campamento de las tropas en marcha debía ser un cuadrado de medidas definidas e inalterables; todos los detalles de la vida oficial, religiosa y política, lo mismo que· la militar tomaban por así .1 ' , decrr o, proporciones geométricas y respondían a la lex, que era la regla, la norma, el modelo. Nada tipifica mejor el espíritu romano que el derecho, ese derecho tan breve y tan imperiosamente formulado, cuyas palabras en boca de los pretores tenían el carácter de esa ley eterna de que hablaba Cicerón, 1 de esa ley que en su principio esencial debía ser la misma en cualquier pueblo que en Roma, y cuyo texto no se encuentra en ninguna parte, salvo en la conciencia del género humano. El derecho caracteriza tan bien al genio de Roma, que todavía después de dos mil años fascina el eco de sus juicios breves, decisivos, Y que reproducen para la eternidad inscripciones lapidarias que llevan directamente a la asociación de la idea de Roma con la de derecho. y si bien es cierto que otras naciones tuvieron antes que los romanos la concepción de las relaciones de justicia y de equidad que deben establecerse entre. los hombres y mantener el equilibrio social, la verdad es que el pueblo romano, muy práctico en su apreciación de las cosas es el primero que reconoció netamente, como ni siquiera lograran hac~rlo los griegos a pesar de la claridad de su juicio, el dominio particular del derecho, habiendo distinguido con toda precisión entre el derecho divino Y el derecho humano, entre la religión y la jurisprudencia deli· . mitación que algunos pueblos todavía hoy no han logrado co~o los ' b es, en cuyas legislaciones la ley civil está confundida con ' los de, ara beres religiosos. No tenemos la intención de analizar el derecho romano; ese trabajo de erudición y de paciencia destinado a demostrar los triunfos sucesivos del derecho sobre la fuerza, de la razón sobre la pasión, de la justicia sobre la venganza, nos llevaría directamente a una fi!osofía cuyos límites precisos, que la destacan de cualquier otra · filosofía, están enmarcados en la discusión de tres cuestiones: l.•) ¿cuál


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es el princ1p10 de donde mana; cuál es el fundamento sobre el q' asienta el derecho de legislar y de distribuir justicia; 2.•) ¿cuáles s las acciones que deben estar bajo el imperio de la ley?; 3.8 ) ¿qué na:;. turaleza debe tener la acción legal? La primera cuestión abre a su vez otros interrogantes: ¿el derecho tiene su origen en la religión, en la moral o simplemente en el interés público? Esta premisa, que las\ escuelas de derecho todavía discuten, los romanos la resolvieron en la práctica de manera tajante: el interés público, que debe entenderse.. como el interés de la Urbs, esto es, de Roma y de sus ciudadanos. En cuanto a la segunda cuestión, la ley ¿debe alcanzar indistintamente ' todas las faltas, todos los actos de inmoralidad o de impiedad, todas las infracciones que pueden sufrir los deberes ciudadanos, ya sea que alcancen a nuestros semejantes o la sociedad por entero, ya sea que nos ofendan a nosotros mismos o que no salgan de los límites de la conciencia y de la fe? La respuesta es normativa y absoluta: el de.recho lo legisla todo, hasta la capacidad de disponer de la propia vida. La tercera cuestión se complementa preguntando: ¿cuáles son los castigos que la sociedad puede infligir sin exceder su derecho y sin faltar a las reglas de la justicia distributiva, sin lesionar la proporción que debe existir entre el castigo y el derechó del ciudadano, sin dejarse cegar por la piedad o por la venganza? De la manera como todos estos interrogantes se fueron resolviendo en la evolución del derecho romano, podemos decidir acerca de la filosofía pragmática de ese pueblo, y del concepto de naturaleza humana que se forjara y le sirviera de punto de arranque. En efecto, Roma introduce un cambio radical en la apreciación de lo humano; para el pensamiento griego, el concepto de naturaleza humana, inclusive en el idealismo de Platón y de Aristóteles, está asentado en la concordancia entre physis y o'USÚi, esto es, entre la naturaleza y la sustancia, siendo lo que concierne al cuerpo y lo que concierne al espíritu, o sea lo que hace que lo que es sea (vid. parte primera). Para toda la filosofía griega, la antropología está, pues, asentada en el ser, que no solamente existe, sino que existe en otros seres, como los objetos de las sensaciones, motivo este por el cual a todos los pensadores de Grecia, naturalistas o no, preocupara profundamente el problema de la sensibilidad, del que hemos visto en los capítulos de la primera parte su derivación hacia una psicofisiología. Por el contrario, en el pensamiento romano, la cuestión del ser adquiere el sentido concreto de una existencia particular que engloba la esencia: la vida de un ser viviente, del hombre, considerada bajo su aspecto temporal y sus condiciones concretas, de manera que cualquier consideración antropológica se diluye en la regla, en el mundo, o sea la lex:en general, esto es, la razón humana en tanto que norma capaz de gobernar a todos los ciudadanos y, por extensión, a todos los pueblos de la tierra; y de

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:,'derivan los principios civiles y políticos de cada individuo, que esentan los casos particulares en que se aplica la razón general. sa razón general, la lex, se aplica únicamente al ciudadano de Roma, ''que define la esencia de su naturaleza. No se es romano por raza, r 'nacimiento, por costumbres ni por lengua, sino por el derecho de 'dadanía, y quien lo adquiere se adhiere a la lex, queda a la vez proido y sometido por la misma. Cuando conquista, y ningún pueblo \;riquistó tanto, Roma deja vigentes la jurisprudencia, los usos, las eligiones de los conquistados, y su derecho se aplicá a los romanos 'el lugar y a los asuntos de Roma. De aquí la diferencia entre romaos y bárbaros, entre los que deben su condición y por consiguiente su haturaleza humana a las normas de la lex, que aplican y acatan sus prescripciones, y los que obedecen a otro derecho. El romano reconoce la universalidad del género humano porque cualquiera puede convertirse en ciudadano de la Urbs, pero acepta que el derecho lo divide: : Roma y sus pretores por un lado, el resto de los hombres por el otro. Gracias a este ordenamiento preciso, directo y práctico, Roma inau. gura un nuevo estilo en todos los órdenes del mundo antiguo. En las ' ideas, el discurso se vuelve directo, realista, sencillo y lapidario; su antropología se revela de un empirismo pragmático que se concreta en el derecho. Cuando Cicerón habla, cuando Virgilio y Lucrecio cantan, cuando Séneca moraliza, las ideas pueden tener muchísimas veces resonancias griegas, pero el ordenamiento claro, preciso, casi geométrico como los castra, las consecuencias directas, sin matices de dialéctica, son .del Lacio. Por ello, en filosofía, los romanos fueron estoicos antes que epicúreos, y en todo caso siempre empiristas. Su relación con lo desconocido, los dioses, es amigable, de simple contacto y nada más; sus dioses son familiares, estatuillas de barro con las que los niños pueden jugar. Como las ideas de Occidente siempre se pueden reconducir a Grecia, Roma abreva en fuentes helenas, pero recrea una forma especial de vida, de convivencia, que en sus rasgos generales es todavía la occidental. Y lo más importante que a nosotros concierne es que por primera vez en la historia el concepto de naturaleza humana aparece como circunstancial; deriva del derecho y se logra con su aplicación: la 01.Lsí.a, como dijimos, queda suplantada por la lex, y a lo humano se lo define en función de ésta, la gran y única dispensadora de hu.manitas. Del individuo no surge el hombre por imperio del esse, sino por delegación de la lex; la condición humana está dada por la norma y no es atributo de quien la acepta porque está dominado, sino de quien la sustenta y obedece a la vez: no se adquiere, sino que se dispensa, y barbaru.s es el que está al margen, sea cual fuere su condición social o intelectual. Esta definición circunstancial es la primera definición histórica de la naturaleza humana; estática por la perdurabilidad de la lex, tiene, sin embargo, los gérmenes del futuro enfoque


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dinámico de nuestros días. Para el pensamiento romano, el hombre Y su naturaleza lo son por definición y a prioTi.

deben buscar y a las que se deben evitar, o sea la finalidad de la vida humana. En la canónica, Epicuro proclamaba la verdad de la certidumbre sensible, porque el criterio de la verc1ad y el fundamento de todo es la evidencia, · y la evidencia pertenece a la sensación. Y es.ta ·evidencia de la sensación, al mismo tiempo que da fe de la sensación misma, prueba la existencia de su objeto. cDe la misma manera que ····.el placer y el dolor, siendo evidentes, son verdaderos y provienen de objetos que son agradables o desagradables, del mismo modo las sensaciones -nos dice Epicuro-, siendo evidentes son verdaderas, y provienen de objetos que son tales como los percibimos.> ' Para Epicuro, la certidumbre sensible se basta por sí misma porque reposa ,sobre el fundamento de su propia evidencia y nada puede, por consiguiente, refutarla. Además, las sensaciones no pueden refutarse entre ellas: una sensación no puede ser negada por otra sensación de la misma especie, pues ambas poseen igual fuerza; pero tampoco una sensación puede ser refutada por otra sensación de especie diferente, pues esas dos sensaciones se refieren a objetos diferentes. Y más aún, la sensación no puede ser refutada por la razón, pues la razón depende por entero de las sensaciones: todas las ideas provienen de la sensación, que es la base inquebrantable de nuestro conocimiento,tí fórm).lla esta que es la fórmula por antonomasia de cualquier empirismo, antiguo o moderno. Pero, ¿cómo se forman las ideas de la razón en partiendo de la sensación? Epicuro comí.enza por definir lo que denomina i.dea general, o sea un recuerdo de lo que fue percibido varias veces, porque una sensación, al repetirse, se fija en la memoria, deja en nosotros una huella, que es la idea general. La percepción repetida que tenemos de flores imprime en nosotros la idea de flor. Por lo demás, ·la idea general nos es suscitada por la palabra que designa al objeto correspon; diente después que aprendimos a conocer á ese objeto por la sensación. Epicuro c1a a la idea general el nombre de anticipación, con lo cual significa que precede a cualquier operación del pensamiento. La anticipación es evidente y, por lo tanto, verdadera, puesto que asienta únicamente sobre la sensación, de la cual obtiene su evidencia y su verdad.~ De la anticipación; Epicuro distingµe a la copinióm, que también llama suposición y que es la interpretación, más o menos arbitraria, que damos a nuestras sensaciones. La anticipación no agrega nada a la sensación, es su recuerdo, y por consiguiente verdadera como la sensación misma; pero la suposición puede ser verdadera o falsa: es verdadera cuando resulta confirmada por la sensación, o, por lo menos, cuando no la desmiente; es falsa cuando está desmentida por la sensación o, incluso y en algunos casos, cuando no está confirmada por la sensación. 7 Pero aunque corre el riesgo de ser falsa, la suposición es de gran ~tilidad, pues por su intermedio podemos pasar de las cosas

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de

2. La segunda. fi"losofÚL La naturaleza. - Con Aristóteles concluye el apogeo de la filosofía en Grecia, país que pierde su libertad. Debilitada por la guerra del Peloponeso, tributaria de Macedonia primero, queda luego bajo el dominio romano, y cuando la libertad fue pe:r:dida cuando todos los males de la sujeción se abatieron sobre los griegos,' el pensamiento resultó frenado y se ':ºl?ó de las gran~e~ .concepciones cosmológicas al mundo cerrado e .mtimo de la sen~i~ihdad; la filosofía, que ~etomaría la huella que abrieran los preso~raticos, se ocupa esencialmente de los principios corporales. Su fin~idad. es la de dar al hombre un refugio contra los males de la existencia. En oposición con los sistemas de Platón y de Aristóteles, que asignaban como fin de la vida humana la contemplación de un ideal trascendente, propone un bien accesible a todos y qu~ cae dentro de .la n~turaleza, creando una filosofía moral que reacciona contra el idealismo. En verdad las escuelas cínica y cirenaica (part. prim., cap. III) habían rechazad~ la Teoría de la Idea, e incluso toda consideración e~peculativa. Pero cuando Aristóteles estableció el idealismo como un vasto sistem~ que abarcaba a todo el real, la reacción se hizo más f~erte Y ~e ex~reso con doctrinas completas. El cirenaísmo se transformo en ep1cureismo, y el cinismo se convirtió en estoicismo. Epicuro se inspira en Demócrito y los estoicos en Heráclito. De este modo se constituye una nueva filos~fía de la natu;aleza que debía reinar sobre el fin del mundo antiguo y que será, naturalmente, la filosofía de Roma, expuesta Y romanizada por Lucrecio y Séneca, como figuras destacadas. Pero veamos las raíces de estas dos corrientes principales. EPICURO nació en el 341 a. C. en Saraos; en Teos fue alumno de Nausifanes que lo inició en el pensamiento de Demócrito. Después de haber ens~ñado en Mytileno y en Lampsaco, se trasladó a Atenas en el 306, donde enseñó durante treinta y cinco años, reverenciado por sus discípulos como un dios. Murió en el 270 a. C., a la edad, de setenta y un años. Sabemos con seguridad que Epicuro compuso mas de trescientos trabajos, de los que únicamente nos han queda?o fragx_x:entos. La fuente principal para el conocimiento de su filosof1a es Diogenes Laercio 2 y, sobre todo, dos cartas: una que escribió a Herodoto, Y que contiene un resumen de su física, y otra a Meneceo, que resume su moral. Aparte de eso, Diógenes Laercio nos da las máximas '.~nda­ mentales (kvrúii dóxai) que hacían autoridad en la escuela.ª Diog~es nos enseña que Epicuro dividía la filosofía en tres partes: la canónica, que trata de los medios de que · disponemos para llegar a la . ~erdad; la física, que se ocupa de la naturaleza, o sea de la destrucc1on Y generación de las cosas; la moral, que se refiere a las cosas que se ./


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que .~erci.bimos a los principio~ escondidos, inaccesibles para la per cepc1on directa, de modo que as1 nos formamos una idea sobre la cons titución íntima ~el real. Para Epicuro, todo lo que existe es corpor · Y .se revela en la sensación, menos los elementos últimos de las cosas que escapan a nuestros sentidos y quedan imperceptibles, constitu~.; yendo el fondo del Universo, los principios últimos de cualquier reali- '•: dad, y que son los átomos. · . A partir, ~e este momento concluye la canónica de Epicuro y comienza su .f~1.ca; del problema del conocimi~to, o sea de la psicología···. de la sensibilidad, pasa a la constitución de la naturaleza, que final- . mente le servirá para elaborar su teoría del pensamiento. El axioma fundamental de la física de Epicuro es que «nada viene de la nada),s ' para concluir que si nada viene de la nada ni vuelve a la nada lo ix:iportante es buscar cuá~es son los principios invisibles de donde ;rovienen las cosas y ·en cuáles se resuelven. De este modo, Epicuro encuentra que el universo está constituido por los cuerpos y el espacio vacío. La existencia de los cuerpos está probada por la sensación; en cuanto al espacio vacío, existe necesariamente, pues, de no existir, los cuerpos no tendrían donde residir ni donde moverse y es evidente por la sensación, que se mueven. Fuera de estas dos c;sas: los cuerpo~ Y el vacío, el pensamiento nada puede asir que exista. Los cuerpos y el vacío son las únicas sustancias reales.'9 De esto se sigue que el espíritu es un compuesto de átomos, pues según Epicuro es un error garrafal oponer el espíritu al cuerpo, como sustancia incorpórea. La única sustan~ia in~orpórea es el vacío, y el espíritu no puede ser vacío porque actua, a el pertenece la acción y la pasión, y el vacío no puede actuar. En realidad, lo que llamamos espíritu es un cuerpo, cuerpo sutil compuest? por átbmos más lisos y más redondos que los otros cuerpos, que semeJa a un soplo mezclado con cierta cantidad de calor. Esto vale tanto para el alma irracional, ubicada en el pecho, como para el alma razonable, que se expande por todo el organismo. En tanto está presente en el organismo corporal, el alma es el principio de la sensibilidad. Pero no es inmortal, no conserva la capacidad de sentir después de la destrucción del cuerpo. Epicuro niega la posibilidad de concebir que el principio sensitivo esté en otra parte que no sea el organismo corporal Y pueda prescindir de los movimientos que tienen lugar en el organismo. Y es precisamente por esto, porque el alma es un cuerpo, que puede sufrir la influencia de los cuerpos exteriores y de la cual resulta la sensación. Los cuerpos emiten continuamente emanaciones efluvios, que son imágenes de ellos mismos. Esas imágenes supera~ muchísimo, por su sutilidad, a los objetos que percibimos por·los sentidos, Y es por ellas que se produce, por lo menos, la visión, que es la percepción. de especies de envolturas vacías y lisas, con la misma forma que los obJetos que las emiten. Su propagación es rapidísima, así como

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'{:generación sobre la superficie de los cuerpos. Y es la acción sobre 'sotros de esas imágenes lo que produce la percepción. En efecto, para icuro nuestra visión de las formas sería inexplicable sin la entrada :. nosotros de algo que haya salido de los objetos exteriores. Las imá. enes que parten de un mismo objeto, y todas animadas por un moimiento rápido, producen, por su acumulación, la representación de un objeto único y permanente, y esta representación es confor~e a su objeto, puesto que las imágenes poseen la misma forma del º~Jeto de :'donde emanan. Así la física demuestra la verdad de la sensacion, que ·se afirmara en la canónica. Y queda por explicar el error, en el cual .tantas veces caemos y que no es otra cosa que la opinión que nos . formamos de las c~sas por una actividad espontánea del espíritu Y cuando esta opinión está en desacuerdo con la sensación. Pero la sensación en sí misma, repite Epicuro una y otra vez, está producida en nosotros por las imágenes de los objetos exteriores y siempre es verdadera.10 La filosofía de Epicuro es una reacción contra Platón, y desde su punto de partida, el atomismo de Demócrito, así como por su teoría de la sensación y del espíritu, es la contrapartida del idealismo. Plat~n había considerado la sensación (vid. part. prim., cap. III) como la duena del error, pues la verdad nos está dada por la inteligencia en tan.to que es radicalmente independiente de los sentidos. Por el· contrario, Epicuro proclama que la certidumbre sensible es la base del conocimiento y que la inteligencia depende enteramente de las sensaciones, , y su emp\rismo radical, que por siglos correrá paralelo al idealismo, aunque deformado, ocultado a veces y siempre defendido de ma~era vergonzante, encontrará en el pragmatismo de los romanos refugio, Y será, con Lucrecio y Cicerón, el exponente de su más elevada filosofla. Sin embargo, el rechazo por Epicuro del principio fundamental del idealismo platónico, de que. el universo está sometido a la ley de la inteligencia, no será totalmertte aceptado en el período romano. Conservando de Epicuro que la sensación es el fundamento del conocimiento .y que los principios de las cosas son corporales, tomando de Aristóteles la teoría de la naturaleza: la naturaleza como encerrando lo divino, surge una nueva filosofía de la naturaleza, la de los estoicos, que, fundada por Zenón, encontrará eco en Roma con Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. La escuela estoica fue fundada a comienzos del siglo m antes de nuestra era por ZENÓN, natural de Citium, en la isla de Chipre, y nacido aproximadamente en el 335 a. C. El primer maestro de Zenón fue Crates, el filósofo cínico. Del antiguo estoicismo, que completaron Cleantho de Assos y K.rysipo, no nos queda ninguna obra. De Krysipo solamente sabemos que compuso unos 500 escritos, divididos en más de 700 libros. Los fragmentos de los estoicos que se salvaron de la des-


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trucció~ fueron reunidos por Arnim. 11 Como Epicuro, Zenón y sus disaquí su nombre de lógos spermatikós.16 El resto de la teoría estoica cípulos dividían la filosoña en tres partes: la lógica, la física y la moral. se aleja completamente del problema del conocimiento en su aspecto Antes de exponer su concepción de la naturaleza, de donde dimana la de antropología concreta y se aplica al estudio de la vida conforme con regla del bien, se preguntaban cuál es el criterio de verdad que da a la naturaleza, de la cual, por su cosmplogía, surge la moral que los la ciencia base segura, y, como Epicuro, hacían reposar el conocimiento hiciera famosos: los estoicos pensaron' que el hombre debe ser consisobre la. evidencia sensible. Para los estoicos, el criterio de verdad es derado como miembro del orden universal. Sin duda, los estoicos están la «representación comprensiva» (phantasía kataleptiké) o, de manera de acuerdo con Epicuro para restablecer la sensación como base del general, que la representación, o la imagen, es la huella producida en conocimiento y para admitir únicamente principios corporales,• pero el alma por el objeto exterior. Cuando la representación es perfectaen tanto que los epicúreos sacan de la naturaleza la inteligencia, los mente clara, perfectamente evidente, de modo que produce el asenestoicos conciben que la inteligencia penetra la naturaleza y la rige timiento del espíritu, tenemos la representación comprensiva, que es la soberana, con lo cual conservan una de fa\s tesis esenciales del ideaimagen de un objeto real, imagen exactamente conforme con su objeto.12 lismo, que harán desembocar en el orden y en la belleza del mundo Este asentimiento, que produce la representación comprensiva, indica como siendo obra de la Providencia, sólido fundamento de la creencia la reacción activa del alma, que toma posesión de su objeto. Zenón en Dios. Es a partir de esta aceptación de Dios como causa de todo explicaba esto con una comparación: «la simple· representación -delo que existe que el estoicismo se introdujo en el mundo cristiano con cía- es como la mano abierta, pero la representación comprensiva, el neoplatonismo, y es por su negación de los dioses y de la Providenproducida por el asentimiento del alma, es como la mano cerrada, que cia que el epicureísmo fue por siglos doctrina maldita. ase fuertemente las cosas; finalmente, la ciencia propiamente dicha, que es la comprensión convertida en inquebrantable, es como la mano cerrada y reforzada por la otra mano cerrada». 13 De la representación comprensiva se forma espontáneamente, por acumulación de imágenes, la noción general, que los estoicos llaman anticipación (prolepsis), como · ~ II. EL PENSAMIENTO ROMANO Y SU ANTROPOLOGfA Epicuro. La noción general es verdadera, dado que proviene de la representación comprensiva. Pero únicamente tiene el valor de un pensamiento y en su generalidad no corresponde a ningún ser real, pues l. La medicina y La filosofía griegas en Roma. - Como atestigua solamente los individuos, todos diferentes unos de otros, existen realPlinio el Viejo, en los primeros cinco siglos de su historia, o sea hasta mente. Apoyado en este punto de vista, Zenón sostenía que las Ideas las guerras púnicas, Roma no tuvo verdaderos y propios pensadores platónicas son inexistentes. De este modo, para los estoicos la lógica en el sentido de filósofos o naturalistas. En cuanto a la naturaleza del garantizaba la verdad de la ciencia que nos formamos del universo. hombre como ser biológico, era manejada con una antropología empíCon una comparación que los estoicos gustaban repetir, protege la física c rica de origen etrusco y de entonación prevalecientemente religiosa, y la moral, como la cáscara del huevo protege al blanco y al amarillo compuesta únicamente por supersticiones y prácticas médicas sugeridas que se encuentran en su interior.14 Al mismo tiempo, sólo admitían por la experiencia, sin ninguna adherencia a criterios doctrinarios biocomo criterio de verdad la evidencia de la percepción sensible, que prelógicos. De esta antropología hubo expresiones de carácter higiénico para para concebir la razón, principio de las cosas,. como un elemento , y legislativo, como baños públicos, saneamientos de terrenos, etc., que corporal. ·· testimonian de un elevado grado de organización social. del estado roEn ñsica, los estoicos admitían dos principios: uno activo y otro . mano de entonces. únicamente a partir del siglo II a. C. fue cuando pasivo; el pasivo es la materia, entendida como esencia desprovista de '. aparecieron en la Urbs los médicos profesionales, o sea hombres vercualquier cualidad. El principio activo es divino, es la razón, que se ¡ daderamente técnicos, especializados en el arte de curar. Los primeros encuentra en la materia y que produce, dándoles una forma, todas las ¡; fueron todos griegos, y tanto porque en aquel tiempo en Grecia existía ·~osas.15 En esto, los estoicos se separan de los epicúreos y se acercan ~.una verdadera medicina técnicamente constituida, como porque los a Platón y a Ari:tóteles, pero con una diferencia notable, pues declaran '/' romanos desdeñaban ocuparse del arte de curar, que ·consideraban que el principio inte!igente no deja de ser corporal: es un cuerpo su· impropio de la dignidad del pueblo romano (romana dignitas). Pero de til, que se mezcla en todas partes con la materia, en la cual se expande, todas maneras, y las fuentes lo atestiguan muy bien, los primeros mécomo el fluido generador corre por !~carne de los seres vivientes, y de dicos que se establecieron en Roma provenientes de Grecia, y de otros 1


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países del Oriente, eran más mendigos y charlatanes que verdader sabios. Fue sólo en el siglo I antes de nuestra era cuando junto con 18 filo~ofía griega if:u;npió la verdadera medicina griega. La primera filol; sof1a que ~e. cultivo en Roma fue de importación griega; sus primeros cult.ores ;1meron de ~a Magna Grecia, y los sucesivos de Atenas y de AleJ~dr1a. Las doctrmas que priniero se desarrollaron fueron. el epi.. , cure1smo Y el estoicismo, y luego ·floreció una filosofía compuesta con elementos provenientes de doctrinas diversas que fue denominada ; eclecticismo. Con el último siglo antes de Cristo, se inicia la serie de los . . grandes filósofos Y médicos de Roma, y es de destacar que entonces , filosofía y medicina presentan una marcha paralela. · 2. La filosofía griega en Roma. - La mayor conquista del hele.. nismo, destruida Grecia, fue Roma. Un espíritu curioso necesidad de refinamiento intelectual y deseo de ·sobresalir con los' medios de la palabra Y de la dialéctica, llevó a los jóvenes romanos a buscar los más célebres maestros de filosofía y retórica en Atenas y Rodas. Pero ya desde sus propios comienzos esos estudios tuvieron asignado un puesto en las categorías del espíritu latino: su esfera fue la del otium Y no la de los negotia, o sea que, considerados como necesidad pura d.el. es?íritu que ~: solaza cultivándose, tuvieron solamente aspecto subs1d1ario en relac1on con las preocupaciones esenciales de la vida. De aquí que la subordinación de la teoría a la práctica haya constituido el aspecto más característico del pensamiento romano y haya provocado un fl.orecimiento del estoicismo, que propugnaba esa vía. La práctica es, sm embargo, pensamiento; pensamiento que no se desarrolla en sistema~ pero que se refl~ja en las instituciones y organismos, y el gran pensa~1ento romano esta, precisamente, en la práctica, que legó a la posteridad las ideas del derecho y del cristianismo, valores ambos emine~tement,e pragmátic,os. En torno de este núcleo vivo de la práctica, la ideolog1a de los filosofos griegos plasmó como algo amorfo e inconsistent~. Cicerón7 se ha dicho con justicia, como pensador es inferior a la realidad rOql1'ma, y el estoicismo, al que se· atribuye el mérito de haber provisto el espíritu informador del derecho romano, representa en Roma, como en la disolución del pensamiento griego, un elemento negativo. La introducción de la filosofía griega en Roma apenas expresa un momento poco relevante de la romanidad, que se refleja como proceso de disolución de la mentalidad helenística. La época de los césares: con sus condiciones de vida tan peculiares, apenas ofrece algún relieve al estoicismo; el resto de las formas del pensamiento filosófico se diluye sin fisonomía propia y definida, sin ningún carácter de autonomía Y de espontaneidad, y en lo que respecta a una antropología c?ncreta, o s:a qu: de una manera u otra se refiera a lo que hoy consideramos ps1colog1a, apenas se bosqueja en la repetición de algunas

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'fórmulas epicúreas y estoicas sobre la sensibilidad, el pensamiento Y el alma. Los romanos ven al hombre a través del lente de la lex, con uria naturaleza encuadrada por el derecho, y las consideraciones sobre ··el conocimiento no caben dentro de su pragmática: pertenecen al otium y se diluyen en la literatura, en la poesía sobre todo, que con Lucrecio adquiere acentos de reflexión sobre la existencia, Y no de análisi~. : : El verdadero movimiento helenístico comienza en Roma en el si: glo II a. C., y encontró sus mayores adversarios en los es~~!tus conservadores de los patricios, seguros y orgullosos de su tradic1on. Ent:e las mentes abiertas a las nuevas corrientes de la cultura cabe, sm , embargo, recordar a figuras como Escipión el Africano Y Tito Q~incio Flaminio, que propagaron con empeño el amor por las letras griegas. · Hacia el año 161 a. C., un senatoconsulto prohibió la estadía en Roma de filósofos y retóricos; fue la última victoria de los hombres de la vieja tradición, que temían a la disolución en la vida romana Y la intuían como un virus del pensamiento. El senatoconsulto pronto fue olvidado, y los jóvenes romanos comenzaron a inundar las escuelas ~e Rodas y Atenas; Roma tenía poder y dinero, y los maestr~s de las mas diversas orientaciones filosóficas comenzaron a llegar atra1dos por una buena ganancia. Es de esto modo y no de otro como aparece en Roma el epicureísmo, que ganará gloria para la posteridad con el arte poético de Lucrecio; la Academia se hace presente con Carneades; la estoa, con sus eclécticos representantes Panecio y Posidonio, se acopla a las exigencias prácticas de la lex. Y así, escuelas que en la tierra de ,origen fueron rivales, incluso fieramente opuestas en sus principios, comienzan a converger sobre el terreno de los hechos Y en la nueva patria se ve a la estoa reunirse con la escuela peripatética y la más reciente Academia. La mezcla fermentada en moldes de pensamiento griegos sólo requería su traducción al latín, y ésta fue tarea que en sus últimos años asumió con satisfacción y orgullo MARCO TuLIO CICERÓN (106-43 a. C.). Con singular modestia reconoce su papel de illustra.re literis latinis con la antigua filosofía iniciada por Sócrates, y en el illustrare latino no hay nada que vaya más allá de nuestro traducir. Esta tarea de Cicerón se reveló para la posteridad de gran valor histórico, porque se convierte en salvadora y depositaria de un rico contenido científico que por largo tiempo únicamente fue accesible por su intermedio. Con los estoicos, Cicerón antepone la práctica a la teoría y platonismo aristotelismo, estoicismo se mezclan y confunden en su' ~oncepción d~ la naturaleza. Al hombre lo concibe dividido en alma y cuerpo, y en el alma distingue una parte irracional, que comprende las funciones vegetativas y sensitivas, y otra racional, que abarca la actividad intelectual, tanto en sus formas discursivas e intuitivas como en sus determinaciones prácticas.17 Pero mientras el alma irracional está adherida al cuerpo, con el cual comparte origen y des-


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tino, el alma racional se contrapone a ambos, como sustancia diversa, que no es terrena sino infusa desde lo alto por don divino.18 Y con claros argumentos platónicos deduce, de su naturaleza y origen divinos, su inmortalidad. Por último, legitima del mismo modo que en el alma existan ideas innatas, con lo cual amalgama el concepto de la reminiscencia platónica y las nociones comunes de los estoicos. Una exposición detallada del pensamiento filosófico de Cicerón es inútil para nuestro prop'ósito, aunque tenga interés para la historia de la filosofía por sus escritos políticos: no haríamos más que reseñar las principales teorías griegas, que ya expusimos en sus detalles más peculim:es. '. El principal representante del estoicismo romano es Lucio .ANNEO SÉNECA, nacido en Córdoba, España, en el año 3 d. C. y muerto en el 65. Fue preceptor de Nerón, que, como es sabido, lo condenó a muerte. Séneca es un gran escritor, principalmente por la sorprendente modernidad de sus expresiones y de su pensamiento, tanto que a veces parece un contemporáneo. Sus EpistuLae ad Lucilium son de las lecturas más hermosas que nos ofrece la prosa latina. Sus temas fueron esencialmente morales, pero de una moralidad que no pretende erigirse en sistema, sino . que procura escrutar 'los aspectos de la vida para organizarlos en sistema. Esto hace que su antropología sea descriptiva, que el hombre aparezca en sus obras «tal cual es» y que la función del filósofo sea ponerlo en el camino del «tal cual debe ser». De aquí que el significado racional de la organización moral del espíritu reciba en Séneca mayor acentuación que en los estoicos, cuyo pensamiento es el núcleo del suyo propio. En él es fuerte la influencia platónica, que se observa en el relieve que da a la lucha contra la irracionalidad que, naturalmente, está en nosotros mismos y abreva en la vida sensitiva. El dualismo psicológico de Platón se traduce en Séneca con la acción de circunscribir la esfera de la espiritualidad pura, rechazando todo lo que considera perteneciente al alma, pero que no es verdaderamente el alma, y representa la sujeción sensorial del hombre. El desprecio platónico por el cuerpo sensible se convierte con Séneca en libertad.1\ Por último, Epicteto y\ Marco Aurelio son los dos representantes más importantes del escepticismo en Roma. EPICTETO, de origen frigio, fue esclavo de Epafrodito y liberto de Nerón; vivió en Roma bajo este emperador y sus sucesores. Parece que murió en la época de Trajano. Para él, filosofar es aprender lo que se debe desear y lo que se debe evitar. De acuerdo con esta finalidad, todas las cosas se dividen en dos clases: lo que de nosotros depende y lo que no cae bajo nuestro poder, y de aquí deriva su antropología, que es una pragmática de las conductas. A lo que depende de nosotros pertenece la subjetividad, con las inclinaciones, los deseos y las repugnancias que de ellos deri-

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van; a lo que no cae bajo nuestro poder corresponde el mundo externo comprendido el cuerpo humano, con los llamados ·bienes que le so~ propios: salud, riqueza, etc. Las cosas externas, que no son extrañas, nos alcanzan por medio de las representaciones y opiniones que suscitan en nuestro espíritu, y cuya aparición, determinada por leyes objetivas, no está en nuestra capacidad evitar. 2 º Por el contrario, lo que podemos hacer es la elección del uso que daremos a nuestras representaciones, para lo cual interviene la voluntad, racional y libre, que, disponiendo del uso de las opiniones y de los afectos, sustrae al espíritu de cualquier dependencia de las cosas externas y las convierte en extrañas e indiferentes, conforme con su naturaleza. De aquí deriva el concepto de virtud de Epicteto, que es completamente negativo: soportar Y abstenerse son sus únicos preceptos, en una lenta consumición del espíritu. El motivo cínico que se observa en Epicteto está todavía más acentuado en el libro de los pensamientos del emperador MARco AURELIO ANTONINO (121-180 d. C.)' que se centra en el desprecio por el saber y en su inutilidad para la práctica. «Deja de lado los libros - escribe-; no demores un momento, porque esta dilación no te está permitida.> 21 Su antropología es expresión del negativismo más absoluto; inspirado en el concepto de Panecio, de la subordinación del alma natural e irracional al princi/io racional y lógico, Marco Aurelio desprecia lo subordinado y ·predica tanto el desprecio del cuerpo como del alma. Todo lo que respecta al cuerpo, especialmente la sensación, es agua que corre; todo lo que respecta al alma, únicamente es sueño y vanidad. ¿Y qué puede dirigirnos? La filosofía, y filosofar significa para Marco Aurelio actuar de modo que el genio que está en nosotros quede libre de cualquier mancha. Con Marco Aurelio, más todavía que con Epicteto, el estoicismo se acerca al cinismo, sobre todo en la subordinación a la realidad natural, que tiene su razón en la divina providencia que rige los aco;ntecimientos y que es magnificada por el emperador filósofo.

NOTAS 1. Marco Tulio Cicerón, Oraciones, texto latino y traducción al español por Rodrigo de Oviedo, Paris, 1854. 2. Dio gene Laerce, Vie, doctrines .. ., Loe. cit., libro III. ,, · 3. Los textos· de Epicuro que se han conservado fueron :reunidos por Usener, Epicurea, Leipzig, 1897; también es utilísimo el libro de E. Bignone L'Aristotele perduto e la formazione filosofica di Epicuro, Firenze, 1936. 4. Diogcne Laerce, Vie, doctrines .. ., Loe. cit. S. Ibidem. 6. lbíd., y Cicerón, De natura deorum, edic. Dielz, Berlin, 1916-1917. 7. Diogene Laerce, Vie, doctrines .. ., Loe. cit.


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8. Lucrecio traducirá este axioma por: cNulla reru e nihilo gigui divinitus unquam». Lucrece, De la natu.re, Loe. cit. 9. «Epístola a Herodoto», Usener, Epicu.rea, Loe. cit. Lucrecio, en De la M• tu.raleza, da una extensa demostración epicúrea de la existencia del vacío. 10. Epístola, Loe. cit. La explicación del error está ampliamente tratada por Lucrecio, a la que consagra el IV.0 libro De la. naturaleza, Loe. cit., y que es la teoría de los simu.Zacra. · · 11. .Axnim, Stoicoru.m veteru.m fragmenta collegit. I. Zeno et Zenonis discipu.li, Leipzig, 1905; II. Chrysippi fragmenta Zogica et physica, Leipzig, 1903; m. Chrysippi fragmenta moralia. Fragmenta su.ecesoru.m Chrysippi, Leipzig, 1903. 12. Cf. Diogene Laiirce, Vie, doctrines ... , Loe. cit. 13. Cicerón, Acad. pr., en Cíceros Philosophischen Schriften, edic. Hirzel, Leipzig, 1877-1883. 14. Diogene Laerce, Vie, doctrines ... , Loe. cit. 15. Ibídem. 16. Ibídem. 17. «De natura deorum», en Cíceros Philosophischen Schriften, Loe. cit. 18. cTusculanae disputationes», en Cice'J'.OS Philosophischen Schriften, Loe. cit. 19. «Epistulae ad Lucilium,,, en Seneca, Opera, Edic. Tubner, 1905. 20. Les Entretiens d'Epictete, trad. Courdaveaux, 1908. 21. Marco Aurelio Antonino, I pensiere, trad. Ornato e Picchioni, Firenze, 1903.

CAPÍTULO

2

I. LA FASE GALÉNICA l. De Her6filo a Galeno. - D'espués de la muerte de Herófilo y de Erasístrato, sus discípulos se desinteresaron de los estudios anatómicos. Los prejuicios populares y religiosos contra la disección cobraron auge y los Ptolomeos no protegieron más a los anatomistas, con lo cual la disección fue rápidamente abandonada. Pronto la aparición del empirismo médico iba a legitimar ese abandono; Serapión, fundador de esta secta, proclama la inutilidad de la disección, porque son inútiles los conocimientos anatomofisiológicos, inútiles la etiología escondida y el razonamiento. La medicina únicamente debe consistir en experiencia y práctica. No obstante, la escuela médica de Alejandría (vid. part. primera, cap. III) conserva su prestigio y en ella se va a aprender medicina. Y esto será durante varios siglos, tantos que Galeno, cuatrocientos años despµés · de la muerte de Herófilo, todavía aconsejará trasladarse allá para estudiar. En tanto, al otro lado del Mediterráneo, Roma se engrandece y poco a poco se convierte en centro del mundo. Doscientos años · antes de nuestra era, ya un médico griego de nombre Archagatos se instala en Roma. Otros lo siguieron, y cuando Grecia, vencida, se convirtió en la provincia romana de Acaia, a imitación de los artistas y los filósofos, los médicos griegos afluyeron a la Urbs. Es así como los más importantes nombres de la medicina, después de los de Hipócrates, de Herófilo y de Erasístrato, se encuentran en Roma: Asclepiades, Themison, Celso, Soranus, Ateneo, jefe de los pneumáticos, Archigeno, Rufus y Galeno. Durante este período, que va de Herófilo a Galeno, la anatomía y la fisiología del sistema nervioso no realiza progreso notable alguno. Los anatomistas son raros y en casi cuatro siglos apenas si podemos citar a Rufus, Marinus, Quintus y Pelops. Rufus nos dejó una nomenclatura de las diversas partes del cuerpo, según los alejandrinos; nos enseña que en su tiempo se disecaban animales que, morfológicamente, se aproximaban más al hombre. Marinus descubrió los nervios pala$os. Pelops, que en Esmirna fuera maestro de Galeno, hacía demostraciones sobre animales y escribió varios libros acerca de


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la disección de los músculos. La anatomía no podía progresar, porque la ley y la costumbre romanas impedían la disección; además, la opinióu de los empíricos, muy fuerte en los medios gobernantes, la tenía por inútil. Comprendemos perfectamente la indignación de Celso contra la disección de criminales vivos, que habrían practicado Herófilo y Erasístrato: «Se puede -dice- abrir el abdomen de un hombre vivo, pero cuando el escalpelo, subiendo hacia el pecho, haya dividido al diafragma que separa las partes superiores de las inferiores, ese hombre entregará su alma inmediatamente. Es de esta manera como el médico homicida llega a descubrir las vísceras del pecho y del vientre¡ pero se. le presen~n tal como la muerte_ las ha hecho y no como eran cuando vivientes; de manera que pudo degollar a su semejante con crueldad, pero sin llegar a saber en qué condiciones se encuentran nuestros órganos durante la vida.> Pero no comprendemos, a la luz de la mentalidad de hoy ni de la de su época, sus prejuicios contra la disección de cadáveres, que propone suplantar con el examen de heridas. «El gladiador en la arena -continúa-, el soldado en un combate, el viajero asaltado por ladrones, ¿no sufren a veces heridas que dejan ver en el interior tal o cual partes? De manera que el médico prudente podrá de esta manera apreciar el asiento, la posición, el ordenamiento, la forma y las demás cualidades de los órganos, y teniendo por finalidad la cura y no la muerte. Estas razones llevan incluso a mirar como inútil la disección de cadáveres. Por cierto que esta operación no es cruel, pero es vergonzosa, mientras que el tratamiento de las heridas muestra todo lo que puede ser conocido durante la vida.> En realidad,. los' médicos de esa época solamente se ocupan de la clínica y de la terapéutica, y aunque sus trabajos en este sentido tengan rasgos admirables, no son de nuestro interés. Al no progresar la anatomía, la fisiología tampoco adelanta, y se continúa ubicando la sensibilidad, la inteligencia y el movimiento voluntario tanto en el cerebro ·como en el corazón. 2. Vida y obra de Galeno. - CLAUDIO GALENO era un griego del Asia Menor, que nació . en Pérgamo, Mysia, en el año 128 de la era cristiana. De su vida conocemos infinidad de detalles, inclusive familiares, y contados por él mismo. cTuve la fortuna -informa- de tener por padre a un hombre calmo, justo, servicial, y -agrega, con cierto desencanto imprudente- una madre irritable al punto de morder a sús sirvientes, que gritaba sin motivos y buscaba continuamente querella a mi padre, como Xantipa a Sócrates.> Ese padre, Nicos, era senador del reino y procuró a su hijo una educación esmerada, tanto que a los catorce años, explica Galeno, cseguí a' los filósofos de la ciu~ dad, un discípulo del estoico Philipatro, y también un discípulo del platónico Gaius. De los unos y de los otros, mi padre vigilaba por mí la

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vida y las opiniones; iba a verlos conmigo>.l También frecuentó las lecciones de un peripatético y de un epicúreo. Y aunque esto parezca crónica menor, es útil observar un poco el medio donde vivió Galeno, conocer su cultura· filosófica y su formación médica, para comprender la influencia que esos elementos ejercieron sobre las cualidades y de.fectos de la obra de este gran innovador. Nicos creía tanto en los augurios de los sueños como en la vittud profiláctica de los nombres. Así fue como a los dieciséis años, para obedecer a un sueño de su padre, Claudia comenzó a estudiar medicina; en cuanto al nombre: galenos significa en griego calmo, sereno, y parece haberle sido dado en prevención contra el carácter de su madre. Sin embargo, heredó su irritabilidad; querellaba como ella y atacó. Con grandísima violencia a todos los médicos y filósofos vivos o muertos de su tiempo, y de los que no compartía las opiniones. Trató de mentiroso a Asclepiades, y de cobarde y mentiroso a .Erasístrato; apostrofa duramente a Aristóteles, y siempre adopta la actitud de quien no comprende las limitaciones históricas del conocimiento ajeno y, menos, la relatividad del propio. Por el contrario, rinde culto desmedido a Hipócrates, que considera ' su maestro y que <<nada escribió de malo ... , interpretemos sus palabras como saliendo de la boca de un dios>. Siempre respetó el significado augural de los sueños, y hacia el fin de su vida se volvió extremadamente crédulo e incluso supersticioso. En uno de sus libros: Diagnóstico de las enfermedades por medio de· los sueños, distingue tres clases de sueños que relaciona: unos con nuestros pensamientos y ocupaciones habituales, otros con el estado de nuestro cuerpo -todo lo cual es •' · innegable- y los terceros que atr'fbuye a una virtud adivinatoria. A los dieciocho años, Galeno perdió a su padre, y dejó Mysia. La anatomía lo fascinaba y la estudió en Pérgamo, con Satyrus; la volvió a estudiar en Esmirna con Pelops, y en Corinto bajo Numesianus, para finalmente seguir en Alejandría los cursos de Heraclianus y de Meccius. Siempre alternó 'el estudio de la medicina con el de la filosofía obedeciendo ·al consejo hipocrático de que «el médico filósofo es iguaÍ a los dioses». En su libro De que el buen médico debe ser filósofo llega a escribir: «Para conocer la naturaleza de los cuerpos, las diferencias de las enfermedades, las indicaciones terapéuticas, se debe estar ejercitado en la lógica; para aplicarse a estas investigaciones se debe des.preciar el dinero y practicar la temperancia. Se deben conocer, en con. secuencia, todas las partes de la filosofía: la lógica, la física y la ética.> Galeno es un gran médico filósofo; escribió innumerables obras de filosofía pura que desaparecieron, en Roma, en el incendio del templo de la Paz, Y fue invención suya la cuarta figura del silogismo. En sus obras médicas propiamente dichas, los resúmenes filosóficos abundan, para no decir que sobreabundan. Cuando Galeno fue a estudiar a Alejandría, el prestigio de su- escuela


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médica se conservaba, pero la disección de cadáveres había sido abandonada, falta de protección real, desde hacía cuatrocientos años. Por el contrario, con~inuaba la práctica de la disección y vivisección de animales. Al dejar Egipto, después de cuatro años, retornó a Pérgamo, donde los sacerdotes del templo de Esculapio lo nombraron médico de los gladiadores. Durante tres años practicó la cirugía con éxito sorprendente; gracias a un tratamiento de su invención contra las heridas de los nervios, no perdió a ningún herido, mientras que antes morían todos. En tanto, una sedición estalló en la ciudad, y Galeno, que siempre temió mucho por su vida, partió de prisa hacia Roma, que comenzaba a atraer a los pensadores y médicos griegos. Tenía treinta y dos años. El medio médico en que pasó el resto de su vida fue realmente excepcional. La medicina es libre en Roma; está practicada por médicos a menudo ignorantes y ambiciosos, divididos en sectas rivales: los empíricos, los dogmáticos, los metodistas y los pneumáticos. Galeno no tarda en pasar al primer plano por sus conocimientos. Sus curas se vuelven proverbiales. Un día lanza el desafío que de primera vista puede hacer un diagnóstico, y lo logra. Otra vez, llamado a la cabecera de una matrona moribunda, sorprende al marido diciéndole que muere de amor por un titiritero; aceptada la situación, la dama sana. Cura semejante había asentado la fama de Erasístrato, que había adivinado el amor de Antioco por Stratonice. Se convierte en médico personal y amigo del emperador filósofo Marco Aurelio. De este modo se lo puede permitir todo: diseca y experimenta en público. Su éxito provoca la envidia de sus colegas, que lo tratan de taumaturgo, de ·charlatán, de incongruente. Galeno._ responde con virulencia, tratándolos a su vez de asnos que rebuznan, de cuervos que graznan, de urracas que charlan, de esclavos, de charlatanes e incluso de asesinos. Sin cesar les reprocha su saber libresco, su suficiencia y su insuficiencia, y les niega el título de médicos. Por lo demás, cultivó todas las ramas de las ciencias humanas: supo todo lo que se sabía en su tiempo; escribió innumerables obras sobre la medicina y sobre la filosofía, sobre las matemáticas, sobre la retórica, sobre la música, sobre el tiró al arco, etcétera ...

· anatomía del hombre es absolutamente semejante a la del animal. Des. cribe el cerebro humano según el modelo del buey; sus nervios y sus músculos, según los del mono. Por fieles que sus descripciones resulten para tal o cual animal, aplicadas al hombre son inexactas; sin duela, no valen las de Herófilo y de Erasístrato, que habían disecado hombres. Su concepción general del sistema nervioso reposa sobre una · idea .falsa, esto es, sobre una diferencia de consistencia entre las diversas pa.1'tes que constituyen ese sistema: el cerebro y los nervios sensitivos son muelles; el cerebelo, la médula y los nervios motores son. duros; en la unión del cerebro y de la médula se encuentran nervios que no son blandos ni duros. El cerebro 2 fue creado muelle porque debía ser el principio de los nervios motores; el cerebelo y la médula fueron creados duros porque debían ser el origen de los nervios duros. Estas dos especies de nervios tienen puntos de partida y de llegada diferentes: los blandos van a los órganos de los sentidos, los duros a los músculos. De estos dos estados anatómicos resultan funciones diversas: lo que es blando se deja impresionar y siente, lo que es duro tiene fuerza y mueve. Al insertar los nervios sobre partes que tienen, respectivamente, sensaciones. o movimientos, la naturaleza «dio a las que debían estar dotadas de sensación todos los nervios blandos, y a las que debían gozar de movimientos voluntarios todos los nervios duros, y a las que debían poseer lo uno y lo otro las dos clases de nervios>.ª En efecto, hay órganos, como los ojos, los oídos y la lengua, que poseen las dos clases de nervios, «los blandos se insertan sobre la parte quia es el instrumento propio de la sensación, los duros van a los músculos; .. Entre los nervios duros salidos del encéfalo, ninguno desciende más abajo de. la cara; todos se distribuyen, ya sea en los músculos de la cara, como en aquéllos de los órganos de los sentidos. Las vísceras deben tener nervios blandos, porque ninguna de ellas está dotada de movimientos voluntarios; sólo requieren nervios para la sensación. Y por ello fue mejor enviarles nervios blandos>.' Para Galeno, el cerebro, formado por la parte más pura del semen, es el príncipe de las vísceras. Realiza brevemente la descripción de la configuración externa, se detiene en las circunvoluciones, pero no distingue la sustancia gris de la sustancia blanca. Destaca que cada uno de los dos hemisferios cerebrales es más grande que el cerebelo, y que existe una diferencia de estructura entre cerebro y cerebelo, y que éste no está formado por grandes circunvoluciones como aquél. cNo es -dice- de grandes circunvoluciones como el encéfalo que el parancéfalo está compuesto, sino de cuerpos numerosos, de cuerpos · muy pequeños, dispuestos de manera diversa que en el encéfalo; es de composición más variada que este último.> 11 Presta gran atención al apéndice vermiforme ( vermis inferior), al que hace desempeñar el papel de carcelero, y al ventrículo del cerebelo o cuarto ventrículo. Del

3. La psicofisiología galénica. - Galeno no separa la anatomía de la fisiología, puesto que no concibe un órgano sin función. Disecó toda su vida, dado que su idea original, revolucionaria, es que .un médico debe se1' disector, puesto que no puede fiarse de los libros antiguos, que están llenos de errores, y sólo debe conceder fe a los propios ojos, ~sea -dice- por lo que encontramos nosotros mismos o por lo que encuentra alguno de los que habitualmente trabaja con nosotros:.. Jamás disecó cuerpos humanos; por el contrario, lo hizo con tóda clase de mamíferos, aves, reptiles y peces. Galeno está convencido ·de que la


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cerebelo hace nacer la protuberancia; el bulbo, cuyo nombre no da, y la médula espinal. De este sistema ponto-b~J;>o-medular sal;n todos los nervios cerebrales y espinales, con excepc1on de los nervios olfativos, que se confunden con el cerebro, y los ner~ios 6pticos, ~u~, ?ice, «no son de hecho nervios». Galeno conoce los tuberculos cuadr1gemmos, a los que hace desempeñar papel análogo al del vermis, }ª glándula pineal ( conarium) y la hipófisis, que considera como un organ~ muy importante y para la protección del cual «l.a naturaleza no tomo, suficientes preC\auciones». Pero en r;alidad se mt;resa, por los ventr1culos cerebrales, pivotes de su anatomia y de su fisiologia cerebrales, reservorios y conductos del pneuma psíquico. Para él, com~. para sus predecesores, los ventrículos anteriores (ventrículos laterales de los modernos) comunican directamente con las fosas nasales por los meatos (poros o canales) de la mucosa nasal. Esos meatos no los pone en duda: «Si se toma -escribe- la mucosa pituitaria de un animal muerto, si se la extiende en todos los sentidos Y se 6 la observa a la luz del día, se descubren fácilmente esos me,atos.» Estos ventrículos anteriores desembocan en una cavidad comun, que es n~estro ve~trículo medio o tercer ventrículo. Ese ventr,iculo medio comunica, además, con la faringe por intermedio de dos canalículos. De la médula espinal, Galeno da una descripción muy sumaria. Y destaca que se adelgaza en la misma medida que desciende en el raquis, pero siendo más voluminosa al nivel de algunas vért:bras: sin decir~os al nivel de cuáles, pero sin duda se trata de las dilataciones cervical y lumbar. Para Galeno, la médula ocupa toda la altura de la columna vertebral, lo que es verdad en los animales, pero no en. el hombre, en el que aproximadamente ocupa las tres cuartas partes de esa altura. La descripción que hace de los nervios es más completa y más exacta que las del cerebro y de la médula espinal. Galeno, quien fuera el p~imero en señalar su disposición en pares simétricos, describe siete pares de nervios craneanos, y, lo que es singular, no considera al olfativo entre ellos, pues sería parte saliente del cerebro, bajo la forma de apófisis blanda, delgada y alargada. Esos siete pares c~~prenden, en realidad todos nuestros nervios craneanos con excepc1on de los motores oc~lares externos, de los que no se ocupa ni conoce,, ni de los patéticos, considerados como ligamentos que abrazan los t~berculos cuadrigéminos para impedir que se separen. Todos esos nervios nacen de la base del encéfalo, gracias a la previsión maternal de la naturaleza, que así procuró su seguridad. . Galeno conocía las meninges cerebrales, la duramadre Y la p1a· madre, y posiblemente ignoraba la existencia de la aracnoide, cuyo descubrimiento se suele atribuir a Varolio. Sin embargo, cexiste -escribe- un espacio entre el encéfalo y la duramadre>, lo que permite suponer que conocía el espacio subaracnoideo. Conocía muy bien las

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meninges espinales, que csemeján exactamente por el aspecto a las que abrazan circularmente al encéfalo». Describe . la piamadre cerebral como una membrana que abraza al cerebro subyacente, insinuándose en todas sus· anfractuosidades, y que se extiende con los vasos en la cavidad de los ventrículos, donde forma el plexus coroides. cSe pega -dice- a todas las arterias y venas del encéfalo, para que no se entrecrucen y entremezclen.> 7 De la duramadre cerebral señala su unión con los huesos del cráneo en algunos puntos solamente, sus prolongaciones (hoz del cerebro, tienda del cerebelo, etc.), que cree destinadas a impedir la compresión de los ventrículos ·cerebrales; sus repliegues, en los que encierra canales (nuestros senos), e insiste sobre su doble función: protectora del encéfalo en los trawnas del cráneo y aportadora de sangre venosa. Galeno es ante todo fisiólogo. Verdadero fundador de la fisiología experimental, se ocupó del estudio del movimiento voluntario y de la sensibilidad. Con repetidas experiencias demostró que el cerebro es el centro de esas dos funciones, y que la médula, que sale· del cerebro como una rama del tronco, recibe todas sus facultades; en cuanto a los nervios, únicamente· son un camino para la transmisión sensitiva y motora. Todo esto lo demuestra con experiencias que todavía hoy sorprenden por la habilidad y la técnica experimental desplegadas. En cuanto a la interpretación de esos fenómenos, la realiza por medio de la teoría del pneuma. Para él, el alma raz011.ante habita el cerebro,s percibe las sensaciones y ordena los movimientos por intermedio del pneuma psíquico o espíritu animal. Este pneuma o espíritu es un fluido sutil, un soplo que, sin confundirse con el aire, viene del aire. Es aspirado por los pulmones con la respiración, de donde pasa al corazón, gracias a una supuesta comunicación de los bronquiolos con algunos vasos (nuestras venas pulmonares), que lo llevan al ventrículo izquierdo, el cual lo elabora y transforma en P.neuma vital o espíritu vital. Este pneuma ya no es en realidad el pnewna puro y simple: es una mezcla de pneuma y de sangre pasada del ventrículo derecho al izquierdo por los portillos del tabique intraventricular.9 Con cada contracción, el ventrículo izquierdo, verdadero hogar del pneuma vital, lanza ese pneuma en la aorta y sus ramas, que los distribuyen en todas las partes del cuerpo, donde aporta la energía y la vida. En cuanto a la parte de espíritu vital que sube a las carótidas internas y a las arterias vertebrales, es distribuida en todo el encéfalo por intermedio del plexus reticulado, que comienza a elaborarlo y transformarlo en espíritu animal o pneu.ma psíquico. Si bien «el pneuma psíquico está encerrado en toda la sustancia del encéfalo y no solámente en los ventrículos», escribe Galeno, es sin embargo el de los ventrículos el que intervendrá en el mecanismo de la sensación y del movimiento voluntario. Esos ventrículos son a la vez el laboratorio encargado de 12


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depurarlo Y su reservorio. De los ventrículos anteriores, el espíritu' animal pasa al ventrículo medio, que a su vez lo depura, y de allí al', cuarto ventrículo. Para este último pasaje interviene el apéndice vermiforme o vermis inferior del cerebelo, ccarcelero del espíritu:>. En ' cuanto a los tubérculos cuadrigéminos, ejercerían, parece, sobre el acueducto de Silvio, una acción análoga a la del vermis. Llegado al cuarto ventrículo, el espíritu animal pasa a los nervios, para transmitir las órdenes motoras a los músculos y para recibir las impresiones sensitivo-sensoriales de los órganos de los sentidos. Y a la pregunta ¿cómo el alma razonante produce movimiento?, Galeno responde por intermedio del espíritu animal, del que los nervios duros o motores son los conductores. Este espíritu acciona los músculos, que se contraen. Esta explicación comprueba hechos, pero, es justo reconocerlo, no deja vislumbrar la esencia del movimiento voluntario. En cuanto a ¿cómo siente el alma razoliante?, lo hace siempre a través del espíritu animal, del que los nervios blandos o sensitivo-sensoriales son los conductores. Y aquí es necesario considerar cada caso en particular porque hay diferencias. «Todos los órganos de los sentidos -escribe Galeno- reciben ·del encéfalo el principio de la sensación. Pero entre ellos hay un~ diferencia específica, debida a la naturaleza de sus nervios y a las facultades sensitivas. En efecto, entre estas facultades, una juzga de los colores, otra de los sonidos otra de los olores, etc.» 1o De lo cual se sigue que los sentidos es~ cespecializados», Y se extiende en. largas explicaciones para demostrarlo, dedicando sobre todo extensas páginas a la función de los nervios ópticos, para terminar expresando sobre la visión consideraciones muy curiosas. El hecho de que los nervios sensitivos sean «especializados» significa que están llenos de pneumas diferentes y específicos: el nervio óptico, de pneuma luminoso; el auditivo, de pneuma sonoro; el olfativo, o más bien los ventrículos anteriores del cerebro, para Galeno órganos de la olfacción, de pneuma odorífico; los nervios linguales, de pneuma gustativo; los nervios cutáneos, de pneuma terroso. En los ojos, el pneuma luminoso entra en contacto con los rayos luminosos; en los oídos, el pneuma sonoro, con las ondas sonoras. Lo mismo ocurre, mutatis muta.ndis en los otros órganos .de los sentidos. Estas especies de contactos lumin~sos, auditivos, olfativos, gustativos o táctiles son transmitidos al ce,rebro por el nervio de cada sentido, y el cerebro entonces percibe, o sea ve, oye, etc. Por último, ¿cómo ocurre que el alma razonante piensa? Para Galeno, que adopta la doctrina de los viejos pensadores naturalistas griegos (vid. part. pr., cap I), sólo los sentidos dan conocimientos ver• daderos y desempeñan un papel exclusivo en la adquisición de las ideas. Pensar es sentir, repite Galeno siguiendo a Demócrito y, en cierta manera, a Aristóteles. A los dos pneumas, vital y psíquico, Galeno terminó finalmente por

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'agregar un tercero: el pneuma. físico, con lo cual quedan establecidas :.:tres fuerzas, que llama, respectivamente, psíquica, esfigmática y física. natural. La fuerza psíquica es la condición de la representación intelectual, de la memoria, del pensamiento; es la que comunica a los · nervios el poder de sentir, a los órganos motores la facultad de realizar movimientos. La fuerza esfigmática es la condición del coraje, de la cólera, de la fuerza de carácter, etc.; y por las arterias, de las que determina la pulsación, la condición del calor propio del organismo. La fuerza psíquica es la condición de los deseos sensuales y, por las venas, de la nutrición y formación de la sangre. De esta triple fuerza vital derivan tres grupos de funciones: 1) funciones animales, que se subdividen a su vez en a) fünciones principales (actividades espirituales) ·y b) funciones auxiliares (actividad de los sentidos y movimientos voluntarios); 11 2) funciones vita.les, que se subdividen en a) funciones principales (actividad del corazón) y b) funciones auxiliares (respiración y pulso); 3) funciones naturales, que se subdividen en a) funciones principales (nutrición y crecimiento del individuo) y b) funciones de la especie (funciones de la generación). La admisión de estas tres fuerzas o principios no presenta en Galeno carácter psicofisiológico, sino aspecto eminentemente clínico, de modo que no nos deten: dremos en mayores detalles salvo para destacar que lo aleja de un principio neurológico fundamental en nuestros días, y que el mismo Galeno habría entrevisto muchísimo antes que Gall, quien lo asentara a fines del siglo xvm: de las localizaciones cerebrales. Pero no olvidemos que Galeno fue clínico antes que anatomista y fisiólogo, y es a la clínica, en última instancia, a la que subordina sus ideas. En P.fecto, localiza el movimiento voluntario y la sensación en los ventrículos cerebrales; afirma que la pérdida del movimiento y de la sensación revela una lesión de esos ventrículos, y lo demuestra tanto lesionándolos directamente como comprimiendo esas cavidades. Sin duda, estas localizaciones no valen nada fisiológicamente, pero es el principio lo que interesa. Sin embargo, nunca pensó en localizar el pensamiento en las circunvoluciones cerebrales, a las que niega el papel que les concediera Erasístrato. «Cuando -escribe- Erasístrato pretende que el encéfalo es más complejo en el hombre que en los otros animales, porque éstos no poseen una inteligencia similar a la del hombre, no me parece que razone con certeza, puesto que incluso los asnos tienen un cerebro muy complicado, mientras que su carácter imbécil exigiría un encéfalo de hecho simple y siil variedad. Es mejor creer que la inteligencia resulta del buen temperamento del cuerpo encargado de pensar, sea cual fuere ese cuerpo, y no de la variedad de su composición. Me parece, en efecto, que es menos a la abundancia que a la cualidad del pneuma psíquico que se debe relacionar la perfección del pensamiento. Pero ahora, si no se pone freno a este discurso, se aplica

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a sujetos más altos de los que se propone, y se dejará arrastrar a digresiones. Sin embargo, cuidarse absolutamente de hablar de la sustancia del alma, cuando se explica la estructura del cuerpo que la encierra, es algo imposible; pero si esto es imposible, es posible alejarse rápidamente de un tema sobre el que no se debe insistir.> 12 En realidad, Galeno localiza el alma razonante en el pneuma de los ventrículos, especialniente del cuarto. cPara mí -afirma-, parece natural, razonando según los hechos evidentes que resaltan de la disección, que el alma residirá en el cuerpo del cerebro, por el cual se produce el razonamiento y se conserva el recuerdo de las imágenes sensibles. El primer órgano del alma para todas las funciones sensitivas y voluntarias es el pneuma de los ventrículos del cerebro y sobre todo del ventrículo posterior, que recibe al pneuma psíquico, elaborado por los ventrículos anteriores.> 1 8 Localiza sin precisar mucho, pero, como acotamos antes, lo que interesa desde el punto de vista hisiórico es el principio. Las funciones motrices, sensitivas e intelectuales las localiza en las partes anterior, media y posterior del cerebro, o, mejor dicho, en las cavidades correspondientes. Por último, y como consecuencia de su teoría del pneuma y de las localizaciones, concluye que el alma razonante es el temperamento del cerebro, como el alma valerosa es el del corazón, y el alma concupiscente, el del hígado. Galeno también llega a establecer los fundamentos de la psicoterapia, aspecto de la clínica que no es indiferente a los neurólogos y, sobre todo, a la psicología aplicada de hoy en día. En su TTatado de las pa.siooes del alma y sus errores,14 admite dos clases de pasiones: las que considera propias de los hombres sanos y las propias de los enfermos. De las primeras no se ocupa, pues las deja al arbitrio de los moralistas; las segundas las reclama con insistencia como campo de la medicina. Para curar a esos apasionados, Galeno acude a la razón. Les conseja alcanzar la serenidad; les impone una especie de tutor, pedagogo o censor al mismo tiempo, que deberán obedecer sin discusión, porque, aunque reconociendo que el consejo es mejor, resulta sin embargo insuficiente en la mayoría de los casos. En otro de sus libros, Que las costumbres del alma son la consecuencia del temperamento del cuerpo,15 encara el tratamiento del alma por el cuerpo. Hipócrates había realizado un admirable estudio de la acción de los climas sobre el alma; Galeno lo retoma y completa. A la acción de las aguas, de los aires y de los lugares, agrega la de la edad, del sexo, del régimen, etc., y crea un verdadero sistema, asentado sobre el principio de que el alma está modificada por todo lo que modifica el temperamento del cuerpo. Y en retomando su idea de que el alma razonante es el temperamento del cerebro, declara. que ésta, como las otras dos -la valerosa y la concupiscente- no es incorpórea, como , afirmaba Platón, porque para explicarlo habría que explicar ~do

que nadie pudo hacen, afirma- por qué desvaría en los delirios y alucinaciones. Para Galeno, la explicación es, por el contrario, muy simple: esa alma es una cualidad, una manera de ser, la forma, el temperamento del cerebro. Los idealistas, platónicqs o aristotélicos, le objetaban: si el alma razonante únicamente es el temperamento del cerebro, no es libre, y resulta buena o mala en virtud de causas extrañas que no dependen de ella; y, por consiguiente, las recompensas son inmerecidas, las penas odiosas o injustas. Galeno responde: «La libertad del agente no es necesaria para la justificación de las penas, incluso de la pena de muerte; la muerte de los malvados, fuera de ser ejemplo, afianza nuestra seguridad.> 16 Sobre los. puntos de vista de la psiquiatría y de la psicología, daba razón a la sociología, y el debate todavía está abierto en nuestros días.

JI. IRRUPCI,óN DEL PENSAMIENTO HEBRAICO l. Valor positivo de la latinidad. - El pensamiento griego no estaba unido con una idea universal que pudiera consolidarlo. Las conquistas mismas de Alejandro no dejaron de ser una expansión de la «polis:. y de su ideología; expansión grandiosa, sin duda, pero expansión al fin que no fusionaba creando si no adaptaba a nuevos medios lo ya creado. La vida griega se había modelado sobre la «polis», y muere con ella; en política, como en todos los aspectos de su mentalidad, los griegos, después de haber creado una civilización riquísima y original, no supieron preparar el pasaje a nuevas fqrmas de vida y del pensamiento, y quedaron amarrados por sus esquemas clásicos. Pocos años separan las conquistas de Alejandro de la ocupación de Grecia por los romanos, y bajo el dominio de Roma, en la medida que el conquistador adopta el pensamiento heleno, lo transforma. En verdad, los romanos no cambiaron la esencia del pensamiento griego: en filosofía y en ciencias fueron mediocres y dependientes, y la gran cultura que florece en el Imperio es fundamentalmente obra del helenismo, que al afianzarse en diversos lugares .al amparo de las legiones, se abre a la novedad y se mezcla como exigía el dominador. De aquí que la expansión romana haya sido más duradera que la griega, porque la sostiene la idea de la , universalidad: el derecho, la lex, es una forma universal para un con·~; tenido universal, fuerza activa del espíritu de Roma, qué vive de ese ': modo en todas las par.tes donde actúan sus leyes. Esta universalidad j' de la forma faltó a la cultura helena (vid. prim. part., cap. I, 1), que :;: vivía centrada en el particularismo y que todo lo creado lo creó a ,.


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imagen Y semejanza del mismo. La obra política de Grecia la coloni" ' se adapzac1on, no es otra cosa que el desarrollo del helenismo, aunque tara a circunstancias nuevas, en la medida con que la mentalidad de la «polis» concibe las cosas. La expansión rom~a, por el contrario es al mismo tiempo una apertura mental: Roma lo asimila todo; R~ma lo recibe, acepta y recrea todo con su mentalidad, siempre que caiga dentro de los cuadros de la lex, que ocupa el puesto de la ousúi griega, Y de este modo, como el derecho romano posee carácter universal, nada le es extraño. La latinidad, que había surgido como acción, supo entre las supersticiones del propio pueblo, las de los conquistados ; las más abstrusas sutilezas del filosofar helenístico y del conocimiento teológico oriental, encontrar la medietas necesaria para una acción amplia,· que podía encontrar prosélitos tanto en la plebe como en los pensadores. El helenismo, por el contrario, producto de la erudición embebido de misticismo, no conoce ni practica las astucias de la razó~ práctica, y pone en primer plano un pensamiento abstracto, pleno de simbolismo, que inevitablemente debía sucumbir en un conflicto de fuerza como el que existía entonces. Y entre las influencias que sufre el helenismo del mundo oriental la más característica e importante para el desarrollo histórico poste~ rior concierne al contacto con el pueblo judío y su cultura, contacto que, habiendo empezado en el siglo u a. C., será en un principio de oposición y de negación mutuas, para finalmente llegar al connubio por la acción catalizadora de Roma, que, conquistadora y dominadora de ambos pueblos, les aplica el principio de fusión que reclama su universalidad y cuya fecundidad habrá de revelarse posteriormente con el cristianismo, sincretismo heleno-judaico con formas romanas. En. esta lucha primero, aceptación mutua y fusión después, el aspecto más característico está dado por la peculiaridad mental de la nación hebraica, que, consciente de los valores de su tradición y orgullosa. de considerarse la elegida de Dios, difícilmente podía adaptarse al influjo de una cultura cuya superioridad negaba. Y en todos los aspectos de la síntesis que se opera bajo las apremiantes exigencias de la pax romana se observa que, en aceptando los principios helenísticos, está presente la constante tendencia de subordinar el elemento griego, superior, al elemento judaico, inferior. Esto se puede observar con toda claridad en la traducción griega de la Biblia, llamada de los Setenta,17 donde la apropiación de los motivos pasivos del helenismo se entrecruza con la aspiración nacionalista de los traductores, deseosos de «ilustrar» a los pensadores del área helenística-romana con la revelación de los tesoros de la tradición judaica. Esta f¿rma de conservación del pensamiento hebraico alcanza sus mejores frutos en la obra de Filón, que es importantísima tanto para la formación de la filosofía cristiana como de la neoplatónica.

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2. Filón de Alejandría., o el retorno a los mitos. - Filón nace miembro de la colonia judía de Alejandría, en el 30 ó 40 a. C. La fecha de su muerte es dudosa, pero se sabe que en su sesentena estuvo en Roma, en el año 40 d. C., como embajador de su ciudad, parte ya del Imperio romano, ante el emperador Calígula. La obra entera de Filón está centrada en la tarea de lograr una síntesis de la mentalidad griega y la oriental. Consciente del significado del helenismo, que conoce muy bien, como producto de la razón, y convencido del valor divino y superior de la tradición judaica, que es revelación directa de Dios y debe ser, por lo mismo, antepuesta a cualquier sabiduría, Filón concluye que ésta únicamente puede servir como comentario de la primera y que la griega es la sabiduría más adaptada para el caso. Se trata, naturalmente, de un momento histórico excepcional; el pensamiento griego, como agotado de especular sobre sí mismo, se revelaba incapaz de afrontar las contingencias de la dominación y, mucho menos, de insertarse como algo vital dentro del pragmatismo universalista de Roma; a su vez, el pueblo hebreo precisaba afirmarse dentro de la sociedad romana y, sin encontrar en la tradición latina de qué aferrarse, se preocupa por ubicarse dentro de la sociedad helenizante, que Roma tolera y al mismo tiempo admira. Demostrar que la tradición judaica es superior a la griega, aunque sus teorías deban mucho a los sistemas filosóficos de los helenos, será tarea que Filón emprende con singular perspicacia y como forma superior de lograr la aquiescencia y benevolencia del dominador. Su pensamiento asienta: en el último tema de la trascendencia griega: únicamente Dios es sabio, y el conocimiento humano es impotente para alcanzarlo, y la sobreinteligibilidad del divino es llevada más allá de la Idea suprema de la dialéctica platónica; en efecto, para Platón, si bien la Idea es apenas visible para el pensamiento humano (vid. prim. part., cap. III, I), se presenta todavía rica en determinaciones conceptuales, puesto que se identifica con el Bien Supremo. El Dios de Filón, por el contrario, está privado de cualquier cualidad (apoios) y de Él sólo se puede decir que es y no lo que es. Esta premisa es fundamental en la filosofía de Filón, todavía más importante que en el platonismo, porque está unida con el problema de la creación del mundo y, sobre todo, de la mediación necesaria para llenar el abismo entre la perfecta trascendencia divina y la imperfección de las cosas creadas, entre las que está el hombre. Según Filón, el pasaje de Dios al mundo está mediado por el logos: forma inteligible del real, a cuya imagen e imitación surge el mundo sensible. Esta idea del logos no es hebraica, y Filón la piensa sobre las huellas del demiurgo platónico (logos theíos) y de la razón seminal (logos spermatikós) de los estoicos, que sincretiza. Este concepto, que luego estará en la base de la especulación cristiana, presenta profundas implica-


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cienes antropológicas: por ser una esencia mediadora, el logos comparte lo divino y lo humano, o sea que es el Adam celestial, cuya esencia es idéntica al alma humana. De aquí que por su doble función, de pensamiento en sí, en el que están preconstituidas las razones ideales de las cosas, y de pensamiento expresado, que se traduce en acto en la creación, reciba dos denominaciones: "Logos endiáthetos y logos pTophorikós. Estos· conceptos en Filón todavía son nebulosos; el logos de su doctrina ecléctica es Dios y al mismo tiempo hombre, pero no el Dios que se hace hombre, como acaecerá en el cristianismo. Y las distintas transformaciones del logos, que dan origen a la cosmogonía de Filón, siguen el orden expuesto en la narración bíblica, a la que concede valor esotérico. El complejo de las obras más importantes de Filón,1s es un comentario metafísico de la Biblia, un injerto de Platón en las Sagradas· Escrituras. Como destaca De Ruggiero, «donde la Biblia habla con imágenes sensibles, él [Filón] está llevado a ver un significado escondido completamente ideab.19 Está de más decir que este sincretismo greco-judaico lleva a Filón a concebir al ser humano como compuesto por dos elementos heterogéneos, como son heterogéneos sus fuentes heurísticas: uno corpóreo y terrestre, inseparable de la sangre, que revela su carácter de physis con el sentido de los naturalistas griegos; el otro, soplo divino, sede de la voluntad y de la inteligencia, de la libertad, proveniente del Lagos endiáthetos, o, dicho de otra manera, derivación directa de Dios. · Es imposible obtener de los escritos de Filón una perspectiva clara y distinta del problema de la sensibilidad y del conocimiento; sus caracteres expresan fuertemente el misticismo oriental, en virtud de lo cual el hombre no extrae nada de su: fondo, sino que en él habita el espíritu divino, que vibra sin que lo quiera, como la cuerda de un instrumento musical. Su hombre es transhumano y se resuelve en el infinito del cual se origina. Con el éxtasis, la negación de lo finito, de la 1 materia, del mal, que realiza Filón, el hombre como naturaleza creada se esfuma. Sin duda, y desde un punto de vista aparentemente co- . rrecto porque es pragmático, la filosofía judaico-helenística de Filón. nada aporta a una antropología concreta y, por consiguiente, poco o nada significa para la historia de la psicología. Sin embargo, este plan- ... teamiento es simplista desde el punto de vista epistemológico; la tra- •· dición de Filón se continuó en Alejandría, y en ella abrevaron Clemente y Orígenes cuando iniciaron, filosóficamente conscientes de sus fuentes,· la patrística cristiana; y es a partir de Filón que Plotino inicia el neo- .·. platonismo. Filón significa un retorno a los mitos sobre el hombre que , los naturalistas griegos destruyeran y un enaltecimiento de la tradición religiosa; además, proclama con toda claridad la doble naturaleza humana que bajo la forma de dualismo psicofisiológico se mantendrá · hasta casi nuestros días en la psicología. Si Filón, de manera directa,

nada tiene que ver con la historia de la psicología, con su obra se «inicia el reino de la escolástica:.,20 y de siglos de lucha para devolver a la naturaleza humana su carácter de physis, que fuera el primero en quitarle abruptamente.

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III. LA CULMINACIÓN DEL NEOPLATONISMO l. La Escuela de ·AlejandTfa. - En el siglo m de la era cristiana · la tradición judaico-helenística de Filón gozaba todavía de grandísim~ prestigio. Alejandría, que bajo el dominio romano se había convertido en el Panteón de la sabiduría universal, no solamente mantenía el reinado de la filosofía ecléctica, sino que en ella florecían los estudios lite. rarios y filológicos, y se preparaba de alguna manera la descomposición ideológica y social del Imperio. En efecto, mientras el Imperio romano encerraba en la enorme extensión de sus fronteras un muy grande número de naciones ansiosas de romanizarse por completo, y presentaba la fachada de un conjunto tan poderoso y tan majestuoso que se lo podía identificar, por decirlo de alguna manera, con el universo el movimiento · de descomposición había comenzado en sus capas ~ás .. profundas, y fuera de las razones políticas, militares y socioeconómicas ·por todos conocidas y que hicieron estallar las estructuras políticas, ·estaba presente el trabajo profundo, lento pero perseverante, de ideologías religiosas orientales que penetraban hasta la misma UTbs y de : las cuales Alejandría representó uno de los principales focos d~ con.vergencia. Mientras que los partos disputaban a las legiones de Roma fa posesión material del Asia Anterior, se introducían en el Imperio ·dogmas sutiles que alcanzaban a los mismos patricios de Roma, que, seducidos por todas las novedades extrañas y pasados los tiempos de .Catón el Censor, si bien no . las aceptaban con convencimiento y fe, las consentían con displicencia o las discutían con bonhomía. No obstante, esas novedades extrañas tenían otras resonancias en las capas jas de la población, hablaban a los corazones de los esclavos y de la lebe, ávidos de cualquier doctrina que proclamase la justicia y la rearación. De este modo, la misma conquista romana había roto los cuadros de sus propias tradiciones y abría las puertas del pensamiento a las creencias monoteístas en la <;:ivilización mediterránea, de manera que un nuevo concepto del hombre se iba forjando desde abajo. Sin duda y por mucho tiempo se ha querido ver en este fenómeno la única uerza disgregadora de la sociedad romana;· que en gran parte fue así o cabe duda, pero, bien vistas las cosas, más que de pasiones religio-

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sas se trataba de aspiraciones nunca expresadas y siempre latentes del pueblo por el bienestar. 2 1 Por su parte, también desde lo alto se preparaba la irrupción de nuevas ideologías que, unitariamente, están representadas por lo que es costumbre denominar Escuela de Alejandría. Filón inicia la tarea pretendiendo poner la mentalidad griega al · servicio del judaísmo. Sigue la reacción del neoplatonismo, que pre- , tende salvar la filosofía griega de esa y cualquier otra absorción, y que, surgido en Alejandría, tendrá por sede los principales centros intelectuales del Impei'io: Éfeso, Pérgamo, Atenas y la propia Roma incluida. Las fases principales del desarrollo del neoplatonismo se compendian en tres momentos: la escuela de Alejandría con Plotino; la escuela · siríaca con Jámblico; la escuela de Atenas con Proclos. Pero sobre todos se impone el pensamiento de Plotino, del cual nos ocuparemos no solamente por su preeminencia filosófica, sino también por su importancia para una nueva concepción del hombre, que será, finalmente, aquella de la escolástica, puesto que toda la enseñanza de este filósofo tiende a sustraer al hombre de la realidad concreta, abriéndole un camino exclusivamente contemplativo y místico, que no se preocupa por la acción. No cabe duda de que la síntesis plotiniana está dentro del contexto de efervescencia irracional y mágica que, como vimos, inundaba al Imperio y que respondía a una necesidad generalizada de evasión y de contubernio con los mitos orientales, aunque en el fondo aspirara al. renacimiento de la filosofía griega. El fundador del neoplatonismo alejandrino es, en realidad, AMMONIO SACCAS, que vivió entre el 175 y el 242 d. C. Hijo de padres cristianos, se consagró a la enseñanza oral, sin haber dejado nada escrito. Porfirio, en su Vida de Plotino, 22 nos presenta a Ammonio como inspirado por un eclecticismo iluminado que procuraba salvar lo más vital que ofrecieran las filosofías anteriores. Su eclecticismo tiene por fuentes principales las doctrinas de Platón y de Aristóteles, en especial del primero, cuya psicología adopta y defiende de las críticas del estagirita. En su escuela hubo notables disputas, y una que diera lugar a una seria divergencia especulativa concierne a un problema que hoy consideraríamos de psicología: si los inteligibles están en la mente o fuera de la mente. Unos, atrincherados en el platonismo, separan la idea de la inteligencia; otros, con Plotino a la cabeza, dan un gran salto e intuyen la realidad plena del pensamiento. 2. Plotino o .la insuficiencia del acto mental. -PLOTINO nac10 en Licópoli, Egipto, al principio del siglo m. De su juventud sabemos muy poco, fuera de que a partir de los 18 años se entregó por entero al estudio de la filosofía. Había escuchado a los maestros más renombrados de entonces que enseñaban en Alejandría, sin que pudiera encontrar ninguno a la altura de sus exigencias hasta que tropezó con Ammonio.

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Su biógrafo, Porfirio,23 nos cuenta que, apenas lo oyó, comprendiendo todo su valor, exclamó: «jÉste es mi hombre!:P, y frecuentó su escuela . durante once años, hasta la muerte del maestro. A la edad de 40 años encontramos a Plotino en Roma, donde funda una escuela cuyo renombre llega a ser tal que incluso atrae a un emperador, Galiano. La amistad que le brinda el augusto discípulo hace concebir al apasionado platónico que era Plotino la idea de fundar en la Campania una ciudad: Platonópolis, según el modelo de la República, iniciativa que no llegó ni siquiera a cuajar en proyectos, porque el emperador, realista al fin, desoyó al filósofo. Las enseñanzas de Plotino, como recuerda Porfirio en la vida del maestro, trataban en gran parte sobre las doctrinas de Platón y de Aristóteles, pero sobre todo de su maestro dilecto, Ammonio, fue de donde sacó la inspiración de la gran síntesis histórica de las doctrinas del pasado y que constituye el aspecto enteramente nuevo de su filosofía. Después de haber enseñado durante veinticuatro años, se retiró a Campania, donde murió un año después, en el 289 d. C. Sus escritos, de publicación póstuma, fueron reunidos por Porfirio, quien los recogió en seis grupos de nueve cada uno, y les dio, por lo mismo, el nombre de Enneadas.2 4 El orden del agrupamiento es bastante sistemático: la primera Enneada trata del hombre; la segunda, de la física; la tercera, del cosmos; la cuarta, del alma; la quinta, del pensamiento, y la sexta, del uno. De todas, las más importantes son las dos últimas y en cuya profundidad se revela el genio del autor. El neoplatonismo de Plotino es un platonismo superior; su síntesis, que no conoce ·intereses nacionalistas o teológicos extraños, como en Filón, incluye y absorbe las exigencias más vitales del pensamiento aristotélico. En partiendo, metodológicamente hablando, de la crítica de Aristóteles a la dia:éctica de Platón, en la que condensa la exigencia de un saber activo, en el cual lo que se conoce es lo que es conocido, o sea que la inteligencia y la cosa, la verdad y el hecho, resultan uno. Para llegar a esto, o sea a lo que considera como exigencia insoslayable que expresa el valor eterno del principio socrático, el significado pleno del «Conócete a ti mismo», Plotino hace una rápida reseña de las diversas facultades que la psicología le ofrece, para ver cuál de ellas satisface su finalidad. Encuentra que la sensación tiene su objeto fuera de sí misma; lo que brinda es simplemente una imagen, una apariencia, que puede originar una «Opinión» pero no una verdadera «Ciencia». La imaginación, por su parte, sólo es un medio entre el sentido y el intelecto, que lleva la impresión sensible bajo la forma del recuerdo. Por consiguiente, para Plotino, hay una dualidad sensible, aunque atenuada, que corta la posibilidad de una verdadera compenetración de pensamiento y sensibilidad. En el razonamiento, el alma alcanza a .los objetos pero se pierde, pues en tal caso discurre en el exterior y en la pluralidad y no cumple la función de conocerse a


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sí misma, pues se conoce conociendo el conjunto de las cosas, únicamente en el peru:amiento. Pero aquí todavía Plotino establece otra distinción entre razón y pensamiento o inteligencia (nou.s). Entiende que la razón es un atributo esencialmente humano; expresión adecuada del alma humana. Por el contrario, la inteligencia es una actividad de conjunto que es y no es nuestra; es nuestra en la medida que participamos de la misma, no es nuestra porque únicamente participamos, con lo cual reconocemos su valor extraordinario con respecto a nosotros.% La razón humana piensa y en ella está la verdad porque se comunica con la ley divina del pensamiento; sin embargo, no alcanza directamente al objeto, sino sólo por la mediación de un principio que la trasciende. La razón no llega a conocerse -como razón: solamente el pensamiento alcanza autonomía plena y suficiente. Pero todavía el alma está demasiado unida a la pluralidad sensible y a la subjetividad empírica, para que pueda considerar al pensamiento como exclusivamente propio. El alma no posee la necesidad que pertenece al pensamiento, sino la fuerza meramente subjetiva que le había reconocido Gorgias: la persuasión.26 De este modo, hay una hipóstasis del alma y pensamiento en dos principios distintos, el primero de los cuales está contenido en el otro, pero que no lo contiene a su vez, por lo que no recibe la luz intelectual. De este examen de las facultades, Plotino concluye que únicamente el pensamiento satisface la exigencia socrática del «conócete a ti mismo>, porque en él quien conoce y lo conocido, la verdad y el hecho, son una y misma cosa, y no con el simple significado estático de que ambos términos se adaptan como una parte a otra, sino con el sentido de que la síntesis mental es, al mismo tiempo, síntesis en el pensamiento y en el ser. El universo es, así, todo pensamiento y- ente, dualidad que es unidad: «el pensamiento en cuanto entiende, el ser en cuanto es entendido:..27 Pero al mismo tiempo representa una unidad que es alteridad; si se le quita esta última, el pensamiento desaparece: queda clavado, fijo e inmutable en un solo punto y se agota y desvanece en la nada. Por ello, al pensamiento le es necesario ser mucho para poder ser uno; la inteligencia sólo se alcanza a sí misma en la alteridad de este ritmo del más y del uno, sin el cual no sería más que una especie de tacto (epaphe).28 La simplicidad de la naturaleza de la inteligencia y la autonomía de su ser no están sacudidos por esa escisión interna; muy por el contrario, es a través de la misma que la mente se posee, poseyendo en sí a todo el real. Y en este momento, cuando posee a todo el ser, el pensamiento ya no necesita cambiarse y peregrinar en de la realidad, sino que la tiene en sí mismo, cen la eternidad de presente inmutable que excluye a cualquier pasado y a cualquier futuro:..29 Y ésta es la verdad eterna, que no era y no será, sino que simple y absolutamente es, siendo estable porque no cambia en el

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.i'':, futuro, ni cambió en el pasado, o sea que no transcurre en las vicisi-

:i tudes del tiempo. Por ello es «vida autónoma, total y plena>.ªº El ;;(: carácter inmediato de esta posesión sugiere que para Plotino la verda~)i _dera naturaleza de la mente no es de ser discursiva, sino intuitiva, ' siendo por lo mismo la sede permanente de la verdad y de las cosas. ,;{ Entender es un todo con el vivir,31 y la verdad no se adecúa al otro, ~!' sino a sí misma, de manera que su decir no diverge del ser, porque lo '~ que existe es lo que también dice. · "i Por poco que se profundice en el análisis plotiniano del cono.:! cimiento y de los modos del conocer, se descubre que la mente no está ·1;: tratada como facultad, como potencia que progresa de la amencia a la ·· inteligencia, de la ignorancia al conocimiento, sino que la considera _;: . en acto perpetuo e inteligente.32 Posee el valor de actividad, de vida, ' L y no es concebible una actividad que no actúe y una vida que no viva. ,~, Connatural de la mente .es, pues, el actuar, o sea el saber: no fue pri·'.! mero la mente y después el saber, sino que cel saber es compañero de ::)"la mente porque manan juntoS>.aa De aquí que el pensamiento siempre ' .; conozca y jamás olvide. El intelecto no está separado del inteligible, 1 f puesto que el intelecto, al pensar, se entiende a sí mismo sin requerir ,: de un inteligible fuera de la inteligencia, porque el inteligible es la ;~: inteligencia misma. Sin duda, la teoría del pensamiento de Plotino se :: nos presenta como un reposo supremo; como en Aristóteles, .es una :;; tranquila y reposada contemplación. Pero a pesar de este quietismo, ,e;. del pensamiento que no ve por medio· de otro, sino por sí, sin salir ¡:i;.Juera de sí mismo, se destaca la autonomía del pensamiento. Ningún 1 f] pensador de la antigüedad tuvo como Plotino una concepción tan viva .:\ de la autonomía del pensamiento: reposa sobre sí mismo, no se le ¡: puede ubicar en ningÚn lugar, y por esto, por no tener lugar donde ;!;.estar presente, cestá en todo y en todos>.34 El pensamiento sólo vive 1:l. su verdadera y plena vida extrañándose del mundo, en una esfera supramundana, pero el mundo que le está subyacente tiene urgencias . ,f·_ que embisten al supramundo .del pensamiento y que escapan a la efica;· cia del acto mental, que es perfección ascética. De aquí que Plotino ~'deba llegar a la desconcertante solución, dentro de su sistema, de que el ';,: pensamiento resulta insuficiente y deba acudir a la inteligencia, que ' es posterior a la cosa entendida: la inteligencia de la justicia, por ·. ejemplo, a la misma justicia. Y bien, este sorprendente paso atrás, este ':,reconocimiento de la insuficiencia del acto mental, ¿cómo se concilia ;:i:·con el principio de que el conocer es idéntico con el conocido? La solu··,.ci6n es grave para Plotino, porque representa una verdadera caída del ,\)'principio que con tanto esfuerzo levantara y .cuyo valor fesulta limi:; tado en el sentido de que la ciencia no es propiamente idéntica con la 1 :, cosa, ni la razón comtemplante con las cosas contempladas, sino que ''-las cosas, en el mundo inteligible, sólo son intelecto y ciencia, o sea 1• -

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que las cosas mismas (inteligibles) hacen de modo que la ciencia no les sea diversa. La inteligencia del movimiento no crea al movimiento, sino que, por el contrario, el movimiento hace la inteligencia, por lo cual el acto mismo se concibe como movimiento e inteligencia. De este modo, y en última instancia, es el objeto sensible el que crea la inteligencia, y su inteligibilidad existe de por sí, en virtud de la definición misma que hace un inteligible segregrándolo de la materia.s5 Estas divergencias y oscilaciones del pensamiento de Plotino nos recuerdan, en cierta manera, las divergencias y oscilaciones de la psicología de nuestros días acerca del carácter innato o adquirido, en el niño, de las categorías esenciales del conocimiento. En leyendo a Piaget, por ejemplo, hay momentos en que reencontramos la incertidumbre plotiniana frente al idealismo y al realismo biológicos,36 al idealismo platónico y al realismo aristotélico en el caso del filósofo alejandrino. El esfuerzo de Plotino para no caer 'en un puro platonismo en lo referente a la eficiencia del acto mental, lo arrastra a la destrucción de sus premisas de la inteligibilidad de la inteligencia, y lo lleva a apelar al alma como último de los principios inteligibles y forma mediadora eterna entre el mundo superior y la realidad sensible. Y 'por este camino, aunque diverso al de Filón tanto por las características como por la intención, Plotinio recae en los mitos antiguos, aceptando la concepción órfica del alma como esenc;ia precipitada de los reinos de la felicidad a la tierra. Y como esa alma conserva el recuerdo y una vaga nostalgia de sus orígenes, se encuentra en el cuerpo como en una tumba. La biografía que Porfirio consagrara a su maestro comienza así: «Plotino, el filósofo que vivió hasta nuestros días, parecía tener vergüenza de estar en un cuerpo.:. 37 Emile Bréhier, uno de nuestros contemporáneos que con mayor agudeza estudiara el neoplatonismo, resume así los caracteres esenciales del «animismo:. plotiniano: cEsta física espiritualista está en la oposición más radical que se pueda concebir en relación con cualquier física inspirada en el mecanicismo. No considerar jamás las partes como los verdaderos elementos del todo, sino como productos del todo; considerar, por consiguiente, la idea o la producción del todo como más real que las partes mismas: he aquí cuáles son sus principios. Y éstos terminan por establecer entre las partes del universo relaciones de naturaleza puramente espiritual¡ de donde el mundo sensible se vuelve transparente para el espíritu, y las fuerzas que lo animan pueden entrar en la gran corriente de la vida espiritual.:. 88

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NOTAS l. Galenus, Opera Omnia, edic. Kiihn, Lipsia, 1821-1833. De las ediciones modernas de las obras de Galeno es la mejor; trae página por página y frente . a frente el texto griego y el latino. La edición publicada por Daremberg, París, 1854-1856, contiene una excelente traducción francesa de los escritos ana: tómicos y fisiológicos. En español, aunque incompleta y ;poco fiel, Obras, edic. Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 1947. Citamos por la edición Kühn. 2. En la ,terminología de Galeno, encéfalo significa cerebro, y parencéfalo cerebelo. Hab1a propuesto, para designar al cerebro, la palabra scindapsus que no tuvo éxito. ' 3. Opera Omnia, Loe. cit. 4. Ibídem. 5. Ibídem. 6. Ibídem. 7. Ibídem. 8. Galeno adopta la teoría de Platón sobre la existencia de tres almas se, paradas, que habitan en tres órganos diferentes. (Vid. Part. pr., cap. III, 3.) 9. Para Galeno, el corazón consta sólo de dos cavidades: el ventrículo izquierdo y el derecho, separados por un tabique. 10. Opera Omnia, Loe. cit. 11. Galeno rechazaba la teoría del sensorium commune, y solamente admitía sensoriums propios. A las funciones sensitivas corresponden las facultades de los cinco sentidos; a las funciones motrices, la motilidad solamente; a las funciones intelectuales, la imaginación, la memoría y la razón. 12. Opera omnia, Loe. cit. 13. Ibídem. 14. Ibídem. 15. Ibídem. 16. Ibídem. 17. Se trata de la traducción griega que para el Pentateuco hicieron los Setenta Intérpretes, y para los restantes libros del Antiguo Testamento autores desconocidos. · , ' ~8_. «De opificio mendi», «Legum allegoriarum», «Quod Deus sit immutabilis». etcétera, ed. Cohen-Wendland, Berlin, 1896. En francés: AUégories des Saintes Lois, edic. Bréhier, París, 1908. 19•• Guido De Ruggiero, «La filosofia greca», en Storia della filosofia, vol. ll, Loe. c1t. 20. Cf. Edouard Herriot, Philon le Juif, essai sur l'école ;uive de Ale.randrie París, 1898. ' 21. Cf. Elíseo Reclus, Et hombre v la Tierra, tomo III, Barcelona, 1907. 22. Porfirio, Vita Plotini, Edic. Plotiniana, París, 1855. 23. Vita Plotini, Loe. cit. 24. Enneadas, texto griego y latino, edic. Creuzer y Moser, París, 1855. Ennéades, trad. Bréhier, Col. Budé, Paris, 1924-1931. 25. Enneadas, Loe. cit. 26. Ibídem. 27. Ibídem. 28. Ibídem. 29. Ibídem. 30. Ibídem. 31. Ibídem.


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32. Ibídem. 33. Ibídem. 34. Ibídem. 35. Ibídem. 36. Cf. Jean Piaget, Bio!ogie et Connaissance, Paris, 1967. 37. Porfirio, Vita P!otini, Loe. cit. 38. Jf:mile Bréhier, «La philosophie de Plotin>, en Revue des cours et conférmces, Paris, 1922.

PARTE TERCERA LA RUINA DEL MUNDO ANTIGUO Y EL DOMINIO

DEL PENSAMIENTO TEOLóGICO

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CAPÍTULO 1

LA BúSQUEDA DE UNA CIENCIA SUPERIOR l. El fin del Imperio romano y el concepto cristiano de hombre. Ernest Renan afirmó que cvale más el soldado que el sacerdote, porque el soldado no tiene ninguna pretensión metafísica>,1 y el contexto de esta frase nos explica que la opresión ejercida en nombre de un principio espiritual es la más dura, puesto que el tirano laico se contenta con el homenaje del cuerpo, en tanto que la comunidad con fuerza para imponer sus ideas es el peor de los flagelos. Sin duda, en la historia las formas son muy poca cosa y es el contenido lo que interesa anaUzar, y por ello en el mundo romano, aparentemente sólido pero continuamente sacudido por el impacto de nuevas conquistas y guerras, con fronteras siempre en estado de alerta, con un ejército que cuanto mayor era el peligro más aumentaba sus filas con la incorporación de «bárbaros»,, sorprende tanto la perdurabilidad de las formas, el largo tiempo que esas legiones de extranjeros permanecieron fieles al ideal de Roma, como la lenta transformación de los espíritus por obra de la disolución intelectual que se cumple por vía del idealismo que exaltan e imponen las escuelas filosóficas nacidas, sobre tOdo, del eclecticismo alejandrino. La crevolución» idealista en Roma se traducirá por la destrucción de las enormes .fuerzas del Imperio, por su desmembramiento, porque los manipuladores de quintaesencias intelectúales se revelarán tan incapaces de dirigir la marcha de los acontecimientos como los invasores bárbaros de utilizar la civilización greco-romana. En efecto, el pensamiento griego había reducido el hombre a un hecho de naturaleza; la destrucción de los antiguos mitos, que culminara con la negación de los dioses por Epicuro, 2 afirmaba el pesimismo natural fervorosamente entregado a la vida que animara la parte, tal vez más sólida, del pensamiento helénico. El hombre es naturaleza al mismo título que la tierra y sus criaturas, y si la «tierra entera -dice Epicuro-- vive en fatigas y para la fatiga es su mayor capacidad>, ¿qué otro camino cabe a los humanos que miden la distancia entre el término de su aspiración y lo que de hecho obtienen? Si fuese lícito expresar con una frase la actitud del griego frente a la vida, diríamos


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que la contempla exento de ilusión. Roma comparte este naturalismo diable, Y es indiferente a cualquier forma política porque dependen de y su pesimismo intrínseco, y tampoco se preocupa tanto por la creación ~ ciudad o de la ley. Del estado no se preocup~ y lucha sólo por la como por la creatura y sus limitaciones. Con visión pragmática ve lo libertad de cumplir su misión sobrenatural. humano tal cual se presenta y, sin pretender hurgar entre las bambaA~í, ~entras que la i?eología griega asentaba sobre el concepto linas de la creación, sin conceder trascendencia a los dioses y a sus de ~1enc1a, que se traducia en el mund? de la inteligencia por una creaciones, elabora con el derecho su teoría del hombre. Sin grandes , teor1a del c9nocimiento, en tanto que la ·'ideología romana se afirmaba . ..r" complicaciones metafísicas, sin un contexto teológico firme y cuidaen. la praxis del derecho, que es práctica regularizada de la existencia dosamente entretejido, el derecho romano determina al hombre según humana, la ideología cristiana aparece en medio de la ruina del mundo la lex. Lo humano se mide por lo extrínseco y se determina por las antiguo como búsqueda de un saber personal superior a la ciencia formas, y su universalidad está dada por la· universalidad de la ley. superior a la ley, y que es la comunicación individual con principio~ Pero la ley no .da directamente el bienestar. El bienestar, el placer, que son inaccesibles a los razonamientos materialistas; La profunda las emociones dulces de la célite> romana de la decadencia se procura disolución del pensamiento antiguo proviene, innegablemente, del afira cualquier precio, cosas que el patricio apartado ya de las tradiciones marse de ese individualismo de origen oriental y de realización crisconsidera como finalidad inmediata del esfuerzo, se logran sobre la ti.ana. Después de la ruina del mundo antiguo, sin la presión de la seguridad y el bienestar de la colectividad. El bienestar de las tenden• ciudad y de la ley, nada queda en el fondo de la ideología pagana que cias aristocráticas, en tanto que fenómeno social, actúa de manera incepueda subsistir y se trata entonces de reconstruir. Ésta es la tarea asusante como disgregador de la colectividad; y no es ese bienestar el mida por el movimiento cristiano: el santo de la nueva religión reemque busca el pueblo, bienestar que el derecho no asegura ni las cirplazará al ciudadano de la «polis», sustituirá al legislador de la cUrbs>. cunstancias le permiten, sino que aspira a un. bienestar que le perteLos antiguos habían descubierto que los actos humanos, fuera del nezca en propiedad y que le sea entregado no como gracia persona~ agente que los provoca, y considerados racionalmente, son todos comcomo privilegio al que puede aspirar, sino como realidad concreta de parables desde el punto de vista de la naturaleza, porque cada uno de una vida individual mejor. Y esto significó, en el mundo antiguo, el ellos depende de fenómenos naturales que están más allá del propósito nacimiento· de un nuevo fenómeno: el individualismo. Grecia y Roma o esfuerzo personal. De esta manera, la naturaleza humana se identihabían conocido, respectivamente,. el personalismo de la cpolis> y el fica con la naturaleza de las cosas, y el hombre, incluso su espíritu, 'l!Uliversalismo de la dex>, pero en sus estructuras sociales, culturales, era naturaleza. El dualismo de alma y cuerpo es un desconocido para en sus ideologías, para decirlo con una expresión moderna, no tenía la filosofía antigua; será con Plotino, sobre la huella de la reafircabida el individualismo, que será elemento nuevo, introducido por el mación de los mitos judaicos con Filón (vid. part. seg., caps. I, IV y V), cristianismo. San Agustín, como obispo de Hipona, podrá escribir en que se instaurará. Y en Filón y en Plotino están los principios que La ciudad de Dios: c¡Qué importa bajo cuál amo vive el hombre que despi.:és, los doctori;s cristianos, que no pueden colocarse en el punto debe morir, con tal que ese amo no lo obligue a nada que sea contrade vista de los filosofos greco-romanos, desarrollarán ·dejando comrio a la piedad y a la justicia! a Y esta conclusión, como apunta con pletamente. de lado el problema social de la cuestión. Las teorías sobre sagacidad George Sorel,4 ¿no es inevitablemente la que debía abrir el la gracia, sob~e la salvación por las obras, sobre la penitencia, llevarán camino del escepticismo en un Imperio agitado por facciones? Con esta de manera directa y sin escap~toria a la consideración de cada indifórmula, que San Agustín concreta en palabras pero que ya estaba en viduo como unidad aislada, únicamente responsable frente a un juez el espíritu de los orígenes del cristianismo, la nueva religion que se divino e inapelable. El concepto de naturaleza humana del mundo antiextiende rápidamente por el Imperio romano presenta al mundo la guo se afirmaba en la idea de una definición racional del hombre· la clara conciencia de ·la situación creada por su propia evolución: no irrupción del cristianismo reemplaza lo natural por el espíritu y excl~ye existe más la ciudad, no existe más la ley, una nueva época puede la racionalidad en la consideración de lo humano, porque sin mucho comenzar. Y esa nueva época es la Edad Media, en la que bajo el esfuerzo consigue compenetrarse del amor de Dios, y sentirse respondominio ideológico de la teología cristiana y del brazo armado de los " ; sable, sobre la tierra, de un mundo que gradualmente se vuelve una bárbaros, el alma y las aspiraciones de los. hombres deben estar ende.;. · ~ sociedad de rufianes, de prostitutas y de pederastas.5 , rezadas hacia la patria celestial, única patria verdadera, que desdeña ..ne todos modos, el trabajo de selección de la nueva élite» religiosa tanto la ciudad como la ley terrestres. El pensador cristiano de los dmgente, el trabajo de disolución y de resolución de las antiguas noprimeros tiempos abandona el mundo a su miseria esencial, irremeciones sociales, no terminó en la anarquía pura. Se puede decir, por


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el contrario, que la humanidad está en camino de reconstruir su ·· cuerpo y que se apresta a entrar en un largo terreno individualista . ~l regido por la ley divina, interregno que va desde la disolución del f mundo antiguo' hasta nuestros días: el individualismo cristiano pri- t mero, el individualismo burgués después, y en los cuales, poco 0 mu- ·': cho, las ideologías de la Iglesia y del Estado asentarán sus principios. La nueva ¡mtoridad social estará, pues, constituida por el agrupami~to de fieles, agrupaµliento que en sus orígenes constituirá una especie de comuna obrera, de la cual, posteriormente, saldrán los monasterios y : ,:· las guildas medievales. Evidentemente, esas comunas apenas son un,/~.. bosquejo, una anticipación, pero de ellas derivarán, de una manera o ::j;· de otra, primero los municipios, después los estados modernos. Es di- ;! fícil ver en esto un puro movimiento de disolución social, a menos de considerar las formas grecorromanas como el ne varietur de la civilización occidental. Las nociones antiguas están atacadas pero con un ' ' destructiva, espll'itu completamente nuevo; no se propone una crítica que puede solamente llevar a la anarquía, como en el comienzo: ahora se combate edificando, construyendo la Ciudad de Dios en la tierra, con las estructuras del Imperio, hasta llegar a edificar la Chidad del Cielo, calcando las jerarquías mundanas. Así nace la Iglesia que no quiere caer bajo un yugo cualquiera, que desprecia las teorfas de la lógica naturalista, que construye su propio cuerpo y se levanta, de este modo, contra la. antigua organización o, mejor dicho, contra lo que de ella sobrevive. Y esto porque ha creado, de hecho, dos fuerzas que le so~ propias: la pietas como clemencia que es amor en Dios, que permite cualquier sujeción terrena si no traba la salvación, y augura la rebeli~n del espíritu sin ensayar disolver las fuerzas del estado; y la condición humana asentada. sobre el espíritu y con desprecio absoluto del cuerpo. Plotino, que sentía al propio cuerpo como cárcel del alma (vid. part. seg., caps. I, V, 1), está así presente en cada individuo del mundo cristiano. El escepticismo de los antiguos es la· idea más furiosamente combatida, porque el nuevo orden comprende que cualquier período escéptico prepara su propia ruina al exaltar los goces. La austeridad de la carl~e representa el triunfo del espíritu, del alma que clama por Dios, y esta icko!ogb, que la Edad Media representará de todas las maneras posibles y defenderá con degüellos, es la imagen de un nuevo hombre y el núcleo de una nueva antropología. El racionalisrr.o antiguo, profundamente combatido por la especulación alejandrina, deja el puesto a un espiritualismo exaltado; la exigencia científica de la racionalidad cede frente a la fe liberada en alas de una imaginación sin freno. De w1 solo golpe se pasa del óbjetivismo al subjetivismo, pero no al subjetivismo idealista de un Platón, al racionalista de un Anaxágoras, sino al subjetivismo de un individuo que se siente de alguna manera encamación de Dios sobre la tierra y cuyos 11

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lazos con lo divino trascienden cualquier posibilidad de la materia. De este modo comie.aza para la humanidad el gran drama que· encarnó . el cristianismo y que, iniciándose con los tiempos apostólicos, se sigue con el catolicismo griego, el romano, para desemboc.ar finalmente en el protestantismo alemán, y siempre detrás . de un sentido inédito de la vida moral, la certidumbre de un renaciniiento espiritual que desprende del yugo de las pasiones carnales y terrenas. No se trata, por supuesto, de que exageremos la importancia de las ideas de este tipo, porque es evidente que en tomo de ellas se estructura la nueva concepción del hombre. En efecto, y como señalara George Sorel,6 cla idea de la muerte de una clase se traduce en cada uno de sus miembros por el terror de la muerte personal>. La aristocracia romana del siglo rv únicamente piensa en santificarse; paganos y cristianos compiten en actos de expiación y de purificación, y cada uno según sus cultos se prepara ardiente y desesperadamente para una desaparición que confunde la destrucción de las formas sociales con la muerte personal. En ese momento, el cristiano gana como nunca prosélitos en la aristocracia que ve hundirse su mundo, y la causa de esa catequización no se la puede achacar a oportunismo, sino al hecho de que el cristianismo se mostraba superior en la <¡preparación para una buena muerte», por su mayor número de recursos de piedad, que la magia romana, burda y de visible charlatanismo. Y esto lo ilustra muy bien el análisis de la conversión de Constantino hecho que Gaston Boissier destacara con toda claridad: ' cLa dureza con' que trató al aruspicianismo y la magia prueba que sentía gran miedp ... Constantino después de su conversión no retornó al paganismo; pero, convertido o no, fue siempre supersticioso», porque el emperador creía haber descubierto, por su experiencia personal, una magia superior a la de los paganos. Esta interpretación mágica de los ritos y sacramentos, ese ritualismo csupersticioso> contra el que luchara toda su vida San Juan Crisóstomo,1 quien, sin embargo, llega hasta admitir que los adivinos pueden decir la verdad, explica por qué en la conciencia de la gente la idea del chombre celestiah encontraba amplia acogida; por ello el pagano Zózimo no se equivocaba cuando atribuía la conversión de Constantino al deseo de purificarse que lo ahogaba después de la muerte de su mujer y de su hijo. Es seguro que el emperador era cristiano antes de esa fecha, pero el celo por su nueva religión se acentuó en grado extremo después que cometió esos crímenes. Y fue sin duda de ese modo que comenzó a surgir uno de los elementos que plasmará la figura del nuevo hombre: la pérdida de la respetabilidad. Entre los antiguos, la respetabilidad había desempeñado gran papel, sobre todo en Roma. Las farsas de los césares escandalizaban a los filósofos y divertían al pueblo, pero para todos, la falta de respetabilidad era un delito. Tanto es así que los príncipes orientales tributa-


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rios carecían de respetabilidad a los ojos de los :romanos, que, por ejemplo, bien se lo hicieron sentir a Berenice.s La respetabilidad, que también desempeñó gran papel en Grecia, afirmaba la condición humana en su carácter de naturaleza. Por ello, el cristianismo comenzará, sobre todo con los nústicos, por despreciar el Tespeto human.o y dar al drama en que actúa el penitente el aspecto de protesta contra la tradición de la respetabilidad que naturaliza al hombre, y así se han desarrollado cultos tan singulares como el de San Labro, que incluso llegó a renacer a principios de nuestro siglo en Francia; en efecto, la n~gación de la respetabilidad es la única explicación para que gente educada y de mundo se entusiasmasen hasta el delirio con un peregrino verminoso y gustaran hacerlo representar con piojos sobre el cuerpo. No debemos olvidar al respecto que los primeros cristianos descubrieron que no había diferencia sustancial entre el curso de los sentimientos que corresponden al amor divino y al anior humano, lo cual inevitablemente desembocó por dos caminos: uno en la negación de la sensibilidad, lo cual implica la negación del conocimiento empírico; otro por la introducción en la práctica nústica de todas las aberraciones eróticas. Y ambas corrientes confluyen en un solo fin: la acentuación de los rasgos divinos en la naturaleza humana y la negación de su validez corpórea y carnal. Estas dos corrientes, una intelectual, la otra práctica, están en la base de un sentimiento que, desarrollándose e intelectualizándose, se convertirá en el cdeseo del sacrificio>, y resaltará una corrección capital que Israel aportó al cuadro de la civilización greco-romana: la preocupación por el débil, el reclamo obstinado por la justicia individual. Por supuesto, el pensamiento cristiano no anuló de golpe al pagano. Si bien es verdad que algunos de los primitivos cristianos procuraron desmentir por principio todo lo creado por el mundo griego y romano en el campo del saber, es sin embatgo cierto que la mayoría de los nuevos creyentes provistos de cultura se entregaron a la tarea de brindar nuevas interpretaciones, nuevas adaptaciones y nuevos perfeccionamientos de los motivos culturales del mundo antiguo Y sin repudiarlos de plano. Mientras comenzaba la ruina del mundo antiguo y surgían con el neoplatonismo las últimas corrientes de la filosofía griega, se consolidaban a la vez los principios· fundamentales de la fe cristiana; fueron tiempos de confusión y de lucha entre los mismos discípulos de Cristo: pulularon las herejías, y se desarrolló con fuerza la corriente filosófico-religiosa del gnosticismo, que deseaba reducir la fe a conocimiento racional. Pero los tiempos ya no permitían ese retorno aunque atenuado a las concepciones naturalistas, y gradualmente adquirió consistencia la poderosa corriente llamada patrística. Para la historia de la filosofía, el tiempo de la patrística o filosofía de los Padres de la Iglesia corresponde a todo el siglo v, aunque haya quienes

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pretenden extenderlo hasta el vnI de la era vulgar. El princ1p10 supremo de la patrística será el predominio de la fe, que se origina en la revelación divina, sobre la razón. Los pensadores de este período son llamados cPadres de la Iglesia» por ser considerados los padres espirituales de los cristianos, dado que fijaron y divulgaron los principios de la nueva religión, ya enunciados por los apóstoles y, especialmente, por los cuatro evangelistas. Uno de los temas esenciales del cristianismo es la inmortalidad del alma, que de concepto dudoso en loi¡ orígenes de la doctrina aparece· afirmado explícitamente y por primera vez por San Pablo Apóstol (?-67). Otro punto esencial es la naturaleza única y tTinitaria de Dios; este concepto) con la. expresión trinidad, es en cierta forma tardío, ·puesto que se encuentra por primera vez en los escritos de -Teófilo, Patriarca de Antioquía, quien vivió en el siglo n, y representa, con la precisión de la tercera persona en la Trinidad, al Espíritu Santo, la instauración definitiva del concepto tradicional después para la filosofía cristiana de la superioridad del intelecto sobre las otras funciones psíquicas. Obsesionados por el concepto del alma, muchos Padres de la Iglesia se ocuparon especialmente del mismo y desarrollaron, incluso, puntos de vista biológicos y hasta médicos bajo la forma de especulaCión doctrinaria o de propaganda higiénica. De todos estos hombres, que actuaron dentro del cuadro y contexto histó·•· ·rico que acabamos de trazar, recordaremos los que más interesan a la {:,historia de la psicología. }: l'. 2. Comienzo y desenvolvimiento de la patTística. - Jesús no fue el : fundador de una religión. Si profundizamos el estudio de los orígenes !( del cristianismo, descubrimos que no se inicia con la enseñanza y la .i personalidad histórica de Jesús, sino con la transfiguración de esa enser. ñanza y de esa personalidad por medio de su muerte, que es hecho decisivo para ·la formación de una conciencia cristiana. En efecto, en la enseñanza directa de Jesús, en el espíritu que la anima, todo es extraño y contrario a la idea de una reordenación de la sociedad por medio de una Iglesia, órgano permanente que prolongue sobre la tierra el ministerio divino. Los preceptos de Jesús, por más que se los interprete o reinterprete, niegan siempre fundamento a la vida eclesiástica y sus condiciones expresas son de destrucción y no de reconstrucción de la sociedad. Su profundo desprecio por las cosas terrenas y materiales, su indiferencia frente a los esfuerzos para procurarse hoy la seguridad del mañana, la desvalorización de la familia natural, el pre-cepto de ofrecer la mejilla izquierda a quien nos golpea la derecha, ·;~y todas las demás enseñanzas similares, se oponen directamente a cualLquier exigencia de relaciones humanas permanentes, sin las cuales ¡ ninguna sociedad puede existir y, mucho menos, una organización · sólida como la Iglesia. Esta tarea: edificar la Iglesia y crear el cristia-


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nismo, correspondió a PABLO, judío nacido en Tarso, Cilicia, y que de perseguidor de la nueva fe en su juventud se transforma, después de una milagrosa conversión en el camino de Damasco, en su más fervoroso adherent~. Su apostolado no se origina en una relación humana · con Jesús, al que no conoció como hombre, sino en una conquista personal, en su actividad de misionero y de político audaz que tras largas luchas consigue imponerse a los Apóstoles, que habían conocido directamente a Jesús, creándose un título propio y especial que los lleva a reconocer: la investidura recibida directamente de Dios y el derecho de evangelizar a los gentiles. De esta manera, Pablo se cónvierte en jefe de la nueva Iglesia, y, dejando a los Apóstoles su campo palestino de evangelización de los judíos, pasa directamente a la conquista del mundo helenizado y superior, esto es, del mundo romano que dominaba. Gracias a esta división, a la renuncia de actuar donde había actuado Jesús, lugar que se reservan los Apóstoles, Pablo logra que éstos acepten los cambios que imprime a las enseñanzas del crucificado y calma los resquemores provenientes de un recuerdo directo del Maestro y que suscitan algunas diferencias capitales entre su doctrina y la de Jesús.· De esta actividad proselitista de Pablo en el mundo occidental surge la helenización primero, la romanización después, de las doctrinas de Jesús, que se· originan con el movimiento filosófico conocido como Patrística, y del cual son figuras relevantes Ireneo, que compuso en griego sus obras y helenizó, y Tertuliano, primer pensador cristiano que adopta la forma mentis latina y abre el camino de la romanización de la Iglesia y sus doctrinas. Simultáneamente con la obra de los apologistas, esto es, de los primeros pensadores cristianos que concretaron las ideas de su religión en dogmas, se desarrollaron en los medios de la cristiandad oriental y.occidental los sistemas filosóficos llamados gnósticos y que conocemos, principalmente, por las refutaciones que de ellos hicieron los Padres de la Iglesia. La gran lucha de la ortodoxia cristiana contra la herejía gnóstica tiene su documento especulativo más notable en la obra de Ireneo: Contra los he-rejes. Los sistemas gnósticos significaban un gran ·peligro para el .naciente pensamiento cristiano por el solo y simple hecho de que representaban una especie de invasión de la filosofía griega en el pensamiento de la Iglesia, puesto que la fuerza de la especulación helenística que explicaban era excesivamente más sólida y profunda que la capaz de oponer la mentalidad cristiana, todavía mal apoyada en las posiciones que acababa de conquistar. La primera respuesta fue de tendencias antifilosóficas contra los arbitrios de la sabiduría humana, y el encauzamiento del pensamiento dentl'o de los límites estrictos de la revelación y de la regula fidei, o sea contra la libertad de la inspiración individual. Estas armas de combate intelectual eran, no obstante, muy primitivas y sus zarpazos apenas represen-

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taban para el gnosticismo rasguños dados desde afuera, sin que sus

conclusiones, la validez intrínseca de las mismas, resultaran impugnadas. Se requería, sin duda, combatirlas en el terreno mismo de la especulación pura con una gnosis cristiana capaz de responder con fundamentos racionales a los problemas planteados por la gnv<;;is herética. El iniciador de esta gnosis, el mdividuo capaz de mantent'!rla dentro de los dogmas de la revelación y de la regula fidei, fue IRENEO, que naciera en Esmirna entre los años 135 y 140, que en su juventud fuera auditor de San Policarpo, obispo de Esmirna, y que concluyera sus días como obispo de Lyon. En su obra Adversus hae-reses libri,11 la única que conservamos de su producción, pues de las demás sólo conocemos los títulos, condensó la exposición y refutación de treinta doctrinas heréticas, entre las cuales las principales son las de los gnósti·cos. Ireneo fue un ingenio minucioso, pedante y sutil, curiosissimus e~lorator, como lo llama Tertuliano, y su sistema de refutaciones se convirtió en modelo para los heresiólogos posteriores. Tomada en sus líneas generales, la filosofía gnóstica busca en el origen del hombre el dualismo del cuerpo y espíritu que en él encuentra, dualismo que corresponde a la diferencia entre el demiurgo, el creador de este mundo, escoltado por sus ángeles, y el Dios supremo, el Dios bueno. Según su interpretación del Génesis, que sigue en parte a la de Filón de Alejandría (vid. part. seg., caps. I, IV, 2), el hombre fue creado por esos seres malos que son el demiurgo y sus ángeles, quienes les transmitieron las pasiones, prueba de la imperfectibilidad de los ere.adores y de la criatura. A esta pobre criatura, el Dios supremo, el Dios bueno, le insufló una partícula de su reino superior, el espíritu. En consecuencia, según los gnósticos, todo el mundo psíquico y material cae fuera del pleroma, término con el que designan al todo lleno y creado por el Dios supremo, y al que se opone el kenoma, o sea el vacío. De este modo se plantea una antítesis entre Dios y el mundo, y que sería ele carácter ontológico, o sea correspondiente al ser de las cosas. Ahora bien, refutará Ireneo, si el mundo estuviese fuera del pleroma, .necesariamente circunscribiría y circundaría lo que está adentro, y como tal sería superior al contenido que circunscribe y circunda. Y a su vez sería necesario un tercer principio que contuviera los dos primeros, recíprocamente limitados, y de este modo hasta el infinito. De aquí resulta, en consecuencia, una · alternativa insuperable: o se admite un solo Dios, que contiene a todas las cosas, o una pluralidad indefinida de dioses, ninguno de los cuales puede ser un verdadero Dios. 10 En lo que a nuestro tema interesa, la consecuencia directa es lo relativo a la naturaleza humana. ¿Qué importa la encarnación divina a los gnósticos, si para ellos la materia no .es susceptible de salvación por ser creatura imperfecta del demiurgo, y solamente alcanza al espí-


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ritu, creatura perfecta del Dios supremo? Entonces, si Jesús era puro espíritu, ¿qué necesidad tuvo de descender a la carne? En efecto, la carne necesita del espíritu porque ·en él encuentra un principio de salvación, para santificarse, para clarificarse con él, para poder pasar de la mortalidad a la inmortalidad. Pero lo que es espiritual no tiene necesidad de semejante cosa. Por consiguiente, concluye Ireneo,11 la rigidez de las categorías ideales del gnosticismo impide al hombre cualquier pasaje de la carne al espíritu, y viceversa, y lo confina en un estado natural al que un arbitrio ciego lo destinó desde el principio al fin. Esto vale para toda la psicología gnóstica, que separa y petrifica las facultades h~anas tras las huellas de los pensadores griegos, poniendo tres humanidades en el hombre: cuerpo, alma, espíritu, con tres destinos finales. Ireneo reacciona contra esta Tripartición y unifica lo que sus adversarios dividen: el pensamiento está en estrecha conexión con el alma, y ésta con el cuerpo, y la sólida unidad que así constituyen los tres elementos fundamentales le resulta garantía de la eficacia redentora de la encarnación de Jesús y de los sacramentos que de ella derivan. De este modo, el Logos no creó al hombre desde el comienzo. como un dios, sino primero como un hombre, para elevarlo luego a la divinidad. Naturalmente, el hombre de Ireneo no es perfecto, porque perfecto es únicamente lo no creado y tal es sólo Dios. Pero el hombre crece y creciendo se corrobora, y así sucesivamente, en una línea ascendente cuyo término está en la glorificación finaL 12 Por primera vez en el pensamiento cristiano, la idea del progreso humano,_ está ardorosamente defendida, y sin ninguna limitación, porque llega hasta la deificación. Este concepto corrige la premisa griega de la creación definitiva, que animaba a los gnósticos y está presente en todo el pensamiento helen6-romano, y es así como se introduce el concepto de la unidad personal del hombre, concepto que atribuye a la carne la posibilidad de debilitar al espíritu y da a las obras del espíritu la posibilidad de rehabilitár a la carne. Por este camino, Ireneo concluye que el sentido, la mente y el pensamiento nada tienen de autónomos fuera del alma, sino que representan modos y operaciones de la misma, sin sustancia independiente de ella, concepto que más tarde desarrollará la filosofía del cristianismo como base de su antropología y que veremos actuar e.orno eje de la psicología, tanto de la escolástica como de la época moderna, para hacerse presente en nuestros días en sistemas psicológicos como el psicoanálisis y la Gestaltheorie, que presen.tan, respectivamente, al inconsciente y a las formas de la sensibilidad como una especie de gnosis superior. La tarea de Ireneo se cumple cuando el Imperio todavía está unido y entre Occidente y Oriente el tráfico de las ideas es continuo; su público, aunque escribió en griego, fue para entonces universal. Pero poco después de su desaparición, a principios del siglo IV, se produce

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la división del Imperio, episodio que lleva a término una esc1s1on política que desde mucho tiempo germinaba en los espíritus y que sobre el plano religioso dará lugar a la bifurcación de la Iglesia .en dos formas mentales. Es a partir de ese momento cuando diversos factores político-sociales se erigirán en barrera para los intercambios intelectuales entre Roma y Bizancio, y las dos entidades cristianas resultantes: la romana y la griega, se desarrollarán de manera casi independiente; tras las huellas de los apóstoles la segunda, tras los pasos de Pablo de Tarso la primera. De la Iglesia occidental propiamente dicha el primer gran pensador fue Tertuliano, y su pensamiento, ya lo dij~os, adopta por completo la forma mentis 1.atina e inicia la tradición filosófica de la Iglesia romana. TERTULIANO nació en el año 160 en Cartago .Y en el seno de una familia pag~na; se convirtió al cristianismo en el 193. Su celo de neófito fue tan grande que lo llevó a un rigorismo extremo Y lo precipitó, finalmente y en el año 202, en las filas. de la secta montanista, herejía de rigoristas extremados. Al período eclesi~ico de su vida pertenecen sus escritos de apologética,1a y en los mismos el pensamiento de la Iglesia adopta formas estrictamente ro-· manas Y muy propias de la filosofía del derecho. Los fieles deben reconocer únicamente un estado, el mundo; están unidos por solidaridad fraterna, como hijos que son de un solo padre, y se deben arrancar con esfuerzo propio del útero de la ignorancia para alcanzar la luz de la verdad. Las cosas del mundo no los seducen y solamente se ocupan de aquellas imprescindibles para la vida, sin llegar por ello a ser asee.tas como los l;>rahamanes y gimnosofisias de la India, que Tertuliano califica despectivamente de Silvicol.ae et exules vita. La adhesión de Tertuliano al movimiento de Montano, en una época cuando la insti,... tución monástica todavía no estaba fundada dentro de la Iglesia, representa el rasgo más saliente de su exaltación mística y ascética precisamente en un momento cuando la Iglesia tendía a mundanizarse.' De esta segunda época son la mayoría de sus escritos morales y lo mejor de sU pensamiento filosófico. _ La intuición del mundo de Tertuliano tiene un fundamento cerra) damente psicológico. La realidad de Dios asienta sobre el testimonio de~ alma, que siempre, en cúalquier circunstancia y condición, acude ::~.'a el y lo denomina. El alma que Tertuliano invoca no es aquella de las :;,: filosofías, paganas o cristianas, que precedieron a su pensamiento, sino ;:3el calma simplísima que nada sabe>.u Precede a cualquier cultura, y en 1i, su identidad antecedente a las diferencias de los lenguajes y de los 1: nombres, es la que constituye la unidad del género humano. La con¡··. cepción del alma que da Tertuliano es decididamente antiplatónica «jcf. part. pr., cap. III, 1). Combate la doctrina de la falacia de los .'. '. sentidos de Platón y también la versión estoica (vid. part. seg., cap. I, 2) .i' de que el error- se encuentra tanto en la opinión como en los sentidos.

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¿De dónde proviene la opinión si no es del sentido? ¿Y de dónde el · sentido si no es del alma? Para Tertuliano, el error que ·se atribuye a la sensibilidad,, como el ejemplo del remo, que sumergido en el agua parece partido, tiene su origen en la materia: el agua, puesto que la tarea del sentido es verificar y en eso no yerra. Este motivo antiplatónico culmina con el principio de la certeza inmediata, fundamento de la verdad y de la fe, y que a partir de él representará el eje de la antropología cristiana. Tanto es así, que Tertuliano no duda en sacar como conclusión la materialidad del alma; pero es una materialidad diversa a la del cuerpo, más tenue y sutil, pero de todos modos algo material cuya efigie nos traza como siendo de un ccolor aéreo y lúcido>.11> El otro golpe serio que Tertuliano inflige al platonismo lo encontramos en las relaciones entre el mundo sensible y el mundo inteligible¡ admite, es verdad, la distinción en la esfera de los objetos: visibles e invisibles, pero niega firmemente una escisión del alma. El alma siente mientras entiende, porque ¿sentir no es entender? ¿Y entender no es sentir? ¿Acaso el sentido no es el intelecto de lo que acaba de ser sentido? Y el intelecto ¿no es el sentido de lo que se entiende? 16 De esta manera, Tertuliano pone las bases de un realismo riguroso y de un dinamismo psicológico que dará sus frutos en el desenvolvimiento posterior de la filosofía cristiana. Su pensamiento nos presenta, pues, un alma que es unidad de todas las cosas, que simplemente es ella misma, y que en la continuidad de todos sus momentos es sensibilidad pensante siempre adherida a la verdad, que se presenta bajo la forma de certeza desde el comienzo hasta el fin de su proceso. A semejanza de Dios, nos dirá Tertuliano, el alma trabaja sin reposo. Incluso en el sueño, mientras el cuerpo se abandona, el alma está todavía negotiosa., esto es, activa, igual al gladiador sin armas o al auriga sin carruaje, que todavía gesticulan los mismos actos que están habituados a realizar.11 No obstante, la propia carnalidad no es suficiente para el alma, no basta para darle el sabor de cualquier fruto del mundo; por ello requiere de la carnalidad verdadera de la carne. La palabra, nos dirá, sale del órgano de la carne; las artes, los estudios, los engenios, todo atraviesa la carne, de manera que si todo el vivir del alma es carnal, su no-vivir es el alejarse de la carne.1s Extraña confesión en boca de un montanista, de un asceta, semejante glorificación de la sustancia terrena, pero que deja de serlo si consideramos que el esfuerzo ascético y de mortificación da el verdadero sentido de la acción. Frente al helenismo, la mentalidad cristiana que se decía cno ser de este mundo> otorga valoración realista a lo que pertenece al mundo. La. filosofía cristiana se inicia de este modo con la afirmación de la realidad del mundo que· 1os griegos negaran. De esta estrecha unidad del mundo con el espíritu, en la cual la carne representa al mundo, Tertuliano

:concluye que alma y mundo son consortes y coherederos, tanto en las .'cosas temporales como en las eternas. Y como del alma a Dios el pasaje es breve en el orden del conocimiento psicológico, Tertuliano encuen:tra que la idea de Dios se justifica y desenvuelve de acuerdo con razo· nes ontológicas intrínsecas, porque los atributos divinos se deducen del concepto de Dios como csummum magnum>, con exclusión de todo lo que no se adecúa a esta perfección. Tertuliano elabora la psicología divina según la analogía del alma humana, en la que, por lo menos idealmente, el pensamiento se distingue de la expresión. Y con este sentido identifica la razón de Dios con su sensibilidad y afirma que Dios es tanto cuerpo como espíritu.le . En Tertuliano se define una forma de mentalidad completamente · latina, cuyos caracteres resaltan netos si la comparamos con la de los Padres alejandrinos. Al intelectualismo griego se opone una orientación psicológica que hace del alma una actividad, una energía, capaz de resolver en su unidad los momentos y las potencias que el análisis intelectual distingue. Se trata del voluntarismo implícito a todo el pensamiento cristiano hasta nuestros días, heredero directo del voluntarismo de la lex, y que con Tertuliano se define en las famosas afirmaciones, referidas a la pasión divina: credibile est, quia ineitum est; certum est, quia impossibile,20 o sea lo que es absurdo es creíble¡ lo que es imposible es verdadero. Sin embargo, la voluntad, a la que veremos en el siglo XIX ocupar con Schopenhauer y el irracionalismo el puesto central en el conocimiento, es para Tertuliano fuerza esporádica, porque su pensamiento es sustancialmente racionalista. En su filosofía, la ·psicología humana y la divina se centran en la razón, unificada en todo lo posible con la sensibilidad.

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NOTAS vol. Il, Paris, 1892. 2. Cf. A. J. Festugiere, Epicure et ses dieu:i:, Paris, 1946. 3. Cf. L. Graudgeorge, Saint Agustin et le néoplatonisme, Paris, 1896. 4. George Sorel, La ruine du monde antique, Paris, 1925. 5. En la literatura cristiana primitiva es casi un leiv motif esta crítica, repe tida sin mayores variaciones, de las costumbres antiguas. 6. George Sorel, La ruine du monde antique, Loe. cit. 7. Cf. A. Puech, Saint Jean Chrisostome et les mamrs de son temps, Pa· ris, 1910. 8. Ernest Renan, Les .tvangiles, Paris, 1896. 9. Esta obra, en cinco libros, está publicada en el volumen 7.0 de la Patrologiae curros completm de Migne, serie Ecclessia Latinae, en 222 tomos, Paris, . 1840-1857. 10. Ireneo, Adv. haeres., Loe. cit. 11. Ibídem. 12. Ibídem. l. Ernest Renan, Histoire du peuple d'IB-rael,


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. · · · d 1 b de Tertuliano es 1a publicada 13. Una de la.s meJores .ed1c1onesv· e as19~~t;25 por Reifferscheid y Wissova, en el CoTJ)tU Scnpt. Iat., editado en . iena, •

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.meAnimat i.dioticam Y habent qui te solam habenb, cDe testimonio e•, en

' Loe. cit. s . t 1 -t Loe· cit· 15. cLiber de Anima», en Corpus cnp · "'" " 16. Ibídem. 17. Ibídem. . . C · t la.t Loe cit. 18. cDe resurrectione carros liben, en. o~s scnpb"t rkum ~orpus esse etsi 19 cQuae ratio, ipsius sensus esb; «quis erum n~ga 1 Loe 't ' · · 'tus st'I~ Ad••er Pra.xea.m en Corpus scnpt. lat., • c1 . Deus spU'l e .~, v • ' • Loe 't 20. cDe carne Christi•, en Corpus scnpt. la.t., · c1 ·

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CAPÍTULo 2

SAN AGUSTfN Y· LOS úLTIMOS PENSADORES DE ORIENTE l. Sa.n Agu.stín. y las dos psicologías. - Entre Tertuliano y Agustín, entre el primero de los pensadores cristianos latinos y el último de los grandes filósofos cristianos de la patrística, se extiende un interregno de casi dos siglos, y entre los acontecimientos que sacuden al mundo, sobre todo a la cristiandad, está el cisma de Arrio, que forma una de las soluciones extremas en que polariza la concepción de la relación entre Dios y el Hijo, y el Concilio. de Nicea, que puso fin, considerándola her.ejía, a la cristología arriana. Sin embargo, la lucha no cesa y salen a la luz otras diversas herejías. Pero sea como fuere, desde Nicea hasta el Concilio de Constantinopla, del año 325 al 381, los elementos principales de la especulación trinitaria -la omousía y la especificación hipostática- quedan firmemente establecidos y con sentido muy diverso al de la trinidad neoplatónica. En tanto, y entre los concilios de Constantinopla y el de Calcedonia en el 431, que condenara a los nestorianos, está de por medio la figura de Agustín, que, al decir de De Ruggiero, es el más fuerte pensador que el mundo cristiano haya .. dado en cualquier tiempo y que trasciende por sí solo la obra de todos '~!os orientales.1 . xV La vida de Agustín es un claro ejemplo de las perplejidades y !. .angustias del hombre de los grandes períodos de transición: formado . en la cultura grecorromana, disfruta de sus valores como algo propio, connatural, pero sus tendencias,__intelectuales lo arrastran a la afirmación de un nuevo mundo. Las págiilas de las Confesiones que se refieren a su lucha espiritual son las más hermosas y pasionales, y nos dicen, además, que nunca logró vencer su interés por lo que negaba, ni com. prender plenamente la antítesis que los hechos planteaban y la rea· . lidad política y cultural reafirmaba. Platonismo por un lado, realismo ,.,~,.~ cristiano por el otro, tienen en Agustín su campo de lucha y, al mismo · ;: •• tiempo, su protagonista¡ platonismo y antiplatonismo se cqnfunden en .• su pensamiento, se confrontan, pero no de manera reflexiva, sino como reflejo de una conciencia que muchísimas veces no sabe discernir, o ele. gir, pero que siempre saca nuev~ e importantes consecuencias para


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reafirmar la fe voluntariamente adoptada. En Agustín, como en nadie, se revela verdadera la antigua frase de que cristiano no se nace, se hace. , ·-AousTÍN nació en Tagaste, Numidia, en el año 354, de padre pagano " y de madre cristiana. Sus primeros estudios los realizó en Madaura y Cartago, de manera que su formación de base corresponde al aspecto africano del Imperio romano, esto es, a la parte tal vez mejor trabajada intelectualmente· por el cristianismo. Su padre se convirtió al cristianismo poco antes de morir, y a pesar de este ejemplo y de la devota asiduidad religiosa de la madre, el interés religioso bajo la forma cristiana le fue por muchos años extraño, y el maniqueísmo, con sus grandes antítesis del bien y del mal, de la luz y de las tinieblas, lo apasionó por un largo período. Hasta la edad de 28 años fue defensor de ese sistema, cuyas fuentes indagó a fondo y tanto que llegó, de pronto, a sentir repugnancia por el mismo. Ésta fue la primera y gran crisis de su espíritu y la que señala su apertura mental hacia problemas más profundos que la ingenua concepción de un mundo sacudido por dos fuerzas que chocan desde el exterior y presenta al hombre como receptáculo pasivo de principios opuestos. Agostada la fe maniqueísta, Agustín cae en un escepticismo neoacadémico, y éste es el período cuando lo encontramos como maestro de oratoria en Cartago, y va por primera vez a Italia, en el 384. Primero llega a Roma, donde su estadía es breve, para luego trasladarse a Milán, donde retoma la enseñanza de la oratoria y completa su formación intelectual. En el año 391 se traslada a Hipona, en Numidia, donde permanecerá hasta el fin de sus días. Allá es ordenado sacerdote, nombrado arzobispo y, por último, obispo de la ciudad. De sus obras, las prfucipales fueron compuestas después de la conversión y antes de su ascensión al obispado. Esta última fase de su existencia es de actividad casi exclusivamente eclesiástica, y si bien se expresa· literariamente en numerosos libros, opúsculos y cartas, están todos dirigidos contra heréticos y donatismas. Sus obras propedéuticas presentan un valor filosófico especial, en particular Contro Academicos; De quantitate a.nimae, De Ma.gistro, De libero arbitrio; de la fase constructiva y sistemática cabe destacar: De Trinitate, De Genesi ad littera.m, Confessionum, De Civita.ti Dei, Retractionum.2 En cualquier análisis del pensamiento antiguo, el problema del alma puede ser enfocado de dos modos distintos: como problema de verdad y como problema de certeza. Como problema de verdad consiste en la objetivación del alma frente ·al pensamiento, en el que está presupuesta una norma de verdad y en la determinación de lo que es ese objeto: sustancia, accidente, compuesto, simple, etc., y de la· manera como podemos adherir a sus ·determinaciones: sensible o inteligible, material· o inmaterial, si la verdad le es intrínseca o adventicia, etcétera. Se trata, fundamentalmente, de un problema platónico. El problema de la

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: certeza, por el contrario, está en no anteponer una verdad preconstituida a la conciencia del propio objeto, esto es, a la conciencia de uno mismo como objeto en el caso del alma, y que se traduce por las preguntas: ¿Existo? ¿Soy un alma? ¿Puedo conocerme? Agustín se plantea uno y otro problema; el platonismo ínsito en su form::i.ción le sugiere el primero, que desarrolla en profundidad pero olvida uor momentos, cuando su experiencia personal lo aleja de los modelos griegos. Su apasionada persecución de la fe lo enfrenta con el problema de la certeza y sin que podamos decir que es verdaderamente consciente de las diferencias que separan a ambos problemas. En efecto, nunca llegó al problema ulterior de la unificabilidad de ambas posiciones y todo su pensamiento psicológico se escinde, según circunstancias de inspiración o de necesidades concretas, en uno y otro campo. De aquí que el historiador de la psicología esté irremediablemente llevado a 1'considerar que en las obras de Agustín se delinean dos posiciones psico- ~;~ , lógicas opuestas y que a menudo chocan en puntos fundamentales. Veamos primero la psicología agustiniana cuando el pensador platoniza. En esta situación no renuncia a la interioridad de la conciencia, que expresa diciendo: «No salgas de ti, vuelve a ti; en el hombre interior habita la verdad; ¡y si encuentras que tu naturaleza es cambiable, trasciéndete! ¡Tiende allá, adonde se enciende la luz misma de la razón!» 3 El alma humana aparece así, al igual que en Platón, refugio de la verdad, con la diferencia, claro está, de que no es una idea abstracta, sino el Verbo divino mismo que ilumina al hombre. De esta manera, Agustín nos propone una superación del platonismo, por cuanto la verdad aparece en el alma y, al mismo tiepmo, la trasciende como ley absoluta. Se trata, en otros términos, de una exteriorización y de una interiorización del sujeto de un objeto preexistente. En las primeras obras de Agustín, la existencia de la verdad en el -alma está concebida según el modelo del Men6n platónico. En los Soliloquios afirma: «Cuando se aprende, se descubre en uno mismo, y, por así decirlo, se sacan a la luz doctrinas sepultadas en el olvido», 4 y en De Quantitate animae repite este concepto al aceptar que aprender es únicamente recordarse.5 Por consiguiente, como en Platón (vid. part. pr., cap. III, 3), el conocitni:ento aparece como una reminiscencia de las ideas. Esto obliga a suponer que el alma preexiste a su existencia terrena y no representa una creación, una aplicación particular, para decirlo con otros términos, del Verbo divino a las criaturas. En sus Retracta.tiones, obra que sintetiza, analiza y corrige los propios argumentos de Agustín, discute .el ejemplo del esclavo en el Men6n, y concluye que si los mismos ignorantes, al ser bien interrogados, responden con justeza , sobre algunos temas científicos, la explicación más plausible no es la de Platón, de que recuerdan lo aprendido en una vida anterior y des- ,,, ,, pués olvidado, sino que en ellos está presente, lo cual es compatible


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con su condición, la luz de la razón eterna y con esta luz les llegan todas las verdades inmutables>.6 Aquí tenemos con toda claridad presentes los dos aspectos de la psicología agustiniana; primero la actitud platonizante, la interioridad de la conciencia como reservorio de la verdad, y luego la teoría de la iluminación divina, que sustituye a la reminiscencia, y que Agustín desarrolla en detalle. Existen, afirma, ideas principales, formas o razones de las cosas con valor universal e · inmutable, y concuerda en esto con Platón,, pero de inmediato explica que al aprender una proposición no recibimos del maestro la verdad de manera pasiva, pues la enseñanza de éste tiene únicamente el valor de una sugestión verbal. Y que cuando la intuimos la vemos bajo la ley que es inmanente a la conciencia, esto es, la iluminación divina, recién alcanza el valor de verdad. Su lema foris admcmet, intm docet, exteriormente se aconseja, interiormente se enseña, nos dice que cualquier discurso, cualquier comunicación del pensamiento presupone «que si ambos vemos que es verdad lo que decimos Y ambos vemos que es verdad lo que digo, ¿dónde lo vemos? No es en ti, no es en mí, sino en ambos, en la realidad inmutable que está por encima mío y tuyo:.. 7 , . Es innegable que esta doctrina, a pesar de las correcciones sustancialistas que introduce Agustín, es en el fondo platónica: el sistema de las ideas, la anticipación de éstas a la inteligibilidad, la participación del alma en la sustancia ideal, se remontan a los diálogos de Platón. No obstante, la diferencia está en Dios; el dios de Platón es algo fenomenológico que está más allá de cualquier acción, casi como espectador, y que el hombre no conquista. Por el contrario, el Dios de Agustín es algo inmediato, que se palpa y conquista porque está en lo íntimo del hombre, y por ello, no por la eternidad de las ideas, es que las razones eternas de las cosas son íntimas y c?n ellas se puede pensar todo lo que existe. Dios no es la cognición última, sino la primera cognición: no llegamos a él por la razón, sino que partimos de su racionalidad inmanente en nosotros, y por ello vemos todas las cosas. De esta premisa, que es fundamental en la antropología agustiniana, arranca toda su psicología sustancialista. El alma es sustancia inmaterial, y. no se trata de una emanación divina, lo cual sería maniqueísmo, sino de una creatura divina, creatura ex nihil.o; de la nada, y libre de co~pción por la simplicidad de su naturaleza y por la actividad divina que incesantemente la vivifica. El alma nace con el hombre, y únicamente en este punto Agustín se detiene frente a una duda que deja en suspenso porque declara expresamente de no ver claro en la misma: s de si cada vez, para cada creatura, el alma está creada ex novo por Dios, o sea la tesis del creacionismo permanente, 0 si ex traduce, si está transmitida en el acto de la generación, esto es, la tesis del transmisionismo.

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Esta perplejidad agustiniana dará posteriormente lugar a grandes • y estériles debates de la teología escolástica, porque hace del alma

•. una realidad suficiente, inseparable del cuerpo, porque únicamente , gracias a ella adquiere la consistencia de un organismo, cosa que no tendría por sí mismo. Pero la presencia del alma en el cuerpo no está . entendida según un principio espacial No está acá y allá, o una parte ,·.acá y otra allá, como los cuerpos físicos, ni tampoco está presente por partes en diversas regiones del cuerpo, tal como estarían, tomadas al pie de la letra, las tres almas de Aristóteles (vid. part. pr., cap. III, II, 3 y 4). Nada de esto para Agustín; su concepto es que el alma está simultáneamente presente en la totalidad del cuerpo, y también en las partes singulares y separadas del mismo,11 y como no puede ser determinada cuantitativamente, sólo comporta una medida intensiva del propio ser ' y de la propia actividad. El problema subsecuente, y que explica la actividad del alma, es la distinción de sus facultades o potencias. Agus. tín se lo propone de diversas maneras y siempre según una línea platónica; su sistematización sufre continuos cambios y transformaciones :, de una a otra de sus obras, y a veces dentro de la misma. De todas sus sistematizaciones, tal vez la que mejor corresponde a las ideas ·- --·expuestas es la platónica del alma vegetativa, sensitiva e intelectiva, pero, a diferencia de Platón, las tres son comprendidas en una unidad . fundamental y no superpuestas como si fuesen sustancias diversas. Al alma intelectiva, Agustín la denomina también espíritu, pero esta denominación no es una hipóstasis a la manera de los neoplatónicos, sino que circunscribe una parte superior en relación con una inferior: vegetativo-sensible, de la misma alma. Por lo demás, aunque busquemos ,línea por línea, en toda la obra de Agustín, una explicación exhaustiva : de cómo funcionan estas facultades, no la encontraremos. Cuando pla, toniza confina la sensibilidad en el mundo de la apariencia y la separa de la reflexión especultiva,10 pero de inmediato sustancializa y le super, pone otra, que quita a la sensibilidad el f:!arácter d~ pasión para con:, vertirla en actividad por medio de la cual representa las pasiones del ,cuerpo. Se trataría, de alguna manera, de un sacar fuera (exhibere es su expresión latina) y no de un recibir,11 o sea la idea platónica que se exterioriza y no el sensorio tal cual lo entendieran los presocráticos, y sobre todo Demócrito, que interioriza la realidad. Pero al mismo tiempo la especulación agustiniana rechaza 'la atestación de los plató- . ·-······ -·· nicos de que el error pertenece a la sensibilidad, para ajustarse al concepto naturalista de que es propio del pensamiento •que juzga de los datos sensibles. Pero de pronto Agustín .>e separa de esa clasificación e introduce un sentido nuevo que no está en la línea de los cinco sentidos comunes, sentido que los subordina y compenetra. Se trata de la conciencia. Ningún sentido puede justipreciar lo que le es propio y a la vez lo <·


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que tiene de común con los otros, porque su capacidad se agota dentro de su propia esfera, pero hay una sensibiµdad que recoge los diversos productos sensibles, que siente a los sentidos y aprueba o rechaza .su operosidad, 12 y que siendo anterior a la razón, porque es común al hombre Y al animal, no es posible disponerla en la jerarquía de las facultades del alma porque, puesto que no es facultad objetiva sino unidad dialéctica del sujeto y del objeto, no es posibilidad preexistente al acto sino el acto mismo en su realización: tal facultad es el sent~iento de uno mismo, la conciencia. Y en llegando a este punto, Agustín abandona el procedimiento clasificaforio y descriptivo, para entrar ' en el terreno de una dialéctica atrevida. Después de considerar al alma _.;o¡· intelectiva, que forma el carácter diferencial del hombre, como repar- ,!', tida en memoria, inteligencia y volición, y de subdividir la inteligencia en inteligencia inti.útiva y razón discl,lrsiva, se entrega a la tarea de modelarlas sobre el sistema de la trinidad divina y de crear así una verdadera y propia fenomenología del espíritu, para la cual ser, voluntad, saber, forman la sustancia espiritual de todas las criaturas, é',i incluso las más inferiores. Este voluntarismo, de exclusiva factura cris- ..Jil tiana, introduce en el pensamiento de la época la voluntad como fuerza · elemental de cualqi.úer forma de vida, y se puede decir, sin forzar la intención agustiniana, que es el fundamento mismo del ser. La voluntad en el hombre es amor, en los animales instinto y menos todavía, representando en la gradación de los seres una apetición constante que en los humanos es el conocimiento, y en los animales, si bien no puede llamarse ciencia, es una similitud. Y de pronto, aunque en. un breve bosquejo, con esto nos hemos adentrado en una metafísica agustiniana q.ue choca con su psicología platonizante antes descrita. Esta -- - ---nueva psicología sustancialista tiene por objeto la investigación del alma como algo subjetivo y que contrasta con el análisis precedente de un espectador frente a un objeto, para finalmente, llegado a este punto, preguntarnos: ¿en cuál de ambas posiciones está el verdadero Agustín? Con sentido histórico, o sea del impacto en el futuro de su pensamiento, en la segunda de las concepciones. Por importante que sea su pensamiento helenizante, pertenece a un mundo que muere con él, es el reflejo de una circunstancia sin mañana, porque a partir de entonces y por siglos el pensamiento cristiano dominará y sus raíces antropológicas estarán fuertemente ancladas en el pathos que corresponde al sustancialismo y voluntarismo que Agustín encarn~. En cuanto al Agustín del porvenir, está en el sentimiento de su dialéctica que arranca de lo profundo de su intimidad afectiva y que supera al drama de dos mundos históricos que chocan en su personalidad; el Agustín del mundo antiguo helenizado queda en la base, es el primer escalón que lleva al Agustín moderno, cristianizado y que es futuro. Y aunque el hombre antiguo contenga al nuevo, el Agustín de la bis-

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toria, de la psicología principalmente, está en la conciencia que saca ' a Dios del hombre, y de Dios una humanidad nueva. 2. Los últimos pensailoTes de Oriente. - Entre los siglos v y VII, mientras en Occidente se fija y cristaliza el concepto dogmático del hombre por medio de las decisiones de los grandes concilios, y pensadores como Agustín echan las bases de la futura antropología cristiana, el Oriente sigue sumido en las disputas cristológicas. En este período, exclusivamente teológico y fuera de nuestro interés, encontramos, no obstante, algunos pensadores que a pesar de ser eclesiásticos revelan frente al resto de los Padres interés preponderante por los problemas especulativos de la filosofí~ pagana, por el hombre como naturaleza, y se apartan un tanto de las vexatae quaestiones de la teología. Nemesio, Sinesio, Eneas de Gaza, Zacarías de Mitileno, Juan Filopono, son · los nombres de los que sobresalen. NEMESIO, el único que interesa directamente en relación con nuestro tema, fue obispo de Emesa, en Fenicia, y dejó un escrito muy considerado: De natura hominis,lS que muy posiblemente pertenece a los comienzos del siglo v, y se hizo famosa por la traducción al latín que hiciera en el siglo XI Alfano. Esta obra, De la naturaleza de los hombres, ejerció grandísima influencia en las discusiones antropológicas de la escolástica, puesto que les brindó algunos temas importantes sobre la psicología platónica y aristotélica que Nemesio pretendía fundir con la intuición cristiana del hombre. Acepta el concepto de sustancialidad del alma de Platón, que opone a la teoría aristotélica del alma como forma orgánica, pero le quita cualquier carácter de vida autónoma y distinta. Sin embargo, la principal fuente de inspiración del obispo de Emesa está en el neopitagorismo y en el neoplatonismo para su psicología. 14 De este modo, su definición del alma como sustancia intelectual, automotriz, armónica de acuerdo con el número, la toma de Plutarco, aunque la atribuya a Platón, y es decididamente neopitagórica. Por lo demás, de Plotino adopta la doctrina de que el cuerpo está en el alma, y no viceversa. Pero al mismo tiempo se atiene rigurosamente a la dicotomía del sustancialismo cristiano de alma y cuerpo, incluyendo en la primera la inteligencia, lo cual está en contradicción con sus fuentes filosóficas grecorromanas. Además admite ¡a presencia de una idea innata ( physike ennoia), que se revela sin ningún aprendizaje de doctrinas (adidáktos) y que considera puesta en el hombre por la naturaleza misma y es, naturalmente, la idea de Dios. Pero el sincretismo de Nemesio se revela en un punto fundamental, sobre el cual incluso Agustín no osó decidirse, contrario a la ortodoxia, y sostiene que las almas preexisten a los cuerpos (traducismo) y que todas fueron originariamente creadas por Dios. Entre los años 531 y 533 aparecieron en Constantinopla, en el curso


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de una conferencia que sostuvieran ortodoxos y severianos para dirimir sus controversias, una colección de diez cartas y cuatro tratados:

con la creación ex h.ihilo. Por lo demás, los limites de esta concepción están trazados por sus propias premisas naturalistas. La acción divina, . al propagarse, se multiplica y fracciona según la capacidad receptiva del ambiente en que se propaga, y de ·este modo en el conocimiento humano, que en el complejo jerárquico de todas las creaciones ocupa un lugar de privilegio, confluyen los principios del conocimiento divino que puede actualizar e instrumentalizar en razón de la energía originaria comuriicada por Dios a cada ser. Es por este camino que la psico,logía del Areopagita 5e convierte· en teología mística: cuanto más nos elevamos en el conocimiento, más se acortan nuestro¡> discursos, y así, . cuando penetramos en la bruma que supera al intelecto, la única ma.nera apropiada de conocimiento es la compenetración de lo divino por ·medio del silencio y la ausencia de pensamiento.is La contemplación . eallada y el éxtasis son el último resultado de la actividad psíquica del hombre que verdaderamente conoce, o. sea que se identifica· con el Creador y la creatura, y alcanza el conocimiento que está en la propia trabazón de la naturaleza divina.

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De celesti Hierarchia, De ecclesiastica Hierarchia, De divinis nominibWJ, Mystica theologica,, atribuidos a Dionisio Areopagita, el discípulo de San Pablo; su autenticidad dudosa en todo sentido hizo que la historia se los atribuya a un autor desconocido al que se identifica como pseudo DIONISIO EL AREOPAGITA. Estas obras gozaron' durante toda la Edad Media del prestigio y autoridad de los escritos apostólicos gracias a la traducción latina de Juan Escoto Eurigena. 111 El Areopagita es uno de los mayores representantes de la mística cristiana. De Divinis nominibWJ 16 es su obra maestra, y en ella la divinidad está concebida, a la manera neoplatónica, como inefable, superior a cualquier· esencia, a cualquier vida, a cualquier bondad, a cualquier ser, y es la razón primera de la esencia, de la vida, del bien, del ser. Y es en este trabajo donde la teoría del conocimiento divino formulada por . el Areopagita nos revela la inserción de motivos ·inmanentistas en la psicología divina estructurada por sus predecesores. Agustín había ase-.ntado como peculiaridad del conocimiento de Dios que aquello que sabe, por ser saber divino, está en oposición con el saber de los hombres, que comprende sólo lo que precedentemente existe. Por el contrario, el Areopagita pone de relieve la identidad del pensamiento divino y de las cosas que lo constituyen: cLa mente divina -escribeno conoce las cosas aprehendiendo de ellas algo, sino por sí misma Y en. sí misma, causalmente, no teniendo ciencia y noticia y esencia anticipadas, no entendiendo nada según la propia especie, sino sabiendo Y conteniendo todas según el orden único de su causación. De la misma manera, también la luz, causalmente, anticipa la noción de las tinieblas, sin sacarla de otra cosa que no sea ella misma. Por lo tanto, conociéndose a sí misma, la sabidµria divina sabe todas las cosas, las materiales sin materia, las divisibles sin división, las múltiples unitariamente; y al mismo tiempo las conoce y las produce, porque la idéntica causalidad divina que las constituye, las sabe igualmente existentes de por sí y preexistentes en sí... Por consiguiente, Dios no tiene una c:,j.encia particular que comprende al propio ser y otra común que abarca las cosas restantes; la misma causa de todas las cosas, conociéndose a sí misma, no puede de ninguna manera ignorar lo que por ella misma se origina. Es así como Dios, conociendo las cosas, no las aprehende por su ciencia, sino por propia ciencia.> 17 Este breve trozo nos condensa toda la psicología del Areopagita. El conocimiento divino revela el carácter de la acción divina, y es la explicación de la esencia de Dios en el mundo, demostrada por el conocimiento que Dios tiene del mundo como realidad que no le es diversa. Dios saca de su propia naturaleza las cosas y la ciencia de las mismas, de manera que entre el Creador y la creatura deja de existir el abismo que los padres representaban

... 3. Las invasiones de los bárbaros y la decadencia. intelectual de · Occidente. - El concepto de la intangibilidad romana que por cinco siglos conservara la integridad del Imperio toca a su .fin. Las luchas intestinas y las guerras exteriores terminaron por debilitar a la Urba; cuando Bizancio reemplazó por fin a Roma como centro de la potencia imperial, la conciencia nacional desapareció en los mismos ciudadanos y lo que subsistió ya no fue la nación romana, sino un conglomerado ~de pueblos semibárbaros. Bizancio, con existencia propia, fue inca.paz de ayudar al imperio occidental contra el enemigo común. La propaganda cristiana, desbordando los lími~es del Imperio, se dirigía a los 'godos y a los vándalos con mayor predilección que a los escépticos civilizados que habían hecho la grandeza de la ciudad. El cristianismo, que en sus ·orígenes había luchado para liberarse de la sinagoga, dirigiéndose a griegos y romanos, ahora daba la espalda a éstos y se dirigía a los bárbaros. Reconociéndose universal, sin fronteras que lo limitaran, el ideal cristiano contribuía a desarrollar una humanidad que estaba por encima de cada pueblo, grupo o estado. Al mismo tiempo que la filosofía cristiana apresuraba la ruina del mundo antiguo con la universalidad de su ideal, apuraba la descomposición de la sociedad romana por la importancia exclusiva que daba al individuo. Estaba en marcha una revolución, y, en la complejidad de sus causas y fines, el dogma cristiano desempeñaba un papel de primer orden desintegrando la ideología reinante. La doctrina de Agustín, por lo menos para la Iglesia de Occidente, se confundió con ese dogma y durante más de mil años inspiró a los católicos ortodoxos, como luego a los protestantes, poniendo al hombre frente a la conciencia humillante


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del pecado original, desdeñando la enseñanza grecorromana, que fami liarizaba al pensamiento con la virtud. San Agustín proclamó la cadu ciclad absoluta del hombre, y los bárbaros cristianizados se encarga"Í ron de ejecutar la sentencia; llama a los vándalos para fundar con" ellos la Ciudad de Dios, convencido que con esos paganos de ayer, cándidos servidores de la Iglesia hoy, lograría edificar una ciudad per- · fecta y digna de representar en la tierra la gloria celestial. Los ván- · dalos acudieron, sitiaron Hipona, sede del obispado de Agustín, e~ el 430, y el santo murió antes de asistir a los horrores del saqueo que .• tuvo lugar. Para entonces. hacía veinte años que Roma había caído. Visigodos, suevos, alanos y burgundos habían marchado una y otra vez contra la ciudad que luchaba, pese a su decadencia, con valentía. Finalmente, Alarico, cristiano y jefe de un ejército de visigodos cristianos, sitió a Roma en el 410. El papa Inocencio abandonó la ciudad «para no ser testigo de la ruina de un pueblo pecador», y una noble dama cristiana hizo que sus esclavos abrieran una de las puertas del recinto amurallado a los invasores. Durante tres días, Alarico dio libertad completa ,para el saqueo, y l>ablo Orosio, discípulo de San Agustín, lo glorificó con estos términos: «Alarico ha sido el enviado de Dios ... Ha sido el más dulce de los defensores,· puesto que es cristiano: ha respetado las iglesias, no tocando los romanos que en ellas se habían refugiado; sólo mató fuera de las basílicas, y únicamente idólatras: era su destino.» Sin embargo, el derrumbamiento de Roma dejó entr.ever con toda claridad que los vencedores eran incapaces de manejar los instrumentos culturales y sociales que habían caído en sus manos y de reestructurar la cultura y la sociedad sin antes aprender, durante milenios, el manejo y uso de esas herra111ientas intelectuales. Tanto es así, que uno de los que con mayor vehemencia maldecía la «Babilonia» romana, San Jerónimo, desde su convento cie Belem, en los confines del desierto, escribió: «La antorcha del mundo se ha extinguido, y, con una sola ciudad que cae, perece todo el género humano.» Por cierto, la caída de Roma no debía provocar la caída de la humanidad, pero se requirieron siglos para que los elementos nuevos introducidos por los bárbaros se compenetraran con las adquisiciones logradas por el pensamiento grecorromano y surgiera así un nuevo pensamiento que lograría expresión definitiva con la época moderna. Esta decadencia intelectual se inicia con el siglo v, inmediatamente después de Agustín, aumenta en el VI y se acrecienta en los siguientes, para producirse en el IX, bajo el imperio carolingio, un florecimiento intelectual. El estudio de las expresiones intelectuales de est~s siglos de repetidas oleadas de invasores bárbaros produce estupor; es como si las expresiones intelectuales del mundo antiguo se hubiesen desvanecido en la nada. Frente a la especulación que vimos desarrollarse en

.,.os capítulos anteriores, desde los poemas homéricos hasta Agustín y el Areopagita, los siglos VI y VII apenas comienzan a manejar los más :elementales rudimentos de la gramática y de la lógica. Los libros de esa época no son reflejo de una decadencia, sino un arduo esfuerzo . por construir de la nada con elementos cristianos y paganos dispersos ··un nuevo pensamiento; al estudiarlos se tiene la impresión de como si sobre el mundo se despertara una curiosidad científica primaria que se satisface ingenuamente con el análisis de lo que otros ya han dicho. Los intereses mentales y las oportunidades sociopolíticas son nuevos, pero los materiales que manejan son antiguos, corresponden a otra mentalidad y a otra ideología, y todo el esfuerzo se centra en la tarea de encastrarlos, forzándolos siempre, en un mundo intelectual que apenas balbucea nociones que no comprende, porque no le pertenecen Y que, por supuesto, no se adecúan a la realidad del momento. Esta tarea representa el trabajo de la escolástica, que se desarrolla en torno de la nueva Iglesia y de un nuevo Imperio. La filosofía y la ciencia son absorbidas por la teología, que adquiriendo orientación lógica sistemática, será el único sello de originalidad de la ciencia medieval ~ estará, por lo demás, en contradicción absoluta con la patrística, que, como vimos, fue una rama cristianizada del pensamiento helenístico y romano. Las razones de este fenómeno constituyen desde siempre un tema subyugante para los historiadores, y la mayoría de las propuestas en diversas épocas son todas plausibles, tanto que únicamente en su concurrencia y no en su exclusividad encontramos la explicación de los hechos. Sin duda tienen grandísima importancia los trastornos que introdujeron en la vida de los pueblos grecorromanos las invasiones de los bárbaros, como los cambios sociopolíticos que produjo el feudalismo, que estaba, por lo demás, preparado en el mundo romano y se consolidó luego por la fuerza del carácter mismo de los invasores. Y en relación con el desenvolvimiento intelectual, al fraccionar el feudalismo la vida social en pequeños centros disociados e independientes, impidiendo la circulación de hombres y de ideas, constituyó el principal obstáculo para una educación intelectual. La prueba está en el hecho de que un gran desarrollo de las ideas se inicia únicamente en el período de organización y de acrecentamiento de las grandes monarquías europeas. De este modo, la iniciación medieval se nos presenta como época de fermentación en la cual se rebaja el sentido de humanidad y las crueldades del poder (recordemos a Alcuino, rey de los longobardos, y a Clodoveo, rey de los francos) ahogan cualquier rasgo de nobleza que subsistiera del pensamiento antiguo. Devastada Italia, se quiebra la continuidad de la cultura antigua y Únicamente subsisten las formas intelectuales populares depositarias de temas y motivos espirituales antiquísimos, que. de siglos ya estaban a la zaga del pensamiento filosófico-social abruptamente oscurecido. El proceso


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mismo de cristianización es más bien político que un acto de fe; la conversión de Clodoveo, por ejemplo, no puso fin a las formas burdas del paganismo que sustentaban a su reinado, ya que constituían la raíz espiritual de sus hombres, cuyas costumbres no sufren ningún cambio, tanto que el desenfreno y el libertinaje de la corte alcanza al alto clero y hace de los conventos, cenobios en su fundación, centros de corrupción. La labor de los monjes escoceses e irlandeses llamados por el rey converso no fue fácil en el país de los francos, cuyo acercamiento verdadero a Roma se produce bajo el reinado de Pipino (751-768) por motivos de alta política. El pueblo franco seguía siendo pagano y bárbaro; .las fuerzas de los cultos primitivos se refugiaban en el seno mismo de la Iglesia, y las festividades religiosas de ese carácter eran tan habituales que Gregorio Magno se vio obligado a tolerarlas para evitar sacrificios humanos. Los dioses antiguos habían sido destronados formalmente, pero ·sus poderes, que subsistían en las praderas, en los bosques poblados de seres misteriosos y en las fuentes recreo de ninfas, llenaban el aire de oscuros presentimientos hostiles al Dios cristiano. Para el pueblo de la época, Cristo era un héroe poderoso, figura simbólica, pero la razón de su esencia divina sólo mucho más tarde, cristalizada la sociedad medieval, será generalmente reconocida. En esos momentos tan fluctuantes, tan llenos de posibilidades y concretaciones, el pueblo, encuadrado en sus nuevas formas comunales, desconoce, imposibilitado de vivirlo, el espíritu nuevo que se forja dentro del hieratismo eclesiástico. En sus albores, la Edad Medía ·Se resiente profundamente de la lucha entre Dios y el xnundo, sin encontrar en ese punto abismal el puente que la libere de la desesperación espiritual volcada en el sacrificio, con la búsqueda de la salvación en una concepción de lo divino arraigada en lo terreno, y que más tarde, asentadas ya las bases firmes del período verdaderamente medieval, realizarán las masas con la construcción de las catedrales góticas y, con un paralelismo significativo, la «élite> pensante con su discusión sobre los universales: ¿Qué es lo «real>, la «COsa> o el cconcepto>? La verdadera obra de centralización, unificación y resurgimiento de lo que caracterizará al mundo medieval como unidad inconmovible, que jalona una de las épocas más discutidas de la historia, es el llamado resurgimiento carolingio. Carlomagno no sólo fue el emperador que reunió bajo el signo cristiano a pueblos dispersos, con tradiciones muy peculiares, sino que su mayor mérito es haber atraído a fa esfera de la Corte a sabios conocedores de la cultura antigua; el estudio que él mismo hiciera de las lenguas griega y latina; la unificación del tipo de escritura; la creación de escuelas catedralicias para enseñar latín a los legos. Esto, de por sí, no representa una generalización de la nueva cultura en todas las capas del Imperio carolingio, puesto que

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faltaban los intermediarios para la decantación y nivelación del saber. La verdadera obra la realizan los monasterios y abadías, cuyas construcciones se elevan con mística cunción> terrena, con la solidez del baluarte y el aspecto del castillo-fortaleza que resguarda al Dios cristiano de cualquier contacto con el desborde pagano; y, en el realismo reflejado en su práctica, a veces doloroso, a veces ingenuo, hacen del culto una adoración de lo finito, lo cercano, que es sentimiento que no llega a los limites de la especulación que siglos después olvidará al mundo para aventurarse de lleno en los campos de la Idea. Es de esta manera, y en concreto, cómo en los principios de la Edad Medía la fue~ poderosa de lo inmediato, lo socialmente vital, engendra el entusiasmo que por renovadas décadas enviará cruzados al Oriente o llevará en dialécticos juegos de }>alabras el pensamiento a la vacuidad de las discusiones nominalistas. La verdadera organización medieval comienza con la denominada F.ciad Media caballeresca, que presenta en su trabazón interna el desarrollo acabado de todo lo social y éulturalmente indeterminado que viéramos en su nacimiento. Representa una corriente que proviene de las regiones de la Francia actual, donde asentará más rápidamente el proceso transformador, inmovilizando con formas perdurables hasta entrado el Renacimiento las características de una nueva época. Ya no son las clases superiores o inferiores, nobles o eclesiásticos retirados en cenobios, las que impulsan los cambios, .sino una especialísima clase media espiritual: el monacato, organizado esencialmente por la aristocracia. Disuelto el Imperio carolingo el cristianismo, que había sido su protegido, queda en manos de un~ aristocracia dada a las actividades del espíritu. Se reforma así su estructura pierde la simpleza en que había caído, y se complica con sutilezas qu~ ·ahogan la vocación salvacionista de sus orígenes. Tal es· el hecho cultural y socialmente más significativo de la época, y que llevó al enfrentamiento de la aristocracia laica, unida al monacato por poderosos intereses de clase, con la tendencia cristiana antigua, conservada en monasterios dispersos con la integridad de los tiempos de Galileo. Una de las resultantes de esas tensiones fue el movimiento clunia•cense. En el 910, el duque Guillermo de Aquitania fundó el monasterio de Cluny, en las cercanías de Lyon, siendo el abad Odilo (994-1048) ·~· quien lo llevó con férrea voluntad a su ulterior grandeza y poderío. ~'Tanto Guillermo como Odílo pertenecían a la aristocracia, y su mo;: vimiento fue de unificación, obtenido en base de la jerarquización ~· eclesiástica Y la difusión de sus claustros, que llegaron hasta la lejana / Rusia, refractaria entonces al mundo occidental. La organización clu/. niacense fue la oposición a los conventos benedictinos, dispersos y sin cohesión jerárquica, representantes directos para el momento del cristianismo primitivo, y rápidamente logró su fin, dado que, siendo por


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excelencia una rama religiosa de la aristocracia, sus superiores pudieron manejar hombres y bienes, sobre todo hombres capaces- e influyen'."' tes, como un gene;ral a sus tropas. Poseedores de la conciencia de una .· superioridad indiscutible, los cluniacenses se erigieron en dopositarios del poder que había de revolucionar el sector de su actuación; hicieron suya la representación del «verdadero> cristianismo y se autoidealizaron con la idea de constituir un corpus mysticum defendido con sus poderes jerárquicos y la capacidad combativa de los caballeros· de la cruz. La enorme influencia de los cluniacenses produjo a menudo roces con el poder político. Los monjes de Cluny habían abandonado la ascesis, afirmando sus derechos en este mundo, para hacer de su organización un poderoso Estado dentro del Estado. Frente a estas aspi"' raciones mundanas del clero cluniacense se levantaron las voces de los ascetas que vivían retirados, sometidos a ayunos y penitencias, y que reclamaban una reconversión general a las formas antiguas del cristianismo. Amenazada la Orden de Cluny, hubo en su seno depuraciones y las reglas se volvieron más severas, pero sin alcanzar el tono ascético que el resto de los monjes reclamaba, y así los aristócratas de Cluny, alejados de las raíces afectivas del cristianismo, engendraron su rival y la fuerza que por último los absorbería en los cistercienses. 19 La figura cumbre de este período, de quien no lleva en vano el nombre, fue Bernardo de Clarvaux, que surgió de las profundidades del cristianismo ascético con toda la fuerza del espíritu demoníaco que animaba a los antiguos profetas. Su época, del 1125 al 1150, es dura, fría; el cueri)o es desgracia para el hombre, y matar los apetitos de la carne un deber, tan imperioso, que hasta las sutilezas del pensamiento quedaron excluidas. En ese mundo poblado de íncubos y súcubos, la figura de Abelardo, por ejemplo, sufre al ser castrado el cercenamiento de lo que con mayor fuerza lo atara al mundo. Así procedía Bernardo: su figura es de piedra y recuerda a Calvino; puesto que ambos obraron por arte y magia del fanatismo. Junto a lo descarnado de esta fe se afina con elegancia casi incomprensible el sentido plástico de lo divino. Las construcciones cistercienses, en contraposición con las cluniacenses apegadas al hombre, «castillos de la fe:., parecen elevarse desprendidas de · lo mundano, buscando sobrellevar en un Dios-Idea la profunda crisis espiritual que el mundo vivía. La fuerza que impulsa a todo este período renueva desde sus fundamentos la estructura del mundo feudal, despertando las fuerzas aletargadas de los períodos anteriores y que ahora desbordan en todo lo que es actividad del espíritu. Las universidades se ·fundan por primera vez; los clérigos son llamados a desarrollar su apologética desde la cátedra, y así, un movimiento que iniciara frenética carrera hacia la más dura ascesis abre los claustros al mundo y desde la tarima escolástica elabora la teología.

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·Esta época, que va del 1100 a 1280 aproximadamente, conserva den.tro del florecimiento de todas las artes la mayor gloria para la arquitectura, aliada con el pensamiento filosófico. Nace el estilo gótico de :la plenitud, que se desarrolla por completo en el lapso que media entre las construcciones de la iglesia de Saint Denis (1163) y de la ca. tedral de Notre Dame de París (1243 ó 1248). Las catedrales e iglesias , de este momento representan la armonía y el sentimiento católico, esto · es, de universalidad que al pensamiento dieran Alberto Magno y To. más de Aquino. Toda la grandeza y el círculo cerrado de sus ideas, que abarcan inmóviles espacio y tiempo, pasado y futuro, se encierra en . esas construcciones que para el siglo XII superaron cualquier arte y puntualizaron una característica esencial del concepto de hombre: emanación divina que procura retornar, elevándose, al seno del Creador. El esfuerzo por levantar templos tan superiores a los recursos técnicos corrientes para entonces sólo fue posible en base de una estrecha relación entre sus constructores y el pueblo todo; esto fue logrado, es decir, la catolicidad de las conciencias, de tal forma que de ninguna de las grandes iglesias medievales se conserva el nombre del arquitecto y se sabe, sí, que el pueblo arrastraba de motu propio las piédras necesarias por los caminos; fenómeno que únicamente podemos explicar, como hace Landsberg, 20 por la existencia de un orgullo profesional jamás superado y por una igualación que no dejaba desarrollar la soberbia del superior o, en el peor de los casos, capacitaba para percibirla. Todo lo que en concreto acabamos de señalar representa el nacimiento espiritual del nuevo hombre occidental; es el punto de ruptura que separa en el tiempo y en el espacio al hombre del mundo antiguo del hombre del mundo moderno. La ruina del mundo antiguo resultó por ello tan acabada que los tiempos modernos deberán descubrirlo con procedimientos de arqueología, y lo mismo la dinámica de fuerzas tan fluyentes. como las que analizamos no encontraron un desarrollo bidimensional:· ahondaron verticalmente, en lo profundo . del. alma del hombre y del mundo que surgía, pero no expandieron horizontalmente, en la amplitud de la vida que se creaba. El Renacimiento, implicado ya en la Edad Media, realizará esta segunda faz del proceso histórico con el planteamiento de una filosofía que hará conocer al hombre su valor como «esencia, humana, no ya mero instrumento divino. Y precisamente en este concepto de «instrumento divino:» está la clave de la carencia de una antropología concreta en la filosofía medieval, esto es, en las doctrinas que fundamentalmente se desarrollaron del siglo IX al XIV. De este modo, hablar de una cpsicología» para la época es forzar el sentido y alcance del término. El pensamiento medieval no necesitó de una antropología concreta ni de una psicofisiología, porque al hombre lo interpretó" teológicamente y ésas son premisas que la teología descarta porque alma y cuerpo ema-


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nan del Creador, y de la creatura lo único que interesa es lo divino y el resto es demoníaco, para aniquilar o domeñar; además, lo demoníaco no podía explicar lo divino, lo inferior lo superior, y se imponía su destrucción. Si algo nos ayuda a comprender verdaderamente tal situación es la diferencia de motivos que impulsaban a los pensadores pre y posescolásticos. La época anterior a la escolástica, que estudiamos como patrística (vid. part. ter., cap. 1, 2) y que se extiende desde los Apóstoles hasta Boecio, Isidoro de Sevilla y Beda el Venerable, está encaminada a encontrar una definición del dogma. En tanto, la filosofía medieval verdaderamente dicha está dirigida a interpretarlo.21 Una es consecuencia de la otra en la continuidad histórica de los temas, pero lo esencial del pensamiento desarrollado en los cinco siglos que nos ocupan es la influencia del pensamiento griego sobre el cristiano a través del redescubrimiento de los escritos de Platón y de parte de los de Aristóteles. En tanto que la especulación de la patrística en · tomo de los evangelios se había nutrido con temas propios, el florecimiento medieval se ve inundado de helenismo; helenismo sui generis, es verdad, pero helenismo al fin. Se conocieron casi todos los escritos de Platón y muchísimos fragmentos de Aristóteles, poco ~E)spués traducido íntegramente e interpretado, con lo cual, conjuntamente con el dogma católico, otro sistema crítico en muchos aspectos, cobra visos de realidad tangible, que hace posible atisbar, sin recurrir a una autoridad sobrenatural como la que impone el dogma, una cosmovisión asentada en la capacidad explicativa de la razón, y que es la parte del Renacimiento ya implícita en la escolástica. Pero no alentemos la esperanza de encontrar en esos pensadores un :tacionalismo decantado; las fuerzas en acción son múltiples y el pensamiento se estrangula en los esfuerzos para conciliar a Dios con la naturaleza, sin caer en el panteísmo de la ideología grecorromana. Por ello, los historiadores de la filosofía interpretan este período en dos formas diametralmente , OJluestas; unos lo consideran como aferrado a un conjunto de con- ¿1 c~ptos con variantes de forma pero idénticos en el fondo para todos ' .: los pensadores. La especulación escolástica representaría así solamente { el esfuerzo de apuntalar el dogma, continuación teológica de la tradi·}: ción patrística 1 y en este caso el examen de un solo pensador releva S del estudio de los demás. Otros caen en el extremo opuesto: escolástica,']· significaría acabamiento completo de lo pensable, encontrando en e~ta ;:;·~ filosofía el círculo cerrado de todas las ideas posibles y la refutación ::~ de lo que desde Kant hasta nuestros días la problemática del pen.. •\,: samiento edificara. Tan viciosa es una como otra forma de encarar los hechos. Negar valor a los sistemas escolásticos es creer en la generación espontánea del pensamiento moderno; darle el carácter de summa es negar el progreso del conocimiento. La filosofía escolástica se origina con las enseñanzas de los profe-

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sores que llevara Carlomagno para sus escuelas, en especial de Italia Y de Inglaterra, donde mejor se había conservado la tradición de los gramáticos Y de los retóricos. Pedro de Pisa, Alcuino, Bangulf y otros fuer~n los fun,dad~res de escuel~s en Tours, Fulda, Carbie, Lyon y Orleans; la mas celebre fue la ael palacio de los reyes, que seguía a la Corte en sus desplazamientos por el Imperio. En el renacimiento carolingio, los centros más notables de cultura se encontraron en ~ancia, mientras que en Alemania sólo llegaron a ganar renombre los circulas de Fulda y de Saint-Gall, representados por hombres como Rabano Mauro y Notker Lobeo. Entre las escuelas francesas las de Laon, Reims Y Lyon sobresalieron, destacándose sobre toda~ la de Chartres, cuna de una verdadera corriente de pensamiento filosófico Entre tantos espíritus que abordaron la especulación filosófica sin singu~ larizarse por la originalidad de su pensamiento, fue Juan Escoto Eriugena: el primero en realizar una síntesis que, elevándose a gran altura dominó con su influjo la escolástica por hab2r aportado el platonismo' del que ya no se liberarán los filósofos de la Edad Media, ni siquiera lo~ tan personales y además influidos por Aristóteles, como Tomás de Aquino.

. . 4. JU<J1n Esco·to Eriugeoo y la continuación del pensamiento antigu?. --:Desd7 los tiempos del obispo Teodoro de Cantorbery, Irlanda habia sido asilo de ingleses y no pocos continentales que anhelaban dedicar~e al estudio o a la contemplación, y sus claustros habían llegado a tal mvel que Beda el Venerable afirmaba haber conocido en ellos ho~br~s que «hablaban el latín y el griego como .su propia lengua». Alla, s~ ~ue podamos precisar fechas, estudió Juan Escoto Eriugena. Su aparicion en el mundo de las ideas es sorpresiva porque de ninguna m~nera está preparada por un progreso gradual de 91la cultura histórica. Mientras sus contemporáneos se afanan por interpretar a Boecio y .apr.ender las burdas nociones enciclopédicas de Isidoro, Escoto Eriugena supera- a sus predecesores con la claridad racionalista de sus ; , const;u:ci~nes. En c~érto sentido está fui;r~ de la línea del pensamiento " escolastico, es contmuador de la patristica porque conscientemente ' . extrae ~as. consecuencias inmanentistas implícitas en las concepciones \: de los últ~os ~adres, sobre todo Agustín y Dionisia el Areopagita, .,, pero al mismo tiempo. se separa netamente de la misma por el caráci ter de su procedimíento mental, que rechaza al intuicionismo patrístico { Y tli;sarrol~a con tina dialéctica finnemente estructurada un sistema *' filosofico bien conexo que reposa, explícitamente, en la fuerza intrínseca de la razón. Es así como, de· alguna manera, Escoto Eriugena está fuera d? la escolástica, como en lo general del cristianis~o, porque su pensamiento secular no pertenece a la forma rígida de una religión De .la vida de JUAN EscoTo ERIUGENA sabemos poco; nace en Escocí; hacia el 810, y se traslada a Francia en el 847, con una personalidad

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intelectual formada, de manera que pronto obtiene de una cátedra en la Escuela Palatina. De su actividad en Francia como profesor nada sabemos hasta el momento en que realiza la traducción de los escritos de' Dionisio el Areopagita, que publica sin presentarla a la censura papal. El papa Nicolás I quiso someterlo a juicio por sos-· pecha de herejía, pero el rey Carlos lo protegió y se negó a entregarlo a la autoridad eclesiástica. Con la muerte de Carlos el Calvo desaparece también de la historia la figura de Escoto Eriugena, en el año 877. Algunos afirman que murió durante ese año en Francia; otros, que fue llamado por el rey Alfredo a la Universidad de Oxford, que acababa de fundar. De sus obras, además de la traducción de los escritos de Dionisio, nos quedan: De divina praedesti11atiane, y otros cinco libros: De divisione naturae.22 El prim'er libro es un tratado polémico limitado a una controversia teológica de la época; su obra fundamental es De divisione naturae. Para el pensamiento de Juan Escoto Eriugena resultó una ayuda de primer orden la traducción que realizara de las obras del Pseudo Dionisio el Areopagita, poniéndola.s del griego al latín. Con ella introdujo en la filosofía escolástica el signo del platonismo y el aliento de Plotino y Porfirio, de Jámblico y Proclo, todos filósofos helenizantes, para dar una concepción del universo que será desde entonces el eterno contrapeso de los definidores del dogma. Para Juan Escoto, el mundo aparece como un todo jerárquicamente ordenado, donde el lugar de cada ser lo señala su grado de perfección o especie. Por poder de inmanencia, cumpliendo una rotación completa, todo surge de Dios y vuelve a Él. Aquí ya está preformada la tesis en torno de cuya discusión girará el conflicto que caracterizará a los pensadores posteriores: la heterodoxia, más de forma que de fondo, que Escoto Eriugena sostendrá en De divisione naturae. En esta obra afirma la imposibilidad de separar fe y razón: si la autoridad en que nos apoyamos es verdadera, juzgando la razón rectamente, no pueden contradecirse, dado que, proviniendo ambas de lo divino, se implican sin dejar lugar a dudas, como podría ser el pretendido antagonismo entre la fe y la razón.23 La Verdad Divina, sobre la que descansa el pensamiento, es para Escoto clara y simple: las Sagradas Escrituras. Ellas dicen todo lo que es necesario creer acerca de Dios; por ser la única autoridad, son· irrecusables. La razón viene a iriterpretarlas, y si bien se presentan exhaustivas, estamos necesitados de interpretación: debemos saber por qué se compara a Dios con una paloma, con el sol; lo que significa atribuirle la ira o la virtud. La patrística, al estudiar .estos problemas, ha sentado un principio, que por ser esfuerzo racional y no iluminación divina, nos sirve de punto de apoyo, pero no es verdad incontrovertible: el hombre, como ser dotado de razón por Dios, debe hacer uso de la misma sin problematizar la existencia del ser por antono-

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masía, para buscar la significación humana de sus atributos. En caso .de cualquier conflicto entre nuestro razonamiento y la autoridad de .los Padres, debe ser atendida primero la razón. Y si nos preguntamos: ¿Es cuestionable la razón como principio de autoridad?, la respuesta negativa sería una tautología;24 la razón proviene de Dios, que es autoridad suprema, y lo que de Él emana es fundamental. De este modo, el hecho mismo de pensar lleva inmanente el principio de lo verdadero. Platón, con su doctrina de las Ideas, domina el racionalismo escotiano, y los Idola, apariencias del mundo sensible (la opi-. nión de los Padres en este caso), deben ser solamente atendidos como mera fuente de información y punto de arranque. Esta concepción fue de extraordinaria importancia, y se la comprende mejor expresándola con el lenguaje de nuestra psicología y no con el simbolismo vago de la Divina Trinidad, como hiciera la escolástica. En el hombre, la tricotomía ousía, dinamis, energeia se traduce en los principios del nous = intellectus esencia; logos Tatio = potencia; dianoia = sentido interno = acto, y de aquí que para Escoto Eriugena cel alma conoce todo lo que es unüorme y universalmente de Dios y de las causas primordiales por medio de su prinier ' movimiento, que es el intelecto; por medio de su segundo movimiento, que es la razón, lo custodia con la misma universalidad y uniformidad. Pero aquello que de esta manera ha recibido el alma lo distribuye por medio del sentido en esencias discretas, en géneros discretos, en diversas formas, en múltiples números»,u o sea que multiplica en los efectos lo que posee unido causalmente, de manera que de nuevo «el que entiende por medio del sentido disperso de manera multiplicada en los efectos concibe, por medio de la razón, lo existente unido y uniforme en sus causas». 2 6 Dicho con otras palabras, esto significa quela unidad intelectual originaria existente en el alma se· desenvuelve en la razón como principio que causa y se multiplica en el sentido como efecto causado; mas el sentido es sentido de sí, o sea razón, o sea retorno de la multiplicidad sensible a la unidad racional causante y, en última instancia, a la unidad inteligible del intelecto. Así, el alma no sería la base de la vida natural y corpórea, porque ¿cómo cualquier naturaleza puede estar fundada en el hombre, si consta que el hombre fue hecho después de la creación de todas las cosas? La respuesta de Escoto Eriugena está en que más bien sería una unidad independiente provista de juicio y de voluntad. Y para salvar esa unidad niega cualquier participación de la vida vegetativa en el alma. Este problema, que es el problema del paralelismo psicofísico y que acompañará a la psicología hasta nuestros días, plantea la cuestión de cómo debe considerarse el nexo entre materia y espíritu. Escoto Eriqgena no pretende resolverlo, y mucho más tarde, hacia el 1150, Isaac von Stella supondrá la existencia de una sustancia intermedia llamada pneuma.

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En el pensamiento de Escoto está presente la intuición de la hum~­ nidad del mundo, que no puede resolverse con la individualidad empirica del hombre, sino que asienta en la presencia extratemporal de la razón en su coeternidad con todos los momentos del devenir, porque «también el ángel se realiza en el hombre, por me~io del intelec~o angélico que está· en el hombre, y el hombre en el angel .por medio del intelecto humano que está en el ángel. Aquel. que entiende lealmente se realiza en lo que entiende. Nada de extraño hay en esto: también nosotros mientras disputamos, nos ·realizamos recíprocamente en nosotros mis~os puesto que mientras entiendo lo que entiendes, me vuelvo tu intele~to y, de alguna manera inefable, me realizo en ti (in te factus su:m); y del mismo modo, cuando entiendes lo que entiendo, te vuelves mi intelecto, y de ~os intelectos se hace ~~· formad~ . por lo que ambos sinceramente y sin pausa entendemos».. De aqui que en última instancia las cosas existan con mayor ver.ac1dad e:i sus nociones que en sí mismas, y que por naturaleza las nociones esten en el hombre, y que, por consiguiente, toda la realidad sea cread~. Pero Escoto Eriugena no se satisface con establecer estos grados racionales del conocimiento; agrega otros que pertenecen a una neb~losa esfera de la experiencia mística y que rompen el círculo racional de las relaciones de vida e intelecto, de manera que este prodigioso . racionali~ta, que como nadie antes y después reivindicara en el pe~sam1ento medieval el valor incondicional y autónomo de la razon, concluy~ su especulación entregándose al intuicionismo estático del neoplatonismo qistiano.

5. Alberto de Bollstaedt y Tomás de Aquino, o la., C:istwniza.~ón de Aristóteles. - Con Escoto Eriugena, el influjo platomco, o, !°~Jor dicho, la influencia helenística de la patrística sobre la es.co~astica, alcanza la forma más elevada y completa. Para la escolastica, el problema de Los universales fue parte ~e las prin~i:i:ales discusiones; la corriente de pensamiento que prolongo a la patnstica, Y con ella el helenismo se acantona en el concepto de los universalia, ante rem, esto es, que la~ ideas, para reproducir la cuestión en término~ de la gz:ose~­ logía actual, son arquetipos que existen antes de cualquier experiencia y, por consiguiente, el conocimiento no surge de la estructu~a de las que por el contrario determina esa estructura. Sm aden· , ' d d, d · cosas, sino 1 tran10 s en la refiexióq teológica para entonces e , on e prov1~nen as 'd uya evolución histórica vimos en cap1tulos anteriores, la l eas, Y c d 1 l' t' f t 1 posición que predomina en la primera fase e a eafisco as .1~a drelz:de a · · to es l~ negacio' n del empirismo y la re rmac10n e 1 I ead conccrm1en " · , lismo griego clásico, que reconoce en Platón su m~s .acabada Y e:e.va a conceptualización. En la segunda fase de la escolashca, la5. cond1c1oi:es históricas han cambiado; los árabes aparecen en el panorama mundial

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como potencia y se destacan culturalmente reintroduciendo en Occidente un aspecto casi desconocido de la filosofía antigua y que asienta en el hecho de que Aristóteles, casi ignorado por el Medievo, comienza a ser apreciado a través de traducciones que lo vierten del árabe al latín, y no del griego. Sin duda se trata de un Aristóteles m~dificado, pero la realidad es que semejantes trasvasamientos lo ponen mas acorde con las necesidades de la ideología que impera que a la pureza relativa del pensamiento platónico interpretado por la patrística. En efecto, después del año 1100, ninguna sistemática, ninguna filosofía o teología, parece posible sin encontrar respuestas inmediatas a dos cuestiones esenciales para una toma de conciencia de la propia esencia y realidad del hombre medieval y de su mundo: ¿qué representa el hombre en su relación con el mundo y con Dios?, y ¿cuál papel desempeña en dicha relación su vida psíquica? Estas dos preguntas manan natural.mente de la nueva ideología; el mundo antiguo no se planteaba de tal manera el problema, aunque fuese inmanente a su problemática. Principalmente los pensadores griegos, en particular los de la «polis», desconocían la individualidad, concepto que desarrollarían los cristianos, y afrontaban el problema de manera abstracta. Cínicos y estoicos habían discutido agudamente la cuestión, pero principalmente en razón de su oposición a los dioses, su influencia resultó limitada incluso en su propia época, y, combatidas sus ideas con acritud por el cristianismo, en nada o en casi nada influyeron sobre el pensamiento de los hombres de la Edad Media. Aristóteles, con su realismo y pragmatismo, como podríamos decir ahora, se adecúa más a los requerimientos filosóficos o teológicos de la escolástica. En el mundo de las ideas reina el concepto cristiano de la vida, la idea cristiana de un mundo limitado por la creación, y son un hecho social las condiciones de una vida llevada según las aspiraciones cristianas de salvación. El platonismo de los Padres no logra resolver las contradicciones del pensamiento cristiano; doctrina de. la acción, de la praxis inmediata, revela necesidades teóri. cas ajustadas al más estricto realismo, y la incongruencia de ese maridaje entre idealismo y realismo demuestra sus insuficiencias en las herejías y procesos en los que pensadores como Escoto Eriugena y Pedro Abelardo (1079-1142) se vieron, por ejemplo, envueltos. No se trata · de la idea cristiana en sí, de la realidad de la fe que ninguno de los 'herejes reniega o rechaza, sino de la catolicidad, esto es, la universa•· lidad de un solo tipo de pensamiento cristiano que únicamente puede asentar y conformarse en partiendo de la praxis inmediata de la Iglesia, , que es pragmática y realista, que afirma sus cimientos en la «ciudad de los hombres» aunque aspire y propugne la «ciudad dé Dios». El caso más completo de esta problemática, en la segunda fase de la escolástica, nos es ofrecido por Tomás de Aquino, pensador que .influyó de manera determinante sobre el sistema de la teología cató·'


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lica y de la filosofía de los siglos siguientes. Junto al concepto de los. , universalia ante rem destaca los universalia in re, o sea que al predo"' minio de las ideas , o conceptos sobre las cosas opone las ideas o conoeeptos que derivan de las cosas mismas. La conciencia partiría de las •cosas para formular los conceptos y las generalizaciones, y solamente sería responsable y determinante del valor lógico de las ideas y no de sus contenidos. Si algo nos dice de manera patente y dramática en qué medida para entonces el pensamiento antiguo ya es historia y deja de prolongar una ideología muerta de siglos, es la filosofía de Tomás. Para la época del aquiniense, las doctrinas de Aristóteles, del Aristóteles arabizado, eran bien conocidas, pero éste las retoma y estudia con mayor profundidad y originalidad que sus predecesores. Sus trabajos, que hoy clasificaríamos como estudios de la vida psíquica, son de raíz netamente aristotélica, como lo es sobre todo la tesis de que el alma se superpondría a todas las funciones vitales de los órganos: morfología, movimiento, nutrición, procreación, percepción, deseo. Para Tomás de Aquino, como para el estagirita, el organismo viviente se mantendría por la acción y efecto de un principio que le es ínsito: el alma, que puede ser atribuida tanto al hombre como a los animales y a las plantas. Tomás acepta para esa alma el viejo nombre de alma vegetativa y reconoce, con Aristóteles, que la sensibilidad, bajo la forma de percepción, es atributo de los animales y no de los vegetales. Los animales y el hombre con ellos· poseerían alma sensitiva, con la diferencia de que la inteligencia, o alma intelectiva, sería actividad exclusivamente humana. De aquí que el hombre posea anima rationalis o anima intellectiva. Si recordamos lo que dijimos de Aristóteles (parte primera, cap. III, 2), no es difícil reconocer en esta denominación aquiniana al nous poietikós del estagirita. El esfuerzo de Tomás de Aquino por encaminar la escolástica por la senda de un riguroso aristotelismo arranca de la obra de su maestro ALBERTO DE BoLLSTAEDT, nacido en Alem¡mia en el 1193 según unos, en el 1205 según otros, estudiante en Padua primero y después, reclutado por la orden de los dominicos, maestro de filosofía en Colonia, París y otros centros de cultura <le entonces. Su propósito fue vulgarizar en la escolástica la obra de Aristóteles, lo que aparece como algo nuevo y casi herético a los ojos de sus contemporáneos en un principio, y a los cuales después tanto él como su discípulo Tomás de Aquino logran atraer en la órbita de sus ideas con esfuerzo asiduo y una vivísima actividad polémica, creando así, con numerosos secuaces, una escuela dominicana que pronto superará a la franciscan~ como representante más autorizado del. pensamiento filosófico cristiano. La obra de Alberto presenta al pensamiento de Aristóteles plegado a las exigencias de la dogmática cristiana,. y adecuado, en muchos de sus principios, a la ideología cristiana de la época. En relación con el

desarrollo posterior de las mismas ideas por Tomás de Aquino, el pensamiento albertiano representa todavía una fase de transición entre el agustinismo y el. aristotelismo. Entre los escri~os de Albert~ ~e Bollstaedt, fuera de numerosos comentarios de los hbros del estagmta y a tratados de Jísica, su tema predilecto, debemos record'.11' como los más importantes: De intellectu et intelligibili: Metaphysica; Summa theologiae; De anima; De unitate intellectus contra A~ero~;. De quindecim problematibus; Liber de causis et processu unwersitatis a Causa prima.28 • • Estos libros contienen los elementos esenciales de su pensanuento, cuya originalidad reside en la ingeniosidad y en la. lab.or de ~eadap­ tación a una forma mentis .cristiana de un conterudo ideol6g1co que había sido expuesto dentro de otro contexto hist6rico Y social. La doctrina de Alberto se puede reducir analíticamente a la del estagirita Y de sus comentadores y como este trabajo es propio tanto de su obra como de la de Tomás de Aquino, alcanzando en éste la máxima perfección pasaremos por alto los resultados alcanzados por Alberto de Bollsta~t, para poner de relieve el pensamiento tomasiano, que lo resume y amplía, dándole a la vez estructura sist.emática. ToMÁs DE AQUINO hijo del conde Landolfo d'Aquino, nace en el 1225 ó 1227 · recibió su p;imera educación en el convento de Monte Cassino, para ;asar luego a Nápoles, donde cumplió su noviciado en la orden de los dominicos y finalmente, marchar a Colonia, en el tiempo cuando allá enseñaba filo;ofía Alberto, y del cual se convirtió en discípulo fiel. Ya maestro de filosofía y de teología, peregrinó, según la costumbre de los' maestros de la Orden, por las principales universidades europeas. Colonia, París, Bolonia, Roma, Nápoles, lo contaron en sus cátedras y su estancia en París; en dos períodos distintos, está unida 29 con las 'm2yores luchas universitarias y doctrinarias del siglo xm. En realizando uno de sus viajes para participar en el Concilio de Lyon, muere en el convento de Fossanova, cerca de Terracina, el 7 de mar~o de 1274. Sus obras filosóficas fundamentales. son tres: un Comentario de las senten::ias del Lombardo; la Summa contra Gentiles Y la Summa Theologiae .30 a éstas se agregan numerosos comentarios de . Aristóteles y opúsdulos filosóficos diversos. Aunque exégeta de Aristóteles como Alberto de Bollstaedt, la orientación de Tomás de Aquino es diversa. En lugar de parafrasear largamente el texto aristotélico como hiciera su maestro inaugura el método de interpretación literal, que adhiere en lo posib'.~ al texto. Bajo este aspecto brinda al conocimiento medi:val una conciencia crítica completamente nueva. No obstante, su fidelidad al estagirita encuentra límites insuperables en los principios esenciales de la teología cristiana, y de aquí que su fidelidad concierna más bien a la letra, a la estructura extrínseca de la filosofía aristotélica, Y no al espíritu que la anima. Por lo demás, discutir acerca de la fidelidad his-


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tórica de los conceptos de Tomás es ocioso; su infidelidad es el homenaje a su originalidad de pensador. Para comprender la posición de Tomás de Aquino frente al problema del conocimiento, esto es, la postulación psicológica que concebía Ja época, debemos tener muy presente· el pensamiento platónico según· lo presenta Agustín (vid. part. ter., cap. II, 1) y el aristotélico en su transposición por los árabes.si En efecto, en su reverencia por Aristóteles, Tomás debería negar, para ser coherente, la existencia de especies fuera de la realidad empírica, o, con la terminología de la lógica medieval, de los universales ante rem. Pero su teísmo cristiano le impide dar paso tan grave para los fundamentos de la fe, porque sería negar las razones eternas preexistentes en el pensamiento divino. Por consiguiente, admite, con los comentaristas árabes del estagirita, juntas las tres posiciones del universal: ante rem, como forma ejemplar, platónica de las creaturas, preexistente en el pensamiento divino; in re, como inmanencia de esa forma, infusa por el Creador en el acto de la creación, y post rem, como segunda intención (intenti-0 secu:nda) del sujeto, o sea como obra de la reflexión subjetiva que abstrae las notas comunes del contenido empírico de las ·sensaciones. De est~ modo, el aristotelismo de Tomás, que vimos en su adhesión primaria al estagirita al iniciar este parágrafo, sufre un golpe irreparable: el mundo de las ideas está completamente anticipado en el pensamiento divino y constituye la causa ejemplar del mundo real, desdoblando así al universo en un modelo y una copia. Es inútil que a cada paso Tomás de Aquino rechace la existencia de las ideas en sí de Platón, porque cuando las pone en Dios, las reconoce en sí. De este modo, su aristotelismo queda fuera de la metafísica y se circunscribe al dominio del conocimiento, puesto que la aprehensión de las especies implica una mediación sensible necesaria:. Sensus invenitur quadammodo medium ínter intellectum et res.3 2 Y con este aspecto del pensamiento de Tomás de Aquino entramos directamente en su psicología. En efecto, nos dice que el sentido está en relación con los objetos externos, tal como están dados por su individualización material, y. recibe la impresión bajo la forma de especie sensible, que sin embargo no ·es la cosa tal cual es en sí, sino su imagen (la especie). De este modo, el objeto, ya idealizado porque es imagen, o sea la especie de la cosa, constituye después y a su vez la materia de una ela boración intelectual ulterior, por medio de la cual es abstraída de la especie inteligible, y así se comprende la esencia de las cosas. Mas la percepción así comprendida deja paso a la pregunta de si la verdad reside en el sentido, piedra de toque en la disputa sobre los universales. La respuesta del aquiniense es de que está en el sentido, pero no como algo conocido por éste, porque el sentido, aunque debe sentir, no conoce su propia naturaleza ni la del acto, ni h proporción entre éste

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y la cosa, y, por consiguiente, la verdad no puede ser de su arbitrio.

La verdad, afirma nuestro filósofo, es aprehendida únicamente por el intelecto, es una adequatio rei et inteUectus,_ conformidad entre las y el intelecto, con la advertencia de que está justipreciada por el intelecto, por lo cual la verdad no asienta en un tercer término, sino en el intelecto mismo. Estos problemas del conocimiento que configuran la psicología tomista son los más arduos del sistema porque en su resolución presentan una incertidumbre que está en el pensamiento mismo de Tomás, y que es la oscilación entre el pensamiento dogmático y .la posición crítica. De acuerdo con el más estricto dogmatismo cristiano, la verdad es el ser mismo, está presupuesta en el conocimiento, que no hace otra cosa que reproducir fielmente al objeto. El tomismo hace suya esta posición objetivista al afirmar que el intelecto especulativo mensuratur a rebus, pero la actividad crítica del pensador es a la vez consciente de que la verdad se revela únicamente en el juicio y, por consiguiente, agrega algo a la noción pura del ser, siendo una adecuación, una conformidad que no puede residir en el ser tomado en sí. De aquí que, en oposición con la aserción dogmática que acepta, concluya: «dado que la verdad y la falsedad existen en el juicio del. alma, el alma en la medida que justiprecia las cosas non pa.titur a rebus, sed quadammodo agit:..33 Estas dos posiciones son inconciliables; si la verdad está en el ser de las cosas, el intelecto no justiprecia, reproduce; si es productq del juicio, representa una adecuación entre las cosas y ~l intelecto, y la posición más coherente con el realismo tomista es la primera, o sea que la res, la cosa, es externa al sujeto que conoce y el pensamiento está obligado a modelarse sobre la misma. Pero dogma,:,: tismo y espíritu crítico se contraponen en Tomás de Aquino, contra" posición que lo obliga a buscar una tercera concepción del conocí~\ miento, y según la cual el intelecto es la esencia misma o razón de t, las cosas, Y. que el conocimiento que se tiene no es mera captación. de i. imágenes o fantasmas, sino aprehensión ·de las cosas como son en su "1 realidad. Aquí las especies no están dadas en el intelecto: ut intellecta, " sino que son species quibus intell.ectus intelligit,3 4 esto es, especies Tpreexistentes que el intelecto comprende. Con términos y razones moj: demos, diríamos que prefiguran las categorías kantianas. {: Pero la parte de la teoría del conocimiento que atañe a la mecánica ; de la inteligencia, o sea al funcionamiento psicológico, Tomás de Aquino 1 :: no la toma del estagirita, sino de sus comentadores árabes. Con ellos afirma la necesidad de considerar un intelecto posible de acuerdo con ·' el cual el hombre es inteligente y que constituye el lugar ideal de la especie, y un intelecto actuante que lo convierte en intelecto en acto al abstraer la especie de la materia y de las condiciones materiales que la individualizan.s5 En otros términos, y en función de las concepcioy,.


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nes actuales de la psicología de la inteligencia, Tomás se preguntaría . cuáles son las razones y límites de una capacidad intelectual innata: y cuáles sus alcances traducidos en la expresión activa. Si bien la ins'" · piración tomista en este campo es árabe, niega, sin embargo, la tesis. de A verroes de que el intelecto es una sustancia separada y es únic.o para todos los hombres. Su crítica se resume en que si las especies inteligibles son trascendentes y se copulan con el individuo únicamente por · medio de fantasmas. que están en él, queda claro que algo es entendido, pero eso no basta, porque hic homo intelligat. En la teoría de Averroes, el hombre no entendería, pero sus fantasmas estarían implícitos en el intelecto posible: 36 sin una subjetividad como principio de referencia y de irradiación de los conceptos, la actualidad del saber queda inexplicable y, por lo mismo, hic homo intelligat, quien comprende aquí es el hombre. Y dentro de semejante racionalismo, Tomás de Aquino concluye, sorpresivamente y como Escoto Eriugena, haciendo importantes concepciones al universal neoplatónico, puesto que termina por aceptar una forma de conocimiento que no está condicionada por la sensibilidad, sino que es directamente intuitiva. Con el principio de la gnoseología agustiniana, de que aunque el hombre sea incapaz de intuir las sustancias separadas y angélicas puede, sin embargo, alcanzarlas revistiéndose del intelecto angélico, esto es, no encerrándose en la propia subjetividad, sino transcendiéndola para marchar hacia las etapas más elevadas del itinemrium mentiS in Deum. Desde el punto de vista de la historia de la psicología, con· esto llegamos al momento culminante del tomismo. A pesar de la concesión que Tomás hace al intuicionismo, reafirma que en la racionalidad está la esencia total del hombre, el centro antropológico único, como diríamos ahora, en el que convergen y desde el cual se distribuyen todas las funciones de la vida, física y mental, el principio común de la naturalidad y la espiritualidad. Esta doctrina de la unidad de las formas presenta importantes implicaciones psicológicas. En primer término, ¿cómo se explica, genéticamente, el progreso del alma vegetativa a la sensible y a la racional del hombre? Sin duda no se trata de un crecimiento que deja intercambiadas las formas inferiores al asumir las superiores; por el contrario, se trata de un proceso doble, de creación y de destrucción conjunta, por medio del cual una forma se anula y otra aparece. El crearse de la forma sensible destruye la vegetativa, y, anulada aquélla, se induce, por otra directa del Creador Y no por virtud inmanente del germen, el alma racional, que preside por igual las funciones intelectuales, sensibles y vegetativas. De este modo, ad_emás queda resuelta de manera negativa la cuestión· de las esencias inte~medias entre el alma y el cuerpo, que tanta importancia tuviera para el neoplatonismo escolástico. Resuelta negativamente la cuestión de las esencias intermedias, se destaca la de si el alma se identifica o

• no con sus potencias. Contra la tesis de la identidad, defendida por los partidarios de la pluralidad de las almas, Tomás de Aquino atribuye al alma única una pluralidad de funciones que operan mediante principios secundados, o potencias, y que constituyen sus propiedades. Y esas potencias se distinguen de acuerdo con sus objetos respectivos; el orden más bajo concierne a las funciones de la vida orgánica (generación, nutrición, crecimiento); el orden intermedio es propio de la vida sensible, que va desde la más simple sensación hasta las formas más complejas de la estimación y la memoria; el orden más elevado, la vida intelectual, representa el plano donde se cumple el proceso de idealización de la vida humana. Y a su vez, la potencia intelectiva se distingue, aunque sin fraccionarse, en dos potencias distintas: la especulativa y la práctica. El intelecto práctico preside la formación de los juicios prácticos, que aclaran la elección de la voluntad proponiéndole un bien para realizar. Bajo este aspecto, la psicología de Tomás de Aquino se revela intelectualista y determinista: el principio del movimiento volitivo precede al pensamiento, que anticipa, con sus valores, la acción práctica. Y si, llegados a este punto, queremos dar un juicio crítieo sobre esta psicología y buscar al mismo tiempo las razones de su éxito histórico que la prolonga hasta nuestros días, nos encontramos frente a dos órdenes de consideraciones divergentes. Por un lado, el valor intrínseco de la psicología tomista es completamente extraño a las causas de'su éxito. Tomás no resume el pensamiento filosófico del cristianismo, que está presente tanto en él como en los demás escolásticos. Tampoco puede hablarse de originalidad ni de enfoque peculiarísimo de los problemas psicológicos, cuya raíz árabe resulta fácil rastrear en el tomismo. El mérito que prolongó por siglos la fuerza de la psicología de Tomás de Aquino es ajeno a la misma y corresponde únicamente al mérito filosófico de Tomás, que la arrastró como vagón de cola. En efecto, el aquiniense creó un punto de vista original en la variedad del espíritu cristiano; supo refundir el material neoplatónico y aristotélico con que trabajó dentro del principio animador del cristianismo: la subjetividad, tanto divina como humana. El helenismo le brindó la idea del pensamiento pensante; Ari.Stóteles le proporcionó el concepto del universal individuado, y él, Tomás de Aquino, procuró investigar el principio genético de la individuación. Además, de la doctrina aristotélica de la forma, agregando la reelaboración neoplatónica de la jerarq"UÍa de las formas, creó un monismo psicológico que condensa en la racionalidad todas esas jerarquías. Y esta reflexión filosófica es la que señala el éxito de su psicología, que la llevó a través de los tiempos, porque en el análisis de sus momentos constitutivos . está presente, aunque no expresado, el cogíto ergo sum que volvería explícito Descartes como síntesis irunediata de la aperción y que hará su gloria.

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NOTAS l. Guido De Ruggiero, Storia della filosofia, La fiwsofia del cristianesimo, vol. II, Loe. cit. 2. Las obras de San Agustín ocupan los volúmenes 32-47 de la Patrologiae cursus completus, de Migne, serie Eclessia Latinae, Paris, 1840-1857. 3. «De Vera religione», en Patrologiae cursus completus, Loe. cit. 4. «De Solíloquium», en Patrologiae cursus completus, Loe. cit. 5. «De vera religione», en Patrologiae cursus completus, Loe. cit. 6. «Retractiones»,, en Patrologiae cursus completus, Loe. cit. 7. «Confessionum», en Patrologiae cursus completus, Loe. cit. 8. «Retractiones», en Patrologiae cursus completus, Loe. cit. 9. «De ínmortalitate animae», en Patrologiae cursus completus, Loe. cit. 10. Ibídem. 11. «De musica», en Patrologiae cursus completus, Loe."cit. 12. «De libero arbitrio», en Patrologiae cursus completus, Loe. cit. 13. Nemesio, De natura hominis, traducción al latín y edición de Holzinger, Leipzig, 1887. 14. Domanski, Die Psychologie des Nemesius, M'ilnster, 1900. 15. Las obras del pseudo Dionisio Areopagita figuran en la Patrologiae cursua completus, de Migne, Loe. cit., vols. 3 y 4 de la serie oriental; la traducción latina de Escoto Eurigena figura en la misma obra entre los trabajos de este filósofo. 16. En Patrologiae cursus completus, Loe. cit. 17. «D~ divinis nominibuS», en Patrologiae cursus completus, Loe. cit. 18. «Mystica Theologia», en Patrologiae cursus completus, Loe. cit. 19. Cf. Alberto L. Merani, Los filósofos del Medievo, Buenos Aires, 1942. 20. P. L. Landsberg, La Edad Media y nosotros, Madrid, 1938. 21. Cf. Alberto L. Merani, Los filósofos del Medievo, Loe. cit. 22. El escrito De divina praedestinatione y los cuatro libros De divisione naturae están en el volumen 122 de la Patrologiae cursus completus, de Migne, serie Ecclesia Latinae, Loe. cit. 23. Cf. «De divisione naturae», en Patrologiae cursu.s completus, Loe. cit. 21. Ibídem. 25. Ibídem. 26. Ihfdem.

27. Ibídem. 28. Las obras de Alberto de Bollstaedt, o Alberto Magno, fueron publicadas c11 2Z volúmenes por Jammy, en 1651, edición llena de errores, que fue revisada y completada por Augusk Borguet, y republicada en París, en 1899, edición esta sobre la cual citamos. 29. Cf. Aníbal Ponce, Educación y lucha de clases, Buenos Aires, 1934. 30. Las ediciones de las obras completas de Tomás de Aquino son numerosas; una de las más autorizadas es: Opera omnia, iussu impensaque Leonís XIII. P. M., edita Romae, 1882, y por la cual citamos. 31. Vid. Guido De Ruggiero, Storia del!a filosofía. La filosofía del cristia11esimo, vol. III, Loe. cit. 32. •Quaes!iones diSputatae de potentia Dei», en Oppera Omnia, Loe. cit. 33. •Quaestionis diSputate de veritate», en Oppera Omnia, Loe. cit. 34. «De unitate intellectUS», en Oppera Omnia, Loe. cit. 35. •Quaestionis disputate de Anima•, en Oppera Omnia, Loe. cit. 36. •De unitate intellectu.s», en Oppera Omnia, Loe. cit.

PARTE CUARTA

EL MUNDO MODERNO: LA REVOLUCIÓN DE LAS INTELIGENCIAS


CAPÍTULO

1

LOS OR1GENES DEL MUNDO MODERNO

l. Los «renacimienton, el cQu.attrocento~, los humanistas. - Frente al espíritu cerradamente teológico, de la alta escolástica, el siglo xrv se nos presenta como una época de crítica disociadora. Los grandes sistemas teológico-filosóficos, que, principalmente desde París, alimentaran con sus síntesis concluyentes la aspiración intelectual de los claustros religiosos y universitarios, habían sufrido, en el instante mismo de su florecimiento, el golpe receloso de las dudas de los Escoto y los Bacon; en Inglaterra, Oxford mostraba un nuevo rostro inaugurando la postuladón, aunque fuese en teoría, del método experimental como forma básica de cualquier hipótesis y fueran teóricos o prácticos sus alcances. Las elucubraciones teológico-filosóficas comenzaban a despertar desconfianza, y justamente con el descrédito por todo lo que elaborara el siglo anterior se ahonda la separación entre teología y filosofía como ramas del saber que no son ambas necesarias para cualquier docto, sino la primera y primordialmente para los clérigos, e informada ante todo por un carácter práctico que tiende a prevalecer sobre la especulación cosmogónica. Y justamente con la separación de la razón y la fe se inician los primeros descubrimientos científicos que preludian la época moderna. Aunque considerado superficialmente el siglo XIV presente características de anarquía especulativa, si lo analizamos en profundidad encontramos que en el mismo germinan grandes y fecundos acontecimientos. En tanto que razones del comercio y la necesidad de crear una economía que respondiera a los requerimientos de una Europa en expansión se aplicaban al descubrimiento del mundo y se inicia la navegación de altura, comienza la reconstitución social basada en un gran acontecimiento de unidad humana; ya no se trata de la unión lograda por la comunidad verbal de los dogmas religiosos y por la jerarquía del clero católico, sino de una emancipación intelectual que bajo el nombre de «Renacimiento> comprende el período de reconstitución ideológica que se produce en los siglos XV y XVI. Los descubrimientos geográficos realizados en China y en el Extremo Oriente 'por los venecianos, en Africa y en las Indias por los portugue-


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ses después en el Nuevo Mundo por los españoles y demás navegant.es de' Europa occidental, ensancharon los límites del .sa?er en el es?acio, y en la misma proporción que se corrieron los limites del horizonte terrestre creció la audacia de la imaginación y la certeza, para el p~n­ samiento, de que se debían sacudir muchas trabas, dogma~ Y pres~np­ ciones y elaborar una nueva cosmovisión. Por este cammo comienza. la estructuración de una nueva ideología que, ineluctablemente,. ~~­ plantará a la cerrada sistemática medieval. En efecto, la reapar~c10n en el escenario de la cultura de las letras antiguas, que une a los siglos presente;;, con los pasados por encima de los, ~rígenes mismos de la Iglesia, hizo que. la humanidad europea, la unica que c_u:nta. en ese momento para la evolución de la· cultura y el saber, ongm~riax:iente grecorromanos, se apodere de los orígenes mismos de su historia, al mismo tiempo que toma posesión de la redondez completa del ~lo~o, descubre otras culturas, otros focos de humanidad, compara, asimil~, v reconstruye sus propias definiciones de la vida y del mundo. Sm duda mucho se ha exagerado acerca de esa época tan especial en la suce~ión de las edades, pero el juicio histórico más sereno Y ponderado termina siempre por considerarla única. Parangonada en mu$!hos aspectos con el «milagro griego» (part. prim., cap. I), en verdad no presentan similitudes en sus raíces y estructuración; de los antecedentes griegos poco conocemos, de la Edad Móderna nos son familiares en este aspecto todos los detalles, y especialmente el hecho concreto de la el~­ boración de una nueva concepción de lo humano, de una antropologia completamente nueva aunque el pretexto aparen.te sea el retorno. al ideal helénico: el hombre renacentista nada tendra ~ue ver c.on el .ciudadano de la «polis», porque no fue en vano que mas de qu~n~e ~iglos de historia machacaran lo humano sobre el yunque d,el :ristianismo. Sin embargo, hablar de «Renacimiento» es emplear un te~~o de ~alor relativo; antes del siglo xv, antes de la huida de los gramaticos griegos de Constantinopla ocupada por los tui:cos, llev.ando. sus libro~ Y saber hacia Occidente las letras latinas habian seguido siendo cultivadas en Roma y otros l~gares de lo que otrora fuera el Imperio de los césares: Virgilio, casi divinizado, era venerado a la misma altura que ~ ~adre.: de Ja Iglesia. Además, con un siglo de anticipación, e~ R~nacnrue~;o ;: italiano había tenido un Petrarca como precursor y hab1a sido tambien,.\ precedido por el renacimiento árabe, que con la confluencia. de :r:ioros~ ; judíos y levantinos aportó a Europa el conocimiento del Asi~ ,onental. No obstnnte fue principalmente en Italia donde la evoluc1on de la ciencia y dei arte abriendo nuevos caminos, adquirió la fuerza suficiente para mereder el nombre de «Renacimiento>, º. c~mo se 1,o ha resumido con la palabra italiana «Quattrocento>, que significa .la epoca del mil cuatrocientos y se aplica a los progresos del saber realizados en Italia durante el siglo xv.

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Los orígenes político-sociales de este movimiento intelectual han sido bien estudiados.1 Están íntimamente unidos con la decadencia de los municipios, que se crearan y fortalecieran en la Alta Edad Media, y con el florecimiento de las «repúblicas> italianas, que habían sustituido en el poder a los señores feudales y se enriquecían con un comercio que propiciaba su ubicación geográfica y acrecentaba un genio especial de su gente para traficar, como fueron ejemplos Venecia, Génova y Florencia. La destrucción de los municipios y la era de las «repúblicas> está señalada por situaciones político-sociales muy azarosas; lo cierto es, sin embargo, que la disolución del feudalismo primero, la suplantación de los municipios después, creó un momento histórico en el cual se vivió a la casualidad, con la orientación de la suerte, y según el resultado de batallas en los primeros momentos, de traiciones y luchas fingidas luego, de matanzas en todo momento. Sin embargo, el impulso de libertad, que había constituido a los municipios, las repúblicas y las ligas contra el feudalismo, fue lo suficiente fuerte y poderoso para continuar como ideal de la emancipación del individuo a pesar de los avatares nefastos de la época. El hombre del siglo xv trató de desprenderse del pasado inmediato, de la sociedad en que vivía, para perseguir el ideal del individuo que en todos los aspectos se basta por sí mismo y crea un mundo nuevo a su alrededor. Para ello comenzó por descubrir en su esencia, en lo humano que no depende de la humanidad, la plenitud de su fuerza y de su belleza, como atestigua el arte pictórico y escultórico del «Quattrocento». Tal fue el movimiento de los «humanistas:. que, por encima de la retórica y de las formas· estéticas, reconoce el motor primero· de su actividad en el individuo que tiende a manifestarse con toda la fuerza de su persona, desligado de las trabas infinitas de las costumbres y de las leyes. Mas seamos cautos en la apreciación; no se trata de una aspiración general, ni siquiera de una eventualidad abierta para todos y cualquiera, porque es un ideal de perfección accesible únicamente a un limitado número de escogidos, en tanto el resto de los hombres, el. pueblo en una palabra, no puede aspirar más a,llá del beneficio limitado de una vida más humana aunque sin libertad. Cuando Florencia liberó a ·los campesinos de toda servidumbre «porque la libertad, derecho imprescriptible, no puede depender del arbitrio ajeno», 2 su actitud no fue imitada y la misma ciudad la olvidó muy pronto, sobre todo con su conducta respecto a Pisa, a la que acababa de vencer. No obstante, aunque esa aspiración a la perfección fuera privilegio . de unos pocos satisfechos; el hecho de intentar concretarla significa, históricamente, muchísimo. En la perspectiva del tiempo, lo que verdaderamente interesa es que se sembró el ideal de una humanidad futura compuesta por hombres libres para autocrearse y para recrear un mundo a su alrededor. Que este ideal sea todavía hoy utopía no importa; el hecho de que haya sobre-

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vivido a las tiranías, a las guerras, a las presiones económicas, al remo.; lino político en que vivieron desde entonces hasta ahora los pueblos¡ nos habla de indi,vidualidades fuertes, conscientes de sí mismas, que en · cuatro centurias de luchas continuadas no tranzaron ni se acoquinaron,.·¡

,,mar los libros de Éfeso, sobrevivió por mucho tiempo ·en los pontífices ' animados por el fervor primitivo; en el siglo VI, Gregorio el Grande . apostrofa a un obispo porque ese me hace saber, y no puedo repetirlo 'sin vergüenza, que Vuestra Fraternidad ha osado exponer a algunos los principios de la gramática ... Cosa grave y vergonzosa es que un obispo se ocupe de esas futilidades indignas de los religiosos y de los laicos>. ¿Acaso en el Concilio de Calcedonia, muchos obispos no debieron acudir a colegas o amanuenses para atestiguar decretos que no sabían leer ni firmar? En vísperas del Renacimiento, el más rico en libros de todos los monasterios ilustres de la Edad Media era el de Clairvaux, que, según D'Arbois de Jubainville, guardaba. 1.714 volúmenes.4 Y no se trataba de escasez de libros porque aún no había sido mventada la imprenta, porque para la misma época la Biblioteca de los Fatimistas, en El Cairo, contaba con más de dos millones y medio de volúmenes. Cuando en el siglo XIV Bocaccio visitó la biblioteca del famoso mona.Sterio de Monte Cassino, sólo encontró libros mutilados: los frailes raspaban los pliegos, cortaban los márgenes y hacían con ellos salterios para los niños y las mujeres. El pasado que el «Quattrocento>. descubría por encima de la historia de la Iglesia, estaba mutilado, desbaratado prácticamente en su expresión escrita, la única que podía comunicar directamente ideas, y su resurrección es la que procuraron activísimos investigadores como Aldo Manucio, erudito e impresor de la época; se discutieron los textos, se los restableció en su pureza primitiva, y en la tarea se desarrolló un espíritu crítico hasta entonces ausente en la historia de la cultura. Primero fueron los problemas de la puntuación, de la ortografía y de la sintaxis, y después la misma minuciosidad y cuidado, el mismo espíritu crítico, se aplicó a las cuestiones de la historia y de la ciencia en su conjunto. La revolución de las inteligencias acababa de cumplirse, y de esa crítica escrupulosa, a veces soporífera por la minuciosidad y afán por cuestiones insignificantes, nació el libre examen de las doctrinas diversas y opuestas. Florencia, «la ciudad que fue la flor de las ciudades, 11 y que aporto a la obra artística del . «Quattrocento:. tanta imaginación y genio, era la capital desde la cual los Médicis, mercaderes que habían sabido tomar el poder, hizo la vida del burgués y del letrado espléndida. Marsilio Ficino, uno de los humanistas más ilustres del grupo que gravitaba en torno de Lorenzo de Médicis, el cMagnífi.co,, pudo escribir, y sin adular a nadie: cÉste es un siglo de oro: ha dado nuevamente a la luz las disciplinas libeI'.ales casi extinguidas, la gramática, la poesía, la elocuencia, la pintura, la arquitectura, la música, el arte de cantar sobre la antigua lira de Orfeo, ¡y todo esto en Florencia!, Así escribía a un amigo invitándolo a establecerse en la ciudad, y agregaba: «iSé dichoso, sé florentino!>, y su latín flexible y fluido, manejado como una lengua viva y casi materna, contrasta con la decadencia de esa lengua en el Medievo.

2. El descubrimiento de la libertad y el gusto por el saber. - La revolución que se producía en las inteligencias fUe, en su naturaleza más íntima, religiosa. El hombre dejaba de ser la víctima inocente del pecado original; el anatema agustiniano, en su forma y aplicación, se diluía; los individuos recobraban frente a la naturaleza su pureza pri- , mitiva y se sentían con derecho a probar los frutos, aunque fuesen pecaminosos, del paraíso perdido. Nadie expresó entonces con mayor relieve y claridad este punto de vista que Rabelais, monje y médico que hizo del mundo y de la vida profundo análisis destacando, con sus sátiras, la muerte de la vieja ideología escolástica e indicando, con su fantasía, lo que el hombre aherrojado por centurias aspiraba. Entre otras cosas, nos dice de sus damas y caballeros de la cOrden de la libre voluntad>, reunidos en el monasterio del mundo moderno que imaginaba: «En leur reigle n'estoit que ceste clause: Fay ce que vouldras. Parce que gens liberes, bien nayz, bien instruictz, conversans en compaignies honnestes, ont par nature ung instinct et· aguUlon qui toujours les poulse a faictz vertueux, et retire de vice: lequel ilz nommogent honneur.> s Es una fe absoluta en la bondad de la naturaleza humana, y aunque la lectura de los autores de la época nos revela que a veces expresan juicios pesimistas bajo la presión de las desgracias nacionales, se estima .Y se mantiene en general en la más elevada posición al sentimiento del honor que representa, para el consenso de la ideología que surge, confianza en el desarrollo ilimitado del hombre, por encima de sus capacidades cognoscitivas. Después de centurias se acepta, contra la prohibición de la Iglesia, el derecho de todos para aspirar al conocimiento; inocencia e ignorancia dejan de ser sinónimos, y se abren escuelas y se ensalza la ciencia contra los que, sigUiendo a San. Pablo y a San Agustín, predicaban la cabsurda ciencia>. Por supuesto que no debemos caer en idealizaciones románticas · y reconocer que entre los humanistas hubo gente sin consistencia, hipócritas, aduladores y parásitos, pero no por eso se dejó de producir nuevos conocimientos. Y este fervor por el saber no debe interpretarse como vapor que escapa a chorros de la caldera recalentada por el saber contenido en los monasterios y las órdenes religiosas, como a menudo se ha repetido. Nada de eso; un Rabelais y un Bocaccio son frailes perseguidos por sus congéneres y superiores. Durante la Edad ~dia, en su conjunto, la Iglesia odiaba los libros, y los religiosos que los amaban a pesar de todo eran celosamente vigilados como fautores potenciales de una rebeldía oculta. El celo del apóstol Pablo, que hizo que-

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Que la revolución de las inteligencias pensaba, a través de la restitución del pasado, en hombres libres del presente lo prueba el hecho de que no sólo se pensaba en los príncipes y sus herederos, en los cortesanos y burgueses ricos y sus hijos, sino que de alguna manera hasta al pueblo se lo hizo participar. Se transformaban las escuela:; existentes y se creaban nuevas al estilo de «Casas alegres». Este aspecto, que descuida la historia de la pedagogía y de la cultura, tiene su ejemplo en la escuela que fundó Vittorino Rabaldoni, cerca de Mantua, en una pradera «regocijada con los árboles y las fuentes». En la casa, adornada con frescos y flores, niños de todas las comarcas Y de todas las clases sociales vivían y estudiaban sin temor a los golpes del ~magíster». La pedagogía de Rabaldoni se resumía en hacer la ciencia amable y el juego instructivo. Había comprendido que todas la~ co~­ diciones ·del hombre deben ser desarrolladas paralelamente: la mtehgencia renovada por la variedad de los estudios, y· el ~':erpo restaurado por la dive,rsidad de los alimentos, y todo defecto, ÍlSlco o moral, corregido. Rabaldoni, «nacido de una encina>, era el modelo al que todos fos discípulos querían parecerse.{! Y Vittorino Rabaldoni ni fue un genio ni una excepción; representa simplemente al burgués del «Quattrocedto» animado por el espíritu de la época, sostenido por el entusiasmo de una ideología que relajaba el s~ntido de la piedad católica, permitiendo a los hombres pensantes volver a la naturaleza y alejarse de las prácticas esterilizantes del ascetismo. No obstante, esas fuer~as herencia de otras épocas sobrevivían, sobre todo en el pueblo, Y tuvieron su período de reaparición triunfal cuando al final del s~glo xv ~l fraile Savonarola, seguido por sus «piagnoni», lloradores, llego a dominar Florencia y dictó leyes a la misma Señoría. Retornando a la tradición paulina, hizo quemar obras de arte, instrument?s ~e mús~ca Y libros entre otros los Cuentos de Bocaccio. Pero «los mil anos de ignoranci~ y de suciedad», con que Jules Michelet resumió la Edad Media, habían dejado definitivamente de pesar, inclusive para la Iglesia. ~ aguda crisis de fe y de penitencia que desencadenara Savonarola duro apenas cuatro años, y el «restaurador> fue a la hoguera por orden del papa Alejandro VI, acusado del crimen de «demasiado a;dor en ~u fervor hacia Dios». La revolución de las inteligencias hab1a determinado la emancipación de la sociedad civil, y, por su intermedio, de la mujer, que conquistó así prácticamente una parte de la vida social q~e desde la antigüedad se le había negado: muchas llegaron a la celebridad por su saber, ingenio y energía, y todas participaron plenamente en la educación de los hijos varones. La conciencia de Dios en la Edad Media había tenido su asidero ,en la potestad de la Iglesia; inspirada· en dogmas abstractos que _defin1an al hombre y a su ser, había alejado a la humanidad de ,su propia ;iaturaleza, que los pensadores del Renacimiento redescubr1an a traves del

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arte primero, de la ciencia después. Aunque el Maquiavelo de los Discorsi y el Guicciardini de los Aforismi fueran cáusticos para con el Papado, por lo general fuera de la Curia romana solamente gozaban de respeto moral algunos obispos y párrocos dignos; el resto, canónigos y frailes, aparecía siempre sospechoso y sospechado, y toda su casta era despreciada como gente ignorante y burda. Pero también llegó su turno a los humanistas profesionales. El movimiento de renovación que desde principios del siglo XIV, y teniendo como centro Italia, irradiaba por Europa, concluyó haciendo de los humanistas una casta y del humanismo una profesión. Después que generaciones de poetasfilólogos difundieran la cultura de la A~tigüedad, ya en el siglo XVI la masa entera de los humanistas cayó en el descrédito. Se sigue hablando, escribiendo como ellos hablan y escriben, pero gradualmente el pueblo no quiere saber nada con ellos. Es verdad que habían desarrollado una soberbia sin igual y se habían entregado a todos los desenfrenos del poder, siendo la acusación más corriente de incredu. lidad, pero la raíz de su descrédito calá más hondo, siendo más profunda y significativa: fuera de la cultura de la expresión, de las formas, del refinamiento en el arte y en el trato, poco o nada habían dado a las necesidades prácticas de una burguesía cuya actividad en ascenso de comercio e industria ayudaba a descubrir el mundo -los grandes viajes- y apreciaba al hombre con sentido concreto de criatura productora de bienes. Además, el predominio de las ediciones impresas emancipaba al burgués del trato constante y personal con los humanistas. El saber y la cultura se concentran en la tarea de los. gabinet.es de trabajo y al ideal prevaleciente de una cultqra polifacética: literaria, artística, filosófica bajo la forma de análisis filológico, se suma la aspiración de un saber positivo. Al navegante le es más útil la. brújula que una edición de los clásicos provista de ~tiguos. escollos y nuevos comentarios. La presión de los hechos es tan grande que en el año .de. 1531 el más prominente de los poetas del «Quattrocento», Ariosto, se expresa en su Sátira VII con soberano desdén de los poetas Y pensadores de la .época. Y aunque Pierio Valeriano se quejara en su , De infeLicitate literatorum de la injusta suerte que aguardaba a los · . literatos, lo cierto es que el interés general comienza a conglomerarse · en torno de otro tipo de humanista: el sabio, que unía al conocimiento · del arte y de las letras el de las ciencias y demostraba mesura en el vivir acercándose al burgués medio, al que su acción beneficiaba nor su afán de investigar eri: la naturaleza y en las artes prácticas r~la­ cionadas con la producción. La última época del Renacimiento está llena de estos ejemplos, como el de Pomponius Laetus, cuya vida cuenta in extenso Burckhardt; 7 pero, fuera de lo anecdótico, la figura más saliente en este sentido, prototipo del verdadero humanista y · científico del «Quattrocento» fue Leonardo da Vinci. De Leonardo se ha


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escrito tanto que parecería repetición inútil insistir sobre su figura y, en nuestro caso, dado que su influjo sobre la ciencia de la época y siglos posteriores ,fue nula porque conservó celosamente criptografiados los apuntes que contenían sus descubrimientos científicos y observaciones. Por ello carece de sentido introducirlo en una historia de la psicología con carácter retrospectivo, pero es necesario como ejemplo, bien conocido, presentar el análisis de algunos de sus rasgos de sabio renacentista. '" Arquitecto, pintor, pensador, escritor, matemático, físico, anatomista, ocupándose con sentido aplicado de mecánica, de hidráulica y de estrategia, Leonardo representa cla obra maestra [del Renacimiento] de existencia armónica y de plenitud de las capacidades humanas>, al decir de Paul Valéry,s y su legado escrito consta fundamentalmente de fragmentos y de anotaciones incompletas en los que se alternan intuiciones geniales con contradicciones sorprendentes. Se ocupa de la naturaleza, de la cual hace una reducción físico-matemática que lo convierte en precursor de Galileo y de Descartes. En lo que a antropología concreta se refiere, y es de nuestro interés particular, no se muestra menos explícito. Defensor de un empirismo radical, se atiene al papel de la sensibilidad, puesto que «las cosas mentales que no pasaron por los sentidos son vanas», y «las verdaderas ciencias son aquellas que la experiencia hizo penetrar por los sentidos, silenciando la lengua de los litigantes». Destaca la vaciedad del concepto sin materia, porque «si dudamos de la certidumbre de algo que pasa por los sentidos, cuánto más debemos dudar de las cosas rebeldes a esos sentidos, como de la aserción de Dios y del alma y similares, por las cuales siempre se disputa y se contiende». Leonardo teme a las aseveraciones dogmáticas y aconseja escapar de los especuladores cuyas razones no están confirmadas por la experiencia; de aquí que rechace cualquier definición del alma asentada en el razonamiento, que cdejo en la mente de los frailes, padres de los pueblos, los que por inspiración saben todos los secretos». 'Leonardo se apasiona por el hombre ctotah; hace disecciones humanas para un tratado de anatomía y de fisiología que preparaba, y destaca la importancia de las funciones nerviosas en relación con la actividad sensorial. Sus investigaciones anatómicas, fisiológicas y antropológicas enfocan al hombre con una perspectiva concreta y unitaria, acentuando que el ser humano proviene de la naturaleza y, necesariamente, está sometido a sus leyes. Sin duda,. Leonardo no es, en este sentido, la excepción del «Quattrocento», pero como sabio renacentista es el prototipo del pensador que trata de devolver al género humano su carácter de naturaleza, y por ello su pen~amiento, como el de sus congéneres, representa la ruptura epistemológica con el pasado y el primer gran anuncio de los tiempos modernos y de la ciencia experimental.

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NOTAS l. Cf. Ja.cobo Burckhardt, La cultura del Renacimiento en Italia, Buenos Aires, 1944. 19 8 2. Vid. Eliseo Reclus, El hombre 11 la Tierra, vol. IV, Barcelona, O . 3. Rabelais «Gargantúa», en Oeuvres completes, La Pléiade, Paris, 1955. 4. D'Arbo~ de Jubainville, De l'intérieur des Abba11es cisterciennes, Paris, 1883. 5. John Ruskin, Las mañanas de Florencia:, Valencia, s. f. 6. Vid. Philippe Monnier, Le Quattrocento, Paris, 1892. . • 7. Jacobo Burckhardt, La cultura del Renacimiento en 1talí4, Loe. ~1t. 8. •Préface» ·a la edición francesa de los Taccuini de Leonardo, Paris, 1942.


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del estagirita. Además, tenemos una tercera corriente, que la tradición ha querido denominar como de «los verdaderos sabios>, individuos para quienes ni Platón ni Aristóteles son modelos dignos de los nuevos tiempos y, desdeñando la especulación filosófica a la manera ya clásica, se remiten a Arquímedes, esto es, al. primer hombre que supo unir las matemáticas con la· experiencia. Ignorado durante toda la Edad Media, Arquímedes lleva de pronto y sin transiciones a un punto de vista metodológico avanzadísimo y que de ninguna manera podía sospechar la tradición. Finalmente tenemos una cuarta corriente, la de los moralistas, tan original como la anterior pero menos positiva, que no llega a ninguna fórmula determinada pero que, con clos verdaderos sabios», influye radicalmente en la eStructuración de una antropología concreta que desembocará con Descartes, en el tratamiento sistemático de los temas psicológicos.

CAPÍTULO 2 LA ANTROPOLOGfA CONCRETA DEL RENACIMIENTO 1. Las c07'7'ientes del pensamiento renacentista. - La ideología renacentista, que en sus aspectos más significativos destacamos en el capítulo anterior, es confusa y su delimitación difícil. El voluntarismo que caracteriza a los pensadores de la época crea las amalgamas ideológicas más dispares y nos muestra los contrastes más absolutos de la sobrevivencia, como trasfondo de teorías atrevidas, de mitos y dogmas milenarios. La ruptura con la escolástica fue lenta y tortuosa y el retorno a las :fuentes de la antigüedad aparece muchísimas veces teñido por concesiones que representan escollos políticos o religiosos. Leonardo habla, como vimos, con toda franqueza y se expresa como hombre de una modernidad absoluta, pero no olvidemos que sus Taccuini los conservó en celoso secreto y que eran además criptogramas, o sea quedaban escondidos a los ojos de cualquier indiscreto con el "Uso de escritura especular. Leonardo sabía, y lo sabían los espíritus libres de entonces, que las concesiones en arte eran mayores y más fáciles que para el pensamiento y tomaba precauciones. De aquí que desde el punto de vista filosófico el pensamiento del «Quattrocento» represente un momento de transición y que en los ciento cincuenta años que median entre el fin de la escolástica y el siglo :xvll, las corrientes de ideas nos resulten confusas y poco distiritas. No obstante, podernos precisar una fuerte tendencia hacia el platonismo, que todavía procura, a la manera de Marsilio Ficino, encontrar, aunque ya no sea en Platón, una síntesis filosófica propicia al cristianismo. Otra corriente es la averroísta de la Universidad de Padua, que descansa sobre la interpretación árabe de Aristóteles, contraria a la interpretación cristiana que desarrollara la escolástica. Aristóteles está considerado como naturalista antes que como filósofo, y aparece acentuada la idea de que niega la providencia y la inmortalidad del alma. Sin duda, muchos han visto en esto el acta de nacimiento de la ciencia moderna, pero no debemos engañarnos con las expresiones: la corriente paduana significa, en su recurrir a Aristóteles naturalista, un retroceso en el camino del conocimiento, porque sus pensadores estaban atados al determinismo más absoluto y se atuvieron estrictamente al espíritu de la física

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2. El platonismo. - El esquema ideológico del humanismo choca ·directamente con el esquema teocéntrico del universo heredado de la escolástica, y esa lucha que desgarra muchas veces las conciencias del Renacimiento se acusa de manera precisa en uno de los mayores pensadores del siglo xv, el cardenal NICOLÁS DE CusA (1401-1464), llamado también Nicolás Cusano porque había nacido en Cues, cerca de Treviri, pero cuyo verdadero nombre era CHYPFFS o KREBS. Hombre de extraordinaria versatilidad, se ocupó de filosofía, de teología, de matemáticas y de física; en astronomía se lo considera precursor de Copérnico. Formado en la corriente del occamismo, que enseñaban sus maestros de Heidelberg, recurre siempre y cada vez más en la medida que madura su pensamiento a las fuentes del platonismo, sobre todo a través de las obras de Proclo, y desemboca así en lo que será el verdadero fondo de su pensamiento: la búsqueda de un método que le permita pasar de un plano de visión del universo superior al de la razón y ¡· al de los sentidos, o sea ver todas las cosas de manera intelectual (intellectua.Hiter) y no racional ('rationaliter ). i¡,, Esta posición la determina con análisis matemáticos que pretenden i'.: instituir, junto con la matemática «sensible» o práctica del agrimensor ;!; y la matemática racional de Euclides, una cmatemática intelectual>, 'l que denomina carte de las transmutaciones geométricas», y lo cual lo ,,;: lleva por el mismo camino de razonamiento que a los neoplatónicos de épocas anteriores a la teoría, ya asentada por el mismo Platón, de los :0: tres grados del conocimiento, y a la que da una nueva forma: los 'f sentidos, cuya tarea es siempre y en cualquier circunstancia la de afir'i mar la existencia de algo, están rectificados por la razón, que, natu'!': ralrnente, puede afirmar o rechazar. La razón, que por su propia esencia está unida con el principio de contradicción, resulta a su turno recti~¡::ficada por el intelecto, que no sufre contradicciones u oposiciones por-

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que es emanac1on divina, y en Dios todas las opos1c1ones coinciden. De este modo, en la teoría de la inteligencia del Cusano se reúnen contrarios que la :razón opone y declara incompatibles, de donde se concluye que el conocimiento tiende hacia lo irracional, o sea hacia lo intelectual como un límite, tal como se da en su «matemática intelectual». En su obra fundamental, De docta ignorantia,1 cuyo título es significativo porque debe traducirse por «ignorancia consciente» y que es expresión tomada de Agustín, Nicolás de Cusa afirma que Dios es infinito y que por lo tanto no puede ser conocido por el conocimiento finito del hombre, razón esta por la cual debemos tender a él por medio de la intuición inmediata, que es un arranque místico, resultando de aquí que la verdadera sabiduría, esto es, el conocimiento humano perfecto, descansa en el saber que no se sabe. Dicho de otra manera; es el estado de espíritu del que, insatisfecho con el conocimiento racional, sabe medir la distancia que lo separa del conocimiento intelectual e int~nta aproximarse al mismo. Parece, y atinque a menudo . se lo da con carácter afirmativo, que los textos directamente interpretados no confirman, que el Cusano habría percibido que el conocimiento se realiza por movimientos inversos de análisis y de síntesis. Tal sería la interpretación de lo que denomina explicatio, un estado de retención y de multiplicidad de las cosas inferior a la complicatio; mas al respecto nuestro autor es demasiado vago y lo único cierto es que para él, como para Aristóteles, la complicatio es el estado en que se encuentran todas las cosas en el alma, y el conocimiento que las produce poco a poco es la explicatio. Sin duda el cardenal de Cusa es por su afán metodológico un moderno, es el hombre del Renacimiento que procura encontrar en el neoplatonismo un método que ayude a resolver problemas concretos y limitados, pero su afán se ve retenido, constreñido por sus propias fuentes, y aunque no busque en el neoplatonismo una metafísica, tampoco encuentra un planteamiento antropológico y concreto del conocimiento humano. El platonismo renacentista está lejos de constituir una unidad doctrinaria y contrariamente a la preocupación de Nicolás de Cusa, que ofrece su doctrina como una visión del mundo que se añade a la fe, los neoplatónicos italianos sostienen un animismo universal, la teoría del universo vivo que habían sostenido los paduanos, pero de los que diferencian por su hostilidad abierta contra Aristóteles. Figura central de esta corriente fue BERNARDINO TELESIO (1509-1588), que nació y murió en Cosenza, y cuyas principales obras fueron De his quae in aere fiunt etterrae motibus y De rerum na.tura iuxta propia principia,2 pensador que, al decir de Francis Bacon, es n-011orum ht>minum primum, el primero de los modernos, porque tiende a fundar un naturalismo capaz de determinar la situación del hombre en un mundo sin esquemas teológicos, libre del subjetivismo que instaura la razón de

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los filósofos dogmáticos. Haciendo revivir el animismo de los estoicos, Telesio admite el dinamismo que éstos defendían con sus dos princi· pios fundamentales, o sea una fuerza activa y una materia completamente inerte y pasiva. Esta fuerza activa es un cuerpo, y el alma del ser vivo que es parte de ella es igualmente un cuerpo, un hálito o pneuma que se localiza y extiende a través de las cavidades cerebrales y de los nervios. Crítico de la ontología de Aristóteles, al que admira como naturalista, Telesio pone como premisa del conocimiento del hombre la exigencia: empírica de que la naturaleza, como la del mundo físico, no puede ser conocida en partiendo de ·definiciones metafísicas de la sustancia, y su lucha, su obra, consistirá en demostrar que únicamente sobre la base de la experiencia se puede determinar qué es el hombre y qué es la naturaleza. Por supuesto, la experiencia de que nos habla Telesio no es una experiencia crítica, no se trata de un examen de sus condiciones y alcances, sino que la concibe como capaz de hacemos conocer las cosas en sí mismas, aunque prudentemente le pone un lúnite, que es la incapacidad de socavar la autoridad de las Sagradas Escrituras. De la cosmogonía de Telesio, lo único que aquí nos interesa es que, al considerar la naturaleza en su autonomía y objetividad, la presenta animada como naturaleza que engloba al movimiento y a la vida junto con los poderes psíquicos, y de donde todos los seres que sufren una acción la sufren en tanto están dotádos de sensibilidad. Sobre este fundamento, Telesio elabora una antropología concreta y trata de explicar al hombre, aunque sin negarle fines y facultade!> trascendentes que expresa con la tesis de un alma innftl.terial que se agregaría a la material y que se encuentra en relación con el destino sobrenatural del género humano, idea esta que no se compagina bien con su cosmogonía y que debemos admitir como concesión al poder de la Iglesia. Como la reducción naturalista del hombre sófo es posible si todos los principios científicos tienen origen sensible, considera la sensibilidad como un poder activo y le atribuye la capacidad de aumentar, por medio de un proceder analógico, los datos de su experiencia. De este modo, Telesio atribuye a la sensibilidad el poder de superar· las sensaciones del momento, de compararlas entre ellas y con las anteriormente probadas. La sensibilidad poseería la capacidad de establecer un juicio sobre sí misma, de manera que, como la percepción sensible demuestra que todos los hombres· presentes son bípedos, perfectamente puede inferir que los ausentes también lo son, 3 y de ello se sigue que el concepto resulta de la actividad sensible y es producto de una manifestación de spiritus e semine eductus, esto es, manifestación del alma producida por la semejanza que el hombre posee en común con los animales, con la sola diferencia que en éstos es menos pura y activa, menos aparente. A esta actividad de la sensibilidad, que es el alma


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material, Telesio la denomina cestimativa y conmemorativa>; preside .•. las funciones orgánicas y psíquicas tanto en el hombre como en los animales, tiene como asiento el cerebro y se difunde por todo el sistema nervioso. Telesio no intenta explicar de qué manera el sistema nervioso produce el movimiento, pero se esfuerza por demostrar que el espíritu, encerrado en el cuerpo, lo sostiene y hace mover en todas sus partes. .. El resto de los platónicos italianos del Renacimiento, entre los que ' se destacan figuras como GIORDANO BRUNO (1548-1600) y ToMMASO CAM- · PANELLA (1568-1639), quien a pesar de su cronología continúa siendo un hombre del cQuattrocento> es de gran importancia para la historia . de las ideas, pero carece de relación directa con la historia de la psicología. Bajo este aspecto, ninguno de ellos introdujo nada nuevo Y su antropología, cuando es explícita, presenta caracte_res netamente metafísicos que la emparentan directamente con el helenismo platonizante .. El hombre está dentro de su concepción del mundo, que es en todos · naturalista, pero no se puede afirmar sin forzar los textos que lo conciban como naturaleza. En efecto, para Bruno, el alma, aparte de las funciones de formar y de organizar el cuerpo des4e el interior, debe .•.· mantener en el individuo cualidades discordantes, para sustentar así · su principio d~ que nada es puro y simple, y de donde deriva una continua relatividad psicológica, cporque así digo, y es por demás sabido, que si el amargo no estuviese en las cosas, no existiría la delectación, · sabiendo que la fatiga hace que encontremos delectación en el . r~poso; ., 4 la· separación es causa de que encontremos p1acer en 1a conJunc1on>. Tomasso Campanella, fraile dominico, .fue el último, en orden del tiempo de los grandes filósofos del Renacimiento. Espíritu inquieto; llevó ~na vida ¡¡.fortunada y plena de contrastes. La más conocida de sus numerosas obras es Civitas · solis,11 el'l la que detalla su concepción·.'·. política, que es de tipo teocrático-socializante. La filosofí~ de .campanella puede ser calificada, con. términos actuales, de psicologizante, · puesto que está basada sobre el principio del conocimiento, al que reconoce dos fuentes: el sentido y la razón. El sentido o sentido externo; ' que denomina sensus additus, es inseguro y falaz; la razón, por. el contrario, da resultados certeros y seguros porque proviene de la conciencia, que sería el sensus abditus. En su obra Philosophia sensibus • demonstranda,6 Campanella, en la línea renacentista, admite dos causas.··. activas de todas las. cosas: el calor, representado por el sol, Y el frío, · representado por la tierra. El universo sería una inmensa mole dotada de una pluralidad de almas, porque incluso las cosas que creemos, . inanimadas poseen sentido y alma. 1

3. Los paduanos: Pomponazzi; el desarrollo del averroísmo. -Des"1 de 1405, la Universidad de Padua dependía de la República de Venecia;

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que por intermedio de su Senado administraba los estudios sin intervención del poder religioso, de manera que durante los siglos xv y XVI :¡ se mantuvo como centro de libertad ideológica. El más célebre de los 1 V profesores de la Universidad de Padua de entonces fue PIETRO PoMi1: PONAZZI (1462-1525), quien, siguiendo la tendencia naturalista de la ;: .·época, adopta una postura claramente antropológica, cuya finalidad es ~;¡ reconocer e.n el hombre una función autónoma en el universo. Espíritu ir: eminentemente especulativo, Pomponazzi procura elaborar una doc~? trina que satisfaga la razón, y para ello parte en su especulación de la J pregunta básica, y en la suposición de que no tengamos ninguna reve~l~· lación divina, ¿qué idea . debemos for_marnos del hombre y de su :;. puesto en el universo? Apegado a los comentaristas árabes de Aris1:: tóteles, encuentra la respuesta en el estagirita y en A verroes, pero 1\1 es una respuesta que lo satisface a medias y, por consiguiente, busca : :, otras consecuencias que las metafísicas del aristotelismo escolástico. ;, El alma intelectual, nos dice, es inseparable del alma sensitiva, puesto ,¡:;,que no puede pensar sin imágenes y debe ser mortal como el cuerpo, ·,::;-lo cual prueba que no la espera ningún fin sobrenatural; por el con\:¡trario, «debe tomar como fin la humanidad misma y sus deberes coti~': dianos; debe encontrar en el amor a la virtud y el odio al mal motivo (suficiente de acción; debe saber que el legislador, que conoce la incli~' na'Ción del hombre al mal y cuida del bien común, ha decidido que el W.' alma sea inmortal, no por motivos de verdad, sino de honradez, y por ·''.'.llevar a los hombres a la virtud>. 7 Esta concepción nos pone frente a 1"~ª interpretación positiva de la vida humana, sin referencia al des',étino sobren.at~al, que desarrolla en su libro De fato, libero arbitrio i,et praedestinatione,s declarando que no existen milagros porque cno se •;',;:conforman con el c:urso ordinarfo de la naturaleza>, y ,que para así )¡,'.justificarlos y conocerlos hay que llegar, en el. conocimiento de la ~:naturaleza, hasta una profundidad que no es común alcanzar: hay que ?descubrir la.simpatía que une al hombre -microcosmos- con las di. )versas partes del mundo y que le hacen sufrir influencias a distancia. '"i':Y aunque Pomponazzi acostumbre con. estas ideas a una concepción ¡·del hombre y del universo independiente del dogma, puesto que llega ~:a sostener la inconciliabilidad entre la doctrina aristotélica y el dogma ~~cristiano de la inmortalidad del alma, aunque,en su concepción el alma f8ería una forma del cuerpo y, por consiguiente, mortal, termina de~ clarando que no debemos atenernos a esta verdad de la razón, sino a ,la verdad de la fe, que deriva del dogma religioso. Esta concepción no ·:~s otra cosa que la reactualización del principio de la d-Oble verdad, )$urgido en la Edad Media y corriente en Tomás de Aquin'o y sus con.\temporáneos, principio con el cual se llega a sostener en cualquier ~~o el pensamiento de la Iglesia sin negar a la raz6n y, especialmente, ":el pensamiento de Aristóteles. De aquí que en la historia de las ideas , 1

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se acostumbre a ver en Pomponazzi un precursor de la doble corriente le pensamiento que desde su época en adelante existirá en el campo del saber:. la corriente racionalista y la dogmática. Sea como fuere, la · concepción de Pomponazzi está muy lejos de la experiencia y de las ciencias positivas; está fuera de la corriente que va de Buridán a Kepler, Galileo y Descartes. Pomponazzi admitía que el alma es mortal, pues el intelecto posible, sobre el que actúa el intelecto agente, sólo es una disposición de los órganos para esa acción. En este aspecto, el paduano representa la corriente del alejandrinismo. Pero Averroes, al comentar a Aristóteles, admite que el intelecto posible es, como el intelecto agente, eterno e impersonal, por lo cual concedía al alma humana, como participante del conocimiento intelectual, inmortalidad impersonal. En el siglo XIV, la Iglesia apoya esa interpretación, y el libro del averroísta Nilo De inmortalitate, que combate a Pompona:Zzi, recibe la. aprobación del papa León X. El alejandrinismo es juzgado más peligroso para el dogma que el averroísmo, aunque en verdad más que de alejandrinismo se trata de estoicismo lo que en este momento encontramos en la interpretación de Aristóteles, lo cual significa, desde el punto de vista de la teoría del conocimiento intelectual, que se sostenía un mecanismo incluso superado por la escolástica. Esta situación tan particular de Padua, un retroceso en la función del conocimiento cuando sus pensadores gozan de libertacl y de protección, favoreció el desarrollo del averroísmo, que contó como figura principal a GEROLAMO CARDANO o CARDAN (1501-1576). Cardano, célebre como matemático y médico, actividad esta última por la que es de particular interés para la psiquiatría, estudió en Pavía y después en Padua. Su labor, tanto teórica como práctica, representa admirablemente el naturalismo paduano, esto es, la teoría estoicoplotiniana del mundo, favorable en muchos aspectos al ocultismo y a la astrología. Entre sus obras cabe destacar De u.tilitate ex adversis capienda, 9 publicada en 1561, en la que expresa la necesidad de un espíritu que se debate en la búsqueda de la libertad, que, sin embargo, aparece llena de contradicciones inconcebibles casi hasta para la época y que van desde los temores del ocultismo hasta las exigencias del sobrenatural cristiano, al mismo tiempo que en medio de la incoercibilidad de los temas se abre camino la investigación científica propiamente dicha. En el campo del conocimiento, Cardano coloca en primer plano la actividad de la experiencia; en este aspecto pertenece al naturalismo renacentista, y como médico se acerca a los pacientes e interpreta sus sueños, en los que descubre, procurando realizar profecías, signos positivos,. como por ejemplo una asociación de ·imágenes en función del lenguaje, como en el caso del caballero que cuando soñaba comer sentía dolores de cálculos. Y si creía ingerir alimentos pesados, sus dolores se prolongaban por varios días, y cla razón está

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·~n que el verbo "degustare" se aplica tanto a los dolores como a los alimentos). 10 También, y aunque a menudo en sus juicios clínicos acude ' a las influencias benéficas o maléficas de los astros y a la intervención del demonio, ve en las alucinaciones, de las que sufría, desórdenes mentales, y en el éxtasis un fenómeno intermedio entre el sueño y la vigilia, momento especial en el cual el a1ma está impresionada por imágenes sensoriales hasta el punto de admitir la presencia real de sus objetos. Pero la verdadera antropología concreta de Cardano, su valor dentro de la psicología, está en el hecho de haber sido el primero en redactar un verdadero documento de psicología introspectiva. Su De propia vita, 11 no es una autobiogr¡:¡fía, sino un documento en el cual se analiza tanto en lo físico como en lo moral, y que le valió fama de cínico porque se declara sin ambages «detractor de la religión, vengativo, envidioso, melancólico, hipócrita, pérfido y mago». Informa de lo que hace, habla de amigos y enemigos, y el perfil psicológico que traza de sí mismo refleja hasta qué punto considera al hombre naturaleza: «... conozco bien mi carácter: soy vehemente, ingenuo y sensual; de estos rasgos principales derivan la crueldad, la obstinación en las disputas, la rudeza, la imprudencia, la cólera, el deseo y la voluntad de vengarme más allá de mis .fuerzas». Las preocupaciones de Cardano sobre Jas relaciones del alma y el cuerpo tienen carácter decididamente naturalista y positivo; encuentra que el cuerpo espeja la vida interior, y eso lo orienta hacia lo que hoy llamarpos caracterología, aunque en él no sea a lo sumo más que una fisiognomía. En De utilitate traza las líneas morfológicas que corresponden a los vicios y señala perfiles físicos del ladrón, del asesino, del simulador. En ocupándose de las pasiones, les atribuye el poder de abreviar la vida, y entre las más peligrosas destaca al temor que genera tnsteza y lleva a la muerte. En medio de especulaciones' astrológicas, Cardano, mejor que cualquier otro renacentista, se ocupa del hombre concreto como naturaleza concreta, y enseña que todo lo que caracteriza al hombre debe interesar al hombre. Su mundo está animado por un alma única cuyo motor es el calor, que engloba a todas las almas individuales y donde todos los seres, hasta los aparentemente insensibles, están vivos; mundo en el cual todas las influencias mágicas se propagan siñ trabas y a disposición de quien sepa captarlas. Esta concepción del espíritu universal lleva a Cardano a la aceptación completa del averroísmo y a la negación de la inmortalidad del alma.

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4. «Los sabios verdade-ros>.- El naturalismo del cQuattrocento» valoriza, como "testimonia el arte, el cuerpo humano; y como las preocupaciones artísticas y científicas coexisten en los hombres de la época,


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como son testimonio las obras de Leonardo y de Rabelais, se desarrolla} una fuerte corriente de investigación médica que rompe con la prác-);:; tica heredada de la Edad Media, que lo debía todo, o casi todo, a la erudición y al hábito de la empiria. La labor que vimos desarrollar a los pensadores renacentistas no fue inútil en este campo; aceptada la posición del hombre en el universo como naturaleza, esa concepctión vivificó las investigaciones anatómicas, fisiológicas, y las ciencias naturales se levantan desafiantes frente a la teología y la metafísica. Primero en Italia, sobre todo en Padua y Bologna; después en Basilea, Heidelberg, Montpellier, y finalmente en París, el estudio de la naturaleza adquiere un puesto de predominio en las universidades. Tanto es así que un canónigo de la catedral de Módena, Gabriele Falloppio, renuncia a sus provechos eclesiásticos para dedicarse a la anatomía. El cStudio> de Padua, la célebre Universidad libre, queda a su disposición y la Signoria de Venecia autoriza que se le entreguen algunos condenados a muerte, sobre cuyos cuerpos diseca. En vida publica una obra, las Observationes anatomicae, que apareció en 1561 y que representa el primer jalón de la ciencia natural moderna. Mas la gran revolución en este campo será la obra de J\NDREAS VE-"" SAL (1514-1564), más conocido como Andrés Vesalio, que junto con una j oposición frontal a la autoridad de los trabajos anatómicos de los anti• ·i, guos, sobre todo de Galeno, que hasta su época reinara omnímodo, '?~ expresó la necesidad de una exigencia experimental absoluta. Vesalio ; es considerado, y con razón, el padre de la anatomía moderna. Su obra .: fundamental, De corporis humani fabrica, fue publicada en Basilea i. en 1543. Con ilustraciones de Stefano Calcar, discípulo del Tiziano, ':l'. presenta por primera vez en la historia una descripción completa del ;¡ cuerpo humano. En Padua, la enseñanza de la anatomía había dejado ,;¡ de ser la lectura, con comentarios filológicos eruditos, de los textos'')! antiguos; la disección y la demostración desde la cátedra ocupan su.)f¡ lugar y hablan a las claras del espíritu de los tiempos modernos. u11:: discípulo de Falloppio, FABRIZI D'AQUAPENDENTE (1537-1619), amplió el ( campo de la anatomía, que inaugurara Vesalio, con investigacionel:l '.' fisiológicas; estudió las emisiones vocales, analizó la articulación delt lenguaje, describió el mecanismo de la respiración, las contracciones]; de la pupila en relación con la intensidad de la luz y abrió así el ca~ i': mino para los futuros y sorprendentes trabajos de anatomofisiología ·:~ de los siglos XVII y xvm. Y un hecho sorprendente: la circulación de 'i' la sangre continuaba siendo ignorada a pesar de la facilidad aparente 1 ' de su comprobación, hasta que será descubierta en parte por MIGUEL'¡ SiRVET (1511-1553), médico y humanista español, que en una obra teo- 4 lógica, Christiani restitutio, publicada en 1553, describe con exactitudi!& la circulación menor o del circuito pulmonar; desconocemos los deta-: ':' lles del descubrimiento, y Servet, huyendo de la Inquisición, 1 1 (

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. man~s de Calvino, ~ar~, terminar, junto con su libro, en las hogueras de Gmebra. La descripcion de Servet es el anuncio del descubrimiento de :· la circul,a~ión completa que hará William Harvey, inglés doctorado como medico en Padua, y que expondrá un. siglo después en su me~orable Ex.ercita.tio anatomica de motu. cordis et sanguinis in anim.alibu.s, trabllJo publicado en 1628. Sin duda, muchas otras figuras deben ser citadas, pero no es el c~so en relación con la psicología; estos trabajos no presentan filiación directa con el problema que nos ocupa y únicamente los consideramos porque demuestran que finalmente el hombre está enfocado como natural~za Y que se lo comienza a encarar de manera concreta. En los trabaJos de los .Falloppi?, los Vesalio, los Acquapendente, la psicología sufre ;un cambio por via negativa: la dependencia del hombre de la 'teolo~ia a tra':é~ del concepto de alma se quiebra, y frente a la antropologia metaf!sica se echan las bases de una antropología concreta. •Descartes sera el primero en considerar este aspecto de manera sistemática un siglo después, pero Cartesio, filósofo, nada deberá en este sentido a la tradición filosófica: sus raíces psicológicas hundirán en el terreno que abonaron los c:verdaderos sabios> del Renacimiento puesto que nadie como ellos expresó el .concepto naturalista de la ideología del cQuattrocento>.

. 5. Los moralistas. - Es prácticamente imposible tratar dentro de . un cuadro coherente las ideas de los moralistas del Renacimiento, pen.sadores que al margen de cualquier sistema y hablando con el lenguaje corriente de la gente, con desdén supremo de la jerga profesional de los filósofos, se dedicaron al estudio y análisis del espíritu :humano con la misma vehemencia y sinceridad que los «verdaderos sabios>. investigaron la naturaleza física del hombre. Dentro de los . cmoralistas> los hay de todo tipo, desde los simples negadores de todos fos valores, llamados por sus contemporáneos «libertinos», hasta aquellos que dentro de una corriente pirrónica y escéptica, y a menudo de a.cuerdo con la religión, van contra la filosofía y la ciencia propia.:. mente dicha. Trazar un cuadro de la labor de estos pensadores escapa il nuestros propósitos, y únicamente nos cabe destacar que al margen de los sistemas, ignorando decidida y francamente los trabajos científi~os ~~e se realizan en la época, algunos se dedicaron con ahínco a la d1seccion del alma humana. Frente a la corriente antropológica del .cho~b~e ~l como debe ser: 112 herencia de la antigüedad retomada por ,el cnstiarusmo, se ocupan unicamente del chombre tal cual es> de sus grandezas Y miserias espirituales, procurando reducir la realidad hu.mana a los ava~res del yivir cotidiano y explicar, con ~l análisis, la .verdadera esencia humana de lo espiritual. El ejemplo más notable de tales pensadores lo constituye MicHEL DE MoNTAIGNE (1533-1592) noble

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francés cuyos Essais 1a todavía hoy se leen con deleite y provecho. Ninguno como él probó el sentido de la libertad como un continuo desligarse, como una reducción permanente de los valores al momento presente, esto es, a la actitud concreta del hombre concreto que sencillamente vive sus días. En realidad, Montaigne no refleja el espíritu del Renacimiento; se puede decir que es su contrapartida, porque la suya es una posición de crítica escéptica de los nuevos ideales. Ideológicamente, Montaigne representa la sobrevivencia del mundo antiguo, y su examen de la época es negativo. 14 Sin embargo, de esta crítica sale el primer y gran documento de análisis introspectivo que conoce la historia de la psicología. No se trata de las observaciones de Pomponazzl en su antobiografía, ni tampoco de esquemas generales. Su actitud es de desconfianza, de una grande y terrible desconfianza por todo, especialmente por la ciencia natural y la medicina, que a su concepto se ocupan de un hombre artificial que sµperponen al verdadero, al hombre cespirituah de la buena cnaturaleza>. · En una página famosa de los Ensayos,16 Montaigne hace un balance de la ciencia de su siglo: cEl cielo y las estrellas van dando vueltas durante tres mil años; todo el mundo lo creía así hasta que hace unos mil ochocientos años alguien se preocupó de sostener que era la tierra la que se movía; y, en nuestra época, Copérnico ha fundado tan bien esta doctrina, que se sirve de ella con toda regularidad para cualquier consecuencia astrológica... Antes de que fueran creídos los principios de Materia, Forma y Privación, inti:oducidos por Aristóteles, otros principios daban satisfacción a la razón humana... ¿Qué cartas o privilegio particular tienen éstos para que el proceso de nuestra investigación se detenga en ellos? ... ¿Cuánto hace que la medicina está en el mundo? Dícese que un recién venido, llamado Paracelso, cambia Y trastorna el orden de las reglas antiguas... Y se me ha dicho que, en geometría (que cree haber ganado el más alto punto de certeza entre las ciencias), se hallan demostraciones inevitables que subvierten la verdad de la experiencia ... Hace mil años hubiera sido pirronizar el poner en duda la ciencia de la cosmografía y las opiniones que respecto a ella eran aceptadas por todos; era herejía hablar de los antípodas. Y he aquí que, en nuestro siglo, una enorme cantidad de tierra firme acaba de ser descubierta.> Nada prueba mejor que este análisis aparentemente de típico corte renacentista la fragilidad que el siglo XVI descubría en la ciencia medieval, y sin embargo su autor no lo cree así. Si Montaigne destaca tales hechos no es para pensar que una ciencia inconsistente es sustituida por otra definitiva; sin conciencia de la historicidad ~el saber, Montaigne duda que las sucesivas etapas del conocimiento representen superaciones, pues c¿quién asegura -decía hablando de Tolomeo y de Copérnico- que una tercera opinión, de ahora a mil años, no trastor-

nará la de estos dos?> Montaigne es conservador, tan conservador que admite que la forma religiosa nos viene del exterior, «porque somos cristianos con el mismo título . que somos perigordinos o alemanes». De este modo, como individuo que se considera exteriormente determinado por las reglas sociales, Montaigne considera que el mundo interior, el de los sentimientos y los pensamientos, es el único libre y que cuenta para él. La nota saliente del análisis montaigniano es la ilogicidad que preside a menudo al comportamiento humano y que los autores de biografías, incluso los muy buenos, ocultan procurando hacer del hombre una trama constante y sólida, puesto que la razón de la conducta es dudosa y contraria a la naturaleza: «Estamos compuestos por tantos trocitos, y con un plano tan informe y diverso, que cualquier trocito, en cualquier momento, funciona independientemente. Y se encuentra tanta diferencia entre nosotros y nosotros mismos, como entre nosotros y los demás.> 16 Montaigne defiende la «interioridad> contra la razón humana, «que confunde el rostro de las cosas según su vanidad e inconstancia», y reconoce la validez de la experiencia interior, validez que le parece extensible a los demás y que denomina una «forma maestra:s>, un patrón diríamos con la jerga psicológica de hoy, que existe en él y al que debe sus aciertos: «Observad un poco qué ocurre en nuestra experiencia: no existe nadie que, si se ausculta, no descubra en sí una forma suya, una forma maestra, que lucha contra la institución y contra la tempestad de las pasiones que le son contrarias. En cuanto a mí, po me siento agitado por sacudones, me encuentro casi siempre en mi puesto, éomo los cuerpos graves y pesados. Si no estoy siempre en mi casa, por lo menos estoy muy cerca.» 17 Y esta «forma maestra> representaría el auténtico eser», el «YO» podríamos decir ahora, que está más allá de cualquier juicio, porque pretender aprehender la estructura de la «persona» es como pretender apresar el agua con los dedos, dado que «no hay ninguna existencia constante, ni de nuestro ser ni del de los objetos. Y nosotros, y nuestro juicio, y cualquier cosa mortal, transcurrimos sin descanso. De este modo no se puede establecer nada cierto del uno y del otro, y el juez y el juzgado están en continuo cambio y oscilación ... Y si, por caso, obligáis a vuestro pensamiento a querer coger su ser, eso será ni más ni menos como querer empuñar agua: en efecto, cuanto más quiera aferrar y asir lo que de su naturaleza corre por todas partes, tanto más perderá lo que debe tener y empuñar».1 8 Montaigne es irracionalista, y su irracionalismo distingue de manera definitiva su método introspectivo de lo que desde la antigüedad se hiciera en ese sentido. Sin duda, Sócrates inaugura el camino de la introspección, pero el cdemonio> socrático procura coger la vida en su raíz más profunda por medio de Ja voluntad consciente. El autor de


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los .Ensayos no espera encontrar en el individuo valores que se impondrían al ser humano como tales; por el contrario, se inclina hacia las diferencias individuales, hacia las contradicciones, busca en ellas la originalidad del individuo y, naturalmente, la razón no se le presenta como instrumento apto para la tarea, sobre todo porque la considera asentada en la memoria y en la imaginación. Renuncia, pues, a ambas: a la memoria porque es inseparable de las experiencias pasadas que esclavizan; a la imaginación porque desvirtúa la aprehensión del momento actual. En su afán de no depender del pasado ni de una eventual proyección en el futuro imaginado, Montaigne considera la vida y sus energías cc¡mo superiores al razonamiento. Si fuéramos buscadores de antecedentes diríamos que en los Ensayos está prefigurada la base de la psicología de Bergson y, sobre todo, del concepto de éLam vital: cEl cuerpo huye y teme la regularidad. Le toca guiar al espíritu hacia la reforma. Le corresponde dictar leyes y con fa perentoriedad más ruda.> 19 De esta manera, Montaigne se ve obligado a aceptarse «tal cual es>; renuncia a un perfil «caracterológico>, como diríamos hoy, permanente y constante, porque el verdadero hombre es el ser de cada uno de sus momentos, especialmente de los momentos orgánicos: «Es verdad que nuestra comprensión, nuestro juicio y las facultades de nuestra alma en general sufren según los momentos y las alteraciones del cuerpo, alteraciones que son continuas. ¿Acaso no tenemos al espíritu más despierto, a la memoria más lista, al discurso más vivaz en la salud que en la enfermedad h 2 º Y esto lo lleva finalmente al punto oandente de la interacción entre lo «físico> y lo «moral», tema que revive con juicios muy penetrantes y que desde sus reflexiones hasta el siglo ·XIX llevará, de una manera u otra, el sello de sus consideraciones. En los Ensayos, el verdadero «Yo> es el yo profundo que ancla en el cuerpo y en el alma, y que escapa a la vigilancia de la conciencia: «Somos vigiles con los ojos abiertos y dormimos con los ojos cf!rrados. No veo con toda claridad en el sueño; pero, en cuanto a la vigilia, no es siempre lo bastante pura y clara... La vigilia jamás es tan lúcida como para purgar y disipar hasta el fondo las fantasmagorías, que son los sueiíos del vigil, y peor que los sueños.> 21 Fuera de estos aspectos concretos del pensamiento de Montaigne, muchas son las originalidades anunciadoras de nuevos tiempos para la antropología concreta que se creyó descubrir en sus escritos; hay quienes pretenden que es un precursor de la psicología animal por sus constantes referencias a la inteligencia, al lenguaje, al instinto de los animales, pero tales consideraciones son accidentales y no van más allá de la preocupación propia del naturalismo de su época. Tampoco es verdad, y se lo ha pretendido seriamente, que inicia la psicología diferencial y la del niño. Montaigne está lejísimos de estas consideraciones sistemáticas, y sus referencias a hombres de otras razas, a los sexos, al.

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niño, son simplemente los destellos de un hum . equilibrio, asentado en la tolerancia y en la h=~o dqu~ f~ca.;:: eu;opeo Y maduro. Si fuera de haber afinado y dado ta d' e olm e ·' o o su va or al metodo d I · t 1 alcalde dee veces presentadod la contingencia psicológica como fenóm~no real y a~tui:::: porque ca a momento nuevo «fait son jeu>, introduce cambios. •

B~r:::~:: :ér~t~s~::m~: ;~co~~gi~e s!~7a !~n~s

NOTAS l. En Opera, Basilea, 1565. 2. Para la bibliografía completa d

T . , 8torici sult'idea della natura nel risorgi::i ~1esf:¿l' vid. Fiorentmo, Telesio, studii 3. «De rerum natura ... ,, , Loe • Cl. 't en ° i iano, Napoli, 1872-1874. 4. «Degli eroici furori», en Opere italiane di Giorda B . 5. En Opere di Tomaso Campanella M'lan 195"no runo, Bari, 1907. 6. Ibídem. • l o, 11· 7. «De immortalitate animae», ·en Operae Basilea 1567 8· En Operae, Loe. cit. ' ' • 9. Los ~scritos de Cardano fueron reunidos Y editados Opera Omma. Lugduni cura Caroli Sponii eumptibus 1663 por Charles Spou: 10• «Synesiorwn somniorum», en Opera Omnia Lo'c · 11. En Opera Omnia, Loe. cit. , . clt. ~:· ~lbet.o L. Merani, ¿E¡¡ la psicología una ciencia? Loe cit ., • . . on .a¡gne, Oeuvres completes, Paris, 1965. 14· P. Villey, Les sources et l'évolution d E · . 15. En O;uvres completes, Loe. cit. es ssais de Montaigne, Paris, 1906. 16• «Essa1s», en Oeuvres completes Loe ci"t 17. Ibídem. ' · • 18. Ibídem. 19. Ibídem. 20. Ibídem. 21. Ibídem.


IDSTORIA

CAPÍTULO 3 DESCARTES Y EL PROBLEMA DE LA ESENCIA DEL ALMA l. EZ interés por la individualidad. - El pensamiento renacentista da a las ideas sobre el alma un giro inesperado. La trascendencia del pensamiento medieval se convierte en interés por la individualidad que, con Montaigne, vimos transformarse en concepto contigente de la vida Y quedar firmemente adherida a la imagen que ofrece la introspección como método para conocer la profundidad del ser. Esta tentativa de los Ensayos dejará huella muy profunda en la psicología posterior, pero en su momento es aislada, o, mejor dicho, no corresponde por entero al espíritu de la época, a la nueva concepción del hombre que los Cardano, los Telesio y los Bruno consideraron en su afán de elaborar una .nueva antropología. A pesar de su afán de apeganliento al hombre del «momento», Montaigne generaliza y le interesan más los conceptos sobre el alma, y las funciones psíquicas, que el alma y las funciones psíquicas en sí mismas. Y, sin embargo, el naturalismo de la época exige apreciaciones concretas, en tono menor podríamos decir, que, distanciándose de una concepción del carácter, se conviertan en estudio de las pasiones y de. los fenómenos afectivos y representen la propedéutica de tentativas fisiognómicas. Esta tarea s·erá la de pensadores menores, aunque históricamente no menos importantes, como Lorenzo Valla, Juan Luis Vives y Juan Huarte. LORENZO VALLA (1406-1457) fue un historiador· y filólogo que llevó a su mayor nivel la pasión del siglo xv por Cicerón, considerado como dechado de prosa más indiscutible y puro. Sus escritos gramaticales fomentaron lo que se· llamó el «Verdadero ciceronismo», tendencia que prohibía cualquier expresión cuya procedencia no se probara documentalmente en la fuente ciceroniana. Esta labor, tan circunscrita en la relación de tiempo y de lugar, carecería de importancia para nuestro tema si incidentalmente Valla no hubiera realizado siempre con fines filológicos, una descripción de multitud de posibilidades de vma y de . experiencias 1 que presuponen el conocimiento de la vida psíquica como clave para la comprensión del hombre a través de su expresión escrita. En dichas descripciones, Valla incluye el tratamiento de la volición

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',:de los fenómenos afectivos y de los instintos, Y ve en el sentimiento ;1 · ·agente de todas esas tendencias. Por su parte, y dando un paso mas hacia lo concreto Vives abandona por completo las normas de la antropología metafísida, todavía vigente co~o. herencia ,de los aris~o~élicos y neoplatónicos medievales, para describir los fenomenos espirituales tal cual son experimentados. JUAN LuIS VIVES (1492-1540) fue un humanista español que vivió la mayor parte de su tiempo en Londres y en Brujas. Su convicción representa un empiri~mo absolut~, Y de ~us .obras la que interesa a la historia de la psicologxa ~s De anima ~t vita, publicada en 1538, y en la cual reniega de cualqmer antropolog1? que no tenga origen empírico. Aunque, como todos sus contemporaneos, Vives ofrece más postulados· que hechos reales, y su recurso a la experiencia es fundamentalmente verbal. No obstante, y con anterioridad a Descartes y Spinoza, somete las pasiones y las representaciones a un análisis sistemático. El Libro Tercero de De anima et vita está íntegramente compuesto con la finalidad de demostrar que la tendencia fundamental del sentimiento está siempre diferenciada Y que, contrariamente a lo sostenido por los estoicos, cuando es negativa se caracteriza por el resentimiento. En esta tarea, Vives hace hincapié en los cambios de estado de ánimo, los que serían tantos como son múltiples las individualidades humanas y sus actitudes. Y gracias a este análisis en el que se ocupa de la cólera, del amor, del odio, de la intensidad de las pasiones y de los afectos, Vives aparece entre los primeros precursores de la psicología como rama que tiende a separarse del tronco de Ja antropología. El hecho de que haya sostenido que el estudio de las funciones del alma es más importante que el de su naturaleza y su destino, le asigna papel fundamental en la línea de pensamiento que desembocará en Descartes. Finalmente, JuAN HUARTE (Circa, 1520-1589), médico y escritor español, se per~la en, funci?n de médico como precursor de ·lo que hoy llamamos ps1colog1a aplicada. En su libro Examen de ingenios para las ciencias, publicado en 1575 y en castellano, señala, por primera vez en la historia, el .ª~rove­ chamiento de las características individuales con fines pedagog1cos Y de trabajo. Cree que la mayoría de los hombres desempeñan tareas para las cuales no están inclinados, o, como decimos ahora, para ~as que carecen de aptitudes, y, por tanto, sugiere a Felipe, rey de Espana, al que dedica su libro, de nombrar «examinadores» que realicen una selección y brinden consejos. La tarea de esos «examinadores» consistiría en descubrir talentos y orientarlos hacia actividades que les fueran específicas. Su análisis psicológico principal se centra en reflexiones sobre la inteligencia, esto es, sobre su esencia, y tentativas para descubrir las causas determinantes de los talentos, que atribuye a presupuestos humorales, climáticos, cerebrales y otros, pero sobre todo climáticos. Su insistencia sobre la relación entre desarrollo de la inte-


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ligencia. y causas telúricas lo lleva a enunciar la tesis, ampliada y difundida en el siglo XIX por J. C. Herder, de que las zonas del globo con clima templado son las únicas aptas para el surgimiento y desarrollo de grandes civilizaciones. Por último, y en la línea de los últimos grandes renacentistas. tenemos al inglés F'RANc1s BACON (1561-1626), hombre del cQuattrocento> por excelencia, tanto por sus defectos como por sus virtudes e interés por el conocimiento científico. Su vida fue azarosa; alcanzó los más elevados cargos en la corte de Jacobo I, llegando a ser Gran Canciller del Reino, nombrado después Barón de Verulam y por último Vizconde de San Albano. Gozó de todas las prerrogativas que el poder y la intriga podían entonces ofrecer a un cortesano hábil e inteligente, para morir caído en desgracia y luchando para rehabilitarse de la acusación de cohecho público. En medio de vida tan agita~, Bacon tuvo, sin embargo, como preocupación constante el problema de la reforma de las ciencias; su interés por vivir y conocer hizo que sus preocupaciones no se limitaran a la idea cde extender el imperio y la potencia del género humano· en su conjunto sobre la inmensidad de las cosas>,2 sino que también se centrara en el desarrollo de la integridad de los poderes sensibles e intelectuales del hombre singular, porque «los filósofos se han esforzado por convertir el alma en demasiado uniforme y demasiado armónica, sin hacer nada para acostumbrarla a los movimientos contrarios y a los extremos>.ª Como promotor de la nueva mentalidad que crece en interés por la individualidad y Ja ciencia como producto particular de esa individualidad, la contribución de Bacon es esencial. Sin duda, de sus trabajos no deriva una antropología, como de su afán por exaltar la experiencia no derivó ningún trabajo experimental; a fuer de ser renacentista, Bacon está en los conceptos más allá de la época, pero en los hechos todavía está más acá. La ambición que lo anima es prometeica: cLa ciencia del ; hombre se compone principalmente de dos cosas: la contemplación de· .• las miserias del género humano y la de sus prerrogativas o de su superioridad, y después de afirmar que es loable que escritores y filósofos hayan escrito tantas obras notables sobre ese primer tema, concluye que caquella [parte] que trata de las prerrogativas ha pasado a merecer ser considerada entre las cosas por crear>, 4 y que él pretende crear, puesto que su misión sería despertar los espíritus y ser el iniciador de un movimiento que transforme la vida humana, asegurando la soberanía del hombre sobre la naturaleza. Y en su entusiasmo, al examinar el estado de las ciencias y del mundo intelectual de su tiempo, Bacon ignora o no aprecia los trabajos de los sabios de la época, Galileo · Galilei por ejemplo, y observa fijeza y estancamiento por todas par•' tes. No nos detendremos en sus consideraciones sobre las ciencias y · . método científico, que no nos atañen directamente, y vayamos a su .

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crítica, a su desconfianza contra el instrumento mismo del saber, el intellectus o entendimiento, que dejado a sí mismo (permissus sibi) sólo produce distinción sobre distinción, sin que llegue a otra cosa que a distingos intelectualistas. El intelecto que Bacon considera es un . ente abstracto y clasificador que recibió a través de los comentadores · árabes de Aristóteles, y de Tomás de Aquino, y en base de su crítica llega después a analizar la filosofía primera o ciencia de los axiomas, la ciencia de la naturaleza, y una tercera y última, que es la ciencia del hombre y que nos atañe en particular. , Bacon subdivide a la ciencia del hombre, según las facultades humanas, en ciencia de la inteligencia o l6gíca, ciencia de la voluntad o ética, y ciencia de los hombres reunidos én sociedad. Dentro del análisis de cada una de estas divisiones aflora a cada instante en Bacon .un interés psicológico .concreto desconocido en otros pensadores rena.centistas. A la vez que deplora el vago empirismo de la medicina, destaca el interés por lo psíquico individual, campo en el que se atiene, para las líneas generales, a las elucidaeionei; de Bernardino Telesio. Admite la distinción del filósofo de Cosenza entre el alma espiritual, de origen divino, y el alma sensible y material, que el hombre poseería en común con los animales. El problema del alma espiritual lo deja en manos de los teólogos, y en cuanto al alma sensible, considera que la ciencia referente a la misma es «Casi un. desideratum», porque su /estudio nos lleva al «acto último.», que es el conocimiento natural y .experimental de la naturaleza humana. Esta alma, cuando se la con: sidera únicamente en el hombre, debe llamarse espíritu para evitar confusiones. Le preocupa además, el problema de las percepciones, que ,considera descuidado y sin que se lo haya delimitado bien de la atrae. ción o de las simples sensaciones. Duda que haya sensibilidad en todos los cuerpos, en tal grado que «arrancar una rama de un árbol sea correr el riesgo de escucharlo gemir, como el de Polidoro».5 Y .con respecto a. la interacción entre alma y cuerpo, plantea, entre otros problemas, el de las localizaciones, porque «debe ser entendida como una sustancia absolutamente corpórea ... que en los ail.imales .Perfectos 'ene su sede principal en la cabeza». Más aún, Bacon propugna que el esfuerzo de la investigación se centre en .las «causas que están en 'uestro poder y que actúan sobre el alma, que estimulan el apetito la voluntad orientándola a su cumplinúento»,e para concluir con la igencia de una caracterología, pues «no queremos que los caracteres, ue deben ser parte de la moral, sean retratos realizados como los que pueden encontrar en los historiadores y en los poetas, o en los iscursos corrientes ... ; que se diga sobre todo cuáles son sus lineamien9s, determinándose también el número ... , para que se pueda tener una piente y exacta anatomía de la naturaleza y de las almas; en fin, que .· anto hay de más secreto y de más escondido en las disposiciones


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de los hombres sea puesto a la plena luz, y que de tal conocimiento. podamos sacar mejores preceptos para las curas de las almas>. 7 S in duda las sugerencias de Bacon son muchísimas Y demasiado amplias, po; lo que, naturalmente, no configuran una antropología,: concreta verdadera, ni siquiera con el sentido m~s restringido. Pero,; su gran valor está en la comprensión de la necesidad de una antropología concreta con un sentido práctico hasta él nunca observado en .' la historia, en la visión de los estudios a promover y no en la solu~ ción de problemas, que no brindó ni le interesaba brindar en el contexto de su problemática científica. Bacon representa el momento en , que la revolución de las inteligencias comienza a perfilarse hacia una verdadera y propia summa de la mentalidad nueva y que veremos aparecer con Descartes. 2. El hombre Descartes. - La búsqueda de la individualidad, que · ' reviste caracteres casi agónicos durante el Renacimiento, se concreta como forma de existencia en Descartes. Sin duda, ningún hombre del siglo XIV representó mejor con su vida y sus obras el ideal de una época. RENÉ DESCARTES nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye, pequeña población de Turena, sobre la orilla derecha de la Creuse, uno de los más bellos parajes de Francia y cuyo recuerdo siempre lo acompañó. Su familia pertenecía a la pequeña nobl:za de provincia, si.endo su padre consejero del Parlamento de Bretana. Su madre murió al año de su nacimiento y le legó «una tos seca y un color pálido:. que conservó hasta los veinte años. Se le creía destinado a morir joven. A los diez años de edad ingresó en el colegio de La Fleche, regentado por los jesuitas. Fue al1,unno excelente, de escolaridad sin historia, época de la cual gustaba recordar dos episodios: en 16~0, la transferencia de la corte de Enrique IV a la capilla del colegio; en 1611, el anuncio de los descubrimientos astronómicos de Galileo gracias a la invención reciente del telescopio. De sus maestros conservó un recuerdo grato, algunos de los cuales debía encontrar .más. tarde, ~spe­ cialmente al famoso Pere Mersenne; por el contrario., siempre Juzgó severamente el programa de estudios, recargado de .conocimientos pr~: bables enseñados según la autoridad de los antiguos, a los que prefino el conocimiento certero, adquirido por la sola fuerza de la razón, como las matemáticas. Al salir del colegio completó su educación de gentilhombre con el aprendizaje de la danza, la equitación y .la esgr~a, ~n ]a que sobresalió. En 1616 aprueba el bachillerato y obtiene la licencia en derecho en la Facultad de Poitiers. A los veintidós años parte hacia Holanda, para servir cómo voluntario en el ejército de Mlluri~io de Nassau, Príncipe de Orange y director de la Escuela de Guerra m:ernacional. Tres años después abandona Holanda, pasando por. _Dinamarca y la Baja Alemania. Asiste a las fiestas de la coronacion del

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Emperador, y luego se enrola en las tropas del Duque de Baviera, que ,'combatía por la causa imperial contra el elector palatino. De nuevo , ''soldado, debe pasar por el ocio forzado de los cuarteles de invierno, : y es entonces cuando se produce, según él mismo narra, el acontecimiento decisivo de su vida. La noche del 10 de noviembre de 1619 tiene tres sueños sucesivos de los que concluye la certeza de su vocación. El núcleo de esa revelación es la intuición de un acuerdo profundo entre las leyes de la naturaleza y las leyes de las matemáticas, intuición que debía llevarlo por dos caminos; uno, la búsqueda de principios nuevos y ciertos para una filosofía de la naturaleza y para una filosofía del espíritu; otro, la esperanza pitagórica de someter el universo a los números y de encontrar para la actividad práctica del hombre un conocimiento seguro de las cosas. Desde 1620, fecha en que parece haber renunciado definitivamente a la vida militar, Descartes viaja constantemente; Alemania del Norte, Holanda, Italia, Francia, son sus lugares de peregrinaje. Durante tres años, del 1626 al 1628, reside en París, donde se dedica a mundaneai:: juega, asiste a bailes y, conquistador reputado, se bate en duelo mas de una vez por los ojos hermosos de una dama. Incitado por el cardenal de Bérulle, que le escuchara exponer los principios de una filosofía nueva propia, decide poner a punto sus ideas relativas a la metafísica y física. Necesita paz, debe escapar de la sociedad parisiense, que lo dispone a quimeras de gentilhombre, y decide establecerse en Holanda, país donde la presión de los teólogos de la Sorbona no se dejaba sentir y cuya gente «tiene la reputación de ser más cuidadosa de sus asuntos que de los ajenos». Allá residirá veinte años, cambiando frecuentemente de residencia y sosteniendo siempre el tren de vida de un caballero. Sus días transcurrían con una regularidad absoluta· se levantaba tarde, almorzaba al mediodía y después se ocupaba ' ' al de jardinería o de disección, montaba a caballo, y luego se poma trabajo hasta avanzadas horas de la noche. Prácticamente no leía, y se cuenta que a un visitante que deseaba conocer su biblioteca le mostró un becerro disecado (vitulum apertum). Estaba tan seguro de encontrarse en el camino de la verdad que parece haber estado poco interesado por las opiniones ajenas. Su mayor tarea era la correspondencia sobre cuestiones de matemáticas, de física, de fisiología, con corresponsales doctos de toda Europa. Aunque avaro de su reposo y de su libertad, no vivió aislado. En 1635, una mujer llamada Elena, probablemente una doméstica, le dio una hija que bautizó con el nombre de Francine; la niña murió a la edad de cinco años, causándole el mayor dolor de su vida. Los cinco primeros años de su residencia holandesa, Descartes los empleó en la composición de un pequeño tratado de metafísica y, principalmente, de una obra que debía abarcar la totalidad de la física:


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el Traité du Monde et de la Lu:miere. Estaban los materiales listos. para la impresión cuando supo de la condena de Galileo, cuyo punto' de vista sobre el movimiento de la tierra había adoptado. Temeroso de chocar con la Iglesia, renunció a la publicación, lo cual hizo que de momento su obra entera quedara deformada y mutilada; además, su prudencia excesiva lo llevó en el futuro a expresarse de manera solapada. En 1637 volvió sobre su decisión de no publicar nada, y para.··. dar una muestra de su doctrina y tantear la opinión dio a las prensas • tres pequeños tratados: la Dioptriqu.e, les Méteores y la Géométrie, · precedidos del Discours de la Méthode pour bien conduire sa raison et chercher la vérité a travers les sciences. La obra estaba· escrita en • francés, lo que señaló una novedad en el campo filosófico y científico. El Discurso del método, obra de la cual la filosofía moderna no puede prescindir, no llamó entonces mucho la atención; en cambio, los tratados científicos suscitaron vivas polémicas. En 1641, Descartes publica las Méditations sur la philosophie premiere, trabajo que proyectaba ' desde hacía diez años.s Las meditacio-nes tuvieron numerosas objecio- · nes de filósofos y teólogos que habían conocido anticipadamente el manuscrito, objeciones que fueron publicadas con las respuestas del · autor y forman parte _importante de los textos cartesianos. Éste es el··• momento cuando la filosofía de Descartes comienza a propagarse y su .' renombre a crecer, lo cual implicó denuncias en las univérsidades de .: Utrech, de Leyden, y en la Sorbona, y hasta produjo en Holanda una orden de detención que sus amigos lograron conjurar. En 1644, para completar la exposición de su filosofía y de su física, publiea los Príncipes de la Phil-Osophie, dedicado a la princesa Isabel de Bohemia, con la que había entrado en relación y en correspondencia. Isabel fue un corresponsal digno de Descartes; sus observaciones,. sus preguntas sobre el famosa. problema de la unión del alma con el cuerpo, termina- · ron por decidirlo a escribir el Traité des.Passions de l'Ame, base indispensable de la moral. Descartes, dice uno de sus biógrafos,9 se com- . placía intercambiando ideas con mujeres; les encontraba un espíritu más libre que el de los hombres, menos corrompido por falsos estudios. Además, era muy sensible al prestigio de los poderosos, de donde aceptara con satisfacción y alegría correspondencia con la reina Cristina de · Suecia, con reputación de inteligente y de gran éxito en la política. En 1649, la reina Cristina lo invitó y presfonó para que se trasladara ' a su corte; la reina, en su deseo de aprender la filosofía, le fijó una · hora bastante inoportuna en cualquier lugar, y más bajo el clima nórdico, para escuchar sus clases: «Juzgando -nos dice Baillet 1-0_ que requería toda su lucidez y aplicación para tener éxito, eligió la primera hora después de levantarse para ese estudio, como el tiempo más tranquilo y más libre de la jornada, cuando tenía los sentidos más despiertos y el cerebro más libre de las fatigas del trabajo. El señor

, Descartes recibió con respeto la comisión que le dio de encontrarse .' en la biblioteca todas las mañanas a las cinco horas.» El filósofo no resistió el esfuerzo, no soportó el clima de las madrugadas nórdicas en pleno invie~o. Yendo al palacio real contrajo una neumonía, y luego de nueve d1as de enfermedad, durante los cuales rechazó lo.s cuidados ··de los médicos suecos, murió el U de febrero de 1650. ,

3. El filósofo Descartes. - En un arranque de admiración, Hegel

·• '> csenta a Descartes como un héroe, como el autor de la revolución del espíritu que señala el comienzo de los tiempos modernos. El juicio no es exagerado, pues Descartes aparece en la historia como el libe. rador del pensamiento puro. En efecto, la primera regla del «Método>: · cNada aceptarás como verdadero que no conozcas evidentemente como : tah,11 f~rmu_lada en 1637, tiene para la época el valor de un principio revoluc1onar10 fundamental, porque ·sus contemporáneos pensaban y con toda sinceridad, que un conocimiento era verdadero cuando había .resistido al tiempo. En m;dicina, por ejemplo, reinaban Hipócrates y Galeno; los profesores cre1an que su deber se limitaba a transmitir y •a defender sus enseñanzas. En cuanto a la filosofía, fuera de las gran,,des excepciones que vimos en páginas anteriores, era la escolástica .'que provenía de Aristóteles y había recibido la aprobación de la Igle¡~ia. Filosofía que respondía al sentido común, iba de las cosas a las ,: idea~, Y ~u punto de apoyo era la experiencia sensible, el lenguaje y ·fa b1olog1a. Esta filosofia del concepto y de la forma sustancial estaba de acuerdo con la lógica del lenguaje y con una concepción jerárquica del universo; por otra parte, respondía a una ciencia verbal cualita:tiva, finalista, y cuya aspiración era la clasificación, sin qu~ pudiera aportar certeza y mucho menos permitir una aprehensión del mundo. ''Antes ~e Descar~es, los Leonardo da Vinci, los Kepler, los Galileo, ya se hab1an e:icaminado por la senda del pensamiento. nuevo, pero sus ·puntos de vista no estaban todavía sistematizados y sus descubrimientos aparecían como casos aislados, sin que los enmarcara una filosofía del espíritu y de la naturaleza. Esos hombres pensaban como pensará Descartes, pero para que se realice verdaderamente el pasaje de la ci~ncia antigua a la moderna se requería que la biología fuese sustituida por las matemáticas como ciencia informadora y reguladora del saber. En efecto, en el origen del pensamiento cartesiano están las ¡natemáticas, que dieron a Descartes sus ideas claves. En primer tér·.mino, la idea de un plano de verdad superior a los demás, en el que ' el. error es imposible por un determinado sentimiento de evidencia :fatelectual y en comparación con los otros conocimientos. En segundo 'lugar, la idea de un método, o sea de un orden a respetar en la con·:ducción de los pensamientos, orden que es el de la inteligencia cuando .se aplica a la geometría. En tercer lugar, la idea de que el cono-


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cimiento no asienta sobre los datos inciertos de los sentidos ni sobr las imágenes de la fantasía, sino sobre el entendimiento. Finalment.e y en cuarto término, la idea de una analogía entre el orden de la .. razones matemátiéas y el orden de los efectos de la naturaleza. . .;~ Este plan requiere, naturalmente, un apoyo, y Descartes lo encont~ó,:., en el Cogito. Por satisfactoria's que sean las relaciones matemática~;'· sólo se aplican a existencias posibles; nada nos asegura sobre la rea 7 ., lidad de sus objetos, que, por lo demás, las matemáticas no requieren, De aquí que Descartes formllle esta proposición: «Pienso, luego existo~,' · cuyos dos términos semejantes a una ecuación presentan la ventaja de que uno de ellos es la existencia misma. Este pasaje del pensamiento a la existencia se realiza con toda seguridad porque no implica nada externo, sino que procede de dentro, de él mismo. Es en el seno de la conciencia misma que la verdad se identifica con el ser. Descartes ya puede dudar de todo -1.a cduda metódica))-, debe comenzar ineluctablemente por ello, pero no puede dudar sin pensar, y si. piensa es necesario que exista. Es, pues, sobre el plano del pensamiento, del Cogito, qu eactúa en primer lugar y de manera decisiva el argumento ontológico cartesiano. Por lo demás, Descartes encuentra obviq que en la certeza del Cogito está implicada la consecuencia de que si el pensamiento lo hace ser, también es el pensamiento el que lo constituye. El hombre Descartes se descubre siendo pensamiento puro y nada más. El pensamiento se le aparece simplemente como el alma y no como parte de ésta, según creía la filosofía antigua. Descartes comprende entonces que si pensar es ser, es ser por el pensamiento, con independencia del cuerpo, con independencia de los sentidos y de la imaginación. Sin duda aquí está el rasgo más acusado de la doctrina cartesiana: la primacía del espíritu. Y más aún, lo que Descartes aprehende en el Cogito no es únicamente su ser limitado, sino la naturaleza intelectual en su plenitud, esto es, entendida . sin limitaciones, como la cosa más perfecta que puede concebir porque está plena de realidad, principio de su ser, porque le representa a Dios y se lo entrega. Y de aquí una conclusión fundamental, que pesará sobre toda la ·historia de la psicología moderna, de que si Descartes, su yo, ser finito, está primero psicológicamente, Dios, ser infinito, está primero metafísicamente. Cartesio es, pues, Dios antes de ser Descartes. Es en Dios que su pensamiento debe comenzar para encontrar el principio de una marcha progresiva destinada a aclarar y a coordinar sus conocimientos y a colocar todas las cosas en su verdadero lugar. Pero Descartes también descubre que debe estar en guardia. contra la ilusión a la que sucumbió la escolástica, de confundir l.a luz natural con el impulso de la naturaleza y, en partiendo de las cosas, llegar a las ideas. Es el impulso que puede hacerle creer que las cosas· son tal

1 las siente o las imagina. Por ejemplo, nos dice que su primera del sol es la de una bola de fuego, grande como la pelota de un ·~o, vista a una distancia de doscientos pasos; de acuerdo con los atos sensibles, es lo contrario de la verdad. Pero puede tener otra · ea, elaborada con las nociones nacidas con él y los razonamientos de astronomía, que le hace concebir al astro en sus dimensiones y discia · reales. Aquí queda aclarada una de las ideas cartesianas más portantes: en lo referente a los objetos del universo, debemos ate;'riernos en lo que es posible a conocer clara y distintamente, o sea que ,,.de ellos solamente podemos conocer las determinaciones sacadas del fespíritu. De donde el físico únicamente puede y debe conocer de los cuerpos la extensión, la figura y el movimiento, nociones que perte·. necen al conocimiento porque surgen de la geometría, y por el camino de la geometría analítica al álgebra, esto es, a las relaciones puras. De . aquí que Descartes trate como matemático todos los problemas que el ' mundo le plantea. Está claro que para Descartes los cuerpos existen. Como sujeto · .· pensante concibe que hay algo que le resiste y no es precisamente él, y a esa cosa la llama cuerpo, pero solamente puede pensarlo en la extensión, o sea en las tres dimensiones del geómetra y en el movimiento, que es la relación de un punto de la extensión con otro. Para él, cualquier otra conjetura sería ilusoria, y sin embargo Descartes asegura que todos los hombres la viven en las nociones confusas que aportan el conocimiento sensible o la pasión, frutos ambos de esa mezcla de cu,erpo y de alma que constituye nuestro ser temporal. Esta separación de cuerpo y espíritu da la realidad de uno y otro. Descartes se piensa siendo un espíritu, y como tal no es un cuerpo. Inversamente, el cuerpo existe porque no es espíritu, de donde la naturaleza del cuerpo y· la naturaleza del espíritu son inconciliables, y no sólo diferentes, sino contrarias. De este modo, nada en el concepto de espíritu puede pertenecer al concepto de cuerpo. Nada en el.concepto de cuerpo puede pertenecer al concepto de espfr.itu. El cuerpo es extenso; el espíritu es extraño a la extensión. El cuerpo es divisible; el espíritu es indivisible. Y, por consiguiente, Descartes concibe claramente al cuerpo y al espíritu separados e incluso opuestos. En su oposición, cuerpo y espíritu se afirman, se franquean recíprocamente, definen sus dominios y sus funciones. La función del espíritu es pensar y se basta a sí mismo. Las funciones del cuerpo son las de ser extenso y, por lo mismo, de estar sometido al movimiento y de asegurar los efectos particulares de la naturaleza. Y Descartes posee un cuerpo, que como todos los cuerpos es un ensamblamiento de partes materiales. Su cuerpo es cuerpo y nada más, y sus funciones se cumplen por medios corporales que sor., necesariamente, leyes mecánicas. El espíritu se encuentra de esta manera liberado de la función vegetativa que como alma le atribuía la e~


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füosofía desde Aristóteles. ¿Y el problema siempre candente de la,;} tmión del cuerpo y el espíritu? Para Cartesio es un hecho que com·,}· probamos, pero que no podemos resolver y cuyo probable punto de· J unión podría estar, supone, en la glándula pineal. , . La influen.cia del cartesianismo ha sido tan grande que la filosofia ;~ moderna se identifica, por la aceptación o por la negativa, con su.. J pensamiento. En cuanto a la psicología como antropología concreta,·.:' nace, como veremos, con Descartes, y es en este sentido que resul~ \l justo llamarlo «padre de la psicología» moderna. Pero para co1:1clu!r~¡.i' con la filosofía de Descartes, y antes de entrar en el terreno ps1colo-.',' gico, señalemos ~res doctrinas principales que remo1:1~an a De.scartes ·:'; y sin las cuales es imposible comprender la evoluc1on posterior d~l {i pensamiento psicológico: 1. 0 El mecanicismo, producto del papel atr1·;~. buido por Descartes a los cuerpos y a la mecánica, que impulsó a ver/, en el mecanismo la explicación integral de las cosas. 2. 0 ) El idealismo,,:!',' que con Descartes adquiere su forma moderna y que procede del prin- \· cipio cartesiano de que el espíritu es la realidad primera. 3.0 ) El sus-i1, tancialismo, que determinará hasta nuestros días el espíritu de la psi~.\, cología y que deriva de la suposición de que el espíritu es un.a sustancia,,:1; o sea que existe por sí mismo sin suponer un ser diferente del que sea'T' atributo o relación.12 · ·~ ,::'.::;rJ

4. La. teoría de las dos sustancias. - El análisis de los cuerpos de-.':'1 muestra a Descartes que lo Unico real y constante percibido por lo~:,,, sentidos es la extensión y el movimiento de las co~as, porque en lo ::i· demás éstas cambian y jamás sabemos si esos cambios son pr_oducto de;,] la imaginación o es la cosa misma que se transforma, Lo que hay de;:,~ permanente en las cosas que cambian, en tanto que lo perma:iente sea ¡~ aquello de que se habla en oposici?n con lo que se a~ma o ruega'. esto,·~¡ es como sujeto lógico que es modificado por el cambio permaneciendo,¡, «idéntico» y sirviendo de soporte común a sus cualidades sucesivas.,:; Esto significa que los cuerpos existen por sí mismos, sin suponer un,~:: ser diferencial del que sea.n atributo o relación, de manera que cadir~ cuerpo constituye una sustancia que tiene un atributo principal Y qu~.1', está y es en su caso la extensión, identificada en cada cuerpo con la_} fo~a sustancial esto es la naturaleza común de los individuos de un~{ misma especie, ~n tant~ está considerada por un modo de existe~ci~,¡.• que le es propio y que no depende de los individuos en que se realiza;.':· De esta manera cuando Descartes comprueba que su cuerpo es, independiente de s~ espíritu, llega necesariamente a la conclusión de que el mismo es una sustancia extensa --res extensa-, porque «SU.'.'. pongo --declara- que el cuerpo no es otra cosa que una estatua, máquina de tierra, que Dios forma expresamente, para ~acerla lo ma semejante a nosotros que sea posible: de manera que no solo le da exte. 1

riormente el color y la figura de . todos nuestros miembros, sino que :~;'.también pone por dentro todas las piezas que son requeridas para hacer ~~·'que marche, que coma, que respire y, en resumen, que imite todas las ¡\. funciones nuestras que pueden ·ser imaginadas como procedentes de ~! . la materia, y que no dependen de la disposidón de los órganos>.13 Jt(,Y así, su cuerpo, el cuerpo humano, ·queda, como cualquier otro cuerpo, ,,'. sometido a las leyes de la física a pesar de su animación, y se explica J; mecánicamente. Dijimos que el mecanicismo es doctrina que deriva ~:directamente de la filosofía de Descartes, y, en efecto, su mecanicismo '!~e aplica a lo corporal bajo la forma de una fisiología que responde a }las leyes de las matemáticas. Sus procesos son procesos naturales, den''i'.tro del contexto cartesiano racionales, y conio tales quedan sometidos ·~a la verdad matemática, que constituye por sí misma una ·evidencia irrefutable, porque sus demostraciones cson tan ciertas que aunque la éXperiencia pareciera demostrar lo contrario, estaríamos obligados a prestar mayor f~ a la razón que a los sentidos:..14 Este racionalismo deductivo, que "'(ico lG acusaba a Descartes de haberlo heredado de Aristóteles para/ someterlo al método geométrico, permite a nuestro füósofo salvar, precisamente, el escollo de la fisiología de la época y explicar lo humano corporal con el mismo principio hipotético deductivo que Galileo aplica en el estudio de la caída libre de los cuerpos. En efecto, la fisiología cartesiana es caprichosa, y esta objeción que a Illenudo se hace al filósofo nada significa para su concepción de la ·es extensa corporal; aunque se hubiera ceñido a la fisiología oficial de lá época, tampoco ésta le hubiese permitido comprender que entre lo físico y lo espiritual en el hombre no cabía .el abismo que estaba ca~ando. Descartes tuvo la intuición del «reflejo condicionado>; no lo efine, pero lo describe con tal precisión, que Pávlov, trescientos años después, todavía se admirará. Este aspecto de la fisiología animal, que 'Como ningún otro se puede reducir a un mecanicismo absoluto; y que aparentemente dirige las más complicadas funciones orgánicas, reafirma ·~ Descartes en la idea de «puesto que cuerpo y espíritu son realmente · istintos, ningún cuerpo es espíritu, puesto que ningún cuerpo puede ensar».rn De aquí que los movimientos que caracterizan al fenómeno ·ida tengan lugar sin que el espíritu intervengá; más aún, incluso a 'Jn·enudo no puede impedirlos, lo cual basta para explicar el comportamiento animal, porque niega a los animales cualquier psiquismo, pues «se verá fácilmente que todas las acciones de las bestias son únicante similares a las que realizamos sin la contribución de nuestro íritu;¡,.17 Para sintetizar y no entrar en más detalles que al psicólogo competen, digamos que el análisis de la naturaleza de1 cuerpo hu, ano por Descartes, tanto en Las pasiones del alma como en el Tratado el hombre, corresponde paso a paso a la demostración de la existen''ia de los cuerpos que realiza en la VI Méditation.18

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Esta Meditación se ocupa «de la existencia de las cosas materiales de la real distinción entre el alma y el cuerpo del hombre> y desp!"1és de conside~ar que sí existen cosas' materiales, «Pues por l~ menos se de antemano que puede haberlas, en tanto se las considere como objeto de demostraciones de geometría, puesto que de este modo las concibo muy claramente y muy distintamente>,19 y de haber analizado el papel que en dicha consideración desempeñan la imaginación y la pura intelección o concepción, se aplica a la distinción entre el alma Y el cuerpo del hombre. Que el cuerpo humano es sustancia extensa resulta evidencia innegable del pensamiento cartesiano; como todos los cuerpos, su existencia puede ser probada sustancializándolo, o sea demostrando que existe por sí mismo sin suponer un ser diferente del que sea atributo o relación. Para la filosofía antigua y la escolástica, el cuerpo únicamente existía en relación· con el alma, de la que era un atributo o una relación y de la que recibía forma ·y animación. El mecanicismo de Descartes destruye esa relación: como sustancia que es, el cuerpo existe por sí mismo, no es atributo de nada, y la prueba está que su constitución y funciones Descartes puede reducirlas, a semejanza de los animales, a relaciones mecánicas que responden a leyes matemáticas. La evidencia de la existencia del cuerpo humano es, como la de cualquier cuerpo, su extensión y su movimiento. Pero queda pendiente el problema de si el espíritu no sería un atributo o una relación del cuerpo del hombre; la posibilidad, tantas veces sostenida en la filosofía griega, tampoco ofrece asidero para Descartes. Su primer gran. descubrimiento fue el Cogito, y precisamente el «Pienso luego existo> 1e revelo' como única prueba racional de su existencia que ' el espíritu puro, el pensamiento, tiene realidad propia y no dependiente. Ahora bien, si el espíritu tiene realidad propia, si no es atributo del cuerpo ni de él depende para su existencia, constituye un cuerpo al mismo título que los demás cuerpos. Mas los cuerpos se caracterizan por la extensión y el movimiento; y la primera no podemos aplicarla con criterio de cosa al espíritu, con criterio de reducción geométrica, por lo que Descartes debe concluir que se trata de una res singular, o, dicho de otro modo, que, no pudiendo ser res extensa, es res cogitans, esto es, pensante. Si el espíritu puede pensar y es por ello prueba de mi existencia, y aparte de ser pensante posee movimiento que evidencia su transcurrir, se trata también de una sustancia, puesto que sus atributos principales son de existir por sí mismo, de no suponer un ser diferente ~l cuerpo- del que sea atributo o relación. Este paso del cartesianismo es fundamental por tres razones: l.•) destruye la ideología que asienta en la subordinación del cuerpo al espíritu; 2.•) convierte al espíritu en sustancia, esto es, lo independiza de cualquier sujeción y lo presenta como acto puro; 3.•) pone los cimientos del dogma dualista, de la separación neta, clara y distinta Y

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de los dos tipos de sustancias que componen al ser del hombre, las sustancias corporal y espiritual. A partir de este momento, Desca~es introduce claridad donde los antiguos, siguiendo principalmente a Aristóteles confundían y oscurecían las cosas. Puede estudiar el cuerpo como ~osa independiente, sin tener que animarlo por la acción de ~e~pí­ ritus vitales» sin acudir al artificio de un «alma vegetativa». Mecamcamente se dej~ explicar como un mecanismo cualqufera, com~ los ª~!i­ ficios animados que ~n los jardines de los reyes serv1an para d1stracc1on, que poseían movimiento y hasta emitían sonidos y voces. La fisiología mecanicista, que gradualmente irá suplantando a la vitalista Y a~c~nzará el nivel de ciencia. que hoy posee, tiene en la ruptura .gnoseolog1ca. ~e Descartes su acta de nacimiento. Desde entonces en adelante, el fis10logo estudiará el cuerpo sin preocuparse por el espíritu y descubrirá sus leyes mecánicas. Por su parte, el filósofo queda libre de, l~ trab~ que para sus elucubraciones significa lo corporal; frente al espmtu esta finalmente delante de una sustancia, la res cogitans, y puede estudiarla sin perderse en consideraciones relativas al cuerpo, que desviaron a los antiguos. Con esto nace la filosofía del espíritu de Descart7s, qu~ será objeto de sus Méditations,20 y se obra el .Pª~to. de la ps1colog1a .. ~n efecto desde los presocráticos hasta Cartes10 umcamente pudo exIStir una ~sicofisiología, o sea el estudio de las relaciones entre alma Y cuerpo; en partiendo de Descartes, los. cami:os se separan: por un lado una fisiología; por el otro, una ps1colog1a. Y aunque Descartes, por ~upuesto, no hable de psicología, térm~o de ~cuña;i?n posterior, su filosofía del espíritu es el primer tratamiento s1stematlco del tema y su acta de nacimiento como disciplina singular. Nada hay de exagerado en llamar a René Descartes «Padre de la psicología moderna>. 5. Consecuencias del dualismo cartesiano. - La Meditación sexta concluye con el desarrollo de las cadenas de !ª~ razones; es s.~ duda uno de los textos cartesianos que ofrece el max1mo de compleJ1dad, lo cual es propio del tratamiento de una razón última que es, necesariamente, la más compleja y difícil. Como indicamos antes, trata de probar la existencia de las cosas materiales y completar la tarea de su filosofía en relación con las tres clases de existencias fundamentales que Descartes se propone establecer de manera necesaria. Existencia del espíritu en la Meditación segunda; existencia de Dios en la tercera; existencia de los cuerpos en la sexta. Según el orden metódico de Descartes, apoyándose sobre la realidad precedentemente demostrada de la esencia de las cosas materiales, esto es, sobre el entendimiento, concluye primero que su existencia es posible; 21 apo_Yándose sobre la presencia en mí de la imaginación, concluye de inmediato que es probable; 22 apoyándose sobre la presencia en ~ del sentimiento, concluye por último que es verdadera. 23 Establecido esto, Descartes


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debe considerar, finalmente, la unión sustancial del alma y del cuerpo, y aunque el título de la Meditación no lo indique, en partiendo de la presencia en nosotros de la imaginación y del sentimiento: dncluso en esta VI Méditation, donde he hablado de la distinción del espíritu y del cuerpo, también he demostrado que le está sustancialmente unido, y para probarlo me he servido de razones que son tales que no puedo recordar haber leído en otra parte algunas más fuertes y más convincentes»,24 deberá ocuparse de la concepción de la unión del alma y del cuerpo, lo que hace en una obra: Traité des passíons. Allí nos demuestra que probar la distinción real del cuerpo y del alma, probar su unión sustanci~l, se contrarían. Efectivamente, la unión sustancial, por ser «experimentada todos los días .. ., es causa de que no descubramos fácilmente y sin una profunda meditación la distinción real que hay entre uno y otro», 25 aunque incluso después de haber brindado la más sólida de las demostraciones lógicas es· difícil quedar persuadido: «Me ocurre casi lo mismo que a los astrónomos, que, después de haber estado convencidos por poderosas razones de que ·el sol es varias veces más grande que toda la tierra, no pudiesen, sin embargo, . impedirse juzgar que es más pequeño, cuando acaban de mirarlo~» 26 Esto es porque «aquellos que nunca filosofan» y que, siendo extraños a las meditaciones metafísicas, «Sólo se sirven de sus sentidos y con.ciben sin dificultad esa unión», sin poder llegar a concebir su distinción, mientras que aquellos que están habituados a filosofar y que, apart;;dos de los sentidos, se mueven en la esfera del entendimiento puro, no .pueden· concebir la unión que contradice la evidencia racional de la distinción necesaria de las dos sustancias: «El espíritu humano ... no me parece ... capaz de concebir bien distintamente y al mismo tiempo ia distinción entre el alma y el cuerpo y su unión, en razón de que para ello se requiere concebirlos como una cosa y al mismo tiempo concebirlos como dos, lo que se contraría.» 27 De esto se ve que Descartes concibe el conocimiento de la distinción y de la unión de cuerpo y alma como dos saberes diferentes, el primero correspondiendo a la razón, el segundo al sentimiento. Para acceder al primero se requiere «cerrar los ojos, taparse los oídos», en resumen «apartarse de todos los sentidos»; 28 para alcanzar el segundo, se requiere negarse al entendimiento puro de alguna manera, «des~ hacerse de las ideas claras y distintas y en particular de las razones que probaron la distinción de las sustancias>, para abandonarse por. entero a la experiencia del sentimiento.29 Dicho de otra manera, o sea con los conceptos y expresiones acti.iales de la ciencia, el primero es un problema racional y matemático, y el segundo, empírico, que. por naturaleza propia corresponden, respectivamente, a la ciencia pura ' v a la fisiología. Pero no· basta con acceder al fenómeno; la metodo., iogía cartesiana exige comprobarlo, o sea probar la realidad de la

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umon y al mismo tiempo, para descubrir Lo que es, o sea una uruon sustancial de dos sustancias distintas, es necesario dirigirse al entendimiento y establecer previamente que el cuerpo es realmente distinto del alma y que el cuerpo existe. En resumidas cuentas, es el entendimiento el que convalidará· la competencia del sentimiento y trazará sus límites. De este modo, la prueba de la distinción, que reposa sobre la intuición de las ideas claras y distintas de las sustancias pensadas y extensas, es tan cierta como una verdad matemática y de la misma naturaleza que mi conocimiento en el Cogito. Por el contrario, la prueba de la unión y de su existencia no reposan sobre la intuición de una idea, sino sobre la certidumbre de una inclinación y de sentimientos garantizados por Dios. De este modo, Descartes tiene la certidumbre de que el cuerpo existe sin tener la visión de esa existencia que en sí queda desconocida, porque no es tan firme ni evidente como las razones que nos conducen al conocimiento de Dios y de nuestra alma.ªº En pocas palabras, y de manera clara y distinta, Descartes nos dice que está probado que cuerpo y alma son sustancias distintas, y que por el sentimiento conocemos que entre ambas hay una unión sustancial sin que podamos probarlo por la razón. De esta manera, el problema de la unidad psicofísica y del carácter de esa unidad queda realmente sin resolver, y es el dualismo, el de las dos sustancias que no se confunden, el que desembocará, finalmente, en la doctrina posterior del paralelismo psicofísico, o sea que lo psíquico y lo físico se corresponden término a término, expresión esta que parece datar de Fechner, pero que hoy día se aplica a doctrinas más antiguas, como las de Spinoza y Leibniz. Sin duda, esta afirmación no corresponde literalmente a Descartes, porque la relación que establece es, en el fondo, unilateral y parcial y, en consecuencia, no hay paralelismo, pero, de todos modos, el sustancialismo cartesiano está en su base. Si consideramos el problema en función de repercusiones gnoseológicas, nos presenta un aspecto positivo y otro negativo. El aspecto positivo corresponde a la definición de campos que permitieron, por un lado, el desarrollo de la fisiología como ciencia de la res extensa corporal, y por el otro, a partir de la filosofía del espíritu, de la psicología como ciencia de la res cogita.ns, esto es, el estudio del pensamiento como cosa , en sí. En este sentido, Descartes introduce claridad metodológica en el saber del hombre, y divide ]a antropología en dos áreas que no se confunden: física y espiritual. Sin el sustancialismo, Descartes no • ~ubiera fundado la psicología moderna. Pero al mismo tiempo, y ante el juicio epistemológico, su distinción evolucionó hacia, una mecánica . de lo psíquico y de lo físico que, como veremos en su oportunidad, '• terminó por destruir la unidad intrínseca del ser vivo y dio origen a la división de la psicología, con Bergson, en psicología de la eficiencia


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y psicología de la conciencia, y a doctrinas tan opuestas como el empi• rismo testológico y el empirismo irracionalista con carácter de teología negativa del psicoanálisis. Pero esto no está implícito en Descartes¡ para que el fenómeno se produzca se requerirá una nueva ideología,' y una profunda crisis del aogma racionalista.

«Méditation troisieme>, en Oeuvres et lettres, Loe. cit. Ibídem. cLettre a Elizabeth,,, en Oeuvres et lettres, Loe. cit. 30. cDieu étant souverainement bon et la source de toute vérité, puisque c'est · 1ui qui nous a créés, il est certain que la puissance ou faculté qu'il nous a don. . née pour dístinguer le vrai d'avec le faux ne se trompe point lorsque nous en · usons bien, et qu'elle nous montre évidemment qu'une chose est vrai. Ainsi cette "'certitude s'étend a .tout ce qui est démontré dans Ja mathématique ... Elle s'étend aussi a la connaissance que nous avons qu'il y a des corps dans le monde ... Puis ensuite elle s'étend a toutes les choses qui peuvent etre démontrées, touchant ces corps, par les príncipes de la mathématique ou par d'autres aussi évidents et certains.» cPrincipes de la Pb.ilosophie», en Oeuvres et lettres, Loe. cit.

NOTAS l. Cf. Villari, Niccola Machiavelli e suo tempo, Firenze, 1881. 2. Las obras de Frruicis Bacon fueron editadas por J. Sppedíng, R. L. Eliis y D. Heath, en siete volúinenes, con el título: The Works of Francis Bacon, London, 1857; en las citas utirzamos la reimpresión de 1887. La cita se refiere a cDe dignitate et augmentis scie11tiarwn», en The Works, Loe. cit. 3. «Novwn organwn>, en The Works, Loe. cit. 4. «De dígnitate», en '.l.'he W orks, Loe. cit. 5. Ibídem. 6. Ibídem. 7. Ibídem. 8. De las «Obras completas» de Descartes hay dos ediciones fundamentales: Oeuvres de Descartes, publicadas .por Víctor Cousín, 11 vols., Paris, 1824-1826, y Oeuvres de Descartes, publicadas por Adam et Tannery, 13 vols., Paris, 18911912. De fácil uso para el psicólogo, pues contiene lo esencial para él, es la edi· ción: Descartes: oeuvres· et lettres, dirigida por André Bridoux, Paris, 1958, y según la cual citamos para una confrontación más fácil de los textos. 9. Adam, Descartes, ses amitiés femenines, Paris, 1937. 10. Baillet, «La mort de Monsieur Descartes», en Oeuvres et lettres, Loe. cit. 11. «Discours de la Méthode», en Oeuvres et lettres, Loe. cit. 12. Descartes define la sustancia diciendo: «Lorsque nous concevons la substance, Iious concevons seulement une chose qui existe en telle fai;on qu'elle n'a besoín que de soi-meme pour exister ... A proprement parler, il n'y a que Dieu qui soit tel... C'est pourquoi on a raison dans l'École de dire que le nom de substanee n'est pas univoque au regard de Dieu et des créatures... Mais parce qu'entre les choses créés, quelques-unes sont de nature telle qu'elles ne peuvent exister san.5 quelques autres, nous les distínguons· d'avec celles qui n'ont besoin que du concours ordinaire de Dieu, en nommant celles-ci des substances, et celles-Ia des qualités ou des attributs de ces substances.» «Príncipes de la philosophie», en Oeuvres et lettres, Loe. cit. · 13. «Traité de l'homme», en Oeuvres et lettres, Loe. cit. 14. cObjections et réponses», en Oeuvres et lettres, Loe. cit. 15. Giambattista Vico, Scienza nuova, ed. Nicolini, Bari, 1911-1916. 16. «Les príncipes de la Philosophie», en Oeuvres et lettres, Loe. cit. 17. cObjections et réponseS», en Oeuvres et lettres, Loe. cit. 18. «Méditations», en Oeuvres et lettres, Loe. cit. 19. «Méditation sixieme», en Oeuvres et letres, Loe. cit. 20. En Oeuvres et lettres, Loe. cit. 21. «Méditation sixieme:., en Oeuvres et lettTes, Loe. cit. 22. Ibídem. 23. Ibídem. 24. «RéponseS», en Oeuvres et lettres, Loe. cit. 25. Ibídem. 26. Ibídem.


HISTORIA CRÍTICA

CAPÍTULO 4

LA OPOSICIÓN A DESCARTES

l. El cartesianismo en el siglo XVII. - El impacto de la filosofía. de Descartes es tan fuerte que en el siglo xvn la gente del gran mundo · adopta· el cartesianismo como moda. Apasiona principalmente su física, ·. que la literatura utiliza para la descripción del mundo, como hace Cyrano de Bergerac en su célebre obra, y hasta cLas mujeres sabias> de Moliere discuten cartesianamente del vacío, de imanes, de torbelli- .· nos y mundos volteantes. Tanto es el auge de Descartes, .que los teó- i logos y los científicos aristotélicos ven peligrar sus posiciones e instan , al poder real y al Parlamento para que se prohíba la doctrina. En el ' debate entraron los jesuitas, los jansenistas y los oratorianos. Los je- ; suitas, desesperadamente hostiles a Descartes y atenidos a las doctrinas tradicionales; los jansenistas, partidarios a ultranza, y los oratorianos, 9ue simpatizaban aunque tibiamente con el cartesianismo por la semejanza entre su espiritualismo y el de San Agustín. En esta lucha hubo• episodios cómicos y brutales; cómicos como el famoso Decreto burlesco que escribiera Boileau y que frenó al Parlamento en su decisión de condenar el cartesianismo, y trágico como la declaración de fe impuesta . por los jesuitas a los profesores oratorianos en 1678, obligándolos a • declarar que creían en las formas sustanciales, en los accidentes reales · y en el vacío. Pero fuera de estos episodios anecdóticos y ruidosos, que\: traemos a colación porque indican bien a las claras las repercusiones ' sociales de un clima intelectual, lo que realmente cuenta es la penetra-; ción lenta y continuada de los hábitos de pensamiento cartesianos, lo· que termina ineludiblemente por un nuevo tono de ideas filosóficas en el que se mezclan muy a menudo los conceptos derivados de las luchas religiosas de entonces. Que esto es así lo prueban los trabajos de los jansenistas de Port• Royal; considerados como una referencia directa al pensamiento de Descartes. ANTOINE ARNAUD (1612-1694) y PIERRE NICOLE (1625-1695), , que publican en torno del 1650-1660 la famosa Logique ou l'art de penser, catecismo de la escuela, transcriben trozos enteros de las Regl,as: cartesianas, y catalogan tan minuciosamente el pensamiento del filó-.,

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PSICOLOGÍA

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sofo, que su obra se convierte para la época en manual de ehseñanza , del cartesianismo. Para ellos, como para otro jansenista, Lou1s DE LA FoRGE, en su Traité de l' esprit de l'homme et de ses facu.ltés et fonctions, publicado en 1666, el problema principal está en aclarar el modo como .un cartesiano debe entender la acción de los cuerpos entre sí y la interacción del cuerpo y del alma. La Forge polemiza contra los materialistas que declaraban imposible la acción del alma sobre el cuerpo, si el alma no fuese también corpórea, lo que ·supondría una relación conforme al modelo de acción por contacto, y también ataca a algunos cartesianos que tomaban como cualidad real la cantidad de movimiento constante que Dios introdujo en el universo. De este modo defiende a Descartes contra los materialistas, que atacándolo sacaban del concepto de cextensión> un argumento contra la espiritualidad del alma, y reafirma el dualismo de la doctrina, pues identifica la naturaleza del pensamiento con la esencia del espíritu, lo cual consistiría en una experiencia interior con cuyo apoyo el espíritu queda abierto a todo, a lo que hace y a lo que recibe, es decir, a todo lo que directamente le acaece. Del mismo tenor son los escritos de GÉRARD DE CoRDEMOY (1620-1684), quien publicó sus Si:r: disCO'Urs sur la distinction du. COTJJ8 .et de l'ame en el año 1704. Concibe la interacción del .cuerpo y· el alma como: «Un alma mueve a un cuerpo cuando, por desearlo, sucede que lo que ya movía al cuerpo viene a moverle del lado hacia el cual esta alma quiere que sea movido.» De estos puntos de vista, Cordemoy saca conclusiones inesperadas, como que entre el alma y el cuerpo o entre un alma y otra puede haber modos de unión muy diíerentes de los modos actuales, siendo posible, por ejemplo, que ei alma separada del cuerpo pudiese imaginar todos los cuerpos sin que uno impidiese, como ahora, el conocimiento del otro. También concibe espíritus que no necesiten, para comunicarse sus pensamientos, sino quererlo, ya que un pensamiento puede, al fin y al cabo, ser ocasión de otro pensamiento más fácilmente aún que un movimiento. Fuera ·del círculo de Port-Royal, el cartesianismo encontró repercusiones allende Francia, gracias a Cfa.uberg y a Tschirhaus en Ale•··., manía, y a Geulincx en los Países Bajos. JoHANN CLAUBERG (1622-1665) fue un westfaliano que escribió en alemán, cosa rarísima para entonces, dos de sus tratados filosóficos. Erudito de gran valía, familiarizado .. con el platonismo del Renacimiento, con Marsilio Ficino, Plotino y Platón, y por supuesto con Descartes, presenta como rasgo esencial de su obra un denodado esfuerzo para unir el cartesianismo con la tra. dición platónica. Por este camino identifica de manera absoluta lo psí, quico con la conciencia, puesto que, según su punto de, vista, cel alma sin autoconsciencia sería de por sí una contradicción>. Empapado del sentimiento de la realidad del alma con sentido platónico religioso, · Clauberg niega que cualquier modificación corporal pudiese producir


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en el all!la modificación alguna, puesto que el efecto no puede ser más•;· notable que la causa, porque «los movimientos -escribe con tesis · ' indudablemente platónica por la terminología- de nuestro cuerpo son sólo causas procatárticar que dan ocasión al espíritu, como a causa i' principal, para sacar de sí tales ideas, siempre tenidas en potencia en , tal o cual tiempo». Por su parte, ElmENFRIED WALTER voN TscHIRNHAus (1651-1708) fue un filósofo alemán contemporáneo de Leibniz, cuyo pensamiento está fundamentalmente dirigido hacia el plano ético, en el cual afronta sobre todo el problema de las acciones justas y correctas. Su finalidad es encontrar el camino ::¡ue lleva a una· vida feliz y para lo cual es primordial la «acquisitio veritatis>, adquisición de la verdad que cree únicamente posible según el método y los razonamientos cartesianos. Aunque no introduce nada nuevo al sistema de Descartes, lo divulgó en los países germánicos. En medicina, y con repercusiones sobre la psicología, se destaca su obra Medicina mentís sive artis inveniendi praecepta. generalia, publicada en 1687 y en la que, de acuerdo con la antropología cartesiana y sosteniendo su dualismo, pone las bases de lo que hoy llamamos higiene mental. Para Tschirnhaus, el Cogito pertenecería a los primeros hechos de la experiencia, siendo una «experiencia evidentísima> el tener conciencia de uno mismo y saber que se posee esa conciencia. Por último tenemos al flamenco ARNOLD GEULINCX (1624-1665), que, siendo profesor de la Universidad de Lovaina, se convirtió al protestantismo y se refugió en Leyden, Holanda, donde sabemos que dio lecciones particulares hasta el año 1663. Toda su obra, en la que se destacan una Metafísica verdadera y una Metafísica contra el espíritu peripatético,1 y que aparecieron después de su muerte, en 1691 y 1698, está dedicada a combatir a Aristóteles, que para él es uno de los pensadores que sucumbieron a la inclinación del espíritu "humano">, y a ensalzar la de Descartes, modelo de los que quieren liberarse de dicha inclinación. El pensamiento de Geulincx va más lejos que el de Descartes en algunos aspectos de la doctrina, pues considera que, .siendo inteligibles las propiedades del cuerpo, tal como demostrara Cartesio, no pueden, por consiguiente, pertenecer al cuerpo bruto, y es preciso que las haya introducido un espíritu. De donde Dios no sólo puso el movimiento en la materia, sino también todas las demás propiedades. 2. Blaise Pascal, o «las razones que la razón no conoce». - Ese «genio que excedió la medida», para retomar la expresión de Chateaubriand en el Génie du christianisme, es difícil ubicarlo en la lista de tales o cuales hombres. Y, sin embargo, filósofos, sabios, esc;itores de los más sobresalientes lo reivindican como maestro. BLAISE PASCAL nació en Clermont d'Auvergne el 18 de junio de 1623. Murió en París el 19 de agosto de 1662. En el curso de esta breve existencia, en la

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que luchó contra las enfermedades del cuerpo, contra sufrimientos perpetuos, dejó la huella de su ascendiente en todo lo que es vida espiritual: invención matemática, experimentación física, reflexión moral, ' pensamiento religioso. Su padre, matemático distinguido, amigo de Fermat y de Roberval, que se contaba entre aquellos que Descartes consideraba sus adversarios, vio con admiración mezclada de temor despertar la vocación de su hijo, el día en que lo sorprendió en tren de demostrarse a sí mismo la trigesimosegunda proposición del Primer Libro de Euclides: «La suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos rectos.> A los dieciséis años, Pascal hacía imprimir un Essai p<iur les coniques, que contiene una proposición fundamental sobre el exágono inscrito en una sección cónica: «Los puntos de concurrencia de los lados opuestos de ese exágono son tres puntos en línea recta.» ' El 19 de septiembre de 1648 realizó la famosa experiencia del Puy-deDome, por . la cual demuestra que en un tubo un líquido no puede subir más de cierta altura por efecto de la presión de la masa de aire. Desde entonces los partidarios de Aristóteles, seguidos en ese punto por Descartes, defensor irreductible de . :.. teoría del «pleno>, se obstinan ·en sostener la presencia de una «materia sutil> que resiste. Esta revolución que realiza en el alba de los tiempos modernos, Pascal la culminará con . dos obras maestras de la literatura científica: Traité de l'équilibre des liqueurs y Traité de 1.a pesanteur de la masse de fair, en el cual la asimilación. de la presión atmosférica al peso de un liquido aporta una luz definitiva. Los «Tratados> 2 de Pascal fueron publicados solamente después de su muerte, porque la vocación religiosa vino a unirse con su vocación científica para rivalizar con ella primero, para suplantarla después. Convertido con sus familiares al cristianismo tal como se lo concebía y practicaba en Port-Royal, y que se conoce en la historia con el nombre de jansenismo, los Pascal quisieron ser los mejores servidores de la Iglesi.a, señalando y combatiendo las desviaciones a que cedían algunos de sus miembros, tanto en el dominio práctico como en el especulativo, donde se creía prudente apoyarse sobre el crédito de la física y metafísica de Aristóteles. «Vivimos sumergidos en un océano de aire>, había escrito el genial precursor de Pascal, Torricelli, en una carta del 11 de junio de 1644 a Michelangelo Ricci. Asociado con Arnauld, con Nicole, con Le Maistre de Sacy, con Singlin, Pascal entra en el ·duro combate que señalará un momento decisivo para la Iglesia francesa. Condenada con Arnauld la doctrina agustiniana de la gracia por la Sorbona, Pascal lucha como laico que sabe hablar al mundo para poner el mundo como testimonio de la vanidad de la controversia y de la injusticia de la persecución. Desde el 23 de enero de 1656 hasta el ·24 de mayo de 1657 aparecen dieciocho Protii11.ciales bajo la forma de volantes clandestinos, recogidos después


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, . d I · d Montalte. La lengua francon la firma como pseudonuno e .ou1s X:ás elevado grado de delicacesa aparece en esos textos llevad~ ª. szu b dan de una ironía fina f .' las Provincui es a un deza y de per ecc;n, y 1 teología que tustiga a esos autores seri~s, que pone la come a en. a os a los otros por la solidaridad orga~ esos ;esuitas que se sostienen d fectos del corazón como por los nica de su orden y tanto. p~~ os e ndenado a Galileo, miendel espíritu. ¿No es acaso mutil que hayallr:bcoaran' de girar ellos mismos . hi , t · s exacta. ' no se. r la inmovilidad? Nuestro tras que, s1 su po es15 e con esta tierra que han pretendido obligar a sotros nusm·os dira,' es d ' mo para con no • deber para con 1os emasl, cto t' ru'o del sentimiento inmediato, de d e no d et enernos ante . d e des 1unoI'büiD a de descender en e1 a b'lSIIlO sondear las profundida es e a i , 'd 4 de una naturaleza corromp1 a. 1 bl' , los Pensées de mc>11$Íeu.r Por último, en 1670, Port-Roya pu ico . ts. . .....,t été trouvés r . t quelques autres su3e , qui ., .• Pascal sur la re ig~n e . L or parte del texto está consapres sa 1'JW1"t pa:rm.i ses pa.piers. a may A ?Qgf.a. pero el resto tituida por notas destin=s a dun l;~~:~tor~ex:ies s~yas sobre los son recuerdos o comen ios. e 'ilia de Pascal, y .los amigos, oSPechas de las autoridades incidentes cotidianos de la v1dad La atenuaron el contenido .para no e:p¡ 1 s uscrito sólo fue divulgado eclesiásticas. El contenido intelgrap e , manPascal plantea con toda su d' d d 1 "glo XIX En os ensees, ' d ; a:uidad, ei de directamente a Descartes, explica que, dre b el r1"gor de la demos' d 'stas asenta as so re . 1 1 hombre se aseguro, Arquunedes, e 1as conqui , tración matemática y del ~et?do experun:~!~6 :n el espacio la doble un progreso ilimit.ado .en e tiemp~cÍe se de lo infinitamente pequeño. sobre la dignidad del penperspectiva de lo i~1tamente 1gr bl y Ahora bien, la refiex1on so~_i:_:,,~ nlo eza dyo con sangre fría considera . '1 · para hw1llilar o cuan samiento so o sirve . . en la fra ilidad de un ser que el menor lo que es ante sus propios OJOS g d 1 vista de todas nuestras soplo puede curvar y voltear: cA Jiesar ~en:mos un instinto que no miserias, que nos tocan, queednos Dogan,te modo la luz de la verdad, nos uca.» e es • · · bra de 'un Arquímedes, no basta para podemos reprunir, que . serena, que esplende en la o 1 distancia infinita de los cuercalmar la inquietud humana, por:~~ infinitamente más infinita de pos a los espíritus re~resenta la ésta c: sobrenatural>. Jerarquía del los espíritus a la caridad, porque . . ' contm'ua del por el con. lica una cmvers1on a se desprende sin dolon, un progreso, pero que unp trario», y como ces s;~º que nunc .f doble desgarrami:nto mtimoi ha hecho sentir como Pascal, capaz. d Nadie ha sentido esto y o del otro para arrastrarlo donde qwer ponerse por entero en el lugard elocuencia cque se burla de llevarlo, poseyendo el secreto ~ una

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elocuencia> o cel arte de agradar y de persuadir>, sin reglas y sin constreñimiento, aportando la fuerza del chombre pascaliano>, corrompido por el pecado y cuya condición es la cinconstancia, aburrimiento, . . inquietud>. Pascal es un ser lacerado entre la grandeza de sus aspiraciones y la miseria de su satisfacción terrena. De aquí que en Pascal la antropología no sea como en Descartes un conocimiento del espíritu en tanto que res cogitans, ni una psicofisiología en tanto que encara su unión con el cuerpo; mientras el conocimiento psicológico es en Descartes un saber abstracto, teórico si se quiere, en, Pascal la psicología se convierte en un medio instrumental, en una propedéutica para la vida religiosa. Vimos cómo al espíritu. geométrico contrapone el esprit de finesse, el sentimiento, la inspiración, el corazón y, finalmente, el instinto, cómo busca y encuentra en el individuo recursos exclusivamente psicológicos que la ciencia sólo considerará y explorará un siglo después. Pascal introduce en la concepción del hombre lo humano concreto de la afectividad, y cuando acude al sentimiento, cuyo veredicto Descartes rechaza para el conocimiento, abre una nueva vía de especulación que Leibniz será el primero en recorrer con el descubrimiento del inconsciente. Cuando Pascal, en el manuscrito de los Pensées/' traza estas líneas inspiradas en Montaigne: cPlaisante justice qu'une riviere bome! Vérité au-de~a des Pyrénées, erreur au-delcb, y cuando se dirige a la reina Cristina de Suecia con estos términos: cLes memes d.egrés se rencontrent entre les génies qu.'entre les ccmditions; et le pou.voir des rois sur les sujets n'est, ce me semble, qu'une image du poutlOir des espirits sur les esprits qu.i leu'I'. s<mt inférieurs, sur lesqu.els ils e:rercent le droit de persuader, qui est pa.rmi eu.x ce que le droit de jt comma:nder est da.ns le gouvernement politiqu.e>, Pascal expresa espe/ranzas que serán de los enciclopedistas del siglo xvm y de los positi'_:- vistas del XIX: el hombre csólo es producido para la infinitud>, de "; donde testimonia cesa prerrogativa particular:> de que cno sólo cada ·uno de los. hombres avance cada día en las ciencias, sino que todos los hombres en conjunto realicen un continuo progreso en la medida que .el universo envejece, puesto que lo mismo ocurre en la sucesión de los hombres que en las edades diferentes de un particular. De manera e toda la serie de los hombres, durante el curso de tantos siglos, be ser considerada como un mismo hombre que subsiste siempre y ende continuamente>.6 Pascal es el primero de los modernos que ce un análisis psicológico del sentimiento religioso, para el cual no sta que el yo se separe de su voluntad propia, hasta odiarse sinceente. El heroísmo de la abnegación deberá ser llevado más lejos, por ello es que escribe este billete que muestra el sécreto de una nducta tan fría en apariencia para los que le prodigaban sus cuida,,s: cEs injusto que se apeguen a mí, aunque lo hagan con placer y luntariamente. Engañaré a aquellos en que haga nacer el deseo, pues


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no soy el fin de nadie y no tengo por qué satisfacerlo. ¿No estoy listo· para morir? Y en consecuencia, el objeto de su devoción morirá. Así. pues, como puedo .ser culpable de hacer creer una falsedad, aunque 11!persuadiese dulcemente, y se la crea con placer, y que con ello se me, dé placer, de cualquier manera sería culpable de hacerme amar.>

debidamente meditado, no nos conduzca a Dios.> Su idea fundamental ,es hacer penetrar en la teología el espíritu cartesiano, que sólo ve en · el fondo de la realidad una razón actuante con método e iniciativa propios y que sabe aislar las ideas claras y distintas que proporciona.rán al hombre una física independiente de la teología. Su concepto del hombre está enteramente dominado por el dogma del pecado original, el cual domina para Malebranche el problema del alma. En efecto tiene siempre presente la idea de dos psicologías distintas: la de Ad~ antes del pecado y la de Adán después del pecado, que es la nuestra. La antropología de antes del pecado se caracterizaría por la independencia de espíritu y cuerpo; la de después del pecado, por la dependencia en que el cuerpo tiene al alma, convertida por desobediencia en juguete de la imaginación y de las pasiones. La razón nos dice que esta dependencia es adquirida, ya que el alma es superior al cuerpo en perfección y, normalmente, el cuerpo debería obedecer al alma. De este modo, «la experiencia nos prueba suficientemente que las cosas no son como nuestra razón nos dice que deben ser, y es ridículo filosofar contra la eXPeriencia:>.9 El pecado de Adán y el dogma de su transmisión explican por sí solos la situación trastornada en que vivimos, de predominio del cuerpo sobre el espíritu. Malebranche admite en el alma facultades que le son propias con independencia del cuerpo: el entendimiento, facultad de recibir las ideas, y la inclinación, movimiento natural del" alma. Ahora bien, no tenemos una idea clara y distinta del alma, y Malebranche encuentra que únicamente podemos comprender.a esas facultades cartesianamente, esto es, por analogía con las modalidades de la extensión, único objeto de idea clara y distinta. El entendimiento es al alma lo que la figura es al cuerpo; y la inclinación, lo que el movimiento es al cuerpo. Antes del pecado original, entendimiento e inclinación se explicaban por sí mismos; después del pecado sólo actúan acompañados por modificaciones del alma debidas ·a su unión con el cuerpo. De aquí que jamás haya entendimiento sin imágenes procedentes de los sentidos, ni tampoco inclinaciones que no estén acompañadas por pasiones, por ser las pasiones en relación con las inclinaciones como los sentidos en relación con el entendimiento puro. Las inclinaciones son idénticas en todos los seres; por el contrario, las pasiones y las sensaciones son según cada individuo. Antes del pecado, la imaginación estaba al servicio del entendimiento, y las pasiones, de las inclinaciones rectas, o sea que aplica el concepto cartesiano de que la imagen posee doble papel: unas veces es causa de error, como cuando los sentidos nos engañan; otras veces es auxiliar del intelecto, como cuando nos servimos de líneas rectas para repre• sentar cantidades abstractas. Antes de la caída del hombre, la imagen fue auxiliar del intelecto; después, motivo de errores. Por lo tanto, el pecado altera la relación entre el alma y el cuerpo; altera su uni6n,

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3. Nicolas Malebranche, o la. psicología de Adán antes y clespué& · · del pecado. - Las concepciones antropológicas de Malebranche tienen, .· a pesar de su afinidad con Descartes, impronta propia y señalan de manera clara la disolución del pensamiento cartesiano para la época. Aunque también parte del Cogito, el alma sería un intermediario entre lo divino y el mundo físico y recibiría luz casi exclusivamente de Dios. Para entender en su integridad el pensamiento de Malebranche, rechazado por la ortodoxia de la Iglesia, puesto entre paréntesis por los jansenistas de Port-Royal y apenas aceptado por algunos contemporáneos, para asir el significado de sus ideas antropológicas y comprender su distanciamiento de Descartes, al que intelectualmente lo debe todo, es necesario comprender primero al hombre Malebranche, al individuo ubicado en el filo de dos mundos, pero que pertenece al religioso por profesión y al del «hombre corrompido> de Pascal por actuación. Históricamente contemporáneo de Descartes y de Pascal, sometido a la influencia de ambos, Malebranche no alcanza la altura del primero en la abstracción, ni la profundidad del segundo en el análisis concreto del sentimiento, pero abre una vía intermedia cuya proyección en la antropología del iluminismo será fundamental. N1coLAS MALEBRANCHE (1638-1715) nacido en París y muerto en la misma ciudad, hizo desganadamente y por presión familiar estudios de filosofía y de teología; entró como novicio en el Oratorio, y se ordenó de sacerdote en 1664, residiendo el resto de su vjda en la casa de los oratorianos de la calle Saint-Honoré de París. Fue sacerdote y vivió como tal, y pensó coom laico influido por la presión que sobre los oratorianos ejercieran los jesuitas en su oposición al cartesianismo y la simpatía secreta' que la orden sintiera por la doctrina. Se cuenta que en el año de su ordenación fue profundamente sacudido al descubrir en el Traité de l'homme, que el jansenista de Port-Royal La Forge acababa de publicar, el pensamiento y el método de Descartes. A partir de entonces comienza su labor de filósofo y se suceden, casi año tras año, sus publicaciones.7 En 1680 aparece su Tratado de la. naturaleza Y de la. gracia, que rechazaron igualmente la Iglesia oficial y los jansenistas. El famoso obispo Bossuet calificó su doctrina de cPulchra, nova, falsa>, y el jansenista Amauld consigue que se cite a Malebranche· ante el tribunal eclesiástico y la obra sea puesta en el índice. La filosofía de Malebranche es esencialmente religiosa; por ello, Émile Bréhier pudo escribir: s cNada hay, según Malebranche, que,

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convirtiéndola en dependencia. Por eso cuando el hombre somete a los sentidos sus juicios acerca de las cosas, cree que ase las cualidades reales de las mismas, pero se equivoca, pues solamente expresan las relaciones de las cosas con nuestro propio cuerpo. En cuanto a la imaginación, para Malebranche depende en primer lugar del cerebro, o, mejor dicho, de su constitución: las fibras nerviosas demasiado delicadas, como las de las mujeres, impiden toda aplicación del espíritu, pues no pueden impedir la invasión de las imágenes; las fibras de los viejos, endurecidas, no permiten que las nuevas imágenes se fijen; por ello, el viejo olvida y está dominado por su pasado. La imaginación también depende de propiedades adquiridas por el cerebro: los espíritus animales siguen más fácilmente las rutas que trillaron, y por eso nace la ilusión de reencontrar en las cosas nuevas lo que ya conocíamos. También el entendimiento tiene sus errores cuando no logra dominar las imágenes, errores que consisten priricipalmente en realizar abstracciones e introducir en las cosas potencias o fuerzas ocultas, como las que la escolástica, . nos dirá Malebranche, toma por explicaciones. En resumidas cuent.as, la depravación de la inclinación, ,por el pecado original, es el fundamento de nuestros errores. Falto de una idea clara y distinta del alma, el dogma del pecado original permite a Ma• lebranche obtener en psicología un resultado análogo al de Descartes en física. Gracias a este dogma, Malebranche puede definir las irregularidades de· nuestra vida interior de acuerdo con un orden natural de las cosas establecido por las relaciones del alma con Dios y con el cuerpo. Entonces el alma es sujeto de Dios y domina al cuerpo, y de aquí encuentra motivo para introducir orden y razón en el universo. De este modo, mientras que por una parte Malebranche se basa en la experiencia interior como único medio para el conocimiento psicológico, por otra construye una especie de psicofísica que analiza las·. influencias directas y recíprocas entre cuerpo y alma, y que, además; hace aparecer al cerebro como punto de encuentro entre lo físico y· 10 psíquico, como mediador entre los procesos físicos y psíquicos, lo cual hace posible la coordinación de las cualidades de experiencia y de :· las cantidades físicas. 4. Baru.ch. Spinoza, o la refornia del entendimiento. - Hijo de un comerciante judío de Amsterdam, BARUCH SPIN~ZA (1632-1677) recibió ; una educación intensa pero estrictamehte religiosa. Destinado a las fun.:;. ciones de rabino, se vio involucrado en las luchas que separaban afa· comunidad hebrea de Amsterdam, provocadas por los choques entre los judíos ortodoxos de los Países Bajos y la inmigración de marranos expulsados de España y Portugal. Las profundas repercusiones espi-~:'. rituales del conflicto culminaron, para Spinoza, en una condena del·

Sanedr~.

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Expulsado de la comunidad y herido de una puñalada por

. un fanatlco, fue desterrado de su ciudad natal por petición de los rabi-

nos al Consistorio de ministros reformados, acusado de haber blasfema~o d~ las Escrituras. Vivió un tiempo eh Leyden, y después fijó su res1den:1a en La Haya, donde para ganarse la vida ejerció el .oficio de pulimentador de cristales ópticos; al mismo tiempo estudiaba la · física, la geometría y la filosofía cartesianas. Fue en el curso de estos , estudios q'!1e Spino~ conoció la obra de Giorda.no Bruno, que un siglo ( antes hab1a sostenido la unidad de la sustancia, la identidad de Dios Y de la .n.aturaleza, escrihien,do esta fórmula en la que está implícita toda la etlca que desarrollara Spinoza: «El primer principio es infinito . en todos sus atributos y uno de estos atributos es la extensión.» Difí. cilme?te se encuentra un pensador cuya doctrina haya suscitado tanto ~ntus1asmo y tanta indignación como la de Spinoza, y que haya sido Juzgado en el curso de la historia de maneras tan diversas. Tomada en su conjunto, la doctrina spinozista es la doctrina de la salvación mediante el conocimiento de Dios. Exteriormente, el spinozismo se asemeja a las .t.eosofías de origen neoplatónico que cada tanto aparecen. La .concepc1on de la naturaleza humana de Spinoza contraría la de Descartes, pues en todas sus obras 10 procura demostrar cómo el hom. bre, ·en virtud de su naturaleza, a veces sucumbe al error y a veces ·•.·. alcanz~ la verdad. Spinoza introduce así un equilibrio espiritual nuevo en la idea del hombre: no se trata de justificar sino de demostrar Para el spinozismo, Descartes justifica su método' refiriéndolo al bie~ del hombre; justifica a Dios de la posible imputación de su intervención e? e~ error, que. imputa a la voluntad del hombre capaz de evitarlo;· Justifica las pasiones. presentándolas como institución de la naturaleza en favor del hombre. Por el contrario, Spinoza demuestra que . el hombre es un a:utomaton spirituale, autómata espiritual que sucumbe a~ error o ~usca la verdad,.~ deduce de la naturaleza humana l~s pasiones. S~stlene que la. i:ocion d~ una voluntad libre que actúa según :una finalidad, y la nocion del bien y del mal son nociones ilusorias : mutiladas, confusas. ' ' •.\. Spinoza introduce, en una palabra, una reforma total del entendimien~o que pone. a Dios y ~ la naturaleza sobre el mismo plano: Peu.s sive natura sive su.bstantia.. De donde extensión y autoconscien:pia, materia Y alma, son únicamente dos catributos» o cualidades esen,,ciales .~e una sola y mism~ sustancia, y por lo mismo el orden y la ,conex1on de los procesos psiquicos tiene su correspondencia en el orden .Y la conexión del m~do físico. En toda su especulación, Spinoza pro:. ede cmore geometrico», a la manera de la geometría, y según el esquema tan caro a todo el siglo XVII.. En él, la palabrá «matemáticas» es. ca~i ~ágica, pues ~ presenta como la clave de todos los campos del .conocimiento. En realidad, Spinoza carece prácticamente de importan-

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cia para la historia de la psicología, y su introducción en esta obra se justifica por dos razones: primero es un ejemplo preclaro de la disolución que sufre el cartesianismo en el siglo xvn; segundo, representa la primera tentativa, aunque sea muy general, de encuadrar lo espiritual en un complejo de leyes exactas deducidas de axiomas presupuestos, esto es, de crear por medio de un procedimiento matemático una metodología antropológica.

tica de las ideas generales, al mismo tiempo que, sin ccnsideraciones temporales, identifica al hombre de su época con el ser humano en general, para lo cual contiene la doctrina que, mostrando la naturaleza y lúnites del entendimiento humano, debe fundamentar la tolerancia religiosa y filosófica. De aquí que si el problema religioso y filosófico dependen de la capacidad del intelecto, su finalidad primera sea saber cuáles son los productos de esa capacidad cognitiva del hombre,. porque dado que estando cada individuo convencido de pensar, Y cuando piensa su mente está ocupada por ideas, se debe concluir que los hombres tienen en la mente ideas semejantes a las que son expresadas con palabras, como blanC'ILra, du.Teza, dulzuTa, pensamiento, mo1'imiento, hombre, elefante, ejército, delito, y cantidad de otras. Y aceptado esto, cla primera cosa para examinar es cómo el hombre llega a tener todas estas ideas».12 Este examen lleva a Locke a rechazar el dualismo cartesiano, para el cual la razón sólo pertenece al hombre, que recibe esta esencia espiritual de la divinidad y por lo cual nace con dicha facultad innata, sin necesidad de desarrollarla con ayuda de la experiencia, y a oponerle el conct\!pto de que sin la experiencia no podemos tener ningún cono-· . cimiento. Al dualismo de las dos sustancias, Locke lo sustituye por otro concepto doble, que a pesar de su insuficiencia llevó a la solución del problema, esto es, el concepto del «sentido interno» y del «sentido· externo». Con el primero percibimos nuestros actos internos, psíquicos; con el segundo, los objetos externos, siendo el proceso fundamental de la percepción externa la sensación, y el de nuestro espíritu, la reflexión. Esta doble división, muy artificial y que perduró en la psicología hasta casi nuestros. días, derivó naturalmente en una doble orientación según se atribuya mayor valor a la csensación» o a la creflexióm¡De este modo se puede decir que con Locke comienza un segundo período en la historia de la psicología, en el cual la concepción antigua del alma, entendida más o menos como principio vital, es. sustituida por la del «sentido interno» y del csentido externo>, concepto que, por otra parte, debía tener a la psicología a!ejada por largo tiempo de las ciencias naturales, en las que tiene su origen como psicofisiología. Y con esto se inicia la verdadera innovación lockiana; comienza por negar la cextensión> cartesiana y se centra en el papel de la «idea»,. lo cual ha hecho que a menudo se la califique de doctrina del cideísmo>. En ·efecto, para Locke, cualquier conocimiento es la percepción de una relación de concordancia o de discordancia entre ideas: lo húmedo no es seco, los cuadrados que tienen lados iguales son iguales, etc., y entonces, en el primer caso, la percepción es inmediata, o reducible por demostración a una percepción inmediata, en el segundo. De aquí que las ideas mismas resulten, o compuestas, es decir, formadas por un

5. John Locke, o la crítica del innatismo. - Descartes había asentado que para el hombre hay tres clases de ideas: ideas adventicias, que llegan al espíritu a través de los sentidos; ideas facticias, creadas por el espíritu o la imaginación, como la idea de centauro; e ideas innatas, o sea «nacidas con» el espíritu mismo o con el .sujeto pensante, como son las ideas ·de cosa, de pensamiento, de verdad, de círculo, de Dios ... , etc. El innatismo cartesiano, para el cual existen en el espíritu humano principios innatos, y que se reafirma con la mayoría de los pensadores del siglo, encuentra en Locke la primera gran oposición, que se traduce por la convicción de que «antes de establecer sólidamente algo se debe examinar nuestra propia capacidad' de ver qué objetos están a nuestro alcance o por encima de nuestra comprensión>. Tal es la idea fundamental del famoso Ensayo acerca del entendimie'ltto humano,¡íue concluye con consideraciones sobre la certeza de las verdades morales y sobre la relación de la fe y de la razón. JoHN LoCKE (1632-1704) era hijo de un comerciante de Bristol,. que desde temprana edad lo arrastró a las luchas políticas que entonces convulsionaban a Inglaterra. Formado en los estudios filosófico-teológicos primero, médicos después, abandona deliberadamente los primeros, que debían conducirlo a las funciones de clérigo, para empeñarse en los segundos, lo cu~l indica una ruptura deliberada con cualquier preocupación ontológica, pues propugna en su opúsculo De arte medica (1669) que «no hay conocimientos verdaderamente dignos de tal nombre sino los que conducen a alguna invención nueva y útil; toda otra especulación es entretenimiento de desocupados», para declarar finalmente que. las teorías generales son perjudiciales porque detienen y fijan la ciencia; y sólo la hipótesis especial es útil para captar las causas próximas. De este modo, tras la búsqueda de un saber concreto y eficaz, se propondrá estudiar la vida mental como tal, invirtiendo el camino clásico que iba de la metafísica a la antropología, y así el Essay Concerning Human Understanding 11 lo convierte en el iniciador de la filosofía empírica inglesa y aparece como la primera gran tentativa de crear, con método analítico y descriptivo, una antropología concreta independiente, esto es, una psicología de la experiencia. El Ensayo no es una obra de especulación, sino que dentro del contexto de las ideas de Locke asume el sentido de una psicología gené-


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conjunto de ideas simples que pueden ser individualmente analizadas, o simples e irreducibles al análisis. Locke procede en un orden dológico que va de lo simple a lo compuesto, esto es, investiga primero qué son las ideas simples, y luego cómo se combinan para formar las compuestas, para concluir en cómo se percibe la concord~ncia o discordancia entre las ideas. En realidad, se trata de un atomismo mental que resuelve en elementos las ideas, el contenido del conocimiento. Por su parte, la simplicidad de 1a idea no se refiere a ningún caráctel'. interno de la misma; no se trata de su estructura, sino que se refiere a que únicamente puede sernos comunicada cuando la tenemos en .la experiencia, tal como las cualidades físicas de las cosas. Por lo demas, la imposibilidad absoluta de engendrar en nosotros ideas simples mientras formamos compuestas señala los lúnites de nuestro conocimiento. Las ideas simples son, además, de tres categorías: simples de sensa-, ción: cálido, sólido, liso, duro, amargo, extensión, figura, etc.; ideas simples de reflexión, o sea de las facultades que están en nosotros mismos: memoria,· atención, voluntad, etc., y considerando a la ;eflexión como percepción interna de esas facultades; y finalmente estan las ideas simples, que son, a la vez, de sensación y de reflexión, c;omo las de existencia, duración o número. Para Descartes, la idea era una representación, una imagen de las cosas. Para Locke también, pero con gradaciones; las ideas de sensación tienen dos formas: una, como punto de partida, son los elementos últimos· de que están compuestos nuestros conocimientos, y como tales todas representan las cosas materiales que percibimos; por ser interm.'ediarias entre las cosas y nosotros, su valor es muy desigual. En este aspecto, Locke adopta las conclusiones del mecanicis?1~ de la f~sica que le es contemporánea, sobre todo de Boyle: 13 las umcas ccuah~a­ des primarias> que no representan las cosas como son, son la ex.tensio.n, la figura, la solidez y el movimiento, junto con las ideas de existencia, de duración y de número. El resto (colores, sonidos o sabores, etc.) son cualidades «secundarias> o sea mero producto de la sensación. Aunque Locke concuerde co~ Descartes en el hecho de que su idea simple es una imagen de la cosa, no comparte el valor dado a la misma por Cartesio· las ve únicamente como ideas que el físico utiliza para la represedtación del mundo exterior en la imposibilidad de emplear otras, porque «nos es imposible concebir que un cuerpo actúe sobre otro sin tocarle, o, si lo toca, que actúe de otro modo que por movimiento>.14 La idea de extensión, fundamental para Descartes, no es clara para Locke, quien encuentra que la cohesión de los cue:pos. es inexplicable por sí misma, y la divisibilidad al infinito, contrad1ctori~: cEstamos tan alejados --escribe- de tener alguna idea de la sustancia de los cuerpos mediante la idea compuesta de extensión, figura, color y todas las demás cualidades sensibles a que se reduce nuestro cono-

l cimiento

de los cuerpos, como si no la conociésemos en absoluto.> 16 ,:; Con declaración tan anticartesiana nos advierte definitivamente que las !, ideas simples, incluso de las cualidades primeras, no deben ser tomadas : .como elementos reales de las cosas. Este doble aspecto de la idea de < sensación, elemento último del conocimiento y representativo del real, queda confinado a la doctrina de Locke; en efecto, aquellos que lo seguirán, como Berkeley, serán adversarios de la idea de carácter representativo. Este aspecto de la doctrina lockiana es aparentemente confuso, por, que únicamente se comprende a fondo su distinción entre ideas simples de sensación e ideas simples de reflexión en relación con su metafísica, que es función de la ideología reinante · entonces en Inglaterra. En efecto, al considerar que el conocimiento que tenemos de las cosas (ideas de sensación) es irreducible al conocimiento de las facultades de nuestra alma (ideas de reflexión), Locke suprime cualquier presunto enlace entre empirismo y sensualismo, y de este modo responde a la . corriente de opinión, que tenía su asiento en Cambridge, de que el empirismo es ateísmo. Locke acepta a Dios, y emplea la experiencia interna, irreducible a la externa, como demostración de su existencia y con mdependencia del innatismo de que se valiera Descartes para el mismo fin. En cuanto a las ideas compuestas, Locke las reparte en dos grupos: · . aquel en el cual las ideas simples se combinan en la idea de una cosa única: . idea del libro, del hombre, etc~, y aquel en que las ideas combinadas continúan representando cosas distintas aunque unidas: idea de filiación que une, por ejemplo, la idea de padre e hijo, y por lo general todas las ideas de relación. Las del primer grupo las subdivide a su vez en dos clases: ideas de modos referentes a cosas que no pueden subsistir por sí mismas, como una figura geométrica o un número; e ideas de sustancias que subsisten por sí mismas, éomo del hombre. Los modos, a · su vez, quedan divididos en simples y compti:estos o mixtos. Los primeros están representados por la idea simple que se combina consigo mismo, como por ejemplo el número, que es. combinación de unidades, o el espacio o la duración, que son combinación de partes homogéneas. Los segundos están compuestos por ideas simples heterogéneas; como pueden ser la idea de fealdad o la idea de amor. Esta deducción de las categorías permite a Locke resolver prob.lemas que hasta el momento solamente eran capaces de afrontar las teorías innatistas, problemas como los del infinito, la potencia y la sustancia, y en cuya explicación no entramos porque caen dentro de la metafísica implícita en el pensamiento lockiano y por lo cual escapan a cualquier interés estrictamente antropológico.16 Por último, llegamos al problema del conocimiento, que para Locke concordancia o una discordancia entre nuestras ideas. El cono-


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cimi!mto se expresa por un juicio, en el cual las relaciones entre ia~L ideas pueden ser de tres clases: de identidad o de diversidad, de rela'1t; -ci6n y de coexis;tencia. Las relaciones de identidad o de diversidad se,. refieren, respectivamente, a características de homogeneidad o de hete-':1· .rogeneidad; las de relacién, a características de filiación; y las de·. coexistencia, a características de homogeneidad aparente. En el fondo identidad y coexistencia son simplemente casos singulares de la rela~ ción. De aquí que el conocimiento resulte de la percepción de una re:., !ación y sea, por definición, siempre cierto .. Lo que llamamos fe, creencia o probabilidad queda, pues, fuera del conocimiento. En cuanto a las modalidades del conocimiento, es inmediato en la percepción intuitiva como por ejemplo de una igualdad, y mediato cuando la relación entr~ las ideas la captamos por medio de una demostración que paso a paso nos lleva a la percepción intuitiva. No obstante, el conocimiento es para Locke algo más que esto;· en efecto, encuentra una nueva especie de concordancia, «la de una existencia actual y real que conviene a algo cuya idea tenemos en la mente>.17 La percepción de la existencia, que Descartes centraba en el Cogito, para Locke es irreducible a la percepción de una relación entre dos ideas, porque la existencia no es de ninguna manera una idea, como la de frío o calor. De la existencia de nosotros mismos tenemos certeza intuitiva, por reflexión; de la existencia de Dios poseemos, como vimos, una certeza demostrativa que se · refiere a ·la certeza de nosotros mismos. En cuanto a las cosas sensibles sólo tenemos una «certeza por sensación». De las cosas que debemos ~ nuestras ideas de sensación no podemos dudar; sería absurdo dudar de lo que proviene de impresiones que no estamos en capacidad de impedir, y, por consiguiente, del testimonio de los sentidos. Esta certeza, que se refiere a las cosas del mundo, no requiere un mayor grado de certeza. Un problema que siempre estuvo presente en la historia del pensamiento es el referente a la identidad de la conciencia individual, y al cual Locke afronta de manera completamente original al procurar resolver empíricamente y no en base de la hipótesis de sustancia, como había procedido la filosofía hasta entonces, pues encuentra que en el cambio de las sensacio:r;ies el individuo se identificaría siempre con el propio yo. El pensar ~staría siempre en conexión con la conciencia o, mejor dicho, con el Hecho de ser conscientes, por lo cual qui~n piens~ se distingue de los demás objetos siempre que posea memoria. La capacidad de reevocar el pasado y de fijar experiencias hace que la identidad de la persona sea reconocible en el pasado hasta el punto donde llegan los recuerdos/Por este camino, Locke se convierte en ·el primer gran teórico del empirismo, al encontrar que tanto el pensamiento como nuestras opiniones pueden ser reducidos, en sus fundamentos, a la experiencia sensoriaL/El empirismo de Locke se opone, como ya di-

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jimos, a la filosofía cartesiana. Descartes y sus sucesores son racionalistas cuya ambición es aplicar el método de las matemáticas a la filo' sofía. Locke y sus sucesores erigen como ideal las ciencias de la naturaleza y aplican el método inductivo al estudio del entendimiento humano; el empirismo parte del postulado de que la experiencia se basta por sí misma; el espíritu, considerado independiente de la naturaleza, no posee ningún recurso para agregar nada al cuadro de lo que la naturaleza le aporta, puesto que el contenido del conocimiento · viene por entero desde afuera. Esta posición encuentra, naturalmente, la dificultad de explicar cómo ocurre que los principios y' las categorías posean caracteres de universalidad y de necesidad, en completa oposición con la particularidad y la contingencia de los hechos de experiencia de los que se considera derivan, y su proyección sobre la estructuración de la psicología se refleja, todavía hoy, en las dos doctrinas empíricas por excelencia de la psicología contemporánea: el conductismo y el psicoanálisis. De aquí que las dos corrientes principales que a partir del siglo XVI determinarán el pensamiento filosófico: racionalismo y empirismo, ·influyan desde un principio decisivamente sobre el pensamiento antropológico tanto en su manifestación teórica como concreta. Ambas corrientes responden al hecho común de basarse en la experiencia interna; ni empiristas (Locke, Hume) ni racionalistas (Descartes, Leibniz) ponen en duda la existencia de hechos psíquicos existentes en virtud de l.a autorrepresentación, y es de este modo como, a través de múltiples variaciones históricas, el empirismo absoluto c;:oncluirá por aparecer en la psicología contemporánea como creencia de que la causalidad y otros principios surgen de la relación del espíritu con las cosas, o sea que no se deben a la experiencia bruta ni al espíritu puro, sino a un empirismo inteligente, porque «Un empirismo verdadero es el que se propone apresar lo más apretadamente posible al original mismo, .profundizar la vida y, por una especie de auscultación espiritual, sentir palpitar el alma».1s La psicología llevará así, desde el mismo momento de su constitución, el sello del empirismo, porque la mayoría de los psicólogos, sobre todo en nuestros días, serán en primer término empiristas y en el sentido más clásico, pues de una manera u otra esperarán de la experiencia sensorial el conocimiento de la realidad. Tanto es así que, a partir de Locke, tanto empiristas como racionalistas estarán de acuerdo con el hecho de que el conocimiento sale de los datos de la experiencia organizada por la razón, y su oposición en psicología será sobre el origen de esa razón. Para los empiristas, la razón deriva de la experiencia, mientras que para los racionalistas posee su estructura completa antes de su contacto con la experiencia. Será éste el conflicto fundamental de la psicología que en nuestros días procurarán resolver con sus estudios de psicologí'~ infantil Henri Wallon y Jean Piaget, y el conflicto que ignorará toda-la psi-


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cología de la eficiencia, convertida en práctica empírico-experimental, incluida la psicosociología, y que replanteará en función del lenguaje la psicolingüística.ll>

teoría de las mónadas. Impresionado por los trabajos de los primeros microscopistas: Leuwenhoek, Swammerdam y Malpighi, demostradores de que órganos y tejidos están constituidos por partes organizadas, introduce en la biología sus ideas infinitistas y universaliza el concepto de vida hasta el punto de admitir que en la naturaleza todo es vivo, que el germen del ser vivo es indestructible y qtie, rigurosamente hablando, los seres vivos no nacen ni perecen, sino que debe decirse que crecen hasta volverse visibles y que, después, decrecen hasta desaparecer del campo de acción de nuestros sentidos. Esta singular teoría biológica permite a Leibniz hablar de unidad en los cuerpos y dar la solución del problema de las ideas innatas, atacado por Locke. En el prefacio de los «Nuevos ensayos:. afirma: «hay en esta cuestión bastantes equívocos:., y el primero, dice refiriéndose a Locke, es .pretender refutar las ideas y principios innatos arguyendo que no hemos tenido siempre de ellos el conocimiento actual, cuando les basta para ser innatos que nos seari conocidos desde que aplicamos a ellos nuestro pensamiento. Desde su punto de vista, el término «innato» es equívoco, pues en la mónada que somos no hay nada que no sea innato, ya que todo procede de nuestro propio fondo y no sufrimos ninguna acción del exterior. Si bien reconoce que se puede llamar innato a lo que no proviene del conocimiento sensible, como en el adagio escolástico que niega al innatismo: «Nihil est in intellectu quod non prius fuerit in sensu», nada hay en el entendimiento que no haya estado en los sentidos, le impone una restricción: «nisi intellectus ipse», o sea el entendimiento mismo, dado «que los 'sentidos y las inducciones jamás podrían enseñarnos verdades totalmente universales, ni lo que es absolutamente necesario, sino sólo lo que es, se deduce que hemos sacado estas · verdades, en parte, de lo que está en nosotros».25 ·•· Para Leibniz, todas las ideas dependen de ese «inteligible», de ese .<objeto del puro entendimiento» que es el yo, dado en la experiencia , interna. Pero esta actividad racional tiene en cierto sentido un elemento de discontinuid,ad, porque en lo que respecta a la percepción, la razón no excluye un residuo de percepciones confusas, o, como las llama, «percepciones insensibles», que no llegan a desarrollarse pero que «un día pueden desarrollarse ... Y la eternidad deja vasto campo a los cambios».,26 Y de este modo, como cada hombre recibe una cantidad de impresiones que supera su conciencia clara de las mismas: «cuando está reducido a un estado en el cual está como en un letargo y casi sin sentimiento, la reflexión y la apercepclón cesan,'' y no se piensa entonces en verdades universales. Sin embargo, las facultades y las disposiciones innatas y adquiridas, y también. las impresiones, recibidas e11 este estado de confusión, no cesan y no están borradas aunque se las olvide; tendrán su tumo para contribuir un día a algún efecto ~otable, porque nada es inútil en la naturaleza».21 De aquí que para

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6. El racionalismo de Leibniz y su descubrimiento del inc01t8ciente. ....,... El impacto del racionalismo de Descartes y la resonancia del empirismo de Locke provocan en la ideología del siglo XVI una ruptura que encuentra su síntesis en la obra del alemán GoTTFRIED Wn.HELM voN LEIBNIZ (1646-1716), que reconcilia los elementos de la tradición filosófica con las nuevas corrientes. Matemático insigne, creó el cálculo diferencial e integral, teórico del principio de razón suficiente, del principio de los indiscemibles y del principio de continuidad, Leibniz enunció muchas ideas geniales que fecundaron el pensamiento moderno, sobre todo en su expresión germana. Nada fue ajeno a su curiosidad y su obra está repartida en multitud de opúsculos que repiten casi por completo la exposición entera de su sistema. Grandes obras filosóficas dejó solamente dos y escritas en su vejez: Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, publicada en 1765, y Ensayos de teodicea, aparecida en 1710.20 Si se compara a Leibniz con Descartes y Malebranche, se descubre inmediatamente la tesitura de su pensamiento: Leibniz vuelve al orden tradicional, para elevarse a la metafísica y a Dios partiendo de la materia y del mecanicismo. Lo que era preliminar para Descartes, lo convierte en final, porque «la cuestión del origen de nuestras ideas no es preliminar en filosofía, sino que se deben hacer grandes progresos para resolverla bien». 21 La posición inicial de Leibniz está más cerca de Aristóteles que de Descartes, puesto que «admitimos los postulados y los axiomas, tanto porque satisfacen inmediatamente al espíritu, como porque están probados por infinitas experiencias; sin embargo, interesa para la perfección de la ciencia que sean demostrados». 22 Sin duda, nada le resultaba más antipático que la duda cartesiana, «porque una vez admitida, ni la existencia de Dios puede levantarla».23 En el sistema de Leibniz, todo está explicado por la infinitud del mundo y la imposibilidad de segregar del mismo ninguna realidad que no sea infinita a s.u modo, ningún elemento que de alguna manera no participe de esa infinitud. El universo leibniziano está regido por fa ley serial de la armonía. preestablecida, lo cual significa que Dios, al crear cada mónada, 24 tuvo presente a todas las demás, o sea que en Dios no hay voliciones aisladas, sino que, habiendo querido el mejor de los mundos posibles, dio a cada una de las sustancias la mayor perfección posible, y de aquí que cualquier acontecimiento relativo a un'.1. sustancia se:i. siem- ' pre una resultante del orden universal. La teoría de las mónadas sirve · a Leibniz para resolver el problema de la naturaleza de la vida, o, , dicho con más propiedad, este problema es una de las fuentes de su"


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Leibniz el hombre sea un ser esencialmente inquieto, movido muy menudo por impresiones de las que no tiene conciencia y que son los · factores inconsc~entes que lo determinan: cSon estas pequeñas percep• , ciones que se determinan en muchísimos encuentros sin aue en ello se piense, y que engañan al vulgo con la apariencia de ~ equilibrio ·• indiferente, como si, por ejemplo, nos fuese indiferente volvemos a la; . derecha o a la izquierda.> 2s Sin duda, la concepción del inconsciente de Leibniz es modernísima, tanto que implica la actividad mental mis.., . ·. ma, que únicamente puede abarcar un campo limitado, porque «no es •· posible que siempre reflexionemos expresamente sobre todos nuestros pensamientos:. ..oo Y no sólo está determinado por lo restringido .del campo de la atención, sino que lo encuentra también en los hábitos, que considera degradación de la acción y de la percepción. Si bien no podemos hablar expresamente de una psicología en Leibniz, su teoría del inconsciente representa la primera gran tentativa para profundizar la vida mental más allá de la razón, de sus modos y leyes. Lo importante de este pensador en lo que a la historia de la psicología se refiere es haber asentado que nuestros juicios y razonamientos dependen tanto de las cpercepciones sensibles:. como de las cinsensibles», en las cuales echan sus raíces. .

NOTAS l. Las obras de Geulincx están editadas por J. P. N. Latid, en tres volúmenes, La Haya, 1891-1893. . · 2. Las Oeuvres completes de _Pascal están editadas en 14 vols., por Brunsch· vieg y Boutroux, 1904-1914. 3. Pascal emplea libido como sustantivo latino derivado de libet. Para él, como para la escolástica, libido significa deseo sensual, y nada tiene que ver con la acepción freudiana actual, sensib~emente diferente. 4. «Combien est-il ordinaire de voir les plus zélés s'emporter dans la dispute a des mouvements d'aigreur pour leur propre intéret, san:; que leur conscience leur rende sur l'heure d'autre témoignage, sinon qu'ils agissent de la sorte pour le seul intéret de la vérité, et sans qu'ils s'en aper~ivent quelquefois que longtemps apres?», «ProvincialeS», en Oeuvres completes, Loe. cit. 5. El contenido integral del manuscrito se conse;rva actualmente en la Bibliotheque Nationale de París. 6. «Pensées», en Oeuvres completes, Loe. cit. 7. Las Oeuvres completes fueron publicadas en 11 vols. en 1712. Para el psicólogo es suficiente y de mayor accesibilidad Malebranche: textes et commentaires, editado por H. Gouthier, París, 1929; obra por la que citamos. 8. Émile Bréhier, Histoire de la Philosophie, París, 1939. 9. Textes et commentaires, Loe. cit. • 10. Los trabajos de Spinoza fueron reunidos por Van Vlote y Land, en dos volúmenes: Benedicti de Spinoza: Opera quotquot reperta sunt, recognovernnt, La Haya, 1883-1884. La edición más accesible es la reedición publicada en cua· tro volúmenes en 1914. 11. Las principales ediciones de las obras de Locke son: Works, en 4 vols.,

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1768, y que tiene muchas y sucesivas reediciones; Philosophical Works, ed. St. John, en 2 vols., publicada en 1854, y cuya última edición es de 1908. Essai sur l'entendement humain, traducción francesa de Coste, revisada por el autor y con agregados originales, publicada en Amsterdam, en 1700. En nuestras citas nos valemos de esta edición. 12. Essai sur l'entendement humain, trad. francesa de Coste, Amsterdam, 1700. 13. Vid, Desiderio Papp, Historia de la física, Buenos Aires, 1945. 14. Essai su". l'entendement humain, Loe cit. 15. Ibídem. 16. Cf. A. Carlini, La filosofía di Locke, Firenze, 1920. 17. Essai sur l'entendement humain, Loe. cit. · 18. Henri Bergson, La pensée et le mouvement, París, 19 ... 19. Cf. Tatiana Slama-Cazacu, Introducere in psiholingvisticii, Bueuresti, 1968. 20. No hay una edición de las obras de Leibniz que abarque todo lo que escribió; sólo la edición de su correspondencia ocupa 40 volúmenes. Las principales ediciones de sus trabajos filosóficos son: Opera philosophica, edic. Erdmann, 1840, y Oeuvres, edic. Foueher de Careil, 2 vols., París, 1967, y según la cual citamos. 21. «Nuevos ensayos», en Oeuvres, Loe. cit. 22. Ibídem. . 23. Ibídem. 24. «La mónada, de la que hablaremos, no es otra cosa que una sustancia simple, que entra en los compuestos ... Y estas mónadas son los verdaderos átomos de la naturaleza y, en una palabra, los elementos de las cosas», Leibniz, «Monadologie», en Oeuvres, Loe. cit. 25. «Nuevos ensayos», en Oeuvres, Loe. cit. 26. Ibídem. 27. Ibídem. 28. Ibídem. 29. Ibídem.


PARTE QUINTA

EL HOMBRE DEL SIGLO DE LAS LUCES


CAPÍTVLO 1

CONFLUENCIA Y RENOVACIÓN l. El sigLO de las luces. - Del siglo XIV al XVII la escolástica se derrumba y la razón recobra sus fueros liberada de la teología. El Renacimiento significó, por. encima de las artes y de las letras, por encima del retomo a las fuentes de la cultura occidental, la creación de una nueva conciencia humana. Nacen los tiempos modernos y la universalidad impuesta por la Iglesia se fragmenta en nacionalidades que pugnan. por realizar ideales particulares. La situación es confusa, porque la ideología medieval todavía está fuerte, sobre todo gobernando la mente del pueblo, y ·la nueva ideología aparece demasiado restringida todavía, demasiado elevada en su pertenencia a las clases superiores, para que sus efectos se trasunten en un cambio radical. El hombre del Renacú;niento pertenece a un período de la historia del pensamiento cuyas zonas de sombra son tan pronunciadas y tan apasionantes como las de luz. La obra que se cumple es universal y el espíritu que la anima ya revela facetas nacionales, y a la universalidad del método y de la razón, que triunfan orgullosamente con Descartes desde Holanda, se agregan los primeros atisbos de etnocentrismo. El latín desaparece como lengua obligada de los doctos, y las hablas vulgares, que con Dante y Rabelais se revelarán aptas para.la creación literaria, ocupan lugar de privilegio en el campo de la filosofía y de la ciencia. Se debe hacer un gran esfuerzo para comprender estos cambios sin unilateralidades y descubrir ya en el siglo XVII el espíritu de relatividad cultural, que no representa concesiones a los hechos sociales, sino los primeros atisbos de la visión pluralista del mundo que será propia del siglo xvm. En efecto, el siglo de las luces,1 como es costumbre llamar a la centuria del ochocientos, representa la confluencia de diversas corrientes: la filosofía y la ciencia inglesas con el sentido de la vida, de la temporalidad y de la historia que proviene de Alemania, con la profundidad e inquietud del pensamiento francés, con la política visceralmente reformadora que fermenta en Italia, con el ejemplo de revolución que


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en la América del Norte da el Bilt of righs del Estado de Virginia. se manifiesta menos por un contenido de pensamiento deterEsta confluencia que es cosmopolitismo, se expresa unas veces con minado que por el uso ~smo que hace de ese pensamiento, por el superficialidad y' ligereza, pero otra~ alc~a nivele~ tan elevado~, como pap.el ~ las tareas que asigna al hombre. El siglo xvm, que se llama con la Scienza Nueva de Giambattista Vico, napolitano tan g~n~al q~e a si mismo y orgullosamente «siglo de la filosofía, lo es en la medida ni su época ni el siglo XIX podrán comprenderlo. Y se reqi:enran mas que renuncia a los sistemas y le devuelve su voca~ión clásica de búsde ciento cincuenta años para que en nuestros dias se com1enc~ a .vaqueda inquieta y permanente. En lo antropológico se olvida del homlorarlo.2 Esta ampliación de la conciencia cultural ofrece una vitalidad bre como género, descuida sin remordimientos lo humano en su relaque rompe fronteras, que supera la restricción de las l~nguas Y pr:ción con lo divino, y se plantea únicamente la relación del individuo para la humanidad para la nueva época que ahora vive. En el sicon el .mundo. Cuando Voltaire graba en. el frontispicio de la capilla qui; erige en su casa de Fernay: Deo erexit Voltaire, su teísmo expresa glo XVIII con sus limitaciones, sus utopías políticas, sus ligerezas, hechos por los ~uales a menudo se lo juzgará con severid.a~, nos presenta la meJor que con un tratado la magnitud del e$fuerzo por encontrar defirazón liberada de las cadenas del dogma y de las timeblas de los prenitivamente al individuo como acción concreta. conceptos, escapando de las trampas de la ~etafísica clá~ica y, sobre Para estudiar la historia de la psicología en el siglo xvm es necetodo procurándose el apoyo de la experiencia para consolidar la~ consario renuncia; al. análisis longitudinal de un pensamiento que se quisias de la naturaleza y la emancipació~ del hombr~, cuyos primeros desarr~lla segun sistemas; entramos en la verdadera época moderna, Y el hilo conductor que nos lleva, por ejemplo, de Descartes a Malepasos fueron dados en el Quattrocento. Sm duda, el s1~lo xvm aparece trastornado por los delirios especulativos de la filosofia ale_ma!';ª• por branche, de Spinoza a Leibniz, se corta, nos abandona en los mismos el romanticismo, pe:i;o su base es el suelo firme de la experiencia, q~e umbrales de. la época. La sistemática desaparece y aunque Christian Wolff la conserve en su «psicología>, el intento está contra el espíritu se pregunta de manera resuelta: ¿qué es el hombre?, y pone .los c1mientas de su verdadero conocimiento. Nunc~ como ei:i el. siglo de de la época que vive. Ya no se abarcan y resuelven los problemas en las luces la antropología concreta tuvo tanta unportanc1a m f~e tan su generalidad, y los mejores pensadores del siglo de las luces están decisiva en sus resultados. La Revolución francesa, que es su h~1a, refuera de los sistemas y particularizados en problemas muy restringipresenta, dentro de las restricciones burguesas del hec~~· la s~hd~ del dos Y concretos. Si con una imagen muy gráfica quisiéramos reprehombre de su minoría de edad; si Babeuf y la revoluc1on de .os iguasentarnos' este ir y venir, cruzarse y entrecruzarse de las ideas de los les fue entonces apenas un episodio, hoy se nos aparece en la perspecp~opósitos, de~ería~os hablar con Goethe de ese oficio de tejed~r espitiva histórica como hecho fundamental. Si nos atenemos a Hege~ y a ritual que «Em Tritt tau5end Faden regt, / Die Schifflein herüber Marx el pensamiento del siglo de las luces no alcanza la ma~o_r1~ de hinüber schiessen, / Die 'Fa.den ungesehen fiiessem>.ª Identificar es~ edad.' La AufkUirnng es el espíritu crítico desprovisto de pos1tlvidad, hilo, descubrir su recorrido en la trama del pensamiento debe ser la absorbiéndose en la crítica y destruyéndose con ella, abandonan~o la tarea ese~cia~. en el análisis histórico de la psicología q~e se plasma, realidad que confunde con su espíritu. Esta visión ~egativa es cierta; Y la med1tac1on que nos lleve a comprender su historicidad. De este ni Hegel ni Marx pecaron de ligereza en sus afirmaciones, pero. lo que modo llegar.emos a descubrir que el pensamiento del siglo XVIII, a pesar de su mezcla ecléctica de temas intelectuales dispares está sin vieron con tanta agudeza fue sobre todo el momento negativo del desarrollo que tendía un puente entre los siglos xvrr. ~ XIX. La abs., embargo, dominado por un pequeño número de grandes id~as r~latitracción y formalismo que Marx descubre en el espir1tu de las «lu- : vas al hombre, y es así como la pretendida «chatura» de esa época ces» es producto, sin duda, de su universalidad. Es de este m~do, Y no ~· que nada tendría de propio y todo lo debería a la centuria de la razón' de otro, que todos los conceptos y los p~oblemas. q~e el siglo XVIII : :C fil siglo XVIII, presenta la grandiosa originalidad de haber descubierto' heredara del pasado se desplazan y cambian de significado. El ~~~con la Declaración de los Principios del Hombre y del Ciudadano, <>:qu~ cepto de hombre es, para nuestro caso, fundamental. De la cond1c1on todos nacemos desnudos>. de objeto acabado pasa a la condición de fuerza actua?te.' Y de la ~on- ,;i 2. Las ciencias de la naturaleza. - Para poder comprender verdición de imperativos metafísicos, a la de resultados practicas. La ps1codaderamente el espíritu de la psicología que se estructura en el siglo logía del siglo XVIII no crea, no descubre .n~da que no haya estado j de las luces, y alcanzar así la imagen de lo humano con que se iniprecedentemente esbozado o dicho; su empmsmo 7s ~e Locke, al que '1' los tiempos modernos, debemos considerar, aunque sea de manera solamente agrega, deformándolo, el idealismo sub1etivo. No obstante,.;;, Y esquemática, los descubrimientos que en el campo de las se elabora verdaderamente como psicología porque descubre que lo :;~.,

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ciencias de la naturaleza se integran para dar contenido concreto a lá. imagen del hombre, y que modificaron definitivamente y de manera\. radical la antropología clásica. Al respecto, la física desempeñó un papel decisivo, pero no nos referiremos a sus hallazgos concretos, puesto que con respecto al hombre su función fue menos importante en el contenido nuevo del pensamiento objetivo que ofrece que en la función nueva que asigna al pensamiento. Gracias a esta transformación del pensamiento es que de las ciencias naturales sale el impulso por medio del cual el hombre moderno adquiere conciencia de sí. En los siglos XVI y XVII se acumulan tantos materiales para el conocimiento de la física que parece, por urr momento, que la masa de los mismos crecerá al infinito. Sin embargo, los cuadros del mundo mental antiguo y medieval que los encierran son incapaces de contenerlos y estallan, de manera que el «cosmos» deja de ser un orden visible en su con.:. junto y se impone la concepción cie que ya no es accesible directamente a la intuición, por lo que espacio y tiempo se extienden al infinito. La cosmología antigua y la medieval estaban concretadas en una figura sólida y única, ya se la considerara compuesta por los cinco' cuerpos regulares de los platónicos o fuese un universo escalar a la manera de los aristotélicos. Se trataba de un mundo y de un ser único dentro del cual el hombre también aparecía como ser único. Pero he aquí que desde Galileo, y sobre todo a partir de Newton, comienza a instaurarse la idea de la infinidad de los mundos creados incansablemente en el seno del devenir, del cual cada uno representa una fase transitoria, singular, de la inagotable potencia del universo. Sin que entremos en consideraciones sobre el significado físico y cosmológico de este cambio, que nos serían ajenas, para nosotros lo esencial del mismo no está precisamente en la. aceptación del infinito, sino en el hecho de que el pensamiento de los hombres, por la consideración misma de esta extensión, cobra conciencia de una nueva fuerza cuya presencia siente en el propio ser. No se trata, sin duda, que pretenda afirmar el poder de pasar al infinito, pero sí de afirmarse frente al infinito. Mucho antes, Giordano Bruno '(vid. parte quinta, cap. II, 1), el primero en la historia que tuvo esa intuición, definía en tal sentido la relación del yo y del mundo, del sujeto y del· objeto. Para Giordano, la infinidad del devenir, el gran espectáculo del mundo que se representa delante de nuestros ojos, afirma la convicción de que el yo sólo puede descubrirse en sí mismo, de manera que es la fuerza de la razón la única manera de acceder al infinito. Si el universo escapa a las limitaciones espaciales y temporales, en la nueva cosmogonía el hombre no puede representar una unidad de medida, pues es un: ser finito que se enfrenta con el infinito, al que ningún instrumento, fuera de la razón, puede captar. De este modo se hace patente en primer término

una contradicción manifiesta y que de nada vale esconderla más. La filosofía del siglo XVIII descubre, gracias a la física, que por una parte hay un conocimiento positivo, exacto, esto es, pragmáticamente ver.· dadero; por otra, la intuición subjetiva mudable, y sin que pueda compartir un criterio de verdad absoluto. La verdad de la lógica, de la · ética, de la estética, no puede ser generalizada más allá de los lími:. tes de la propia especialización, y resultan verdades «relativas», que : no pueden ser integradas más que en una verdad general, sin aspirar a un rango en el corpus sc;ientiarum. La imposibilidad de refundir estas dos categorías de verdad, de transformar las segundas elaborando una lógica, una estética, una ética científicas, o simplemente de prescindir de ellas, es, confesadamente o no, el reconocimiento de la imposibilidad de excluir del conocimiento del hombre al mito con sentido absoluto. En tal situación es ilusorio 'esperar una consecuencia distinta, y esfuerzo inútil alentar, por este camino, la esperanza de poder eliminar tales conclusiones antinómicas. De hecho, para el pensamiento del siglo de las luces, subsistirán, porque el conocimiento no está en grado de superar la antinomia sujeto-objeto. De aquí que cada época tenga su metafísica, o sea sus ideas del real y del primordial; su epistemología, esto es, su idea del conocimiento; su ética, o sea su manera de juzgar y de actuar en los problemas humanos, incluidos los de la ciencia, que son el juicio humano sobre el objeto; establece, en síntesis, los conceptos de verdadero y falso. La historia del pensamiento en los siglos XVIII y XIX está llena de ejemplos; para Newton, su teoría de la gravitación universal, las leyes matemáticas del universo copernicano, demostraban punto por punto la razón de una cosmovisión teocéntrica; para Laplace, los mismos hechos, la mecánica analítica, justificaban la respuesta que diera a Napoleón, cuando al comentar cLe · Systheme du Monde», éste le expresara su sorpresa de no encontrar a Dios presente ni una sola vez en la obra: cSeñor, no necesito esa hipótesis.» Otra cosmovisión, la del antropocentrismo racionalista, se imponía. Estas relaciones entre los descubrimientos científicos y las ideas de cada época señalan que la ciencia no se realiza como tal en la utilidad de sus aplicaciones, sino que se vuelve concreta en la síntesis con la historia, y este cambio implica al mismo tiempo una modificación decisiva en la ontología, puesto que desplaza y altera la escala de valores con la que hasta entonces se medía el orden del ser. Con este sentido, la tarea del pensamiento medieval, y renacentista en general, consistió esencialmente en reproducir la arquitectura del ser, describirlo con sus grandes rasgos y ubicarlo en un orden ·que no creaba, sino percibía: Dios, a.lma y mundo fueron los goznes que articularon todo sistema del saber. Pero, quebrados los marcos de la finitud cosmogónica por la física moderna, el si~lo xvm ¿podía crear el sistema


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de su antropología concreta con esos tres parámetros? Sin duda, no; y el conocimiento del hombre comienza a ser un conocimiento natural que no está determinado por su origen -divino-, sino por su objeto. Cuando se determinaba el conocimiento del hombre por su origen, sólo se podía indagarlo con la razón, sin recurrir a otra clase de certeza, tal como hicieran Descartes, Malebranche y Spinoza; pero al estar determinado por su objeto se debe recurrir a otra fuente de certidumbre porque ya es «naturaleza», lo cual significa un determinado horizonte del saber, esto es, la inteligencia de la realidad. Y aquí es donde comienza, en relación con lo humano, en el siglo de las luces, la tarea de las ciencias biológicas. En efecto, la primera idea que se presenta al espíritu de los naturalistas es de poner orden en la aparente confusión o maraña de las formas vivientes. J. P. de Tournefort (1656-1708). fue el primero que intentó establecer un sistema natural de clasificación, esto es, asentado «en la realidad objetiva de las especies, de los géneros, de las clases». La obra de Toumefort, y de John Ray, que aplicó su idea a los vegetales (1704), fue continuada y desarrollada por Linneo, que propuso, para clasificar las plantas, un «sistema sexuah fundamentado en la consideración de los estambres. Uno de los grandes méritos de Linneo fue introducir en toda la historia natural la clasificación bina.ria. El más ilustre contemporáneo de Linneo fue Georges-Louis Leclerc de Buffon (1707-1788), que en toda su obra de zoólogo se opuso a las ideas y métodos de Linneo, porque hasta el final de su carrera, especfalmente en su hermosa Histoire des oiseaux, aunque deba dar paso a la clasificación metódica y tener en cuenta las afinidades estructurales antes que las «relaciones de utilidad y familiaridad», persistirá en declarar que «los géneros, las clases, los órdenes, sólo existen en nuestra imaginación», y que «en Ja naturaleza solamente hay individuos». Sea como fuere, y aquí no es cuestión de detallar ni de criticar la obra de Buffon, lo esencial para el plano del conocimiento es que subrayó con fuerza la unidad del plan de organización en la naturaleza, de manera que no fue únicamente el naturalista de las bestias, sino también uno de los primeros naturalistas del hombre, al que ubicó perfectamente en la escala animal, cuando, a própósito del orangután, escribe que se lo puede considerar como el primero de los monos o el «Último de los hombres, puesto que, con excepción del alma, nada le : falta de lo que tenemos, y porque difiere menos del hombre que de otros animales a los cuales se dio el mismo nombre de monos». La obra de Buffon, junto con los trabajos de su colaborador Daubenton, de Adanson, Müller y Peyssonel, crea en el siglo xvm una · verdadera filosofía zoológica. Por primera vez en la historia, el fenó- · ·. meno vida es comprendido a la vez en su homogeneidad y heteroge- ' neidad, se lo desvincula del mito y, sobre todo, de los principios ani-

mistas que por milenios orientaran tales búsquedas. Ya no se trata de comprobar la exactitud del plan de la Creación, tampoco de demostrar que entre vida y pensamiento existe un vínculo irreducible: la biología se encamina gradualmente hacia la concepción transformista. En efecto, es a partir de la obra de Ray, y especialmente de Linneo · que se comienza a ver en cada especie una entidad inmutable, o e~ ' . ' otros termmos, que se afirma una concepción fijista. Ray escribe: «Jamás una especie puede nacer de la simiente de otra especie», y Linneo declara que en la naturaleza hay tantas especies como existieron desde los orígenes. De hecho, este fijismo iba a dominar en biología por .más de un siglo. Contraría de manera rotunda el transformismo que provenía de épocas anteriores y que aparentemente sígnificaba un progreso, Y decimos aparentemente porque ese transformismo era tan ingenuo Y grosero que constituía en verdad una traba para el progreso científico. De este modo, el fijismo del siglo de las luces, en lugar de ser una rémora para el adelanto de la biología, como lo será dei¡pués · de Lamarck y de Darwin, representa en su momento una necesidad heurística impuesta por las circunstancias del saber que busca un punto de referencia frente a una confusión formal. Antes de Ray y de .Linneo se admitía que una especie podía dar origen a. 'cualquier otra, Y aún en pleno siglo xvm se aceptaba, con el médico inglés SaintAndré, que una mujer podía parir un conejo, y, con Needham, que un moho se transforma en animal. Pero por masivo que aparezca en su conjunto, el fijismo encierra en su fondo los gérmenes de un verdadero transformismo. Al impedir la interpretación caprichosa en la concep;.. ción de las formas actuales de la vida, deja abierto el camino de excepciones, de una variabilidad lunitada e intrafamiliar, que cuenta al mismo Buffon entre sus partidarios. En una página muy conocida sobre el · asno, Buffon encara la hipótesis según la cual todos los animales derivarían de un antepasado único: c¿El asno y el caballo son de la misma familia, co.mo quieren los clasificadores? Si verdaderamente lo son, ¿no se podría también decir que el hombre y el mono tienen origen común? Y»teniendo en cuenta la .conformidad esenci~l de la naturaleza, que se conserva desde el hombre hasta los mamíferos, desde los mamíferos hasta las aves, desde las aves hasta los reptiles, desde los reptiles hasta los peces, ¿no se podría considerar a todos los animales «como formando parte de la misma familia» y suponer que todos ellos «provienen de un mismo animal que, en la sucesión de los tiempos produjo, perfeccionándose y degenerando, todas las razas de los ' otros animales? ... No habría más límites para la potencia de la naturaleza Y no sería equivocado suponer que, de un solo ser, supo sacar, con ei tiempo, todos los otros seres organizados.» Estos problemas, que el siglo x.vm encara con tanta resolución que ya en 1700 Leibniz, al redactar el manifiesto de la Sociedad de Ciencias


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de Bran~eburgo, futura Academia de Prusia, escribía: «Esta institución de?e sonar con la ciencia y la aplicación útil a la vez, imaginando obJetos que PJ.!-edan en su conjunto honrar a su ilustre fundador y ?provechar al m.und~. Que reúna la práctica con la teoría ... », se conJUga1: con las .discusiones entre preformistas y epigenetistas, herencia del sigl~ . anterior. La gran novedad que había aportado el siglo xvn en. relac:on con el problema de la generación fue la noción de la pree~is:encia de los germenes. Al ser futuro se lo suponía existiendo, en mu~iatura, en un germen imperceptible, que para darle nacimiento sólo tema. que ag~andarse, desarrollarse, y que apoyaba en la antiquísima d.octrma filoso~ca de la indivisibilidad de las partes. Sin embargo, dos sistemas opoman a los partidarios de los gérmenes preexistentes: uno colocaba el ge;men en e~ h?evo, producido por la hembra (ovistas); el .otro l~ poma en el ammalculo seminal del macho (espermatistas amm~lcuhstas). Pero todos los esfuerzos de los preformistas, ingenio-0 sos siempre Y con algo de verdad a veces, fueron reducidos a nada por la .obra de. Caspar Friedrich Wolff (1733-1794); su paciente observación ~ªJ? el .microscopio del crecimiento del pollo lo llevó a Ja conclusión md1scutible de que los órganos no están preformados, sino que se form~n gradualmente en el curso del desarrollo. La epigénesis quedaba as1 .demostrada. Los trabaj.os. de Wolff, como los de Lazzaro Spallanz~!11 (1729-1799), que reahzo el estudio experimental de la fecundac1on, plantearon el problema de la formación del ser bajo una luz completamente nueva. 3. La~ funciones del neroio y del sistema nervioso. - El siglo xvm c?mpr.endia, ~l ~nal de una larguísima evolución del conocimiento biologico, el si?~ificado natural del fenómeno vida, y estaba prácticamente en cond1~1ones de elaborar una nueva concepción de la naturaleza. ~:imana. Sm embargo, subsistían puntos oscuros que imponía la trad~c10n Y, sobre todo, el influjo de los esquemas mecanicistas que domma~an ~esde D.escartes. En la época, la cuestión más importante de la fis1ol~~ia nerv10sa era determinar simultáneamente, por una parte, .la relac1on entr~ la .conductibilidad de las excitaciones, y las sensaciones -~orno c?~c1enc1a ~e las excitaciones, y, por otra, la relación entre la mervac1on .del musculo y su función contráctil. Un hecho, des~c~do por Aristoteles y Galeno, era evidente: la existencia de movim:entos inv~luntarios, unos llamados vitales, como el pulso, otros de~~mmados anunales, como las contracciones de la pupila bajo la a~c1on de la luz. Pero las explicaciones posibles eran varias y sin que nmguna se revelara más verdadera que las otras. Para los que conside:aban al cerebro como reservorio de los espíritus animales y como ?ri~e? .d~ los nervios que los distribuyen, y también origen de1 un alma mdiv1sib.emente sensitiva, voluntaria y razonable, como fuera el caso

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de Descartes en el siglo xvn y de d'Astruc en el XVIII, era admisible que en ciertos casos de automatismo el cerebro, como punto de relación pueda únicamente desempeñar un papel mecánico. Por el contrario los que tomaban en consideración los movimientos de órganos separ~dos (corazón arrancado de 'la rana o de la anguila) o d~ animales decapitados (batracios, reptiles, aves) o de fetos anencefalos, Y donde por consiguiente, no está presente el cerebro como factor esencial e~tre la relación de excitación y de movimiento, podían inclinarse por una de otras dos explicaciones. Si se identifican los conceptos de sensibilidad y de conciencia sensitiva, y se interpreta al cerebro como órgano de la conciencia sensitiva, la comprobación de movimientos automáticos inconscientes lleva a negar la necesidad del cerebro como punto de relación, esto es, de condición necesaria para el movimiento. Si, por el contrario, se piensa que sensibilidad y conciencia so:i .conceptos que no se superponen, que las funciones del alma se dividen, por lo menos· en su asiento, y que la sensibilidad puede dejar de ser consciente sin por ello dejar de tener una sede_ centra), entonces cabe considerar dos maneras de concebir una sede central para la sensibilidad inconsciente. Y si todavía se admite que el nervio recibe del encéfalo los espíritus animales que canaliza, se debe, aunque se mantenga la exclusividad de un asiento encefálico del alma, reconocer en ese asiento la existencia de planos distintos y separados. El problema queda sin resolución en tanto la actividad de los «espíritus animales», concepto que provenía de la antigüedad, se mantenga; pero si el concepto de «espíritus animales:. es sustituido por una vis nervosa, o sea una fuerza nerviosa coextensiva al sistema nervioso, se puede suponer la existencia de otros centros de sensibilidad y de coordinación sensomotriz fuera del cerebro. Se trata, para el concepto de la época, de una especie de sensibilidad no percibida,· cuyas acciones bien visibles en los movimientos automáticos de adaptación y de conservación del organismo son irreducibles al mecanicismo y encierran una función confusa y oscuramente psíquica, pero psíquica al fin. Estas explicaciones que son las de fisiólogos ochocentistas como Whytt, Unzer, Prochaska, e incluso de Pflüger en el siglo XIX, están en última instancia obligadas a recurrir al alma como sensorium commune, o sea a un poder de sensibilidad común, no discriminatorio. Y es gracias a estas consideraciones que el concepto de reflejo se constituye en el siglo XVIII. En efecto, Descartes, en el Traité de l'homme, había enseñado que existe una relación de dependencia constante entre la excitación y el movimiento, sin hecho de conciencia, cosa que le permitía indudablemente su dualismo (vid. parte quinta, cap. III, 5), y en apoyo· de su tesis había descrito algunos fenómenos, después llamados reflejos, como la contracción pupilar, el movimiento palpebral, la retracción de un miembro cuando es herido, lá ·extensión de los miembros._ superiores


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en la caída. Fue el inglés Thomas Willis (1621-1675) quien incluso fue más lejos que Descartes y denominó esos movimientos motus reflexus, fijando el concepto correspondiente: «Motus est reflexus qui scilicet a sensione praevia, tamquam causa evidenti aut occasione immediatius dependens, illico retorquetur.> 4 Willis, al mismo tiempo que distinguía los movimientos voluntarios comandados por el cerebro, por ejemplo la locomoción, de los movimientos natUrales e involuntarios comandados por el cerebelo y el bulbo raquídeo, como la respiración y las contracciones del corazón, distinguía, correlativamente, dos almas: una sensitiva y razonable, otra sensitiva y vital, común al hombre y a los animales. Su asiento topográfico lo ubicaba, en el hombre, en los cuerpos estriados,' asiento del sensorium commune del alma razonable, y. en este plano es donde creía se operaba la discriminación entre las impresiones sensoriales reflejas en movimientos, sin referencia a la conciencia, y las impresiones explícitamente percibidas como tales por el alma. . Si bien la noción de reflejo aportaba un principio de solución al intrincado probl~ma de la sensomotricidad y su relación con las funciones del sensorium commune, el problema en sí no esta'Qa resuelto y el concepto mecanicista y animista continuaba incó!ume. Todavía se seguía pensando, con Stahl, que el principio sensitivo no es el alma razonable y calculadora, o, más exactamente, es esta alma -ya que no hay dos almas- que renuncia a calcular y a razonar, por lo cual se convierte en sensibilidad inmediata Y, por lo mismo, inconsciente. Fisiológicamente, eso significaba que el músculo únicamente se contráe si está inervado y articulado sensitivamente, o sea si se encuentra en relación con el asiento del alma. Estos argumentos llevaron a Robert Whytt (1714-1766) a sospechar el papel de la médula espinal en la determinación sensitiva del movimiento, «pues la médula espinal no parece· ser únicamente una prolongación del cerebro y del cerebelo; pero es probable que prepare un fluido nervioso por sí misma y que sea por esta razón que los movimientos vitales y los otros duren todavía durante meses en tortugas decapitadas». Aunque la tesis de Whytt significaba un gran paso adelante en la comprensión de las funciones del sistema nervioso, puesto que es el primero que puso en evidencia, aunque sin nombrarlo, el papel de la médula espinal como centro reflejo, se requirieron todavía dos pasos importantes: la crítica de Unzer y la síntesis de Prochaska. Johann August Unzer (1722-1799), en criticando la hipótesis de Whytt, distinguió el sentimiento del nervio y la sensibilidad propiamente dicha, y sostuvo que el movimiento del viviente no está necesariamente determinado por el alma, aunque sea irreducible a un fenómeno mecánico. El organismo animal es un sistema de máquinas, pero esas máquinas son naturales u orgánicas, o sea que son máquinas hasta en sus más pequeñas partes. Para la má-

quina animal no son necesarios un cerebro y un alma. E$to, sin embargo, no obliga a que la fuerza nerviosa, en los seres sin cerebro, sea una simple acción mecánica. La fuerza nerviosa es una fuerza de coordinación y de subordinación de fas máquinas orgánicas. Basta el ejercicio de esta función por los ganglios, los plexos, que permiten a una función nerviosa de origen externo reflejarse en excitación de origen interno dirigida hacia un órgano. Dicha explicación vale, para Unzer, tanto para un animal sin cerebro, como el pólipo, como para un vertebrado decapitado. Con sus tesis niega la identificación del antimecanicismo y el .animismo y descentraliza el fenómeno de reflexión de las excitaciones, esto es, lo separa del cerebro. Las observaciones de Whytt sobre las funciones de la médula espinal y las hipótesis de Unzer sobre la extensión fuera del cerebro de la función nerviosa refleja debían encontrar con el anatomista checo Georg Prochaska (1749-1820) el camino de la síntesis. Prochaska considera que la fisiología del sistema nervioso se limita demasiado al cerebro, que ignora la anatomía comparada y que desconoce el hecho de que la vis nervosa -ya no es cuestión de espíritus animales- requiere únicamente la integridad de la relación de la fibra nerviosa con el sensorium commune, distinto del cerebro. El nervio sensitivo puede, sin relación con el cerebro, por el hecho de la unión con el nervio motor insertado en el músculo, y por mediación del sensorium commune, llegar a la transformación de una impresión en movimiento. Prochaska afirma que la médula con el bulbo forma el asiento del sensorium commune, la condición necesaria y suficiente de la función del nervio, y que dividiéndola se subdivide.la fuerza nerviosa sin abolirla, lo cual explica la persistencia de la excitabilidad y del movimiento en el caso de la rana cuya médula fue seccionada. Es al nivel de la médula que se realiza, según Prochaska, la reflexión de la impresión en movimiento. También define la relación del movimiento reflejo con la conciencia: distingue ~!ara y expresamente su aspecto de automatismo obligado de su aspecto de inconsciencia facultativa e intermitente, y, sostiene esta distinción con argumentos de anatomía comparada. En la serie· animal, el cerebro se agrega al sensorium commune, y en el hombre, el alma fue agregada al cuerpo por Dios, para concluir, muy cartesianamente, que el alma utiliza, en el caso de los movimientos voluntarios, un aparato que también puede funcionar sin su concurso y su permiso. A estos trabajos se agrega, en el siglo xv1rr, el nacimiento de la electrofisiología por obra de los trabajos de Luigi Galvani (1737 -1798), que al estudiar la influencia de la descarga eléctrica sobre los músculos de los muslos de ranas, notó la existencia de contrácciones inducidas, sin descargas, bajo los efectos de un arco compuesto por dos metales diferentes, lo cual le ofreció la idea de que la electricidad era inherente al organismo mismo. De aquí que hacia el año 1780, gracias

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a los trabajos de Lavoisier y de Galvani, fueran definitivamente. la.~ química y la física las que iban a brindar sus modelos a la fisiologí~ · y dar lugar a e:;a sorprendente investigación en la variedad de mani~'· festaciones de la vida, que van del pólipo al hombre, de la rana ál. orangután, ese extraño ser del bosque que Camper y Blumembach' estudian, en cuanto al lenguaje y a la inteligencia, en relación con el hombre. De este modo, la biología del siglo de l~s luces, comprendida .•. en ella la fisiología, representa un momento cuando los antiguos esque- : mas se quiebran al contacto con la experiencia y cuando las audacias•. se mezclan alternativamente con la serenidad del trabajo en el gabi"- . · . nete. La naturaleza resulta vista con otros ojos, y el hombre, parte : de esa naturaleza, aparece despojado de las cargas de atributos y pre- ·· conceptos con que lo atenazaba la tradición, y en nadie mejor que en los filósofos, que para la época rompen definitivamente con los •· sistemas, se revela tan claramente fenómeno y la inquietud de la época.

. realizar el imposible asociando todos los sabios, todos los artesanos, los pensadores, a la redacción de la Enciclopedia., gran libro que 'debía exponer todos los conocimientos, todas las industrias y que daría nueva luz sobre todas las cosas. Juan Jacobo Rousseau, que resplandeció con Voltaire como uno de los representantes por excelencia del períod~ de evolución que precedió a la Revolución francesa, re.:mueve la sociedad europea con su famoso Discurso sobre los orígenes ··y los fundamentos. de 1.a desigookLad e71.tre los hombres, que se publicó en .1753. Había llegado un momento muy especial, psicológica y socialmente único, en el cual la clase superior, incluidos nobles y príncipes, que se desarrollaba aparte del pueblo laborioso y oprimido, tenía mala conciencia de sus privilegios' y predicaba atrevidamente, aunque sólo fuera con las palabras -y sin sospechar lo que éstas pueden cuando, convertidas en ideas, calan en el pueblo, que no las toma como juegos divertidos, sino como herramientas de renovación-, la vuelta .hacia la naturaleza y el trabajo renovador. La igualdad entre los hombres era proclamada con todo ardor y se· apremiaba el trabajo de un Rousseau que evocaba una sociedad en la cual el derecho público había de nacer del contrato de todos los ciudadanos. Las reivindicaciones que habrían de originar al socialismo utópico del siglo .XIX se formulaban abiertamente y, además de pedir para los pueblos la forma republicana, se quería asegurarles el bienestar y la instrucción. Tanto es así, que el más lógico y el más atrevido de los innovadores de la época, Morelly, en su Código de La Naturaleza, publicado en 1755, expone francamente ideas que en muchos lugares hoy llamarían comunistas: «Conservar la unidad indivisible del Íondo y de la convivencia común; establecer el uso común de los instrumentos de trabajo y de las producciones; hacer la educación igualmente accesible a todos; distribuir los trabajos según las fuerzas, y los productos según las necesidades; no conceder al talento más privilegio que el de dirigir los trabajos según el interés común, y no tener en cuenta, para la· repartición, la capacidad, sino solamente las necesidades, que preexisten y sobreviven a toda capacidad; no admitir retribución en dinero, porque toda retribución es inútil o perjudicial: inútil en el caso en que el trabajo, libremente escogido, diera la variedad y la abundancia de los productos en cantidad superior a nuestras necesidades; perjudicial en el caso en que la vocación y el gusto no llenaran todas las funciones útiles.» Y estas ideas se propagaron entre los políticos, tanto que Mably, considerado como uno de los más finos diplomáticos de Europa, acogió el Código de 1.a Naturaleza y reconoció que los hombres, desiguales de hecho por sus facultades y sus necesidades, son iguales en derechos. Y sin embargo, es justo reconocerlo, los protagonistas de este juego de ideas, como los humanistas del Quattrocento, no estaban, en su mayoría, a la altura de sus enseñanzas. Voltaire coqueteaba con Fede-

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4. El concepto de naturale,za hu.maria en el· siglo de las luces. Mucho más que el Renacimiento, y en proporciones más considerables, el siglo de las luces tomó en todas sus búsquedas un carácter ampliamente objetivo, ignorando las fronteras de los sistemas estrechos y dogmáticos, para extenderse a los campos de la naturaleza. El espíritu de la más entusiasta curiosidad científica invadía todos los medios, y si a esto agregamos que a consecuencia de los viajes y el conocimiento de la vida en las colonias se despertó gran entusiasmo por toda la humanidad, con sus razas, lenguas y colores diversos, comprendemos cómo tan fácilmente los pensadores de la época se dirigieron a todos los hombres de buena vollintad en la patria universal que era la tierra. Tan grande es el entusiasmo que esto despierta, que el amor de todos los seres abrazados en el mismo ideal de justicia y de bondad se extiende hasta otros mundos: «Si, en la Vía Láctea, un ser pensante ve otro ser que sufre, y no lo socorre, peca contra la Vía Láctea. Si, en la estrella más lejana, en Sirio, un hijo sostenido por su padre, no lo mantiene a su vez, es culpable contra todos los globos», escribirá Voltaire. Y en su Ensayo sobre las costumbres abre duro combate contra la «Infame», es decir, contra la Iglesia, acusada de sostén de los invento.res de mentiras, fautores de la oscuridad, artesanos de ignorancia, que pervertían, embrutecían y corrompían las multitudes para oprimirlas con más seguridad. Hasta los sabios, que como Buffon se mantenían al margen de cualquier interés panfletario, realizaban su paciente labor con el objetivo de rechazar leyendas absurdas explicaciones teológicas sobre el origen del mundo y de la vida y exponer las «épocas» de la naturaleza según una evolución gradual de la materia. Y Diderot, con una candidez sublime de hombre honrado, intenta

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rico II de Prusia y, sintiéndose un rey del intelecto, daba rienda suelta.· a los caprichos y debilidades de esa condición. Rousseau era un misántropo que conocía todas las sospechas y rencores de la misantropía; solamente Diderot honraba a la humanidad por la conformidad de su vida con sus principios. De este modo, esos filósofos, y el pueblo mismo, se dejaban seducir por la ilusión de los «buenos príncipes>, de los «déspotas ilustrados». Hasta el mismo Diderot creía también en la transformación de los pueblos por una voluntad soberana cuando exponía a la emperatriz Catalina sus planes de renovación social. Todos. los déspotas de entonces se consideraban filósofos; los emperadores de· Alemania practic;aban la filosofía a su manera, y hasta los papas acogían con benevolencia las nuevas ideas. Tanto es así que Clemente IV, siguiendo el ejemplo de los reyes reformadores, disolvió oficialmenteen 1773 la Compañía de Jesús. Se pensaba, se a_ceptaba, mejor dicho, que los filósofos habían llegado a descubrir qué es el hombre, y los estados en formación les pedían constituciones modelo. Corsos Y polacos, por ejemplo, consultaron a Rousseau, quien les respondió con «cartas» y «consideraciones» que, naturalmente, eran inútiles. Así, en tanto se hablaba de la filosofía que guiaba a los pueblos, los soberanos, que gustaban rodearse de filósofos, mostraban cómo la entendían con el reparto de Polonia y la lucha contra la independencia de las colonias inglesas de América. Sin embargo, la reflexión vino, y el movimiento de pensamiento que naciera en el siglo xvnI en Francia, y tomara tan rápidamente carácter universal, volvió para concretarse en este país cuando la Asamblea Nacional proclamó los derechos del francés, apoyándolos sobre la base imprescindible del derecho de todos los hombres. Sin duda, en esto fue donde más se engañó el siglo de las luces. Sus pensadores creyeron haber descubierto qué era el hombre, al que, según la concepción masónica de la época, buscaron fuera del hombre concreto, en un ser supremo abstracto, el garante de la moral. Convencidos por la física, por la biología, de la universalidad y persistencia de las leyes que definían sus fenómenos, hicieron del hombre un ser que, respondiendo a esa legalidad, tenía a la vez caracteres de universalidad y de fijeza en el tiempo y en el espacio. Lo construyeron de la misma manera que un experimento físico, y lo definieron con una ley inmutable, semejante a las que rigen los astros o el crecimiento del embrión. De este modo, cuando el siglo de las luces definió la natu1·aleza humana, lo hizo fuera de la conciencia individual. Considerando al hombre como un menor, como un ser inocente e incauto por naturaleza que la vida deforma y que se debe rescatar, quisieron estructurarlo con preceptos de los cuales eran intérpretes. Y aunque la proclamación de los derechos del hombre represente un hecho capital en la historia de la humanidad, porque por primera vez se declara solidarias a todas las criaturas del mundo en nombre del derecho que

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posee cada individuo de ir en busca de la felicidad, antropológicamente , se tendió un velo sobre la verdadera humanidad del ser humano.

En efecto, el siglo xvm descubre que el hombre es un viviente a igual títulO que el resto de los seres vivos; y la. biología le enseña, con Whytt, Unzer y Prochaska, que no' caben las acciones s~páticas, · ·a distancia entre órganos y funciones sensomotrices, como se interpretaba según el mecanicismo heredado de Descartes. Más todavía, el' concepto de vis nervosa presupone relaciones directas, de continuidad, de relación ininterrumpida entre el músculo, el nervio y el sensoriu.m commune. La unidad intrínseca entre soma y psiquis .se perfila, o, mejor ·dicho, se abre el camino para una nueva concepción del alma, que ya no es tripartita según los resabios de aristotelismo, ni única, pero con momentos de cálculo y razón y momentos de inconsciencia admitidos para explicar la reflexión de los movimientos automáticos. El descubrimiento de la función del arco reflejo por Willis determinó, sin duda, un cambio radical en la concepción posible de la naturaleza humana, puesto que la sitúa sobre el plano de acción del viviente en general. Pero los pensadores de la época están obsesionados por una postura ética. Nunca como entonces fue tan pobre el concepto de historia, que permanece sometido a lo actual y a lo ideal, a lo contingente erigido en permanente. El entusiasmo por la· hermandad universal cubre los hechos y la declamación termina, inevitablemente, por moralizar. Pareciera que no se puede hablar de la naturaleza humana sin una postura ética, sin juzgar y hacerlo de acuerdo con normas que finalmente son producto de la misma situación definida. 5 Este círculo vicioso, que en su mayor o -menor grado está presente en toda la historia, es recurso obligado de la pequeña historia del siglo de los filósofos. Cada vez que se traza el cuadro de la época, que se busca en sus motivos, determinaciones y finalidades, la explicación de su interpretación del hombre, se termina, inevitablemente, por encontrar la justificación de orden superior y ajena al hombre mismo de la moralidad abstracta que se aplica a hombres abstractos y actúa por medio de reglas abstractas. Todavía más, en su afán de superación de las épocas pasadas se agrega como complemento natural la educación. Cuando se analiza lo negativo de las acciones humanas se piensa de inmediato en la incapacidad de la educación para transformar su naturaleza; si se exalta lo positivo se reconoce el valor de plasmar esa naturaleza según normas de una filosofía de los fines de la cultura y del saber. La actitud del hombre del siglo xvm frente a su naturaleza se distingue fundamentalmente de la de otras épocas, de manera de constituir ún. p~nto de partida completamente diferente para todas sus relaciones con la naturaleza en general, de modo que la respuesta, alejada de la realidad del ser como vida que se autoconstruye, es descriptiva y no va más allá de las formas. La actitud de los pensadores del siglo de las luces ya no


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se expresa como en siglos pasados por una vasta filosofía de la natii'; raleza; por el contrario, está determinada en gran medida por las cien cías de la naturaleza y por la técnica, que, incipiente todavía, rev sin embargo, e: valor futuro que se le concede a través de la Enci-r clcpedia. De aquí que por primera vez ·en la historia no solamente el filósofo se interroga sobre el carácter de la imagen que de su natura-' leza se forja el hombre, sino que también los científicos penetran en el problema y aportan los métodos de la ciencia experimental. Sin duda' estamos en presencia de un enorme proceso de síntesis y de decantación; en relación con el problema de la naturaleza humana podemos afirmar que el siglo de las luces es un gran laboratorio, con una retorta casi mágica que es el hombre concreto de la época, y dentro de la cual se mezclan, conscientemente unas veces, inconscientemente otras, los ingredientes diversos y cualitativamente no balanceados de las ciencias naturales, de la ética, de la utopía política y social, para revol~ verlos con la paleta del producto prefijado a obtener: el ser natural y. sin mácula, arcilla a moldear. En efecto, durante la época, la imagen de lo humano que dan las ciencias de la naturaleza no influye direc~ . tamente sobre el diálogo del hombre con el hombre mismo. Y por lo ' mismo, la pedagogía como guía de la conducta, como «constructora, del : hombre, tiene sus raíces en el pensamiento de los filósofos del ochocientos. Pero, ¿comprende esa pedagogía cuál es el carácter de la naturaleza humana? Instrumento de la ideología y herramienta que el po- . der comienza a descubrir, la educación revela poseer un núcleo esencial . que la determina o que ella determina: la naturaleza humana, que,.· empero, no logra definir y que maneja únicamente circunstancias .o las crea; y pretender hacer historia con un hombre considerado al margen de la historia.6 · · Comprender este fenómeno es fundamental para entender la psicología moderna, la que llega hasta nuestros días. Es verdad que su acta . de nacimiento está en Descartes, pero su impulso posterior, más que. en Locke, más que en el progreso de las ciencias naturales, sobre todo · de la fisiología y anatomía del sistema nervioso, que alcanzará sú ápice en el siglo XIX, arranca de las ilusiones que sobre el hombre y su naturaleza acumuló el pensamiento del siglo de las luces. Tanta será ·• su influencia, que todavía hoy doctrinas actuales, como el conductismo ; y el psicoanálisis, asentarán sobre conceptos abstractos y serán la interpretación de un hombre abstracto. De este modo, el siglo XVIII será . la centuria del desarrollo grandioso de la mecánica, y gradualmente ., viejos conceptos sobre la naturaleza perderán validez y des.aparecerán , poco a poco de las discusiones y de los textos. El término mismo. de , «naturaleza» cambia de significado y adquiere un sentido concreto ' representado, hablando con propiedad, por el mundo exterior que es objeto de las ciencias de la naturaleza y que se opone al mundo inte- ·

ior del pensamiento, que para la mayoría sigue siendo el de Dios, Y a "''s transformaciones realizadas por el hombre en ese mundo exterior, que finalmente serán para el siglo venidero dominio de la historia. La naturaleza deja de ser objeto de contemplación y de admiración y pasa de inmediato a ser materia de una acción que procura interpretarla y explicarla. Por lo demás, el concepfo de la acción que tiende a transformarla únicamente aparecerá después de mediados del siglo. XIX, cuando el hombre, con su pensamiento y actividad, también comience a ser definitivamente incluido en el todo de los fenómenos naturales. .Es de esta manera como el significado del término «naturaleza» se trans.forma. De «esencia» de una cosa de la que comprendemos lo que es, o sea su idea, que envuelve· su inteligibilidad, se convierte en el nom•bre colectivo de todos los dominios de la experiencia accesible por la 'ciencia y la técnica, con independencia que para la experiencia inmediata esos dominios pertenezcan o no a la «naturaleza». La «descripción» de la naturaleza, que antes de los Galileo, los Newton fuera un concepto de representación viviente, una cuestión estética, y sobre i todo de comprensión metafísica del universo a través de sus detalles, . cambia enteramente dé significado. Ahora se trata de coleccionar de :·la manera más precisa, condensada, completa en lo posible, datos so, bre las relaciones que existen en la naturaleza. Es el principio del con, cepto contemporáneo de «leyes de la naturaleza», que sustituye con 'fórmulas matemáticas los cuadros sorprendentes y literarios de los ,aspectos de la naturaleza, que en lugar de reverenciar y aceptar 'como · un todo los fenómenos, busca ansiosa e incansablemente reducirlos a ·expresiones comprensivas, a determinaciones mecánicas que engloban , los casos particulares en otros más generales, y así sucesivamente. Al · conocimiento del fenómeno en sí se lo sústituye por el de las relacio.nes entre los fenómenos. La descripción de la naturaleza aparece como .:reducción a fórmulas matemáticas cada vez más generales, como enunciación de «leyes», que, involucrándose por grados sucesivos, deben ·desembocar en una sola y única ley general.

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NOTAS , l. Es corriente hablar de «iluminismo», expresión que .por etimología y significado concreto se refiere a las corrientes místicas del pensamiento y no a la ~}; Aufkliirung, las luces qel intelecto que se reclaman directamente de la Enci.\ clopedia y la Revolución. Por ello empleamos la expresión «siglo de las luces», ~¡~ la única adecuada por su significado e intención. ·:' 2. Cf. Benedetto Croce, La filosofía di Giambattista Vico, Bari, 1911. 3. Goethe, Faust, l.ª parte. «Con un pedal mil veces son movidas, / Las lanzaderas van y vienen, ·/ los hilos corren en secreto.»


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4 cEl movimient.o es reflejo cuando, dependiendo inmediatamente ~e

sen~ción antecedente en tant.o que causa u ocasión ~esta, se vuelve instan·

táneamente hacia el punt.o de origen» (De motu musculan, 16~0} · .. • 5, Cf. Albert.o L. Merani, Naturaleza. humana 11 educaci.on, Gr!Jalbo, Mexico, 1972. , · • G .. lbo M' ·~ 1969 6. Vid. Alberto L. Merani, Psicologia 11 educaci.on, rIJa , ex1w, · CÁPÍTULO

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PSICOLOGtA, TEOLOGtA Y POLfTICA l. La antropología agnóstica del siglo XVIII.- La apreciación lineal y ligera del siglo XVIII que es corriente encontrar en los ·manuales

de

historia del saber y de la cultura lleva ineluctablemente al concepto de una división en estratos paralelos de las corrientes del pensamiento que en la época se desarrollaron o fermentaron. Es así como por un lado se destaca una apreciación naturalista, por su finalidad, de lo humano, y por o:tro el florecimiento de corrientes místicas que luchan por instrumentalizar al hombre según los designios divinos interpretados por el libre examen del protestantismo. Frente a las consecuencias agnósticas del empirismo de Locke se yerguen las intenciones del arzobispo irlandés Berkeley, que se propone ofrecer una doc~rina irrefutable para mayor gloria de la secta anglicana. La lucha para definir al hombre, o, mejor dicho, para expresar el c9ncepto de naturaleza humana, adquiere de este modo en el siglo de las. luces una doble fiso.. nomía: por una parte está la corriente que hace hincapié en el sentido · político de la actividad humana, en la función social de las interrelaciones antropológicas, y que fundamentará al historicismo del siglo XIX; por otra, la que, aceptando este postulado como realidad irrefutable, se atiene .al pasado y busca en el cielo y no en la tierra la raíz de la semejanza de las acciones humanas. Tanto unos como otros acuerdan en que se debe convenir que las leyes se hicieron para todos, lo mismo para el soberano que para el pueblo, pero los primeros, por boca de . : los enciclopedistas y con palabras de Diderot, agregan que no hay que ·:.:. creerlo porque «todos hablan como Servio Tulio, y todos actúan, res·; pecto de la ley, como Tarquino con Lucrecia. Pero sería preciso, cuando : se olvida la justicia, recordar de cuando en cuando la suerte de Tarquino».1 Los segundos se orientan metafísicamente y su finalidad consiste en establecer que la espiritualidad y la inmortalidad' del alma, lejos de ser reflejos de una época hace mucho superada, expresan la verdad filosófica más profunda, y frente a los que sostienen tras las huellas de Willis que «el alma humana se reduce a una débil llama vital o a un 2!


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sistema de espíritus animales:i>, procuran probar, aceptando a Berkele como mentor, que el alma es indivisible, inextensa, y por lo mismt!' incorruptible. l¡a oposición entre materialismo y espiritualismo, esto; es, la expresión mística del siglo xvm que se manifiesta en la dirección del «iluminismo»,2 adquiere de esa manera expresión clara y concreta."'. Sin embargo, sería ilusorio buscar una definición tajante, porque en la!. historicidad del proceso, la confrontación se presenta a través de la . · gradación del agnosticismo, como paso previo d~l teísmo al ateísmo .. Así, por ejemplo, en la Enciclopedia, Diderot define la filosofía como• «ciencia de los posibles en cuanto posibles», de manera que, en adoptando esta fórmula de W olff, la presenta muy cartesianamente como , ciencia de las razones suficientes por las cuales determinados motivos i permiten que tal º'cual posible se realice antes que otro; siendo el propósito del filosofar descubrir esas razones determinantes. Pero · antes, en 1745, en el cPrefacio» de· su traducción del Inquiriy concerning virtue and merit de Shaftesbury, había sometido a aguda crí'": · tica la filosofía de la Escuela, rechazando el pensamiento escolástico. y ' la supervivencia del mismo en el cartesianismo. Y de pronto, en 1757 1 lo encontramos aceptando de nuevo las sustancias cartesianas, una interpretación de la metafísica conforme con el espíritu y letra de la ' filosofía wolffiana. La explicación podría ser, si se quiere, falta de lógica, pero es necesario hurgar más profundamente en el espíritu de la época y preguntarse por caso si Diderot concede alguna importancia a los marcos sin vida, al contenido puramente lógico y formal de la teología racional, de la psicología y la cosmología que veinte años después criticará Kant en la cdialéctica trascendentah.3 La respuesta no está en el artículo mismo de Diderot, ni siquiera en la Enciclopedia por entero, sino en el proceso que lleva a Diderot a través de sus «pensamientos», de sus «diálogos», de sus ccartas», en fas notas marginales que deja en los libros de su biblioteca, en los «suplementos> que escribe para las obras de otros autores. Es así, a través de las contradicciones propias del profundo agnosticismo que anima a las grandes figuras del siglo de las luces, que se elabora, como en el caso Diderot, una filosofía revolucionaria porque se apoya en los datos de la ciencfa contemporánea y prevé los éxitos de la ciencia futura. No se preocupan por fundar sistemas, dejando a los investigadores que vendrán el trabajo de ordenar su filosofía, de separarla en capítulos y de darle forma. Por este camino y no por otro es como vemos, por ejemplo, qué lugar concede Diderot a la filosofía wolffiana: asoma una crítica de la teología positiva, del cristianismo, que termina por llevar al plano de la teología natural, para acabar negando a Dios la propia posibilidad de la existencia. Además, deja de considerar la teología racional como un capítulo de la filosofía, y gracias a los datos experimentales anula a su compañera, la psicología racional: le quita la

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teoría del conocimiento y la convierte en psicología experimental, dándole como fundamento la cnaturaleza humana bien entendida>, natu.raleza humana que ya no se apoya en los dogmas del cristianism?, en el teísmo o el deísmo, sino en la «Ciencia de los cuerpos>, que sustituye a la cosmología por la filosofía de la naturaleza. Este proceso, que en Diderot puede ser seguido c~n facilidad Y sin grandes esfuerzos,4 explica que el pensamiento del siglo de las luces, y sobre todo en lo referente al hombre, o, mejor dicho, a la antropología concreta, aparezca formalmente paradójico y contradictor~o, ~orno obra del impulso del momento, algo semejante a grandes oscilaciones pendulares de genios cambiantes e irresolutos. En realidad se trata de un pensamiento que, dentro de sus contrad~cciones, pro~esa siempre en la misma. dirección o, como afirmara Naigeon,5 se purifica con sus contradicciones de la materia de los prejuicios. Es un momento en que por todas partes la ruina de la población, el aumento de los impuestos, el reclutamiento intensivo para los ejércitos, el lujo y el despilfarro de las cortes y de la nobleza crecen de punto y señalan que más allá de las clases, de la conciencia del estado llano, que en Francia está surgiendo, aparece el problema fundamental d71 ~ombre. Y de su naturaleza. La religión, que a partir del Renacmuento bien o mal Jo. había definido parece volver sobre sus pasos, y es un momento cuando el clero se en'carniza contra el pueblo, en que la conciencia religiosa está más oprimida que nunca: se excomulga a quienes son hostiles a la bula Ungenitus. · La única salida que se perfila es la toma de conciencia que hace el estado llano, pero que es apolítica en la prim~ra mitad del siglo, y solamente está sacudida por fuertes co17trove.rs1as religiosas. Y son las cuestiones religiosas las que por lo m1s~o interesan más al público, ·lo acostumbran al libre exa~en Y tie17den a someter a la crítica los cimientos del Estado. Los filosofos enciclopedistas marchan a la vanguardia del cambio, reciben sus impulsos de la realidad del ambiente, buscan en él fuerza, se entusiasman y procuran comunicar al pueblo su ardor. Captan las ideas dispersas, las exponen con talento, y esto es lo que se llama «filosofar» en el siglo de las luc~s. Y dentro de ese filosofar, la crítica se centra en los dogmas cristianos: se acepta la existencia de Dios, la realidad del bien y del mal morales la inmortalidad del alma, la idea de futuros castigos y recompensas. Pero antes de admitir el dogma de la revelación quieren obtener pruebas directas. Por lo tanto, lo rechazan mientras no tienen dichas pruebas y en esto consiste su teísmo, que, de manera unas veces directa y fran~a, otras irresoluta y ambigua, los lleva al deísmo.6 Voltaire y Rousseau son ejemplos típicos, y de la irresolución, de la crítica religiosa y del libre examen poco a poco surge una imagen nueva del hombre, una apreciación más concreta de la realidad humana. Las nociones del bien y del mal absolutos son sustituidas por


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las del bien y del mal relativos, lo cual significa una renuncia de los conceptos cristianos modificándose así el código conforme al cual serán juzgados los hombre~ y sobre cuyos principios deben, por consiguiente, conducir su vida. En vez del ideal ascético de soledad proponen al hombre conquistar su felicidad en medio de sus semejantes; de este modo ligan indisolublemente· el interés particular, la felicidad personal, con el interés general, la felicidad de todos. Tales serán las ense"". ñanzas de Priestley y de Helvetius. La vida práctica y la experiencia demuestran a la filosofía del siglo xvm que el hombre puede ser humano sin la fe religiosa, que puede cambiar y ser virtuoso sin la revelación,. y sem~jant~s afirmaciones sirven de transición lógica a la idea del «contrato sociab. Este rapidísimo resumen de la evolución de las ideas demuestra cómo, con lentitud y empeño, los pensadores del siglo de las luces se esfuerzan por resolver el problema religioso y el ·político. Pero debe tenerse muy en cuenta que ese pensamiento no está estabilizado todavía, que en la primera mitad del siglo aún no resolvieron ese problema y que constantemente se apartan, ora hacia la izquierda, ora hacia la derecha, de cierto término medio. Esos desvíos constituyen .para esos filósofos verdaderas exploraciones gracias a las cuales se hurga en la veta central y se husmea en los vericuetos laterales: consideran, observan y reflexionan después sobre los datos de su observación y llegan a conclusiones que no aceptan antes de haberlas comprobado. Aunque el procedimiento parezca lento y a ,veces de dudosa eficacia para resolver el problema de la naturaleza humana, debemos reconocer que, sobre todo en Francia, su evolución se realiza rápidamente, y· tanto, que la Revolución lo prueba. Antes de Kant, y haciendo ciertas reservas con respecto a Hume, el siglo xvm ignora la teoría del conocimiento como parte autónoma de la filosofía. Es verdad que los Locke, los Berkeley, los Condillac, se preocupan por estudiar la cuestión, pero se detienen en los problemas accesorios y su pensamiento no pone .de relieve las afirmaciones esenciales de la gnoseología. De este modo, Berkeley llega a la teodicea; Condillac y Holbach, a través de las sen:::;aciones: initium et principiu.m del saber humano, sólo les ofrecen un eslabón en el infinito sistema de la naturaleza, de las leyes que rigen al mundo físico y al mundo moral. Para Helvetius, la gnoseología es el instrumento con el cual forjará la moral, o, con términos actuales, la teoría del comportamiento humano en la vida social. El dualismo que impregna a la filosofía de la naturaleza propicia y acompaña al dualismo gnoseológico. Voltaire, Rousseau y Diderot no irán más allá. No obstante, aunque el siglo de las luces no conceda lugar preferente a la teóría del conocimiento, su pensamiento siente la necesidad de profundizar y someter a un análisis más penetrante el problema de la naturaleza humana, y en partiendo de las sensac_iones, de su relación

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con el mundo exterior de la naturaleza y el mundo interior del hombre, que es un fragmento de aquél. El sujeto y el objeto interesan al filósofo dieciochista, y ya que es «filósofo de la naturaleza> por excelencia, insiste sobre el sujeto como realidad concreta. Aristóteles, Epicuro y Hobbes fuer.on los primeros en enseñar que la ·sensación es el acto primordial en 'la génesis del conocimiento. Para Hobbl.s, el principio del saber radica en las sensaciones, y en su lucha contra Descartes, contra la ascensión hacia Dios primero con el c!'ienso>, para luego descender a la materia con el cexisto:., llega a la conclusión de que cPienso>, luego cla materia piensa>. ·Locke, por su parte, destaca el segundo término de la misma fórmula: si el hombre «Piensa>, ¿comienza por la reflexión o por la idea? La sensación es el hecho inicial, y de aquí que nuestra razón, nuestra conciencia, sean en su origen una tabula rasa. Los sentidos engendran las ideas y las graban en la tabula virgen. Debilitados por el análisis de Gassendi y de Hobbes, y sobre todo por la crítica de Locke, en el siglo xvm nadie cree entre los tilósofos de la naturaleza en las ideas y principios innatos, ni en el método cartesiano. cRespetemos siempre a Descartes, pero abandonemos sin pesar opiniones que él mismo hubiese combatido un siglo más tarde.> Tal es la ofrenda que d'Alembert hace a su memoria.7 Sin embargo, Locke había reconocido que, además de las sensaciones y de ideas advenedizas, existe la refLexión, o, en otros términos, la actividad del alma. La reflexión equivale a la sensación, y de alú deriva el conceptualismo lockiano, el conflicto que deberá afrontar la filosofía del siglo de las luces entre el aspecto realista o materialista: y el aspecto psicológico o idealista de la naturaleza humana. El criterio de verdad, llevado al interior de la conciencia, se convierte en criterio subjetivo. El empirismo y el sensualismo de Locke representan el cruce de dos caminos; uno conduce al subjetivismo consecuente y quienquie.ra que lo siga se enclaustra en el mundo de las sensaciones, afirma que el hombre no puede salir de sí mismo ni en el plano del conocimiento ni en el de la acción, que nada existe fuera de 1a sensación, que cuanto ve y percibe son sensaciones objetivadas. De este modo, quien adopte el subjetivismo debe reconocer forzosamente la existencia de una causa primera de sus estados de conciencia, es decir, tendrá que admitir la realidad de Dios, de la revelación. Pero el otro camino vincula a la conciencia por medio de las sensaciones con la materialidad del mundo exterior. Únicamente la realidad de ese mundo material de los objetos hace posibles las sensaciones del sujeto que conoce, y aquí el Locke que vive en el límite de la revolución social burguesa abre otra vía para la interpretación del hombre. Así, cualquier causa extrasensorial es inconcebible; no existe lugar para la revelación en el mundo interior o exterior del hombre, que pierde los


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atributos de criatura divina y se transforma en naturaleza. Esta se'gunda orientación del pensamiento de Locke, como reconoeiera Cár~ los Marx en La Sagrada Familia, es la que está en la base del mate..:' rialismo francés 'y que se vuelve tangible cuando en 1746 Condillac publica el Ensayo sobre los orígenes del conocimie-:ito ht¡ma~. El materialismo del siglo de las luces pasa por el sensualismo de Locke y.··· se realiza según dos etapas: la primera representada fundamentalmente por La Mettrie y luego Condillac; la segunda, por Diderot, que rechaza el sensualismo de Condillac, cuya base es enteramente psicológica, esto es, idealista, y lo convierte en un sensualismo de base materialista. Nada hay en el calma» cuando nada hay en los sentidos. No hay conciencia cuando no hay impresiones; ni siquiera hay intelecto, puesto que éste ces el alma en cuanto concibe» como afirma Diderot en el artículo <dntelecto» de la Enciclopedia. Tal es la opinión para mediados del siglo xvm. El hombre no pasaría de ser un torpe animal un autómata, si la práctica y el uso de sus sentidos no desarrollar~ su alma. Estamos, pues, frente a una definición del hombre que es agnóstica en la medida que niega cualquier consideración ontológica acerca de su naturaleza, y que se nos clarifica si especificamos el significado de los términos que emplean los materialistas franceses del siglo xvm. En casi todos los casos conservan expresiones antiguas a las que dan un significado nuevo. En rechazando la sustancialidad del espíritu, conservan los vocablos «espíritu:. y «alma>, para designar con el primero cualquier complejo de sentimientos y con el segundo las combinaciones de las sensaciones, fuentes primeras del conocimiento. El hombre que es naturaleza posee al nacer un alma, o sea una aptitud para sentir, que genéricamente llaman sensibilidad; pero el espíritu no está presente en él porque los sentimientos son producto de la sociedad y del desarrollo que en ella logra el individuo. El intelecto es el alma en cuanto concibe y comprende, y por lo mismo es común al hombre y a las bestias; en el hombre, dentro de sus sensaciones, es infinit?; en las bestias tiene límites. La voluntad es el alma en cuanto experimenta de~o o aversión. El intelecto activo es la razón. La razón, en consecuencia, es común al hombre y al animal, pero mientras el hombre es un ser razonable por excelencia, el animal es un ser principalmente sensible. La memoria, la razón y la imaginación división tripartita tomada directamente de Bacon, representan tre~ aspectos del entendimiento, noción que corresponde al significado inglés de understanding, tal como lo empleara Locke en el título de su Ensayo. Por último, el hombre tiene inteligencia, pero no representa como entre l?s deístas, una denominación para su Dios, sino que par~ el materialismo del siglo de las luces, según la definición de Diderot, es simplemente la aptitud para comprender con facilidad y prontitud la parte

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ás compleja de un objeto. Sin estas definiciones previas es imposible bmprender el pensamiento de la filosofía dieciochista y, mucho menos, concepto agnóstico de la naturaleza humana.

su

2. Berkeley, o la experiencia de la conciencia como base de un 8istema idealista-metafísico; la crítica escéptica de Hume; el asociacionismo ecléctico de Hartley, el materialismo de Priestley y el biologismo de Era.smo Darwin. - GEORGES BERKELEY (1685-1735) fue un clérigo

irlandés de origen inglés que se educó en el Trinity College de Dublín, donde más tarde fue maestro, tomó las órdenes religiosas y estuvo encargado de la enseñanza del griego, hebreo y teología. Su vida, consagrada al anglicanismo, está plena de episodios singulares, y aunque compartió algunos· aspectos del espíritu del siglo de las· luces, sobre todo la creencia de la perfectibilidad del espíritu humano, lo cual lo llevó en 1723, cuando era deán de Derry, a propagar la civilización y el pensamiento cristianos en las posesiones americanas ele Inglaterra, intentando incluso fundar un College en las Bermudas, representa, por el lado de la especulación, la negación total de la filosofía que en el continente preparaba el advenimiento de la revolución social burguesa, y entendía con sentido agnóstico el problema de la naturaleza del hombre y de sus relaciones con el mundo de las cosas. Su obra 8 revela una ~ara precocidad; el A treatise concerning the principles of human Knowledge, publicado en 1710, contiene todas las características de su filosofía, que las obras posteriores no harán más que desarrollar y completar. Berkeley, como indica el subtítulo de su 'J)atado, 9 pretendía tenovar los sentimientos morales y religiosos y triunfar sobre los librepensadores mediante la refutación de los errores filosóficos que combatía. La tarea de Berkeley consistirá, pues, en demostrar que los obstáculos levantados por los filósofos escépticos y ateos delante del espíritu, «realidades opacas e impenetrables», son sólo aparentes. Locke había planteado prudentes reservas sobre los límites de nuestras facultades y sobre nuestra ignorancia definitiva de la esencia íntima de las cosas; Berkeley, en los Principios, comienza por la certeza de que esos límites y esa ignorancia contribuyen al mal uso de nuestras facultades y, por consiguiente, intenta colocar la experiencia de la conciencia como base de un sistema idealista-metafísico. Para alcanzar estos propósitos, Berkeley debe negar la existencia del mundo externo en la conciencia, porque las experiencias sensoriales que de él provienen están reducidas a actos de experiencia inmanente consciente, y por ello lo existente seríá espíritu o idea del espíritu, y otros objetos no existirían porque cualquier cosa existe únicamente en la medida que la percibimos: esse est percipi. Pero, ¿qué es el alma o el espíritu para Berkeley? cLa sustancia de un espíritu es aquello que actúa, produce, quiere o realiza, o tal vez es actuar, pro-


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<lucir, querer, realizar. Su sustancia no es cognoscible porque no es una ídea»,10 o sea una actividad libre por su esencia, de la que el hombre tiene un conocimiento directo, intuitivo, distinto de las ideas. De este modo, los «espíritus» serían cosas percipientes o pensantes, y las ideas, por el contrario, cosas percibidas; los espíritus representarían los elementos o las sustancias pasivas de la existencia; las ideas, las activas. Dios provocaría en los diversos espíritus, o sea en los hombres, según un orden por Él establecido, los objetos de su actividad de conciencia, que serían las ideas (del mundo corpóreo), las imaginaciones de los «otros espíritus» y el concepto de relación. Berkeley está imbuido de platonismo, y así como Locke atribuye a la experiencia interna carácter de certidumbre inmediata, considera al hecho de existir como inmediatamente evidente, sin necesidad de demostración, como pretendía Descartes, porque se impone en todo momento al hombre, él incluirá entre las ideas l¡is percepciones sensoriales de las cosas reales y las ideas derivad~s de la memoria, esto es, las imágenes de las cosas. De este modo, las ideas, como imágenes recordadas, son producto de la imaginación del hombre; las ideas de las cosas por el contrario, son sugeridas por Dios. Éstas pertenecen a, la mente; las otras, a la voluntad, puesto que la razón y la voluntad serían las dos facultades fundamentales del espíritu. Aquí,. y en todo el desarrollo de su sistema, sobre todo en la especulación de Siris,11 obra de la vejez, la situación de Berkeley es singular, pues se opone a la filosofía moderna, que corresponde al contexto ideológico de los tiempos que vive y retorna, con un intento de cambiar el equilibrio entero de la ciencia de su tiempo a épocas pasadas, esto es, a la restauración del platonismo. Sin duda, Berkeley no es figura del pensamiento que interesa directamente a la historia de la psicología; su antropología esencialmente metafísica carece de repercusiones sobre el estudio concreto del hombre. No obstante, su importancia para la filosofía, y a través de ésta para algunos aspectos de la. psicología espiritualista del siglo XIX, obliga a considerarlo entre los precursores de la psicología en el siglo de las luces y a pesar de que haya sido un hombre de espaldas al espíritu de la época. DAVID HUME (1711-1776) es, tanto en los avatares de su vida como en la orientación de su pensamiento, la antítesis de Berkeley. Escocés de origen, intentó los estudios jurídicos y el comercio, y en ambos campos fracasó. Sus ideas sociales demasiado afines con las de Rousseau y Voltaire hicieron por l,m momento peligrar su situación en Inglaterra, y debió emigrar a Francia, donde trabó relación directa con estos pensadores, sobre todo Rousseau, del que fue amigo. Su exilio fue breve, del 1734 al 1737, y de retorno a Inglaterra publicó, sin éxito, A treatise of human nature entre 1739 y 1740. Casi de inmediato dio a conocer sus Ensayos políticos y moral,es,12 e inició con éxito la carrera

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diplomática, que lo llevó a Viena, Turín y finalmente a París donde los enciclopedistas lo honraron como a uno de los suyos. En el 1'766 vuelve a Londres, acompañado por Rousseau, que intenta refugiarse allí y con el que posteriormente se enemista. Alcanzó a ser subsecretario de Estado del gobierno inglés, para retirarse en 1769 a Escocia donde muere. El pensamiento de Hume es completamente contrario a' la tradición de la filosofía escocesa, escuela que asienta sus bases en el «sentido común», y está tanto en las raíces del empirismo inglés del siglo XVIII como en el eclecticismo francés de Víctor Cousin y RoyerCollard en el siglo XIX. Además, y por ironía, esto hace que el mayor de los pensadores escoceses deba ser inscrito por algunos aspectos de su pensamiento en el siglo de las luces francés, y que por la totalidad del mismo permanezca aislado, como pensador solitario. Su primera obra, el Tratado de 1.a naturaleza humana, escrito entre los veinte y veinticinco años de edad, durante su exilio francés, contiene todas las ideas directrices de su pensamiento futuro y representa entre las múltiples obras de la época que de una manera u otra abordaron el problema, una excepción, pues por primera vez no se trata de la naturaleza humana como una esencia determinable a priori, sinÓ del estudio de ~isposiciones intelectuales y afectivas constantes que se propone analizar de manera concreta, tal como advierte el subtítulo mismo de la obra: Ensayq para introducir el método experimental de razonamiento. en los temas morales. Su amor por lo concreto, unido a un escepticismo casi absoluto, lo convierte en un pensador de primera línea, sobre todo para la psicología, y justamente en un momento cuando la definición de una antropología concreta exigía separarse tanto de las ilusiones metafísicas del pasado como de los entusiasmos fáciles del materialismo del siglo. Es así como entre tantos pensadores ansiosos de poner la filosofía al servicio de la humanidad, y entre los que descuellan los enciclopedistas, Hume aparece _como un especulativo puro que considera las exigencias del pensamiento filosófico como opuestas a las de la acción. · Su primera obra, el Tratado, es oscura debido a la disposición poco adecuada del material que _contiene; de primera vista puede hacer creer en una repetición de Locke, pero estudiada con atención nos ubica, desde el principio, en un terreno completamente nuevo. Hume distingue las impresiones de las ideas, pues considera las primeras como materia prima de las ideas complejas y las divide en dos grupos. De estos grupos, el primero ·es el de las impresiones de sensación: colores, sonidos, sabores, olores, etc., que corresponden a las excitaciones de los sentidos. No obstante, Hume no ve en las mismas nada de sustancial· frente a su consideración resulta inútil preguntar: ¿hnpresiones d~ qué?, puesto que se niega a atribuirles una fuente determinable. No se las puede reducir necesariamente a la impresión de algo material aun-


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que se las despoje de las cualidades secundarias que la época había · aprendido a distinguir con Locke. Para Hume se trata, simplemente, de hechos psíquicos, algunos claros, otros confusos, diferentes en su modo. de aparición y que arrastran a la acción e inducen al conocimiento. Por consiguiente, no distingue, corno fuera tradicional, entre alma y cuerpo, y de este modo el placer o el dolor pueden, por ejemplo, ser atribuidos indistintamente a uno o al otro, porque las esque'matizaciones, nos repetirá continuamente, no corresponden a las condiciones de la experiencia, sino a un criterio de comodidad. Hume, que pretende explicar la complejidad espiritual con la asociación de sentimientos y de ideas, admite una segunda especie de impresiones que denomina, tras· la huella de Locke, impresiones de reflexi&n: «Una impresión alcanza primero nuestros sentidos y nos hace percibir calor o frío, sed o hambre, placer o dolor, de un género o de otro. De semejante impresión, el espíritu toma una ·copia que permanece después de desaparecida la impresión: es lo que llamamos una idea. Tal impresión de placer o de dolor, cuando retorna al alma, produce nuevas impresiones de deseo o de aversión, de esperanza o de temor, que con propiedad pueden llamru;se impresiones de reflexión, porque de ella derivan. Estas últimas son a su vez copiadas por la memoria y por la imaginación y se vuelven ideas; he aquí como las impresiones de reflexión no solamente son anteriores a las ideas que les corresponden, sino que también son posteriores a las impresiones· de sensación y de ellas derivan,,, 13 De este modo, las emociones, sentimientos y pasiones deben ser igualmente considerados como acontecimientos simples, porque el verdadero interés de Hume está en demostrar que la tonalidad afectiva, cualquiera sea su signo, de nuestras relaciones con las cosas deriva de combinaciones asociativas y .no de nuestras relaciones con las cosas mismas. Por consiguiente, las ideas presentan con respecto a las impresiones diferencias de grado, puesto que constituyen una «copia>. Si se distinguen es por una menor intensidad, diferencia de feeling, porque · 1as ideas de la imaginación deforman a menudo las impresiones de sensación; por su parte, la memoria las reproduce a menudo debilitadas. Estas consideraciones están plenas de criterio gnoseológico: una idea es valedera únicamente cuando asienta en una impresión. Es innecesario ir más allá en el detalle del· sistema de Hume, porque poco agregaríamos a la comprensión de sus conceptos, que, por lo demás, no siempre son claros y precisos. Por ello es más importante resumir. Su principio fundamental es que. todas nuestras representaciones no son datos a priori, sino que derivan de las sensaciones; en cuanto al conocimiento del origen de éstas, lo considera insoluble. Cualquier disposición del alma algo vivaz tiene la tendencia de durar y de extenderse sobre las nuevas representaciones que surgen. Más

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las representaciones presentan una tendencia natural de atraerse unas a las otras, o sea una tendencia asociadora que lleva una hacia la otra mediante a gentle force. Las condiciones por medio de las cuales actúa esta «dulce fuerza>, o sea se efectúa la asociación, son, según Hume, la semejanza, la coexistencia en el espacio y en el tiempo, y la causalidad. Al respecto, Hume destaca que en el mundo interno hay una fuerza de atracción tan poderosa y misteriosa como la que encontramos en el mundo externo. Además, se plantea el problema de si es posible conciliar el principio unificador, o principle of connection, con el hecho de que todas nuestras sensaciones y representaciones son elementos distintos e independientes, pero termina declarando explí.citamente que la dificultad e$ demasiado grande para su inteligencia. . La influencia de Hume en la psicología se manifiesta sobre todo por tres aportes ·esenciales. Primero, haber introducido en la antropología concreta las nociónes del asociacionismo; segundo, lo que heurísticamente es más importante, haber iniciado la tendencia de tratar las cuestiones psicológicas con independencia de las filosóficas, y tercero, haber originado las ideas de un discípulo que en relación con la historia de la psicología tiene mayor importancia que Hume mismo. Este · discípulo, DAVID fuRTLEY (1705-1757) tiene notable importancia por su tentativa de explicar con razones científicas los fenómenos psíquicos complejos, esto es, aplicando al espíritu «el método de análisis y síntesis seguido por Newton,,. Hartley, que nació en las cercanías de York, Inglaterra, estudió primero teología, luego medicina. En tanto ejercía ·la profesión de médico se abocó a los estudios filosóficos. La obra que lé hizo célebre se titula Obsert>ations on Man, his Frame, his Duty and his Espectations y fue publicada en 1749. Parece que el concepto fundamental de las ideas de Hartley, que es el de reducir todos los fenómenos psíquicos complejos a elementos s~l>les, le fue sugerido por un escrito de un autor casi ignorado, Gay, .quien habría intentado explicar los sentimientos más complejos como derivando por asociación de los más simples.u La obra principal de Hartley, aparecida veintiocho años antes que los Ensayos filosóficos de Tetens, y sobre el cual probablemente ejerci6 influencia, procura explicar los fenómenos psiqUicos _complejos, también los pensamientos y los sentimientos más elevados, mediante la asociación de las sensaciones y representaciones simples. Para Hartley, la asociación consiste en la conjunción de representaciones contemporáneas o inmediatamente sucesivas. A esta asociación psicológica correspondería el hecho fisiológico de la conjugación de vibraciones del cerebro, las cuales al repetirse formarían una sola vibración. Éste es el primer principio de una psicología que, antes de buscar leyes o relaciones metafísicas como fuera de rigor hasta entonces, se atiene exclusivamente ,a· 1a experiencia y procura, además, el apoyo de una ciencia afín: la fisiología. Hartley no


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realiza ninguna investigación en relación con la naturaleza de las relaciones que existen entre las asociaciones y las vibraciones; tampoco se· declara en favor de las hipótesis espiritualista o materialista, por parecerle ambas unilaterales. Lo que más le intere~a establecer es que la vida psíquica se desarrolla poco a poco en partiendo de los he~os más simples para llegar a los más c.omplejos, por la vía de una ~socia­ ción continua y según tres leyes secundarias, que son las siguientes: 1) las representaciones complejas constituyen una unidad casi tan· per- . fecta que las partes prácticamente no se recori~cen, tal c,om~ ocurre con las cómbinaciones de la materia; 2) los fenomenos psiqui~os, que primero se realizan con plena conciencia, se vuelven, con la repetición, inconscientes o automáticos; 3) la fuerza y la vivacidad que poseen ciertas representaciones pasan a las representaciones que con ellas se asocian. , Lo expuesto basta para comprender la importancia de . las t~ori~s de Hartley, que constituyen la primera tentativa para explicar c1;~ti­ ficamente, con el procedimiento de las ciencias naturales Y de la f1s1ca, los fenómenos psíquicos complejos, que hace derivar, a la manera de los fenómenos naturales, de un principio simple. Sus ideas, .Primero sin resonancia fueron hacia los finales del siglo XVIII divulgadas por un teólogo y ~aturalista inglés, JosEPH PRIESTLEY (1733-1804), que. les dio un carácter netamente materialista. Priestley es una figura smgular; entregado por entero a la investigación en el .campo ~e las ciei:icias naturales, huraño y misógino, parece un personaJe extrano ~l ambiente ep. que vivió. Le cupo la gloria de haber descubier~o el ox1~en~, .Y. su obra principal, en relación con nuestro tema, se titula: Disqu~itwns on matter and spirit, y fue publicada en Londres en, 17.77. Priestley proclamó la condicionalidad de todos los fenómenos ps1qmcos por medio de las vibraciones del cerebro, y negó en absoluto. la di!erencia entre fenómenos psíquicos y físicos, considerando la ps1colog1a co~o parlte de la fisiología, con lo cual se. aparta por entero, en su adhes1on al asociacionismo tanto de las bases fenomenológicas con que lo proclamara Hume c~mo del eclecticismo de Hartley, que no le permitiera decidirse por l~ vía del materialismo o del espiritualismo y esterilizara a 3 í sus esfuerzos por abrir un nuevo camino en el campo de la antropología concreta. Priestley, con una audacia para la época qi:e contrasta con su carácter y preocupaciones teológicas, se proclama directamente en favor de la hipótesis materialista. Otro naturalista de gran valor, el inglés ERAsMUs DARWIN (1731-1802), abu;lo de Carlos. D~;win, que se destacó además como médico, poeta y filosofo, se conv1rtio en propu~­ nador de las ideas de Priestley y, aplicándolas al estudio de los ammales, procuró explicar los instintos mediante l~, experiencia ~ la asociación y dirigidos por el impulso de conservac1on y la necesidad que tienen '1os individuos de adaptarse a las condiciones externas. Su obra

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principal, y en todo sentido, es Zoonomia or the 'laws of organic life, publicada en Londres en 1794. Con Darwin, la doctrina psicológica de la asociación sale directamente .de la psicología pura y se extiende a la biología. Pero esta vía, que podía llevar a resultados de antropología concreta seguros, no fue continuada por muchísimo tiempo y, por el contrario, sufrió un serio retroceso. La escuela escocesa, que con Hume entrara directamente en el terreno experimental, se niega a seguir buscando, con el teólogo y filósofo THoMAs REID. (1710-1796) a la cabeza y por motivos religiosos y morales, las leyes del desenvolvimiento de los procesos psíquicos, y se atiene a una psicología puramente descriptiva que en nada ayudó al progreso del asociacionismo, basada como estaba en la intuición vulgar del sentido íntimo y del .sentido común popular. 3. El determinismo de La Mettrie y el materialismo ingenuo de los enciclopedistas. - El pensamiento de 103 filósofos y naturalistas ingleses encontró terreno propicio en Francia, donde las características del ateísmo y del materialismo se acentuaron hasta adquirir rápidamente el sentido de doctrina que está en la base de cualquier antropología concreta. En efecto, mientras para los filósofos ingleses el materialismo y el ateísmo representaban ante todo una vía de escape y de control para las presiones del idealismo metafísico, y ·un dique frente a una teología demasiado d9gmática y restringida, para los pensadores franceses del siglo de las luces, en general constituyen las bases de una cosmovisión y, por ende, de una interpretación de los fenómenos naturales, entre ellos comprendido el hombre. Entre los primeros que sustentaron un· materialismo irresoluto, tanto en filosofía como en psicología, y con mayor resonancia sobre ésta, encontramos a JULIEN ÜFFRAY DE LA METTRIE (1709-1751), médico francés que, deste-. rrado de Francia en. 1746 y de Holanda, donde buscara refugio, en 1748, en razón del contenido de sus publicaciones, encontró finalmente asilo ' bajo Federico II de Prusia, déspota «esclarecido> que le concedió una . pensión y el título de Lector real. La Mettrie resultaba un personaje incómodo en todas partes porque no disfrazába, ad usum Delphini, sus opiniones materialistas con el teísmo vago de la época y sostenía decididamente que el materialismo únicamente reconocía como adversario la fuerza de los prejuicios. Cuando todos, inclusive Rousseau y Voltaire, consideraban al ateísmo como un peligro social, La Mettrie escribía: cLa muerte es el fin de todo; después de ella, lo repito, un abismo, una nada eterna; todo está dicho, todo está ·hecho; la suma de los bienes es igual a la suma de los males: terminadas las preocupaciones, los problemas, los personajes a representar: finita la farsa.> 111 En cuanto a· su originalidad, es absoluta, tanto con respecto a los escritos de Diderot, de Helvetius y Holbach, como a los de Condillac, y su Ensayo


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sobre los orígenes del conocimiento humano. Su Tratado del que :ntre , otros a~onta problemas que hoy consideramos propios la ~s1colog1a experimental y de la psicopatología, como los órganos s sor1ales, las sensaciones, las asociaciones de ideas la memoria1 las i:unne sias debidas a lesiones traumáticas, las aluc~ciones las obsesio e~erció in.fluencia real sobre los enciclopedistas, aunqu~ éstos nunca citan, probablemente porque jamás rompieron definitivamente con. ata~ura teísta y porque, ya comprometidos políticamente con sus ideas tem1an agregarles el fardo, demasiado pesado para la época de las tesiS'. decididamente antiteológicas de La Mettrie, que no solam~nte comba~: tía ideas, sino que ridiculizaba directamente todas las celebridades. filosóficas, médicas y teológicas de París. Lange 16 ha hecho justicia a La Mettrie; es común considerar su materialismo como una excrecen~ cia superficial del sensualismo, pero el primero de los materialista&. franceses, La Mettrie, afirma la uriidad de tipo de todos los fenómenos observables:, físicos, vitales, morales, sociales, humanos o animales, ~: busca su raiz común en la entidad material que denomina naturaleza. «TOdQ lo que no se agota en el seno mismo de la naturaleza -dice Mettri7 17-;-, todo lo. que no es fenómenos, causas, efectos, en una ·pala-' bra: c1enc1a de las cosas, nada tiene que ver con la filosofía y procede de una fuente extraña a ella.> Para La Mettrie no se trata de describir la génesis .r;al d~ esos fenómenos, que los conocimientos de la época'. no le permitían, smo de determinar la intuición de su parentesco intimé) que un día debería ser experimentalmente comprobado. La. tesis materi~l~sta de La Mettrie es bastante ·simple, aunque seá. com~hcado el espmtu que la sustenta por el determinismo riguroso que mtroduce en el producirse de los fenómenos. Es corriente consi~ · derar a nuestro autor como mecanicista que sigue automáticamente la$ huellas del cartesianismo; sin embargo, su determinismo es completamente diferente del mecanicismo de Descartes: En la explicación del «hombre-máquina>, aunque haga referencia a los animales-máquina de Descartes, co.nsidera que cada parte del cuerpo posee estructura prop¡¡; que le permite actuar separadamente del todo conservando en el ais- . i !amiento la función (el corazón de la rana que continúa funcionand~' después de extraído; la reproducción de l;s pólipos por sus fragmentos, etc.), ~ue está determinada en particular para el órgano, y que. en la totalidad se integra, sin perder autonomía, por obra y gracia dé un determinismo más general que establece el tipo de función totaliii za dora, esto es, las características funcionales del individuo. De esta má;;; nera, es por sucesivas gradaciones particulares de determinismo qué conjugan como se alcanza la función del organismo, que, eii su genera~ lidad, responde. ~ un determinismo también general y propio, puesto que debe «admitirse solamente que la materia organizada está dotad~ de un principio motor, única cosa que la diferencia de la que no l~ .'

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y que todo depende en los animales de la diversidad de la organi~ación: esto basta para comprender la energía de las sustancias y la

·.el hombre>.1s Enemigo de las explicaciones teológicas, que rechaza execrando a los teólogos: «espíritus turbulentos que hacen la guerra ~ara servir a un Dios de la paz>,111 niega además la utilidaq del espíritu iiistemático, que considera el más peligroso de todos porque «ni Aris.Aóteles, ni Platón, ni Cartesio, ni Malebranche nos enseñaron qué cosa f';,ies el alma... La esencia del alma del hombre y de los animales es y 1;l: i;erá siempre tan ignorada como la esencia de la materia y de los cuer,¡:~¡;:pos. Digo más: el alma separada del cuerpo por abstracción, asemeja a /'!ila materia separada de la forma: no se la puede concebir>. 2 º Si bien )a esencia del alma se nos escapa como la causa primera, es, sin embargo, posible conocer las propiedades de la misma que se maní' " fiestan en el organismo y que constituyen su «Principio activo», de ma/¡ nera que si en el organismo hay un principio motor y se puede esta): blecer que hace latir al corazón, que sensibiliza los nervios y hace pensar al cerebro, se acordará sin dificultad que dicho principio corres' pande a lo que se denomina alma; semejante principio se «llama percepción y nace de las sensaciones que tienen lugar en el cerebro:1>. 21 Para La Mettrie, el secreto de la vida está en la unidad de la materia, viviente o no; en la unidad de su tesis vertebral, asentada en la idea de una formación de las cosas y de los seres en razón de un limo ori. ginario, por medio de toda clase de tentativas de organización desgraciadas, de una especie de concurrencia vital que asemeja en sus lineamentos m~s a las doctrinas actuales del origen de la vida que al transformismo lamarckiano que debía aflorar en las postrimerías de su siglo, o al evolucionismo darwiniano de una centuria después. En suma, la suya es una cosmovisión transformista intuitiva, porque la anatomía comparada, que le habría dado sólidos argumentos, aún esperaba a Buffon, y la embriología, aunque ya se hubiese perfeccionado el microscopio, pertenecía al futuro. Pero donde se destaca el valor del materialismo de La Mettrie para la psicología es en sus consideraciones neurofisiológicas. Atribuye importancia esencial a las sensaciones transmitidas por lo que llama efluido nervioso>, y a las que concede cierta extensión. Los nervios conducen el «fluido> a la médula, y al describir el proceso vemos que, sin nombrarlo, comprendió perfectamente la función del arco reflejo, o al cerebro. En concediendo extensión a las sensaciones, también la admite para toda la sustancia cerebral, que considera masivamente implicada en las manifestaciones psíquicas. En efecto, •···puede darse muy bien · que haya algo de verdad en todas las opiniones de los autores en cuestión, aunque puedan parecer opuestas: y así como las enferme.dades del cerebro, según las zonas que atacan, suprimen ora un sentido, . ,ora otro, ¿los que colocan la sede del alma en la n.a.tes o en la testes,


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se han equivocado por ello más que los que quisieran disponerla en el centro oval, en el cuerpo calloso, o tal .vez en la glándula pineal?> 22 ¡No, para La Mettrie, toda la sustancia cerebral está interesada en el proceso que es producto de su unidad! «¿Dónde está vuestra alma; cuando el olfato le comunica olores que le agradan o la perturban, si no es en los estratos en :que los nervios olfativos tienen su origen? ¿Dónde está, cuando contempla con agrado un hermoso cielo, una bella perspectiva, si no es en los estratos ópticos? Para comprender es nece.,. sario que sea ubicada en el nacimiento del nervio auditivo, etc. Todo ·· prueba, pues, que aquel batiente con el cual habíamos parangonado al alma, para qarnos una idea sensible, se encuentra en muchos lugares del cerebro, en cuanto está realmente batido en más puertas. Pero no pretendo decir ahora que existen muchas almas; probablemente, una sola basta con la extensión de esa sede medular que la experiencia nos ha impuesto acordarle; ésa basta, digo, para actuar, sentir y pensar, dentro de los límites en que eso le está permitido por los órganos.» 23 La Mettrie es perfectamente consciente de la dificultad que plantea al materialismo de la época el pasaje de los impulsos materiales a los significados que caracterizan a la actividad mental; piedra de escándalo y refugio de los metafísicos, el problema se le presenta más allá de sus posibilidades concretas. Ni los datos científicos ni la metodología de la época están a la altura de la cuestión, e, impotente para • explicar, ironiza sobre la perspectiva creacionista, que, evidentemente, ·si bien explica con «flatus voci», jamás llega a colmar el vacío de los hechos: «¿Cómo podrían las fibras medulares formar el alma? ¿Y cómo concebir que la materia pueda sentir y pensar? Confieso que no lo concibo; pero, aparte del hecho de que sería impío limitar la omnipotencia del Creador sosteniendo que no pudo hacer pensar a la materia, Él que con ~a palabra hizo la luz, ¿debo tal vez desnudar a un ser de las propiedades que alcanzan mis sentidos, solamente porque la · esencia de tal ser me es desconocida? En el cerebro no veo otra cosa que materia; en su parte sensitiva, ninguna otra cosa que extensión: vivo, sano, bien equilibrado, esta víscera contiene en el origen de los nervios un principio activo difuso en la sustancia medular; veo este principio, que siente y piensa, alterarse, adormecerse, extinguirse con el cuerpo. ¡Qué digo! El alma duerme primero, su fuego se extingue a 1 la par que las fibras, de las cuales parece hecha, se debilitan y caen • una después de la otra. Si todo se explica a través de lo que la anatomía y la fisiología me revelan en la médula, ¿qué necesidad tengo de forjar un ser ideal? Si confundo al alma con los órganos corpóreos, <;sto significa, pues, que todos los fenómenos me coartan y que, por fo demás, Dios no dio a mi alma ninguna idea de sí mismo, pero ·sólo 1• d discernimiento y la buena fe bastan para reconocerse en un espejo \ '.

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a cualquiera y a no sonrojarse por haber nacido en el fango.> 24 . E~ la perspectiva que La Mettrie coloca a la vida psíquica, el juicio implica una comparación y la memoria adquiere importancia primordial, sobre todo porque es la función mental que mecánicamente se explica con mayor facilidad: «· .. parece depender del hecho que las impresiones corpóreas del cerebro, que son huellas de ideas que se subsiguen, sean vecinas; y que el alma no pueda descubrir una huella o una idea, sin reclamarse de las otras que solícitamente la había~ acompañado>, porque «... una facultad del alma que consiste en las modificaciones permanentes del movimiento de los espíritus animales, excitados por las impresiones de los objetos que .han actuado vivamente o muy a menudo, sobre los sentidos: de manera que tales modificacio~ nes llevan al alma las mismas sensaciones o las mismas circunstancias de lugar, de tiempo, etc., que las acompañaron en el momento cuando ella las recibió de parte de los órganos que sienten:i>.:?:i La imaginación resulta la función esencial del psiquismo humano porque dirige sus creaciones superiores, incluidas las científicas, y presenta diversas formas que se reducen en un contexto similar al de las demás facultades en el ámbito de las sensaciones. Las pasiones se presentan para nuestro autor como grados de la afectividad, y cree que los nervios tienen e~ los procesos que las caracterizan importancia capital, así como los concomitantes orgánicos que se aplica en describir: «La cólera aumenta todos los movimientos y, por consiguiente, la circulación de la sangre; lo cual hace que el cuerpo se vuelva caliente, rojo, tembloroso de improviso. listo para depositar secreciones que lo irritan, y sometido a hemorragias. De donde las frecuentes apoplejías, diarreas, cicatrices que se abren, inflamaciones, ictericia y aumento de la transpiración.» 2(1 Por último, la segunda parte del Tratado está dedicada a las activi.dades psíquicas superiores, entre las que comprende la reflexión la libertad, la meditación, el juicio, etc., y acerca de las cuales procla~a, como colofón, que:: «Sin sentidos no hay ideas. I Menos sentidos se tienen, menos ideas se poseen. I Poca educación, pocas ideas. / Sin sensaciones recibidas, nada de ideas. >Tales principios son las consecuencias necesarias de todas las observaciones y experiencias que son la base indestructible de esta obra. Por consiguiente, el alma depende esencialmente de los órganos del cuerpo, con los cuales se forma, crece, disminuye. Ergo participem leti quoque convenit esse.» 27 En definitiva y resumiendo, para Le Mettrie la vida psíquica se explica por el volumen y estructura particular del cerebro humano, con lo cual se adelanta en casi doscientos años a los modernos estudios sobre la actividad funcional de las estructuras corticales: «... es evidente, cuando se observa la masa del cerebro del hombre, que esta víscera puede contener una multitud prodigiosa de ideas, y por consiguiente requiere, para dar tales ideas, más signos que

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los animales. Precisamente en esto consiste toda la superioridad del hombre». 2 Sus palabras «precisamente en esto consiste toda la superioridad del hqmbre», representan la mayor conquista de la biología y son, a la vez, símbolos del valor de La Mettrie como iniciador de la verdadera antropología concreta de nuestros días. La Encyclopédie es la gran empresa intelectual del siglo xvm. El primer volumen apareció el 1. 0 de julio de 1751, bajo la dirección de Diderot y con un «Discurso preliminar» del matemático JEAN LE RONDE o'ALEMBERT (1717-1783), que fuera su codirector hasta 1759. El objetivo aparente era realizar un inventario completo del saber de la época: ciencías del hombre, matemáticas, física, química, botánicá, mineralogía, astronomía, biología, etc., pero la realidad de los hechos la convirtió, por encima de las discordancias de opiniones de los conflictos e intereses propios de la época, en la representación de un espíritu progresivo y positivo que tiende a sustituir las teorías teológicas y metafísicas tradicionales por una doctrina del hombre rehabilitado como ser carnal, libre de las prohibiciones religiosas, del pecado original y de la sujeción monárquica. En suma, se trata de una obra iniciada con espíritu científico, pensada con interés renovador, y que se transforma .en bandera de la revolución social y encarna en sus realizadores, encabezados por Diderot, la esperanza de un mundo mejor y la indignación por la deshumanización a que llevaban los abusos de la época. Es corriente afirmar que la Enciclopedia anuncia y prepara en gran parte la revolución social burguesa; en verdad, ya es la revolución en marcha, y cuando la Convención proclama los Derechos del hombre y del ciudadano, pone el colofón a la gran empresa de los Diderot, los d'Alembert, los Helvetius, los Holbach. DENIS DIDEROT (1713-1784) es el auténtico animador de este movimiento. Nacido en la Francia prerrevolucionaria del siglo xvm, crece y lucha junto con la burguesía que aspira a un puesto en la sociedad, y por así decirlo la encabeza formulando sus diferentes conceptos, sus actitudes y sus ideales, que expone en sus trabajos, ya sean científicos, literarios o artísticos. Sin duda, más que un investigador, un escritor o un artista, fue un auténtico jefe ideológico, el espejo de su época, porque, al luchar en el frente ideológico en las primeras filas de la burguesía, vituperó y creó, pero sobre todo encarnó la cultura. con el más amplio sentido que la expresión tenía entonces. El problema religioso absorbe en sus primeros años a Diderot, que no se preocupa por la teoría del conocimiento, de la que ineludiblemente y como sucediera a Locke, a Hume, a Condillac, se deriva en los prpblemas de la antropología concreta que hoy denominamos psicología. Como no se ha liberado del deísmo que infecciona a los pensadores de la época, no se preocupa por el mundo exterior y se muestra atento a la «luz interior», o sea a la luz de la razón. Racionalista a ultranza, su pensa-

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miento armoniza con el idealismo y el espiritualismo. La experiencia tiene en su elucubración un papel accesorío y no acepta que el cono-· cimiento por medio de los sentidos pueda anteceder al conocimiento racional. Cuando surge un conflicto entre la razón y los sentidos, debe· preferirse a la primera: «El juicio de la verdad y la norma para discernir no pertenecen a los sentidos, sino al espíritus noin est verita.tis judicium in sen.sibus. Esa certidumbre que pueden proporcionar los sentidos no se extiende muy lejos, y hay muchas cosas que cree uno· saber por su intermediario y de las que no se tiene plena seguridad. Por tanto, cuando el testimonio de los sentidos contradice o no hace contrapeso a la autoridad de la razón, no se plantea el problema de si se debe optar: en buena lógica, hay que atenerse a la razón.» 29 Tal es la enseñanza que Diderot había recibido y que buscó en las obras de los racionalistas ortodoxos, discípulos de Descartes. Así escribfa Diderot, todavía en 1746, cuando publica los Pensamientos filosóficos; y permanecía en el terreno del platonismo. Pero en ese mismo año aparece el Ensayo sobre el origen de l0s0 conocimientos humanos, de Condillac, que, a su vez, centra poderosamente la atención en Locke, que ya se conocía en Francia, pero que comienza a ser interpretado bajo una nueva luz. El materialismo de Diderot pasa de este modo por el sensualismo de Locke y desemboca directamente en el problema gnoseológico. En efecto, si es cierto que la razón impone su voluntad a los sentidos, por lo mismo tendrá que imponerla al mundo de los objetos, pues no puede dejarlos de lado. En tal caso, ¿son posibles las acciones del hombre? ¿Qué sucedería en la práctica si el hombre construyera el mundo tal como lo dibuja la reflexión abstracta, en vez de concebirlo como lo presentan las impresiones y las sensaciones exteriores? ¿E.s posible permanecer dentro de un círculo y contentarse con percibir las propias impresiones? Sin duda, comprende Diderot, el problema debe plantearse con mayor pro. fundidad: ¿cuál es el origen de esas impresiones? ¿Qué hay detrás de ellas? ¿Dónde está su causa si no radica en nosotros? En efecto, Diderot ha vislumbrado que nuestro saber de.riva de las sensaciones: en ellas está su principio, y concluye que la aptitud de imaginar es sencillamente la aptitud de recordar y de reunir las impresiones. Así, si un ciego so recuerda y combina los puntos palpables, y la persona que ve, los puntos visuales y los colores, ésta es la única diferencia entre ambos, pues unos y otros reciben sus conocimientos de las impresiones que, a pesar de su distinción cualitativa, les permiten comprenderse y revelan, de ese modo, por su propia correspondencia, la realidad de los objetos, exteriores pero idénticos. Cuando el ciego trata de resolver el problema del conocimiento se encuentra en circunstancias más favorables que los videntes. Puede comprender mejor la fuente del saber. «Si por ventura un filósofo ciego y sordo de nacimiento construyera


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un hombre, como el que hizo Descartes, me atrevo a aseguraros, señora, que colocaría el alma en la extremidad de los dedos, pues de allí proceden sus principales sensaciones y todos sus conocimientos. ¿Y quién le avisaría que su cabeza es la sede de sus pensamientos?> 111 Para Diderot, y es la gran consecuencia de sus observaciones, el hombre privado de los órganos de los sentidos, despojado de cualquier impresión, deja de ser hombre, aunque su cráneo contenga aún un cerebro. No posee ni nunca poseerá conocimientos: le hacen falta los resquicios por donde pudiera penetrar. Carecerá, pues, de saber; las. facultades del alma, y con ellas la propia alma, desaparecerán. En 1751, Diderot ya está convencido de la verdad del sensualismo, pero no trata de proveer a su chombre> de sentidos sucesivos, como hará Condillac tres años después y del cual discrepa, pues sabe que es mera ficción. Sin embargo, no deja de acariciar una canatomía metafísica> muy semejante e imagina una tertulia de cinco personas, ccada una de las cuales sólo poseyera un sentido>. cEs indudable que esas personas se tratarían mutuamente de locas ... » Mas esas personas cpodrían ser todas geómetras y comprenderse a las mil maravillas, pero sólo en cuanto a geometría se refiere>. 2 Así, Diderot acepta poco a poco el sensualismo. Define con arte cada uno de los sentidos; asienta, por ejemplo, que el ojo es el más superficial de todos; el gusto, el más supersticioso e inconstante; el tacto, el más profundo y el más filósofo. Nada hay en el calma> cuando nada hay en los sentidos. ·No hay conciencia cuando no hay impresiones; ni. siquiera hay intetect.o, ya que éste ces el alma en cuanto concibe>, como afirma en el artículo clntelecto>, de la Enciclopedia. Para el Diderot de mediados del siglo xvm, el hombre no pasaría de ser un animal torpe, un autómata, una máquina en movimiento, si la práctica y el uso de sus sentidos no desarrollaran su

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alma. Ahora se trata de demostrar la existencia del mundo exterior. Hasta este momento, Diderot piensa dentro de los límites del fenomenismo, que pronto abandonará para adoptar firmemente el materialismo, porque la multiplicidad de las sensaciones que nos asedian penetran en nuestra conciencia sin resistencia y sin esfuerzo; su acción es poderosa y continua: cTodo ~llo produce en nosotros una invencible tendencia a cerciorarnos de la existencia de los objetos con los que relacionamos nuestras sensaciones y que nos parecen ser causa de ellas.> 33 Finalmente, Diderot, con estas palabras que datai;i de 1782, superó las difi.cultades que le oponía el sensualismo ortodoxo. Sus compañeros de la Enciclopedia, y amigos, d' Alembert y Condillac podrían haber firmado esas proposiciones. Los tres admiten la existencia del mundo exterior como causa de las sensaciones. Pero d'Alembert es escéptico en relación con todo lo que rebasa el límite de las matemáticas, y Condillac se revela incapaz de ir más allá del fenomenismo. Sólo Pi-

derot csale de sí mismo>,ª~ se coloca 1 . . la materia como sostén y cau d : e m~do ob3etivo y reconoce ~da sensaciones,. de donde el conocimiento resulta posible en la del b" e en que el su3eto se halla suborclinado a las le del ser, puestoy~~e eseº ;:t~ e~~e la r~flexión depende de las leyes . Y ~e inventa la palabra árbol. No se percibe un árbol sin ~ue se percib~ inmediata y constantemente al mismo tiem ces>.SG nudos, un tronco, No existe impresión sin causa e~te~~:::. l~s arboles no ~abría ár,boles.> ducen de esta posición materialista son ~s co~se:u~cias que se deabarcarlas todas y sin duda l , . infinitas, Diderot no puede por el siglo venid~o, pero ;n ª: :n~~ impo7ntes ~erán desarrolladas y la antropología concreta 'el p : a~ionru:in a teor1a del conocimiento el materialismo de Di"derot' d a o un - ental ha sido dado. Aunql,le di , 1 , e sus companeros el adjetivo de cingenuo>, la verdad e D' y con scipu os x:ierezca catarse él mismo, como se deduce (u~ iderot, y a veces sin. persalto heurístico sin precedentes en la a :ct~a de sus obras, dio un sujeto cognoscente y los objetos cono .d historia ~el conocimiento: el es el objeto, pero existe un sujeto-o~~ e~s se ~o unden. El sujeto no cognoscente es a la vez un eleme t ~ ~· ~. inversamente. El sujeto salir de sí mismo, al franquear su~ o e .º Jeto conocido, porque al de su naturaleza uesto u sensaciones, no supera los límites terminología act~:i diri'amqose pertelnece a la naturaleza del objeto. Con que a sensación lig8 1 . . e1 ser; separa al sujeto del ob. t a a conciencia con 1 es objeto, y al mismo tiem 1Je o~ en ~ medida en que el sujeto no del sensualismo, que la s~~sa~~ó::~id~ot fª d~scu~iert?, más allá mundo exterior, Y que en tal armoní o~iza a vida interior con el samiento se oponen· el ser . 1 a ra~ca el saber. El ser y el pen-. .b ' :Y e pensamiento se confund s d d , . en. on os atr~tos de una misma sustanc·a di ectica de nuestros días i ' ~o ra afirmar la psicología genética D' derot de .los últimos añds pero e concepto ya está implícito en el

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Com~º~=!;á 1;>;~~r~::~· ~a cort~za,

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La importancia del pens~miento de D'd . i erot para la historia de. la psicología es fundamental Se tr t d cología, que no se ocupó .directaª a te un pensador que no hizo .psicuya investigación en el campo ;-e~ e de anto?ología concreta, pero abrieron, de una manera u otr e ª lgno~eo ogia, Y sus conclusiones, negación, el camino de la tran~f:r:ac~' via de la ~rma;ión o de la experimental tal como la entendiera eloni ~e la psic~log1a en ciencia 0 presentante típico del siglo d 1 1 s XIX. Diderot es un regeniales que otros desarrolla ~ as uces, e hombre de las intuiciones Y de la cultura señala de un:an, y su por la historia del saber apreciación del fenómeno h vez p~r o. as un nuevo concepto en la logia, pero ésta le debe muc~~no. ~petrmos, no se ocupó de psicoque lo antecedieron y precedie= : ª \ qte a cenptenares de psicólogos . e iempo. ero no puede aban-

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donarse la historia de este momento excepcional del pensamiento sin recordar dos contemporáneos y amigos de Diderot, cuyo modo de pensar era común e~ los lineamentos generales: Helvetius y Holbach, los que intentaron sistematizar su concepción del hombre, en oposición a Diderot, en el que predomina el sentido de la complejidad del mundo. CLAUDE-ADRIEN liELVETIUS (1715-1771) pertenecía a una familia de médicos de origen alemán, de los que su abuelo fue el primero que se estableció en Francia. Durante su vida publicó una sola obra, De !'esprit, que fuera directamente condenada por sus tesis materialistas; su libro De Z'homme apareció un año después de ¡;u muerte, en 1772. Helvetius intenta fundar, asentado en el determinismo del mundo físico, una psicología y una moral experimentales, y el problema que plantea es el siguiente: En el espíritu, todo procede de la sensibilidad física; pero, por una parte, la sensibilidad física es idéntica en todos los hombres e inclusive en muchos animales, y, por.otra, vemos que hay gran diversidad de espíritus y que se diferencian como regla de nuestras acciones. Mas, ¿cómo puede nacer de una misma fuente tal diversidad? Helvetius la deriva de la mayor o menor capacidad de atención y de su orientación que elige los objetos a los cuales se dirige. Esta capacidad la relaciona con la pasión, pues «cuando uno deja de ser apasionado, se vuelve estúpido». La pasión, por su parte, se refiere a la búsqueda del placer y al alejamiento del dolor, o sea a la sensibilidad física, que así viene a ser el origen de la diversidad de los espíritus. De aquí que «la sensibilidad física sea el principio de sus necesidades, de sus ideas, de sus juicios, de su voluntad, de sus acciones»... porque «un principio de vida anima al hombre. Este principio es la sensibilidad física. ¿Qué produce en él tal sensibilidad? Un sentimiento de amor por el placer y de odio por el dolor: de estos dos sentimientos reunidos en el hombre y siempre presentes en su espíritu se forma lo que en él se llama sentimiento del amor por sí mismo. Este amor .por sí mismo produce el deseo de la felicidad; el deseo de 'la felicidad, el del poder, y este último da a su vez origen a la envidia, a la avaricia, a las ambiciones, y generalmente a todas las pasiones ficticias, que bajo nombres diversos se reducen en nosotros a un. amor del poder enmascarado y aplicado a las diversas maneras de procurárselo».ª6 El espíritu está, pues, vertido hacia afuera; todo depende de las condiciones externas, de que la educación no encuentre ninguna resistencia y pueda formar los espíritus a su gusto. El Tratado del hombre, casi íntegramente dedicado a demostrar el poder de la instrucción y en gran parte contra Rousseau, afirma que las pasiones del hombre dependen en algún modo de la naturaleza y organización fisiológica, pero las cree debidas a las circunstancias de su educación, o sea al sistema que les ha sido aplicado. Del mismo consenso materialista es PAUL THIRY D'HOLBACH, barón

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de Heese y de Léande (1725-1789), que, nacido en el Palatinado, pasó en París casi toda su vida. Fue amigo, anfitrión y protector de los enciclopedistas, que reunió en su palacio de la calle Saint-Roch; colaboró en los artículos de química de la Enciclopedia y publicó, espe. cialmente a partir de 1776, gran número de artículos antirreligiosos. La mejor tesis de materialismo francés del siglo de las luces aparece en el Systém.e de la Nature de Holbach, publicado en Londres en 1774; tiene sus antecedentes en el pensamiento de los jónicos (vid. parte primera, capítulo primero), y que expresa así: «El movimiento es un modo de ser necesariamente derivado de la esencia de la materia.» 37 Repudia a los físicos que a la manera de Descartes consideran a los cuerpos ' como inertes y han preferido para explicar su caída una causa exterior imaginaria, sin pensar en atribuirles una fuerza interna. Insiste contra el error cartesiano de la homogeneidad de la materia, de donde deriva su razón para demostrar la inexistencia de Dios y contra toda religión. En este sentido, el resto de la obra de Holbach es el proceso de la elaboración de una moral autónoma, independiente de las religiones positivas, ya que también el hombre es una mezcla de materia, «Cuyo ajuste se llama organización y cuya esencia es sentir, pensar y obrar». Holbach, que derivó fundamentalmente su materialismo hacia el campo de la ética, se mantiene, frente al hombre concreto, en la misma tesitura que Diderot y Helvetius; hay divergencias entre los tres, pero lo más interesante es el carácter común que aparece en el planteamiento del fenómeno humano: se trata de establecer que el • hombre es naturaleza, que la naturaleza es materia y que las leyes del espíritu son las leyes de la materia que lo estructura.

NOTAS l. Diderot, «Réfutation», en Oeuvres, t. II. 2. Vid. la nota 1 de la página 319.

3. Emmanuel Kant, Kritik der reinen Vernunft, 1781 4. Cf. I. K. Luppol, Diderot, México, 1940. 5. Naigeon, Mémoires historiques et philosophiques sur M. Diderot, Paris, 1821. 6. La expresión «deísta» fue creada por Shaftesbury para evitar confusiones en el uso de «teísta». «Deísta es el que cree en Dios pero niega cualquier revelación; el teísta es, al contrario, aquel que está dispuesto a aceptar la revelación y que admite la existencia de un DioS», Shaftesbury, I~quiry concerning virtue and merit, i745. 7. D'Alembert, «Discurso preliminar» de la Encyclopédie. 8. La más completa edición de sus trabajos es: Berkeley, Works, including many of this writings hitherto unpublished, with prefaces and annotations, life and letters and account of his phitosophy, por A. Campbell Fraser, 4 vols., Lon-


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don, 1871,. Y Oxford, 1901. Cuando citan;.os el ~ea¡~; utilizamos la edición bilingüe inglés-f:ancés, i!ublicada por Aub1er, rs:~culfy in the sciences, with the 9. cWherem ~e. chief ca~ses of ion, are inquired into:t (Dondfi! ae grounds of sce~tic~sm, atheism, and g de dificultad en las ciencias, 11 loa investiga las pnncipales causas de enor 11 d ,_ . l' "n) . . d l teísmo 11 e ... irre igw . fu.ndamentos del escepticismo, e ª 't 10. «Commonplace Book>, en Works, Loe. c1 . 11. En Works, Loe. cikt. T ·- d 1827 Y las sucesivas ediciones de 1836, 1856, 12 David Hume, Wor s, J.Nn on, • . 1874 .Y 1882, son la mejor recopilación de sus trabajos. . . . treatise of human nature», en Works, Loe. c1~. ~ H Hoffding Geschichte der neuren Philos~phie, Lips:ia, 18i~s1 1s' ~tema de Epicuro>, en Oeu.vres philosophiqu.es, ~n .;n•. 19ÍO . A Lan e 'Histoire du matérialisme, trad. Pommere' 16. F. . , g '·i:-•~alI''e» en. Oeuvres philosophiques, Loe. cit. 17. cD1seours preuuuu • 18. Ibídem. 19. h' Loe cit 20. Ibídem. «Traité de l'áme», en Oeutn'es P h'l t osop iques, . ,

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sur les aveugles:t, en Oeuvres completes, Loe. cit.

sur les sourdmuetteS», en Oeuvres completes~ Loe. cit. . «Apologie de de 1954. 34. Lenin, «Materialismo e emp11'1ocri ' l't Loe cit 35. «Éléments de fisiologie», en OOeu.vres c~mpise U~a edición moderna Y 36 Helvetius «De l'homme>, en euvres, ar ' .. . 1911 útil ~s la Choix' de textes et introduction, por J. B. Severac, Pans, . 37. Systeme de la na.tu.re, London, 1774. •31.

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LA FILOSOFfA DEL ESPfRITU Y LA Fil..OSOFíA CRiTICA

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CAPÍTULO

l. La reacci6n al materialismo: evoluci6n espiritualista del siglo XVIII. - Es a mediados del siglo xvm cuando se afirman y desarrollan las principales ideas de la Ilustración. Se suceden las polémicas y campañas violentas que trascienden al núcleo restringido de los eruditos, y las ideas renovadoras alcanzan el dominio público y provocan la reacción del Estado y de la Iglesia. Es el período cuando Hume, Montesquieu, Condillac, Diderot, d'Alembert, Voltaire, Rousseau, Adam Smith y Buffon publican sus principales obras, y el embate contra los «Prejuicios» cobra visos de herejía. En efecto, es imposible atacar las instituciones antiguas, el ordenamiento social, político, religioso y cultural sin tocar los poderes establecidos y los intereses creados. La filosofía como herencia escolástica, la ciencia como representación de capillas de eruditos, que fueran abandonadas por el Renacimiento, habían sido nuevamente adoptadas por el siglo xvm, y ahora, dentro del espíritu de renovación, se buscaba más claridad, más sencillez y, sobre todo, se procuraba centrar los temas del pensamiento en torno de la naturaleza humana como fenómeno desligado de la creación. La obra de los materialistas franceses, con La Mettrie a la cabeza, con Diderot como impulsador de la Enciclopedia, con Helvetius y Holbach como divulgadores, abre profundos surcos en la cosmovisión del siglo. Ya no se trata de discutir problemas planteados desde siempre y argumentar sobre detalles; se abandona la técnica escolástica revivida por el siglo anterior y se invierten los factores del conocimiento. Desde Platón, la gnoseología clásica partía desde lo alto para descender al hombre. Dios · era la causa primera, y de Dios a través de sus creaciones se llegaba al mundo y a sus problemas. La crítica agudá y sarcástica contra el . deísmo, aunque se disfrazara en Voltaire y Rousseau con aditamentos teístas, revelaba en todo momento la irrupción de un materialismo que, orgulloso, se proclamaba heredero de la mejor txadición jónica. 'El siglo de las luces, con sus representantes conglomerados en París, abandona los temas inaccesibles y oscuros, las discusiones metáficas : y teocéntricas, para centrarse en los problemas concernientes al hom-


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bre y su felicidad. Sin duda es un momento cuando todas las ilusiones antropocéntricas afloran con fuerza, tanto las enraizadas en el concepto de materia como en el de espíritu. La antropología concreta se vuelve nudo g~rdiano y el siglo XVIII psicologiza con la misma naturalidad que monsieur Jourdain hacía prosa sin saberlo. Aunque de hecho, y considerado superficialmente, el fenómeno parezca artificial, nada de eso hay en la transformación que se opera: la filosofía es a la vez causa y resultado del gran movimiento social que expresa, y la psicología, instrumento nuevo que se procura adaptar. La revolución social burguesa está en las conciencias; los pensadores del siglo xvnI pertenecen en su mayoría al tercer estado, a esa clase cuyo movimiento ascendente, comenzado desde mucho antes, alcanza ahora su punto más elevado. Árbitros de los negocios, manejando los ministerios más importantes, los burgueses imponen sus puntos de vista y sus ideas. Deseosa de resultados prácticos, poco dada a la especulación, esa burguesía aplaude a los filósofos que abandonan los sistemas en el afán de ser útiles y conceden a la práctica un papel que jamás tuvo en la historia. No obstante, esa misma burguesía, que llevará las ideas renovadoras del siglo a su mayor· exaltación con la Revolución francesa, se detiene aterrada por la fuerza y alcance de los hechos, y las entierra solemnemente con el XVIII Brumario. La toma de la Bastilla, Babeuf y la revolución de los iguales son la consecuencia y el reflejo popular del espíritu del siglo, representan hechos que concretan sobre el plano de la realidad social y humana la prédica de los filósofos de las luces, sober todo de aquellos que se adhieren al materialismo. Pero el ajusticiamiento de Babeuf y de sus secuaces, el «Petit caporal» transformado en triunviro primero, emperador después, son la negación burguesa de los ideales que ayudó a construir. En esa mitad del siglo que tantos cambios preanuncia aparece también en primer plano una especie de filósofo de formación clásica que, compartiendo los ideales de la burguesía, se atiene a los valores tradicionales en procurando adaptarlos a las necesidades del tercer estado. Afirmados en la tradición idealista, abrumados por un materialismo que reduce a su última expresión la aspiración de erigir en clase dominante a su grupo de extracción social, recelosos frente a las consecuencias prácticas que puedan derivar de la «naturalización» del hombre, prefieren acantonarse en un espiritualismo de nuevo cuño, que sin negar los progresos de la gnoseología separada definitivamente de la metafísica, más aún, adoptándolos, salve a Dios y a la Creación. Comprenden que su clase está llamada a sustituir a la nobleza y al clero en los poderes del Estado, pero al mismo tiempo recelan d-e la capacidad que demuestra para gobernar sin el apoyo eclesiástico. De este modo. paralelamente con la ideología materialista se desarrolla durante el siglo de las luces en Francia, y sobre todo en Alemania, una ideolo-

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gía moderada que no niega el progreso pero a la que asustan los cambios bruscos en su nombre, que aspira a transformacic°nes pero siguiendo las vías de la evolución y rechazando horrorizada la ruptura histórica de la revolución. No son reaccionarios con el sentido conservador del término, pero tampoco son revolucionarios y propugnan un equilibrio medio. Retornarán las consecuencias extremas del sensualismo a la integración espiritualista de un Locke, y junto a un La Mettrie aparecerá un Condillac, junto a un Diderot surgirá un Wolff, y la superación crítica estará representada por Emmanuel Kant. De este modo, sin grandes diferencias aparentes, a menudo a través de relaciones amistosas como las de Condillac y Diderot, de homenajes a la Revolución como los de Kant y Goethe, se erigen los fundamentos de la ideología que, estructurada en el siglo XVIII, servirá de excusa al Imperio napoleónico y a la Santa Alianza. Sus representantes más conspicuos, menos Kant, psicologizarán como fuera propio del siglo de Jas luces, pero su antropología concreta representará un re' torno al espiritualismo y tenderá a dar de nuevo al hombre un puesto en la Creación. Su tesitura es idealista y sus propósitos antropológicos enmarcarán a toda la psicología del siglo XIX. 2. El espiritualismo de Condillac. - El abate ÉTIENNE BoNNOT DE CoNDILLAC (1714-1778) nació en Grenoble, Francia, en el seno de una familia de magistrados. Destinado desde niño al sacerdocio, entró en el seminario de Saint-Sulpice, de donde regresó en 1740. Renunció posteriormente a la actividad sacerdotal y vivió en París donde frecuentó a los enéiclopedistas. Aunque su pensamiento recono~e en alguna medida el espíritu del siglo de las luces, sobre todo porque se afirma en la observación y ·en la experiencia para fundamentar el conocimiento antropológico, entiende que su función primordial es la defensa de los dogmas católicos. De esta manera, aunque reconozca el carácter primario y único de la sensaciones, antepone una reserva metafísica: los sentidos únicamente son fuente ocasional del conocimiento humano, y el alma, antes del pecado original, podía conocer sin su concurso. En resumidas cuentas, Condillac reconoce los sentidos como fuente del conocimiento debida a la incompletud humana provocada por la caída. El alma sería la razón primera de cualquier conocimiento Y su inmortalidad estaría asegurada por Dios, que la provee de instrumentos que escapan a nuestro intelecto. En 1746 publicó el Essai sur l'origine des connaissances humaines, de sus obras 1 la que más directamente nos atañe aquí y en la que desarrolla la tesis que acabamos de exponer. Condillac parte de la crítica de las doctrinas racionalistas del siglo XVII, a las que acusa de apoyarse en la «razón» como en un conjunto de axiomas, sin que dato alguno vaya más allá de ella. Encuen-


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t.ra que esta razón se ha formado en nosotros antes de cualquier re~e­ xión, pues «cuando comenzamos a reflexiona; ?º comprendemos com~ han podido entrar en nosotros las ideas y max1mas que dentro encon, tramos> 2 y sin percatarnos realmente de qué se trata, les da~os eL nombre' de' razón, de luz natural, de principios ,i~natos. ~sos filosofas no suponen que hay ideas que son obra del esp;r1tu, º: si lo suponen, son incapaces de encontrar su génesis. De aqu1 que, ignorando ~que nuestros errores proceden de que nuestras ideas han sido mal hec as>, ' i·co· medio de corregirlas es rehaciéndolas>. Este no sepamos «que el un · . ataque preliminar se refiere tanto a Locke como a Descartes, ~ues SI bien Condillac es~á de acuerdo con Locke en u? P1;1?to e~encial:. la existencia de ideas compuestas formadas por combma~ion de ideas Sllllples, le reprocha cque tan pronto ·el alma recibe las i~eas por los. sentidos, pueda a voluntad repetirlas, componerlas y m1rB;1"las, ?aciendo con ellas toda clase de nociones compuestas, pues,. ·en la mfanc1a, constantemente experimentamos sensaciones mucho tiempo antes. de sacar de ellas ideas».ª No obstante, discípulo al fin di; Locke, Co~d~l~ac procura mantenerse en el terreno de la descripcion Y del ~ahsIS, ~~ro, afirmando contra el materialismo lo esencial de la doctrJlla católica, termina por proponer como único objetivo el estudio del alr;1~ en su unión con el cuerpo, pues considera que este es~~o es el u~ico que la experiencia puede alcanzar. Influido por la fis1ca newtomana, en cuanto se esfuerza por descubrir para el espíritu un equivalente de la ley de la gravitación del mundo físico, Coi;dillac pone c?~º problema antral del Essai el del lenguaje en relacion con el esp1ntu, Y por lo c ismo como hará después en su Lengua del cálculo,4 se propone no m . ·' · hacer defin"1c10n, nmguna . m áxima: sino . admitir• previamente nmguna nacer todas las verdades de la operación del cálculo. Aqm se nos presenta menos alejado de lo que podría supo~erse del. ;>escartes que tanto ataca del Descartes de las Regu.lae, quien tambien buscab~ en las propied~des de las cnaturalezas simples> la razón de sus combmaciones en naturalezas coi:npuestas. Pero el simple. de Coi;dil~ac es muy diferente del simple cartesiano; se trata «de las ideas mas sunples qi:e los sentidos nos transmiten>,11 especie de ma~eria i:°erte para el e~i,. ritu que las combinará. Para Condillac, ~a idea sunple, con el si::, fijo unido a ella -su naturaleza in~erna importa tan ~?co quetalu ue ver azul lo que otros ven verde, sm que haya confusion con 1 q t . · convengamos en llamar verde al color de los prados-, es ~ e. em~~' que, por su naturaleza e independientemente de la e:ci>enencia Y ' uso, no convoca ni exige enlace alguno con tal o cual idea, porq~e cno:, hay nada que pueda ayudamos a reflexionan, ya que todo consiste .en. csaber formar estos enlaces conforme al objeto propuesto y a las dc1f,;, cunstancias en que se encuentre>.~ Para eso, naturalmente, se e .· multiplicar los puntos de unión con el mundo exterior, o sea

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conocimiento ~umano se explica a través de la objetivación de las impresiones recogidas por los sentidos, y la objetivación por medio de maneras de ser puramente subjetivas. Se trata, en reswnidas cuentas y como afirma en el Traité des sensations, 7 de mostrar siempre que una operación psicológica, por compleja que sea, es siempre asimilable a una operación más simple, y esta última, a una más simple todavía. Tanto es así que Condillac termina por encontrar en el intelecto una operación psicológica, por compleja que sea, es siempre asimilala conciencia nos da conocimiento de nuestras percepciones «como refiriéndose, a pesar de su variedad y sucesión, a un ser que es continuamente el mismo en nosotros>.ª Estas reflexiones llevan a Condillac a un punto de vista completamente opuesto al de sus contemporáneos materialistas, pues considera que la sensación, elemento originario de las facultades mentales, se ubica en el orden del espíritu, que es completamente diverso al orden material. La decisión es brusca inclusive dentro de la secuencia de sus razonamientos, porque· tropieza con el problema del psiquismo animal. Pero la dificultad no lo amilana, pues también lo ubica en el orden espiritual. En el Traité de.s animaux 9 muestra qué mecanismos similares a los humanos los llevan a una vida psíquica rudimentaria, que la memoria y sus juicios son sumarios, pero, en fin de cÚentas, son memoria y juicios y, por limitados que resulten, superan las restricdones de la materia. Más aún, un cierto lenguaje existe entre los animales, aunque rudimentario y limitado a necesidades simples. Por consiguiente, no encuentra heterogeneidad radical entre instinto animal y razón humana, y menos que la aparición del lenguaje signifique ·una ruptura de continuidad. La diferencia está en que el lenguaje humano, desarrollado con posibilidades infinitas, permite al hombre elevarse hasta Dios. Se trata de un lenguaje superior que es una y misma cosa •:on el pensamiento reflexivo. Y de este modo, dentro del ·sistema de Condillac, el lenguaje adquiere sentido particular. En efecto, las sensaciones contienen todas nuestras facultades, y el empleo de signos :.-el lenguaje- las extiende, de manera que entre análisis y lenguaje descubre una identidad profunda que sintetiza afirmando que la única '.manera de desarrollar el primero es desarrollando el segundo. Es así como la cuestión de una «lengua bien hecha> ocupa fundamentalmente el interés de Condillac, que concreta y explica en su Logique io y en Le langage du calcul,11 donde concluye que, por ser una ciencia una ~engua bien hecha, esta lengua es la matemática misma. Aquí está implícita una dirección espiritual que a principios del siglo XIX desarrollarán especialmente en Francia e Italia los llamados ideéslogos y que, de una manera u otra, encontramos en las fuentes del empirismo ló' o del Círculo de Viena, ~n nuestro siglo, y en la lógica simbólica de . estros días. Condillac creía que era más difícil aplicar el análisis a


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la metafísica; que para él significaba teoría del espíritu, que a la matemática, y que la insuficiencia provenía de «la naturaleza de nuestros·. idiomas, que, para cualquier otra cosa que no sean los números, nos dan nociones mal determinadas».12 El gran esfuerzo reflexivo de Con.. dilla:c, y que no alcanzó a llevar a sus verdaderos niveles, fue en rela• ción que el yo. Su teoría presenta ambigüedades con respecto a su naturaleza, espiritual u orgánica, y al destacar de manera casi exclusiva las sensaciones en sus relaciones con los objetos, deja en cierta manera al núcleo de su espiritualismo un poco a la deriva, o sea que no da cuenta de la capacidad de reflexión y de retorno sobre uno mismo que posteriormente Maine de Biran se empeñará en poner de relieve con plena autonomía de las condiciones fisiológicas. En suma, Condillac espiritualista se queda a mitad de camino, ligado como está su pensamiento psicológico originario a los determinismos materialistas de la época, y cuya elucidación será el empeño de Cabanis. 3. Los ideólogos y la psicofisiología de Cabanis. - La ideología es un movimiento filosófico nacido de Condillac, y cuya edad de oro comienza en las postrimerías del siglo xvm, o más precisamente en 1795 con la fundación del Jnstitute de France, cuya segunda escuela es la Academia de Ciencias Morales y Políticas. La Academia comprende a todo el grupo de los condillacianos, partidarios de Napoleón y que simpatizan con el golpe de estado del 18 de Brumario, tanto que varios de ellos se convierten en senadores o tribunos. Posteriormente, algunos ideólogos se oponen a Napoleón, y en 1803 la Academia de Ciencias Morales es suprimida como represalia. En cuanto al contenido filosófico de sus doctrinas, ocupan un lugar intermedio entre la filosofía del siglo XVIII y el positivismo.is En realidad no hubo grandes pensadores entre los ideólogos, que en su mayoría son escritores mediocres y apegados a las peores tradiciones del siglo de las luces. Se puede decir que su iniciador Condillac es la única figura de relieve del movimiento, que representó durante la época de la Revolución y del Imperio al análisis de las ideas fundado en la observación de los fenómenos y con el sentido que hoy entendemos como psicologismo. A este· grupo pertenecía el médico PIERRE JEAN-GEORGES CABANIS (1757-1808), íntimo de Destutt de Tracy, figura más saliente de los ideólogos muerto Condillac. En sus estudios, Cabanis puso de manifiesto la ambigüedad de la doctrina de Condillac en relación con la naturaleza del yo y asentó que las ciencias naturales deben comprender el estudio del hombre, y que los problemas morales, hoy decimos psicológicos, pueden ser aclarados por el estudio de los· fenómenos físicos. De aquí que se proponga fundar una nueva ciencia del hombre, que concretara en las doce memorias que leyera en el Instituto entre 1795 y 1796, para publicarlas en 1806 con el título de Relaciones

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. entre lo físico y lo nwral del hom.bre. El contenido de estas «me: ?llOrias», sobre todo de las seis primeras, refleja claramente un sentir • propio de la época: constituir ciencias morales que, con la mismas cer. tidumbre de las ciencias físicas, proporcionen base suficiente para una moral independiente del dogma y que tuviese como finalidad la felicidad individual considerada como indisolublemente unida con la fe.· licidad colectiva. Cabanis comienza por destacar que el hábito del siglo XVIII, sobre todo de Helvetius y de Condillac, ambos demasiado ignorantes de fisiología, de separar el estudio de las facultades huma' nas de sus relaciones con el cuerpo vivo, cierra la puerta a la posibili. dad de cualquier certeza en la materia. Su problema es conferir al análisis la seguridad que le falta y que logrará, piensa, en su unión con la fisiología. Pero, lejos de ser esto una concesión al materialismo, representa para él una solución metafísica, que defiende al afirmar, en el «Prólogo» de su Relación: «Alguien parece temer que esta obra tenga como fin o efecto el trastornar ciertas doctrinas y sustituirlas por otras relativas a la naturaleza de las causas primeras ... El lector verá frecuentemente e~ el curso de esta obra que miramos estas causas como colocadas fuera del alcance de nuestras investigaciones y como definitivamente alejadas de los medios de investigación que el hombre · recibe con la vida.» Cabanis, por lo demás, está de acuerdo con todos los que han visto en la sensibilidad física la fuente de las ideas y de los hábitos ·humanos, y de aquí que admita como único principio de los fenómenos la facultad de sentir, que considera coi:no dato inicial: «Nos formamos, ideas sobre los objetos únicamente gracias a los fenómenos observables que ésos nos presentan: su naturaleza, o su esencia, sólo puede ser para nosotros el conjunto de esos fenómenos.» Pero ocurre que, admitido el principio, no hay entre los filósofos acuerdo unánime: unos pueden pensar, con Condillac, que todas las determinaciones de los animales son producto de una elección razonada y, por consiguiente, fruto de la experiencia; otros piensan que muchas de estas determinaciones no pueden ser referidas a ningún tipo de razonamiento y constituyan, por encima de la voluntad de los individuos, los instintos. Condillac niega las operaciones del instinto, que procura explicar por las funciones del razonamiento, con lo cual entra directamente en el camino de admitir una causa activa diversa de la sensibilidad. Pero es claro que, estando la sensibilidad exclusivamente destinada a producir juicios, los impulsos vitales (digestión, circulación, secreción de humores, etc.) deben ser referidos a este principio activo. En suma, la preocupación cardinal de Cabanis es distinguir en las operaciones de la inteligencia y de las funciones orgánicas, de manera neta, lo que corresponde a unas y a otras. En este aspecto, le cabe el gran mérito del estudio de las sensaciones internas como función de la actividad cere-' bral, y ·que denomina cenestesia, englobando en una sola función lo


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que hoy separamos como sensibilidad interoceptiva Y, propioceptiva. Su observación de que esas sensaciones so¡:i la mayona de las veces inconscientes, y que corresponden.ª impulsos v!t:a~es, le prueba q':e no r ar la vida psíquica por el anabsis de las sensaciones se pued e exp ic • d t 1 1 d lo ternas tal como lo hiciera Condillac, y asi es aca e pape e :Ue defue como sensibilidad sin sensación, difere~:e: por ?~ª parte, de la irritabilidad. Concluye, pues, ~ue la sensib~idad fisica es ;l último término del estudio de los fenomenos de la vida Y que el analisis de las facultades intelectuales y de los afectos. ~el alma nos lleva h. ella. En otros términos, esto· significa que lo fis1co . y l~ moral se confunden en su fuente. La ambigüedad. entre el yo mtehgente Y e~ orgánico, que tanto obstaculizara a Cond1llac, q~~da supe~ad.a. Pero s1 de estas consideraciones una conclus1on materialista, como esperamos r t alabra podría pensarse dado el contexto fisiológico, natura 1s a, en ~a P • 14 rlel pensamienti> de Cabanis, estamos equivocados. ·Por m~s que Cabanis deba muchísimo a La Mettrie, a Diderot, a Mauper:Uls, su. pe°:amiento fundamental no excluye la idea de una causa prrmera mtehs t p su punto de vista el problema de la inmortalidad del alma ' ·d d del gen e. .ara . · · d 1 implica al de saber lo que fundamenta e1 pnnc1p10 e ~ ~n~ a · · te ·Se lo debe atribuir a un origen central y umco, o es la serulvitanv1~: d~ ias funciones de los diversos órganos? Si fuese el segundo t · 1 que le dio res · .. 1 yo no podría sobrevivir a 1a organizac10n ma ena . ~~~ ; el alma perecería con el cuerpo. De dond~ atribuye ese prm. ·' a fuente central que irradia sus ·particulares a todos los c1p10 a un .• E t f propia de órganos, y que sería, en suma, una emanacion. ~ ~ uei:za? . cada viviente, aparece en Cabanis como una actividad un~ca, ~nim~­ dora de todo el universo, o sea una causa prime:a. que es mt~hgencrn y voluntad. Todo su pensamiento se reduce, en últrma insta~:::1a, a u~ monismo que, con el sentido que diera W olff a esta exp~es1on po~ e creada, cae en el idealismo. Idealismo monista porque adnute la unidad del mundo, la existeneia del absoluto, la inteligibilidad ese~ci~l. del ser, el caráctei: puramente aparente y supe~cial de la multiphc1dad .. sensible, de la individualidad y de la duracion.

4 Christian Wolff, discíP1.1-lo y divulgador de Leibniz. - ~ ~nto \ ue ·en Francia el siglo de las luces había desarrollado el movrmien~ : q ndular del pensamiento que acabamos de consid~rar, ei:; Aleman~ ~~minaba la filosofía de Wolff, que había dado particular import:1nClll-: a la psicología y provocó, en una época poco inclinada al e~t.ud1~ d los problemas metafísicos, un interés p~rticular. por los estudios ps1c lógicos que de haber continuado, habria por cierto llev~do a gran~e~· resultados. CHRISTIAN WoLFF (1679-1754) es, entre los ~loso~os nota el!. de su tiempo, uno de los pocos que enseñaba en las unr-:ers1dades, Y aquí que sus libros sean cursos y manuales. En sus lineas general

la doctrina de Wolff, discípulo y vulgarizador de Leibniz, está al margen del movimiento que se desarrolla en el siglo xvm; sin embargo, es su obra la que pro.Porciona al pensamiento alemán el lenguaje pro' son grama y metodos que hasta Kant habría de utilizar. Sus trabajos .una serie de tratados escritos primero en alemán, después en latín,15 de los cuales nos interesan fundamentalmente Psychologia empirica y Psychologia rationalis, publicados, respectivamente, en 1732 y 1734. No obstante su adhesión al espíritu y a la letra del pensamiento de Leibniz, la enseñanza de Wolff está de algún modo empapada del espíritu de las luces, tanto que retoma algunas tesis cartesianas y de pensadores franceses del siglo xvm, que dan a sus ideas el carácter de un determinismo intemperante que le valió la. expulsión de su cátedra de Halle bajo el emperador Federico Guillermo, y que recuperará finalmente, después de haber enseñado en Marburgo, bajo Federico el Grande. Por esto, por el entusiasmo que siente por la filosofía china, que los misioneros jesuitas habían dado a conocer, su pensamiento puede ser considerado como el reflejo más coherente de las concepciones más corrientes en la Europa central de entonces. Por lo demás, aunque discípulo fiel de Leibniz, no lo interpreta dogmáticamente, y en todos sus tratados metafísicos Wolff es mucho más moderado que su maestro, lo cual representa, desde el punto de vista de la psicología descriptiva, una ventaja notable. · Wolff, que sufriera el ataque de los pfotitas, afirma la existencia de una moral independiente de toda creencia en Dios, por lo cual procura encontrar reglas de acción válidas aunque Dios no existiese. Esta actitud definida acerca de la cuestión arraiga en el concepto de su filosofía. La filosofía, dice, tiene por fin la felicidad; que el hombre obtiene mediante un conocimiento claro, aunque se debe especificar que la «claridad» de W olff se refiere únicamente a cierto orden y disposición regular de los pensamientos y no a la claridad intelectual que proclamara Descartes. Wolff considera el alma como una sustancia simple, cuya peculiaridad más importante residiría en su capaeidad de poderse . imaginar el mundo, que sería \L'l reflejo del alma, y no las cosas refle_jándose en ella, como afirmaban los sensualistas. Sin embargo, el «alma» de Wolff no goza de perfección absoluta: está unida al cuerpo y se r.esiente de esa unión; por consiguiente, su visión del mundo sufriría de tal dependencia y no sería indiferente a los cambios biológicos de ,9ue son objeto los miembros y los &-ganos sensoriales. En la Psyclw~ia empirica, W olff acude a Descartes, y como éste hace derivar la idstencia del yo de la conciencia, concepto que con él se introduce or primera vez en el pensamiento alemán. La concien¿ia sería una ~tividad propia del alma, de manera que se podría definir el alma omo el ens, el ente que la conciencia posee. En su búsqueda de un to de partida para la psico1cgía empírica, Wolff descubre que está

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en la conciencia que tiene como ente al alma. En efecto, sin ella le resulta inconcebible la actividad del alma. Pero el racionalismo de Wolff es limitado y n9 considera que todas las actividades del espíritu, como por ejemplo la imaginación, sean conscientes, lo cual lo lleva a distinguir entre las imágenes de conciencia y las otras; tanto unas como· otras llevan ínsito y con sentido lato el antiguo concepto de percepción. De aquí que lo único que debe ser entendido con sentido lato es el concepto de conciencia psicológica, porque si «prestamos atención a nuestra alma», dice ·W olff, somos a la vez conscientes de los objetos percibidos y «pensamos», o sea que al poseer «pensamiento» poseemos «mutaciones del alma de la que ella misma es consciente». Cuando dormimos, o despiertos no pensamos, carece~os de conciencia; este concepto limitado a las actividades psíquicas desarrolladas en condiciones de vigilia o de atención contiene, a la vez, los significados de conciencia de algo y de conciencia de sí mismo. De la conciencia de algo derivan las imágenes del sentido externo, y de la de sí mismo, las del sentido íntimo. Tanto unas como otras pueden ser oscuras, de manera que no alcancemos a distinguir lo imaginado de los otros objetos. Pero cuando son claras podemos hacer la distinción, y en el sentido de Wolff somos conscientes. Estas distinciones, que en la perspectiva histórica nos parecen simplificaciones groseras, representaron, en su tiempo, un impacto, y tanto que la terminología de Wolff y su actitud mental pasaron del pensamiento filosófico al popular, en el que todavía sobreviven. La filosofía de W olff tuvo gran éxito: invadió en su momento las cátedras y alcanzó a los círculos mundanos cultos. Diderot alaba su ontología en la Enciclopedia, y Kant inicia sus críticas so pretexto de escapar al dogmatismo wolffiano. Pero de hecho, y en la perspectiva del tiempo, la mayor contribución de Wolff a la psicología es la de haber sido el primero en emplear el término para la denominación de obras específicas: Psychologia empírica y Psychologia rationalis. En efecto, la palabra «psicología» apareció en el siglo xvI, probablemente creada por Melanchthon, pero no adquirió valor de uso corriente hasta mediados del siglo XVIII, a pesar de los numerosos trabajos realizados sobre el mecanismo del pensamiento y sobre, el origen de las ideas, hasta que Wolff hablara de «psychologia empirica» y «psychologia rationalis», seguido en dicho uso por Kant. Pero la verdadera popularización del término tiene apenas cien años, probablemente después que en Francia Maine de Biran lo empleara en sus obras. 5. Tetens, o las exigencias metodológicas de la psicologfa exp€rimental. - Es a partir de Christian W olff cuando la psicologla especulativa Y la empírica comienzan a diferenciarse y se hace cada vez más evidente la exigencia de una «psicología empírica> bien fundamentada. En efecto, Wolff había desarrollado dos caras de la psicología: la ra-

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cional y la empírica, y fue decididamente hacia esta última que a fines siglo xvm comenzó a orientarse la atención de los filósofos y hasta de los escritores populares. Tanto es así que parece justificarse hacer aparecer los comienzos de la psicología experimental en dicho período. Por la misma razón, Max Dessoir H! hace culminar la «psicología científica» en los años 70 del siglo xvm, y en particular con la obra de Tetens Philosophische Versuche iiber die menschliche Natu:r und ihre Entwicklung, publicada en 1777. JoHANN N1coLAs TETENS (1736-1807) fue primero profesor de física y de metafísica en la Academia de Rostock, después de filosofía y de matemáticas en la Universidad de Kiel, para concluir sus dÍas en Dinamarca, donde se dedicó a 1a administración pública. Fue hombre de grandes y múltiples actividades y de capacidades muy versátiles. En el momento cuando Tetens se interesa por los problemas psicológicos, que en Alemania habían suscitado grandísimo interés, prevalecían en ese país tres corrientes. Unos seguían las ideas de Wolff, otros las combatían y otros, con sentido ecléctico, procuraban reunir las diversas opiniones. Eran notables en ese tiempo las escuelas de los llamados psicólogos populares, como Mendelssohn; de los materialistas, y de los filósofos empíricos no materialistas, como Beausobre, Platner, etc. La mayoría de estos pensadores se atienen, como punto de partida de sus investigaciones, a la Psychologia empírica de Wolff y siguiendo un método que no era completamente especulativo ni experimental. Pero lo cierto es que la psicología era reconocida por todos, y Zimmermans podía escdbir: «Es un hecho que en nuestro tiempo todos los verdaderos filósofos predican que, entre todas las ciencias humanas, la más: útil, y todavía en nuestros días la más imperfecta, es el conocimiento del hombre.» 1 1 Sin embargo, no estaba aún de acuerdo sobre los límites de la psicología, y especialmente sobre el carácter que la distingue de la lógica. Fue una época cuando se discutieron problemas importantes con respecto a la naturaleza y al método de la psicología, y entre ellos el que llega casi hasta nuestros días, de si la psicología se debe adscribir a las ciencias filosóficas, o sea si debe ser parte de la metafísica, o de las ciencias físicas. Los filósofos de cuño antiguo apoyaban la primera de esas opiniones; los jóvenes, más empíricos, favorecían la segunda. Además, aparecen las primeras tentativas que se hayan hecho de una psicología experimental tal cual la concebimos hoy. Esta idea completamente nueva se le debe a Tetens, que se acerca en p~pte a las teorías de Wolff, pero que se separa de él en muchos puntos/fe-, tens divide, como Wolff, las representaciones en las dos clases del sentido externo y del sentido interno, subdividiendo estas últimas en representaciones de dolor y de placer, y en pensamiento y en voluntad. Pero una diferencia muy notable entre ambos se observa especialmente en la doctrina de las sensaciones, tanto en las consideraciones generales

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como en el método de investigación. En este dominio, Tetens i~tuye los resultados de la fisiología moderna de los sentidos. Las sensaciones póstumas, tan poco claras en las explicaciones de los. wolffianos, las r~­ duce a la duración de la excitación, citando el eJemplo del .carbón encendido. que, hecho girar rápidamente, aparece . como una cmta ~e fuego. Sobre las sensaciones realiza algunos exp?rrmentos. Y da me?idas cronométricas sobre la duración de las sensaciones luminosas, acusticas y táctiles. De este modo, Tetens se separa e~ gran ?arte de, todas las escuelas entonces dominantes y sigue una via propia, funda_n~ose principalmente sobre la observación d~ l?s hech~s. Rechaza la h_ipo~e­ sis materialista de que los procesos psiqmcos e~uivalen a las exc1:aciones cerebrales. Su razón estriba en que no solo se sustraen a~i ~ la observación, sino que también carece de cualquie~ valor e~pll:at1vo. Sin embargo, no la rechaza como doctrina naturahs.ta, cons1deran~o~a un óptimo medio de investigación fisiológica ..•como form8: de la actividad representativa, Tetens señala la percepc1on, la fa?tasia Y l~ fuerza poética. La percepción abarca todas las represe?tac1o~es sensibles, la fantasía las reproduce según las leyes de la coex1stenci~ Y, de la semejanza, y la fuerza poética independiente ~rea nuevas rmagene:i "'! representaciones. Pero las tres son solidarias y se puedep. considerar como grados diversos de una misma actividad fundamental. Las representaciones, 0 «:imágenes de la memoria», son de~nidas por _Tetens como «:huellas dejadas en el alma por las mo~ificacio?e~ que esta ha sufrido»; el. sentimiento, como la modifi.cacion subJetiva del . alma causada por una impresión dada, y la voluntad, coi:no. e~ determmarse del alma en una manifestación activa. De, estos principios fund.amentales, Tetens parte para especulaciones mas ele~adas, a~i;qu~ siempre profesó como principio el abstenerse de confundir las hipotesi~ con los hechos de la experiencia. De este modo, en torno de las cuestion.es del alma entonces muy debatidas, Tetens es del parecer que las mvestigaclones psíquicas deben enfrentarlas, pero nunca comenzar por ellas. d · d b d la~ ·En la época de Tetens hubo una fuerte te? enc1a .e a an onar ~ cuestiones metafísicas, tend.encia que dependia de vanas causas, .~ntr: las cuales fue grande el influjo de la filosofía inglesa, ~u~ contri ~yo a resaltar la psicología empírica. Estas tentativas de consh:~ir una ?s~co­ logía completamente desvinculad3; de los sisterr:as metafisicos _Y umcamente basada sobre la observacion y el experimento, no. tuvieron por el momento gran fortuna. En Alemania apen~s . aparecieron grandes ' r la actividad del pensamiento fue casi completamente absor• 1 oso os, t · u puesto f:l bida por las cuestiones metafísicas y la psic:i1o~ia re o~o a s . .. entre las ciencias filosóficas, sin que se le anadiera la importancia que se le daba a la técnica del conocimiento. La verdad es que en. Alema .... nia, a partir de Tetens, se debe esperar hasta Herbat, en el siglo XIX,

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para encontrar un filósofo' que se ocupe de manera particular de la psicología. 6. Kant y las condiciones del con.ocimiento. - Todo el período precedente, Y que va desde el tercer decenio del siglo xvm hasta el final de éste, o sea de los primeros escritos de Wolff a los últimos de los sensualistas franceses, estuvo casi exclusivamente ocupado por minuciosas investigaciones. psicológicas. Si la historia del pensamiento se pudiera dividir en períodos sintéticos y períodos analíticos, el siglo xvm se poa:ía definir como .período analítico. En el período anterior, Leibniz hab1a · destacado la complejidad de los hechos psíquicos y la insostenibilidad del concepto metafísico cartesiano de que por hechos conscientes se debe entender ·sólo los procesos del pensamiento propiamente dicho, o sea de la inteligencia. De este modo, puso a los psicólogos en el camino de •un análisis de las sensaciones quej sin embargo • Y como vimos, se agoto en sus primeras tentativas con Tetens. Tanto en Alemania como en Inglaterra, donde se continuaban las tradiciones de Locke y de Hume, la psicología empírica hizo grandes progresos. El estudio de las sensaciones, de las asociaciones de ideas, ponía poco a poco en claro el complicado mecanismo de la vida psíquica descomponiéndolo en sus primeros elementos. Además, tantQ en Alemania como en Inglaterra y en Francia se comenzaba a notar Ja importancia de los fenómenos fisiológicos que acompañan a esos proc~sos psíquicos importancia que se debe sobre todo a las concepciones materialistas'. Pero a pesar de estas investigaciones y de los resultados bastante buenos a que llegaban, quedaba por resolver el problema que era más de índole filosófica que empírica, de cómo conciliar la ~ultiplicidad de los fenómenos psíquicos con el concepto de una actividad interna permanente, fija, qúe quedaba como contraseña de la identidad del indiv~o consciente bajo las variaciones continuas de aquéllos. Leibniz ~a~1a demo~trado que el alma es continuamel?-te activa, pero no había 1nd1cado cuales son las formas generales de su actividad. Sus sucesores se habían atenido a este concepto sin ampliarlo y profundizarlo. Vimos ····como, junto a la «psicología empírica>, los wolffianos desarrollaron también la «racionab, que era como la filosofía de la primera. Los filósofos ingleses, por el contrario, se ocupaban poco de la sustancia psí: quica Y se atenían casi exclusivamente a los fenómenos de la conciencia. Con la «psicología racional>, los wolffianos procuraban demostrar que la identidad del yo pensante en todos los fenómenos fuese una propiedad de la sustancia pensante. Éste es el momento preciso cuando en la historia de la psicología irrumpe el menos psicólogÓ de los pensadores del siglo xvm, el alemán IMMANUEL KANT (1724-1804) sobre ~uy~ vida y p~nsamiento estrictamente filosófico nada decimos ~or demasiado conocidos y por estar al margen del desarrollo de la psico-


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logía. 18 Kant sostiene que considerar la identidad del yo como propiedad de la sustancia pensante es un paralogismo porque en último análisis, esa id~ntidad no es otra cosa que un a~to del ~ensamiento mismo, Y no hay razón para declararla propiedad de una sustancia cualquiera. Sostiene, además, que sólo podemos tener una noción de los fenómenos de la conciencia, mientras que de la sustancia psíqUica no conocemos nada; de la misma manera que sólo podemos tener una ciencia de los fenómenos físicos y no de la sustancia que se supone está debaj,o de ellos. Más allá del sujeto absoluto, o sea del yo pensante, segun Kant no podemos ir. Con esto, Kant demuele la psicología racional, a la que no le queda otro oficio que el de indicar a la razón los límites que jamás podrá traspasar, manteniéndose así a igual distancia del materialismo y del espiritualismo, y sirviéndose .a lo sumo del concepto de alma solamente como de un principio directivo para las investigaciones exactas. Podía, por consigi.liente ser una «discipl~a>, pero nunca una «Ciencia>. No era mucho meJor la suerte que, segun Kant, esperaba a la «psicología empírica>. Tampoco ella podía esperar convertirse en «ciencia>, porque los hechos internos son tan fugaces e inciertos que se sustraen a cualquier determinación exacta, y, por consiguiente, es imposible aplicar a los procesos psíquicos la matemática y la experimentación. Esta sentencia del gran filósofo de Koenigsberg fue por muchísimo tiempo el mayor obstáculo al desenv?lvimiento de la psicología experimental. La psicología empírica deb1a, pues, contentarse con ser descriptiva, o sea de alcanzar a conocer los fenómenos psíquicos mediante la observación de nosotros mismos y de los demás, y de describirlos sin pretender dar una verdadera explicación. Pero a pesar de su escepticismo con respecto a la importancia y al oficio de la psicología, Kant logra establecer un concepto teóricocognoscitivo tan importante que tuvo de inmediato gran influjo sobre esa ciencia. Como Leibniz había conciliado las ideas espiritualistas de Descartes con las empíricas de Locke, así Kant .decidió conciliar las teorías de los wolffianos con las de los asociacionistas ingleses. Los leibnizianos Y los wolffianos explicaban la unidad de la conciencia como una propiedad de la sustancia pensante; los asociacionistas' como Hume, se ateruan a la pura experiencia y, por consiguiente, no daban ninguna explicación de ese problema. Kant rechaza el concepto de sustancia, del cual no podemos saber nada, pero por otra parte no se contenta con la simple explicación empírica de los asociacionistas. Para él .}as . . ,. ' sensaciones constitu1an la materia de la conciencia, o sea el substrato necesario para cualquier forma del pensamiento. Pero por sí solas no bastan para explicar el desenvolvimiento de los procesos conscientes; de aquí que las sensaciones deben ser ordenadas y que este ordenamiento sea obra de una actividad interna que K~nt llama la

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forma del pensamiento. Pero tenemos dos formas, una para los datos del sentido, y es la intuición sensible; la otra, por el contrario, se refiere al intelecto y está constituida por los conceptos. La primera se subdivide después en los conceptos de espacio y de tiempo. Todas estas formas expresan la síntesis interna que sufren los datos de la experiencia. Con este concepto, Kant se puso fuera de la psicología atomista, que constituía el fundamento del empirismo, y fuera de la psicología espiritualista, de la ·cual hasta entonces habían salido la mayor parte de los sistemas idealistas. Contra el empirismo, que consideraba la unidad del espíritu como simple resultado de las impresiones físicas, Kant afirma la unidad del espíritu como carácter fundamental de la vida psíquica y que no se puede explicar por ninguna acción externa; contra el espiritualismo, que había visto este carácter fundamental, pero lo quería reducir a una sustancia mística colocada detrás de la conciencia, afirma que nuestro conocimiento no nos puede llevar más allá de las formas y de las leyes fundamentales de la vida psíquica, tal como se presenta en la experiencia. 19 Aunque Kant no dio un análisis psicológico completo de sus conceptos fundamentales teóricocognoscitivos, impririlió una nueva orientación a las cuestiones más generales y fundamentales de la psicología de su tiempo, que será retomada y desarrollada en el siglo xrx por la psicología experimental.

NOTAS l. Condillac, Oeuvres completes, en ÍG vols., París, 1882. Las citas del Es.sai las realizamos sobre la edición Lenoir, Pari..$, 1924. 2. Essai, edición Lenoir, Loe. cit. 3. Ibídem. 4. En Oeuvres completes, Loe. cit. 5. Essai, edición Lenoir, Loe. cit. 6. Ibídem. 7. En Oeuvres completes, Loe. cit. 8. Essai, edición Lenoir, Loe. cit. 9. En Oeuvres completes, Loe. cit. 10. Ibídem. 11. Ibídem. 12. «Logique», en Oeuvres completes, Loe. cit. 13. Vid. P. Alfaric, .Laromiguiere et son école, París, 1929, y cf. José Ingenieros, Emilio «Boutroux y la filosofía universitaria en Francia&, en Obras completas, Buenos Aires, 1939. 14. Algunos autores, entre ellos Fernand-Lucien Mueller: Histoire de la Psychologie, Loe. cit., inter:pretan erróneamente este aspecto del pensamiento de Cabanis, que les parece innegablemente materialista. 15. Las obras completas de Wolff comprenden los tratados: Verniinftige Gedanken von Gott, der Welt, und der Seele, auch allen Dingen iiberhaupt (1718), Vl!TTllÜ.nftige Gedanken von der Menschen Tum und Lassen (1720), Vemiinftige Gedanken von dem gesellschaftlichen Leben der Menschen (1722), Philosophia


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rationalis sive logica. (1728), Philosophia. prima sive ontologia. (1729), Cosmologia. genera.lis (1731), Psychologia. empirica. (1732), Psychologia. ra.tiona.lis (1734), Theologia. natura.lis (1736-1737), Jus natura.e (1740-1748), Jus gentium (1750), Philosophi4 moTa.lis (1750-1753), Oeconomica. (1750). 16. Max Dessoir, Geschichte der neuren deu.tschen Psychologie, Berlin, 1894. 17. Citado por Dessoir, Geschichte .. ., Loe. cit. . 18. Sobre Kant y sus teorías psicológicas se puede leer con provecho todavía la obra de C. Cantoni Emanu.ele Kant, Milano, 1879-1885, y la de Jürgen Bona Meyer, Kant's psychologie, London, 1870. 19. Immanuel Kant, KTitik der reinen Vernimft, Loe. cit.

PARTE SEXTA

EL HOMBRE DE LA BURGUESÍA Y SUS IDEALES


CAPÍTULO

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REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN l. El golpe de estado de Napoleón Bonaparte; la Internacional y la represión obrera. - El 9 de noviembre de 1799, en el calendario de la Revolución el 18 Brumario del año VII, Napoleón Bonaparte da el golpe de estado que destrona todas las ilusiones igualitarias, que destruye la tarea ideológica de los enciclopedistas, levanta el poder de las bayonetas contra la inteligencia y encamina la humanidad por la senda del aurea mediocritas burgués. La idea del ternario sagrado: Libertad, Igualdad, Fraternidad, se pierde pronto, como destacara Elisée Reclus, en los campos arrasados y en las ciudades tomadas por asalto, y el conjunto de los acontecimientos que ocurrieron en Francia al final del siglo XVIII, y que recibió por antonomasia el nombre de «Revolución francesa>, quedó como ideal frustrado que no llega a convertirse en obras porque no se había hecho consciente en el pueblo, y aunque había sido ardientemente querido, preparado, comprado con el sacrificio voluntario dé numerosas víctimas, le faltó el peso de las ideas completamente maduras. En efecto, el siglo de la Enciclopedia, con sus altibajos, con sus contradicciones ideológicas tan pronunciadas, había formulado una idea dominante, sin lugar a dudas imperiosa, que está condensada en el famoso folleto de Sieres El tercer estado, esto es, el ctercero» en discordia, la burguesía, que era todo y, sin embargo, estaba considerada como nada. Por su propia definición, el «tercer estado:. de la Revolución debía ser, excluida la nobleza y el clero, el pueblo todo, los campesinos y los obreros, la gente instruida o rica, pero sin árbol genealógico que los igualara con los nobles. Pero los que elaboraron esos ideales, que los hicieron fermentar en las mentes esclarecidas del siglo: los Voltaire, los Rousseau, los Diderot, pertenecían a . la burguesía instruida y rica, y a pesar de la fuerza y sinceridad de sus ideas desconocieron las herramientas para cultivarlas en la mente popular. De este modo, cuando la Revolución estuvo en ·marcha, los que reivindicaron sus derechos de hombres, los que exigieron su igualdad con los nobles y los curas, fueron los burgueses propiamente dichos: la clase de los propietarios, de los industriales y de los letra-


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dos .. Y lo hicieron con tanto celo y exclusividad que cuando Babeuf propugna la «rebelión de los igualesi>, la rebelión de los pobres, de los campesinos esquilmados por el impuesto y la gabela, de los obreros en quienes el polvo de las fábricas fraguado con el sudor formaba concha, que comían poco y en tiempos de ·escasez devoraban cortezas de árboles, ponen las armas de la Revolución contra el «intruso» en el «movimiento» y lo ajustician. De este modo, la emancipación política de la parte del tercer estado que constituía la burguesía se convierte en realidad; más aún, dadas las· circunstancias, era inevitable. La Revolución no hizo más que confirmar la expectativa, y el XVIII Brumario la sanciona de manera definitiva y la pone fuera de cualquier riesgo verdaderamente igualitario. Pero, ¿eran republicanos esos burgueses que alcanzaban la igualdad con la República? De ninguna manera; aunque llevaron a la guillotina al rey y a la reina, aunque .ajusticiaron a los nobles más recalcitrantes y cortaron las uñas a la parte más voraz del clero, eran con toda franqueza y entusiasmo completamente realistas. Soñaban con una nobleza de nuevo cuño, con blasones que en lugar de armas tuviesen las insignia~ del comercio y los símbolos de las letras, pero, y aunque bastarda, nobleza al fin. Por su parte, la multitud no podía comprender un gobierno sin rey, una sociedad sin amos «bondadosos» o «grandes» que dispensaran migajas de bienestar; . la ideología fraguada durante el siglo de las luces había sido templada en la forja de la burguesía rica e ilustrada, le pertenecía por derecho propio, y era una ilusión demasiado grande para estar al alcance de fos ignorantes. «Durante los años más agitados que precedieron al "ochenta y nueve" --escribió Reclus 1- , los hombres que después se distinguieron por el ardor con que combatieron los actos de la monarquía y que votaron sin vacilar la muerte de "Luis Capeto", tuvieron indudablemente por primer ideal un reino de grados jerárquicos, donqe toda ley y toda gracia hubieran manado de un trono como de una fuente natural.» El cadalso para los reyes fue un accidente, producto de desavenencias entre las facciones en rebelión, y cuando la fuerza de los hechos volvió las cosas al cauce de las ideas que prevalecían entre la gente, se produjo naturalmente con Napoleón la restauración de la monarquía, pero esta vez sin árboles, genealógicos, de raíces burguesas, . csans gens». Y esta burguesía, hacia la cual comienzan a desplazarse las clases :: altas, la clase media y el clero, cada vez más numerosa y consciente : de su inteligencia y fuerza, es la que instaura la ideología del siglo XIX. Reemplaza las especulaciones metafísicas por la medida, el peso, la serie, la clasificación. Por la fijación y el empleo del metro y de sus derin.dos, debidos a la tarea de los astrónomos y matemáticos de la época, pareció como si de pronto se hiciera luz en todos los ámbitos, como si se alargara la ·vida capaz de los individuos porque se

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po~a producir ma~·or cantidad de trabajo. El mundo ya no creía en la libertad, pero .s1 en la fuerza, y la fuerza era representada por el ord.en. Y el trabaJo, que e~clavizaban más que nunca. En efecto, la anti~ua noble~a, qu~ carec1a de patrones económicos fijos, holgaba y en c1er;a medida deJaba ~~lgar; .lll; nueva jerarquía burguesa, forjada calculo Y l~ producc10n, ex1g1a un ritmo de trabajo creciente. No .en pod1a dar;e el lu30 ~; holgar porque en la actividad estaba su poderío Y requeria produ~c~on. Tal vez nunca en la historia la situación del obrero fue tan trag1ca como en el siglo XIX. Los estudios clásicos de Marx Y En~els sobre la situación de la clase obrera en Europa sobr todo despues de la revolu?ión ·industrial; los cuadros de la · ~iseri: pop.':1lar en Inglaterra descritos por Dickens, de la servidumbre de los muJ~ rusos trazados por Tolstoy, hoy apenas igualados en los países ?olorual~s y del tercer mundo, hicieron nacer los primeros movimientos mtern~c1o~ales de humildes obreros ingleses, alemanes, suizos, franceses, itaha~os, :rusos y .cspafioles, quz se negaban a odiarse por razones. de nac1onahdad e intereses de capital, como los destinaban sus ·r:gimenes burgueses,.~ se unían para formar un grupo único desprec~do todas las t:ad1c1ones y leyes que les imponían sus respectivos gobiernos. La conciencia popular, que la Revolución francesa ni siquiera ro~ara, aparec~a así sacudida, despertada por la explotación en el trabaJO. ~os astron~n;os, los geógrafos, los viajeros del siglo XIX habían descubierto definitivamente la. unidad material del planeta; los biólogos, con Lamarck y Darwin a la cabeza, habían asentado la unidad mat4:1'~al. la e8pecie humana, y los obreros, comprendiendo que la concihac1on entre el capi;al y el trabajo es imposible y que únicamente la lucha acerca mas a la justicia, descubrían la unidad moral del hom~re. En 1864 se funda en Londres la Primera Internacional, c~yos m1e~bros comprenden que «la emancipación de los trabajadores solo la haran los trabajadores mismos». Su manifiesto fue un grito de g~erra c<mtra todos los gobiernos; pero, por encima de éstos, se diri~1a ;fr~ternalmente a todos los hombres, entre los cuales da verdad la Justicia Y la moral debían constituir la línea de conducta sin distincÍón de color, de fe Y de nacionalidades. ¡Basta de deberes' sin derechos, basta de derechos sin deberes!:. Dos hombres de extracción social diversa y opuesta, un príncipe rusO': Miguel Bakunin (1814-1876) y .·.·.filósofo de la burguesía judía alemana; Carlos Marx (1818-188S) r': , P~ese~taron las cabezas del _movimiento y encarnaron, a la vez,' dos " direcc1?nes opuestas. Bakunin encabezó la tendencia federalista y ~arqu1sta; Marx, la tendencia centralista y socialista de la Interna·. cionaL Pocos fueron los hombres que constituyeron la Internacional en el mundo, pero grande fue la conmoción que provocaron dentro de las filas de la burguesía detentadora de los medios de trabajo y del poder, Y que, impulsada por la lógica del temor que muestra en el

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presente la realización del porvenir, imaginó que la gran masa obrer~ • formaba parte del proletariado unido en la Internacional. Imaginó millones y mill,ones de obreros que se les enfrentaban hoscos y san-·. guinarios, y se aplicaron prisiones, destierros y fusilamientos en masa. · En Francia, por ejemplo, después de la C0'11'111nune, se creyó cándidamente que las masacres, los decretos y las amenazas de procesos habían suprimido toda reivindicación popular. Pero nadie comprendió enton- ..· ces que la Internacional, por encima de sus animadores, de los Bakunin y de los Marx, era producto de la civilización contemporánea, que había destruido de una vez por siempre la ignorancia primera: los obreros ya sabían que sus intereses son los mismos acá y acullá, por encima de las fronteras y de los mares, y que su patria se empequeñecía cada vez más frente a la única y gran patria que es la humanidad.

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2. Las fuentes de Za filosofía y la ciencia modernas. - El ciclo filosófico del siglo xvm se cierra con la filosofía crítica, pero la obra de Kant no será continuada por mucho tiempo, puesto que los filósofos idealistas o románticos, lejos de retomar el análisis kantiano, abandonaron, completamente el método crítico para entregarse a las grandes construcciones metafísicas que, acarreando un daño para el desarrollo de la psicología porque se alejan de la antropología concreta, pusieron de relieve sobre todo la continuidad histórica, la evolución incesante de la actividad psíquica, que se desenvuelve de manera ininterrumpida de las formas más simples a las más elevadas. La filosofía del espíritu de Friedrich Hegel (1770-1831) señala el punto culminante de esta dirección, la mayor altura alcanzada por el idealismo, puesto que la idea es concebida en su sistema como aquello que hay de más íntimo y verdaderamente real que se encuentra en la naturaleza. El idealismo evolucionista de Hegel y de los románticos aportó frutos a la psicología con el concepto de la unidad de la psiquis en el individuo y en la sociedad, por lo cual toda la historia aparece como el desarrollo de un solo e inmenso espíritu. Con esta concepción, Hegel atrajo la atención sobre las estrechas relaciones existentes entre las cllversas producciones del espíritu, y provocó el movimiento de iÍivestigaciones debido a la escuela histórica, que, habiéndose extendido a todos los dominios de la vida artística, sociar, jurídica, histórica, dejó después, con la «psicología de los pueblos», un gran caudal de observaciones y de hechos que contribuyeron al posterior desarrollo de la psicología con carácter autónomo. Al mismo tiempo que crece el idealismo, la política de la burguesía en el poder da nacimiento al liberalismo, y, conjugadas ambas expresiones en la práctica, surge el romanticismo. Sin duda no se trata de yuxtaposición, sino que la contemporaneidad da lugar a una relación o a una· multiplicidad de relaciones que se debe tener en cuenta du-

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rante todo el siglo XIX, y que configura su ideología. Con el «historicismo», el idealismo afirma que la vida y la realidad son la historia Y nada más. Esta afirmación está en contraposición con otra, la del siglo de las luces, que considera la realidad dividida en suprahistoria e historia, en un mundo de ideas o de valores y en un mundo subyacente que la refleja de manera fugaz e imperfecta. Tal concepción, conocida con el nombre de «racionalismo abstracto» o «iluminismo», es combatida y desalojada de la ideología del ochocientos por el histo' ricismo. La oposición, el cambio, engendran en la especulación el «romanticismo» teorético, que representa la revuelta, la polémica y la crítica contra el academicismo y el intelectualismo filosófico que dominaran en el siglo xvm. Interesa cuanto importa a la espontaneidad, la pasión, la individualidad; y en un arranque contra el intelectualismo abstracto se elevan los conceptos irracionales y se propugna por ejemplo, una filosofía de la. historia por encima de la historia, ~na filosofía de la naturaleza por encima de las ciencias naturales. El romanticismo representa, ideológicamente considerado, la liberación de la burguesía de los viejos cánones que no le pertenecían, que la asfixiaban con formas que no le eran propias, y que construye así su justificación ideológica. Clase nueva en el poder, que detenta por primera vez en la historia, sin tradición y en casi todas las partes, la burguesía encuentra en el romanticismo un elemento que no está en discordancia con el idealismo o el espiritualismo absoluto, sino que es esa misma filosofía trasladada al plano de la acción por · una clase sin ligaduras con el pasado. S~ duda, el romanticismo del que se habla en el campo práctico, sentimental y moral, es otra cosa y pertenece .a una esfera completamente distinta. Es el romanticismo especulativo el que caracteriza la verdadera ideología que se instaura en los comienzos del siglo XIX Y que después de la Commune, de la Primera Internacional, continú~ a espaldas de la realidad . como vigencia ideológica indiscutida. Los principales pensadores del idealismo y del romanticismo en los conceptos críticos y especulativos, Hegel y Goethe, repudiarán al romanticismo morboso, al que se llamó «mal del siglo», al romanticismo moral; y asentarán las exigencias de una especulación que debe afrontar la nueva realidad que las circunstancias imponen. En efecto, la separación romántica de las corrientes de pensamiento tradicionales estaba más en relación con la dificultad de apropiarse y vivir los nuevos hechos, que con su interpretación, y esto demuestra que las ideas ó valores asumidos por la burguesía como modelo y medida de la historia no eran valores o ideas universales, sino hechos particulares e históricos ellos mismos, malamente llevados a la categoría de universales. La ideología del romanticismo, asentada en determinados problemas actuales e históricamente particulares, no podía, por consl.guiente, valer para todos los demás problemas del pasado y del futuro, y caía inevi-


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tablemente en el eclecticismo filosófico. De .este modo, en la práctica, la burguesía, cuya mayor acusación contra el antiguo régimen ~era de desconocer calidad humana al hombre del tercer estado, repite el error pero de manera diversa. Llegada al poder, se desvincula de su asociado el pueblo; campesinos y obreros quedan nuevamente fuera de la consideración de «gente>. Los filósofos, los literatos y los artistas de la ideología romántica comprenden la situación pero la interpretan «románticamente>, esto es, toman las miserias del trabajo como miserias de la condición humana, una condición particular e histórica como universal y crean una amplísima literatura de .la piedad y la misericordia d~l dolor poi: el hombre, pero por un hombre que no tiene más remedlo para sus males ·que la muerte o el sufrimiento estoicos. En la psicología, este aspecto se refleja profundamente en los temas que aborda y cómo los encara: la vida interior, la afectividad, son eje ~e estudios que solamente tienen en cuenta al hombre adulto Y de sensibilidad romántica universalizado; el resto, campesinos, obreros, gente de otras razas y colores, no existen, porque la cosmovisión es burguesa y eurocéntrica. Pero se sabe que cuando la realidad queda fuera del campo .de la ideología no está por . ello destruida ni aniquilada, Y es así como. las reacciones populares se hacen sentir y en la Europa burguesa Y liberal siguen los levantamientos, movimientos locales o nacionales que de una u otra manera expresan la gravedad del estado de cosas. La Commune de París es el mejor símbolo y la revuelta que más acabadamente pone los hechos. sobre el tapete. La guerra franco-prusiana de 1870, con la derróta francesa, debida en parte a los propios gobernantes despertó las ideas republicanas y socialistas del pueblo de París, 'y para derrotarlo se acudió a los aliados tradicionales del antiguo régimen, los monárquicos y el clero, sin desdeñar apoyarse sobre la complicidad del extranjero que acaba de infligir al país la más cruel de sus humillaciones. Fue así que París y muchas ciudades se constituyeron en «com.munes>. ¿Qué entendía el pueblo en revuelta .por esa palabra de orígenes históricos múltiples procedentes de Franc:~ Y de Italia, de la Edad Media, del Renacimiento y de la Revo~uc1on? En primer término veía la lucha sin tregua contra la monarquia Y contra el poder temporal de la Iglesia, pero también veía renacer la esperanza de una sociedad nueva como la soñara durante la Revolución Y que hacía casi un siglo se había frustrado, sociedad en que habría más justicia y más libertad, en la que a nadie faltaría el pan Y en la que el hombre libre del temor del hambre, podría ocuparse de aspiraciones má~ elevadas, comprender las alegrías de la vida con pleno sentido de humanidad. Las circunstancias que determinaron el movimiento de la Commune, su derrota, son demasiado conocidas para que nos detengamos en ellas. Lo cierto es que los comunalistas de

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París, más conocidos, como todos los vencidos, por una denominación injuriosa, ccommunards:., habían cometido una falta que derivaba del prin~ipfo mismo sobre el cual se había constituido.su poder, o sea que cons1stia precisamente en ser un gobierno y en reemplazar e imponerse al pueblo por la fuerza de los hechos. Y en lugar de constituir una comuna que tomaba la iniciativa de invitar a una asociación a otras comunas, campos, pueblos y ciudades, se creyó poder gubernamental y obligado a entrar en relaciones oficiales con los estados monárquicos europeos, olvidando su origen inmediato:. la rebeldía. La Commune fracasó, pero el pueblo había hablado por su boca cuando decretó la abolición del servicio militar, rompió los lazos con el clero devolvió las prendas empeñadas en el Monte de Piedad y las multa; y retenciones de salarios a los obreros, y más todavía abolió el pago de alquileres por las habitaciones. ¿No era ése el comienzo de una sociedad nueva? La burguesía liberal lo comprendió y se refugió en la monarquía porque. vio con sorpresa que las ideas de fraternidad de los pueblos, proclamada por la Internacional, se habían encarnado en ese breve período que transformó a París. Hubo contra esto un sentimiento universal de horror y de reprobación. La reacción fue terrible, y si bien Jos gobiernos creyeron con alivio cdecapitada a la hidra socialista>, el eco de la Commune llegó a todos los rincones del globo como promesa de emancipación y de libertad. Donde el sojuzgamiento era más fuerte encendió la confianza en el porvenir. La fraternidad de los hombres no había sido proclamada en vano. La realidad estaba a las espaldas de la ideología del siglo pasado que había caído en el espiritualismo irracionalista y apoyaba a la reac~ ción. Pero la burguesía, que permitía a sus pensadores y alentaba a sus hijos más esclarecidos· a perderse en las brumas del romanticismo filosófico, había conservado el sentido pragmático de !os valores que caracteriza a los comerciantes. No ignoraba cuál había sido la fuerza de su ascensión y apoyaba el desarrollo científico y técnico. El siglo XIX es por antonomasia la centuria de la ciencia aplicada; todo el saber se traduce en práctica y el poder del. hombre sobre la naturaleza alcanza límites nunca soñados. Es un siglo de paradojas, de explosiones en el que el poder monárquico· se comparte con los parlamentos y ei orden feudal desaparece borrado por la iniciativa y aventuras burguesas. Es el céntro de un período que históricamente se extiende entre los años 1780 y 1920; que comienza con la primera gran revolución europea y termina con la primera de las guerras mundiales, acompañándose como interregno de la más profunda revolución social. Es · el siglo de los mayores desvaríos ideológicos y de los más provechosos resultados para la ciencia y la técnica. En física predomina la mecánica y el concepto de masa, y la ruptura de la ideología con la realidad se traduce por la preponderancia de la experiencia sobre

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'la deducción en ciencias; concluye el reinado del sentido común y el hombre aparece en biología, por obra de Darwin, como hijo de lá bestia. Toda la, filosofía moviliza sus fuerzas en el último tercio del siglo para luchar contra la nueva doctrina evolucionista, que aparece a algunos como un peligro csocialista», y dos hombres, el inglés Darwin,,· y el checo Mendel, que cultivando el jardín de su convento descubre·,. la genética, conmoverán las conciencias. Se conocen bien los vientos ' de tempestad que sacudieron a los pensadores europeos cuando apare~ ció el evolucionismo. Absurdos fueron los argumentos contra la concepción que hacía del hombre una bestia más, y de esas batallas quedó . un saldo positivo que dio al mundo los instrumentos del saber contemporáneo y al hombre un nuevo puesto en el cosmos. 3. La metafísica de Herbat y el irraci<malismo de Schopenhauer. En medio de las paradojas del siglo ·xrx, de ese csiglo estúpido» como injustamente se lo calificara, la psicología misma presenta carácter paradójico. Fluctúa entre la metafísica y la experiencia, y en ambos campos fracasa en su afán de convertirse en ciencia, tanto que Comte, como· sacerdote del cespíritu positivo», la condena a dividirse entre la sociología y la biología. De la escuela metafísica salieron dos pensadores que por vías diversas y hasta opuestas contribuyeron al desarrollo de los planteamientos psicológicos. Uno de ellos, F'RIEDRICH HERBAT (1776-1841), procuró formular leyes psicológicas de manera nueva y original, e intentó reducir en parte la psicología un método riguroso, a la par de las ciencias físicas y matemáticas. El otro, ARTHUR ScHOPENHAUER (1788-1860), aunque abarcó en su sistema todas las ma- · nifestaciones de la naturaleza y del espíritu, penetró en el mundo de la conciencia e hizo luz sobre algunos elementos psíquicos a los que antes se daba poca importancia, fundamenta a la voluntad como expresión del inconsciente y de la conciencia en acción. Para Herbat, el fundamento de la psicología es siempre la metafísica, que debe someter a examen todos los elementos de la experiencia. Como todo el universo, así como el alma, es un complejo de unidad, en el que cada una de las partes procura afirm~rse y vivir, sin dejarse dominar por las otras; y en este conflicto y en esta armonía de la unidad, que se llaman representaciones, consiste la vida psíquica. Algunas representaciones se funden mediante «asimilación», otras se unen en grupos mediante «complicaciones», y a veces están en abierto contraste. De estas diversas uniones nace una fuerza total que constituye nuestro Yo. En esta concepción de la vida psíquica, Herbat se apoya en las doctrinas psico• lógicas inglesas de Hume y de Hartley, en su tiempo retomadas por James Mill, para· 1as cuales la conciencia era sóbre todo una multiplicidad de sensaciones y de representaciones, con· la diferencia que a las asociaciones las sustituía por la asimilación y la complicación. Den-

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tro de la psicología que comienza a desarrollarse en el siglo XIX, Herbat ·• tiene la importancia especial de haber dejado de lado la teoría domi· .·nante en Alemania desde Wolff en adelante, según la cual la conciencia está constituida por múltiples facultades distintas, doctrina que fuera · sancionada por el mismo Kant. Herbat procura reducir todas las formas de Ja psiquis a un solo elemento, la representación, la armonía y el contraste de las que generan , lo que llamamos sentimiento y voluntad. Pero esta tentativa fue desafortunada, y de ella sólo se consideró válido el principio de la unidad de la psiquis. Por lo ·demás, la psicología de Herbat no estaba basada sobre la experiencia, y únicamente asentándose en hechos metafísicos pudo idear su teoría, en nada confirmada por los hechos reales, de que las representaciones tenían tendencia a durar eternamente. Otra tentativa infeliz de Herbat fue la· de querer reducir la psicología a las leyes de la matemática, y siempre partiendo del concepto de que las representaciones son una unidad permanente, que, por consiguiente, se puede medir cuantitativamente, y cuyas combinaciones son calculables con precisión. Esta importancia que un filósofo estrictamente metafísico como Herbat atribuyera a la psicología, y la tentativa que realizó para reducirla a ciencia exacta, fueron acontecimientos notables para su tiempo. Era un signo evidente que la sentencia de Kant, de que la psicología jamás podría convertirse en una verdadera ciencia, se comenzaba a encontrar demasiado absoluta y categórica. Por esta razón no han faltado autores 2 que consideran a Herbat como el iniciador de la psicología científica. En 1824-1825, Herbat publicó su Psychologie als Wissenschaft,s pero algunos años antes, en 1819, había aparecido la gran obra de Arthur Schopenhauer: Die Welt als Wille und Vorsteltung, y en 1844 una nueva edición con el agregado de una segunda parte. Mientras Herbat, con los intelectualistas ingleses, da exclusiva importancia a la representación, Schopenhauer es, bajo cierto aspecto, un antiintelectualista decidido. Para él, lo más importante, lo más íntimo en el hombre, es la voluntad y no la inteligencia, nombre con el cual· engloba el complejo de los impulsos que tienen su raíz en nuestra naturaleza moral y fisiológica, y sobre los cuales la razón no tiene ningún poder. El oficio de la inteligencia no es iluminar la voluntad, de donde el hombre se conoce a fondo mediante ella pero sin ninguna esperanza de. modificar la propia esencia íntima. Esa tendencia a vivir, a perdurar, que Herbart pone en las representaciones, Schopenhauer la transporta a la voluntad ciega, que sólo aspira a dominar y a expandirse. El hombre cree que se dirige según· la propia inteligencia y razón, pero esto es una ilusi6n; en realidad, no hacemos más que seguir los propios impulsos, que únicamente podemos dirigir muy débilmente. De este modo aparece un dualismo completo entre las dos partes de la psiquis,


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que están unidas sólo en apariencia y no tienen ninguna paridad en la eficacia de su acción recíproca, porque es solamente la voluntad la que dirige y pliega la inteligencia, y no viceversa. Resulta claro que este nuevo dualismo no es menos falso que el de los cartesianos. La psiquis <J.purece de este modo dividida en dos secciones, .de las cuales una, la voluntad, como domina absolutamente en el universo, es también la esencia más profunda y verdadera de la conciencia; y la otra, la inteligencia, está reducida a un oficio meramente pasivo, de espectador impotente de la voluntad. Si buscamos la génesis de este concepto de la «voluntad», que Schopenhauer elevó y amplió a las proporciones de un sistema especulativo, veremos que antes que en la historia de la psicología debe buscarse en la de· la ética. Fuera de las consecuencias que sacaba Schopenhauer de las ideas psicológicas para sus puntos de vista morales y naturales, esta concepción es demasiado unilateral para pretender a Un valor científico serio, y la psicología moderna ha puesto completamente en claro su absurdidad. Sin embargo, y a pesar de esas limitaciones, señala un progreso importante en la psicología, porque llamó la atención sobre la parte subjetiva de la· psiquis, entendida por sus sucesores como sentimiento y voluntad, y que antes de él había estado demasiado descuidada. Es después de Schopenhauer cuando en la psicología se comenzó a dar más valor que nunca al elemento subjetivo de la conciencia, a eso que no se puede referir sino indirectamente a algo externo a nosotros. Schopenhauer no es siempre muy claro en sus doctrinás y, como bien destacara Zeller, 4 a pesar de su idealismo, presenta muchos p\lntos de· contacto con los materialistas y los fisiólogos, puesto que en última instancia termina por poner la sede de la voluntad humana en el temperamento fisiológico del hombre y hace de las representaciones un producto del cerebro. De Schopenhauer nació la tendencia tan difundida en el siglo pasado de estudiar todas las sensaciones que st? denominaban orgánicas y los sentimientos a ellas ligados, y que tan gran papel se hizo desempeñar en la constitución de la conciencia. 4. Fries, Beneke y el realismo . ..:._ Es ésta una época en la cual los problemas psicológicos comienzan a ocupar nuevamente la atención de los filósofos y en la que se ponen las bases. teórico-cognoscitivas para una ciencia futura de los hechos psíquicos. Ya Kant había procurado poner esas investigaciones sobre el buen camino con su doctrina de la csíntesis> y de la «materia> de la conciencia. Herbat, si bien había dado un paso adelante con su tentativa de unificar las funciones psíquicas y de reducir la psicología a ciencia exacta, hizo a la vez dar un paso atrás a esta disciplina· con su «mecanismo de las representaciones», con el cual era destruida la unidad de la conciencia que constituía aún el problema principal por resolver. Un filósofo alemán de la

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época, JAXoB F.RIEDRICB Fmn (1773-1843), profesor en Jena, procuró desarz:oI_Iar el concep~ de Kant) del que se declaraba seguidor, sobre la ac~v1dad Y la· unidad de la vida psíquica, extendiéndose sobre la doctrma de las sensaciones y de las asociaciones y atribuyendo por e~~ razón cierta importancia a los datos de la fisiología. Indagó tamb1en en. la esfera del a priori del conocimiento, o sea en tomo de las concepciones de espacio y tiempo, y de las categorías del intelecto aunque, no lo hizo como ·psicólogo, sino como filósofo trascendental: i;rocuro encontrar el principio de la razón por medio de la cexperiencia>, o sea por medio de la autoobservación y de la descripción exacta de lo que se logra descubrir en la conciencia. De este modo, su sistema se. transfo~ en cantr?pología psfoológica>, que debe proceder con los nusmos me.di?s matematicos de las ciencias naturales exactas. Otro ps1cologo cuyas obras gozaron de cierta fama en el siglo pa~do fue F~RICH EDuARD BENEKE (1798-1854), quien procuró en sus di~ersos trab~Jos, de los cuales los más notables son: Psychologische Skizzen~ publicado en 1825-1827, y el Lehrbuch der Psychologie als Na~urunsse11.Bchaft, del 1833, dar a la psicología carácter netamente biol~gic~. No concuerd~ co1:1 Herbat al no reconocer ninguna facultad origm~ia para la conc1enC1a, pero admite que en ésta hay dos impulsos 0 actitudes espontáneas, de la sensación y del movimiento, los que gradu~ente se van desenvolviendo a partir de formas simples primitivas n:iecliante el conc~so continuo ?~ los ·excitantes externos. Las· impres101?'~s externas deJan . en el espmtu huellas o disposiciones que por la acc10~ de nuevas excitaciones pueden pasar del estado inconsciente al consciente. Lo que tal vez haya de más. importante en la obra de Beneke es que sostiene, y demostró con la analogía de la evolución de los prod~ctos naturales, cómo de las formas más bajas y simples de la vida psíqw~ se pasa por desenvolv~iento continuo a las más elevadas y comple3as, lo que llama formacion de nuevas facultades· esas nuevas formas se .ofrecen a primera vista tan diversas de las prlmitivas que parec~n de naturaleza completamente diferente. sm. embargo, la psicologia de B.eneke tie::ie carácter c~mpletamente espiritualista, porque da la mayor rmportancia al sentido mtimo, que él, como todos los psicól~g~ desde Locke. hasta el surgimiento de la psicología experimental, distingue d~l sen;ido externo. La observación interior es, según Beneke, el único metodo de la psicología, porque el sentido interno sería ~s claro Y preciso que el sentido externo. Sin embargo, en sus análisis, Beneke se conserva dentro de los límites de lo que es empíricamente demostrable, evitando cualquier conclusión o deducción metafísicas. Según su intención, quiere estar dentro de los marcos de un estricto realismo y ofrece sólo descripciones puramente psicológicas. 5. La.a investigaciones ji8iol6gico-sensoriales. - En los decenios del


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siglo xrx, cuando las especulaciones idealistas y románticas están en pleno auge, el sentido pragmático de la ideología burguesa se revela con genio en la~ investigaciones biológicas y fisiológicas, que alcanzan un desarrollo inusitado, tanto que la moderna fisiología de las percep,ciones sensoriales comienza con el siglo XIX, después que el inglés •Charles Bell, · hacia 1811, y el francés Fram;ois Magendie, hacia 1822, <lemostraron la existencia de diversos fascículos nerviosos sensoriales y motores. Fue el fisiólogo checo JOHANNES EVANGELISTA PuRKINJE (1787-1869), p~ofesor de· anatomía y fisiología en Bratislava y Praga, uno de los primeros que se interesó por las bases fisiológicas de la experiencia sensorial. Fuera de sus trabajos histológicos, que lo llevaron al descubrimiento de las células en candelabro de la corteza cerebral o células de Purkinje, su contribución esencial a al psicofisiología es el análisis de las variaciones de la relación entre los colores durante el pasaje de la luz del día a la de crepúsculo, que le hace descubrir que durante el crepúsculo los tonos azul-verde se vuelven relativamente más claros, mientras que los rojos se hacen más oscuros, fenómeno que hoy conocemos como de Purkinje. También se ocupó de los fenómenos que acaecen en el interior del globo ocular, y logró demostrar que se puede ver la sombra de los propios vasos retinianos cuando se mueve una fuente luminosa en posición lateral o inferior al ojo: figuras de Purkinje. Estas observaciones son una mínima parte de sus estudios, que se extienden desde el vértigo al nistagmo hasta los disturbios de ' ' .1os organos .sensoriales, motores y vegetativos. Fue el primero en emplear el término «protoplasma» y en analizar el efecto de fármacos que utilizó sobre su propio cuerpo, creando en 1829 el término d~ <1:farmacología fisiológica», expresión que erróneamente se suele atribuir a Kraepelin. Como Purkinje, el alemán JoHANNES MÜLLER (1801-1858), que fuerá zoólogo, anatomista y fisiólogo, compartió las líneas de la llamada «filosoJía natural romántica», como la habían creado Goethe y Schelling, pero liberada de concepciones metafísicas como las de la existencia de una «fuerza vital» supramecánica e inmaterial. De esta cosmovisión sacó sus puntos de vista sobre el fenómeno vida que nunca abandonará, aunque se separe en puntos fundamentales de los filósofos de la naturaleza, y que constituye su gran originalidad: la unión de la fisiología y de la anatomía comparada, y es como comparador que en 1826 introduce la fisiología en la psicología con sus tesis sobre la fisiología comparada del sentido de la vista: Zur vergleichenden Physiologie des Gesichtsinnes, y en la cual se echan las bases de la teoría de la energía específica de los nervios de los sentidos, que luego será concretada y difundida por el mundo en el segundo volumen (1840) de su gran tratado de fisiología. La doctrina de Müller sobre la cenergía específica de los nervios:. se anuncia: «La misma causa provoca en cualquier sentido

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la sensación que a éste corresponde, y causas diversas, que actúan sobre el mismo sentido, provocan la misma sensación.> En el mismo segundo volumen de su Fisiología, Müller también afirma el siguiente y fundamental principio de fisiología nerviosa: el.as excitaciones actúan instantáneamente en toda la longitud de los nervios y en todas las fibras, en cualquier punto que sean excitados.> La doctrina de la energía específica de los sentidos, que von Helmholtz parangonó por su importancia con la ley de la gravitación, encontró rápidamente opositores, entre ellos Weber (1846) y Lotze (1852), pero finalmente logró vencer todas las resistencias, afirmarse definitivamente y extenderse, tanto que hoy, más que de una especificidad de la función de. los sentidos, se podría hablar de una especificidad. de funciones de los nervios. Kiesow propuso para el principio descubierto por Müller el nombre de cdoctrina de la funcióri específica de los órganos del sentido>. Müller se conservó fiel a la doctrina aristotélica de los cinco sentidos, pero en lugar del tacto introduce el Gefilhlsinn, que debía representar un sentido particular difuso en todo el cuerpo y provisto de nervios propios, los que debían brindar sensaciones «específicas>. Para este sentido, y únicamente para éste, debía ser válido el principio tradicional del dolor, para el cual un estímulo demasiado fuerte da una sensación dolorosa. Esta concepción debía formar el núcleo en torno del cual se desarrollará más tarde, y continuará hasta hoy, el debate sobre la naturaleza del dolor. Es sobre la base de una concepción de la naturaleza estrictamente físico-química de los fenómenos fisiológicos desarrollada por DuboisRaymond, · o sea concepción energética de la vida, que HERMANN voN HELMHOLTZ (1821-1894) edifica su obra. En 1847 publica su memoria Vber die ETha.ltung der KTaft, que generaliza en prU:,.cipio la indestructibilidad de la energía en sus transformaciones, y da así actualidad a la tesis de Julius Mayer (1814-1878), quien formulara antes de Joule (1843) el principio de equivalencia de las energías mecánica y térmica. Pero la parte más importante de su obra fueron sus geniales experimentos orientados al estudio de la conducción nerviosa y al funcionamiento de los órganos de los sentidos. El mayor descubrimiento de von Helmholtz consiste en la determinación realizada en 1850 de la «Velocidad de la corriente nerviosa>, que estableció en treinta metros por segundo para los nervios motores, dato que después fue confirmado como esencialmente exacto por el resto de los investigadores. Sus trabajos de óptica y de acústica fundaron sólidamente la fisiología de las funciones sensoriales. En este sentido, su obra es intermedia entre la de Fechner, cuya ley psicofísica está todavía dentro de un contexto metafísico, y la de Wundt, que fuera su asistente en Heidelberg. Helmholtz fue el niás eminente fisiólogo matemático del siglo XIX y concluyó su carrera en .una cátedra de física en Berlín.


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6. El impacto darwiniano. - Para la historia de las ciencias de la vida el año 1858 es el de la publicación simultánea por CHARLES DARWIN '(1809-1882) y ALFRED RussELL WALLACE (1822-1913) de sus teorías concernientes al mecanismo de la evolución biológica, pero para la historia general de las ideas, y en especial de la psicología, representa el impacto del hombre enfocado lisa y llanamente desde el punto de vista animal. La burguesía asentada ideológicamente en el idealismo y el romanticismo filosófico había creado, con su capacidad pragmática y a pesar de sus ideólogos, las condiciones necesarias para una revisión del concepto de naturaleza humana. En efecto, cuando Darwin y Wallace declaran que se debe considerar la formación de las variedades, de subespecies y de especies como fenómenos susceptibles de ser explicados en partiendo del hecho de la variación individual de los organismos, es a una. filosofía biológica, la filosofía de la naturaleza que la clase en el poder aceptara, la que destruyen. Sin embargo, su golpe alcanza en pleno rostro a la psicología, que no puede escapar a las discusiones y polémicas suscitadas por la tesis del Origen de las especies. Si bien es cierto que esta obra no dice nada sobre los orígenes humanos, no es cuestión de creer que Darwin, desde 1838, .no se haya planteado repetidamente el problema, que deja precavidamente en penumbras para no· despertar mayores prevenciones contra la teoría de la selección natural. Tanto es así, que escribe en las últimas páginas de su ob1·a: «Veo, en el porvenir, campos' abiertos delante de investigaciones mucho más importantes. La psicología reposará sobre una nueva base ya establecida por Herbert Spencer, o sea sobre la adquisición nece:.ariamente gradual de cada facultad mental. Una viva luz iluminará entonces el origen del hombre y su historia.:> Esta luz los darwinianos procuran proyectarla antes que Darwin mismo, sobre todo a través de la obra de Haeckel, lo que obliga al maestro a no quedar rezagado. Además, las reservas de Wallace concernientes a la acción de la selección natural sobre el desarrollo del hombre apresuraron la publicación de La descendencia del hombre, cuya primer? edicióX: aparece en 1871 y que tiene por finalidad apuntalar una formula literalmente paradójica: «El hombre desciende de un tipo inferior>, paradoja que es en realidad la expresión del principio del evolucionismo de la identidad naturalmente asentada, de las relaciones de anterioridad con la poste;ioridad y de la inferioridad con la superiorida~. Pero más significativo aún para la psicología es que La descendencia, reforzada en 1872 por la aparición de La expresión de las emociones en el hombre y el animal, dio las bases para la psicología comparada. No cabe duda, y el análisis lo demuestra, que en La descendencia Darwin hace por primera vez en la historia antropología sin antropomorfismo, Y que es a partir de esta obra que se desarrolla la psicología comparada de los animales y del hombre. El hombre no es tenido desde entonces como

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la ~c,'.1 forma viviente capaz de desarrollo integral, por la medida, a prwri d8:da, de los desarrollos respectivos de todas las otras formas.

Resulta as1 presentado como el pµnto de llegada efectivo de una desce.ndencia Y no como el polo ideal de una ascensión. En acumulando toda la herencia animal no representa una jerarquía de hecho, porque puede ser superado: cSe puede excusar al hombre de sentir algún orgullo de la elevación que alcanzó, aunque no fuera por sus propios esfuerzos, en la verdadera cumbre de la escala orgánica; y el hecho de que así se haya elevado -continúa Darwin 6-, en lugar de haber sido colocado allí primitivamente, puede hacerle esperar un· destino todavía más alto _en un porvenir alejado.:> Semejante concepción de la relación entre el animal y el hombre no alcanzó, sin embargo, de inmediato toda la repercusión que se podía esperar en el dominio de la psicología comparada. En lo que se refiere a las facultades mentales, Darwin se prop~ne, en La descendencia, demostrar cque no existe ninguna diferencia fundamental entre el hombre y los mamíferos más elevados>. Pero esta diferencia puede ser borrada de dos maneras distintas: ya sea que se tome por término de referencia al animal o al hombre. La condición, por lo menos necesaria, de una filogénesis auténtica en el orden del psiquismo, es de comenzar por el animal estudiado' en su especificidad psíquica. Aquí, Darwin procedió como más tarde Bergson 6 reprochara a Spencer de haberlo hecho: traza, en sus grandes rasgos, la continuidad del desarrollo intelectual del animal al hombre pero dando de antemano la inteligencia humana como presente, en todo~ sus elementos, en los antecedentes del hombre. Aunque para la fecha, 1871, el desarrollo ha dejado de significar preformacióri, Darwin procede sosteniendo la ilusión de descubrir, por la observación de los animales, los rasgos ilusoriamente tenidos por característicos del hombre .que de ellos evolucionará.. Sin duda, su gran mérito de haber rechazado el antropomorfismo queda oscurecido porque hace, evidentemente, antropocentrismo. Si bien Darwin denuncia el prejuicio que, en la elaboración de la sistemática zoológica, condujo, de primera intención, al hombre a elaborar para él mismo un reino separado, no se percata de que en buena lógica, una vez afirmada la homogeneidad de las facultades mentales del hombre y de los animales superiores, todas las clasificaciones, explícitas o implícitas, fonnadas por· vivientes se equivalen en tanto que procederes vitales de organización y de referencia de sus medios respectivos de vida, dado que en esas clasificaciones todo ser viviente refiere . su experiencia a sus intereses especlñcos. Estos aspectos epistemológicos de la gran obra de 'Darwin son de primerísima importancia para el d~sarrollo de la psicología, porque por un lado la separaron. radicalmente de sus raíces metafísicas y ontoló. gicas para centrarla en el viviente como ser que biológicamente evo-


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luciona, pero por el otro lado ejerció influencia negativa sobre la psicología animal, que enclaustra con el antropocentrismo. Es, pues, de este modo como la ventaja obtenida por una parte se pierde por otra, y como todavía ' en nuestros día~ la antropología concreta se resiente de darwinismo, o sea que, superado el antropomorfismo, se cae insensiblemente en antropocentrismo, y la psicología animal, que como rama de estudios comparados debió ser la fuente de las raíces evolutivas de la humana, aparece como tronco desgajado de ésta y una ilusión de psicología. En cuanto a la psicología humana propiamente dicha, Darwin le abre el camino de la biofogía y le prepara, sin presentirlo, el veto epistemológico de Comte. Mas, sea como fuere, el impacto general de Darwin sobre la psicología corresponde al impacto de sus ideas sobre la cosmovisión del siglo. Tal vez nadie lo presintió mejor que Carlos Marx cuando escribió a Darwin sin obtener respuesta, y nadie lo adivinó mejor que Darwin cuando no contestó, temeroso sin duda de haber ido realmente más allá de lo que se proponía. El siglo de la revolución y la contrarrevolución se cierra con la revolución darwiniana, que representa el primer escalón de la nueva ideología que dentro del mundo burgués del siglo XIX se está estructurando.

NOTAS l. Elisée Reclus, L'homme et la terre, Loe. cit. 2. Como por ejemplo, Téodule Ribot, La Psychologie Allemande contemporaine, París, 1879. · 3. Las obras psico16gicas de Herbat son: Lehrbuch zur Psychologie, 1816, Y Psychologie als Wissenschaft, neu gegründet a.uf Erfahrung, Metaphysik und Matematik, 1824-1825. · 4. Zeller, Geschichte der neuren deutschen Philosophie, Berlín, 1892. Los trozos de Schopenhauer en los que mejor se manifiestan sus teorías psicol6gicas están dispersos en toda su obra principal, pero se encuentran especialmente en el libro II del vol. l. 5. Charles Darv.1n, La descendance de l'homme, trad. franc., 3.ª edic., Paris, 1891. 6. Henri Bergson, L'Évolution Créatrice, París, 1907: cExpliquer l'intelligence de l'homme par celle de }'animal consiste done simplement a développer en humain un embryon d'humanité.»

CAPÍTULO

2

LA PSICOLOGíA INGLESA DE LA ASOCIACIÓN l. El «bu.en sentido:. de la ideologfa inglesa. - La Revolución francesa, que tantos cambios produjo en el continente europeo con sus corrientes de ideas que terminaron por modelar al mundo moderno, encontró a Inglaterra en posesión de instituciones políticas .bien asentadas y. que habían pasado la prueba de fuego. La sociedad inglesa se había constituido en sus grandes líneas tal como más o menos quedará hasta la primera guerra mundial. Es a los hombres del Medievo inglés que fue debida esa fuerte estructura político-social, y del uso que de ella hicieran sus descendientes dependía el porvenir de la isla, que podía desarrollar un aislacionismo completo y, alertada por la experiencia de los riesg0$ que había corrido, satisfacerse de los resultados obtenidos y replegarse sobre ella misma. Por el contrario, podía aprovechar de . sus condiciones geográficas, del espíritu de empresa de que sus mercaderes hacían prueba, y ensayar crearse nuevas salidas que la .convertirían en. imperio. Sabemos que los ingleses escogieron el segundo camino, y que el «buen sentido:. de su burguesía la llevó a convertirse, en el siglo XIX, en creina> de los mares y «gendarme> del comercio mundial. La burguesía que así procedía contaba con una larga tradición de liberalismo nacido del libre examen. El triunfo del protestantismo y la transformación de la Iglesia en nacional crearon condiciones intelectuales especialísimas: junto a un deísmo exacerbado, la cultura inglesa conservó las premisas esenciales del individualismo burgués, y, alejados los espíritus de problemas metafísicos fundamentales, reconocieron que el estudio puro y sjinple de hechos podía constituir una filosofía práctica de la vida, cuyos antecedentes inmediatos se remontaban a Locke y a Hume. Es evidente que después de Locke, e incluso antes de él, el estudio de los hechos empíricos, incluidos los de la conciencia, gozó del favor de los ingleses: posiblemente ningún pueblo trabajó tanto por una filosofía considerada independientemente de la metafísica. En efecto, si echamos una mirada a la historia del pensamiento en el siglo pasado, fuera de Alemania, apta para todo · aunque siempre desemboque en la metafísica, en Italia la filosofía empí-


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rica es pobrísima, y en Francia deriva siempre hacia la lógica. Para la ideología inglesa, por el contrario, es natural, tanto, que representa Wla tradición no interrwnpida que por Brown se une con la escuela escocesa y por James Mili alcanza a Harley y a Hwne,_ para mantenerse constante sobre las huellas de estos últimos. Y esta continuidad, es bueno repetirlo, se debe al «buen sentido:. de la burguesía inglesa. En efecto asentados sobre la más pura tradición del comercio, empujados 'por razones geográficas e históricas a la competencia, los burgueses de Inglaterra supieron en la época modt;ma encontrar ~ás rápidamente que sus congéneres del continente la v1a del «aurea mediocritas> que ofrece a los espíritus ávidos de ganancias y de poder seguridad ~n la continuidad. En la ideología inglesa del siglo pasado, el fervor idealista está atenuado, el virus del romanticismo no se introduce y, realista por tradición, sabe atenerse a los hechos antes que a las ideas. Es verdad que entre sus filósofos encontramos la -«escuela del a. priori>, representada por Hamilton, Whewell, Mansel, pero n.o ~s menos cierto que debieron enfrentarse con la «escuela del a posterwru, que contó con los Mill, con Bailey, con Spencer, que finalmente imp1;150 su orientación a todo el pensamiento inglés, incluso hasta nuestros d1as. Aceptadas estas condiciones no es düícil comprender que la antropología .inglesa debía encaminarse hacia el más estricto empirismo. Ningún pueblo del siglo pasado tenía tantos contactos con el mundo, y aunque en todas las partes donde llegó como comerciante primero, conquistador después, se mantuvo al margen de la miscigenación y, o:rgullosamente racista, se conservó «puro>, también es verdad que sus viajeros y científicos, entré ellos Darwin, que tantas enseñanzas obtuviera de su viaje alrededor del mundo en el Beagle, supieron ser realistas y ecuánimes en la observación. El espíritu de apego por los hechos prevaleció por encima de sus peculiaridades nacionales Y les permitió, antes que otros países, aceptar al ho~bre como f~rman~o parte de la naturaleza. Este aspecto no bien analizado de la ideolog1a inglesa del siglo pasado configura dos hechos notables: 1) fue sustentada por rma burguesía que supo mantenerse reaccionaria sin pasar por exaltaciones igualitarias; 2) aprendió a ser práctica de primera intención y lo demostró en su apego al concepto simple pero efrciente del asociacionismo en filosofía y en todas las manifestaciones del saber en que pudo aplicarlo. La burguesía continental aparece frente a la inglesa escindida en teoría y práctica, y a ello debió sus mayores sinsabores· la inglesa es unitaria: teoría y práctica marchan de la mano ' sobre la eficiencia, lema absoluto del progreso econom1co ' . Y y asientan del poderío burgués. No es, pues, de extrañar que al encarar la psicología inglesa del siglo XIX nos sorprendan de primera intención dos cosas: el acuerdo de los filósofos sobre las cuestiones capitales de la psicología Y de sus

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disentimientos sobre algunos puntos secundarios. Si dejamos, pues, de lado las opiniones personales y las soluciones discutidas, resaltan los puntos sobre los que concuerdan y que son los de la escuela experimental. Para el consenso ideológico de los ingleses del siglo pasado, la psicología ·tiene por objeto los hechos de conciencia, sus leyes, sus causas inmediatas, sus condiciones, y se propone tanto analizar los hechos complejos como mostrar que se forman por una síntesis de hechos simples. Con sentido pragmático, la psicología inglesa se ocupa de los fenómenos. ¿Qué es el alma o el espíritu? Lo ignora; es una cuestión que está fuera de su alcance y que cede voluntariamente a la metafísica, de la que sus filósofos poco o nada se ocupan y campo predilecto de los teólogos. La psicología inglesa no es espiritualista ni ma- • terialista, es experimental; En cuanto a su método, es doble: estudia los fenómenos psicológicos, subjetivamente, por medio de la conciencia, de la memoria y del razonamiento; objetivamente, por medio de hechos, . de signos, de opiniones y de acciones que los traducen. Y cuando estudia los hechos de conciencia, no lo hace simplemente en el estado adulto; procura descubrir y seguir su desarrollo. De aquí que contenga el germen de una embriología de las conductas. También rec\irre al método comparativo, y no desdeña las manifestaciones más insignificantes de la vida psíquica, recordando a cada paso que nada fue más útil a la fisiología comparada que el estudio de los organismos inferiores. Para la psicología inglesa del siglo XIX, la conciencia es la palabra que expresa, de la manera más general, las diversas manifestaciones de la vida psicológica; y consiste en una corriente continua de sensaciones, ideas, voliciones, sentimientos, etc. El primer hecho fundamental, el que constituye la conciencia, es la percepción de una diferencia. El segundo, el que continúa la conciencia, es la percepción de una semejanza. El único hecho psicológico. primitivo e irreducible es la sensación. Y la ley más general que rige a los fenómenos psicológicos es la ley de la asociación, que por su carácter comprensivo comparan con la ley de atracción en el mundo físico. La asociación tiene· Jugar entre hechos de la misma naturaleza: asociación de sensaciones entre ellas, de ideas entre ellas, de voliciones entre ellas, etc.; o entre hechos de naturaleza diferente: asociación de sentimientos con ideas, de sensaciones con voliciones, etc. Nada más simple que esta enumeración para mostrarnos hasta qué grado llega el empirismo inglés, y nada más demostrativo de la faceta científica de una ideología anclada en el realismo más absoluto y en la convicción de que esfuerzo, tenacidad y cooperación transforman el Debe en Haber y señalan. las vías del progreso y del poder. De aquí que para los pensadores ingleses del siglo pasado los hechos de conciencia tengan la propiedad de durar, de dejar su huella y de reapade donde resultan la memoria y la imaginación, en siendo la


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asociac1on el fondo de esos fenómenos, aunque no los explique por completo, y que sobre el origen de las ideas no estén con los sensualistas (Locke, Condillac), ni con los racionalistas (Descartes, Leibniz)¡ ni con los criticistas (Kant). A los sensualistas les dicen: la hipótesis de la tabula rasa es falsa, contraria a los hechos. Olvida que en el acto del conocimiento el espíritu pone tanto como recibe. A los racionalistas les objeta: habéis visto que en el acto del conocimiento hay algo que viene de dentro; pero la hipótesis de las ideas innatas .o en el estado virtual es insostenible. ¿Qué .sería una idea en estado latente, una idea que no se piensa? ¿Por qué si las ideas son primitivas y están completas en la inteligencia, por qué se producen tan tarde, en lugar de ser las primeras en el orden cronológico? En cuanto a los partidarios de Kant, les reprochan: vuestra doctrina trascendental de las formas del pensamiento, buena en lógica, es mala en psicología. Es verdad que esas formas se encuentran en el fondo de nuestros conocimientos, ya que se las puede sacar de ellos; pero, ¿cómo es que se encuentran allí? Es una cuestión de génesis que no examináis porque siempre razonáis en la hipótesis de un espíritu adulto y completamente constituido. Descartadas estas soluciones, da las suyas. Reconoce al espíritu espontaneidad propia que elabora y transforma los materiales que vienen de afuera; pero esta espontaneidad tiene sus raíces en el organismo, en particular en la constitución del sistema nervioso. En resumidas cuentas; esta solución es la transformación fisiológica de la doctrina kantiana de las formas del pensamiento. 2.. James Mill; un solo hecho: la· sensación; una sola ley: la ·asociación. - JAMES MILL (1773-1836), alto funcionario de la Compañía de las Indias, fue un típico representante de la ideología inglesa del «common sense~, que unía la vocación científica y filosófica con el sentido práctico del imperialismo militar y económico. Por la fecha de su muerte podría ser prácticamente incluido en el siglo xvm, pero sus ideas, aunque la mayoría no fueran enunciadas en el siglo pasado, hacen que se le reconozca como hombre de la centuria decimonona, máxime cuando su influencia sólo comenzó a ejercerse a partir de 1869, cuando apareció una nueva edición de su Análisis de los fenómenos del espíritu, con amplias notas de su hijo John Stuart Mili y de Alexander Bain. Sin duda se trata de una obra de transición, que únicamente fue bien comprendida a partir de la segunda edición. Ubicado ~n su tiempo, el Análisis procede mucho más de Hartley que de la escuela escocesa, a la cual se lo suele unir. No acude al sentido cpmún ni a prejuicios, como era corriente en esa orientación filosófica; tampoco se vale de la explicación por facultades que se inventan para salir del atolladero. Su explicación de los fenómenos del espíritu es muy sim'ple, tal vez demasiado simple, aunque su trabajo sea neto, metódico y

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· . bien compuesto. La verdad es que casi siempre el lógico prevalece sobre el psicólogo, que reduce todo a sensaciones, ideas y asociaciones de ideas. En el mundo psíquico de Mill hay un solo hecho: la sensación; una sola ley: la asociaci6n. En cuanto a su método, no lo explica, pero procede siempre subjetivamente, a la manera del siglo ~. al que cronológicamente corresponde. Tampoco aparece en él ninguna huella de psicología comparada, como fuera casi la norma de sus sucesores. También es del siglo de las luces por su tendencia a considerar exclusivamente los fenómenos en el espíritu de un adulto y europeo. Pero en llevando el sentido práctico de la. burguesía que representa a los estudios psicológicos, piensa que la educación sería más instructiva y sistemática si la psicología fuera mejor. Bien conocido como historiador y como economista, tanto o más que como filósofo, James Mill dejó una Historia de la India Británica y unos Principios de ecan.omia política, inspirados en Smith y Ricardo. Sus Memiorias son un valioso documento que nos da una idea clara del . hombre, de sus hábitos y sobre todo de su dependencia del medio. Sabemos que Hume lo explicaba todo en razón de tres cosas: la impresión, la idea y la unión de ideas. El fenómeno primitivo es la impresión, o sea la sensación; la idea es una copia debilitada de ésta, y las ideas se asocian, se unen, y de ello resultan fenómenos complejos o agregados. James Mili ta.mbién admite únicamente sensaciones, ideas y asociaciones de ideas. Las sensaciones las clasifica en siete grupos: olfato, oído, vista, gusto, tacto, sensaciones musculares, sensaciones del canal alimentario. Es una particularidad de nuestra constitución que cuando nuestras sensaciones cesan por ausencia de sus objetos, algo quede. Después de haber visto el sol, si cierro los ojos, no lo veo más, pero aún puedo pensar en él. Lo que sobrevive a la sen~ sación, Mill lo llama cuna copia, una imagen de la sensación, a veces una representación o una huella de la sensación>.1 Esta copia es la idea. La facultad general de tener sensaciones la llarria sensación; la facultad general de tener ideas la llama ideaci6n. Como la idea es copia de .la sensación, y para Mili hay ocho grupos de sensáciones, hay ocho grupos de ideas. Por lo demás, conocemos las sensaciones simples y esos sentimientos secundarios que son las imágenes, lo cual representa los dos estados de conciencia primitivos. De ellos, nos dirá nuestro autor, resultan todas las combinaciones cuyas variedades son innumerables y que se producen por la asociación de ideas. Aunque James Mili haga hincapié en la Asociation-Psychology, que será la ley más general para sus sucesores, la doctrina aparece en él en sus principios, pero, apoyado en Hume y en Hartley, ya le da forma neta. Para Mili, la asociación es un hecho tan general que nuestra vida entera consiste en un train of feelings, una serie de sentimientos. Recordemos una vez más que para los asociacionistas la sensación se produce tanto entre


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sensaciones como entre ideas. Así, la asociación entre sensaciones debe tener lugar conforme al orden establecido entre los objetos de la na:turaleza, 0 sea según un orden sincrónico o según un orden su.cesmo .. El orden sincrónico o de existencia· simultánea es el orden en el espacio; el orden sucesivo, o de existencia ante~ior posteri?r, es el ord~ en el tiempo. El gusto de una pera, su resistencia en mi boca, la solidez de la tierra que me arrastra en el espacio, etc., son ej~mplos de asociación sincrónica. Arrojo un guijarro, sigo su traye~toria con. la mirada, lo veo golpear contra una ventana, romper un cristal: a~ocia­ ción sucesiva. y como nuestras ideas derivan de nuestras sensaciones, no de los objetos mismos, por analogía debemos esperar que su orde.n derivará del de las sensaciones, de donde, como ocurre en la mayo:ia de los casos «nuestras ideas nacen o existen en el orden con que existieron las s;nsaciones de las que son copias>.2 Tal. es para Mili la ley general de la asociación de ideas. C~ando las sei;~acio~es s; produce~ simultáneamente, las ideas se despiertan tamb1en simultaneame~te, cuando las sensaciones han sido sucesivas, las ideas nacen sucesiv~­ mente. «En los tribunales -destaca Mili- se ha notad? que los testigos oculares y auriculares siguen siempre en .su relato el or~en cronológico 0 sea el orden de sus sensaciones; mientras l_os que mventan raramen'te siguen ese orden.> a Además, la asociación. no sólo ocurre entre las ideas simples, sino también entre las comple:as, que se funden de manera de componer una idea que parece simple. ÉStas son nuestras ideas de la mayoría de los objetos familiares; la idea de pared, por ejemplo, es una idea compleja que resulta de las ideas ya comple?as de ladrillo, de arena y de cal. Los principios sobre los que se asocian las ideas eran tres para Hume: la contigüidad en el tie171po Y e.n ·el espacio, la semejanza y la causalidad. Mili únicame;1t.e admite el _P~er principio, contigüidad en el espacio (orden sincromco) Y cont~idad en el tiempo (orden sucesivo), y se esfuerza, con un ensayo de simpl~­ ficación que su hijo, al anotar el AnalySis, juzga como «el menos feliz de toda la obra>, por reducir los otros dos al primero: La imaginación y la memoria tienen un ¡mesto. im~ortante en l?s análisis de James Mili, que nos presentan. la conciencia como el numero de nuestros sentimientos tomados· uno por uno, en tanto que la imaginación es el número de. una sucesión de sentimientos o de ideas, aunque sea grande la diversidad· de esas sucesiones. En efecto, son muy diversas en el comerciante ocupado de satisfacer sus clientes, en el médico atento al diagnóstico que -debe hacer de la enfermedad. de su batall~ o en el paciente, en el militar que dirige a sus hombre.s en científico que investiga. Mill hace resaltar con mgemo el caract~r por el cual las asociaciones de ideas del poeta difieren de las demas que se le asemejan. cLas ideas del poeta son las ideas de todo lo que hay de más sorprendente en las apariencias visibles de la naturaleza Y de todo

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lo que hay de más interesante ·en las pasiones y afecciones de los hombres. No es, pues, de sorprender que esas series de ideas agradables hayan llamado particularmente la atención, y que en las primeras edades, cuando la poesía era toda· 1a literatura, haya podido merecer un nombre particular más que las series de ideas de otra clase... En el · caso del abogado, la serie de ideas lleva a una decisión favorable para la parte que defiende; no tiene nada agradable en sí misma. Todo el placer deriva de la finalidad. Lo mismo ocurre para el mercader. La finalidad del matemático y del físico es la búsqueda de la verdad; sus series de ideas están dirigidas hacia ese objto y son, o no son, una fuente de placeres seg\ín se alcance o no la finalidad. Pero el caso del poeta es completamente diferente. Su serie de ideas es su propio fin. Es completamente agradable o el fin está equivocado.> 4 En cuanto a la memoria, Mill acepta . que todos· los que la estudiaron están de acuerdo en que se trata de una facultad compleja. Pero, ¿en qué se resuelve? Para Mili, únicamente contiene ideas y asociaciones de ideas. En primer lugar, es verdad que las ideas constituyen la parte fundamental porque sólo rec9rdamos con ideas, y, por consiguiente, para que haya memoria se requiere que haya ideas. ¿Y cómo se produce la idea, que es parte de la memoria? Por asociación. Para nuestro autor, esto es fácil de probar. Hemos estado unidos a una persona en la que no hemos pensado desde hace mucho; una carta suya, o una observación que gustaba repetir y que resuena en nuestros oídos, ésas · son circunstancias asociadas con la idea de la persona y que nos la traen a la memoria. De la misma manera, cuando procuramos recordar algo recurrimos a diversas series de ideas, con la esperanza de que una u otra nos sugiera la idea que buscamos. }iasta aquí ninguna dificultad aparente; en el sistema de asociaciones de James Mill todo funciona con la analogía entre asociación y la fuerza de la atracción universal. Pero hay dos casos en la memoria que introducen variantes: cuando recordamos· sensaciones y cuando recordamos ideas. Mili recuerda haber visto al Rey pronunciar un discurso en la apertura de las sesio, ne.s del Parlamento inglés: memoria de sensaciones; y también recuerda 'haber leído el relato de la sesión cuando Napoleón I abrió, por primera vez, las cámaras francesas: memoria de ideas. En uno y otro caso, el reconocimiento del recuerdo, como perteneciente al pasado, es una idea muy compleja que consiste en tres elementos principales: 1) un estado de conciencia actual que llamamos el yo recordándose; 2) un es~do de conciencia que llamamos el yo que percibió o conCibió; 3) los estados de conciencia sucesivos que llenan el intervalo entre esos dos puntos. De este modo, según nuestro autór, recorremos rápidamente por el pensamiento la serie de estados de conciencia, intermediarios, entre el momento del recuerdo y el momento en que el acontecimiento se produce, y es por este movimiento rápido que un


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hecho se nos aparece como pasado, y por la serie de la memoria difiere ' de la imaginación. Todo se reduce, pues, a una asociación de ideas, puesto que solamente existen la idea del yo presente (el yo que se recuerda), la idea del yo pasado (la palabra que se recuerda) y la idea de una serie de estados de conciencia que llenan el intervalo. De la memoria, la psicología de Mill pasa a las operaciones que dan las nociones abstr~ctas y generales: la clasificación y la abstracción. .; La clasificación e,s el proceder por el cual reunimos los objetos de nuestros sentidos y de nuestras ideas en algunos agregados llamados clases. Pero, ¿en qué consiste ese proceder por el cual los individuos forman en clases, separando tales y tales de los otros? «Lo consideramos bajo una cierta idea de unidad como siendo algo en ellos mismos.» 5 Este problema, que por siglos ha sido piedra de escándalo, Mill lo explica únicamente por medio de la palabra y de la asociación de ideas. cLa palabra hombre -nos dice-, de primera intención es aplicada a un individuo; de primera intención es asociada con la idea de este individuo y adquiere la facultad de despertar la idea. En seguida es aplicada a otro individuo y adquiere la facultad de despertar la idea· y así sucesivamente hasta que haya adquirido la facultad de desperta; un número infinito de. esas ideas e indiferentemente. ¿Qué ocurre entonces? Que todas las veces que se presenta despierta un número infinito de ideas de esos individuos; y como las despierta en combinación estrecha, forma una especie de idea compleja.» «De ello resulta que la palabra hombre no es una palabra que responde a una idea simple, lo que es la opinión de los realistas; ni una palabra que responde a alguna idea, lo que es la opinión de los nominalistas; pero una palabra que despierta un número infinito de ideas, por las leyes irresistibles de la sensación y formando una idea muy compleja e indistinta, pero no por ello inteligible.»~ La gran particularidad de esta teoría es que no emplea, ni siquiera de nombre, la abstracción. Sólo ve en la clasificación un nombre común, asociado con un agregado indefinido e indistinto de individuos concretos semejantes, al que se agrega un procedimiento subsidiario: que uno o más elementos de una idea compleja sean separados del resto: lo que recibe el nombre de abstracción. Este último proceder es definido por Mili como el acto de separar una parte de lo que es contenido en una idea compleja, para hacer un objeto que se considera en sí mismo. Reducida por nuestro autor la abstracción a un proceder de notación por medio de palabras, no tiene en su sistema importancia fundamental. Las doctrinas de la escuela experimental inglesa poco p nada se ocuparon de la psicología de los sentimientos de las emociones de los fenómenos afectivos en general, centradas co~o estuvieron en problemas de las sensaciones y de las ideas. Algunos de sus psicólogos ni siquiera las rozaron; otros, como Stuart Mill y Spencer, apenas se ocu-

paron de ellos. Solamente dos intentaron tratarlas a fondo: James Mill y Alexander Bain. Sin embargo, por amplio y profundo que sea al respecto el estudio de este último, queda como la parte más débil de su obra. James Mill comienza por considerar los fenómenos del pensamiento como divididos en dos clases: facultades intelectuales y facultades activas. En el primer caso, las sensacio.nes y las ideas son considerados como simplemente existentes; en el segundo son considerados como excitante de la acción. Destaca, como vimos, que los de la primera clase pueden formar grupos más o menos complejos y que se suceden según leyes determinadas. Los de la segunda clase son igualmente aptos para· formar grupos y sucederse según leyes determinadas. Hasta aquí, las dos clases de fenómenos concuerdan, y sólo queda a Mili la tarea de buscar las diferencias propias ·a la última. Todas nuestras sensaciones son agradables, desagradables o indiferentes. Deseamos prolongar las primeras, poner fin a las segundas; en cuanto a las terceras, no procuramos prolongarlas ni abreviarlas. Nuestro autor se limita a decir que las sensaciones indiferentes son probablemente las más numerosas y sin estudiarlas. Placer y dolor son, pues, dos hechos primitivos. Pero esos hechos tienen causas, y esas causas son de dos clases: próximas y alejadas. Pero esto no es todo; hemos visto que las sensaciones pueden ser conservadas y reproducidas, y que esas reproducciones se llaman ideas. De la misma manera, cualquier sensación de placer o de dolor puede ser reproducida, y así se forman ideas de placer y de dolor. Una idea de placer o de dolor es un estado de conciencia muy neto y conocido. por todos. Pero la idea de un placer no es . un placer, y la idea de un dolor no es un dolor. La idea de placer se llama deseo; la idea de dolor se llama adversi6n. Pero las sensaciones agradables o desagradables y las ideas de esas sensaciones no son únicamente actuales. P.ueden relacionarse con el pasado, por la memoria; con el porvenir, por la anticipación. Conocemos el mecanismo de la memoria según Mill. En cuanto ca la anticipación del porvenir, consiste en la misma serie de asociaciones, con la diferencia que, en la memoria, la asociación de los estados de conciencia que convierte la idea en memoria va del consecuente al antecedente, o sea retrocedemos; mientras que en el caso de la anticipación, la asociación va del antecedente al consecuente, o sea avanzamos>.7 Cuando una sensación agradable es concebida como futura, pero sin que sea en sí misma cierta, ese estado de conciencia se llama esperanza; si es cierto, se llama alegría. Cuando una sensación desagradable es concebida como futura, pero sin que sea segura, ese estado de conciencia se llama temoT; si es seguro, se llama pena. Una sensación agradable o la idea de esta sensación, junto con la idea de la causa que la produce, engendra el afecto o amor. La sensación desagradable, junto con la idea de su causa, engendra por esta razón la antipatía o el odio. Las causas

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de nuestros placeres y dolores son, como vimos, proxrmas o alejadas. Según Mili, las causas inmediatas son muchísimo menos interesantes, y aunque parezca una paradoja lo explica afirmando que son el resultado de una de las leyes más generales de nuestra naturaleza: por no tener jamás esas causas inmediatas un campo de operaciones muy extenso, la idea de esas causas solamente está_ asociada con un número limitado de placeres o de dolores, porque «cuando la idea de un objeto está asociada con cien veces más placer que otra idea, es, naturalmente, cien veces más interesante>.s De este modo, Mill se dedica casi exclusivamente a las causas alejadas, que divide en tres grupos: 1. 0 ) Riqueza, Poder, Dignidad y sus contrarios. 2. 0 ) Nuestros semejantes: parientes, amigos, conciudadanos, etc. 3. 0 ) Los objetos calificados de hermosos y de sublimes. A su vez, a estas causas, alejadas de nuestros placeres y dolores, se las podría denominar causas egoístas, causas sociales, causas estéticas. Cuando la idea de una acción que emana de nosotros (causa) se asocia con la idea de un placer (efecto), se produce un estado de espíritu particular caracterizado por la tendencia a la acción y que se denomina con propiedad motivo. Un motivo es la idea de un placer que se puede esperar; un motivo particular es la idea de un placer particular que se puede esperar. Motivo significa, pues, para Mill, fin, finalidad, término. Pero no solamente los placeres y los dolores, sino también las ca.usas de placer y de dolor, se vuelven motivos de acciones. Esas causas,· asociándose en nuestro espíritu con los placeres y penas que producen, se vuelven de primera intención agradables o desagradables en sí mismas; después, asociándose con aquellos actos nuestros que pueden . ponerlas en ejecución, se vuelven motivos con una fuerza muy grande. Es de este modo como la riqueza, el poder, las dignidades, nuestros semejantes, los objetos hermosos y sublimes que, como vimos, se vuelven por asociaciones af eccione3, se transforman también en motivos. De esta manera, dirá Mill, cpodemos explicar ahora los ·fenómenos clasificados bajo los títulos de_ sentido moral, facultades o afecciones morales>.D Y los motivos morales nos llevan consecuentemente a la voluntad. El estudio que Mili hace de la voluntad se aplica sobre todo a las cuestiones que vislumbra y al método que 'inaugura. Uno de los principales méritos de nuestro autor es haber visto la necesidad de estudiar el desarrollo del poder voluntario, y que después de él, como veremos más adelante, hará muy seriamente Bain. Mill comprendió cuán falsa es la idea de una voluntad que, por así decirlo, nace completa y cuyo primer acto sería ordenar imperiosamente y ser instantáneamente obedecida. Ensaya mostrar, aunque de manera imperfecta, sus primeros tanteos y sus primeras conquistas, y estaría fuera de lugar seguirlo en sus consideraciones sobre el tema, porque no llegaríamos a resultados viables y en mucho inferiores a los que veremos que· alcanza

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Bain. Por lo demás, allí donde el mecanicismo de la asociación se detiene, las fuerzas de Mili flaquean y sus consideraciones, que se repiten para cada tema sobre el calco de las mismas formas de asociación carecen de fuerza y de importancia para la historia de la psicología'. , ~· John Stuart MiZZ: la te<nia psicol6gica de la materia y del espir:itu.-:- JoHN STUART Mn.L (1806-1873) tuvo merecida reputación de econ~m1sta; sus obras sobre política y las cuestiones sociales, su lógica, c?ntri?uyeron a convertirlo en uno de los pensadores ingleses más discutidos de la segunda mitad del siglo XIX. Pero de todas sus contrib~cioi;es al sa~er y ~ la cultura, la única que ha perdurado es la que ~rmdo ~ la ps1colog1a, precisamente en ·un momento cuando, bajo la mfl~enc1a de Auguste Comte, se pretendía diluirla repartida entre la s?c1ología Y la biología. Y lo más importante de este hecho es que s1end? Stuart 1?ositivista, contribuyó a afianzar el campo de lo~ estud10s de ps1colog1a. 10 La primera preocupación de Stuart Mili con res~ecto a la psic~logía es metodológica; en toda ciencia, el método es cap1~l, Y lo es mas cuanto menos avanzada está en su desarrollo. Por lo m~sm~, hace notar con razón cuán poco adelantado es el método de las c1:mcias morales y sociales, y se dedica resueltamente al de la psic~}og1a. «La psicología -dice- tiene por fin las uniformidades de suces1on; las leyes, ya sean primitivas, ya sean derivadas, según las cuales un estado mental sucede a otro, es la causa de otro 0 por lo menos la . c~!1sa de, la aparición de otro.> 11 Además, encu~ntra que es una opm~on comun que los pensamientos, sentimientos y acciones de seres sensibles no pueden ser objeto de una ciencia, en el mismo sentido que lo~ seres y' fenómenos del mundo exterior. Esta opinión para Stuart Mili, reposa sobre una confusión: se confunde toda ciencia 'con Ja ciencia e:ic,acta. Fer~ se. puede concebir un caso intermedio entre la perfecc1,on de la c1enc1a y su imperfección, de d<mde una ciencia no es todav.1a exacta, Y no por inlposibilidad radical atingente a su naturaleza sino .por~ue es muy difícil comprobar las uniformidades derivadas'. La cien:uz. de la natuTalez?' hwma'll.a es de este género. Está lejos de l~ ex~ctitud d~ la astronomia; pero no hay razón para que no sea una c1enc1a como esta cuando ·no abarcaba los fenómenos principales. De esta m~nera, la finalidad de la psicología está fijada: tiene por objeto los fenomenos del e~pír~tu. Su carácter está determinado: es, 0 puede ser, una ciencia; c1enc1a no exacta, pero aproximativa y suficiente para la práctica. Penetremos a~ora en su 1:1é~odo, y sigamos a Stuart Mili en lo que al respecto nos dice en su Logica. Para él, dos escuelas completamente opuestas c?ntribuyeron a desviarla del buen camino: Auguste Comte Y la n;et~fisica alemana; el primero porque «reivindica para los fisiólogos umcamente el conocimiento científico de los fenómenos intelec-

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tuales y morales. Rechaza completamente, como proceclimiento sin virtud, la observación psicológica propiamente dicha, la conciencia interna. Piensa q1,1e debemos adquirir nuestro conocimiento del espíritu humano, observando a los demás. ¿Cómo podemos observar e interpre- · tar las operaciones mentales de otros sin conocer previamente las nuestras? Es lo que no dice. Pero considera evidente que la observadón de nosotros mismos por nosotros mismos sólo puede enseñarnos poca cosa sobre los sentimientos y nada con respecto al entendimiento: en el fondo, ese repliegue del espíritu sobre sí mismo le parece imposible».12 En cuanto a la escuela opuesta, los metafísicos, alemanes u otros, los que en general llama filósofos a priori: cEl debate entre el filósofo a priori y la filosofía a posterio1:i supera en mucho los límites y alcances de la psicología y se ha concentrado sobre todo en el campo de la ontología. No tengo ninguna intención de profesarme partidario de unos u otros; ambos han hecho mucho por la humanidad; ambos deben ser necesariamente conocidos por cualquiera que aborde las cues~iones filosóficas, habiendo cada uno aprovechado mucho de las críticas del otro. Concentrando la cuestión simplemente sobre. el terreno de la psicología, se encuentra que la diferencia entre las dos psicologías consiste en las teorf.as diferentes que dan de los f en6menos complejos del espíritu humano.» 1s De este modo .tenemos que para Stuart Mili la psicología a prioTi sostiene que en todo acto de pensamiento, incluso el más elemental, hay un elemento que no está dado al espíritu, pero que es dado por el ~s~íritu en virtud ~e sus facultades propias. La psicología a posteriori, por el contrario,· reconociendo la existencia de un elemento mental en nuestras ideas, admitiendo que nuestras nociones de extens~ón, solidez, tiempo, espacio, virtud, no son copias exactas de impresiones causadas en nuestros sentidos, sino producto del trab¡¡jo del espíritu, no considera esta producción como el resultado de leyes particulares e impenetrables, de las que no se puede dar cuenta. Piensa, por el contrario, que esto es posible. Piensa que el elemento mental es un hecho, pero no un hecho último, que se puede reducir en leyes más simples y en hechos más. generales, en una palabra, que se puede determinar la génesis. Y de aquí que Stuart Mili ·encuentre que las dos principales doctrinas de la psicología a posteTioTi más adelantada sean: 1.ª) Que los fenómenos más abstractos del espíritu son formas de fenómenos más simples y más elementales. 2.ª) Que la ley mental por medio de la cual esta formación tiene Jugar es la ley de la asociación. • . r_.a forma más completa y más científica de la psicología a poste1'iOTi es, pues, la que considera la ley de asociación como el principio supremo. Su gran p:roblema no es determinar hasta dónde esta ley se

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extiende, pues se extiende a todo -ideas, emociones, deseos, voliciones, etc.-, sino cuántos fenómenos mentales es capaz de explicar y cómo los expiica. Esta manera de interpretar los fenómenos del espíritu, prosigue Stuart Mill, ha sido muchas veces considerada como materialista, pero se defiende de la acusación porque solamente para «los espíritus vulgares un grande y hermoso objetivo pierde su encanto al perder algo de su misterio, al descubrir una parte del proceder secreto por el cual la naturaleza lo pariÓ».u Stuart Mill es mecanicista, pero se conserva rigurosamente espiritualista. Después de haber determinado el objeto y el método de la psicología, nuestro autor busca si no hay un arte al que esta ciencia pueda servir de base; si no hay una ciencia derivada, aplicable a la vida práctica, que suponga, como ciencia primera, el conocimiento general de los fenómenos del espíritu. La posibilidad de ese arte, o, si se quiere, esa ciencia derivada asentada sobre la psicología, apenas ha sido entrevista por algunos ~spíritus,111 Y Stuart Mill procura· fijar su naturaleza y método, dándole el nombre de ethología o ciencia del carácter, y a la que asigna como proceder de investigación el método deductivo con verificación.rn La psicología tiene por objeto las leyes más generales de la naturaleza humana; la ethología tiene por objeto las leyes derivadas. La psicología se ocupa del género; la ethología, de las especies y las variedades. Es, pues, por este camino que Stuart Mili llega a concebir una ciencia general, abstracta, asentada sobre la observación y la experiencia, que tiene por objeto los fenómenos fundamentales del espíritu humano, y una ciencia particular, que tiene por objeto las variedades del carácter. Tal es, en síntesis, la tarea casi inagotable, y casi enteramente nueva que Stuart Mill asigna a la psicología futura. ' En cuanto a los temas psicológicos propiamente dichos, o sea aquellos que de acuerdo con el empirismo asociacionista ocupan la atención de Stuart Mili, podemos reunirlos en los grupos siguientes: conciencia, percepción, asociación, idea de causa, verdades necesarias razonamiento y voluntad. En el tratamiento de los mismos, nuestr¿ autor no nos ofrece nada de extraordinario, pues no supera las restricciones del asociacionismo, y, fuera de la e]emplificación rica y variada, los planteamientos y las soluciones corresponden a los de la linea de su padre, James Mili, y que acabamos de estudiar, y de Bain y de Lewes, salvo que ya preludia, lo que será desarrollado por Herbert Spencer, que existe en la raza ciertas intuiciones fundamentales que son el resultado de experiencias gradualmente organizadas y heredadas pero que se volvieron inconscientes. Se formaría por acumulaci6n lenta' como las intuiciones de espacio y de tiempo. Y lo mismo que la intuí~ ción de espacio corresponde a las demostraciones exactas de la geometría, las intuiciones morales corresponden a las demostraciones de la ciencia moral. Pero donde en verdad Stuart Mill plantea consideraciones


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nuevas es en su teoría psicológica de la materia y del espíritu. Como se podría creer, no entramos con este tema en la metafísica, p~es no se trata de la materia y del espíritu considerados como sustancias. La «teoría de la materia y del espíritu> se opone a la mayoría de los filósofos de la época ..en que no considera al sujeto y al objeto como dos términos fundamentales, irreducibles, que no ·son revelados por la conciencia desde el comienzo de la vida, sino que piensa que las nociones de materia y de espíritu son complejas y formadas en una época ulterior; y en consecuencia, aplicando el análisis, se puede descubrir y tratar la génesis. Stuart Mili ve una cuestión de origen Y de investigación embriológica allí donde la escuela rival sólo ve dos hechos a comprobar, refractarios a cualquier proceder de explicación, Y se propone establecer que la materia sólo es la posibilidad permanente de nuestras sensaciones, y el espíritu, la posibilidad permanente de nuestros estados de conciencia acercándose de este modo a Berkeley por el primer punto, y a Hume, 'por el segundo. Para él, la teoría psicológica de la creencia en un mundo exterior requiere, para constituirse, de algunos postulados que, todos, están comprobados por la experiencia. El primero de esos postulados es que e~ espíritu huma~o es .cap~z de esperar; o, en otros, términos, que despues de haber tenido sensaciones actuales, somos capaces de formarnos la concepción de sensaeiones posibles. El segundo es que nuestras ide¡¡.s de asociar según leyes, Y entre las leyes de la asociación de ideas, las que conciernen a este caso son las siguientes: 1) Hay una tendencia a pensar juntos fenómenos semejantes. . 2) Hay una tendencia a pensar juntos los fenómenos que han sido probados o concebidos como contiguos ert el trabajo o en el espacio. 3) Las asociaciones producidas por la contigÜidad se vuelven más seguras y más rápidas por la repetición; y de este modo se produce la asociación inseperable o indisoluble. 4) Cuando la asociación adquirió ese carácter de inseparabilidad, no sólo las dos ideas se vuelven inseparables en la conciencia, sino que los hechos o fenómenos que corresponden a esas ideas aparecen finalmente inseparables en la existencia. Se encuentran innumerables ejemplos en las percepciones adquiridas de la vista. Así, vemos artificialmente que. un cuerpo es caliente o frío, duro o blando, etc. Planteados estos postulados, cla teoría psicológica sostiene que hay asociaciones natural e incluso necesariamente producidas por el orden de nuestras sensaciones y de nuestras reminiscencias de sensaciones, las cuales, suponiendo que no existiera en la conciencia ninguna n:ituición de .un mundo exterior, producirían inevitablemente su creencia Y lo harian ver como una intuición>.17 ¿Y qué significamos con esas palabras: un mundo exterior una sustancia externa? Entendemos, responderá Stuart Mill, que nuestras percepciones tienen relación con algo que existe,

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incluso cuando no pensamos en ello, que ha existido antes de que pensáramos en ello, que existirá cuando habremos desaparecido; comprendemos que existen cosas que nunca vemos, tocamos ni percibimos nosotros ni ningún hombre. La idea de ese algo fijo que se distingue de nuestras impresiones flotantes', por ese carácter que Kant llamara la permanencia, es, es nuestra creencia en la materia. Ahora bien, según la teoría psicológica, todo esto es únicamente la forma, las leyes conocidas de la asociación que nos imponen nociones de sensaciones contingentes, obtenidas por la experiencia. Además, hay un carácter importante que agregamos a la certidumbre o garantía de esas posibilidades de sensaciones, y es que las sensaciones no son aisladas, sino que están unidas en grupos. Por consiguiente, el grupo, considerado como un todo, se presenta al espíritu como permanente, carácter principal que distingue a nuestra idea de sustancia de nuestra idea de sensación. Por último, no sólo reconocemos grupos, sino también un orden fijo en nuestras sensaciones, un orden de sucesión.que, cuando la experiencia lo confirma, da nacimiento a las ideas de causa y de efecto. En una palabra, sensaciones posibles, grupos de sensaciones, un orden entre esos grupos y un acuerdo entre nuestra creencia y la de nuestros semejantes: es toda nuestra idea de la materfa. «La materia puede ser definida como 1a posibilidad. perm.amente de sensación.» El concepto de materia de Stuart Mili, cerradamente berkeliano, incluye como núcleo de fuerza la doctrina idealista acoplada con la intuición espiritualista, y nuestro autor, realista a ultranza por un lado, cae, .finalmente, en el idealismo y llega a un concepto espiritual de la materia. Apliquemos ahora esta teoría psicológica al espíritu.18 Es evidente de primera intención que el conocimiento que tenemos, así como el de la materia, es completamente relativo. No sabemos lo que hay fuera de las manifestaciones de la conciencia. No podemos conocerla ni imaginarla, bajo otra forma que la sucesión de diversos estados' de ·conciencia. No cabe duda que nuestra noción de espíritu, como la de materia, es la ·noción de algo permanente por oposición al flujo perpetuo de los estados de conciencia de que somos conscientes. Ese «permanente> puede ser, para el espíritu como para la materia, sólo una posibilidad. Creo que mi espíritu existe, inclusive cuando no siente, cuando no piensa y no tiene conciencia de su existencia. ¿A qué se reduce esto? A creer en una posibilidad permanente de esos estados. De este modo, nuestra idea del espíritu no es otra cosa que la idea de la serie de nuestras sensaciones actuales y de las posibilidades infinitas de sensación que se realizarán si las condiciones apropiadas se reencuentran. La teoría psicológica del espíritu deja nuestra ,certeza de la existencia de nuestros semejantes exactamente en lo que era antes: es lo mismo para la existencia de Dios. Supongamos que considero al espíritu divino simplemente como la serie de los pensamientos divinos


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prolongados durante la eternidad, lo que con seguridad sería considerar la existencia de Dios tan real como la mía; esto sería hacer lo que se hizo hace tiempo, 0 sea fundarse sobre la n~turaleza. humana ~ara d ella inferir la naturaleza divina. La creencia en Dios nada tiene p:Xa ganar 0 perder si se admite esta teoría. Lo .1;11smo reza. p~ra la inmortalidad: es tan fácil de concebir una sucesion de sentimientos, una corriente de conciencia prolongada eternamente, como una sustancia que siempre continúa existiendo: y si hay argumentos que lo prue~ ban, pueden muy bien adaptarse tanto a una t~ría co~o a la. otra. As1 descartadas las objeciones extrínsecas, la teor1a contien;. ~ific~tad?s intrínsecas qtie no parece, afirma Stuart Mili, que ~l a~áhslS ps1colc; gico pueda resolver. En efecto, la corriente de conciencia que co:nstituye la vida fenomenal del espíritu no sólo se comi:ione de sen~aciones presentes, sino también de recuerdos y de e:x:pectatí1'CLS; no esta ~ntre­ gada al presente, pues abarca también el pasado y .el porven:ir'. De manera que «si hablamos del espíritu como de una serie de. sentimie~­ tos estamos obligados a agregar, para ser completos, una serie .de sentimientos que se conocen como pasado y con;-o futuro. Y quedamo~ reducidos a la alternativa de creer que el espiritu, el yo, es algo diferente de una serie de sentimientos actuales o posibles, o bien ~ceptar la paradoja de que algo que por hipótesis solamente. es una serie de sen~ timientos, puede por sí mismo conocerse como serie>.19 La ver~d, co~­ cluye diciéndonos Stuart Mili, es que nos enfrentamos con ese mexphcable que necesariamente se encuentra cuando tocamos los hechos últimos. Piensa que su manera de explicar los ~echos parece más incomprensible que cualquier otra, y es porque está menos acomod~da al lenguaje corriente y, por consiguiente, a veces presenta contradicciones en los términos. cEn el fondo es más sabio aceptar ~l hecho inexplicable, sin teoría sobre el c6mo; y c~do estamos obligados a hablar en términos que implican alguna teoria, se debe hacerlo con más reserva.> 20 Stuart Mili, aparte de los hechos, admite el orden e~tre los espíritus. Además, acuerda al lazo que une los estad?s de ~oncien­ cia tanta realidad como a esos mismos estados, Y es ma~ :e~ que el fenomenismo puro; pero, de cualquier manera, su espmtualidad se revela al dejar la cuestión abierta. 4. Herbert Spencer, o la síntesis y el a:nálisis com.o red.eres fundamentales del conocimiento científico. - En la filosofia, .como ~ las ciencias inglesas del siglo XIX, y también sobre el pen~iento universal hasta bien entrado nuestro siglo, señorea la presencia de Spencer, quien dejó profundas huellas ·en todas las cuestiones candentes del conocimiento, en especial de la psicología. HERBER~ SPENcER (1820-1~03) fue, como profesional, un ingeniero que, al decir de su compatriota Stuart Mili, representó a ·uno de los más grandes hombres, tanto por

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la .variedad como por la profundidad de· sus conocimientos enciclopédicos, que le permitieron tratarse de igual a igual con el fundador de la escuela positiva, Auguste Comte, y del que no fue un discípulo sino un maestro.2i Espíritu formado y disciplinado por las investigaciones científicas, no disertó sobre el método, sino que lo aplicó y, cosa más rara aún, sabía distinguir sin hesitaciones lo cierto de lo probable, o, como él mismo decía, lo cognoscible de lo incognoscible. Su ideal filosófico es el espíritu que generaliza, ideal q:ue consistiría en asir no solamente las fórmulas generales que simplifican los hechos, sino también los hechos que verifican las fórmulas: ver las leyes en los hechos, y los hechos en las leyes. Pero esto es un ideal, o sea lo que se puede esperar y no alcanzar. En sus estudios de los fenómenos psicológicos, los únicos que aquí nos interesan de su vastísima obra, Spencer empleó los procederes fundamentales de todo método: la síntesis y el análisis. Y grandísima fue su habilidad para manejar equilibradamente esos dos instrumentos tan diferentes, de los cuales uno distingue, divide, separa, mientras que el otro reúne, aproxima, identifica. No obstante, en Spencer es la síntesis la que predomina y la que caracteriza tanto a su pensamiento como al contenido de su obra. Para comprender la psicología de Spencer, así como la generalidad de su pensamiento, es necesaria la exposición previa de la aplicación que hace de la ley de la evolución, o sea su doctrina del progreso o del desarrollo, y mostrar cómo la aplica a los fenómenos psicológicos.22 Spencer encuentra que los fisiólogos alemanes han establecido muy bien que ep. los organismos individuales el progreso consiste en el pasaje de una estructura homogénea a una estructura heterogénea. En su origen, cualquier germen es una sustancia uniforme, bajo la doble relación de la textura y de la composición química; por diferenciacio' nes sucesivas y. casi infinitas se produce esa combinación compleja de tejidos y de órganos que constituyen al animal o a la planta adultos. Tal es la historia de cualquier organismo, y Spencer se propone demostrar que esta ley del progreso orgánico es la ley de todo progreso; que el desarrolló de la tierra, de la vida sobre su superficie, de la sociedad, del gobierno, de la industria, del comercio, del lenguaje, de la literatura, de la ciencia y del arte, supone la misma evolución de lo simple a lo complejo por medio de diferenciaciones sucesivas: Y esta ley, que explica la transformación universal de lo homogéneo en heterogéneo, Spencer la enuncia: Cualquier fuerza activa produce más de , un cambio; cualquier causa produce más de un efecto. Así, cuando li.n cuerpo golpea a otro, para nuestros ojos el efecto consiste en un cambio ~n la posición o el movimiento de uno de los dos cuerpos. Pero ésta es una opinión muy incompleta, pues además se produjo un sonido, vibraciones impresas al aire, y no solamente por el sonido, sino también por el movimiento de los cuerpos; hubo un desajuste de las moléculas


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en el punto de colisión y, por consiguiente, condensación Y desprendimiento de calor a veces incluso una chispa, o sea producción de luz. He aquí por lo :Uenos cinco especies de cambios producidas por un simple choque. De este modo, entre éste y los diversos ejem?los que el autor toma de la lingüística, de la geología, de la etnologia, de la quúnica, de la industria, del comercio, hay bastante para asir su pensamiento. Además, destaca que si bien en realidad hay. causas complejas donde hablamos de causas simples, no obstante e.s verdad que esas causas son menos complejas que sus resultados. «Finalmente, los hechos tienden a demostrar que cada especie de progreso va de lo homogéneo a lo heterogéneo y que esto es porque cada can;-bio está seguido de muchos cambios.» 23 En resumen, para Spencer, la interpretación completa del fenómeno de la evolución presentada en forma sistemática y en un orden sintético se reduce a las siguientes proporciones: . . El principio fundamental de la evolución es la persistcmcu:t de l<t fuerza;. es de ella que todo se deduce. . . Hay en el universo dos órdenes de cambios contrarios Y necesarios: uno la integración (evolución), otro la desintegración (disolución). La evolución reposa sobre tres leyes esenciales: l.ª) ·ta. inestabilidad de to homogéneo: en todo cuerpo, la homogeneidad es una condición de equilibrio inestable. . . 2.ª) La multiplicaci6n de tos efectos: una fuerza incidente que afecta un compuesto que era heterogéneo, afecta diferentemente las partes. . . ., 3.ª) La segregación: las fuerzas que causan esta mult1phcac1on de los efectos producen movimientos en diversos sentidos, de donde resulta la convergencia de las unidades movidas en el mismo sentido, y la divergencia de las que son movidas en sentidos diferent:s. Por consiguiente: La evolución es una integración de materia ª<."O'l";pañada de una disipación de movimiento, durante la cual la. mate':" pasa de una homogeneidad indefinida, incohe'l'e:ite, a una .he.terogeneidad definida, coherente, y durante la. cual también el movimiento 'retenido sufre una transformación análoga. · • Conocido el pensamiento evolutivo de Spencer, pasemos a su aph- , cación a la psicología y la idea que de séta se forma nuestro autor.•. «Lo que distingue a la psicología de las ciencias sobre las. que reposa es que no tiene por objeto la conexión de los fenómenos internos Y/ tampoco de los fenómenos externos, sino la conexión entre es~ c~e- ' xiones:J> 24 Una proposición psicológica contiene, pues, cuatro termmos., y dos proposiciones, de las cuales una concierne a: sujeto Y la otra al objeto. Tomemos un ejemplo: sean A y B dos feno~enos ~xternos: e}: color y el gusto de una fruta; sean a y b las sensaciones visual Y gu~­ ta tiva producidas en el organismo por ese fruto: en tanto que exam1-,J

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namos la relación AB, hacemos un estudio físico; en tanto que examinamos la relación ab, hacemos un estudio de fisiología. «Pero pasamos al dominio de la psicología desdé el momento en que buscamos cómo puede existir en el organismo una relación entre a y b que, de una manera u otra, responda a la relación entre A y B. La psicología se ocupa exclusivamente de esta conexión entre AB y ab; busca el valor, el origen, la significación.> .25 Los datos de la psicología deben ser buscados en gran parte en el estudio de la estructura y de las funciones del sistema nervioso. Sobre este punto, Spencer ha escrito capítulos interesantísimos, en los que toma de la histología, de la anatomía des criptiva y de la fisiología todo lo que puedei ser útil a la psicología. Esos datos sirven de base a las primeras inducciones de la psicología. Primero se puede preguntar: ¿qué es el espíritu? Esta cuestión, 'entendida en el sentido de los metafísicos, o ·sea en relación con una sustancia incognoscible, es ociosa, insoluble. Lo más que puede hacer el análisis es llegar a algún elemento último, que, en los lúnites de la experiencia, nos hace comprender la composición del espíritu. Apoyándose en las investigaciones de los físicos, y especialmente sobre la descomposición de las sensaciones en sus elementos primitivos, Spencer piensa que toda sensación está producida por una integración, una fusión de choques nerviosos. «Es posible -¿no podríamos acaso decir proDable ?- que algo del mismo orden ·de lo que llamamos choque nervioso sea la última unidad de conciencia, y que todas las diferencias entre nuestros estados de conciencia resulten de modos diferentes de integración de esta última unidad.» 26 Pero si dejamos la especulación sobre la composición última del espíritu y pasamos a las observaciones sobre su composición próxima, encontramos que está compuesta de· dos categorías de ·elementos: los feelings (lo que es sentido) y las relaciones entre esos estados. Los f eelings tienen por carácter esencial ocupar una porción de conciencia bastante considerable para ser percibible. La relación. no ocupa en la conciencia esa porción apreciable: quitad . los términos que une y desaparece con ellos. Spencer ensayó una clasificación de los estados de conciencia (feelings) asentada sobre una .base fisiológica. Los divide primero en feelings que vienen del centro (emociones) y feelings que vienen de la periferia (sensaciones). Los estados de conciencia que vienen de la periferia pueden, a su vez, ser distinguidos en dos grupos: las sensaciones periféricas provocadas por .acciones externas, y las sensaciones periféricas provocadas por acciones internas. De esta manera llegamos a una clasificación fundada sobre la estructura: emociones, sensaciones externas, sensaciones internas; 'º• como dice Spencer, estados de conciencia centrales, epiperlféricos y · toperif éricos. Cada una de esas tres divisiones tiene dos formas: la orma primaria, viva o real; la forma secundaria, débil o ideal. En ., to a las relaciones, Spencer las reduce a tres fundamentales, que


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son, yendo de lo complejo a lo simple: las relaciones de coexistencia, sucesión y diferencia. Las dos primeras reposan sobre la última; la sucesión es una diferencia de orden; la coexistencia, una no-diferencia de orden (una indiferencia en el orden).2 7 Los estados de conciencia primitivos son los materiales de las ideas, o sea del conocimiento propiamente dicho. La idea es 1a unidad del oonocimie-nto. Y de la misma manera que una sensación es una serie integrada de choques nerviosos, la idea es una serie integrada de sensaciones semejantes. La idea es producida por una fusión de residuos, por la fusión de un estado de conciencia actual con los estados de conciencia anteriores y semejantes. De este modo, encontramos en todas partes la misma ley de composición continua, sin límites definidos, hasta en las formas más elevadas de la .conciencia, formadas por grupos de estados de conciencia unidos por relaciones extremadame~te complicadas. Aquí se· puede ya ver el papel que para Spencer desempeña la evolución en psicología, y esta ley se nos aparece ahora bajo un nuevo aspecto. Los Principios de psicología tienen por finalidad establecer, por un doble proceder de análisis y de síntesis, la unidad de composición de los fenómenos del espíritu y la continuidad de su desarrollo. Además, como indica la palabra «principios>, no se trata simplemente de una descripción de los hechos de conciencia, de una enumeración completa de los fenómenos, de una revisión donde nada es omitido. Su empre• es más filosófica y más sistemática. El primer resultado de la ley de continuidad es que entre los hechos fisiológicos y los hechos psicológicos no· hay una línea precisa de demarcación, y que cualquier distinción absoluta es ilusoria. Sensaciones, sentimientos, instintos, inteligencia, todo esto constituye un mundo aparte, pero que sale de la vida animal, que en ella hunde sus raíces y es como su florecer. Entre la función más humilde y el pensamiento más elevado no hay oposición de naturaleza, sino diferencia de grados, y siendo cada una parte de las innumerablP.s manifestaciones ·de la vida. cLa vida del cuerpo y la vida mental son especies de las cuales la vida propiamente dicha es el género:.,28 de modo que es en el mundo material que se debe buscar la razón última de nuestros pensamientos, de su orden, de su unión. ¿Dónde está la fuente de nuestras ideas de simultaneidad ... ?, pregunta Spencer, para responder: ¿ ... si no es en las coexistencias y secuencias externas? ¿Cuál sería la causa del modo de encadenamiento de nuestras ideas, si no es la experiencia anterior? Los Principios comprenden un estudio analítico y un estudio sintético de la psicología. El estudio sintético parte de la vida puramente fisiológica y muestra cómo la vida intelectual, que primero no se ~ tinguía, comienza su lenta evolución y se constituye poco a poco por adiciones sucesivas; cómo la actividad mental, que primero sólo repro• ducía las modificaciones más simples, las más elementales del mundo

;, exterior, llega a expresar de manera completa las relaciones exteriores más variadas y más complejas. El estudio analítico, que también se podría llamar subjetivo, en oposición al anterior, que es más bien obje7 tivo, tiene por finalidad conducir cada .especie de. conocimiento a sus últimos elementos. Spencer examina primero los razonamientos más complicados, y por descomposiciones sucesivas, resolviendo lo q~e es más complejo en lo que es menos, descendiendo siempre hacia lo que es simple, primitivo, irreducible, llega finalmente a los principios constitutivos y a las condiciones indispensables de todo pensamiento. Por lo demás, dos ideas fundamentales dominan la psicología de Spencer: aquella de la continuidad de ~os fenómenos psicológicos Y aquella de la_ relación íntima entre el ser y su medio. Para Spencer, de acuerdo con el concepto evolutivo desarrollado en el siglo pasado después de Darwin, en la naturaleza, como en la historia, nada está aislado, todo se encadena y forma serie; cada fenómeno se desprende de los que lo preceden y contiene en germen los que lo sucederán. Pero el espíritu humano está hecho de tal manera que solamente puede asir los objetos cuando se le ofrecen bajo formas determinadas, discontinuos, cuando presentan caracteres suficientemente recortados, y es así como la vida mental sale de la vida fisiológica en virtud de esta ley de progreso continuo, lentamente, paso a paso, por transformaciones infinitesimales, y sin que se pueda decir: aquí es donde nació. La otra base de la doctrina es la correlación necesaria del ser y de su medio, que Spencer expresa diciendo que la vida es una correspondencia, «un ajuste continuo de las relaciones internas con las relaciones externas». El ser viviente, sea cual fuere, árbol, infusorio u hombre, sólo puede subsistir si hay armonía entre su organismo y su medio; y si a la vida física se agrega la vida psíquica, el ajuste se volverá más complejo. La vida es, pues, una correspondencia, tanto en sus formas más elevadas como en las más bajas. Y esta correspondencia se extiende tarnbién en el espacio. Los sentidos especiales se han constituido y desm-rollado gradualmente por un progreso continuo. Tomemos por ejemplo la vista. En el ser inferior, en el cual el tejido entero tiene la propiedad de responder a los cambios marcados de la cantidad de luz que cae sobre él, hay como un bosquejo de la capacidad visual y de las correspondencias que de ello resultan. Si del polipo, que se mueve únicamente cuando se le toca, nos remontamos a los moluscos articulados, a los vertebrados que habitan el agua, y de allí a los animales más elevados que habitan un medio más rarificado, encontramos, bajo formas y modificaciones variadas, un aparato visual más complejo y una distancia creciente entre la extensión de la correspondencia, y que en el hombre civilizado lleva a los resultados más sorprendentes. A la correspondencia en el espacio se agrega la correspondencia en el tiempo. El ser viviente ase primero las consecuencias mecánicas más simples y más


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cortas; después, por conquistas sucesivas, se ajusta a períodÓs cada vez más largos; tOma posesión del porvenir; prevé los acontecimientos futuros, comó el perro que esconde Un. hueso para cuando _de nuevo tenga hambre. Un nuevo progreso consiste en que la correspondencia crece en especialidad. El organismo está en estado de percibir diíerencias cada vez más pequeñas. Este progreso de la correspondencia en egpecialidad lleva, en el curso del desarrollo humano, al pasaje del conocimiento ordinario a la ciencia; de la previsión cualitativa, que es vaga, a la previsión cuantitativa, que es precisa. La correspondencia entre el ser y su medio se ha constituido plenamente por conquistas sucesivas, y sólo queda coordinar esos diversos elementos. La cooirdinación de las correspondencias recorre todos los grados posibles, desde aquel del animal perseguido que huye de su perseguidor, hasta el de la ciencia cuantitativa que abarca las relaciones más precisas y los datos más complejos. Y de la coordinación de las correspondencias nace su integraci6n, o sea que las correspondencias más simples se funden unas con las otras y se unen íntimamente, de manera que sólo resultan separables por el análisis. De esto, Spencer concluye necesariamente que la inteligencia no tiene grados distintos, que·no está formada por facultades realmente independientes; pero que los fenómenos más elevados son los efectos de una complicación que, por grados insensibles, ha salido de los elementos más simples. cEvidentemente, las clasificaciones corrientes de nuestros psicólogos. sólo pueden ser superficialmente verdaderas. Instinto, razón, percepción, concepción, memoria, imaginación, sentimiento, voluntad, etc., etc., todo esto únicamente son grupos convencionales de correspondencias. Por grandes que puedan parecer las oposiciones entre estas diversas formas de la inteligencia· no pueden ser otra cosa que modos particulares del ajustamiento de las relaciones internas con las relaciones externas, o de porciones particulares de ese proceso de ajustamiento.> 29 Después de haber trazado con grandes pinceladas la génesis de la vida psíquica, después de haberla hecho salir poco a poco de la vida orgánica y animal, Spencer nos muestra cómo los fenómenos psicológicos más complejos salen de los más simples en virtud de un proceso natural. Tal es, en su concepción, el objeto de la síntesis especial. De este modo, las dos grandes divisiones de la vida consisten, por un lado, en una correspondencia a la vez simultánea y sucesiva; por el otro, en una correspondencia sucesiva únicamente. Y esto es una necesidad, puesto .que el carácter más esencial de los fenómenos psicológicos es de ser conscientes; y como un estado de conciencia excluye necesariamente a cualquier otro, esos estados deben producirse bajo la forma de una simple serie. Esta tendencia de los fenómenos psíquicos de escalónarse sucesivamente es sólo verdadera en teoría y jamás alcanza una rea., , lización completa. cLas acciones vitales que son el objeto de la psico-

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logía, aunque se distinguen de las demás por su tendencia a tomar la forma de una simple serie, jamás alcanzan esta forma de manera absoluta.> 30 Además, para que la correspondencia entre el ser y el medio se~ posi~le, es n;cesario que a medida que el organismo está expuesto a unpreSlones mas numerosas, esas impresiones se coordinen entre ellas se centralicen y tiendan a la unidad. La forma serial es pues el ca~ rácter especial de la inteligencia. cPor ser una serie contlnua de cambios el sujeto de la psicología, su obra es terminar la ley de su sucesión. Lo manifiesto es que esos cambios no se producen al azar. Se siguen unos a otros de manera particular, de lo .cual la existencia misma de la inteligencia es testimonio. El problema consiste, pues, en determinar su orden>,31 o sea determinar 1.a ley misma de 1.a inteligencia. Para Spencer, la ~teligencia, como la vida, consiste en una correspondenCJ.a. Se requiere que haya un paralelismo entre el ser pensante y las coexistencias o secuencias externas que su pensamiento refleja. Pero esas coexistencias y secuencias tienen entre ellas todas las relaciones P.osibles. ~s hay qu~ están unidas por relaciones inmutables, fijas, sm e~cepciones conocidas; las hay cuya unión es tan débil que sólo han sido dadas como .asociadas en la experiencia a lo sumo una sola ve~. Entre estas dos clases de relaciones, una íntima, la otra fortuita, existen todos los grados po~ibles de cohesión. Para que la correspondencia se realice se requiere que la inteligencia reproduzca también todos esos grados. A las secuencias y consecuencias fortuitas o simplemente posibles, corresponderá una atracción muy débil entre l~s estados .internos q_ue 1?s re~resentan, y así sucesivamente. En una palabra, la ley de la mtehgenc1a puede formularse diciendo que es «la fuerza de la tendencia que tiene el antecedente de un cambio psíquico de ser seguido por su consecuente y es proporcional a la persistencia de la unión entre l~s objet?s · externos que representan».a:i Pero, reconoce Spencer, «de_cir que esta es la ley de la inteligencia no es decir que abarca por ?ºm1_1leto .to~a la inteligencia por nosotros conocida. Es la ley de la mtehgenc1a in abstracto y las inteligencias existentes la llenan en grados más o menos imperfectos».3 La inteligencia considerada en su ~ondo se reduce, para Spencer, a la asociación de ideas, que es su propiedad fundamental Sobre este punto, nuestro autor concuerda completamente con John Stuart Mili y Alexander Bain. • En cuanto al análisis general, en _realidad es para Spencer una teoria del concx:imientó que va mucho más allá de la psicología experimental. En este aspecto, Spencer se separa netamente de la escuela inglesa, puesto que mientras James Mili y Stuart defienden francamente el idealismo y Bain muestra grandes simpatías por el mismo, Spencer se declara realista, y su análisis general o teoría del cono. cimiento es una larga requisitoria contra el idealismo, que lo acerca , en gran parte al positivismo de Comte. Pero, ¿de cuál realismo se

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trata? ¿Del realismo ingenuo o del realismo materialista de la escuela francesa? No¡ Spencer se defiende airadamente de cualquiera de esas asimilaciones porque su realismo es lo que él mismo llama Tealismo traMfigurcuLo. Pára hacerlo comprender recurre a una proyección geométrica. Supongamos un cilindro y un cubo: el cilindro representa al sujeto que percibe; el cubo, al objeto percibido; y la figura proyectada por el cubo sobre el cilindro representa ese estado de conciencia que llamamos una percepción. Sabemos que la figura proyectada no semeja en nada al cubo: en la imagen, las líneas no tienen la misma longitud, ni las mismas relaciones, ni las mismas direcciones, etc., etc., que en el sólido mismo: de este modo, líneas que son rectas en el cubo son curvas en la imagen, superficies planas están representadas por superficies curvas. No obstante, cualquier cambio en el cubo corresponde a un cambio en la imagen. Ahora 'bien, esto es lo que pasa en el acto de percepción. El grupo de los efectos subjetivos producidos es completamente diferente del grupo de las causas¡ las relaciones entre los efectos son completamente diferentes de las relaciones entre las causas¡ las leyes de variación de un grupo difieren de las leyes de variación del otro grupo¡ y, sin embargo, todos se corresponden de tal manera que cualquier cambio en· la realidad objetiva causa un estado subjetivo exactamente correspondiente. Tal es, en forma sumaria y muy reducida a lo que tiene de esencial, la psicología de Herbert Spencer, de cuyas raíces aflorarán conio retoños vigorosos que configurarán tanto al conductismo como a la reflexología contemporáneos, y dentro del realismo spenceriano ascender con el primero la ladera del idealismo, y con el segundo la del materialismo.

pacientemente, desarrollar el gusto por los hechos pequeños, por las curiosidades psicológicas, los casos raros, las excepciones, tan necesarios a veces para penetrar en el fondo de las cosas. No obstante, a pesar de que atenuados, Bain comparte los defectos de la escuela: preocupación excesiva .por «estar de acuerdo con el sentido común> y horror por la duda, lo que a veces los convierte en declamadores vacíos. Pero donde falla Bain, frente a Spencer por ejemplo, es en la carencia de suficiente aptitud para la generalización y la síntesis, de donde que sus análisis a veces se hacen al azar. Pero sería injusto cargar a Bain todos los defectos y timideces de la filosofía escocesa, de la que es seguidor. Más bien debería decirse que la suya es una psicología escocesa puesta al corriente del siglo, esto es, profundamente modificada sobre cantidad de puntos fundamentales. Los escoceses afirmaban que se debía aplicar a la psicología el método de las ciencias físicas¡ se le debe aplicar el método de las ciencias naturales, afirma Bain. La diferencia, que parece mínima, es sin embargo muy grande. Sin preguntarnos si realmente los escoceses aplicaron el método de las ciencias físicas, recordemos que este método, tal cual lo entendían, consiste en encontrar leyes, o sea reunir los hechos en fórmulas generales, a menudo matemáticas, porque expresan relaciones constantes. El método de las ciencias naturales para el siglo XIX es· completamente otro; comienza por la descripción exacta y completa de los hechos a estudiar, y luego, corno los caracteres así determinados tienen valor desigual, pues unos son esenciales y otros subordinados, realiza una clasificación según los caracteres constantes, o, como decían los naturalistas de entonces, dominantes. En una palabra, el método naturalista comienza por la descripción y termina por la clasificación natural. En la aplicación de este método a la psicología sobresale Alexander Bain. Su .talento descriptivo no tiene parangón, y aunque sus clasificaciones ofrezcan numerosos puntos débiles a la crítica, no es de sorprender, puesto que una clasificación irreprochable supondría una ciencia concluida. De todos modos, Bain, con sus dos obras de psicología, cumple sus propósitos, que eran: «El objeto de este tratado --dice en el Prefacio s4_ es dar una exposición completa y sistemática de las dos principales divisiones de la ciencia del espíritu: los sentidos y la inteligencia. Las otras dos divisiones, que comprenden las emociones y la voluntad, serán objeto de un tratado futuro .. ,35 Por imperfecta que pueda ser una primera tentativa para construir una historia natural de los estados de conciencia (feelings), basada sobre un método uniforme de descripción, la cuestión del espíritu no puede alcanzar carácter verdaderamente científico si no realiza progresos en la realización de esta historia natural.> Por consiguiente, y de acuerdo con esta declaración, Bain habla a menudo como fisiólogo. Más aún, algunos capítulos exclusivamente fisio-

5. La escuela. escocesa adaptada a las necesidades del siglo XIX: Alexander Bain. - Profesor de lógica en la Universidad de Aberdeen, ciudad célebre en la historia de las ciencias y de la filosofía por la P.scuela escocesa del siglo xvm, ALEXANDER BAIN (1813-1903) fue un filósofo cuya vida y trabajos se prolongaron cronológicamente como contraparte de la vida y trabajos de Herbert Spencer. Sus dos únicas obras de psicología: Senses and Intellect, publicada en 1855, y The emotions and the Will, aparecida en 1859, con una tercera edición casi completamente transformada de 1875, lo colocan en el primer plano entre los psicólogos ingleses del siglo pasado. Si comparamos sus trabajos con los mejores de la escuela escocesa, en nada los desmerecen; es verdad que hay puntos de disentimiento graves, pero no se aleja del método que a tantos descubrimientos llevó y, sobre todo, es de destacar su reserva en metafísica, que los preservó de aventuras arriesgadas en el campo de las ideas y de construcciones ideológicas ruinosas. Esta reserva, tanto de los «escoceses» como de Bain, le permitió observar

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lógicos, apoyados con figuras, señalan que se impuso como norma considerar todos los fenómenos que estudia bajo su doble aspecto físico y mental. Piensa, y con razón frente al trabajo de las orientaciones metafísicas en psicología, que el estudio exclusivamente psicológico es abstracto e incompleto. «:Sain -dice Stuart Mill 3 6- ha llevado la investigación analítica de los fenómenos mentales, por los métodos de las ciencias físicas, al punto más avanzado que haya sido alcanzado, Y_ ha inscrito dignamente su nombre junto al de los constructores sucesivos de un edificio al cual Hartley, Brown y James Mill aportaron, respectivamente, su parte de trabajo.:> Coherente con su metodología, Bain comienza con una exposición fisiológica, la del sistema nervioso. Para él es un punto de partida obligado, pues, siendo la exisJencia de un sistema nervioso la. condición de la vida psicológica, se debe ir a las fuentes y demostrar cómo los fenómenos de la actividad mental van a injertarse sobre las manifestaciones más generáles de la vida física. Bain describe sucesivamente el cerebro, el cerebelo, la médula alar7 gada, la médula espinal y los nervios espinales y los cerebrales. Para él, la «fuerza> nerviosa actúa sobre las diversas partes del cuerpo a la manera de una corriente. De aquí, concluye, contrariamente a la opinión heredada que el sensorium no es únicamente el cerebro como sólo asiento d~l espíritu: su asiento, que está en todas las partes donde hay corrientes nerviosas, comprende el cerebro, los nervios, los músculos los órganos de los sentidos y las vísceras. De este esquema fisiológico introductor pasamos a la primera clase de fenómenos que proplamente pertenecen al espíritu. No se trata, como podría creerse y según la tradición, del estudio de las diversas sensaciones. Para Bain hay fenómenos más generales, descuidados hasta él por la psicología, que describe y examina con lujo de detalles, abundancia de hechos que a su criterio caracterizan al verdadero estudio experimental. Son los fenómenos de actividad espontánea. que conocemos con el nombre .de sentid.o muscular. Este sentido, que tiene por finalidad las sensaciones unidas a los movimientos del cuerpo o a la acción de los músculos, no debe ser confundido con los cinco sentidos ordinarios y se debe estudiar aparte. Se ve por lo común, afirma nuestro autor, en la actividad traducida por nuestros movimientos y deseos, el resultado de alguna sensación o movimiento anterior; pero antes que ella hay otra actividad espontánea que viene de nosotros mismos, de adentro y no de afuera, que actúa' por sí misma y no como reacción contra el mundo ' exterior. Los hechos que mejor establecen su existencia son la tonici:. · dad de los músculos, el estado de contracción permanente de los esfínteres la actividad mórbida y las excitaciones que provoca, la movilidad ~xtremada de la primera y de la segunda infancia, que sólo puede . explicarse por su exceso de actividad. Esta espontaneidad, indiferente · en apariencia para la psicología, contiene en germen, como explicará ··

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más adelante, el desarrollo de la voluntad. La sensación muscular, aunque muy cercana de la asociación .propiamente dicha, difiere de ésta en que es una asociación .con un estímulo interno y no con uno externo. Considerándolos bajo su aspecto emocional, encontramos dos clases de movimientos, que resultan de sensaciones musculares muy diferentes. Los movimientos lentos llevan al sueño; producen calma después de una agitación mórbida; inspiran la gravedad y la tristeza. De aquí 18; pronunciada lentitud de los ejercicios de devoción, de los tonos monotonos y lentos del órgano. Por el contrario, los movimientos vivos provocan gran excitación de los nervios. Los movimientos rápidos son como una especie de borrachera mecánica. Cualquier órgano en movimiento rápido comunica su aire a todos lps demás órganos en movimiento. Si se marcha rápidamente, y mejor todavía si se corre, el tono mental está excitado, los gestos y los discursos se aceleran. Finalmente, la sensación muscular puede ser dada simplemente por el esfuerzo y con independencia de cualquier movimiento, como por ejemplo llevar un peso, sostener el propio cuerpo; éstos son otros tantos casos de tensión muerta. Considerados bajo su aspecto intelectual las sensaciones musculares «Son muy importantes desde el punto de ~ista del conocimiento>,37 porque si a un peso que sostenemos en la mano se le agrega otro, el estado de conciencia cambia: ese cambio de estado es la discriminación, fundamento de nuestra inteligencia. En cuanto a las sensaciones, Bain las distribuye en seis clases: de la vida orgánica, del gusto, del olfato, del tacto, del oído y de la vista. Las tres últimas son sobre todo intelectuales. Bain hace predominar la vista, y coloca al oído por debajo del tacto. Su análisis, amplio y detallado, recurre a datos útiles de la química y de la fisiología.' Sin seguirlo en todos sus pasos, elijamos en este estudio dos puntos esenciales: la naturaleza del sentido orgánico, la percepción del mundo exterior por el tacto y la vista. De las sensaciones de la vida orgánica, Bain distingue siete especies: las debidas al estado de los músculos el dolor· que se produce cuando se los corta, el sufrimiento causad~ por una fatiga excesiva, los huesos quebrados, los ligamentos desgarrados, en una palabra, .todos los daños violentos que alcanzan al sistema muscular. El sistema nervioso no es únicamente el instrumento propio de la facultad de sentir, sino también de sensaciones orgánicas que resultan del estado mismo de su tejido; las neuralgias, los agotamientos nerviosos, los tics dolorosos, son ejemplo's de dolóres que provienen del tejido nervioso mismo. La circulación y la respiración, con las sensaciones de hambre, sed, sofocación que se les unen· el placer de respirar un aire puro; el malestar producido por una a~ósfera cargada, influyen sobre nuestro estado. El estado de conciencia que resulta de una respiración sana puede ser considerado como la sensación característica de la existencia animal. La digestión, como la


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respiración, ofrece todas las condiciones de un sentido; un objeto externo: el alimento; un órgano propio: el canal alimentario. Le debemos los sentimientos i;igradables que provienen del buen estado de los órganos digestivos, la influencia maligna ejercida por los malos estados, las sensaciones de náusea y de disgusto, la melancolía provocada por las enfermedades del estómago y del intestino. Esto nos muestra muy bien_ cómo Bain aplica al pie de la letra el método naturalista, que consiste en clasificar y en describir. Pero veámoslo en un orden de análisis más düícil, el que tiene por objeto la percepción de la exterioridad Y la extensión. El tacto es el sentido más general; es probable ~ue no falte en ningún ser dotado de sensibilidad, y su importancia mtelectual es grande. Da las nociones de tamaño forma dirección distancia, situación. El tacto, considerado como fuente de es~s ideas, n~ es un sentido simple, pues además supone el sentido del movimiento. Nuestra apreciación del peso de un objeto depende mucho del ejercicio de los músculos, aunque ello también pueda resultar de una simple sensación de presión ejercida sobre la piel, hecho que será demostrado experimentalmente por Weber, como veremos al estudiar la psicología alemana del siglo .x:cc. El Sentido muscular es esencial para la percepción de 1a extensión, ,o, mejor dicho, esta cualidad y las de tamaño, forma, etc., que se les unen, nos son reveladas por los movimientos que provocan en nosotros; los sentimientos que producen son sentimientos de movimiento o de estado de los músculos. Lo que nos queda ahora por ver es hasta qué punto para Bain el sentido del tacto contribuye a nuestra noción fundamental del mundo exterior, la extensi6n, de la cual la distancia, la dirección, la posición y la forma sólo son modificaciones. Movamos el brazo en el ·espacio vacío y veamos qué resulta: la ausencia de señales determinadas, para limitar el comienzo 'Y el fin del movimiento muscular, deja a nuestra sensación de movimiento un cierto carácter de vaguedad. Pero si al sentido del movimiento se agrega el sentido del tacto, si el movimiento tiene lugar, por ejemplo, de un costado a otro de una caja, aquí hay una resistencia Y dos estados distintos, que constituyen una marca en la conciencia. Lo que primero se nota del movimiento del brazo en el vacío es que ·no está determinado por ningún contacto, que somos incapaces de distinguir lo sucesivo de lo coexistente (o el tiempo del espacio). Ahora bien, mientras esta distinción no es posible no podemos conocer la extensión, que tiene por fundamento la coexistencia. El tiempo y el espacio son dos correlativos que no se pueden conocer uno sin el otro pero que son distintos uno del otro. La sucesión es un hecho simple: la coexistencia, un hecho complejo. Cuando el orden serial de "nuestra~ sensaciones no puede ser cambiado ni invertido, hay una sucesión. Cu~do P:Uede ser .invertido, recorrido en un orden diferente, hay coeXJStencia. Las sensaciones combinadas de movimiento y de tacto

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nos dan las nociones de longitud, de superficie (extensión en dos dimensiones), solidez (extensión en tres dimensiones). La distancia supone dos puntos fijos que se pueden reconocer por un movimiento de la mano, del brazo o del cuerpo. La dirección implica un punto de referencia; nuestro cuerpo es el más natural, pues nos sirve para apreciar la derecha, la izquierda, el adelante y el atrás. La situación, o sea Ia posición relativa, es conocida cuando se conoce la dirección y la distancia. La forma depende de los movimientos musculares realizados para seguir los contornos de un objeto material. De las sensaciones, Bain pasa al pensamiento, pero antes hace una revisión de todos los fenómenos que llama la materia bruta de la inteligencia y la voluntad, o sea los apetitos y los instintos. cEl instinto se define oponiéndolo a lo que es adquirido por la educación o la experiencia.> ss Se puede decir que para Bain es un poder no aprendido para realizar acciones de cualquier clase, y muy en particular las que son necesarias o útiles al animal. Sin duda, en la época de Bain, el estudio de los instintos era muy precario y reinaba sobre el tema mayor confusión que hoy en día. Los instintos que nuestro aut9r estudia se refieren al hombre y pueden traducirse por los términos más claros de movimientos instintivos. Tomados en su conjunto, constituyen un orden completo de disposiciones primitivas, una estructura completa primordial que sirve de base a lo que el ser humano se convertirá más tarde1 al desarrollo del sentimiento, de la volición y de la inteligencia. Estos actos instintivos forman cinco grupos: 1) las acciones reflejas; 2) el mecanismo especial de la voz; 3) los ordenamientos primitivos que hacen posible la armonía y la combinación de algunas acciones; 4) la unión del sentimiento y de sus manifestaciones físicas; 5) el germen instintivo de la volición. 4:En tratando de la inteligencia -<lice nuestro autor en su Prefacio89_, he abandonado la subdivisión en facultades. La exposición está enteramente asentada en las leyes de la asociación; se las ha dado como ejemplos de muy pequeños detalles y .se las ha seguido en la variedad de sus aplicaciones.> Esta parte de la obra, trabajo arduo de síntesis y de análisis, reduce una multitud innumerable de hechos a algunos princ;ipios fundamentales y somete los principios a la verificación de los hechos; se trata, en realidad, de un método verdaderamente experimental. Se deduce que el sistema de las facultades no explica nada, puesto que cada una de ellas es un flatus vocis que únicamente vale para los fenómenos que encierra, y no significa nada que sea algo más que esos fenómenos. La teoría de Bain procura demostrar que los diversos procederes de la inteligencia sólo son formas diversas de una ley única; que imaginar, deducir, inducir, percibir, etc., es combinar ideas de una manera determinada, y que las diferentes facultades únicamente son diferencias de asociación. Para Bain, su teoría explica todos los hechos intelectuales, y no a la manera


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de la· metafísica, que reclama la razón última y absoluta de las co~s, sino a la manera de la física, que sólo busca su causa segunda Y proxima. Encuentra que la conciencia. es el modo fundamental de la actividad intelectual. Pero para Bain, quien dice conciencia, dice cambio, sucesión, serie; consiste, pues, en una corriente ininterrumpida de ideas, sensaciones deseos y es por consiguiente, el encadenamiento, la aso' ' estados ' internos, lo que la constituye. La percepcian , ciación de nuestros de un objeto está fundada sobre la asociación por contigüidad ~ el tiempo, el espacio. Es porque asociamos los datos de nuestros se~tidos que percibimos objetos concretos que nos son dados com~ e:i:,tenores. En cuanto a la imaginación, que nuestro autor llama ~asoc1ac1on constructiva> es la asociación de sentimientos adquiridos anteriormente para producir una construcción que asemeja a la realidad. La asociación asentada sobre la semejanza explica la clasificación, la abstracción, la definición la inducción la generalización, el juicio, el razonamiento, , ' ed . la deducción, la analogía; todas estas operaciones se r ucen a asociar ideas que se asemejen, difieran, o se asemejen y difieran a la vez. Y en siendo las asociaciones las que determinan la actividad int,electual, Bain clasifica las diversas formas de la ley de asociación según el cuadro que sigue:

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l.

ASOCIACIONES ~IMPLES

. .. 'd d ~ conjuntas l. . Por contigu1 a 1sucesivas 2. Por semejanza. Il.

ASOCIACIONES COMPUESTAS

l. Contigüidad. 2. Semejanza. 3. Contigüidad y semejanza. lll.

ASOCIACIONES CONSTRUCTIVAS

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constituida, en estado adulto, s61o puede explicarla a medias, encontramos aquí ·un método natural y concreto que completa el estudio estático con la exposición dinámica. El cuadro de la génesis de las voliciones trazado por Bain puede reducirse a los puntos siguientes: 1) Búsqueda del germen instintivo de la voluntad, que reside en la existencia de una actividad espontánea, y la unión que existe entre nuestros sentimientos y las acciones que los traducen. 2) . Primeros ensayos del poder voluntario, cuyas bases son la espontaneidad, la conservación de uno mismo y la retentividad. 3) Motivos, su conflicto, resolución y esfuerzo, o sea que la función propia de nuestras facultades activas es desplazar el dolor, conservar y reproducir el placer. 4) La cuestión, tan discutida, de la libertad, que implica el predominio de una uniformidad o de una ley en esta clase de fenómenos, suponiendo una complicación de numerosos antecedentes que no son . ' siempre, perf ectamente conocidos. , Llegamos así al final del análisis y síntesis de la obra psicológica de Alexander Bain, que, libre de cualquier preconcepto filosófico, llegó .a intuir la íntima conexión entre las diversas funciones de la conciencia, destacando el carácter voluntario de las concatenaciones de los pensamientos y la acción continua recíproca de los sentimientos y de las ideas. Se puede decir que las obras de Bain son las primeras de psicología escritas fuera de cualquier preocupación filosófica y que contienen datos tomados de la observación interna balanceada sabiamente con los datos de la biología. No presenta el esquematismo doctrinario de los Primeros principios de Spencer, en los cuales se ve siempre la finalidad manifiesta de encontrar en la conciencia las mismas leyes que gobiernan la evolución orgánica. Junto con los Elementos de psicología de Fechner, publicados un año después de Las emociones '11 la -voluntad, en 1860, la obra de Bain señala el comienzo de la psicología estri,ctamente empírica. 6. George He-nry Lewe.s, un fisiólogo en búsqueda. de la filosofía. LEwEs (1817-1878) fue un fisiólogo profundamente pe-

.,f•.GEORGE HENRY

El estudio de las emociones es la parte más débil de los trabajos de Bain · le falta la idea de progrt?so, de evolución, que podía haberle dado novedad y presentado sin cortes abruptos como una continuidad absoluta de toda su obra. Pero el espíritu que animó a Senses and Intell.ect reaparece en la mitad del volumen dedicado a la voluntad.'° Sigue en todas sus fases el crecimiento del poder voluntario, desde el momento en que apenas es un germen oscuro, un instinto casi fisiológico, ha~ su último período de expansión, mientras que, bajo el nombre de h.,. bertad, supone la inteligencia y funda la moralidad. En lugar de un método facticio y abstracto, que tomandq la voluntad completamente

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~1 netrado por el concepto general de la evolución, y, convencido de que

., la filo~offa se encuentra al final de cada ciencia para los espíritus que .,irefl.e~onan

y gustan de las concepciones de conjunto, la encontró. Más •: todaVlll, se puede pensar que la buscó y gustó desde siempre. En 1836 \Proyectó, ccon toda la fogosidad de la juventud>, un tratado de psico'Jogía que debía ser la interpretación fisiológica de las doctrinas de ;; Reid, de Stewart y de Brown. Se puso además a recoger materiales ;'para una psicología aniinal, penSa.ndo de antemano que esos hechos ~i¡i.ás simples servirían para hacer comprender los hechos humanos más i:'~omplejos. Pero no tardó en convencerse cque para comprender la


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condición mental de los animales se requiere tener primero una visión• clara de los procesos fundamentales en el hombre; puesto que, evidentemente es sólo por su conocimiento agotado en nosotros mismos que . podemo~ explicar los procesos análogos de los animales». 41 En 1845 publicó, dirigiéndose «al gran público antes que a los eruditos», una ., Hiswry of Philosophy, cuya finalidad declarada era la de degustar las especulaciones metafísicas. Este libro, varias veces corregido y rehecho· en parte se convirtió en una verdadera historia de la filosofía que va de Thale~ a Auguste Comte, siendo una obra original, dogmática Y crítica sobre todo en la cual prefiere visiblemente las investigaciones de los naturalistas' a las de los eruditos. En filosofía, Lewes se declara lisa y llanamente positivista. Mientras que Spencer y Stuart Mill están en desacuerdo con esta corriente filosófica en muchos puntos importantes, especialmente en lo que se refiere a la clasificación de las ciencias Y al método en psicología, en tanto qué Bain no se pronuncia al respecto, circunspección más que sugestiva en la segunda mitad del siglo pasado, la adhesión de Lewes es explícita: «Adherí a la filosofía positiva en 1846 y adhiero todavía», dice en un prefacio que data de 18~7.42 «Lo que busqué fue menos una exposición detallada que halagar1a a indolencia poco curiosa de los que gustan hablar con una ciencia de segunda mano, que las indicaciones generales suficientes para permitir a los que estudian la filosofía positiva apreciar su finalidad e importancia y para guiarse con la inteligencia de los escritos de Comte. A menudo se me ha pedido de hacer alguna "breve exposición de ese sistema". Eran gentes que deseaban aprovecharse de los trabajos de Comte (o tal vez simplemente conocerlos para hablar de ellos), pero que temían el esfuerzo de leer obras de las que sospechaban la impor":' tancia. Mi respuesta es ésta: estudiad la Filosofía positiva por vosotros mism~s, estudiadla pacientemente, dadle tiempo, no penséis en mur":' murar contra una ciencia nueva o un lenguaje nuevo, y entonces, ya sea que la aceptéis, ya sea que rechacéis el sistema, encontraréis vue~":" tro horizonte intelectual irrevocablemente aumentado. "i Pero son seis gruesos volúmenes!"; exclama el aspirante dudoso. Y bien, sí; seis volúmenes que exigen ser tanto meditados como leídos. Reconozco que es bien largo para nuestro mundo ocupado y tumultuoso; pero si se reflexiona sobre cuán fácil es leer seis volúmenes separados de filosofía en el curso de un año, la empresa parecerá menos formidable ... y cualquiera, considerando la inmensa importanc~ de una do~trina que dará unidad a su vida, no dudará en pagarla mas cara todav1a que un año de estudios.> El positivismo de Lewes es más ortodoxo en las palabras que en los. hechos, pues se observa con cuánto entusiasmo lleva a su campo numerosos contemporáneos que a menudo están en desacuerdo con la Escuela, lo que hace de su positivismo una posición independiente.

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Tuta duda se justifica con su obra Problems of lif e and mind, en tres volúmenes, publicada entre 1847 y 1849, en la que, rechazando a la vez el espiritualismo y el materialismo, no concuerda con la opinión comtiana de «que no sabemos absolutamente nada del espíritu y de la materia». Por lo demás, poco importa que su positivismo sea ortodoxo o no; es su espíritu general el que lo anima, y su libro sobre los Problemas de la vida y del espíritu, que se proponía fuese «una preparación para la psicología», se convierte, de hecho, en una especie de crítica preliminar de las condiciones del conocimiento. Como las doctrinas psicológicas de Lewes no están orgánicamente reunidas, no podemos seguir una exposición tan metódica como para los autores precedentes, y solamente nos queda dar un orden riguroso y una unidad sistemática a puntos de vista separados y sin forzar, por supuesto, el pensamiento del autor, para ser más exactos. El hombre, dice Lewes,43 no ·es simplemente un organismo animal; también es una unidad en un organismo social. Su vida individual entra como elemento en una vida colectiva. De aquí dos especies de motores: unos personales, egoístas, animales; otros simpáticos, altruistas, humanos. La psicología humana, o sea la ciencia: del fenómeno psíquico, debe, pues, buscar sus datos en la biología y en la sociología. El gran error cometido hasta ahora, afirma, ha sido, o bien ocuparse sólo de los datos de la conciencia y de la observación interna, como los metafísicos, o bien dedicarse, como los biologistas, a combinar los datos de la observación interna con la interpretación del fenómeno nervioso. El biólogo que sigue el verdadero método científico acepta la vida como un hecho · último, del que sólo busca los factores: sus condiciones y las leyes de su manifestación. El psicólogo debe también aceptar la conciencia -o, para hablar de manera más precisa, la sensibilidad- como un hecho último, del. que sólo puede estudiar los factores: sus condiciones y sus leyes. Lewes recuerda, además, que fue el primero en enunciar este hecho fisiológico: el sistema nervioso es idéntico en todas sus partes en propiedad y en estructura, hecho de consecuencias psicológicas muy importantes para la época, que· fueron expuestas en Alemania por Wundt 44 y Horwicz,45 pues si la propiedad es la misma en todas sus partes, las funciones en las cuales entra esta propiedad deben tener identidad común: las diferencias sólo pueden provenir de diversos elementos (músculos, glándulas, etc.) sobre los que actúa la 4:neurilidad». Por consiguiente, el gran problema de la psicología, como sección de la . biología, es extraer todos los fenómenos psíquicos del proceso fundamental de un tejido viviente. Y este tejido es el tejido nervioso. Ese proceso es un agrupamiento de unidades nerviosas. Una ·unidad nerviosa es un trem-0r (vibración). Varias unidades están agrupadas en una unidad más elevada, en un proceso nervioso que es una fusión de vibraciones: cada proceso puede agruparse con otros, y de


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ese agrupamiento de grupos nacen todas las variedades. Esto, que poi el lado fisiológico es únicamente un proceso nervioso, por el lado psicológico es un proceso sensitivo. Sin pretender explicar la conciencia, que es, para Lewes, el postulado necesario de cualquier psicología, la representa «como la masa de ondas estacio'IULrias formadas por las ondas individuales de las vibraciones nerviosas».~ La teoría de la conciencia de Lewes es original en muchos aspectos. El autor, colocándose sobre todo en el punto de vista fisiológico, examina la cuestión de las percepciones latentes o insensibles, muy discutidas después de Leibniz, pero que en su tiempo era casi universalmente aceptada. Esos infinitamente pequeños de la percepción podrían muy bien desempeñar, en la vida psicológica, papel tan importante como los organismos microscópicos en el mundo material; y más de una vez sorprende la desproporción que existe entre esas causas infinitesimales y las consecuencias que engendran. Lewes las acepta, y distingue variedades y una especie de jerarquía de conciencias. Uno de los puntos que procura establecer mejor es que el sensorium, o sea el asiento de la sensación y de la conciencia, no está limitado al cerebro; que siendo la sensibilidad la propiedad fundamental del tejido ganglionar, propiedad inherente a ese tejido, debemos considerar al sensorium como teniendo la. misma extensión que los centros nerviosos. Define, pues, al sensorium commune como «la suma de todos los centros nerviosos, siendo cada centro en sí mismo un sensorium pequeño»,47 pues siendo la sensibilidad una propiedad histológica y no mOTfológica, la disposición del órgano resulta secundaria. En Tu. doctrina ordinaria, la conciencia era considerada como teniendo su asiento en el cerebro, y se admite, naturalmente, que la impresión, mientras no alcanza al cere:. bro, no produce sensación. Pero la palabra «conciencia» tiene aquí un sentido muy vago; el más general es sensación. Es indiscutible que poseemos un organismo sensitivo, que está incesantemente excitado por estímulos internos y externos, que cada una de esas excitaciones es una sensación y que todas esas sensaciones deben ser los elementos de la conciencia. También se admite que entre esas excitaciones solamente aquellos que son lo bastante fuertes para predominar sobre las miríadas de excitaciones vagas del· organismo son llamadas propiamente sensaciones. Se dice entonces que tenemos conciencia; el resto es considerado como no existente: se trata de impresiones inconscientes que pueden llevar a la acción, pero no son sensaciones. Las expresiones en apariencia contradictorias de «conciencia inconsciente», «Sensaciones no sentidas», empleadas a menudo en tales casos, no producirían embarazo si se distinguiera netamente entre sensación y percepcián. «La sensación es simplemente el estado activo de la sensibilidad, la cual es propiedad del tejido ganglionar.» Definida así la sensac1on, Lewes pregunta: ¿puede haber sensación sin percepción?, y destaca

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que distinguiendo la sensación de la percepción no hace una distinción puramente verbal, que consistiría en llamar sensación lo que otros llaman impresión. No; por sensación entiende la sensibilidad propia de cada centro, y augura que desearía ver introducida la misma reforma en la ~ología del sistema nervioso, ver reconocido que, a pesar de las . diversidades, tod-Os los centros nerviosos, en tanto que centros, tienen propiedades y leyes en común. De aquí resulta que, siendo la con. ciencia, en su·"Sentido general, la suma de todas nuestras sensibilidades l~ confluencia de varias corrientes de sensaciones, en los animales infe~ r1ores, dotados de un sistema nervioso simple, los fenómenos sensitivos son simples, y a medida que la organización crece en complejidad, los fenomenos sensitivos se vuelven necesariamente más complejos, Y los elementos de la conciencia general, más numerosos. Esto lleva a Lewes a examinar la cuestión de las diversas formas de conciencia o sensibilidad, cque pueden ser agrupadas convenientemente bajo estas tres denominaciones: 1.0) conciencia del sistema ( systemic-oonsciousness); 2.ª) conciencia de los sentidos (sense-consciousness); 3.ª) conciencia del pensamiento (tlwu.ght-ccmscicYusness)».48 La conciencia del sistema, que nos da los principales elementos del sentido de la. existencia, encierra todas las sensaciones que nacen del sistema en general y en particular de las funciones orgánicas. La conciencia de los sentidos encierra todas las sensaciones derivadas de los órganos de lo~ cinco sentidos. La conciencia del pensamiento engloba todos esos fenómenos de pensamiento y de emoción que corresponden más bien al psicólogo. El fisiólogo debe indicar las relaciones de esta forma de la conciencia con las .formas inferiores y las partes del sistema nervioso que le sirven de órganos. En cuanto al pensamiento, no sabemos y tal vez jamás sepamos lo que es. No sabemos qué es la vida; pero podemos aprender cuáles son las leyes de Tu. vida y Tu.s leyes del pensamiento. Al fisiólogo, concluye Lewes, corresponde la primera tarea, al psicólogo la segunda, con lo cual establece que el método subjetivo y el objetivo son tan necesarios uno como el otro para el desarrollo de la psicología. El estudio de las acciones reflejas es la continuación, en la obra de Lewes, del estudio de la conciencia. En efecto, mientras que en la teoría corriente el sensorium estaba restringido al cerebro, la acción que tiene su centro en la médula espinal es llamada refleja y considerada como de naturaleza completamente diferente, la teoría de Lewes, que extiende el sensorium a todos los centros nerviosos, sólo admite entre la acción del cerebro y la acción de la médula espinal una diferencia de '· grado. Establecer que la cuerda espinal es un centro que siente es la finalidad que se propone, fundándose sobre sus propias' experiencias, sobre las de otros y sobre las deducciones que de ello es posible obtener. Pretende cdar el golpe final> 411 a la teoría de la acción refleja, de la cual se burla en todo momento. Todo centro nervioso posee una

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sensibilidad que le es propia, «un punto fundamental que me parece --dice Lewes- completamente inadmisible, es la hipótesis que el me- . canismo reflejo .es independiente de la sensibilidad, que las acciones reflejas tienen lugar sin sensación>,110 pues para probar que las accio- · nes reflejas son independientes de la sensación es necesario probar primero que las acciones del cordón espinal son independientes de la sensación. Esto nunca ha sido probado, e incluso afirmado contra cualquier evidencia.111 Sería largo e innecesario seguir a Lewes en su minucioso estudio sobre las acciones reflejas; bastará con resumir los puntos principales y exponer brevemente las razones que esgrime para establecer que la médula espinal es un centro de sensación: 1.0 ) Opinión de 'los fisiólogos anteriores. La doctrina que reconoce al cordón espinal funciones sensitivas no es nueva. Pero si saltamos sobre las consideraciones históricas que acumula Lewes y pasamos a los hechos mismos,· podemos considerar bajo dos aspectos la evidencia que nos brindan: deductivamente e inductivamente. 2. 0 ) Evidencia deductiva. Una semejanza de estructuras implica una semejanza de propiedades, y la sustancia gangliol}ar del cordón espinal, por ser de naturaleza semejante a la sustancia ganglionar del cerebro, debe haber necesariamente entre las dos comunidad de propiedades. «El único fundamento para negar que los actos de los animales decapitados están determinados por una sensación es que el cerebro o encéfalo es considerado como el único asiento de sensación>.112 3. 0 ) Evidencia inductiva. La espontaneidad y la elección son dos signos palpables por los cuales reconocemos la presencia de la sensación y de la volición. Después de experiencias con un tritón, al que toca, pellizca, quema con ácido, etc., y que luego, decapitándolo, somete de nuevo a las mismas experiencias, Lewes encuentra que las reacciones del animal son semejantes en ambos casos. Esta experiencia, a la que nuestro autor agrega las de otros fisiólogos, lo llevan a concluir «que la evidencia de la espontaneidad y de la elección, de la sensibilidad y la volición, no pueden ser despreciadas, y que, por con· siguiente, el cordón espinal es un centro sensitivo.53 En resumiendo, para Lewes, la acción refleja es un proceso de a~­ pamiento que sirve de fondo a todos los fenómenos psíquicos. Sus géneros más elevados son la sensación y la acción. La acción refleja, para nuestro autor, corno para Spencer, tiene un lugar en la evolución ascendente de la vida psíquica y la aproxima al instinto, que define corno una experiencia organizada, una inteligencia no discursiva o en otros· términos, que, en la inteligencia y en el instinto, los proces~s ~er­ viosos y lógicos son los mismos. La diferencia está que, en ·1a inteligencia, las operaciones son facultativas, implican la elección de los medios para llegar a un fin. En el instinto, las operaciones están fijadas, son uniformes, sin dudas en la elección de los medios. En suma,

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para Lewes, la conciencia es el resultado de la armonía orgánica, de la organización de la materia viviente: sólo busca esta unidad Y no otra. Éste es un punto de vista muy unilateral, porque deja de lado nada menos que aquello que hay de verdaderamente psíquico en la naturaleza animal, o sea la unidad de la conciencia, lo que ya Kant había denominado la «forma> que mantiene unidas las múltiples uni'dades de la psiquis. A pesar de esto, al poner Lewes en relieve la unidad de la organización fisiológica, da base sólida a las doctrinas psicológicas que se orientaban, sobre las huellas de Kant, a demostrar la misma unidad · , del lado psíquico, y que llevaron finalmente a la psicología experimental del siglo XIX a propugnar la existencia de dos estrechas conexiónes paralelas, la ñsica y la psíquica.

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NOTAS l. Analysis, Loe. cit.

2. Ibídem. 3. Ibídem. 4. Ibídem. 5. Ibídem. 6. Ibídem. 7. Ibídem. 8. Ibídem. 9. Ibídem. 10. La polémica en torno al positivismo de Stuart Mili fue dura y acre a :finales del siglo pasado y comienzos del nuestro. Se puede consultar con provecho el ttude sur Stuart Mil!, de H. Taine, Paris, 1892, y Littré, en Revue des Deu:cMondes, 15 agosto 1866; también Th. Ribot, La. Psychologie Anglaise Contemporaine, París, 1896. 11. John Stuart Mili, A System of Logie, ratiocinative and inductive, London, 2 vols., 1843. 12. Logic, Loe. cit. 13. Ibídem. 14. Ibídem. 15. Alexander Bain había publicado un volumen sobre el tema: On the study of character includiny an estímate of phrenology, London, 1840. 16. Logic, Loe. cit. 17. Examination of sir W. Hamilton's phylosophy, London, 1865. 18. An examination, Loe. cit. 19. Ibídem. 20. Ibídem. 21. John Stuart Mill, Augu.ste Comte and the positivism, London, 1862. 22. Esta teoría, Spencer la expone de manera sistemática en los First Pri,..,. ciples, London, 1869, y en forma fragmentaria en los Essays: scientific, political and speculative, London, 1868-1874. 23. Essays, Loe. cit. 24. Principles of Psychology, Loe. cit. 25. First Principies, Loe. cit. 26. Principies of Psychology, Loe. cit. 27. Ibídem.


416 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41.

42. 43. 44. 45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52. 53.

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Essays, Loe. cit. Principles of P811chology, Loe. cit. Ibídem. Ibídem. Ibídem. Ibídem. Sen.ses and Intellect, London, 1855.· The emotions and the Will, London, 1859. Logic, Loe. cit. Sen.ses and InteIZect, Loe. cit. Ibídem. I.bídem. The emotions and the Wilt, I.ioc. cit. Physiology of common life, London, 1860. History of Phylosophy, Loe. cit. Problema, Loe. cit. W. WWldt, Gru.ndzuge der physiologischen P111chologie, Leipzig, 1874. Horwicz, PS11chologie Analysen auf Physiologie Grundlage, Leipzig, 1872. Physiol. of com. life, Loe. cit. Ibídem. Ibídem. Ibídem. Ibídem. Ibídem. Ibídem. Ibídem.

CAPÍTULO

3

LA PSICOLOGfA EXPERIMENTAL ALEMANA l. Metafísica y naturalismo. - El abigarrado panorama de la psi• cología inglesa que acabamos de exponer presenta de común en todos los autores la comunidad de principios y de métodos. Representantes de la burguesía más activa y pragmática del siglo XIX, su finalidad fue constituir la psicología como ciencia natural, con el apoyo de la experiencia y dejando de lado cualquier· metafísica. La tradición empirista de Locke y de Hume, fuertemente anclada en la ideología victoriana, la herencia del asociacionismo escocés, inclinaron a los psicólogos de Inglaterra a preocupars~ desde la primera hora por las ciencias naturales, y a los naturalistas y fisiólogos a contribuir en el terreno de la psicología, acumulando observaciones, documentos, hechos poco conocidos de psicología normal y mórbida. Físicos como Tyndall, Y. biólogos como Huxley, no desdeñaron asomarse al fenómeno psíquico y a las concepciones filosóficas, ya sea para plantear sus reservas en relación con el positivismo, o para adherirse al idealismo de Berkeley, de manera que la psicología así concebida pudo y debió ser un. conocimiento . distinto, en cuya base está la fisiología y que a su turno sirve de .. asiento para las ciencias sociales, morales y políticas. Y esta orientación eminentemente práctica termina por completarse con la ethología, o ciencia de la formación del carácter, tanto individual como nacional. Estado asentado en el comercio, dado al dominio y a la expansión colonialista, Inglaterra necesita forjar individuos aptos para la conquista y el señorío, y se preocupa, sin preconceptos metafísicos ni ilusiones antropomórficas, por conocer al hombre en su naturaleza natural y por educarlo para los fines históricos que se asigna. Al mismo tiempo, Alemania comienza a surgir; las diversidades nacionales empiezan a unificarse, y pasada la onda del romanticismo, que tan profundas ·huellas dejara en sus pensadores, el desarrollo de las ciencias naturales, que es floreciente, alcanza también a la psicología. Al contrario de Inglaterra, ninguna tradición en este sentido se deja sentir y, en menos de una treintena de años, un país en el cual hubiera sido osado hablar de psicología experimental ve surgir un núcleo de investigadores que se ponen a la cabeza de su saber. Des-


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pués de un período consagrado a la crítica metafísica de las diversas manifestaciones del espíritu humano, los sabios alemanes se muestran inclinados a pensar como naturalistas en relación con el hombre, y gradualmente abandonan el análisis filosófico, pleno es verdad de penetración y de delicadeza difíciles de superar, pero que constriñe lo psíquico con un halo que los progresos de las ciencias naturales hacen imposible sostener. Todos y cada uno de los pensadores alemanes del siglo pasado comienzan por preguntarse si una unión de notas ingeniosas, de finos análisis, de observaciones de sentido com-iín presentadas con una exposición elegante, de hipótesis metafísicas erigidas en verdades que se deben imponer, constituyen un cuerpo de doctrinas, una verdadera ciencia, y si, a ejemplo de la fisiología, no se debe recurrir a un método más riguroso. Es de esta manera como el espíritu de la burguesía alemana, que con retardo frente al resto de Europa reivindica sus derechos e inicia su actividad lucrativa, inclina el conocimiento del hombre hacia una separación cada vez más neta de la antigua psicología metafísica. De necho, la antigua psicología está condenada; en el nuevo medio que se forma en torno suyo, sus condiciones de existencia han desaparecido. Frente a las necesidades crecientes de la economía nacional, a las exigencias cada vez mayores del espíritu científico, sus procederes no bastan. Está definitivamente reducida a vivir de su pasado, y es inútil que algunos filósofos, hegelianos sobre todo, procuren obstinarse en sostener que la psicología es una rama de la metafísica; de más está decir que también fracasan los ensayos de compromisos que procuran hacer. concesiones a la experiencia. La época ha cambiado resueltamente para Alemania, y aunque la _nobleza mande con el Káiser, la burguesía doini.na con Bismarck. Además, ninguna reforma es eficaz c()ntra lo que se revela radiealmente falso para los tiempos, y la psicología . nacida . de los grandes sistemas filosóficos, de Leibniz o de W oHf, ·debe perecer por las contradicciones que encierra, y aunque se procure acomodarla al espíritu moderno, sus caracteres esenciales quedan los mismos. Está imbuida del espíritu .metafísico: es la «Ciencia del alma~¡_ la observación interna, el análisis y el razonamiento son sus procederes favoritos de investigación; desconfía de las ciencias naturales, y cuando recurre a ellas lo hace por necesidad y con vergüenza. En una palabra, carece ya de vitalidad para afrontar el espíritu pragmático de la época. Sus antecedentes metafísicos le impiden el empleo del método científico, la privan del beneficio de la investigación libre de preconceptos. No puede ser un estudio de únicamente los fenómenos psíquicos, distinto e independiente, como reclama en todas partes la ideología que se afianza. Y es esta necesídad, como antes en Inglaterra, la que finalmente se impone en Alemania. A medida que se borran los hábitos de pensamiento inveterados, que la burguesía en ascenso introduce gradualmente su realismo pragmático en

el ámbito de la cultura y retira su benevolente concesión al romanticismo, la psicología y la metafísica, confundidas antes bajo una misma denominación, comienza a separarse y poco a poco se excluyen. Para la antigua escuela, el gusto por la observación interna y el esprit de finesse eran los signos exclusivos de la vocación del psicólogo; pero lo que más sorprende es su extremada simplicidad: simple en su objeto, simple en sus medios. Carece de horizonte, plantea las cuestiones de manera seca y. exigua, .las trata con un método verbal que reeuerda la escolástica, y todo se reduce a deducciones, argumentaciones, objeciones y respuestas. Y en el refinamiento creciente, la realidad desaparece y el hombre, lo que debe ser como expresión de antropología concreta, ya no es. Lo inferido no es verificado, y donde la lógica dice sí, la experiencia dice no~· Por consiguiente, el dominio de la psicología se especifica y, como en Inglaterra, comienza a tener por objeto los fenómenos nerviosos acompañados de conciencia, de los que encuentra en el hombre el tipo más fácil de conocer, pero que debe investigar en toda la serie animal, a pesar de las dificultades de la: búsqueda. En consecuencia, y además, se establece una primera distinción entre la psicología y la fisiología: el proceso nervioso de una sola faz pertenece al fisiólogo, el de doble faz compete al psicólogo. Y si queda una indecisión se refiere para Ios casos en que la conciencia desaparece poco a poco para convertirse en automatismo, o para los casos en que el automatismo se vuelve consciente. El alma y sus facultades, la gran entidad y las pequeñas entidades, desaparecen y los psicólogos se enfrentan con fenómenos internos que, como las sensaciones y las imágenes, traducen los acontecimientos físicos, o que se traducen en acontecimientos físicos como las ideas, los movimientos, las voliciones y los deseos. Por este camino, el estado de conciencia deja de ser una abstracción que flota en el vacío; unido a su concomitante físico, entra con él y por él en las condiciones del determinismo, sin el cual, para la epistemología de las ciencias del siglo pasado no hay ciencia. La psicología queda uncida a las leyes de la vida y a su mecanismo, tanto que el evolucionista Ernst Haeckel, profesor de la Universidad de Jena, podrá escribir un ensayo de psicología celular.1 Finalmente, la psicología alemana del siglo pasado, y era inevitable dado el camino heurístico que tomara, resulta absorbida por la .fisiología. Por una necesidad lógica, a fuerza de apegarse a una ciencia desarrollada y que asombra por los éxitos que logró en breve lapso, se produce el pasafe insensible que lleva a la psicofisiología, y, con Wund y su laboratorio, instaura el predominio de lo fisiológico sobre lo psicológico. La verdad es que la psicología anterior era un conocimiento que, por propia na.. turaleza, debía quedar como de pura observación. La nueva psicología alemana, que recurre sobre todo a la experimentación, termina por plantear los problemas psicológicos de modo artificial: el retorno a la


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antropología concreta se transforma graduahnente en condiciones fuera del contexto humano que crea artificialmente el experimentador. La psicología se vuelve así, con el sentido estricto del término, experimental. Pero como esas experiencias son de naturaleza psicofísica, el resultado final. es fisiológico. Este hecho no debe sorprender; en tanto que la psicología empírica inglesa del siglo pasado es, con el sentido más amplio y mejor, estudio descriptivo, en Alemania, por el contrario, se concede poco espacio a la descripción y en su lugar se acude a lo que entonces es corriente denominar psicología fisiológica. Casi todos los cultivadores de la nueva psicología son fisiólogos que, con sus hábitos de pensarp.iento y los métodos propios de su ciencia, abordaron problemas de la psicología. De aquí que los Müller, los Weber, los Dubois-Reymond, los Helmholtz, los Fechner, los Lotze y los Wundt, hayan contribuido al progreso de la psicología, y a veces sin propo· nérselo.

e iguahnente sus estudios sabre las sensaciones, los sentimientos, la voluntad, que nada nuevo a lo corriente en la época agregan. Exduidos todos estos puntos, nos queda una sola cuestión por tratar y a la que nuestro autor debe su puesto de honor en la psicología: la teoría de los signos loca.les y la percepcián. del espacio. Es la parte verdaderamente· original de la Psychologie de Lotze, la aceptada y discutida por los mejores fisiólogos y psicólogos de su tiempo, y cuya influencia se encuentra en Wundt, que la admite modificándola, y que Hehnholtz 2 considera como el primer paso decisivo que se haya dado para llevar a los fisiólogos a la opinión de que la percepción de la extensión es un efecto de la experiencia y no de la inneidad. En concretándose, pues, a la teoría de 1os signos locales y a su papel en la génesis de las percepciones visuales y táctiles, es necesario comprender primero, y muy bien, la 'finalidad que Lotze se propuso en su capítulo sobre los riiumlichen Auschauungen. Para él, no se trata de explicar la noción de espacio, considerada forma última e irreducible del espíritu, pues sus declaraciones son muy precisas al respecto. Y aunque por la composición desgraciada del trabajo se pueda creer que se trata de una «deducción) del espacio, de un análisis elemental que tiene por fin la reducción del espacio a una noción más simple, no hay nada de eso. «De ninguna manera tenemos --escribe Lotze 3 - el proyecto de deducir de esos signos locales la facultad para el alma de ver el espacio en ge'lteral, ni la necesidad para ello de comprender el sentido bajo esta noción. Por el contrario, suponemos que en la naturaleza del almél hay motivos por los cuales no sólo es ca.paz de una noción de espacio, sino que también está forzada de aplicarla al contenido de las sensaciones, y no hemos procurado explicar por razones fisiológicas hipotéticas entre los ~ignos locales ni .esta facultad ni esta obligación. Aceptamos, sin embargo, y tomémoslo como un hecho que se debe reconocer de primera intención; que el alma pueda formar esas ideas de espacio; queda todavía por preguntarse según cuáles principios guiará su elección en esta idea general de espacio, para atribuir a tal sensación tal lugar, y a tal otra, otro lugar, y cómo se manejaría para considerar las sensaciones a y b como cercanas, las sensaciones a y e como alejadas una en relación con la otra.> La intuición general del espacio está, pues, planteada a título de dato primitivo y colocada por debajo de cualquier explicáción. De todos modos, para Lotze no es una especie de entidad anterior a la experiencia. «No se podría imaginar que, antes de haber recibido impresiones exteriores, el alma despliegue, como una red dispuesta a coger todo lo que ella caiga, la intuición de un espacio infinito de tres dimen:siones completamente formado y ya terminado .. Se presentaría de nuevo la cuestión de saber cómo se pueden hacer entrar las impresiones en esta especie de trampa, puesta en un mundo donde todavía no están. La facultad de

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2. Hermann Lotze y la teoría de los signos locales. -Metafísico por vocación, fisiólogo por profesión, HERMANN LoTZE (1817-1881) es una figura imposible de pasar en silencio cuando se estudia la psicología empírica alemana. Desde la edad de veintidós años, después de haber· cultivado con igual interés la filosofía y la medicina, tuvo a su cargo, como Privat docent, ambas cátedras en la Universidad de Leipzig; después fue por muchos años profesor en GOttingen, para luego pasar definitivamente a la Universidad de Berlín. Todos sus trabajos de la primera época llevan el sello de esa doble corriente de estudios. Contribuyó al Handworterbuch der Physiologie de Wagner con artículos muy celebrados; publicó un Tratado de patología y terapéutica generales (1842), una Fisiología de la vida corporal (1851). Pero al mismo tiempo dio a las prensas una Metafísica (1841), una Lógica (1843) y una Psicología médica (1852). En partiendo de esta época, las tendencias metafísicas prevalecen en Lotze, como prueban su Microcosmos, su Historia de la estética. alemana. y su Sistema. de filosofía. Sin duda, la casi totalidad de la obra de Lotze queda fuera del campo de la psicología, e incluso su Psicología apenas cae a medias dentro de los propósitos que animan a fos psicólogos de la época, porque jamás separó las investigaciones psicológicas de las hipótesis metafísicas. No obstante, y en realidad, es una psicología fisiológica que presenta bajo el título singular de Psicología médica, y representa el trabajo que hizo el nombre de Lotze como psicólogo. En esta obra, que comprende tres libros, el primero está exclusivamente consagrado a la metafísica. De los otros dos, la mayor parte del contenido envejeció pronto, puesto que la manera de plantear los problemas fisiológicos cambió radicalmente después que Fechner, Wundt y Helmholtz se ocuparon de los mismos. En resumen, debemos dejar de lado la metafísica de Lotze,


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responder a la impulsión de las ondas luminosas por la sensación de verde o de rojo sólo se comprende como una manera de reaccionar propia e innata a la naturaleza del alma y que no da lugar a ninguna deducción. Despúés de haber recibido esas sensaciones, sacamos la idea general de color ... Lo mismo vale para el espacio. No tenemos de primera intención su intuición vacía, para disponer en ella de inmediato las imágenes de lo que puede causar impresión sobre nosotros· pero . do segun ' las leyes de nuestra naturaleza contra las excita, ' reaccionan ciones _ya sufridas, comenzamos por localizar una impresión p cerca de otra q, imaginando. una línea mn que se puede llamar elemento del espacio futuro, pero no una línea del espacio, pues este espacio entero en el cual podría ser trazada todavía no existe. Es más tarde, observando lo que hemos hecho o lo hecho en nosotros, que nos apercibimos de la posibilidad de reJ.lllir dos de esas líneas pq, rs por otras dos pr, qs, Y que, continuando las observaciones, adquirimos la convicción de que esta posibilidad de unir los puntos dados no tiene límite. Entonces se forma la intuición del espacio infinito. Tal es el resultado de la combinación de las reacciones elementales innatas en el alma y que le pertenecen, como se dice, a priori.> 4 Debe quedar en claro que para Lotze no se trata de explicar la génesis empírica de las intuiciones de espacio. Para que nuestras sensaciones visuales y táctiles se nos ª?~.ezcan como extens_as, basta y sobra que _haya en nosotros una posibilidad o una necesidad de coordinarlas de alguna manera. Pero admitido esto, ¿cuáles son las condiciones experimentales que permi~ ten esa coordinación? El más grande e inevitable error inherente a cualquier teoría del espacio y contra el cual Lotze quie;e defenderse consiste en confundir la solución del problema con sus datos, o se~ que para explicar el espacio se emplean siempre elementos que ya implican esa idea. La forma más grosera de esas explicaciones erróneas es, para Lotze, la antigua hipótesis de las ideas-imágenes. En efecto, toda~ las teorías del espacio admiten en más o en menos cque la forma ba30 la cual una cantidad de excitaciones simultáneas del sistema nervioso se siguen una a la otra en el espacio contiene inmediatamente la razón de una disposición semejante de las sensaciones en el espacio>. 11 Cualquier solución metafísica que se adopte, se suponga un alma extensa con los materialistas o un alma inextensa con los idealistas, es inadecuada porque siempre se comete el mismo error: para explicar el espacio se comienza por suponerlo. Para escapar a esta perpetua . lusión: Lotze afirma q~e ante todo se debe comprender que nuestras impresiones visuales y táctiles s6lo pueden ser percibidas ba;o "fa forma de estados ·intensivos, o sea que aquello que cada punto tocado transmite al calma> no es una imagen extensa de ese punto sino una mo~ificac~ón intensiva que varía según la naturaleza y la ~ergía de la impresión; o sea que de una suma de datos exten.sivoa, las impre~

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sienes de un objeto deben convertirse en una suma de datos intensivos y brindar así los materiales de un trabajo de reconstrucción que consiste en transformar de nuevo lo Intensivo e inextensivo. 4:Esto no es un mejoramiento serio si no se sacan de las cosas las imágenes objetivas para introducir en su lugar, inmediatamente en la concienciaf figuras subjetivas de excitación con todos sus contornos de espacio. lnfaltablemente se debe encontrar también, para esas figuras, en su transmisión al alma, un punto en el cual toda su forma geométrica desaparece sin dejar huellas y donde es reemplazada en el alma por una mma de excitaciones intensivas, la cual, como la altura de los sonidos, no contiene ninguna indicación de la extensión o de la posición en el espacio. Si, de inmediato, obtenemos una noción de la posición de los objetos exteriores, no puede ser por vía de comprehensión, sino por vía de reproducción nueva del espacio. Por lo general, lo extensivo es transformado en intensivo.· Es con esto que el alma debe reconstruir interiormente un nuevo mundo del espacio, en el cual las imágenes de los objetos exteriores encuentran una función correspondiente. De la misma manera que un valor variable puede decrecer hasta cero y, a partir de allí, cobrar nuevo aumento, de la misma manera se requiere absolutamente que las impresiones geométricas ordenadas désaparezcan de un punto donde no hay más espacio, para reproducirse inmediatamente más allá. De igual manera,· inmediatamente que una magnitud variable se desarrolla de nuevo, y no, porque oculta sus valores reales anteriores para acostarlos, por así decirlo, bajo el valor cero, sino porque la ley de su variación se aplica por el aniquilamiento moment"áneo de su valor real; asimismo, también las impresiones llegadas al alma se desarrollan de nuevo en· un mundo de espacio, no oscureciendo en la conciencia la cualidad escondida del espacio, sino mostrándose capaces de mantener, en las excitaciones extensivas del alma que han producido, relaciones de donde resulta de nuevo, en la facultad reconstitutiva de la naturaleza, la imagen de los objetos en cuestión.> 6 Difícil, abstrusos el vocabulario y la redacción de Lotze, para comprender mejor su pensamiento recurramos a un ejemplo aclaratorio q. ·e da en su artículo de la Revue philosophiqu.e,7 ·en el que compara el alma con una lente que concentraría en un punto indivisible todos los rayos reflejados por una superficie coloreada. En ese punto no se podría distinguir la posición relativa de los rayos, puesto que están condensados en una claridad única. Pero, más allá de ese punto, los rayos retomarían su divergencia y dibujarían sobre un plano opuesto una copia de la. superficie dada. En esta comparación, los rayos convergentes representan los movimientos nerviosos causados por una impresión exterior; el punto de concentración corresponde a la unidad de conciencia, y el haz del rayo divergente representa la reconstrucci6n en el alma de las relaciones de espacio antes destruidas.


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Sí admitimos que a partir del momento en que la impresión periférica transmitida por los nervios se vuelve un estado de conciencia, deja de ofrecer carácter extensivo, 9-ueda por explicar cómo cada uno de los elementos que constituyen esa impresión conserva su marca propia y sus relaciones con los otros element.os; cómo se ~~erencia .de ellos y cómo se relaciona con ellos: pues, sm estas condiciones, mnguna reconstrucción del espacio es posible. Y precisamente. a esto, es Jo que responde la hipótesis de los signos locales. Las sensaciones táctiles y visuales son las únicas que implican, por lo menos de manera neta e innegable, la noción de extensión. De aquí que haya una gran diferencia entre ellas y las sensaciones del oído, del gusto, del olfato. Un sonido, un sabor, un olor producen una modificación _de nuestros órganos, variable según el carácter ~specífico de cad~ un~ ~e esas se.nsaciones; pero no producen nada mas. E?tre un som~o umco Y va:1os sonidos idénticos que nos afectan símultaneamente,. solo hay una diferencia de intensidad: cada sonido se funde con sus semejantes sin conservar su individiialidad; únicamente está reforzada la intensidad de la sensación. Tal es el caso de las sensaciones intensivas. Con las sensaciones extensivas, las condiciones cambian y el fenómeno se vuelve más complejo. Sin duda, también hay aquí variaciones de inte~sidad (comparar, por ejemplo, un punto luminoso con un cuerpo luminoso, un punto rojo con una tela roja, el contacto sobre un punto con el contacto sobre toda la mano); pero al carácter de intensidad se agrega uno nuevo, de importancia capital: la extensión. Veamos con Lotze este nuevo carácter. Para reducir el problema a sus términos más simples descartemos cualquier complicación de dolor o de presión, y supongamos que la punta de un alfiler toca nuestra piel, que un punto rojo se pinta en nuestra retina. Como en las sensaciones intensivas se produce, por un roceso nervioso una transmisión al sensorium; pero esa sensación P táctil o visual no' resulta una simple modificación de n.osotros mismos; or el contrario la relacionamos con un punto de nuestro cuerpo o P ' . d , con un objeto exterior: Za ubicamos en el espacio. Hay, pues,· a emas de sentida una sensación localizada. La diferencia entre las sensaciones intensivas y las sensaciones extensivas es todavía más sorprendente si en lugar de un solo punto, hay, como en el caso más ordinario, varios puntos de la piel o de la retina afectados simultáneamente. No ~e produce una fusión de sensaciones en una sensación más intensa, sino que cada sensación, conservando su individualidad, se coordina con las otras y forma ese continuo que llamamos extensión. Si todos los puntos de la piel, en el caso del contacto, y todos los puntos de la retina en el caso de la superficie coloreada, sintieran de manera idéntica impresiones idénticas, sería natural admitir que se produce, como para las sensaciones intensivas, una fusión de sensaciones en una sola

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y no una coordinación. Pero como, en efecto, esa fusión no ocurre,

re debe admitir que cada punto de la piel, cada punto de la retina, siente_ a su manera, o sea impone a la impresión recibida una marca particular. Esta marca especial que diferencia a cada impresión es el signo local. ¿Cómo podemos representarnos esos signos locales? «Podemos --escribe Lotze s_ representarlos, en general, como un proceso nervioso físico que se asocia constantemente, para cada lugar del sistema nervioso, con el proceso nervioso variable que, en ese punto mismo, sirve de base al carácter cualitativo de la sensación.:& Y si queremos una determinación más precisa: «Se puede --agrega más adelante 11- representar de dos maneras un sistema de signos locales, de donde podría resultar una idea clara y geométrica de espacio: l.º) Po.dría componerse de sensaciones musculares. No sólo cualquier posición de un miembro, _sino también cualquier toque sobre una de sus partes, podría distinguirse del que alcanza a otra parte por una combinación particular de esas ligeras sensaciones accesorias que son provocadas por la propagación de la excitación sobre los puntos especiales de ataque. 2.0 ) Siempre que eso permitiera mucho más completamente y mucho más fácilmente determinaciones de magnitudes matemáticamente comparables, eso sería un sistema de movimiento\! que serían producidos, ya sea por la entrada de la excitación, ya sea al menos por una tendencia que se desarrolla en ese sentido. Figurémonos un órgano sensible cualquiera, tan móvil que, por el efecto de un sistema muscular apropiado, uno de sus puntos sensibles cualesquiera pueda ser girado hacia todas las direcciones del espacio;· y supongamos, ade1 más, que la influencia de una excitación despierta siempre de alguna manera esas tendencias al movimiento: veremos que cada porción del órgano tendrá el poder de atribuir a sus excitaciones un signo local m_atemáticamente determinado, de manera completa, y también de hecho especial. En efecto, cada porción tendría el poder de despertar una tendencia al movimiento, no solamente determinado en magnitud sino también determinado en dirección por relación ~on las tres coor~ denadas del espacio: tendencia que no se revela exactamente para ninguna otra porción y que sin embargo, en relación con cualquier otra tendencia a movimiento semejante, se encuentra en cierto grado de semejanza o de diferencia, de elevación o de oposición. Estas consideraciones nos determinaron desde el primer momento a buscar esos signos locales no solamente en estados accesorios pasivos, que cada porción del sistema nervioso siente en muchas excitaciones sensoriales, sino más bien en movimientos que esas mismas porciones tienden a provocar con ayuda de su unión con el resto del ·sistema nervioso. El ojo, así como el sentido del tacto, nos dará ocasión de . ensayar el valor de esta hipótesis para la explicación de la noción del mundo.>


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Para concluir estas consideraciones sobre los signos locales,· preguntar en qué relación están con la conciencia. Aunque Lotze se muestra poco inclinado a considerar el inconsciente, le atribuye aquí un gran papel, de manera que no se sorprende que Hartmann haya considerado la teoría de los signos locales como un testimonio en favor de su filosofía del inconsciente; más aún, ccuando localizamos en el dominio de la vista puntos coloreados percibidos simultáneamente, la razón de esta localización escapa completamente a la conciencia, ·y los signos locales que suponemos todavía aquí actúan siempre sin saberlo nosotros>.10 Esto no impide que cuando determinamos trigonométricamente la posición de puntos alejados, con ayuda del ángulo que encierran nuestros rayos visuales dirigidos a los objetos, hagamos un uso perfectamente consciente de nuestros signos locales. Y en la vida ordinaria, cuando relacionamos una excitación cutánea con un punto determinado de la piel, en virtud de. una asociación fundada sobre la experiencia, tenemos todavía una conciencia bastante clara del signo local. Y para concluir destaquemos que la doctrina de los signos locales tuvo el grandísimo mérito de hacer luz por primera vez sobre todas las dificultades inherentes al problema planteado. Nadie mejor que Lotze ha demostrado cómo se confunde la solución con los datos, queriendo explicar el espacio con ayuda de imágenes que lo presuponen, y ve una sola manera de resolver la dificultad: llevar la percepción de la extensión a una percepción de diferencias cualitativas que, por una reconstrucción nueva del espíritu, se convierte en relaciones de extensión. Su hipótesis, aunque la haya expuesto con lenguaje metafísico, tiene el carácter de una hipótesis natural, científica. Se apoya sobre hechos y se ofrece como su única explicación probable.11 Sin embargo, a pesar de sus méritos, Lotze no dejó para la psicología, fuera de su teoría de los signos locales, lo que se podía esperar de su ingenio y de su cultura científica, por la simple razón de que prefería los problemas de orden más especialmente filosóficos y no reconocía a la psicología como ciencia empírica, sino como metafísica aplicada. 3. Gustav Theodor Fechner y la pSicofísica. - En el dominio de la psicología experimental, ningún investigador del siglo XIX publicó tra..; bajos tan originales y tan ardientemente debatidos como GusTAV Tm:oDOR FECHNER (1801-1887), y al que por lo mismo se acostumbra a llamar fundador de la psicología científica. Sus primeros estudios fueron de medicina y de física, y en 1835 fue nombrado profesor de física en Leipzig; pero un tiempo después, y a causa de una enfermedad de los ojos, debió retirarse por un tiempo de la enseñanza, entregándose en el ínterin a los estudios filosóficos, para asumir por último la cátedra de filosofía en la misma Universidad. Desde el año 1836, fecha de la publicación de su primera obra: La 1'ida después de la muerte, hasta

.•. : ·

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msTORIA CRÍTICA' DE LA PSICOLOGÍA 427 ,:/¡( ,f los últimos meses de 1877, fecha de su último libro: Re-v~ion der ,,~ Hauptpunkte der Psychophysik, Fechner tocó todos los problemas filo'::'1 ·sóficos y se mezcló en todas las grandes discusiones que tuvieron lugar i en Alemania. La lista de sus obras comprende trabajos de metafísica, de ética, de cuestiones religiosas, de las doctrinas de la evolución y de :; ··estética, 12 y en todas se encuentran puntos de vista originales, sobre ,¡;· todo en lo referente a las condiciones físicas y fisiológicas de la creación ~j, artística. Pero el título "de gloria de Fechner está en sus trabajos sobre 'i~. la psicofísica. En 1860 aparecieron sus Elemente der Psychophysik, ,~ obra en dos gruesos volúmenes plenos de experiencias, de tablas, de ~t cifras, de cálculos y de generalizaciones filosóficas. Este trabajo pro~·; vocó enconadas discusiones, y los críticos de Fechner fueron muchos 'W e importantes; contra ellos retomó la ofensiva en 1877 con su In Sachen \ der Psychophysik, obra en la que mantiene incambiables sus primeras ''ir, conclusiones. Antes de su muerte recomenzó el mismo trabajo, con ·~\ acopio de datos nuevos, en Re-vision der Hauptpunkte der Psycho:, physik. Sea como ful:!re, la psicofísica fue su obra, y aunque él mismo concede ese honor a su maestro el fisiólogo Weber,lll lo cierto es que antes de Fechner únicamente existían trabajos fragmentarios y sin alcances generales, de modo que fue el primero en publicar un trabajo completo y sistemático. Por consiguiente, contra él se elevaron todas las críticas y también confluyeron los elogios. «Entiendo por psicofísica -dice Fechner 14_ una teoría exacta de las relaciones entre el alma y el cuerpo, y, de manera general, entre el mundo físico y el mundo psíquico.> Dado que las ciencias de la naturaleza van en vía de progreso contÍI).uo y que las ciencias del espíritu, incluida la psicología, han encontrado en cierta· medida sus fundamentos, es necesario, considera nuestro autor, desarrollar a niveles semejantes la ciencia de las relaciones recíprocas del cuerpo y del espíritu, mucho menos avanzada y que entre las antes indicadas ocupa un lugar intermedio. Además, hasta el momento sólo ha estado representada por teorías sin solidez, a lo sumo una colección de hechos sin precisión y sin unidad. La finalidad manifiesta de Fechner es hacer entrar este orden de investigaciones en una fase positiva, o, mejor aún, de constituir una ciencia que repose sobre el experimento, el cálculo y la medida. En principio coloca la nueva ciencia fuera de. cualhipótesis metafísica, aunque, como metafísico, en diversas de sus. obras alcance incluso los límites de la fantasía pura. Pero nada de esto aparece en su Psicofísica. cNuestras investigaciones -escribe 111. solamente se relacionan con el lado fenomenal del mundo físico y del .· 111undo psíquico, o sea lo que no es dado inmediatamente en la per. cepción interna o externa, o a lo que puede concluirse de los fenóme, nos... En resumen, estudiamos lo que es físico, como lo hace la física y la química; estudiamos lo que es psíquico, como lo hace la psico-

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en una fracción que varía de 1130 a 1150, según los individuos, y cuallogía experimental, sin buscar, debajo de los fenómenos, la esencia del quiera que sea, por otra parte, el peso inicial: gramo, onza, libra o alma y del cuerpo, como hace la metafísica.» En los preli~inares de. kilogramo. Weber relacionó estos resultados con un hecho acústico muy su libro, la única idea general de Fechner sobre las relaciones de lo análogo: entre dos tonos de altura diferente, la diferencia má.s pequeña físico y lo psíquico se refiere a que la oposición entre el cuerpo Y el perceptible es siempre la misma, cualquiera que sea la altura de esos espíritu es el producto de una diferencia de punto de vista: lo que de tonos, ·y esta pequeña diferencia es siempre una misma fracción del hecho es uno, parece doble. «Aquello que, desde el punto de vista ~te­ tono más ·bajo. Estas experiencias, de tres órdenes diversos de sensarior te parece tu espíritu, el espíritu que eres, desde el punto de vista ciones, permitieron a Weber formular una ley: Las sensaciones aumenext~rior te parece el substrato corporal de ese espíritu. Ocurre que es tan en cantidades iguales, cuando excitaciones aumentq.n en cantiotra cosa completamente diferente pensar con tu cerebro o considerar cW.des relativamente iguales. . al cerebro del ser pensante.» 16 La tesis, sin embargo, no era nueva ni Tal era el estado de la cuestión antes de Fechner; pero para comparadójica; ya había sido sostenida desde la antigüedad con agudeza prender bien lo que vamos a tratar ahora debe tenerse en cuenta que y no tenía ningU:na influencia directa sobre las investigaciones psicola fisiología de las sensaciones distinguía dos cosas: su cualidad y su físicas tal como las concebía la época y, principalmente, Fechner. Además la finalidad de su obra no era ocuparse de esa cuestión fundamen- :, , cantidad o intensidad. Y aunque en último análisis esas dos cosas tal vez fueran. una sola, de hecho nos son dadas como distintas. Así, por tal, 'que deja al arbitrio de cada uno resolverla como le plazca, porque ejemplo, en la categoría de las sensaciones visuales, el rojo, el azul, ello no entraña consecuencias para el trabajo que va a emprender. el verde, nos están dados como cualidades. Pero esas sensaciones, aunY aunque Fechner se nos presenta como dispuesto" a brindar una teoría que quedando las mismas en cuanto a cualidad, pueden variar en intengeneral de las relaciones de lo físico y de lo psíquico, sus investigaciosidad; aumentan o disminuyen. Cualquier sensación ti~ne, pues, valor nes experimentales recaen, en definitiva, sobre un único .punto: las cuantitativo, y aunque la experiencia cotidiana nos permita comparar relaciones de la sensación y de la excitación, puesto que lo comprensensaciones y decir que una es más intensa que otra, no nos permite dido bajo el nombre de «PSicofísica interna», o sea las observaciones decir cuántas veces una sensación es más fuerte o más débil que otra. sobre el asiento del alma, de la vigilia y delsueño, la atención, la remiLa medida natural de la sensación nos hace éonocer el más y el menos, niscencia, etc., etc., está muy lejos de la exactitud que él· mismo reclapero nunca el quantum. De igual manera podemos comprobar que la mara para la psicofísica. No obstante, haber llevado a fondo el estudio intensidad de una sensación aumenta y disminuye con la intensidad de las sensaciones, capital porque de ellas viene todo, es el grandísimo de la excitación que la provoca; sin embargo, somos incapaces de e incuestionable mérito de Gustav Theodor Fechner, que señala el decir exactamente cuál es esa relación y saber si la sensación crece comienzo de la psicología experimental. . como la excitación, o más lentamente, o más rápidamente: en una paEn resumidas cuentas, la finalidad principal de Fechner fue de labra, no sabemos nada de la ley que aquí rige la relación de causa a cuantificar las sensaciones. Para lograrlo se entregó _por años al expeefecto. Ignoramos si una excitación de intensidad 1 pr,ovoca una senrimento y al c'álculo. En numerosas memorias y trabajos de matemásación de intensidad 1; si una sensación de intensidad 2 provoca una ticas, de física, de astronomía, de fisiología, debidos a Euler, Bernouilli, sensación de intensidad 2, ó 3, ó 4, etc. Laplace, Bouvier, Arago, Masson, Poisson, Stheinheil, etc., numerosas De primera intención, la idea de medir el grado de la sensación observaciones realizadas con otra finalidad habían quedado sin interparece aventurada, pues la sensación no contiene en sí misma ninguna pretación psicológica, y Fechner confrontó esos resultados con lós medida exacta. Pero reflexionando se ve que, si en toda medida un suyos. Pero sin duda fue ERNST H. WEBER (1795-1878), 17 quien le abrió patrón de contraste es necesario, nunca el patrón de contraste puede comino. En efecto, en su notable monografía Der Tastsinn und das ser en sí mismo objeto de medida. De este modo llegamos a medir las Gc-rneingefilhl, publicada en el Handworterbuch der Physiofogie de cosas por un artificio, y que en este caso nos lo brinda la naturaleza Wagncr como resultado de algunas experiencias sobre la percepción de los fenómenos. En efecto, sabemos muy bien que cualquier sensark los ~esos, de las longitudes, dedujo una ley. Weber había notado que si se comparan dos líneas casi iguales, la diferencia más pequeña . • ción es un fenómeno nervioso, y sabem.os también que los fenómenos nerviosos dependen de un movimiento exterior que llamamos excitaque se puede asir entre ellas equivale siempre y aproximadamente ción. Hacer variar la excitación es, por intermedio del agepte nervioso, a 1/ 50 de la más corta, cualquiera que sea la longitud de las líneas hacer variar la siensación, siendo la fuerza nerviosa h. causa próxima comparadas: tei;¡.gan un centímetro, un decímetro o un metro. Lo mismo de la sensación; la excitación e~terior, la causa alejada. Pero como esta vale para un peso juzgado superior a otro; se requiere que lo supere

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causa exterior -la excitación- no la tenemos bajo nuestra dependencia, como es accesible a los medios de medición más exactos, parece que, por su intermedio, podemos medir la sensación misma. La excitación es, pues, la más próxima y la única medida posible de la sensación. , Entre la sensación y su medida existe una relación necesaria. La sensación no existiría si la excitación no la precediera, y de este modo · tomamos la causa para medir el efecto. Y en esta situación nos encon~ tramos, mejor dicho, se encontró Fechner, que el punto esencial que distingue la medición de las magnitudes psíquicas de la medición de las magnitudes extensas es que, en las primeras, la ca:u.sa. sirue pa.1"a. medir el efecto; en las segundas, el efecto sirve para. medir la causa. La propiedad que presentan las sensaciones de aumentar o de disminuir sirve de base para su medida. Cuando Fechner comenzó a trabajar, y gracias a Weber, se sabía que cualquier sensación aumenta o disminuye como la excitación que la causa. Pero si todo nuestro co.. noc~iento se concretara a esto, bien poco e!3 lo que sabríamos, y deber1amos concluir, de manera general, que la intensidad de la sensación. aumenta., no propOTcionalmente con la intensidad de la ex~taci6n que la provoca, sino más lentamente. En consecuencia, se plantea esta pregunta: ¿en qué cantidad el aumento de la sensación es inferior al aumento de la excitación? Aquí la medición exacta de las intensidades es necesaria. Mas resulta imposible medir directamente la fuerza de una sensación; sólo podemos medir diferencias de sensación. Y para lograrlo se emplean tres métodos de experimentación que Fechner cre6 Y puso en uso, y que designó con los nombres de Método de las diferencias perceptibles más pequeñas; Método de los casos verda.deroo y falsos; Método de loo errOTes medios.IS El método de las diferencias perceptibles más pequeñas consiste en esto: Sean dos pesos A y B para comparar. Si la diferencia entre esos dos pesos es muy débil, puede ocWTir que no se la perciba y se los juzgue iguales. Por el contrario, si la diferencia es considerable, será observada. Así, pues, que si se hace crecer la diferencia d de los pesos A y B, llegará el momento en que, de imperceptible que era, se volverá apreciable. En general, cuando se .emplea este método, se pro- · cede de dos maneras opuestas: primero se hace aumentar la diferencia d hasta que se vuelve perceptible; después se la hace disminuir hasta que desaparece. Naturalmente, la sensibilidad del sujeto, para juzgar diferencias, es tanto más grande cuanto más. pequeña es la cantidad d. El método de los casos verdaderos y falsos consiste en tomar pesos de tal manera que su diferencia sea muy pequeña. El error es posible en el juicio comparativo que se debe dar sobre ellos. ·Se designará al peso mayor a veces como mayor, a veces como menor. En una palabra, para cada pareja de pesos a comparar, sobre un número dado de juicios, habrá cierto número de verdaderos y cierto número de

falsos. Cuanto más aumente la diferencia de los pesos, más aumentará el número de juicios verdaderos a costa de los juicios falsos. Representemos el número total de los casos por 100, y el número de los casos

,1

t

ro

·

(verdaderos por 70; tenemos así la relación - - , obtenida por_ la com• . ·WO r'i:; paración de los pesos A y B. Ahora, sea un peso dado a; se podr~ pro1\''. c\lrar determinar el peso b, que, comparado con a., dará la misma

ti

70

¡~ relación - .. Se debe destacar que los casos indecisos deben sumarse

'~ 100 i.:¡ por mitades a los casos verdaderos y a los casos falsos. El último mér todo, el de los errores medios; consiste en tomar primero un peso nor.:. ;K mal A, bien determinado con ayuda de la balanza. Después se procura i' determinar, por el solo juicio que acompaña la sensación, otro peso B ;'. que parece igual a A. En general, el segundo peso difiere del primero 1 ~'; en una cantidad d; que es tanto menor cuanto mayor es la sensibilidad. ":,. Se repite este ensayo gran número de veces; se suman los errores posi;f .' .tivos y los errores negativos, haciendo abstracción de sus signos; se t:, divide el total por el número de ensayos, y así se obtiene el error j;" •medio. «Estos tres métodos -afirma Fechner 19- se completan y llevan :•.;, por caminos diferentes a los mismos resultados. El primero sirve para ~· · determinar las diferencias perceptibles más pequeñas. El segundo da ;:i diferencias que superan la diferencia perceptible más pequeña (caen ;:': tanto en los casos verdaderos como en los falsos); el tercero da las :l'e. diferencias que están por encima.:. En la práctica, el primer método es '~ el más simple, el más directo, el que proporcionalmente lleva más rá,; , pidamente al fin perseguido y exige menos cálculos. Pero como des.?r' taca su comentador Delboeuf, la falta de precisión es su mayor ~;: defecto. c¿Dónde y ,..cuándo una diferencia en la excitación exterior \1; deja de ser perceptible? Se ve cuán vasto campo queda abierto a la ( . 20 ··'duda.> ~~! Después de haber expuesto el método con lujo de detalles, Fechner ~.· lo aplica en innumerables casos para ver qué resultados da en lo que .': concierne a las sensaciones de peso, de esfuerzo muscular, de tempera'~> tura, de luz y de sonido. Sin entrar en estos detalles que llenan la ,l'. mayor parte de su libro, sus experiencias demuestran que todas las .",' veces que las sensaciones de peso, de luz, de temperatura, de sonido y :k: aun de esfuerzo muscular aumentan de manera continua por la adi.';t, ción de las pequeñas diferencias perceptibles a la conciencia, hay en t. la excitación correspondiente un aumento que es una cantidad alícuota, .f' siempre Za misma, de la excitación total. Resumiendo, y con Fechner, ::: de acuerdo con el cuadro que sigue, podemos decir: Para que Za sen,1,; saci6n aumente en la más pequeña diferencia perceptible, la excitaci6n , ;: debe crecer:


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el el la el la

tacto . . . . . esfuerzo muscular temperatura sonido luz . . . .

en en en en en

1/3 1/17 1/3 1/3 1/100

Estas cifras y muchas otras, permitieron a Fechner encontrar una ley muy gene;al que expresa la relación de cualquier excitación con. cualquier sensación. Pero antes de llegar a esa ley se debe destacar que Fechner distingue las sensaciones intensivas de las sensaciones extensivas, que con mayor precisión deben denominarse percepc~ones de las diversas manifesiaciones de la extensión. Además, es de notar que su ley se aplica sobre todo a las primeras, y que para enunciar una ley que exprese .la relación general de la excitación y de la sensación se debe responder a dos preguntas fundamentales: ¿en qué cantidad debe aumentar una excitación dada para producir, en la sensación correspondiente, un .aumento determinado?, y ¿si aumento una excitación en una cantidad determinada, en qué medida crece la sensación correspondiente? Después de haber respondido a estas dos cuestiones, y otras más, y de habernos relatado cómo, luego de muchas reflexiones y de ensayos infructuosos, encontró, finalmente, «una mañana el 22 de octubre de 1850, estando en la cama», un medio que le pare~ió satisfactorio para medir la sensación con ayuda de la excitación, entra en el problema. Dejemos de lado el camino matemático ·seguido por Fechner y penetremos directamente, para ser mejor comprendidos, en la cuestión. Tenemos dos series en presencia: la de las excitaciones y la de las sensaciones, y se trata de medir la segunda por medio de la primera. El valor -cuantitativo de la excitación y sus aumentos puede ser determinado. Se trate de peso, de luz, de sonido, podemos, con procederes experimentales, establecer que la excitación inicial aumentó en un tercio, en un cuarto, el doble, el triple. S~ recurre, pues, a un procedimiento indirecto, que consiste en determinar las diferencias perceptibles más pequeñas de sensación, y luego determinar la relación existente entre las diferencias de excitación, que aumentan progresivamente, y las diferencias de sensación, que aumentan uniform. emente, para expresar así la sensación en función de la excitación. El método de Fechner se apoya, ante todo, sobre el principio matemático siguiente: los aumentos de las magnitudes continuas que dependen una de la otra quedan proporcionales en tanto son muy pequeños. Pero, destaca Fechner, ese término «muy pequeños» es com- · pletamente relativo. En verdad, la proporcionalidad únicamente existe para aumentos infinitamente pequeños: la aproximación será tanto mayor cuanto más se aproxime al infinitamente pequeño. Bajo tales

1

reservas, Fechner pudo decir que clas variaciones de la sensación son proporcionales a las variaciones de magnitud en la excitación mientras que las variaciones de una y otra parte sean pequeñas>.21 De ;ste modo apoyándose sobre dos principios: 1.0 ) que las diferencias de sensació~ quedan iguales entre ellas cuando las diferencias de excitación quedan relativamente ig~les entre ell~s (principio de Weber), y 2.0 ) que los aumentos pequenos de sensacion son proporcionales a los aumentos de excitación, Fechner razona de la manera siguiente: cAdmitamos conforme con .las .i;1vestigáciones de ~eber, que el aumento que se ~grega a una exc1tac1on sea muy pequeno en relación con ella. Llamemos la excitación ~ y el pequeño aumento d~ (la leb;'a d no designa ninguna m~gnitud ~articular, sino solamente sigriifica que d~ es el aumento mas pequeno de ~ y que puede ser considerado como su diferencial). El aumento relativo de excitación es, pues, dfi . Por otro lado, llame.• ~ . mos Y1a sensac1on q?e depende de la excitación~. y dy el más pequeño aumento de sensacion que se produce durante el aumento de excitación d~ (teniendo d aquí el mismo sentido que antes) ... >Según las investigaciones experimentales de Weber, dy queda

.

constante, mientras que

d~

-~-

queda constante, cualquier valor abso-

luto que puedan tener~ y d~. Y, según el principio matemático a priori enunciado antes; las variaciones dy y d~ quedan proporcionales. entre ellas, en tanto que quedan muy pequeñas. Estas dos relaciones se expresan por la siguiente ecuación: Kd~

d-t=---. ~

siendo K una constante.> s:: De donde, por integración, resulta: y = K log. ~' y esto es lo que da el valor de la sensación. . Tal es el ~esultado de esas investigaciones que Fechner expresó de m~~ª. conClSa, con ~a fórmula famosa que lleva el nombre de ley psic?flSlca: La sensación aumenta como el logaritmo de la excitación. Segun esta ley, el empleo de una tabla de logaritmos permitiría saber en cuánto aumenta una sensación cuando la excitación aumenta en una cantidad determinada, y realizar la operación inversa. Acabamos de exponer en sus grandes líneas la ley psicofísica y las experiencias sobre las cuales se apoya. Ahora corresponde destacar que por primera vez en la historia se convierte en sujeto de medida lo que ante~ sólo se in~ucía aproximadamente con el raciocinio, y que el nuevo metodo experimental que se introduce en la psicología asienta 28


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sobre el principio matemático de la «diferencia», o, como se decía ·ya con una expresión introducida por Herbat, sobre el «Umbrab. Entre un estado de indiferencia y otro en el cual percibimos alguna sensación aparece un' punto que se llama «umbral de la conciencia»; entre una sensación y otra de intensidad diversa percibimos también un punto de diferencia que se llama cumbral de diferencia», y así también percibimos la diferencia que hay entre dos o más de estos puntos. Este cumbrah o esta sensación de diversidad es la medida con la cual podemos establecer relación exacta entre. cierta «cantidad» dada de excitación y la intensidad de las sensaciones que provoca. Esta me:dida, por consiguiente, aunque dependa de ·un hecho objetivo, físico, es considerada por Fechner como un dato de nuestra conciencia, que debe ser percibido por nosotros mismos. De esta manera,' resulta claro que la psicología experimental alemana del siglo pasado no renuncia a la autoobservación, sino que, por ·el contrario, su pretensión es de convertirla en más segura sometiéndola a ciertas normas.

unidad sorprendente, que está, precisamente, en su método, que consiste en ·apoyarse sobre los datos de la fisiología: directamente si se trata de las sensaciones, que son, en definitiva y a ~u concepto, la base de cualquier psicología y el alimento de toda vida mental, cuando se trata de los movimientos involuntarios, del lenguaje, de las formas inferiores del sentimiento y de su expresión natural; indirectamente cuando se trata de la voluntad, de la atención, de las nociones complejas de espacio y de tiempo, de los sentimientos estéticos. Y allí donde la fisiología es insuficiente, la antropolpgía, la etnografía, la historia, la estadística, le sirven de apoyo. En suma, su metodología psicológica no semeja en nada al método especulativo o al método de la pura observación interna. Para Wtindt, la psicología debe ser tratada como ciencia natural; pero esto debe ser precisado, pues «más de una vez en estos últimos tiempos --escribe2 3- se ha tratado de la psicología desde el punto de vista propio de las ciencias naturales, sin que se pueda concluir que esos ensayos constituyen un progreso fundamental sobre los sistemas especulativos anteriores. Pues la psicología, apuntando a convertirse en ciencia natural, reconocía como su fuente única la observación interior. Ahora bien, a los hechos de conciencia que cada uno puede encontrar en sí mismo por la observación, nada ha sido agregado desde que el hombre piensa y reflexiona; apenas la. ciencia puede agregar algo que no sea familiar a la experiencia de todo el mundo. La psicología debió, gracias a este método, quedar la misma en el fondo durante siglos; y lo que en ella es científico, apenas está sepárado de lo que es experiencia vulgar.> La finalidad que Wundt se propone es convertir a la psicología en ciencia e:tplicativa. Si se examina el estado anterior 'o actual de las ciencias que tienen por· objeto el estudio de los fenómenos naturales, se verá que unas se limitan a describir, mientras que otras tienden a explicar. Menos adelantada está una ciencia, más describe; o, por lo menos, mezcla constantemente las descripciones y las explicaciones. cEs de este modo como la mayoría de los trabajos de psicología empírica pertenecen a la historia natural del alma. Los estudios profundos. hechos .en estos últimos tiempos por la interpretación psicológica de la historia y de la etnografía pertenecen al mismo dominio, aunque con un sentido más amplio. Puesto que la psicología de los pueblos se ocupa de fenómenos tan complejos que solamente pueden ser aclarados por los hechos y las leyes de la conciencia individual: ahora bien, hay en ello, ante todo, un trabajo de clasificación que pertenece al género ' descriptivo.> 2 4 En consecuencia, Wundt se propone un trabajo expli·• cativo. Para ello se requiere agregar a la observación interior, que sola únicamente puede brindar descripciones, la experimentación, y a ésta la medida, porque le es inseparable. Tal es,. en síntesis, la finalidad de la psicología fisiológica. Tiende a encontrar los hechos psíquicos

una

4. Wilhelm Wundt y la. psicología fisiológica. - Cuando se hace la apreciación histórica del desarrollo de· la psicología experimental en el siglo pasado, y específicamente en relación con Alemania, WILHELM WUNDT (1832-1920) d~be ser tenido por su principal representante, pues la abarcó en toda su extensión. Fechner, a pesar del brillo de sus trabajos, quedó confinado en una cuestión única; Lotze es ante todo un metafísico que a menudo llega a la experiencia por necesidad y a desgana; Helmholtz, a pesar de sus análisis tan profundos de las sensaciones elementales, queda restringido al campo de la física y de la fisiología; otros, aunque en el mismo camino ·que Wundt, están muy lejos de igualarlo. De todos los psfcólogos del siglo XIX, Wundt es el único que nos ofrece un estudio completo y sistemático de los problemas de la psicología. Trabajó en Berlín, hacia 1856, junto al gran fisiólogo Johannes Müller, para pasar luego a Heildelberg, como asistente de fisiología en la Universidad de esa ciudad, precisamente en los años en que Helmholtz dictaba allí sus lecciones. En 1'862, en su Beitriige zur Theorie der Sinneswarhnehmung, o sea «Contribución a la teoría de la percepción exterior», estudió, bajo la forma de monografías, diversas cuestiones relativas a la fisiología de los sentidos, de la visión en particular. Después sus pubiicaciones han tenido por objeto tanto la fisiología pura como la psicología y la filosofía: Lehrbuch der Physio•. logie, 1865; Untersuchunge-n zur Mechanik der Nerven und Thierseele, 1863; Grundzüge der Physiologischen Psychologie, 1874; Grundiss der Psychologie, 1896; System der Philosophie, 1889; Logik, 1886; lttik, 1886; sin contar numerosísimos escritos publicados en los Philosophie Studien, algunos de los cuales son verdaderos tratados. Aunque diversificada, la obra psicológica de Wundt presenta una


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pensamiento toma su fuente invisible? ¿Cómo descomponerla en esa elementales en partiendo de los hechos fisiológicos a los cuales están miríada de hilos que sirven para tejerla? Las experiencias que siguen unidos. El punto de vista de la psicología, explica Wundt, .no es el de tienen por objeto mostrar que la e:z:periencia. es én psicología el :nedio la experiencia interna. Por el contrario, va de afuera hacia adentro, esencial que lleva de los hechos de conciencia a ese trasfondo oscuro y por lo mismo emplea los medios propios de cualquier ciencia natudonde se elabora la vida consciente. La observación interior como ral: el método experimental. Y en verdad, el empleo de este método ' cualquier observación en general¡ sólo nos da fenómenos compuestos. sólo lo encuentra posible en el dominio psicofísico, y se puede entonces Por la experimentación, y al contrario, despojamos al fenómeno de decir, para haolar con exactitud, que solamente hay experiencias psicotodas sus condiciones accesorias. Por su medio producirnos al fenófísicas y no experiencias puramente psicológicas. A veces, como este meno. artificialmente, en sus condiciones determinadas, que podemos método consiste en hacer variar las condiciones externas que están camb1ai· ·a nuestro agrado y que nos permiten medirlo. En todas partes unidas a la producción de los fenómenos internos, se sig\.Íe que por. y siempre, la experiencia nos lleva a las leyes naturales, puesto que ello tenemos aJguna apertura sobre esos fenómenos internos, Y con nos permite asir simultáneamente la cau5a y el efecto. este sentido cualquier experiencia psicofísica es al mismo tiempo una >El .naturalista parte siempre de la observación de los fenómenos experiencia psicológica. En resumen, y dentro de estos límites, para que la naturaleza le ofrece inmediatamente: el psicólogo debe de igual Wundt una psicología experimental es posible. De aquí que su finamanera partir de los hechos de conciencia. Cuando de inmediato por lidad sea . constituir la psicología, tarea de la cual la fisiología es un la experimentación, resuelve los fenómenos psicológicos en sus' elemedio, como lo expresa el nombre de psicología fisiológica. . mentos simples, arroja de este modo una mirada furtiva sobre ese Pero dejemos exponer a Wundt mismo 2Ci el camino que entiende mecanismo que, en las. profundidades inconscientes del alma elabora debe seguir: «Desde el momento en que ~ adelanta un poco en la las impulsiones derivadas de las impresiones exteriores. Es ~l mismo cuestión, se ve que la cuestión tradicional que admite a ~a conciencia camino que el naturalista eligió. Cuando, en partiendo de estos fenócomo escena que abarca toda nuestra vida interior es inaceptable. En menos embrollados que le entrega la observación, remonta hasta las todas partes, en la naturaleza, lo único que se ofrece inmediatamente que los rigen, no hace otra cosa que producir delante de los ojos leyes ·a la observación es el fenómeno complejo: pero las leyes simples, por ese fondo inconsciente que está debajo de los hechos. El proceso situado cuya acción el fenómeno se realiza, quedan escondidas a nuestros más allá de la conciencia y de donde sale el acto consciente está en ojos. ¿Lá. psicología será únicamente la excepción? ¿Debemos admitir la misma relación con éste que la ley escondida con el fenómeno, tal .que aquí las leyes son accesibles a la percepción inmediata? ¿Y cuáles como nos lo dan nuestras sensaciones. serían entonces las relaciones recíprocas de esas leyes? En la concien>La experimentación está acompañada paso a paso por la medida. cia, los actos psíquicos son muy. distintos unos de otros: los deseos, los Medir Y pesar, tales son los grandes medios de que se sirve siempre sentimientos las sensaciones, las ideas, no son dados como modos de l~ in':'estigación experirnez:tal para llegar a leyes precisas.. Con la expeactividad di~intos. ¿Se debe atribuir a cada una de esas actividades r1enc1a, el peso y la medida han entrado en la ciencia, pues son ellas un dominio separado? Es lo que se ha hecho con la doctrina corriente que le. dan carácter definitivo. La medida encuentra las constantes las de las facultades fundamentales del alma. Pero solamente una ciencia de la naturaleza, esas leyes fijas que regulan los fenómenos. Cualquier todavía en rn infancia puede creer que su tarea se limita a mostrar medida puede traducir sus resultados por números. Los números no las diferendas entre los objetos que analiza. La ciencia adulta apunta son la finalidad de la medida, pero .son el medio indispensable para a la unidad. Y la observación misma lleva necesariamente al psicóllegar al final último de la investigación, pues solamente los números logo a esta unidad ... Lo que une a los fenómenos psíquicos está fuera pueden revelarnos la ley. de la conciencia: ésta sólo conoce los resultados ·del trabajo realizado >Pero, se dirá, ¿cómo es posible aplicar la experimentación al prinen ese laboratorio oscuro, ubicado en el fondo de ella misma. Por mo~ip~o psíquico ~ue está totalmente sustraído a nuestras sensaciones? mentos surge un pensamiento nuevo: no sabemos de dónde viene, ¿Como se podr1a poner en la balanza o someter a cualquier otra mepuesto que desde hace mucho las condiciones que podían producirlo desaparecieron. El análisis íntimo de los procesos psíquicos nos pro- ; dida esta esencia inmaterial? El principio productor de los fenómenos bará que el inconsciente es el teatro de los fenómenos espirituales más ~ ·• se es~nde a nuestros sentidos; sólo se trata de asir, pues, al fenómeno en s1 mismo. Aunque los efectos y las condiciones exteriores de la importantes. En todo, la conciencia supone al inconsciente como convfda psicológica sean ~~camente accesibles .a nuestras investigaciones, dición. sm embargo esas condiciones y efectos, si están suficientemente ana>¿Cómo es posible descender a ese laboratorio secreto donde el


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!izados, pueden hacernos penetrar hasta la esencia íntima de los hechos que constituyen la vida psicológica. Por los sentidos y los movimientos ·del cuerpo, el, alma está en relación continua con el mundo exterior. Podemos aplicar a voluntad agentes exteriores a los sentidos y a los movimientos, observar los efectos producidos y de esos efectos sacar conclusiones sobre la naturaleza de los procesos psíquicos. Nunca nuestras· medidas se aplican directamente, ni a las causas productoras, ni a las fuerzas productoras de movimientos: solamente podemos mediT. los por sus efectos. »El físico mide las fuerzas motrices por los movimientos producidos, Y de la observación de éstos infiere las leyes -absolutamente inaccesibles a sus sentidos- según las cuales las fuerzas actúan. De igual manera, medimos las funciones psíquicas por los efectos que producen o que las producen, por las impresiones sensoriales o los movimientos del cuerpo. Pero lo que determinamos por las experiencias y por las medidas no es simplemente ese grado de abstracción; la sensación presenta sólo dos determinaciones inmediatas: 1) es fuerte o débil, es decir, tiene cierta intensidad; 2) señala una característica que la dife• rencia de cualquier otra: posee una cierta cualidad. Pero, por último, ofrece un tercer carácter menos neto que los otros dos; en la sensación real hay algo que pertenece al sujeto que siente: estado secundario que acompaña a la sensación primitiva y que se puede llamar un sentimiento. Y es sobre todo en la vista y en el oído que esos sentimientos concomitantes nos alcanzan: son los mismos factores elementales del elemento estético. Existen igualmente para el tacto, el gusto Y el olfato. ·Éste es el tono de la sensación. LOs dos primeros caracieres son los únicos elementos primitivos; si se los suprime, el tercero . desaparece. La excitación, que actúa sobre los órganos terminales de los sentidos, determina un movimiento que se transmite hasta las partes centrales. Pero el hecho puede ocurrir de dos maneras distintas. En los sentidos mecánicos (tacto y oído), la excitación se transmite, muy probablemente, bajo la forma que le es propia, en la sustancia nerviosa, y allí determina un proceso que corresponde en general al proceso del movimiento excitante. En los sentidos químicos (vista, gusto, olfato, temperatura), la excitación exterior determina un fenómeno nervioso qiferente a ella en cuanto a su forma y a su proceso; aunque, dentro de ciertos límites, cambia según las variaciones del excitante. En los primeros hay transmisión directa del movimiento externo. En los segundos, la excitación produce un hecho de otra naturaleza, probablemente un movimiento químico molecular. De este modo se puede decir que la excitación es sentida más inmediata.mente en los primeros que en los segundos; en éstos, la forma de efectos exteriores son las leyes psicológicas mismas de donde resultan esos efectos. >La psicología, pues, en tanto que existe como ciencia natural,

reposa casi por completo sobre el campo de las investigaciones experimentales y de la medida. Muchas de esas investigaciones son ya antiguas, y no son debidas a los psicólogos, sino a los físicos, a los astrónomos, a los fisiólogos, que a menudo las han realizado incidentalmente y lo más corriente es que hayan desconocido su valor psicológico.» Precisado así su método, Wundt expone extensamente la anatomía y la fisiología del sistema nervioso. Sobre todo, apoyándose en los trabajos de Meynart, demuestra cómo la anatomía de la médula espinal, del bulbo, de la protuberancia, de los pedúnculos, del cerebelo y del cerebro permite concebir el funcionamiento de esos diversos órganos y la cantidad de oscuridades que se encuentran a cada momento en ese dominio.w Pero con el estudio de las sensaciones entra en su tema propiamente dicho: «Cuando se comienza por las más simples, el estudio de los fenómenos psicológicos, se está forzado a esperar que esos elementos simpies se escondan siempre a nuestra observación o sólo se presenten íntimamente unidos con otros fenómenos. Sin embargo, los que ofrecen el carácter de la mayor simplicidad son, sin contradicción, las puras sensaciones. Entendemos por esto esos estados primitivos que• el hombre encuentra en sí mismo, aisladas de todas las relaciones y conexiones que la conciencia adulta les agrega.» 27 De este modo, W.nndt-dis_tingue:.netamente entre sensacións--peTcepci6n, que es un fenómeno mucho más complejo y que se debe estudiar aparte. Llevada a la excitación, depende en su mayor grado de la constitución molecular de los nervios, que es desconocida. Para Wundt, los sentidos mecánicos son evidentemente los más simples; y el más general de todos, el tacto, verosímilmente sirvió de base para el desarrollo de los cuatro sentidos especiales. Wundt coloca la vista en el grupo de los sentidos químicos; y aunque reconoce las dificultades de esta clasificación, expone en detalle sus razones, hoy por hoy fuera de higar, que le hacen reunir ese sentido con el gusto y el olfato. Otra cuestión, entonces muy general y actualmente fuera de debate, es la referente a la eneTgía específica de los neTvios. Para la época, ofrecía un interés filosófico particular, ·puesto que muchos la presentaban como la expresión fisiológica de la doctrilla de Kant sobre la subjetividad del conocimiento. Según la teoría que admite una energía específica de los nervios, la cualidad de la sensación sería una función propia de la sustancia de cada nervio sensorial. Cuando sentimos la luz, el ~Q!J.jqQ,_ el calor, etcétera, lo que llega a nuest~a-concfeñ.cia--ñ.o' la-i.IDpresión exterior, sino la reacción de nuestro nerVio sensorial a esa impresión. Esta doctrina se apoyaba sobre el hecho de ·que cada nervio sólo es apropiado para excitaciones determinadas; y, además, que si se emplea un excitante de carácter general, electricidad por ejemplo, cada nervio reacciona según su forma específica. Esta teoría es rechazada por Wundt:

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«Lo que distingue esencialmente la hipótesis de la energía específica de ésta 2s es que la primera supone que la sensación está determinada exclusivamente por las partes que recorre la excitación, mientras que para nosotros es la forma de ese fenómeno la que es el fundamento inmediato de la forma de la sensación. Apenas es necesario demostrar que esta opinión, incluso desde el punto de vista. psicológico, es más comprensible. Podemos muy bien admitir que nuestra conciencia está determinada cualitativamente por la naturaleza de los procesos que recorren nuestros órganos; pero es muy difícil de concebir que esas diferencias cualitativas estarían unidas solamente a diferencias locales del proceso.> 29 Como destaca nuestro autor, la teoría de las energías específicas es un 'eco fisiológico de la filosofía de Kant, de su tentativa · para determinar las condiciones subjetivas del conocimiento, hecho que demuestra muy bien el principal representante de esa teoría, Johannes Müller. Pero W\indt demuestra que no existe· ningún nexo de necesidad lógica entre las dos doctrinas; y la tesis de la naturaleza puramente subjetiva de la sensación deja el campo libre a todas las opiniones sobre su fundamento fisiológico. Está de más agregar que para Wundt la discusión de este punto exclusivamente teórico no cambia en nada el hecho bien comprobado de la relación de las sensaciones con las excitaciones exteriores. Para Wundt, las sensaciones son la materia de las representaciones. Comparada con la sensación, la representación es un hecho complejo, las sensaciones son sus elementos constitutivos y resultan de su combinación. Las representaciones que se relacionan con un hecho real lás llama percepciones. Las que se relacionan con un objeto simplemente pensadc;> son concepeion,es ima.gina.rias. Es imposible en esta síntesis seguir a Wundt en su larguísimo estudio de las percepciones táctiles, auditivas y visuales,ªº que está completamente penetrado por el método y los resultados de la fisiología; por ello cabe destacar un solo punto, la respuesta a la pregunta: ¿cómo nuestras percepciones táctiles y visuales están localizadas en el espacio?, que desarrolla con grandísima originalidad. Al respecto imperaban en la psicología del siglo XIX dos teorías: de la: inneidad y de la experiencia. Wundt no se adhiere a una ni a otra, pues a ninguna de las dos considera suficientes. La teoría de Wundt se puede resumir así: cada punto de la piel (tacto), cada punto de la retina (visión) posee su signo local, su manera propia y particular de sentir las impresiones: lo cual produce un comienzo de localización. Además, esas diversas impresiones están acompañadas de movimientos y, por consl.guiente, de un cierto sentimiento de innervación, variable según el miembro y el lugar afectado. Pero ni las impresiones locales por sí solas, ni los movimientos por sí mismos, explica Wundt, pueden darnos la localización en el espacio; mas esos dos elementos reunidos, agrega, reunidos por una especie de química

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mental, por una síntesis psicológica, forman una combinación que es la noción misma de espacio. Ahora bien, como la teoría de las percepciones .táctiles debe explicar cómo, estando dada una cierta organización, se produce, según leyes psicológicas, un orden de las sensaciones táctiles en el espacio. Todas las observaciones muestran, destaca, que para este orden de percepciones el movimiento es un factor de la mayor importancia. Esta influencia del movimiento sobre las percepciones táctiles solamente acaece por medio de sensaciones unidas a la innervación motriz. El sentimiento de innervación se combina de todas las maneras posibles con las sensaciones táctiles. Al movÍmiento de una parte cualquiera del cuerpo están invariablemente unidas las sensaciones táctiles que provienen de la presión de los tejidos de esa parte Y hay una relación constante entre el grado de intensidad de las sen~ saciones motrices Y el de las sensaciones táctiles. Y es probablemente de esa combinación que sale nuestra primera noción de lugar que consiste en asir la diferencia de 7'u partes de nuestro cuerpo en' relación con B'U .situación en el espacio. Está claro que cuando distinguimos el movimiento de nuestro brazo de aquel de la cabeza es gracias a una diferencia C'IUl.litativa de las sensaciones concomitantes. Según una ley psicológica bien conocida, afirma Wundt, sensaciones diversas unidas habitualmente, se funden en un todo, aunque una parte dei todo, si es evocada, suscita el resto. Esta ley se aplica al problema que ocupa a Wundt. En efecto, las sensaciones táctiles y los sentimientos de innervación se funden en un todo inseparable. Se puede decir que no conocemos sensaciones táctiles, ni tampoco sentimientos de innervación solos: nos es imposible aislarlos completamente. Lo que ocurre en este caso es una síntesis psíquica. cSe puede designar por este nombre la combinación particular de las sensaciones periféricas con los sentimientos de innervación central, de donde resulta un cierto orden de las primeras en el espacio. La idea ordinaria de una síntesis, en efecto, implica un producto nuevo que no existía en los elementos constitutivos. ·ne igual manera que en el juicio sintético un nuevo predicado es atribuido al sujeto, de igual manera que en la síntesis química se produce ,una . com~inación que tiene propiedades nuevas, de igual manera la SintesJS ps1quica nos da, como producto nuevo un orden de las se~~s en el espacio.> 31 Pero siendo el orden ~n el espacio una smtesIS, no puede ser dado por el análisis. cDe aquí que las características locales del tacto formen un continuo de dos dimensiones de donde puede nacer la noción de un pla,n. Pero ese continuo en sí mismo no contiene la noción de espacio. Admitimos que ésta sólo se produce por una relación retrospectiva con el continuo simple que forman los sentimientos de innervación. ~tos, gracias a sus variacionei; puramente intensivas, constituyen una medida uniforme para las dos dimensiones de las características locales. La forma del plano en


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el cual estas características están ordenadas es, de primera intención, indeterminada: varía con la forma de las superficies. tocadas. Pero las leyes del movimiento de los miembros son tales que, e~ la mayoría ~e los cambios de posición, el órgano táctil se mueve er; linea :ecta hacia los objetos (o se aleja). La línea recta se vuelve as1 un ob3et.o determinante del espacio táctil, y éste recibe la forma ~e un espaci~ plano, en el cual las superficies por nosotros percibidas Y que. cambian, en 32 . cuanto a su curvatura, deben ser relacionadas con tres d imensiones.» La misma cuestión se plantea para el espacio visual y es resuelta por Wundt de idéntica manera. Desde sus primeras obras e incluso en la Physiologische Psycho' logie, Wundt sostuvo la tesis 'de que ~Z: ,el fondo de todos l~~ f enomenos psíquicos hay unidad de composicion. Todos se reducirian finalmente a conclusiones. Así, el pensamiento -entendido por tal cualquier estado de conciencia- puede ·ser considerado en su. forma o en su naturaleza. En su forma está sometido a la condición del tiempo. Cualquier acto de pensamiento tiene una duración mediable, de manera que podemos tener dos estados de conciencia a la vez.. Allí donde la observación interior nos da la falsa apariencia de una simultaneidad, estamos en realidad inducidos en error por una sucesión rápida. Estos hechos, dice Wundt, poseen significación ·psicológica: son la expresión de un hecho interno que es la unidad del pensamiento. En su naturaleza íntima en su fondo, el pensamiento se reduce á. un solo hecho: razonar schliessen esto es concluir. Para todos los fenómenos mentales, por va;iados y di~ersos ~ue sean1 existe unidad de composi~ió~. Las sensaciones de cualquier clase, los juicios, las ideas, los sentimientos, etcétera son producidos por razonamientos, son el resultado de una conclusiÓn. Todas las diferencias únicamente vienen de los diversos grados de complejidad del acto primitivo y de la div;r.sidad de· ~os materiales que ponen en acción, de manera que el espiritu entendido de este modo podría definirse: algo que raz<ma. Tal es la tesis fundamental de Wundt, que por oscura e inesperada que parezca lo aleja del fisiologismo absoluto de su psicología e introduce en la misma un logicismo cuyas raíces espiritualistas no son difíciles· de rastrear. De aquí que la idea, para Wundt, resulte de un razonamiento. La id:,ª co?siste en la fusión de todas las señales en una unidad. Y esta fusion solo puede venir de la única forma de actividad mental a la que reconoce el poder de unir, de unificar, o sea del raz.onamiento. La actividad del pensamiento consiste únicamente en el raz.onamiento; el. resto es ~lo · un resultado, un producto. Por ello tambien es establecida la unidad de composición del pensamiento. Todas las actividades y facultades se reducen finalmente a una forma única, y esta forma tiene por carácter esencial ser una sucesión.. Todos los fenómenos mentales se reducen así a una operación lógica. ·Tal es la tesis sostenida por Wundt,

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y que en su estado psicológico denomina con un término tomado de

la filosofía de Leibniz: apercepción,33 Wundt asienta su teoría de la apercepción en una hipótesis anatomofisiológica que podemos resumir diciendo que considera las regiones frontales del cerebro como los factores de esos fenómenos que acompañan a la apercepción de las representaciones sensoriales. En tanto que las excitaciones centrales quedan limitadas a los centros sensoriales propiamente dichos, hay simplemente percepción; pero su apercepción está constantemente unida con una excitación simultánea de los elementos de la región central. Cada acto' de apercepción está acompañado de un proceso fisiológico determinado: uno de los más netos es la sensación de esfuerzo, que coexiste con las apercepciones intensas. Con esta sensación, probablemente central, se combinan a menudo tensiones musculares que deben ser atribuidas a una excitación motriz simultánea. «Supongamos -escribe ª4- al órgano de la apercepción unido con un doble sistema de vías conductoras: una centrípeta, que le transmite las excitaciones sensoriales de todos los órganos del cuerpo, y la otra centrifuga, que lleva a los centros sensoriales y a los centros motores los impulsos que provienen de la región central. Según que los impulsos de· este género i;ean transmitidos a los centros sensoriales o musculares, resulta la apercepción de las sensaciones o la ejecución de movimientos voluntarios.» En llegando al capítulo de los sentimientos, debemos retroceder a las sensaciones y examinar el tercer carácter que les atribuye Wundt, y. que se refiere al sentimiento o tono de las mismas. Este sentimiento o tono es agradable o desagradable, es un placer o un dolor. El placer y et-'dolor son estados contrarios que pueden transformarse 1.J.no en el otro a través de un punto de indiferencia, lo cual equivale a decir que hay sensaciones que no poseen tono, que no están acompañadas por ningún sentimiento. Por estar la relación de las sensaciones con la conciencia sometida a oscilaciones continuas, ese punto de indiferencia debe responder en general a un estado pasajero que fácilmente se transforma en placer o dolor. Sin embargo, hay muchas sensaciones cuyo sentimiento concomitante es tan débil que giran siempre en torno de su punto de indiferencia. En otras, el sentimiento es tan fuerte que recubre la sensación. Las primeras son las sensaciones propiamente dichas. El sentimiento, que consiste en una relación con la conciencia, o sea en un cambio de estado continuo, permite, mucho menos que los otros dos elementos de la sensación, un análisis exacto. De aquí que Wundt considere al sentimiento como el complemento subjetivo de las sensaciones y como el resultado de una actividad interna: la apercepción. Dicho de otra manera, en ese todo inseparable que llamamos una sensación de cualídad, de energía y de matiz cualquiera de sentimiento, el matiz del sentimiento representa el elemento que no aparece en


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relación directa con las relaciones objetivas de los excitantes. Por consiguiente debemos ver en el tono del sentimiento el síntoma de un proceso ~ central, que en la cualidad y la energía de la excitación sensorial. En efecto, la sensación, por simple que se nos aparezca, no es, ni del lado físico ni del psíquico, un proceso simple. Y como somos incapaces de decir algo relativo a esa clase de sensaciones, que .no son apercibidas, el acto de apercepción constituye un elemento insepar~ble de todas las sensaciones que están ofrecidas a nuestro examen psicológico. De tal manera el sentimiento sensorial se vuelve inmediatamente inteligible, en lo que concierne a toda::¡ las influencias a que está sometido, si lo cqnsideramos como el modo de reacci6n ejercido 1>0'I" la actividad de la a.percepción contra la excitación sensorial. Puesto que el tono del sentimiento se produce únicamente en tanto que apercibimos las sensaciones, debe ser directamente consi~erado como el lado subjetivo o psíquico de ese proceso más central, que se agrega a la excitación sensorial central cuando la actividad de la conciencia se vuelca en ese punto. Estas relaciones explican, tanto al psicólogo como al fisiólogo, que la ley general de relación, que domina la percepción de la intensidad y de la cualidad de las sensaciones, es igualmente valedera para la reacción del sentimiento. Esta ley había sido formulada para los sentimientos, dice Wundt, mucho antes de ser aplicada a esos otros elementos de la sensación. El astrónomo Daniel Bernouilli, el primero que aplicó tal ley a sentimientos complejos, .la calificó de «mensura sortis>, y Laplace, interpretándola con el mismo sentido, l.e dio la forma de una ley de relación entre la cfortune physique> Y la «fortune morale>. En su significado general, esta ley se formula así: La intensidad de la reacción del sentimiento aumenta proporcionalmente con los aumentos relativos de las excitaciones.35 Después de los sentimientos cuya base es puramente física -los que dependen del ~stado de los órganos y tejidos-, Wundt estudia tres grupos importantes: los sentimientos estéticos, morales y religiosos, que explica en .relación con el ideal. Hemos visto que para Wundt, en el orden intelectual, todo el trabajo del espíritu consiste en pasar de las percepciones a las ideas o nociones abstractas, que son el término del conocimiento. En el orden de los sentimientos hay un trabajo análogo, que consiste en pasar. de las afecciones puramente materiales a un ideal, que es el término de los tres grupos de sentimientos que acabamos de citar. La relación de la percepción con Ja idea es análoga a la relación del sentimiento con el ideal, pero con la diferencia que la primera es consciente y la segunda inconsciente. «Ideal es, pues, una palabra que expresa el término del proceso inconsciente del conocimiento, así como la idea expresa el término del proceso consciente.:i> 36 Como la idea resulta de una suma de señales y de operaciones lógicas perfectamente conscientes, siempre se puede, por el análisis, reducirla a los

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elementos concretos que la produjeron. El ideal, por el contrario, que no resulta de operaciones elaboradas, no puede resolverse en una suma determinada de predicados, de donde viene que posea ese carácter indeterminado que se l,lama cel infinito>. El deber de la ciencia, concluye Wundt, es de cambiar en lo posible todo ideal en una idea, y con este criterio hace largos y brillantes análisis de los sentimientos estéticos, morales y sobre todo religiosos. Para Wundt, todos estos estados de los cuales acabamos de hablar: percepciones, apercepciones, imágenes, ideas, sentimientos, voliciones, forman esa trama continua que se denomina conciencia, y de la cual sólo se pueden formular definiciones tautológicas. Su carácter fundamental, dado por la experiencia, es la unidad. Su condición: que los hechos mentales estén unidos y coordínados según leyes. La base fisiológica de la unidad de la conciencia es la continuidad del sistema nervioso, que excluye la posibilidad de varias especies de conciencias. No se puede admitir un 6rgano determinado de la conciencia, cori el sentido corriente de esa palabra, pues cada región del sistema nervioso influye sobre nuestras representaciones y sentimientos. Sin embargo, opina Wundt, las investigaciones sobre el sistema nervioso de los animales superiores muestran que la capa gris del cerebro est4 en relación más íntima que las otras partes con la conciencia. Las capas corticales, por lo demás, son muy propias para unir, in.mediata o mediatamente, todos esos estados del cuerpo que pueden provocar representaciones conscientes. Con este sentido y no otro se puede decir que, en el hombre, las capas corticales del cerebro son el órgano de la conciencia, sin olvidar, por supuesto, que la función de este órgano presupone esas partes centrales subordinadas: tubérculos cuadrigéminos, capas ópticas, etc., que previamente realizan la síntesis de las sensaciones.87 Bajo su aspecto psicológico, la conciencia es una unificación, una· actividad cuya esencia es unir, combinar. Dos fenómenos principales la manifiestan: la formación de las representaciones por medio de las impresiones; la sucesión de. las representaciones. Imposible extendernos sobre el largo estudio que Wundt hace de la conciencia, así como de los . movimientos, el lenguaje, los estados mórbidos de la coneiencia, la psicología animal. Nos basta aquí con haber hecho comprender su método, mostrando a la vez la variedad de las cuestiones por él estudiadas. Faltaría hablar de sus investigaciones experimentales, pero las pasamos por alto puesto que nada sustancial agregan a la teoría expuesta. No obstante, es imposible concluir cualquier estudio del pen- · samiento de Wundt sin hacer referencia, por breve ,que sea, a las teorías que sostiene en su Logik y sin mostrar en qué medida invalidan o completan sus obras anteriores. Se resumen en el papel superior, cada vez más preponderante, que concede a la actividad de la apercepción. Por ello, los estados de conciencia pueden ser considerados


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como dependiendo inmediatamente del organismo, y entonces su estudio pertenece a la psicofísica y a la psicología fisiológica. Su ley última es aquella de la ,asociación, análoga a las leyes físicas. Pero, por encima, la apercepción, idéntica con la voluntad, autónoma en un sentido, da a esas representaciones o estados de conciencia unidad: es un principio sintético. Y es en ella que finalmente se resuelve el concepto de alma ..En. efecto, afirma Wundt, sólo hay dos maneras de concebir el alma: como una sustancia o como un acto. La psicología no debe, como las ciencias físicas, atarse a un concepto metafísico fuera· del hecho de la percepción interna, porque entonces se embaraza con la hipótesis inútil de una sustancia que no le permite realizar ningún progreso en la explicación de los fenómenos. La actividad interna no es comparable de ninguna manera con la actividad externa, tal como nos la da la experiencia, aunque las comprendamos bajo una misma palabra. No es un simple acontecimiento; es una apercepción, o sea que nuestros actos de pensamiento lógico están siempre unidos con un sentimiento inmediato de la espontaneidad: y esta espontaneidad no es algo exte• rior a la actividad o distinto de ella; se la puede separar lógicamente, pero no en la realidad. Por último queda por agregar que en 1878 Wundt fundó en Leipzig el primer laboratorio de psicología fisiológica, al que pronto acudieron estudiosos de todas partes y de. donde salieron valiosos experimentadores que fueron a fundar institutos similares en otros países. En comenzando su laboriosa carrera científica con modestas experiencias de laboratorio, Wundt alcanzó poco a poco a levantar, sobrE! la base de todas las investigaciones exactas realizadas para la época, un sistema de psicología general, poniendo así la psicología fisiológica en relación con la especulación filosófica, con la ética y la lógica, en 'J>rocura de conceptos firmes de las leyes, de los métodos y de la esencia de los hechos psíquicos. Por esto se puede decir que en la obra de Wundt se encuentra resumido y precisado mejor que en la de otros autores contemporáneos suyos todo lo que la psicología experimental y fisiológica del siglo XIX produjo; y no solamente en la parte referente a las relacic:mes del espíritu con el cuerpo, o sea para la psicología experimental, sino para toda la psicología, comprendida la psicología de los pueblos o social.

un artículo aparecido en la Revu.e philosophique, noviembre de 1877, y en un apéndice a la obra de Stumpf, UebeT den Psychologisch1m UT8jTung de-r Raumt10Tsteltung, Leipzig, 1873. 5. Medic.inische Psychologie, Loe. cit. 6. Ibídem. 7. Loe. cit. 8. Medicinische Physiologie, Loe. cit. 9. Ibídem. 10. Ibídem. 11. Wundt, en un articulo publicado en la Revu.e philosophique, Paris, septiembre de 1878, hace una crítica muy profunda de la teoría de los signos locales, que llama hipótesis de los signos locales simples, en oposición a la suya, que llama hipótesis de los signos locales compuesto. Reprocha a Lotze de plantear la cuestión bajo una forma metafísica (hipótesis del alma) y de decidir en virtud de esta ihipótesis que nuestras senSa.ciones retinianas y cutáneas no pueden poseer extensión. Por el contrario, procura demostrar: 1) que son las experiencias 6pticas y otras las que autorizan a negar a las sensaciones retinianas y cutáneas, t.omadas en sí mismas, carácter extensivo; 2) que las condiciones que deben agregarse a esas sensaciones para ihacerlas pasar a la categoría extensiva son los movimientos. 12. Das B-üchlein von Leben nach dem Tode, 1836; UebeT das oochste Gu.t, 1846; Nanna odeT iibeT das Seelenleben deT Pflanzen, 1848; Zend-avesta. oder übeT die Dinge der Himmels und deT Jenseits, 1851; Die physikalische und philosophische AtomenlehTe, 1855; UebeT die SeelenfTage, 1861; Die dTei Motive und GTiinde des Glaubens, 1863; Einige Ideen zuT SchOpfungs und Entwickelungsgeschichte deT Organismen, 1874; VoTschule deT Aestheetik, 1876; ek. A estas obras se debe agregar las de psicofísica, citadas en el txeto. 13. Elemente deT Psychophysik, Loe. cit. 14. Ibídem. 15. Ibídem. 16. Ibídem. 17. Ilustre anatomista y fisiólogo alemán, que enseñó en la Universidad de Leipzig y que escribió numerosas obras famosas en su tiempo sobre ambas ciencias. 18. Elemente deT Psychophysik, Loe. cit. La exposición de Fechner es muy oscura; mucho más clara y accesible es la que realizara Delboeuf, RecheTches théoriques et expéTimentales B'UT ·la mesuTe des sensations, Bruxelles, 1873, y a la cual nos atenemos en 10 que sigue. 19. Elemente deT Psy.chophysik, Loe. cit. 20. Delboeuf, Recherches théoriques et expérimentales su.T la mesu.Te des- seniations, Loe. cit. 21. Elemente deT Psychophysik, Loe. cit. 22. Ibídem. 23. Mensch1m und ThieTseele, Loe. cit. 24. Grundrüge deT Physiologischen Psychologie, Loe. cit. 25. Menschen und ThieTseele, Loe. cit. 26. GTundrüge, Loe. cit. 27. GTundiss deT Psichologie, Loe. cit. 28. Se refiere a la suya, según la cual no existe función específica de los elementos nerviosos, pues todo cambio en la naturaleza del fenómeno molecular es causado por la manera con que los elementos son puestos en contacto entre ellos y, en los órganos de los sentidos, con las excitaciones exteriores. 29. GTundiss der Psychologie, Loe. clt. 30. Qrundrüge, Loe. Clt. 31. Ibídem.

NOTAS l. Cf. Ernesto Haeckel, Ensayos de psicología celulaT, traducción ·de Antonio Zozaya, Madrid, 1889. 2. Optique physiologique, trad. franc., Paris, 1892. 3. Medicinische Psychologie, Loe. cit. 4. Medicinische Psychologie, Loe. cit. Esta misma idea, Lotze la explicó en


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32 Me~hen und Thiet"seele, Loe. cit. . 33" Vid Grundzii.ge, Loe. cit. Cf. M. H. Lachelier, cLes lois psydlologiquH dans. l'.tcoie de Wundu, Rewe Philosophique, Paris, febrero 1885. 34. Grunclzii.ge, Loe. cit. 35. Me?Lschen und Thiet"aeele, Loe. cit. 36. Ibídem. 37. Grunclzii.ge, Loe. cit.

CAPirot.o 4

LA COMPLF..JIDAD DE LA PSICOLOG1A FRANCESA l. Oposiciones y contradicciones. - Al historiar la psicología del siglo XIX, es lugar común oponer a la escuela francesa los métodos y las teorías desarrollados en Inglaterr¡;i y Alemania. Uno de los mejores estudiosos de las psicologías inglesa y alemana en. dicha época, Théodule Ribot,1 procedió en sus análisis de esta manera. Se loaba a los ingleses de haber construido una psicología de pura observación, imitada de las ciencias de la naturaleza; se exaltaba a los alemanes por haber sustituido el ·estudio de la conciencia por sí misma con procederes objetivos y de haber sometido los hechos psicológicos a la experimentación y a la medida. Y cuando el nacionalismo tocaba el orgullo de algún autor, después de observar que ni el empirismo de unos ni la acumulación de cifras de otros habían hecho progresar sustancialmente la ciencia del espíritu, se concluía que al estudiar los psicólogos franceses «Se está, por el contrario, obligado a reconocer que el cetro de la psicología, reservado a Francia desde el siglo xvr, no le pudo ser quitado y que evidentemente le pertenece hoy, como en la época clásica».2 Inútil destacar el derroche de ingenio y de palabras altisonantes que hicieron franceses, ingleses y alemanes para justificar sus pretensiones al respecto. Mientras los verdaderos pensadores dedicados a la psicología en esos países trabajaban sin preconceptos y anteponían a las luchas imperialistas del siglo el espíritu de verdad y de devoción por la ciencia como patrimonio del conocimiento, universal como el hombre, los epígonos dedicaban todo su arte, toda su ciencia y habilidad para engrandecer cada personalidad que vio la luz del día aquí o acullá. Con un afán digno de mejor destino apilaban comentarios sobre com.entarios para hacer del psicólogo alemán o del inglés o del francés el centro .del mundo, y hasta sacaban del mercado de las mediocridades figuras a buen precio para exaltar la gloria nacional. Sin duda, no se trataba de una moda más o de un siníple nacionalismo miope; la lucha había estallado entre la burguesía, que al final del siglo xvm estaba continentalmente unida por la aspiración de ser. Reconocida primero, triunfante después con la Revolución francesa, unida

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sólidamente luego en la contrarrevolución, su ideología común se había finalmente fracturado con el choque de los intereses locales. Dueña de los estados, en los gobiernos por sus representantes o por la persone- · ría del capital, termina por adoptar, y es inevitable que una burguesía nacional no exacerbe su chauvinismo, la representación intelectual y moral de sus respectivas patrias. El interés por los negocios, el prestigio del terruño que procura dividendos en el extranjero, la necesidad de justificar un expansionismo político y económico con el disfraz cultural, confluyeron en la nacionalización del saber y de la cultura. La antigua imagen del sabio que está por encima de las fronteras quedó sustituida por «escuelas>, por tendencias que respondían a la idiosincrasia de cada pueblo y exaltaban la ideología que en ellos imperaba. Junto a la fuerza, al poder que expresaban la marina, la infantería, la artillería, al prestigio de las colonias que se poseían e impedían poseer a los otros, y a las maquinaciones de ·1as cancillerías, se sumaba el lustre de las «escuelas:. científicas y filosóficas nacionales. El ideal de la igualdad humana ingénita que decretara la Revolución francesa, la aspiración de la hermandad de los hombres por encima de las fronteras y de los gobiernos que proclamara la Primera Internacional, olvidados, vilipendiados, fueron arrinconados por las proclamas sobre las cpatrias» y sus derechos csacrosantos>. El siglo XIX, que comenzara con la aventura napoleónica y que, desaparecido el déspota genial de la escena que ocupaba por completo, sus vencedores se entendían o procuraban entenderse para dar a· Europa, gracias a las restauraciones de viejos regímenes y a oportunos arreglos territoriales, un orden estable que sustituyera al fuertemente sostenido pero precario del Imperio francés, es un siglo de oposiciones y contradicciones poco comunes en la historia. Mientras que en Alemania, en Italia, en Polonia, en Grecia y en las lejanas colonias de la América latina germinaban movimientos contra dominadores y tutores extranjeros; que en la Europa misma los'países más estabilizados veían surgir movimientos de minorías obligadas a la unión política con estados que debían su origen y conformación a conquistas, a tratados, a derechos patrimoniales de familias principescas; que por todas partes se hacía sentir la necesidad de garantías jurídicas, de participación en la administración y en el gobierno gracias a constituciones nuevas o renovadas, los diversos antecedentes históricos y las condiciones socioeconómicas presentes de los diversos pueblos hacían que la ideología de la burguesía, común en sus bases, se fragmentara en ideologías en las cuales la preeminencia era unas veces dada a la unidad nacional, a la expansión colonialista o a la sustitución del absolÚtismo "en el gobierno por el constitucionalismo, etc. Pero cualquiera que fuera el orden de importancia y de sucesión con que se presentaban, todas esas aspiraciones se unían y, unas delante o atrás, hacían surgir, en torno de

la palabra «libertad», la consigna puramente ideológica del liberalismo. 3 Por cierto, no se trataba de una palabra nueva en la historia, como no era nueva en l¡¡. literatura y en la poesía, pero sí representaba un hábito nuevo de pensar para las ciencias del espíritu. Grecia y Roma habían elaborado su concepto del hombre; la Edad Media y el Renacimiento habían terminado por coronarlo, respectivamente, con la ascesis del espíritu y la liberación para el cuerpo del pecado original. La Edad Moderna, por su parte, con la Enciclopedia y la Revolución francesa, naturaliza al hombre, y el siglo XIX, heredero de las virtudes y defectos de esta naturalización, se vio frente a frente con las oposiciones y contradicciones que la clibertad», derecho imprescindible de la naturaleza humana naturalizada, acarreaba para su realización. En su contenido representaba la conciencia de que algo nuevo había aparecid<J en el pensamiento, y por ello en la vida: un nuevo concepto de la humanidad y de una nueva vía de realización para el hombre. Por supuesto, no se había llegado a este concepto por azar o por iluminación subitánea, sino por virtud de todas las experiencias y soluciones seculares que habían intentado, en cada caso y por medios diversos, disminuir la distancia entre el cielo y la tierra. Lo ideal y lo real, y confiriendo idealidad a la realidad y realidad a la idealidad,. se había procurado una y otra vez alcanzar la inseparable unidad que es la identidad del hombre con su propio ser, o, con la expresión de Giambattista Vico, de que la república, buscada por Platón, no es otra cosa que el. curso de las cosas humanas. Era éste el pensamiento de la ideología ~e la época que se inicia, una ideología que desembocaba en cada lugar con vestidura diversa, y aunque en la boca de todos, comprobado por la poesía y las palabras de los hombres .de acción, resonaba el reconocimiento de fórmulas felices por su contenido humanitario, arrastraba las escorias del pasado, se debatía en contradicciones tan grandes, por ejemplo, que en el país de entonces por excelencia medieval y escolástico, clerical y absolutista, en España, se acuñó el adjetivo cliberah con su oponente de cservib. Es obvio que a la pregunta de cuál era el ideal .de aquellas generaciones se respondiera con la palabra clibertad> sin otra determinación, porque se pensaba que cualquier agregado hubiera distorsionado el concepto. Mas la ideología de la clibertad> en el siglo pasado, proclamada con tanto énfasis, es fría y superficial. Cuando los hombres de La Commune se preguntaban irónicos o sarcásticos, vaciando de formalismos hueros al concepto: c¿Qué fue siempre la libertad? ¿La libertad de qué y de qué cósa? ¿La libertad de hacer qué?>, planteaban de hecho la realidad de una ideología que se engolaba con palabras Y actuaba con la dureza concreta del sable, delegado innato del poder de Dios y del dinero. Espiritualidad corporificada, y por eso mismo corporeidad espiritualizada, el hombre aparecía en todos los intentos


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de antropología concreta dualisticamente escindido. El empirismo inglés se resignaba aceptando el alma como compañera de los avatares del cuerpo cuyas manifestaciones psíquicas estudiaba; el experimentalismo alemán ·conjugando experiencia y metafísica, abrevando en los contrarios, e~altaba con taumaturgias, como la teoría de la concie;11cia de Wundt la unidad temporal de las dos esencias. Y la psicologia francesa d~l siglo xrx, la que ahora nos ocupará, presenta una co~plejidad inusitada en las ideas directrices de sus psicólogos: las relaciones con el vitalismo de Maine de Biran; el eclecticismo de Roger-CQllard, la oposición del positivismo de Comte y la corriente cientificista de los Taine Ribot y T;;irde, Idealismo y neoespiritualismo se confrontan, se estre~han a veces la mano, y se procura siempre unirlos con la tradición y la fusión de cientificismo y racionalismo con los Fouillée Y los Lachelier. Aparece en Francia una psicología oficial, la del Instituto de la Sorbona, en una palabra, del régimen, y junto a ella, enfrentándola la de la oposición, la de los Cournot, Renouvier, Ravaisson Y Dur~nd de Gross. Y aunque surja aislado el realismo simplista de un Itard 4 la marea de los acontecimientos y la fuerza de la ideología lo fagoc,itan. Tal vez no se encuentre en la historia. del pensamient? ~jem­ plo más patético y más claro de la dependencia de un conocimiento, de una ciencia o de una filosofía, de la ideología reinante en el lugar. La psicología francesa del siglo XIX vive la exaltación de la política, los contrastes entre lo anhelado y lo vivido, la lucha entre el absolutismo y la' libertad sin adjetivos, y revela en qué medida el estudio del hombre refleja al hombre que se aspira a dominar. Se acanton: en ·la observación interna con Maine de Biran, proclame el paralelismo psicofisiológico con Taine y Ribot, siempre, a lo largo de la centuria, desemboca en el espiritualismo, del que Bergson, formado en las postrimerías de esa .época, será representante indiscutido en la nuestra.

teneciera a la familia de su ·madre, Grateloup, gratum lu.pis, lugar del agrado de los lobos, situada a ocho kilómetros de Bergerac. Allá, viviendo en una residencia aislada y rodeada de bosques, en medio de una población que respeta su nombre, en un departamento donde el Terror fue relativamente moderado, Maine de Biran esperaba días mejores en comenzando su aprendizaje de la filosofía y la solitud. Pero llega mayo de 1795 y se instalan en el poder los thermidoranianos. Nuevos representantes del pueblo reemplazan a los cmontagnards>; reorganizan los cuadros locales y piensan en el nieto y bisnieto de los alcaldes tradiCionales de Bergerac, y lo nombran administrador de la Dordogne. Maine de Biran se instala en su cargo, desposa la presunta viuda de un primo emigrado y durante dos años cumple sus funciones de administrador con celo y buen tino. En 1797 se lo elige miembro del Consejo de los Quinientos. Su eJección y la de sus colegas señala la derrota de los jacobinos, quitados definitivamente del poder tres meses después, el 18 Fructidor. La Revolución ha muerto, y Maine de Biran queda todavía un año en París, en ese París del Directorio cuyas calles ya no pertenecen al pueblo, en el que una sesión pública del Instituto es un acontecimiento, en el que los revolucionarios cjuiciosos>, provisoriamente reunidos con los monárquicos y futuros nobles del Imperio, retoman el cgusto de vivir» en los salones republicanos. En 1798, seguro de su posición, el ex diputado de la Dordogne se instala con su familia en Grateloup. Lejos de sus funciones oficiales, lejos de los honores y del mundo, se entrega con pasión al estudio de las matemáticas y de la filosofía. Lee mucho y comienza a escribir. Una primera .Mémoire sur l'habitude le vale una mención muy bono-· rable del Instituto y una invitación a retomar y ampliar el tema. Por lo demás, una breve estadía en París le demuestra en cuánta estima lo tienen Cabanis, Destutt de Tracy y el círculo de Auteuil. En 1803 muere su esposa, lueg~ de ocho días de delirio; una tradición local cuenta que la crisis fue provocada por el retomo inesperado de su primer marido. En 1814 casa nuevamente con una vecina; ésta fue una excelente intendente: vivía en Grateloup y se ocupaba de sus propiedades; Biran vivía en París y sólo la veía en las vacaciones. Es entonces cuando el Imperio lo hace consejero de Prefectura, miembro del cuerpo legislativo, diputado, cuestor, y, en la sucesión de los cargos, Maine de Biran parece haber sido un hombre político en relación con su departamento; en París, un parlamentario respetado, amigo de los ministros, manteniendo las mejores relaciones con las más encumbradas personalidades, pero incapaz para el papel de cvedette>. Tanto es así, que sus pocos discursos en la legislatura los hizo 'leer por un colega. En Bergerac, por el contrario, es un administrador activo, metódico y cuyas iniciativas se adelantan a l.Js problemas. Reconstruye los puentes, prescribe la desecación de los pantanos, recomienda la plan-

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2 Maine de Biran o el culto de lo S"Ubjetivo. - FRAN«;ors-PrERRE GoN~IER MAINE DE BIRAN (1766-1824) fue un representante típico del antiguo régimen; miembro de los «Gardes du Corps» .ª los dieciocho años en 1784 según uno de sus biógrafos, dleva el umforme con eleganc,ia: su fi~ura es encantadora y lo sabe»; se le festeja. Ejecuta el clavecín, acaricia el arpa, rima sus amor~~· «Lo que el m~do denomina placer lo gusté en toda su extension.» 3 La Revolucion p.one punto final a su aprendizaje militar y mundano, sin que le cupiera nrn .. 0 r gloria en defensa de su rey. Después del licenciamiento de los «g;ardias» piensa ingresar en el cuerpo de ingenieros y estudia matemáticas. Pero su reciente pasado hace que sea poco probable una carrera brillante en el nuevo ejército, y tal vez demasiado imprudente una estadía prolongada en el París jacobino. Sus padres han muerto Y recibe en herencia una casa solariega de fines del siglo xvn que per-


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tación de _árboles y se opone vigorosamente a la tala de los bosques, :toma medidas paar preservar los monumentos históricos, hace vacunar a sus administrad9s, multiplica las encuestas sobre el estado de la agricultura, de las industrias, de las escuelas, sobre la natalidad la situación sanitaria. Crea y preside la Sociedad Médica de Be~gerac· se propone dotar de un colegio a su ciudad natal, dirige personalmente la propaganda y, campeón de la educación nueva, se pone en contacto con Pestalozzi para traer uno de sus discípulos como instituidor de las clases primarias.6 Con ~~ine de Biran sobrevive un mundo donde la importancia de la educac1on de las formas representa una especie de honestidad· un desliz en las convenciones sociales lo atormenta como un pecado. Humaz:i.ista Y sabio, bien ubic~do para conocer la campaña y la ciudad, curioso de las cosas del espiritu y atento a los problemas del día, Biran es un conversador nato, a la vez tímido y brillante tímido en un círculo demasiado grande, brillante en pequeñas reuniodes donde siente despertar la admiración por debajo de la simpatía. Es el hombre de los almuerzos íntimos y de las charlas en voz baja en un rincón del salón o en el jardín. ~lto y delgado, pero elegante, agrada y procura agradar. Gusta de ~ so~iedad de las mujeres espirituales y hermosas; por ellas, como por el mismo, se esfuerza por parecer joven; su mirada es dulce Y su espíritu se inclina a esa ternura que es cmás que la amistad y menos que el amon. 7 De Maine de Biran se puede decir lo que Charles Du Bos escri~iera de Benjamín Constant: con él, cel dato inicial es siempre la vida, el plan vital, y es siempre de la tierra saturada por una experiencia vivida a fondo que sale, que brota espontáneamente, el pensamiento, como una napa de agua que aflora>.ª La filosofía de Maine de Biran encuentra su principio y su movimiento en una existencia que se repliega sin cesar sobre sí misma para descubrir el secreto de su miseria; se critica y se complica según las exigencias de una esperanza de unidad y cuando todas las situaciones acusan una dram~tica división. Es entonces cuando Maine de Biran se repliega en la s.ohtud Y se desahoga en la página en blanco. Dueño de una gran vanidad, torturado por males reales o imaginarios, ávido de notoriedad por momentos, huyendo del mundo y de su gente por otros Maine de Biran e.s la contr~d~cción del fil?sofo que aspira ser, del ftlósofo que se convierte en ps1cologo cmalgre lub, a fuerza de observar el mínimo repliegue de su alma, de auscultar la menor resonancia íntima de su ser. Maine de Biran, no debemos olvidarlo, es contemporáneo de Chateaubriand, Y con uno como con el otro nace el romanticismo Irancés como expresión de la cultura de lo que .es subjetivo, de los estados profundos de la sensibilidad tomados en caliente, de las luchas internas de la voluntad Y de las pasiones, subrayadas y descritas amorosa, mor-

bosamente, de una inquietud moral a la que tiñe cierto carácter dramático y que desemboca en una concepción emotiva de la vida religiosa. La melancolía que cultivan esos románticos cuya atención está absorbida por el análisis de sus estados de ánimo se arma en Maine de Biran con los lentes del psicólogo y lo lleva a interesarse por los trastornos de la personalidad, que es su personalidad; por las variaciones de la sensibilidad, que es su sensibilidad; por todo lo que pueda haber de inconsciente en nosotros, que es su inconsciente. Al mismo tiempo, Maine de Biran procura combinar la reflexión del pensamiento sobre sí mismo, en siguiendo la tradición cartesiana, con la intuición inmediata de la actividad mental en situación de producirse y como se manifiesta en la conciencia que tenemos del esfuerzo. Pero debemos advertir que la autoobservación no es para Biran un método analítico que permite describir los estados primitivos de la sensibilidad, sino un método sintético, capaz de asir el acto de pensamiento en el momento en que se ~umple, enfrentando a la vez el yo de_l que emana y el objeto sobre el cual actúa. Además, no debemos olvidar· que cuando aparece Maine de Biran, el sensualismo domina al pensamiento francés. O bien se explica con Condillac la vida consciente por una combinación de abstracciones -sensación, atención, comparación, juicio-, o se esfuerza con Cabanis de reducirla a las influencias físicas y fisiológicas que lo determinan. En cuanto a la metafísica, ha desaparecido desde Malebranche, y las teorías materialistas de los enciclopedistas son un noli me tangere, algo que la política del momento y el buen gusto de Ja gente honorable, entre ellos Maine de Biran, repudian. ¡Napoleón había úripuesto su estilo! En cuanto a los escritos de Maine de Biran, salvo la Mémoire sur Z'habitude, publicada en 1803, y la Exposition de la Doctrine de Leibniz, impresa en 1819, ninguna otra cosa publicó en vida. Sin embargo, sus trabajos fueron considerables, y la influencia que; por sus pláticas, ejerció sobre la. escuela ecléctica y su jefe Víctor Cousin, ·está estudiada y reconocida. Varias veces obtuvo premios de sociedades científicas y filosóficas por comunicaciones que dejó inéditas. Entre los trabajos de publicación póstuma citaremos~ en relaCión con la psicología, el Journal intime, ApercePticm. immédiate, sus comunicaciones a la Sociedad médica de Bergerac sobre Les perceptions obscures, Le systeme de Gall, Le sommeil, les songes et le somnambulisme, y sobre todo su importante Essai sur les fondements de la psychologie, escrito en 1812, y por último el Examen CTitique des opinions de M. Bonald, redactado en· 1818, aparte de una serie de fragmentos sobre la moral y la filosofía religiosa, y los Nouveau:z: essais d'AnthTop-0logie, que dejó inconclusos.e La obra de Maine de Biran concreta numerosas corrientes de ideas; múltiples influencias se encuentran en ellas, pero están todas absorbi-


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das, elaboradas y transformadas por su pensamiento, hasta el punto de fusionarlas en un producto nuevo. La primera y más notable influencia corresponde a la Ideología,, pues debe a Condillac y el Círculo de Auteuil no haber descuidado la sensibilidad en el estudio de la vida mental, aunque esté en desacuerdo con su amigo Cabanis, al otorgar al yo una realidad que los ideólogos le negaban. Pero bajo la influencia del vitaliSmo, Biran supera al sistema abstracto de Condillac y reconoce al ser viviente la espontaneidad: el ser que siente tiene necesidad de moverse, conoce sentimientos de bienestar o de malestar que lo empujan; tiene la impresión de la resistencia, y ésta le da la noción de cuerpo exterior; en el esfuerzo voluntario toma conciencia de sí mismo, y éstas son nociones que al desarrollarlas llevan a Maine de Biran a emplearlas como esenciales para su doctrina. El vitalismo ejerció, a su vez, profunda acción sobre Maine de Biran. En su época, los vitalistas más influyentes eran Barthez, cuyo NO'Uveaux éléments de la science de l'homme había aparecido .en 1778, y Bichat, cuya obra Recherches physiologiques sur la vie et la mort había producido grandísimo impacto. Barthez expone con claridad los principios clásicos del vitalismo. Los fenómenos de la vida orgánica son inexplicables por leye,s mecánicas, físicas y químicas; se los debe relacionar con un principio que les pertenece en propiedad y que se llama principio vital, fuerza vital, pero cuya naturaleza no sé conoce. La presencia de este «principio:. se manifiesta en numerosos grupos de hechos: por estar todas las partes de nuestro cuerpo destruidas y renovadas en pocos años, es necesario que un principio vital común a todas repare sus pérdidas y mantenga su forma y su continuidad. Este principio es distinto de la materia, puesto que puede haber, materialmente, graves lesiones sin que disminuya la vitalidad del individuo, e, inversamente, los venenos rápidos destruyen la vida sin alterar los órganos. Por último, los fluidos orgánicos poseen caracteres de vitalidad que las acciones físico".'químicas no explican: tal como la conservación del calor propio de la sangre. El principio vital, que no puede ser confundido con el mecanismo físicoquímico ni con el alma, cuya función es el pensamiento consciente, confiere al organismo su unidad. Este principio está dotado de sensibilidad y de motilidad. De este modo, aparte de la sensibilidad general, existe una sensibilidad local, y muchos de los movimientos presentan caracteres espontáneos. Las simpatfa.s, cuyas leyes son complejas y variables, sólo pueden ser conocidas por observaciones reiteradas. Consisten en la particularidad de que órganos diferentes so_n afectados en conjunto, y no únicamente órganos en conexión directa, sino órganos simétricos, e incluso órganos que no están unidos por ninguna relación. Las sinergias están formadas por conjuntos de movimientos coherentes que presentan la misma tendencia y dirección; los vitalistas los relacionan con las impulsiones directas del principio vital. En resu-

men, con.sen.sus, esto es, armonía, o sea finalidad orgánica, tal es la idea fundamental que Maine de Biran recibe de la doctrina vitalista de Barthez. En .cuanto se refiere a Bichat, recibió la distinción entre vida orgánica y vida animal; los movimientos de la primera (circulación, respiración, nutrición, secreción) son continuos y por una acción recíproca de los órganos. La vida animal, por el contrario, está centralizada y es voluntaria (la locomoción, la voz); entre sus diversos momentos hay discontinuidad. Las nociones de armonía y de hábito únicamente se aplican a la vida animal. El hábito no domina a la vida animal, puesto que mientras embota la sensibilidad perfecciona el juicio. Vida orgánica y vida animal se influyen recíprocamente en las pasiones. Éstas arrancan de la vida orgánica y ·a ella regresan después de haber sufrido la influencia de la vida animal. Estas teorías de los vitalistas tuvieron una influencia real sobre la teoría de la sensibilidad tal como la concibe Maine de Biran, y sobre todo en su noción de los estaiLos afectivos simples, que, no proviniendo de la conciencia sino de la vida misma, se imponen a la conciencia y entran en lucha con el esfuerzo voluntario. Esta teoría, que expondremos más adelante, ha sido llamada, y con razón, la primera teoría del inconsciente francesa. Pero en la misma medida que hacia 1805 las teorías de Biran se precisan y se alejan del sensualismo, encuentran alimento en las conversaciones y en las cartas que intercambia con el ilustre físico AndrienMarie Ampere. Dedicado al análisis de los hechos, Ampere distinguía en el pensamiento fenómenos y concepciones. Por el estudio de los primeros se aprende a conocer la sensibilidad y la actividad del individuo. El análisis de la sensibilidad lleva a Ampere a las teorías de la concreción y de la oonme11wración. Por la concreción, cualquier percepción actual se fusiona inconscientemente con un fondo de memoria; por la conmemoración, si varias imágenes formaron parte de una misma ¡epresentación, basta después que una de ellas reaparezca para que la representación total vuelva a la memoria. Aquí, Ampere, que ilustra sus leyes ron ejemplos típicos, no explica la vida sensible por el sistema de asociaciones mecánicas de los empiristas ingleses, sino por la noción de síntesis. Por otra parte, tenemos conciencia de nuestra actividad por su ejercicio y no por intuición intelectual, que asentaría en el alma; es de esta idea que Maine de Biran sacará la finalidad de buscar en el hecho psicológico del esfuerzo la conciencia de nuestra actividad. En yendo de los fenómenos a las concepciones, Ampere las dividía en ideas comparativas y generales, que se obtienen por abstracción y provienen ·de las sensaciones, e ideas explicativas o nouménicas, que constituyen el conocimiento científico y racional. Estas últimas expresan las relaciones verdaderas entre los seres. Esta teoría refutaba al sensualismo, que, desconociendo las ideas explicativas, sólo llegaba ,hasta las ideas comparativas y se imaginaba que la sensación y la

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abstracción bastan para interpretar la razón. Tras estas huellas, Biran distinguirá las ideas generales, abstractas de las sensaciones Y que varían según l~ organización del ser que siente, y las ideas fundamentales en relación con la naturaleza misma del espíritu y de las cosas. Per~ para Maine de Biran, esas ideas únicamente se las obtiene si. ~e las separa del hecho primitivo que las contiene, o sea de la apercepc1on inmediata que tenemos de nuestro yo como esfuerzo, como actividad Y causa. Sin duda, con independencia de las influencias de primer plano -ideólogos, vitalistas, Ampere-, las grandes cuestiones discutidas ~or los contemporáneos de Biran no podían serles ajenas. En los Pensees y otros escritos se encuentran frecuentes alusiones a estas discusiones y a los autores del momento, a los Bonald, los Maistre, los Lamennais. Sea como fuere, la miopía nacionalista quiso en diversas ocasiones hacer de Maine de Biran el «Kant francés», y· aunque no entraremos en la discusión filosófica del pensamiento de nuestro autor, baste con asegurar que Maine de Biran y Kant son los antípodas tanto en lo personal como en lo intelectual. Kant es lógico y crítico; Biran, psicólogo e intuitivo. La obra de Kant únicamente se comprende en sus relaciones con la mecánica newtoniana y con el fenomenismo de Hume, corrientes de ideas estas que para nada alcanzan a Biran, que está esencialmente preocupado por la biología vitalista. Por ·último, Kant pertenece en lo esencial al racionalismo del siglo XVIII, y Maine de Biran inaugura el romanticismo. En psicología, los caminos metodológicos introducidos por Maine de Biran son nuevos; para él, no se trata de buscar elementos, cuyas combinaciones, imitadas de la mecánica, explicarían la vida mental, como hiciera Hume; ni de construir el conjunto del pensamiento en partiendo de una abstracción: la sensación, como en Condillac; ni de remontarse de las influencias físicas y orgánicas a las variaciones del carácter como en Cabanis; ni tampoco propugnar una entidad metafísica, ei alma, para· explicar con ella la naturaleza del espíritu. Por el contrario, Biran se propone trabajar in concreto, o sea tomar los hechos de conciencia tal cual nos son dados, mixtos y complejos como se presentan. La observación interio'I', asentada en la propiedad que posee la conciencia de darse cuenta de ella misma, es el método esencial de Biran psicólogo y al que divide en análisis y síntesis. Su empleo analítico determina los componentes de los hechos de conciencia: recurre a la reflexión para las formas constitutivas del pensamiento, al sentimiento inmediato para la vida afectiva, a la observación fisiológica. para los factores orgánicos. Por otra parte, considera que. el p'l'Ocedimiento sientético permite asir el hecho primitivo de concie:!l'cia, que da sentido a los resultados del. análisis y permite incluso superar la psicología y fundar las ideas universales: causa, unidad, identidad, li-

bertad. Análisis y síntesis se completan y apoyan, puesto que el conocimiento no puede quedar únicamente en la faz descriptiva. No basta con liberar las diversas especies de sensaciones, de signos, de ideas, de sentimientos, se requiere además unirlas al hecho primitivo. Por otra parte, como el conjunto de las impresiones que sufrimos implica la relación de la vida mental con el mundo físico y el orgánico, la psicología de Maine de Biran se ayuda con otros métodos fuera de la observación interna, esto es, la observación externa, los métodos comparativos, patológicos y fisiológicos. Pero, ¿qué es el hecho primitivo de conciencia al que Maine de Biran relaciona ineludiblemente la unidad de la vida mental? En este sentido, nuestro autor es cla:ro: no puede tratarse de una abstracción, como el poder de experimentar sensaciones. Se requiere, por consiguiente, que sea un hecho más interior, más espontáneo. La importancia acordada por los ideólogos a la motilidad, y la idea vitalista de la espontaneidad orgánica, no son conceptos perdidos para Biran. Al profundizar el análisis, al llevarlo a la conciencia, descubre dos tendencias que se contrabalancean: el esfuerzo y la pasividad. Del esfuerzo, afirma, poseemos una apercepción interna inmediata, y esta apercepción nos hace asir, sobre el hecho, nuestro yo en plena actividad, al mismo tiempo que la resistencia a la que ese esfuerzo se aplica. Tal es, y no otro, el único hecho primitivo. Lo conocemos por el sentimiento que lo acompaña, sentimiento que difiere claramente del que probamos cuando realizamos ·movimientos involuntarios;· esto también lo sabemos por . el tacto activo, gracias al cual tenemos el sentimiento de la identidad del yo y de la identidad del objeto resistente. Para Maine de Biran, esfuerzo es sinónimo de voluntad. En el esfuerzo tenemos conciencia de ser una causa libre, y de manera opuesta al mecanicismo del físico, por el cual la causa se resuelve en su conjunto de condiciones, nuestro yo se reconoce en él como la causa real de sus voliciones, como dato inmediato de la conciencia. El yo se opone, como unidad, a las sensaciones que caracterizan la resistencia. E, inversamente, toma conciencia de la resistencia por el mismo acto aperceptivo que le hace comprender su acción en el esfuerzo. La causa de que nos sintamos ser en el esfuerzo es para Maine de Biran la primera de las ideas fundamentales o universa.les, o sea de esas ideas que nacen del ejercicio mismo del pensamiento y de las que tenemos una verdadera intuición reflexiva. Estas ideas difieren de las ideas abstractas, como Ampere lo había comprendido, afirma Biran, y no poseemos solamente, agrega, la apercepción interna del yo como causa, sino también la de todas las ideas universales. Por lo demás, destaca, no son extractos de sensaciones, si son innatas; son el hecho primitivo de conciencia expresado en sus diversos caracteres. El yo puede, pues, considerar su fuerza, su libertad, su unidad, su identidad, como tipos de lo que son esas ideas

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en el universo entero. Es de esta manera como Maine de Biran llega a sacar del acto primitivo la idea de ca.usa, la idea de fuerza, la idea de sustancia con el sentido de lo que subsiste a través de las modificaciones fenoménicas y no de entidad, las ideas de unidad Y de identidad, y las de libertad cuando el movimiento es activo en el esfuerzo, y de necesidad si es pasivo como en la resistencia. De todo el pensamiento psicológico de Maine de Biran, la teoría más completa y más original es, sin duda, la teoría de la sensibilidad. La vida sensitiva por el hecho primitivo del esfuerzo puede existir incluso en ausencia del yo, como en los animales. En el hombre, la sensibilidad tiene, importancia considerable ·y desborda a menudo el pensamiento. De aquí que el análisis psicológico, para Biran, deba comenzar con lo que pertenece al yo activo y con lo que es pasivo en nosotros. Y así, en la sensibilidad se imponen nuevas distinciones entre la impresión afectiva o afección simple, la intuicicm o representación Y y la sensación. La sensación es una noción compleja que engloba a las otras dos y las relaciona tanto con un ser estable, un cuerpo, o con nuestra persona. La originalidad de Biran está, precisamente, en reconocer ese género de estado que es la afección simple. No se la descubre de primera intención porque por lo general es parte de una representación que relacionamos, como sensación, con un cuetjlo individual. Para asir las afecciones simples se requiere llegar a ese límite en el cual la conciencia se vuelve confusa, en los confines del subconsciente. Son estados reales y constituyen la naturaleza animal en nosotros. Es aquello que Buffon llamara «Sentido interior materiah. Los sueños, los estados hipnóticos, los movimientos inconscientes, son una nueva prueba de la existencia de las afecciones simples. Para descubrirlas debemos identificarnos con nuestras modificaciones, asir sobre el hecho los apetitos, las inclinaciones, el bienestar o el malestar orgánicos, las impresiones perdidas o borradas, que sólo existen como im,pre~;iones, sin fijarse en la memoria. Maine de Biran recurre al metodo patológico para estab'..ecer mejor la realidad de ese género elemental de sensibilidad, para concluir, después, que la afección simple es un modo positivo de la sensibilidad, que domina a una multitud de seres vivos, y nos domina t<?mbién al principio de la vida, en el sueño, en la desatención, en los movimientos de debilitamiento de la voluntad. Ahora bien esa vida afectiva inconsciente que late en nosotros recae. sobre nue;tros sentimientos y sobre nuestros actos; está en el origen de las pasiones, de la simpatía y de la antipatía irracionales, y colorea la vida mental con mil matices. La sufrimos como una fatalidad ciega Y necesaria, pues crea en nuestra naturaleza una dualidad afectiva. Por lo demás, esos estados sensibles no tienen nada de mecánico; tampoco provienen del alma pensante. Biran rechaza tanto la hipótesis mecanicísta como la animista y se adhiere a las tesis del vitalismo. De esa

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dualidad afectiva resulta que nuestra naturaleza es doble: hay _un conflicto continuo entre las afecciones simples, que provienen de la reacción vital del individuo, y el esfuerzo, la voluntad, la libertad. Las afecciones simples resuenan de pronto en nuestra conciencia, con su tono afectivo; después desaparecen, y así, bajo influencias que jamás desentrañamos, pasamos sin transición de la tristeza a la alegría, del temor a la esperanza. La acción de esos estados elementales, nos dirá Maine de Biran, · deja en nosotros huellas, disposiciones orgánicas, tendencias. Deseos, pasiones, imaginación pasiva están subordinados a las afecciones. Memoria, razonamiento, voluntad, dependen del yo. Entte el espíritu activo y el sistema sensitivo se extiende el vasto dominio del hábito, que embota las emociones, las transforma en necesidades y que, por otra parte, facilita el movimiento y la asociación de ideas. La idea del Horno duple:x:, cuyos dos elementos fundamentales son la vida sensitiva y la vida activa o refle:x:ión, es primordial para la psicología de Maine de Biran, quien, sin embargo, en los últimos años no se atuvo a esos dos términos y agregó la vida divina, y de donde su teoría de las «tres vidas», junto con la conclusión de que la moral cristiana conoce mejor que cualquiera otra la naturaleza humana, porque, a diferencia de los estoicos, por ejemplo, que se atenían a la lucha de la voluntad contra las pasiones, comprende que nunca llegamos, a pesar de nuestra persistencia, a dominar la sensibilidad sin ayuda de Dios, esto es, con la gracia. Y mientras el esfuerzo es siempre doloroso y motivo de tensión, la vida divina nos gana con dulzura. Se asemeja, opina Biran, a las pasiones, que también penetran en la conciencia sin que nuestro yo se esfuerce en ello. Sin duda, una preparación dura es indispensable para ganar la vida divina, y se debe luchar para merecerla. Nada de quietismo. Se debe querer. Pero una vez que la gracia interviene, la tranquilidad y la calma aparecen. Para lograrlo debemos desear a Dios y rogarle. Más allá de nuestro razonamiento reina el «espíritu-amor, que sopla donde quiere». Esta antropología cristiana de Maine de Biran no es consecuencia directa de sus ideas anteriores; resulta de una nueva experiencia que se impone a un sistema poco preparado para recibirla, puesto que en su origen tenía una experiencia completamente diferente. Aunque la expresión das tres vidas» no sea empleada por Biran, la idea se encuentra completamente expuesta en una página de los Fragments relatifs a la morale et a la religion. 1 y es para describir esta humanidad integral que en 1823 el Essai sur les fondements de la psychologie se transforma en Nouveaux essais d'anthropologie. En renunciando al sensualismo de Condillac y a la fisiología mecanicista d~ Cabanis, en . restaurando el punto de vista psicológico de la interioridad y en rehabilitando la noción metafísica de causa, en rechazando seguir la relatividad .·del conocimiento hasta el agnosticismo, Maine de Biran orienta su filo-

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sofía, y con ella su psicología, en un sentido evidentemente espiritualista. El espiritualismo de Biran es el de un espíritu encarnado. El esfuerzo muscular une la fuerza hiperorgánica con la resistencia orgánica por medio' de una relación concretamente indivisible. El hecho primitivo biraniano, a diferencia del Cogito cartesiano, que da un pensamiento puro y no permite, en consecuencia, alcanzar directamente al compuesto humano, da el yo con su cuerpo, evitando así el recodo del ocasionalismo de Malebranche o la armonía preestablecida de Leibniz, para encontrar lo que un yo auténtico jamás hubiera perdido. Pero dejemos aquí el problema, porque ya desborda la psicología, y acotemos que la influencia de Maine de Biran se ejerció no sólo sobre la escuela ecléctica, sino que cuando ésta perdió poco a poco su prestigio, todavía aparecen sus destellos en Ravaisson, y sobre todo vuelve a brillar cuando se enciende la reacción contra el positivismo. Tanto es así que, presente en toda la psicología francesa del siglo XIX, sobrevive en el nuestro a través de hombres como Pierre Janet y Henri Bergson. . 3. Théod.o-re Joutfroy y Za escuela ecléctica. - Ninguna figura de la psicología francesa novocentista despierta tanta simpatía como THioDORE JOUFFROY (1796-1842), tanto que su sinceridad como hombre y como escritor contó con el respeto de hasta los adversarios más decididos de sus tendencias filosóficas y políticas. Fue el primer psicólogo del eclecticismo, y quedó como el más notable entre todos ellos. Durante su infancia y adolescencia estuvo embebido por un sentimiento religioso y un sentimiento de la naturaleza igualmente intensos. Alumno de la École Normale de París, en en momento en que el eclecticismo, filosofía oficial, comienza a florecer con Laromiguiere, Roger-Collard y Victor Cousin, esas enseñanzas le produjeron una crisis de conciencia que describió en páginas célebres.u Su fe católica quedó destruida, pero el sentimiento religioso permaneció vivaz en él, Y el problema del destino del hombre lo as~dió siempre, de tal manera que a veces apenas enlaza con los temas que trata en sus cursos: la independencia y el carácter científico de la psicología, el derecho natural y la estética, y todo ello profundamente marcado por un rasgo peculiar de su carácter, que es duda y aristocrático desdén por las afirmaciones totales y doctrinarias. «Los espíritus vulgares --escribe-, para quienes no hay prólogo, porque todo les resulta comienzo, pueden introducirse sin dudas; es un privilegio.> Tomó parte en el movimiento liberal bajo la Restauración; por ser la École Normale, de la que para entonces ya era profesor, foco de la oposición liberal, fue cerrada. En respuesta dictó un curso privado en su casa, que fuera publicado por Damiron en 1843 con el título de Cours d'esthétique. Jouffroy es autor de importantes artículos filosóficos en Le Globe, diario liberal de lll.

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Restauración, y en la Encyclopédie moderne, de los cu~les fue céle~re para 1822 el título Cómo terminan los dogmas, y en el que explica cómo la filosofía debe, en un futuro aún lejano, reemplazar a la decadente religión cristiana. En 1826 tradujo los Ensayos de Dugald Steward y los precedió de un prefacio que fue el manifiesto psicológico de la escuela ecléctica en sus comienZos; de inmediato tradujo la obra de Thomas Reid, de 1828 a 1836, precediéndolas también de UD; prefacio que es como un segundo manifiesto que completa y corrige al primero. Publicó además dos volúmenes de Ensayos, de los cuales el segundo comprende trabajos como Organisation des sciences phiwsophiques y Distinction de 1.a psichowgie et de 1.a philosophii;.12 Repuesto en la enseñanza en 1828, fue titular de cursos de la Faculte des Lettr.es de París y en el College de France. Su mala salud lo obligó, finalmente, a renunciar a los mismos. En la Cámara de diputados, para la que fuera elegido y por el mismo motivo, su papel no estuvo a la altura de su capacidad. La inclinación de Jouffroy por los problemas psicológicos está en estrecha conexión con su vida misma y, sobre todo, con el estado de su sensibilidad, profundamente agudizada por la enfermedad. Es también cierto que en Jouffroy hay mucho del romántico: el sentimiento de la naturaleza, el culto del entusiasmo, una visión trágica de las luchas históricas de la humanidad, amor por la libertad horror por lo que se llamara más tarde aburguesamiento. Pero no es ~enos cierto, como atestigua su Correspondencia, que J ouffroy era de una emotividad tan afinada y despierta como la de Maine de Biran aunque más lúcida, menos perturbada, menos atormentada por las p~siones y por su origen orgánico. La observación de sí mismo, practicada por Jouffroy sobre las tendencias y los movimientos internos de su propia vida mental, le hizo comprender cuán compleja es Y en qué medida se la desfigura cuando se la transporta a nociones abstractas. La idea de Maine de Biran de que el psicólogo debe trabajar in concreto fue fecunda para él. Su pensamiento no tiene nada de sistemático; trabaja en profundidad y escudriña con insistentes y minuciosos análisis en algunos puntos determinados del alma. Por lo tanto, lo único que puede hacer el historiador de la psicología frente a Jouffroy es reconstruir y construir. Jouffroy sufrió intensamente la influencia del eclecticismo naciente articularmente de su jefe Victor Cousin; recibió así una idea Y' P ' de los ' común a la mayoría psicólogos franceses de los comienzos de la época contemporánea: la vida del espíritu es rica en actividades; la psicología sensualista, al reducirla a ciertas abstracciones y hacerla derivar de la sensación y de sus avatares, no comprendió su naturaleza. Los ideólogos mismos, aunque sucesores de Condillac, no pudieron dejar de corregir su doctrina. Los filósofos del eclecticismo insisten en la importancia de la atención, o sea de la actividad, que reivindican


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para el alma, y de aquí la teoría de las facultades del alma que Laromiguiere fuera el primero de los eclécticos en elaborar (1811-1813), cuestión que será retomada y desarrollada hasta la saciedad por la escuela. Además, la cruzada contra el sensualismo data de las lecciones de Roger-Collard, que tuvieron lugar entre 1811 y 1814. RogerCollard oponía a la escuela de Condillac la escocesa, cuyos representantes más ilustres eran Thomas Reid y Dougald Steward, de quienes Jouffroy tradujo las obras al francés. Sin duda, la famosa teoría escocesa de las verdades del sentido común es una de las doctrinas más caducas de la filosofía, de las que se prestan con la mayor facilidad a cualquier crítica, pero Roger-Collard la apuntala con algunas ideas que remontan al racionalismo, destacando la racionalidad de los principios que la conciencia descubre en ella misma y que son, según él: el ser, la duración y la causalidad. Así, en la bú~queda de las relaciones universales sobre las que reposa todo razonamiento, los ecléc- ,; ticos, manteniéndose sobre el terreno del empirismo, retornan a Maine de Biran. Pero es con Victor Cousin y su teoría de los cuatro sistemas (sensualismo, idealismo, escepticismo y misticismo) que se sucederían y recomenzarían eternamente su ciclo, que el eclecticismo cobra verdadero cuerpo. Hombre de acción en el que prevalece el político sobre el filósofo, Cousin, inspirándose en los metafísicos alemanes que siguieron a Kant, principalmente en Schelling y Hegel, hizo corrientes las ideas vagas de un panteísmo racionalista, que buscaba en la naturaleza y en la historia la realización del pensamiento divino y confundía· a Dios y al mundo. Después procuró reunir en un sistema la tradición platónica y la filosofía de Descartes, apoyándolo sobre el método psicológico de Biran. Por último procuró establecer una filosofía nacional, que tendía a la conciliación del eclecticismo con la religión católica. Cousin, como Maine de Biran, acuerda importancia primordial a la psicología, o sea al estudio del acto consciente que se analiza en la observación interior y se ase sintéticamente por medio de la intuición reflexiva. De aquí que, tomado en sí, cualquier conocimiento es primero espontáneo, para luego volverse reflexivo. La espontaneidad pertenece a todos. Sus actos, por provenir del inte°rior y no de afuera, son libres. La libertad no está únicamente reservada a la conciencia rel1exiva, sino que también pertenece a la espontaneidad. El carácter de espontaneidad de la razón garante_ su independencia. El pensamiento es, por este hecho, actividad y libertad. Hay pensamiento en todas partes. La conciencia nos revela la esencia del mundo: es como un microcosmos. Pensamiento, como afirmaban los antiguos, implira orden. ,: Las categorías son ideas directrices propias de la razón universal Y dirigen, en consecuencia, toda organización. Cousin las reduce a dos: la causalidad y la sustancia, que se encuentran unidas en el espíritu y nos están dadas en la conciencia. Tales fueron en sus grandes rasgos

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los fundamentos del eclecticismo filosófico, y es a partir de sus premisas que se debe estudiar y comprender a Jouffroy. Intentemos, pues, .retmir los fragmentos de su psicología y sintetizarlos. La primera pregunta que Jouffroy psicólogo se plantea es: ¿cómo llegar a un conocimiento de los hechos psicológicos? La respuesta, dada por sus maestros eclécticos, le parece obvia: -por la observación interna. Pero ésta debe ser educada, y además, cuando llega a la exactitud deja de ser subjetiva y, verificada por las observaciones de otros psicólogos ejercitados, da resultados precisos. Ahora bien, se pregunta Jouffroy, ¿qué observamos en nuestra conciencia? Una complejidad de ideas, de acciones, de sentimientos. Y al reflexionar descubrimos en esa complejidad un elemento invariable, el yo, y elementos variables, que son sus modificaciones. Entre la multiplicidad variable de éstos y el yo hay intermediarios: son las facultades mentales. Jouffroy, que al comienzo y por influencia de los escoceses se centraba solamente en el análisis de la conciencia, termina así por reconocer, remontándose a Descartes y a Biran, que el alma se siente directamente como causa y como actividad. Provisto con su método de observación interior, Jouffroy encuentra en la conciencia las luchas y los conflictos del problema del destino. El sentido dramático de esos conflictos le inspira una .psicología muy vivaz y lo lleva a formular su teoría de las tendencias primitivas. Esto es tal vez lo más original de su obra, y parece continuar la doctrina de Biran sobre las afecciones simplés. rn Con los vitalistas admite que cualquier ser está organizado en función de una finalidad y que realiza, desde el comienzo de su vida, movimientos adaptados para esa finalidad. y con independencia de su voluntad. Ahora bien, tales movimientos prueban la existencia de tendencias primitivas y de alguna manera instintivas en el ser viviente. Y son esas tendencias las que despiertan e impulsan a las facultades mentales. Unas apuntan a la satisfacción de nuestras necesidades, otras nos acercan a los demás por una simpatía natural. Nuestras - facultades se adaptan a las tendencias primitivas. Pero para Jouffroy, desgraciadamente, el acuerdo armonioso no es de este mundo. En lugar de expandirse libremente, nuestras facultades no logran satisfacer las tendencias primitivas. Desde entonces se ~ unen a los obstáculos y en ellos se retrasan. De aquí nace el dolor. Atraída por este conflicto, la inteligencia procura arrancar al individuo de las influencias variables de las circunstancias. Este ejercicio da nacimiento a las pasiones, que, según Jouffroy, difieren de las ten-~ dencias primitivas y sólo se desarrollan por los acontecimientos complejos que acabamos de reseñar. Por otra parte, las pas'iones únicamente persiguen el bien sensible. Son esencialmente inestables, se combaten, provienen de las impresiones sensibles y se complican por la interacción de la inteligencia. Para clarificar esta teoría, J ouffroy nos

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dice que el egoísmo pertenece al sistema de las pasiones, mientras que la simpatía nace de las tendencias primitivas. La inteligencia, a su vez, combate la$ pasiones y les opone su ley, la ley moral. Ahora bien, entre las tendencias primitivas de nuestra naturaleza y la ley moral existe acuerdo. El conflicto sólo existe con las pasiones. Ya dijimos que para .Jouffroy, entre la multiplicidad de nuestras modificaciones y nuestro yo, se encuentra intercalado un sistema intermedio: las facultades mentales, que considera como verdaderas capacidades del alma. Tenemos el poder de dirigirlas; jamás se interrumpen en su actividad, pero adquieren dos aspectos diversos, según que la más elevada entre ellas, la facultad personal b dirección de lino mismo intervenga o no. J ouffroy no realizó ningún estudio sistemático de las facultades y se dedicó de preferencia a los efectos de los sentimientos. No obstante, trazó un cuadro de las facultades mentales, que serían, a su criterio, seis: 1) la facultad personal, o dirección de uno mismo, y que corresponde a lo que es común llamar voluntad y libertad; 2) las tendencias primitivas (o inclinacicmes primitivas) , y que serían anteriores a cualquier experiencia; 3) la facultad locomotriz; 4) la facultad expresiva (lenguaje, mímica) ; 5) la sensibilidad, con sus reacciones Y las pasiones; 6) las· facultades intelectuales. Este ensayo de clasificación fue punto de partida para numerosas tentativas del mismo género, pero la división que prevaleció dentro del eclecticismo fue la tripartita que empleaba Víctor Cousin: inteligencia, sentimiento y voluntad. Entre las cuestiones que los psicólogos .ingleses habían puesto de moda, una de las más curiosas era la asociación de ideas. El asociacionismo sólo penetrará en Francia con Taine y Ribot, pero Jouffroy, que conocía los principios de esa teoría; dedujo otra más completa y más profunda que podría llamarse simbolismo.14 Jouffroy considera que para examinar bien las relaciones entre nuestras ideas no basta con reducirlas a dos o tres leyes de asociación mecánica. En efecto, he aquí diferentes tipos de asociación, que no pueden ser descuidados: 1) la asociación natural e instintiva de la expresión con la emoción que traduce; es tan verdadera que la vista de algunas actitudes, de algunos movimientos expresivos basta para sugerirnos con exactitud el sentimiento a que corresponden; 2) siguen las asociaciones universales y necesarias, que están determinadas por las leyes del pensamiento: tal es la relación que no podríamos evitar de establecer entre cualquier hecho y el lugar, el tiempo, la causa de que depende; 3) otro género de asociación casi tan universal y necesario comprende la semejanza, el contraste, la relación de la parte con el todo; 4) es leg!timo destacar las asociaciones que son propias de ciertas épocas y pueblos, como la asociación del duelo con el color negro; 5) ·por último están esas asociaciones en las cuales un detalle sugiere una escena y nos lleva a su

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representación completa: el humo de una chimenea, percibido en el bosque, a través de los árboles, evoca el almuerzo familiar. Este último género de asociación nos permite comprender el verdadero carácter de las asociaciones en· general: reposan sobre la ley de que todo, en la esfera de nuestras asociaciones, es simbólico. Una sensación sólo es un símbolo que despierta en nosotros un conjunto de ideas. Pasamos de los símbolos sensibles a las realidades racionales latentes debajo de esos símbolos. Aunque la sensación dé lugar a imágenes o se una a leyes lógicas, únicamente es un símbolo. El trabajo del pensamiento consiste, . para Jouffroy, en adivinar la vida escondida de las cosas, el principio espiritual que vive .por debajo de las apariencias. Una sola cosa está hecha para sorprendernos: y es que nosotros, que somos espíritu, no asimos directamente al espíritu. En todo caso lo adivinamos, lo buscamos en todo aquello que se nos presenta. El espíritu es unidad, y unidad racional. Es el espíritu, y no la materia, lo que permite comprender el orden, la memoria, la duración, la asociación. Reconozco el orden espiritual de las cosas, afirma Jouffroy, porque llevo el orden espiritual en mí pensamiento. Si en un principio J ouffroy admitía que solamente llegamos al orden espiritual por los rodeos del análisis, finalmente proclama 15 que alcanzamos· directamente la causa que llamamos yo, y que nuestra conciencia ase, por una especie de. intuición inmediata, algunas verdades racionales, como por ejemplo el bien. La escuela ecléctica, que llegó a ser preponderante en la enseñanza y que mcluso recibió el favor del poder bajo la· Restauración, no dio paso a ideas psicológicas nuevas y terminó por extinguirse, tanto en el campo filosófico como en el psicológico, en la indiferencia. Sus apologistas le reconocieron servicios defendiendo las ideas espiritualistas contra los mecanicistas y por su apego pertinaz a cuestiones de historia de la filosofía. Pero la verdad es que, a pesar de espíritus sinceros como Jouffroy, el eclecticismo representó al oportunismo político en la filosofía, y viceversa, y en psicología terminó por elevarse a la metafísica, principalmente con PAUL JANET (1823-1899), su último representante,16 y, considerando ese pasaje como legítimo, alcanza el idealismo o, con mayor exactitud, se aproxima finalmente al espiritualismo integral de Ravaisson, que termina por absorber al eclecticismo y que ejercerá, por su sola autoridad moral, una influencia que la escuela de Cousin asentaba demasiado a menudo en las razones de una autoridad menos filosófica: la política de la reacción. 4. Auguste Comte y el positivismo. - Lo corriente en las historias de la psicología es omitir el nombre de AuausTE COMTE (1798-1857) de la lista de los renovadores de la psicología en el siglo XIX. A lo sumo y de pasada se le reprocha de haber excluido la psicología de su cuadro de los conocimientos humanos, de haberla asimilado con la biología y


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la sociología, finalmente de haberla reducido a convertirse en una aplicación de la frenología.17 Estos reproches no están justificados, porque en primer lugar lo que realmente despreció Comte fue la psicología de la escuela ecléctica, y fuera de las exageraciones de la polémica, con fuertes matices políticos, en su obra se encuentran indicaciones útiles que psicólogos posteriores supieron aprovechar. ¿Cuáles son, en pocas palabras, . esas indicaciones? Comte destacó como pocos el interés de la comparación de las facultades· mentales de los animales y del hombre; demostró que los sentimientos y las pasiones brindan el contingente más importante de datos psicológicos y que· el interés de su estudio supe:ra al de las funciones puramente intelectuales; fue uno de los primeros en preconizar la patología mental; por último, hizo ver lo que se podía sacar del estudio de los productos del trabajo mental, lenguaje, ciencias, artes, religiones. Si se toma. debida cuenta de su filosofía sintética y del Syste~ de politique positive, se debe adjudicarle la noción de un sujeto universal, la Humanidad, noción que influyó directamente sobre la idea de un pensamiento colectivo y social, idea psicológica en fin de cuentas, que desarrollaran :G:mile Durkheim y Lucien Lévy-Bruhl. En suma, la influencia de Comte, desde ·el punto de vista psicológico, fue real; tanto por su negativa de incluir la psicología eri el cuadro de los conocimientos humanos y la polémica que despertó, como por su influencia filosófica sobre psicólogos que trabajaron al margen de cualquier escuela, como Taine y Ribot. Los eclécticos proclamaban la observación interna como único métode> legítimo de la psicología. Comte la rechaza, se afirma corrientemente, pero ¿es esto verdadero? La observación. interna, afirma Comte, no es posible, puesto que, en los fenómenos intelectuales, el órgano observado y el órgano observador son idénticos. Pero, se apresura a agregar, la doctrina de las localizaciones cerebrales nos enseña que no ocurre lo mismo con los fenómenos afectivos, que transcurren en una parte del cerebro distinta que los fenómenos intelectuales.is De donde la observación interna, errónea para estudiar la inteligencia, es excelente para la sensibilidad y las pasiones. Esta concepción comtiana equivale a decir que no vemos pensar y que la observación interna no nos permite descubrir· en nosotros facultades, ni yo-causa, ni ideas suprasensibles, sino que es legítima cuando se trata de describir la vida consciente tal como la comprobamos en nosotros mismos. Otro reproche de Comte es también para el método de los eclécticos: al vaciar la conciencia para asir el yo en situación de pensar, no se ase :nada. Sin duda la objeción es justa pero incompleta, pues debió decir que una observación interior dirigida en ese sentido no ase ni yo ni ideas, sino lo que después se llamó sensaciones internas. Al afirmar que la observación interna sólo es accesible al adulto sano y que no da axiomas lógicos, Comte estuvo en lo cierto. Con esta objeción pro-

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curaba combatir la tesis de las ideas innatas. Comte no suprime la observación in~erna, sino que la limita. A lo más, para él, tiene valor documental, e incluso desde este punto de vista debe ser completada. Para llegar a una concepción explicativa y científica de la vida mental se requiere, según Comte, estudiarla tanto en sus relaciones con el organismo como con la vida social En el primer caso, la actividad mental se descompone en funciones distintas, psicofisiológicas, localizadas en el c~rebro, y obedece a las leyes de la biología. En el segundo c~so está detei:mmada por una actividad funcional superior que la ~~nstituye y 7xpbc~: la Humanidad. De este modo, los métodos positivos de la ps1cologia no serán metafísicos, sino biológicos y sociales. Tomemo~ ~or caso la voluntad; en lugar de relacionarla, como ~:en los 7cl:c~1cos, con una en~idad abstracta, se partirá de la irritab~1d~~ fis1olog1~a y se ~reguntará cuáles son los movimientos quer p~unitivamente mvoluntar1os, se vuelven voluntarios, e inversamente. Lo mismo vale para la sensibilidad. En cuanto a las funciones central~s, Comte estima que cada una de ellas corresponde a un centro nervioso, per~ rec~noce que _exigen siempre la sinergia de varios centros Y que es imposible, por eJemplo, localizar las disposiciones naturales IS> Además, ~ara. el estudio de las pasiones recurre al testimonio directo d; la con~1~ncia, Y para el de las disposiciones recomienda la monogra~· Por ultu~o, lo esencial de la vida mental es para Comte lo impulsivo. Las pasion.es desbordan la inteligencia. La causa se debe buscar ~n 1~ esp?ntan~1d~d de la vida. De aquí que considere erróneo oponer mtel~genc1a e mstn:to.. T~ es instinto. Cualquier impulsión, aunque sea intelectual, . es mstintiva. Hay más instinto todavía en el hombre ~ue .en l?s anunales: Por el contrario, éstos poseen igualmente la mtehgenc1a, ~ue con.s1ste, par~ cualquier ser viviente, en modificar su conducta segun las circunstancias. Lo esencial, el fondo de la vida mental, e~, pues, el instinto. Existe una variedad indefinida de instintos q.'1e difieren segú~ l~s individuos. Las pasiones son su expresión cons: ciente. El predo~llllo. que Comte concede a los instintos arranca directamente de la 1~ea de espontaneidad biológica, propia del vitalismo q.~e Co~te defend~a. Para nuestro autor no hay yo unitario, ni func1~n ~nificado;a,_ n1 asiento cerebral para semejante función. La vida p~1q~ica es m~tiple. El cuadro que da la Politique positive comprende dieciocho fu~c1ones men!81es, que son psicofisiológicas. La unión entre ellas se realiza por medio de Jas nociones biológicas de sinergia y de consenso. _Este equilibrio es el que se traduce,. en la conciencia, por el yo, que . sunplemente es el sentimiento de simpatía y de sinergia de las func~ones, y del cual también están dotados los animales. Cantidad de funciones mentales no se encuentran .en el grupo de h h · " dcno in d . . ec os que m, a e. concienc1~: son, pues, inconscientes. El consenso y la armoma provienen, segun Comte, de la finalidad orgánica; pero, por


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otra parte, dependen de la vida social. La evolución social aumenta el papel de la razón y del equilibrio. Pero a partir de 1851 las cuestiones biológicas. pasan a ser un suborden en el sistema d: Comte, y entonces, para determinar los caracteres de la inteligencia, recurre a sus manifestaciones colectivas. La teoría misma de las localizaciones cer?brales s~ ded~cirá de las funciones mentales fijadas por la vida social. La psicologia de Comte ofrece de común con la de los eclécti20 co~ que, como ellos, admite varias funciones irreducibles en la mentalidad. Pero esas funciones, para el fundador del positivismo, no son . las facultades o poderes de un alma unitaria; su pluralismo es absoluto: cada una de esas funciones está localizada en una esfera detern_iinada del c~reb~o. Sin embargo, hay acuerdo entre ellas, que consiste en la sinergia funcional. El error fundamental de Comte, que en este aspecto habla con una· modernidad sorprendente está en localizar funciones muy complejas y de contentarse con eÍ sistema de los frenólogos.

y de la organización de los conocimientos. En cuanto a la cuestión de

.5: Antoine-Augustin Cournot y la oposición probabilística al positivismo. - Inspector general de instrucción pública, ANTOINE-AUGUSTIN COURNOT (1801-1877) fue uno de los primeros pensadores en estudiar de modo crítico las nociones fundamentales de las ciencias lo que ~oy denominamos epistemología. De Kant y de Comte cons~rva la tesis de la relatividad del conocimiento y la imposibilidad de alcanzar la esencia de las cosas. En su primera obra, Exposición de la teoría de las suertes y de las probabilidades, publicada en 1843,21 Cournot presenta la certeza de un conocimiento como limite con relación al cual se escalonan los diversos grados de probabilidad. Como Comte aparte de ~ompartir el relativismo,, Cournot se interesa por los pro~ b~em~s ~ociales, ?:fiende una filosofia científica, está imbuido de biolog1~ vitalista y critica con igual aspereza al eclecticismo y su psicología. Difiere del fundador del positivismo en todo lo que es esencialmente personal Y constituye tanto un estilo de vida como de pensamiento Comte viv~ó retirado, manteniéndose apenas con funciones que n~ correspo1:dí~n a su valor, para vivir, finalmente, de las contribuciones d? sus d1sc1pulos. Cournot, por el contrario, tuvo un cargo estable y bien remunei;ado, y numerosas relaciones. De estilo menos pontifical d~ mente mas flexible, no soñó siquiera con ·reformar la humanidad n~ _con fundar una nueva fe. Para Cournot no existe la palabra cdefimtivo»; su razonamiento es libre, a veces fantaseador; evita constant~mente la doctrina y deja libertad de interpretación al lector. Inclu,sive en las cuestiones esenciales de su filosofía huye de los pensamientos. inmovilizados en fórmulas. Los rasgo~ más típicos de su i;>ensanuento ·son la, .distinción entre ciencia y filosofía, asignando a esta el papel de critico de las nociones fundamentales de la primera

las probabilidades, en las que Comte, y con él el positivismo, veían simplemente fantasías, Cournot la considera fecunda, tanto para las matemáticas como para la filosofía. Destaca la importancia del problema metafísico del orden, cuya prueba encuentra en las consideraciones que hace sobre el racional, el viviente y el azar. El punto de partida psicológico de Cournot está, precisamente, en la importancia de la idea de orden y de la complejidad del problema de las relaciones entre el orden lógico, el orden nacional y la vida. Desde luego, el arden lógico y el orden racional no se confunden. El primero reside en la estructura de las demostraciones; el segundo, en su valor. El orden lógico. puede coincidir en algunos puntos con el orden raciOnal, pero éste lo domina y lo controla. Pero, ¿cuál es la relación entre esas dos formas de orden y la vida? Lo que es viviente escapa a la demostración; a menudo incluso es imposible asirlo porque es lo inesperado, lo instintivo. Por consiguiente, entre orden lógico y vida hay una exclusión necesaria. Esto es lo que comprendemos, afirma Cournot, 22 cuando comparamos con el orden viviente los medios a los que recurre el orden lógico, y particularmente el sistema lógico de signos que constituye el lenguaje, en tanto que se aproxima gradualmente a un sistema científico de relaciones. El lenguaje científico es artificial, discontinuo; para aproximarse a la vida se requiere que una lengua conserve lo que tiene pe flexible, de natural, y que el sentido de las palabras varíe con lo que procuramos evocar; ahora bien, ritmo interior e imágenes son algo muy distinto de las relaeiones abstractas. De aquí que en las ciencias mismas se deba establecer una distinción entre la abstracción artificial o l6gica y la abstracción racional. La primera no corresponde al orden real de las cosas: así la noción de constelación es artificial, como lo es también y en otro orden de ejemplo la noción de lecho de un río. Pero la abstracción racional devuelve el orden real de las cosas. No tiene' nada de artificial, pero no lleva, aclara Cournot, y contra lo que pensaba Cousin y el eclecticismo, hacia lo absoluto; Un conocimiento racional, agrega, asienta sobre una probabilidad, o sea un haz de relaciones verdaderas que nuestra razón ase de una vez y que explican las cosas. Pero el orden, 1a razón de !as cosas, no se obtiene por medio de la abstracción y de 1a generalización aplicadas a las sensaciones, como enseñan los empiristas. Y en consecuencia, Cournot recurre a la psicología, y pasa revista a los diferentes géneros de sensaciones para demostrar que el sistema de nuestras ideas racionales no está modificado por la supresión de algunos géneros de sensaciones ni por la sustitución de un género de sensaciones por otro. De este modo, los ciegos y los daltónicos, que pueden servir de ejemplo para esta supresión o esta sustitución;


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poseen lcis mismos principios de geometría que los individuos dotados de visión normal. Cournot hace de estas consideraciones. sobre las que retornará muchas veces en su obra, gala de un racionalismo asentado sobre el máximo de probabilidad, y recurre al análisis psicológico. El probabilismo racionalista de Cournot asienta en que al establecer las verdades científicas no recurrimos a una razón impersonal o a una facultad de lo absoluto, sino que una explicación posee más o menos probabilidad de ser verdadera según· su simplicidad y según su coherencia con el conjunto sistemático de nuestro saber, puesto que el acuerdo de la razón consigo misma es de rigor. Pero, ¿por qué no asimos realidades absolutas? Porque el real presenta una extraña complicación. funcional: Puede ser fácil remontar una serie de causas, pero no explica lo que es: el real consiste en múltiples combinaciones de series de causas, que pareciendo independientes unas de otras, sin embargo se encuentran y concurren para producir tales o cuales acontecimientos, como por accidente y sin que podamos prever la aparición. Tal es lo que Cournot llama azar.za Mas la noción de azar de Cournot, al contrario de la de Nietzsche, no es la de un azar absoluto en un universo donde todo se produce por impulsos instintivos, 1.ibres de cualquier atadura racional explicable. Para nuestro autor, el azar no es un absoluto; Dios podría muy bien tener en sus manos «las cadenas de condiciones y de causas secundarias>,24 por independientes que sean ·unas de las otras. El azar, por consiguiente, tendría sus· leyes, y el racionalismo de Cournot se completaría de este modo por lo alto. En cuanto a la explicación de la vida, Cournot prefiere el azar a las doctrinas que interpretan las cosas por combinaciones ciegas de elementos mecánicos; para él, todo lo que es viviente es inseparable de la finalidad, y al mismo tiempo no está libre de azar. Para Cournot, el mundo, la vida, son el producto de un cálculo de probabilidades divino. Paralelamente, nuestra ciencia es una adivinación racional de las probabilidades cuya disposición compone el universo, y para llegar a esto nuestra razón debe ayudarse con cierto número de nociones directoras. Según el orden deductivo del Traité, al que prepararon los análisis del Essai, esas nociones serían el _género, el número, la cualidad, la cantidad; el tiempo y el espacio; el movimiento; la esencia y el accidente, y la fuerza. Y no se trata de nociones innatas, ni tampoco provienen de los sentidos. Para establecer estas nociones, Cournot recurre al análisis psicológico. Combate la distinción admitida desde Locke entre las cualidades primarias de la ·sensación y las cualidades secundarias, y estima que más bien son estas últimas las que deben denominarse primarias; en efecto, afirma, no somos capaces de explicar por qué los rayos menos refrangibles nos hacen percibir una sensación de rojo y no otra, ni por qué algunas sustancias químicas nos dan sabor ácido; Esas cua-

lidades sensibles, generalmente designadas como secundarías, son en realidad irreducibles. Por ello, Cournot sustituye la división tradicional con la de cualidades fundamentales y cualidades derivadas, que basa en el estudio de las prqpiedades de los cuerpos. Para Cournot se debe renunciar a explicar la naturaleza por un análisis equivocado de la sensación, y por ello establece la cualidad fundamental y la derivada. Mas, ¿cómo determinarlas? Por medio de la investigación de relaciones exactas. Así, una cualidad fundamental se reconoce PC?r su mayor persistencia, y una derivada porque es inferior en valores a los caracteres obtenidos de su composición química. En los Essai da numerosos ejemplos, porque se trata, opina Cournot, de proceder así para buscar cuáles son las relaciones. unitiersales, y quita directamente a la psicología los derechos que le acordaban los sensualistas y los eclécticos. En cuanto a las nociones directoras de tiempo y de espacio, para nuestro autor no dependen de datos sensibles, porque sobre ellas se pueden crear construcciones científicas a priori, como la geometría y 1a mecánica racional. Tampoco las considera formas subjetivas' de la sensibilidad, como postulaba Kant, porque en ellas encontramos más bien la ley que rige las cosas exteriores en razón de las· cuales se producen en nosotros las sensaciones. Se requiere, por consiguiente, para asir su alcance, aplicarles el análisis y buscar sus caracteres esenciales. Se nota entonces que la idea de tiempo precede a la de espacio, puesto que el espacio sólo se adquiere por series de exploraciones que implican sucesión y, por consiguiente, tiempo. Pero al comienzo la idea de tiempo es confusa y se precisa gradualmente por la de espacio: el espacio alinea los fenómenos. Posterior a la idea de tiempo, la de espacio se aclara primero y aclara la otra. La idea de tiempo obtiene ventaja de esto en el sentido de que la medida a que se aplica es más racional que el proceder de superposición, que sirve de medida al espacio y que es todavía grosero. En efecto, se estima que un fen6meno, al reproducirse, toma el mismo tiempo la segunda vez que la primera, cuando las circunstancias que lo determinan quedan las mismas. Cournot concede a la vida lugar importantísimo y son muchas las consíderaciones psicológicas a que eso lo lleva. La reacción del alma contra las abstracciones que parecen contrarias a la vida da lugar a una concepción superior al racional y que en la última de sus obras filosóficas 211 denomina transracionalismo. Para él, hay en nosotros algo más que la inteligencia; es lo que se puede llamar el alma. Cantidad de hombres poseen una inteligencia cultivada, pero un alma débil. El alma es el instinto superior que llevamos, el principio divino. De estf! modo son las necesidades del alma las que nos incitan a creer en otra vida. Pero no cabe duda, agrega, que se deben evitar las contradk-· ciones entre las creencias del a.lnia y el pensamiento racional. Tomemos por ejemplo el problema de la vida futura. Es contrario a la razón


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localizarla tanto en el centro de la tierra como en los espacios situados más allá de la Vía Láctea, pero no es contrario a la razón admitirla libre de las condiciones de los fenómenos sensibles. Por lo démás, es obvio destacar que las ideas psicológicas de Cournot destrozan las del eclectiéismo. La observación interna sale muy mal parada de sus críticas: la atención que presta el psicólogo a la conciencia transforma los hechos que de ella pretende obtener; más aún, lleva al estado consciente fenómenos psíquicos que, normalmente, tienen resonancia en la vida mental pero permaneciendo fuera de la conciencia. Y en limitándonos a ésta, la variación perpetua que en ella se manifiesta no es una condición favorable para la observación científica. Por último, los fenómenos superiores, las ideas, escapan a la observación de uno mismo: pertenecen a la vida colectiva. Cournot va todavía más lejos, pues acusa al análisis psicológico en general de transformar en abstracciones la vida" mental. Locke es el primer culpable. Este análisis está condenado a des·cribir; jamás explica. Cuando se arriesga más allá, erige sus abstracciones en principios, como lo hace la teoría de las facultades del alma. O todavía, invocando el sentido común, que .toma Ia ballena por un pez, ¿procede mejor cuando se trata de la psicología? ¿Y con qué reemplazar la psicología ecléctica? Cournot propone dos psicologías: una biológica y otra racional. La psicología biológica 26 es admisible, pues el más simple de los fenó.menos psicológicos, la sensación por ejemplo, es de por sí muy complejo, y porque la vida psicológica asienta sobre una vida animal muy extendida. Por ello, Cournot rechaza la tesis cartesiana de una ·separación neta entre las acciones de los animales y la conciencia humana y sostiene, por el· contrario, que de la vida consciente existen infinidad de grados. ¿Se conocerá mejor la conciencia interrogando la organización del sistema nervioso? Cournot no lo cree, y en resumen asigna como finalidad de la psicología biológica el conocimiento de la jerarquía de las funciones. En cuanto a la psicología racional,27 asienta sobre el hecho de que las ideas~ no dependen de la organización sensible, como vimos antes sino que, para formarse en el individuo, requieren un mediador, el ~edio social. El hombre formado por el medio social no se asemeja al hombre tomado .desde el punto de vista biológico. Un hombre ilustre, representativo de una época, es el reflejo de esa época y no de los elementos anatómicos que lo componen. Razón Y saber no dependen de la edad del cuerpo, como es el caso para otras manifestaciones psíquicas, como la sensibilidad, la imaginación, las pasiones o la exaltación, que están en más estrecha conexión con el organismo. Para Cournot, el elemento intelectual no asienta, como estos últimos, en las leyes de la vida, y lo que es lógico constituye una especie de mecanismo superior. Entre el- mecanismo de abajo Y el de lo alto se extiende el inmenso dominio del viviente, en el que reina

lo inesperado, el azar. Fuera de estas consideraciones, que nos esfor.zamos por transponer en proposiciones simples, la obra de Cournot está plena de observaciones, de sugerencias, de detalles preñados de interés para el psicólogo, y que le son sugeridos por la historia, la política, las costumbres. Sin duda, y con relación a esto, hay en el legado de Cournot una complicación demasiado grande para ·que una exposición sistemática la contenga. Además, la imposibilidad de eliminar el azar, presente en todo y en cualquier momento del pensamiento de Cournot, hace imposible semejante tentativa. No tenemos derecho, ni siquiera como historiadores, de simplificar lo que no es simple, y, en respetando la vida propia de cada cosa, debemos limitarnos a destacar la contribución de nuestro autor a una psicología concreta dentro de la línea que, desde Montaigne, los psicólogos franceses siempre ilustraron. 6. Charles Renouvier y el idealismo psicológico. - Nacido en 1815, muerto en 1903, CHARLES RENOUVIER vivió todos los avatares de los diversos regímenes que tuvo la Francia en centuria tan azarosa para su política como fue el siglo XIX, y de la ignominia y el sometimiento o la colaboración que mancilló a tantos intelectuales de la época quedó ileso. Conservó siempre el ideal republicano y democrático al que se había adherido en la adolescencia. Apasionado de las reformas sociales, estuvo en las barricadas de la Commune, y con los mejores hombres de 1848 supo sobreponerse al descorazonamiento que hizo presa de tantos después del fracaso de la Revolución. Su filosofía se inspira en un profundo sentimiento de libertad, y desarrolló sus ideas sin tener en cuenta otra autoridad que la de su conciencia. Entre los pensadores de. su tiempo lo fue en la verdadera acepción del término. Concluía sus estudios. en la École Polytechnique, donde había encontrado a Auguste Comte como pasante de análisis trascendente y de mecánica racional, cuando en 1836 la lectura de los Principes de Descartes lo inclinó por la filosofía, llevándolo a estudiar casi con desesperación las obr.as de Spinoza, Malebranche, Leibniz y Kant. Este último ejerció profunda influencia sobre su pensamiento. De 1839 a 1844 se dedicó de preferencia a la historia de la filosofía, publicando un Manuel de philosophie moderne (1842), seguido de un Manuel de philosophie ancienne (1844). Como historiador, Renouvier est'á lejos de los compiladores; lee los escritos de los filósofos, trata de asimilar su razonamiento, de rehacerlo con ellos, y se esfuerza por penetrar su sentido exacto. En 1848 publica el Manuel républicain, que provoca un escándalo político; el ministro que lo había adoptado tuvo el honor de ser expulsado de la Cámara de Diputados por los reaccionarios. Después de la proclamación del Imperio, Renouvier se dedicó exclusivamente a la filosofía, sin abandonar por ello su ideal político. Hacia el


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fin del reinado de Napoleón III se retiró al sur de Francia,· y allá vivió hasta su muerte. De 1854 a 1864 publicó cuatro Essais de critique ~é'né­ rctle: Logique, Psychologie, Príncipes de la Nature ~. Introductum et la philosophie analytique de l'histoire. En 1869 aparec10 ~u important:e obra sobre la Science de la morale. En 1875, los dos primeros Essaia aparecieron de nuevo, considerableme:i~e ~orregid~s Y. aumentados. En 1886 publicó el Esquisse d'une clasStfication sys~ematiqu~ des doctrines philosophiques. Los últimos años de Renouv1er estuvieron ocupados por lo que denominó el Personalismo, doctrina cuyo desarrollo se encuentra en la Nouvelle Monadologie, en el Personnalisme, en los Dilemmes de la métaphisique pure, y en Histoire et solution des problemes métaphysÍques. Renouvier también publicó otros trabajos, e~tre ellos dos volúmenes sobre Hugo le Poete (1893) y Hugo le Philosophe (1900). Fundó la revista que sería más af.amada en el mun~o: L' Année Philosophique, y también la Critique philosophique, segwda por la Critique religieuse como suplemento. Este hombre, que fuera el honor de la filosofía francesa en el siglo pasado, no tuvo acceso a la Universidad por su republicanismo y amor a la libertad, Y solamente fue recibido en la Académie des Sciences Morales et Politiques en su vejez cuando cumplió los.ochenta y cinco años. Renouvier no fue únicame~te un gran te(írico y el fundador de una escuela filosófica nueva, el neocriticismo francés; nunca perdió de vista el bien Y el bien~star colectivo. Tenía, con respecto al pasado y al porvenir de. la humanidad, una teoría muy personal, la teoría del ~estado de guerra» Y de los ctres mundos». Imaginaba que la humanidad había vivido, en sus primer03 tiempos, en un estado de felicidad durante el cual dominaba a las fuerzas físicas. Pero habiendo cedido los hombres al orgullo Y derogado la justicia, siguió el estado de guerra, esto es, el reina~o del , egoísmo y el dominio de las pasiones. Tales fueron los dos primeros mundos. El filósofo estaba convencido de la necesidad de transformar las conciencias y de ayudar al advenimiento de un estado nuevo, bajo la autoridad moral de la razón: ése sería el tercer mundo. Para ser justos debemos destacar que en esto, co!11o en muchos a~ecto~ sociales de su pensamiento, Renouvier esta profun?amente mflui.~o por muchos de los grandes socialistas que vivieron baJO la Restaurac1on Y el Segundo Imperio, particularmente por Saint-Simon, Fourier, Proudhon y Louis Blanc. Renouvier tomó de ellos muchas ideas fecundas sobre el desarrollo de la humanidad y la organización de la sociedad. Lo esencial del pensamiento psicológico de Renouvier es objeto del segundo Essai de critique, esto es, la Psychologie, aunque sus.,, conceptos deben ser completados con ideas y nociones que se encuen- { tran en otros de sus escritos, principalmente los del último período, Monadologie y Le Personnalisme. Su psicología es racional, .o sea que, asienta sobre el análisis reflexivo. Desde el punto de vista filos6ficQ,

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ocupa el puesto central en el sistema neocriticista y aclara el resto.

En cuanto a la conciencia reflexiva, que es la base del análisis, Renouvier la explica afirmando que, además de tener conciencia de nuestras representaciones, también la tenemos de sus relaciones. Para hacer .ru análisis se debe recurrir a la introspecci6n y sin que haya otro medio posible. Pero es insuficiente describir y clasificar las representaciones, pue~ se requiere explicarlas, o sea someter a las leyes universales de la conciencia la representación que el hombre se forja de sí mismo. Estas leyes son las categorias, y aplicándolas a la vida mental se definen sus funciones. Este análisis es imprescindible, porque las representaciones son fenómenos compuestos, síntesis. El yo mismo es un conjunto de representaciones unidas entre ellas y con los fenómenos orgánicos, de manera que presentan una cierta permanencia. Para Renouvier no hay entidad ni sustancia; tampoco facultades del alma. Las tesis eclécticas no cuentan. Todo lo que· se puede comprobar son funcionea mentales, entendiendo por ellas variaciones que afectan algunos grupos. de representaciones en .sus relaciones con otros grupos. En aplicando las categorías a la vida mental se obtiene: 1) que conforme con la categoría de relación, nada se presenta bajo forma absoluta a la conciencia, sino que todo es relación; 2) que la personalidµ,d nos hace comprender que todo está, para nosotros, representado, o sea relacionado con una conciencia personal. Entre estas dos categorías extremas, las otras también se aplican a nuestras representaciones; 3) puesto que según la cantidad enwneramos todos los fenómenos, nos los representamos bajo la relación de unidad, de pluralidad, de totalidad; 4) que la posición nos las presenta bajo la forma de figuras y de distancias: a la categoría de posición corresponde la imaginación; 5) por la sucesión, la conciencia es memoria y previsión; la memoria puede traducirse tanto por la asociación de ideas como por la memoria voluntaria, que ubica los recuerdos; 6) que la cualidad distingue sujeto y atributo, encadena los términos, crea signos, y se manifiesta en la vida consciente por la función de razón; 7) que el cambio o devenir se traduce por la transición o encadenamiento de lÓs pensamientos; 8) que la causalidad, en el espíritu, se llama voluntad; 9) que, por último, la finalidad o fin rige las tendencias. Pero la conciencia es sobre todo personalidad o libertad. Este sistema está orientado contra los empiristas, especialmente los positivistas, que se contentan, según Renouvier, para explicar por una parte la conciencia, por otra las leyes de los fenómenos, con recurrir a la asociación de ideas y al hábito, sin que en su hipótesis haya certeza científica. Las categorías, sostiene Reº nouvier, se ejercen, y por el contrario, en ·razón de la experiencia, pero ·.no derivan de ella. Salen del espíritu, pero no de la razón impersonal !lUe imaginaban Cousin y su escuela, sino de un espíritu que es a la yez razón, pasión, voluntad, o sea de un espíritu individual y concreto.


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Renouvier reformó varias veces el cuadro de las categorías. El último cambio, publicado después de su muerte, pone aparte la relación, por la cual distinguimos 'al yo del no-yo, siguiendo las categorías lógicas: cualidad y cantidad. Tiempo, espacio y devenir sori las categorías de posición, mientras que las categorías de la persona, categorías propiamente psicológicas, comprenden finalidad, causalidad y personalidad. Para mantenernos en el terreno estrictamente de la hlstoria de la psicología, estudiaremos particularmente las tres categorías psicológicas y mostraremos cómo explican el sistema del espíritu. La finalidad se aplica a la vida mental en tanto que sistema de pasiones. En efecto, apetitos, deseos, pasiones, sólo se desarrollan bajo la condición de fines propuestos a nuestra actividad, y por ellos la conciencia tiende hacia otro estado. La pasión está constituida por la representación de un fin, un sentimiento indefinible y una impulsión natural a determinarse. Para estudiar las pasfone:;, que son múltiples y variadas, Renouvier ensaya, como hiciera Spinoza, reducirlas a algunos grupos primarios, de los que deducirá los otros. La finalidad permite reconocer esos grupos, que son los de las pasiones dirigentes (deseo y adversión), posesionales (alegría y tristeza) y adquirentes (entusiasmo y y cólera). Para Renouvier, las pasiones se corrigen por la inteligencia y, en el hombre, presentan, frente a las pasiones animales, la diferencia de que convergen a la búsqueda del bienestar. De este modo, el deber moral planteado por la inteligencia se presenta bajo la forma de bienes propuestos a la pasión. Fuera de las pasiones, la finalidad también explica los instintos y los hábitos. Por su parte, la causalúUui, desde el punto de vista psicológico, hace comprender la voluntad, Por la entrada en acción de la voluntad se produce una solución de continuidad en los fenómenos; rompe las serie naturales y.· establece un orden nuevo, la individualidad. Pero, ¿cómo entra en acción? Una re• presentación primero involuntaria se sostiene por una pasión y se conserva. Esta permanencia provoca la atención y la reflexión, gracias a las cuales concebimos las representaciones como posibles; esta noción de representación posible es la idea de potencia en tanto que dato en la conciencia. De este modo pasamos de la espontaneidad simple a la espontaneidad libre. Este pasaje es el sello de la conciencia humana, y en él se comprueba la acción de la voluntad en la media que destruye los hábitos viejos, crea hábitos nuevos y transforma nuestras funciones mentales, como implica la distinción indicada por todos los psicólogos entre ver y mirar, oír y escuchar, recordar espontáneamente y reconocer. Una vez establecida, la voluntad no tiene límites. Fundamenta la libertad, es más que la razón, ~s el poder superior del espíritu, plantea libremente los conceptos abstractos, los depone, los transforma. Desde el momento en que aparece la voluntad, las cosas dejan de ser, pues se hacen por sí mismas. En la Psychologie

ra.tionnelle, Renouvier separa el problema de la voluntad del problema de los movimientos. La voluntad sólo produce movimientos cuando no se detiene a tal o cual representación, y cuando las representaciones, según las leyes que unen los fenómenos orgánicos con las pasiones, la sensibilidad con las imágenes, están seguidas ininediatamente de movimientos determinados. En Personnalisme, Renouvier resuelve el problema de la relación de la voluntad con los movimientos admitiendo un acuerdo entre nuestra voluntad reflexiva y una causalidad voluntaria oscura que preside los movimientos del cuerpo; recurre a la teoría de las mónadas y de la armonía preestablecida, y considera el cuerpo como compuesto de verdaderas actividades o mónadas que concuerdan entre ellas. Ahora bien, una· volición no es ·el resultado de adquisiciones anteriores del sujeto, ni de las modificaciones que sufre, sino que la determinación voluntaria está tomada por el sujeto en el momento mismo de su resolución. No resulta de móviles, porque es un acto de causalidad propia. Los actos voluntarios son contingentes. Es después de acaecidos que creemos comprenderlos mejor considerándolos como determinados por motivos. Desde el punto de vista metafísico, esta concepción implica el pluralismo y el individualismo. En cuanto a la categoría de perSCY1ULlidad, significa la armonía racional, la posesión de la conciencia por sí misma, esto es, la libertad. Para comprender la libertad se debe encarar el caso cuando está atacada, o sea lo que Renouvier llama vértigo mental: bajo el dominio de una ·emoción muy fuerte, de una pasión, de una representación que se prolonga mucho, el sujeto toma por reales los productos de su imaginación, o incluso una idea hipotética: proceso psicopatológico que tiene por punto de partida el error de juicio y está causado por un debilitamiento de la armonía racional que es la perso:ti.alidad. Entre los casos extremos de vértigo mental y la voluntad reflexiva aparecen numerosas transiciones que forman el vértigo normal, en el cual nuestra imaginación o nuestros deseos dirigen nuestros actos con exclusión de la voluntad. La libertad se manifiesta tanto cuando suspendemos una decisión inminente, provocada por las pasiones; el hábito o la imaginación, como cuando intervenimos por la reflexión. Se trata de que la libertad, para Renouvier, es reflexiva: somos libres de ser libres, de determinarnos según motivos superiores. Esto no está en contradicción con nuestras tendencias y nuestros hábitos: la libertad no exige una tabula ra.sa, porque en medio de las influencias que se ejercen desde afuera, de nuestros hábitos;· de nuestras asociaciones de ideas espontáneas, la conciencia es automotora y todas las influencias que la alcanzan deben pasar por ella, ser juzgadas y transformadas por ella. En lo referente a lo adquirido y el hábito, los hemos querido o aceptado en el pasado, y podemos siempre revisarlos. Para Renouvier, nadie actúa como si creyera en el determinismo. La libertad es una

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convicción, una creencia, un deber moral. Es una postura se afuma· no requiere demostración, porque es el su-ieto el individuo' consciente' " , ' la personalidad. Pero, ¿qué es el sujeto para Renouvier? El segundo Essai nos explica, desde el punto de vista fenomep.ista, cómo un grupo de representaciones y de relaciones· entre representaciones, o sea de funciones, presenta una estabilidad y una permanencia que no poseen· los otros hechos de conciencia. Esta estabilidad va hasta la inmortalidad. Pero Renouvier es consciente de. las limitaciones del fenomenisni:o. en este orden d~ ideas y lo corrige, en sus últimos trabajos, admitiendo que cualqwer sujeto es, como postulaba Leibniz una mónada. La mónad~ no designa en Renouvier una entidad sust~ncial . una i uerza espontánea, ' dotada de apetición y de percepción . U11a' smo actividad espiritual, cualitativa e individual. Y de esta hipótesi~ resulta, finalmente, que la única .realidad es la mónada. La naturaleza es c~mo un escalonamiento de mónadas regido por la armonía preestablecida. En todas partes, afirma Renouvier, se encuentra cierto grado de conciencia, pues no hay objeto en sí, ni inclusive cosa en sí. El objeto está siempre dado en la idea, la idea está siempre dada en ilna conciencia. Todo es relaciones. Tal es el personalismo que · nuestro autor propugnara. La misma conciencia divina únicamente percibe por relaciones. Ninguna conciencia escapa a la ley del número. Definir a Dios por el infinito es una contradicción, o, mejor dicho la noción de infinit~ es siempre contradictoria, pues representa el ind~finido erigido en entidad, lo cual es absurdo de por sí. Y de la misma manera concluye Renouvier, que nuestra voluntad procede por comenzamÍentos absolutos, actúa Dios: la creación es un acto primero, sin antecedentes.

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7. Félix Ravaisson-Mollien y el neoespiritualismo. - FÉLIX RAVAISSON-MOLLIEN (1813-1900) ejerció desde 1870 gran influencia sobre la filosofía Y psicología francesas, pues les imprimió determinadas direccion~s que llevaron a la formación del neoespiritualismo, del que .Lacheher, Boutroux y Bergsorx fueron, para la filosofía. los dos primeros para la filosofía y la psicología el tercero, los r.epresentantes más co~ nocidos. Ravaisson publicó poco,2s pero sus escritos son modelo de estilo filosófico: el pensamiento es amplio, luminoso y sutil a la vez· la frase de aire clásico, se adorna con matices delicados y deja en ei lector I~ U:Upresion de encanto y de fuerza; posee un ritmo. interior que se siente. En suma, Ravaisson fue como escritor una figura de primera lí~ea. Su actividad fue polifacética; aparte de la filosofía, el dibujo, la pintura, la escultura le eran familiares y representaban actividades que practicaba con éxito. Profesionalmente siguió la carrera adminis-. trativa, que, en pasando por la Inspección General de la Enseñanza.: :.:iuperior en 1854, lo llevó en 1870 a «Conservateur des Antiques et de la Sculpture moderne» en el Museo del Louvre. Las preocupaciones'

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por el arte no fueron extrañas a su pensamiento filosófico, puesto que se fusionaron íntimamente con el mismo. Ya desde 1838, los principios de su filosofía estaban fijados: constituían un espiritualismo asentado sobre el pensamiento concebido como realidad. Mantuvo firmemente su posición, frente al positivismo, a los filósofos que se llamaban científicos y al semiespiritualismo. de los eclécticos. En relación con la escuela . ecléctica tomó una posición clara y definida en su artículo Fragments de Hamilton. LO juzga severamente, se rebela contra la observación interior como la practicaban Cousin, Jouffroy y sus discípulos, y proclama que la filosofía, lejos de fundarse sobre este método, era la ciencia de las causas y del espíritu en todas las cosas; con Descartes, Leibniz y Maine de Biran, afirma, es la reflexión del espíritu sobre sí mismo y no una psicología puramente descriptiva, lo que es capaz de fundamentarla. cSolamente hay realidad viviente -c-escribe21l- en la actividad interna del espíritu.» Ahora bien, agrega, los eclécticos pretenden hacer de la psicología una ciencia que observa los estados conscientes como si fueran fenómenos,. y semejante concepción lleva a una simple enumeración y a la inútil doctrina de las facultades del alma. A este semiespiritualismo, Ravaisson opone el «espiritualismo verdadero», cque encuentra hasta en la materia lo inmateriah a-0 y explica la naturaleza por el espíritu. El espíritu no se concluye por efectos exteriores; se ase interiormente en la reflexión. Para Ravaisson es inexacto hablar de cfenómenos» psicológicos, pues el ser del pensamiento es, esencialmente, acción, y debajo de esta acción no hay entidad. De este modo, lo propio del espíritu es asirse él mismo, conocerse en su acción: es el hecho de la reflexión. Para Ravaisson, se debe explicar primero el ser, para comprender después tanto al mundo físico como al moral. El ser es el px:imer móvil, aunque inmóvil exteriormente y .siendo interiormente acción plena. La naturaleza realiza al pensamiento del ser, y las organizaciones particulares, el hombre comprendido, solamente se explican por la organización total. De este modo, el pensamiento es acción y causa, el espíritu divino está presente en toda la naturaleza, el alma anima al cuerpo, o, mejor aún, el cuerpo está en el alma. Con viejas resonancias de Aristóteles, opone su realismo espiritualista al idealismo, formado por relaciones intelectuales,· que defendía Platón. Para Ravaisson son los individiws, no las relaciones, lo que constituye la realidad; pero sus individuos sólo existen por el acto del Espíritu. A la influencia de Aristóteles se agrega la de Leibniz: todo es diD.amismo y síntesis, y las armonías particulares que forman el mundo asientan en la armonía superior de la mónada suprema. Enemigo de las doctrinas mecanicistas, no acepta, sin embargo, al vitalismo, como hicieran Maine de Biran, Comte y Cournot; únicamente lo utiliza para conseguir argumentos que opone al materialismo.


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Renouvier admite, pues, una inteligencia intuitiva, que penetra de alguna manera en el corazón de las cosas y las conoce por el interior. La intuición a~í concebida corresponde, según él, al acto del espíritu que se ase en su plena realidad; es un tacto especial que se comprende al estudiar la visión del artista que percibe de golpe cla línea flexible y ondulante>, o sea que se trata de la vida misma, que no procura construirla geométricamente, por la medida y disposición de elementos mecánicos. Pero, ¿cuál es el pensamiento psicológico de nuestro autor? De lo que precede se sigue que, para Renouvier, pensamiento y voluntad constituyen la realidad. Pero ésta, en tanto que se nos presenta como naturaleza, adquiere aspecto mecanizado y, por consiguiente, entre lo mecanizado y lo espiritual debe haber un contiiiuo intercambio, que podemos estudiar actuando por medio del hábito, que es propio del viviente y, en consecuencia, del hombre. El hábito se define por la t'eceptividad, según la cual cada ser viviente registra las impresiones a su manera, y la espontaneidad, que se manifiesta claramente en las funciones intermitentes y es necesaria para que la percepción sensible se produzca. Los seres inferiores, que dependían íntimamente del medio, no poseen há~itos. Para que se establezcan se necesita que el ser viviente tenga su manera de reaccionar. Para Renouvier, el hábito sigue una doble ley: por una parte, l~s impresiones que· se repiten se debilitan y, al mismo tiempo, se convierten en necesidad; si faltan se percibe un vacío; por otra parte, la acción se fortalece con 'el hábito; el esfuerzo del comienzo se facilita, se atenúa, y da lugar a una tendencia independiente de nuestra voluntad. De este modo, el hábito constituye una sensibilidad y una actividad que, después. de haber formado parte de la conciencia, se independizan. A la pregunta ¿cuál es la extensión del hábito en la naturaleza?, Reilouvier responde: al igual que en el hombre asistimos al pasaje de la conciencia al automatismo, en la naturaleza comprobamos, con ·sentido inverso, una progresión gradual hacia la conciencia. En su origen es una tendencia sin esfuerzo, un deseo indefinible, un instinto primordial en el que se confunden el acto y ·su finalidad: estado de ncí.turaleza, multiplicidad indistinta, de donde surgirá la energía motriz; allí encontramos un estremecimiento apenas discernible, un vago resplandor de pensamiento; allí el pensamiento todavía está confundido con el mecanismo. Después nace la acción, y con. ella el sentiniiento correlativo de esfuerzo y de Tesistencia, y es a partir de ese momenfo cuando aparece la conciencia, que se irá amplificando sin cesar. De este modo, p~ra Renouvier, es. gracias al análisis del hábito psicológico que nos es posible ·descender a ese grado ínfimo de conciencia en el cual conciencia y mecanismo no se distinguen, y de inmediato remontar los grados de la vida consciente. Para Renouvier, el hábito no se· limita a las formas inferiores

de la actividad consciente, sino que también se extiende a sus formas más elevadas: a los sentimientos morales, por ejemplo, que prim¿ro nos asen bruscamente bajo la forma de emociones, después se atenúan, se transforman en necesidades regulares de actuar moralmente. Comienzan por un instinto del bien, por un deseo primordial, como la conciencia en la naturaleza, para alcanzar su pleno desarrollo y regresar luego a un curso regular y sin esfuerzo. El hábito también se extiende al entendimiento: pasivo, nos lo representa todo bajo la forma de extensión y de sucesión: la sensibilidad guía nuestras asociaciones de ideas. Activo, se manifiesta por la atención, y forma síntesis nuevas. Luego, más se ejercita el entendimiento, más rápidas y precisas se vuelven esas síntesis, y cuestan menos esfuerzo, hasta alcanzar la · espontaneidad natural. Este razonamiento lleva a Renouvier a la conclusión ineludible de su espiritualismo: materia y espíritu son una sola y única realidad, el espíritu, que en su unidad superior, en Dios, potencia y acto forman una e idéntica cosa: el pensamiento que se nutre de sí mismo. La materia resulta así un valor negativo, pues representa la limitación del espíritu. En cuanto a la naturaleza, condescendencia de Dios que se convierte en naturaleza, para retornar a su unidad a través de la serie de los seres, está formada por bosquejos, por fragmentos del Pensamiento. Ésta es la razón por la cual hay espontaneidad en todas partes, inclusive en el fenómeno tan simple del choque, pues el cuerpo chocado presenta una reacción y trata de conservar' su estado. Ésta es la razón por la cual el movimiento es otra cosa: que µn desplazamiento espacial. Tomado en sí mismo, es tendencia, acción; por tanto, pensamiento. La fatalidad sólo es aparente en la naturaleza, pues la espontaneidad· y la libertad son únicamente verdaderas. De todo esto resulta que la esencia misma de los fenómenos físicos no puede prescindir del pensamiento y. recurre a principios tales como el mínimum de gasto en mecánica, la finalidad en biología. La psicología de Renouvier no· es ni siquiera un bosquejo de sistema; apenas representa un programa, pero su importancia es capital para la historia, porque orientó a una gran corriente del pensamiento por el .camino del espiritualismo más puro y refinado, que tendrá su expresión psicológica más decantada con Henri Bergson y pesará con fuerza en la psicología y psicopatología del. siglo xx por más de cuarenta años y conservando todavía sus destellos. 8. Hippolyte Taine y Théodu.le Ribot, fu.nda.do'l'es de la psicología científica. - Fue Taine quien, con una serie de artículos famosos,81 dio el golpe de gracia a la escuela ecléctica y destrozó, política e intelectualmente, a sus sostenedores; fue Ribot el primero que tomó resuel'." tamente partido por la psicología científica, de la que se convirtió de inmediato en jefe indiscutido y cuyos cursos siguieron hombres para


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entonces ya ilustres, como Claude Bernard, Vulpin y Charcot. Hu>POLYTE TAINE (1828-1883) se inicia ·en la psicología con sus célebres Essais, donde brinda modelos de una antropología concreta que renueva el arte del retrato literario inspirándose en ideas tomadas de la biología. Todavía hoy los Essais sobre Racine, sobre Balzac, sobre los poetas ingleses, están considerados modelos en el género. Pero solamente fue en 1870 que Taine publicó una obra de psicología teórica: L'Intelligence. Su psicología aplicada precedió a su doctrina y es, sin duda, muy superior. Taine parte de la necesidad de tomar la psicología como base de las ciencias históricas y morales. La psicología, para él, debe ser independiente. Da ~a razón a Stuart Mili contra Comte, y opina que los positivistas también se equivocaron al excluir del saber la metafísica, pues nada es tan indispensable como las concepciones generales. En efecto, en la naturaleza reina un orden racional; sin duda los eclécticos se equivocaron de camino al pretender descubrirlo en }as ideas innatas, puesto que únicamente se lo conoce razonando sobre la experiencia. De hecho, afirma Taine, sólo existen ideas, pero no están dadas a priori en la razón. Sin embargo, son cognoscibles, y para llegar a conocerlas se deben estudiar los hechos y separar de ellos los caracteres esenciales, o sea hechos típicos que son, al mismo tiempo, leyes. Partimos, pues, de la observación y del análisis, y obtenemos algunas ideas dominantes que corresponden a los caracteres esenciales de la realidad, puesto que existe paralelismo entre las cosas y nuestras sensaciones, de la misma manera que entre la sucesión de los acontecimientos sensible y la de las ideas. De las ideas dominantes deducimos la explicación de la realidad. En estas pocas proposiciones que encontramos a través de toda la obra de Taine es patente la influencia del realismo de Spinoza y del idealismo de Hegel, singularmente combinados, al mismo tiempo que un esfuerzo para combinar esas doctrinas con el sensualismo del siglo xvnr y el de los ingleses. Además, está la biología, de la que toma la idea del carácter dominante y la noci6n de interdependencia de los órganos, que la completa. Por último, lo que dio a Taine el éxito de sus Essais de psicología concreta son sugestiones felices que recogió de Stendhal, de Guizot, de Jouffroy y de SainteBeuve; finalmente, el carácter del artista, el sentido de lo hermoso, es el carácter dominante y esencial de su pensamiento. No es, pues, de extrañar que su psicología concreta sea más sólida que la teórica. Pero comencemos por la psicología teórica, que está expuesta en su obra sobre La inteligencia.32 Este libro no da una idea del valor real de Taine; sorprende por sus contradicciones, sus paradojas, su desorden. Se percibe que los hechos están forzados y suena a falso. Su preocupación constante a lo largo de todo el texto es evitar al sujeto, al yo, y de representar la conciencia como una acumulación de acon. tecimientos. Ali~ la psicología es presentada por Taine como la ciencia

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de la imagen mental. Desde este punto de vista se puede decir que la psicología actual, influida por el conductismo y el psicoanálisis, ha tomado con sentido contrario las tesis de Taine, y acuerda que la iinagen mental es una ficción inútil. Mas, por viejas que puedan parecer las tesis de Taine, ¿qué es para él la imagen mental? Un simulacro q~e se forma en nosotros por el impulso de una excitación y del cual solo nos damos cuenta estudiando la alucina.ción. El caso patológico acl8;l"a. el hecho normal. La sensación es, pues, un acontecimiento muy sub3etivo Y representa una alucinación verdadera que por la ilusión nos lleva a la verdad, y los fantasmas de adentro nos revelan las cosas de afuera. La conciencia se compone de estas imágenes, para las que n_o hay facultades mentales ni yo que las produzcan. Nuestro yo es simpl~mente un polipero de imágenes. No obstante, las imágenes no son sunples; se componen de elementos; además, unas corresponden a ob~et~s sen~ibles actualmente presentes; otras, a recuerdos, y otras, por ultuno, a ideas. El papel del psicólogo es, para Taine, descubrir los elementos de las representaciones, la ley de ensamblamiento de esos elementos .Y los ,fenómen?s fisiológicos que los sostienen. En una palabr?, la psicologia de Tame es un atomismo mental. En cuanto a los metodos, preconiza la observación interna, enfocada exclusivamente sobre los hechos, los acontecimientos, y completada por el análisis de los signos, las monografías, las encuestas, los datos de la filología de las artes, de la historia de los hombres y de las ideas· y finalm~nte por la fisiología. Bajo la presión de la imagen sensible ~mitimos ~ conjunto de signos que se le asocian, al mismo tiempo que esta imagen se resume· en algunos caracteres que la fijan. De este modo de la vista de cien árboles sobreviven algunos caracteres comunes ~ esas cien imágene~: esbeltez del tronco, distribución de las hojas. Es así cómo, para Tame, se forma el concepto, y con éste la palabra que nos lo hace .retener. La palabra es el resto desecado de impresiones vivientes. Las ideas generales vienen, por consiguiente, de los sentidos y sólo son tendencias a dorilinar las cosas. Las imágenes resultan sustituidas por c:1'racte~es esenciales, .~ este sistema de sustitución, que crea ~ lengua3e corriente, se continua con la formación del lenguaje científico. En la vida normal hay, para Taine, un equilibrio entre las imágenes. Pero. la. alucinació~, el sueño, las ideas fijas, nos enseñan que, fuera d; si. rmsma, cada unagen tiende a imponerse, a invadir nuestra concienc1~, lo cual e~pl.ica que todas las imágenes se esfuercen por renacer. Si todas las unagenes no renacen por igual es debido a que algunas gozan de un predominio que proviene del grado de atención con el que se impusieron, de su frecuencia, de su repetición de sus asociaciones. Taine considera la sensación como la síntesis d~ gran número de elementos desapercibidos y de los que es la suma: de las combinado,..


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nes latentes de esos elementos sólo comprobamos los resultados. En .esto recoz;oce. el u:consciente y la síntesis, pero sin ver la diferencia .entre la sintes1s qu1mica y la síntesis mental. Además, la noción de ele.mentas desapercibidos y de combinaciones inconscientes entre esos oele~entos le P':rmite acentuar su atomismo psicológico. Es así como ~xphc~ la cualidad de las sensaciones por combinaciones puramente 10tens1vas (magnitud, número, orden, duración) entre los elementos que componen esas sensaciones. Cada uno de los elementos estaría a su v~z, determin~do fisiológicamente en sus relaciones con el mu~do exter~or. De. aqm que reconozca la necesidad, para el psicólogo, de estudiar al sistema nervioso. · ~s~cología concreta de Taine consiste en reconstituir un carácter md1vidual o una é•Joca. Para lograrlo emplea un método compue~to por dos ideas biológicas: lá idea de tipo y la idea de la coOTdinación de los 6Tganos. La primera, debida a Geoffroy de Saint-Hilaire· la segunda, a Cuvier. Entre los numerosos caracteres variables ha; algw:os que predominan, parecen más durables; los demás caracteres gravitan e.n torno de ellos y constituyen el tipo. Gracias a los caracteres dominantes es posib!.~ determinar especies, definirlas, relacionarlas u~as co~ otras. ,En efecto, se llega a seguir las transformaciones de un mismo tipo de organo a través de sus variaciones y a encontrar el lazo q.ue une esas variaciones entre ellas. La coOTdinaci6n de los 6Tgano8 n?s dice que .entre las diferentes partes de un organismo existe armoma, i:na finalidad que las hace colaborar en un mismo fin. Un carácter permite encontrar los otros. Cuando se tiene un carácter esencial se puede. descomponer el conjunto de que es parte integrante.ss Cuando, por e1emplo, se trata de comprender a un !'.'scritor, se debe clasificar los caracteres que se observan en su obra, separar los caracteres dominantes Y resumirlos con una fórmula que demuestre su dependencia mu.t1!,ª· ¿S~ procederá de la misma manera para una época de la hist~ria. Lo importante es trazar primero monografías. Se procurará por eJempl~, ~escribir la jo;nada típica de un artesano, de un guer'rero, de ~n .egis~ador ~e la epoca a estudiar. Se destacarán sus relaciones, s~s ~uencia~ reciprocas. Más allá de los acontecimientos y de las insti;uciones se rrá a los individuos, pues también la historia es psicolog1a concreta, Y nada es más real que el individuo. Para Taine la historia es un problema de psicología. cDaría -escribe 84-- cincuenta volúmenes de. constituci~n~s, cien volúmenes de piezas diplomáticas, por las memorias de Cellm1, por las cartas de San Pablo, por las conversaciones de sob~emesa de Lutero o por las comedias de Aristófanes.> y en otra parte 11 agr:ga: cEl verdadero objeto de la historia es el alma.> ~ay que c~nvertll" al pasado en viviente. En los pueblos, afirma, hay ti?ºª esenC14les, dependencias .mutuas entre los caracteres de los individuos que los componen, y un concurso de disposiciones morales. Estos

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elementos constituyen la raza. Colocad los pueblos en el medio en que viven, o sea en las circusntancias físicas y sociales que los rodean, y estudiad su manera propia de reaccionar; el momento, y habréis hecho revivir el pasado. Taine logra particularmente sus· reconstituciones de psicología concreta cuando se trata de una personalidad o de una figura de ficci6n que admira y lo entusiasma. Sus Essais, y sobre todo el de 1868 sobre la Ifigenia de Goethe, son modelos del género. La obra de THÉODULE RmoT (1839-1916) presenta gran unidad; pero como su curiosidad no le permite descubrir nada y vivió en la época en que la psicología científica se constituía, creaba sus métodos, es natural que sus ideas reflejen esa evolución, se amplifiquen en algunos puntos, se c;:orrijan y hasta se contradigan en otros. De este modo, en su obra se pueden distinguir tres fases sucesivas; la primera corresponde a la publicación de la Psychologie anglaise contemporaine (1870) y la Psychologie Allemande ccm.temporaine (1879), así como de su tesis sobre L'Hérédité (1873), la traducción de Spencer y un libro sobre Schopenhauer. Es sorprendente que Ribot, intrínsicamente antimetafísico, haya expuesto las ideas de un metafísico tan decidido como Schopenhauer; pero lo que busca y destaca en el filósofo alemán es la crítica al sustancialismo, la importancia concedida a la experiencia, una teoría del dinamismo y del inconsciente, nociones que Ribot empleará con liberalidad en su psicología. La segunda fase del desarrollo de las ideas de Ribot corresponde . a las cuatro monografías sobre Les maladies de la mémoire (1881), de La Volcm.té (1884), de la Personnalité (1885) y sobre la Attention (1888). La tercera fase está casi exclusivamente consagrada a la psicología de los estados afectivos, que estudia desde el punto de vista de las nociones de evolución y del inconsciente. A este periplo corresponden la Psychologie des · sentiments (1896), la Evolution des idées généraies (1897), la Imaginatio'll. créatrice (1900), la Logique des sentiments (1905), las Passions (1907), los Problemes de psychologie affectwe (1910), la Vie inconsciente et les m.ouvements (1914). Es importante destacar estas fases en la obra de Ribot, porque más allá de su evolución mental señalan la evolución propiamente dicha de la psicología científicá en Francia. En efecto, SU3 primeros trabajos representan una actifod agresiva, casi panfl.etaria, pero la desaparición del eclecticismo modifica el tono de los comienzos; la observación interna, que los eclécticos habían desvalorizado, es retomada, empleada con mayor precisión. En 1870, Ribot se colocaba en el mismo punto de vista que Mill y Taine; se pronunciaba contra el empleo exclusivo de la observación interna y, sobre todo, su uso indiscriminado. La conserva con el sentido de la introspecci6n de los ingle11es y procura completarla con otros métodos: el análisis que tiende a descubrir los elementos de la vida mental, el estudio de la froolucicSn


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del espíritu, la psicologí,a, comparada. y la psicologf.a mórbida. &ta última cobró gradualmente importancia primordial en la obra de Ribot. E.~tos métodos analíticos los completa con la síntesis, que caracteriza la psicología concreta, o sea la reconstrucción de los tipos y los caracteres, sobre los que tanto insistiera Taine. En esta época, Ribot considera al yo como nombre colectivo para designar la totalidad de los estados de conciencia. La psicología tiene por objeto las representaciones, sus elementos, las asociaciones entre éstos. En 1879, en el Méthode des Sciences, obra debida a la colaboración de numerosos investigadores, Ribot se muestra mucho más severo con la observación interna. Insiste en el empleo de la experimentación en psicología y sobre las enseñanzas de la fisiología, que dan una explicación científica de aquello que la psicología sólo sabe describir. Cuando en 1900 Ribot retoma estos problemas, los tiempos han cambiado, el espiritualismo ecléctico había desaparecido, la experimentación no ~abía dado aquello que la psicología esperaba, las explicaciones fisiológicas aparecían como dudosas y variables, la observación interna había retomado un nuevo valor y, finalmente, las monografías sobre los hombres de genio, investigaciones preconizadas por Comte y el estudio de los estados afectivos habían cambiado radicalmente el aspecto de la psicología, y el cuadro de los métodos que ahora traza Ribot es más rico, más flexible, mejor adaptado a un conocimiento que se extiende en todo sentido. Dis;.. tingue tres grupos de métodos: subjetivos, objetivos y experimentales. Los métodos subjetivos tienen como fundamento la introspección, que Ribot ahora justifica porque la conciencia conoce directamente los hechos que la constituyen, y por lo tanto la observación de uno mismo no es nada inferior a la observación externa. Ésta, que debe pasar por los sentidos, no es más segura ni objetiva que la observación interna. Los métodos objetivos son de dos clases: directos o indirectos. Los métodos objetivos directoa son genera.les si observan la vida mental en los otros hombres, en los niños y en los animales y la interpretan por medio de lo que observamos en ellos; son individua.les como en los tests, en las encuestas, que pueden ser indirectas como el cuestionario dirigido a gran número de personas y sobre cuyo empleo no se tiene control. Los métodos ob;etivos indirectos consisten en consultar memorias, biografías, hechos históricos, costumbres, religiones. En cuanto a los métodos experimentales, Ribot los divide en psioofisiol6gicos, psicofísicos y patológicos. Los primeros estudian las relaciones .entre la actividad mental y las transformaciones orgánicas, brindando grandes recursos al conocimiento de los movimientos de expresión, de las sensaciones orgánicas, de la motricidad. Los segundos, a pesar del pesado aparato de cifras que los acompañan, han producido muy poco: las condiciones en que se coloca al sujeto son artificiales, los hechos que se miden tienen poco interés psicológico, y el sistema de los términos

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medios mezcla hechos muy diferentes, que sólo se acercan entre ellos por medio de una apreciación completamente externa. Los últimos, los . métodos patológicos, son para Ribot los más fecundos, y es a él que se debe su empleo regular en· la psicología. Se los puede dividir en método patológico propia.mente dicho, que estudia las enfermedades mentales para conocer a través de ellas mejor el funcionamiento normal, e hi'¡motismo, que es un proceder experimental. Con el estudio de la psicopatología: Enfermedades de Za. memoria., de la Voluntad, de la Personalidad, Ribot introduce en psicología una nueva concepción, que podemos denominar psicología. en profundidad, frente al asociacionismo que imperaba y solamente era una psicología de la superficie. La vida mental está considerada como formada por capas superpuestas, de las cuales las más alejadas de la superficie son ,; · las menos conscientes y las más estables; la conciencia es, así, poca cosa frente .al inconsciente. Las formas conscientes se desarrollan de las inconscientes, por la. ley de la evolución. Pero la verdadera originalidad del método patológico en Ribot está en que las enfermedades mentales nos hacen conocer la regresión, la reversión o pérdida sucesiva de funciones, descendiendo de lo inestable, que es más reciente, a las formaciones anteriores y más estables. La enfermedad mental, para Ribot, nos hace recorrer la evolución a la inversa. En este momento de su obra, Ribot considera al inconsciente como puramente fisiológico, tesis que sin embargo atenuará más tarde. Al mismo tiempo ataca al intelectualismo. Las asociaciones de ideas son superficiales; lo esencial son los estados afectivos, que resultan de la actividad de numerosas tendencias que provienen de la herencia y del medio y se propagan en el sistema nervioso. Las más fuertes constituyen el carácter. Además, provocan espo-ntánea. e involuntaria.mente nuestro interés por las cosas de afuera y constituyen la atención que, primero espontánea, como en el animal, se vuelve voluntaria por su ejercicio, bajo la presión de las necesidades sociales. La atención sustituye la multiplicidad de las tendencias con una unidad relativa: es elección, detención de tendencias opuestas, convergencia. Se constituye por fenómenos moto.· res. El conjunto de estas formaciones resulta de leyes biol6gioo.s: necesidad del organismo que procura mantenerse, perfeccionamiento del individuo por asociaciones más complejas, tendencias inconscientes de o.tigen orgánico, dinamismo fisiológico. ~tas son las ideas directoras comunes de las cuatro monografías · que caracterizan el segundo período de la psicología de Théodule Ribot, · y cuya aplicación concreta da para nuestro autor los siguientes resultados. En Les ma.ladies de Za. mémoire encuentra que las .teorías inte' lectualistas ponen el acento sobre el aspecto de la memoria conocido . como reconocimiento o localización, y que consiste en ubicar exacta.mente en su tiempo los acontecimientos del pasado. Pero para Ribot,


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la conservación y la reproducción de los recuerdos son los aspectos . esenciales de la memoria, y los relaciona con propiedades biológicas , que define como cualidad de las células que, bajo la presión de diferentes circunstancias, han funcionado en concierto y conservan una tendencia a reproducir su asociación. Se trata de un dinamismo latente propio de los centros nerviosos. Cuando las mismas asociaciones se repiten se estabilizan. En todo hecho de memoria, como en toda percepción sensible, numerosas células entran en acción conjunta, y son los mismos elementos los que concurren en una percepción sensible y en el recuerd~ que la reproduce. El estudio de las amnesias progresivas nos ilustran exactamente sobre la evolución de la memoria: reproducen, con sentido inverso, las diferentes fases del desarrollo qúe siguió la memoria para constituirse; abolen primero los recuerdos más recientes, después las ideas adquiridas anteriormente, y de inmediato los sentimientos y los afectos, para terminar con las acciones habituales. Esto es lo que se llama Ley de Ribot, la cual nos enseña que los sentimientos están más fuertemente anclados en nosotros que las ideas y son más personales. El estudio de las amnesias parciales y el de los signos permite a Ribot descubrir el papel de los elementos motorea en la vida mental. La amnesia de los signos es, para él, una enfermedad de la: memoria motriz, y nos enseña que es gracias a los residuos motores conservados por el cerebro que aprendemos a hablar y a escribir. En Les maladies de la volonté, Ribot encuentra que también la voluntad revela una evolución sucesiva y por etapas superpuestas, que lleva la vida mental de los movimientos reflejos, coordinados hereditariamente, que se observan desde los primeros días del niño, a los deseos, formas afectivas elementales, que se vuelven conscientes desde · el momento en que adquieren una duración y una intensidad suficien-. tes. Sólo al término de esa evolución se desarrolla la voluntad, poder de detención y de elección, determinado por estados inconscientes o fisiológicos, subconscientes o automáticos, y conscientes. El conjunto de esos estados constituye en cada instante el yo, el carácter individual. La causa de nuestros estados de voluntad no es, pues, una facultad del alma, sino nuestra propia manera de sentir. De este modo, la voluntad tiene su origen en el movimiento reflejo y evoluciona presentando un conjunto siempre más complejo de funciones, con la adaptación a un fin. Por su parte, el examen de Les maladies de la peraonnalité enseña a Ribot que el yo no es una entidad abstracta, sino un conjunto muy complejo de movimientos y de funciones, y que lo importante en la constitución y conservación del sentimiento de personalidad son, ante todo, las sensaciones orgánicas y su continuidad. Los desórdenes de la personalidad están en estrecha dependencia con los desórdenes de las sensaciones orgánicas. A esto se debe agregar

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la memoria· memoria y sentimientos traducen la continuidad de la actividad or~ánica. Tales son los elementos de la personalidad, Y la idea aparece aquí como secundaria. Otrn conclusión que fluye de estos tres trabajos es que para Ribot la concrencia no es un epüenómeno, pues se ve bien claro que el estado de conciencia es un factor fundamental de la vida mental, aunque no teaga nada de absoluto, y que estados inconscientes y subconscientes colaboran siempre con ella. Es de este modo cómo una pasión, cuya elaboración es inconsciente, cambia el carácter y extiende su esfera de acción convirtiéndose en consciente. En resumen, para Ribot la estructurd mental es la siguiente: cuando comienza la vida consciente, la vida psíquica ya existe: es el inconsciente, que se compone. d~ tendencias debidas a las reacciones orgánicas, de grupos de movimientos regidos por una finalidad interna, y por detenciones de movimientos. El inconsciente primordial abarca una pluralidad de tendencias. Éstas próvocan en la conciencia estados afectivos que determinan la elección de impresiones sensibles y la reacción propia del individuo. Para el desarrollo intelectual, los estados afectivos, sin perder su influencia, se combinan con la inteligencia, que es elección, síntesis Y abstracción, que resume en imágenes las impresiones elegidas y sustituye de inmediato las imágenes por signos. El razonamiento, dominado por el sentimiento obedece al valor; si queda al servicio de la emoción, sintetiza en ~ acto de intuición el dinamismo inconsciente, 'las tendencias afectivas y la adquisición intelectual; si se orienta hacia la búsqueda centífica se presenta como un sistema de abstracciones Y de sustitu' . ciones que son las relaciones racionales. Bajo el impulso de Taine y de Ribot, la psicología científica francesa tomó una orientación que la distingue netamente de lo que fue, bajo la influencia alemana, la psicología experimental. Incluso se puede decir que se caracteriza. por haber dado resultados mucho más fecundos. Lo que interesa es la actividad mental tal como se presenta de manera concreta, sus aspectos tomados en su conjunto, las variaciones de esos aspectos en funciones mutuas de los unos y los otros: la vida y las transformaciones de las imágenes, las relaciones de la emoción con los ritmos orgánicos, el desarrollo de la inteligencia, los lúnites del automatismo y de la conciencia, el subconsciente, los estados afectivos, los sueños. Aplicar a la vida del espíritu la medida y el número, reducirla a cantidades, sin tener en cuenta lo esencial, la reacción propia del sujeto, es lo que intentaron, como vimos, los experimentadores alemanes, al mismo tiempo que los empiristas ingleses desconocían en igual medida el carácter, descomponiéndolo en elementos y formulando las pretendidas leyes de asociación de esos elementos: leyes de tipo mecánico, impersonales también. Para la escuela científica francesa, esas hipótesis excluyen de la psicología lo que es propiamente psico-


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l6gico, y su gran mérito, que recae sobre todo en Taine y Ribot, es de haber intentado precisamente conocer el proceso y las funciones de la vida mental, sin querer descomponerla en átomos despojados de toda subjetividad.

NOTAS l. La psychologie anglaiae contemporaine, Loe. cit., y La PB11ehologie allemande contemporaine, Paris, 1898. 2. Georges Dwelshauvers, La. Psychologie fran~aise contemporaine, París, 1920. , 3. Cf. Benedetto Croce, Storia d'Europa nel secolo decimonono, Bari, 1932. 4. Vid. Alberto L. Merani, Na.tu.raleza humana 11 educación, Grijalbo, México, 1972. 5. Cahier-Journal, 27 mai 1794, Edic. La Valette Monb;un, Paris, 1914. 6. Sobre Maine de Birari educador véase: Alexís Bertrand, La psychologie de l'effort et les doctrines contemporaines, Paris, 1898. 7. Joumal intime, 28 mai 1816. . 8. Vid. Delbos, Figures et doctrines des philosophes, París, 1918. 9. Para una bibliografía completa de los escritos de Maine de Biran vid. Henri Goubier, Oeuvres choisies de Maine de BiTan, Paris, 1942, obra sobre la cual citaremos los textos biranianos. 10. En Oeuvres choisies, Loe. cit. 11. Correspondences, Edic. Lair, Paris, 1901. 12. Las obras de Théodore Jouffroy son: Cours de droit naturel, París, 1835; Préface a La traduction des Esquises de philosophie morales de .bugald Steioa.Td, París, 1826; Préface au.l: Oewvres de Reid, París, 1835; Mélanges philosophiques, Paris, ¡842; Cours d'Esthétique (póstuma), París, 1843; Nouveau:r: mélanges philosophiques (póstuma), París, 1842; Correspondence, Paris, 1901. 13. Vid. Cours de Droit Naturel, Loe. cit. 14. Vid. Cours d'estéthique, Loe. cit. 15. Nouvea.u:r: Mélanges, Loe. cit. 16. Paul Janet, Principes de métaphysique et de psychologie, París, 1897. 17. Cf. Luciep. Lévy-Bruhl, La Philosophie d'Auguste Comte, Paris, 1900, y Georges Dumas, Quid Comte de sua.e aetatis psycho1ogicis senserit, Paris, 1886. 18. Se sabe que Comte admitía el sistema de Gall, con localización estricta de las diferentes formas de actividad mental, y que, partidario convencido del vitalismo, negaba que los fenómenos vitales y psíquicos, por supuesto, pudieran explicarse .por leyes físicas y químicas. 19. Cours de po!itique positive, Loe. cit. 20. Cf. G. Dumas, Psychologie des Deu:r: Messies positivistes, Saint-Simon et A li,¡¡uste Comte, Paris, 1905. 21. Autor de numerosas obras de econonúa, de matemáticas y de filosofía, entre estas últimas, Cournot escribió: Essai sur le fondement de nos connais.winccs, 1851; Traité de l'enchainement des idées fonda.mentales, 1861; Materia.lisme, vitaíisme, rationalisme, 1857; Souvenirs, edic. Bottinelli (póstuma), 1913. 22. Traité de l'enchainement des idées fondamentales, Loe. cit. 23. Essai sur le fondement de nos connaissances, Loe. cit. 24. Souvenirs, Loe. cit. 25. Materialisme, vitaliame, rationalisme, Loe. cit. 26. Vid. Essai, Loe. cit. 27. Vid. Traité, Loe. cit.

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28. Aristote, 2 vols., París, 1837 y 1846, obra no concluida· L'habitude1 Pa-

r~ 1838; . .z;:ragments de Hamilton, Rév. de Deme Mondes, Par'is, 1840; Le Stoi-

cisme, ParJ.S, 1857; Rapport sur la ph.ilosophie en France, Paris, 1867, 2.• edic. a~entada, 18~; La .Philosophie de P~al, París, 1887; L'Education, Rév. Blue, ParlS, 1887; Metaphysique et Mora.le, Rév. de Mét. et Mor. Paris 1893· Testament ' ' ' philosophique, Rév. Mét. et Mor., París, 1901. 29. Fragments de Ha.milton, Loe. cit. 30. Fragments de Hamilton, Loe. cit. 31. En 1875, esos artículos fueron reunidos y publicados bajo la forma de libro con el título: Les philosophes fra~ais du XIX• siecle. 32. De l'intelligence, París, 1870. 33. Vid. «Préface», de los Essais, Loe. cit. 34. La. Littérature anglaise, Paris, 18... 35. «Essai sur Tite-Live., Essais, Loe. cit.


HISTORIA CRÍTICA DE LA PSICOLOGÍA

CAPÍTULO 5

LOS EPiGONOS l. Epígonos ingleses. - Charles Darwin está presente en mayor grado en las figuras menores de la psicología inglesa que en las principales. En efecto, uno de los frutos de la doctrina de la evolución fue poner de relieve la importancia que tienen los fen6menos psíquicos patológicos para ilustrar los normales. Por ser la conciencia actual del hombre el resultado de una larga evolución de la especie, que se repite de manera infinitamente abreviada en. el individuo, de la misma manera las enfermedades mentales, se pensó, deben cumplirse según el proceso de involución, en el cual se puede tener, por así decirlo Y como pensaba en Francia Ribot, un control del proceso nomial. De tal , manera, el proceso patológico sirve para reconstruir el normal y puede ser una fuente riquísima de conocimiento para la psicología. Uno de los primeros, y por cierto el más notable entre los psicólogos ingleses que vieron la posibilidad de estas investigaciones, fue HENRY MAUDSLEY (1836-1918), quien a pesar de sus puntos de vista unilaterales contribuyó para abrir un nuevo camino a la psicología científica. Sus principales obras son Physiology of mind (1863) ; Pathology of mind, editada en 1867 y vuelta a publicar en 1876 en dos volúmenes, uno que trata la fisiología y otro la patología del espíritu: Bo4y and mind (1870); Body and Will (1883), y Responsability i~ mental diseases (1874). Para Maudsley, como indican claramente los títulos de su~ obras, la psicología está completamente absorbida por la fisiología, y el estudio de los hechos de conciencia, de su conexión y de su manera de desarrollarse está implícitamente contenido en el estudio de las funciones del sistema nervioso. Sostiene que la conciencia no es lo más importante del hombre, sino que representa un epifenómeno, un hecho sobrepuesto a lo que, por el contrario, constituye la verdadera esencia del ser organizado, o sea el complejo de los impulsos y de los instintos que salen del organismo. Se trata, en última instancia, de una traduc~ión al materialismo ingenuo de las ideas espiritualistas de Schopenhauer, par11 el cual la conciencia carece de poder para dirigir al ser, puesto que éste actúa de por sí y movido por una fuerza espontánea ciega.

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. Es fácil comprender cómo, dada la estrecha conexión entre la nueva orientación científica de los estudios psicológicos y la evolucionista de los biológicos muchos naturalistas de profesión trataron también de ' fenómenos psicológicos. Y también se co,mprende ~o~o , ocuparse de los los naturalistas debieron inclinarse a considerar los fenomenos ps1qwcos desde un punto de vista propio, diverso del de los psicólogos puros y los filósofos. Un naturalista inglés que a pesar de ocuparse muy parcialmente de la psicología influyó bastante sobre su progreso fue · Tm:onoR LAicoCK (1812-1876), dada su preocupación por el estudio de los procesos de la conciencia. En 1838 expuso una teoría, que mucho después fuera célebre, en torno de la llamada cerebra.ci6n inconsciente, y que en 1860 desarrolló. en: su obra Mind and Brain. Tuvo además el mérito de haber sido, con Maudsley, uno de los primeros en ocuparse de los fenómenos mentales patológicos en relación con los normales. Otro que trató incidentalmente, pero con amplitud de ideas, problemas de psicología fue Wn,LIAM BENJAMIN CARPENTER (1813-1885), naturalista y fisiólogo, cuya obra Zoology and instinct in animals (1851) plantea la génesis animal de los instintos humanos. También es de recordarse en la línea de los naturalistas a W. TH. MoRELL (1822.;.1890), que escribió una Introduction to mental philosophy on the inductive method {1861); sus conceptos, aunque evolucionistas en el fondo, se resienten mucho por el influjo de las doctrinas alemanas de la escuela de Herbat. En cuanto a THoMAs MURPHY (1828-1873), cuya obra Habitat an intelligence in their conne.rion with the laws of matter and force (1869) gozó de merecida fama, procuró conciliar las nuevas teorías de la evolución con las antiguas de la asociación. La cpsicología de los pueblos) o psicología social tiene doble origen, que corresponde, se puede decir, a dos países: Alemania e Inglaterra, y cuyo desarrollo es pragmáticamente colonialista. En efecto, los ingleses del siglo XIX deben conocer las peculiaridades de los pueblos que habitan sus colonias extendidas por el globo; los alemanes pertenecen a un mosaico de nacionalidades, sobre todo como cabeza racial de un conglomerado heterogéneo que es el imperio austro-húngaro, y despiertan al mismo tiempo al colonialismo, pues toman parte del reparto de África después de 1870. Pero no debemos olvidar que la raíz ideológica, el origen racional de la «psicología de los pueblos», corresponde filosóficamente tanto al interés de la escuela romántica y de la empirista, que poseen en común un carácter que las distingue netamente de la filosofía racionalista del siglo anterior, o sea su profundo sentido de la continuidad y de la evolución en la naturaleza y en la historia. La escuela romántica, y especialmente Hegel, dio, a diferencia del empirismo que puso sobre todo de relieve la evolución natural, importania particular al desenvolvimiento histórico del pensamiento, en las formas sociales y jurídicas, y en las producciones del arte y de la ciencia. Por


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su parte, Comte y el positivismo, y tras de sus huellas el empirismo inglés, llegaba por otros caminos a los mismos resultados, ya que, buscando el fundamento de las ciencias sociales en las disciplinas físicas y biológicas, llegaba a asignar a la sociología la máxima importancia dentro del sistema de las ciencias, La orientación positivista encontró muchos secuaces en Inglaterra, mientras que en Alemania se siguió, en general, aunque modificándolo con el tiempo, el método cerradamente histórico indicado por Hegel. Ya Mili había destacado la importancia de las ciencias morales y de sus relaciones con la psicología general; pero las contribuciones más notables al desarrollo de la psicología de los pueblos la dio Sp~cer, que en su primera obra, Social stacties (1850), concibió la evolución de la sociedad a semejanza de la evolución de los organismos. Pero las principales contribuciones en este sentido en Inglaterra las dieron los estudios antropológicos de JoHN LUBBOCK (1834-1913) 1 y de EDWARD BURNETT TYLoR (1832-1917) sobre los orígenes de la civilización y sobre el hombre prehistórico;2 apoyándose en varias ramas del saber y haciéndolas confluir en la sociología, la antropología y la paleontología, dieron hipótesis verosímiles sobre las condiciones psicológicas de la humanidad primitiva. Lubbock se ocupó sobre todo de completar e ilustrar las investigaciones en torno de la civilización primitiva de los pueblos civilizados en relación con las condiciones intelectuales y morales de los pueblos salvajes existentes para su época. Tanto o más ricas en resultados fueron las investigaciones de mitología comparada y de lingüística realizadas por Max Müller (1828-1893), de origen germano pero que vivió y trabajó en Inglaterra y que conjugó felizmente los caracteres más salientes de ambas culturas. La famosa obra de Max Müller sobre la cienda del lenguaje, traducida en casi todas las lenguas cultas, apareció en dos series, del 1861 al 1864. 3 Aunque famoso como orientalista e historiador de las religiones, en lo que respecta a la psicología social, Müller no la desarrolló con mucha precisión en lo que a métodos y exposición se refiere, ateniéndose a un procedimiento estrictamente empírico y descriptivo, tq]. como preconizara e hiciera Spencer. De la misma manera fue de gran importancia la obra en dos volúmenes de JAMES SULLY (1842-1923), The human mind, publicada en 1892 y que es una ampliación de otro libro mucho más breve titulado Outlines of Psychology, aparecido en 1884. Obra escrita con método excelente y con mucha doctrina, en la cual se procura contemporizar las principales tendencias que para entonces pugnaban en la psicología. 4 Si bien es cierto que Sully sigue en su obra un procedimiento demasiado esquemático y convencional en la distribución de la materia y no hace aparecer muy claramente el desenvolvimiento real de los procesos psíquicos, no cabe duda que posee un concepto muy claro de la unidad de las funciones psíquicas y de la importancia que para ellas tienen la intención y la voluntad.

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2. Sobre las huellas de Herbat y de Wundt. - La conclusión metodológica de Wundt de que, dados los puntos de contacto entre la conciencia y la naturaleza externa, se sigue que la psicología puede emplear en parte los métodos de las ciencias físicas y biológicas, y por tanto ser una ciencia experimental, dio en Alemania impulso a una tendencia muy fuerte para conceder fundamento científico a la psicología. Por este camino ADOLFO Hoawxcz (1831-1894) intentó un tratamiento completo de los hechos psíquicos basándose en los resultados de la fisiología. Los Psycho"Logische Analysen auf pshysio"Logischen Grundlage: ein Versuch zur Neubegründung cLer Seelenlehre de Horwicz aparecieron en tres volúmenes entre 1872 y 1878. Esta obra contiene muchas observaciones notables, pero tiene el grave defecto de una exposición desordenada y confusa. Además, el autor, aunque profese atenerse a la pura experiencia, se explaya a menudo en teorías generales muy discutibles y lleva su antiintelectualismo al extremo de hacer del sentimiento la facultad más primitiva del espíritu, considerándolo como «la expresión directa del impulso que tiene el alma por la propia· conservación:..6 Ésta fue una teoría extremada que solamente podía justificarse como reacción a la teoría de los herbatianos, según la cual el sentimiento es una facultad exclusivamente derivada. En el parágrafo anterior indicamos orígenes y orientaciones de la psicología de los pueblos; Un estudio completo de la vida de los pueblos salvajes basado sobre una impresionante cantidad de noticias etnográficas fue intentado por un secuaz de Herbat, THEODOR WAITZ (1821-1864). Waitz, profesor en Marburgo, siguiendo las huellas de su maestro, se esforzó por dar base oientífica a la· psicología, que deseaba elevar a la categoría de ciencia fundamental de la filosofía, en oposición con las ideas de Fichte, Schelling y. Hegel, para los cuales la psicología sólo tenía importancia puramente secundaria. Después de haber publicado varios trabajos de psicología general, Waitz comenzó su obra Antropologie der Naturvolker, que constituye su trabajo más importante pero que no llegó a concluir y del cual los cuatro primeros volúmenes aparecieron entre 1859 y 1865; el quinto y el sexto se publicaron, respectivamente, en 1867 y 1872. Waitz también escribió una obra: Die Indianer Ncmfumerika, publicada en 1865, y que es una especie de suplemento de la anterior. Otro cultivador estimado de la psicología social en su aspecto etnográfico y sociológico fue ADOLFO BASTIAN (1826-1905), profesor de la Universidad de Berlín y autor de varios trabajos, entre los que destacan Der Mensch in der Geschichte (1860), BeitTilge zur vergleichenden Psycho"Logie, Ethnologische Forschungen (1876) y Das Bestiindige in den M enschenrassen (1868). Más riguro~os y sistemáticos en este terreno, y tanto que inclusive se los puede considerar los verdaderos creadores de la «psicología de los pueblos», fueron M. LAZARUS (1824-1903) y H. 8TEINTHAL (1823-1899), ambos seguidores de Herbat.

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Lazarus publicó en 1855 su célebre Das Leben der Seele, en tres volúmenes, en los que se encuentran expuestos en forma ordenada los resultados de las investigaciones en torno de la evolución psíquica de los pueblos y los principios de la nueva rama de la psicología. Lazarus no se limita al procedimiento puramente descriptivo y empírico en el cual se había acantonado el método histórico para las ciencias morales, sino que busca en la evolución de las ideas y de los sentimientos de los pueblos las leyes que los gobiernan, de manera de poder hacer de la psicología una ciencia que tenga para las disciplinas históricas y sociales el mismo valor explicativo y fundamental que tienen la fisiología ' y la física para las ciencias de la naturaleza.e Steinthal se ocupa de manera más particular de las relaciones entre la psicología y la lingüística, especialmente en su· obra Einleitung in die Psychologie und S¡rrachwissenschaft, publicada en 1871, y que es ia reelaboración de otra editada en 1855 con el título de Grammatik, Logik, Psychologie, ihre Principien und ihr Verhiiltniss zur einander. Lazarus y Steinthal publicaron juntos, desde 1860 a 1870, una revista de psicología de los pueblos y lingüística, 7 que luego fue continuada con la Zeitschrift des V ereins für Volkskunde y destinada a recoger noticias y observaciones sobre la vida l.ntelectual y moral de los pueblos, las que gradualmente terminaron por constituir un rico material de estudio, tanto para la psicología como para las ciencias históricas y sociales. Entre los Elementos de psicología fisiológica y el Compendio de psioología de Wundt, o sea de 1874 a 1896, fueron publicados en Alemania muchísimos trabajos de psicología inspirados en la nueva orientación. Pero en la medida que la nueva psicología tomaba poco a poco la delantera no dejaron por ello de aparecer obras que más o menos resueltamente seguían todavía el método de la observación interna. Entre las más notables están las de ThANZ BRENTANO (1838-1913), profesor de la Universidad de Viena, filosóficamente neoescolástico y sacerdote católico que, habiendo colgado los hábitos, debió finalmente abandonar la docencia y radicarse en Italia. Su Psychologie vom empirischen Standpunkte, 8 publicada en 1874, está dentro de los lineamentos del tomismo, aunque en su escrito precedente de 1867, La psicología de Aristóteles, pone en primera línea al nous poietikós. No obstante estas bases, se declara partidario de los métodos experimentales, que no practica aunque haya abogado por la fundación de un laboratorio de psicología en la Universidad de Viena. Para Brentano, la fuente de la experiencia psicológica consiste en la percepción interna, sin la cual cualquier tentativa para comprender lo psíquico resulta estéril. Además, las percepciones del mundo exterior no pueder. brindiir modelos del pensamiento para el conocimiento de la vida psíquica· los hechos psíquicos son de otra naturaleza: son actos del alma. En su conjunto forman el alma, de cuya realidad Brentano no duda. Por tal motivo 1

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continúa definiendo la psiCología como «Ciencia del alma>, en Íranco contraste con el fenomenismo de la psicología experimental que le era contemporánea y que cada vez se afirmaba más. También tuvo éxito THEODOR LIPPS (1851-1914), profesor en Münich, con su teoría de la Einfühlung, o teoría de la «inmedesimación>, término qué toma. de la estética de Vischer y con el cual indica el proceso base del comprender intersubjetiva de la exterioridad de la expresión. En· sus obras Die Grundthatsachen des Seelenlebens (1883) y · Psychologische Untersuchungen (1907-1912) basa el saber psicológico en la experiencia interna, y por ello la necesidad de considerar la psicología como «Ciencia de la vida espiritual:>. Y Lipps va todavía más allá: la psicología representa para él la ciencia fundamental de la lógica, de la estética y de la ética, que únicamente pueden alcanzar sus principios con el canálisis de la conciencia a priori». Pero las obras escritas con esta orientación se van raleando mientras se acrecienta el número de las que siguen el método experimental Una de las más notables en este sentido es la Psychologie in Umrissen, de liARALD HoFFDmc (1843-1920), profesor de la· Universidad de Copenhagen, editada en alemán en 1887. En esta obra están admirablemente contemplados el método experimental y el de la observación, de manera que, entre todos los trabajos que le son contemporáneos, puede ser considerada como la que más se acerca a una comprensión justa del oficio y del carácter que tiene el esiudio de los hechos psíquicos en la obra de Wundt. Hoffding se extiende principalmente en la exposición y discusión de los problemas psicológicos de índole general y filosófica, así como las relaciones entre el espíritu y el cuerpo, sobre los estados conscientes e inconscientes, sobre la división de los elementos psíquicos, y sacrifica, en cambio, el estudio de las sensaciones, mientras que trata magistralmente los hechos del sentimiento, de la voluntad y la acción recíproca que ejercen cada uno de esos tres elementos psíqukos fundamentales, de manera que la conciencia aparece como una unidad que tiene por fundamento la actividad psíquica más íntima y profunda de todas, esto es, la voluntad. El auge que la psicología experimental cobró en los últimos decenios del siglo en Alemania, produjo, como era de esperar, que los psicólogos jóvenes iniciados en esta orientación dedicaran toda su actividad al laboratorio y únicamente reconocieran como método válido de la psicología la experimentación. Esta nueva tanda de psicólogos tuvo por representantes principales a Külpe, Münsterberg, Stumpf y Ziehen, pero entre ellos es necesario establecer algunas diferencias. OswALD · KÜLPE (1862-1915), discípulo de Wundt, fundador de la escuela de Würzburg, que publicó en 1883 un Gru.ndriss der Psychologie, debe ser considerado solamente en parte entre los cexperimentalistas> puros, porque su obra, por muchos motivos notable, y aunque expuesta sobre bases experimentales y estando en su mayor parte dedicada a lo que


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es sujeto de experimento, se atiene también a diversas cuestiones c~si puramente filosóficas, que luego desarrolló en sus Philosophische Stud~en. y en una Einleitung in die Philosophie. Más avanzados en el sentido exp"rimentql fueron Ruco MÜNSTERBERG (1863-1916) y THEODOR ZIEGEN (1862-1950), que aspiraron reducir cualquier investigación psicológica al estudio de los procesos fisiológicos que acompañan los estados psíquicos y que se entregaron por este camino a hipótesis tan arriesgadas como discutibles. Con todas estas publicaciones, parciales o completas, a los finales del siglo XIX el material de estudio va siendo siempre más copioso, de manera que escribir nuevos tratados de psicología exige una preparación larga y diligente.' Una de las últimas obras alemanas del siglo Y de mayor importancia es la publicada por FRIEDRICH JooL (1849-1914), Lehrbuch der Psychologie (1897), basado en las lecciones que por once años dictó en la Universidad alemana de Praga. Resume con amplitud de criterio los resultados obtenidos por los diversos métodos psicológicos y examina y discute los problemas principales que de ellos derivan como el cuerpo y el alma la conciencia y la inconsciencia, el tiem~o y el espacio, el lenguaje' y el pensamiento, etc. Jodl, además, dedica una gran parte de su trabajo al estudio experimental de las sensaciones, sometiendo a un examen crítico muy cuidadoso los principios de las mediciones de Weber y Fechner. Por último, en el campo de la historia de la psicología encontramos varios intentos. CARL GusTAV CARUS (1789-1896) fue en 1808 el primero en publicar una HistO'l'ia de la psii;:ología, pero con poco éxito; mucho más hermosas y completas son otras dos publicaciones del mismo tipo, la de HERMANN SIEBECK (1842-1920), Geschichte der Psychologie (1880-1884), y la de MAX DEssom (1867-1930), Geschichte der neurendeutschen Psychologie (1894), que va de Leibniz a Kant y que, basándose en una gran riqueza y precisión de noticias, da con mucha viveza de exposición un cuadro éompleto del movimiento de ideas que en el dominio de la psicología hubo en Alemania en el siglo xvm. 3. La escuela de Parf.s. - Sin duda la corriente más fecunda de la psicología en el siglo XIX fue la que derivó de los trabajos de Taine y de Ribot, especialmente de este último, maestro indiscutido en Fr~n­ cia para las últimas décadas de la centuria pasada. En Francia, a diferencia de Inglaterra y de Alemania, la experimentación no recae sobre las relaciones entre conjuntos de hechos y de funciones, Y como apuntará a conocer al individuo y los que éste siente, se asemeja más bien a una clínica médica que a una medición mecánica. En cuanto a las leyes, no serán leyes físicas, como las entendían los psic~físicos, sino leyes de orden, que tienen en cuenta funciones que var1an con reciprocidad unas de otras, series y grupos de hechos, y no relaciones expre-

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sables en cantidades cardinales. De este modo, los métodos preconizados por la escuela de París serán el método de ?bs~roacián, tanto ~terna como externa, que ase en vivo un estado ps1quico o su e~presion; el método patológico, del cual Ribot enseñó el empleo; el met~ experimental cualitativo o sea la experimentación aplicada a conJuntos de hechos concretos; l~s encuestas perscmales, y por último el hipnotismo, que permite aislar y estudiar separadas algunas ac~ividades que, n~r­ malmente subconscientes, están confundidas en medio de la trama sintética de la conciencia. Sería necesaria una obra especial para exponer en toda su amplitud el empleo de estos métodos y establecer el balance del trabajo experimental realizado en Francia en una treintena de años y fijar }os resultados adquiridos. Éste sería. un estudi~ demasiado particular y aquí, en la historia general de la psicologia, nos contentaremos' con encarar la obra de algunos psicólogos que, a pesar de sus diferentes puntos de vista, representan mejor lo que se dio en llamar cEscuela de París>, y nos referimos a Alfred Binet, Pierre Janet, Frédéric Paulhan y Gabriel Tarde. ALFRED BINET (1857-1911), conocido sobre todo por la ~vención de los tests de inteligencia, se inició en la psicología por las v1as del asociacionismo. inglés, para ser llevado por sus trabajos sobre las Altératicm.s de la personnalité, a señalar y combatir los defectos de la teoría de Stuart Mili. Para Binet, lo que define una personalidad psicológica no son las leyes impersonales de la asociación, sino la memoria y el carácter, que esas leyes no pueden explicar. La sugestión hipnótica Y el estudio de las disociaciones de la personalidad aclaran ese problema de manera insospechada. Las leyes de la asociación no pueden hacernos comprender por qué y cómo recuerdos, conservados en la memoria del sujeto, no se reavivan por las sensaciones que normalmente les están asociadas, mientras que estos mismos recuerdos reaparecen por la constitución artificial y experimental de un estadio anterior de la personalidad. Para Binet ocurre que las ideas, sentimientos, percepciones y recuerdos se reparten en síntesis autónomas, y cuando estamos dentro de una síntesis dada, requiere un gran esfuerzo despertar una idea que pertenece a otra síntesis. Cada una de esas síntesis compone una forma de carácter, y el carácter propio de cada síntesis se combina con la memoria. Llevado por las alteraciones de la personalidad a estudiar los actos automáticos, tanto en el estado patológico como en el normal, Binet llega a resultados análogos a los obtenidos por Pierre Janet, lo cual no .es sorprendente, puesto que ambos proceden de las enseñanzas médicas de Charcot y sus experiencias asientan en la obser• vación de histéricos. Según Binet, los elementos que norma~ente ayudan a constituir nuestro yo pueden separarse y continuar viviendo cada uno por su parte y acompañados de una cierta conciencia; en condiciones excepcionales: patológicas o experimentales, esos elemen-


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se organizan en personalidades secundarias.9 De acuerdo con las ideas de Paulhan, cuyo libro sobre L'activité mentale había aparecido e~ 1889, y con Pierre Janet, que en el mismo año publicaba L'automa.tisme psychologique, Binet, en 1892, se adhiere a la idea de la síntesis mental: la unidad de nuestra vida psíquica debe ser buscada en la coordinación de los acontecimientos múltiples y variados que la componen interiormente. Estas consideraciones llevaron a Binet y a sus colaboradores del Laboratorio de Psicología Experimental de la Sorbona a oponer a los sistemas facticios de los empiristas ingleses y de los experimentadores alemanes un conjunto de métodos que permiten estudiar las funciones mentales propiamente dichas: juicio, razonamiento imaginación memoria, sentimiento. Estos métQdos son el objeto d~ su Introductum a la psychologie expérimentale,10 obra en la que por primera vez se encuen~ra una metodología completa, para el estudio de la memoria. A partir de ese momento, los trabajos de Binet acentúan cada vez más las diferencias entre las escuelas de Leipzig y de París. Para ésta se trata de emplear procederes experimentales que permitan determinar en los sujetos observados el estado de la sensibilidad de la memoria de la imaginación, de la atención, de los sentimientos: de la voluntad'. ~ai:a . Binet son los pr?c~sos más complicados que diferencian a los i~div1duos Y qu; son mas mteresantes para el estudio del psicólogo. Pero, sm duda, lo mas interesante de la obra de Binet es el Étude expérimentale de l'intelligence. Insiste sobre la complejidad de la vida mental Y ~ necesidad de estudiar lo que es personal en cada individuo, si se qu1e;en comprender las funciones superiores del espíritu. Critica la teon~ de l~ faculté :ruittresse: o sea del carácter dominante, aplicada a la ps1colog1a por Tame, teoria que para Binet no tiene en cuenta la ~omplejidad psíquica. También ataca con fuerza la doctrina de la imagen, mental, ~emostran~o ,que hay pensamientos sin imágenes y que la teor1a del polipero de imagenes popularizada por Taine no correspon~e a la realidad. Según Binet, para transformar en imágenes el sentido de las palabras se requeriría un tiempo que al escuchar hablar o al. leer corrientemente no disponemos. Comprendemos el sentido de las ideas s_in pasar por las imágenes. Cuando hay imágenes, son vagas. Cuan~o Bmet pretende elevarse de los temas particulares a las consecuencias g.e?erales,, como en L'd~ et le corps, es confuso, pues carece de formac1on filosofica y de espiritu crítico, y es de este modo como nunca lle.~ó a ~r~cisar lo que entendía por actividad mental y cayó en la confusion teonca .que sustenta a sus trabajos sobre la escala métrica de la inteligencia. . En efect~,, desde 1908, y por encargo del Ministerio de la Educación, Bmet trabaJO, en su famosa escal~ métrica, que está en los orígenes de la testolog1a que se desarrollara en los primeros cuarenta años de

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nuestro siglo. Las pruebas de Binet pertenecen tanto a la historia del diagnóstico psicológico como a la psicología infantil. Planeó sus .expe·rimentos de manera de aproximarse a las situaciones reales de la infancia, y junto con su ayudante, el médico Théodore Simon, elab~ra un sistema gradual de «pruebas de inteligencia,, y para cada edad fiJa una «escala métrica)). Grupos de cinco tareas oportunamente elegidas ofrecen la posibilidad de sondear la capacidad discriminadora del niño . (explicar un diseño, definir una palabra, indicar la fecha, ordenar pesos, cambiar dinero, etc.) .. Binet; como los que más tarde adaptaron los tests de inteligencia a situaciones locales, creyó que los resultados obtenidos esto es el llamado cociente intelectual, medía efectivamente el ' grado, de inteligencia. Esta deducción es consecuencia de ~os estudios anteriores de Binet sobre la inteligencia; en efecto, despues de haber combinado un sensualismo de forma ideológica con la tesis de Bergson, según la cual percibimos los objetos como son· y donde están, Y de haber concluido que el espJritu aprehende la sensación sin agregarle nada, y que las leyes universales de la materia son las únicas que pueden determinar su contenido, pasa a un dinamismo psicológico por el cual supone que cualquier hecho mental es una actitud, una 'tendencia a actuar, y que en presencia del objeto nuestra actividad se expresa por reacciones motrices, mientras que en ausencia del mismo ·se traduce por aptitudes, por actos virtuales, que permiten diferenciar las acti~­ des emotivas, acompañadas de sensaciones orgánicas fuertes, Y las actitudes intelectuales, ilustradas sobre todo por imágenes objetivas. De aquí que la capacidad discriminadora, producto del aprendizaje, como hemos demostrado,11 aparezca a Binet como la inteligencia propiamente dicha y le permitiera responder a la pregunta: ¿qué es la inteligencia?, con la desgraciada frase «lo que miden mis pruebas». En suma, y fuera de la gloria del momento que le otorgara la famosa escala métrica de la inteligencia, la obra de Binet vale realmente por el gran número de detalles: interesantes recogidos en el curso de sus investigaciones experimentales, por la :r>aciencia y la constancia que puso en éstas y por los resultados que dan lugar sobre determinados puntos del análisis de la inteligencia, como por ejemplo la imagen mental. . PIERRE JANET (1859-1947), aunque su obra se clasifique principalmente en el ámbito de la psicopatología, ha rendido importantísimos servicios a la psicología. La tónica esencial de sus trabajos es que a la vez que sistematiza pone en guardia contra el dogmatismo y presenta las ideas que de ellos se deducen como hipótesis directoras y nunca como expresión de una doctrina absoluta. De sus obras, el libro sobre L'automatisme psychDlogiqu.e, publicado en 1889, es un clásico de la literatura psicológica. Además ha publicado trabajos notables sobre L' état mental des hysteriqu.es (1894) , sobre las N évroses et idées fi.Zes


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(1898), Les obsessions et la psychasténie (1903), Les névroses (1909) y cantidad de otros trabajos que lo convierten en uno de los autores más fecundos de fines del siglo pasado y principios de éste,12 sin contar numerosos artículos, principalmente en el Jo-urnal de Psychologie, del que fuera uno de los fundadores y que da una idea de conjunto de los trabajos. de sus discípulos y colaboradores. El interés de la obra de Janet es doble: tanto la medicina como la psicología encuentran en ella importantísimas observaciones, y no es difícil dar una idea de esos resultados, que Janet formuló repetidas veces con un lenguaje muy claro. Los métodos empleados por Pierre Janet fueron el patológico y el hipnotismo. En L'automatisme psychofogique, el estudio de las disociaciones. psíquicas en los histéricos lo lleva a definir dos nociones directoras importantes para la psicología: la síntesis mental y el automatismo. Para Janet, esas dos actividades colaboran tan estrechamente en la vida normal que es difícil saber lo que corresponde a cada una. Pero la histeria brinda experiencias i;uriosas en las cuales el automatismo aparece a plena luz y la vida psíquica se reduce a algunos hechos simples. En efecto, el campo de la conciencia está restringido en los histéricos y esos enfermos sólo pueden percibir pocas sensaciones al mismo tiempo y realizar pocos movimientos voluntarios. De aquí, fenómenos psíquicos que se aíslan de la síntesis, formándose un subconsciente independiente y dividiéndose la personalidad. En esto, Janet comprueba la existenci8; de una forma rudimentaria de la conciencia, que se reduce a la única imagen presente, con exclusión de la apreciación de la forma, de la dimensión, de la distancia, y termina por dar la razón a Maine de Biran con su teoría de la afección simple, y de donde deduce que, en una conciencia, una sensación no provoca, como afirmaba Condillac, una serie de operaciones mentales, sino un movimiento. Por último, admite que un acto que antes fuera parte de un todo vivido (como el puño cerrado y la cólera) provoca la repetición del conjunto del cual formó parte. Esto es lo que después fue llamado ley de totctlizaci6n, que con sobrada justicia debería llamarse .ley de Pierre Janeb, y que rige a ciertas asociaciones. Los trabajos sobre la histeria permiten a Janet conclúir que es equivocado considerar al juicio y a la voluntad como formas complicadas de funciones inferiores. La voluntad difiere del automatismo y no proviene de éste. l!-:1 automatismo se repite, la acción voluntaria implica un nuevo realizarse. La voluntad, sosteniéndose con la ideación, o sea el juicio y el razonamiento, está lejos de ser una copia, y establece nuevas relaciones, nuevas síntesis. La capacidad sintética se manifiesta con su grado más elevado en el hombre de genio. La organización del genio es lo opuesto a la disociación y a la preponderancia del automatismo que se observa en la locura. En consecuencia, para Janet la conciencia no es un epifenómeno, sino cuna actividad de síntesis que reúne fenómenos

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dados más o menos numerosos en un fenómeno nuevo de diferentes elementos. rn La conciencia es, . según J anet, una verdadera creación. Decir qué elementos sintetiza la conciencia es imposible, puesto que todo hecho de conciencia, por sit:nple que sea, es sintético. La actividad sintética está completada por el automatismo, que es útil para el viviente en la medida que quede sometido a la síntesis. Estos resultados, producto de la interpretación de hechos recogidos con los métodos patológicos, pueden ser considerados como definitivamente adquiridos, Y se los comprende mejor con la claridad que aportan a la interpretación de las neurosis y de las ideas fijas. Después de estudiar la histeria desde el punto de vista del psicólogo, Janet emprendió la dura tarea de separar· de un enorme conjunto de observaciones, reunidas por él con el nombre de estctdos psicasténicos (obsesiones, impulsiones, manías, fobias, agitaciones, angustias), los caracteres ·esenciales que, en relación con la vida mental, permiten definir lo que hay de común en esos diversos estados. Esos caracteres esenciales son el sentimiento de incompletud y la pérdida de la funci6n del real. El sentimiento de incompletud proviene de la disininución de la síntesis, de la reducción de la complejidad mental y del recuerdo de un pensamiento antes más rico y más fácil. La pérdida de la fun. ción del real significa que la adaptación a la realidad no se realiza Y que el enfermo, capaz de razonar y de vivir en lo imaginario, no es capaz de actuar adaptándose a las circunstancias. Y de estos dos caracteres surge, para Janet, una nueva noción: la tensión psicol6gica, que está en proporción con la riqueza del contenido mental y con la potencia de síntesis que supone. Esta tensión sube y baja: su grado de elevación constituye el nivel mentctl. El nivel mental baja hasta los fenómenos psíquicos inferiores cuando la atención y la voluntad están ~onstituidas por rumiaciones, angustias y agitaciones motrices. Para Pierre Janet es insuficiente considerar, según la llamada teoría periférica de las emociones, como causa única de esas angustias trastornos viscerales, ·como afirmaba Lange, o trastornos en las secreciones o en la motilidad, como creía James; para Janet, las oscilaciones del nivel mental dependen de fenómenos superiores, debidos a la síntesis Y al grado de adaptación al real. La prueba la encontramos en la derivación, de la que hace un análisis notable: ocurre que la fuerza destinada a la actividad normal del pensamiento queda inutilizada y deriva hacia otra parte; en lugar de producir síntesis nuevas, produce, entonces, «agitaciones enormes, rumiaciones que duran horas, angustias con trastornos respiratorios y cardíacos que parecen muy graves>.14 Esto se produce cuando la actividad superior está detenida e~ su desenvolvimiento por un descenso del nivel mental. El conjunto de e~tas consideraciones llevó a Pierre Janet a un ensayo de jerarquía de las operaciones mentales. La operación que


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primero desaparece en los obsesionados, y que en consecuencia es la más difícil para ellos, es la función del real, que comprende la acción voluntaria, la perseverancia y el poder de regular voluntariamente los períodos de sueño y de vigilia. La· acción voluntaria presenta mayor dificultad cuando es social, puesto que el psicasténico se preocupa con exageración por los sentimientos de los demás. A la acción social se une la acción profesional. La acción social es tanto más difícil cuanto más esfuerzo de adaptación exige e implica lo nuevo; también es difícil la coordinación de los actos con el conjunto de la personalidad. A la función del real se une la atención y la creencia en el mundo exterior. Los psicasténicos no se forman una noción precisa de lo que está presente, o sea de un acto complejo que abarcamos con un solo estado de conciencia. Sin duda, inclusive en el estado normal, la atención a este alto grado, también se relaja. «Pensamos sin tener necesidad de elegir a cada instante entre creencias y negaciones~, 15 pero hay actos que exigen una tensión psicológica de la cual los psicasténicos son incapaces. El segundo grado de la jerarquía mental comprende el cumplimiento de actos corrientes, pero sin la concentración que exige la atención prestada al real. Éstos son los actos múltiples que cumplimos por hábito, sin aplicarnos a ellos especialmente. En el tercer grado se ubican el razonamiento, la memoria representativa y la imaginación, que continúan funcionando en los psicasténicos cuando las operaciones de los dos primeros grados están atacadas. El cuarto grado está formado por las emociones que se desarrollan sin relación con el real: son trastornos vagos y sin objeto, producidos por reacciones viscerales y motrices. La función del real, que para Janet domina toda la jerarquía psicológica, es la síntesis mental, a la cual se agrega la noción de riqueza de las sensaciones y de las ideas que engloba, en estado activo, esa síntesis. En siguiendo el ejemplo de Ribot, Pierre Janet ve la vida mental en profundidad y trata de descubrir su estructura; emplea los mismos métodos que Ribot y procede de una concepción general análoga. Pero completa la obra de Ribot en el sentido de que se da cuenta más exactamente del dinamismo del espíritu y de su actividad sintética. Las nociones de síntesis y de automatismo, de tensión y de nivel mental, de voluntad consciente y de operaciones subconscientes aportaron nuevas inquietudes en la psicología. 1 6 Por último, el ensayo de jerarquía de las funciones mentales corresponde a lo que Cournot esperaba de la psicología. La obra de FRÉDÉRic PAULHAN (1862-1931) está compuesta por una psicología teórica que formuló en Les phénomenes affectives (1890) Y en L'actfoité menta.le (1892), y en muchos otros estudios de psicología concreta, como Les caracteres (1899). En cuanto a la psicología teórica de Paulhan, los métodos son los de Ribot; como éste, reconoce el valor y la independencia de la psicología como ciencia, y aunque admirando

la clasificación de los conocimientos humanos de Comte, la corrige en lo referente a este punto. Como Ribot, también combate el intelectualismo y somete la teoría de la asociación a una crítica muy seria. Por último, concuerda con Ribot en la existencia de una vida psíquica inconséíente y la relaciona con el sistema nervioso: el proceso nervioso, inclusive cuando no está acompañado de conciencia, puede tener alcances psicológicos. Pero, ¿qué es para Paulhan la vida mental y cómo aparece la conciencia? En la medida que una función orgánica actúa libremente no tenemos conciencia de ella; pero cuando sufre un inconveniente sentimos una emoción. Todo hecho consciente resulta de la detención de una tendencia, mientras que todo recho psíquico (no consciente) es una tendencia. Si la tendencia no encuentra obstáculo, se cumple lo más rápidamente posible y con un mínimo de conciencia. El hecho consciente en general, y especialmente los estados afectivos, son, pues, signo de un trastorno del organismo. Con mayor exactitud, si una tendencia es contrariada es porque entra en conflicto con otras tendencias. Por consiguiente, el hecho consciente que son los estados afectivos nos revela ese conflicto y al mismo tiempo nos hace conocer la existencia de numerosas tendencias, más o menos bien unificadas, que constituyen nuestra vida mental. Cada tendencia es el índice de la acción de numerosos procesos fisiológicos. Con Ribot, Paulhan admite una memoria afectiva: sentimientos que no son actualmente los míos son a veces evocados por un objeto que encuentro después de haberlo perdido de vista por mucho tiempo. El recuerdo afectivo es mucho más intenso que el recuerdo intelectual; al no estar alterado por las circunstancias de ambiente y las preocupaciones que perturban al sentimiento actual, puede aumentar en intensidad y en pureza. Si el sentimiento se exalta por el recuerdo, mientras que la memoria de una percepción es más débil que la percepción misma, es porque la reducción o simplificación operada por la vida mental alcanza la percepción, mientras que los sentimientos tienen una organización que escapa a la conciencia que sistematiza. En resumen, para Paulhan, el fondo de nuestra naturaleza mental está constituido por tendencias que se vuelven conscientes por el hecho de que se enfrentan en conflicto entre ellas. No obstante, queda pendiente la cuestión del equilibrio. y de la armonía de esas tendencias. La vida mental es, en efecto, una organización más o menos coherente. Esto proviene para Paulhan de necesidades de la conservación del individuo y de su adaptación a las condiciones de la existencia. De ello resulta que la actividad psíquica está impregnada por una finalidad interna, que ordena los elementos. Esta finalidad es, para Paulhan, en última instancia, el resultado de la evolución tal como la entendía Spencer, y no el índice de un plan trazado de antemano, creacionista o no. La ley de asociación sistemática, que para


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Paulhan domina toda la psicología, es la siguiente: «Todo hecho psíquico tiende a asociarse y hace nacer los hechos psíquicos que pueden armonizar con él, que pueden concurrir con él hacia un fin común o hacia fines armónicos, que, con él, pueden formar un sistema.> 11 Asociaci6n sistemática y finalidad reinan soberanas en la psicología. Para Paulhan, las leyes de la asociación no deben ser consideradas como leyes abstractas; las asociaciones, tal cual las concibe, se organizan a través de continuos conflictos de tendencias y siempre en vista de una finalidad, de donde resulta que en la vida mental se impone continuamente una selección. Esta selección encuentra su fórmula en la ley de inhibici6n sistemática, según la cual todo fenómeno psíquico tiende a obstaculizar los otros fenómenos que no se le pueden unir para un fin común. En cuanto a la sustituci6n psíquica, que comprende numerosos casos en los que un deseo, una idea, un acto, se sustituyen por otros se explica por las dos leyes que acabamos de· analizar: de asociaciÓn y de inhibición sistemática. Paulhan destaca que la asociación sistemática reviste muy a menudo la forma del con.traste, de la cual la sensación nos enseña la importancia, puesto que percibimos los objetos solamente porque contrastan unos sobre los otros; de la m~ma manera una creencia jamás adquiere tanta fuerza como cuando hay otra 'creencia que la contradice. De este modo, las formas que los empiristas ingieses creían esenciales, las asociaciones por contigüidad o por semejanza, caen en un suborden. Según Paulhan, el sistema clásico del asociadonismo comete el error de querer reconstruir la vida mental por medio de elementos abstractos, sin tener en cuenta las reacciones del individuo y la finalidad orgánica. Pero termina por colocarse en el mismo terreno de los psicólogos que critica cuando afirma que, para él, «el espíritu sólo se distingue de sus elementos porque es su síntesis»,1s y son precisamente los elementos los que viven, se asocian, se coordinan. A la doctrina de Paulhan le falta la explicación de la actividad personal; no establece lo que es subjetivo y lo que no lo es; todo se confunde: tendencias, elementos fisiológicos, ideas, finalidad. Algo que Paulhan no nos enseña es la relación exacta entre las tendencias, que son psicológicas, y la actividad orgánica, y la relación entre lo que es inconsciente y lo .que es consciente. Los defectos de la psicología teórica de Taine no se atenúan en la doctrina de Paulhan. Su psicología concreta, coronamiento de su psicología teórica, procura primero definir los caracteres y los tipos. La reconstitución metódica de caracteres individuales, como los de Darwin 19 y de Flaubert,20 asienta en el análJ,;is de las tendencias individuales y de sus relaciones, determinadas por las leyes de asociación y sobre la finalidad biológica. Las leyes psicológicas permiten clasificar los caracteres: a la asociación sistemática responden los equilibrados y los unificados; la ley de inhibición se

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marca sobre todo en los reflexivos y dueños de sí mismos; la asociación por contraste, con sus luchas y sus conflictos, explica numerosas variaciones en los caracteres. Además, los casos de menor cohesión nos hacen comprender los caracteres impulsivos y los incoherentes. En lugar de invocar las leyes sintéticas de la vida mental, Paulhan cree poder determinar los caracteres según las cualidades de las tendencias que los componen. Este sistema se aplica más a las clases que a los individuos, y el libro Les caracteres es, al respecto, un verdadero repertorio. En él se encuentra un cuadro esquemático de los principales.grupos de tendencias que se encuentran en el europeo instruido. Retomando ese cuadro, Paulhan lo aplica a individuos concretos, tanto hombres ilustres como gente corriente, y así el cuadro se vuelve viviente en la medida que se fija en personajes. Más aún, en la misma obra nos da reglas para poder descubrir las tendencias y definir los caracteres indi:viduales. Pero no son solamente los caracteres, sino también los tipos, lo que preocupó a Paulhan: tipos intelectuales, espíritus l6gicos y espíritus falsos, analistas y espíritus sintéticos. El interés de estas investigaciones está en la flexibilidad del método y en el cuidado que pone para no sustituir la multiplicidad de la vida por la abstracción. En la obra de Paulhan está patente un grave defecto de la psicología científica, o sea el de una psicología que pretende prescindir del sujeto, de la actividad propia y del movimiento de la conciencia, y que por lo mismo desemboca inevitablemente en la negación de toda vida mental autónoma. Por consiguiente, no debe sorprendernos t;!ncontrar, paralelamente con el desarrollo de la psicología científica en Francia, una línea de filósofos que, como Fouillée, Lachelier, Boutroux, Hannequin, Lagneau, Brunschvicg, Lalande,. se dieron a la tarea de exaltar el espiritualismo y el idealismo y hacer ver que una «psicología sin alma» es una monstruosidad. Y en relación con esto, nos queda todavía por hablar de un autor que es difícil de clasificar, porque se dedicó sobre todo a la psicología colectiva y, recurriendo a. nociones cercanas a. las de una psicología científica, hizo de .ellas un empleo original, por el cual supera el punto de vista de esta psicología y se acerca a las tendencias filosóficas nacientes en la época. Nos referimos a Gabriel Tarde. GABRIEL TARDE (1843-1904), miembro de una familia de magistrados y de investigadores, se dedicó a la carrera jurídica hasta llegar al cargo .de jefe de la oficina de estadísticas del Ministerio de la Justicia, para convertirse finalmente, en 1900, en profesor del College de France. Entre sus numerosas obras, son particularmente interesantes para la psicología Les lois de l'imitation (1890), Logique sociale '(1893), L'opposition universelle (1897), :ttudes de psychologie socia.le (1898), L' opini<m et lo joule (1901), Psychologie écanomique (1902). Tarde se inicia en la psicología cuando ésta escapa en Francia al dominio del eclecticismo


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y, rechazando las críticas de Comte y de Cournot, se afirma en lo que se llamó la «Vía científica». Participó en este movimiento y extendió el dominio de l~ investigación psicológica al afirmar que solamente ella permite explicar la vida social, comprender los fenómenos económicos, que en vano se intentan reducir a leyes mecánicas. Para Tarde. pretender interpretar los hechos sociales sin tener en cuenta la conciencia de los individuos es una empresa condenada de antemano al fracaso. La única realidad social son los individuos; un grupo no es una entidad por encima o afuera de los hombres que lo co~ponen, y ei espíritu del grupo está formado por ciertos acontecimientos psicológicos que transcurren en la conciencia de los individuos que lo constituyen. Con esta interpretación, Tarde se opone al materialismo histórico y a las concepciones sociológicas mecanicistas de Durkheim y Lévy-Bruhl, cuya boga comenzaba. Y bien, ¿cuáles son para Tarde los caracteres fundamentales de la vida psicológica y, por consiguiente, de la vida social? La creación y el deseo. Es imposible explicar la necesidad de alimentos, de vestidos, de abrigo, sin tener en cuenta las necesidades conscientes del individuo; más imposible todavía, sin la sensibilidad, comprender el alcance de las necesidades superiores, arte;. lujo, verdad, justicia; imposible, por último, saber en qué consisten las relaciones económicas de otra manera que a través del individuo, pues un mercader avisado, un industrial hábil están constantemente preocupados por la psicología en tanto sueñan con sus clientes; suponen sus deseos y buscan los medios de captarlos. Tarde, como observador, tiene el sentido de la complejidad y de la riqueza del real. Como Cournot. acude siempre a ejemplos originales, que recoge observando los hombres o las cosas, o en el curso de sus ·lecturas históricas o científicas. También como Cournot repudia la exposición sistemática porque estima que quita colorido a la realidad, y prefiere la intuición de la multiplicidad viviente. En nombre de esta realidad se opone a la hipótesis de Spencer, que considera la evolución como una serie de disociaciones que arrancan de lo homogéneo. Según Tarde, lo primtivo no es lo homogéneo: es lo heterogéneo, y éste se debilita y se mecaniza al pasar a lo homogéneo. Lo homogéneo no se encuentra en ninguna parte, ni siquiera en el fenómeno mecá.D.ico. Apliquemos ahora la tesis de la heterogeneidad a la sociedad: comprobaremos que nuestros objetos usuales y nuestras costumbres diarias comenzaron por ser individuales. En la sociedad, como en la naturaleza, lo original es lo individual y lo variado. El fondo de las cosas se compone de una multitud tumultuosa de elementos individuales. «Se ha admirado demasiado -escribe Tarde 21 - la sabiduría de la naturaleza, y muy poco la ambición y la audacia que estallan en ella cuando se la obser\ra bien.,. El hecho del individuo es, pues, la invención, la iniciativa. En él, todo es obra de conciencia. Pero no es en una sola conciencia que nace la

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invención· primero se realiza por mu.lti-conciencia; libre, después, de conflictos,' se unifica de inmediato. Y Tarde toma como ejemplo la formación del dogma •cristiano, que «por el esfuerzo cerebral de una multitud de fieles que, cada uno apartado en su pequeña iglesia aislada, concilian como pueden sus diversos artículos de fe; en segundo lugar, por el triunfo, después de innumerables conflictos oscuro~ Y alg~~s luchas ruidosas entre esos millares de credos, por el triunfo Y donunio indiscutido de uno de ellos, que es el símbolo de Atanasio».22 Para Tarde la vida social presenta, como la psicología en la concepción de Ribot,' capas superpuestas: primero una estratificación de descubrimientos antiguos y de iniciativas de antaño, reunidos en tradiciones, en lenguas' religiones, ciencias y en usos; por encima, «algún punto brillante y multicolor cuyo arrastre se llama historia». 28 La alternancia de la organización y de la novedad se realiza en medio de contradicciones e incoherencias; las causas de la invención se deben preguntar primero a la psicología del individuo genial, a sus creencias y a sus deseos; después, con las oposiciones lógicas, al acuerdo y fusión entre sus ideas; luego, a las condiciones biológicas que presiden el nacimiento del genio; por último, a las relaciones sociales que hacen posible su eclosión. En cuanto al OTden de las invenciones y a su organización, se comprueba que en algunas civilizaciones inferiores las ideas coexisten, contradictorias, sin chocar; que en una fase superior se comprueba esas contradicciones y se busca suprimirlas: cosas nuevas sustituyen entonces a las antiguas, o, mejor aún, se establecen grados de subordinación entre los hechos sociales. De aquí, dTarde deduce que la parte de la individualidad y de la conciencia así definidas, que forma propiamente hablando el grupo social, es la imitación. Un grupo social es una colección de seres en tanto que están en función de «imitarse entre ellos o en tanto que, sin imitarse actualmente, se asemejan y sus rasgos comunes son copias antiguas de un mismo modelo». 24 En todo· donde hay imitación, «incluso entre el hombre y las especies animales que ha domesticado, hay sociedad o comienzo de sociedad. 25 La· imitación tiene su fundamento en la psicología. Socialmente .es un equivalente de lo que son la memoria y el hábito para el individuo. A menudo es inconsciente. «Tener ideas sugeridas y creerlas espontáneas: tal es la ilusión propia del sonámbulo y también del hombre social.» 26 Al reflexionar sobre el carácter psicológico de la vida social, Tarde llega a distinguir la psicología propiamente individual y otra psicología que, aunque produciéndose únicamente en la conciencia de los individuos, implica sin embargo relaeiones entre ellos: es la psicología intermental o intercerebral, denominada finalmente y más simplemente por su creador interpsicología. La interpsicología es el estudio del yo en tanto que impresionado por otro yo, «Sintiendo un ser sensible, queriendo un ser voluntario, percibiendo un ser inteligente,

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simpa,tizcindo, en suma, con su objeto. Se puede definir la psicología ordinaria por las «relaciones del espíritu con la universalidad de los seres exteriores», y la interpsicología, por las «relaciones mutuas de los espíritus, sus influencias unilaterales y recíprocas».21 Su método es observación a la vez subjetiva y objetiva, el único· que alcanza su obJ' eto . que es siempre, en materia social, «algo que pasa en la conciencia o la' subconsciencia de nuestros semejantes. Y ¿dónde podemos. estudiar mejor ese objeto que en su espejo, que está en nosotros mismos?» 28 La interpsicología es más amplia que la psicología social, que vimos desarrollar a la escuela alemana, pues estudia algunas relaciones que no tienen nada de s,ocial, como el hecho de ensayar a adivinar, según la expresid'n y los movimientos, lo que experimenta o piensa un hombre o un animal. La relación social es ese género de relación interpsicológica en el cual un ser actúa mentalmente sobre otro. La acción irtermental, que se comprueba por ejemplo en la conversación, causa universal y continua de transformación social, en la acción del individuo sobre la multitud, o de la multitud sobre el individuo, está sometida a un conjunto de condiciones: físicas, como los medios de comunicación; fisiológicas, como la edad, que influye más que la raza, ·sobre la capacidad d\? recibir influencias; psicológicas, voluntad, visión imaginadora, impulso de la pasión; sociales, comenzando por el lenguaje, la religión y la educación. En todo esto, la conciencia no es, según Tarde, un epifenómeno, sino el más eficaz de los fenómenos. Por lo demás, la conciencia no es un juego de imágenes, sino la acción de una convicción, de una certeza individual. Y, socialmente, el valor de las cosas no se determina por leyes independientes de la conciencia de los indiv lduos, sino por pesadas internas de deseos y por las creencias. No es la concurrencia de compradores lo que influye sobre el precio de las . cosas, sino la concurrencia psicológica de los deseos. La moneda es, desde este punto de vista, la medida de las cantidades sociales y, por con.siguiente, de las manifestaciones de las creencias y de los deseos.29 .Csta teoría pone el acento sobre la importancia social del individuo, especialmente del innovador; la potencia de la imitación continúa y propaga la invención; por los intercambios interpsicológicos, las ideas, que primero dirigen grupos sociales restringidos, se expanden y se forman públicos y una opinión. En todo esto .reina una finalidad que se manifiesta en adaptaciones o armonías múltiples que se interpenetran, aunque conservando siempre algo de su impulsión primitiva, o sea de la genialidad del innovador. Las ideas nuevas entran en conflicto entre ellas y con las ideas antiguas, pero esas luchas no son definitivas y pueden resolverse en armonías. Después de lo expuesto es inútil destacar que Tarde es el primero que intentó formular una teoría científica de la psicología social y extendió sus principios de explicación a los düerentes hechos de la vida colectiva: sistema completo, coherente sin

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ser dogmático, interesante también por su ensayo de sintetizar las nociones cuantitativas y cualitativas por medio de datos psicológicos. 4. Orígenes del pragmatismo norteamericano. - Para el siglo XIX, los Estados Unidos de Norteamérica carecen de tradición filosófica; las realidades cotidianas y la teología son las únicas preocupaciones «interesantes~. No hay pensamiento filosófico y científico verdaderamente original, y tampiaco se puede hablar de psicología, porque las ideas que reinan con este sentido son una mezcla confusa de consideraciones pastorales y didácticas. Tanto es así, que en el Congreso Internacional de Psicología de 1929, James Me Keen Cattell, que fuera el primer catedrático de psicología en los Estados Unidos, en la Universidad de Pennsylvania en 1888, pudo declarar: «Una historia de la psicología americana anterior a estos últimos cincuenta años sería tan breve como una obra sobre las serpientes de Irlanda -donde no las hay- desde los tiempos de San Patricio.» Sin embargo, estamos obligados a detenemos en las últimas décadas del siglo pasado en los Estados Unidos de Norteamérica, porque la carencia de una verdadera psicología engloba, a la vez, fas fuerzas y razones de la explosión pragmática que la psicoiogía sufrirá allá en lo que va de nuestra centuria. En efecto, para 1862, cuando Wuhdt publica su primer ensayo sobre La teoría de las percepciones, cuando aparece La psicología alemana contemporánea de Ribot, en los Estados Unidos se anuncia una asombrosa prosperidad económica; al mismo tiempo que llega. a su máximo nivel l~ «conquista del Oeste», que John D. Rockefeller funda la Standard Oil Company, que Vanderbilt y Morgan comienzan a entretejer el monopolio de' los ferrocarriles, en 1882 aparece el instrumento esencial, poderoso e inigualado para conglomerar capitales que es el trust. El ·auge económico se acompaña, como en todos los casos donde hay mala conciencia, de homenajes al espíritu qüe, cuando está bien administrado, también se vuelve rentable. Las universidades son privadas y la inversión de capitales en ellas, en un país ávido de técnicos, produce buenos dividendos, y es de este modo como junto al negocio de lo tangible se suma el negocio de ese algo etéreo, pero que brinda prestigio y promete buena renta, que es la cultura universitaria. Las inversiones en las universidades aumentan con el ritmo de crecimiento de las industrias del petróleo y. del acero, y están a disposición de los estudiantes numerosas becas para perfeccionarse en el extranjero. El interés que hoy en día mueve a los estudiantes de los países subdesarrollados por seguir cursos en los Estados Unidos, el prestigio que otorgan esos cursos, bien o mal seguidos, al regreso, es fenómeno que allá 'tuvo sus antecedentes. Los estudiantes norteamericanos van a Europa para completar sus conocimientos, y dos países de ultramar, Francia y Alemania, son metas preferidas, pero sobre todo Alemania, cuya pujanza en el

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.campo técnico e industrial asombra a la nueva sociedad que despierta a la praxis. La psicología interesa, en escapando a las nebulosas teológicas y didácticas que es su tradición en este terreno, a los norteamericanos, que empiezan a preocuparse por el hombre que les imponen las circunstancias históricas que viven: el hombre de la acción y del riesgo, el «Cruzado» del Oeste, que el Babbitt de las ciudades procura emular en los negocios y admira, en secreto, por su energía primitiva. Dos cescuelas» de. psicología disputan por entonces la primacía en Europa: la francesa y la alemana. Ambas han tomado después de mediados del siglo el rumbo experimental, pero de tónica bien diversa, como vimos en los capítulos anteriores. Mientras la «escuela» francesa continúa preocupándose por la conciencia como fenómeno esencial de la vida psíquica, la alemana la enfoca como epifenómeno que puede quedar en las puertas del laboratorio; no se trata de que niegue la conciencia, pero tampoco de que haga de ella un pivote de sus especulaciones: simplemente le concede interés paralelo, esto es, filosófico. Este enfoque, que aparentemente acerca a la «anatomía» del hombre de acción, que puede explicar sus actitudes individuales y colectivas. sus reflejos y reacciones, fascina a los estudiantes norteamericanos de psicología, que hacen de Leipzig su meca. Cuando, en 1879, Wundt instala su laboratorio, se produce la afluencia masiva de norteamericanos ansiosos de aprender a su lado la manera de hacer del laboratorio cun sistema y un método de introspección». James, Stanley Hall, Cattell, Scripture, Angell, Warren, Stratton, Judd y muchísimos ·otros que se perdieron luego en el anonimato llegan a Alemania para iniciarse en la nueva ciencia que puede, como afirmara un día Cattell, asimilarse a una concepción más «industriah del laboratorio. De retorno a los Estados Unidos, con buenos fondos a su disposición, crean cátedras de la materia y organizan laboratorios. Para 1876, ya William James había instalado un pequeño laboratorio de psicología en Harvard; pero fue Stanley Hall quien, nombrado profesor de filosofía, pedagogía y psicología en la Universidad John Hopkins en 1883, establece en ese mismo a.ño el primer laboratorio de psicología oficialmente reconocido en los Estados Unidos. Cinco años después, Cattell hace lo mismo en la Universidad de Pennsylvania, con el aditamento que a la investigación agrega la enseñanza. Es a partir de 1888 cuando comienza la verdadera proliferación de los laboratorios: tres en esa fecha, otros tres al año siguiente, cuatro en 1890, dos en 1891, cinco en 1892, etc.; tanto es así que solamente James Mark Baldwin organiza tres.so WILLIAM JAMES (1842-1910) estudió medicina, que no ejerció, dedicándose a la enseñanza de la fisiología, para después, por inllujo de Wundt, dedicarse a la psicología y, finalmente, desembocar en la filosofía. En realidad, en una historia general de la psicología, James no tiene real cabida ni siquiera entre los epígonos, como no la tiene su

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metafísica en una historia general de la filosofía; pero en ambos casos · hay una circunstancia que obliga a ocuparse de él, y es su relación con el pragmatismo y la influencia que esta doctrina tendrá en nuestro siglo. Los libros de James son fáciles de leer y su estilo abunda en frases lapidarias que se recuerdan bien, que impresionan al lector ingenuo o desprevenido y que carecen de significado: «Una idea dotada de existencia permanente», c:una entidad tan abstracta como el rey de pique», «la conciencia es un reflector que se ilumina a sí mismo», «una idea verdadera es una idea que triunfa», ése está triste porque se llora, y no se llora porque se está triste». Además, hay en James una grandísima inclinación por las ideas generales, por el tono anecdótico, todo lo cual confunde y a veces hace pensar en el trabajo de un simulador, ya sea en la psicología como en la filosofía. Para .principios de nuestro siglo, su fama es indiscutida en los Estados Unidos, y Europa lo aclama sin leerlo a través de un artículo famoso de Henri Bergson, 81 que debía servir de Prefacio a la traducción francesa del libro de James sobre EL pragmatismo, publicado en 1911. Su obra más importante, PrincipLes of Psychology, aparece en 1890, 8Z el momento cuando Helmholtz publica su famoso Manual de Óptica fisiológica, y James sostiene la necesidad de poner la psicología sobre bases exactas análogas. Earte de la hipótesis fundamental de gue la actividad mental es una función de la actividad cerebral; sos.tiene g,ye el hábito es una propiedad de los centros nerviosos, gue el sentimient9 del esfuerzb_y la emoción son fenómenos esencialmente fisiológicos. En una palabra,, afirma que la psicología debe ser una cnatural science>, al mismo tiempo que confiesa que su objeto es algo completamente diverso de la realidad física; tan diverso, que el análisis instrumental y la concepción mecanicista son para ella letales. En ninguno de sus trabajos, inclusive filosóficos, James logró superar esta situación de antinomia de su pensamiento, y ¡,ecae siempre en el tema de !os PrincipiQ§..._.9.JL._@e el hombre es en todo y para todo naturaleza~ tamhlé..JJ....~clu~ivamente razón: «Todo es naturaleza, y todo es al mismo ti..e!!l.rut razón.» En 1876 instala en la Universidad de Harvard un laboratorio de psicología experimental, aunque, como destacara uno de sus apologistas,33 «por su naturaleza odiaba las investigaciones experime,ntalesi>. Antes de publicar los Principles abandona el laboratorio, y, aparecido este libro, se preocupa durante casi veinte años por el problema de la conciencia, o, mejor dicho,· de su existencia, que da origen a su trabajo Does consci01LSness exist? (1904). Esta duda lo lleva a cambiar de cátedra en la Universidad; hasta 1889, James había enseñado filosofía; luego había pasado a la psicología, para retornar en 1897 a la enseñanza de la primera. Es el momento del i;pnflicto entre poaitivismo e idealismo, y James adopta un punto de vista particular: ífil::ciador del pragmatismo, ~_.Q2! algunos también precursor del con-


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ductismo, 34 mientras que Qtros lo edg_~n er¡._..Q~ggidQ adversario del positivismo. Sus dudas, sus ambivalencias, se prestan a cualquier interpretación, tanto que no han faltado tratadistas, como Boring s11 y Linschoten, 3 que intentaron comprenderlo entre los fenomenólogos. La verdad es que para James la psicología, como «science of mental liíe», se remonta en su · origen a «experiencias en cualquier senti_do>, pero estas experiencias no pueden ser «Objeto», dado que experimentarlas representaría una corriente continua en la cual el que experimenta está activo. Son relaciones con estados cerebrales, pero no por eso «aferrables», porque e.ntre,...eL_~sJ.imYlQ.__ ~Jª~rn.stc~cjQ_p__;?_e_j_IJj;er~all!.n µna serie de ex2eriencias que constituyen la conciencia. No obstante, aunque la conciencia sea necesaria para que el organismo pueda adaptarse al mundo, es sin embargo un fenómeno sui generis, y como tal debe ser descrito. De aquí que James parta del concepto, muy discutido entonces, de la psicología alemana de Erlebnistrom, que traduce como «the stream of conciousness», «the stream of thoughb>, el flujo de la conciencia o el flujo del pensamiento, que representaría una sensación fundamental. En este flujo cambiarían continuamente las experiencias; ninguna experiencia retornaría sin cambio: la sensación. eJ

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el reconocimiento de lo idéntico sería efecto del factor de cambio. EDWARD BRADFORD TITCHENER (1867-1927) fue un inglés que estudió con Wundt en Leipzig y del cual se autoconvirtió en heredero _espiritual, tanto que no sólo tonió del maestro sus maneras de pensar, sino también sus maneras de ser: rigor científico y rigidez profesora! (siempre dictó la cátedra vestido con toga), así como inquebrantable firmeza doctrinaria. En 1892 fue nombrado, a la edad de veinticinco años, profesor de psicología en los Estados Unidos, donde permaneció por el resto de su vida. Su ideal científico fue hacer ciencia «pura» y combatir los que buscaban en la psicología respuesta inmediata a problemas prácticos; se sentía poderoso, y en todas partes donde reinaba, sobre todo en la Universidad de Cornell, que fue su reducto, decretó el ostracismo de los testistas, de los psicotécnicos y hasta de las mujeres. Su psicología la llamó «expe:i:i,p,1entab, con el sentido de que significa análisis._de_los contenidos. conscientes, lo cual para él era sinónimo de científico. Formó una legión de discípulos que manejó con disciplina férrea y' bajo cuyos nombres publicó la mayor parte de sus trabajos, 87 y a los que azuzó constantemente contra las posiciones opuestas y vigiló con celo en la lucha frontal contra el enemigo común. El esquema de la psicología de Titchener es simple y claro: se ocupa del }1owbre blanco, agulto y civilizado; adopta como método la introspección experimental, y su hipótesis de trabajo es el paralelismo psicofísico, al mismo tiempo que su doctrina es una variedad de estructu-

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ralismo, con el sentido de que la atención del psicólogo se dirige no sólo a los elementos, sino también a sus combinaciones o pattern.s; aboga por la readucción atomística de la conciencia en tres categorfus de elementos: sensaciones, imágenes y afecciones. Para Titchener, la conciencia es el único criterio que, dentro de la hipótesis del paralelismo psicofísico, permite distinguir la serie psicológica de la serie física, y, ·según sus conclusiones, la introspección es el único criterio que puede utilizarse, puesto que ésta y la extrospección caracterizan, respectivamente, los puntos de vista de la psicología y de la física sobre un objeto común: la Naturaleza. De este modo, la iP,,trg,m~.c\i:i6?J. experimental es, esencialmente, un m#Q<4>... 4fi!, imw:esión que implica dos fases. En la ~riffi.~ra fase de}a experiencia, el sujeto debe permanecer completamente ·:misiv~; 11\ s~guz¡,da fase consiste en una relación del sujeto sobre lo que ocurrió su conciencia durante la experiencia. Como complemento del método de la impresión se agrega un desarrollo del método de la expresión, que pretende, por ejemplo, revelar el paso de un proceso afectivo gracias a las pulsaciones de una arteria, al ritmo respiratorio, a lo~ movimientos involuntarios. Pero esto es exclusivamente subsidiario; +'itchener sigue siendo introspeccionista por principio y por intención.1 Caracterizar, pues, la psicología de Titchener, con todo lo que tiene de\ concreto, de efectivo y a la vez de ilusorio, es imposible; los tratadisi;:is norteamericanos hablan, según la época, de psicoestática, de ronte?it-psychology (psicología del contenido), de experimentalismo, de estnicturalismo, de introspeccionismo, de existencialismo, sin que en reaqdad ninguna de esas expresiones vaya más allá de un deseo de interpretación. Lo cierto es que los cambios e incertidumbres de Titchener, que llevan su doctrina de la sensación al atributo, luego del atributo a la dimensión, representan las etapas de transición que llevaron, ya al iniciarse nuestro siglo, de la psicología de Wundt al operacionismo de las escuelas norteamericanas actuales. - De todos los psicólogos norteamericanos que acudieron al laboratorio de Leipzig, el que se mantuvo completamente apegado, hasta la intransigencia, a las técnicas de Wundt fue Titchener; el laboratorio de la Universidad de Comell, un enorme piso con veintitrés grandes salas de trabajo, continuó en sus métodos directamen,te inspirados por Wundt. La inevitable decepción q~ en todas partes provoca la llamada psicología experimental aviva el espíritu crítico de los psicólogos que, decepcionados también por los filósofos que anteponen a todo la Idea y el Espíritu, descubren finalmente -un nuevo campo en el evolucionismo. En las últimas décadas del siglo pasado, Darwin está de moda en los &tados Unidos; nada podía convenir mejor a la democracia capitalista en ascenso que las nociones de lucha por la existencia, de diferencias individuales, de supervivencia del más "fuerte, del más apto. Y es así como la creencia evolucionista penetra en la psicología e infil-

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tra el pensamiento general norteamericano. De todos los evolucionistas teóricos norteamericanos, la mayoría de ellos darwinianos assez avant Za lettre, JAMES MARK BALDWIN (1861-1934), que fuera profesor en su país y en México, es el más eminente entre los evolucionistas, que, la gran mayoría, se pierden en las contradicciones de una nebulosa -epistemológica sui generis que pretende conciliar !a teología puritana con el darwinismo. Como colaborador de Cattell, fue opositor encarnizado de Titchener, aunque como él fuera discípulo de Wundt en Leipzig. Baldwin fue tanto psicólogo como filósofo, y su contribución a la psicología norteamericana fue teórica, a pesar de que restableciera en la Universidad John Hopkins el laboratorio, que estaba a punto de desaparecer. Su labor como psicólogo se centra en cuatro temas que considera fundamentales: 1) Psicología de la edad evolutiva, a la cual contribuye publicando en 1895 Mental _Development in the Child and the Race; se trata de un ambicioso estudio de los problemas de la psicología infantil, en el cual aplica el concepto evolucionista de Haeckel, esto es, la ontogenia como recapitulación de la filogenia. En 1897, con el volumen Social and Ethical Interpretation continúa este estudio, al que amplía con observaciones sobre la sugestión y la imitación, zurdería, origen y desarrollo del lenguaje. El tema fundamental es el desarrollo de la personalidad visto como necesidad de acomodación a la sociedad. 2) La psicología de la vida afectiva, campo en el que se opone a los empiristas ingleses y a Wundt, sosteniendo que las emociones pueden ser restablecidas sin ayuda de reacciones cognitivas, Baldwin sugiere que la emoción desempeña una función primaria y que los estados afectivos controlan la conducta. 3) La finalidad de los métodos de la nueva psicología. Contra Wundt, sostie'rie. que el estudio de las diferencias individuales puede sustentar una psicología objetiva, y en el libro Darwin and the Humanities (1900) presenta al enfoque genético como básico tanto para la psicología como para la sociología y la ética. 4) Admiraba los grandes maestros franceses Charcot, Janet y Ribot, cuyos escritos tradujo haciendo libre uso de los· ,mis:r!'los. Tanta fue su admiración por la cultura francesa, que en 1913 emigró a París, donde vivió hasta su muerte, en 1934.

NOTAS l. Las principales obras de Lubbock son: Prehistoric times, as illustrated b11 ancient remains and the manners and customs of modern savages (publicade. en 1865, esta obra llegó en 1880 a la decimoquinta edición); The origin LJf civilisation and primitive condition of man (1870). 2. Entre las obras de Tylor cabe destacar: Researches into the historv of mankind (1865); Primitive culture: researches into the devetopment of m11tholog11, philosophy, religion, art and custom (1871); Anthropolow, an introduction to .the stud¡¡ ,of man and civilisation (1885),

Entre los libros de Max Müller que de una u otra manera interesan ~ ~a ía tenemos· Essays on compara ti ve m11thology (1858);. Lectures º!1' ongin ~~c~r':!,th of reli¿,on as mustrated by the religions of India (1878); Science of

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thought (1887). . . S d. · · holog11 and aeste4 Splly publicó: Sensation and intu1tion ( tu ies in psyc tics)· (1874); The iilusions (1881>; Studi~s of Chilhood (1895) · 5. P~11chologische Analysen, Loe. c1~. , 6. Cf. Ch. Bouglé, Les sciences sociales en Allema?ne, Paris, 1896. 7 Zeitschrift für Volkerpsychologie und Spra~w1ssens0a~t. La psicología desde el punto de vista empin~o quedo macab~;ura_ ~';: aparente falta de constancia del autor, que se ocupo luego de u?a . dual riedad de temas menores, representa más bi.en ~a to~a ~e con~~n~i~!ªde ~ mente más clara que la evolución de la p_s1cologia. ~- e ª.s res ic~1oimos ca í1 rimitivo. Tanto es así, que en 1911 solo perm1tio reeditar .l~s ult . ~ . ~u~~s pdel segundo libro, J'. eligió un. tit~lo ~f las~~~abras ~7?~:~%u~t:rs1ci~c~~ Clasificación de !os fenomenos psiquicos. • « e ace~ e . editada por Aub1er, Pans, 1944. Maun·ce de Gandillac, a la traducción ¡·t. Loe "t 9 Altérations de la personna 1 e, · Cl • S bo 10. Binet dirigió el Laboratorio de Psicología Experimental de la or na .Y tableció en la escuela primaria de la calle Grang(!-aux-Belles un laboratorio es da o"ía normal Fundó L'Année psychologique, en 1895. Entre sus nu;n;~~i:se o:raºs cabe cit~r: Magnétisme animal, 1886 (en colabor~ción ~o~ Fere); Altérations de la personnalité, 1892; Introduction a la psychologie exp~r~m~nt~e, 1894 (en colaboración con Courtier, Víctor Henri Y Philippe); La psyc 0 ogie es grands calculateurs et joueurs d'échecs, 1894; La fatigue intellec~uetle, 1898; Suggestibilité, 1900; Étude expérimentale de l'inte!ligence, 1903; L'ame et le corps, 1906· Révélations de l'écriture, 1906. p bl lÍ. Vid. Alberto L. Merani, «1'.estolo~ía, psicología Y medicina», en ro emas . l/ pseudoprob!emas de la psicologia, Gr1¡albo, Barcelona, 1.968. , d S h tz, 12. Para una bibliografía completa de Pi~rre Jan~t, vid.: Léon~r c war D1. neurose. n und die dynamische psychologie von Pierre Janet, Bale, 195L L'automatisme psychologique, Loe: cit. 14. Obsessíons et psychasténie, Loe. cit. 15 Névroses et ídées fixes, Loe. cit. 16' Tanto es así que el «subconsciente» que servirá a Freud para estructi;rar obra fue ínt~gramente desarrollado por Pierre Janet, Y a él pe:.tenece, s~ duda, la prioridad. Cf. Alberto L. Merani, Freud y el Talmud, GnJalbo, M xico, 1974. 17. L'activité menta.le, Loe. cit. 18. · Les caracteres, Loe. cit 19. L'activitbmentale, Loe. cit. 20. Les caracteres, Loe. cit. 21. Logíque sociale, Loe. cit. 22. Ibídem. 23. Ibídem. 24. Les lois de l'imitation, Loe. cit. . 25. Études de psychologíe sociale, Loe. cit. 26. Psychologie économique, Loe. cit. 27. Ibídem.. 28. L'opinion et la foule, Loe. cit. . . 29. Logique sociale y Psychologie économique, ~c. c1t. , . . 30. Vid. René zazzo, Ps11chologues et Psychol,o~ies d ~m~nque, Pans, 1947. 31. «Sur le pragmatisme de William James. Ver1té et real!té», que ~e encuentra en Bergson, Oeuvres. Édition du centenaire, Paris, 1963. En este articulo, James aparece como una especie de Bergson americano, al que el Bergson francés, pro-

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fundamente interesado por el pragmatismo por razones :filosóficas, presta genio e ideas que no tuvo. Bergson espiritualiza el pragmatismo de James, cuya teoría de la conciencia emocional contradice, sin embargo, con alarde de materialismo ingenuo, el espíritu mismo del pragmatismo y del espiritualismo bergsoniano. 32. Además de esta obra, sus principales publicaciones de psicología son: The varieties of religious .e.rperience (1902), E/1$a¡¡s in radical empirizism (1912) y Docs consciousness e;ríst? (1904). 33. J. Linschoten, Auf dem Wege zu einer phanomenologi.schen Ps¡¡chologie, Die Psychologie von William James, Berlin, 1961. 34. René Zazzo, Ps¡¡chologues et Psychok>gies d'Amérique, Loe. cit. 35. E. C. Boring, The physical dimensions of c<msciou.me$8, New York, 1933. 36. J. Linschoten, Auf dem Wege ... , Loe. cit. 37. Las principales obras de Titchener son: Experimental Ps¡¡cholog¡¡ (1901), Experimental ps¡¡ch,olog¡¡ of the though.tprocenes (1909) y Text-brok of ps¡¡ch.olog¡¡ (1909) •

PARTE SÉPTIMA

LA PSICOLOGÍA DE LA ALIENACIÓN


CAPÍTULO

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PSICOLOGÍA ·Y RELACIONES DE PODER l. Las ilusiones del progreso. - El panorama político del siglo XIX se cierra frente a designios de conquista y voluntad de guerra, en los que participan las potencias europeas por un lado y los Estados Unidos de Norteamérica por el otro; Alemania, sobre todo, exige «Un puesto al sol» y la conquista de otras colonias, e Inglaterra, que ya disfruta de su cpuesto al soh y posee el mayor imperio colonial conocido, considera la guerra, de la que había sacado máximo provecho en su momento, una cindecible calamidad» para todo el mundo civilizado, porque era inútil y, por lo demás, en las presentes condiciones de Europa, de dudosa victoria. Un inglés, Normal Angell, publicó en 1910 un libro· que, traducido a todas las lenguas, fue muy leído y comentado, La gran ilusión, con la tesis de que la guerra, si en otros tiempos había procurado tierras y dominio a pueblos conquistadores, ahora era incapaz de brindar beneficios, porque el eventual vencedor no hubiera podido apoderarse de las riquezas de otro pueblo, puesto que la interdependencia económica mundial las habría esfumado apenas tocadas y habría hecho esfumar las del propio vencedor. Por su parte, los Estados Unidos aplicaban la política del «big stick» a los pueblos latinoamericanos; el episodio de la guerra - con "i!:spaña y la consecuente emancipación de Cuba, la rapiña de las provincias mexicanas que llevara las fronteras norteamericanas hasta el Río Grande por el Sur, son todos episodios que, unidos con la independencia forzada de Panamá y la consecuente concesión de derechos sobre el Canal, apuntalaban la decidida intención de extender las operaciones de los <rrangers> primero, de los «mariners> después, por el resto de Sudamérica. Este aspecto de guerra con que se inicia nuestra centuria está acompañado por otro que, dentro de la psicología bélica, no es. un hecho utilitario pero sí creador de una disposición moral que la favorece, que se debe comprender por sí mismo y que no siempre es posible· desenmascarar con simples análisis críticos hasta que no se vive la amarga experiencia de sus resultados: la formación de un ideal falso. Las con-


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diciones propicias para su surgimiento estaban implícitas en las mismas fuerzas del mundo moderno, en la creciente e infatigable actividad de las empresas industriales y comerciales que se internacionalizaban, en los descubrimientos técnicos, en las máquinas cada vez más potentes, en las exploraciones geográficas acompañadas de colonización y disfrute económico, en la tendencia que se agudizaba de conferir primacía a los estudios científicos y prácticos sobre los especulativos y humanísticos en el incentivo de las recreaciones y juegos sociales que pasaron a llam~rse spoTts, y que desde el foot-ball al sky, del box al automovilismo, terminaron por dar la parte mayor en las costumbres y en los intereses pulturales a la fuerza y a la destreza corporales, dejando gradualmente de lado, y cada vez más, la parte de la inteligencia y del sentimiento. Aportaron además su contribución a la exaltación de la violencia las teorías de los etnólogos y de muchos pseudohistoriadores sobre las luchas de razas y la concienéia política y cultural que sobre ellas se procuraba formar, de razas germánicas y latinas, eslavas y escandinavas, analizadas tanto como si fuesen hechos reales y valores naturales que se debían enconar unos contra otros y con la sumisión y el exterminio de los menos fuertes. La guerra, la crueldad, la dureza, el desprecio por la muerte y la sangre vertida no eran ya motivos de repugnancia, de desvalorización o de oprobio, sino cosas necesarias para los fines a conseguir, que se presentaban como aceptables y hasta deseables, que se revestían de atracción poética, de 1a belleza que en la guerra y el heroísmo el hombre .blanco puede gozar,_ coro.o atestiguan y cantan las obras de Rudyar Kipling. Este ideal ha sido designado con el nombre de «activismo>,1 término genérico que recoge todas las formas particulares de imperialismo y de nacionalismo y que, por lo mismo, es el más apropiado para resumir todas las expresiones de cpoden que configuran la ideología naciente. Reúne tanto al «imperialismo>, nombre que, nacido en Inglaterra en 1890, servía para caracterizar un mejor encaminamiento, fuerza y coherencia, de la política colonialista inglesa, .y que adquirió otra connotación, la que ahora conocemos con la suma del «nacionalismo>, concepto que surge en Francia en la época del antidreyfusismo, y que contenía tanto sentido antisemítico, reaccionario o monárquico absolutista como el. ideal nacional por sí mismo en la forma clásica y humanitaria que le diera Mazzini. ¿Qué era en su naturaleza íntima este ideal del activismo? Aunque parezca incongruente, su impulso no era otro que el impulso de la libertad; pero bien entendido de la libertad a la que es desnuda de su principio moral, que se separa del pasado y de la tradición de sacrificios que la engendraron, que se le da el valor de formas objetivas deseables por sí mismas y que se debe desear y buscar por sí misma, constituyendo mi libertad, que se enfrenta con tu libertad, y que debe conducirnos a la consecución de fines particulares representados por

el predominio en el comercio, en la industria, por el disfrute de los bienes de otros pueblos para que el nuestro tenga bienestar y prosperidad. De esta manera; el activismo lleva a una reducción del concepto por el que tanto se luchó en el siglo XIX, a una triste parodia de los principios de la Commune y de la revolución del 48. Y dentro de su configuración tiene estampado en el rostro los signos del µidustrialismo contemporáneo y de la actitud mental que favorece; tanto es así que, por su aspecto, se lo llama' a veces «americanismo>. Surge de este modo en el mundo una rara admiración por NaJi!.oleón, una ·especie de imitación de ese hombre de acción, audaz, resuelto, clarividente, que no tuvo dudas ni escrúpulos, que tomó por asalto la fortuna y conquistó el mundo, y de todos los personajes históricos que se le asemejan; así fue interpretado Nietzsche, el filósofo al que se convirtió en profeta del activismo, y los D' Annunzio en Italia, los Barres en Francia, los Dewey en los Estados Unidos de Norteamérica, y muchísimos de menor talla y capacidad en todas partes, se entregaron a ese ese nuevo «romanticismo» de la acción, que se volvió «dinámico» en arte con el «futurismo», y en filosofía, pedagogía y psicología con el pragmatismo. Y esto que acaecía en todas partes de Europa, y también fuera de Europa en Norteamérica, ese estado de ánimo «activista» desencadenó en parte el impulso de la guerra europea y en seguida mundial del 1914-18. El tema moral de la guerra fue bien ideado como defensa de la libertad de los pueblos, defensa del sistema liberal contra el autoritarismo de Prusia y de Austria-Hungría, como liberación definitiva de las minorías oprimidas o dependientes, como redención de los germanos mismos del régimen político que sostenían. Los Imperios centrales adelantaron los principios de la «santa defensa» de su pueblo y sus intelectuales sostuvieron la necesidad. de la unificación de Europa, similar a la realizada por. Prusia en Alemania, de la Pax germanica y de la felicidad y moralidad que esperaban dar al mundo. La propaganda de guerra hacía valer sus razones acusando de hipocresía la ideología del rival, y de ambas partes había razón en eso, puesto que eran hipócritas las razones esgrimidas por los dos bandos. Y en ese drole de guerre, en esa guerra extraña, absurda derivación de las incongruencias socioeconómicas de las ideologías del siglo pasado y de la que de ellas se perfilaba para el nuestro, pocas fueron al comienzo las conciencias libres que se opusieron, los Romain Rolland, pero muchos fueron después los «Clerembault» que descubrieron durante la lucha que habían defendido razones demasiado genéricas, comunes a todos los pueblos combatientes por el hecho que combatían, y vacías de contenido histórico. Comprendieron finalmente que el ideal eran los intereses del «activismo» vaciados en los del industrialismo ávido de mercados, 'y que cualquier razón humanitaria o cosmopolita era contraria a ese nacionalismo convertido en activismo y que realizaba la fórmula

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de Grillparzer; «La humanidad, a través de la nacionalidad, se convierte de nuevo en bestialidad.> · El siglo XIX acuñó la noción de progreso, y el nuestro la recibió en herencia como una promesa vaga e incierta. ¿Qué significa «progreso>? Tomada con sentido absoluto, la palabra carece de significación, puesto que la historia es infinita y en la infinitud se permanece siempre igualmente alejado del principio y del fin. Si se deben descomponer los movimientos de la sociedad en los movimientos de los individuos, ¿qué progreso puede determinarse para seres cuya curva total apenas dura unos pocos años? Debe tomarse, pues, con sentido más restringido la idea. ~e «progreso», y es entonces usual aceptar la definición de QU;>bo_p.. admitiendo que, «desde el principio del mundo, cada siglo ha aument~do Y aumenta aún la riqueza real, la felicidad, la ciencia y quizá la virtud de la especie humana». Esta definición, que contiene una cierta duda respecto de la evolución moral, ha sido muy discutida y hoy por hoy queda de ella el hecho conslante de que el término «progreso> significa la mejora general de la humanidad durante el período histórico. · Pero, aun así, ¿es válido este concepto para todos los puntos de vista o, dicho de otra manera, para las diversas situaciones que el hombr~ ocupa en la sociedad? Es conocidísima la crítica de Sorel,2 y más allá de ella, cualquiera que sea la noción que uno se forme del progreso siemp~e está pendiente la cuestión del hombre, aquello que realme~te significa progreso de la raza humana. Los misioneros que encuentran salvajes desnudos creen hacerlos «progresar» dándoles pantalones y faldas; los estudiantes de algunas universidades norteamericanas e in?lesas ere.e; «progr~sar» o~ganizando carreras desnudos; se festeja la maugurac10n de mas hospitales como cprogreso» y se olvida que su necesidad también significa atraso en la· salud pública·1 se habla del in~reíble, «progre~o» técnic~, q1;1e pone astronautas en 1os cielos, y el mismo dia anuncian los penodicos que dos millones de seres humanos mueren de hambre en Nigeria. ¿Y qué clase de progreso reservamos para los que cada día deben apretarse más el cinturón racionar a sus hij~s, porque la sociedad de consumo los obliga al ~asto superfluo? Ev1~entemente, las «ilusiones del progreso» se prestan a los mayores equiv0cos, Y el peor, el más trágico, fue para nuestra centuria creer que mediatizando a los hombres se los hacía felices. Y otra palabra tan vaga como «progreso»: «felicidad», vino a sumarse al diccionario de las ilusiones que heredaba el siglo xx. Pero es difícil, diríamos imposible, que todos piensen por igual; y mientras el mundo industrial loa progres~ de sus dividendos, que sí es «progreso> porque representa c1f:as relativas de un balance, un puñado de esclarecidos piensan, con Ehseo Reclus, que el verdadero Progreso es la conquista del Pan: y de la Instrucción para todos los hombres. Y frente a estas dos posturas, falsa la primera, legítima la segunda, la psicología fue llamada a cortar

el nudo de un tajo, solución tercera y sin lógica, pero solución com .. pleta para un callejón aparentemente sin salida. Y la antropología concreta del siglo xx se inaugura bajo estos auspicios.

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2. Psicología y alienación. - La era industrial tiene el mérito de haber comprendido la importancia del hombre frente a la máquina para la producción, y también la mala conciencia de haberlo instrumentalizado para que produzca y consuma más. En efecto, sin el trabajo «condicionado» no hay aumento de la producción, y sin gente ccondicionada> para consumir, el mercado permanece estacionario; estos dos problemas se presentaron conjuntamente: cuando las nuevas técnicas abarrotaron los almacenes de mercancías superfluas se vio la necesidad de canalizar su venta convirtiéndolas en necesarias, y nació el «marketing». Pero el paso se realizó en dos etapas y el instrumento fue la psicología. Durante el siglo xxx, la psicología se desarrolló como conocimiento; la sensibilidad, las facultades mentales, la inteligencia y la razón, las relaciones del cuerpo y del alma, fueron sus problemas. Las aptitudes del hombre interesaron en función de la adquisición de conocimiento, y más que motivo de investigación constituyeron campo de especulaciones. Teórica o empírica, la psicología enfocó al ser, y resultó así una ontología de las conductas, fundamento de la filosofía para unos, de la antropología, la moral y la sociología para otros. Se encararon los grandes temas y la síntesis prevaleció. La antropología concreta tuvo una finalidad sintética, y la psicología reflejó, más que ningún conocimiento, las ilusiones metafísicas y antropomórficas de una ideología que se presentaba, como todas las ideologías, en función de una Verdad y de una Razón únicas. No obstante, las contradicciones inherentes al sistema eran demasiado notorias y su falla, de producción, incitaba a la búsqueda del complemento de la máquina. Creada por el hombre, la máquina requería del hombre; producto del hombre, la producción asentaba en el hombre. La máquina de vapor, la dínamo, los altos hornos, las acerías, devoraban hombres y exigían obreros con aptitudes especiales. Fue un ingeniero norteamericano, Frederick Winslow Taylor (1856-1915), quien asentó el principio del scientific manage~nt, como a partir de 1910 se comenzó a llamar al sis.!_e-;-a d~ e~lo­ tación psicológica por él creado para ocultarlo de la desconfianza que suscitaba. Setrata de un método muy simple de organización industrial destinado a aumentar el rendimiento de los obreros, que asienta sobre el cronometraje· de los gestos de trabajo, de manera de convertirlos en menos complicados, más rápidos, más automáticos, sostenidos por mayor tiempo, con el fin de imponer como norma para la producción los tiempos mejores, sin preocuparse por la usura física y psíquica que se produce en el trabajador. Responde al axioma cthe rigth man in the rigth place». Pero ocurre que el hombre que se requiere en el


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lugar que lo requiere es prácticamente necesario crearlo, porque la naturaleza humana difícilmente responde por entero a las necesidades de la industria, que son variables, caprichosas y están supeditadas al ritmo de los procesos qe producción. De aquí que se comience por analizar los requerimientos del oficio en relación con metas de producción y sin preocupaciones por la «humanidad» del material estudiado, y que sea muy buena ilustración de lo que afirmamos el criterio que encontró Taylor para el «perfecto» transportador de lingotes de acero colado en las fundiciones: aptitudes intelectuales requeridas: nulas; musculares: formidables; motivaciones deseables: ambición limitada de salario inmediato par(J. un trabajo de fuerza remunerado proporcionalmente con los metros-tonelada de fundición transportados. Este hombre de la edad de piedra de la selección profesional responde al criterio del obrero asimilado con un acumulador semiautomático que funciona con un ritmo de 10/14, o sea que por diez horas produce plusvalía y por catorce acumula energía para la próxima jornada. De entonces a hoy, los criterios han variado y el análisis ha sido refinado en relación. con los adelantos de la medida de las aptitudes, con la exploráción de las motivaciones, con las exigencias de los sindicatos y, sobre todo, con el «descubrimiento» de que se debe «cuidan la máquina humana para que funcione por más tiempo y sea, a la vez que productora, buena consumidora. No obstante, el contexto del scientific management sigue siendo el mismo: la organización industrial en la que cada mecanismo, incluido el espíritu humano, está valorado según el mismo patrón, el del costo y el rendimiento. No interesa que ya no se sueñe con el troglodita a que aspiraba Taylor y se requiera del hombre un mínimo aceptable de inteligencia y de instrucción, que hasta se le brinde preparación profesional asistencia médica · y social. El cambio lo. produjo simplemente la técnica, que con mejores máquinas desplazli al hombrefuerza de las tareas más duras y rutinarias y le reserva puestos que presuponen mayor capacidad. ~9s. psicólogos de la selección profesionJtl..s.a....ni..fil~yifil:.a_re~uerdan al sujeto__Q.Q in~JJ.@Jlc;,i.s...n..lJlíLY.. músc.,Y.lo~ de~Q,_ J;!Qrgue sus finalidades son más sutiles, más precisas, y, mej_ores cono.sed ores del .hombr.~~e preocupan cada vez más .. P.Or el espí: ritu,_norque !ambién es rentabk,_y_, éste es su último descubrim~ gentro del contexto industrial.ª Pero sería ilusorio pensar que el activismo de la sociedad industrial se interesa únicamente por el espíritu de sus obreros y empleados. La :sociedad toda, entendida como universo humano, es su contexto y debe adecuarla a sus requerimientos. La juventud de fines del siglo XIX y comienzos del nuestro aún estaba educada por sus padres, maestros y ?ºetas en el amor de la libertad, de la justicia y de la humanidad; no mteresa que concordemos o no con los principios inherentes a los contenidos de esa educación, lo importante es que por encima de la

ideología liberal que los nutría, tan rica en valores como en propósitos absurdos, lo humano se reconocía como tal y no se confundía hominización con humanización. Esos principios, de desarrollarse, hubieran constituido un dique moral al industrialismo, a sus pretensiones de hegemonía, a su insidiosa inclinación por la aventura guerrera, que repetirá con conflictos locales, restril)gidos, hasta desembocar en la segunda guerra mundial. Se podrá argüir el papel del fascismo en estos planteamientos; es verdad, pero también lo es que el fascismo :representa un subproducto .del régimen industrial. Y bien: planteadas las cosas de este modo, la educación no podía quedar olvidada, y·el pragmatismo, con Dewey a la cabeza, se apodera de las aulas, y se instrumentaliza con la psicología conductista y su derivado skinneriano en el momento actual. El patrón estímulo-respuesta suplanta al ejercic~o de la razón, y como se condiciona para aprender se condiciona para pensar según slogans predeterminados. 4 El panorama se completa con el tratamiento del individuo aislado, del sujeto que, sometido a esas presiones, sofocado en su conciencia, se rebela o se angustia. Las psicologías analíticas resultan el elemento mediatizador; producto del irracionalismo que apoya al régimen industrial/' le reconocen soberanía y concluyen que los cambios deben ser del individuo, que las condiciones pertenecen a la historia, son incambiables, y quien debe transformarse, mejor dicho, conformarse y padecer con ellas es el individuo. De este modo, el cconformismo» se convierte en producto y aliado del «activismo~. Tanta será su fuerza, que uno de los críticos actuales más prominentes de la sociedad industrial, Herbert Marcuse, procura interpretar psicoanalíticamente el fenómeno de la alienación, cometiendo con ello falta inexcusable en un filósofo, y que falsea compietamente sus conclusiones, como es confundir la ~olución del problema con sus datos, o sea que para explicar la alienación emplea el psicoanálisis, elemento que ya implica esa idea. 3. La. cverdad» del activismo pragmatista. - El activismo de la ideología con que se inicia nuestro siglo tiene su filosofía, que es el pragmatismo. Trazar su historia sería ocioso por harto conocida,6 pero es indispensable saber de sus repercusiones en la psicología si queremos comprender la evolución y orientación de ésta en nuestros días. .El mot.iyg fqndamental del pragmé!_tismo es el siguiente: 1La yerdad de ;.JJn princW.io ._!e_~~~-~~-)-~~--C:_?~.~encias prácticas qu~~a2az cfa. P.roducJn. Una teoría científica, una creencia religiosa, un sistema filosófico, son verdaderos si son útiles. El pensamiento es sólo un instrumento de acción: es la voluntad la que, guiada por el sentimiento, determina la elección entre dos hipótesis. Por consiguiente, es conveniente modelar el conocimiento sobre las realidades, y es propiamente la experiencia psicológica, afirmará su exponente máximo William 34


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i:ok>nes; el modo de conocer cuya realidad distinta ha sido puesto en c~aro por Lock~, Berkeley y Stuart-Mill. De este modo, el pragmatismo. arranca di~ectamente de las tesis empiristas, a las que, agregando el prunado de la voluntad como motor de la actividad sitúa el valor de las ideas en el valor de los hechos, y como los hecho~ son en cuanto los experimentamos, el valor de la idea está dado por la resolución que la idea tiene en la experiencia. Vale todo lo que podemos experiment~r; lo demás, el quid metaempírico, es indiferente, porque en la práctica carece de realidad. Al revés de Kant y de todas las filosdfías poskantianas, se rehúsa a una crítica del conocimiento que pone desde el principio in medias res, pretendiendo demostrar q~e se conoce conociendo, ó, en otros términos, que la ciencia es hacedera haciéndola. P~r consiguiente, el pragmatismo niega el valor teórico del ~­ !!!~~p_t.Q"..Y..1"...9:~... !!!ª~~r.11.~:r.J~c::µlll:t'., ....del ...GQP.Pclmi.euJo....ci~nt.ífu:.o, qJie sería 1Jll insk!JmentQ_Q.Ju\cción con una sig'nifkru;J.6n aproximada y J:.elativaJ En el pensamiento de los pragmatistas, tanto norteamericanos como i:1gleses, 7 los ~echos no son, como para el positivismo, entidades objetivas que se rmponen desde el exterior, sino que llevan marcada la huella de nuestra actividad constructora y organizadora, esto es, de la vol~ntad, tanto de creer como de hacer. En el campo psicológico, la creencia no responde a una verdad objetiva, sino que ella misma con prescindencia del control científico, está determinada por la -vol~ntad de creer,8 y, cuando nos encontram~s con una alternativa, la elección se produce según nuestras necesidades. Sin duda, este punto sobre· el valor de la experiencia es bastante engorroso. Cuando se trata de la experiencia física se comprende fácilmente, si es conocido el objeto que se lo encare diciendo que su importancia se calcula por la com~ paración de nuestras aserciones y de los hechos, de la misma manera que si existiera fuera de nosotros una medída para ello; pero ya sabemos que para el pragmatismo también se trata de datos psicológicos de la conciencia, lo cual es cosa distinta. En efecto, ¿dónde encontrar la du~lida~ de la idea y del hecho, del objeto y del sujeto, que parece estar rmphcada en la noción de conocimiento? Aunque el pragmatismo aparente detenerse en estas cuestiones alegando que la identidad del sujeto Y del objeto es característica de la conciencia, abona en testimonio suyo u~ valor exclusivo e inexpugnable, porque, en suma, no sabemos de nmguna manera qué cosa sean nuestros estados de con~iencia, lo cual significa conocimiento de sí y asimismo supone un su3eto c~nocedor correspondiente del objeto conocido; la verdad es que los de3a de lado Y se concreta a responder cuál es en el ord~n físico la condición necesaria y suficiente para que una idea sea considerada como verdadera. En partiendo de la función experimental de la ciencia una idea profundamente científica ya no es una idea considerada com~ el retrato

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la representación del objeto a que se refiere o cuy,a imagen sugiere:

~s la concepción de una fórmula que nos dice a que debemos a~ener­ nos cuando comprobamos que ese fenómeno se produce. ¿En que ~on-

0

.siste pues para el pragmatismo, la verdad de una idea? Se contiene ínte~a er: la, propiedad de adaptar el pensamiento del hombre a la realidad. Una idea verdadera es aquella que puesta a pru.eba cu;nple su promesa. La idea verdadera es la que rinde un beneficio, .segun el sentido de la expresión inglesa to 'JXLY: que asegura un trab~JO rem~­ nerador. De este modo, la verdad de una ide~ no se de:~rm1!1~ segun su origen, sensible 0 racional, ni tampoco ,segun su relac1on logica con eSte principio 0 con aquel otro: depende solo de sus. efectos. Verdadero, para el pragmatista quiere decir verifi~ado o verifica~le. y. como. la verificación es necesariamente una a.cci6n, y una accion que alguien ha de cumplir la verdad resulta una comprobación que hacen o pueden hacer los indi~iduos. Se resumen, con absoluta fidelid~?· las condiciones necesarias y suficientes para la idea ~e verdad, definiendola con James de esta guisa: es una idea que tiene el psic?logo de ~daptarnos, mental físicamente a alguna realidad.9 Y es as1 como, s1 con una palabra 0 queremos de~ignar la doctrina del conocimiento que se despre~d~ de este examen debemos llamarla pragmatismo, de pragma, que significa acción, en o~sición al intelec_tualismo o al racionalismo. En efecto, la acción subordina siempre las ideas a los hechos y nunca los hechos a las ideas. Para la acción, la realidad no es función de la verdad! sin,o ~a verdad funcicSn de la realidad. Los hechos realísimos se redu~;n, en último análisis¡ a las manifestaciones observables de alguna accion h~ana. Siendo éste el criterio pragmatista de la idea de verdad, ¿cual es el sitio adecuado que encuentra en la experiencia psicológica, como ,lo encuentra en el domhüo de la experiencia física? Su objeto, segun James, es la vida de la conciencia personal y tiene dos :~racteres: ~n primer lugar, es una activ_idad tele?lógica, o ui:a colecc10n de med10s adoptados para la realizacion de algun fin; ademas'. Y en segundo lugar, persigue la conservación de las partes de su contenido por las cuale~ se interesa y la eliminación de las restantes. Éste es ~l doble hecho psicológico fundamental para elpragmatismo; situar el contenido ~e .la conciencia en un ambiente físico, esto es, en el cereQ.m; descnbu.: tod~ s.us.Jases y Jowas. atá,n.,4<.>.lE\§,_ª.. "§:l!lL~Qllili.c;iones fisiológicas. ·~laro esta que el pragmatismo no construye su teoría sin preguntarse si con .el~a afirma 0 prueba la verdad del materialimo; lo hace descartando la h~po­ tesis materialista porque busca una exposición conforme con la realidad experimental como expresión de activismo y no como acto de reconstitución del fenómeno natural. Sólo busca explicaciones instructivas o útiles en causas próximas, sin examinar lo relativo a los principios. Por supuesto, no se trata de que el pragmatismo, se desentienda. del problema metafísico que suscita su teoría. El ingles F. C. S. Schiller


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sustituye con el chumanismo> pragmatista, esto es, con el voluntarismo de la acción, al naturalismo que considera al hombre como cparte> de la naturaleza, y al idealismo que lo subordina al absoluto. Según Schiller, es a los seres humanos -seres de voluntad- a los que se les plantea el problema filosófico; son seres humanos los que se esfuerzan por comprender un mundo de experiencia humana con los medios proporcionados por el espíritu humano. Para el humanismo de Schiller, el pragmatismo es, pues, cuna aplicación consciente de una psicología teleológica a la epistemología, que, en último término, implica una metafísica voluntarista>. En efecto, Schiller hizo suyo el célebre aforismo de Protágoras cel hombre es la medida de todas las cosas>; identificando a chombre; con cvoluntad> y cacción>, se autodefinió como c:neoprotagorista>. Las consecuencias psicosociales del pragmatismo no son difíciles de adivinar; producto del cactivismo> de la sociedad industrial que nace, representa, en primer término, la determinación de imponer los hechos, tal como se dan y valorados por su utilidad, que la determina su éxito, a las ideas. La sociedad industrial reorganiza al mundo, reestructura los hombres; su cverdad» está en el «aumento> de la producción, de manera que es útil, y su ideología, por ende, verdadera. La experiencia plantea conflictos que producen los sistemas, las ideas, las teorías, los instrumentos de reorganización de una situación determinada. Por ello ª-\L!..Valide~_>Jel!!de en el é_;rit~>, es decir, en lograr efectivamente una inteligente y, por consiguiente, útil reorganización de la realidad. En caso contrario, los sistemas y las teorías son falsos. Por otra parte, dado el valor instrumental de las ideas, para el pragmatismo no existen teorías y sistemas cerrados, verdades absolutas, sino que cualquier concepción, en función de su uso, es susceptible de desarrollo. El pen,samiento, en una palabra, es una norma de conducta, y como-la utilidad es norma que determina la verdad y el bien, lo intrínsecamente humano queda supeditado a tales procederes. No es difícil comprender las resonancias del pragmatismo en las ciencias del espíritu, que, de este modo, deben experimentarse en contacto con la realidád. Por primera vez en la historia, el concepto de eficiencia está antepuesto a cualquier consideración crítica y móral, y se acepta, en consecuencia, la reorganización de lo humano, la reestructuración del hombre según Jos criterios de la praxis que sustenta el activismo. Todo lo que sea -útil, remunerativo con el amplio sentido del to pay, puede aspirar a -.in puesto en el desarrollo de la humanidad. No existen controles p, priori ni tampoco análisis a p-0steriori: únicamente hay cambios de necesidades y, con ellos, de actitudes. El pragmatismo a~epta, con Marx, que las condiciones hacen al hombre, pero no imagina un cambio en esas condiciones; por boca de uno de sus más destacados propulsores, John Dewey, termina por decl~rar que la sociedad norteamericana de

su momento es la sociedad ideal, que reúne todas las condiciones para que la «actividad> sea clibre> y, por ser útil, es verdadera y dispensa el bien. Y la sociedad que acepta como modelo, el mundo de cutopía-. para los hombres del siglo xx, es el de los trusts, del scientific ma.nagement, el sueño de Babitt, de la reducción del individuo a simple engranaje de_ una maquinaria que es buena porque es ú~il prodigando bienes de consumo. La psico!Ogía implícita y explícita de este concepto es la del condicionamiento, la que desarrollara como el primero Watson, que apuntalará después el psicoanálisis americanizado, descubridora que la solitud, la angustia existencial, la orfandad de lo intrínsecamente humano que vive el hombre, es producto de inc:apacidad para aceptar al «mejor de los mundos posibles>. 4. Una ideología en marcha. - La aceptación del pragmatismo por el siglo XX es un fenómeno que deben reflexionar los psicólogos si quieren comprender las orientaciones actuales de su saber. Al mismo tiempo que el irracionalismo, el historicismo, el intuicionismo, el relativismo desarrollan sus teorías, el pragmatismo irrumpe en el campo de las ideas. Como filosofía es pobre, de una pobreza tal que sus mejores exponentes, James, Schiller, Dewey, apenas pueden aspirar a la categoría de filósofos mediocres, destinados a perderse muy pronto para la historia. Sin embargo, ocurre lo contrario y hoy tienen su puesto en todos los manuales. La más activa y emprendedora de las burguesías, la norteamericana, escala gradualmente la cumbre del poder burgués. Mientras la burguesía tradicional europea, incapaz de resolver por las vías del idealismo y del espiritualismo sus contradicciones, declina, la burguesía de la caccióm, templada en la conquista y organización del propio país, toma la delantera. Carece de csavoir faire> de cesprit de finesse>; la simbiosis entre burguesía y antiguo régimen que tuvo lugar en Europa no se produce en América. Boston, con sus intelectuales, sus círculos_ exclusivos, sus refinamienfos victorianos, es apenas una mancha casi invisible en el inmenso mapa de los acontecimientos americanos. La política de la acción, del cbig stick> de Teodoro Roosevelt, el auge de los trusts y el éxito inmediato de una industria que únicamente aspira al provecho inmediato provocan una reacción de fuerza Y de orgullo, de prepotencia que se manifiesta en el desenfado con ·que se encaran tanto los problemas sociales como los individuales. El hombre norteamericano es libre; libre de ataduras con el pasado, con las ideas; su historia comienza ayer, y, como crisol de todas las razas, los hombres de América abandonan automáticamente sus lazos con la historia y actúan solamente con vistas al futuro, y por la acción. Sin duda, el fenómeno es digno de atención y hasta de admiración en algunos aspectos, pero no olvidemos que esa ruptura también significa el rompimiento con , la inteligencia y la razón, que no son productos


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.lnnatos, instrumentos de aplicación directa sino de formación gradual . 10 y es aqw' donde aparece la ' coyuntura que permitirá al .e hist' . . or1ca. .actlvlSmo, despre~dido de escrúpulos humanistas, penetrar airosamente .~n el con~ierto del Pensamiento humano: el espiritualismo que triunfa ·con Henr1 Bergson, el idealismo empírico-histórico que se desarrolla con Ben.edetto Croce, el actualismo de Giovanni Gentile tienden a crear la «mterna;i?nah de~ espíritu, a reconstruir la realidad según las fuen~es d.el espiritu el primero, de la historia y del espíritu el segundo, del i~eahsmo absol~to el tercero, pero todos chocan con una realidad social ~ue se les rmpone Y que no pueden soslayar. Bergson es, tal vez, el primero que lo comprende y acude al pragmatismo para entregarle aq~i;lla parte del hombre que no corresponde a su esquema de la evoluc1on creadora del espíritu. Filósofo de genio, saluda al mediocre James como un .alia.do; lo reinterpreta 11 y entrega a sus acólitos el aspecto de l~ efi~1enc1a cuando, en dividiendo la psicología en. psicolooía de la con;1.enc1a y . de la eficiencia, reserva la primera· para su filo~ofía del espir1tu Y de3a la segunda al albur de los acontecimientos. Croce 12 se escuda en el liberalismo y acepta al activismo como forma mentis que se debe respetar aunque controlándola, como intenta hacer con la reforma de la ed~cación italiana cuando fuera ministro del fascismo· por su ~arte'. Gentile 18 es más directo; para él, filosofía, ética y peda~ogía se identifican, porque toda la filosofía es ética y pedagogía, porque filos~far. es «educar>, esto es, llega a la identificación de la filosofía con la vida, del pensamiento con la acción, y acaba por disolver el ritmo ~el pensamien;o en el ritmo de la vida, y hace derivar, con el pragmat1sn:io, la ~eor1a de la c':ntingencia de la práctica. Pensar es obrar, es decir, r~alizarse del esp1ritu, y obrar es pensar. Lo real es, pues el pensamiento en su desarrollo dialéctico, en su eterno hacerse c~mo act.o puro. Nada puede presuponerse al pensainiento, puesto que cualqu1~r cosa presupone .antes al .pensamiento, y .por eso es. siempre pensam1en~o: ~ otro del p;nsamiento: la idea de Platón, la naturaleza a.el posit1v1smo, no es mas que el acto mismo del pensamiento convertido en hecho. Dentro del idealismo absoluto de Gentile está abierta la puerta para el activismo pragmatista y, entonces, no es de sorprender que toda la filosofía con que se inicia nuestra centuria tienda una mano a ese pariente pobre que es el pragmatismo y le asigne el papel se~unda;io a sus ojos pero fundamental desde el punto de vista de l~ psicologia! de ?cuparse del hombre concreto, esto .es de hacer realmente ps1cologia. ' Más aún, en la filosofía anterior a la guerra de 1914-18 ,Persiste c?ns~nte el m?t.ivo de su reacción contra el valor cognoscitivo de la c1enc1a. El empmco-criticismo de Mach y de Avenarius Bergson BI d e1. 1os ~e la tivis . tas, 1os ep1stemologos . , ' oncomo Poincaré ' y Milhaud, los neohegehanos Croce y Gentiles, están todos de acuerdo en la desvalo-

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rizac1on total del valor cognitivo de las ciencias. La filosofía dirige contra la ciencia las mismas armas que ésta había empleado contra la filosofía; derriba de su pedestal a las ciencias cexactas>, a sus verdades «objetivas> y «absolutas>, y las hunde en la corriente del devenir, en el fluir constante de la existencia. La psicología, que con Fechner y Wundt, con los empiristas ingleses .y los experimentalistas franceses, había querido constituirse en ciencia exacta, pudo haber sido el punto más vulnerable para esta crítica, pero en realidad no fue necesario que se le aplicara. Pese a todos los esfuerzos de los Wundt, de los Spencer, de los Ribot, no había superado el plano descriptivo, y las pretensiones de «exactitud> y de «objetividad>, calcadas respectivamente de las ciencias físico-matemáticas y de las naturales, habían naufragado por propia imposibilidad de establecer la crítica de sus fundamentos cognoscitivos.14 Sin duda hay dos maneras de entender la psicología como antropología concreta: el modo de quien concibe la teoría y la práctica del conocimiento psicológico como función de la actividad cinemática de la materia, o sea comprendiendo en un solo concepto ciencia y filosofía, y el modo de quien concibe la actividad cinemática y dinámica de la materia como teoría y práctica, respectivamente, del conocimiento psicológico, porque se atribuye el movimiento a la materia organizada en el fenómeno vida, y la acción que moldea, motiva o desencadena actos a la presión de las circunstancias biofóri.cas, naturales, sociales o culturales.15 En el primer caso, la teoría y la práctica se convierten en conocimiento, se vuelven vida, porque se comprende que ciencia y filosofía, psicología y filosofía en nuestro caso, realizan idéntico trabajo; en el segundo, teoría y práctica llegan a ser fórmulas, dualísticamente separadas, porque los representantes de la primera no alientan la decisión de penetrar en el campo de una ciencia particular y de profundizar sus problemas, y los de la segunda no se atreven a introducirse en un mundo de cuadros abstractos, demasiado diverso al suyo. Este camino, esta segunda posibilidad, había adoptado la psicología como ciencia, y de ello resultaba, sin objeciones, la más patente y ridícula contradicción in terminis. La psicología, lo expresa . con toda claridad Bergson,16 había quedado más acá de cualquier conocimiento, y ni siquiera representaba el esbozo de una filosofía de la experiencia. A las acusaciones del positivismo, que con Comte la excluyera del cuadro de los conocimientos, se sumaba la crítica justa, dado el estado de las cosas, de los representantes del espiritualismo, del idealismo y de los teóricos de los problemas de las ciencias. La psicología era despojos que nadie quería recoger y para los cuales quedaba la deriva hasta perderse, o un ínfimo acto de misericordia. Pero la presión de los hechos tiene su voz; la sociedad industrial en plena organización no se guía por la palabra de los filósofos y los epistemólogos; no entiende de ilusiones antropomórficas o antropocéntricas en el plan-


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teamiento de los problemas; no le interesa la cverdad>, sino la cutilidad>. Práctica a ultranza, necesita un instrumento para mediatizar al hombre, y ese instrumento, se lo enseñó Taylor en la fábrica, Dewey en la escuela, es la psicología. ¡Qué importa la seriedad del conocimiento; qué importa que se confunda descripción con explicación, condicionamiento con actitud voluntaria, que se estudie a un hombre artificial, asimilado a las ratas de los claberintos>, como estaba de moda desde que W. S. Small construyera en 1899 el primero, sobre el modelo del que Guillermo III usaba alrededor del 1700 para divertir a los huéspedes del palacio ·de Hampton Court, cerca de Londres! Todavía más: ¿qué significado puede tener pá:i:a el industrialismo el problema de la conciencia? Ninguno, porque la ideología del mundo que nace acepta con el pragmatismo que la verdad científica está probada por la utilidad. Si algunos procederes psicológicos son útiles, configuran un conocimiento verdadero y eso basta. Es de este modo, y solamente de éste, como al iniciarse el siglo xx, Bergson desembaraza al conocimiento del hombre del problema de la acción humana entregándolo al pragmatismo, y éste lo deposita solemnemente en manos de John Broadus Watson. Los acontecimientos se precipitan; como l;i. flecha que, disparada por el arco, sigue su camino sin detenerse, el ejemplo cunde, y Freud se suma a los cruzados del activismo, y hasta llegar a Henri Wallon no hay, en nuestros días, barrera que se le oponga. De este modo, la psicología es llevada a pensar en ccosas> y no en función de crelaciones progresivas> que determinan la ubicación de las cosas y su valor relativo en cuanto a la inserción dentro del proceso continuo. que se desarrolla sobre el vector de la duración psicológica. Se quiera o no, el hecho de pensar en ccosas> lleva inevitablemente la psicología al terreno de las explicaciones mecanicistas, y de ello resulta que, de cualquier manera. que se interprete 1a continuidad de los fenómenos psíquicos, éstos aparecen en la interpretación como produciendo un autómata consciente, que sigue la pendiente de los hábitos útífos que prolongan la excitación en reacción apropiada. Es un individuo que mima su existencia en lugar de representársela, lo cual configura una ventaja para el chumanismo:> del activismo industrial, porque disfraza el condicionallliento de espontaneidad, convierte lo aleatorio en necesario, y viceversa; el hombre no piensa, actúa, y la acción ciega, ignorante de sus fuentes, aparece como expresión de libertad. Sin saberlo, el individuo es tan clibre> como el perro retenido por la cadena; libre de moverse dentro del círculo de la cual ésta es radio, libertad condicionada que nada tiene que ver con la verdadera libertad del que no teme nada, no espera nada y por eso puede exclamar: c¡Soy libre!> 5. Psicología y relacion.es de Poder. -Al comenzar nuestro siglo la psicología ha fracasado como ciencia; la pretensión de separarla de

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la filosofía aparece como ilusoria y, al mismo tiempo, se considera imposible resolverla en la filosofía o en la socíología. Su carácter es de un esperantismo· absoluto, y cada vez que se tira de la manta aparece un mosaico informe que se p~etendía ocultar. El siglo XX, que podría pasar a la historia como el siglo de la psicología, al mismo título que el XIX como centuria de la historia, debe reconstruir la antropología concreta o abandonar la esperanza, acariciada a todo lo largo de la historia, de conocer el ei¡píritu humano fuera de las vías que ofrece la filosofía. Frente al callejón sin salida, una. voluntad férrea se impone, una v.oz se escucha, y es aquella del Poder; y el poder como facultad legal o moral, como derecho de hacer algo, escapa gradualmente de manos de la burguesía y comienzan a e]ercerlo las csociedades anónimas>, que a través de los trusts controlan el mercado. Ya no se trata de la potencia de un grupo político o confesional; no es el poder que otorga el voto y por el cual se luchara. desde la Revolución francesa; tampoco el poder milenario que pasa de l:>ios al soberano; es una potencia sin rostro visible, la potencia ejecutora de las cosas que dependen del crecimiento industrial y que junto con la producción planifica la vida de los hombres, que producen y consumen. con el uso creciente de medios y de personal «Científico> para el control y la manipulación de la mente humana mediante la información, la publicidad, la educación, la industria «culturab.17 De esta manera, cada día aparecen nuevos cespecialistas>, cuya tarea es uniformar a los hombres con las exigencias del poder, de segregar y reprimir a los que rechazan sus pretensiones, de manera que cada individuo tiene una cierta posibilidad creciente de ser considerado «anormal>, o sea ubicado en la categoría de los que escapan a la «norma> establecida por el equilibrio social que se crea. Es difícil establecer estos límites; los psiquiatras más serios están de acuerdo en aceptar que desacuerdan al reconocer el 46 % de los síntomas de desequilibrio mental y al definir el 35 % de los diagnósticos, 1 8 de donde las divergencias de diagnósticos derivan de la mayor o menor adaptación del diagnosticador a las normas que le están prescritas y cuyos copfines inciertos entre equilibrio y desequilibrio debe conscientemente aplicar a la gente, pero que inconscientemente hace en función de su propio grado de alienación. Cuando estudiantes de medicina de la Universidad de Parma, durante la revuelta universitaria del verano de 1968, izaron sobre el manicomio provincial del lugar un irónico cartel que decía: cil figlio del ricco e esaurito, il figlio del povero e matto>, tradujeron con una fórmula simple y concisa la realidad de las relaciones de la psicología y la psiquiatría con el poder. Los hechos están más allá, de las palabras; tanto es así, que incluso ha tenido en nuestros días éxito un libro de Szasz 111 que pone en duda la existencia de enfermedades mentales. El resultado a que llegamos pertenece al hecho de que para la «psi-


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cología> del industrialismo el espíritu individual se convierte en sede natural de las contradicciones sociales y sufre, por consiguiente constricciones y violepcias que minan la unidad psicofísica. En efe~to las desviaciones de la cnorma> se presentan bajo múltiples aspectos: c~mo señal de un conflicto con causas naturales y sociales, como desviación en relación con las normas de conducta establecidas por el poder y también como sufrimiento individual, como i.nlposibilidad de mantener relaciones reales y críticas con otros individuos y con el ambiente y, por lo mismo, de modificarlos. La situación es clara y precisa: las conductas están determinadas por las relaciones de poder y deben ser estudiadas según ese patrón. De esta manera, la psicología se desplaza del individuo a las condiciones, se olvida la unidad ser-medio y se enfo~a el problema desde dos ángulos separados que, por naturaleza coexistentes y complementarios, aparecen así únicamente como convergentes: el de las relaciones estímulo-rlilspuesta, ~on, el. individuo como canal de entrada y de salida, como sede del autóínatismo, y el de la resolución inconsciente por el propio individuo de los conflictos que de esa relación pueden derivar. La psicología se convierte en embriología de las conductas con Watson; en psicogénesis del subconsciente, con Freud. La norma está respetada y los imperativos del poder in tocados. ·Para llegar a estas consecuencias se fragmentó la antropología concreta en cpsicología>, en ramas diversas que de psicológico solamente tienen la presencia del individuo como punto de arranque de sus especulaciones; por ejemplo, una psicosociología que simplemente es una sociología de las conductas, una cphisiologie des moeurs>, como fuera costumbre decir desde Montaigne, y una psicología clínica que es pseudopsicopatología de las conductas individuales. En un caso como en el otro, la reflexión psicológica está ausente porque falta el gran personaje de la epopeya de la humanización: la conciencia. Desde Homero, la pregunta clave fue: ¿por qué somos hombres; por qué lo que has pensado tú no lo pensé yo; por qué lo que siento yo no lo sientes tú; por qué somos tan iguales unos a los otros y tan diversos a la vez? Fuera cual fuese el camino tomado por la antropología concreta, se procuró siempre dar respuesta a esos interrogantes; la psicología nació en tomo del problema humano, y de pronto, por ·relaciones de poder, se concluye en nuestra época que lo único importante es saber cómo cumplimos normas y cómo se nos puede hacerlas cumplir. Se forma para ello una caterva de ccientíficos> que analizan lo humano sin cuestionar las bases del análisis que les solicitan, que no se preguntan para. qué, por qué, sino que se entregan íntegros al cómo: cómo saber lo que pensaré o haré en tal o cual circ'unstancias; cómo descubrir y explorar lo que no expreso; cómo descifrar mis jntenciones; cómo explicar, finalmente, que acepte o me niegue a obedecer. Se trata de un verdadero juicio de intención, pesquisa inquisi-

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dora, justamente lo contrario de labor cognoscitiva. 20 Y todo porque existe un patrón general que impone los propios intereses, que únicamente permitirá la aceptación de conocimientos en la medida que, dándole ventajas, no dañen la producción o el consumo. Antonio Gramsci 2 1 demostró que «el nombre se debe concebir como un bloque histórico de elementos puramente individuales y subjetivos y de elementos de masa u objetivos o materiales con los cuales el individuo está en relación activa.>. Esto significa que el trabajo sólo puede convertirse en primera. necesidad de la. vida. cuando permite la expresión de la propia personalidad; y las normas de trabajo y de consumo de la sociedad industrial ahogan la creatividad y sus patrones de producción convierten al trabajo en medio de vida.. La diferencia es fundamental: como primera necesidad de la vida, el trabajo libera, y tanto que convirtió la hominización en humanización,22 creando la singularidad del individuo, dimeqsión originaria destruida por la alienación del trabajo como necesidad de vida. Llegados a este punto, resulta evidente que la valorización psicológica de los «Científicos» al servicio del poder es falsa; mejor dicho, es correctísima desde el punto de vista de la instrumentalización del hombre, subrayando en conclusión la exigencia de que el proceso de desarrollo psíquico no puede completarse sin la coincidencia con los intereses del poder, o sea con la modificación de las conductas en todos los niveles que tocan las relaciones de poder. De esta manera, los hombres no pueden ser conscientes y dueños de la situación porque no se convierten en dueños de la propia integración en la sociedad. Esto significa el fin de la psicología, que traslada su horizonte del hombre a los autómatas y se transforma en análisis de las situaciones que lo convierten en títere del poder. El vigor y la cualidad de la psicología del siglo XVIII, el deslizamiento de la antropología concreta hacia lo psíquico en acto, la colocación del espíritu en el ámbito de la materia, el optimismo humanista que la impulsaba, desaparecen en el siglo xx por la gravedad de los procesos de destrucci6n del hombre, que, por supuesto, no son compatibles con el conocimiento del hombre. Pero la marcha de los acontecimientos, sean cuales fueren, no es unidireccional; la negación de la racionalidad eleva como antítesis una nueva valorización del racionalismo; la negación de la conciencia despierta interés por establecer qué es y cómo actúa la conciencia; la destrucción psicológica del hombre lleva a invertir esta orientación, y la dialéctica del conocimiento termina, en nuestros días, después de Wallon y de su escuela, por partir de consideraciones que, como veremos, valoran lo humano en todas sus dimensiones: biológica, psicológica, social, histórica, y crea con ello una antítesis profunda y radical con respecto de los modelos impuestos por la alienación; constituye, en una palabra, un momento necesario y positivo en el estudio del hombre integral dentro del horizonte antropológico de la libei:tad.


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NOTAS l. Sobre el concepto de «activismo:. y su formación, vid. Benedetto Croce, Storia d'Europa neu Secolo Decimonono, Loe. cit. 2. Georges Sorel, Le.s iltu.sions du Progres, Loe. cit. 3. Vid. Alberto L. Merani, Psicología 11 pedagogía, Grijalbo, México, 1969, Y Alberto L. Merani Naturaleza humana 11 educación, Grijalbo, México, 1972. Para un análisis compl~to del problema, vid. Alberto L. Merani, Psicología. 11 alienación, Grijalbo, México, 1973. 4. Vid. Alberto L. Merani, Freud 11 el Talmud, Grijalbo, México, 1974. 5. Cf. Hebert Marcuse, One-Dimensiona.l Man, Boston, 1964, y An Ess1111 oo Liberation, Boston, 1969. 6. Para una breve historia del pragmatismo e interpretación parcializada por Ja tesis eSPiritualista, véase: Emilio Boutroux, William James 1J su filosofía, Montevideo, 1921. 7. Cf. William James, Pragmati.sm, a New Name tor· Some Old Wa11s of Thinking, ·Boston, 1907. 8. The Will to Believe 11nd others Ess1111s in Populllr Philosoph11, título de una obra de William James publicada en 1897. 9. William James, cPsychology and Scientific Methods», Journal of Philosoph11, 3 december, 1908. , 10. Vid. Alberto L. Merani y Susana Merani: Lll génesis del pensamiento, Grijalbo, México, 1971. 11. Sur le pragmati.sme de William James, Loe. cit. 12. Benedetto Croce, Lll storia come pensiero e come azione, Bari, 1938. 13. Giovanni Gentile, Teoría generale dello spirito come 11tto puro, Bari, 1918. 14. Cf. Alberto L. Merani, «Crítica de los fundamentos de la psicopatología>, Loe. cit., y Critica de los fundamentos de la psicología, Grijalbo, Barcelona; 1975. 15. Cf. Alberto L. Merani, cCrítica de los fundamentos de la psicopatología:., Loe. cit., y ¿Es la filosofía una ciencia?, Loe. cit. 16. Henri Bergson, Matiere et Mémoire, París, 1896. 17. Cf. Alberto L. Merani, Psicología ¡¡ alienación, Loe. cit. 18. R. Blum, cCase identification in psychiatric epidemology: methods and problems•, Milbank memorial fund qU11rterl11, vol. 40, 1962. 19. T. S. Szasz, n mito della malllttia mentale, Milano, 1966; el tema, retomado por E. Cotti: cLa pazzia e un'invenzione>, Rinascita, n.• 41, 1968, lo lleva a concluir que la locura es cun comportamento normale in relazione a situazioni anormali~. · 20. Sobre el juicio de intención en la selección profesional, vid. Alberto L. Me.rani, Psicología 11 alienación, Loe. cit. · 21. ll materialismo storico e la filosofía di Benedetto Croce, Torino, 1949. 22. Cf. Alberto L. Merani, De la praxis a la razón, Grija1bo, Barcelona, segunda edición, 1974.

CAPÍTULO

2

HENRI BERGSON O LA PSICOLOGfA COMO FILOSOFfA DEL ESPffiITU l. El método y la. rela.ci6n del cuerpo y el alma. - Pocas doctrinas ' han tenido en la época contemporánea tanta resonancia como la de Bergson. Es necesario remontarse a los tiempos de Auguste Comte, o llegar a los años de la difusión del existencialismo, para encontrar una influencia filosófica tan marcada. Pero mientras que en el caso de Comte y de Sartre los factores políticos de oposición al poder desempeñan papel preponderante, son tendencias bien determinadas de la ideología de comienzos del siglo xx las que satisface la obra de Bergson. Es contemporánea de lo que se ha querido llamar impresionismo en pintura, en música, en poesía; del activismo en política, y está emparentada, en lo moral, con un renacimiento de esa religiosidad sensual, de matiz muy peculiar, que une la unción mística con aires de incredulidad· y que, empezando por rechazar la fe de la Iglesia, termina siempre con la más solemne y aparatosa conversión. Los adeptos a esas convicciones nuevas buscan, en sus impresiones de arte, la vibración, la atmósfera, la riqueza de movimientos variados y complejos; desdeñan las líneas y combinaciones bien arquitecturadas; en una palabra, buscan todo lo que es tenso, lo que sienten inquieto y viviente. La reljgiosid.ad próxima a esta visión de las cosas no se ata al dogma seguro y definítivo, pues se diversifica en aspiraciones, en desbordes del sentimiento, en una bÓsqueda apasionada de lo divino, que es concebido como presente e interior a las cosas y no como trascendente y dominador. Es el momento en que Rémy de Gourmont publica su libro sob~e el Latín mystique, Paul Claudel se convierte a través de la visión poética del mundo creyente medieval, y Paul Valéry, opuesto a esos irracionalismos, escribe, tal vez el único verdaderamente lúcido entre los pensadores de la época, la racionalista Introduction a lá méthode de Léonard de Vinci. De una manera u otra, por el sendero de la mística o el camino de la razón, los intelectuales de comienzos de siglo que intuyen la deshumanización que anuncia la era industrial buscan aires de libertad individual. Y es precisamente cuando llega la filosofía de Bergson, que en apariencia responde a ese ideal porque, abando-


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nando el ser corpóreo al instrumentalismo pragmatista, pretende salvar al espíritu de la mecanización, elevándolo por encima de la materia. Se opone tanto al ;racionalismo como a las diferentes formas de mecanicismós; se apega a lo inmediato, a lo vivido, a lo que está probado directamente, y procura asir la realidad psicológica por debajo de las :formas conceptuales con que se disfraza en las ciencias y en la vida social. Para sus contemporáneos, Bergson abrió una ancha puerta de escape, pero en realidad y a la luz del análisis posterior lo que otorgó. fue franquicia de libre circulación al pragmatismo del régimen industrial. Discípulo de Ribot en la École Normale Supérieur, la Sorbona y el College de France, HENRI BERGSON (1859-1941) representa el punto de arranqué de la primera gran oscilación pendular de la psicología de nuestro siglo. Como pensador, Bergson tuvo los mayores honores que recibiera un psicólogo: normalista, agregado en filosofía, doctor es-lettres, miembro de la Academia de Ciencias Morales, de la Academia de Francia, embajador especial de su gobierno con fines de difusión cultural y acercamiento político en los Estados Unidos de Norteamérica después de la primera guerra mundial, y Premio Nobel de Literatura. Si su carrera fue brillante, su éxito resultó espectacular. Durante cincuenta años, su rincón de trabajo en el Boulevard Beauséjour representó el foco de )as ideas que más pesaron en la filosofía, la psicología y la psicopatología. Honestamente consecuente con sus principios, luchó por un humanismo práctico y dio una inolvidable lección de moral también práctica bajo la ocupación alemana de París. El judío de origen polaco convertido al catolicismo, al que se ofrecieron consideraciones que únicamente buscaban su silencio, rechazó prerrogativas que derivaban de su prestigio y retomó públicamente la fe judaica de sus mayores. Como acto de protesta por las persecuciones hizo coser la estrella amarilla de David en sus ropas, y voluntariamente formó cola, anciano débil y. moribundo, atado a una silla de ruedas por- la parálisis, para recibir su ración de pan. En función de la historia de las ideas, el ciclo psicológico de Bergson se cerró cuando comenzara el de Henri Wallon. En efecto, la separación entre psicología de la conciencia y psicología de la eficiencia arranca de Bergson, · está en sus ideas, la sancionó en la praxis y la api.intaló con su prestigio. La fundamentación de la unidad de la psicología, las ideas básicas para una ciencia genética y dialéctica del hombre arrancan de Henri Wallon el primero en darle carácter de conocimiento rico en realizaciones y~ más todavía, en posibilidades. A Bergson, con sil filosofía ·del ~spíritu Y mecánica de las relaciones, W allon opondrá la unidad de una teoría universal, cuya ley general, la dialéctica, «Contiene en práctica· la evolución del ser desde el átomo hasta las sociedades h\Imanas en pasando por las especies animales~.

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Los escritos de Bergson fueron innumerables; son centenares sus artículos, reseñas críticas, sus ponencias a congresos y a las academias, pero de todo lo que escribió y publicó lo único que reconoció finalmente en su testamento con derecho a perdurar bajo la forma de nuevas ediciones son los libros que enumeramos: L'idée de lieu chez Aristote, 1889 (tesis latina, traducida al francés por M. Mossé-Bastide); Essai sur les don:nées immédiates de la oonscience, 1889; Matiere et Mémoire, 1896; Le rire,.1900; L'éoolution CTéatrice, 1907; L'énergie spirituelle, 1919; Les de'l.tX sources de la morale et· de la religi<m, 1932; La pensée et le mouvant, 1934. En el momento en que Bergson publica el Essai sur les donées immédiates de la conscience, · el método experimental estaba en pleno auge; la observación interna, arrastrada por la escuela ecléctica en su caída, sólo despertaba desconfianza, y no duda en rehabilitarla, perfeccionarla y transformarla. Demuestra que es el método psicológico por excelencia. Pero en su trabajo la observación inte.rna se precisa; procura seguir, con soltura y penetración, la vida mental en sus menores movimientos; ve en nuestra conciencia un dinamismo, una combinación interior de tendencias, un devenir móvil y matizado, que se renueva y se recrea en actuando. Método menos abstracto que el de los eclécticos y menos puramente descriptivo, la observación interna de Bergson se aproxima por algunos puntos a ·la introspección de los ingleses, pero difiriendo de ~sta en que no descompone la vida mental en elementos y no lleva a una concepción mecanicista de las leyes psicológicas. Por otra parte, no sigue el proceder reflexivo de los racionalistas ni pro_cura conocer las formas de orden que presiden la vida mental, prefiriendo mantenerse en lo concreto, en los matices cualitativos, en la tensión, en la duración viviente. Según Bergson, la observación de uno mismo es capaz de perforar la caparazón de actos y de representaciones mecanizadas· que, por la vida social, la ciencia y el lenguaje, se ha formado en la periferia de nuestra vida mental y de zambullirse, por una visión profunda, en el interior de nosotros mismos. Éste es el papel de la intuición, que pretende apercibir la vida en situación de realizarse. Además, en la visión que adquiere de nuestra vida mental hay coincidencia del conocimiento psicológico y del conocimiento metafísico: en asiendo la vida consciente sobre lo vivo, ase de un solo golpe la vida, a la que toma de manera absoluta. En este sentido, Bergson espera de la intuición el mismo servicio que los racionalistas esperaban de la apercepción reflexiva del pénsamiento por sí mismo. Con ellos procede de Ravaisson y, por su intermedio, del pensamiento de pensamiento de Aristóteles y del Cogito de Descartes. Sin embargo, el método de Bergson no desarrolla en ideas los datos de la intuición; su intuición no es una intuición reflexiva, sino una especie de simpatía intelectual por la cual se transporta al interior de


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un objeto para coincidir con lo que en él hay de único y, por consiguiente, de inexpresable.1 De esta manera, la misma intuición que sirve de método al psicólogo para penetrar hasta los datos inmediatos de la conciencia es también el proceder al que debe acudir el metafísico para ubicarse en el corazón de cualquier ser y, en general, de cualquier género de realidad. Para Bergson, como lo fuera para Cousin, el método psicológico es, al mismo tiempo, el método de la metafísica, y así la intuición alcanza lo absoluto, aunque ninguna fórmula, ningún concepto puedan expresarlo; ninguna imagen tiene semejante potencia; únicamente puede ser sugerido. El método psicológico que Bergson preconiza y emplea se separa de los métodos de las ciencias, que se asientan sobre la dilucidación de relaciones lógicas y sobre el empleo de conceptos precisos, y se aproxima al proceder del artista, que se esfuerza, por medios que alcanzan los sentimientos,. en sugerir la emoción de la realidad viviente. Pero frente al mundo interior, mejor dicho, rodeándolo, está el mundo exterior. Según las ciencias físicas, los cuerpos constituyen una multiplicidad homogénea situada en la extensión; sus movimientos, para ser comprendidos, deben ser reducidos a la cantidad y. medidos; se los considera como propagándose en el tiempo y en el espacio, que son medios homogéneos e indefinidamente indivisibles. Esta concepción útil para la vida práctica, parte, según Bergson, del trabajo de solidificación y de división que se impuso el hombre para llegar a fijar puntos de apoyo, centros de operación en la naturaleza: cson los esquemas de núestra acción sobre la materia».2 Ahora bien, si verdaderamente la naturaleza se redujera a lo homogéneo y a lo cuantitativo, como postulan la práctica y las ciencias, sólo se podría admitir que cualidades se hubiesen agregado acudiendo a un milagro. Lo cualitativo, que nos está dado en todas las cosas, se encuentra realmente en todas partes. Tomemos como ejemplo el movimiento. Para el matemático, se reduce a un cie:rto número de posiciones relacionadas con puntos de referencia situados en un espacio homogéneo, divisible y medible. Pero en la realidad concreta, como deben encararla el psicólogo y el. metafísico, el movimiento no es una serie ordenada de posiciones espaciales, sino el transporte de una manera de ser antes que un objeto; es pasaje, transición, tiene su ritmo, su valor propio, y, lejos de definirse por la cantidad, ces la cualidad misma, vibrante interiormente, por así decirlo, y escandiendo su propia existencia en un número a menudo incalculable de momentos:.:'! Si existiese un acto de percepción pura por el cual pudiéramos aprehender una instantánea de la realidad, obtendríamos una visión de conjunto sobre millares de movimientc.s en situación de cumplirse y dotados de vida original, como aquella que comprobamos en nuestra tensión interior cuando estamos en el corazón de una acción.

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La relación entre el mundo interior y el exterior se establece por la percepción sensible. La vida mental es tanto acción como pensamiento y no está únicamente limitada a la conciencia, No se explica por la materia, por la imagen cerebral; los fisiólogos han recurrido a esta hipótesis para explicar el espíritu. Ahora bien, nos dirá Bergson, eso implica una contradicción. Los ·cuerpos, en este caso, estarían desdoblados cuando los percibimos y existirían una primera vez fuera de nosotros, una segunda vez en nuestro cerebro. Empero, el sistema nervioso no forma imágenes; es exclusivamente un conjunto de mecanismos motores, desde el simple reflejo hasta las adaptaciones más elevadas. Del hecho ·de que no existan im~genes en el cerebro, Bergson concluye que percibimos las cosas directamente donde están y q~e el trabajo cerebral, en el acto de ·percepción sensible, sólo es parte de un proceso que comprende ante todo el objeto exterior. Si el conjunto de las pretendidas imágenes del objeto solamente es el conjunto del mundo material, que supera con toda su infinitud el centro de acción que es mi cuerpo, limito mi cuerpo en relación con la totalidad de los objetos, lo distingo de los demás cuerpos por los estados afectivos de que es asiento- y reúno de esta manera las cualidades diversas de los cuerpos que percibo por diferentes sentidos. Mas la percepción sensi'ble no es la única relación de mi cuerpo con los otros cuerpos. A ello agregamos algo: la memoria, que prolonga el pasado en el presente y permite concebir el porvenir. De la misma manera que no se forman imágenes en el cerebro, tampoco se conservan. La representación únicamente existe en el momento en que la formamos. Hay dos clases de memoria: una, la actitud para reproducir movimientos, asienta en la ley del hábito; la otra, el recuerdo de ideas, acontecimientos u objetos. Por lo general, de ésta se enseña que su operación principal consiste en reconocer un hecho o una idea y ubicarlos lógicamente entre otros hechos o ideas con los cuales se relacionan. Según Bergson, esta operación, llamada por lo común reconocimiento, es mucho menos característica de la memoria que la evocación, o sea la posibilidad de rememorar el acontecimiento, el objeto o la idea, y de hacerlos revivir delante de nuestros ojos con su m~tiz propio. Ahora bien, la evocación no es el rememorar de tal o cual recuerdo que estaría conservado en la memoria como se conserva un objeto en una gaveta, sino el reconocimiento de una antigua personalidad que fue nuestra, con todo lo que contenía, como en la catalepsia una actitud que el experimentador impone al sujeto produce la reviviscencia de la situación total de la cual esa actitud formaba parte. De este modo funciona la memoria y, por consiguiente, difiere de la percepción. Para hácer comprender bien esta diferencia, Bergson recurre a una comparación ingeniosa: percibo el cuarto en el que me encuentro; es la percepción sensible actual; pero sé, sin tener que pensarlo, que más allá de los muros hay

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otros objetos que no percibo por el momento, e incluso un universo infinito del que concibo la riqueza sin poder jamás agotarlo con mi sensación. De inll;lediato, entre los objetos del cuarto y los objetos desconocidos reconozco que existen algunas relaciones. ¡Y bien!, concebimos una relación del mismo género entre nuestra experiencia presente y todo lo que vivimos antes; el pasado es virtual·y actualmente ine<msciente; pero se concentra en nuestro carácter y lo forma. La memoria se inserta siempre en el presente, que sin ella sería demasiado instantáneo. Pero es poco en comparación con el fondo de memoria sobre el cual se abre, se dilata. Esta inserción de la memoria en la percepción presente es posible gracias a los mecanismos de que dispone, o sea a los sistemas sensomotores organizados por el hábito y que constituyen el primer género de memoria de que ·Bergson nos habló. La naturaleza nos hace realizar una experiencia indicadora de qué es la memoria: es el soñar. El soñar es provocado por las sensaciones vagas que producen en nuestros sentidos, a través del sueño, los ruidos, la luz, el roce de las ropas de la cama y gran número de sensaciones internas. Por estar abolidas las vías entre el mundo exterior y el cerebro, el control que normalmente ejerce el real no se ejercita. Y bien, ¿qué comprobamos? Una misma sensación puede evocar muchos sueños diferentes: la memoria que constituye esos sueños desborda la percepción; no existe correspondencia estricta entre tal excitación nerviosa y tal representación. Por el contrario, la excitación exterior abre el camino a numerosas posibilidades, y esto es lo que da forma al sueño, pues son los recuerdos, tanto recientes como antiguos; es como si todo lo que hemos vivido estuviese presente en la memoria. Sí, creo que toda nuestra vida pasada está allí, conservada hasta en sus más ínfimos detalles, y que no olvidamos nada, y que todo lo sentido, lo percibido, pensado, deseado desde el primer despert~r de nuestra conciencia, se sobrevive indestructiblemente.> 4 Si en la vigilia omitimos tantos recuerdos es por causa de la acción presente que los aleja, por causa de la «precisión del ajuste> entre el real y nosotros. Pero bien, ¿qué más hay en el estado de vigilia? Está el esfuerzo del espíritu, «que no se reduce a ningún mecanismo de asociación entre ideas aisladas, sino que exige un movimiento que va de adentro hacia afuera, que atraviesa diversos planos de conciencia en profundidad y, llevando a la superficie una representación vaga primero, la convierte en una imagen precisa; para percibir debo recordar, para recordar no dispongo de una colección de imágenes bien dispuestas y clasificadas en una memoria que únicamente sería un archivo; es un esfu~rzo que trae primero una noción oscura y de alguna manera dinámica del objeto; ésta, poco a poco, por una serie viviente de transformaciones, llega a fijarse en una imagen, a tomar cuerpo; de este modo, para retener algo, ensayamos agrupar las ideas en torno de algunos puntos

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salientes, que ayudan a fijar su cristalización. 11 En resu r:ien, la n:ie:no~ia 1 para Bergson no es un puro mecanismo y no se loca.iza; es dm.~ica y constituye el carácter con su pasado que dura; es a la vez a~tividad e inconsciente· para expresarse exige un esfuerzo que consiste en pasar de la interpenetración virtual de todos los estados psíquicos a la realización de algunos de ellos. El cuerpo, con su actualidad activa, es el instrumento de acción que tiene por función esencial hacer posible ese pasaje, limitando la vida del espírit~; «Es, en rela~i?n ;o~ las representaciones, un instrumento de seleccion, y de seleccion unicamente. 6 No podría engendrar ni ocasionar un estado inte.lectual.~ Todo lo que Bergson nos ha explicado lleva irremediablemente a la relación entre el alma y el cuerpo. Niega al materialismo capacidad para resolver ese problema: en efecto, esa doctrina se apoya sobre la relación entre el estado cerebral y sus causas, y el estado cerebral está determinado limitado· entre ese estado y la infinidad perceptible por una parte, l~ memori~ por otra, no hay relación posible. La ac~ualidad sensible o materia en el espacio, la virtualidad de la memoria en el tiempo, desbordan el estado cerebral y aniquilan cualquier explicación llamada paralelista. Tampoco el idealismo explica mejor, Y por la misma razón: ni la memoria ni la materia se reducen a la representación o a la id~a, sino que las sobrepasan. El problema únicamente se· comprende si se encaran otros dos ,problemas metafísicos: ·el de la relación entre lo extenso (los cuerpos) y lo inextenso (el espíritu)' y el de la relación entre lo cuantitativo (el mundo de los cuerpos según la ciencia) y lo cualitativo (la vida del espíritu, con sus matices,· sus sensaciones sus estados afectivos, sus voliciones, sus pensamientos). Estos problem~s metafísicos no son insolubles para Bergson. Para el primero: en realidad las cosas no son completamente extrañas al espíritu; hay, en los objetos materiales, algo de la .síntesis mental; la yuxtaposici~n y la homogeneidad espaciales, la división y ·la multiplicidad son sm duda verdaderas, pero no agotan la realidad material, pues ésta no está únicamente desplegada en el espacio, sino también en situación de producirse en cada momento; hay también un cierto dinamismo, algo interior a ella misma, inextenso; y lo que aproxima lo inextenso o espiritual y lo extenso o multiplicidad homogénea es la idea de extensión, que significa desarrollo, pasaje de la interioridad dinámica a la exterioridad exhibida. Para el segundo problema, el de la relación entre lo cuantitativo y lo cualitativo, la idea de tensión servirá para resolverlo. Las ciencias estudian lo cuantitativo, o sea lo que es medible y mecanizado. Y, en efecto, lo mecanizado está en el universo. Pero la materia misma no es un puro mecanismo, que se opondría al !>uro dinamismo del espíritu, como dos entidades o sustancias en la filosofía cartesiana. Bajo el mecanismo de la materia vibra un movimiento que está por producirse, y cada cosa tiene su tensión propia, su manera de ser,


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E, inversamente, está lo mecanizado en la vida mental, en razón del hábito: es el problema, dice Bergson, que Ravaisson había tratado magistralmente. 7 De aquí se deduce que para Bergson la vida psicológica tiene naturaleza exclusivamente cualitativa. En el Essai sur les données immédiates de la conscience, ensaya definir la vida psicológica, en la que descubre tres caracteres esenciales: cualidad, duración, libertad. En trayendo las tentativas de los psicofísicos, que consideran las sensaciones como cualidades extensiva's y pretenden aplicarles el número cardinal, se entrega a análisis muy finos del esfuerzo muscµlar por una parte, del sentimiento estético por otra, para demostrar que, lejos de componerse de elementos, de átomos psíquicos, la vida mental se afirma como penetración recíproca de todos sus momentos. El psicofísico toma como verdadero estado mental su traducción en términos cuantitativos; despoja a la vida psicológica de la natfil.aleza cualitativa 1que le es propia. La sensación, en tanto que sentida, que vivida, es .esencialmente cualitativa. Pero si se quedara en el matiz sensible, sería para nunca más salir de sí misma. Interesados en la' acción, proyectamos nuestras sensaciones en el medio homogéneo del espacio, que nos permite actuar y limitar los puntos de unión de nuestra acción y de los objetos. Desde el momento en que encaramos la vida sensible sin transformarla y tal como la vivimos, muestra su cualidad pura, matizada. La vida psicológica es también duración. Aquí, Bergson establece una distinción entre el tiempo medible, del que se sirven las ciencias y que empleamos en la vida social, y la duración, que es propia de la vida mental e inseparable de la memoria dinámica antes definida. En la duración existe continuidad del pasado en el presente, y como proyección, en el presente, de toda la vida pasada; esto excluye la yuxtaposición. en el tiempo medible, de manera· que la exterioridad mutua de los hechos de nuestra existencia sólo admite como esencial para la vida del espíritu el dinamismo, la penetración mutua de todas las tendencias que la constituyen. El yo verdadero únicamente se comprende por la duración. Si la duración psicológica se inmoviliza, se fija en conceptos, o sea en términos definidos, bien limitados y de alguna manera objetivos, construidos según el modelo de las cosas espaciales, es porque la vida social así lo exige, dado que solamente nos es posible comunicarnos con nuestros semejantes saliendo de nosotros mismos .Y de lo que nuestra vida psicológica tiene de original y de vivido; sustituimos el matiz propio de nuestros estados de alma por algunos iipos generales, símbolos por medio de los cuales entramos en relación <:on los otros. Y si en lugar de' entregarnos a los intercambios de puntos· de vista. prácticos y cotidianos deseamos sugerir al otro lo que sentimos, se requiere que recurramos a los procederes del arte, que dispone de los medios de expresión de tal manera que no expresan relaciones

abstractas, sino algo del movimiento y del colorido de la vida. Al fin y al cabo, la vida que sentimos en nosotros la reencontramos en el universo, después que, superando el punto de vista espacial y cuantitativo de las ciencias, nos colocamos eh aquello que las cosas tienen de interior, de cualitativo. Entonces todo se nos aparece como tensión. y energía. Para comprender la naturaleza profunda de las cosas se· debe, pues, recurrir a la intuición psicológica. Es importante, agrega Bergson, invertir la manera de proceder de las escuelas deterministas, que creían poder explicar la vida consciente por el mecanicismo y fracasaron en los errores del paralelismo psicofisiológico s y de las doctrinas asociacionistas, que no tienen en cuenta la vida espiritual. Los caracteres de cualidad y de d~ración propios del espíritu se completan con la libertad. La psicología de Bergson alcanza su punto culminante con la teoría de la libertad. Pero esta libertad no es el libre arbitrio de los eclécticos. Toma precisión por la distinción entre el yo profundo y el yo parásito, y pata comprenderla se requiere, contra los racionalistas que ubican la libertad en el acto de pensamiento, encarar, por el contrario, los individuos concretos, con su manera propia de vivir, de sentir, de pensar. Hay, en cada uno de nosotros, actos, sentimientos, ideas, que traducen nuestro carácter individual y son de· tal naturaleza: que esas maneras de actuar y de pensar tienen con nosotros «esa indefinible semejanza que se encuentra a veces entre la obra y ~l artista».9 Ésos son algunos estados de alma que Bergson denomina libres: «El acto será tanto más libre cuanto más tienda la serie dinámica con que se enlaza a identificarse con el yo fundamental.» 10 Sentido este muy particular y nuevo, pues, en general, se de-· nomina acto libre un acto que obedece a una deliberación racional, en. oposición a un movimiento de pasión. Según Bergson, por el contrario, un acto reflexionado no puede ser libre, mientras que un movimiento de indignación o una gran pasión merecen el epíteto de libres si traducen por completo la personalidad. Por otra parte, muchos actos o ideas resultan de las influencias sociales o se producen por hábito sin . d , que mtro uzcamos en ellos nuestra alma: es como si emanaran de un yo parásito que recubriera al yo profundo. Son actos mecanizadosr caídos bajo la ley del determinismo; constituyen el automatismo mental y están despojados, por lo mismo, de su valor psicológico. Bergson estudia en Le rire los efectos que obtienen la comedia y la sátira presentando al público el espectáculo del automatismo puesto, de alguna manera, al desnudo. Los actos libres son, en general, mucho más raros que los automáticos. La personalidad libre difiere de hombre a hombre. Pero inclusive reducida a un mínimo, la libertad resiste a la mecanización. Esto ocurre tanto en la naturaleza como ~n la humanidad. Tanto de un lado como del otro, la materia y el espíritu no aparecen como cosas, sino como tendencias; la materia como tendencia a la acción

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mecanizada y 1 •. ' e espmtu, el carácter 1 . la concentración. a la penetra . , iº a memoria, como tendencia a ' c1on, a a personalidad, a la libertad.

2. La crítica 'de la psicología. e erime . 'CS,olamente vosotros sabéis 'si sois ~ard ntal. - Montaigne afirmaba: . es, cruel~s o devotos. Los demas no os ven, os adivinan único método posible de obsepor ,t;iedio de conJeturas inciertas.> El . es concl ' el retorno de uno so bre s1, nusmo . 1ogia , rvac1on -diría • ch. wa, d , · ..~En psico ran-, la observación es sólo reco imi nmu o ~spues Maine de Biagrupan doctrinas muy d' g e to>, y baJo estos conceptos se , iversas pero unidas . c1a comun: la psicología consid d por un punto de referenestudio de lo que pasa en la cone~a ª. c~mo estudio del alma, como sante, definitivamente separada ~1e~cia umana, de la sustancia 'penC~ndillac, pasando por Maine de eB;a:x;:nsa por Descartes. Desde mas tarde a 'Bergson el an, 1· . . . ' sta llegar a Ravaisson y terminará por llegar ~ conc1~s:~e:1~r~o;: .la «reflexión concentrada>, cia c?mo método de aproximación de ~aª ~~ca~ y ª. negar la inteligenHenri Bergson, la inteligencia se ha . v1. a interior. En. efecto, para el mundo de las cosas sobre la t . eJercido durante milenios sobre continuada de la inteÍigencia com~ eria, so~re el espacio. Esta relación n ~ materia, con el espacio, ha concluido por crear hábitos d · d . e pensamiento bien d t d. a d d e explicar dividiendo, analizando m. . e ermma o: la necesimtelectlJ.ales aplicados a la 'd . . ' idiendo. y estos procederes ' vi a mter1or no h y.h an llevado inevitablemente al atcmismo acen ma~ que deformarla Dicho de otra manera, han terminado or y al .estatismo psicológicos. de conciencia de contornos bien defin. p sugerir que ex~sten estados den los unos en los otros a tr ' d idos, cuando en realidad se fun. aves e tonos Y m t' Est a I'dea, que arranca del conce to ' a ices muy diversos. ~sociacionistas, había cobrado en PI de. los ~atomos mentales> de los nnportancia. Los estudios de la ~ p~1~ologia del siglo XIX singular experiencias de laboratorio qu . psicofisica sobre las sensaciones las blemente a la definicio'n de 1 efma;igura .Wundt, condujeron ine1~cta· os enomenos p ' · d e .e1ementos claramente separados d fini siquicos por yuxtaposición logia experimental asienta en t Y e dos. En realidad, la psicoen una sucesión de del! - . . es e p~oceder y convierte la explicación . lUilCiones espaciales a 1 cartesiano para la sustan . t ' a manera del pensamiento cia ex ensa Se term · • • ' . f ':5ica. del espíritu Y suplantar la m~vilid d dino as1 po; constituir una e los fenomenos de conciencia por cuadros sucesivos que 1 a la ilusión de duración. Pero ~sa du:a ~•manera de un filme producen mos, sino que la introdu . c10n no está en los cuadros mis • . . cunos nosotros En t por quitar a los fenómenos d . . . o ros termmos, se comienza e cbonciencia lo que les es propio· y dis· tintivo: la unidad de un • . rompeca ezas sin .. risb~a. esencial, les pueda ser devuelU: E que ~a movilidad, caracte.enáhSis de la percepción, del estudi ~· por eJernplo, el caso, en el o e os umbrales de la sensación

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y del proceso por el cual la percepción se vuelve recuerdo, y el re-

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cuerdo, a su vez, termina por reproducirla. cTomad una sensación intensa -nos dirá Bergson- y hacedla decrecer progresivamente hasta cero. Si entre el recuerdo de la sensación y la sensación misma sólo hay una diferencia de grado, la sensación se volverá recuerdo antes de extinguirse. Ahora bien, llega un momento, sin duda, en el que no podréis decir si se trata de una sensación débil que sentís; o de una sensación débil que imagináis, pero nunca el estado débil se convierte en recuerdo, echado atrás en el pasado, del estado fuerte.> u El recuerdo es, pues, otra cosa, es algo capaz de sugerir la sensación, pero resulta algo distinto del estado que la sugiere. Para que la atomización de la vida psíquica pueda explicar por reconstitución los fenómenos de la misma tendría que ser un grado de ella, y en la realidad ocurre que se presenta desdoblándola, desarrollándose al mismo tiempo, pero siendo de naturaleza distinta, y esa naturaleza está representada por la duración. En tanto que la reconstitución atomista se hace en función de la duración inherente a los fenómenos espaciales: el tiempo, que separa a los fenómenos y que medimos convencionalmente, la realidad de los procesos psíquicos, que no transcurre en una proyección espacial, posee otra duración, que no puede ser cronometrada, «una duración en la que el pasado, siempre en marcha, se agranda sin cesar por inclusión de un presente completamente nuevo>.12 El criterio atomista asienta en el estudio de las funciones psíquicas en estado aislado, como .si ellas mismas fuesen su propio fin, como si fuésemos espíritus puros, ocupados en ver desfilar ideas e imágenes. Firme en 'la tradición de Maine de Biran, la psicología de la segunda mitad del siglo pasado pretendió realizar una «revolución psicológica> cuando en realidad fue únicamente una crevolución metafísiea>. Kant había dado el golpe de gracia a la metafísica considerada como sistema del mundo; la astronomía, la física y la química, que progresaban rápidamente, relevan a la filosofía especulativa en la tarea de explicar el cosmos. La filosofía. se repliega sobre el dominio de la vida interior, y con el biranismo la metafísica se convierte en filosofía del espíritu. De esta manera, la psicología es llevada a pensar en ccosas> y no en función de <relaciones progresivas> que determinan la ubicación de las cosas y su valor relativo en cuanto a la inserción dentro del proceso continuo que se desarrolla sobre el vector de la duración psicológica. Así, por ejemplo, se parte de la idea, que se desarrolla en recuerdos-imágenes auditivos, capaces de insertarse en el esquema motor para recubrir los sonidos escuchados. En ningún momento se puede decir con precisión que la idea o que la imagen-recuerdo termina, que Ja imagen-recuerdo o la sensación comienza. Sin embargo, el pensamiento psicológico, al analizar esta serie ininterrumpida de cambios, y cediendo a una necesidad de representación por medio de símbo-


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los, detiene y solidifica en cosas terminales las principales fases de esa evolución. «Erige -escribe Bergson- los sonidos brutos escuchados en palabras separadas y completa· de~pués las imágenes auditivas rememoradas en entidades independientes de la idea que desarrollan: esos tres términos, percepción bruta, imagen auditiva e idea, terminan por formar todos distintos, de los cuales cada uno se bastará a sí mismo.» 1a Más aún, al explicar por qué el recuerdo se convierte en imagen, se presenta a la percepción como atrayendo un recuerdo similar, como si en el mundo mental actuara una ley de atracción análoga a la que gobierna al mundo sideral: la «ley de la similitud». Empero, «Como por otra parte lo hemos destacado .--dirá Bergson-, dos ideas cualesquiera y dos imágenes tomadas al azar, tan alejadas como se las quiera suponer, se parecen siempre por algún lado, puesto que se encontrará siempre un género común para hacerlas entrar: de manera que no importa cuál percepción recordaría no importa a cuál recuerdo, si no hubiese aquí una atracción mecánica del semejante por el semejante».14 La verdad es que si una percepción trae un recuerdo, con. cluye "Bergson, «es porque las circunstancias que han precedido, acompañado y seguido la situación pasada hacen alguna luz sobre la s.ituación actual y muestran una salida». 1 5 Se quiera o no, el hecho de pensar en «cosas» lleva inevitablemente a la psicología al terreno de las explicaciones mecanicistas, y de ello resulta que, de cualquier manera que se interprete la continuidad de los fenómenos psíquicos, éstos, en un realizarse, «aparecen como produciendo un autómata consciente, que sigue la pendiente de los hábitos útiles que prolongan la excitación en reacción apropiada. El individuo, repite Bergson, mima sin cesar su existencia en lugar de representársela verdaderamente».16 Ahora bien, en tanto que para Bergson el todo de una máquina organizada representa en rigor la totalidad del trabajo organizador, aunque ello sólo sea aproximadamente verdadero, para el mecanicismo, las partes de la máquina corresponden a las partes del trabajo, de manera que la materialidad de la máquina, o sea la organización psíquica en nuestro caso, representa un conjunto de medios empleados, en lugar de ser un conjunto de obstáculos superados. «Supongamos --escribe Bergson- que mi mano debe atravesar limaduras de hierro que se comprimen y resisten en la medida que. Ja adelanto. En cierto momento, mi mano habrá agotado su esfuerzo, y, en ese momento preciso, los granos de limadura se habrán yuxtapuesto y coordinado en una forma determinada, aquella de la mano que se detuvo y de parte del brazo. Ahora supongamos que la mano y el brazo hayan quedado invisibles. Los espectadores buscarán en los granos mismos de limaduras y en fuerzas internas al montón la razón de. la disposición. Unos atribuirán la posición de cada grano a la acción que los granos vecinos ejercen sobre éste: serán mecanicistas.» 17 ·sin duda,

para el que considera el fenómeno en su realidad, que sabe de la existencia de la mano y del brazo, es que simplemente ha habido un acto indivisible, el de la mano atravesando las limaduras, «el inagotable detalle del movimiento de los granos, así como el orden de su disposición final, expresa negativamente, de alguna manera, ese movimiento inseparable, siendo la forma global de una resistencia y no una síntesis de acciones positivas elementales>.1s De la misma manera, el conjunto de fenómenos que configuran una idea, una representación, un recuerdo, un estado de conciencia, en suma, sólo se explica como cefecto> por el todo de la «causa> y no por la disposición o acción de uno de los elementos, porque las partes de la causa no corresponden de ningún modo a las partes de los efectos. Sin embargo, hay otra manera de ver el fenómeno, y es considerar que un plan de conjunto preside el detalle de esas acciones elementales de las limaduras, verbi gro.tia de los fenómenos que llamamos ideas, representaciones, recuerdos. En el primer caso estamos frente a la concepción de los mecanicistas; en el segundo, de los finalistas. Para ambas concepciones, el efecto aparece así, y siempre, como una especie de gracia; gracia de las fuerzas de disposición interna en el mecanicismo de los asociacionistas, gracia de la disposición prevista del conjunto en el atomismo finalista, «gracia que los finalistas se hacen conceder una sola vez por la causa final, y que los mecanicistas pretenden obtener gradualmente del efecto de .una causa>.19 Weber y Fechner iniciaron los estudios de psicología experimental. Sin embargo, a pesar del éxito que acompañó a estos primeros trabajos, la posición de los experimentalistas está lejos de ser clara; en sus consideraciones generales, nps dice Bergson, se· asientan en el sustancialismo cartesiano y las conclusiones es~ en contradicción con tal premis;i. En tanto que consideran la sustancia pensante como una realidad viviente que se transforma y enriquece sin cesar: que no hay estados de conciencia separados, sino una corriente continua de. conciencia, consideran al mismo tiempo la vida interior como algo susceptible de medición, al igual que las cosas materiales, que se extienden en el espacio. Ahora bien, destacará Bergson, mientras que las cosas medibles se extienden en el espacio, las espirituales se desarrollan en la duración, y ésta, por definición, solamente puede ser «vivida> y nunca apreciada en divisiones convencionales de una extensión recorrida, ~mo en el caso del tiempo, que señala simplemente el recorrido espacial de un móvil animado por un movimiento supuesto uniforme. Al desplegar los fenómenos de la. conciencia en el espacio y establecer unidades cuantitativas de medición, se convierte a una actividad inespacial y que transcurre sobre la constante de la duración en un fenómeno artificial y que no corresponde a la realidad vivida por el individuo. Se somete a las leyes de la materia lo que no es materia, y se


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detiene en un cuadro estático lo que únicamente se explica por un continuo fluir. Si la vida transcurre sobre el filo del tiempo, los fenómenos que le son inherentes se desarrollan según una· duración propia. Bergson denuncia éontinuamente esa ilusión que nos hace confundir Ja duración con un tiempo homogéneo, ccon una representación simbólica sacada de la extensión».20 La duración es, precisamente, aquello que en los fenómenos cambia de naturaleza. cimaginemos una línea recta, indefinida, y sobre esta línea un punto material A que se desplaza. Si este punto tomara conciencia de sí mismo, se sentiría cambiar, puesto que se mueve: percibiría una sucesión. Pero esta sucesión ¿revestiría pa·ra él la forma de una línea h 2 1 Dos respuestas, y únicamente dos, son posibles: sí y no. Sí bajo la condición de que pudiera elevarse de cualquier manera por encima de la línea que recorre y percibir, simultáneamente, varios puntos yuxtapuestos. Por esta acción se formaría la idea de espacio, y los cambios que sufre los vería desarrollarse en el espacio, esto es, en la sucesión tempera!, en su continuidad sobre la extensión, no en la duración pura que es la medida de sus estados de conciencia. «Si nuestro punto consciente A no tiene aún la idea de espacio -y es en esta hipótesis que debemos colocarnos, dice Bergson-, la sucesión de los estados por que pasa no podría revestir para él la forma de una línea; pero sus sensaciones se agregarían dinámicametne unas a otras y se organizarían entre ellas como hacen las notas sucesivas de una melodía por la ,que nos dejamos arrullar.» 2 2 En resumen, la duración resultaría de una sucesión de cambios cualitativos, cque se funden, que se penetran, sin contornos precisos,. sin ninguna tendencia a exteriorizarse los unos con relación a los otros, sin ningún parentesco con· el número: sería la heterogeneidad pura».23 Transportar sobre el tiempo la sucesión de los actos psíquicos significa inmovilizarlos, caer en la paradoja de· Zenón, de que la flecha, en su vuelo, está a cada instante inmóvil, porque no hubiera tenido tiempo de moverse. Como la flecha en un momento dado está en reposo en un punto dado, está inmóvil en cada punto de su trayecto, y está, por consiguiente, inm6vil durante todo el tiempo que se mueve. «SÍ, si suponemos que la flecha jamás puede estar en un punto de su trayecto. Sí, si la flecha, el moviente, nunca coincidiera con una posición, que es la inmovilidad. Pero la flecha nunca está en ningún punto de su trayecto. Lo más que se puede decir es que podría estar allí, en el sentido de que por allí pasa y que allí le será posible detenerse».24 En síntesis, la duración es para Bergson lo absoluto. Un movimiento único es comple~amente entero; si hay detenciones intermediarias, ya no es un movimiento único. De lo contrario sería distinguir dos actos sucesivos donde por hipótesis sólo hay uno; cortar el trayecto en dos y sustituir con dos trayectorias la trayectoria única que se considera por principio. cTal es lo que hace la observación experimental cuando trans-

pone al vector del tiempo la duración de los actos psíquicos: convierte a prio-ri la unidad del movimiento en sucesión de intervalos, esto es, .los inmoviliza. De este modo, alcanzo la realidad del movimiento cuando se me aparece, interiormente para mí, como un cambio de estado o .de cualidad.> 25 De lo contrarip es admitir para lo psíquico que la d1s-continuidad establecida por el sentido común entre objetos independientes entre sí poseyendo cada uno su individualidad, es una distindón fundada en' aplicándola a fenómenos que no son independientes, que connstituye una multiplicidad cualitativa sobre la variable de. la duración. En esta suposición se trataría más bien de saber cómo se producen, en partes determinadas de la materia, c~mbios de posi~ión. ~e trataría, en todo caso, de establecer una fisiologia y no una ps1colog1a, que procura saber «cómo se cumple -dirá Bergson- en el todo, un cambio de aspecto»,26 cambio del que debemos determinar, por otra parte, su naturaleza. , Cuando Bergson realiza estos análisis es el momento en que todav1a la psicología experimental, dominada por la orientación que le diera Wundt, pasa por una época de ambigüedcd. En tanto se hacen ingentes esfuerzos para que los procedimientos de investigación es. transformen en rigurosos (Külpe en Wurzbourg, Binet en París).• el fenómeno psíquico no es definido de manera tal que se preste a un análisis realmente científico. El hecho psíquico es siempre el hecho de conciencia, de todas maneras algo interior, solamente comunicable por el testimonio siempre sospechoso del lenguaje. La psicología quiere ser científica como las ciencias ·exactas y acude .al método experimental; pero en lugar de plantear sus objetivos en términos «científicos» encara la situación transponiendo los problemas psíquicos al terreno de la materia, 'pero sin dejar de ser cartesiana, esto es, sustancfalista; de rec;onocer 'que si acepta una sustancia extensa y otra pensant8, en otros termines, dos mundos coexistentes: el de lo objetivo y lo subjetivo, de cualquier manera que se quiera hacer una cfísica» del espíritu, se cae en un callejón sin salida, porqu~, al no considerar una sustancia única, los problemas del psiquismo planteados en el plano de la materia serán siempre pseudoproblemas derivados de la transposición, y como. tales jamás podrán tener solución. La crítica de Bergson a la psicología experimental resulta justa.

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3. La psicología como filosofía del espíritu y la evolución creadora. - Después de haber demostrado la imposibilidad de una cfísica:. de los fenómenos psíquicos, Bergson se entrega a la tarea de estr\lcturar una salida por medio de un conocimiento que, respetando la esencia del cmoviente:., lo considere, precisamente, en lo que tiene de esencial: la duración. Para tal fin, la ciencia positiva recibe su veto; la filosofía clásica, que se vale de la introspección intelectualista, tam-


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poco basta; necesita encontrar la bisagra que permita ~I cono~imi:nto abrirse hacia uno y otro aspecto, y la descubre al considerar ciencia Y filosofía como dos maneras de conocer, o, mejor dicho, como dos formas de la experiencia. Una, la ciencia en que «la conciencia se abre hacia el exterior, y se exterioriza por relación con ella misma en la medida exacta con que percibe cosas exteriores unas de otras»; 27 otra, la filosofía en la cual la experiencia se interioriza, se apodera de nuevo de hech~s que·· le son propios y se profundiza. La ciencia se basa en la aplicación de la inteligencia, cuya «función esencial es unir lo igual con lo igual, y solamente son adaptables por com~leto al. cuadro de la inteligencia los hechos que se repiten».28 Ademas, lo vimos antes, Bergson encuentra que la inteligencia, o sea la lógica de raigambre aristotélica de nuestro pensamiento, está definitivamente contaminada por la aplicación al mundo exterior de la sustancia extensa, Y los hechos de conciencia no se repiten, fluyen, y pertenecen al mundo interno, de la sustancia pensante. Por consiguiente, queda un camino, y es rechazar drásticamente la inteligencia, la introspección intelectualista como instrumento del conocimiento psicológico, 'Y suplantarla por una forma de conocimiento que no traicione la vida ,interior al asirla. Tal es la intuición, que, como vimos, Bergson define como una «especie de simpatía» por la cual se procura llegar al corazón mismo del objeto que se desea conocer. Esta intuición, «Visión directa del espíritu por el espíritu», representa a los datos inmediatos de la conciencia, título y objeto de su ensayo de 1889. . El Ensayo sobre Los datos inmediatos de la conciencia aclara mejor las intenciones de la psicología de Bergson que cualquiera de sus otras obras. Se trata de refutar los argumentos de los deterministas acudiendo, coi:no vimos, a la experiencia interior, a la intuición directa de la libertad. Porque «Si los deterministas asimilan nuestras decisiones a resultantes es porque consideran el acto voluntario una vez enfriado, después de su cumplimiento» ... «El acto es dado como una cosa, se deja disecar, aparece fácilmente como «consecuencia" de "factores múltiples".» 29 Si procuro describir el acto en trance de realizarse, el lenguaje mecanicista no basta: «Una decisión -afirma Bergson- se vive en la duración, no es un objeto en el espacio, susceptible de análisis y de medida.» so Para Bergson, no existe en la fuente de nuestras decisiones móviles separados unos de otros, sino una maduración del proyecto, una verdadera creación libre viviente, la que solamente la «intuición» del psicólogo comparte, desposa, porque la «intuición nos conduce al interior mismo de la vida»,81 en tanto que la inteligencia «gira en torno de .ella, toma por lo externo el mayor número posible de vistas del objeto. que atrae hacia ella, en lugar de entrar en éh. 32 De este modo, la intuición ·.significa ante todo conciencia, pero conciencia inmediata, visión que apenas se distingue del objeto visto,

conciencia que es contacto y al mismo tiempo coincidencia. La vida psíquica, identificada con la duración, se convierte en absoluto, y «un absoluto sólo puede darse en la intuición»,33 en tanto que el resto se destaca por el análisis, que corresponde a la inteligencia. Aquí, Bergson, metafísico espiritualista; aparece como el primero, en Matiere et Mémoire, que se plantea el problema de la inteligencia práctica. Entre el pensamiento conceptual del Homo sa.piens y el instinto animal, descubre el dominio de la inteligencia técnica, y plantea el problema del Homo faber, dejando para el método experimental la posibilidad de investigar este terreno. En realidad, la psicología de la eficiencia tiene en él su primer teórico, o, en otras palabras, Bergson adelanta su teoría antes de que existiera como ~al. La intuición bergsoniana no representa una tensión constante, es imposible prolongarla más allá de ciertos límites. «Si se la pudiese prolongar por más de algunos instantes, aseguraría el acuerdo del filósofo con su propio pensamiento, y también el de todos los filósofos entre ellos. Tal como existe, huyente e incompleta es, en cada sistema, lo que vale más que el sistema y lo que le sobrevive.» ª4 Cuando la intuición intuitiva llega al máximo, aparece la dialéctica, que es un desaho~o de la intuición, que hace posible diferentes acuerdos aunque sólo haya una verdad. En síntesis, el objeto de la filosofía sería lograr que la intuición pudiera sostenerse, generalizarse, y sobre todo asegurarse puntos de referencia exteriores para no extraviarse. «Por ello, un vaivén continuo es necesario entre· la naturaleza y el espíritu.» 35 Este «Vaivén» de donde la intuición, como Anteo al contacto de la tierra, saca un ~uevo impulso, resulta revivida, está sostenido, vivificado por el élan vital,ªª expresión que Bergson utiliza por· primera vez en L'évoluticm créatrice, y que resume, para él, la noción «de un élan original de la vida, que pasa de una generación de gérmenes a la generación siguiente de gérmenes por intermedio de los organismos desarrollados que forman entre los términos el lazo de unión». 87 El élan, que en su sentido biológico anticipa y define el concepto metafísico de.gene de la teoría de Weissman, porque, conservándose sobre las iíneas de evolución entre las cuales se divide, es la causa profunda de las variaciones, por lo menos de aquellas que se transmiten regularmente, que se adicionan, que crean especies nuevas», 38 representa una exigencia de creación. «No puede crear en absoluto, porque delante suyo encuentra la materia, esto es, el movimiento inverso al suyo. Pero se hace a esa materia, que es la necesidad misma, y tiende a introducir en ella la mayor suma posible de indeterminación.» 39 Bergson, crítico del método experimental, se planta 'frente a la materia en retornando a la doctrina vitalista de la École de Montpellier, según la cual en cada individuo existe un «principio vital», distinto a la vez del alma pensante y de las propiedades físico-químicas del


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cue,rpo,, Y ~ue gobierna los fenómenos vitales, puesto que «la ciencia esta mas leJos que nunca de una explicación físico-quúnica de la vida. Tal .es lo .que ~Qmprobam?~ de primera intención cuando partimos de un elan vital). La durac1on es un concepto derivado de la observaci~n, .que se impone como nivel propio de realización de los hechos ps1qwcos, Y que no es precisamente el de los biológicos realizándose en e~ espa~io'. ni de los fisiológicos, que se desarrollan en el tiempo. La vida ps1qu1ca se despliega, para Bergson, como una nueva categoría de hechos, categoría que realiza su unidad y se expresa como totalidad a través de la duración. Pero la ciencia de la época no está en condiciones de explicar el fenómeno; el desconocimiento casi absoluto de las f~ciones, corticales -será necesario llegar hasta Pávlov, Lapicque, Y. Il1;ª~ todav1a a Fulton en 1950-,. impide encontrar un fUhdamento b1olog1co al concepto psicológico de la duración. Empero éste se revela imprescindible; más aún, aparece por el momento c~mo el único concepto cap_az de justificar una psicología. Además el vitalismo triunfa en las ciencias biológicas; Claude Bernard lo acept~ en su Introduction a l'étude de la médicine expérimentale, y Hans Driesch termina por e~te~derlo a la ~iología en general.41 Bergson, fiel a su premisa de que ciencia Y filosofia confluyen tanto en el punto de arranqu~. como en el de llegada; que una observa los fenómenos desde ftiera y la otra desde .dent~o, sea que al apoyarse mutuamente hacen que la cara del ob;et~, lDVlSlbl~ para un.a sea visible para la otra, concluye con una so.uc1on ~eta~isica de sintesis; que en el momento es compartida tanto. por la c1enc1a como por la filosofía: el élan vital. Del sentido ampho de la doctrina vitalista admite que los fenómenos de la vida poseen caracteres sui generis, por los que difieren radicalmente de los fenómenos físicos y químicos, y manifiestan así la existencia de una «fu~rza v.ital~; irreducible a las fuerzas de la materia inerte. Esta fuerza vital, .eJer~iendose en el dominio de la duración, adquiere amplitud, trascendencia; es expresión de cohesión, de continuidad· totaliza Y se transforma en élan vital. ' La, «~uerza vital» actúa sobre el plano de la extensión: da su caracte;is:ica a la vida organizada. Está más allá de los fenómenos físicos Y qu~micos, pero se desarrolla por su propia naturaleza sobre la línea ~el tiempo. Por, consiguiente, la «fuerza vitah no anima al élan vital; este representaria una forma especial de la característica vida, que se des~nvuelve .en e~ plano de la sustancia pensante, que nada une con ~l tien:po, direct~iz ~e los cambios de la materia. El transcurrir del elan ,vital ~e rea.izaria sobre la duración pura. Justificar la actividad del elan vital sobre la duración es aceptar el dualismo sustancialista Y Bergs~n lo hace. Se trata, para él, de concluir en una tesis metafísic~ -no olv~demos su, c.oncepto de los objetivos de filosofía y ciencia-: la autonom1a del esprr1tu en relación con el cuerpo. Para ello utiliza una

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información científica amplia acerca de las alteraciones de la memoria, tema del día de la patología mental de entonces gracias a los trabajos de Ebbinghaus y de Ribot, y comprueba que alteraciones del cerebro no suprimen definitivamente a nuestros recuerdos. Los trastornos de la memoria imaginativa que corresponden a lesiones localizadas de la corteza son siempre enfermedades del reconocimiento. En la hipótesis de Bergson, esas lesiones del reconocimiento no tienen como razón que los recuerdos ocuparan la región alterada (tesis localizacionista), sino que responde a dos causas posibles: que nuestro cuerpo no puede tomar ~utomáticamente, en presencia de la excitación externa, la actitud precisa por medio "de la cual se operaría una selección entre nuestros recuerdos que ya no encuentran más en el cuerpo un punto de · apoyo, un medio de prolongarse en acción. En traduciendo estas ideas en conceptos de la psicopatología, en el primer caso la lesión cae sobre los mecanismos que convierten a la excitación percibida en movimiento automático ejecutado: la atención no podría ser fijada por el objeto. En el segundo, la lesión interesa los centros particulares de la corteza que preparan los movimientos voluntarios brindándoles el antecedente sensorial necesario: la atención no podría ser fijada por el objeto. «Pero tanto en un caso como en el otro, son movimientos actuales los que resultarían lesionados o movimientos a realizar que dejarán de ser preparados: no habrá habido destrucción de recuerdos.» 42 Las alteraciones del cerebro no suprimen definitivamente nuestros recuerdos, lo que induce . a ~;,·.eer que la memoria es algo distinto de la materia; el cuerpo no es la .cuente del pensamiento, sino solamente su instrumento: la psicología desemboca así directamente en una filosofía del espíritu, porque «conciencia y materialidad se presentan como formas de existencia radicalmente diferentes, e incluso antagónicas, que adoptan un modus vivendi y se ordenan como pueden entre ellas). 43 La materia aparece de este modo como necesidad, la conciencia como libertad, y «la vida es precisamente la libertad . insertándose en la necesidad y haciéndola actuar en su pr.ovecho». 44 La evolución de la materia se presenta a Bergson como un largo y lento proceso de acumulación de energía, «que ha sido lenta, gradualmente tomada del sol por las plantas; y el ¡nimal que se nutre de una planta, o de un animal que se ha nutrido de un animal que se nutrió de una 'Planta, etcétera, hace simplemente pasar por su cuerpo un explosivo que la vida ha fabricado almacenando energía solar. Cuando ejecuta un movimiento, libera algo de la energía así aprisionada>. 411 Y esa liberación de energía, esa descarga, requiere de un detonante, que es el espíritu. La materia pertenece a la necesidad, es incapaz de romper esa atadura; su tarea es almacenar energía y convertirla en movimiento; el espíritu, nos repetirá Bergson, es libertad, se inserta en la materia, y aprovecha de la energía que puede transformarse en movimiento pravo-


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cando su descarga en el momento que lo requiere. «Con la muy pequeña influencia de que dispone sobre la materia, obtiene de ella, en una dirección cada vez mejor elegida, movimientos cada vez más poderosos.» 4 ª El progreso en la organización de la materia ha sido, para Bergson, el progreso del espíritu, que acrecienta así su libertad porque cada vez se puede expresar mejor.

36. El primer sentido de esta expresión se encuentra en André Lalande: La disolution opposée a l'évolution, 1899: cNous voyons chez les etres vivants qui nous entourent et qui se rapprochent le plus de nous, que l'élan vital imprimé a l'individu par la génération ne persiste pas indéfiniment oomme ferait le mouvement d'un boulet dans un espace vide.> 37. L'évolution. craétrice, Loe. cit. 38. Ibídem. 39. Ibídem. 40. L'énergie spirituelle, Loe. cit. 41. Hans Driesch, Der Vitalismus als Geschichte una als lehre, 1905. 42. Matiere et Mémoire, Loe: cit. 43. L'énergie spirituelle, Loe. cit. 44. Ibídem. · 45. Ibídem. 46. Ibídem.

NOTAS

l. Essai sur les données immédiates de la conscience, Loe. cit. 2. Durée et simultanéité, 1922; esta obra fue excluida por Bergson de cualquier reedición póstuma. 3. Matiere et Mémoire, Loe. cit. 4. «Le réve», en Revue Scientifique, 8 juin 1901. 5. «L'effort intellectuelle», en Revue Philosophique, janvier 1902. 6. Matiere et Mémoire, Loe. cit. 7. Cf. Henri Bergson, La vie et l'oeuvre de Ravaisson, aparecida en los Comptes rendu de l'Académie des Sciences morales et politiques, 1904, t. I, des~ pués de ser leída a esta Academia por el autor, que sucedió a Félix Ravaissonl\o1ollien. 8. Cf. Le cerveau et la pensée: une illusion philosophique; memoria leída en el Congreso de Filosofíá de Ginebra de 1904 y publicada en la Revue de Métaphysique et de Morale bajo el título: «Le paralogisme psycho-physiologique». 9. Essai sui: les données immi?diates de la conscience, Loe. cit. 10. Ibídem. 11. L'énergie spirituelle, Loe. cit. • 12. L'évolution créatrice, Loe. cit. 13. Matiére et Mémoire, Loe. cit. 14. L'énergie spirituelle, Loe. cit. 15. Ibídem. 16. Matiére et Mémoire, Loe. cit. 17. L'évolution créatrice, Loe. cit. 18. Ibídem. 19. Ibídem. 20. Durée et Simultanéité, Loe. cit. 21. Essai sur les données immédiates de la conscience, Loe. cit. 22. Ibídem. 23. Ibídem. 24. L'évo!ution créatrice, Loe. cit. 25. Matiere et Mémoire, Loe. cit. 26. Ibídem. 27. La pensée et le mouvant, Loe. cit. 28. L'évolution créatrice, Loe. cit. 29. Essai sur les données immédiates de la eonscience, Loe. cit. 30. Ibídem. 31. L'évolution créatriee, Loe. cit. 32. Ibídem. 33. La pensé et le mouva.nt, Loe. cit. 34. Uévolution créatriee, Loe. cit. 3.5. Ibídem.

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por Bergson, de que entre el pensamiento conceptual del Hamo sa.piens y el instinto animal se extiende el dominio de la inteligencia técnica.

CAPÍTuLo 3

LA PSICOLOGfA DE LA INTELIGENCIA

PRACTICA

1. La transici6n irra.cionalista _ , . al materialismo mecanicista fin. . El exito de la crítica bergsoniana fisiologismo de la psicología y ~· de su demostración de que el del pensamiento n:o fue . experlimen~l no podía asir los fenómenos . .• ' aJeno a gemo de su t orientacion espiritualista d fil •. au or y tampoco a la ce:r la muerte». Pero desd: ::i~~fia, q~e daba fa esperanza de «venel aspecto más contundente d PI bde vista estrictamente psicológico . t el"igencia, . que destaca com e f a o• ra de Berg m . son fu e 1a teoría de la, fine como «facultad de fab . o ~momeno unido a la acción y que . de. rt d ricar instrumentos La . l' v1e e, e este modo de facultad bst ». mte igencia se connia ' a racta de la p · l • ~~· en representación concreta d 1 f • ~1co ogia prebergsoaccion. Está atada a la ne 'd d e enomeno vida a través de la . a sus cont'mgencias pero cons t i·tuye el único medio dcesi a ' responde ., d e expresion del esp' •t La 1 b ' ora>, esto es, la lucha del es • •t ll'i u. « i ertad creainstancia, de la medida en pir1 ula para r~alizarse, depende, en última · · es superada por la que m a t e:ria, l'b .necesidad • , las l'imi'taciones de la alcanza su mayor grado a tra i • eracion de energía· t d 1 , y es a l'b 1 eración psicólogos contemporáneos de ~e~teeli pro~reso d~ la inteligencia. Los da? de resolver problemas deben a 1 ~enc~a. ,considerada como capacimas de lo que aceptan o h a mtu1c1on bergsoniana muchísimo . sospec an de ordina . En f . camino al estudio experimental del . . rio. e ecto, abrió el . pensamiento. Cuando Alfred Binet acude a la introspeccio' · n experimental par imagen en el pensamiento 1b a ac1arar el papel de la . , o e a ora sus famosa nar e1 nivel mental concluy B s esca1as para determi, e con ergson que 1 . re d uce a una ciréulación de . , e pensamiento no se . l imagenes mentales f . y re uta por otro camino a asociacionismo. Su métod el sujeto es puesto en una situ .?• experimental en el sentido de que logo y no por las circunstancia:c1~n org~nizada, definida por el psicótivo, porque el hecho de observ' s~~ue, s~ embargo, siendo introspeco de muchas conciencias Incl ac10? es siempre el testimonio de una . t i· . uso. mas ' suya o n 0 1a h umorada de que «In e igencia es lo que mide espíritu de los psicólogos y~:;~ Pz:1e~as~, revela bien a las claras el las definiciones, el concepto de . ~sto og~a de la época: más allá de m e igenc1a sigue siendo. el asentado

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c¡Habla, y te bautizo!», fueron las palabras del cardenal Duque de Polignac a un chimpancé que imitaba sin que hubiese engaño a San Juan Bautista predicando en el desierto. El lenguaje articulado es, precisamente, el Rubicón que ningún César animal ha vadeado y sería, dentro del desarrollo del pensamiento de Bergson, uno de los «instrumentos» que la· inteligencia creó para la acción, sin que en nada comprometa su grado y nivel a la «libertad» impulsada por el élan vital. Representaría una de las conductas posibles, una de las formas de atenci6n a la vida con que se expresa la función nerviosa. Es a partir de esta idea y de los primeros trabajos experimentales de la psicología animal,· que al alba del siglo xx se concibió una teoría de la psicología definida como ciencia de las conductas, o «hehaviorismo», por lapalabra inglesa «behaviour», conducta, que hizo fortuna gracias a los trabajos de Watson. En efecto, fue sin duda la psicología animal la que hizo cumplir el paso decisivo a la división, teórica en Bergson, de psicología de la conciencia y de la eficiencia, y no es difícil comprender por qué: ¡una psicología animal no puede ser introspectiva! La subjetividad de la hormiga nos es desconocida, la cvida interior» de una rata blanca en el laberinto no puede ser objeto de una pesquisa positiva. En psicología animal existe un solo objeto posible de observación: el comportamiento de los animales, la reacción objetiva de su organismo, y principalmente de sus estructuras nerviosas, a las condiciones en que está colocado. En tanto que Wundt, y tcidos los que tras sus huellas cultivaron la psicología de laboratorio no lograron desligarse por completo de la introspección y de la subjetividad, los biólogos se vieron constreñidos a rentinciar al. «hecho mental» de la «vida interior»; únicamente encuentran «Comportamientos» y deben desarrollar una metodología que se atiene a esa región hasta entonces de nadie que se extiende entre el pensamiento conceptual y los instintos y que representa la contraparte animal de la inteligencia técnica de Bergson. Y es así curioso observar que lo llamado desde comienzos de nuestro siglo «psicología del comportamiento» corresponde a una extensión, en todos los dominios de la psicología, y en especial de la humana, de los métodos y técnicas creados por los biólogos para estudiar las reacciones animales. Recordemos que, a comienzos del siglo, Henri Piéron estudia en Francia el problema de la orientación a distancia de los animales· y procura saber cómo las hormigas, cuando se alejan mucho del hormiguero, retoman. En los Estados Unidos de Norteamérica, y al mismo tiempo, Edward Lee Tuomdike estudia la «inteligencia) animal, esto es, el aprendizaje de hábitos, por medio de sus famosgs pm~:nk.bQXes,-.eajas.._de_.las. __.cuales._eLanimaLúnicamente p11ede..sa& manj.pulando un picaJ;!orte más ~llQS c2ml!li..c;.1ido,_ Los trabajos de


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Piéron y de Thorndike debían tener repercusiones sobre los psicólogos, pues permitían aparentemente abordar de manera objetiva y medible el problema hasta entonces filosófico ·de la formación de hábitos. En tanto que Piéron, con espíritu puramente científico, se contenta con definir un método y asignar a la psicología un objeto de estudio, Watson elabora una teoría del comportamiento que es consecuencia ineludible de la filosofía del espíritu de Bergson, o, mejor dicho, que se hace cargo de la tarea de construir la psicología de la inteligencia práctica. Rechaza toda importancia de la conciencia, a la que, además de negar la posibilidad de ser una vía para el conocimiento psicológico, con lo cual tamb~én rechaza el método introspectivo, la supone asimismo incapaz de desempeñar algún papel en relación con el comportamiento. La psicología se convierte así en el «estudio de las reacciones objetivamente observables, que organismo ejecuta en respuesta a estímulos, también objetivamente observables y que provienen del medio>.1 En definitiva, el papel de la psicología verdaderainent~ científica !~Él __J!rever la respuesta si el estímulo es · conocido, o. inyersame.n.te, si la respuesta es CQnocilil~, especificar la naturaleza del estímulo, lo. cual representa llila fisiología mecinica de los estímulos y las respuestas. Esta posición representa la cara opuesta de la psicología introspectiva e intelectualista: se reconoce al objeto y se deja de lado al sujeto, apoyándose en un materialismo mecanicista. En una palabra, es la versión moderna de la teoría del animal máquina de Descartes, el análisis, como prescribiera Bergson, de la actividad que ·media entre el pensamiento conceptual y el instinto animal. Por lo demás, existe una analogía directa con la concepción asociacionista de los siglos XVIlI y XIX. En tanto que los asociacionistas hablaban de estados de conciencia y los psicólogos de la inteligencia práctica de comportamiento, .1curre que el principio de explicación es el mismo. Para los asociacionistas, un estado mental complejo representaba una suma de «átomos mentales>, de imágenes r~unidas por leyes especiales; para los ccomportamentistas>, el más complejo de los comportamientos es una suma de reflejos simples, esto es, una atomización de las conductas inteligentes. En el cuadro de las investigaciones sobre el comportamiento es necesario destacar diversos factores que contribuyeron a preparar una desenfrenada invasión de la psicología por un experimentalismo sui generis, al margen. de los más elementales cánones científicos, principalmente porque, centrado en las «ratas de laboratorio>, 'Verdaderos mártires de la psicología hasta muy pasada la década de los 30, se reintrodujeron en la antropología concreta los peores vicios del antropomorfismo y del antropocentrismo. Todavía más, se llegó al extremo que se desconoció todo valor a la filosofía en relación con las ciencias del hombre, argumentando un cexperimentalismo> que nada justificaba, y hasta se intentó explicar las conductas sociales humanas

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más complejas por las reacciones animales más simples. Junto con esto, la teoría del «activismo>, que consideramos en el Capítulo Primero de esta Parte, conjuntamente con el pragmatismo, abrieron camino a las explicaciones directas; únicamente importaba la acción; su valor era la utilidad, y, por· supuesto, cualquier mecanización de lo psíquico resultaba una teoría adecuada del acto automático. A este enfoque, producto de la ideología industrial, debe sumarse la mediocridad y la ignorancia, que nunca fueron tan grandes en el campo de la psicología y que tienen la facultad de asimilar con la mayor calma los mayores desatinos. En efecto, la legión de camportamentistas que con Watson a la cabeza domina la psicología, revelan una mediocridad inaudita; sus trabajos son de pobreza sin igual; desconocen todo lo que les antecede y buscan apoyo directo en . la biología, que abordan con espíritu de periodistas ccientíficos> y saquean sin discriminar. Tanto es así, que Karl Spencer ::{..~, pontífice de la psicología fisiológica para 1930, cuya obra principal, Brain, mechanism and intellegence (1929), se ocupa de las localizaciones cerebrales, recibió los más duros reproches de Pávlov, incluso los de ignorancia y mala fe, aunque pretendía apoyarse en las investigaciones del insigne fisiólogo ruso.2 Las «leyes» comportamentistas se multiplicaron al infinito, y como ejemplo citemos la «ley del efecto>, famosa en su momento y hoy solamente recordada por los manuales de más bajo nivel, tal como la encuentra y la explica Thorndike. Consideremos un laberinto en forma de T. Dos caminos son propuestos a una rata blanca: por el de la izquierda encontrará alimentos; por el de la derecha, una rejilla electrificada. Al cabo de algunas repeticiones, la rata, dejada de nuevo en el laberinto, adquirió el hábito de tomar por la izquierda. En tanto que el movimiento de doblar a la izquierda tiene por cefecto> el aplacamiento del hambre, el movimiento de doblar a la derecha tiene por ·«efecto> un choque eléctrico desagradable. El concepto. de cefecto> da, para los comportamentistas, la objetividad y la exterioridad de lo que se llama, en el lenguaje de la subjetividad, emotivo>, y de ello se deduce cobjeüva> y cexperimentalmente> el problema de las motivaciones, y en transponiendo con una zancada de gigante el abismo que media entre la pobre rata enfrentada con dos alternativas: comida o choque eléctrico, se concluye de la presencia de un automatismo de adaptación en una pedagogía humana del estímulo y la respuesta, que tanto abarca la escuela con Dewey como la vida social eon la Human Engineering.s 2. Un antecedente serio. - En 1904 fue concedido a IvÁN PETRovISH PÁVLOV (1848-1936) el Premio Nobel en Fisiología y Medicina. Había aclarado, entre muchos otros descubrimientos, el fenómeno de las funciones digestivas y comenzaba ya a preocuparse por los reflejos condicionados. En verdad que resultaba un extraño investigador; cor.


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tant?s é~~tos positivos en tin campo tan positivo como la fisiología de · · la. digestion, se desviaba de pronto hac1~ ... el estudio de fun c1ones ner• ·-:~ •:.: _ viosas que la filo~ofí~ rete?ía todavía como suyas en sus _conséé~~ncias '1 -~bservables, Y .la. psicolog1a Y la psicopatología únicamente encaraban :~ ~i:era subJehva Y descriptiva. Nadie dudaba· que el cerebro tenía C: srmo que ".er con. el pensamiento; ya filósofos presocráticos lo ~a~1an ~en~do s1~ titubear, y Descartes llegó al lindero en que la fisio· ,ogia Y P~1colo~1~ .confluyen. Sigmund Freud construía para la misma epoca el ps1coanahs15; su teoría, cortada a la medida para. ju tifi l~s ~ales ~e una etapa histórica que se derrumbaba y consola: a ~:; victimas sin 'ofrec.erles ,redención alguna, encontró rápida acogida en neurop~tologia'. ps1.cologia Y fisiopatología. La herencia racionalista del pens~miento científico, que desde los analistas franceses hasta fines del siglo XIX tantos triunfos brindara en todas las ramas del saber, resul_taba rs?dª ~ar~a e~ muchos aspectos,· y el «explicar» quedó sustituido por e com~ o «intuir»; el ~comprender:., por el ambiguo «simpatizan Un~ vez ~as, el pensamiento mítico, prelógico al decir de Léyy-Brhul. se rmp?ma en ~l conocimiento. La ideología acallaba muchas voces co~ l~ s?rd1;11a del silencio empleado como sistema; las conquistas seguras las hip?tes~~ firmdes Y perfectibles de la neuropatología y la psicopatol~gía rac:ona IStas e la segunda mitad de la centuria pasada quedaron exc~mdas, «fue~a de moda>, Y hasta la voz serena, desapasionada ero since~a, de Pierre Janet, que después de haber construido e imp!sto ~n sistema. en psicología, lo demolía en función de nuevos hechos e mt~rpretac10~e~'. quedó clamando en el desierto. El conocimiento de la m~~t~ ~el anahsi~ de las funciones neuropsíquicas del hombre, retrae~ i~ ~o~ ei can:mo ~e las apreciaciones intuicionistas y pragmatistas ;. ruve e as discusi~nes escolásticas de los nominalistas y uiiiversaistas .de la Edad Media. Basta abrir cualquiera de los textos en bo de psicología, psiquiatría o neuropatología de las décadas comprend~~ d.as entde 19.10 Y 1940, P~ra darse cuenta de que el estudio de las func1on.es el SlStema nervioso superior era un no-m.an's la--' t' d t d . -,ou,, ierra e nadie en la qu~ o o~ ~ ninguno podían aventurarse. Pero la historia no e s ~a corriente unica, no avanza como un torrente solitario ue pro~ndiza. su cauce con la sola fuerza de su erosión; es la conflue!ia continua, incesante, variable de muy diversas fuentes todas d' ~~a~u~ aportes -cuanti~tivos, pero sorprendentes a vedes por l:sfe~~~ .e alguna pequena cantidad de limo que depositan. Si el hombre h~ Jodido entrar en las clasificaciones zoológicas como sapiens lo debe · a esarro 11o extraordinario del cerebro o meJ' or dicho de las' f nes qu · b unc10' ' fi . l~ ~n ese cere ro, a 1 que poco diferencian constitución anatómica y s10 og1ca de lo que se encuentra en el cerebro animal han desemb ocado en el pensamiento. ' Desde Demócrito y los filósofos naturalistas griegos, hasta que empe-

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zara la experimentación con Flourens, a principios del siglo XIX, el cerebro es considerado un órgano; la anatomía comparada señala su excepcional desarrollo en el hombre, la patología indica la existencia de muchos grados y tipos de paralelismo entre lesiones cerebrales y perturbaciones de la sensibilidad, de la voluntad, pérdidas de conciencia. Todo lo que lesiona al cerebro alcanza en mayor o menor grado a la inteligencia; más aún, a partir de una observación de Broca y de los trabajos de Fritsch e Hítzig, la era de las «localizaciones> cerebrales comienza. A cada manifestación mental o afectiva se le encuentra un campo correlativo de funciones psicofisiológicas. No obstante, a pesar de que la anatomía y la histología cerebrales alcanzan niveles insospechados, el pensamiento como función cerebral queda en el misterio. La filosofía, y la psicología como rama que de ella era, siguen entonces preguntándose qué es el pensamiento; la fisiología, incapacitada entonces por principio metodológico de_ aventurar una opinión, continúa creyendo, con Cartesio, en el puente que reúne alma y cuerpo. Innova, es verdad, pero suplantando la glándula pineal, escondida junto al cerebelo, por los hemisferios cerebrales, que demuestran por sí mismos, lo mucho que tienen que ver en la cuestión. Por último, nuestro siglo se inicia en neurofisiología con el reconocimiento de que el psiquismo, como tal, no es localizable; que la buena o mala marcha de las funciones mentales, que las fallas o excelencias en uno u otro de sus aspectos, no dependen exclusivamente de este o aquel centro, sino que l¡¡. totalidad de las funciones cerebrales está: implicada en el fenómeno. No es posible, se demuestra, localizar la atención, la memoria, la capacidad de síntesis o de análisis; incluso sensaciones y percepciones, tan aguda y exhaustivamente estudiadas por la psicología experimental, aparecen como eslabones de una caden;;l muchísimo más compleja de funciones. El cerebro se presenta como un órgano que no posee funciones, sino una función, y el psiquismo, a pesar de todas sus fluctuaciones, como proceso unitario y de ninguna manera acúmulo de «facultades» más o menos conectadas. Este período está jalonado por dos hechos de singular importancia; en 1920, el fisiólogo francés Louis Lapicque descubre .un aparato regulador, y extracortical, de la armonía ael mayor de los ritmos del sistema nervioso superior, el sueño y la vigilia, que denomina centro del S"Ueño; nueve años después, el alemán Hans Berger pone en evidencia la actividad eléctrica del cerebro y su relación con diversas funciones psíquicas, en· especial el sueño y la vigilia. De ambos hallazgos resulta que los hemisferios son un órgano funcional unitario y no una yuxtaposición de aparatos con funciones sinérgicas. Recién en 1950, gracias al desarrollo de la electrónica, se logra un nuevo y considerable aporte para el estudio .de los mecanismos del cerebro con la microelectrofisiología cerebral, que es, como destacara con exactitud Paul Chauchard,4 una electrofi.siología


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ceTebral ·del comportamiento. Se logra registrar Ió que pasa en una neurona (15 billones tiene el cerebro humano) durante el transcurrir de no importa cuál proceso mental. El análisis llevado a tales extremos termina por imponer definitivamente la obligación de considerar el funcionamiento cerebral en su totalidad. Por primera vez resulta indudable a todos, fisiólogos y psicólogos en primer término, que para comprender el pensamiento es necesario interpretar científicamente el acto de pensar, y que, en este camino, la psicología y la psicofisiología teóricas, apriorísticas para acudir al lenguaje filosófico, deben ser suplantadas por una psicología y una psicofisiología que a partir del funcionamiento cerebral procuren comprender el pensamiento con todas las implicaciones posibles para la explicación racional del fenómeno humano. Partir del cerebro para llegar a comprender el pensamiento, invertir el orden clásico que exige bajar del Olimpo de las ideas, los conceptos, los juicios, los raciocinios, a la deleznable cbase material>, es tarea a la que ahora se aboca la ciencia. Las bases físicas de la mente comienzan a adentrarse en los manuales de psicología, y los fisiólogos, que hasta ayer desdeñaron el pensamiento como materia de estudio porque no es una secretación, adelantan tímidos capítulos sobre cfisiología de la conciencia>. Estamos a la vuelta de un impasse, y, con asombro de muchos, hasta en tratados de endocrinología se afirma que cno es posible separar los fenómenos fisiológicos de los fenómenos psicológicos>. 5 Estamos sufriendo una revolución copemicana en lo relativo al estudio del hombre, y esta revolución tiene también su patronímico: IvÁN PETROVISH PÁVLOV. Cuando Pávlov recibe el Premio Nobel, ha demostrado el mecanismo reflejo de la secretación gástrica; ha creado el «estómago pequeño> o «estómago aislado> -con parte de la pared estomacal se forma una especie de pequeño saco unido al resto del órgano por un cpuente> de nervios y vasos sanguíneos-; ha probado que diferentes alimentos desencadenan secretaciones diferentes en cantidad y cualidad; ha establecido las curvas de las relaciones alimento-secretación; ha reconocido que la actividad de los fermentos varía en función del alimento, y en relación con esto ha descubierto la primera cquinasa>: la enteroquinasa o cfermento de los fermentos>. Su laboratorio ha publicado 250 trabajos de primera línea, y en 1897 han aparecido sus Lecciones sobre el trabajo de las glándulas digestivas. En medio de tan resonantes éxitos, Pávlov hace una pausa en el estudio de los fenómenos digestivos que resultará definitiva. En el curso de los trabajos sobre la salivación, uno de sus discípulos, Glinski, había practicado de rutina una fístula salivar, y Pávlov observa el fenómeno que llamará csecretación psíquica>, esto es, secretación de saliva provocada por un estímulo inespecífico. Este hecho aparentemente trivial cambia por completo la tarea a perseguir en el laboratorio del maestro. A la labor de análisis

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y de síntesis parciales de los fenómenos biológicos sigue el anhelo de un análisis y de una síntesis tcital del fenómeno vida, y aborda el nuevo problema concorde con el proceder que le dicta su convicción científica y filosófica. cEs únicamente por el camino de las investigaciones obje.tivas que llegaremos gradualmente hasta el análisis completo de la adaptación ilimitada en que consiste la vida sobre la tierra. El movimiento de la planta hacia la luz y la búsqueda de la verdad por el análisis matemático, ¿no son, acaso, los eslabones extremos de la cadena casi infinita de la adaptación que se cumple en todo el mundo viviente? ¿Qué razón habría en cambiar de método para estudiar las adaptaciones de un orden superior? Tarde o temp:r¡ano, la ciencia, apoyándose sobre las analogías de las manifestaciones exteriores, transportará, sobre nuestro mundo subjetivo, los datos objetivos obtenidos, e, iluminando brusca e intensamente nuestra naturaleza tan misteriosa, aclarará el mecanismo y. el sentido real de lo que más preocupa al hombre, es decir, su conciencia, el sufrimiento de su conciencia.> il Profesión de fe, estas palabras también lo fueron de acción que lo introduce en un campo totalmente nuevo para la fisiología. Hasta ese momento, la actividad nerviosa del hombre no ha sido científicamente estudiada; la anatomía del cerebro está prácticamente acabada, su histología avanza con pasos agigantados. Santiago Ramón y Caja! realiza su obra. Las funciones, por el contrario, están en tinieblas; la única ciencia que se detiene en ellas es la psicología, y ésta se revela, en sus mejores representantes, dualista. Todavía prima la pesada herencia de Descartes, y la teoría de las cfacultades innatas» explica, a su manera, el acto del pensamiento. La conciencia aún se identifica con el alma, y los pocos investigadores que quieren terminar con ese maridaje ilícito concluyen por negar la conciencia humana: aplicar al hombre el mismo patrón que Descartes a los animales -seres sin alma, máquinas reflejas-. Pávlov y sus colaboradores no están. en el momento libres de estos prejuicios; la tendencia primera es la de explicar la csalivación psíquica> con una interpretación antropomórfica del «mundo subjetivo:> del perro; además, deben romper con los hábitos comunes de hablar, de pensar, y se crea en el laboratorio un sistema de cmultas> contra el empleo de términos subjetivos. Gradualmente, sin prisas y asegurando cada paso, se emprende de este modo el estudio de la actividad nerviosa superior, de los reflejos innatos, incondicionados, cgeneralmente llamados instintos>, y de los reflejos adquiridos, condicionados por los precedentes, cque se establecen de inmediato sobre este fundamento nervioso, bajo la forma de hábitos y de asociaciones>. En 192..3 aparece la primera edición de la obra decisiva de Pá,vlov: Dvatsatil;etni; opyt obiektivnogo izucenija vysse; nervno; diejatelnosti (proveclenija) zivotnych, «Veinte años de experiencias sobre el estudio objetivo de la actividad nerviosa de los animales>, y cuatro años después,


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en 1927, las Leccicn.es sobre la actividad del corte:r. En apenas un cuarto de siglo, Pávlov logra poner de manifiesto las leyes que rigen la actividad de los hemisferios cerebrales, tanto en los animales como en el hombre. Su método permitió el análisis de los procesos muy complicados de excitación y de inhibición que en el interior del cerebro modifican el curso de los reflejos condicionados, con lo cual todas las posibilidades, la riqueza de la interioridad cerebral, resultan reveladas. Antes de que la electrofisiología permitiera abordar directamente estos procesos, Pávlov los estudió en el plano analítico y sintético con tal precisión, tan ajustada objetividad, que de entonces a ahora sola-. mente se ha logrado realizar retoques en los detalles, sin poder cambiar nada en la definición de las leyes fundamentales. En el curso de sus trabajos, y sobre todo de sus polémicas,7 Pávlov se refirió muchas· veces a la psicología, y en todas para criticar duramente a sus cultores cuando partían exclusivamente del fenómeno de conciencia, y del cual pretendían sacar el conocimiento de la vida psíquica por introspección, o cuando exclusivamente, como Watson, y sobre todo Lashley, pretendían encontrar en los reflejos condicionados la objetividad absoluta para prescindir de lo subjetivo, dé la conciencia y la vida íntima del ser humano. Por lo mismo, se negó obstinadamente · a hacer psicología; más aún, desautorizó a los que en nombre de la creflexología» querían reducirlo todo a condicionamientos, pues unos y otros afirmaban que el hombre ~s doble, y aunque así se vuelva explicable, por lo menos el espíritu queda separado de la materia· y no se producen embarazos en la investigación o la especulación. Pávlov comprendió lo absurdo, lo anticientífico y antifilosófico de. ambas soluciones, y se propuso estudiar a través de la actividad nerviosa superior, y como fisiólogo exclusivamente, el modo en que se operan las combinaciones necesarias entre el mundo exterior en que está inmerso el individuo y las reacciones ·orgánicas de ese miSmo individuo. Primero encontró que existe un camino común al hombre y a los animales para el mantenimiento del equilibrio individuo-medio: las sensaciones o primer sistema de señales. Después destacó que para el hombre las circunstancias no pertenecen solamente al medio físico, sino también al social, a las esferas moral e intelectual, y que a ese nivel los estímulos adquieren significaéión intrínseca a través del lenguaje, que denominó segundo sistema de señales, y gracias al cual la humanidad pudo edificar el mundo de las representaciones, del pensamiento, de la ciencia y la filosofía. Para Pávlov, el antiguo dualismo entre lo físico y lo espiritual o mental se resuelve en la inextricable unidad biológica del primer sistema de señales, el mundo de la sensación, y el segundo sistema, el lenguaje, soporte del pensamiento y medio de comunicación entre los hombres. Materia y pensamiento, las dos sustancias -extensa e inextensa- que los filósofos no dejaban de oponer, quedan soldadas

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sin que pierdan sus propiedades específicas. La fusión fisiológica pavloviana es dinámica, señala el punto de partida de nuevos desarr?~los; muestra lá existencia de leyes comunes en el plano de la perc~p.c1on Y de la representación, y destaca que la diferencia de sus d?~1mos les impone estudios particulares; plantea nuevos problemas te~r1cos Y_ de aplicación, y deja establecida de una vez para siempre la umdad psicofísica del ser humano. • . 1 , La herencia de Pávlov se proyecta hoy sobre la fisio,ogia, la psicología la biología y las ciencias del hombre en general, y como cuando nos ;eferimos al desarrollo del método experimental debemos hablar .de antes y después de Galileo, en cada una de esas. ramas ~el saber ha terminado por establecerse un antes y un despues de Pavlov._ ~o -obstante la conclusión que estimamos más decisiva, que está imphcita en toda '1a obra teórica y experimental del gran fisiólogo ruso, es que la yida mental arranca de la vida orgánica, de la que es u~a cons:cuencia de importancia primordial y que resulta, como toda vida organica, de la vida propiamente dicha, que es la vida celular. J?,epen~e de un estadio de la evolución del cerebro, en la cual su funcion pr~­ mordial es pensar, como la existencia individual depende. de un estadio del organismo, y la vida elemental, de un estadio de la celula. El_ hecho mental deja de ser un epifenómeno, una realidad dada para siempre en un espacio y un tiempo infinitos, sin comienzo ni ~· ~ara convertirse en producto de la evolución, en salto de lo cuant.itativo a l~ cualitativo a través de las transformaciones de la materia en un tie~po limitad~. El cerebro huroano representa la última jerarguía eyolutiva ].Qgr,ada ppx: cl sistema nervio.so; sus mecanismos, puestos en claro por la obra de Pávlov, ejemplifican una de las características s,alientes del fenómeno vida: la interrelación individuo-medio que, segun el .p~ano -evolutivo en que se realice, brinda los diversos grados de la activid~d animal, que se supera y complejiza con la humana, cre~dgra del me~io · social, que le es específico; y todo esto a lo,_l¡:¡.rgo--O; los 600.000 ano: que nuestra especie evoluciona sobre la T1erri}. Pavlov pud? habe dicho con Giovanni Bovio que ~da naturaleza se hace pensamiento, el pens;miento se hace historia». 3. El «behaviorismo» mecanicista de WatsO"n. - L;:i doctrina de Piivlov está dentro de los límites precisos de la biologia; .conceptualmente corresponde al más puro racionalismo científico, Y tant? el mecanicismo como el determinismo que descubrimos en la teona de ~os 'reflejos condicionados responden a la necesidad indispensable de I.a d1~­ léctica del viviente. Pocos .investigadores en el campo de la b10logia están epistemológicamente tan bien ubicados, y ninguno, podemos decir afrontó con tanta sagacidad y profundidad filosófica el problema del determinismo y la autonomía en fisiología. 8 _Las teorías de Pávl.ox,


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incluida la de los reflejos condicionados 9U.e..J!QL__propia caracterís!;i,~¡¡, de.-l9.s.J1e.c.lli2s...a.c.umula may.m:.e.s...~hlas..-.d.ei.erminis..tas~ y. mecani:!8s, no pueden ser tildadas de ittíW.lmalli;~ El pensamiento pavloviano, y lástima para la psicología, a la que despreciara por las co1-rientes en boga de su tiempo: comportamentismo y psicoanálisis, es cartesiano por su estructura y representa una de las mejores expresiones del nuevo racionalismo dialéctico. Al mismo tiempo que Pávlov, en el Congreso Internacional de Fisiología celebrado en Madrid eq 1903, hace públicos sus conceptos sobre los reflejos condicionados, Bergson, con pocas palabras que son nuestras, pero suyas por el contenido y la intención que d,erivan de sus textos, dice a los psicólogos: ¿Queréis hacer psicología? Pues bien, ocupaos de la inteligencia como capacidad pgrg, reso]J¿er ..ru:2.hl.~...._mQS de sus fundamentos bjológicos, to.po.lQg!~Q§J_ÍE_filj._9}:~ª1~.~•..2S.YI?.ª9.~.,,~kJ~.}'.l.!!!9.l!..Í!}~.-gµ5!. S~.m~al cartes.jgmg~-ªR2n~~~~ ele lq_ resp.Y.,esta._Haced la embriología de las conductas, la psicofisiología de las funciones. El resto, con la conciencia como base, es terreno de la filosofía del espíritu. Y esto es afirmado en el momento en que Benedetto Croce, otro gran pensador, que conocía a fondo a Hebel, a Marx, a Sorel y los problemas sociales e históricos, sentencia con otra perspectiva que el hombre como tal, esto es, como conciencia de sus circunstancias, es únicamente campo de la historia.9 La coincidencia de pensadores tan opuestos como Bergson y Croce, que inclusive siendo contemporáneos nunca se citaron uno al otro ni se criticaron, señala por sobre todas las cosas la existencia de un consenso general en el plano de la ideología con que se inicia nuestro siglo. Es el pensamiento de una sociedad que ya no considera en el hombre únicamente la fuerza como trabajo. que éasi no necesita del «ti:.Wodita> de Taylor, sino que procura integrar todas las posibilidades human§S. inclusive las más aparentes, al sis- . ~ema de prodm;ciqn.....x_ cuy:o primer ensayo en masa por este camino será la aplicación de la escala métrica de Binet-Simon, reforinªs!_IL!'!_!l_ i~~iLnlv:ernigad de Stanford, a los millares y millares.. soidados que re.cluta_.eLej~.r.~l~qos Unidos de Norteamérica para env.iarl&§..~~-:UUL....sL1º.!l:samRQssle bata~....E.\!LQP.-ª· Las cosas se manejan en términos de bienes de consumo y de bienes de producción, y para que el hombre se integre al sistema debe ser clasificado entre los unos y los otros. Desde el momento ~ trabaja, la energía que despliega ~d..m.Q.t.9.L.Q_e_JQ.ii~ bkn.~I? de prod.ucción. -Más a"ful. es a la vez un bien de__p,mduc.c.ión,~~.J.Q..dQ¡¡__e.l único del cual la sociedad industrial no, pued_~-J~!'~~~msfü:. ..E.!?!-:9!1_~-~!.Ei~~-~_!iem..P.o es ser de necesidades ~ s.on_satisfes:has._~n.JQS__zniml.2$_J)Jenes de consumo que producet.-Z.1A ldeolQgfa_..P_I'.ªKmfil.ls.J.~Lfil!imila el viviente a_la sociedad y desc_!lbre .9..1:1~ e_ri_ )a ·-ª-<;~iyiªª-º'--ªrill!l_aJ_Y:_Pl.!~ª118,. ~!_ ~q:tl,Jxa,J~~il?" c!1tJa . Qf~rta_~;y_la ~~::. manda es. .111. rel!lc:;i!>.n piolqgi<;a c!e. es#mµlQ y .!'~§.pJ.IeS~.:.. Tanto es así

que todavía en nuestros días, en 1967, Davidd C. McClelland, figura cprominente> en el campo de la psicología social, director del Departamento de Relaciones Públicas de la Universidad de Harvard, concluirá que todos los motivos que desencadenan la reacción estímulorespuesta son adquiridos en razón de procesos de aprendizaje y determinan lo que el hombre espera como agradable o desagradable. Esta teoría, formulada en base de un estudio cexperimentah de la motivación determinada por factores de mercado (el «mercado» es el nuevo problem-box de los neobehavioristas), saca las raíces de lo humano del ámbito biológico y social, para definirlo según valores de producción y de consumo.10 La biología de fines del siglo XIX, la del positivismo evolucionista, había aplicado un vocabulario directo, mecanicista y finalista, .el único ccientífico» que aceptaba, a los hechos sociales y a las actividades de los animales inferiores. La identificación de la colmena o el termitero con la sociedad o «colmena humana», de las actividades de los insectos con las de los cuerpos sociales, del sistema nervioso con una central telegráfica, del ciclo de la vida con el ciclo de la máquina, y de ambas con la sociedad, realizaban en lo ideológico la fusión que un sistema basado en el régimen de producción y consumo requería. El hombre, al igual que los animales y los organismos sociales, aplicaba energía para producir bienes que, a su vez, necesitaba consumir para seguir produciendo la energía que debía nuevamente dispensar. De esta manera, el ciclo vital también se resumía en producción y consumo. Bergson y James habían llamado con el espiritualismo y el pragmatismo la atención sobre este camino. El desafío del filósofo a la práctica, reservándose la conciencia y dejándole el resto del viviente, fue recogido por un ingeniero de la escuela de Taylor convertido en psicólogo. Sin entrar en la racionalidad de los problemas, como el mecánico que sin conocer la ley de la entropía regula el motor, JoIÍN BROADUS WATSON (1878-19-58) procuró «aplicar al estudio experimental del hombre la especie de método y el mismo vocabulario descriptivo que cantidad de '.·:1vestigadores estimaron ventajoso para el estudio de los animales inferio1~es al hombre». 11 Se propone la investigación en psicología, pero desconoce valor y significado del método experimental en las ciencias biológicas. Es el mismo momento cuando Páyloy destaca el valor del ~efle;i2_<:2.~~~-~~~~ª~- ~~?."1.o__j~~!!~~.~7-!'!?.___ ~~-J.a investigación, - y que él interpreta a su manera, convirtiendo un «instrumento» en elemento simple y primero de la actividad psíquica. W11t§.gµ retrocede así a la etapa precientífica del estudio de los refleJ~§...ªliWifü:LGQil la reacción es.tímulo-resw..e.m~ que presenta como dato inmediato <k.Ji!--e~p_e.­ rienciª tenida como única realidac.!: En partiendo de esta ,.concepción, que mezcla los conceptos de Hume con el mecanicismo de los naturalistas del siglo XIX, Watson termina por ignorar el fenómeno e inge-

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nuamente pone en su lugar a la acción, que el activismo había pro,cla1;11:ado como ~nstrumento de poder con el «ÍUturismo» y la acción política del fascis~o. Desafiante, crítico, quiere independizar al fenÓ-' ..:men9 de cualguier hipótesis sobre el real. con lo gue concluye inevitablemente por quitarle toda significación. Éste es el camino de la experimentación conductista o «behaviorista>, máxima expresión del comportame:itismo, que considera a la conciencia como epifenómen2 que acompana los hechos psíquicos sin agregarles nada y sin modificar en nada el desarrollo de su cadena causal, espejismo que pretende· retrotraernos de la superstición y la magia, sin comprender que obedece a una nueva superstición y magia, la del hecho positivo. En resun;en, Watson nos dice gue la psicología, para ser ciencia, ~l mismo t1t~Q_,_q~J..e_física o la fisiología, únicamente puede y debe tener por ob1eto el comportamiento (Behaviar l del hombre y del anjma]. Da s~ntido de aplicación al precepto bergsoniano y se desprende, sin más. ~i ~enos, de ~os problemas de la subjetividad, de un contexto que significa la razon, .los estados, las funciones, los fenómenos psíquicos 0 mentales, la vida interior, a los que reemplaza por el todopoderoso bem:vior, fórmula mecanicista de la conducta, puesto que el comportamiento es una conducta sin conciencia, similar al reflejo y al instinto tan automática como el primero y tan finalista como el segundo. ' Que un comportamiento sea o no consciente carece de importancia para Watson, en cuya concepción el hecho psíquico más característico Y fundamental es el reflejo, respuesta automática de los músculos estimulados por los nervios motores según los diversos datos de una sit;i~ción (estímulos) transmitidos por los nervios sensitivos. El ejemplo hpico para el behaviorismo lo constituye la rana descerebrada de tal modo que únicamente la médula quede funcional. Pongo una gota de ácido sobre.}ª piel de la pata, es el estímulo; la rana retira la pata, es la reacc10n. ¿Estamos acaso repitiendo un capítulo de la neurofi" ' ? De. mng.~na · siol~gia. manera, responde Watson; la psicología es el estud10 ~e l~ relac1on entre el estímulo y la reacción. en tanto que la neurqfis1ol.o~ia es el estudio de lo que ocurre en e} cerebro ugra que P.Ueda recibir sensaciones y_ ordenar movimientos. De este modo todos los fenómenos internos del organismo estárl, según Watson fu;ra del campo de la psicología, que se contenta con estudiar las reÍaciones de los comportamientos y de los estímulos. Más aún, agrega, «el más sabio d~ los ?sicólogos puede no saber una palabra de fisiología».12 .El psi~ologo ideal, para el behaviorismo. es un mecánico que conoce. eCc.Qn;u.mto de las fuerzas que se ejercen sobre un ser viviente y que puede calcula~ sus resultados. Watson cree firmemente en la indepe~dencia de ~us ideas y, por supuesto, en la autonomía conceptual de su «psicologia»; no obstante,! tanto sus ideas como sus conceptos psicológicos dependen de la filosofía igual o más de lo que dependía la psicología

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de la vida interior, que en Maine de Biran y en Bergson es un nombre para el espiritualismo. El trasfondo y el contexto del behaviorismo supone al materialismo ingenuo y al mecanicismo; es la teoría de los animales-máquinas de Déscartes transportada al hombre. Watson, y nos atenemos a sus trabajos, jamás· leyó a Descartes, y por lo mismo aplicó su teoría, que recibió como reflejo ideológico, de la actividad animal sobre la extensión al plano del Cogito. Para Watson, ~l comportamiento de-1.ados.Jos seres vivos es mecánico, o sea que los «estímulos» desencadenan respuestas de manera automática, como el movimiento de un émbolo en una · máquina hace girar un volante. Claro está que por simple que sea el planteamiento y por simplista que sea la solución watsoniana, queda pendiente a nuestro psicólogo-mecánico la pregunta de ¿por qué, si el estímulo determina automáticamente la reacción, dos animales de la misma especie o dos hombres, no reaccionan de la misma manera en una misma situación? W atson no se siente perturbado en su mecanicismo a 01Ltrance por estos problemas y encuentra la solución en las doctrinas para entonces recientes de Pávlov, que, por supuesto, interpreta a su manera; .~ tanto que para Páyloy el reflejo es la unidad fisiológica de actividad más simple, y lo estudia por ser fácilmente aislable y reconocible y no porque la yuxtaposición, la combinación, la suma, la interacción de reflejos constituyan la totalidad neurofuncional, o sea que mientras en _Pávlov eJ~_ty,diQ ..del reflej.a....es una metodología, Watson hace del reflejo, de su yuxtaposición, suma, combinación, interacción, un mecanismo complejo. Para .Yla.ts.120, .tl comportamiento...humanº-....eS...J.IDa~~um~lo..s....innatos_o__condicio.nados,_y___la.~er:¡9p.¡:i,lldad XePtelle.n!g_JJLXlt~taposición de esQs condic& namientos. Por ejemplo, y según Watson, todos los niños sienten espontáneamente miedo por el ruido; lo que sería un reflejo innato en su teoría. Si cuando acostamos a un niño apagamos la luz, y al salir del cuarto golpeamos la puerta, el niño tendrá, muy rápidamente, también miedo por la oscuridad. De este modo, cada hombre no sería otra cosa que aquello que de él hicieron sus condicionamientos; do que somos --escribe W atson 13- es lo que hacemos y lo que hacemos, o sea lo que el medio nos hace hacer». Tal es su concepción del hombre, concepción de la que Huxley nos dará una feroz caricatura en El mejor de los mundos; la teoría del hombre-robot completamente modelado por condicionamientos múltiples y sistemáticos. Sin duda, el radical beha-viorism fue más bien un programa que una metodología de la investigación psicológica, pero tuvo y tiene, aunque ahora bajo formas renovadas, grandísima resonancia. Por primera vez, la psicología penetra verdaderamente en el campo de la práctica. Deja de ser una antropología concreta, un estudio y conocimiento del hombre, para convertirse en instrumento de la acción, comprendidas la acción intelectual y científica. La teoría psicológica que faltaba al


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scie-ntific management de la sociedad industrial está creada, y la human engineering recibía, en el año 1914, cuando se publicó la obra de Watson Behavior, an introduction to comparative psychology, los instrumentos para cumplir su tarea de alienación. Taylor estaba perfeccionado por su discfoulo Watson. y la fórmula estímulo-res,euesta 14 se reveló, por su mecanicismo, más eficaz que el sim12le cronometra:W_ de los gestos del obrero. que solamente lo adecúa al ritmo de máquina. Con esto se da un formidable paso adelante, se «amaestra:. al individuo, se lo puede incluir en la estructura de los mecanismos, que deben ser sus estímulos. Todavía más, se lo convierte en apéndice absoluto del medio representado por el régimen industrial, que se presenta como el gran estíin.ulo, la motivación por excelencia. Es inútil hablar de coincidencias; las coincidencias en estos casos no son fortuitas. No se trata, como vimos, de descubrimientos aislados que de pronto repercuten sobre el ámbito de la vida. Responde al hilo de la ideología que desde la revolución industrial domina al mundo, al concepto de los bienes de consumo y de los bienes de producción, a la necesidad capitalista de producir y de crear consumidores. Como instrumento ·de la alienación, el behaviorismo o conductismo es incompl~to; en la práctica se aplica solamente a una parte de los hombres, los que aprovecha. la industria en sus fábricas: instrumento directo, de aplicación circunscrita, sin perspectiva en la etapa de la vida anterior y posterior al trabajo, etapas importantísimas porque la primera es donde está la mano de obra potencial, la que será oportunamente seleccionada y condicionada; y la segunda, una reserva útil, además de constituir consumidores reales. Por otra parte, está la conciencia colectiva, la razón de la gente que debe. aceptar al régimen y consumir fo que el régim~n produce. En pocas palabras, está planteado el problema de la educación. Si se pretende que ·la sociedad entera quede englobada en el proceso de creación de bienes de producción y de bienes de consumo, que no existe otra manera de organizarla que en función de los mismos, la sociedad debe ser una con el. régimen industrial, sus miem.bros deben pensar y actuar en función del mismo. Desde siempre y en líneas generales se había propugnado que educar es poner en acción medios propios para procurar el desarrollo del hombre, principalmente de sus facultades morales: sentimiento, voluntad, sentido de los valores ... , esto es, el desarrollo de la naturaleza humana en lo que tiene de humano. Si con el conductismo el régimen industrial descubre un canüno nuevo para someter al hombre a sus estructuras, con el instru1ncntalisrno psicopedagógico de Dewey encontrará la manera de aplicar el behaviorismo, preparándolo para sus fines, desde la infancia. La teoría de John Dewey, y de los que se llamó la «Escuela de Chicago», fue tan simple y efectiva en pedagogía como la doctrina de Watson en p.sicoJogía.

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4. La Gestalt-theorie alemana y sus interacciones con el behaviorismo norteamericano. - La teoría de la Gestalt, palabra . gue en alesignifica «forma>, surgió en Alemania bajo la forma de escuela. Su fundador es MAX ·.WERTHEIMER (1880-1943), y sus discípulos principales fueron KURT KoFFKA (1886-1941) y WoLFGANG KoHLER (18871950). En 1933, cuando Hitler tomó el poder en Alemania, los crea~ores de la Gestalt-theorie, que eran judíos, emigraron a los Estados Unidos de Norteamérica, y fue· en New York donde Koffka publicó sus Principles of Gestalt Psycho'logy, en 1935, que se convirtió en manifiesto americano de la escuela y en el resumen y culminación de las ideas expuestas por el mismo autor en sus principales obras europeas: Beitriige zur Psychologie Gesta.lt (1919) y Die Grundlagen psychischen Entwicklung (1921). También K<ihler había publicado la Intelligenz"". prüfung der Menschenaffen (1917), Die physischen Gestalten im Rüge und im stationiiren Zustand (1920) y Gestalt Psychologie (1929). El trabajo principal de· Wertheimer para la Ges:talt es su ExpeTimentelle Studien über das Sehe-n von Bewegungen, publicados en/ 1912 y reimpresos en su obra capital Drei Abhandlungen zur Gestalt-thecrie, aparecida en 1925. La actitud general de la psicología de la forma se ha prestado a las más diversas interpretaciones, y muy adecuada para comprenderla es la definición dada por Claparede en el V ccabulaire de Lalande: 15 '«Consiste en considerar los fenómenos como conjuntos (Zusammenhange) que constituyen unidades aut6nomas que manifiestan solidaridad interna· y tienen leyes propias, y no como sui::na . de elementos que ante todo se trata de aislar, de analizar, de disecar. De esto se sigue que la manera de_ SE!l'. _d_!! Cé!-<l.8: elemenJQ Qepende. de.Ja_ estructura del ¡:onjµI'lto y de las leyes que lo rigen. El elemento no preexiste af conjunto ni psicológica ni fisiológicamente; no es más inmediato ni más antiguo; el conocimiento del todo y de sus leyes no puede ser deducido del conocimiento separado de las partes que en el mismo se encuentran.> Esta definición, que aclara muy bien la. posición de la Gestalt frente a cualquier atomismo y reconstitución mecánica por adición de elementos, se comprende sobre el plano concreto si en lugar de acudir de primera intención a l9s trabajos de Wertheimer y de sus discípulos, recordamos a un precursor, CHRISTIAN VON EHRENFELS (1850-1932), que ya en 1890, en. un artículo titulado Ueber Gestalqualitiiten,16 propuso observaciones y principios realmente gestaltistas. Von Ehrenfels partió de la reflexión sobre la Pe!'.~ePE!ón de una melodía, encontrando que los datos sensoriales implican dos clases de cualidades: las cualidades sensibl.es (por ejemplo, cada una de las notas de la melodía,. todos los sonidos escuchados) ·y también las cualidades de forma, esto es, sus Gestaltqualitiiten, como son la línea melódica en sí, el canto de la frase musical. De esto dedujo que la «forma> de conjunto de la melodía no representa la suma de las notas sucesivas

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que escucho. Supongamos, propone, que las mismas notas sean tocadas sucesivamente, pero con un intervalo de tiempo entre cada una mucho mayor que en la primera audición de la melodía; esta vez, la forma global de la melodía está destruida, la sucesión de sonoridades perdió su sentido y fisonomía. La melodía, concluye, es otra cosa que la suma de notas, la percepción es otra cosa que la suma de las sensaciones elementales. Hay un agregado que es la forma. El ejecutante puede' hacer descender la melodía en un tono o dos, pero quedará la misma. Cada una de las notas es diferente, ¡;-~;() l;-;éo!1:!J:g_ui:_l:!sA~l1L.c:l~L§~tema, el conjunto de las relaciones entre las _!!_()_!as, es idéntica. Los datos sensibles están modificados, pero las gestaltqualitiite~ subsisten. En partiendo de esas consideraciones, van Ehrenfels plantea un problema filosófico: ¿Cómo la forma, la Gestalt, puede ser percibida si no está provocada por un estímulo sensorial específico? ¿Cómo ocurre que escu-' cho la melodía y no~ no solamente-.las notas? L.a percepción de l_a forma no es, concluye van Ehrenfels, exactamente «sensoriab, como la percepción deloselementos, y la califica de «casi sensorial», con lo que bautiza la dificultad pero no la resuelve. Dos filósofos alemanes de la escuela de Graz, ALEXIS MEINONG (1853-1920) y V1XTOR BENUSSI (1878-1927), propusieron al problema de van Ehrenfels una solución de tipo intelectualista.17 En tanto que el oído escucha los sonidos, el espíritu es el que se representa la melodía. Con otras palabras, recurrían a ~ para quien las sensaciones constituían la materia del conocimiento, que recibe su forma del espíritu. Y es precisamente contra los filósofos de Graz, contra el punto de vista intelectualista, que Wertheimer y sus discípulos reaccionan cuando responden al problema de von Ehrenfels y crean .la psicología cie)a form~.· No distinguen sensación y percepción, pues "cla percepClÓn IlO es un conjunto de sensaciones, siri_o que cualquier percepción es de primera · intericiori-Ia percepción de un. conjunto».1s Dicho esto de otra manera, p.o agrupa-:-_ mos, por un trabajo intelectual, sensaciones antes aisladas, no percibi-:. mas los . elementos separados para reconstruirlos y asociarlos, sino . que están directamente dados en nuestros s!'!ntidos, inmediatamente agru::: pados en una gest_alt, es.to es, una fo:rma .. Para los gestaltistas, la parte del dato en la percepción del mundo es mucho mayor d~ lo que se había creído y no se debe exagerar la importancia de lo que es construido, de los significados adquiridos, de los recuerdos. Al no existir distinción entre sensación. y percepción, la forma resulta inseparable de la materia y nos está dada intuitiva e inmedeiatamente con la materia y en ella. En retornando al problema de van Ehrenfels, la melodía no es una interpretación dada por el espíritu en partiendo éíe ·1a; notas brutas. La me 1odía está percibida con las notas y en ellas. _La psicología de la forma arremete no sólo contra el a.tomis)llQ psi-: ... cológico, sino también contra el fisiológico, ya que pone en primer

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plano la plasticidad de los procesos motores del organismo. El neuróiogo Kurt Golstein había criticado duramente a la reflexología,19 hasta llegar tan lejos que pone en duda la realidad de los reflejos en el sentido estricto de la palabra. Señala el hecho de que en los animales no siempre puede desencadenarse el mismo reflejo desde el mismo sitio, y resultó de fundamental importancia para los gestaltistas la cuestión por él planteada .de cómo, en general, puede resultar de un círculo de reflejos un rendimiento real del organismo. Los argumentos más contundentes en este sentido los proveen observaciones llevadas a cabo en animales amputados artificialmente. 2<> La compensación de las alteraciones de la · motricidad, afirman, no tienen lugar de la manera que podría esperarse si los movimientos acomodados del organismo animal estuvieran estructurados con arreglo al esquema del reflejo. El animal realiza más bien un cambio instantáneo con el aparato motor que le resta sin tener que reaprender penosamente las tareas antiguas del movimiento del lugar correspondiente. De aquí concluyen que es, pues, preciso abandonar la teoría según la cual el mismo centro motor, así como las fibras nerviosas aferentes y eferentes, poseen de una vez para siempre lina función constante. No puede haber, afirman, ningún sis:.. :-teiiiáde fibr'as que conduzca las excitaciones en forma específica e inalterable desde un lugar del sistema nervioso a otro. En vez del punto de vista corriente aplicado al sistema nervioso central, aparece en este caso el punto de vista gestaltista. Según Magnus, 21 la médula es, en cierto modo, diferente en cada momento y refleja, de esta manera, la situación y posición de las diferentes partes del cuerpo y de la totalidad del mismo. En resumidas cuentas, la biología gestaltista invierte el problema fisiológico fundamental, comó invirtiera el de la sensación Y la percepción: el órgano central no determi'l_ta lo que ha de ocurrir en la periferia, sino la periferia . determina c6mo el órgano ce~tral ha de adaptarse. En lugar de Ía idea de los· centros motores constantes aparece un enfoque según el cual la periferia crea en el órgano central centros pasajeros, unos que se forman con relativa lentitud y otros que se forman repentinamente, como en el caso de las amputaciones. De este modo se plantea un cambio en la interpretación del principio de la autorregulación dinámica del organismo. ··Y es con esta teoría que la psicología de la forma resuelve el segundo problema planteado por van Ehrenfels: ¿cómo la percepción de la «forma:i> es posible si no es un estímulo sensorial? El sistema nervioso, responde como acabamos de ver, estaría estructurado de manera que corresponde a la percepcióh de formas. Un gestaltista francés, Paul Guillaume, escribe: cla organización que estudia el psicólogo debe ser identificada con la que estudia el fisiólogo. Si nuestra p~r._c~pc:!9n..eJi.tlÍ()rganiz_ada, el proceso nervioso que le corresponde debe ser de la misma manera,. 22 Y he aquí que de pronto la cuestión adquiere una amplitud muchísimo


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mayor; en efecto, la Gestant-psychologie no se limíta a una interpretación de los fenómenos psicológicos, es una teoría general de la naturaleza cuyo principio esencial es el 1d.5om.orfismo>.,.esto es, la identidad, o, por lo menos, la correspondencia de las formas físicas, fisiológicas Y psicológicas. . Es fácil comprender que los términos de f~:!'.IX1ª• <:!~ estru~!U1'ª• de organización, convienen tanto al mundo biológico como al de los hechos psíqÜicos, y de ello deduc~ qtl.~ ~l _todo cJ.irige y e;_pli~ª-}ª Pªr~e· _El__ _ funcionamiento de. cada eleJX1ento depende del funcionanu•mto global del organismo. El equilibrio global del sistema, concluye ~a ,Ges~t, orienta todas las funciones particulares. Kohler va todavía mas leJos; el'ííecho de.que en el mundo mismo de la materia inerte fo.siste las «formas» no están ausentes. Da el ejemplo de un conductor eléctrico homogéneo que, puesto en contacto con un condensador, recibió una carga electroestátka. Es de destacar que. esa· carga se repart: inmediatamente, de manera igua1, en la totalidad del· conduct.or. S1 luego la carga eléctrica se encuentra modificada en un lugar del sistema 0 en otro, inmediatamente el conjunto se encuentra reestr\lcturado. de manera que la igl¡aldad de la distribución en la carga sea m¡mtemda. La masa de energía eléctrica del sistema, concluye, se comporta como una gestalt. En sus líneas generales, la .ieQ;:fo. ggJª:·Qes,.t?Jt tien~e a reducir la inteligencia, como hace Kohler en sus t;ral:>_B:Jos ::;obre. La t'IJ.t~~ lig~ncia de los m.onos sul?erio'l"es, a una reestructuración de la pe:c~p-· ción; así, por ejemplo, «veo» repentinamente en una fig':ra geometrica que .dos ángulos son alternos-internos, lo que me permite resolver el problema. De la misma manera comprendo que si to9.os los ho~bres son mortales, Sócrates, que es hombre, es mortal, o sea «veo» al mismo tiempo a Sócrates en la clase de los .hombres y en la clas~ de los. ~or­ tales lo cual significa constituir una gestalt. La memoria tambien es susc~ptible de interpretación gestaltista. La fijación y la r~s~stencia al olvido del recuerdo aparecen bajo esa forma; las formas «debiles», poco estructuradas se fijan mal y desaparecen de la memoria; las formas pregnantes, l~s «buenas formas», se fijan sól!damente. Por último, el recuerdo. tiene tendencia a transformarse segun las leyes de la buena f(;;;;:;; si pedimos a alguien dibujar segi'.Ín un modelo. un moti:Vo arquitectónico, y después de seis meses hacemos que repita el mis~o ~o­ tivo de memoria, comprobamos que el dibujo trazado de ~~~ona tiene . formas más regulares, más geométricas que el modelo 1.~1cial. La psicología de la. Gestalt cambió de «habita.!» y tambien de destmo p~;- ~~u"s~ .de acontec~iefitos políticos y. raciales .. L~s. creadores de la teoría, emigrados eri los Estados Unidos de Norteamerica, se e~~ontra­ ron con un ambiente completamente dominado por el mecanicismo Y la chatura intelectual del behaviorismo; más aún, encontraron que la única manera de «sobrevivir» para sus ideas era la inserción en las

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necesidades del régimen industrial. Esto requería un trabajo de adaptación pragmática, de acomodación en el terreno del conductismo. Por ello, taz:i.to por' razones teóricas como prácticas, más por las segundas que por las primeras, Koffka y Kohler comenzaron a expresar su. t~o­ ·ría en el lenguaje de_ la psicología. del comportamiento. Pero como el lenguaje también arrastra a las ideas, pronto la antigua gestalt, teoría general del mundo y del conocimiento, se concretó más y más. a los problemas del comportamiento. A su vez, los conductistas, que tropezaban· con muchísimos inconvenientes para perfeccionar sus concepciones analíticas y mecanici::;tas y veían en la pujanza creciente del psicoanálisis un rival que podía arrebatarle los favores del régimen industrial, se pusieron a describir las conductas en lenguaje de forma y de estructura. Este acercamiento produjo cambios notables en el conductismo, que desde entonces comenzó a denominarse neobehaviorismo, sobre todo por obra de KURT LEWIN (1890-1947), filósofo y psicólogo alemán radicado en los Estados Unidos también por motivos raciales. Lewin, cuya obra simboliza muy bien la interacción entre gestaltismo y behaviorismo, se aplicó a demostrar que el espacio en que se despliegan los comportamientos no es homogéneo, indiferenciado, como aquel en el cual el físico aplica sus ecuaciones. El espacio en que vivimos, afirma, no es un campo homogéneo; 2 ª por ejemplo, en la sala de clases, la cátedra desde dom:le habla el profesor, las ventanas a través de las cuales se divisa el mundo exterior y extraescolar, la puerta por donde personas diferentes pueden entrar en la clase, son puntos de espacio privilegiados, que representan significaciones particulares. Tal o cual dirección, según las circunstancias, está cargada de fuerza y da al campo espacial una orientación dinámica. Pero Lewin encuentra que para describir el campo eS:pacial del ser viviente el lenguaje de las formas no basta, que se requiere hablar en término de significaciones y de valores. El medio del ser viviente -en el cual el behaviorismo veía una suma de estínrulos- no es definible fuera de la subjetividad del individuo. La selva es un medio diferente para el nrtista pintor, para el cazador, para enamorados y para un perseguido. Este medio subjetivo y psicológico es lo que el biólogo von Uexküll había llamado u.mwelt, o sea mundo circundante. Lo que circunda designa evidentemente, para Lewin, una proximidad psicológica y no física. No se trata ya de un behaviorismo «molecular», o sea de una teoría que vería en el comportamiento una suma de pequeños elementos determinables, una adición mecánica Je reflejos independientes, sino un behaviorismo «molar:., del conjunto. El comportamiento aparece como un conjunto de reacciones, adaptado una ~i!Y»J:lQ!l· En consecuencia, los mecanismos del conductismo aparecen .interpretados en función de ideas gestaltistas. El detalle de cada reacción, lejos de ser elemento que lo explica todo, está, por el contrario, subordinado a la adaptación global del ser

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viviente. Ésta es, por obra de Le . l derna, tal como se expres MA.wm, a concepción behaviorista mo(1908-1961) fil. f fr ,ª en URICE JEAN-JACQU-ES MERLEAU-PONTY ; o~o o anees, autor de una tesis sobre la estructura del comportanuento.24 NOTAS l. John B. Watson Behavior · d uctwn · New York, 1914. ' · · A n intro to comparative psycholo911,

CAPÍTULO 4

2. Iván P. Pávlov «Respuesta de un fi . 'l . . de Iván P. Pávlov t~ducción recopil .• s10 ogo a los psicólog<>S», en Presencia

EL «BOOM» PSICOANALfTICO

versidad de los ~des, Venezu~la 19 3 acion :!'. notas .d': Alberto L.. Merani; Uni· logical review, vol. XXXVII, n.º • • ~ 3 ~ 1 articulo original apareció en la Psicho5 3. Para un análisis exhaustivo del r 0 bl . logia y alienación, Loe. cit., y Psicologí: v;d. Alber~ L. Merani, Psico4. Paul Chauchard Préci d B' 1 . Y P g. gia, Loe. cit. 5. Nicola Pende, C~rso dis Neeuroi;n~~ie .huma~ne, ~~is, 1957. 6.. «Memoria» leída en el Congreso rn=olog~a cllindica C?~relat.iva, Roma, 1962. Madrid en 1903. rnaciona e FlSlologia celebrado en

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7. Vid. «Respuesta de un fisiólo 1 . • enajenación Y la fase ultraparadojal·go a taos Js1cologos», «Los sentimientos de «Posibilidad de fusión de lo sub'etl car la ier.ta. al profesor Pierre Janeu Y P. Pávlov, Loe. cit. J vo Y 0 obJetivo•, en Presencia de Iván 8. Pierre Vendryes, Determinismo y autonomía

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~: ~~~~~~toC~oc~ Teo;ia e. Stor~a dell~ storiodrafi~J~~. ~~~~elona, G ..

1969.

J h B . eram, Psicologia Y alienación Loe cit 12' Ao .n roadus y;ratson, Behaviorism, Boston, 1925. . . · mma! education, New York 1903 . ~~havior~~m, New York, ediciÓn re;isada de 1930 . a noc10n, tal como la anunciara W tso &

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tismo de Skinner, es errónea· correspo d · ªla nl Y to vía la aplica el conducf ::. del «todo o nada>, establecida por Adrien (The «all or. none• pr~~ ~60/47~), Y según la cual un eleme~to exc~i:.bf e nerve, J. of Psychol., 1914, mtens1dud, sea cual fuere la inten id d : ofrece respuestas de la misma excitabilidad; los excitantes que sesen~ue~:a~xci~e P?r encima del umbral de vacan respuestas. La verdadera rela . . , por ebaJo de ese umbral no propsíquico Y no con lo fisiológico, des~~:i estimulo-re8?~e~ta, en relación con lo como acontecimiento físico tal ase e!1 el analis1s, porque el estímulo ·t . , ' como es en si es una part l · t • cs1 uacion», tal como se presenta al . ' e, Y a o ra es una en las reacciones del animal y que orlganh1smo que responde, lo único decisivo • en os umanos se incorpo la . . El ~n duc t'ISJ?O reduce el comportamiento al autom . ra. a conciencia. rac1on experimental nervio-músculo a la ~tismo propio de la prepa1 15. A. Lalande, Vocabulaire tecnÍque e~~t~ aplica la l~y de· t:todo o nada>. 16. Vierteljahrsschrift fii.r Philosophie 14 18~iue de la philoso¡.hie, Paris, 1962. V. Benussi, Gesetze der inadii u.a' t ' · 17· Psychologie, samte 32, 1914. q n en Gestaltauffassung. Arch. für die ge-

f

18. Wolfgang Koffka, Principies of Gestalt p lo . 19. Kurt Goldstein Der Aufban d 0 . sycho g¡¡, Loe. cit. 20. David Katz z • p . es rganismus, Haag, 1934. ;zig. 1920. • ur sychologie des Amputierten und aeiner Prothese, Leip-

~~· Robert 1:agnus, Ki:irperstellung, BerlÍn, 1924• 23. ii1ul Gu1l!aum~, La Psychologie de Za Forme París 1937

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M:t!¡~wl~~_i;aªc~~~sth:Z1 of P,!raotnalit11, New Y¿rk, 1S35.

Paris 1941 •

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Ph • • eau-..-on y, La stTUcture du comport enomenologie de la perception, Paris, 1945. ement,

l. Las fuentes indirectas del freudism-0. - Método psicoterápico en sus comienzos, teoría psicológica después, filosofía de la vida práctica luego, el psicoanálisis es expresión acabada de la ideología de nuestro siglo. Con sus tesis epistemológicamente disparatadas y los dislates en que a menudo incurren sus adeptos ha terminado por convertirse en capilla, con sus iniciaciones, neófitos, sumos sacerdotes y una masa de creyentes que buscan en el diván del analista el apoyo que antaño procuraba el confesionario y explican su vida cotidiana, desde la reyerta conyugal hasta el éxito o la derrota profesionales, en pasando por todos los momen.tos buenos y malos del existir en una sociedad industrial, por la «magia» del subconsciente. La literatura y el arte, el cine y la educación, y hasta la política, están todavía infeccionados de psicoanálisis, como lo estuvieron hasta hace pocos años la psicología y la psiquiatrÍa. Y lo más curioso de este fenómeno es que, sin ofrecer soluciones concretas para los problemas que enfoca o abarca, porque todo lo explica a posteriori, es hoy en día la mejor herramienta para la alienación, puesto que en lugar de combatirla adecúa los individuos para soportarla. Desde la úlcera péptica del ejecutivo hasta los éxitos escabrosos de la «vedette» de moda, desde la política del fascismo y del comunimo y de la democracia liberal o no, hasta las fluctuaciones de los mercados, las guerras, todo sin excepción, incluidos los cuernos que pone su mujer al pequeño burgués, todo tiene razón de ser y de aceptación dentro del psicoanálisis. Esta teoría es ahora patrimonio colectivo, pues sus conceptos se han divulgado tanto, aunque muy def9r'." mados muchas veces, que, sin saberlo, gran parte de la gente piensa psicoanalíticamente y obra en consecuencia. Sti génesis está en los trabajos 1 de un hombre, SIGMUND FREUD (1856-1939), que en su5 comienzos científicos estuvo alejado de los verdaderos y propios centros de _investigación psicológica. Freud proviene de la medicina, y como neurólogo realiza algunos trabajos sin mayor brillo sobre la ánatomía del sistema nervioso en general, sobre la médula espinal, sobre los efectos de la cocaína en algunos trastornos como las afasias, la enuresis noc-


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turna, las ·amnesias, etc. Su ingreso a la psicología lo realiza a través de la psiquiatría, con las ideas que le sugiere en 1893 el tratamiento que realiza un amigo, por hipnosis, de un caso de histerismo. Freud fue . alumno del afamado fisiólogo vienés Brücke y del neuropatólogo también austríaco Meynert; médico joven especializado en neurología, parte becado a París en 1895, donde sigue los cursos de Charcot en la Salpetriere, quien explica la etiología y las posibilidades de cura del histerismo, y repite siempre a sus alumnos: «C'est toujours la chose génitale, toujours, toujours!» Freud acepta y sostiene la misma idea. De regreso a Viena, colabora con el médico Joseph Breuer, y a lo largo de la tarea conjunta, Freud ya renunciando gradualmente al tra!;amirnto .jlipnótico del histerismo, gue propugnan tanto Charcot como la escuela de Nancy, que lo considera una forma general de sugestión, y con Breuer desarrollan un nueyo· método a través de ~atsu:fil.<;, haciendo «desahogar» al paciente por me<lio de la asociación libre, de la .i.niei:: metación de lQ~fiQ..s, etc. De aquí, luego que se rompe su asociación con Breuer, llega paso a paso a la forma de terapéutica prjm·ero. de teoría psicológica después, gue llamará psicoanálisi§. Tratando con Breuer una enferma de histerismo, descubr.e una vez más la participación de componentes sexuales que se manifiestan evidentes con el hallazgo de un lazo afectivo pecaminoso en la paciente. En tanto que Breuer, llegados a este punto, se retira del problema, pues sólo le interesa la práctica médica, Freud se percata de que está frente a un punto importante de la dinámica de los impulsos; de ello deduce ideas sobre la estructura de los instintos y acerca de las raíces semiconscientes e inconscientes de la conducta, y le resulta «Claro» que también los síntomas corporales provienen de causas psíquicas. Las experiencias frustradas, desagradables, embarazosas, son rápidamente reprimidas; sin embargo, su recuerdo actúa («inconsciente») y lleva a un desarrollo equivocado de las conductas. En tanto que la psiquiatría de la época parte de los fenómenos de la vida espiritual consciente, y en particular procura destacar las funciones de la inteligencia, Freud recorre el camino inverso. CQn.s.isl!:ra gue lo importante para la dinámka .de l9s conductas: intelectuales, afectivas. no son Jos actos intelectuales.. §IDO las fuerzas oscuras y reprimidru¡ del inconsciente, que representl\ría. los impulsos primitivos de la es12ecif!, En verdad, todo esto ya hal.Jía sido pensado; más aún, estructurado con una teoría del automatismo por Pierre Janet. No obstante, Freud no respeta a sus predecesores y da un paso más adelante al considerar que la unión causal de los procesos psíquicos estaría también en el inconsciente, provendría de estratos lejanos del «YO». El sujeto no se percata de esas conexiones, que corresponderían a la esfera inconsciente del «es»,2 cuyo concepto proviene de Nietzsche y fue empleado por primera vez en psiquiatría en una monografía de G. Groddek.ª Pero antes de continuar con los ante-

cedentes inmediatos y particulares en el desarrollo -del pensamiento freudiano, veamos las causas lejanas y generales que configuran la· actitud psicoanalítica, así como el contexto ideológico dentro del cual actúan para desembocar en la concepción por un momento todopode·rosa del médico vienés. -- Cuando Freud inicia sus trabajos, en los últimos decenios del siglo XIX, el racionalismo sufre una crisis profunda; las filosofías espiritualistas y el relativismo científico habían creado una desconfianza general en la capacidad y poder de la razón humana; más aún, la psicología había llegado a confundir razón e inteligencia, y se había· hecho de la conciencia un epifenónieno producto de las circunstancias, o de lo que hoy consideramos dialécticamente conciencia en sí, que, por ser potencial, carece de valor de decisión, de capacidad de transformación. El voluntarismo, con su corolario el activismo, abría las puertas de •las decistones humanas y el pragmatismo encauzaba la .actividad con miras a la estructuración de un hombre sin voluntad propia, tal como es el ideal de la Human engineering, con la cual ·la sociedad industrial daba los primeros pasos para impedir la formación de una conciencia individual y de clase. La situación, planteadá abiertamente en los Estados Unidos de Norteamérica, se revestía de otros matices en Europa y, sobre todo, en los imperios centrales, donde vivía, pensaba y trabajaba Freud. Las contradicciones eran tanto o más graves, pero reflejaban otro trasfondo ideológico; en efecto, no sólo ·se trataba de los avances de la sociedad industrial, sino que los problemas sociales e intelectuales adquirían matices más acusados y revelaban una profundidad que América desconocía. Se trataba en lo social, para el caso del Imperio austrohúngaro, de minorías que pugnaban por la independencia, como eran los checos, y en cuyo seno, en Moravia, naciera Freud; y más todavía, de microminorías dentro de esas minorías, como los judíos, a cuya colectividad pertenecía Freud. Además, el proletariado europeo había desarrollado una conciencia de clase aguda y no se satisfacía con el prÍl}cipio ..darwiniano de la «lucha por la existencia», soberano en los Estados Unidos y propugnado por el pragmatismo, puesto que había comprendido, con la revolución del 48 y la Commune, que su lucha no era de sobrevivencia, sino de conquista de la dígnidad humana. Por lo demás, el liberalismo de viejo cuño estaba todavía fuerte y arrogante; creía en la guerra como solución de los problemas y no podía concebir que ésa, su propia solución, engendraría al fascismo que lo liquidaría. Mientras que el pragmatismo se conformaba con que la gente tuviese. una..c.on.citm.cia....e.'ILSÍ, las filosofías.. jrracionalist.as_descubr.en..Jos ..peligi:os sociales de una conciencia~!!:t..~!, .~§.JQ... ~§d1.Q._g_qi:;;i~1Qu....d1dª-.Capacidad . de transformar y actuar, y llegan a la conclusión exacta de~a razón es el catalizªdor de_~nci~ot.~.ns~o!!u:e.Y.Oluci.o.naria.... Con otros términos, SP. llega a la conclusión de que por sobre todo es en

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l~ r~zón doi:de radica el verdadero interés de la cuestión, en la cantidad diaria ~e alimento, como decían los antiguos, que se sirve al intelecto Y ~ue e~te cuen~, calcula Y distribuye. La razón, y en ello radica su pehgros_1dad s~cia:, no es causa de las cosas, de las que se ocupa el pensam1_ent~ cientifico; ~o nos dice qué es la cosa y por qué es, pero da conciencia de en que medida esa cosa existe para nosotros y por nosotro~. La causa es lo que precede en el tiempo y condiciona de ma:iera mas o menos necesaria; la razón es lo que justifica a la vez que ilust~a. De este modo, en las relaciones de medios de producción y de ~rop1ed_ad de los mismos reside la causa de la existencia de la sociedad mdustri~l, :i-: ~us consecuencias, la experiencia y reflexión de las mismas por los mdiv1duos, contiene la razón que la impugna y combate. Es el paso ?°r el cual los individuos adquieren conciencia social: saben que constituyen la sociedad y conocen de su fuerza. Combatir Ja razón se vuelve,_ de es!a manera, motiyo esencial de la tarea de alienación. Es el cammo mas . general Y directo para la distorsión de las relaciones hwnan~s Y sociales. Primero se comienza por justificar un acto por ~ran numero de razones, lo cual haee que se pase en silencio al motiv~ fundam:ntal Y que, por supuesto, la causa quede enmascarada en el, Juego polivalente de un número infinito de causas. Así cuando el nwne~o. ~e causas posible impide identificar la causa y qu~da flotando l~ pos1~1li~a~ .de causas no conocidas, se deja constancia del fenómeno sm abrir JU1c10, tal como hace la estadística. En cierta manera es lo ~ue Kant ll~mó «razón pura», o sea lo que está en el pensamie~to con mdependenc1a de la experiencia o simplemente de la razón. Desde el punto de vista del valor del conocimiento se concluye de esta manera que la razón hwnana es incapaz de conocer la realidad por~ue las leyes del pensamiento racional no son las leyes de las cosas' la formula de~ racionalismo más absoluto, que fuera dada po~ Hegel:' clo que es rac10~al es real y lo que es real es racional», queda descartada. La pluralidad de causas desconocidas impide la racionalización de ~os hechos ,Y niega, el valor de la razón o la racionalidad del real. Se mst~ura .asi l~ teor1a, o más bien la actitud intelectual que denominamos irrac1onahsmo. Es una actitud cómoda; permite retroceder ante los prob~emas, ~ceptar cualquier explicación y, sobre todo, aplicarla porque s1 lo racional no es real, y lo que es real no podemos conocerlo como ~l, el conocimiento resulta completamente aleatorio, producto de las circunstancias que se elijan. Es la crealidad> de la utilidad para James Y Dewey, la «realidad> de la economía en la ciencia de Mach ~a ~real~dad~ de . la resolución de dificultades contingentes para ei ~mto-mtehgenc1a de Bergson, la crealidad> del automatismo estimulo-respuesta para Watson, y será la crealidad» del inconsciente para Freud. Semejante cúmulo de negaciones destruye la razón o mejor dicho, es lo que en fin de cuentas la niega. Y si el hombr~ ~ueda

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sin poder emplear la razón, pierde la conciencia, que por antonomasia lo hace humano. Entonces se aliena como persona, se destruye como clase, se lo fragmenta, se lo dirige, condiciona para que acepte como humanas condiciones que no lo son; y, lo que es más importante para el poder, pierde potencia. El irracionalismo se convierte de este modo 1 s' a s' ol' ic la acción en teoría rá tica d ~ En tanto se mina la conciencia atacando la razón, se consolida el poder, porque «la debilidad del poder supremo es la calamidad má_s horrible de los pueblos». 4 Siendo el poder independiente de los sujetos sometidos a su acción, se debe establecer en virtud de principios que constituyan modos de existencia de la gente, que determinen su existencia, y estos principios ya fueron ofrecidos, como vimos, por la psicología conductista. De este modo se produce un desdoblamiento del que la pérdida de conciencia es el efecto y la destrucción de la razón la causa, y cuya consecuencia práctica es la alienación, que se opera tanto en el dominio ideológico como en el plano económico, que es el de la vida real. Freud, como casi todos sus contemporáneos, hace suya esta ideología, la vive y la refleja sin saberlo, como atestigua la lectura atenta 5 de sus obras, en especial de Totem y Tabú y de su autobiografía. Además, está presente otro factor que es metodológico y a la vez personal: las raíces culturales judías del padre del psicoanálisis. No se trata de una interpretación de teorías en base de razones racistas, como pretendiera el nazismo y un discípulo de Freud, Jung; no es cuestión de un mítico ·cespíritu> hebraico, germano o de cualquier laya lo que nos ocupa, sino la influencia directa y que hemos probado de la teología del Talmud en el psicoanálisis.e Tanto es así, que la verdadera originalidad, innovación de Freud, consiste en haber introducido en su sistema psicológico la dialéctica del pilpul, que es llave maestra para la interpretación del Talmud, y consiste en plantear, en forma alternativa, un problema insoluble. Sin duda, cualquiera tiende en estos casos a hacer como Alejandro ante el nudo gordiano: cortarlo de un tajo, lo cual es una manera de resolver.el problema negándolo. La inteligencia judía, nutrida del Talmud, tiene el defecto inverso: «No son las r.esruJgstas lo gue _m_e ir1J~r~sa__::-se dice en el Talmud-; las J;OPºZco todas. Lo que quiero saber es ~-cnij_p..J:.~1:1.!.!!~.. !::9.;'!~.2!?-de determinada respu~sta.) De este modo, ese juego dialéctico del pilpul, capaz de cortar un cabello en ocho, que la mayoría de las veces pierde contacto con la realidad, concede más importancia a la manera de plantear el problema y a la de resolverlo que a la solución en sí misma. Se trata de una inteligencia que cabalga sobre los lomos de dos caballos, la inteligencia especulativa y la práctica, y puede pasar de uno al otro, de lo ideal a lo real y de lo real a lo ideal, sin considerar a lo real como ideal ni lo ideal real, según la fórmula racionalista de Hegel. Por supuesto.


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este pilpul desemboca siempre en el irracionalismo. Freud es un escritor nato Y sabe manejar sin esfuerzo aparente este delicado y. sutil instrumento, como atestigua a cada paso el planteamiento de sus casos y las soluciones que les imagina, Además, está otro factor que señalamos: la ~c;ología del Talmud. Como toda teología que se vale de la interpretac1on de documentos, de testimonios, etc., es positiva, y trata de Dios, de sus atributos, de sus relaciones con el mundo, a través de los hombres, de donde deriva una antropología que demuestra la existeneia de Dios Y de su sabiduría por el orden y el desorden que reinan en el universo de los humanos. Freud, que tal vez con Voltaire sea uno de los pensadores que menos sarcasmos ahorró a esa «ilusión» que es la religión, que profesa por momentos un ateísmo Íngenuo, hace, sin embargo, del psicoanálisis una teología negativa o apofática esto es el cono. . ' c1m1ento negativo de Dios, que piensa a Dios coµio 'algo determinado que pasa al lado de lo que es el Ser por esencia. En efecto, la antropología freudiana calca y repite a la del Talmud,7 y expresa la naturaleza de Dios, que es la naturaleza de este hombre, no por afirmaciones sino por negaciones que tienen por finalidad subrayar la insuficienci~ de los conceptos que aplicamos al hombre, verbigracia, a DiQ.s. El hombre no es bueno, poderoso ni justo, es un «perverso polimorfo» ... palabras que evocan cualidades observadas en las criaturas y principalmente en los hombres, por lo que resultan esencialmente imperfectos. Ahora bi~n, si el hombre, si ,la razón humana son perfectos, existen por sí mismos en esa perfeccion y con ello queda demostrado para la teología positiva la existencia de Dios, o para la ciencia y la filosofía la autonomía Y la libertad humanas. En una palabra, se sacraliza a la razón. Esto es, en último análisis, lo que hace la psicología de fines del siglo XIX, la que Freud tiene a su disposición la que utiliza la que desarrolló los conceptos que él aplica. Y preci~mente aquí está la originalidad freudiana. Sabemos que no son suyas las nociones de inconsciente, de subconsciente, de libido, del «Es», etc.; cuando afirma que no son los actos intelectuales, sino las fuerzas inconscientes de la persona, que representan impulsos primitivos, las que determtnan las conductas en verdad todo eso había sido pensado, pero de manera positiva. ~ que Freud hace es recorrer el camino inverso, y, desacralizando la conciencia, termina por sacralizar el inconsciente, con lo cual un sistema improbable sigue a otro poco probable. 2. Las fuentes directas del freudismo. - Es fundamentalmente en los trabajos de la psiquiatría francesa que se debe buscar la fuente directa principal del psicoanálisis. Hacia fines del siglo xrx, dos escuelas se disputaban el terreno de la psiquiatría en Francia, y una enfermedad entonces en boga era la pedana sobre la que competían. Las escuelas son la de la Salpetriere, en París, y la de Nancy, y cuyos jefes

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·eran, respectivamente, JEAN MARTIN CHARCOT (1825-1893) e liIPPOLYTE MARIE BERNHEIM (1844-1919). La enfermedad mental a la orden del día es la histeria, mal que se manifiesta por trastornos muy diversos: convulsiones, contracturas, parálisis, etc., presentando un carácter completamente partic_ular, pursto que no parece estar acompañada de ninguna lesión orgánica. Se comprueba, por ejemplo, que la parálisis histérica no está determinada por ninguna lesión de los centros motores, lo que kae como consecuencia que se la descarte de los trastornos neurológicos. Cuando los centros motores están atacados aparece siempre una modificación de los reflejos: la excitación de la planta de los pies determina una extensión refleja del hallux, mientras que en el individuo normal -y en el histérico- hay flexión. Este descubrimiento fue debido a Babinski, neurólogo que un poco a la ligera y dogmáticamente concluyó que los histéricos eran simuladores. Charcot, cuyas Lecciones sobre las enfermedades del sistema nervioso, dictadas en 1873, le habían dado grandísima fama, atribuía los trastornos histéricos a un proceso de autosugestión, o sea que se trataba de manifestaciones de origen psicógeno, como decimos ahora. De la misma manera que la risa y el bostezo son «contagiosos)) para una persona normal, qµe los imita a regañadientes, dejándose «Sugestionar», algunos síntomas histéricos tendrían por origen ideas inconscientes que se encarnan en manifestaciones mórbidas. Esta hipótesis, compartida por Bernheim, quien llegara a ella simultáneamente con Charcot, despertó en ambos la idea de recurrir al similía similibus curantur,. de que los iguales se curan por los iguales, y, en considerándolos efectos de la sugestión, procuraron curar los fenómenos histéricos por sugestión. Charcot y Bernheim procedían a hipnotizar a sus pacientes, o sea a sumirlos en un sueño por sugestión, tal como se definía a ésta en la época. El enfermo era invitado a relajarse, a no pensar en nada, a concentrar su vista en un punto del horizonte y a dormirse a una orden repetida o a un contacto previamente sugerido. Como el histérico es fácilmente hipnotizable, y bajo hipnosis se presta a muchas sugestiones, podía, por consiguiente y de alguna manera, curar completa o temporariamente, sobre todo por persuasión si la autoridad del médico: renombre, figura, actitudes, palabras, es bastante poderosa para él. Sobre todo Charcot, cuyas lecciones casi teatrales eran ilustradas con espectaculares procederes hipnóticos, atrayendó mucho público lego, obtenía resultados singulares, pero a · menudo poco durables. Los histéricos que acudían al servicio, especialmente mujeres; terminaban muchas veces por convertirse en seres miserables que arrastraban una vida deplorable y desesperada en las salas de la Salpetriere. Esta situación llevó a reñidas y hasta ruidosas disputas entre las dos escuelas; en tanto que Charcot insistía cada vez más sobre el carácter curativo de la hipnosis como único tratamiento específico, Berheim y su escuela se apartaban un tanto de la misma e insis-


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tía;i e1! la especificidad de la sugestión y la autosugestión sin hipnosis. Mas aun, con la concepción de Charcot, el histerismo asumía el carácter de enferme~ad con contornos bien precisos, que aparecía en el ter:eno de una constitución neuropatológica predispuesta por la herencia, la cual ~º. concordaba bien con la variabilidad de los fenómenos y con las ~co~diciones excepcionales de su aparición y desaparición. Si en la ~alpetriere se ~~ageraba por un lado, en Nancy se exageró en el sentido opues,to; criticaban con gran pasión las rígidas teorías de Charcot, Y concl':1ian en la. fuerza sugestiva de las ideas o representaciones, dando .ampht~,d e~ces~va al concepto de sugestión, en el que incluían cualquier acc~o~ e3ercida por el hombre sobre el hombre, por ejemplo tanto al que u;i1ta como. al que se deja convencer por la fuerza de un argumento ser~an su~:stionados, al igual de aquel que sufre una verdadera !, propia presion de una autoridad moral. Tal era el estado de la cues~10n en 1885, cuando Sigmund Freud llega a París para seguir ~as lecciones de Charcot por un bienio; pero también conoce la escuela e Nancy, donde fuera una vez acompañando una enferma que bus..; caba con fe las curas sugestivas de Bemheim. La estadía parisiense de .Freud co~cide también con el momento cuando en torno de la histeria se comienza a sospechar que falta toda determinación exacta de la enfi;rmedad, Y sobre todo investigaciones etiológicas: dado, y no concedido, que el mecanismo de la sugestión baste para aclarar el modo de producción de los síntomas histéricos, quedan siempre oscuras las causas que los produjeron. , ~ retrocediendo un poco en el tiempo, y yendo a Viena, un joven medico, Joseph Breuer, tuvo que tratar una enferma, la señorita Ana o., que presen~aba muchos y graves síntomas histéricos: . parálisis motrices, altera:iones de la sensibilidad visiva y auditiva, fobias, entre éstas rep~gnancia por ~1 agua que le impedía beber, alteraciones de la me~cria, desdobl~m1ento de la conciencia, y, siendo alemana no lograba ablar otra lengua que el inglés. Breuer, de acuerdo con Íos recientes progr.esos de la psiquiatría francesa, procuró hipnotizar la enferma y repetirle las. palabras primeras que había murmurado, con la esperanza de dar cammo a alguna confestón. En efecto, la paciente adormecida comenzó un relato inesperado. «Eran -escribió Breuer~ fantasías d; una. profun~a tristeza, aunque a menudo de cierta belleza, podríamos decir ensuenos, que tenían por tema una jovencita a la cabecera de su padre, enfermo. Después de haber expresado cierto número de estas fan;a~ias, se e:icontraba liberada y volvía a una vida normal.» s Dado e~ ex,it~ obte~ido, Breu:r contínuó las sesiones, y una tarde, ~n estado hipnotico, la JOve~ canto ~ue, algún tiempo antes, encontrándose en el cuarto de una az;uga, ~ab1a visto a un :perrito muy feo que bebía agua .de un v_aso: ha~1a sentido a~;o, pero se había contenido para no parecer descortes. Termmada la ses1on y despierta de la hipnosis, la joven pidió

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espontáneamente de beber: la hidrofobia que duraba desde muchos meses había desaparecido. Breuer no esperaba el fenómeno y quedó sorprendido: la enferma había curado de uno de sus más graves Y tenaces síntomas apenas aflorado a la conciencia el episodio que fuera la causa primera. Aprovechando el descubrimiento, Breuer aplicó el principio a otros síntomas, y logró hacer desaparecer la sordera, la disartria, varias parálisis y paresis, neuralgias, etc. «Cada síntoma histérico -escribió- desaparecía inmediatamente, sin volver a retornar, cuando se lograba despertar con plena claridad el recuerdo de la causa que lo había determinado y al mismo tiempo evocar también el estado afectivo con él concomitante, con tal que el enfermo expusie:i;a el acontecimiento de la manera más completa posible y expresara con palabras el estado afectivo.» La hipnosis, en la práctica médica de Breuer, sólo era un medio apto para facilitar las reevocaciones que quitan a los motivos del síntoma su fuerza turbadora. Por ese sentido de liberación o de purificación que el enfermo sentía, logrado el desahogo, el trastorno desaparece, y, tal vez recordando la doctrina aristotélica de la «Catarsis»,9 Breuer dio a su método psicoterapéutico el nombre de método catártico. De regreso a Viena, Freud se relaciona con Breuer, quien le expone los fenómenos que observara en histéricos y el éxito del método catártico. De la colaboración de ambos médicos salió en 1893 un trabajo que llamó la atención por la novedad de los hechos y por la riqueza de las perspectivas: una breve nota titulada Deber den psychischen Mechanismus hysterischer Phiínoniene. Dos años más tarde publicaban, también en colaboración, un volumen titulado Studien iiber Hysterie (1896), que de Freud contiene un amplio estudio Zur Psychotherapie der Hysterie. Los conceptos fundamentales contenidos en estos escritos representan tanto los gérmenes como el principio del desarrollo de las doctrinas psicoanalíticas, aunque en algunos puntos luego fueran modificados por Freud. Los autores concluyen declarando que no pueden explicar la naturaleza íntima del histerismo, sino únicamente, como expresa el título del primer escrito, el mecanismo de producción de los fenómenos histéricos. El resio, el trabajo de desenvolvimiento que después vendrá, constituye la obra personal de Sigmund Freud, que, entretejiendo estas ideas sobre el cañamazo de las fuentes indirectas que vimos al comienzo, concluirá siendo la teoría psicoanalítica. 3. El inconsciente. - De acuerdo con la definición dada por Freud, el psicoanálisis es: 1) un método de investigación de la actividad psíquica «inconsciente»; 2) un método de cura de algunas enfermedades mentales; 3) un cuerpo de doctrinas y de hipótesis sobre la vida psíquica humana que tienden a constituir una nueva disciplina científica.


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Comencemos, pues, por considerar el psicoanálisis desde el primer punto de vista. La afirmación de que hay una vida. psíquica inconsciente es hoy tan popular que por ser patrimonio de todos no requiere mayores comentarios. Pero sería erróneo creer que el psicoanálisis es la primera doctrina que habló de inconsciente. Toda ·una larga línea de filósofos y de científicos, comenzando por Schopenhauer y Hartmann y terminando con que la idea de una vida psíquica inconsciente está, tácita o explícitamente, contenida en la ·orientación científica de los que fundaron y desarrollaron la psicología experimental~ de Fechner a Lotze, de Helmholtz a Wundt. Además, todos los que procuraron profundizar el dinamismo de los sentimientos, de Ribot a Baldwin, de Morton Prince a 'Pierre Janet, no se apartaron de la necesidad de unir continuamente los fenómenos de la conciencia con otros fenómenos que, aunque revistiendo los mismos c.aracteres de las funciones psíquicas, quedan fuera del campo de la conciencia subjetiva. De modo que el concepto de «vida psíquica inconsciente» ya estaba maduro en la psicología cuando nació el psicoanálisis. Pero debe reconocerse que Freud es el primero que intenta una exploración sistemática del mismo. Mas, ¿qué es el inconsciente? Una definición general no es fácil, y la mayoría de los autores se contentan con designaciones negativas, como por lo demás corresponde a la estructura de la palabra que lo designa, y siempre, si no agrega ejemplos, de esas definiciones no sale nada en claro. Freud mismo no escapa a. esta ambigüedad y considera inconsciente tod.o aquello que no es consciente porque de alguna manera está agarte, rechazado del campo de la conciencia, excluido aquello que no llega a la conciencia por defecto de atención o a consecuencia de· una obstrucción del campo de la conciencia, y que en tal caso llama preconsciente. «Existen -nos dice- dos variedades de inconsciente: los hechos psíquicos latentes, pero susceptibles de volverse conscientes, y los hechos psíquicos reprimidos que, como tales y líb.rados a sí mismos, son incapaces de llegar a la conciencia ... Los hechos psíquicos latentes... son hechos preconscientes, y reservamos el nombre de inconscientes para los hechos psíquicos reprimidos.> 10 Dicho con otras palabras y como ilustración, Freud, que cita el caso de Bernheim, que en hipnosis daba al sujeto la ·orden de abrir, después de despierto, el paraguas en el aula, delante de los estudiantes, concluye: «Es en situaciones de este género que pensamos cuando hablamos de procederes psíquicos inconscientes.» En suma, se trataría de «ilusiones de la introspección» que, fuera de la sugestión poshipnótica, llenan todos los actos de nuestra vida. ¿Quién podría explicar todos sus actos? Instintos, necesidades inadvertidas, egoísmo secreto, celos desconocidos, antip.'itías inconfesadas, determinan, según Freud, muy a menudo nuestras conductas, más que los propó'sitos meditados y los criterios intencionados; y aunque en la vida cotidiana nos vemos a menudo obligados a expli-

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carnos nuestras acciones suponiendo motivos racionales, imaginando una lógica coherencia interior, una escrupulosa observación de normas éticas o de exigencias sociales, la verdad, afirma Freud, es que en realidad hemos actuado por la presión de oscuros intereses personales. Es una especie de «mentira a nosotros mismos>: una mentira de la que no nos damos cuenta porque, en efeqto, queda inconsciente el motivo de la acción, queda también inconsciente el proceso psíquico de la sustitución de un motivo racional por el instinto, y sobre el nivel de la conciencia afloran sólo -los resultados terminales de complicados procesos psíquicos que en todas sus fases preparatorias y en gran parte de su decurso quedaron en la sombra del inconsciente. Y no se puede decir que estos movimientos sean maquinales y debidos a procesos puramente fisiológicos: muchos revelan una compensación de la situa~ ción externa, una elección de las reacciones más adaptadas, un criterio regulador de la forma, de la velocidad, de la dirección de los movimientos, una sagaz conservación del equilibrio. Todas estas actividades directoras, reguladoras, compensadoras, son, afirma Freud, actividades psíquicas: implican representaciones, sentimientos, direcciones · hacia fines, resoluciones; y, sin embargo, en su casi totalidad son extrañas a la conciencia. Ahora bien, una gran parte de nuestros hábitos los contraemos en la primera infancia, en la edad de la que no conservamos ningún recuerdo. Después, como adultos, nos encontramos que actuamos de determinada manera bajo la presión de aquellos antiguos hábitos, incapaces de explicarnos sus razones, y siempre inducidos a imaginamos alguna razón cuando la conciencia no nos socorre. De esta manera se forja, en base de ese proceso, lo que es corriente denominar carácter personal. Más todavía, a esto no se limita el inconsciente. Pensemos en la memoria. Es algo de nuestra vida psíquica que escapa, por ahora, a cualquier esfuerzo de explicación, y que representa la conservación de los recuerdos en estado latente. ¿Dónde está, por ejemplo, esa enorme masa de recuerdos que constituyen lo que llamamos con una sola palabra «la cultura», el «saben de cada uno? ¿Dónde está cuando no pensamos, no la tenemos presente en la conciencia? Freud afirma que está almacenada en el inconsciente y que si su totalidad no aflora a la conciencia, si una inmensidad de recuerdos están «olvidados», no es porque se haya perdido cualquier «huella» de los mismos, sino más bien porque no sirven para las circunstancias actuales o porque algún obstáculo les impide el retorno. Freud ~ostiene que, habiendo logrado .remover esos obstáculos, hizo resurgir a la conciencia recuerdos de la primera infancia: de una época a partir de la cual hasta ahora todos los elementos químicos constituyentes de las células .cerebrales, que deberían soportar las huellas de las impresiones recibidas, se han cambiado y recambiado quién sabe cuántas veces. Cómo y dónde conser-


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vamos los recuerdos no podemos decirlo; lo cierto es que los conserv~mos fue:a del, campo de la conciencia, por consiguiente, en el inconsciente,, Y de all~ salen hacia la conciencia cuando están llamados por un estimulo actual Y cuando nada obstaculiza la revisvicencia De esto Y ~e .lo ante~ dicho resulta que el antecedente causal de un ~cho psíquico consciente es muy a menudo un hecho psíquico inconsciente Esta t~sis constituye una de las columnas del psicoanálisis r debe entendida ~n.to en su significado positivo como en el negativo. Positivamente s1gmfica que en cualquier investigación psicológica no podemos contentarnos con describir los fenómenos de conciencia como se presentan a la introspección simple y superficial. De esto resulta que para F:eud, n:uestra vida psíquica está regida por un determinismo mu~ cho mas estricto de lo que a menudo se cree. Cantidad de nuestros actos que cree~os «~o~untarios», explica el psicoanálisis, 0 sea inspir~dos por motivos log1cos, sugeridos por ciertas consideraciones por c1er~s apreciacion~s, ~or la búsqueda de ciertos fines, son, por ~1' contrario, efectos de. ,instmtos, de necesidades, de impulsos inconscientes. El ca~po de. acc10~ de la voluntad, en el sentido de la determinación co!18c1ent: e. mtenc1onal de los actos, aparece, para Freud, muchísimo mas restrmg1do de lo que es corriente reconocer; dicho con toda franqueza, en el psicoanálisis no queda ningún puesto para Za libertad en n~est~a conducta. ¡Nada escapa a las mallas de un riguroso determimsmo. La llamada libertad del «querer» sería una ilusión que nacería del hecho de que las causas determinantes de nuestras acciones escap~n a la conciencia. Esta tesis, por lo demás, no es nueva· en forma d1v~rsa, el materialismo ingenuo del siglo XIX había tamblén negado la libertad del querer reduciéndola a una pura ilusión. En cuanto al significado negativo de la tesis antes enunciada tiene· gran importancia práctica. En oposición a cualquier consideració~ materialista Y organicista de las enfermedades mentales, para la cual aquellas que no revelan trastornos anatómicos o funcionales nerviosos deben, de alguna manera tenerlos, puesto que si no aparecen es porque aun no ,sab.emos .observarlos, Freud admite la posibilidad de enfermedad:s psiqu~c~ sm alteraciones orgánicas, o sea la existencia de mecamsmos ps1qwcos por lo menos parcialmente autónomos con respecto al terreno somático. La mayoría de los neurólogos han elegido h~sta nuestros días, el primer camino. Esta concepción es propia d~ Pie:re Janet, q:1e en su obra ~apita!, de 1889, L'Automatisme Psychclogique, denomma a las neurosis cenfermedades psicológicas»; más tarde: e~ _1910, para evitar •la acusación de introducir en la medicina los prm~ip10s de una metafISica espiritualista, corrigió por cenfermedades func~onales», Y escribió.: «Estamos demasiado hipnotizados, desde hace un siglo, por la anatom1a patológica, y pensamos demasiado anatómicamente. En medicina se requiere pensar fisfológicamente y tener s~em-

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pre presente en el espíritu más las consideraciones de las funciones que las consideraciones de los órganos.» A esta tendencia, cambiando .cfunciones fisiológicas» por cfunciones psíquicas», se une el psicoanálisis, pues Freud sostiene que el antecedente causal de un hecho psíquico consciente debe ser buscado en un hecho psíquico inconsciente, negando que la causa directa de los fenómenos mentales se deba buscar en un hecho somático, y orienta, por consiguiente, la investigación causal hacia una dirección puramente psicológica,· con lo cual entra en las redes del espirituálismo, del que Janet se cuidaba de caer. ¿Cuáles son, finalmente, las relaciones entre la conciencia y el inconsciente? Freud comienza por recordar que cada uno de nosotros, cuando emplea el pronombre «YO» en las expresiones comunes: yo pienso, yo hablo, yo camino, etc., entiende referirse a aquella parte del propio ser psíquico que está investida por la conciencia: «YO» y con.ciencia se identifican; «YO camino» significa, en el acto que pronuncio la frase, «YO sé que camino». Cada uno unifica, pues, en un sujeto todas las actividades psíquicas que forman el contenido de la propia conciencia, considerándolas como otras tantas manifestaciones del «YO». Ahora bien, la actividad psíquica inconsciente manifiesta en sus efectos caracteres análogos a las actividades del «YO»: comprensión, dirección hacia un fin, pero al mismo. tiempo el individuo en que se desarrollan no tiene conciencia de ellas y no puede, por esto, emplear para las mismas el pronombre «yo». El individuo, que en la sugestio poshipnótica se siente irresistiblemente llevado a actuar de un modo dado, sin tener conciencia de los motivos de su acto, está como presionado por otro, por una fuerza que actúa en él pero que no es el «YO». La apariencia es que Somos dos personalidades, la consciente y la inconsciente; y si la primera expresa sus propios actos por medio del pronombre «YO», para expresar los actos de la segunda debemos emplear un pronombre impersonal o alusivo a persona distinta del «YO». El castellano, en las frases impersonales, no emplea ningún pronombre: se dice «llueve», «hace calor», etc. En· alemán se usa en vez un pronombre' neutro: «Es regneb, «Es ist Warm». Cuando Uh instinto .de celotipia, del que no tengo conciencia, me arrastra a realizar una acción inconveniente, no puedo decir, según Freud, «lo cometí», sino más bien que «fue cometida» por el inconsciente que está en mí. El pronombre alemán Es fue, pues, introducido por el psicoanálisis para indicar el principio o la fuerza de la que dimanan todas las· actividades psíquicas incO'ltScientes. De la naturaleza y significado del inconsciente freudiano resulta que por lo menos gran parte de las actividades psíquicas inconscientes están constituidas por experiencias infantiles, que permanecen como disposiciones latentes y determinan nuestra conducta resistiendo a cualquier tentativa de ser reevocadas y de convertirse en conscientes. Emo-


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ciones vivas sufridas en los primerísimos años pueden constituir una «cicatriz> en nuestra vida mental, sin que luego logremos darnos cuenta: deseos, impulsos, necesidades, instintos satisfechos mal o poco • como fuerzas secretas y orientarían, según Freud, toda nues-' que dar1an tra conducta sucesiva mientras escapan a cualquier posibilidad de revíviscencia. Tanto es así, desde el punto de vista psicoanalítico, que en el caso de la formación de los hábitos y en el de los juicios y razonamientos inconscientes, en la constitución de la percepción del mundo exterior se debe siempre remontarse a la infancia. Por lo demás, afirma Freud, se encuentran muchísimos otros hechos (interpretación de los sueños, etiología de las neurosis) que llevan a las mismas conclusiones. Generalizando, para el psicoanálisis, el incansciente está constituido d~de la fase infantil de La edad evolutiva, y también admite que todo Jo que es ahora inconsciente fue una vez consciente, pues constituyó el contenido de una experiencia individual directamente sufrida y que de inmediato, por motivos que el psicoanalista debe investigar, todos esos procesos se volvieron inconscientes. Ésta fue la tesis originaria de Freud; pero con el correr del tiempo, a la idea del inconsciente individual, esto es, a los procesos constitutivos de la experiencia infantil del individuo, le fue agregado un inconsciente más primitivo todavía, constitucional, hereditario, común a todos los individuos. No se trata de procesos que fueron parte de la conciencia durante la vida del individuo y que luego se volvieron inconscientes, sino de procesos originariamente inconscientes. Pero no olvidemos que desde sus primeros trabajos, Freud intlodujo una distinción importante y la mantuvo, con algunas modificaciones, en todos los escritos sucesivos: la distinción entre inconscíent,e y pre consciente .(Vorbewusst). Este punto no está claro ni siquiera para los psicoanalistas más devotos; unos interpretan a Freud diciendo que el inconsciente abarcaría todos los procesos psíquicos que jamás podrán ser llevados a la conciencia, mientras que el preconsciente abarcaría aquella región del «aparato psíquico~ que, a pesar de ser inconsciente, puede también aflorar al nivel de la conciencia. De aquí que la distinción entre inconsciente y preconsciente sea: preconsciente son todos los procesos psíquicos de los que espontánea y voluntariamente podemos ser conscientes; inconscientes son los procesos que únicamente pueden ser reevocados con procedimientos · especiales, como la hipnosis y el tratamiento analítico. Los primeros, afirma Freud, son inconscientes desde un punto de vista descriptivo; los segundos, desde un punto de vista dinámico. .4. La remoción. - Es corrientet observar en nosotros mismos que nuestros deseos casi nunca están satisfechos de inmediato, y no sólo por obstáculos externos, sino también por obstáculos internos que provienen de nuestra propia conciencia. Para Freud, este trabajo mental

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suspende la satisfacción del deseo y, por consiguiente, le resiste como a un obstáculo que impide, o por lo menos retarda, su realización. Si el proc~so es desfavorable, se requiere reprimir el deseo, lo que puede ser mtentado de dos maneras. El método más empleado consiste en desviar la atención sobre otro objeto; otro método mejor es elevar tan alto. el motivo inhibidor, que es desvaloriza el deseo y se le quita su cualidad perturbadora. Pero queda un .tercer camino nos dice Freud 1 • , ' menos caro, mas tortuoso, que desemboca, en el mejor de los casos, en un laberinto de turbios complejos afectivos y por lo común1 en una situación morbosa. Rechazado directamente en eÍ inconsciente, el deseo no descarga su fuerza, sino que la aumenta· y procura siempre obtener desahogo y satisfacción. No habiendo tenido un fluir normal busca continuamente sustitutivos para la satisfacción que, por así de~irlo, lo c~lma, le da por lo menos un desahogo aparente y momentáneo por vias tortuosas y en forma indirecta. Este acto de arrojar el deseo en el inconsciente, lanzándolo al olvido pero dejándole toda su fuerza perturbadora, es llamado por Freud Verdriingung, esto es, remoción.u Al respecto, Freud escribe: cLa teoría de la remoción es el pilar sobre que se apoya el edificio del psicoanálisis; es parte esencial, aunque sólo rep~esente la expresión teórica de una experiencia que se puede reproducir cuantas veces se quiere cuando se emprende el análisis de un neurótico sin acudir a la hipnosis.» 12 La remoción constituye, pues, una forma de «inhibición psíquica» que se encuentra en la vida corriente y que se manifestaría tanto en lo que consideramos distracción normal como en una cantidad de parálisis funcionales. Pierre Janet, que ha?!ª estudiado el fenómeno mucho antes que Freud, llegó a la conclus1on de que en los casos patológicos la situación se vuelve per.manente Y. gei:era el fenóme~o que él denominó crestricción del campo de l~. conciencia». 13 Mas ¿que puesto ocupa para el psicoanálisis la remoc1on entre las formas de inhibición psíquica? A diferencia de la inhi?ici.óz: .voluntaria,. en la que el sujeto tiene conciencia del impulso inh1b1do, del motivo que lo impele a reprimirlo y del esfuerzo mismo de represión, en la remoción todo es inconsciente: el proceso inhibidor entero se desarrolla sin que el sujeto cobre conciencia del mismo. En esto. reside, para el p.sicoanáli~is, la característica de la remoción y explica las consecuencias patologicas que de la misma derivan. La remo.ció~ significa: pues: 1) que existe un deseo potente, un instinto e~erg1~? que quisiera ser satisfecho; 2) que un obstáculo impide la sat1sfacc1on: o sea que el deseo o el instinto entra en conflicto con alguna í~erza a~ta?ónica que se opone a su satisfacción; 3) que por eso ha sido repr1m1do aunque no desvalorizado, por lo que, altera la conducta del sujeto y provoca los diversos síntomas patológicos con que se incorpora la enfermedad. Frente a este problema se plantean dos preguntas: ¿cuáles son las


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ten~encias

(instintos, deseos, sentimientos, impulsos) removidos?, y ¿cuál es la fuerza antagónica con que chocan y provocan la remoción? Con la respuesta, el psicoanálisis comienza a dar algunas ideas en torno de la estructura de la personalidad humana. A la primera pregunta se puede responder, simple y aproximadamente que son removidos los sentimientos penosos, los estados de ánimo 'que se acompañan con dolor, los impulsos sensuales más bajos que chocan contra los hábitos sociales, todo ese complejo de instintos que, para la afirmación corriente, aparecen indignos 1l.~ nuestra humanidad y contrarios a los valores espirituales más elevados. Es removido todo aquello de nosotros que no quisiéramos ser, que si apareciera en nuestra conciencia nos ofendería o turbaría. De este modo; Freud se inclina por una actitud pes~sta de la naturaleza humana y recalca que algo de bestial, de egoista, de sensual, se agita en el fondo de nuestra personalidad. El hombre, como cualquier animal, tendería instintivamente a satisfacer sus nece:idades naturales y a satisfacerlas con la obtención del mayor goce posible. Pero el medio impone restricciones (leyes normas morales, religiosas, etc.), y aquí está la respuesta a la segunda pregunta: la fuerza antagónica con que chocan los iiistintos y pasiones está constituida por el complejo de normas ético-sociales, de vínculos, de escrúpulos, de convenciones, de prejuicios, de ideales que están por encima de nosotros Y nos presionan impidiendo el desahogo de nuestros instinto animales. Freud ha designado esto con el término de tJber-Ich o ~a Su?er-Yo, queriendo con este término indicar por un lado eÍ caracter rmpersonal de esa fuerza inhibidora, y por el otro el hecho de q?~ en gran parte escapa a la conciencia. De esta manera, y psicoanahticamente, podemos decir que el Yo -nuestra personalidad consciente-- está aherrojado por dos fuerzas opuestas y ambas inconscient~s: el E~ y el Super-y o, ;l fondo oscuro de los instintos y de· las pasiones anrmales, y la t.1rama igualmente oscura de las fuerzas y de las normas sociales. El Yo, según Freud, sólo registra algunos momentos, algunas fases y algunos resultados de esa lucha; es testimonio pasivo de un choque dramático entre fuerzas cuyo origen y cuya potencia le son desconocidas. Con esto se afirma de nuevo y plenamente el rígido determinismo de la doctrina psicoanalítica. 5. Síntesis y conclusión. - Se requeriría todo un volumen para desarrollar los diversos conceptos del psicoanálisis y sus aplicaciones. Hemos sintetizado los fundamentos de la doctrina, o, mejor dicho, aquello que se presta a menos impugnaciones, que constituye el marco del resto de las ideas, y que, naturalmente, en otro contexte fueron de elaboración anterior a las doctrinas freudianas. El resto la 'teoría de los instintos, que supone una psicoenergética que transp~rta a la psicología la teoría físico-química de la cenergética> de Ostwald, que

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crea el concepto de ccomplejo> y hace de la sexualidad el eje de la totalidad de las actividades humanas, que desprovista de sexo ~on la libido se espiritualiza y mueve tanto al genio como al ~to~, la m~er­ pretación de los sueños y de los actos fallidos; la .aplicac1on psic~­ terápica del psicoanálisis con la ccura> de las ne~osIS; todo esto, mas la aplicación a los orígenes sociales de la humanida_d, todo es~o. Y mucho más, lo pasamos por alto, pues constituyen mot1~os que :acim_i~n:e se encuentran en cualquier obra que exponga o analice el ps1coanálisIS. Desde. el punto de vista histórico, nos corresponde sintetizar su meollo heurístico interpretarlo y, sobre todo, establecer su ubicación dentro del conte~to del saber psicológico, en la suposición de que el lector , domina de alguna manera· la teoría considerada. La primera cuestión de historia que se plantea es: ¿por que. conceptos que ya existían cobran fuerza inusitada con Freud Y se rmponen como marco de antropología concreta del siglo xx? La pregunta tiene dos respuestas, que son complementarias. Primero, esos c~nceptos que podemos rastrear en toda la psicología de la segunda mitad del siglo XIX, están en ella enmare<;ldos por otro contexto id~?lógico y, por supuesto, empleados desde el punto de vista de afirmacion d~ la conciencia de donde su valor heurístico y su significado lato es diametralmente' opuesto. Lo básico y esencial de Freu~ está, ~~ P~erre Janet, pero jamás hubiera podido transformarse en ps1coanahsis sm la~ :az~­ nes que adelantamos al iniciar este capítulo; estaba dentro de hipote:IS racionalistas y la conciencia representaba el foco de convergencia. Freud revoluciona negativamente: elimina la conciencia como fenómeno y la con:vierte en epifenómeno que refleja la aparición del ~~ons­ ciente en los actos de reflexión. El hombre pierde responsabilidad; aparece como producto de su capacidad de absorción de la~ c~~uns­ tancias que lo rodean, y en esta capacidad, com~~etame~te ~divi~ual, finca todo su quehacer, su personalidad y su desuno. El .1rracionalismo encuentra con Freud un camino práctico y fácil para introducirse en la vida cotidiana, y el <o:energetismo» que caracteriza a la teoría se adecúa muy bien al voluntarismo y al activismo de. la ideología pragmatista de comienzos de siglo. En esto hay sin duda algo de trágico: el voluntarismo y el activismo evolucionaron políticamente hacia el fascismo y su corolario el nazismo, que proclamó la necesidad de una psicología «aria» frente a la psicología «judía» de Freud, porq~e el. cinconsciente ario», más antiguo, más primitivo y menos contaminado de cosmopolitismo que el judío, debía ser interpretado con normas que destacaran, precisamente, la fuerza, la «energía> propia de una «raza su14 perior>. Esto, que sostuviera un discípulo disidente de Fr~u~: Jung, señaló la proscripción del psicoanálisis por razones de «higiene mental:. del mundo dominado por el nacionalsocialismo. De este. modo, Freud tuvo que dejar Austria dos veces: una por judío y refugiarse


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en Inglaterra, donde murió, y otra por su doctrina 4:decadenteJ> y antiaria; tanto es así que muchos psicoanalistas no judíos fueron a parar a los campos de concentración por su psicología. Estos tristes episodios políticos provocaron, al mismo tiempo, el auge del psicoanálisis dentro de la ideología de nuestro tiem!JO. En efecto, la emigración de psicoanalistas centroeuropeos a los Estados Unidos de Norteamérica señala una nueva etapa en la historia de la doctrina. El conductismo ya se demostraba parcialmente incapaz para los fines de la sociedad industrial; incluso el neoconductismo resultaba incapacitado para cubrir un amplio sector de la psicología de la alienación: la vida interior de los individuos. El condicionamiento no bastaba para tomar ese reducto, y el usufructo del individuo tenía un límite que estaba representado· por la conciencia. Tomar por asalto ese baluarte, desmantelarlo con la propaganda, las relaciones públicas y las comunicaciones, hacer que el hombre, además de conducirse como apéndice, pensara como tal, que la conciencia crítica dejara de funcionar, era un anhelo que en el psicoanálisis encontró su instrumento. La sociedad industrial lo anexó para reforzar y perfeccionar la Human cngineering; lo divulgó, lo popularizó, lo transformó en necesidad y organizó su consumo convenciendo a la mayoría de la ge~te de la verdad absoluta de sus hipótesis. El proceso de sugestión de masas, que Gabriel Tarde estudiara dentro del fenómeno de la imitación, se realizó en escala industrial. Los medios de comunicación fueron los encargados de la tarea: la prensa, el cine, la radio, la televisión, la literatura y el arte se preñaron de psicoanálisis, y cada alienado, cada ejecutivo, cada insignificante white-collar, se convenció de su credo y lo practicó. Se encontró en el psicoanálisis un componente explosivo: la teoría de la sexualidad, y se hizo todo para fomentarla verbi apeTtis; se desembocó en una competencia desenfrenada por los absurdos y hasta se elaboró una psicología social en base del sexo y de sus represiones. Los centros o institutos de relaciones públicas pasaron a desempeñar en las universidades el papel que antaño desempeñaron los laboratorios de psicología. El psicoanálisis, doctrina que describe un lado de la vida psíquica, se transfonna así en. interpretación y explicación por excelencia de toda la vida psíquica, en la psicología por excelencia; más aún, es una metapsicología: una filosofía y una praxis del existir. El arsenal de la alienación está completo y los pueblos reciben su dosis de opio. Sin duda, Freud, a pesar de su poderosa imaginación, no llegó a sospechar estos resultados; no era ideológi~mente consciente de las influencias que sufría porque carecía de fonnación filosófica para interpretarlas; tampoco es responsable consciente de esa funambulesca ciencia-ficción que será el psicoanálisis después de su muerte. No obstante, tiene la responsabilidad directa de haber echado las bases sustancializando lo psíquico. Todo el psicoanálisis, freudiano o posfreu-

diano, es radicalmente sustancialista: la vida inconsciente es parte de la extensión y desemboca, de esta manera, en un detenninismo absoluto que abre las puertas para el manejo instrumental del hombre. El pesimismo de Freud es también en gran parte responsable; responsable del éxito que otorgó al psicoanálisis la sociedad industrial, y responsable también de su actual declinación. Si nos atenemos a este análisis, es obvio preguntar cuál será el futuro del psicoanálisis. Al igual que la psicología ecléctica brilló y dominó un momento por el favor de la Restauración, a cuya política servía, el psicoanálisis tuvo un cboom> porque participó del cboom> de la sociedad que lo adoptó . como instrumento, y pasará definitivamente al panteón de la historia cuando las estructuras estén al servicio del hombre y no ~l hombre al servicio de las estructuras, como pedía el lema escrito en las paredes de la Sorbona por estudiantes durante la crevolución de mayo> en 1968. 6. Discípulos de Freud. - La historia particular del movimiento psicoanalítico es sumamente instructiva, pero escapa a los propósitos de esta obra bosquejarla. únicamente nos cabe ahora ocuparnos de algunos discípulos de la primera hora, de aquellos que con su labor o adhesión parcial o total al maestro completaron la doctrina. Se destaca en primer término un médico que se dedicó especialmente a la práctica del tratamiento analítico y que dio impulso a estudios e investigaciones en torno de la etiología y cura de las neurosis: KARL ABRAHAM (1877-1925). El psicoanálisis le debe los primeros trabajos sobre la libido infantil, y las bases de la teoría del arte como sublimación de la sexualidad por los estudios que hizo de la evolución sexual, del pintor italiano Giovanni Segantini. ÜTTO RANK (1884-1939) fue uno de los primeros y más apasionados seguidores de Freud; se dedicó a las aplicaciones del psicoanálisis en las ciencias históricas y sociales; sus estudios sobre el mito y el folklore, como El mito del nacimiento de Zos héroes y El motivo del incesto en la poesía y la leyenda, son obras de divulgaCión de la doctrina y la metodología psicoanalítica. WILHELM STEKEL (1868-1940) no puede ser considerado con rigor un freudiano ortodoxo, porque en algunos puntos de dóctrina y de práctica se separa del maestro, aunque está orientado en la totalidad de su pensamiento con sentido estrictamente psicoanalítico. Debe ser citado como ejemplo de las exageraciones en que cayeron y caen a menudo los psicoanalistas. En su libro Poesía y neurosis lleva la tesis erótica del arte a sus consecuencias extremas: cEntre el neurótico y el poeta -sentenciano hay diferencia esencial. No todo neurótico es un poeta, pero todo poeta es un neurótico.> En otro libro, Los sueños de los poetas, afirma que el delirio del neurótico es cun poema logrado>, o sea un poema que logra vivir, realizar en fonna alucinadora, mientras que la obra del poeta es cuna neurosis frustrada>, o sea un delirio que el poeta sólo


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logra imaginar en el irreal sin vivirlo. Para Stekel, todas las obras de arte son producto de instintos perversos: «son una parte de aquella fuerza que quiere· el mal y hace el bien>. Y más: cun mundo sin histeria sería un triste valle de miseria>; «la neurosis es la flor del árbol de la civilización.» En el campo de la práctica psicoanalítica se distinguió el húngaro SANDOR FERENCZI (1873-1933), autor de numerosos trabajos a los que por años recurrieron los psicoanalistas prácticos. Una mentalidad completamente diversa es la del pastor evangélico y pedagógico suizo ÜSKAR PFISTER (1871-1943), el primero que con un volumen sobre Educación y psicoanálisis transporta la teoría de Freud a la pedagogía. Acepta los puntos fundamentales de la doctrina, pero, animado de un profundo sentimiento religioso y convencido de la validez de los valores espirituales del cristianismo, rechaza la idea radical de Freud sobre el origen de la moral y la religión, como también los catastróficos presagios a que llegó el maestro en su obra El porvenir de una ilusión. De todos los discípulos directos de Freud, el que más renombre alcanzó fue el suizo CARL GusTAV JUNG (1871-1961>, su colaborador íntimo entre los años 1907 y 1913 y que gradualmente se fue alejando de las tesis del maestro hasta condenarlas en nombre de la «psicología aria> del nacionalsocialismo. Sus puntos de vista sobre el psicoanálisis comprenden, además de ampliar el concepto de la libido, al que lleva a abarcar toda la vida preconsciente, la inserción del inconsciente en ~] mJadri> completo de la pe~, Para Jung, el inconsciente deja de ser un reservorio de mecanismos escondidos y se transforma en 1m fér.til substrato _dLJª existencia consciente. El inconsciente junguiano, además de abarcar por entero la persona, repercute sobre el desarrollo de la humanidad, de manera que itncuentran m..P~J- acción y de reacción característicos de la especie, gue denomina arau.@íip~s. Los arquetipos representarían disposiciones que en determinadas situaciones son aferrables bajo la forma de imágenes y de -símbolos que se manifiestan en los sueños, las visiones, las fantasías y que se realizan concretamente en los mitos, en las concepciones religiosas, en las fábulas, en la sagas, en las obras de arte de todos los tiempos y de todas las culturas. Entre los arquetipos, Jung destaca Q.os formas 'principales de actitudes: extrovertido, que se orienta hacia el mundo exterior, e ~ v.ei:tidQ, volcado hacia el propio mundo interior; y c:uatro tipos de funciones: pensar, sentir. intuir y percibir, que según la intensidad y predominio modifican los dos tipos básicos de actitudes. Atribuye gran importancia al diagnóstico de los sueños, pero de manera diversa que Freud; destaca también la interpretación de los símbolos, en los cuales emergería el aspecto final y la perspectiva de los procesos inconscientes, en oposición con la explicación causal-reductiva de Freud. La casi totalidad de las concepciones de Jung están ancladas en la antropología,

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en la etnografía, en el conocimiento comparado de las religiones, etc. En la práctica terapéutica, Jung, que para diferenciarse más de Freud llama a la propia teoría «psicología analítica», en lugar de psicoanálisis introduce de manera sistemática el método de las asociaciones Y em;lea resultados de la psicología experimental. En cuanto a la tarea del médico en la cura del enfermo, la enfoca desde otro punto de vista que Freud: mientras que para éste el médico sólo debe ayudar al enfermo en la búsqueda del csentido» de sus síntomas, para Jung debe indicar al enfermo los caminos para alcanzar una completa adaptación a la vida y para hacer progresar su libido hacia fases superiores de la evolución. Freud apunta siempre al factor causal; Jung, hacia los fines, la meta a alcanzar. En hablando de Jung y de sus discípulos en general, Freud escribió una vez: «Los antecedentes teológicos de muchos suizos han tenido, en su actitud con respecto al psicoanálisis, una parte tan grande como los antecedentes socialistas de Adler en el desarrollo de su psicología individual.» ,ALFRED ADLER (1871-1937) es, junto con Jung, el otro gran disidente. freudiano. A su doctrina le dio el nombre de «psicología individual com:mi~gll2· La orientación general de su pensamiento está daramente expresada en estas frases de su primera obra importante: .(Cada aspecto, aunque sea ínfimo, de la vida psíquica, está penetrado por un dinamismo finalista. La psicología individual comparada ve en todo hecho psíquico la impronta, o incluso el símbolo, de un plano de vida que presenta una orientación rigurosamente única, como aparece -con nitidez particular en la psicología de las neurosis y psicosis.» 15 Para Adler, sin tener cuenta de la finalidad, es imposible comprender el sentido y la dirección de los fenómenos morbosos, y se pregunta, pues, ¿a qué tiende la neurosis?, ¿qué fin pretende alcanzar el neurótico con su enfermedad psíquica? Apartándose de Freud, que busca en los instintos removidos la fuente del mal e insiste en la etiología seXllal de la neurosis, Adle~ sostiene que la finalidad de toda neurosis e.s la exaltación del sentimiento de la. ;persoMlidad, cwa forma más simple es la afirmación exagerada. de 1.a 11irilidnd. Como Freud, Adler busca apoyo en una teoría propia de la psicología de la infancia. En general, cada niño, al nacer, es un disminuido frente al ambiente, puesto que no está adaptado al mismo y no puede obtener las satisfacciones que quisiera; la infancia transcurriría en una atmósfera de inferioridad por la debilidad física del niño, por el desarrollo incompleto de sus órganos, por las dificultades que continuamente encuentra y que no puede superar, por su dependencia con respecto a los adultos. Las tendencias agresivas del niño, el espíritu de contradicción, los actos violentos y destructivos, son otras tantas maneras de reaccionar al sentimiento de inferioridad y de afirmar la propia voluntad de potencia, porque en último análisis, para Adler, ct,oda voluntad no es otra cosa


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s.qJ.timi..1uitiL.d.e~mruifill>. El psicoanálisis ha ejercido gran influencia sobre muchos estudiosos provenientes de otras escuelas y educados con otras per:;pectivas científicas. En Inglaterra, W. H. R.IvERs (1864-1922), investigador de antropología, etnografía y medicina, después de haber trabajado por años en la psicología de los pueblos primitivos y de haber publicado, luego de una estada en Melanesia, una obra notable sobre la mentalidad y las costumbres de sas tribus, se dedicó a los problemas de la patología mental, obteniendo frutos de una experiencia personal sobre la psiconeurosis de guerra. En la obra Instinct and the unconscious, publicada en 1920, procura profundizar el mecanismo de la remoción, que denomina supresión y en el cual descubre la obra maestra del psicoanálisis y el mayor descubrimiento de Freud. La obra de Rivers, que es la primera en introducir el evolucionismo en el psicoanálisis, es rica en sugestiones y buenas observaciones. Muestra de manera bien precisa el influjo del psicoanálisis -para el que tiene reservas y también admiración- sobre un pensador cuyos estudios y orientación Científica tenían antes distinta finalidad. NOTAS l. Freud fue un escritor muy fecundo. Entre volúmenes, opúsculos, memorias, artfoulos, diversos por extensión e importancia, se cuentan más de doscientas cincuenta publicaciones. Una edición completa de sus trabajos és la coleccfón Gesammelte Sehriften von Sigmund Freud (Leipzig, Wien und Zürich, Internationaler Psychoanalytischer Verlag), con un total de 15 tomos hasta ahora. Citamos al pie de página los títulos de las obras en castellano, para que el lector pueda acudir a las ediciones en esta lengua, pues están traducidas, aunque no ¡¡iempre con fidelidad y corrección. 2. El término alemán «Es», empleado por Freud en sus escritos, es generalmente traducido por «id», terminación neutra del pronombre latino is, ea, id.• que fuera un término propuesto en biología por W eismann para designar una supuesta unidad vital compleja que se compone de un grupo organizado de determinantes hipotéticos. En castellano también se puede decir «el· ello»; en francés se emplea ~a, pronombre demostrativo que es contracción de cela. 3. G. W. Groddeck, Das Buch vom Es, Leipzig, 1922. 4. Napoleón I, Ouverture du Corps Législative, 1804. 5. Sigmund Freud, Selbst Darstellung-Die Frage der Laienalyse, Leipzig, 1925. 6. Para el análi~s de esta cuestión, vid. Alberto L. Merani, Freud y el Talmud, Grijalbo, México, 1974. 7. Cf. Alberto L. Merani, Freud y el Talmud, Loe. cit. 8. Joseph Breuer und Sigmund Freud, Studien ii.ber Hysterie, Wien, 1895. 9. Aristóteles considera como catarsis el resultado psicológico y el fin ético de la tragedia. Los acontecimientos trágicos representados en el escenario provocan piedad y terror, con lo que generan en los que asisten al espectáculo pasiones ficticias mediante las cuales el alma se libera de las pasiones tórbida.s y perversas que la agitaban secretamente.

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10. Sigmund Freud, Ensayos de psicoanálisis. 11. Es corriente traducir por represión, pero es mejor indicar con este término la inhibición consciente. Remoción debe entenderse aquí en su sentido lato de mover o trasladar algo de un lugar a otro. También se suele decir rechazo, pero este término es traducción directa de «refoulement», expresión empleada por los psicoanalistas franceses. 12. Sigmund Freud, Introducción al psicoanálisis. 13. Pierre Janet, L'automatisme psychologique, Loe. cit. 14. Vid. al respecto Alberto L. Merani, Freud y el Talmud, Loe. cit. 15. Alfred Adler, Studien über die Miderwertigkeit VO'll. Organen und die $t'elische Kompensation, Wien, 1907.


PARTE OCTAVA LOS FUNDAMENTOS DE LA PSICOLOGÍA DEL FUTURO


CAPÍTULO

1

LA PSICOLOGíA COMO BÚSQUEDA DEL SUJETO EPISTÉMICO: JEAN PIAGET l. Una ruptura epistemológica. - El esperantismo psicológico de nuestro siglo está especialmente arraigado en las concepciones espiritualistas y naturalistas, y la cpsicología aplicada», tanto la clínica como la del trabajo, la pedagógica como la social, y especialmente esta última., es tal vez el mayor producto de esa mentalidad. Dé donde la tendencia a las clasificaciones abstractas, al metodologismo por sobre todas las cosas, que es concebido como existente en sí y para sí mismo, como fórmulas matemáticas abstraídas del pensamiento concreto y de las existencias particulares concretas. Las pocas reacciones, por lo general más del campo de la ciencia que de la filosofía,1 significaron casi siempre escepticismo o agnosticism(), y eclecticismo cuando vienen de la psicología misma.2 Es innegable, como demostrara Gramsci, que toda forma de pensamiento debe considerarse a sí misma como «exacta» y «verdadera» y combatir las otras formas de pensamiento, pero «críticamente», y por lo cual la cuestión rad.ica en la dosis de «criticismo» y de «historicismo» que están contenidos en cualquier forma de pensamiento. Sin duda, el problema es más agudo en la filosofía como problema. en sí; no obstante, es de la ciencia, y sobre todo de la biología en los últimos tiempos, de donde arrancan los intentos para establecer esa «dosis» de criticismo y de historicismo, o sea señalar el punto de ruptura epistemológica, el momento preciso cuando el saber adquirido deja de ser parte de la ideología que domina para erigirse a su vez en ideología o apuntalar la que inevitablemente se gesta en las entrañas de la que es soberana. En psicología, esta ruptura se realizó en nuestros días y está personificada en dos nombres: Jean Piaget y Henri Wallon. Ambos rompen epistemológicamente con la tradición; los do5 ·replantean la psicología desde sus propios fundamentos- y abren una grieta que permite hablar de antes y de después de, ellos. Tanto Piaget como Wallon arrancan de la crítica del concepto mismo de hombre y atacan, cada uno a su manera, el esperantismo psicológico que lo convirtió en instrumento. Sus ideas chocaron en un comienzo, o, mejor 39


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dicho, Wallon combatió cierto exceso de naturalismo del Piaget de la primera época; gradualmente éste rectificó algunas tesis y llegó en ./,'. ocasión de la muerte de su genial rival, a darle razón. 'Í_,a psicologí~ de Piaget es genética y dialéctica; la psicología de Wallon es genética y dialéctica. No obstante, hay una diferencia fundamental. En Piaget, el, concepto. «genética» se circunscribe a los fenómenos de la ontogénesis; da· por mterpretada y aceptada la génesis filogenética. En Wallon, lo «genético» desborda la filo y ontogénesis animal y humana y parte de la constitución misma de la materia, abarcando desde el átomo hasta· lo social. Podríamos decir que mientras Piaget indaga cómo se estructura el hombre pensante, Wallon se pregurita cómo la materia llega a ser pensante a través del hombre. En relación con la dialéctica hubo y hay muchos equívocos en torno de Piaget, y muchas veces ~stuta­ mente provocados o fomentados por él mismo, como en el XIX Congreso Internacional de Psicología celebrado en Moscú en 1967. Lp cierto es que su método dialéctico representa el proceso por el cual el niño primero, el hombre después, se eleva de las apariencias del mundo sensible a las ideas del mundo inteligible; no es un método lógico; no representa, como la dialéctica de Pla,tón, una fuerza que está íntegra en la intuición inmediata de lo absoluto, al que no abarca de primera, intención, pero hacia el cual se eleva progresivamente, atravesando todos los grados del ideal y del ser; tampoco es el proceso señalado por Hegel, por el cual el pensamiento, que se confunde con el ser se desarrolla según un ritmo ternario. Es una dialéctica de la perman~n­ cia, esto es, de lo racional y lo experimental, dialéctica de la aplicación, por medio de la cual el teórico informa la experiencia y se informa por ella. Sin ser estrictamente el concepto bergsoniano de la dialéctica: el camino que pone la intuición a prueba, necesaria también para que la intuición se refracte en conceptos y se propague a otros hombres, la dialéctica de Piaget, como la de Bergson, es lo que asegura el acuerdo de nuestro pensamiento consigo mismo, de donde resulta que, habiendo inclusive muchos acuerdos posible, hay sin embargo una sola verdad. Para Wallon, la dialéctica es en su fundamento hegeliana: tesis o afirmación, antítesis o negación, síntesis o negación de la negación, por lo que es conservado lo que contienen de justo las dos proposiciones antitéticas. Wallon salva cada dificultad de coherencia aboliendo conservando, sintetizando, superando, al mismo tiempo, los elemento~ incompatibles e irreducibles. En tanto que la lógica del experimento y la teoría psicológica estuvieron hasta ahora asentadas en la incompatibilidad de los contrarios, el movimiento de la dialéctica psicológica de Wallon tiene por razón esa oposición que tiende a reducirse'. Como Marx, atribuye el proceso dialéctico a la materia, de la que el pensamiento es una forma cualitativa; es en la materia donde se oponen los contrarios y se realiza la síntesis psicológica que es cualidad, el

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· to La dialéctica de Wallon es una actividad racionalista pensamien . l' ·' d l que ve en la existencia del individuo en el tiempo 1a rea izacion e os procesos dialécticos del pasado y del futuro, del saber Y del querer, del yo y de los otros: equilibrio del presente y a;1 pas~do, de~ ~ue deriva toda la dialéctica del individuo. Por lo demas, el Juego .d1alec: tico de Wallon no está saturado de antemano:, por el contr.ario, .esta b' rto en devenir. Se acompaña de una creacion constante ae O~Jetos ~;~tal~s nuevos e imprevistos, que arrastra de inmediato en su ritmo;. es un c;nocimiento que acepta su propia revisión porque es parte _de la ley de su desarrollo, puesto que acept~ c.on todas sus consecuenc.1~s el diálogo entre el a priori y el °; posterwri: el p~oce.so de depurac10n de un conocimiento bajo la presion de una experiencia con la cual se confronta. Abierta a la experiencia, la dialécti~a ~~ Wallon es capaz de integrar la propia experiencia, porque esta teJida sobre la doble trama de la experiencia y la razón. Los antecedentes de esta ruptura epistemológica son remotos. A pa:tir de Descartes, convertir en geometría la representación ~e l?s fen~­ menos· ordenar en series los acontecimientos de una experiencia, deb~a conve;tirse en la tarea del espíritu científico. Las leyes Y hechos. exigían una conciliación; lo concreto percibido 1:º podía , queda;r di_vorciado de lo abstracto imaginado. Hasta Cartesio, filosofia Y ciencia ~e habían disputado la tarea, con a veces difíciles colisiones ~e pn~e:m:­ nencia. Galileo y su proceso, Leonardo da Vinci y sus, escritos c1entificos cifrados, son el ejemplo. Con el cJ:?iscurso del i;i~todo», e.l conocimiento .científico se centra en la descripción f~~enica; las innovaciones geométricas del mismo Descartes, ,la mecamca de N~~on, la óptica de Fresnel, representan la ordenacion del cómo ~enomenico, ordenación cuyos mayores éxitos serán alcanzados en el siglo XIX por los analistas franceses con Laplace a la cabeza, y los biólogos in_gleses con Darwin como ariete. La senda del positivismo queda así abierta, Y la clasificación de las ciencias que termina por proponer Comte excluye directamente a la psicología, que refunde con la biología y la so~iolo­ gía · lo psíquico en cuanto a sus manifestaciones --,el comportamiento, dirán los behavioristas luego- corresponde a la reali~ad sensible _Y admite la enumeración fenoménica; en cuanto al porque, ~ su esencia causal, representa la realidad inteligible, objeto .~e la razon ?ªr~ los filósofos inaccesible a cualquier tipo de verificac10n. Por consiguiente, es una ;ealidad absoluta, la ccosa en sÍ>, el noumeno kantiano. P~ra ~l positivismo, que propugna el contacto permanente con la experu;nc1a y la renuncia a cualquier a priori, el dominio de la ccosa en s~> es inalcanzable, dado que el pensamiento sólo puede lle~a;1" a rel.a~1~nes y leyes. El ccómo fenoménico> queda asentado como un1ca posibilidad del conocimiento científico, y la psicología, en lo que puede albergar de positivo, resumida con la biología o la sociología. No obstante, el


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hallazgo cartesiano de la posibilidad de una correspondencia exacta entre el dominfo del pensamiento -en su raíz cartesiana, el álgebray el dominio de la extensión -el descubrimiento cartesiano de la geometría analítica- plantea, explícitamente unas veces, tácitamente otras, al pensamiento filosófico y científico el tema de las relaciones entre pensamiento y extensión, a la vez indisociables y fundamentalmente distintos. La epistemología positivista, que no diferencia la función del epistemólogo de la del histoi:iador de las ciencias, preconiza que la idea, antes que una prueba de existencia, debe tener una finalidad que, con el pragmatismo, se convertirá en destino práctico: queda en la categoría de hecho y, en consecuencia, no puede dar una ley. La legalidad, en siendo abstracta, se justificaría por sí misma y no por medio de la sucesión verificada de hechos. Al designar los objetos por su utilidad se proh.fbe conocerlos; al conocerlos se los despoja de la utilidad. Y con la psicología se procede de esta manera a repartirla entre dos conocimientos nuevos entonces: la biología y la sociología, así denominadas por el propio Comte. El problema fundamental de Descartes: la correspondencia exacta entre pensamiento y extensión, sufre un giro de ciento ochenta grados y se convierte en división entre pensamiento y extensión. Por una parte, filosofía del espíritu; por otra, mecánica de la eficiencia. De este modo, hechos y normas aparecen desvinculados. En el caso preciso de la psicología, el cómo fenoménico se traduce en la taxonomÍ.l de las reacciones, en la medición de fenómenos inmediatos. La psicología experimental ataca el problema de la extensión y se d.esvincula del acontecer inmediato, del pensamiento como fenómeno subyacente. La obj~ción de que «el espíritu científico nos prohíbe tener opinión acerca de cuestiones que no· comprendemos, sobre cuestiones que no sabemos formular claramente»,ª de que nada surge de por sí, nada está dado, todo es construido, termina por elevar la enumeración al plano de explicación. Es el momento, a fines del siglo pasado, cuando Jules Lachelier puede afirmar que «la verdadera ciencia del espíritu no es la psicología, sino la metafísica». Que el análisis metafísico tomara posiciones en el campo de la psicología resulta lógico si tenemos en cuenta los pasos del pensamiento psicológico en la segunda mitad del siglo pasado. Wilhelm Wundt concluye propugnando como sistema del conocimiento un evolucionismo voluntarista, que es su metafísica. En efecto, para Wundt, 4 todos los fenómenos psíquicos deben ser considerados como acontecimientos pasajeros, no como objetos, ni incluso como estados de objetos relativa:mente durables; o sea que, bajo una forma más o menos radical, la re• presentación y las funciones intelectuales están subordinadas a fas funciones afectivas y activas del espíritu. El voluntarismo de Wundt se aparta de la voluntad de vivir de Schopenhauer, pero queda unido al voluntarismo metafísico en la medida que plantea, de la misma ma-

nera, el interés epistemológico de la posibilidad y medios del conocimiento, que, a su vez, dependen de la definición del objeto, que para él caracteriza lo que es pensado, o representado en tanto se lo distingue del acto por el cual es pensado. Schopenhauer había escrito, refiriéndose a lo mismo: «Todo lo que existe· para el conocimiento y, en consecuencia, el mundo entero sólo es un objeto frente a frente de un sujeto, visión del que ve, en una palabra, representaci6n.» 6 La psicología experimental, o fisiológica, como prefería llamarla Wundt, se dirige al análisis de las actividades elementales de la conciencia; procura conocer el substrato fisiológico de la actividad psíquica, pero sin que un nexo causal una ambos aspectos. La psicología experimental estudia su objeto desde el punto de vista de las ciencias de la naturaleza; las sensaciones, las pe·rcepciones, etc., son consideradas en cuanto objetos percibidos por el sujeto, pero no como Tepresentaciones. De aquí que la realidad inteligible, la «cosa en sÍ», deba ser alcanzada a través del análisis de la voluntad. El «noumeno» kantiano pierde su sentido crítico inicial y adquiere valor casi ontológico. 6 El psicólogo, aun siendo experimentalista, debe, pues, situarse en el punto de vista de la experiencia inmediata, tomando la experiencia como se da, sin alterarla. Ya vimos la crítica de Bergson a este encaminamiento de la psicología experimental. La irreducibilidad entre materia extensa y pensante, el concepto sustancialista profundamente anclado en la perspectiva bergsoniana, terminó por imponer la división radical entre «tiempo» y «duraciÓn1>, y al punto la división, sensu lato, entre psicología de la eficiencia y psicología de la conciencia. Más aún, para entonces, Franz Brentano distingue con fuerza la validez lógica de un pensamiento q su génesis psicológica; hay una lógica y una psicognosia que analiza los elementos psíquicos últimos de que se componen todos los fenómenos psíquicos, y aunque la cuestión epistemológica no esté explícita, es lo capital. Con Wundt y su escuela, el psicologismo, o sea la doctrina que pretende que la ciencia fundamental, la ciencia base de la filosofía, es la psicología, afirmó una gnoseología cuyo reflejo está en la definición de Baldwin: «Análisis sistemático de los conceptos empleados por el pensamiento para interpretar al mundo»,7 incluida, claro está, la crítica del acto de conocer considerado en cuanto a su valor ontológico. Con Brentano se preanuncia Husserl, o, dicho de otra manera, su psicología, desde el punto de vista empírieo, 8 asienta las bases del nuevo antipsicologismo gnoseológico, porque las leyes del conocimiento son leyes de valor absolutamente general, universales, en tanto que cualquier fenómeno psíquico se caracteriza por su intené:iÓnalidad, «por la relación con un contenido, la direcéión hacia un objeto (por lo que no se ha de entender aquí una realidad) o la objetivada inmanente. Todos ellos contienen algo de objeto en sí, aunque no de igual rnanera».9 El criterio gnoseológico en boga entonces, análogo al


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de Kant, de que la gnoseología se aplica al análisis reflexivo del acto o d: la faculta~ d~ conocer (el voluntarismo de Schopenhauer, el volun:.. ta~ evol~~o~ista. de Wundt), estudiados en general y a PTiori por un metodo log1co, ~ntra en crisis. Y al hablar de tal crisis no olvidemos que los trabaJOS fundamentales de Brentano, que la desencadenaro~,. se remo~tan a escritos concebidos antes de 1874, cuando todavía la critica Mili, de Lotze, de Maine de Biran, ofrecía venero para nuevas pos.1~1ox:ies e? .lo que a la psicología y la gnoseología respecta. La afi:rmac10n ideolog1ca posterior de Pierre Janet de Willi'am J d H . B b ' ames, .e enr1 ergson so ri; todo, debía acentuar el problema. Las posibih.~des de una psicologia en tanto que, ciencia autónoma chocaban dec1d1damente con las doctrinas psicologistas o antipsicologistas. Ya no se trata de saber si la psicología está o no en la base de la filosofía, y se perfila el problema d~, la modalidad del conocimiento. Del plano de la gnoseologia, la cuestion pasa, gradualmente, al de la epistemología. En l~l~: ~re~tano autoriza, con oportunos cortes, agregados y notas, la ed~c1on ~tahana de su Psicología, que pasa a ser su última visión de la ~s1cologia; para entonces, Bergson, en especial con Matiere et M '_ moire Y Les données immédiates de la conscience, abre profundo sur~o en el pei:isamiento psicológico y psicopatológico.10 Es el momento en que . un JOVen profesor en Neuchatel entra en escena. JEAN PIAGET (nacido en 1896!: biólogo por formación, epistemólogo por vocación, filósofo por pr~fes1on, completa la estructura de su pensamiento y penetra, renovando ideas, en el campo de la psicología.11 Entre los psicólogos vivos, Jean Piaget es actualmente la figura más importante, Y, entre los epistemólogos, una de las más relevantes. Se pu.ede o 1:º .concordar con su concepto de la psicología 0 con sus ideas ep1stemolo?icas, tenerlo como maestro o como rival de gran talla pero en .cual~uiera de los casos queda implícito el reconocimiento de su geruo.. ~m embargo, la misma importancia del papel de Piaget en la· · evoluc1on del pensamiento 1 . . contemporáneo ve· . la ' en ·mu ch'is1mos aspect?s, e verdad~ro con?cimiento de sus ideas. Para muchos se ha convertido en un mito; , mas aún, no son pocos qui.enes se ven obligados a tr~tar de sus teorias y lo ha~en -la profesión obliga- 0 bien habiendo leido ~lgunas .de sus obras unicamente, 12 sin haberlas rea!mente compr~nd:do, o b~en sobre la base de resúmenes de segunda man 0 ,1a síntesis informativas y nada más. El «fenómeno> Piaget como el «fenómeno> Wallon, exige una clarifi~ación para que pueda ~er comprendido Por .ello, al tratar en sendos capítulos a estos autores, la finalidad n~ ha sido, en uno Y otro caso, sintetizar ni ·divulgar, sino eurística.: plantear. los problemas del conocimiento de su época, las influencias que sufrieron, Y bu.cear hasta encontrar el arranque de sus propias ideas. Los gran~es pioneros . del pensamiento -y Piaget es uno de ellosexpresan ideas que determinan el progreso del conocimiento por gene-

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raciones. Solamente se valoran esas ideas si se conoce su génesis; de lo contrario no se las comprende y se las mistifica. Es lo que ocurre, por ejem~lo, con «Piaget psicólogo de la infancia». Sus estudi~~ de psicología genética solamente pueden ser interpretados en funcion de su concepción epistemológica; para Piaget, la psicología es la base de , una epistemología genética. Si de malacólogo y filósofo se transformo en psicólogo fue por~ue necesitaba un.a· psicología ad. hoc pa.ra asen~ar su sistema epistemológico. Más todavía, este compleJO cammo de mteracciones de diversas· ramas del saber en Piaget se explica únicamente si se define el conflicto de filosofía y ciencia en su pensamiento. Piaget psicólogo solam~nte se entiende comprendiendo a Piaget epistemólogo, y éste se justifica únicamente descubriendo la «crisis» de Piaget filósofo y aclarando el conflicto entre filosofía y ciencia que subyace en sus ideas. La doble formación de Piaget, de biólogo y de filósofo, lo lleva directamente a plantearse el problema de la teoría del conocimiento.14 El estudio de la epistemología de la biología le revela, en primer término, que en tanto conocimiento del fenómeno vida como seriación de datos· empíricos y experimentales, la biología no puede enfrentar el «CÓmO» y el «porqué» de las modalidades del conocimiento. Incluye en su perspectiva al ser que «conoce» por excelencia, pero cuando debe pasar de las modalidades de la acción de la materia -los reflejos, por ejemplo- a las del pensamiento, da un salto en el vacío, el brinco de la peistemología de tipo spenceriano, que de ninguna manera consigue reducir a relaciones lógicas los matices que separan al «acto» como expresión del continuum biológico, del pensamiento como figura yuxtapuesta al mismo. Acto y pensamiento son inseparables en la actividad humana; es un hecho imposible de negar, anclado en el fenómeno vida como función de actividad, pero las reláciones entre ambos aspectos, la razón de necesidad por la cual el pensamiento engloba ?l acto y se convierte en «conocimiento» del mismo, no podían ser explicadas. Piaget descubre que necesita de la psicología. «Los factores normativos del pensamiento -razona Piaget- corresponden biológica15 mente a una necesidad de equilibrio por autorregulación.» Este aspecto se aplica en su generalidad a la especie, y el género Horno lleva como añadidura de los sistemas de autorregulación comunes con los animales otro que le es propio: el pensamiento. Como expresión de la homeostasis, el pensamiento se explica en biología con carácter específico, pero, pasando a las individualidades, deja de ser una «necesidad de equilibrio» para transformarse en proceso de equilibración, que se revelaría a través de la lógica: las normas del pensamiento representarían la «selección» de modos de equilibración más directos y eficaces. Piaget también ha llegado, al mismo tiempo, a otra idea capital -que, como la anterior, confiesa no haber abandonado nunca- «de que todo


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conocimiento es siempre asimila.ci6n de un dato exterior a las estructuras del sujeto». 16 El concepto no era núevo; estaba planteado en la epistemología biológica de la época, pero ésta sólo podía ir más allá del hecho viendo en el conocimiento una «apropiación> orgánica de los objetos. Claro está, la biología puede pasar, en sus búsquedas, de un estado posterior a un estado anterior del fenómeno, reproducir un fenómeno. elemental en su simplicidad primitiva: un hecho es únicamente un hecho. 'Pero en psicología, ya lo había visto K.ant, 1 7 un análisis de este tipo es imposible. La grandísima complejidad del fenómeno psíquico más elemental, a pesar de la dependencia innegable de los procesos con respecto de los fisiológicos, impide considerar la «asimi-lación» como una (apropiación». En la. sensación, por ejemplo, encontramos el componente físico, el fisiológico y el psicológico. Pero como sistema engloba a los tres sin que al mismo tiempo se la pueda reconstruir por adición de los dos primeros. Cada una de las fases tiene leyes generales y particulares propias que se reflejan en la sensación, pero que no la explican como tal. Lo mismo se aplica a la inteligenría; si se respetan los procesos psicobiológicos, se está fuera de los problemas de las estructuras normativas, y la tarea se presenta, a Piaget, como búsqueda de un camino que entronque la investigación epistemológica con el respeto de los hechos. El planteamiento alcanza por igual a la filosofía y a la ciencia, porque «nada se puede afirmar en un dominio que depende de 1os hechos, sin control metodológico verificable para cada uno, o en Jos dominios ÍOril}ales sin un control logístico».1s Piaget enfrenta un doble campo de dificultades; la filosofía, por una parte, se revela incapaz de resolver el problema de la validez del conocimiento tal cual se le plantea, que está, por uno de sus aspectos, asentado en el terreno de los hechos. De este modo, las reglas generales de la inducción no permiten, en este orden de cosas, establecer ieyes fundamentales y más generales que regulen la sucesión de los fenómenos psíquicos, y que esas leyes valgan para todos los fenómenos o simplemente para el conjunto de una clase fundamental. Por su parte, las leyes que la biología y la psicología le ofrecen no poseen la misma profundidad y exactitud que los axiomas de las ciencias matemáticas: no hay leyes psíquicas o biológicas fundamentales que se puedan considerar como principios y en toda la acepción del término. Valen a título de leyes derivadas, y la psicología presenta por ello carácter bipartito de psicofísica. Además, las características normativas del pensamiento, ¿corresponden al fenómeno que se conoce y sus reglas generales son abstraídas por inducción, o representan una necesidad lógica inherente al fenómeno psíquico mismo? En suma, ¿el fenómeno inteligencia se organiza según un orden externo o las normas que lo caracterizan derivan, en parte o totalmente, de sus propios procesos? Sin duda, la respuetsa depende

del conocimiento de los fenói;nenos psíquicos implicados, que, a su vez, dependen de condiciones fisiológicas muy diversas y de las que tenemos un conocimiento muy imperfecto. Se trata de leyes empíri~as que exigen un análisis preciso de los estados psicofísicos a los cuales se aplican. En refiriéndose al problema, en los primeros cuatro lustros del siglo, la psicología está en el mismo punto que la dejara la crítica de Maudsley 11l a J ohn Stuart-Mill; «fisiología o psico1ogía» es la alternativa última de Maudsfoy, y la segunda de carácter empírico. En la alternativa, Jean Piaget decide cortar el nudo gordiano: se trata de saber, a su criterio, si existe una evolución de las normas, e incluso si dicha «evolución» está dirigida por la necesidad de una equilibración constante, o si depende de uno de los dos extremos del acto de conocer: el objeto conocido o el sujeto que conoce. Su tarea se centrará, pues, en el análisis genético de las normas, y el resultado serán su psicología y su epistemología genéticas. 2. Un antecedente necesario: Brentano y Bergson. - En el sentido de la cronología, Franz Brentano es anterior a Henri Bergson. No obstante, en cuanto a repercusión sobre el pensamiento de nuestro siglo, el orden se invierte. Mientras. los trabajos de Bergson ejercen influencia directa, el pensamiento de Brentano debe esperar la tarea de discípulos y críticos, en especial de Edmund Husserl. Tanto Brentano como Bergson dan base a la reacción epistemológica de Piaget, pero en el orden del desarrollo de su pensamiento, el segundo resulta, como en el orden de la influencia cultural, el primero. Todavía al final de la segunda mitad del siglo xrx, la imagen del mundo, como lo fuera para el siglo xvm, correspondía a la de un mecanismo gigantesco. La idea newtoniana, profundizada por los analistas franceses, hacía que los fenómenos naturales aparecieran, además de causales y determinados, objetivos, en el sentido de que ninguna intervención humana podía modificarlcis. Objeto e idea estaban separados, y la idea crítica en un comienzo, irracionalista y mística después, que naciera con Locke 20 en su apreciación de las relaciones entre el espíritu y lo conocido, terminó por ahondar el abismo. Tal era en sus rasgos más generales el fundamento de la epistemología cuando Henri Bergson publica Matiere et Mémoire. Las leyes del determinismo en física, axiomas fundamentales a los que el pensamiento debe conformarse para ser válido, extendían su dominio en el campo de la biología y de la psicología experimental. Sin duda, un salto adelante realizaba la primera de estas ciencias en base de tales axiomas, pero, al mismo tiempo, ahondaba el abismo que de antes separaba al objeto conocido del sujeto cognoscente. Por una parte, mecanicismo y finalidad se presentaban como los dos grandes dominios del determinismo; . por otra, el determinismo implícito en la cley» negaba la clibertad». Lachelier, 2 1 que entendiera el de-


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terminismo como lo opuesto a la acción de las «fuerzas espirituales>, abre, por vía negativa, el camino de Bergson. cSi las condiciones de existencia de las cosas -escribe- son las mismas de la posibilidad del pensamiento, se las puede determinar absolutamente a priori, puesto que resultan de la naturaleza misma de nuestro espíritu.» El principio de causalidad y el principio de finalidad tienen a sus ojos el mismo valor. El fundamento del eclecticismo, que reinaba en el campo del conocimiento, de que los sistemas están construidos con elementos preexistentes en el espíritu humano, como las obras que el hombre construye con elementos preexistentes en la naturaleza, -establecía de hecho la división entre pensamiento y conocimiento. Pensar era elaborar un sistema basado en la razón y la conciencia; conocer se reducía al acto, a la relación del sujeto con el objeto. Así, en tanto que, al pensar, el sujeto subordina al objeto, al conocer hay una cierta subordinación del sujeto al objeto. Pensar sería penetrar, comprender el objeto; conocer, afirmar su existencia sin ninguna determinación. En traduciendo este planteo gnoseológico al problema del conocimiento en psicología, encontramos que ésta es puesta a pensar en «cosas», y BergsCin, alejándose del asociacionismo, del atomismo y el estatismo psicológicos en la misma medida que se. alinea junto a la «reflexión concentrada))· de Maine de Biran, considera, por el contra.;. rio, que las «relaciones progresivas)) determinantes de la ubicación de las cosas son punto crítico en el problema del conocimiento. La psicología experimental, todavía fuertemente influida por Wundt, entendía con su «fisicalismo)) renovar el conocimiento psicológico. Al trasladar al lenguaje de la ciencia experimental los «datos» psicológicos, los . señalaba en el tiempo, los ubicaba sobre la constante temporal en cseries» inmovilizadas; la única relación posible resultaba un transcurrir implícitamente ajeno: el del tiempo, que servía como escenario sobre el que se desarrollaban los hechos, pero no participaba en ellos. · La duración es para Bergson, lo explicamos en el capítulo a él dedicado, aquello que en los fenómenos cambia de naturaleza. En síntesis, es lo absoluto, pues de lo contrario sería admitir para lo psíquico que la discontinuidad establecida por el sentido común entre objetos dependientes entre sí, poseyendo cada uno su individualidad, es una distinción fundada aplicándola a fenómenos que no son independientes, que constituyen una multiplicidad cualitativa sobre la variable de la du-. ración. En esta suposición, es el planteamiento gnoseológico de la psicología de entonces, se trataría más bien de saber cómo se producen, en partes determinadas de la materia, cambios de posición. Se trataría, en todo caso, de fundamentar una fisiología y no una psicología que procura saber ccómo se cumple --dirá Bergson-, en el todo,. un cambio de aspecto>,22 cambio del que debemos determinar, por otra parte, su naturaleza. Aquí, siguiendo la trama del pensamiento bergsoniano,

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descubrimos que acusa al pensamiento de la época de una falta gnoseológica: haber tratado de encontrar una diferencia de valor entre ciencia y metafísica; cuando únicamente existe una diferencia de método, porque «los resultados obtenidos por ambos lados deberán reunirse, puesto que la materia alcanza al espíritu». 23 En Bergson, la filosofía no es una síntesis de las ciencias particulares, como proclamara el positivismo porque no habría lugar para dos maneras diversas de conocer: fil~sofía y ciencia. La experiencia se nos presentaría bajo dos aspectos diferentes: hechos que se yuxtaponen a hechos, que se despliegan en _el sentido de la multiplicidad distinta y de la especialidad, por una parte; por .otra, que se presentan bajo la forma de una penetración recíproca que es duración pura, refractaria a la ley y a la medida. Con Bergson, la psicología se convierte en cimiento bipartito del conocimiento; por una parte, psico~ogía de la eficiencia, base de la epistemología; por otra, psicología de la conciencia, filosofía del espíritu, base de la gnoseología. Esta doble perspectiva bergsoniana se resume en su aserto de que la inteligencia ha surgido en la evolución para servicio de la vida y no para el conocim:.2nto, de donde deriva la consecuencia sobre la cual asentará el pragmatismo, de que :a inteligencia sirve para la acción, para intervenir en las cosas, pero no para· un conocimiento puro o una verdad teórica. En tanto Bergson asienta la validez del análisis psicológico, de la psicología experimental, como fundamento del saber, y hace de la «intuición» punto de arranque de las concepciones antiintelectualistas a que dará origen, concepto estrictamente psicológico, base de la aprehensión de las modalidades del objeto por el sujeto, Brentano defendía con ahínco la validez lógica del pensamiento frente a su génesis psicológica. Cuando, en 1866, Brentano sostuvo las tesis para su «habilitatio» en la Universidad de Wutzburgo, ya afirmaba «que el verdadero método de la filosofía solamente puede ser el de las ciencias de la naturaleza», afirmación en clara contraposición con la intuición de Bergson como método único de la filosofía, y de la psicología como eje de ésta. Oposición clara, que por sus mismos orígenes explica otra faceta del problema, gnoseológico, tal como habría de desarrollarse en los países de habla alemana. En La psioología desde el punto de vista empírico, Brentano, como hiciera después con mayor fuerza en la Psicología genética, 24 termina por inclinar este campo del conocimiento hacia una f enoonenognosia, término con el cual procura soslayar el de fenomenología, por demasiado cargado de intenciones metafísicas. Para Brentano, una psicología «descriptiva», del tipo que Bergson aceptara como producto de la experiencia y la experimentación, es completamente imposible como determinación «de todos los elementos psíquicos últimos cuya combinación produce la totalidad de los fenómenos psíquicos>.2.'I Según su concepto, la acercaría a la característica universal del sustancialismo cartesiano y, a la vez,


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sellaría un compromiso con la «síntesis subjetiva> de Comte. La psicología, tal como la entendiera Bergson, es la búsqueda de la naturaleza en sí de las cosas; o sea que, después de haber establecido en el plano de la eficiencia un cuadro de las categorías del entendimiento, pasa, por obra de la filosofía del espíritu, la psicología de la conciencia, a interpretar ese cuadro, definiendo todas las modalidades clasificadas de manera analítica, en las relaciones de la inteligencia con su cobjeto>, de manera sintética. Para Brentano, este proceder estriba en un establecimiento a. priori de· las categorías del entendimiento, con la introducción de objetos ideales, intemporales, generales, como la cduración>, a la que habría de atribuirse un ser verdadero. 26 Esta crítica, que desecha como funda~ento del conocimiento tanto los objetos «reales> de la psicología experimental como los «ideales» de la filosofía del espíritu, sirve a Brentano para presentar la propia interpretación de las diversas modalidades de la relación psíquica sujeto-objeto. El objeto real, afirma, no puede servir de base al conocimiento, como tampoco pueden serlo los objetos ideales de la metafísica; ésta debe ser suplantada por una ciencia nueva: la psicología, pero una psicología que, renunciando a la consideración de cualquier objeto extramental, no se separa, sin embargo, de la negación del objeto, al que reconoce, con sentido kantiano,. valor subjetivo, esto es, que jamás deja de pertenecer al dominio de la intuición interna. De tal manera, si bien es un hecho de experiencia que existen crelaciones» concretas posibles de comprobar con una evidencia de tipo cartesiano, 2 7 no es menos cierto que las. afecta el «relativismo» propio de la relación sujeto-objeto. Este relativismo sería el que impide su conversión en juicios afirmativos, base lógiCa de cualquier proposición universal. La relación entre sujeto y objeto debe ser, pues, directa. Bergson, que también enfrentara el problema, acudió a la «intuición»; Brentano, para expresar esa relación se vale de la «inexistentia intentionalis», que en su vocabulario significa, como para la escolástica, la inmanencia del objeto con el sujeto, o sea la aplicación del espíritu a un objeto de conocimiento y, a la vez, el contenido mismo del pensamiento al que se aplica. Para Brentano, «el carácter propio del hecho psíquico es de relacionarse con algo corno a su objeto»; pero ese algo, ¿existe en relación con el sujeto que conoce como el efecto en relación con la causa? La gnoseología bergsoniana daba la respuesta: el hecho psíquico se relaciona con el objeto, e incluso consigo mismo, por medio de la duración, único fenómeno que establece una relación entre lo posterior y lo anterior. La duración, el tiempo vivido, es la pauta gnoseológica de Bergson. Para Brentano, una interpretación de eset tipo «dobla» de alguna manera al objeto pensado con un objeto puro no pensado, y ambos tendrán, por consiguiente, igual significado gnoseoJógico. Por ello, la relación «conscienciah se le presenta como cuasi relación que permite

11Ilir dos términos de los cuales únicamente el primero posee existencia verdadera. Invierte en cierta forma el valor del conocimiento, tal como lo entendiera Bergson, y adjudica a la psicología empírica, atada a la descripción del hecho, valor de ciencia-guía del conocer. El tiempo suplanta a la duración como constante ontológica, y su pensamiento .adquiere carácter realista. El método de Brentano prohíbe cualquier crítica ontológica exterior al análisis del acto cognoscitivo, o sea toda distinción entre el eser absoluto» y el eser de razón». Así, Brentano termina .por asentar una gnoseología inductiva; de la singularidad inferimos la generalidad, único camino seguro, nos dirá, porque lo singular es lo único que no requiere demostración, su existencia está axiomáticamen te reconocida, porque nada puede existir que no sea singular, y precisamente los hechos psicológicos se presentan en su análisis como singulares. La lógica de Brentano termina por asentar sobre la psicología, pero desechando una psicología de tipo genético -que encontramos como fundamental en Piaget- para defender una psicología centrada exclusivamente sobre el análisis de los «modos reales de la conciencia», esto es, descriptiva.2 8 Mas los cmodos reales de la conciencia», en tanto que objetos del pensamiento, ¿son parte intrínseca del sujeto como tal? La respuesta la brinda Brentano con el, análisis de la sensación, que, para la psicología experimental de la época, era una modificación interna; a su concepto,29 entra en acción antes que cualquier intervención de la reflexión, siendo, por consiguiente, una relación psíquica que se mantiene con un.«real>. Si en alguna parte encontramos claramente expresado el psicologismo gnoseológico y realista de Brentano es en esta proposición, de la que deriva el principio ineludible que planteara a cualesquiera fenomenología: «La conciencia es siempre conciencia de algo.> 3. La. búsqueda. del su;eto epistémico. - Para un joven intelectual, científico y filósofo a la vez, que comienza a estructurar el propio pensamiento a principios de siglo, el choque del ideario bergsoniano y brentaniano no podía quedar sin consecuencias, y menos todavía si ese joven pertenece a Suiza, donde siempre 4an confluido y confluyen tres grandes corrientes culturales: francesa, alemana e italiana. De Bergson, Piaget recibe el primer impacto,ao y por largo tiempo queda dentro de su órbita; de Brentano, la acción no es directa, le viene por contragolpe a través de la psicología de Meinongs1 y, sobre todo, de Husserl s2 y el idealismo psicológico italiano, fuertemente influido por la Psicología desde el punto de vista empírico.as Además, aparte del interés científico y filosófico de los problemas del conocimiento, desde sus comienzos intelectuales Piaget empieza a interesarse especialmente por· la epistemología. 34 La ciencia de la época, o más concretamente a la que estaba dedicado, la biología, aparecía todavía profuridamente


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teñida por el evolucionismo espenceriano, que, en el fondo, reunía d concepciones diferentes para formar un concepto único. En efecto, par Spencer,36 da e:rolución es una integración de materia y una disposición concomitante de movimiento, durante el cual la materia pasa de homogeneidad indefinida e incoherente a una heterogeneidad definida Y coherente, y por lo cual el movimiento contenido sufre una trans., formación paralela>. La primera parte de la definición es mecanicista' Y. cuantitativa; la segunda, biológica y cualitativa, y la integraci6n) siempre con sentido spenceriano, el pasaje de un estado difuso e imperceptible a un estado concentrado perceptible, con lo cual el proceso de la vida queda identificado con un proceso físico general. Las críticas que provocaran desde un principio las tesis spencerianas no podían ser .· ajenas a Piaget biólogo, preocupado por los procesos de adaptación de los moluscos alpinos, ni a Piaget filósofo, que se debatía con el dualismo bergsoniano de lo vital y de lo matemático. Un problema de epistemología d~ la biología como ciencia le estaba planteado, a la vez que su perspectiva alcanzaba a la teoría del conocimiento en general. Su intención 36 era una tentativa del tipo spenceriano, pero liberada de la contradicción que implica la metodología empirista. Piaget comprende que para resolver el problema de la integraci6n, el pasaje de lo biológico a lo físico, es necesario establecer una distinción entre clases y géneros, descuidada por Spencer. En. efecto, éste confunde un problema lógico con otro metodológico; la clase como concepto lógico -conjunto de objetos definidos por el hecho c;le que poseen cada uno y todos uno o varios caracteres comunes-, con la clase concepto metodológico en biología, división intermedia entre las ramas y los órdenes. Se trata, en última instancia, de establecer la realidad del sujeto epistémico. En lógica -y_ Piaget lo sabe muy bien por ~l. análisis de Couturat-, Sur la structure logique du langage,s'I se distingue netamente entre los dos elementos de la proposición: un sujeto Y lo que se afirma de ese sujeto, lo que lleva· a considerar dicho sujeto como una variable x cuyo predicado .es una función. En metafísica, el sujeto es siempre un ser, y un ser puede siempre ser sujeto, pero nunca predicado. La. psicología, por su parte, como psicología de la eficiencia (experimental o patológica), considera sujeto al ser individual sometido a observación; la psicología de la conciencia (crítica o reflexiva) hace del ser que conoce sujeto del conocimiento, Y lo considera en tanto que condición necesaria para la unidad de elementos representativos decisivos, unidad que convierte a esas representaciones en objeto. Cualquiera de estas posiciones presenta una dualidad: requerir una antítesis que es en todos los casos el objelo, y en algunos, como en la psicología de la conciencia casi sinónimo del ' su3eto en el sentido de que está sometido a la discusión, a la reflexión. Así, la filosofía acostumbra referirse al sujeto pensante; la psicología,

1 ser en el cual concurren ciertos fenómenos psíquicos; la biología, Íen lo sabe Piaget, prescinde del sujeto, o, mejor dicho, se ocupa de antítesis, el objeto. Resulta claro que para un análisis gnoseológico es necesario poseer una concie,ncia semántica .del sujeto completamente distinta, y para que esa conciencia no represente una comprensión subjetiva se requiere definir al sujeto epistémico. Bergson, precisando · el sujeto epistémico, lo dividió en dos categorías de grado diferente, y 'al aceptar al sujeto como antítesis de alguna manera incluida en el objeto, abrió el doble camino del saber y el conocer. En tanto que motivo del conocer, el sujeto se objetiviza y de él se ocupa la ciencia, que enumera y estudia cualidades. Como problema del saber, el sujeto es el ser, cuya esencia y dinámica solamente puede ser intuida, captada sobre la duración, y cuyas características deben ser analizadas por la psicología de la eficiencia, que determina las modalidades del ser, esto es, la propiedad de relaciones, en tanto la psicología de la conciencia analiza su relación con la estructura de nuestro conocimiento. Piaget conoce muy bien el origen aristotélico de la primera afirmación, el kantiano de la segunda, y ase la razón del paralelismo qve propone · Bergson, asentada en el sustancialismo dualista de su filosofía. Al mismo tiempo, Piaget sabe de Brentano, de su logicismo. Para este investigador, la psicología es coextensiva de la filosofía misma, y fundamenta los elementos positivos de la lógica: se contenta con establecer leyes de sucesión entre los fenómenos, es una fenomenogsia. El sujeto como realidad epistémica debe ser, para Brentano, la base de la psicología, que debe considerar sus elementos esenciales. Pero ya vimos que la psicología Ónicamente puede ocuparse de relaciones y, por consiguiente, el sujeto, que en Brentano suplanta al ser de la metafísica, ·pertenece al orden lógico. En última instancia se puede afirmar que el sujeto epistémico brentaniano es el pensamiento. La psicología define las modalidades que se descubren de manera analíÍica en las relaciones del pensamiento con su «objeto); la lógica define la anterioridad y también la originalidad del sujeto. La cuestión se plantea a los ojos de Piaget como, el doble fin que de siempre persiguiera la filosofía: un fin de conocimiento y un fin decoordinación de valores. La ciencia - y en la práctica del laboratorio Piaget lo ha confirmado-- está sometida al segundo fin como resultado de la crítica kantiana: la filosofía determina los límites de cualquier conocimiento y brinda una teoría del conocimiento; la coordinación de valores, dentro de tales marcos, es tarea del científico. Tanto Bergson como Brentano rompieron, a la manera de las modalidades de sus pensamientos, la norma crítica, y ambos recurrieron a la psicología como ciencia normativa, aunque con valoración opuesta. Al promover la psicología al nivel de ciencia autónoma -con todas las oposiciones que separan sus ideas-, procuraban una coordinación de_ valores asentada

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en la reflexión organizada del proceso de análisis y coordinación de valores en el individuo. Si para Bergson el valor está implícito en el acto mismo de la intuición,. si para Brentano tiene una normatividad lógica propia que la cintencionalidad> del conocimiento pone de relieve, en ninguno de los dos el conocimiento se expresa como «juicio de valor>. Piaget comprende una vez más que la reflexióri organizadora debe proceder por medio del examen crítico de la ciencia, . el instrumento moderno del conocimiento, y por la búsqueda de un modo específico de conocimiento inmanente a esa crítica. Sus estudios de epistemología le aseguran ese primer punto; en cuanto al segundo, como Bergson y Brentano, recurre a la psicología. Resueltamente rompe con el veto positivista que en lógica permanecía atado al problema de los cgéneros> y se enfrenta, llevado por Bergson 38 en sus trabajos filosófico-biológicos, con el problema de las leyes. La en5eñanza de la filosofía y la práctica de laboratorio de biología y psicología llevan a Piaget a una. convicción profunda: cNada se puede afirmar en el dominio que depende de los hechos sj.n un control metodológico verificable por cualquiera, o ·en los dominios formales sin un control logístico.> 311 En contraste del problema de lo.s «géneros> en lógica y en biología resultaba ilustrativo y le recordaba que la aceptación, en uno u otro campo, de soluciones antagónicas no correspondía ni al control metodológico ni a la logística. La situación sólo podía ser superada recurriendo al concepto de ley. La definición del género es en sí una ley, pero como regla imperativa anterior a los hechos que rige; las leyes que Descartes denominara de cla naturalézu 40 son las de una fórmula general, establecida a posteriori por el estudio de los hechos en que es ley. El género implica, de cualquier manera, la presencia de una causa final; en cambio, la ley natural tiene como interés principal de encontrarse en relación con las aplicaciones y las previsiones que permite. Más aún, en el momento que consideramos de la evolución del pensamiento de Piaget, la segunda década del siglo, las cleyes de la naturaleza» no admiten desviaciones. ~á vi-· gente la admonición de Claude Bernard: cNo existe, en la naturaleza, nada perturbado ni anormal; todo ocurre según leyes que son absolutas ... La palabra "excepción" es anticientífica: del momento en que las leyes son conocidas no puede haber excepción.> 41 Para Piaget, son sus propias palabras, «todavía no se había planteado en mi espíritu la cuestión de optar entre la filosofía y la psicología, sino solamente de elegir si, para una epistemología seria, necesitaba o no entrar en algunos semestres de psicología>.42 Y, en Zurich, G. E. Lipps, Wreschner y Bleuler son, respectivamente, sus primeros maestros en psicología y psiquiatría, o, dicho de otra manera, a través de los dos primeros entra en contacto con una psicología que se aparta de la introspección bergsoniana o brentaniana y aprovecha el método patológico para centrar

el estudio de la inteligencia sobre problemas gnoseológicos. Con .Bleuler descubre una psiquiatría que ha roto definitivamente con la estricta taxonomía de las clasificaciones krapelinianas y se distancia, a la vez, de la separación neta entre neurología y psiquiatría establecida por Babinski al demoler la estructura del sistema de Krapelin.43 El concepto de esquizofrenia de Bleuler, dinámico y sintomático, opuesto al estático y nosológico de la «dementia praecox> de Krapelin, le muestra en función de hechos que el problema de los cgéneros> y «leyes> también alcanza al plano de la práctica, y que Bleuler, al desvincularse de la clasificación de Krapelin, se desvincula de la ortodoxia gnoseológica de los «géneros> y se pone en el camino de las leyes. Mas ni Lipps, ni Wreschmer, ni Bleuler se plantean el problema del conocimiento como integrado dentro de la investigación psicológica, no se preguntan si entre la lógica, la gnoseología y la psicología existe alguna interacción. Se les puede aplicar la acusación de Gramsci a Croce y considerar que para ellos cla lógica y la metodología general son concebidas como existentes en sí y por sí, como fórmulas matemáticas, separadas del pensamiento concreto y de las ciencias particulares concretas>.44 En su primer contacto directo con la psicología de la eficiencia, Piaget descubre que tanto ésta, tal como se la estructura y practica, al igual que la p:;icología de la conciencia de sus primeros maestros, puede ofrecerle un camino que concilie el control lógico necesario para la investigación epistemológica con el respeto de los hechos. París es la tercera y definitiva etapa en la búsqueda del sujeto epistémico por Piaget. Allá decide combinar las investigaciones en psicología con las enseñanzas de filósofos como Brunschvicg y Lalande. El laboratorio de Binet lo recibe, y ctuve la extraordinaria suerte de poder trabajar casi completamente solo en el laboratorio de Binet, con una escuela por completo a mi disposición, y que me fuera confiado un trabajo dirigido en principio a perfeccionar tests de inteligencia, pero que de hecho permitía un análisis de los diferentes niveles de la lógfoa de las clases y de las relaciones con el niño».45 El trabajo en el laboratorio y la elección de los cursos de Brunschvicg y de Lalande por Piaget rastreador del sujeto epistémico es clara ilustración de su asimilación conceptual en el momento de la decisión. En la herencia experimental de Binet 46 estaba implícita la idea central del positivismo, de rehusar a la psicología cualquier contenido extraño a los datos de la ciencia, e identificarla con la reflexión sobre las ciencias positivas. Por su parte, el pensamiento espiritualista de Léon Bruschvicg se mantiene alejado del entusiasmo científico de la época; adhiere al método reflexivo de Lachelier. «El espíritu -rescribe47_ no se da un objeto fijo y permanente puesto ante él, sino que intenta captarse a sí mismo en su movimiento, en su actividad, para alcanzar la producción viva, no el producto que sólo una abstracción ulterior permite

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poner aparte.> La conexión íntima entre la crítica idealista y el espiritualismo de Brunschvicg, influye profundamente en Jean Piaget. Al año de la aparición de Le progrés de la conscience dctns la philosophie occidental (1927), de Brunschvicg, Piaget escribe: «El Cogito es el resultado de la reflexión sobre las matemáticas. El llamado subjetivismo kantiano es la toma de conciencia de la objetividad física. La interiorización en teoría del conocimiento es expresión directa y necesaria de la objetividad en ciencia. El realismo sólo es subjetivista, pues proyecta hacia afuera el contenido del espíritu. Por el contrario, el idealismo se atiene a la expresión de la actividad científica auténtica, que siempre ha consistido en aplicar al dato bruto de la percepción física las conexiones matemáticas debidas al poder legislativo del espíritu. En suma, interiorización y subjetividad nada tienen que ver una con la otra, salvo por semejanza verbal. Existen tres, y no dos, términos entre los que se impone la elección: la trascendencia, el yo y, en último lugar, el pensamiento con sus normas impersonales. Ahora bien, el inmanentismo resulta identificado con Dios en las normas del pensamiento y no con el yo psicológico.> 4 s A su vez, los trabajos de Piaget sobre la mentalidad infantil servirán al maestro para apuntalar la redacción final de su obra sobre las Edades de la inteligencia. 4 Si el espiritualismo de Brunschvicg es foco de atracción para Piaget, el racionalismo de André Lalande le sirve como ejemplo. Las «i:usione!l» spencerianas de su juventud se borran con la crítica de Lalande, que resalta los valores racionales del conocimiento 50 y da como verdadera garantía de la inducción la tendencia fundall1ental del espíritu a la universalidad. Pero si ·con algo subyuga Lalande a Piaget es a través de la «práctica» de una asimilación espiritual, fa tentativa de unión de las cosas de la inteligencia que lleva a cabo al someter los artículos que escribe para su Vocabulaire Technique et Critique de la Philosophie (1926), a los miembros de la Société de Philosophie. Definitivamente, Piaget ha encontrado el camino que une a la investigación en psicología, como ciencia positiva, con la búsqueda del sujeto epistémico. «Tuve, por fin, el sentimiento de haber encontrado una vía que conciliara la investigación epistemológica con el respeto de los hechos, y un terreno de estudios intermedio entre el dominio del desarrollo psicobio~ógico y los problemas de estructuras normativas.» ~ 1 Más aún, en el trabajo de laboratorio tropieza directamente con Henri Piéron,52 quien concibe la psicología como parte de la biología, como estudio de los modos de reacción, pues el psicólogo debe ignorar la conciencia. En Piéron no se destaca ninguna preocupación epistémica particular o, mejor dicho, para él la epistemología biológica "explica, a la vez, la psicológica, actitud que para Piaget, quien precisamente viene del campo de la epistemología biológica en busca de una solución psicológica del problema del conocimiento, resulta incongruente con la

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necesidad de explicar al conocimiento sobre la base de los diversos niveles evolutivos de las posibilidades de conocer: la lección de Brunschvicg ha calado hondo en su espíritu. • A medida que la investigación psicológica de Piaget progresa, entre los dos puntos de la oscilación pendular de sus observaciones: la inteligencia del niño y la del adulto, se intercala un interrogante. El espiritualismo de Brunschvicg, el idealismo racionalista de Lalande, se atenían al hecho sostenido tanto por la filosofía empírica como por la idealista, de ntlrar como idénticos en todos los tiempos los principios directores de la inteligencia, constitutivos, por consiguiente, de una razón universal. El análisis de la verdad de ·esta razón, que Lucien Lévy-Bruhl emprendiera en la primera década del siglo, culmina con un éxito casi sin precedentes en la historia de las ideas, cuando publica en 1924, La mentalité primitive; Lévy-Bruhl sostiene que no exist~ identidad perfecta de las funciones mentales de los primitivos con los civilizados; identidad que en nosotros produciría la ciencia Y en ellos los mitos. Entre seres por naturaleza idénticos, la experiencia no muestra frecuentemente ninguna clase de analogía en los modos del pensamiento. Piaget, por su parte, va encontrando en sus trabajos. que la mentalidad infantil es, con respecto a la del adulto, algo as1 como la mentalidad primitiva es, según Lévy-Bruhl, con respecto a la del civilizado: una especie de bloque irreducible que la excluye. De su periplo, le estadía en París ha sido la ~ás fecunda. 4. La naturaleza de la inteligencia. - Si bien las tesis de LévyBruhl son un alerta para la orientación psicológica, y, por ende, gnoseológica de Piaget, la base teórica, el núcleo epistémico sobre el que definitivamente derivarán sus trabajos, se encuentra en las ideas Y enseñanzas de Brunschvicg. En efecto, Lévy-Bruhl, antes de estudiar la mentalidad primitiva había analizado a Jacobi, 53 filósofo contemporáneo de Kant, en el cual la «categoría afectiva de lo sobrenatural» representa el núcleo que en el desarrollo de la metafísica alema.na posterior desempeñaría papel dominante. Adversario . encarnizado de la razón, del pensamiento del siglo XVIII en tanto que adhiere a ésta, «Jacobi combate siempre con la misma vivacidad la filosofía de las luces. Sólo que en lugar de reprocharle de dar demasiada importancia a la razón, le enrostra a veces de darle demasiado poca».54 Claro está que para Jacobi la razón se ha convertido en «la facultad que nos hace creer en lo incomprensible, incluso si contradice lo que comprendemos».55 Y a través de la crítica de Brentano, del irracionalismo de Bergson, de la «intencionalidad» brentaniana y de la «intuición» bergsoniana 1 Piaget se enfrenta con la dualidad de la razón como pensamiento crítico, que asegura un conocimiento verdadero, y de la razón que permanecería extraña a la conciencia y haciéndose únicamente


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posible como hecho metafísico,66 como inteligencia agnóstica. LévyBruhl replantea la cuestión en el plano de la etnograffa,57 y el pensamiento «prelógico>, como denomina a la estructura mental de los pueblos primitivos, aparece como antecedente remoto, y contemporáneo a la vez, del pensamiento agnóstico. Brunschvicg, con la tesis de «las edades de la inteligencia> investiga su evolución en la historia de los cambios del pensamiento filosófico y científico desde Aristóteles hasta Einstein. Brunschvicg lo investiga y lo enseña; Piaget es su discípulo en París, y se propone investigarlo en la duración restringida de la ontogénesis de la inteligencia, en la evolución del pensamiento infantil. Analizando las reflexiones que sobre el trabajo matemático han hecho matemáticos y filósofos, Brunschvicg i>s. encuentra dos concepciones distintas de la inteligencia. Para una, el papel esencial del espí:ritu está en captar los términos más generales def discurso, encerrarlos en una definición primera. La idea aparece así como un concepto en el sentido aristotélico y escolástico del término. Para. la otra, la idea es una acción del espíritu que se traduce en el enlace de relaciones; es el intelligere, la doctrina inte!, ctualista de platónicos y cartesianos. De un lado, un ideal de deducción estrictamente lógica, en la cual la elaboración intelectual podría ser reemplazada por un mecanismo y que en su forma actual la acerca al ideal de la máquina pensante de los cibernetistas y al concepto de las funciones mentales de algunos neurólogos, como por ejemplo Penfield; 09 del otro lado, una actividad que no parte de ideas totalmente hechas, sino que constituye la idea misma que se elabora, y cuyo ejemplo es la idea de número, producidas en las operaciones mismas realizadas por él.60 Este análisis de Brunschvicg desemboca en el hallazgo de dos factores: la Mnna y el substrato,ui o sea que los mismos elementos entran en contacto y en conflicto en el plano superior del conocimiento por el pasaje de la representación ,sensible al conocimiento racional. El subs.trato está formado por el fondo de hábitos mentales que constituye la Úlfraestructura biológica y social del pensamiento; la norma es el arranque de la razón; .el liberarse del realismo para crear combinaciones de reacciones en relación gradualmente más estrecha con la técnica experimental. Entre ambos factores, los grandes sistemas del conocimiento han procurado establecer un equilibrio que resulta siempre ·inestable, armonía precaria, en tanto Jos dos factores no hayan sido centeramente esclarecidos y -dirá :Brunschvicg- radicalmente discernidos:.. Cuando el substrato es to.mado como norma, y el ejemplo es el realismo matemático de Aristóteles, la relación de la inteligencia con su objeto es imaginada como una relación directa entre la sensación y la cosa sensible, ces como si la cosa pudiera estar dada en derecho antes de estar dada en hecho>; sería una preintuición ontológicamente superior al acto mismo de

sentir. Aquí es patente un círculo vicioso que sin duda para Piaget, discípulo de Brunschvicg, lector atento de Lévy-Bruhl e investigador de psicología en el laboratorio de Binet, no deja de presentarse como base del pensamiento «prelógico> de Ios primitivos y del niño en las primeras etapas de su evolución intelectual. Los hechos de experiencia, lo veremos más adelante, le ofrecen la confirmación de este parentesco. cEs el residuo inconsciente de idolatría natural de dogmatismo instintivo, que el análisis descubre en el fondo de la mentalidad primitiva>, dirá Brunschvicg, y cpara el niño de ocho a nueve años (como para Aristóteles, para el primitivo), los pesos, el calor, la humedad, no son relaciones; son. cualidades inmediatamente dadas como objetivas, incrustadas como están en los pliegues del lenguaje primitivo. Las cosas. no son· más pesadas o más livianas; son pesadas con un peso absoluto, livianas con una liviandad absoluta>, escribirá Piaget, s2 al encontrar que el calor y el frío, la humedad y la sequedad constituyen ·en la mentalidad infantil parejas de opuestos; sus conflictos explican la estructura y el devenir del mundo. Los modelos de las cosmogonías míticas, de la física jónica, la fisiología de los médicos del siglo va. C,63 la mentalidad de los pueblos «primitivos» actuales, los períodos de la mentalidad infantil, aparecen identificados: toman ·el substrato como norma. De una manera o de otra, sea cual fuere la denominación, la antino-· · mia clásica del nominalismo y realismo se repite en el plano epistemológico y psicológico. Piaget encuentra que «el primero de esos problemas es el de las relaciones entre la percepción y la "inteligencia>,64 que Bergson procura. resolver sobre la base de la intuición, que Brentano salvara renovando el realismo aristotélico, y que en psicología experimental fuera clásico abordar desde el punto de vista psicofisiológico.. En la disparidad de enfoques, Piaget descubre que en los diversos planteos se tiene en cuenta las configuraciones perceptivas por un lado, las estructuras operatorias por el otro, como dándose conjuntamente en el individuo, en tanto que sus estudios sobre el pensamiento preoperativo en el niño,65 le demuestran que dichas estructuras están muy unidas con las configuraciones perceptivas,<1 6 lo que no es el caso de las estructuras operatorias ulteriores. En psicología, dos modos de interpretación están abiertos: atomismo o Gestalt, que Piaget termina por definir como «un genetismo sin estructura y un estructuralismo sin génesis>.67 El atomismo psicológico considera al todo como formado por asociaciones de elementos preexistentes; la Gestalt considera esos elementos como diferenciados en el interior de una totalidad presente en el acto mismo de la percepción: no existen con independencia de las relaciones que los unen. En suma, no se trata de la validez de uno u otro de los enfoques; la determinación del concepto de verdad no · está de por medio. En el fondo, se trata de un problema epistemológico,


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o, mejor dicho, metodológico. El antagonismo se revela facticio para Pia,get, porque ccualquier génesis parte de estructuras .anteriores para ·construir otras nuevas, y toda estructura implica de ese modo una génesis, en una 'regresión sin fin> (sin ccomienzo absoluto>) .~s En su paso por la biología y la' epistemología biológica, en su adentrarse en la lógica, 611 Piaget toma contacto directo con el método genético. Pero, claro está, este método aparecía demasiado apegado al evolucionismo positivista; el problema de los géneros, con que lo vimos enfrentarse, impedía su adaptación sin más ni menos. No se trataba de establecer una génesis de tipo lineal, una filiación a lo Linneo, en la cual se sucedieran las fases de un proceso sin detenerse en el proceso mismo, sino de establecer de qué manera, cómo ese proceso es consecuencia de otros, y, además, en qué medida los involucra y se separa de ellos. Los moluscos alpinos, cuya adaptación preocupara a Piaget, le preocupa aún hoy,10 era un ejemplo. La experiencia como filósofo agregaba a su acervo el manejo del método histórico-crítico,71 cuya proyección en el plano epistemológico podía, por fo menos parcialmente, corregir los defectos de la metodología genética. Brunschvicg aplicaba con brillo el método histórico-crítico en sus análisis de la evolución del pensamiento filosófico y científico, incluso un éxito admirable había logrado en estableciendo las cedades> de la deducción matemática. En el laboratorio, que alternaba con los cursos de Brunschvicg, Piaget maneja el método genético. En efecto, en el terreno de la inteligencia infantil, como en el de las percepciones, de las operaciones intelectuales, el estudio genétic() nos informa acerca de las modalidades de construcción de los mecanismos. en acción. Sin duda, no se trata de la explicación; la descripción de mecanismos no nos aclara las conductas ni los modos de las operaciones intelectuales. Cuando Piaget asienta en los estadios de la sensomotricidad la evolución de la inteligencia infantil, 72 tal inteligencia está presentada en su modalidad de formación; y nos dejaría frente a la duda de saber si su evolución refleja un carácter finalista, o sea que tiende a un equilibrio con las formas de razonamiento, operaciones y estructuras lógicas en el adulto, a la Denkpsychologie alemana, que a partir de Brentano ve en el pensamiento un «espejo de la lógica>, de donde resultaría que ésta es innata y que· el individuo, al crecer y evolucionar, marcha hacia la ubicación en encuadres predeterminados, modalidades del conocimiento, o si esa lógica es resultado de una construcción progresiva. Lévy-Bruhl había establecido el paralelismo de diversas clógicas> en el pensamiento de la humanidad actual; Brunschvicg, contemporáneamente, explicaba la evolución de la lógica en el pensamiento efe Occidente. Se trataba de la aplicación a la razón del método históricocrítico en escala hasta entonces jamás intentada. Piaget, por su parte, deja de lado la inteligencia fenómeno del género humano y se centra

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. . .d que se vuelve evolutivo del mdivi uo 1 hombre en la intelig~~ci:x!:':°::ºparte al ad~lt~, mi~:~=fa~~=. :ue ofrece adulto..El rm énesis de los procesos psiqmcos si uiente, el fenómeno no exp~icat a g tructurados. Se presenta,. por co~b~ con carácter per·. en conJun o, es turas· la adulta irreversi ' cualquier mode dos tipos de esdtrudc y l~ infantil reversible, ~ue len·ones aparente. t una vez a a, . ' tle esti.mu aci úl manen e . incluso en funcion e tivas y m mento puede cambbl.iarExisten múltiples estructurlas p~r~~s estructuras oco nota es. . ·como as mis l roent e P de la inteligencia que, . llega a resolver e te adquieren sentido si se y las segundas. • tiples estructuras · únicamen ., 1 primeras operativas, 1 filiación o no fi.liacion entre as d Piaget se lo plantea. l' ión no es nuevo cuan o desde Taine 73 , . problema de a · El pr~bl~m:ad~;:u:ui;~ c~ntaba entre s~~ e:~~!~~Ó: de los procesos La psico º, i esolverlo por dos ca.mi?os: i e~ ronta de Durkhein; la :e~:'~':~o~ los sociales, q~e i:it;~~sª ~~ei~~rivó, naturalmente, en . d tificación con procesos s. l en 'cismo de tipo evolucionista.. · 1 niño el lenguaje y el pen.;: me'i:iel laboratorio, Piaget inve~~~:o e~ae representación dell mubnld~a 1 . . . y el razonami ' 'bl te en e pro e samiento, ·e d Juicio planteos desemboca, ineludi ~m~n ~a estructura a y cada~~~ió~ s~ada vez que se tr~ta de~:::ª~; s:jeto que percibe y d~ la stalla la. cuestión de las relacione(psor las mediciones físicas, .etc.) .. o a e nocidos de· antemano 1 roblema <i:es mselos caracteres co p p·aget en definitiva, e p . , 75 y se b' t ercibido. ara i ' , . d la percepcion», del o 1e ~ p la significación epistemologica ~r análisis de los concepvez estaparable. e . Una general, otra P d dos maneras. « .t n buscar, una plantea . e L manera general. consis e e ntre las estructos particulares. a . los caracteres comunes. e . undos b'ecidas las diferencias con de la inteligencia, si los. seg , " ptivas y las estructuras . ' a las situaciones mas turas perce . r simple extension r moviderivan de los pr~mereossp. :~os temporales crecientes, e~bcl.)e,s ~o las ope. emirreversi . · (distancias, comp1e1as . . de las regulaciones s 1 d 1 transmisiolidad progresiv~br:s:~~. o si la continuidad eventu~ ~in:ión gradual raciones rev~rsi e 'cont;ario, solamente por la su or otor en general, nes se explica, al t' as al esquematismo sensomd Uo de la de las estructuras percep iv fuente auténtica del esarro le,

~ue .cons~:~i~!ª~ine~:;:,e~st~a planteamiento 1~~b~~;:~ss~~p~~:~os: :.~~i~:~c el. análisis particular d~ c.ad~ou~: ~= velocidad,

del tiemp~, de , 1 acio del movmnen , . . o como nociones percepcion de esp ' 1 niño se presentan prime: T 1 nálisis la causalidad, etc., que ente finalmente los contenidos. a 'tad ge ' . estruc urar fu · • del me o o preoperat;v~s'. para uede ser realizado en n~10n. . el método e por si, umcamente p 1 1 o de la ontogenesis, con 'd d d . t imila en e P an 1 d 1 humam a ' nético, que Piage as . ' 1 d la evolución menta e a histórico-crítico en el mve e


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porque si dejara de hacerlo la significación epistemológica de su búsqueda desaparecería y, ya lo vimos, siguiendo el ejemplo de Brunschvicg, encuentra que el problema de la filiación sólo se resuelve dentro del terreno epistémico. Tanto Brunschvicg como la psicología misma a partir de Bergson con los intérpretes de la Gestalt y los continuadores del asociacionism~ Y el empirismo, procuraban distinguir dos tipos de conocimiento: operativo Y figurativo en la terminología de Piaget, según se tratara de objetos o de dominios del pensamiento .a considerar. La naturaleza operativa se nps impone si consideramos que un sistema operativo de transformaciones consiste en modificar ciertos estados para dar lugar a otros, y recíprocamente. Al mismo tiempo, el aspecto figur~tivo brindaría la señalización o la representación de los estados. Ya Pávlov 77 había condenado ese dualismo, que resolvía en la fusión fisiológica de sujeto Y objeto. Piaget 78 también conviene en que se debe encontrar un modo de unión que integre la función· cognitiva. «Consiste en negarse a admitir cualquier dualismo radical entre la experiencia y la deducción, y en. considerar la experiencia como estructuración progresiva Y no simplemente como una lectura, en tanto que la ,deducción es una coordinación de operaciones y no simplemente un discurso.» 79 Con otras palabras, por consistir la experiencia en acciones sobre los objetos, Y las operaciones deductivas en acciones interiorizadas y coordinadas, sólo existe entre la estructuración que interviene en la experiencia Y la de las construcciones deductivas diferencia de grado, desde el J?unto de vista del funcionamiento. Claro está «que las percepciones no constituyen la fuente del conocimiento, puesto que ésta precede la acción completa, en sus esquemas .operativos». so Las percepciones asumen la función ·de medio de unión que asegura, en el tiempo y en el espacio, el contacto de las acciones de operaciones con los objetos o acontecimientos. De este modo, por una parte el su3eto, que tiende a organizarse ~~jo la influencia de las actividades perceptibles; por otra, la prefigurac1on aparente de la noción operativa en la percepción. En lo que ·al objeto respecta, la percepción sólo ofrece conocimientos que únicamente adquieren significado cuando son asimilados por los esquemas sensomotores; en lo referente al sujeto, la percepción es un camino dé conexión que permite .asir un reflejo de lo inteligible. En este punto, piedra de toque de las cuestiones epistemológicas desde Kant, se centra para Piaget el problema de las relaciones entre sujeto y objeto. Si para Pávlov la antinomia se resolvía en el dominio de la fisiología, para Piaget se explica a través del desarrollo del proceso perceptivo con sentido kantiano en lo que al significado epistemológico se refiere. Las formas a priqri de la «sensibilidad», el · esp:icio y el tiempo, se traducen con Piaget en términos de actividades perceptivas (vid ut supTa) y de construcción real; las percepciones aparecen

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organizadas a lo largo de su génesis, «en lugar de proceder por asociaciones entre sensaciones aisladas; y atribuyendo a esta organización la misma fuente relativa al sujeto».81 Es la fórmula de Michotte 82 corregida de manera que la estructuración de las percepciones proceda de modo análogo al de las nociones porque arrancan de raíces sensomotrices comunes. Piaget opone al empirismo y a· la fenomenología · gestaltista un «estructuralismo genético:>. Cada estructura es el producto de una génesis; cada génesis, el pasaje de una estructura menos evolucionada a otra más compleja, y en el contexto de esta interrelación activa se ubican los intercambios entre sujeto y objeto, resultando de tales intercambios un fenómeno oper~tivo: la inteligencia. 5. El giro hacia la filosofía poT intermedio de las matemáticas y de la lógica. - Un pensamiento cuyas bases originales se han ido estructurando a lo largo de más de cuarenta años, las ideas de un hombre que piensa y escribe mucho, resultan r.my difíciles, por no decir imposible, de sintetizar. Y si ese pensamiento abarca tanto el campo de las ciencias como el de la filosofía, o, mejor dicho, se escinde en ambos campos por decisión expresa de su autor, que les niega caminos comunes de evolución y los pone en rieles paralelos, la dificultad tropieza con contradicciones que se resuelven o ahondan, según el caso, en cada nuevo trabajo. Estamos frente a la dinámica de un pensamiento que año tras año se reconstruye, se sintetiza, y cuyas proyecciones han terminado por volcarse íntegras, finalidad expresa de tantos decenios de búsquedas, en el problema del conocimiento. Tal es el caso de Jean Piaget, y tales las dificultades para reducir su pensamiento a un esquema, puesto que intrínsecamente desborda cualquier esquematización y la síntesis de hoy solamente puede preanunciar el desarrollo de mañana. En tanto Piaget viva y produzca su pensamiento, únicamente podrá ser asido en su fluir; a diferencia de otros pensadores que cierran ellos mismos el ciclo de su evolución ofreciendo una teoría definitiva, Piaget la reconstruye en cada obra. Conscientes del problema, nos atuvimos al método histórico-crítico para este análisis: buscar las fuentes, criticarlas, rastrear sus proyecciones en nuestro autor y dejar a su pensamiento futuro que fluya. No obstante, crítico por excelencia, Piaget debe ser criticado para comprenderlo, para asir el núcleo de su pensamiento. Pero no existe crítica del mañana, apenas se puede esbozar la del hoy y únicamente es real la del ayer. Y en Piaget el ayer significa etapas; de aquí que la crítica de cada una de ellas nos aproxime apenas al núcleo eurístico y no sea difícil que de inmediato quede superada por el desarrollo de la etapa · siguient,e. Además, muchas veces las críticas a Piaget psicólogo no alcanzan necesariamente a Piaget epistemólogo, y viceversa; o, lo que es apenas nota marginal en uno de esos terrenos se convierte en objeción fundamental en el otro.


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~am_bién es .verdad que Piaget psicólogo y Piaget epistemólogo son inescmdibles; sm una Y otra tesitura, su pensamiento carece de coherencia. Nada se puede concluir sobre el pensamiento de Piaget sin tener estas apreciacionés siempre presentes. En efecto, desde el punto de vista psicológico, Piaget ubica sus tra- bajos en oposición al concepto evolutivo psicofisiológico que caracteriza ~ la psicol.ogía, en especial de la infancia, en las primeras décadas del siglo. CollSl?era que el desarrollo es esencialmente progresivo, pero cada etapa esta señalada por continuidad entre el plano motor y el plano verbo-intuitivo. Así, aunque los estadios del desarrollo le revelen en primer término una profunda unidad funcional su finalidad es en última instancia, lograr el «estado de adaptación y de equilibrio del adulto», de manera tal que el largo pasaje representado· por la edad e~~lutiva significaría sucesivos períodos 'de inadecuación, de inadaptac10n, hablando con miras a los valores del adulto, que tendrían como punto de referencia el pensamiento socializado de éste. «La historia del desarrollo intelectual del niño -escribe ya en su primera obra sobre el tema- es, en gran parte, la historia de la socialización progresiva de un pensamiento individual, primero refractario a la adaptación social después progresivamente penetrado por las influencias adultas ambien~ tales.> 83 Para explicar la inteligencia, los psicólogos los filósofos los d al , , . 'l bio ogos, 84 acu en subterfugio de presentarla con cierta estabilidad c?mo si la marcha del tiempo hubiese estado detenida; existe una espe~ cie de suspensión del juicio, o sea negación de afirmar 0 de negar ' t~nc10.n '' o sm . ella, caen en el agnosticismo, y su epokké, ª.lg~· 85 Con m SI bien no es pirromana, corresponde, en alguna medida, a la reducción fenomenol6gica, a la epokké fenomenológica del Husserl de las Meditaciones cartesianas. Para Piaget; por el contrario, explicar la inteligencia no es poner «entre paréntesis> o «fuera de circuito> el problema, sino <poner las operacione.s superiores en continuidad con todo el desarrollo estando éste concebido como una evolución dirigida por necesidade~ ;internas de equilibrio. Y esta continuidad funcional se alía muy bien con .la .distinción de las estructuras sucesivas>,86 En su concepto, la contmuidad entre el plano motriz y el plano verbo-intuitivo explica el hecho esencial de la marcha de las operaciones lógicas en la búsqueda d<; :UO equilibrio progresivo. De esta manera, otorgando al método genetico el sentido de continuidad progresiva del método histórico-crítico asimilando los estadios de la ontogenia de la mteligencia con las «eda~ d~s> del desai:rollo histórico de la inteligencia de Brunschvicg, para Piaget el pasaJe de una etapa a otra se realiza por transiciones insensibles Y cae,· con este proceder, en sus primeros trabajos, en la confusión entre descripción y explicación que le achacara Wallon. En efecto, éste pudo reprocharle que cesa continuidad es, en realidad, todo lo que puede asir quien se propone exclusivamente la descripción de

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las manifestaciones o aptitudes sucesivas que aparecen en el comportamiento del niño>.s1 Sin duda, Bergson, Brentano, Lévy-Bruhl, y en cierta medida Brunschvicg, compartían el concepto diltheyano de cexplicamos la naturaleza, comprendemos la vida psíquica>, 88 y Piaget lo acepta cuando pone como postulado ineludible la adaptación de la mentalidad infantil a la mentalidad adulta colectiva. cTodo el pensamiento del niño está destinado desde los comienzos del lenguaje a fundirse progresivamente en el pensamiento del adulto>,ª11 y precisamente en el fenómeno del conocimiento de la naturaleza es donde se encuentra toda explicación. No se trata, como se ha argumentado,90 que Piaget conciba la explicación de la inteligencia como trazando su desarrollo para lograr el equilibrio final, sino que esa descripción se vuelve causal «cuando los factores que aseguran el pasaje .de una etapa a la siguiente son puestos en evidencia».91 La psicología de Piaget es descriptiva porque su epistemología es explicativa; cuando estudia los estadios de la inteligencia infantil se preocupa de investigar los factores que aseguran su evolución. No explica la inteligencia, describe su hacerse, porque la explicación en este caso cae por entero dentro de la epistemología o, mejor dicho, de su epistemología genética. Cuando Kedrov le reprocha de psicologizar la epistemología, Piaget acepta complacido la observación;92 más todavía, destaca años después una y otra vez el episodio en el XVIII Congreso Intern¡¡.cional de Psicologfa,93 porque para él la explicación psicológica se debe encarar sobre un plano más general que el de la psicología, ciencia interdisciplinaria en su concepto, y en el cual desembocan los trabajos que realiza, dirige y propugna en el cCentre d'Épistémologie Génétique>. La crítica de Wallon a Piaget apunta al hecho de que el plan explicativo en psicología debe corresponder a una teoría general cque encierre en potencia la evolución del ser en partiendo del átomo a las sociedades humanas y en pasando por las especies animales». 94 Con ello quiso significar que la función eurística únicamente puede conseguirse por medio de la función de ciencia y filosofía. En efecto, para Wallon el conocimiento no representa la confluencia de dos vertientes, el encuentro final de la· sagesse y la sabiduría, un 'confrontamiento en última instancia, sino que, imbricados sus caminos, sagesse y sabiduría se apoyan, chocan, se niegan y se afirman a la vez, y cambios aparentes o radicales de orden cuantitativo dan origen a cambios cualitativos, y viceversa. Así, la ciencia alcanza la cualidad, y la filosofía la cantidad. Piaget, por el contrario, y la crítica walloniana sirve para aclarar su tesitura, considera que la filosofía tiene una función metafísica que desemboca en la sagesse, «porque es una coordinación razonada de todos los valores, comprendidos los valores cognoscitivos, pero superándolos sin quedar en el plano del simple conocimiento>.95 El saber como conocimiento correspondería, en tal caso, únicamente a la


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ciencia, que debe separarse de la filosofía, porque en su constitución debe estar implícita como renuncia necesaria la determinación de no mezclar «a la exposición lo más objetiva como sea posible resultados que se esperan o explicaciones que se buscan, preocupaciones que se tienen tal vez con anterioridad, pero que se está obligado a dejar fuera de las fronteras trazadas ( ... ) . La historia del pensamiento científico ( ... ) es la de una escisión progresiva entre las ciencias particulares y la filosofía».96 De este modo, Piaget retorna, una y otra vez, al quid de sus años de formación; en· su confrontación de ciencia y filosofía se trata de dilucidar el problema de la verdad, «que solamente adquiere valor propio encarnándose en reglas obligadas de verificación». 97 En una palabra, la ciencia representaría la coordinación de valores, que únicamente puede realizar.se desde uh punto de vista descriptivo y por medio de reglas obliga.da.s de verificación, en tanto que la filosofía únicamente alcanza ese nivel otorgando a la coordinación sta.tr¿s ontológico. Cree descubrir así una ilusión epistémica, «ese género de sofismas que Kant denunciaba hace dos siglos».n No obstante, Piaget se adhiere a la demostración de Duhem 9 11 en el terreno de los hechos físicos, de que una comprobación es siempre solidaria de una teoría, de un sistema de interpretación y, naturalmente, lo elabora, por lo que Mueller ioo afirma que Piaget, creyendo atenerse a la experiencia, hace en realidad filosofía. La respuesta es airada, pues «hacer filosofía significaría enunciar proposiciones in verifica bles o ilógicas» 101 Piaget, ya lo vimos,. al iniciar sus estudios de epistemología «necesitaba de la psicología», y haciendo una psicol6gía accede al plano más general que, piensa, requiere de la epis.temología. Cuando entró en el campo de la psicología fue porque se enfrentaba con la cuestión de las «estructuras» de la verdad y sólo se le abría entonces una manera de considerarlo: el análisis de las condiciones formales. De siempre, este análisis había sido provisto por la lógica, pero a partir del teorema de Goedel, en 1930, la teoría se vuelve incapaz de probar las lagunas o contradicciones internas de la verdad matemática en general. Para la época, Piaget había iniciado con éxito el estudio del origen y desarrollo de esas nociones en el niño,102 y encuentra un nuevo camino, capaz de superar la contradicción descubierta por Goede1,10a porque las «estructuras madres» (algebraicas, estructuras topológicas y de ordenación) no son artificiales, sino «naturales», como prueba su existencia de los siete a los ocho años en adelante y el hecho de que la construcción psicológica de las estructuras espaciales está de acuerdo con el moderno orden teórico (de la topo'.ogía a las esructuras proyectivas y euclídeas) y no con el orden histórico.104 Aquí nos enfrentamos con un giro del pensamiento de Piaget hacia la filosofía por intermedio de las matemáticas y la lógica. Y este giro no será sin duda el último de un pensamiento tan rico en perspectivas. En efecto, las múltiples críticas de empirismo positi-

vista, de idealismo, etc., de que fuera objeto Piaget; la objeción fundamental de Wallon a su sistema de ideas, corresponden a la época de sus proposiciones. Desde el punto de vista de una clasificación, sus trabajos se agrupan en diversos planos; más todavía, se contradicen. Enfocados, sin embargo, con sentido de una contin,uidad gnoseológica revelan una idea que se autoconstruye. Acaso la división tajante de ciencia y filosofía que informa sus investigaciones psicológicas ¿sea válida adentrándose en la epistemología genética? ¿La superación del escollo no e~tá implícita en su aceptación de la convergencia entre sus interpretaciones y la dialéctica? 105 En un pensador que arranca de la matriz común de ciencia y filosofía, .convencido de que la hipótesis es la finalidad, el meollo y la verdadera consistencia de las construcciones científicas, cambiantes pero progresivas, ¿el conflicto de filosofía y ciencia, producto de la madurez de su pensamiento, se mantendrá en los frutos de esa madurez? Lo ignoramos; todo depende de que Piaget comprenda y valore con sentido realista ambos aspectos, esto es, se ubique en un punto de vista ccrítico>, el único fecundo en la búsqueda científica.

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NOTAS l. Cf. Jacques Monod, Le hasard et la nécessité, Paris, 1970. 2. Jean Chateau, La malaise de la psychologie, Paris, 1972, y Didier Deleule, L& psychologie mythe scientifique, Paris, 1969. 3. Gaston Bachelard, La formation 'de !'Esprit Scientifique, Paris, 1960. 4. Grundriss de Psychologie, Loe. cit. 5. Arthur Schopenhauer, Il mondo come volanta e rappresentazione, Bari, 1914. 6. Schopenhauer llega a identificar el noumenon o Ding an Sich con la «Voluntad», según él la entiende. 7. Dictionary of Philosophy and Psychology, Edited by J .. M. Daldwin, New York, 1901-1905. · 8. Franz Brentano, Psychologie vom empirischen Standpunkte, Wien, 1874. 9.- Brentano, Loe. cit. 10. La psicología de nuestro siglo lleva hasta pasados los años treinta, y sin excepción, el sello bergsoniano. La psicopatología, con Monakow y Mourge, sin ella, berg-Blondel, Guiraud y E. Minkowski, es para entonces, con razón . soniana. Vid. al respecto: cAu fil du courant_ en suivant la demence précoce•, por Eugene Minkowski, en L'tvolution Psychiatrique, tome XXXI, fase. Il, 1966. 11. La bibliografía de Jean Piaget es inmensa; aquí citamos las obras que tienen relación directa con nuestro texto y en el orden en que son citadas: Sagesse et illusions de la philosophie, París, 1956; Le jugement et le raisonnement chez l'enfant, Paris, 1924; Les mécanismes perceptifs, Paris, 1961; La constru.c1ion du réel chez l'enfant, Geneve, 1947; Traité de Logique, Paris, 1952; De la. logique de l'enfant d la logique de l'adolescent (en col. con Ingelder BiirbeD, Paris, 1955; La naiasance de l'inteligence, París, 1927; La psychologie de l'enfant (en col. col Ingelder Biirbél), Paris, 1966; Le langage et la pensée chez l'enfant, Neuchatel, 1924; La représentation du monde chez l'enfant, Paris, 1926; Introd"ction d l'epistemologie génétique, Paris, 1950; La représentation de l'espace chez l'enfant, Paris, 1947; Le langage et la pensée chez l'enfant, Paris, 1948;


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La génése du nombre chez l'enfant, Geneve, 1941; La géometrie spontanée de renfant, París, 1948. 12. El caballito de batalla es siempre Los orígenes de la inteligencia, obra en la que apenas están esbozadas las ideas de Piaget. 13. En este sentido es un buen ejemplo el largo párrafo dedicado a Piaget en The History of Psychiatres (New, York, 1966), obra escrita por autores de tanto renombre como Franz G. Alexander y Sheldon T. Selenich, con Prefacio de Jules H. Masserman. 14. Los pasos de la estructuración de este pensamiento están descritos por el propio Piaget en el primer capítulo de su libro Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit.: «Récit et analyse d'une déconversiom. 15. Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. 16. Ibídem. 17. «Puesto ·que en ella [la psicología] los elementos múltiples de la observación interna únicamente se b'eparan unos de otros por una simple operación abstracta, sin poder ser conservados ni renovados a voluntad.» Prefacio a Fundamentos metafísicos de la ciencia de la naturaleza. 18. Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. 19. The Physiolo¡jy and Pathology of Mind-Body and Mind, London; 1875. 20. John Locke. Sorne thoughts concerning · Education, The Harvard Classics, vol. 37, London, 1910, y Essai sur l'entendement humain. :tdition Didot, París, 1821. 21. Le fondement de l'Induction, París, 1886. 22. Lci pensée et le mouvant, Loe. cit. 23. Ibídem. 24. Artículo publicado en la Neue Freie Presse, 1895. 25. Psicología genética, Loe. cit. 26. La atribución de un ser verdadero a esos objetos ideales, implícita en el sustancialismo bergsoniano, está explícita en Husserl, aunque fuera discípulo de Brentano. En la psicología de Meinong, también discípulo de Brentano, aparece cuando acepta «objetos subsistenteS» y sin embargo «ausentes». 27. Brentano siempre defendió el estudio de las «relaciones concretaS» o sea la psicología experimental, para el análisis de hechos «singulares» que en 'su sistema, la inducción debía integrar. Tanto es así que desde 1880 hasta' 1895 fecha en que se retiró a Italia, luchó en la Universidad de Viena por la fundadión de un instituto de psicología experimental. · 28. Nunca ha sido estudiada la relación de este pensamiento de Brentano con el origen de la teoría psicoanalítica, pero no dudamos de su influencia decisiva en la evolución del concepto de psicopatología en Freud. 29. Fi:anz Brentano, Un~ersuchungen zur Sinnespsychologie, Leipzig, 1907. 30. Vid. Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. 31. Alexius Meinong, Psychologische-ethische Untersunchungen zur Wertheorie, Leipzig, 1894. 32. Edmund Husserl, Logische Untersunchungen, 1900-1921. 33. Cf. Francesco de Sarlo, Psicología e filosofía, Milano 1918. 34._ Vid. Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. ' 35. Herbert Spencer, First Principles, London, 1862. 36. Vid. Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. 37. Revue de Métaphisique, janvier 1912. 38. La influencia determinante de Bergson en éste y otros aspectos del pensamiento de Piaget, está explícitamente expuesta por nuestro autor en Sa.gesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. 39. Vid Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. 40. Principios, II, 37. Sin embargo, no debemos olvidar que la manera como Descartes define las leyes de la naturaleza muestra que su propósito apuntaba

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principalmente a lo que hoy se denomina los principios de conservación, según , . . , . demostrara E. Meyerson, ldentité et réalité,, Paris, 1908. 4L Claude Bemard, lntroduction a l'etude de la medicine experimentale, París, 1865. 42. Vid. Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. 43. Vid. Alberto L. Merani,. Problemas y pseudoproblemas de la psicología, Loe. cit. 44. Antonio Gramsci, ll materialismo storico e la filosofía di Benedetto Croce, Loe. cit.. 45. Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. . . 46. Pierre Oléron, «Le 75 Anniversaire du Laboratoire de Psycholog!e E:rpe-

rimentale et Comparée» de l'École Pratique des Hautes Études, Bulletin de Psychologie, mars 1966. 47. La modalité du Jugement, Paris, 1894. 48 .. Apud. Deu:r types d'attitude reUgieuse, lnmanence et. transcendence, Paris, 1928. 49. Vid. parágrafo 4.

50. Les théories de Z'induction et de l'expérimentation, Paris, 1929. 51. Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. 52. Pierre Oléron, Loe. cit. 53. Lucien Lévy-Bruhl, La philosophie de Jacobi, Paris, 1894. 54. Ibídem. 55. Ibídem. 56. No olvidemos que a Kant se le planteó la antinomia y la resolvió, primero en la Crítica de la razón pura en favor de la razón como pensamiento, para '1uego en la Crítica de la razón práctica volverse en favor de la integración fideísta. «Debí suprimir el saber para dar lugar a la creencia», dice en el Prefacio a la segunda edición de la Crítica. 57. Vid. Luden Lévy-Bruhl, Les fonctions mentales dans les sociétés inférieures, Paris, 1910; La mentalité primitive, Paris, 1922; Les carnets de Lucien Lévy-Bruhl, París, 1932. 58. Léon: Brunschvicg, Les étapes de la philosophie mathématique, Paris, 1913. 59. Wilder Penfield and Lamar Roberts, Speech and Brain-Mechanisms, Princeton, New Jersey, 1959. 60. Léon Brunschvicg, L'expérience humaine et la causalité physique, Paris, 1921. 61. Vid. Léon Brunschvicg, Les O.ges de l'intelligence, Paris, 1953. 62. Le jugement et le raisonnement chez l'enfant, Loe. cit. 63. Vid. Guido de Ruggiero, Storia della filosofía. La filosofía greca (vals. I y lI), Bari, 1921). 64. Jean Piaget, Les mécanismes perceptifs, Loe. cit. 65. La construction du réel chez l'enfant, Loe. cit. 66. Les mécanismes perceptifs, Loe. cit. 67. Ibídem. 68. Ibídem. 69. Traité de Zogique, Loe. cit.; De la logique de Z'enfant d. la logique de l'adolescent, Loe. cit. 70. Vid. Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. 71. Ibídem. . 1 72. La naissance de l'intelligence, Loe. cit., y La psychologie de l'enfant, Loe. cit. '13. Vid. Hyppalite Taine, Nota sobre la adquisición del lenguaje en los niñoa ti en la especie humana, Anales de Psicología, Caracas, 1965. La publicación original apareció en la Revue Philosophique, 1876, 74. Le langage et la pensée chez l'enfant, Loe. cit.; Le jugement et la raison-


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nement ·chez l'en.fant, Loe. cit.; La réprésentcition du. monde chez l'enfant, Loe. cit. 75. Les mécanismes perceptifs, Loe. cit. 76. Les mécanismes perceptifs, Loe. cit. 77. Vid. Presencia de lván P. Páv!ov, Loe. cit. 78. Introdu.ction a l'épistemo!ogie génétiqu.e, Loe. cit. 79. Les mécanismes perceptifs, Loe. cit. 80. Ibídem. 81. Introdu.ction d l'épistemo!ogie génétiqu.e, Loe. cit. 82. Las percepciones «amodales», o sea una abstracción de las nociones partiendo de la percepción. Vid. A. Michotte, La perception de la cau.salitti, Louvain, 1954. 83. Le langue et la pensée chez l'enfant, Loe. cit. 84. Así, respectivamente en cada campo, y por ejemplo: Claparede (Génese de f'hypotheses) afuma: «Inteligencia es ( ... ) la capacidad de resolver por el pen· ¡;amiento problemas nuevos. Esta definición funcional nos parece la más wmprensiva que se pueda dar de la inteligencia.» Ed. Globot (Systhéme des Sciences) piensa que «los procederes de la inteligencia son los de la selección, pero de una selección que mata ideas e hipótesis, en lugar de matar seres vivienteS», y G. Viaud (Les instincts) escribe: «La inteligencia es siempre comprensión e invención ( .. .). A menudo, la comprensión y la invención son en el hombre resultado de razonamientos abstractos y lógicos, que se convierten en posibles por el empleo del lenguaje conceptual. En el animal son el hecho de un pensamiento intuitivo, intuición, insight, Einsicht (. .. ). Los animalés ( .. .) ven en el acto imaginado, por adelantado, su efecto posible~. 85. Vid. Alberto L. Merani. «De la inteligencia y la frenastenia», en Anales de Psicología, Caracas, 1966. 86. La répresentation de l'espace chez l'enfant, Loe. cit. d7. Henri Wallon, De l'acte a la pensée, París, 1942. 88. W. Dilthey, Eingleintu.ng in die Geisteswissenschaften, Leipzig, 1883. 89. I,e langage et la pensée chez l'enfant, Loe. cit.; idénticas razones sostendrá veinte años después, al afirmar que el desarrollo es «concebido como una evolución dirigida por necesidades internas de equilibrio», con lo cual la inteligencia queda relacionada con «el poder morfogenético de la vida misma», La· répresentation de l'espace chez l'enfant, Loe. cit. 90. Maurice Reuchlin, HistoiTe de la psychologie, Paris, 1947. 91. Le développement de la notion du. temps chez l'enfant, Loe. cit. 92. Vid. Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. 93. Lo destacó tanto en las sesiones del Congreso, eomo en su discurso al mismo: Psychology, interdisciplinary relations and the System of Sciences, Moscú, 1966. 94. Henri Wallon, Les origines de la pensée chez l'enfant, Paris, 1945. 95. Sagesse et musions de la philosophie, Loe. cit. 96. Introduction a la épistémologie génerique, Loe. cit. 97. Sagesse et illusions de ta philosophie, Loe. cit. 98. Ibídem. 99. Pierre Duhem, L'évolution de la mécanique, París, 1905. 100. F. L. Mueller, La psychologie contemporaine, Paris, 1964. 101. Sagesse et illusions de la philosophie, Loe. cit. 102. La gennése du nombre chez l'enfant, Loe. cit. 103. De la l.ogique de l'enfant a la logique de l'adolescent, Loe. cit. 104. La géometrie spontanée de l'enfant, Loe. cit. 105. Señalada por Luden Goldmann, M. Rubel, C. Nowinski y otros. Vid. Sa,,. gesse et illusions de la philosophie y Psychologie, Interdisciplinarv relations and the System of Sciences, Loe. Cit.

CAPÍTULO

2

LA DIALÉCTICA EN PSICOLOGiA l. Presencia de H enri Wal'Lcm. - Se trate del behaviorismo, del psicoanálisis, de la Gestalpsychologie o de cualquier otra corriente, descubrimos de inmediato que, declarada o subrepticiamente, sus postulados se revelan sustancialistas. El pensamiento de Descartes continúa como telón de fondo de los psicólogos; la oposición entre extensión y pensamiento, objeto y sujeto para reducirla a la terminología contemporánea, revela que se admite la existencia de una sustancia o sustancias con sentidos diversos: algo que existe por sí mismo sin suponer nada diferente de lo cual sea un atributo o relación; lo que hay de permanente es considerado sujeto que existe por sí mismo y alcual el cambio no afecta, pues permanece «el mismo» . en cualquier circunstancia. Las vertientes del materialismo mecanicista y del espi- · ritualismo, cuya conjunción intentara Cartesio, siguen activas. La psicología se ocupa de «materia» cuya existencia está dada, del objeto, o de atributos permanentes de esa materia, del sujeto. La irreducibilidad sustancialista de los psicó~ogos desemboca o bien en un fenómeno de raigambre kantiana, aplicándose la investigación a todo lo que aparece en el tiempo o en el espacio, esto es, al fenómeno «objeto de experiencia posible», o bien en una indetermi,nación que al negar la posibilidad de conocer la «cosa en SÍ» admite que nunca serán suficientes los datos que podemos conocer de un problema y, por consiguiente, éste comporta muchas soluciones, todas verdaderas, ninguna producto de la realidad. El conocimiento se reduce así a una elección intuitiva del· espíritu y la validez de la realidad estaría determinada por la posibilidad de libre elección. El hombre que piensa, siente, actúa; el hombre objeto de la psicología, queda liberado en su pensamiento, en su afectividad, en su praxis, de cualquier determinismo, y sus actos temporales se rigen por el libre arbitrio y sus comienzos como hombre son absolutos. En consecuencia, la psicología como ciencia se convierte en lo que Eisler propusiera denominar indetermínis'm.o psicológico, y sus resultados reflejan, exclusivamente, una probabilidad en el sentido de lo que se debe esperar, o derivándola de la propiedad matemática que 41


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constituye la «ley de los grand , tica, para la cual la relaci, es ':~er~~'>, una probabilidad estadísa priori, sino observada emp~~ SUJeto-o Jeto no ha sido establecida . ....1camen e en gran númer d t d o e casos anter10res y extendida por hipóte . Basada en la int '. . , l . sis, a o os 1os casos de la misma especie. mc1on a primera forma de prob b'l'd d ter discontinuo 0 continuo d 1 ª l i a , en el carácde cualquier manera producteo os. casos 1. a segunda, el hombre resulta ·, sui generis · creación b t d 1 1uc1on o finalidad inescrutable de és . . ' ª, or o ~ a evoen el fondo, de la biología de la ta, y l~ ps1cologia, desvinculada, la sociología, de la histor'·a antrodpolog1a, de la paleontología, de i • aunque e manera m ' · f ecanica o ormal conserve relaciones con tales d. . 1. en metafísica de un ser l' is~ip mas, se convierte en saber alienado, ba,se ?e semejantes consi~~;:~o~e~º:i a~tono.m~sia; Discu.tir ~obre la mas aun, si es una ciencia de la n t 1 ps1co og!ª. es ciencia o no, a ura eza ? ~.el esp1.r1tu, si es o no mecanicista, finalista se revel ' a como una petic10n de pr' . . p se d eb e dete~minar el objeto real de 1 . , mc1p1os. rimero después estudiar ese objeto fin 1 a ps1colog1a, el hecho psicológico; ciencia, esto es, como con'.:nto ~:;:iente e.st~ucturar la psicología como c~~c~nuentos que, poseyendo un grado suficiente de unidadJ de g cer conclusiones concordan' t enera i a ' sean susceptibles de ofre. · . es que no resultan de · intuiciones 0 de intereses ind' 'd 1 d convenciones, de tivas que se confirman po l~lt uda esd o e grupo, sino relaciones obje.;. cer este conjunto de conoc'r me . to os e verificaci'on d efi m'dos. Estable. rmien os acerca del hombre d fin. 1 ciones objetivas de los mismo d t . . , • e ir as reladefinidos, echar en suma las~ Y e e1mmar metodos de verificación razón propia y' no por 1 ~ f asi:; p~ra una ~sicología científica por ha sido la obra de Henri W~~~~~ ~t;ot~lo~l mas o men~s discutibles, prendida por su maestro p· s .e e ' esta necesidad fue comemprendió la tarea Jean Pia ie;r~. Janet; contempor~neamente con él tintas y los resultados en c~~~e m ei:nbar.go, las actitudes fueron disprenderse com 'letame~ cuenc1a, diversos. Janet no logró des-·, de .su primera ~ormació~ ~e rersupue;tos .metodologicos y filosóficos los últimos esfuerzos de 'su et a segun a mitad del siglo pasado, Y en ciencia pesaron aunque em ar~~ para estructurar la psicología como ler las estructu~as concepttia~:~ p1~ra 'lla a:dua y dolorosa tarea de demo. , r e mismo creadas y a la d b' s~ f ama, 1as h1potesis que había elaborado s que e. ia Piaget, por su parte sigue 1 o apoyado con sus estud10s. epistemología genéti~a que ~~ ~ brecha; su sistema asienta en una samiento científico como un ien .e.,ª presentar la historia del penticulares de la filosofía y a es~isio; ?rogresiva de las ciencias parconocimiento psicológic~ e:º~a e c~t u ic~ _al hombre co1?1o o~jeto del explica describiéndolo y no analizan~~or~~ de algo :e~lizado que se nera, aunque genética la psicolo ' . ,orno se realizo. De esta maen dos planos: una «e~briol ' gi~ ~ient~ca. de Piaget se desenvuelve ogia> e crecimiento y desarrollo por una

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parte, y una .lógica de la inteligencia por otra. El hombre está dado, aunque sea evolutivamente, y es un dato cuyas relaciones con el mundo de las cosas y lt;is seres en que vive deben ser encontradas, analizadás, para descubrir la cualidad de su ser y la razón del fenómeno que representa. En su sistema, la explicación tiene carácter restringido, está reducida a sus limites menores. La explicación de Piaget corresponde a un fenómeno particular: el desarrollo de la inteligencia infantil Wallon también parte, en su análisis, de la psicología del niño. Para Piaget, «la historia del desarrollo intelectual del niño es, en gran parte, la historia de la socialización progresiva de un pensamiento individual, primero refractario a la adaptación social, después penetrado gradualmente por las influencias adultas ambientales)}; o sea que explicar la inteligencia es poner las operaciones mentales superiores en situación de continuidad con el· desarrollo, y éste debe ser concebido como una evolución dirigida por necesidades internas de equilibrio. Para Wallon, por el contrario, la sucesión de los estadios de la infancia aparece como esencialmente discontinua. El pasaje de un estadio a otro es algo más que simple amplificación, adaptación como en Piaget; existe una verdadera reconstrucción. Encuentra que, a menudo, el fin de un estadio y el comienzo de otro están separados por un hiatus representado por una crisis. «Conflictos -escribe-- puntualizan el crecimiento, como si cada uno de ellos fuera una elección entre un tipo pasado y_ otro nuevo de actividad.)} 1 El estadio pasado, que en el conflicto resulta sometido, pierde el poder de regular con utilidad el comportamiento del sujeto; cuando un estadio pasado no desaparece en su actividad, o no lo hace completamente, la conducta resulta patológica. Tales crisis son debidas a dos factores inseparables: biológico uno, representado por la maduración del sistema nervioso, que, a través de sus etapas, ofrece, gra'ldualmente, posibilidades psicobiológicas nuevas al niño; social el otro, constituido por situaciones sociopsíquicas a las cuales la maduración nerviosa sucesiva otorga oportunidad de actuar y ·sin cuya influencia, por interacción, las funciones no podrían desarrollarse. Las .crisis son, en el enfoque de Wallon, momentos de desarrollo en que la evolución de estos dos factores los lleva a un punto donde dialécticamente, por la negación misma de las funciones alcanzadas, puede aparecer un nuevo sistema de interacciones que los reúna. Para Wallon, la inteligencia se explica por esa serie de puntos iniciales a que conduce el estudio del pensamiento en el niño. Si bien la comparación entre Wallon y Piaget es necesaria para comprender las características originales del pensamiento de ambos, no significa que sus hipótesis presenten algún paralelismo o similitud. Representan dos actitudes diversas frente a la estructuración de la psicología como ciencia. Para W allon, fuePa del enfoque dialéctico, la


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psicología es una ciencia híbrida, de compromiso entre la oposición clásica de extensión y pensamiento, situación que se resuelve de manera ecléctica. Pero las soluciones eclécticas no resuelven los problemas simplemente establecen concordancias, y la psicología, para ser ciencia: debe ir más allá de las verificaciones, de las concordancias accidentales, debe constituir un sistema de explicación del hombre en función del universo del cual es parte, de la materia que evoluciona y del viviente que se estructura a sí mismo, de l_as especies que se transforman y del fenómeno de la hominización, que no debe ser tomado como co?secuencia ineluctable de todos los cambios, sino como un proceso mas en la sucesión de los cambios. Anclado en tal convicción, para Wallon la psicología encuentra en la dialéctica su razón de ser, su justificación, la indicación de sus problemas esenciales._ La interpretación de la discontinuidad de los estadios representa la explicación dialéctica de la transformación de los procesos cuantita1:ivos en cualitativos; es un proceso que pasa de cambios cuantitativos insignificant:')s y latentes a cambios cualitativos aparentes y radicales. Los cambios cualitativos no son graduales, proceden por saltos de un estadio al otro; no son contingentes, sino ·necesarios. Representan el resultado de.la acumulación de cambios cuantitativos inasibles y graduales. La comparación de las ideas de Henri Wallon y de Jean Paiget sirve también para destacar un punto de toque en la problemática de la psicología: ¿es una ciencia posiLva, o comienza a ser estructurada como tal? Colocados en la segunda posibilidad, cabe a_ún preguntar: ¿es una ciencia del hombre copio dato, o del proceso evolutivo de la materia concentrado en el fenómeno de la hc:ninización; esto es, una interpretación del universo a través de una de sus facetas: el hombre, producto del viviente que se construye a sí mismo? La respuesta de Wallon es tajante: la psicología, mejor dicho, la multiplicidad de «psicologías», representa hoy por hoy un esfuerzo pragmático para resolver, gracias a la acción, pro-•blemas inmediatos del hombre contemporáneo -en la clínica en el trabajo, en la vida comunitaria, en la escúela, etc.-. En tal sentido, los resultados son siempre aleatorios, corresponden a la empiria y representan el -!U anejo de un arte. La psicología, como la medicina por. ejemplo, están por este camino en los umbrales del acceso a la categoría de ciencias, pero de ninguna manen; son ciencia. La tendencia matematizante de algunas corrientes actuales, el auge de la estadística representarían, en última instancia, una sistematización del conocimiento empírico. Dentro del pensamiento de Wallon, la psicología en general, en lo que va de siglo, está terminando de llenar el primer requisito para constituir una ciencia: determinando los puntos de referencia de cuyas relaciones surgirá el verdadero conocimiento psicológico. Más aún, encarar los problemas del hombre con criterio científico exige, c;omo premisa mayor, haber definido al hombre. Las antropologías filo-

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sóficas las «escuelas» psicológicas, sobre todo la freudiana, se han ocu~ pado de la cuestión. Pero ¿definen realmente al hombre, o sólo lo describen? Ninguna va más allá de la fenomenología en su sentido más general: estudian descriptivamente un conjunto de fenómenos, tal como se manifiestan en el tiempo o en el espacio, pero se oponen tanto a las leyes abstractas y fijas de esos fenómenos como a las realidades de que serían manifestación, y sobre todo a la crítica normativa de su legitimidad. En una palabra, permanecen al margen de la ci~~cia. Esta crítica la concretó Wallon en Piaget, al reprocharle que se aplica a describir el desarrollo creyendo explicarlo. El reproche fue lanzado por primera vez en 1927, en la reseña que escribiera de la obra Le représentation du monde chez l'enfant, del segl.indo, y fue repetido quince añ?s después, en el capítulo que consagra a Piaget en De l'acte a 'la JX?nsee. Para W allon, la explicación en psicología encierra en potencia la explicación de la evolución del ser desde el átomo hasta las sociedades humanas, pasando por las especies animales. Su teoría explicativa es universal y reúne el papel eurístico de la ciencia, de sus últimos alcances con el de la filosofía. En definiendo al hombre a través de la explicaclón, su pensamiento alcanza la categoría de cosmovisión: e~ universo realizándose en uno de sus elementos, el hombre, y en explicando psicológicamente al hombre se comprende la unidad material intrínseca de ese universo. Por primera vez en la historia del pensamiento, la materia aparece elevada a la categoría de fenómeno psicológico. Ciencia y filosofía confluyen, teniendo la dialéctica como método, para darn~s \:Ulª concepción unitaria y explicativa, sin otra constricción que los limites de la razón 1 pero con la advertencia clara, precisa, de que ésta amplía siempre y gradualmente sus alcances. Como eje normativo de esta explicación sirve a Wallon: la interpretación del desarrollo de la . inteligencia infantil; razón ésta para que manuales y divulgadores p~co ltnformados lo consideren un psicólogo de la infancia y pretendan Cll'cunscribir su pensamiento a los problemas de la psicología de la edad evolutiva. Muy por el contrario, en Wallon el desarrollo de la inteligencia, en lugar de ser un fenómeno particular, e~ un fenó~eno .general: un hecho evolutivo dentro del cual los estadios de la mfancia son una etapa, y nada más, del fenómeno vida. este modo, la psicología· -sin otros límites que los de la razón, que amplía siempre Y gradualmente sus alcances- se transforma en ciencia del devenir mental, porque en siendo genética procura explicar al individuo por la historia de la especie, a la especie por la historia del fenómeno vida, a, ést~ por la actividad de la materia animada: el viviente creador de si mismo; al adulto por las edades evolutivas, y cada una de esas etapas por la conjunción, confluencia e interacción de factores . físicos, ?io:ógicos, psíquicos y sociales, que actúan en esas transformaciones, brmdandoles carácter global, puesto que aun en sus aspectos contradictorios consi-

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dera al ser como una unidad, y cada aspecto particular, sea cuantitativo o Cl,Jalitativo, lo analiza en su integración con el todo. Pero incluso así, de considerar Wallon lo mental como dado de una vez para siempre· y alcanzando 'expresión a través de tipos agrupados en esquemas abs- · tractos, la suya resultaría una ciencia psicológica de espaldas a la vida, un cartabón para medir hombres abstractos, y de ninguna manera al ser concreto que vive circunstancias también concretas, que posee un pasado, elabora un porvenir, y, en todos los casos, hace historia. Por el contrario, su psicología es dinámica, porque no admite la consideración de elementos psíquicos atomizados, detenidos en su particularidad o amalgamados sincréticamente, sino que insiste en las gradaciones de las interacciones que los modifican continua e incesantemente; es funcional, porque tiene más en cuenta las estructuras y niveles· funcionales que la anatomía de las estructuras que le subyacen; es hist6rica, porque no separa al individuo del pasado de la especie, de la dinámica evolutiva general del fenómeno vida, y de la sociedad a que pertenece; por último, y la tónica de este aspecto la recalcó siempre Wallon, es dialéctica, porque considera premisa ineludible la transformación ontológica de lo cuantitativo en cualitativo, y viceversa, reversibilidad en la que asienta la unidad de la materia y de la mente, unidad que en su sistema se expresa como síntesis evolutiva en la dinámica de la praxis y de la gnosis convertidas en pensamiento. De la obra escrita y docente de HENRI WALLON surge como para;.. digma el aserto de que el hombre es el pensamiento, y su propia existencia justifica la afirmación. Desde los ochenta y tres años que transcurrieron desde su nacimiento en París, el 15 de junio de 1879, hasta su muerte en la misma ciudad, el 1.0 de diciembre de 1962, cincuenta y cinco pertenecen por entero a la actividad filosófica y científica. Alumno de la École Normale Supérieur, a su regreso enseña filosofía en un Liceo; estudiante de medicina, su paso por la Salpetriere lo orienta haci.J la psicopatología y se doctora en 1908 · con una tesis que merece el honor de la publicación bajo el título de Délire de Persécution. En 1925 obtiene el doctorado es lettres con el libro L'enfant turbulent, trabajo que sacude desde los mismos cimientos los conceptos estáticos y clasificatorios, para entonces clásicos, de la nosología de Kraepelin y echa las bases de ideas que a través de libros como Del acto al pensamiento, Los orígenes del pensamiento en el niño, Los orígenes del carácter en el niño, La evolución psicológica del niño, constituirán Ja expresión más original, coherente y científica del pensamiento psicológico contemporáneo. Al mismo tiempo, desde 1920 hasta. 1937, es profosor de la Sorbonne; en 1925 fundi\ el Laboratoire de Psychobiologie de l'enfant, y llega a director en la École Practique de Hautes Études, para finalizar carrera tan pocas veces igualada como profesor .del College de France, la institución de mayor jerarquía dentro del

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. . ación en Francia. Sabio insigne, ensamiento, la docencia y la mve~tlg o racionalista, para Henri Wallo.n ~ropulsor del mov~ienio den~~~~:1:tegoría científica, sin~ una i~l~~~~ lo humano no fue sunp eme última instancia, para os m 1 d 1 planeta, por la fuerza de a d d la única realidad absoluta, en a , de un extremo al otro e . . luchan para que las dez~::~n~= la razón de la fuelrza, ~a~~:~n:s. Durante la seg1;1ndla ra . h manas sean rea men e . la Resistencia o circunstanucniad~al ucuando Hitler dominaba endFrganuec~~~ mundial, acepta guerra m • · d la segun a . 1 tuvo ent~e los s~yo~e~:~::ª g:neral de la Educación. ~~~º:~ Ól~~;: dese~[oen;~: p::ºhacer de la contienda a~~n:~et%~ueblos reciban venci 1 h manidad es necesari 1 ez de la

~:i~~c;~~:U~ú:e1a: c~cu~st:~~~~a=~;7~[;;~;::i~e,q~e :1~b;rr ~°:s

cComisión de reforma. e a mbre de ambos, represen a ~ Paul Langevin, conocido con el no un país el reinado de la razon que 1 que en la crea, 't de instaurar en completo proposi o 1 b do Su convicción de1 pape p~ofeso· d eñar maestros Y hast a hoy se haya e'da dora nueva deben esemp d 1 Federación ción de, una humam a u actividad como presidente e a « eñó hasta res esta .exprlesS~d~· e:i ~e la Enseñanza», cargo que des~~~a vida de Internaciona m ic t en sus pormenores . 1 su muerte. Largo sería ·~ re~u~~~s ribetes heroicos q~e el estudi~:e:­ Henri Wallon, de una ~i ~~ites con las propias conv~cciones {( ~~ sido trabajo y una lealtad sm . .Ásí lo conocimos, siempre a t to único para la discrepancia. así era cuando un mes an es pe, . ara quienes lo conocían' d~ antano, ! álido ya, en la biblioteca de asi p . or ultuna vez, mv de su muerte lo vimos p su vieja casa de la rue La Tour. 'os más importantes que Wallo~ Por último, indiquemos lo~ tr~baJ 1909· L'enfant turbulent, 1925, · de George ublicara: Le d e'l"ire de persecution, . · 1 Traité' de Psyc h 0 1ogie, ~tículos sobre la «conciencia» e~ ~ . ue 1926· Principes de psycho·1923-24· Psycho1.ogie pat o ogiq ' t'~e chez l'enfant, 1934; D urnas, • i ines du carac e .. "d r . logie . appliqtau~ ~I~I ~eg la Encyclopédi~ Fran<;~~;3. d~,1~o~uf;n La vie men e, t' 1 s le pertenecen, • .. Wallon y cuyos principale~9:;. I~Ue ºracte a la pensée, 1942; Les. ori~ichologique de l'enfan~, ' . Les mécanismes de la memoire, psy de la pensée chez l enfant, 194z~' f t 1959· Buts et méthodes de nes d t'on de en an , ' 1950; Psychologie et E uca i la psychologie, 1963. ' d . t' .ca Hacia la tercera de ca a como catego¿i psico ogi . Úo acuerdo sobre los des2. La materia , h b realizado un amp h h estadel siglo, parecia a erse. ' . L ob. etividad de los ec os tinos del conocimiento ?sicologico. cie~cia J parecía bastar para el conoblecidos por la psicologi8;. de ,la e~ auge de los tests, y la «.querella» a cimiento del hombre; mas aun, e

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que entonces dieran lugar, parecía probar que para conocer y comprender los motivos de la acción es suficiente el conocimiento de los medios para obtener resultados y el análisis consecutivo de tales resultados. El ~o:icepto de inteligibilidad, desacreditado por Bergson, qued_aba defimt1vamente desterrado del campo psicológico. La inteligencia por el individuo de los medios que el individuo utiliza esto es el he~ho de que en el origen de cualquier conducta existe el ~oder d~ experu~entar mentalmente los efectos como si éstos recayeran sobre uno mismo, quedaba relegada a la categoría de supuesto que única~ei:te una filosofía intuicionista podía abordar. Sin embargo, aunque ":diferentes a Ja ,naturaleza de las cosas, los más osados entre los psicologos si; atrev1an adherir al pensamiento de Charles Blondel, que en un articulo de mucha resonancia publicado en 1931: Vie intérieur et Psychologie, resumía sus ideas, para sostener que la psicología debe acercarse en todo lo posible a ciencias próximas: en primer término a l~ bi~logí~ Y a l~ socio~ogía, pero que aun así su objeto sigue siendo la vida mte~10r .. Mas flexible que Bergson, más cerca quE! él del espíritu de las c1enc1as, rechaza la intuición como camino del conocimiento psicológico. Para· Blondel, la vida interior es un mundo equivalente al m~do exterior, pero distinto, por lo que «no sería demasiada paradoJa sostener que, como las leyes físicas son válidas cuando están relacionadas con experiencias materiales que las confirman, de la misma man~ra las verdades propiamente psicológicas se vuelven inteligibles relac10nadas con experiencias mentales que, si bien no somos capaces de .r.ealizar, ~orlemos imaginar~.~ De otro modo, la psicología no tendría obJeto propio, pues se reducina por completo a la biología por un aspecto, a la sociología por el otro. La negativa irracionalista de la inteligibilidad estaba rechazada; la vida interior podía ser estudiada por la razón, siempre, claro está, que ésta· imaginara sus experiencias, porque pertenecen a un mundo paralelo pero distinto del mundo exterior. El dualismo sustancialista que tanto pesa sobre la psicología quedaba replanteado, aunque esta vez estuviese fundado sobre la naturaleza de las cosas y no sobre la oposición entre extensión y pensamiento. La diferencia entre el universo y sus leyes, demostradas gradualmente por el pensamiento, y el dominio de la subjetividad, aunque en él enc,ontramos efectos constantes, descubrimos poco a poco sus leyes, esta en que esa tarea, esos descubrimientos no lo separarán jamás de nuestro yo, como «se han podido separar los movimientos del corazón Y :_odas las funciones fisiológicas». 4 En síntesis, la subjetividad es una cuna dentro de la universalidad, y como modalidad del conocimiento pr~sent~ la característica de una generalidad cerrada, restringida a la existencia de seres humanos. Unida la vida interior por su existencia con otras re~Iidades se requiere que sea, por su propio plan, el equivalente preciso de los diferentes planes de lo real o, por lo menos, que

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haya entre ellos correspondencia perfecta. Dicho de otra manera, Blondel retorna la psicología, y por un nuevo camino, a la hipótesis del paralelismo. No obstante, admite que el conocimiento subjetivo de las leyes de la vida interior no solamente hace inteligible la vida interior de los demás y la psicología en general, sino que la inteligibilidad debe estar en el origen de toda. experiencia y de toda actividad psíquica. Esta ambivalencia no puede sorprendernos, ya que sin duda no fue por ocasión fortuita de que en las citas de su artículo acuda a la opinión de filósofos eclécticos como Garnier, Bouillet, Paul Janet. Sin embargo, de cualquier manera que se explique la ~ctitud del pensamiento blondeliano, cuya significación ha sido y es todavía muy grande en psiquiatría, queda asentada por primera· vez en el pensamiento moderno la tesis de una psicología esencialmente basada en la inteligibilidad, que se debe confrontar con las psicologías fundamentadas en la eficiencia o en la causalidad. Resulta así que separar, u oponer, la psicología de la eficiencia de la psicología de la conciencia no tiene ninguna significación, salvo que se trate de doctrina. Aunque por un lado esté la psicología «aplicada» o «Concreta» y por el otro la de la «conciencia> 1 se concilian para el estudio de cada objeto: la psicología del hombre normal, la patológica, la del niño, la de los pueblos, aunque sus principios sean demasiado contrarios. La atenuación de las diferencias entre psicología de la eficiencia y psicología- de la conciencia, que intentara Blondel, resultó ser de todas maneras lábil. Sus principios son demasiado contrarios y de hecho el acuerdo terminó con el divorcio de teoría y práctica. Cada vez que se emprendía un trabajo de investigación objetiva se lo acompañaba con una enjundiosa ·disquisición acerca del ser y la conciencia, y viceversa, cuando del sujeto se trataba, se acudía, pro forma, a los resultados de la experiencia. En uno y otro caso, la unidad era verbal, porque .en los principios fundamentales la realidad obliga a los. psicólogos a definirse, explícitamente o no, en favor o en contra del ser-sustancia. «La psicología ·de la introspección, cualesquiera sean sus atenuaciones -nos dirá Wallon-, no puede hacer otra cosa que tener por objeto esencial el ser-sustancia, en tanto ·que en todos los otros dominios la ciencia únicamente ha podido constituirse al precio de su eliminación.» 11 En su base, sin importar las contingencias, la psicología de la conciencia es de tipo deductivo. Lo que comprueba debe salir de la naturaleza misma de los seres que debe identificar para interpretarlos. Por el contrario, la psicología de la eficiencia es naturalmente inductiva, y, por consiguiente, va de lo que ocurre a lo que puede ser, en tanto su oponente va de lo que es hacia lo que debe ocurrir. La diferencia es infranqueable porque en la práctica la psicología de la eficiencia choca con la de la conciencia por todos sus principios y procederes. «Solamente --afirma Wallon- quiere conocer de actos motores o mentales,


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manifestaciones ·espontáneas o reacciones provocadas. Las recoge tal como se presentan, sin decidir de antemano sobre su naturaleza, pero , asociándoles todas sus circunstancias.» 6 De tal manera hace de ese conjunto algo i:Íidivisible y no la resultante de fuerzas o de elementos previamente establecidos. Los hechos psíquicos aparecen produciéndose en razón de un contacto entre el ser psíquico y su medio, sin decidir a priori la parte que corresponde, en su producción, al ser que reacciona o a la naturaleza del medio. La línea divisoria de esa participación puede desplazarse en uno u otro sentido, y el resultado es exteriormente siempre idéntico... La reacción que al principio sólo se produjo excepcionalmente por el encuentro fortuito en el ambiente de tod~s las circunstancias favorables puede, tiempo después, reproducirse en ausencia de cualquier circunstancia inmediatamente determinante, en función de una circunstancia que nada tiene para ser determinante por sí misma.» 7 Tal es el caso de los reflejos condicionados, en que una circunstancia ajena a la producción del fenómeno .se vuelve, en base de una asociación, determinante por sí misma. El problema está, pues, planteado en si la psicología ve en los hechos que pretende estudiar las modalidades o las apariencias de ese ser fundamental, esto es, lo compatible con su naturaleza y su esencia. Por otra parte, confundir existencia y conocimiento es proyectar .el conocimiento sobre la sustancia misma de las cosas y no sobre las relaciones como hace la ciencia. En tanto la psicología tropiece con esta valla, el estudio de las reacciones, por ejemplo, puede hacerse en diferentes sentidos. cToda reacción -afirma Wallon- puede señalarse como una extensión del ser psíquico. Él depende de ella, como ella de él ... Las reacciones pueden ser unidas y comparadas considerando que son un hecho del mismo individuo: psicología individual. También permiten definir todo lo que del individuo puede ser definido, comprendido el sentimie1~to que tiene de su individualidad, la conciencia que posee de su p~rsona­ lidad. Igualmente pueden ser clasificados según que más bien parezcan pertenecer a un grupo, gentes de igual edad, idéntica situación social, del mismo sexo, de la misma raza, de similares condiciones de clima, de la misma época histórica, etc. Y así se repartirán entre los capítulos de _la psicología diferencial y de la psicología comparada. Por último, pueden ser reunidas según sus semejanzas o la similitud de sus condiciones: psicología funcional.» s Pero, por lejos que se lleven estos análisis, el problema fundamental, para Wallon, sigue en pie. No se trata sólo de clasificar y de describir, se requiere explicar, descubrir relaciones de causalidad. En este terreno, la situación para la psicología es como la de cualquier otra ciencia, se trata de dar cuenta de similitudes o de desemejanzas ·comprobadas; mas cla psicología presenta al máximo un carácter ya manifestado en la biología -escribe Wallon- de que entraña una dependencia de la reacción frente al medio y, a la vez, al

individuo>.9 Si el estudio de ambos, medios o individuo, se realiza en -d.os niveles distintos, respectivamente, por la psicología de la eficiencia y la psicología de la conciencia, se llega a clasificar y a describir, o a comprender por la intuición y la expresión de lo que es inmediatamente presente, el ser mismo, pero jamás se llegará a relaciones de causalidad, esto es, a la problemática de una ciencia. Y bien, la problemática de una ciencia no depende de sistemas; en todo caso, los sistemas le son subsidiarios, y Wallon encuentra que la psicología ha invertido este orden en función del sustancialismo, como acotara reiteradamente en todos sus trabajos. Sin embargo, el error no asienta solamente en· la consideración del ser-sustancia, sino también en el enfoque uniforme de los problemas del conocimiento como algo establecido a priori, esto es, los cuadros en que se hacen entrar las .cosas y el mundo del espírjtu para pensarlos, cuadros que desde Aristóteles se denominan categorías. En efecto, ces imposible -asienta Wallon- estudiar el pensamiento del niño en relación con el del adulto, .es decir, sus límites respectivos, si no se encara la naturaleza y la razón de los límites propios de cada une. La solución puede ser distinta para el niño y para el adulto. En un caso es cuestión de desarrollo .individual; en el otro es problema del ·conocimiento».1 º Problema imprescindible que, lógicamente, ha inspirado teorías opuestas. Bergson .afirmaba que lo conocido de las cosas no puede consistir en las sensaciones variables que nos proporcionan. Por su parte, Koffka, y con .él la escuela de la Gestalt, considera que necesariamente debe constituir una estructura que se reduce a una construcción intelectual. De esto a admitir que' esa estructura es lo que existe de real en las cosas ya ni siquiera media un paso: es la tesis idealista o racionalista, directamente opuesta a la tesis empirista o materialista. Ahora bien, si esas tesis ofrecen a los filósofos la dificultad de demostrar la existencia del mundo fuera del pensamiento, para los psicólogos plantea la cuestión no menos urgente y candente de justificar el acuerdo del conocimiento con la realidad de las .cosas. Entre esas dos actitudes se abre camino una tercera: el ensayo de conciliación entre la experiencia práctica y el conocimiento, centre el espíritu y las cosas -dirá Wallon-; cosas que sólo resultan cognoscibles si se las hace entrar en ciertos cuadros que son los del conocimiento: las categorías».11 Sea como fuere, esto prueba que la raíz del problema está en dar cuenta de las relaciones existentes entre la realidad material y los procesos psíquicos. Sabemos como desde Descartes la cuestión ha sido el nudo gordiano para la constitución de una ciencia psicológica, porque cla atracción y enlace mutuo de las cosas que se parecen entre sí (esto es, de las dos sustancias del dualismo) es lo contrario de la renovación -afirma Wallon al hablar del artificio bergsoniano del élan vital-; y el enlace de lo que se encuentra próximo en la experiencia no es más que fijación pasiva,

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de donde no podrían surgir las direcciones que exigen las iniciativas deT pensamiento». 12 Estas cuestiones surgen siempre que se parte del estudio de la conciencia sin tener en cuenta el aspecto material que le sirve de substrato. Por lo demás, éste será, repetimos, el reproche de Wallon a Piaget, cuando destaca que sustituye las combinaciones de sensaciones e imágenes del asociacionismo por esquemas motores, y suplanta la introspección por la observación, cuando «queriendo explicar lu psicogénesis del pensamiento solamente la describe».1a En su crítica a toda la psicología contemporánea, que Wallon encama en su más destacado representante, Piaget, encuentra que éste no considera necesario explicar el paso de los mecanismos motores a lo intelectual porque acepta a priori que entre los planos psicológico y biológic¿ existe identidad en cuanto a leyes y procesos, puesto que ambos se rigen por la adaptación y la 'organización. «El viejo adagio, retomado por Leibniz, natura non facit saltus tiene siempre· sus partidarios, a pesar de todos los desmentidos que le lanza el conocimiento cada vez más profundo de la naturaleza o del hombre. A muchos parece que haber supuesto una identidad general es haber explicado. Pero subsiste el problema de saber cómo se opera el pasaje entre esa inteligencia que sería finalidad latente en las cosas y las construcciones variables de la inteligencia explícita. Esto es .lo único que importa, lo único que tiene sentido.» 14 Problema fundamental, Wallon lo ilustra en la práctica al estudiar la sucesión de los estadios de la infancia, que considera esencialmente discontinuos: «El pasaje de uno a otro es más que. una simple ampli!i_cación, es un nuevo hacerse ... Entre los dos, a menudo parece que se abre una crisis ... Conflictos puntualizan el crecimiento, como si tuviese que elegir entre un tipo viejo y un tipo nuevo de actividad. El que sufre la ley del otro debe transformarse y pierde de inmediato su poder de regular útilmente el comportamiento del sujeto.» 15 Wallon retomó varias veces esta concepción del desarrollo señalado por «crisis», por «conflictos», que compara con «mutaciones», con «revoluciones», y en el que intervienen dos factores inseparables: uno biológico, otro social, pues son los momentos en que la evolución de esos dos factores los lleva ·a un punto tal que se puede desencadenar entre ellos todo un nuevo sistema de interacciones. «Es a la serie de esos puntos iniciales que debe llevarse el estudio de los orígenes del pensamiento en el niño.» 1t1 Estudiar el pensamiento del niño en su desarrollo es compararlo explícita o implícitamente con el del adulto. Esta comparación lleva a reconocer en ella misma la acción de factores de diversa especie y que la mantienen en un equilibrio variable, porque diferencias de pensamiento se observan de una época a otra, entre individuos y según la edad. «Etapas sin duda necesarias -afirma Wallon-, en la elaboración del instrumento intelectual, hacen algo más que adicionarse: es su

opos1c1on la que señala el progreso cumplido. Un conflicto es lo que hace destacar la verdad nueva de la antigua. La búsqueda de la verdad es una perpetua negación del error. A cada época sus verdades, que :tienen su material de ideas y de lenguaje, y por soporte las técnicas de trabajo, los modos de vida, las condiciones de existencia que el medio social impone a sus miembros.> 17 Inmerso de este modo en un ambiente intelectual, material, moral, el nüio adopta el sistema de pensamiento correspondiente, pero no sin que haya oposiciones. cLa primera que se observa en su evolución intelectual es la de las tareas que el medio le propone y de sus aptitudes actuales»,1s porque no hay actividad, psíquica o cualquier otra, cuyas manifestaciones sean posibles sin un aparato correspondiente. «El pensamiento -afirma Wallon-, como la vida, supone la materia organizada.» 19 La afirmación, claro está, no es nueva; no existe psicólogo que haya dudado de la necesidad de la materia organizada. Pero para todos, desde Bergson hasta Piaget, desde Spearman hasta Burt, desde von Ehrenfels hasta Koffka, Lewin y el mismo Freud, pasando por Meinong y Benussi, la materia organizada pertenece simplemente a cierto nivel de la evolución biológica, nivel que una vez fue alcanzado, y que en el caso concreto de nuestra especie se logró cuando el Homo sapiens emergió definitivamente, con caracteres homogéneos, de la heterogeneidad hominizada. Se apoyan en una genética de la determinación y consideran, a priori, la invariabilidad individual y específica como elemento dado de una vez para siempre. Las conductas varían, reconocen, pero en dependencia de los factores del medio, y mantienen a pesar de todo una constancia prescripta por la situación biológica del ser, que de esta manera resulta biológicamente inmutable.. Esta posición, y no es difícil comprenderlo, desemboca, aun dentro del pensamiento evolucionista, en el sustancialismo dualista: lo biológico y lo social se interaccionan; interacción en la cual el primer factor es constante, constante incluso en el período de la edad evolutiva; porque sus cambios solamente expresan el perfeccionamiento de estructuras, y el otro factor, el segundo, es variable, de carácter histórico. Para algunos, Piaget por ejemplo, esto lleva implíCita una actividad dialéctica; sí, pero es una dialéctica de la permanencia, de la continuidad de fenómenos que varían por cambios en los estímulos pero realizándose sobre una y misma duración, la de lamateria definitivamente determinada. Por supuesto, observará Wallon, el pensamiento, como la vida, supone la materia organizada, que pertenece a un cierto nivel de la evolución biológica. c:Sin embargo -aclara-, no está completamente determinada. Su determinación es doble. Sea la palab;ra quien la expresa y de la cual el hombre dispone a diferencia de otras especies animales: deja de ser posible después de una lesión de ciertos centros o de conexiones que los unen; pero no resulta del simple funcionamiento


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automático de centros, como si entre los dos hubiese unidad de estructura.> 2 0 Si así ocurriera, una determinada lengua, por ejemplo, sería invariable para un individuo determinado. Por el contrario, la experiencia muestrá que a pesar de las diversidades lingüísticas no existe lengua que no pueda ser aprendida con tal que sea la del medio donde el individuo vive su infancia. «Suficientemente joven puede, incluso, olvidar totalmente la primera lengua en favor de una segunda, de tip<> completamente diferente. También puede retener muchas, cualesquiera que sean sus diversidades. La aptitud para la palabra está, pues, lingüísticamente indiferenciada, a pesar de que existe por una diferenciación muy especializada de los centros nerviosos.> 21 La falta de esta consideración es la que esterilizó, por lo demás, durante decenios los. · estudios sobre la afasia. ~J El pensamiento, como el lenguaje, que es su instrumento indispensable, está enclavado entre dos especies de estructuras: las estructuras orgánicas, que constituyen su base biológica, y las estructuras cuya función debe manifestar. Sin duda, entre unas y otras no existe similitud sino únicamente condicionamiento, como demuestra la neurofisiología. Su identidad constituyó por mucho tiempo una ilusión que terminó por desacreditar las explicaciones organicistas, a las que Bergson terminara por dar el tiro de gracia. Las relaciones entre psiquismo y organismo, al igual que las de sujeto y objeto, lo real y el conocimiento, se prestan a confusiones o identificaciones viciosas, y unas· veces se establece una diferencia ei;encial de naturaleza, otras se opera la reducción mutua. «En lugar de comparar en las series de especies -nos dirá Wallon- la diversidad de comportamientos y morfologías corporales, sus modificaciones simultáneas, sus correlaciones, sus influencias recíprocas, sustituyen a los mismos seres vivientes, al hombre y a los animales, por vagas entidades como la conciencia opuesta a la materia. ¿Dónde comienza una o termina la otra?:> 22 La situación es fatal para la psicología; ninguna de las teorías contemporáneas resuelve el problema; o se niega la conciencia y la materia a la vez con el behaviorismo de Watson, y se acepta únicamente el comportamiento. Perola negación no es una solución. O se habla de identidades estructurales con la Gestalt, pero la similitud transfiere el problema a otro plano y tampoco es solución, porque «¿la materia, asiento aparente de la sensibilidad -pregunta Wallon-, puede ella misma estar dotada de sensibilidad y, en el seno de la sensibilidad, en una simple sensación, existe ya, o no, conciencia o inteligencia?> 2a. cEl principio de inmanencia obliga, así, a llevar las cosas a una causa primera sin considerar coyunturas de donde pudieron surgir, con organización nueva, con manifestaciones nuevas, tanto la vida como el pensamiento. La inteligencia aparece como encerrando espontáneamente en sus propios conceptos el objeto que ellos definen:>,24 pues crepugna a la heterogeneidad

"['.aparente de la causa y el efecto. Sus rep~~sentaciones son. e~táticas. , . Pero lo real es movimiento y transformacton>.25 Este movumento ,Y esta transformación terminan por establecer una dialéctica del esp1ritu y de la materia que intr~duce, inevi~blei:ien~e •. un nuevo concepto fundamental: la materia como categor1a ps1colog1ca. . Bergson, al criticar el organicismo psicológico, relegó l~ .maten~ a necesidad del espíritu; Watson -llegó a afirmar que el ps1cologo b1~n podía ignorar la biología- la convirtió en s~ple punto de refe~enc1a de las conductas; la Gestalt hizo de ella asiento de estructuras preformadas que sirven de patrones de contraste con las estructuras también preformadas de la actividad mental. Pero la vida en ~e~eral, ~a vida psíquica en particular, no son reducibles a simples cond1c10~~s f1sicas1 ni tampoco de materia como soporte, aunque esas cond1c1ones sean necesarias para su desarrollo. La materia, la vida que les es inherente, «inaugura -nos dice Wallon- leyes de existencia, que manifiestamente no tienen su equivalente en el nivel precedente, pero al cual coyunturas favorables han hecho descubrir un mundo todavía inerte, por consiguiente inexistente, de causas y efectos. posibles»: 26 «?e este modo puede surgir, a través de esas transformaciones del medio, condiciones favorables para formas de vida diferentes. Y afirmar esto de la vida, ¿significa también afirmarlo del psiquismo? ¿Vamos a preg~­ tarnos si surgió o no con la vida misma? No es, por supuesto, reduci. ble a las reacciones fisiológicas que lo preceden y lo condicionan. Sus diferentes niveles señalan, en la vida, el advenimiento de actividades que mqdifican o amplían el medio en que aquélla se despliega. El desarrollo del psiquismo sólo puede ser estudiado en relación con el ambiente omplementario y específico que responde a cada una de sus formas. El único problema útil es preguntarse, en presencia de cada comportamiento, sobre las condiciones de base que lo hacen p~sible y qué relaciones hace posible, después, la influencia de esas relaciones sobre la situación subjetiva y objetiva, sobre el individuo Y sobre el medio. Por ejemplo, en el hombre, la influencia recíproca de su constitución funcional y de la civilización; en el niño,, las relaciones de su maduración fisiológica y del ambiente social.> 27 Hasta hoy, la psicología ha considerado que la irreversibilidad está en las cosas Y que es misión de la inteligencia traducirla en fórmulas reversibles. Este pensamiento que culmina con la fenomenología existenctalista, da a la razón u~a finalidad que jamás alcanzará porque así nunca llegará a conocer la estructura del mundo. Los psicólogos, al asignar a la materia papel de telón de fondo, causa mecánica, asiento o punto de referencia, le niegan categoría psicológica, razonan cartesianamente Y su pensamiento traduce, sin que haya manera de evitarlo, las opos1c1ones sustancialistas. No basta con ptoi'gar a la materia movimiento, capacidad de evolucionar, de transformarse, para resolver el problema de sus

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relaciones con el psiquismo; es menester ir más allá, reconocer con Wallon «que, por el contrario, los lúnites de la reversibilidad. n.o son fijos, sino que retroceden sin cesar, haciendo caer en el. domm10 del conocimiento territorios enteros del reab.28 En efecto, s1 aparece un hecho nuevo, y en partiendo de las condiciones anteriormente ~xi~ten­ tes resulta inexplicable, ¿debemos considerarlo error del conocrm1ento, aberración, fenómeno hasta entonces misteriosamente ignorado, o aceptar que su aparición implica un nuevo ciclo de causas y de efectos anteriormente inexistentes y de los que es, simultáneamente, ocasión Y producto.? Ni el hombre ni ninguno de los seres vivos ~s completamen~e explicable por la fisiología, puesto que su comportamiento Y sus aptitudes específicas 'tienen por complemento y por condición esencial al medio, social o natural, pero de todos modos al medio, conylo q':e ello inevitablemente comporta de circunscrito y de universa1. precisamente la universalidad de ese medio es la condición básica, porque de otra manera la materia viva no podría subsistir. «Para tomar un ejemplo menos complejo -nos dice Wallon-, la célula viviente únicamente es posible si encuentra de primera intención, en el universo, el conjunto de circw1stancias necesarias para las relaciones.viU:i.les, nuevo imperio con que enriquece el real.» 20 Pero el medio es modificado por cualquier especie, tanto por ella misma como por otras, unas presentes y otras cuya presencia se vuelve posible. De aquí un equilibrio nuevo que puede estabilizarse o romperse para abrirse, a lo mejor, a formas nuevas. Es evidente que todos esos cambios de la materia, del medio, esos estados de equilibrio y las consecutivas rupturas, las estabilizacionés relativamente definitivas o precarias, determinan a su vez nuevos niveles de acciones y de reacciones, «Y que para cada nivel de esas acciones y reacciones se puede repetir el acto intelectual de la equilíbración cuya consecuencia será, por último, de medir el umbral de qué posibilidades favorables han hecho franquear a la realidad de un reino a otro».ªº Actividad de la materia viva y actividad psíquica aparecen así fundidas1 integradas en un solo hecho, expresiones de un mismo fenómeno cuya diferencia no es de grados, de especie, ni siquiera de esencia, sino que simplemente representa dos momentos de uno y mismo devenir. Apenas creado el nivel de acciones y de reacciones en el cual el acto se puede repetir, se estructura ya el umbral de una nueva realidad que la materia viva franquea por medio de la actividad psíquica. Ésta, por supuesto, se traduce en sus modalidades superiores por conocimiento, · cuyo logro, nos demostrará Wallon, se realiza por la oposición de tres momentos: «Irreversibilidad absoluta del empirismo bruto, esto es, simple sucesión de impresiones o de imágenes que uno encuentra o de afmídades particulares que unen individualmente. Reversibilidad total del acto intelectual. Necesidad de integrar alternadamente una con la

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otra la reversibilidad y la irreversibilidad, para traducir a la vez lo que hay de constancia y de evolución en las cosas. Y, además, la eventualidad de la reducción de un irreversible en reversible, por descubrimiento y reproducción de la coyuntura que pudo hacer pasar de una forma de existencia a otra.» 3 1 E.5tos momentos se encuentran tanto en la evolución y transformaciones de la materia viva, como en la evolución y transformaciones de la vida psíquica. Claro está que para Wallon no son momentos paralelos, sino consecutivos, inevitablemente uno sigue al otro, dado que representan expresiones distintas de un mismo y. único fenómeno realizándose en niveles sucesivos. Las diferencias están dadas, pues,. por niveles y nunca por la actividad de sustancias diversas u opuestas. De este modo, el callejón sin salida de la psicología, la relación entre lo objetivo y lo subjetivo que la acompaña desde los más remotos orígenes, que en nuestros días Bergson no pudiera resolver, viéndose obligado a transformar la psicología de la conciencia en una filosofía del espíritu, el sustancialismo que todos los psicólogos importantes de nuestro siglo enfrentaron y acataron, ya sea con criterio dualista, cartesianamente, o simplemente soslayaron negando unos lo subjetivo, otros los objetivo, o bien estableciendo dos psicologías paralelas, de la conciencia y de la efectividad, ese problema pbdra de escándalo queda convertido por Wallon en una dificultad ficticia. La materia y el espíritu no están unidos, no son solidarios, entidades que se interaccionan; tampoco es el espíritu un epifenómeno de la materia, ni siquiera un nuevo estado al que tiende -punto Omega de Teilhard de Chardin-. Es la materia a la que posibilidades favorables hacen pasar de la realidad de un reino a otro. La materia que dialécticé.lmente se autoconstruye conociéndose. 3. La psicología com-0 ciencia dialéctica.. - La crítica de Bergson a la psicología cl~sica, y a la experimental, se detuvo ·en un punto: las categorías, que sirven de encuadre al fenómeno del conocimiento. Kant había procurado fundirlas estrechamente con la experiencia sensible y la mental, con la experiencia real y cualquier experiencia posible. De esta manera las llevó al grado más extremo de necesidad y de formalismo: es imposible experimentar algo fuera de cbrtos marcos que son las condiciones indispensables de toda percepción: el espacio y el tiempo. Al no poder superar de ninguna manera esos marcos,. condición indispensable y a priori de cualquier experiencia y de cualquier conocimiento, resulta que imponen su forma a lo que podemos apreciar y es imposible averiguar si la realidad concuerda con lo que de ella conocl¡?mos . o podemos conocer. La realidad en sí de las cosas se nos esconde ·detrás de las categorías, y este conocimiento, determinado a priori en sus alcances, es el que Bergson concediera a la psicología de la eficiencia. A partir de él, la Gestalt, el behaviorismo, encontraron


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que la concepción de las categorías, el conformismo de la universalidad de la ~azón, era una hipótesis en oposición con los datos de la historia. Despues de :i;.,évy-Bruhl, 32 la idea de evolución y de transformismo se introdujo en el estudio crítico de las categorías. Sin duda, Para Lewin, Koffka, Merleau-Ponty, se convirtieron en algo que puede ajustarse gradualmente más, y más estrechamente, con las cosas tal cual realmente son. Empero, el concepto sustancialista, determinista o· :finalista termina, en la psicología contemporánea, por poner un límfte al cono~ cim~ento de la r:alidad psíquica. En tratándose del objeto, el pensamiento categorial puede llegar a la realidad de la cosa; claro está que esa cosa ofrece características geométricas por pertenecer al reino de la extensión. De aquí la despreocupación por la conciencia, típica de la psicología de la eficiencia. Pertenece a la sustancia pensante es e_l sujeto mismo, y el análisis de Bergson la separó del espacio y' del tiempo. La conciencia deviene úniea, exclusivamente sobre la duración ~anscurrir individual, subjetivo, imposible de ser medido, porque eÍ tiempo ~ue podemos apreciar no es otra cosa que cortes, ·puntos de referencia, del espacio. La intuición es la única manera posible que tenemos de conocer lo subjetivo, y el éla.n vital la fuerza que lo hace devenir y actuar. Para Platón, el mundo material era solamente una ilusión, un reflejo, y, racionalista o idealista, la psicología de nuest;o sigl.o t~illó la misma senda. Todo el pensamiento de las corrientes operac1omstas o preoperacionistas asienta en la imposibilidad de conocer la cosa en sí, Y toda definición topológica de la inteligencia, de la conducta, parte del presupuesto kantiano de que no existe experiencia sensible ni intelectual posibles fuera de las categorías de espacio y tiempo definidas a priori. Son las que se deben buscar, y de hecho se buscan cuando se acercan a lo que puede ser identificado como percepción 0 p:nsamiento en l~s situaciones objetivas. En estos enfoques, las percepciones o pensamientos pueden estar menos desarrollados en diversos grup.o .d.e individuos, en el niño relacionado con el adulto, o en el frenastemco comparado con el normotipo, pero su línea g·eneral y su estr~ctura esencial coinciden con lo que sería la manera adulta y corr~ente de percibir y de razonar. Más aún, se termina por dar valor de ~ene:1'~~ización a la introspección, y a pesar de Bergson, se emplea su mtu1c1on como manera de conocer al sujeto absoluto esto es la 1 conciencia de cualquier individuo, en cualquier situación 'a través de la ~onciencia de cualquier individuo en diversas situacion'es. '.La psicolog1a se vuelve así existencial con Heidegger, existenciaria con Jaspers. En los do.s casos se t;ata. de un anál~sis de la existencia hu.mana; pero el de Heidegger esta orientado hacia una doctrina general del ser simple medio para llegar a una comprensión del ser; en tanto el d~ Jaspers es. el análisis de la existencia humana y de sus posibilidades concretas como comienzo y fin de la filosofía.

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De todos modos, el sujeto sigue siendo el ser que co?oce;, consi~ derado como tal y . opuesto a las cosas conocidas; todav1a mas, con Merleau-Ponty se establece una jerarquía de anterioridad, cpues es esencial para el sujeto de percibir al objeto como anterior a éh,33 o, dicho de otra manera, el sujeto, para poder ser sujeto, debe suprimirse del orden de las cosas. La psicología queda así de nuevo condenada al dualismo, aunque sea de otro cuño, y todo el progreso ~esde ~ergson hasta nuestros días consistirá simplemente en que la pSlcologia de la conciencia, que llegara a suplantar la introspección por la intuición, ve a ésta transformarse en intersubjetividad, esto es, en el encuentro de un Y o y de un Tú, la necesidad para Husserl de pasar por la experiencia de otro para salir de la duda metódica, y de comprobarse a tr.avés de la intersubjetividad para escapar de la tentación del subjetivismo. Aunque la intersubjetividad aparezca como representando la objetivación de la conciencia, no va más allá de la confrontación del Yo con el Tú, y bajo ningún aspecto significa fusión del sujeto y del objeto. Ya Pávlov 34 había recalcado la necesidad de una fusión de lo subjetivo y lo objetivo para el verdadero conocimiento de la actividad nerviosa superior, que, según él, es la que continuamente pone en relación, por medio de reflejos condicionados, las funciones -incluso las más vegetativas- con estímulos exteriores de cualquier clase. Más aún los reflejos condicionados conciernen a las relaciones de los individ~os y de sus semejantes. Pávlov, recordémoslo, asimiló el :ienguaje a una señalización de segundo grado; las palabras desempeñan el papel de sensaciones como excitantes condicionados, y sería el proceder elemental por el cual se realiza la fusión de lo biológico y lo social. En efecto, la separación entre lo subjetivo y lo objetivo tuvo siempre como base el estudio de la actividad sensible de la materia con procederes artificiales, esto es, arrancándola del medio preciso de estímulos que la condicionan. La biología, y con ella la fisiología,_ buscaron por ese camino la razón del fenómeno en el fenómeno mismo. Vitalistas, materialistas, mecanicistas, la sensibilidad quedaba reducida a la acción del principio vital o de causas exclusivamente físicb-químicas. El estímulo venía a insertarse, cuando era oportuno, sobre una coyuntura preparada de antemano. En otro plano es el de la estructura, es la filosofía biológica de la Gestalt a través del idealismo con Goldstein. Queda así presente y sin atenuaciones el concepto sustancialista, de modo que cdos dominios del conocimiento humano, la fisiología y la psicología -nos dirá Pávlov-, se ocupan de la actividad de un mismo órgano en el organismo del hombre y del animal> 3~ y adoptan independencia de principios. La realidad queda definitivamente separada en dos cam·· pos, porque en dos está dividido el sistema natural de fenómenos que se manifiestan en el hecho psíquico. Mas da existencia del hombre -nos dirá Wallon- se despliega entre las exigencias de su organismo,


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que son comunes a las de otras especies animales, y las de la sociedad, que son propias de su especie. Por un lado, la fisiología, a la que responde como máximo una sensibilidad vegetativa: aquella con que está hecho el automatismo de donde partirá la conciencia del individuo Y hacia la que ésta puede regresar cuando se atrofian sus relacione~ con el mundo exterior. Por otro lado, las relaciones de orden ideológico jurídico con el grupo humano de que es parte. Por un lado, el sistem~ nervioso llamado autónomo, que regula el funcionamiento de los órganos. Por el otro, el aparato cerebro-espinal, que lo pone en relación con el mundo exterior, no sólo· por la intervención de los sentidos y de los movimientos, .sino también por la del lenguaje y las ideas».ªª Éste es, traducido en términos actuales, el problema del dualismo, y la situación es que las soluciones dadas, lo hemos visto, imponen dos sistemas de principio o de postulados completamente heterogéneos. «Tanto .es así -escribe Wallon-:--, que a menudo la existencia de lo que es ha estado fundada sobre uno u otro.> s7 Para algunos asienta en el organismo, y por su intermedio en la materia en general; para otros, la existencia del mundo físico se reabsorbe en las imágenes que de él tenemos, sustituyendo al objeto mismo por el conocimiento que de él conservamos. La primera posición es la del materialismo mecanicista. cTodo lo que se observa en el hombre -explica Wallon-, comprendida su conciencia y los sistemas de ideas o de instituciones que en ella subyacen, d~bería ser directamente explicable por la materia bruta, que edifica paso a paso al universo y a los seres que lo componen, Y t:ada uno de ellos actuando en su ocasión como uno de sus instrumentos.» 38 Esta concepción está muy unida al artificialismo propio del hombre que proyecta sobre la naturaleza la imagen que él mismo tiene de su actividad constructiva. Es simplista. «Tal es el mecanicismo materialista, del que se ha podido decir que toca por algunos lados lo que podría parecer más opuesto a él, el providencialismo.» 39 Por su parte, el idealismo reduce lo real dentro de los estrictos límites de la imagen; incluso, como procede la Gestalt, recórta con sus estructulas la imagen de lo que considera real. aergson había afirmado que únicamente es real lo que comprobamos subjetivamente; todo lo que no esté unido a nuestro sentimiento inmediato de existencia se convierte en construcción artificial, agregarán posteriormente los existencialistas para completar la tesis. Con Goldstein, 40 el idealismo psicológico toma el camino de la reducción del real a esencias. "Para· él, ;POr ejemplo, en presencia de cualquier manifestación biológica se re.quiere volcarse hacia su esencia, esto es, hacia el conjunto de que es ;µarte y es, por lo demás, el único capaz de darle significación, de asig·narle un lugar en lo real.> 41 Así, pareciera que nos encontramos fn~nte a la esperada ·«fusión> pavloviana entre lo subjetivo y lo objetivo, pero al identificar esencia, conjunto y adaptación, Goldstein pone en primer

plano del real la imagen objetiva de las cosas, procede de manera opuesta al existencialismo, pero son las cosas tal como se las puede ver y tener, «en suma, tales que la conciencia -nos dirá Wallon- es capaz de oponérseles como a realidades estables. Solamente en el segundo plano coloca lo vivido o "experimentado~, que es la sensibilidad descabellada y que se limita al sentimiento de estar en el mundo>. 4 Z En uno· u otro caso nos encontramos frente al hecho de qu~ la con~ ciencia precedería a la ex\stencia, y tengamos bien en cuenta que semejante conclusión no sólo es propia del idealismo, para el cual el organismo y la materia, psicológicamente considerados, son dispersión de elementos degradados e ineficaces, sino también para el materialismo mecanicista que pretende implicar en los elementos originales efectos de los que es imposible que sean la razón suficiente. Inevitablemente, ya lo vimos, cae en el providencialismo. Estas posiciones, apuntadas por un armazón metafísico heredado, de una forma u· otra, de las soluciones bergsonianas, reciben su posición en nombre del objetivismo científico. cNo es inútil recordar -nos dice Wallon- que su fundador, Auguste Comte, negaba cualquier valor científico a la psicología, porque no podía concebirla distinta de la vida interior que sólo puede ser atestiguada por el sujeto mismo, y porque es imposible observarse sin modificarse.» 43 En consecuencia, eI psicólogo únicamente podría ocuparse de lo que es aparente, tal como· hace la psicología behaviorista. cAsí, el interés exclusivo acordado al hecho observable -escribe Wallon- ha valorizado el hecho en general al punto de que se lo considere como mereciendo ser descrito siempre.» 44 En procediendo de esta manera se llega muy a menudo a un olvido del análisis de las causas y de los efectos, «en lugar de procurar aislar experimentalmente, para verificar en la exactitud, la relación supuesta -acota Wallon-, es una simple correlación lo que se contentan con calcular: esta operación es muy capaz de mostrar con qué frecuencia relativa los dos rasgos comparados coexisten en un grupo determinado de individuos, pero no indica la naturaleza del lazo que los une, ni, en caso de acción de uno sobre el otro, cuál es el que la ejerce y cuál el que la sufre».411 Los procederes descriptivos en psicología: Gessel es un ejemplo, la aplicación de la estadística con carácter eurístico, proceden así, y en lugar de una comprobación directa se trata de una dicotomía, clasificación en dos categorías paralelas.46 «Este proceder de investigación -anota Wallon- supone, por lo menos implícitamente, una referencia a la lógica conceptual de la comprensión y de la extensión: ¿el grupo que presenta los dos rasgos en cuestión es lo suficientemente extenso en relación con el otro para que la unidad conceptual de esos rasgos sea admitida?> 47 Si con Bergson, y las teorías que su influencia tiñó de soluciones metafísicas, parte de la psicología contemporánea señala un retorno eurístico al platonismo, con el obje-


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tivismo científico, aunque sea el del neopositivismo retrocedemos a los , generos y las especies estables, a una jerarquía de 'conceptos y de realidades correspondientes, cuyo fijismo, inmovilidad, señala un retorno .al aristotelismo. Sea como fuere, el callejón sin salida de la psicología .contemporánea es el de siempre: ~a irreducibilidad de sujeto y objeto, 'con el agregado de que en la práctica ha terminado por elaborar dos mentalidades también irreducibles, por lo que se llega a con<:ebir cualquier pasaje de una a otra como inconcebible. En realidad, no se trata de dos modos de pensamiento; sino de dos materiales ideológicos que son, efectivamente, diferentes porque están en relación con modos diferentes de vivir. Por un lado, el conceptualismo, que pretende introvertir sus propias introspecciones en los demás y toma su experiencia personal como patrón de la experiencia universal; por otro lado, el hecho elevado a la categoría de fetiche universal, como patrón general de la experiencia subjetiva. «No obstante -afirmará Wallon~, bajo esas apariencias heterogéneas subsiste la naturaleza del hombre que comporta en particular el poder de formular sus experiencias bajo la forma de representación, de conocimiento, o por lo menos de consignas verbales. Es el cambio de experiencias que entraña la evolución de las ideas, de las prácticas, de las costumbres. Lo que un estricto objetivismo enmascara es revelado, al contrario, por las concepciones activistas de la existencia de las cosas. Pensamos en el materialismo dialéctico.» 48 No es singular ni inusitado que Wallon piense en el materialismo dialéctico; lo inesperado sería lo contrario. Lo puso en práctica en toda su crítica a la psicología contemporánea; su afán incansable de análi. sis y de investigación tienden, del primero al último de sus trabajos, a dar uno de los pasos más resistidos en la historia de la psicología: la unión de lo orgánico y de lo psíquico, el alma y el cuerpo. Descartes, lo vimos, fue el primero en intentarlo, pero el sustancialismo dualista de su doctrina únicamente le permitió tender un puente, que abrió el camino de la conceptuación artificialista. En nuestra época Bergson ataco, e1 problema y conclusivamente terminó abriendo, sobre ' los pasos de Maine de Biran, la senda que condujo al existencialismo. Lo espiritual queda concretado en el esfuerzo por vencer la resistencia de la naturaleza que, de acuerdo con el biranismo, permite a la conciencia realizarse. Para Bergson, el espíritu solamente obtiene de sus contactos con las leyes de la materia la degradación y alienación de su propia naturaleza, sustitución de su fuerza creadora por un grosero mecanismo. En repitiendo a Cartesio, Bergson encuentra -como por otros motivos Auguste Comte- que no puede haber psicologí~ científica porqu~ la ciencia tiende hacia la cantidad y hacia lo homogéneo, e~ tanto que el ser, es decir, el alma, se hace inmediatamente a sí mismo .en la diversidad cualitativa que es un perpetuo cambio, un incesante

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devenir. Al no. alcanzar la fusión de lo objetivo y lo subjetivo, recae en -el sustancialismo y ancla el fundamento de la realidad psíquica en la duración vivida, la duración subjetiva con su renovación continua Y su originalidad incomparable. Wallon, por el contrario, al elevar la materia a categoría psicológica, descubre que en lugar de comprobaciones y de simples comparaciones, «en lugar de rechazar como extracientíficos los problemas relativos a la naturaleza, a los orígenes, a las transformaciones del psiquismo, 49 éstos deben ser considerados una realidad cuya existencia y modalidades diversas o sucesivas deben ser explicadas por sus relaciones con otras realidades. De este modo, ~las uniones -nos dirá- no son más de semejanza o de diferencia, sino de · acción, de reciprocidad o incluso de conflicto, en una palabra, de ser y de devenir. La clasificación por categorías cede su puesto a las relaciones de causalidad, o por lo menos no hay confusión entre las dos. La esencia se borra delante de la mutación, tomada en el sentido más amplio de la palabra. El enclaustramiento aparente de lo real se llena de pasajes con dominios del conocimiento hasta ese momento considerados como heterogéneos».5º Claro está que. no basta elevar la materia al nivel de categoría psicológica para resolver dialécticamente la oposición sujeto-objeto. Se requieren motivaciones que tengan sobre el problema una acción suficiente. «El objeto de la psicología -nos dice Wallon- aparece mutilado si se lo limita a elementos impersonales diferentemente combinados. Cualquiera que sea la naturaleza de esos elementos, sensitivos y motores, ¿no es posible, de su simple ensamblamiento, sin importar a qué grado de complejidad es llevado, hacer surgir el sujeto que se considera componen? Éste queda ausente si no ha sido planteado antes o, más bien, simultáneamente.» 51 Entendámonos bien, que no se trata de una toma primaria o inicial de conciencia, porque ésta, en el curso de su formación durante el desarrollo psíquico, no le es coextensiva. «Se trata -afirma Wallon- de una identidad psicogenética análoga con la identidad biogenética de todo ser viviente.» La psicología del sujeto, por su parte, no puede ser hecha con base de e!ementos o de factores disociados. «Pueden pertenecer a ciertas combinaciones funcionales -asegura Wallon-, pero quedan separados del ser Y de las circunstancias que los han formado y de donde podrían sacar su explicación, su significación.» ó2 De aquí que la individualidad, la unidad, la especificidad de la psicología, esté en estudiar al hombre en relación con los medios en que debe reaccionar, con las actividades que realiza. «... El hombre es un ser biológico, es un ser social, y es a la vez una y misma persona. La finalidad de la psicología es hacer conocer la identidad del hombre bajo sus diferentes aspectos. No una identidad uniforme y universal, sino más bien y por el contrario los efectos indefinidamente variables de las leyes que regulan sus condi-


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ciones de existencia.» 153 Por muchas características, por esas leyes el hombre es asimilable a los animales, pero en su caso particular int'ervienen el lenguaje y la sociedad: al mundo perceptivo superponen las representaciones, las ideas. «A la psicología corresponde mostrar Ja .continuidad y la discontinuidad de estos dos estados, sus leyes comunes Y sus leyes diferenciales. A ella pertenece mostrar al hombre en el animal Y que el hombre no es el animal.» '54 Tal característica de la condición huma~a y la dialéctica del proceso que la rige se observan de maner~ directa en la expresión de las emociones y en la actitud, aunq.ue solo sea el acto de cumplir en potencia, que rápidamente las convierte en esJ!ectaculares. Son, acotará Wallon, «para Jos otros advertencia Y para uno mismo medio de identificarse con una situa;. ción, de penetrar mejor su sentido; secundariamente, también de asir en los otros, por mimetismo, el reflejo de la situación resultante de su presenc~a... Es un rasgo que tiende a desarrollar los simula~ros y los gestos rituales, con la finalidad de unir a los individuos en un mismo estado de conciencia colectiva».lílí Esta mutación de reacciones puramente fisiológicas en medios de expresión muestra que existe continuidad, mejor aún unidad, entre el ser orgánico y el ser· psíquico. cNo son dos entidades que se deben estudiar separadamente -escribe Wallon-, sino que se deben poner de acuerdo. No existe de ninguna manera dependencia mecánica de una con respecto de la otra. Se expres~n simultáneame~te, en todos los niveles de la evolución, por las acciones y las reacciones del sujeto y del medio ejerciéndose uno sob;e el otro. El medio más importante para la formación de la personalidad no es el físico, es el social. Alternadamente se confunden con él Y se disocian. Su evolución no es uniforme, está hecha de oposiciones y de identificaciones. Es dialéctica.» 56 En suma, Wallon termina por encontrar que esos tipos de inversiones han sido completament; desconocidos o despreciados en el curso de la historia de la psicologia, porque en lugar de considerar las cosas bajo el aspecto de un devenir dialéctico, en función de los obstáculos que el devenir mismo opone al devenir ulterior, se lo ha visto como un desarrollo continuo lineal, conforme a una esencia supuesta y en virtud de su naturalez~ fijada de una vez por todas, con la que se pretende explicar las cosas. cEl conocimiento del materialismo dialéctico -escribe- permite descubrir o explicar formas mucho más variadas de la causalidad: conflictos autógenos, resoluciones de contradicciones, acciones recíprocas, etc. Es tanto más necesario cuanto el objeto de estudio ofrece re~acion~s más complejas, más intrincadas,, más sutiles, más frágiles, mas variables entre factores de aspecto mas heterogéneo, como en el caso para la J?Sicología, que hace de bisagra entre las ciencias llamadas de la naturaleza y del hombre.» ó7

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4. . El rechazo de la apogénesis. - El mundo de las ideas evoluciona más rápidamer.ite que el espíritu de sus aplicadores. A medida que la ciencia progresa, las condiciones de la vida social transforman el significado de los pensamientos, e incluso las mentes mejor dotadas encuentran dificultad para adaptarse. A pesar de las apariencias, es ilusorio pensar que esa evolución anticipa el porvenir; trilla un camino por el proceso irreversible del devenir. Menos todavía el hombre esclarecido puede aventurar previsiones a la distancia. La técnica de la velocidad domina los problemas humanos, y la prontitud y ligereza de los desplazamientos determina la aceleración de las facultades intelectuales, y viceversa. Nuestra época está obsesionada por el conocimiento del hombre; a pesar de las exploraciones que nos alejan del planeta Tierra, lo humano como actividad individual y colectiva es la clave del conocimiento. Santo Tomás de Aquino veía en la «generación espontánea», cebada en el embrión humano, la transición del animal al hombre; hoy marchamos, nattiralmente, hacia la conclusión de la transición de lo inanimado a la vida, de la animalidad al hombre, de la inteligencia a la razón. 11 8 Las antiguas jerarquías del conocimiento, fragmentadoras del real en dominios que evolucionan más o menos paralelamente, .han terminado por confesar su ineficacia. El conocimiento se revela uno porque una e indisoluble es la realidad, y las ciencias se convierten en modalidades diversas, en caminos que confluyen, que, permitiendo descubrir penoramas diversos, llevan hacia la meta común del panorama universal que da sentido a cada una de las etapas cumplidas. La psicología no está, por supuesto, marginada, y, aunque con retraso, también comienza a enderezar sus pasos hacia la marcha general y común del conocimiento en el mundo moderno. En tanto que conocimiento del objeto, las ciencias físicas -hoy en día las más avanzadas- no confrontan un problema eurístico de base similar al de las ciencias del hombre: decidir la oposición o fusión de lo obj,etivo y lo subjetivo. De éstas, es a la psicología a la que de más cerca tocan las consecuencias, y de la resolución que puedi:i, dar depende que se unifique como ciencia única o se acentúe la división entre psicología de la conciencia y psicología de la eficiencia. De continuar dicotomizada, no podrá constituir una ciencia verdadera; la psicología de la conciencia desemboca siempre e inevitablemente en ia metafísica, y la psicología de la eficiencia se empantana en el mecanicismo que la arrastra hacia la cibernética y la asimilación de hombres y máquinas. En uno y otro caso, la psicología pierde carácter autónomo y representa, respectivamente, una manera de filosofar y un a5pecto de la técnica. La psicología de la eficiencia, como técnica, ha progresado enormemente en los últimos decenios; más aún, parece haberse convertido en indispensable para cualquier dominio de nuestras actividades. Al mismo tiempo, la psicología de la conciencia no permaneció


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estacionaria; la fenomenología, en definiendo la conciencia como intencionalidad, devuelve el honor a los estudios de la conciencia considerada como conciencia de estados, y se dedica a describir las intencionalidades de un «Ser en situación en el mundo». Las dos posiciones son albaceas del. pensamiento de Henri Bergson, filósofo centrado en la vida interior, metafísico espiritualista, y, sin embargo, el primero en plantear el problema de la inteligencia práctica. Entre el pensamiento conceptual del Homo sapiens y el instinto animal, Bergson ubicó el dominio de la inteligencia técnica, y al plantear eón un nuevo aspecto la situación del Homo faber, abrió el camino de la psicología de la eficiencia, liberándola de considerar la conciencia y sus alternativas, verdadero nudo gordiano de su predecesora, la psicología experimental de Wundt. Al mismo tiempo convirtió la vieja psicología de la introspección, la clásica psicología de la conciencia, en «filosofía del espíritu», asentada en la intuición como método y en representando la lucha del él.an vital con las formas inmutables de la materia como expresión de la evolución creadora. La influencia de Bergson terminó por dominar todos los aspectos de la psicología y la psicopatología, siendo en esta última su posición más firme ahora que hace cuarenta años.59 Incluso las tentativas adversas o de liberación, desde Watson hasta Blondel, resultan tributarias de su sustancialismo y se aferran a la división de dominios que sancionara. La psicología fenomenológica actual, más con Sartre y Merleau-Ponty que con Husserl, pero sin considerar matices en su totalidad, respira el espíritu de los Éssais sur les ckmnées

respetado. Esta actitud, que mantiene la separación de materia y espí.ritu, solamente puede explicarse, por un lado, por el inmanentismo y el acausalismo; por el otro, por el mecanicismo y el preformismo, y por ambos, en razón del criterio sustancialista que les es común. En tanto sujeto y objeto, lo orgánico y lo social en el campo de lo psíquico, permanezcan separados e irreducibles, la psicología no podrá constituirse en ciencia, y mucho material tendrán los escépticos de buen humor para ejercitarlo frente a las ambiciones, por ejempplo, del c:psicodrama» o del cbrainstorming». Por ello, Henri Wallon comienza por destacar que admitir esos a priori y esas «necesidades» constituye una renuncia a la explicación y hace de la psicología un conocimiento hfürido, ecléctico, lo contrario por definición de ciencia. Encuentra que la psicología contemporánea, bergsoniana en sus raíces, al no resolver el problema de la fusión de lo objetivo y lo subjetivo, considera todos los procesos como simple fenómeno de crecimiento, en el que los cambios cuantitativos se adicionan o aparecen como paralelos a los cualitativos, en desarrollándose sobre planos ·distintos; La solución, si nos atenemos a los progresos del conocimiento en cuanto a la estructura de la materia, está en elevar a ésta del nivel objetivo al subjetivo, o, mejor dicho, otorgarle también categoría psicológica. La psicología de la: eficiencia, preocupada por las relaciones individuomedio realizándose por la vía estímulo-respuesta, deja, al centrarse en este aspecto, a la materia como punto de referencia, un dato dado y ajeno a las variaciones, que resultarían topológicas, esto es, de situación; Por su parte, la psicología de la conciencia se ocupa del «ser en situación en el mundo», y al desvincularse de las relaciones materiales también desacredita la materia como valor psicológico. Dentro de este orden de cosas se impone el sustancialismo como criterio, y lo cuantitativo constituye una especie de a priori funcional del pensamiento; el desarrollo psíquico aparece concebido como una evolución dirigida por contingencias internas de equilibrio. La inteligencia, desde Bergson hasta Piaget, aparece para Wallon considerada como poder morfogenético de la vida misma. De este modo, ya ;no nos encontramos en presencia de dos concepciones diferentes de la psicología, de la oposición de puntos de vista descriptivos, comprensivos o explicativos, sino ante dos concepciones diversas de la explicación. Para Wallon, la psicología encuentra sus explicaciones más racionales sobre el plano de la materia considerada bajo un proceso de desarrollo que pasa de cambios cuantitativos insignificantes y latentes, a cambios aparentes y radicales, a cambios cualitativos. Ahora bien, los cambios cualitativos no son graduales; son rápidos, súbitos, y aparecen por saltos de un estado a otro. En tanto que todos los enfoques de· la cualidad haGen en psicología de sus cambios una contingencia, al convertirlos en una resultante propia y exclusiva de las transformaciones de la cantidad,

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immédiates de 1.a conscience. Si Descartes es considerado con razón padre de la psicología moderna, Bergson lo es con igual derecho de la contemporánea, o, mejor dicho, el Lutero del cartesianismo, el reformador que transforma categorías, trastrueca niveles, pero respeta finalmente el motivo del antagonismo y de la lucha entre Ialdabaoth y Satán. Para Bergson, como para Cartesio, los problemas del espíritu se resuelven en cualidad, los de la materia en cantidad, y termina encontrando ambos aspectos irreducibles, correspondiendo, en consecuencia y respectivamente, a la metafísica y a la técnica. Para él, metafísica y técnica parten de un punto común: la «cosa en si», para divergir y volverse a encontrar en la confrontación de materia y espídtu, de la que resulta la evolución creadora. En tanto a la técnica, y con ella la psicología de la eficienGia, compete estudiar las ralaciones formales de los fenómenos con que se manifiesta la ccosa en sí», a la metafísica, en el caso de la psicología a la «filosofía del espíritu>, corresponde comprender la «cosa en si», el hecho psíquico, .con los únicos instrumentos que considera ·adecuados para la comprensión porque no interfieren en la manifestación del fenómeno: la intuición, la simpatía, el lenguaje. El límite kantiano que pusiera Dubois-Raymond a toda ciencia posible: IgmJrabimus!, está


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Wallon los convierte en necesidad. Son el resultado inevitable de la acumulación de cambios cuantitativos insensibles y graduales. De esta manera, Wallon atribuye papel explicativo en psicología a una teoría universal, al materialismo dialéctico, que «Contiene en potencia la evolución del ser desde el · átomo hasta las sociedades humanas, en pasando por las especies animales».ªº Es precisamente este papel explicativo atribuido al enfoque dialéctico el que Wallon opone a la diferencia entre filosofía y ciencia, que prescribiera Bergson, razón de la división entre psicología de la eficiencia y psicología de la conciencia. Dentro de tal dicotomía, distinguir los problemas científicos de los filosóficos significa que se ha logrado aislar los primeros de manera que su solución no sea cuestionable, en tanto los segundos permanecen solidarios de una serie indefinida de cuestiones previas, con lo cual exigen una poslción en cuanto a la unidad y totalidad del real. Inevitablemente; esto lleva a una escisión progresiva entre las ciencias particulares y la filosofía, escisión que Piaget, por ejemplo, en su Introduction a l'épistémologie génétique (1950), considera como realizándose a todo lo largo de la historia del pensamiento científico,. necesario, y que Wallon rechaza de plano al sustentar la unidad del real Y la unidad dialéctica de lo cuantitativo y cualitativo, que se transforma en una unidad completa de ciencia y filosofía como momentos correlativos, necesarios,. y no contingentes y paralelos, de la marcha del conocimiento. La psicología fue en sus comienzos formal; la génesis del acto parecja explicable con ayuda de nociones que, de hecho, sólo se diferenciaron tardíamente en la evolución psicogenética. Este punto de vista fue echado abajo por la psicología de la eficiencia, que tomó como objeto directo de estudio las conductas. En lugar de lo~ a P.riori par~ una combinación de medios existentes cada uno de por s1, se las encaro en función de las situaciones que las suscitan y de las circunstancias y asimismo de las circunstancias del material que en ellas se organizan. De los esquemas discursivos se pasó directamente a la explicación por condiciones exclusivamente concretas. Tal situación hizo que las condiciones formales del psiquismo hayan parecido perder su importancia, por ejemplo las diferencias entre los dos tipos de inteligencia, o el papel de la conciencia en la relación acto-efecto mediata. Sin embargo, Wallon demuestra que en muchos aspectos se oponen, que la inteligencia y la conciencia, en lugar de fusionarse con el real para formar estructuras que organizan sus datos según fines útiles, el pensamiento les da un doble sobre el plano de la representación. En lugar de ordeJtar entre ellos elementos concretos de una situación, operan sobre símbolos o con ayuda de símbolos. A las cosas se les impone la división de imágenes y de signos que son necesarios para su análisis. De aquí que la psicología, en tanto siga rotundamente lo formal para valerse de con-

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diciones exclusivamente concretas o, inversamente, rechace tales condiciones y se encierre en un formalismo esterilizante, estará condenada a la dicotomía. No será nunca una ciencia de ese real producto de la fusión de lo objetivo y subjetivo que es el hombre. La evolución del pensamiento científico exige, por el contrario, que un doble movimiento alternantes se produzca sin parar. De una parte, lo que es fijado bajo la forma de hipótesis, teorías, principios, que tienden a desarrollar sus consecuencias lógicas y a dar a la ciencia el carácter deductivo que .anticipa la experiencia. Por otra parte, la experiencia hecha de esa manera posible y que concluye en resultados cada vez menos conciliables con sus premisas teóricas, y los .cambios de hipótesis o de teorías que se imponen y llegan, incluso, a quebrantar lo que parecía definitivo, necesario o a priori de la razón, para recomenzar una vez más la situación anterior sobre un nuevo nivel. Esta relación dialéctica, únicamente posible, nos dirá Wallon, si concebimos la materia en el acto y en el pensamiento, y a éstos como cualidades de la materia. capaces de transformarla, hace de la psicología una teoría universal: la teoría del hombre ser en situación en el mundo y a la .vez ser creador y transformador de esa situación y de ese mundo. Las condiciones hacen al hombre, pero el hombre crea o transforma las condiciones. La psicología unitaria, la psicología única que estructura Wallon, es una psicología que rechaza la apogénesis; es genética, evolutiva y dialéctica. Es una psicología de la conciencia y de la efectividad a la vez, que considera ambos aspectos a través de la unidad de sujeto y objeto, y encuentra la superación en cambios que significan saltos cualitativos y cambios evolutivos. El hombre es ser de razón que surge del .conocimiento, que a la vez la echa abajo y la reedifica bajo el impulso de la experiencia, de donde las influencias tecnológicas y sociales resultan en cada época solidarias del esfuerzo especulativo. La explicación psicológica, nos decía Wallon en una conversación personal, se encuentra perpetuamente en equilibrio inestable. El menor cambio de las. condiciones del ser o del medio transforma a los dos y crea un nuevo equilibrio que exige una nueva explicación. Al mismo tiempo, esa explicación, en función. de los cambios de actitudes que acarrea, determina una nueva transformación de ese equilibrio. La psicología como teoría del hombre es transformada continuamente por las transformaciones del real y termina, siempre, por ser una de las causas de esas transformaciones. Los psicólogos, repetía .siempre Wallon, deben estar conscientes de que al explicar están transformando al hombre en grado tal que ningún otro saber lo iguala.


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NOTAS

l. De L'acte a. la pensée, Loe. cit.

2. Vid. Alberto L. Merani, Psicología. y educación, Loc. cit. 3. Charles Blondel, Vie intérieur et Psychologie, Loe. cit.

4. lbidem. 5. La. vie menta.le, Loe. cit. 6. Ibídem. 7. Ibídem. 8. Ibídem. 9. Ibídem. 10. Les origines de la pensée chez l'enfant, Loc. cit. 11. Ibídem. 12. Ibídem. 13. De l'acte a. la. pensée, Loe. cit. 14. Les origines de la pensée chez Penfant, Loe. ·cit. 15. L'évolution psychologique de l'enfant, Loc, cit. 16. Les origines de la pensée chez l'enfant, Loe. cit. 17. Ibídem. 18. Ibídem. 19. Ibídem. 20. Ibídem. 21. Ibídem: 22. Ibídem. 23. Ibidem. 24. Ibídem. 25. Ibídem. 26. Ibídem. 27. Les origines de la pensée chez l'enfa.nt, ·Loc. cit. 28. Ibídem. 29. Ibídem. 30. Ibídem. 31. Ibídem. 32. Lucien Lévy-Bruhl, La menta.lité primitive, Loe. cit. 33. M. J. J. Merleau-Ponty, Phénomenologie de la perception, Paris, 1945. 34. «Posibilidad de fusión de lo subjetivo y lo objetivo», en Presenci11 deIván P. Pávlov, Loe. cit. 35. «Posibilidad de fusión de lo subjetivo y lo objetivo», Loe. cit. 36. «L'organique et le social chez l'homme», en Buts et Méthodes ele l4 P111chologie, Loe. cit. 37. Ibídem. 38. Ibídem. 39. Ibídem. 40. Kurt Goldstein, «L'analyse de l'aphasie et l'étude' angu_:: •., Joumat de Psychologie, París, 1933. 41. «L'organique et le social chez l'hoJlllll.e», Loe. cit 42. Ibídem. 43. «Fondements métaphysíques ou fondements dialeetiques c;._ gie», en Buts et méthodes de la. psychologie, Loe. cit. 44. Ibídem. 45. «L'organique et le social chez l'homme», Loe. cit. 46. Vid. Alberto L. Merani, «Estadística y psicología», en Problemas y Pi doproblemas de la Psicología, Grijalbo, Barcelona, 1968.

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7. «L'organique et le social chez l'homme», Loe. cit. . Ibídem. ''"'«Fondements métaphysiques ou"' fonclements di.alectiques de la psy(·b0loLoc. cit. Ibídem. Ibídem. Ibídem. Ibídem. Ibídem. Ibídem. 6. De! aete a la pensée, Loe. cit. . «Fondements métaphysiques ou íondements diaiectiques de la psycholo' Loe. cit. 8. Vid. Alberto L. Merani, De la praxis a la razón, 2.• edición; Grijalbo, celona, 1975. . Vid. Alberto L. Merani, «Crítica de los fundamentos de la psicopatoloen Freud y el Talmud, Loe. cit. 60. «Esprit critique et agnosticisme•, en Buts et Méthodes ele Za psychoLoc. cit.


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