Una colección de ideas Taller de escritura creativa de alumnos de 5º Año “A”
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Palabras sobre las palabras Las palabras que siguen a continuación son solo una muestra de los textos que los estudiantes de 5º A del Instituto Juan Zorrilla de San Martín escribieron en el marco de la asignatura Lengua y Literatura durante el ciclo lectivo 2016, y que fueron seleccionados por ellos mismos. Algunos días, el cursado cambiaba de objetivos y dinámicas para dar lugar al taller de escritura creativa, en el que los estudiantes-lectores se convertían en estudiantes-escritores de ideas que daban vueltas: en el aire, en el aula, en el patio, en la sala azul, en los libros ofrecidos, en las canciones escuchadas, en los films proyectados, en sus cabezas, en la distancia entre dos cabezas, en la distancia entre el pensamiento y la lapicera. Los estudiantes asumieron el desafío de imaginar, escribir, releer y reescribir, compartir. Guiados por consignas y disparadores, encararon la escritura como un trabajo. Nada lo evidencia mejor que este texto producido por Pablo: ¿No sabés qué escribir? ¿Pensás que no tenés imaginación? No importa, todo lo que necesitás es paciencia y tiempo. Lo fácil no viene de arriba y tampoco llega ahí nomás. Por ejemplo: uno no piensa cómo construir la pared, sino que piensa cómo colocar cada ladrillo de la mejor manera. Así, el resultado del compromiso asumido esos días de taller fue esta verdadera colección de ideas escritas, en las que se desnaturalizan las verdades, se cuestionan los días iguales, se resaltan instantes de vida, se cambia el punto de vista, se juega con el lenguaje. En el final del poema 40, de su Sexta poesía vertical (1975), Roberto Juarroz describe la tarea de la escritura de esta forma: El oficio de la palabra, más allá de la pequeña miseria y la pequeña ternura de designar esto o aquello, es un acto de amor: crear presencia.
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El oficio de la palabra es la posibilidad de que el mundo diga al mundo, la posibilidad de que el mundo diga al hombre. La palabra: ese cuerpo hacia todo. La palabra: esos ojos abiertos. Esperamos que la lectura de estas presencias creadas, de estas ideas hechas papel, los invite a abrir los ojos y a experimentar con nosotros la magia de nombrar el mundo. Leticia Paz Sena
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Resistiendo Hay un árbol en el patio de mi casa, al fondo, donde siempre suele estar. Sin embargo, no siempre ha estado ahí. No, no se trata de un árbol que se mueva. Es solo que el entorno que lo rodea ha cambiado tanto con el tiempo que podría afirmarse que ha viajado por el mundo. Fue plantado en una pradera donde creció junto a árboles que, en un principio, eran similares a él. Y fue feliz. Hasta que la luz del sol y el agua del cielo lo obligaron a crecer. Y creció, pero no lo hizo como los demás. Era distinto, y eso lo asustaba. El paisaje cambió. Talaron los árboles que lo rodeaban y fueron reemplazados por nuevos. El árbol había nacido tan y doblemente sufrido. Ahora, un viento azota al árbol. Él sabe que el mismo viento sacude las ramas de los demás. Pero también sabe que sus raíces no son tan resistentes como las de sus vecinos. Y así está. Resistiendo. Derrumbándose poco a poco, haciendo lo posible por no caer. Abba Mi música, mi expresión Con mi música me expreso. Mis pensamientos sufren una metamorfosis en la que de algo horrible y perturbador surge una mariposa de melodías, cuya trayectoria hace despertar todos mis sentidos. Con mi música mi oscuridad desaparece. Aquellos vacíos se llenan y mi alma, una vez que se deja guiar por las notas musicales, como por inercia, se desprende de mi cuerpo y viaja. Viaja lejos, como flotando en un sueño infinito de interminables paisajes y colores. Los pies se desprenden del suelo y mis ojos se cierran, mientras mis dedos recorren las cuerdas de mi instrumento. Tensas como solía estarlo. La madera está fría como mi cuerpo. Juntos nos dejamos fluir, nos complementamos para hacer algo hermoso. Después de tantas caídas, él está ahí para darme su apoyo. Como cuando leí una vez en un libro de poemas, “¿Durante cuántos siglos caí, antes de besar el
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suelo y aspirar la lluvia por última vez? En silencio me contemplan”. La cuestión es que caí, y la música me levantó, y cuando estuve solo, ella me acompañó, y hoy, hoy ya no estoy solo, sino que me observan tantas personas, en silencio, mientras yo, sin decir nada, digo de todo. La música es mi voz. Virginia Filosofía “¿Cuál es la filosofía que llega a una certeza mayor? Ninguna, y ninguna puede venir nunca a jugar en mi puerta”. Acerca de esta frase pienso que en la filosofía nada es exacto, todo es relativo. Y la persona que dice eso definitivamente no acepta a la filosofía. Anónimo El final Un vasto océano, un eterno desierto, ambos enormes vestigios de la vejez de la tierra. ¿Por qué vejez y no inmortalidad? Porque todo tiene un ciclo, Todo tiene un fin. Ya sea por evolución o por su simple naturaleza efímera, todo desaparece, se termina. Deja de existir. Al final, todo es luz u oscuridad, pero estos siempre deben estar en equilibrio. Asfixiar dedos. Masticar. Fugarme en la espera de esta guerra sin permiso. Una garganta vacía de humo. Se hace límite entre el vértigo. Ahora me empujo en la continuidad del exilio. Mi sombra se levanta y lo desmiente. M.F
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Un poema “Porque los poemas no están hechos de palabras”, son más que palabras. Expresan sentimientos, deseos, estados de ánimo y mucho más. No son solo simples palabras, sino que demuestran la vida de una persona, son muy valiosos. Consuelo de Castro Ciencia Todo invento es una ciencia. Toda ciencia es un invento del ser humano. Podemos nombrar televisores, autos, celulares. Cada invento que hacemos, nos abre la cabeza al mundo que nos rodea aunque éste sea diminuto y otro no lo considere importante, como un barquito de papel. Algunas personas lo consideran una buena forma para divertirse, mientras que otras lo consideran una pérdida de tiempo. Con la música pasa lo mismo, gente que crea, inventa, se inspira, siente y gente que solo escucha, la utiliza para entretenerse, para que el tiempo pase más lento, pero no entiende la capacidad que puede tener una canción. “Sin embargo, las lámparas también se encienden solas. Tal vez sea eso lo que buscan los ojos que se duermen”. Hay personas que prefieren cerrar los ojos a las cosas, no darles importancia y avanzar. Otras prefieren abrirlos, absorber todos esos sentimientos y sensaciones. Esto nos hace pensar que hay personas que solo sobreviven esperando algo de los otros y otras que viven para recordar y entienden el sentido de la vida y, junto con ello, los inventos. Anónimo El poder del baile Soy una chica común y corriente con solo una particularidad, Tengo una pasión y amor inmenso por el baile, es lo que más me gusta hacer en toda mi vida, soy feliz cada vez que empiezo a moverme al ritmo de la música. Yo pertenezco a un grupo llamado “Todos Juntos”. Básicamente lo que hacemos con ellos es bailar como forma de expresión, como por ejemplo, bailamos en
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forma de protesta o para demostrar alguna inquietud que tenemos, podemos hacer lo que queramos cuando bailamos. Este grupo es mi vida, es todo lo que soy, amo ver cómo nos movemos, como si se tratara del movimiento incesante y majestuoso de las olas del mar, es lo mejor que me pasó desde el día en que nací. La mejor presentación que tuvimos fue cuando realizamos la coreografía más grande, linda, perfecta y prolija que cualquiera hubiera imaginado. Esta consistió en presentarnos frente a la empresa minera más grande de nuestro país, para realizar una protesta sobre todas las explotaciones a cielo abierto que realizaban, por las malas condiciones de trabajo, por la presión y el maltrato que ejercían sobre sus obreros -tanto adultos como niños- y muchas más injusticias que esta corporación realizaba. Esta presentación logró abrirle la mente a muchas personas que no sabían de estas problemáticas e hicimos que las autoridades de esta empresa pudieran recapacitar que sus actividades le causaban daño a nuestro planeta, a las personas que habitan en él y que muchas personas y niños morían por culpa de la explotación que sufrían a diario en manos de ellos. Esto fue una breve historia de lo que mi segunda familia, “Todos Juntos”, puede lograr. El fin por el cual les cuento esto es para que aprendan a luchar por lo que es correcto, por lo que desean y demostrar que pueden ser escuchados cada vez que ustedes quieran. Agustina Percepciòn “Oh lindo oh lindo” iba cantando la cabeza del borracho de Old Park mientras giraba por el cielo mientras giraba por el cielo Este verso me pone a pensar: si salimos de la Tierra, atravesando el cielo ¿Habrá algún mundo que sea al revés que el nuestro?
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Un mundo donde no se exploten los recursos naturales, donde el ambiente sea cuidado. Donde las personas hagan lo que los animales hacen y donde los animales hagan lo que los humanos hacen. Pensar que el universo puede estar dentro de un universo. ¿Qué habrá dentro de un agujero negro? ¿Vida tal vez? Lo desconocido amplía nuestra imaginación y nos hace pensar. Preguntarnos si las cosas que hoy son imposibles, algún día serán posibles. Francesca Marzari Inocente No fue mi culpa. Les juro que yo no quise hacerlo. El día había empezado tranquilo. El tráfico funcionaba con normalidad y, cerca de las ocho de la mañana, comencé a reconocer los familiares rostros de algunos ciudadanos que transitaban mi calle diariamente de camino a su trabajo. La mayoría lucían cansados e invadidos por el estrés, con una expresión apagada en el rostro. Ya se había vuelto habitual en ellos, como una fotografía que se repetía una y otra vez ante mis ojos. Resultaba deprimente observar cómo la rutina agobiaba sus días, transformándolos en esclavos del sistema. La mañana siguió calmada como de costumbre. Los empleados de los restaurantes de la esquina corrieron las cortinas y acomodaron las mesas en la vereda, colgando el menú del día junto a ellas. Cerca del mediodía, la chorrera de autos volvió a intensificarse. Para la hora de la siesta, la calle regresó a su inicial estado de tranquilidad. Pero nadie estaba preparado para lo que iba a ocurrir esa noche. Estaba oscuro. El farol de la esquina se había quemado hacía poco y todavía no lo habían cambiado. Miraba desde arriba a cada vehículo; todos llevaban las luces delanteras encendidas que me recordaban vagamente a los refulgentes ojos amarillos del gato de la azotea. Los coches desfilaban en una sucesión interminable de coloridos brillos y, de vez en cuando, algunos bocinazos. Mi foco se centró en uno de los autos, que lideraba el tránsito y avanzaba a una velocidad preocupante. Entré en acción rápidamente y le lancé una fugaz advertencia que el conductor pasó por alto. Claramente, no tenía intenciones de
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detenerse. A mi derecha, los demás autos que esperaban en la esquina activaron sus motores, dispuestos a arrancar. Fue en ese momento cuando me di cuenta que, si no actuaba inmediatamente, aquella noche no tendría un final feliz. Dependía de mí el destino de aquellos autos. Era consciente de que, si daba la señal, solo un milagro lograría evitar el choque. Me mentalicé para entrar en acción. Contaba con unos pocos segundos para cambiar el destino de aquellos dos conductores. Reuní fuerzas y me mantuve firme, impidiendo el avance de la cola que esperaba impaciente en la esquina a mi derecha. Sin embargo, sentí que algo amenazaba con cambiar en mi interior. Intenté reprimirlo con toda mi voluntad, pero el sentimiento era incontenible, como un ser de vida propia que se removía con violencia en su desesperación por librarse de las cadenas que lo mantenían cautivo. Aguanté unos segundos más. Se empezaron a oír algunos bocinazos. Al final, no pude resistir. Con toda la culpa del mundo cayendo pesada sobre mí, cedí ante mis impulsos y le di el paso al auto que esperaba para avanzar en la esquina. No estoy seguro de lo que sucedió después. Una sucesión de sonidos e imágenes borrosas nublan mi memoria: dos coches estrellándose, un caos de luces y bocinas, gritos de peatones que corrían desesperados por ayudar a los heridos, gente curiosa que se aglomeraba para echar un vistazo, los destellos y el ruido de la sirena de la ambulancia, un despliegue de personas que vestían uniformes blancos. Ahora la calle vuelve a encontrarse vacía. Parado en mi lugar de siempre, contemplo los restos metálicos que se desprendieron en el momento de la colisión y no puedo evitar pensar en el destino de ambos conductores. ¿Estarán muy heridos? ¿Seguirán vivos? La verdad, no dejo de pensar en ellos. Abba
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El pájaro Hacía años que un profesor de lengua tenía encerrado en una jaula a un pequeño pájaro de colores. Tanto tiempo había pasado dentro de ella, que ya se había olvidado de cómo se sentía el aleteo de sus alas los días de mucho viento. Al menos su captor se las dejó mantener y de vez en cuando se permitía volar unos centímetros dentro de su prisión. La jaula se encontraba en frente de un gran ventanal que daba a un patio en donde las tonalidades de verde variaban de tanta cantidad de plantas que había. El pequeño pájaro observaba el panorama desde lejos, envidiando a aquellas aves que le presumían su gracia al volar por el celeste del cielo, y mientras lo hacía, deseaba sentir la libertad con cada pluma de su cuerpo. Aquel día, él no lo esperaba. Una niñita de unos 6 años, con dos simpáticas trencitas de color zanahoria se acercó y lo miró desconcertada. Tras hacer una mueca de enojo, se volteó para mirar si había alguien dentro del salón, y al comprobar que solo estaba ella y el pájaro, abrió la puerta de la jaula. Llevó su dedo índice a la boca y emitió un “shhh”. Sin saber qué hacer, el pequeño animal desconfió de la situación y avanzó hasta estar próximo a la puerta. La niña señaló a la ventana y sonrió, dejando mostrar sus dientes. El ave desplegó sus viejas y gastadas alas y en ese acto sintió lo que era la grandeza. Despegó hacia la inmensidad de la libertad que parecía llamarlo desde el primer momento en el que había sido apresado en la jaula. Una vez en el cielo, el aire fresco de la primavera envolvió su cuerpo y el viento lo impulsó. Se dejó llevar por su naturaleza olvidada y voló como siempre lo había soñado. En ese momento, una palabra se le vino a la mente. Aquella palabra resumía el torbellino de emociones que estaba sintiendo en ese momento, las cuales eran difíciles de explicar. La palabra era “inefable”, que según el Diccionario de la real Academia Española que a su dueño le gustaba tanto leer en voz alta, significaba “algo que no podía ser explicado con palabras”. Realmente volar era algo inefable, algo que solamente él podía disfrutar en ese momento. Virginia
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El lado oscuro de la justicia Estacioné la Ferrari con cuidado. La bestia roja silenció el gruñido de su motor. Me bajé y saludé al jardinero, que podaba mis hortensias. Las puertas dobles se abrieron, permitiendo el ingreso al lujoso vestíbulo de mármol. Iba de camino al living cuando Guillermo, mi mayordomo, me interceptó. Me dijo que había estado realizando una limpieza general de la despensa y había encontrado mi antiguo arco entre mis viejas pertenencias. Recordé aquellas épocas, cuando era el famoso vengador conocido por el nombre de Robin Hood. Cuando le robaba a los ricos para darle a los pobres. Cuando era un justiciero honesto, que no se apropiaba de la riqueza de los reyes más poderosos del continente. Lo miré por unos segundos más, asaltado por memorias del pasado. Después, lo agarré con ambas manos y partí la madera a la mitad. Abba Algún día Todos los días termino sintiéndome pesado, como si mi interior estuviera sucio y arruinado, pero mágicamente, como si una fuerza superior me limpiara, siempre me despierto estando vacío. A veces me canso de ver cómo todos se ríen y me ignoran, pero eso sí, cuando algo les sale mal, nunca dudan en desechar todos sus errores en mí. No puedo moverme para evitar que me tiren cosas, a veces sus golpes y tiros fallidos me lastiman, pero eso no los detiene. Por más que esa fuerza indescriptible me corra de lugar, siempre logran encontrarme y sin pensarlo me llenan de toda esa basura que no quieren en sus vidas. A pesar de que dejo y trato de tolerar su maltrato, en secreto mantengo la esperanza de que algún día todos ellos me agradezcan. Me dirán gracias por no contar sus secretos, sus fracasos. Por guardarme los aspectos que no les gustan de su vida y aprender a convivir con ellos durante toda una eterna jornada. Algún día me van a agradecer por mantener el orden, porque, quieran o no, todo está limpio gracias a mí. Francesca, Delfina y Virginia
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La larga espera Empezó el día. Solo en casa nuevamente, esperando que vuelvan para salir afuera. Estoy acostado en el sillón con la televisión prendida para que haya algún ruido en la casa, pero ni eso cambia la soledad que hay en este lugar. Escucho ruidos en la puerta y me pongo contento, la abren y ¡sí! ¡Es ella! Al fin llegó a casa. Demuestro mi felicidad moviendo mi cuerpo y me acarician. Con ellas en casa, todo vuelve a la normalidad de mi hogar. Josefina Oliva Sostén del equipo Ya son las 12 del mediodía, es hora de comenzar el partido, once jugadores en cancha y siete sentados sobre mi espalda. En el transcurso del juego entran y salen del campo y se sientan en mí para descansar y refrescarse hasta que sea su turno de volver a entrar. Cada vez que sale un jugador enojado del partido, suelta con demasiada fuerza su palo sobre mí, pero sigo estando firme y completo para ser el apoyo del equipo. Agustina Lanzinetti
Maltrato Ha pasado de nuevo, me volvieron a tratar mal, todos los días la misma historia. Esto es inaceptable, ya no puedo seguir así. Para empezar, todos los días me levanto gritando y lo único que hacés es quejarte, irritarte y luego me arrojás. Sabés bien que me necesitás y aún así me maltratás. Después me encerrás en un lugar oscuro en el cual no penetra ni un rayo de luz. No sé adónde estoy, no entiendo qué ocurre. La única forma de llamar tu atención y que me saques de ahí es moviéndome y haciendo ruido. Al llegar a casa, con muy pocas energías, me usas un rato más hasta que te aburrís y luego me encadenas para que “recargue mis baterías”. José Moreno y Franco Juárez 12
Él Ha llegado el día. Hoy es un partido importantísimo. Final del mundial. No puedo creer lo que estoy viviendo. Me consumen los nervios. Quiero moverme y no puedo, como si una fuerza mayor me lo impidiera. El calor solo consigue empeorar la situación. Veo jugadores entrar y salir de la cancha, algunas gotas de sudor comienzan a rodar por su frente y deslizarse por su rostro. Ahí están las estrellas que tanto admiro, pasando frente a mí, y yo soy incapaz de acercarme a pedirles un autógrafo. El sonido del silbato da la orden. Entro a la cancha; la bola de emociones que tengo adentro es casi incontenible, está a punto de estallar. Y cuando creo que es mi momento de brillar, la paliza comienza. Me golpean por todos lados. Con los pies, con el pecho, con la cabeza. Quiero gritar y pedir que paren, hacer que el juego se detenga, pero a nadie le importa. Hasta que me agarra él. Sus pies ligeros se deslizan como si flotaran en el aire. Me trata con suavidad y gentileza, nunca peleándome con demasiada fuerza. Por primera vez me siento como si estuviera realmente viva. Y así, bailamos los dos hasta el sonido del silbato. Anónimo Psicosomática Mis pies me llevan lejos de la Facultad de Arquitectura y Diseño. Actúan como si tuvieran vida propia, conduciéndome a un destino que desconozco, guiados por puro instinto. No me canso, mi respiración se mantiene constante durante toda la carrera. El paisaje cambia. Ya no reconozco las veredas de la ciudad, me alejo de la urbanización y salgo a la ruta, un único camino de pavimento que se extiende recto hasta fundirse con el horizonte. Los coches me esquivan mientras corro por la autopista. Encuentro una roca voluminosa e imponente. Me detengo. Busco una posición cómoda sobre ella y me acuesto relajadamente.
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Mis oídos se adaptan al sonido de la naturaleza. Mis músculos carecen de tensión y mis extremidades cuelgan de mi cuerpo, muertos. Permanezco tendida allí. Eso es todo lo que necesito para repensar mi carrera universitaria. Abba La casa de los pequeños cubos El viejo se despierta en un día más de su vida. Todo inundado como siempre, solo un poco más que ayer. Se alcanzan a ver las puntas de esos edificios que quedaron en el olvido llevándose con ellos recuerdos de una vida llena de agua. Anticipando la crecida de todos los días, sigue construyendo sin descanso hacia arriba. Una vez terminado el nuevo piso, el incansable hombre baja a buscar muebles para luego subirlos. Allí estaba él en su canoa, levantando la mesita de luz, cuando de repente se le cae la pipa de la que tanto fuma. Se hundió, bien abajo del agua hasta el piso anterior, el del año pasado. Mientras el anciano buscaba una nueva pipa de la cual fumar, recuerda esa que él tenía, heredada de su padre. Entre recuerdos se percató de un traje de buzo que le permitiría buscar la pipa que tanto valor tenía para él. Una vez vestido se sumergió en el agua. Al llegar al piso de abajo, tuvo un recuerdo de momentos pasados en el lugar. No tardó en encontrar la pipa y al ver que podía bajar más, comenzó a sumergirse. A medida que bajaba, obtenía recuerdos suyos de cada momento vivido en su pasado y así fue retrocediendo en los años, como si se tratara de una máquina del tiempo que va hacia el pasado reviviendo instantes. Ese momento en el que llegó al fondo de la casa, con su esposa que ahora estaba muerta y en ese momento viva, con sus hijos que ya no se encontraban en su hogar, ahí fue donde se dio cuenta de que estaba solo. Subió con un sentimiento de soledad inimaginable y, así de triste, brindó consigo mismo. Ignacio y Juan
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La casa de los pequeños cubos El pobre hombre, abrumado por todos los recuerdos, apenas notó que se estaba quedando sin oxígeno, por lo que tuvo que volver. Por los siguientes días estuvo totalmente deprimido, apenas comía y dormía pero siempre estaba acompañado de una copa de vino. Pasó una semana y él no pudo soportarlo más. Decidió comprar un nuevo tanque de oxígeno en el muelle y se dirigió al piso en el que estaba la cama. Solamente se acostó y se relajo. Comenzó a recordar y se dio cuenta de lo arrepentido que se encontraba de no haber disfrutado un poco más su vida. Ahí fue cuando decidió sacarse el tanque de oxígeno y permanecer ahí para siempre. Pablo Vicentini
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Algunos textos introducen intertextualmente fragmentos de poemas de los siguientes libros: Verdesolar, de Victoria Viajera; Poemas reunidos, de Alejandra Pizarnik; Junio César, de Anuar Cichero; Poemas inconjuntos, de Fernando Pessoa; El emperrado corazón amora y Anunciaciones y otras fábulas, de Juan Gelman; Poesía vertical (antología), de Roberto Juarroz; Tres experimentos para decir lo mismo, de Javier Martínez Ramacciotti. El relato “Psicosomática” es una continuación del primer capítulo de la serie Psicosomática, dirigida por Guido Ferro y Bernardo Schnitzler para UN3TV, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=67Zm417IO3c Los relatos homónimos “La casa de los pequeños cubos” verbalizan o continúan el cortometraje animado La maison en petits cubes, de Kunio Kato, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=7wKhEQ0qbts Los escritores de 5º A son: Julián Abba, Juan Álvarez, Tomás Argüello, Catalina Bergallo, Azul Bertinetti, Valentina Bonfanti, Lucía Canepa, Ignacio Damonte, Consuelo De Castro, Luciana Díaz Cornejo, Francisco Ferla, Martín Fiol, Santiago Imberti, Franco Juárez, Ian Lacuara, Agustina Lanzinetti, Catalina Macedo, Francisco Maiztegui, Francesca Marzari, José Moreno, Josefina Oliva, Gaia Peralta, Ulises Pinus, Alexia Relling, Lucía Rigotti, Candela Rota, Lucas Silvestre, Delfina Topalián, Virginia Varela, Pablo Vicentini y Lucas Visotzky. Instituto Juan Zorrilla de San Martín Noviembre de 2016
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