Prólogo
E
studiar las relaciones temáticas y literarias entre autores puede resultar peligroso, pero al mismo tiempo tentador. El riesgo principal es que, en muchas ocasiones, esta clase de comparaciones tienden a establecer paralelismos tan estrechos que restringen los enfoques hacia los propios escritores, e incluso puede llegar a caerse en una suerte de reduccionismo innecesario. No es en absoluto el caso de este libro. Nos referimos al hecho de que los artículos aquí recogidos, lejos de encajar con rigor sobre un eje impuesto, despliegan un abanico heterogéneo de lecturas sobre dos de las narradoras mexicanas más importantes del siglo xx. Hablamos de Inés Arredondo (1928-1989) y Guadalupe Dueñas (1920-2002). Arredondo, reconocida nacional e internacionalmente por la poética y brillante precisión de sus relatos, despliega su pluma a través de un marco de claroscuros y obsesiones apreciables en sus tres colecciones de cuentos: La señal (1965), Río subterráneo (1979) y Los espejos (1988). Escritora fundamental dentro de la Generación de Medio Siglo, sus historias se debaten entre el cuestionamiento a los valores sociales establecidos y el ojo agudo de quien perfecciona el arte de la palabra para no tener que exponer, sino tan sólo insinuar. Dueñas, de carácter más bien sobrio y lacónico, no fue propiamente incluida en ninguna generación, aunque compartió con los narradores de Medio Siglo ciertas inquietudes temáticas. Rodeada de mitos y mentiras, su figura permanece ensombrecida por una incomprensible desatención crítica que apenas en los últimos lustros se orienta hacia alguno de los sesenta y nueve cuentos publicados entre Tiene la noche un árbol (1958), No moriré del todo (1976) y Antes del silencio (1991). [9]