EL COMERCIO EN BEJAR EN EL SIGLO XX LUIS FELIPE COMENDADOR
El latido de una ciudad y de sus gentes siempre se ha podido sentir con verdadera fuerza en la pujanza de las distintas labores comerciales desarrolladas por sus habitantes, pudiendo hacernos una idea bastante cercana a la realidad de un tiempo si somos capaces de enfocar las distintas formas y los variados usos de su comercio. En este trabajo pretendo acercarme con sencillez a la vida social y comercial de los bejaranos del siglo XX, un escenario en un tiempo que he tenido la suerte de vivir, siendo parte activa, en algunos tramos, con diversas actividades comerciales y como usuario constante de la mayoría de los servicios ofrecidos por los comerciantes bejaranos durante gran parte de mi vida. En el histórico bejarano del sigo XX partimos de una situación privilegiada gracias al enorme potencial histórico del textil en la ciudad, que estaba considerado en la primera mitad del siglo como el segundo centro textil en España, después del catalán, circunstancia propiciada por la excelencia del agua en los procesos de tinte y el resultado cualitativo del mismo, todo ello unido a la concentración de empresas con maquinaria textil muy avanzada para la época y capaz de competir en el mercado nacional e internacional. Pueden imaginar que, con estos mimbres, en los primeros años del siglo, la ciudad de Béjar bullía con el trasiego de personas de orígenes muy diferentes que acudían a hacer negocio con el entramado fabril, a trabajar en él o simplemente a aprovechar la sinergia comercial y vital de un espacio activo, bullente y capaz de generar riqueza. El hecho textil, que actuaba como monocultivo en la ciudad, atrajo a técnicos y especialistas catalanes que se ubicaron en Béjar creando nuevas empresas que florecían con velocidad y que, a su albur, hacían crecer negocios más pequeños relacionados íntimamente con el trasiego de las fábricas (trapeides familiares en los que se apoyaba la producción en épocas de alta, peque-
ñas empresa de transporte, almacenes de materiales y accesorios...) y otros tipos de negocios capaces de atender las múltiples necesidades diarias de los habitantes de la ciudad, de los comarcanos que acudían a ella casi con frecuencia diaria y de quienes llegaban para realizar operaciones de compra/venta, realizar trabajos especializados e incluso atender a los múltiples visitantes atraídos por la belleza del paisaje y la generosidad del ajustado clima estacional. Pero no todo fue perfecto, ya que la abundancia trajo consigo algunos asuntos oscuros que enfangaron un futuro que se prometía muy próspero desde principios de siglo hasta bien entrados los años cincuenta. Los grandes y graves empresarios textiles, no contentos con la alta acumulación de beneficios de sus empresas, se agruparon para dominar el poder político y, lo peor, para conspirar en la sombra hasta conseguir dominar todo el entramado socioeconómico, tomando decisiones que nos abocaron al fracaso inexorablemente... y el punto de partida fue el carácter medieval de la sociedad bejarana, mantenido desde la época hegemónica del ducado y muy sibilinamente acomodado al siglo XX por esa nueva casta de fabricantes que, hasta nuestros días, mantienen pruritos tan notorios como la endogamia (en Béjar existe una curiosa mezcla de apellidos que se repiten en diversos lugares detrás del nombre y que pertenecen siempre a aquella clase exclusiva)... así, se patentizó la división social creándose dos casinos, el Casino Obrero y el Casino de Béjar (más conocido como ‘Casino de los Señores’), y se utilizó el colegio regentado por la orden salesiana en la ciudad (podemos ver aquí una parte de la connivencia del clero local con la casta dominante) para formar a muchachos en labores administrativas, con el resultado de una mano de obra barata para hacer trabajos especializados en secretaría, teneduría de libros y contabilidad (en el colegio San Francisco de Sales de Béjar se impartía aritmética, contabilidad, ortografía y caligrafía con verdadero afán formativo, un afán formativo muy específico). Y esa connivencia del clero bejarano se extendía también a diversos cargos relacionados con el «Los grandes y graves culto y que tenía que ver con la gestión de las diversas cofradías o hermandades (cargos que suponían estatus empresarios textiles, social). Es magnífico observar cómo la estructura no contentos con la neomedival aplicada a la sociedad bejarana se refina en uno de los procesos más pérfidos y curiosos que alta acumulación de conozco. Como he explicado, ‘los salesianos’ formaban beneficios de sus sin rubor personal administrativo ajustado al diseño y empresas, se las necesidades de los fabricantes, y este personal ‘ligeramente’ especializado había de cumplir ciertas normas agruparon para laborales, tales como vestir con traje y corbata o adapdominar el poder tarse a cierta norma de uso laboral que tenía diversas rutinas emparentadas con el nacional/catolicismo y político »
«...hay un dicho en Salamanca que viene de esa época: “Como los más ricos de Béjar”, en clara referencia a una apariencia no sostenida por la economía personal»
que acababa siendo parte del ‘ser’ social del individuo, aunque esa circunstancia prácticamente nunca suponía una diferencia de sueldo con el personal obrero que vestía con mono y hacía los trabajos de manufactura. Así, se empezó a dar la circunstancia de que, en la misma unidad familiar, convivían miembros que pertenecían a la clase obrera manufacturera con quienes trabajaban en la clase administrativa... sin diferencia de sueldo, como ya he explicado, pero con un estatus social muy diferenciado por su consideración y por su apariencia externa, lo que hacía que la unidad familiar entrase en conflicto en muchas ocasiones, ya que el personal obrero mantenía cierta ira, contenida con dificultad, que se enfrentaba de lleno a la enconada defensa de sus jefes que, por lo general, hacían los administrativos de traje y corbata... otra parte de la trampa radicó en que los fabricantes textiles, en su afán por inculcar el espíritu de ‘clase’ en los administrativos, los hacían partícipes de sus ‘movidas’ religiosas, utilizándolos en la teneduría de cuentas de las cofradías y otorgándoles cargos de segundo nivel en las mismas, lo que los llevó a cierto integrismo católico, un integrismo que también chocaba con el núcleo familiar (hay un dicho en Salamanca que viene de esa época: “Como los más ricos de Béjar”, en clara referencia a una apariencia no sostenida por la economía personal). Del aplastante dominio socieconómico y político, y de su acuerdo con el clero local, los fabricantes obtenían masas de obreros baratos, y muchas veces sumisos, a los que sometían a horarios extensos y continuados, horarios a los que solían añadir cuantiosas horas extraordinarias muy mal pagadas en las épocas de alta producción, con el añadido generalizado de que se les pagaba el salario mínimo en blanco y el resto del sueldo en un sobre, circunstancia que, en nuestros días, ha propiciado que en la ciudad haya multitud de ancianos con pensiones francamente insuficientes. Otro mal surgido de aquella suerte de mafia fabril fue la pérdida de una oportunidad de oro para la ciudad de Béjar y su entorno, ya que en el decenio de los sesenta se ofreció la magnífica posibilidad de montar en la ciudad una gran empresa de automoción. Tal oferta
fue estudiada en donde se tomaban las decisiones importantes para la ciudad, en el Casino de los Señores, donde se llegó a la conclusión de que la entrada de dicha empresa en el entramado económico local supondría un duro golpe para el textil, ya que los salarios del sector de automoción de la época eran francamente mayores que los del sector textil, y eso traería consigo el trasvase de trabajadores de un sector al otro o la consiguiente subida de salarios en el textil para igualarse y mantener su masa obrera, con la consecuente pérdida de parte de sus crasos beneficios y de su influencia. Así, con los mimbres referidos, tenemos una ciudad en la que se propicia con fuerza el comercio en la primera mitad del siglo XX, una ciudad con sus luces y sus sombras, llena de intrigas, pero con mucho trabajo generador de una buena sinergia comercial capaz de aportar un excelente desarrollo de muy diversas actividades de consumo. LA GUERRA INCIVIL EN BÉJAR La guerra incivil española tuvo en Béjar, como en el resto del país, una incidencia nítida, pues, no en vano, la gran masa obrera militaba en los campos ideológicos de la izquierda y fue capaz de estructurarse para hacer fuerza contra aquella derecha formada por fabricantes y gente de buena posición económica (no es anecdótico que durante muchos años a Béjar se la denominase como ‘la perla roja’). Los ricos ‘vencedores’ aprovecharon la circunstancia bélica para deshacerse de cualquier elemento crítico o molesto en la ciudad, llegàndose a contar más de 700 masacrados en Béjar y su entorno
entre fusilados, paseados y ‘desaparecidos’, lo que dejaba el terreno ‘limpio’ a un nuevo crecimiento del textil, ahora basado en las contratas militares del gobierno fascista, que fueron otorgadas directamente a las empresas bejaranas como reconocimiento a su labor de apoyo al régimen del general Franco. Desde ese tiempo se comenzó a fabricar caqui a espuertas para surtir al ejército y también mantas militares, ambas producciones en exclusiva, lo que aseguraba futuro productivo a la ciudad y mucho trabajo (es en la época de posguerra en la que se produce esa división de la clase obrera que antes he explicado, ese intento de ruptura ideológica de las familias obreras por aquella suerte de claseo entre obreros manufactureros y administrativos con traje, corbata y prurito católico integrista). Es entonces cuando la ciudad de Béjar, mutilada de muchos de sus hombres más valiosos, pisada por el terror sanguinario fascista y su dura resaca, con las familias dispuestas a sobreponerse del dolor recibido y acuciadas por conseguir la necesaria comida diaria, inicia una etapa de crecimiento que resulta muy propicia para el desarrollo comercial. La guerra incivil dejó en la ciudad una herida profunda y, a la vez, la posibilidad de un futuro distinto al amor de aquellas ‘indecentes’ contratas militares.
«Hubo un nuevo crecimiento del textil, ahora basado en las contratas militares del gobierno fascista»
LA ETAPA FRANQUISTA Y EL COMERCIO EN BÉJAR ‘Aclarado’ el conflicto entre hermanos y con los supervivientes dispuestos a salir adelante como fuera, el comercio bejarano comenzó a asomar. En un primer momento, los mejores negocios comerciales eran realizados por afectos al régimen, ya que tenían todas las facilidades para ello, pero paralelamente comenzó a funcionar una escondida red de estraperlo capaz de hacer llegar todo tipo de productos (fundamentalmente alimentos y especialmente café y tabaco) a los consumidores exangües por la situación, gentes que no podían permitirse pagar los precios del comercio reglado. De ambos procesos comerciales, el legal y el del estraperlo, partieron los nuevos negocios que de una forma u otra terminaron evolucionando hasta nuestros días, adaptándose a las circunstancias sociales y a las nuevas demandas de los vecinos de la ciudad. La estructura comercial, en principio, se conformó alrededor de las necesidades prioritarias de los bejaranos, fundamentalmente la alimentación, montándose algunos grandes ultramarinos que se complementaban con tahonas donde se hacía y se vendía el pan diario, los hornazos y las manteladas de temporada o los típicos dulces de la zona (perrunillas, mantecados o aquellos ‘chiquitillos’ que también se llamaban ‘tetillas de monja’...), una pequeña red de lecheros que venían con sus cántaros de los pueblos aledaños a repartir leche casa por casa, algunas bodegas donde se vendía el ‘aloque’, los churreros que vendían sus churros recorriendo las calles y voceando su mercancía. Otra de las necesidades fundamentales era el vestido, que se solventó con algunos almacenes de confección con nombres tan curiosos como ‘El Palacio de la Moda’, en los que podían encontrarse mudas masculinas y femeninas para todas las edades, complementos tales como calcetines, medias (es curioso cómo creció en la época el número de ‘recogedoras de puntos’ que se encargaban de arreglar las ‘carreras en las medias’), guantes y las prendas más clasicas de vestir tanto para señora como para caballero. Y al amor de estas tiendas, para suplementarlas y para hacerles a veces la competecia, creció el número de modistas particulares capaces de hacer el arreglo más complicado para adaptar una prenda de vestir como de realizar el vestido más moderno para asistir a una boda o a cualquier otro tipo de ceremonia. Junto a este tipo clásico de negocio, comenzaron a crecer también pequeños almacenes capaces de surtir de repuestos de todo tipo a las empresas textiles, convirtiéndose algunos de ellos en hermosas ferreterías muy bien surtidas de todo tipo de materiales, donde se podía encontrar desde el tornillo más mínimo hasta un colchón para una cama grande o una cuna para un recién nacido.
«De ambos procesos comerciales, el legal y el del estraperlo, partieron los nuevos negocios que de una forma u otra terminaron evolucionando hasta nuestros días»
Vemos que, en principio, se crearon grandes tiendas/almacén muy de cajón de sastre que poco a poco fueron dando paso a negocios más especializados, tales como mercerías, pañerías, zapaterías, tiendas de pintura y decoración, tiendas de muebles, tiendas específicas de radio y televisión... hasta tiendas de discos (en Béjar llegaron a coincidir tres en el mismo tiempo), resultaba muy raro encontrar en una ciudad tan pequeña tal oferta de ese calado. Puede decirse que, sin pararnos a analizar el proceso social externo a lo comercial, de la época de posguerra hasta la tardofranquista, en los años 60/70, que fue de franco crecimiento y con una muy buena evolución del comercio en la ciudad de Béjar. DE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA HASTA NUESTROS DÍAS La llegada de la democracia trajo consigo algunas crisis que en la ciudad de Béjar se notaron con dureza. Quizás el golpe más potente lo propició el que el gobierno central tomara la decisión de acabar con la exclusiva de las contratas militares, que pasaron a Hytasa, una empresa pública andaluza, dejando a nuestra ciudad herida de muerte y propiciando un continuo goteo de cierres fabriles con la consecuencia de un gran aumento del paro y la emigración. Esta circunstancia, unida al potente centralismo de la capital de la provincia, asestó un durísimo golpe al comercio bejarano, iniciándose un camino de cierres y aperturas de negocios que llega hasta nuestros días. A todo ello se sumó el hecho de que, por la falta de ventas, los negocios comerciales apenas podían hacer reposiciones, y mucho menos modernizarse para estar acordes con los nuevos tiempos y sus tecnologías (el TPV para realizar cobros, los lectores de códigos de barras, las cajas informatiza-
das, las nuevas tecnologías antirrobo individualizadas, la reposición automática por ordenador...). El bejarano tomó como costumbre desplazarse a Salamanca y a Plasencia para hacer sus compras (una costumbre que era facilitada por tener que pasar en Salamanca gran parte de sus consultas médicas y tener que acudir a la capital para cualquier tipo de trámite administrativo), ya que allí tenían mayor y mejor oferta... pero de momento sobrevivían los pequeños negocios de alimentación por ser de necesidad perentoria, hasta que en el decenio de los noventa comenzaron a instalarse en la ciudad grandes supermercados y poco a poco hicieron que esos pequeños y boyantes negocios de alimentación (excepto los dedicados al sector cárnico) acabasen siendo eliminados, quedando tan solo pequeñas tiendecitas de barrio que surtían pan, fruta, leche y conservas al menudeo. Se fueron eliminando multitud de servicios en la ciudad (como experiencia particular puedo contar que yo tenía un estupendo negocio de puericultura y confección infantil en la calle Colón, un negocio que se vino abajo de golpe cuando quitaron los partos de Béjar y los trasladaron a Salamanca. Hasta ese momento, todas las mujeres embarazadas de la comarca acudían a Béjar a sus revisiones y aquí se realizaban sus partos, y esa cuota de mercado se fue de un golpe a Salamanca, con lo que ello supuso para mi actividad específica y para los ingresos diversos que los comarcanos se dejaban en Béjar durante sus visitas ginecológicas... bares aledaños al hospital, tiendas de todo tipo, gasolineras...), fueron desapareciendo algunas oficinas bancarias y comenzó a trabarse un grupo humano (fundamentalmente de la clase funcionarial) que simplemente venía a Béjar en su horario de trabajo, manteniendo su vivienda habitual en Salamanca, de tal forma que sus gastos diarios beneficiaban solamente a la capital de la provincia. La Escuela Universitaria de Ingeniería fue reduciendo su volumen de estudiantes de forma alarmante (un sector de gran consumo en la ciudad) y los jóvenes bejaranos con formación universitaria emigraron en masa a otras ciudades donde podían conseguir trabajo... así todo se fue conjugando en una constante pérdida de población y de servicios con la consecuencia de una enorme dificultad para mantener un comercio digno, viable y competitivo.
La última etapa de la ciudad, desde el año 2007, presenta un futuro muy negro, con una alta tasa de ancianos que arroja un fuerte índice de mortalidad, casi sin jóvenes que puedan asentarse en la ciudad por falta de puestos de trabajo, perdiendo en población activa y en población bruta, con uno de los más altos índices de paro conocidos en la ciudad y con un genérico de resultados negativos en los cierres anuales de las empresas. EL COMERCIO BEJARANO EN MI MEMORIA Yo nací en 1957, lo que significa que mi decurso vital se ha desarrollado en una etapa de florecimiento comercial en el que mi familia podría ser una de las fotos fijas comparable a cualquiera de otras muchas fotos familiares del mismo periodo. Mi madre provenía del textil y mi padre trabajó durante muchos años como mozo y dependiente de ultramarinos, hasta llegar a encargado de una de las más conocidas pastelerías de Béjar. A fuerza de mucho trabajo, mis padres consiguieron montar un pequeño negocio que nació de una idea muy acorde a la época y las necesidades de la gente que habitaba Béjar en aquellos días. El negocio consistía en vender mantas por catálogo durante el verano, ir cobrándolas semanalmente, casa por casa, en plazos muy cómodos, y entregarlas justo cuando empezaban a necesitarse, al principio del otoño, cuando ya estaban pagadas en su totalidad. Esto propiciaba que la gente que no podía acceder a comprar sus mantas del tirón, pudiera hacerlo sin tener que pasar aprietos económicos. El negocio funcionó tan bien, que en poco tiempo mi padre decidio extender su oferta, especializándose en la venta de ajuares para novias. Los clientes hacían una lista de sus necesidades previas a la boda y mi padre viajaba a Salamanca y negociaba con distintos almacenes de la capital (recuerdo muchos viajes con él para comprar mercaderías en Almacenes Ara, Almacenes Tormes o Almacenes Toledo) la compra de todo el material encargado por sus clientes, que pagaban semanalmente en pequeños plazos que mi padre dejaba apuntados en unas curiosísimas cartillas/ficha que contenían todos los datos del cliente y cada uno de los pagos que iba realizando. Durante unos años mi padre compatibilizó su trabajo en la pastelería con ese negocio creciente, un negocio que
Saturnino Comendador, mi padre, en su tienda de la calle Tomás Bretón (años 80)
llevaba desde la casa familiar, que acabó convertida en un almacén/tienda en el que se atendía a clientes a cualquier hora. Pasados unos años, mi padre dejó la pastelería y montó su primera tienda de verdad en la calle Tomás Bretón, dando paso a que yo montase un hermoso negocio de puericultura y confección infantil en la calle Colón. Ahora, cuando paseo con mi padre por las calles de Béjar, veo el resultado de aquella magnífica idea, un resultado que no solo tuvo éxito comercial, sino que tuvo un gran éxito social... muchas personas se detienen a hablar con él y le agradecen lo que consideraron una gran ayuda en su día... poder comprar todo lo que necesitaban en plazos pequeñitos y sin agobios; y muchas de esas personas cuentan con emoción que, cuando empezó a irles un poco mejor en sus vidas, continuaron con ese sistema de compra tan peculiar, un sistema que les servía como forma de ahorro para imprevistos. Revelada esta foto fija de familia, me gustaría enredarme un poquito en los abismos de mi memoria para recordar que en mis primeros años fui consumidor constante de chicles Bazooka, regaliz de palo, pirulís de fresa, altramuces, caracoles y todo tipo de golosinas en kioskitos móviles como el de La Dominica y El Cojo; que mis padres me hicieron fotos de todas mis etapas infantiles en el estudio de Tadeo, en el de Nife, en el de Requena o en el de Montagut; que siempre comía con verdadero placer los pasteles de Cela (donde trabajaba mi padre) y, sin que él se enterase, también probé las bambas de nata de pastelería Castaño, los delicioso pasteles de La Emiliana y las inigualables pezuñas de La Conquistadora; que cuando Juanito el Barbero no iba a cortarme el pelo a mi casa, mi
madre me llevaba a la peluquería de Pío, en la Puerta de Ávila, que comía los churros del Churríbiri y compraba tebeos y cromos todas las semanas en la Librería Márquez y enciclopedias por fascículos en Librería Pizarro y en Librería Rial; que mi madre me mandaba a comprar el pan a la tahona de Rufino y que de vez en cuando volvía con algún helado comprado en los carritos del padre de Ignacio (que luego fuera propietario de la Librería Studio) o en Helados Conde; que a veces iba con mi abuela a comprar melones y sandías en puestos callejeros que se ponían en El Solano o en la calle Libertad; que me compraban las botas para el cole en Calzados Mendoza o en El Campeón, que el sello de oro que me regalaron por mi comunión lo hicieron en Joyería Peral, que mi madre me llevaba de compañerito a las compras diarías que hacía en el mercado de abastos y en el ultramarino del señor Anselmo, en la Puerta de Ávila; que alguna vez compré cigarrillos en la Ezequiela... y ya un poco más mayor, pasada la adolescencia, fui cliente fijo de discos de vinilo en Del Amo, en Radio Velasco y en Barreras, asiduo de las discotecas Chapeau y Vetonia, del bar Brasilia y de El Español o de la bolera que Antolín tenía en la Plaza de la Piedad. Ya madurete, y con mi negocio de puericultura montado en la calle Colón, fui asiduo visitante de Gimnasio Colón, compré los más diversos muebles para mi casa en La Valenciana, los electrodomésticos en Hogar 2000, los cachibaches electrónicos en Electrosan, la ropa en Jusán y en Modas Claros, los zapatos en Zapatería Hernández, las gafas en Óptica Simón, los materiales de aseo en droguería Hortal, los materiales para arreglillos caseros en Ferretería Arias, el coche en Corsino... siempre consumí en comercios de Béjar, pues el ser comerciante me sensibilizó en una frase que aprendí de mi padre: ‘da de comer a quien te da de comer’.
ALGUNAS ACTIVIDADES COMERCIALES EN BÉJAR (POR SECTORES) ••• Tirando del recuerdo personal, y del de algunas personas mayores con las que me he entrevistado, hago una relación bastante incompleta de algunos comercios bejaranos que marcaron los pasos de la ciudad en el siglo XX. • DOGUERÍAS Hortal (en Puerta de Ávila). Comercio desaparecido. Moretón (en calle Sánchez Ocaña). Comercio desaparecido. Anaya (en calle Sánchez Ocaña). Comercio desaparecido. Azul. Comercio desaparecido. Manolo (en calle Pardiñas). Comercio desaparecido. Herrero (en calle Mayor). Comercio desaparecido. • TEJIDOS Y CONFECCIÓN La Campana. Comercio desaparecido. La Esfera. Comercio desaparecido. La Innovación. Comercio desaparecido. Pañería Izard (en Puerta de Ávila). Comercio desaparecido. Pañerías Rodríguez. Comercio desaparecido. Pedro White (Frente al Bar Español). Comercio desaparecido. El Oriente. Comercio desaparecido. Almacenes Castilla (en calle Pardiñas). Comercio desaparecido. Gustavo Redondo (en Solano). Comercio desaparecido. El Palacio de la Moda. Aún abierto. Baltasar Romero (en San Gil y calle Mayor de Pardiñas). Aún abierto.
• ZAPATERÍAS El Campeón (con locales en Puerta de Ávila y calle Mayor). Comercio desaparecido. Fructuoso (en calle Mayor). Comercio desaparecido. Calzados Mendoza (en calle Paridiñas). Comercio desaparecido. Calzados Sánchez (en calle Sánchez Ocaña, 8). Comercio desaparecido. Calzados Maíllo (en Plaza Mayor). Comercio desaparecido. Calzados Loto (en calle Sánchez Ocaña). Comercio desaparecido. La Favorita (en calle Mayor). Comercio desaparecido. Zapatería del señor Constante (en Solano). Comercio desaparecido. Zapatería Crisanto (en Solano). Comercio desaparecido. Zapatería Bartolo (en calle Pardiñas). Comercio desaparecido. Calzados Hernández. Actualmente con varios locales abiertos en la ciudad. • ULTRAMARINOS Santiago Calzada (en Plaza de España). Comercio desaparecido. Pedro Hernández (en Puerta de Ávila). Comercio desaparecido. Maxi Herrero (en calle Libertad). Comercio desaparecido. Carlos Herrero ( en calle Libertad). Comercio desaparecido. Laureano Macotera (en calle Libertad). Comercio desaparecido. Ángel Maíllo ( en Sánchez Ocaña). Comercio desaparecido. Federico Cortés. Comercio desaparecido. Virgilio Muñoz. Comercio desaparecido. La Epifanía. Comercio desaparecido. Máximo Garrido (en Solano). Comercio desaparecido. Enrique Jiménez (en Solano). Desaparecido.
Lucasán. Comercio desaparecido. Juan Antonio Moreno (en calle Pardiñas). Comercio desaparecido. Anselmo García (en Puerta de Ávila). Comercio desaparecido. Esteban Marcos (en calle Mansilla). Comercio desaparecido. Antonio López (en Solano). Comercio desaparecido. Vicente (en esquina Libertad). Aún abierto. • PESCADERÍAS Las Mariquitas (frente al Palacio de la Moda). Comercio desaparecido. Las dos Hermanas (frente al Bar Español). Comercio desaparecido. Cecilia. Comercio desaparecido. Sr. Severo (en Puerta de Ávila). Comercio desaparecido. Sra. Marce (en Puerta de Ávila). Comercio desaparecido. • ESTANCOS La Ezequiela (en calle Pardiñas). Comercio desaparecido. Guillumas ( en calle Sánchez Ocaña). Comercio desaparecido. • SASTRERÍAS Talón (en Caño Comendador). Comercio desaparecido. Manolo (en Puerta de la Villa). Comercio desaparecido. •ELECTRICIDAD Gómez Rodulfo (en calle Sánchez Ocaña). Comercio desaparecido. Radio Martín (en calle Sánchez Ocaña). Comercio desaparecido. Radio Velasco (en calle Sánchez Ocaña). Comercio desaparecido.
• CARNICERÍAS Cortés (en calle Pardiñas). Comercio desaparecido. Ruperto Faraile (en Portales de Pizarro). Comercio desaparecido. Evelio (en Caño Comendador). Comercio desaparecido. Toribio (en Caño Comendador). Comercio desaparecido. Julio (en San Juan). Comercio desaparecido. Sr. Juan (en calle Mayor). Comercio desaparecido. • BARES Jarve (en Sánchez Ocaña). Desaparecido. Moderno (en Sánchez Ocaña). Desaparecido. Chanete (en Plaza de España). Desaparecido. Novelty (en Plaza de España). Aún abierto. Gurugú (en calle Pardiñas). Desaparecido. Cubino (en Plaza Mayor). Desaparecido. El Ché (en Plaza Mayor). Desaparecido. Pangui. Desaparecido. Chori (en calle Olleros). Desaparecido. El Colmao (en calle Olleros). Desaparecido. Codesal (en calle Olleros). Desaparecido. El Gordo. Aún abierto. Bodega Molina (en la calle Mansilla). Desaparecido. Bodega Albino (en Barrio Nuevo). Desaparecido. Amaro. Aún abierto. Evaristo (en calle Miguel de Unamuno). Desaparecido. Español. Desaparecido. • FÁBRICA DE CHOCOLATE Ignacio, Manolita y Angelines (en Caño Comendador). Desaparecido. • HERRERÍAS Cejuela (en calle Colón). Aún abierto en otra ubicación.
• MERCERÍAS Maruja (en Puerta de Ávila). Desaparecida. Geni (en calle Reinoso). Desaparecida. La Madrileña (en calle Pardiñas). Aún abierta. Loren (en calle Mansilla). Desaparecida. Saturnino Comendador (en Tomás Bretón). Desaparecida. La Esmeralda (en Solano). Desaparecida. Pedro el Chicle (en Solano). Desaparecida. • LIBRERÍAS Márquez (en calle Sánchez Ocaña). Desaparecida. Calvo. Desaparecida. Policarpo (en la calle Pardiñas). Desaparecida. Pizarro (en la calle Mansilla). Desaparecida. Sacho (en el Caño Comendador). Desaparecida. • FERRETERÍAS La Bilbaína (frente al Bar Español). Desaparecida. Pedro Rodríguez Arias (en calle Pardiñas). Lino Arias (en Puerta de la Villa). Desaparecida. Arias (junto al Casino Obrero). • PANADERÍAS Y TAHONAS El Corralón (en la calle 28 de Septiembre). Desaparecida. Antúnez. Desaparecida. Rufino (en San Juan) Panificadora (en Barrio Recreo) La Gallega. Desaparecida. La Sebastiana. Desaparecida. Castrillón (frente al Bar Moderno). Desaparecida. Chicharro (en La Antigua). Desaparecida. Jerónimo (en la Calle Libertad). Desaparecida. • VENTA DE MELONES Faustina (en la Plaza Mayor). Desaparecida.
• HELADERÍAS Antonio. Desaparecida. Cachena. Desaparecida. Conde (en la calle General Mola). Desaparecida. • CHURRERÍAS El Churríbiri (en San Juan). Desaparecida. Sra. María. (en calleja frente a Bar Español). Desaparecida. • HOJALATEROS Rufino (en Solano). Desaparecida. José White Amalio (en Puerta de Ávila). Desaparecida. Manolo (en la calle Pardiñas). Desaparecida. • FOTÓGRAFOS Requena (en Puerta de Ávila). Tadeo. Desaparecido. Ángel Elices. Desaparecido. Gil (en la calle Mayor). Desaparecido. Nife (en Puerta de Ávila). Desaparecido. Montagut. Aún abierto. • VENTAS DE ESTRAPERLO La Asturiana (en Puerta de Ávila). La Piacha ( en la calle La Capa). • PASTELERÍAS Cela (en Puerta de Ávila y San Gil). la de Puerta de Ávila permanece abierta. Ruperto-La Emiliana (en la calle Pardiñas). Desaparecida. Caldera (en la calle Sánchez Ocaña). Desaparecida. La Conquistadora (en la calle Sánchez Ocaña). Desaparecida. Castaño (frente al Casino Obrero). Desaparecida. • MALETAS Y SOMBREROS Boces (en la calle Mayor). Desaparecida.