Folletín 18

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Edición 018 del 01 de septiembre de 2014

El Paradero

CULTURA, RECREACIÓN Y DEPORTE-Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte

Folletín literario virtual, alimentado por escritos literarios, libros recomendados y textos sobre promoción de lectura de promotores de lectura y usuarios del programa Paradero Paralibros Paraparques de Bogotá, realizado en el marco del convenio 00056 de 2014 entre la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte, y Fundalectura

Los tres mejores textos de la convocatoria para gatos Hoy compartimos con ustedes los tres mejores textos producto de nuestra convocatoria para gatos, en esta ocasión hablamos de dos bellas anécdotas y un vuento que nos habla de estos particulares felinos.

Tango El gato que llora como si cantara tangos de Gardel


Margarita: la gata negra Por: Alejandra Aguilar

E

n una noche de agosto llena de estrellas, llego a mi vida uno de los seres más importantes que pude conocer; pero como todo encuentro entre seres destinados a quererse por mucho tiempo, existe una historia, de amor, en este caso: amor felino. La historia inicia con una pequeña y poco grata visita en el lugar donde vivía con mi familia, se trataba nada más y nada menos que de un ratón, un ratón mordelón que le encantaba dejar las marcas de sus dientes en todas partes, nunca antes habíamos tenido un visitante de este tipo. Intentamos muchas cosas, pero las marcas seguían apareciendo, mi mamá le comentó el problema a una vecina y ella nos dio la idea de tener a un gato algunos días para que su aroma particular alertara al ratón y este se fuera, pero la pregunta qué ahora nos invadía era: ¿dónde conseguimos un gato?.... Empezamos a buscar en las zonas verdes del conjunto residencial en el que vivíamos,

y solo encontramos un gato de color naranja, algo así como un Garfield en estado salvaje, era bastante agresivo y fue imposible llevarlo hasta nuestra casa, después de varios intentos nos frustramos y lo dejamos tranquilo. Cuando habíamos olvidado un poco el asunto del gato, tocaron a la puerta, al abrir me lleve una hermosa sorpresa, nuestra vecina tenía una pequeña gata de color negro en los brazos aproximadamente de 3 meses, la recibimos con gusto ya que el “problemita” aquel seguía vigente, no tuvo problema para entrar a la casa, exploró todo, cada habitación, el baño, la cocina, cada mueble, olfateando, tocando, subiendo y bajando decidió que el mejor lugar para estar eran mis piernas, me miró con sus enormes ojos amarillos y no pude evitar abrazarla aunque tuviera pulgas. La llevamos al veterinario para que la revisaran, la bañaran y la desparasitaran, le compramos comida como para un mes, y supuestamente iba a estar unos días…. Pero fue inevitable enamorarse y aceptarla en la familia como una nueva integrante, la más consentida, noble y agradecida gata que pudo nacer de una gota de pantera. Actualmente, tiene 8 años, y es la mejor compañía que alguien puede tener, y como no, los gatos son la cura perfecta para la soledad, sin importar el color, la raza, la edad o el tamaño, te cambian la vida con su ronroneo, te enseñan con sus rarezas, la magia de sus movimientos, son seres de otro planeta, que fueron enviados para hacer felices a personas como yo y a las demás que tienen la fortuna de tener la compañía de un gato. Y a propósito del ratón, la vecina tenía razón….


La Gata Por: María Fernanda Medina

U

n día cualquiera del mes de marzo mientras los niños de un jardín infantil jugaban en el parque y su profesora los cuidaba, llegó como un ángel una colegiala con un hermoso gato, bueno eso creían, un gatito muy pequeño, de colores opuestos, impregnado su pelaje de barro y tierra pero con unos ojos grandes y hermosos como el cielo en su esplendor. Lo había encontrado abandonado entre un montón de plantas asustado y llorando, llamando a su mamá pensaron; en un instante el mundo cambió… los niños querían saber de qué se trataba, aparecieron mágicamente una caja, un saco de lana, una toalla, agua limpia y hasta un tetero de un muñeco, la leche la compraron. Con toda la curiosidad y la delicadeza del momento, al gatito que cabía en la palma de la mano lo bañaron, lo limpiaron, lo alimentaron, lo acomodaron en la caja y lo arroparon hasta que durmió plácidamente casi todo el día. En la tarde cuando volvió la calma, hizo un viaje en bus, esperando tal vez que pronto fuera llevado a una finca, pero eso nunca ocurrió, se quedó en un apartamento aprendiendo a caminar como gato, tomar leche como gato así se untara toda la panza, y hasta ir al baño como gato. Que lio. Pronto se dieron cuenta que era gata y se convirtió en miembro de una familia de dos, allí creció en medio de todo el cariño,

mimos y cuidados que necesitaba, de vez en cuando visitaba agradecida los niños de aquel jardín. De sus amigos se sabe que tuvo dos, princesa y negro con quienes compartió juegos, merienda, peleas y tomadas de mano por debajo de la puerta, hasta que un día tuvieron que decir adiós. Se convirtió en cómplice fiel de alegrías, tristezas, amores, desamores, secretos, travesuras y hasta concursos de gatos, modestia parte. La familia creció también, llegó un bebé y ella ahí cuidando tierna y noblemente con sus hermosos ojos, maullando cuando algo pasaba. La gata es la compañera inseparable de la familia, en casa cada lugar tiene su toque animal, la calle no le gusta le asusta. Y aquí está… sentada en mis piernas mientras escribo, se llama bolita, el nombre lo dejo a su imaginación, lleva 12 años con la profe de aquel jardín.


El gato d

H

ace tan solo dos semanas que metí a mi gato Silbido dentro de una botella. Dejé que maullara la canción del ausente por última vez antes de colocarle la tapa. Mi gato estará ahora río abajo. Las palabras maulladas de él fueron: “Sabes qué, María, méteme en una botella, ándale, méteme en una botella obscura, para que el sol no me caliente tanto”. Lo había sorprendido sufriendo de tristezas muy tristes, mirando a través del cristal de la ventana. Esa tarde llovía la lluvia más triste, porque todas las lluvias son tristes para los gatos, no para una, que es puro amor enamorado y ese encuentro con el agua en pedacitos de cielo es realmente maravilloso.

La última vez que había visto a Silbido llorar fue cuando se le escapó de las garras un ratón muy pícaro y astuto que vive en el apartamento de mi vecina. Esa mañana soltó una lágrima por cada ojo, solo una y nada más; aquella tarde en que partió maullándome la canción del ausente en verdad estaba muy triste. Al despedirnos bajo el puente de la ciudad de Bogotá, sentí que seis de sus siete vidas ya no estaban con él. –Oye María –me dijo, y luego continuó– no creo que tú sepas comprender a un gato. –Claro que sí –le respondí–, si es muy fácil: en la mañana quieren un poco de leche tibia, en la tarde galletas con abrazos y en la noche de los viernes salen a bailar salsa. Los he visto salir a todos después de las once de la noche a la bodega abandonada. Allí tomarán leche agria y apostarán en peleas de ratones. Por supuesto que al perdedor se lo tragarán. Además sé que la canción favorita de los gatos es El ratón de Cheo Feliciano. –Mira María –me dijo Silbido– las cosas son claras. A nosotros los gatos lo que nos gusta es la aventura, salir, levantarnos unas gatas bien peludas y gordas que nos arañen toda la noche, cosa que nos recuerda al trajín injusto para los gatos en invierno. A mí ya no me gustan las galletas ni la leche simple, yo lo que quiero es bailar. Creo que Silbido hubiera querido una botella más grande para llevar consigo una grabadora.


de María Por: Eduardo Ramírez

Imagino que un día de sábado llegará muy a las diez de la mañana, oliendo a leche agria y a perfume de gata, uno barato, uno que no huela a flores de campo, porque a las gatas tampoco les gustan las flores. Y me dirá: “qué hay de nuevo María, cómo estás de linda, perdona que no escribiera pero me la pasé tan embriagado que apenas pude regresar”.

do era sensual y atrevida.

A plena mañana cuando el sol-ojo me observe a través del cristal de la ventana acostada en mi lecho, como la bella durmiente, creo verlo lanzándoseme a la cabeza para devorarme los pensamientos de esta cabeza bella, pero no. No hay gato en la ventana.

–¡María! –me llama mi mamá, pero no se vaya usted señorito que después de que le cuente la historia querrá salir conmigo en busca de mi gato, lo habremos de encontrar borracho persiguiendo ratones en las nubes de sus sueños. Y después de encontrarlo podríamos ir a bailar, quizá hasta le enseñe unos nuevos pasos que me sé.

Mi mamá me dice que los gatos nunca olvidan el camino a casa y que Silbido era un buen gato. ¿Por qué será que no hay mal ido o muerto que no quieran poner de santo? Recuerdo cuando a Silbido yo le estaba enseñando sus primeros pasos de salsa, el pobre me miraba como con ganas de abrazarme el bello rostro con sus uñas. Cuando lo vi ya preparado para el baile, la gozadera, me lo llevé a Gato a gogó. Allí conoció al ratón más valiente de todos, que terminó siendo un ratón ciego, al que todos en Gato a gogó lo tenían convencido de que se encontraba bailando entre ratones y ratas en múltiples fiestas, que no se lo devoraban porque daba más placer verlo miserable y perdido. En Gato a gogó también conoció a Ágata, una gata que según el propio Silbi-

Esa noche me dejó sola y me tocó regresarme al apartamento, al otro día llegó ebrio y con rasguños en su rostro. Creo que a los gatos les da miedo no llegar rasguñados a sus casas después de una noche de leche agria y peleas con gatas.

… Fui a donde mi mamá y tenía un periódico en las manos. Me lo pasó en la sección de obituarios, el reportaje decía: “¡Muere gato! Al pobre animal le cayó un bafle durante la presentación en Bogotá de Cheo Feliciano. El artista se refirió al tema y prometió que en cada concierto se tomaría un trago de leche agria y le dedicaría El ratón a este pobre animal”. Nunca supe por qué mi gato estaba triste, si yo soy pura alegría, puro baile.


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