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Poemas del libro Formas

Formas de la pérdida

Fabián Guerrero Obando

«Anticipar, querer, ilusionarnos nos permite la ilusión de sobrevivirnos. La palabra poética, creación al fin, pretende en este libro denunciar anticipaciones, ansias, ilusiones. Es la experiencia acongojada de lo imposible de toda anticipación. El poeta se habla a sí mismo. A la manera de un dios, la palabra poética funda su mundo irrepetible. En otra poesía, el lenguaje despliega sus recursos; aquí, los recoge hacia un decir esencial, ¿Hay como se dice comúnmente, realidades sensibles “demasiado profundas” para las palabras? Sin duda, las hay, las habrá siempre, por eso, la poesía…». Estas palabras de Susana Cordero de Espinosa, extraídas de su comentario titulado Lectura de ‘Las formas de la pérdida’, en torno a la obra de Fabián Guerrero, nos permiten asomarnos a la obra creadora de este poeta.

El poeta Juan José Rodinás, en la contratapa del libro, afirma sobre el autor: «Fabián Guerrero ha ido desarrollando con los años una obra que bascula entre el susurro y el gemido visceral. En este poemario encontramos el esplendor de quien se niega a la elocuencia, el bisbiseo en una habitación vacía, el fantasma de quien no ha existido, hablándonos en una lengua escueta, errante, vulnerable, apócrifa. Esa vulnerabilidad es convertida por Guerrero en unos fragmentos que se mueven entre el estupor y el abandono, entre la sequedad y el sollozo. En estos textos breves, lacónicos, el poeta se arriesga más que en su obra precedente, pues revela una espiritualidad más desolada, como un niño que llevara la cabeza de su madre por el desierto, como un monje que danzara un rave con el mero eco de su respiración».

A continuación, una breve muestra de su poesía:

¿El corazón? Es una barraca negra varias veces un crematorio que hace su trabajo entre la ceniza que ensombrece sus orillas

No como un mecanismo sino como algo a punto de explotar

Como si estuviéramos fuera del camino o que todo esto ya habría pasado o que simplemente repitiéramos ideas sobre las mismas cosas

Pero siempre con el mismo final en forma de derrumbe o polvo en mitad de la noche Como tinta impura dentro de la sangre Gotea sobre este angosto canal de carne Sin separarse de la herida O escurriéndose sin que sepamos cómo

Quizá es solo un corazón huyendo en la negrura de sus aguas.

Uno de los presentimientos más recurrentes: la lluvia metiéndose en la noche y los goterones cayendo y cayendo. Hasta hacer de toda piedra oscura un montón de arena sucia.

Siempre nombramos lo que tenemos porque estamos seguros que estamos a punto de perderlo todo.

Como toros desollados sobre la mesa.

Nada peor que abrir los ojos cuando se hace la noche. Las manchas de la pared de arriba abajo o la gotera en el piso. El sinsentido de eso que creemos bulto o la sombra de las demás cosas. Insomnes y sin frases de socorro estamos donde estamos y sin poder salir. Sin sueño. Y otra vez el negror y otra y otra vez.

Sin importar el tiempo ni el lugar, todo se repite. Todo es un espeso vaho y carne amontonada a lo largo del camino.

Como en un interminable matadero. Es un día del que apenas queda rastro. Eso que fuiste o la tristeza contenida con la que te escribía.

Nada encarna la imagen del amor o su amenaza, sino tan solo lo de ese día en retirada.

Que apenas se nombra.

Es la última vez que damos un paseo por el vecindario. La última vez que nos sentamos a la mesa. O que leemos un poema. Que sopla el viento. Que llueve. O que brilla el sol.

Es la última vez que dejamos correr el tiempo. Porque ya nada es lo que se tiene entre las manos.

Algo anda tramando el día o quizá solo sea el piar de un pájaro con una piedra en el cuello.

Fabián Guerrero Obando

Quito, 1959 Actualmente enseña Lingüística Textual y Escritura Creativa en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador. Ensayos suyos han aparecido en diversas revistas y diarios nacionales e internacionales. Ha publicado las obras Me separo me persigo (1995), Facticio ficticio (1998), Nexos casuales (2001), El viaje (2003), Las partes (2006), Zanja (2009), La víspera (2011), Cuándo el amor (2013), El radiante guiño del insomne (2014), Ninguna cosa nacida (2016), Invernada (Antología poética, 2017), Ardid (2018) y Como la vida (2019). Libros que han valido para ser considerado «un poeta que ha alcanzado un largo, nutrido y bien merecido prestigio en nuestra patria literaria… y que ha logrado vivir una de sus más grandes paradojas: conseguir que su poesía sea viva por sí misma, sin que solo sea suya sino que, de tan hermosa, sea de todos». Ha sido invitado a varios encuentros de escritores y poetas, dentro y fuera del Ecuador. Consta en antologías nacionales y extranjeras. Parte de su poesía ha sido traducida al inglés, alemán, francés, griego e italiano.

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